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I.

HISTORIA E HISTORIOGRAFÍA

Problemas de Ia historiografía uruguaya


Algunos rasgos extemos que reproducen en el Uruguay, a veces
insufi cienternente, los de la historiografi a occidental conterrporánea.

(Texto no fechado que probablernente sirvió de guía pal'a una


conferencia o una clase de Barrán. Las negritas peñenecen al
original. Se ha respetado el perfil de registro de apuntes que
tiene el texto en su conjunto.)

Internacionalización de la investigación

Así como en Francia la obra de Robert Damton, el estadounidense


profesor de Princeton, ha sido clave para reinterpretar su época modcma
y abrir otros horizontes antropológicos a la historiografia francesa, y así
como existe una revista norteamericana de estudios sobre la historia fran-
cesa, en el Uruguay algunos de los aportes a su historia más importantes
recientes son obra de historiadores extranjeros, anglosajones en su mayo-
ría, pero también algún argentino.
Las obras de M. Vanger sobre Batlle (El creador de su tiempo, 1902-
07, Buenos Aires: Eudeba, 1968, y Montevideo: Banda Oriental, 1992;
The Model Country, 1907-15, 1980, y 1983, en español; La poléntica
Batlle-Mibelli, 1917: ¿Reforma o revolución?,1989). Las de Henry Finch
(Historia económica del Uruguay contentporáneo,1980, y su versión más
extensa y menos políticamente condicionada de I 98 I cn inglés: A political
economy of Uruguay since I870). La de Peter Winn: su breve y jugoso E/
imperio informal británico en el Uruguay del siglo XIX de 197 5 y su más
reciente y voluminoso estudio Inglaterra y la tierra purpúrea: A la búsque-
da del Imperio económico, 1806-1880. La de Fernando Devoto y su estu-
dio sobre la precocidad de la inmigración italiana al Uruguay de 1993.
Aportes claves, al relevar fuentes documentales poco accesibles a los
investigadores nacionales (curiosamente, el archivo de la familia Batlle,
virtualmente inaccesible para nosotros, los archivos del Foreign Ofñce de
Londres) o por señalar rasgos de nuestra formación como sociedad que
sólo una mirada atenta a la historia comparada podía entrever, tal el caso de
Devoto, un conocedor de todas las corrientes inmigratorias del siglo XIX,
en especial a América.

lls I
JoSÉ PEDRo BARRÁN. EPÍLocoS Y I.EGADoS

Crecimiento del mundo académico, de las especializaciones,


S€ h¿
de los contactos entre profesionales y de la profesionalización
cientÍñco:
de los historiadores
mación- o
fenómm
Revisemos algunas cifras francesas: número de publicaciones sobre
b,ret-es po
historia de Francia en 7920,3.000, en 1991,15.000. En EE.uu. 7.000 libros
sobre historia de América en general. cuadruplicación en pocos años. Es
er d€rb
probable que la estadística demostrase algo similar en uruguay, teniendo
el tioryo
en cuenta aquí las publicaciones tipo "Papeles de Trabajo" y "ponencias"
flairn ¡- I
qrcdeüur
diversas de Ia Facultad de Humanidades.
Esta abundancia alimenta la especialización por áreas delimitadas te-
mática o cronológicamente (historia económica; Jacob, Millot, Bertino,
Bertola; historia de las mentalidades: Barrán; historia desde abajo, sindical
Ur babr
y de la inmigración española: zublllaga, porrini; historia de las relaciones
fisrriT
internacionales y su influencia en la política intema del siglo XX urugua-
yo: el equipo A. M. Rodríguez, E. Ruiz, R. porrini, A. Rial; historias de ED 19

la colonia y la revolución: la primera con Arturo Bentancourl, la segunda


cqrkur
con Ana Frega y Ariadna Islas: historia política en sus nuevos enfoques:
rGq
.spd.tGt
caetano y Rilla). Es ya imposible estar al día con toda la producción bi-
.fF¡.¡- c
bliográfica sobre temas tan vastos como historia colonial o toda la historia
del Uruguay.
Gtr 16-g
Los historiadores se han profosionalizado. Tal vez los primcros fueron
ob-
Eugenio Petit Muñoz y Juan E. Pivel Devoto, cste desde su puesto de Director
Af-
del Museo Histórico Nacional, aunque sus ocupaciones políticas desdibuja-
h1p
ron un tanto ese hecho que igual contrastaba con la multiplicidad de roles
rc¿+.¡lr
sociales de Eduardo Accvedo, Pablo Blanco Acevedo o carlos Ferrés, para
criFi
poner algunos ejemplos notorios del no profesionalismo anterior.
m&\i
Las fundaciones de la Facultad de Humanidades en 1945 y del IpA
ahehp
en 1949 contribuyeron decisivamente a la profesionalización, así como el
E reel
establecimiento del régimen de Dedicación Total en la universidad. La
cn h h¡¡r-
hs aáIkü
mayoría absoluta de los historiadores tienen formación profcsional más
1943 ¡- h n
o menos aceptable como investigadores y dedica parte importante de su
tiempo a la investigación histórica, aunque este último fenómeno ocurre
Jo* FEüo
sobrc todo desde la recuperación de la autonomía por la universidad en
Cawtú
I 985.
ccralll¡d
oo rruetrar
La frecuencia de encuentros académicos, desde congresos a diversos
tipos de jomadas, se ha hecho tan habitual cn el mundo acadérnico occi-
Eizs. scn
Es s¡$
dental que algunas de sus consecuencias se han sentido hasta en el excén-
b6 csftliñú
trico Uruguay.
ci¡etis¡
I l6 |
pRoBLEMAS DE LA HISToRIoGnerie unucueye

)St Se han señalado ventajas y desventajas de esa transformación dc los


:ión científicos, sociales y "duros", en globe-trotters. El intercambio dc infor-
mación, orientación, la puesta al dia, es, naturalmente, la cara positiva del
fenómeno. La transformación del producto final de la investigación en
ciones sobre breves ponencias preparadas a veces aceleradamente para csos congresos
. 7.000 libros cn detrimento de la concentración intelectual mayor que exige el libro,
rcos años. Es el tiempo gastado en viajes y reuniones en detrimento de la necesaria re-
ray, teniendo flexión y la lectura sin urgencias son consecuencias obviamente negativas
"Ponencias" que deberían, también, apreciarse.

