La llamada “oración de Jesús” forma parte de la tradición de las Iglesias orientales y se remonta a los primeros siglos del cristianismo. Estas palabras (“Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de mí, pecador”) viene a ser una antigua jaculatoria, un mantra, cuya repetición e interiorización produce una gran paz e introduce al orante en el ministerio de Dios.
Alphonse y Rachel Goettmann, fundadores en Francia de Betania, centro ortodoxo de oración y meditación, enseña en este libro como practicar esta plegaria que lleva a quien la reza- sea cual sea su profesión, cultura o situación personal- a convertirse en “peregrino en marcha hacia la Tierra Prometida, que no es otra que su propio corazón”.
La llamada “oración de Jesús” forma parte de la tradición de las Iglesias orientales y se remonta a los primeros siglos del cristianismo. Estas palabras (“Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de mí, pecador”) viene a ser una antigua jaculatoria, un mantra, cuya repetición e interiorización produce una gran paz e introduce al orante en el ministerio de Dios.
Alphonse y Rachel Goettmann, fundadores en Francia de Betania, centro ortodoxo de oración y meditación, enseña en este libro como practicar esta plegaria que lleva a quien la reza- sea cual sea su profesión, cultura o situación personal- a convertirse en “peregrino en marcha hacia la Tierra Prometida, que no es otra que su propio corazón”.
La llamada “oración de Jesús” forma parte de la tradición de las Iglesias orientales y se remonta a los primeros siglos del cristianismo. Estas palabras (“Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de mí, pecador”) viene a ser una antigua jaculatoria, un mantra, cuya repetición e interiorización produce una gran paz e introduce al orante en el ministerio de Dios.
Alphonse y Rachel Goettmann, fundadores en Francia de Betania, centro ortodoxo de oración y meditación, enseña en este libro como practicar esta plegaria que lleva a quien la reza- sea cual sea su profesión, cultura o situación personal- a convertirse en “peregrino en marcha hacia la Tierra Prometida, que no es otra que su propio corazón”.