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Detras de La Pantalla Autoritarismo Cens
Detras de La Pantalla Autoritarismo Cens
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All content following this page was uploaded by Fernando Ramírez Llorens on 25 October 2018.
(1955-1973)
Autoridades Nacionales
Presidente de la Nación: Ing. Mauricio Macri
Vicepresidenta de la Nación: Lic. Gabriela Michetti
Ministro de Cultura: Lic. Alejandro Pablo Avelluto
Autoridades INCAA
Presidente: Dr. Alejandro Alberto Cacetta
Vicepresidente: Sr. Ralph Haiek
Rector ENERC: Sr. Pablo Rovito
Coordinador de Biblioteca: Sr. Adrián Muoyo
ISBN 978-987-3754-12-8
1. Cine argentino. 2. Análisis Cinematográfico . I. Título
CDD 791.4309
ISBN: 978-987-3754-12-8
Introducción 15
2. La calificación moral 63
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1. El cortometraje de Fischerman, sin título, había sido realizado con la intención de ser proyec-
tado por única vez en una jornada que, al menos en lo formal, estaba convocada para tratar,
justamente, sobre la censura. El cortometraje se preservó y puede verse al final del documental
La noche de las cámaras despiertas (Hernán Andrade y Víctor Cruz, 2002).
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campo al cine en Argentina tanto como a hacer evidente el desafío que resi-
de en la afirmación de Bourdieu de que la autonomía, siendo un elemento
distintivo de los campos, es siempre relativa. La pregunta por la relativa
heteronomía –complemento inevitable de la relativa autonomía en la cons-
titución de la relación de un campo con otros– queda entonces en primer
plano. El desafío es esclarecer quiénes son los actores asociados al polo he-
terónomo del campo y cuál es la relación que establecen con los actores del
polo autónomo. Durante los cincuenta años que van de 1930 a 1980, desde
el Estado, el mercado y el mundo católico, los gobiernos, empresarios y
autoridades eclesiásticas y laicas diseñaron estructuras especializadas para ac-
tuar en cinematografía –oficinas cinematográficas estatales, oficinas cine-
matográficas católicas, asociaciones empresariales cinematográficas– que
estaban, a la vez, dentro y fuera del campo o, dicho con mayor precisión,
que representaban modos concretos de reestructuraciones internas de in-
fluencias externas. Pensar a estos actores habitando el campo tiene con-
secuencias precisas, dado que implica afirmar que compartían intereses
con el resto de los participantes en vez de entender su actuación como una
intervención completamente alienada de esos intereses. Esta idea sugiere,
respecto de la censura, que lejos de provenir de un poder completamente
ajeno al campo, se produce dentro de él. A partir de esto, me atrevo a iden-
tificar a empresarios, políticos, militares y católicos como actores centrales
del campo cinematográfico desde 1930 hasta 1980, a través de su actuación
en las estructuras especializadas.
Es posible identificar tres ejes centrales que definen al campo cine-
matográfico en el período en relación con la censura. En primer lugar, la
consolidación definitiva del empresariado de las tres ramas de la cinema-
tografía en el mercado argentino (producción, distribución y exhibición), a
partir del arribo definitivo de las principales distribuidoras de origen nor-
teamericano –que crearon aquí sus filiales durante la década de 1920– y del
desarrollo de un empresariado de la producción orientado a la realización
industrial de films en la década de 1930 (Ramírez Llorens, inédito). Estos
empresarios se disputarán entre sí y con otros actores la apropiación de la
mayor renta económica posible. En segundo lugar, la ofensiva del integris-
mo católico, proyecto en el que un importante sector de la Iglesia se embarcó
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4. El artículo 2 establece que el Estado sostiene el culto católico. Hasta la última reforma cons-
titucional el artículo 67 inc. 15 establecía la conversión de los indígenas al culto católico; el 76,
que el presidente debía profesar la fe católica; y el 80, que debía jurar por “Dios Nuestro Señor y
estos Santos Evangelios”. Por citar una argumentación, Valiente Noailles plantea: “(…) cuando
se trata de juzgar si se ha promovido la elevación de la moral pública como es obligación esta-
tal hacerlo o si se la ha lesionado en un caso determinado, debe atenderse al contenido de la
moral cristiana antes que a los ‘usos y costumbres de la mayoría’, expresión que a su vaguedad
e incertidumbre, une su divorcio con el espíritu constitucional” (Valiente Noailles, 1966: 77).
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5. En rigor, Gordillo ya era crítico de esta postura en la época, aunque su punto de vista era
notoriamente minoritario (Gordillo, 1960). Actualmente, existen autores que sostienen la vi-
gencia jurídica del concepto de poder de policía; por ejemplo, Legarre (2004).
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6. Vale la pena recordar la obra clásica de De Imaz (1977), que detalla que entre 1936 y 1961
nunca hubo menos de un 20 por ciento de abogados en los elencos de gobierno, cifra que
alcanzó el 52 por ciento en 1961.
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7. Dentro de este grupo, podemos ubicar a los realizadores de largometrajes que fueron identi-
ficados como “la Generación del 60”. Ellos resistieron activamente el rótulo de “movimiento”
que en la época se les quiso imponer, por entender que no existía un sentimiento fuerte de
pertenencia que los unificara, pero también para evitar ser asociados con una simple imitación
de las corrientes renovadoras extranjeras de la época (Castagna, 1992). En este sentido, en el
rechazo al mote de “movimiento” estaba inscripta una búsqueda consciente por enfatizar los
aspectos originales de esta experiencia. Sin embargo, en términos analíticos se puede defender
su existencia como movimiento. Estoy proponiendo evitar recortar sobre quienes se dedicaron
a la realización de cortos y largometrajes, para incluir en un mismo movimiento a los cinéfilos
que no abandonaron el amateurismo junto a los cineastas que compartieron orígenes y espa-
cios con ellos.
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8. Dos excepciones importantes son los libros de Alsina Thevenet ya mencionados (1972,
1977), que presentan un trabajo esmerado por construir una tipología de la censura, y el trabajo
de Peña (1998), que recupera y profundiza el análisis de aquel.
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9. Butler dice: “La regulación que expresa aquello que no quiere expresar frustra su propio deseo,
lo que supone una contradicción performativa que pone en cuestión la capacidad de la regula-
ción para significar y hacer aquello que enuncia, es decir, su pretensión de soberanía” (Butler,
1997: 215-216, destacado en el original). Insisto, a contramano de Butler, en que la censura
tiene un fin, si se quiere, pedagógico, y que expresar lo prohibido es parte de la didáctica; por
lo tanto, existe una intencionalidad en poner en circulación el discurso prohibido junto a la jus-
tificación de su prohibición. Lo que no evita los efectos contradictorios de esta pedagogía que
advierte Butler. Por supuesto, es preciso diferenciar entre contenido y forma. Si bien la posición
del censor está bien delimitada –es decir, legitimada–, decir lo mismo que el censurado y de la
misma forma convertiría a su propio discurso en herejía y le quitaría autoridad. Al decir “lo que
diré a continuación no debe volver a ser dicho”, ya está introduciendo una diferencia radical
de contenido respecto del discurso original. Más allá de esto, es posible mediar entre forma
y contenido para mitigar la contradicción performativa a partir de la utilización de estrategias
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de eufemización (Bourdieu, 1985). Resulta curioso notar que decir sin decir es una estrategia
compartida por censurados y censores: los primeros, para poder expresar lo que se quiere
ajustándose a las reglas de decibilidad; los segundos, para exhibir qué es lo que no se puede
decir, evitando la promoción de lo censurado.
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