:limitadas te-
llot, Bertino, Un balance europeo en1974 y su relación con la
rajo, sindical historiografía contemporánea uruguaya
as relaciones
XX urugua- En l974los historiadores franceses Jacques Le Goff y Pierre Nora re-
; historias de copilaron estudios que pretendían ser un balance de los logros y los proble-
t, la segunda mas que enfrentaba la llarnada "nueva historia". El volumen, traducido al
os enfoques: español en 1979, se llarnó Hacer la historia. Un poco más tarde (la edición
oducción bi- española es de 1988) apareció bajo la dirección tarnbién francesa de J. Le
da la historia Goff, Roger Chartier y J. Revel, un diccionario sobre la "nueva historia"
con los mismos objetivos.
meros fueron Allí se señalaban las novedades del oficio en tres rubros.
lo de Director La aparición de nuevos problemas al historiador, una necesidad de
as desdibuja- redefinir la Historia ante la provocación de otras ciencias humanas que la
idad de roles enriquecían y a la vez lajaqueaban. Al viejo auxilio de la geografía hu-
; Ferrés, para mana de Vidal de la Blache, la sociología y la economia, debían sumarse
f,r. ahora la psicología y la antropologia.
45 y del IPA El reencuentro de los viejos problemas con nuevos enfoques, notorio
, así como el en la historia política. En ese sentido, es ilustrativa la comparación entre
versidad. La los análisis políticos de Pivel Devoto en su ÉI¿sloria de los partidos de
fesional más 1943 y la reciente obra de Gerardo Caetano, a veces en colaboración con
¡rtante de su José Pedro Rilla, en otras oportunidades con Raúl Jacob, La República
meno ocurTe Conservadora,l9l6-1929, El nacimiento del lerrismo y su tesis sobre la
riversidad en centralidad de los partidos políticos en la construcción del universo políti-
co uruguayo en contraposición con la fuerza que las corporaciones econó-
¡s a diversos micas, sociales y militares tuvieron, por ejemplo, en Argentina.
iémico occi- Es sugestivo también el nuevo enfoque que han tomado recientemente
en el excén- los estudios sobre la revolución artiguista. Del Artigas caudillo y consti-
tucionalista se ha pasado al Artigas revolucionario social y ahora, recien-
JoSÉ PEDRo BARRÁN. EPÍLoCoS Y LECADos

temente, a un intento de desmitificación der período, que responde


a dos
vertientes. La más tradicional a nuestro entender, representadá desde 1979,a.
hace
años por Guillermo Yázquez Franco, se afilia al antiartiguismo epigonal y Sociea
del siglo XIX y el Novecientos, y señala, por ejemplo, ras limitaciones ¿Qt
de
un movimiento revolucionario y su caudillo, que no abolieron la de lo ini
esclavitud
y repartieron estancias de 7.500 hectáreas a gauchos que posiblemente con la v
no
las querian. La más renovadora y atenta a los estudios recientes la legitir
sobre el
caudillismo y sus bases sociales complejas así como a la necesidad de trismo y
com-
prender que la formación de la nación oriental es un fruto reino de
de un complejo
proceso de construcción, es la que representan los trabajos, do la rea
aún incomple-
tos, de A. Frega y A. Islas. pero lo que más me interesa destacar Esta épo,
de ellas
es su comprensión de que es imposible comprender el pasado por lo m,
desde los
valores y las realidades politicas de nuestro presente, que el anacronismo cultural t
es pensar que existía en 18 10, 1820 ó rg27 un proto estado
, oriental, como
también un proto estado argentino. En aquellos presentes, nadie conocía
el
final que nosotros vivimos. El parad
Por fln, los historiógrafos franceses han señalado uno de los rasgos del deter
más sobresalientes de la nueva historia, su carácter burímico,
ra ,.explo-
sión" de sus objetos de estudio, el hecho de que ya nada escapa a la posi- Lup
bilidad de "historización", lo que revera, de seguro, algunas características nada por
de la cultura contemporánea, en particular, la fuerza"án qu" figuras dr
se han relati-
vizado valores, creencias y comportamientos. Esa historia de paradigm
las mentali-
dades, que eclosionó por los años 70, nació en un ambiente, macroeco
er de ros 60, en
que la transformación de los comportamientos demográñcos y determina
sexuales en
Europa y los Estados unidos, er concilio vaticano It, ras revtruciones económic
der
68 y el papel de la juventud más que er de la clase obrera en ellas, bricado cr
así como
los movimientos de liberación de la mujer y los homosexuares, dependien
preparaban
para advertir a los historiadores sobre nuevos protagonista. Todas
y ru"ru, p."-
guntas a formular al pasado. Levy Strar
Hay ahora una historia de la fiesta (y en er uruguay, los dos volúmenes central y r
de MilitaAlfaro sobre el camaval lo certifican) y no de la maciones
fiesta como mera
costumbre sino de sus significados culturales y sociales más profundos, sionales) ¡
de
su función en la cultura; una historia der cuerpo y sus relaciones triunfó la ,

con la salud
y la enfermedad, conceptos también ellos objeto de estudio, pues y la búsqu
lo malsano
no siempre fuvo los mismos contenidos; de la sexuaridad, pues er amor, casi inalter
ra
familia, la limitación de los nacimientos, Ios géneros y la homosexualidad, historia, el
son objetos que cambian con el tiempo y las culturas; una historia de precios
de los jó-
venes, de las mujeres y de la vida privada. parte de nuestra obra mo, analizr
se inscribe
dentro de esta explosión temática: desde E/ (Jruguay del Novecientos, la expansió
en
las caracter

I 18 I
pRoBLEMAS DE LA HlsToRlocnnpi¡ URUCUAvA

responde a dos 1979, ala Historia de la Sensibilidad en el (Jruguay, de 1989-90 y Medicina


ada desde hace y Sociedad en el Uruguay delNovecienlos de 1993-95.
rismo epigonal ¿Qué tiene de raro esta historización de lo que se creía formaba parte
limitaciones de de lo inalterable del hombre, de sus esencias -su sexualidad, su relación
on la esclavitud con la vida y Ia muerte- en la época actual? Ella al fin y al cabo postula
osiblemente no la legitimación de las diversidades culturales, el necesario fin del etnocen-
:ientes sobre el trismo y del carácter imperialista de los valores culturales europeos; es el
:esidad de com- reino de la ciencia que relativiza, por propia deflnición, la cultura, afirman-
de un complejo do la realidad flnal sólo de las culturas (nos referimos a la antropología).
,aún incomple- Esta época postuló que la verdad es un concepto cultural y no ontológico o,
estacar de ellas por lo menos, que sólo podemos llegar a aprehenderla dentro del contexto
rsado desde los cultural en que está inserta.
el anacronismo
r oriental, como
radie conocía el El paradigma interpretativo, primado de lo estructural,
del determinismo, de lo económico y de la larga duración
o de los rasgos
rico, la "explo- La producción historiográfica occidental, sobre todo francesa, domi-
scapa a la posi- nada por la Escuela de los Annales (1929 en adelante) y las gigantescas
s características figuras de Marc Bloch, Lucien Febvre y Fernand Braudel, utilizaba un
¡e se han relati- paradigma interpretativo común. se colocaba en el centro del análisis lo
de las mentali- macroeconómico; en segundo lugar se estudiaba lo social, relacionado o
, el de los 60, en determinado, dependía de la sutileza o la ideología del historiador, por lo
rs y sexuales en económico; y en un tercer nivel, lo cultural, también de igual manera im-
evoluciones del bricado con los dos niveles anteriores de los que aparecía más o menos
r ellas, así como dependiente.
rles, preparaban Todas las explicaciones eran estructuralistas, bajo los magisterios de
§ y nuevas pre- Levy Strauss, Althusser, Marx y Freud. Se privilegiaba porque se lo creía
central y explicativo de Io restante todo análisis de lo macro, de las for-
; dos volúmenes maciones económicas, sociales (clase, estamento, categorías socioprofe-
.esta como mera sionales) y políticas (el estado modemo y su poder, etc.). Con Braudel
s profundos, de triunfó la historia global, totalizadora, que privilegiaba la larga duración
)nes con la salud y la búsqueda de permanencias, lo estruchrral por sobre lo coyuntural, lo
pues lo malsano casi inalterable sobre el acontecimiento, al que se creía la "espuma" de la
pues el amor, la historia, el ocultador de sus esencias. Esta fue la historia que elaboró series
omosexualidad, de precios y explicó el nacimiento de las grandes estructuras del capitalis-
istoria de los jó- mo, analizó la evolución de las poblaciones, estudió los grandes ciclos de
obra se inscribe la expansión del mercado y la creación del mundial, y concluyó analizando
il'ovecientos, en las características generales de las "civilizaciones" contemporáneas.

llel
_--

tOSÉ IEDRo BARRAN. EPÍL0GoS Y LEGADoS

Hacia 1970 apareció un nuevo paradigma que colocó en el centro de la sobre la


preocupación histórica los sistemas culturales en sentido amplio, valores, por Lrx
creencias, representaciones, las "mentalidades", no bien definidas empero, Revolrc
"presunciones heredadas, creencias irracionales de todos" (L. Febvre), el En
equipo cultural, mental y sensitivo de una época (Mandrou), las actitudes Batlle- I
colectivas ante la vida, la muefe, la sexualidad (Ariés), las prisiones con- adriene
ceptuales y anónimas dentro de las que se piensa (Foucault), lo obvio, lo llos pres
razonable, los hábitos mentales dominantes en una época, lo posible y lo la ineh¡
imposible de concebir, etc. cíaü¡
Ambos paradigmas tenian postulados comunes y no necesariamen- nodo- n
te se excluían. Había, por ejemplo, historiadores marxistas, como Michel IIII dÉili
vovelle, que estudiaban las mentalidades y las relacionaban con las estruc- DGocsüi
turas sociales, y otros, como Ariés, que, en cambio, Ies asignaban un rol enuehz
fecundante, causante de cambios sociales y económicos. Los postulados rc*i¡
comunes partían de la idea de que los sujetos históricos concretos eran Es(
prisioneros de esas estructuras -materiales o mentales-, que lo micro so- htÉm
cial estaba subordinado a lo macro y que 1o que escapaba a lo macro era ryfE
meramente residual, marginal, individual... No interesaban las particula- (El.[E-.
ridades que escapan a las regularidades. La historia serial condenaba las :r-:-:-*1
resistencias, lo que desentonaba, las diferencias de la norrna y proclamaba ¡rcaottr=s
su imperio final... La Historia era la Historia de las regularidades repetidas ITEIEE\'
y a ro surno de los grandes cambios estructurales. otro de los postulados
comunes era la creencia causalista y determinista que postulaba la inteligi-
I tDr
bilidad total del pasado, su coherencia y lógica intemas. De este modo, el
¡-t
-E
prescntc que cstudiaba cl historiador poseía una única culnlinació¡r
¡rrcvisi- L¡
ble y raz.nable, era su futuro, cs dccir. clprescnte del propio historiaclor. L¡l
crco quc ejernplos dc' lo que anleccdc son algunas obrus unrguayas crel
período 1960-90. y en particular las clc nuestm autoría junto a Nnhurn. En ¡-r -
7964, en las Bases económicas de la Revorución Artigt,s/a, pretendimos
darle una interpretación global a ese hecho histórico, incorporando a lo
Ér
que en esos años veía casi obsesivamente la historia tradicional, sus as- -
pectos políticos, constitucionales, etc., la dimensión económica y social de -¿i--
-Lr-
la revolución. Al Artigas de las Instrucciones der Año XIII opusimos, y lo Fdl-
digo simplificadoramente, el del Reglamento provisorio. Debería recordar,
empero, que Juan E. Pivel Devoto se nos había adelantado en 1952 con sus -ü
É!E

Raíces coloniales de lo Revolución orientol de tBll y en parte p. Blanco tu


Acevedo con su El Gobierno colonial en er (Jruguay y los orígenes de la
-E-!
nacionalidad de 1929... La obra en que culminó esta tendencia a desentra- ¡ih¡¡
ñar las raíces económicas y sociales del acontecer político fue el estudio

--f
120 I
PROBLEMAS DE LA HISTORIOCRAFIA URUCUAYA

sobre la revolución artiguista del equipo marxista de historiadores liderado


el centro de la
por Lucía Sala y Julio Rodríguez, en particular con su monumental Ia
rplio, valores,
Revolución Agraria Artiguista de 1969.
nidas empero,
En nuestra Hisloria Rural del Uruguay Moderno (1967-1978) y en
L. Febvre), el
Batlle, los estancieros y el Imperio Británico (1979-1987), aunque ya se
. Ias actitudes
advierten signos del uso de otros paradigmas, la tendencia a creer que aque-
prisiones con-
llos presentes sólo podían tener como futuros nuestros presentes, la idea de
), lo obvio, lo
la ineluctabilidad y racionalidad de todo el proceso histórico y la prima-
o posible y lo
cía del análisis macro social, siguieron vigorosamente presentes. De este
modo, recuerdo, la derrota del batllismo del 30 de julio de 1916 mereció
recesariamen-
un análisis en el que no entraba ni por asomos la duda sobre la explicación
como Michel
necesaria de un hecho que creíamos ineluctable, explicación en la cual se
con las estruc-
entrelazarian lo económico, social, ideológico y político en una cadena de
gnaban un rol
necesidades lógicas que se parecía al más rígido determinismo.
,os postulados
Es que, ninguno de nosotros lo dudaba, los grandes hechos (que así
:oncretos eran
habíamos definido de antemano, naturalmente, a los estructurales, los que
e lo micro so-
apuntaban a señalar cambios sustanciales en las direcciones del futuro)
r lo macro era
ocurían porque tenían que suceder, porque toda la estructura macroeco-
las particula-
nómica, macrosocial y macropolítica los producían necesariamente. Y los
condenaba las
hombres, los sujetos históricos reales, los únicos que en realidad la docu-
y proclamaba
mentación permitía percibir, el individuo, la familia, el barrio, la fábrica o
ades repetidas
empresa, la aldea o ciudad del interior, sólo servían para ilustrar la ftterza
los postulados
de lo macro. Las cosas pasaban porque debían suceder y sólo del modo
aba la inteligi-
que habían ocurrido, es decir, por mandato imperativo de los cambios de
este modo, el
las estructuras y, en primer lugar, de las económicas y sociales.
lación previsi-
La Revolución Rusa de l9l7 porque, como quería Trostky en su her-
c historiador.
mosa historia, se habían combinado el desarrollo acelerado de la industria,
uruguayas del
la miseria y la concentración obrera densísima en las pocas regiones del
r a Nahum. En
imperio zarista pobladas de chimeneas. La reflexión de Marx sobre la es-
l, pretendimos
casa importancia de ese proletariado eslavo en la génesis del cambio social
rrporando a lo
que é1 avizoraba y deseaba era, simplemente, una hipoteca para el porvenir
:ional, sus as-
de la patria socialista y la prueba de la dificultad de las profecías, incluso
iica y social de
para el más genial de los profetas hacedores del futuro. A pocos se les ocu-
:pusimos, y 1o
rría señalar que en la génesis de la Revolución Rusa podía figurar como
bería recordar,
elemento central la intervención activísima de un grupo revolucionario de
¡ 1952 con sus
militantes casi profesionales de la violencia política, a nadie se le hubiera
rarte P. Blanco
ocurrido sostener que aquello podía haber sido poco más que un putsch a
orígenes de la
lo Blanqui, cuyo vigor le permitió luego mantener el poder pero tal vezno
cia a desentra-
modelar la sociedad. ¿Quién hubiera, quién osa aún en nuestro medio, se-
fue el estudio

l21l
I
=É-
I
II
I

]OSÉ PEDRO BARRAN. EPiLOCOS Y LEGADOS

ñalar que en la génesis dc la Revolución Rusa pudo haber existido un acto üu


formidable de voluntarismo, un reflejo formidable del carácter mesiánico :ts
.{É
del marxismo-leninismo? Si las explicacioncs de los grandes hechos deben a¡-E
¿-
-
ser siempre estructurales, no hay sitio en ellas para lo micro social. Es que ll-nl
el triunfo de 1917-1989 parecía bendecir las explicaciones fuertes, marcar IFCE
con fuego la inevitabilidad de lo ocurrido... su obvio origen estructural. r-frÉ:
En cambio, la derrota tupamara de 1972, por serlo, facilitaba la inter- ,tspi
pretación de todo el movimiento como un formidable acto de fe y voluntad IE¡-T
política, alejado de un análisis maduro de las condiciones objetivas necesa- E¡-r
rias para que se lograra una revolución duradera.,. En fin, que triunfos y de- ,úr¡
rrotas tienen las interpretaciones históricas que se merecen... Los primeros, 'fr4
por haber salido de la esfera del proyecto y penetrar en el tereno siempre 581
bendito de los hechos, para ser comprendidos requieren de la sabiduría de lts'¡
la historia global, estructural. Los segundos, ideologías que han fracasado bi
en su intento por tomar el poder, pueden ser explicados simplemente, como ¡Lr¡rÉ
inmaduros análisis de la realidad y actos de puro voluntarismo político. ,_L
Lo que sucede es que en sus comienzos, los triunfos no son otra cosa que tEI
intenciones... claro, talvez más sensatas... g-.&
ttd
La nueva puesta al día veinte años después y los nuevos
desafíos del oficio... en el primer mundo

Veinte años después, en los noventa, las historiografias italiana, anglo-


sajona, alemana, francesa y polaca, en ese orden muy probablemente, se
han replanteado muchos de los supuestos de la historia estructural, global EC-
y serial, tan segura de sí misma y sus interpretaciones, tan lejana de los ¡-
suj.etos históricos reales y tan negadora de sus posibilidades dc libertad en
los márgenes estrechísimos que dejaban las estructuras. Michcl Foucault *=ír
-yr
en La Arqueología del Saber de 1969, Paul Veyne en Cómo se escribe la b
historia de 1971, las reflcxiones de Michel de Certeau enLa escritura de ár'*
la historia de 1975 señalaron fallas epistemológicas y metodológicas al rlLr
viejo paradigma. bt
Desde 1977 en una revista histórica italiana, en 797 6 con la publica- :
ción de la obra de Carlo Ginzburg, El queso y los gusano,s, y en 1985 con qnd
la de Giovanni Levi, La herencia inmaterial: La historia de un exorcisla lLc
piamontés del siglo XVII, otro paradigma metodológico e interpretativo se
instala, un paradigma que nace en la izquierda radical italiana disgustada FÉL
con las visiones macrosociales del partido comunista italiano. La caida ,8.ú
-i
122 I
PROBLEMAS DE LA HISTORIOGRAFIA URUGUAYA

istido un acto del comunismo real a partir de 1989 no ha hecho más que alimentar estas
ter mesiánico nuevas heterodoxias. La anécdota puede ser significativa. Al ir a hacer un
hechos deben trabajo de campo sobre la conciencia de clase de los obreros dc la Fiat
social. Es que turinesa y preguntar a los obreros sobre su vida en la fábrica, hallaron que
.lertes, marcar para esos obreros tenía más importancia su vida fuera de la fábrica y que
estructural. era desde ese afuera que se definían como personas... Algo se había descui-
litaba la inter- dado por la historia social tradicional y la misma noción de clase merecía
r fe y voluntad nueva atención u otra reformulación...
etivas necesa- En los noventa, la historiografía francesa tomó clara conciencia de los
triunfos y de- cambios, de esa, si se quiere, postmodemidad historiográfica. En l99l se
Los primeros, publicó Alter histoire.' Essa¿s d'histoire experimentale, ensayos reunidos
rreno siempre por Milo y Boureau, y en 1995, Passes recomposes, ensayos reunidos por
a sabiduría de Boutier y Julia, comparable puesta al día, 21 años después, de Lo Nuevq
han fracasado Historia de 1974. En estos textos se han señalado permanencias y noveda-
emente, como des en relación a la historiografia de los 50, 60 y 70. Las permanencias
ismo político. refieren la continuación del estallido de las temáticas, la aceleración de csa
otra cosa que bulimia historiográfica que ha conducido a historias de la muerte, de los
gestos, de la percepción, de los colores y los olores, de las disposiciones
afectivas hacia el paisaje (Corbin y el nacimiento de laplaya, ese mar que
deja de ser el terror del vacío y la muerte para convertirse en la estación
balnearia donde se disfruta el paisaje y el cuerpo en medio del vacío, esta
vez cultural). Las novedades son varias y algunas se parecen a renaceres,
como en el caso de la revalorización de algunas viejas reglas del oficio.
taliana, anglo- Siempre el historiador aplicó con rigor las reglas de su oficio. La crítica
ablemente, se externa del documento, que procuraba determinar su autenticidad median-
rctural, global te el análisis de la escritura, la lengua, la forma precisa del documento, etc.;
lejana de los y también la crítica interna, que procuraba juzgar sobre las intenciones del
de libertad en autor y la veracidad de lo informado, contrastando fuentes, inquiriendo
chel Foucault sobre el informante, etc.
t se escribe la Pero la "nueva historia" buscaba a menudo la verdad no por la opera-
a escritura de ción crítica sino por la ley del número, rechazaba así la división verdadero
todológicas al o falso pues todo documento, siendo de época, era útil...
Eso nos dejó desprovistos de argumentos y de oficio frente a quienes
on la publica- comenzaron a negar la existencia de las cámaras de gases (sólo la reciente
y en 1985 con apertura de ciertos archivos rusos puso sobre el tapete rasgos peculiares de
e un exorcista la construcción de Auschwitz). Sólo los Protocolos de los Sabios de Sión,
terpretativo se creación de la policía zarista revitalizados por la Gestapo, habían sido ob-
rna disgustada jeto de Ia vieja sabiduría de la crítica intema y externa. La interpretación
ano. La caída de la voluminosa documentación de los archivos de las policías secretas de

123 I
JoSÉ PEDRo BARRÁN. EPiLoCoS Y LT]GADoS

las democracias populares, la Stasi de la RDA, tarnbién hizo rcvalorizar el


Iirermr
viejo saber. Esos documentos son útiles por revelar la posible oposición al
.v los arr
régimen imperante en Alemania del Este como por mostrar la densa red
cues¡ifo
burocrática, la máquina político-adrninistrativa y las complejas estrategias
de sus agentes, incluso para sobrevivir en un estado totaritario.
Yo
llera de
La afinada historia de las mentalidades continuó con su análisis de las
intenciones ocultas y declaradas del informante, y advirtió varios niveles -eraña E
cimiert
cll Loda doct¡tllctltasitin. cspcciahlrcntc irtiles cu¿rntlo sc cx¡rkrra cl carn¡ro
Sieryre
dc los r,ak¡rcs v l:is crcr..nci¡.ts i¡rconscicntcs rir-. urra cipoea o u¡r tc-:tigtt: un
pasado d
tlclcul¡lc-lltcl tlll.tcstra ltls hcchos c¡ue rclicre. ¿rl infonllantc
)'sLrs prc.juici¡s ma de nr
rcvclados por el lürgu¿Úr- quc trtiliza, o sca quc iulbnn¿r ta¡rt¡ sobrc lo tcs-
podrán o
tificado como sobre el testigo, y también informa, por no informar, sobre
pasado. I
lo que una época silencia, no puede ni siquiera ver. Er ejemplo de la des-
riador. si
cripción de un cuarto de conventillo por la médica paulina Luisi en l92l
Pero en '

es sugestivo, ya que al describir el hacinamiento en que habita una familia


cargadas
de 4 a 6 personas, insiste en la promiscuidad en que se duerme, haciéndose
a SUS 2n_€
partícipe a los niños de "las torpezas de la vida" de sus padres. La ausencia
en los textos escolares del Novecientos de toda referencia al aparato geni-
EIh
de estudi
tal, la eufemística referencia al pecado capital de la lujuria en el texto de
análisis. I
religión para los colegios católicos de l93l de HD (los cerdos y la parábo-
escolar e:
la del Hrjo Pródigo que disipó la herencia marviviendo)... ejemplifican el
intencioc
sentido de los silencios. Ahora las reglas de Ia lectura de un documento son
jetivos. si
tanto las mecánicas de Seignobos o Mabilon (que versan sobre la autenti-
lecciones
cidad y veracidad del testigo) como ras que aluden a lo que el infonnante
como sob
es y su cultura le deja o no le deja decir o ver...
cas, adem
También es novedoso el haber advefido que la calidad de nuestro
fieren jug
trabajo depende más tal vez de nuestras preguntas al pasado que de
pues no s(
las respuestas que en él hallemos, del interés y forma en que expresemos
Hors r
las interrogantes y de la pcrtinencia de la documentación que nos proporl-
el historie
gamos utilizar para lograr esas respuestas.
¿eué fue el batllismo? se puede qüe eI pas
transformar en ¿pudo ser diferente de lo que fue?,
¿en qué expresó a su Por ello l
sociedad y en qué la llevó más allá de ella misma?,
¿fue la expresión de la existen rr
burguesia industrial o de un grupo de profesionales de la política?,
¿pueden que prodt
estos modelar a una sociedad y con qué aliados sociales deben contar para
que el his
ello?
ca pensafi
La historia desde abajo, por ejemplo, requiere un tipo de documenta-
que se po(
ción poco usual, al menos para quien ha hecho siempre la historia de los
los europe
poderes, en particular del Estado. Esta historia requiere la ubicación de los
y la demc
archivos privados de las gentes comunes, los judiciales, las revistas y la
Estas múl

124 I
PROBLEMAS DE LA I{ISTORIOCR,\FIA URUCUAYA

o revalorizar el litcratura de cordel o más ínfima, las hojas sueltas y las letras del carnaval.
>le oposición al y los archivos policiales, pues en el principio la cuestión social era una
ar la densa red cuestión de orden público para el estado burgués.
ejas estrategias Y como las preguntas se hacen desde nuestro presente, este tema nos
rio. Ileva de la mano a uno de los nudos de la problemática de la actual historio-
r análisis de las grafra: la nueva relación a construir entre el sujeto y el objeto del cono-
i varios niveles cimiento, o los problemas de la objetividad del conocimiento histórico.
plora el campo Siempre se creyó que la amenaza a la objetividad, a dar cuenta veraz del
r un testigo: un pasado desde nuestro presente, provenía de nuestras respuestas, de la for-
¡ sus prejuicios ma de nuestro relato, Y, sin embargo, esa forma y esa respuesta siempre se
rto sobre lo tes- podrán confrontar con la documentación. Aunque, claro, el sentido dado al
informar, sobre pasado, la intcrpretación de la documentación, siemprc revelará al histo-
mplo de la des- riador, si es poco cuidadoso, incluso a su ideología, y siempre a su cultura.
r Luisi en l92l Pero en verdad, son las pregllntas que hacemos al pasado las que están
bita una familia cargadas de nuestro presente, por cuanto de é1 provienen, a é1 responden y
me, haciéndose a sus angustias y temores se deben.
'es. La ausencia El historiador, como el sociólogo de Durkheim, construye su objeto
al aparato geni- de estudio formulando sus preguntas, sus hipótesis, sus procedimientos de
a en el texto de análisis. Es a nosotros que se nos ocurre preguntarle a los textos de lectura
los y la parábo- escolar escritos porAlfredo VásquezAcevedo en 1880 y 1890, no por su
ejempliflcan el intencionalidad pedagógica precisa, la que estaba de seguro entre sus ob-
documento son jetivos, sino por el contenido oculto de los valores que promovía con sus
;obre la autenti- lecciones, tanto sobre el orden social (las sirvientas son buenas y sumisas)
e el informante como sobre el orden de géneros (las niñas cosen bien y juegan con muñe-
cas, además de ser obedientes, y los niños, que no se hacen la rabona, pre-
lad de nuestro fieren jugar a la pelota y con trompos puntiagudos a hacerlo con muñecas
pasado que de pues no son "maricones"...).
lue expresemos Hoy en día algunos han advertido este poder casi ilimitado que tienen
lue nos propon- el historiador y el sociólogo sobre sus objetos de estudio. A veces parece
ismo? se puede qüe el pasado es como una materia prima con la que trabaja el historiador.
ré expresó a su Por ello los "historiadores experimentales" sostienen que en realidad no
expresión de la existen más que interpretaciones del pasado, sólo discursos sobre signos
lítica?, ¿pueden que producen la ilusión de la verdad pero no el verdadero conocimiento. Es
ben contar para que el historiador manipula las fuentes, les hace decir cosas en las que nun-
ca pensaron sus autores, como el caso ya citado de A. Vásquez Acevedo, al
de documenta- que se podrían sumar los estudios sobre los comportamientos sexuales de
rhistoria de los los europeos del siglo XVII cn base al análisis de los registros parroquiales
rbicación de los y la demora entre el casamiento y la primera concepción de la pareja...
as revistas y la Estas múltiples posibilidades de iniciativa y manipulación que utiliza la

l2s l.
JOSI] PEDRO BARRÁN. EPÍLOCOS Y LECADOS

historia cuantitativa y la de Ias mentalidades ambientó este sentimiento de Bemardo


la omnipotencia del historiador. El recuerdo del estudio de Nietzsche de Iglesia lue
1874 sobre la utilidad e inutilidad de los estudios históricos precisamente paoesun
postulaba la necesidad de que la historia solo sirviera para fortalecer el años que e
presente y alimentar sus necesidades, ya que el pasado como tal pesaba eS Un Ser r

demasiado y ahogaba al presente... en curioso acuerdo con el Marx que toman en r


se lamentaba de que sobre el cerebro de los vivos se hiciera sentir corno se producr
una pesadilla el peso de todas las generaciones muertas. La liberación solo racionalidi
podía provenir de un uso sabio de la Historia, de su puesta al servicio de aliviar el s

las necesidades del presente y la erradicación del mero culto al pasado. La acto típicc
coincidencia con Benedetto croce es también sugestiva cuando afirmaba el psiquiat
que toda historia es historia contemporánea, hecha desde la contempora- grecolTom
neidad y, en los hechos, su reflejo. figura -ext
Es el presente el que nos obliga a reinte¡pretar permanentemente el de los anar
pasado, a verlo de maneras sucesivas. El batllismo y su derrota del 30 de el mundo r
julio de 1916, según el Pivel de los años 40 y 50, fue la expresión del fra- acaecía en
caso de un modo de hacer politica y el triunfo de otro, signado por el res- no era cali
peto a la voluntad de los sufragistas. Esa misma derrota de julio de 1916, ción, el ser
observada desde el uruguay de los años 70, fue para nosotros tanto el y patriarca
triunfo de la democracia política -¿cómo no obsesionarse con ella desde la do... Es qt
dictadura?- como la derrota de una democracia social y económica profun- ser analiz¡
dizada que aquel batllismo impulsaba -¿cómo no verlo desde la dictadura Pero I
económicamente neoliberal de los años 70?-. A Pivel no le importó que el digmas in
diario blanco La Democracia imprimiera una permanente los últimos días renovador
de julio de I 916 en que se afirmaba que si el colegiado de Batlle triunfaba, de los suj
la familia y el derecho de propiedad serían jaqueados por er comunismo. en que la
Nosotros sí lo vimos porque nuestra época estaba alertapara ver lo que a a que estt
ella le importaba, le obsedía... Foucault c
otra novedad, ya insinuada por la anterior historia de las mentalidades, el individr
es la alerta generalizada sobre el pecado mayor del historiador, el ana- rados dorr
cronismo, es decir, la atribución al pasado de conceptos, valores, compor- des social,
tamientos, motivaciones de nuestro presente, como si ellos fuesen los "na- Ios valorer
turales", los únicos posibles. La multidisciplinariedad, que nos ha habituado maestros,
al uso de conceptos de otras disciplinas que creemos intemporales, como É
clase social o estamento, derivados de la sociología, o culpa, histeria y neu-
rosis derivados del psicoanálisis, puede provocar más de un equívoco. -!É
od--
Explicar el comportamiento de las sibilas de Delfos o de las brujas ICEE
con las categorías de la histeria y cesar allí el análisis, atribuir las cruzadas h
a un fenómeno de histeria colectiva o locura comunicada, como lo quería
3 1rra
126 I
PROBLEMAS DE LA HISTORIOCRAFIA URUCUAYA

entimiento de Bernardo Etchepare, pensar que Francisco I al entrar de madrugada a la


Nietzsche de Iglesia luego de salir dc la vivienda de su amante está transido por la cul-
precisamente pa o es un hipócrita, o que VásquezAcevedo al encargar a su hijo de 15
L fortalecer el años que entierre a su hermanita menor prematurarnente fallecida en 1887
no tal pesaba es un ser duro y poco afectuoso, todo ello son anacronisrnos porque no
el Marx que toman en cuenta los contextos dentro de los cuales esos comportamientos
l sentir como se producen. De este modo, la donación de bienes a la Iglesia, un acto de
beración solo racionalidad en un creyente montevideano del siglo XVIII que procuraba
al servicio de aliviar el sufrimiento de su alma en el Purgatorio, será juzgada como un
al pasado. La acto típico de melancólico deprimido, con delirio de autoacusación, por
ndo afirmaba el psiquiatra batllista Santín Carlos Rossi en 1915. Aplicar a la cultura
contempora- grecorromana el saber psicoanalítico del Novecientos y entrever en ella la
figura -extendida- del homosexual inmaduro y a menudo neurótico, es otro
rentemente el de los anacronismos que solo se evitan conociendo los contextos, es decir,
'ota del 30 de el mundo de relaciones culturales, sociales y políticas en que la sexualidad
esión del fra- acaecia en la cultura grecorromana, donde el comportamiento del esclavo
do por el res- no era calificado moralmente y si sólo el de sus amos, y donde la penetra-
ulio de 1916, ción, el ser activo en el acto scxual, típico valor en una sociedad militarista
rtros tanto el y patriarcal, era el sólo acto legítimo y no importaba quién fuera el penetra-
rella desde la do... Es que una realidad social, cultural, política o económica sólo puede
rmica profun- ser analizada dentro del contcxto de relaciones en que ocurrió.
:la dictadura Pero las novedades mayores reñeren a la aparición de nuevos para-
nportó que el digmas interpretativos, algunos antimarxistas, otros de un marxismo
;últimos días renovador y pleno de heterodoxia, todos tendientes a rescatar la vida
tlle triunfaba, de los sujetos históricos reales y concretos para la Historia, a insistir
comunismo. en que la historia de las estructuras no alude a los hombres reales y
r ver lo que a a que estos no son un mero juguete de las estructuras de dominación.
Foucault con su insistencia en la microfisica de los poderes entre los cuales
nentalidades, el individuo se mueve, y que no son sólo, ni siquiera siempre, los conside-
rdor, el ana- rados dominantes, la burguesía, por ejemplo, sino también esas autorida-
)res, compor- des sociales que a través de un sistema de transmisión capilar transmiten
esen los "na- los valores que permiten el funcionamiento del orden establecido: padres,
ha habituado maestros, médicos, visitadores sociales, psiquiatras... los guardianes de la
orales, como normalidad, clave de bóveda del sistema de dominación al mismo título
isteria y neu- que puede serlo el derecho de propiedad privada en la sociedad capitalista
¡uívoco. o el de propiedad estatal en la sociedad socialista. ¿Acaso los disidentes no
de las brujas son encerrados a menudo en hospitales psiquiátricos?
'las cruzadas Norbert Elias aporta su idea del primado de lo social, del hombre como
mo lo quería sujeto dentro de una conflguración compuesta de complejas y sutiles redes
JoSÉ PEDRO BARRÁN. EPíLoGOS Y LECADoS

sociales que lo alimentan, lo circundan, lo limitan, lo liberan. Esas ¡edes


de sociabilidad en las que todos estamos inscriptos y que tienen existencia juez de pa;
más real que la de las clases o tanto como ellas y que influyen en el que pue
nuestras
ideologias y comportamientos, que crean solidaridádes y distanciamientos un sacerdo
tanto o más importantes que los generados por las distancias económicas sólo había
y quc a mcnudo cstán cn el origen dc las distancias econónricas. Aqucllo ni el Dios r

de la hercncia inmaterial que ros ardcanos dcl villonio piamontés


del siglo
Fsa m
XVII cstt¡diado por G. Lel,i tanto valoraban: un con junto dc redes fanrilia- de los sis¡
res, dc compadrazgos. dc conocin'lientos y protecciones clc gentes las norrrrr¡
coloca-
das cn el poder. dc lazos con las autoridacles locales, mús va-ioradas resto de h
c¡uc. la
propiedad, tan inrportantes que poclian conducir a la propieclad. del todo so
at cmpleo,
a la prosperidad... Las redes de sociabiliclad quc expli.un con frccuencia cl qrrctras tni
dcstino dc los innrigrantes que van a los paises dc destino, rnás que
atraídos
de h lco
por razoncs econó¡:ricas (alto salario, plcno empleo) por
cadcnas migrato-
3 \'eaes :ii
rias que lcs olrccen segu'idad. cobijo, microclimas que haccn
rcnacer algo
.¡ur las s-
de la aldca perdida. y tanrbirin empleo, pasaje adelantado y lrasta ¡ln\=ii--'
posibili-
dadcs de ascenso social... .-ñFt2E:
-
z

Pero la novedad más irnportante, a nuestro entender, es la microhis- polg..i.::


toria originada a flnes de ros setenta en Italia y cuyo contexto porítico
ya
toomisg
hemos mencionado. La microhistoria reduce Ia escala de
la oLservación de r:r¡,:r'
pero no es la vieja biografia ni la antigua historia local;
en realidad, busca \f r*r
lo contrario, observar la sociedad desde un lugar de observación
reducido
i<t §.]. .

que pcnnita que emerjan las vcrdatlcras y reales con0guraciones


socialcs
J:l ::'r-i=:i.
sujetos de la historia. el barrio, la ardca, la ciudacl de provincia,
la cmpresa,
::l:,it:,i i:;
la familia. el individuo. Alli es crondc se puc«len c.studiar las l.t' t J; !- .
relaciones
sociales reales y las estratcgias
-y estratagcmas- individualcs y corecti- .in.- '..1: ;::
vas concretas dc las que no dan cuenta los análisis macrosocial.i.
D. .rt. .-3!t: i'. r.>l
modo se aprecian las racionaridades cspecíficas que permitieron -.I-
--1nLr'
j\
a los in-
dividuos, las familias y las aldcas sobrevivir, viuir. eme.ger, ascender _. _:=--___
:-i üaÉ<:
o
hundirse en su confro¡ltación con los poderes clominantes
de la economía h libenrd
capitalista, la clase burguesa o el estado modemo con su monopolio otro para I
de la
coacción fisica. ^-iL{-L'-
--i- - ---

Es el análisis de los sujetos históricos concretos y sus estratcgias :.:-'.:;,:. :


sobrcvivcncia en una dictadur¿ lo que puccre cxpricai en cl
de
.
sül
.- ^-.. _
i]-L-¿-
.;
uruguay ra
enrcrgencia, el 30 de noviernbrc dc 19g0, dc la oposición que
dijo un ro-
tundo No al intcnto de legitimación crer poder miritar y pro<tujo,
a pesar
de todos los podercs de un cstado totalitario. un sToíde
negacilnes. Es ct
estudio de los lazos farniliares, ras subordinaciones espccífi-cas
=-::r-:< t L'
-,i!
a las elitcs -.4 -
y elcompadraz}o,las innú¡ncras fuentes de poder -=-a^a,a 3:
locares, descle ercura ar
¿.: la,s i¿<-
l28i

L
PROBLEN4AS DE LA HISTORIOGRAFIA URUCUAYA

ran. Esas redes


juez de pazy eljefe político en un departamento de nuestro interior rural,
snen existencia
el que puede explicar la afirmación de aquel gaucho qtte, interogado por
/en en nuestras un sacerdote jesuita en 1900 sobre la existencia de Dios, respondió que
stanciamientos
sólo había dos, el juez depazy el jefe político, y no se le pasó porlacabeza
ias económicas
ni el Dios cristiano ni el Presidente de la República...
micas. Aquello
Esa microhistoria muestra ala gente real actuando dentro y al margen
rontés del siglo
de los sistemas de dominación, a menudo entre los intersticios que dejan
: redes familia-
las normas. De este modo nacen modelos de comprensión útiles para el
gentes coloca-
resto de la sociedad, más reales por vividos, pero cuya rcpresentatividad
aloradas que la
del todo social será siempre un problema... Esta preocupación por las pe-
dad, al empleo,
queñas unidades sociales ha conducido a una valoración del antiguo oficio
»n frecuencia el
de la lectura minuciosa y del análisis filológico de la documentación,
rásque atraídos
a veces más reducida, otras, sólo manejable con ordenador. El hecho es
denas migrato-
que las series infinitas construidas por la vieja historia económica y social
en renacer algo
globalizante, obsesionada por las estructuras y sus trastornos cíclicos, que
hasta posibili-
contaba más que leía, que hacía gráficas y relataba poco, ha sido sustituida
por un oficio que ha revaluado el leer más que el contar y el narrar tan-
es la microhis-
to o más que el graficar. No podía ser otra la consecuencia metodológica
rxto político ya
de reencontrarse con los protagonistas concretos del acontecer histórico.
la observación
Menocchio, el molinero de Friule de flnes del siglo XVI y comienzos
realidad, busca
del XVII, interrogado por la Inquisición sobre su heterodoxa concepción
ación reducido
del mundo, en un proceso que demoró 18 años su quema en la hoguera,
ciones sociales
mostró una lectura activa, beligerante de los textos de la cultura superior.
:ia, la empresa,
no fue un ente pasivo que recibiera la mentalidad de la clase dominante
las relaciones
sino un creador de una concepción materialista del mundo en la que no
rales y colecti-
cabía el espiritualismo despreciador del mundo material del clero... De este
rciales. De este
modo, las mentalidades muestran su influencia limitada, aunque, creo,
tieron a los in-
no desaparecen. Entonces surge un espacio para lo imprevisible, para
¡er, ascender o la libertad de los sujetos históricos reales, un espacio para el poder y
le la economía
otro para las rcsistencias y aun Ia creatividad dc los de abajo. De este
ronopolio de la
modo, culminaría la dccadencia explicativa de los modelos totalizadores
derivados de Marx y Freud, aquellos que no dejaban nada librado al azat,
i estrategias de
quc asignaban sentido a todo 1o quc ocurría pues veían en el pasado úni-
el Uruguay la
camente las líneas que de ahi se tendían para el futuro, postulando quc el
1ue dijo un ro- futuro era la lógica consecuencia del pasado, su ineluctable fin. El fln bru-
rodujo, a pesar
tal e inesperado de las democracias populares acunó, pero no originó este
gaciones. Es el
nuevo paradigma, pues la microhistoria es anterior a ese hecho. La nueva
icas a las elites
creencia en la imprevisibilidad, en el juego más libre, menos detenninado,
lesde el cura al
de las fuerzas históricas es el fruto del nuevo paradigma.

l2e I
JoSÉ PEDRo BARRÁN. EPiLoCoS Y LECADoS

EI renacer de la historia en medio de la


omnipresencia del presente

La actual crisis de todos los paradigmas universalistas (religiosos,


ideológicos, incluso de la fe en los valores universales de la civilización
occidental y su concepción de la razón), el rasgo omnipresente del pre-
sente y la inutilidad de los saberes tradicionales en un mundo que asiste
al cambio acelerado de sus formas de vivir, sentir y hasta de sus objetos
cotidianos, el habitar un universo todo él casi por entero nuevo y modemo, Imiger
de escasa antigüedad... todo eso hace renacer la necesidad, sentida ahora en
forma angustiosa, de reencontrar la identidad perdida dentro de Ia mundia- \o
lización, en el estudio de los pasados y el renacer de todos los nacionalis- historia:
mos y localismos. De ahí la moda, la nueva funcionalidad de los estudios sos- Ser¡
históricos. la higor
Pero la Historia como ciencia es la única que permite distinguir entre hr¡sm
Tradición, Memoria y cambio, al decodificar y volver consciente el pasado. dÉ lo b¡¡
Ella sola habilita para la apropiación crítica de las tradiciones, a menudo Cu
una construcción histórica también, como ha postulado E. Hobsbawm. La en Bn
Historia habilita para la construcción racional de la identidad.LaMemoria 14 ús
y la Tradición aisladas por lo general solo sirven para legitimar el orden ¡-- saial
establecido. La Historia siempre es razón crítica. 'tr-lizri E

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130 |
La Historia de las Mentalidades
y sus tribulaciones

tas (religiosos, (Texto no fechado que probablcrnente sirvió de gtría para trna
la civilización conferencia o una clase de Barrán. Las negritas pertenecen al
esente del pre- original. Se ha respetado el perfil de registro de apuntes que
mdo que asiste tiene e[ texto en su conjunto.)

de sus objetos
:vo y moderno, Imágenes de la mujer
entida ahora en
r de la mundia- No me siento cómodo discurriendo sobre los aspectos teóricos de la
los nacionalis- historia; sí exponiendo hechos y tratando de analizar documentos preci-
de los estudios sos. Será por aquella característica de nuestro oficio que nos indica que
la historia siempre busca lo concreto, que sólo nos apasionamos cuando
Cistinguir entre husmeamos como perros de presa, según quería Marc Bloch, los rastros
iente el pasado. de lo humano.
Ines, a menudo Comenzaré, entonces, por mostrar un documento. En 1891, se editó
Hobsbawm. La en Buenos Aires una novela de José María Miró, La Bolsa. Su autor tenía
d. La Memoria 24 años y era el pariente pobre de una familia porteña de prestigio político
itimar el orden y social. Periodista del diario bonaerense La Nación, al publicar su obra
utilizó el seudónimo de Julián Martel. Relataba el "boom" económico y
especulativo de los años ochenta y el crac bolsístico que lo remató en las
dos capitales del Río de la Plata en 1890. Miró era un moralista (racista) y
señalaba culpables: el materialismo y el afán moderno de enriquecimiento
que había suplantado la vieja sencillez patricia, los inmigrantes y en parti-
cular los judíos, comrptores de los criollos. La Bolsa, inspirada en parte en
el antisemitismo francés de origen católico, fue la primera manifestación
argentina precisa de este tipo de racismo.
En las páginas finales de Ia novela, su protagonista, el "doctor Glow",
víctima de su "codicia" y las maniobras del sindicato judío, se amrina y
enloquece. En su alucinación ve a una mujer que desde una isla lo llama.
Turbado y encendido, "ella extendió los brazos y lo atrajo sobre su tibio y
palpitante seno. Durante un momento, él probó todos los goces C 'or
y de la vanidad satisfecha, viéndose dueño de la criatura más he'
habían contemplado sus ojos. Pero de pronto vio que los br'
estrechaban transformábanse en asquerosas patas provistas d
en sus extremos. Y el seno palpitante se transformaba tarp'
pelos gruesos, largos, cerdosos, que pinchaban como las r
./
Y cuando quiso huir, affancarse ala fuerza que lo ret'
JoSÉ PEDRo BARRÁN. EPÍLOGOS Y LECADoS

Las uñas sc clavaron cn su pie[, y sus articulaciones cnrjieron haciéndosc


coc' §r lrgor y
pedazos [.'.] vio que ras hen'¡rosas faccioncs quc tanro había
adn:irado, tefreü) que pr(
se metamorfoseaban lentamente. La boca se alargaba hasta \.afE:¡mos con
las orejas, y
agrandábanse y multiplicábansc los dientes, eD tanto que f..ron
los ojos. furio- señalad
sos y bizcos, se rcvolvian en unas órbitas profundas y
si, páryrados. y él m:sr--r¡lina. Vea
entonccs, debatiéndose en el horror de una agonia espantosa,-iloco, si sr
loco _e€trrino o,
para sicrnprc! oyó estas tres palabras que salían roncamente mat-ulino a la
dc ia boca del
monstruo: soy la Bolsa". He aquí a la Bolsa bajo la forma de n¡s manifestac
una mujer
asesina, una metáfora de, tal vez, escasa calidad literaria. mercado del tr¿
Pero los doctunentos no agotan sus mensajes con una primera El testimo
lectu-
ra. casi sicmpre varias son posíbres. un docunr"r,o preceptos de I
lo obvio, el
"*pr"ru
objetivo prirnario de st¡ autor --"n este caso, la capacidad J. Hericourt, p
destructiva de
la especulación financicra-, pcro también coñticne otros significados;
por -\ual", Heric<
ejemplo' puede revelar er mundo personal dc vatorcs y Áencias monstruosos y
dc su
autor y hasta lo quc este cree tcner en comi¡n con sus rectorcs. revela a la virg
pucs er quc
escribe busca o simplementc comparte complicidades y con una mujer
sobrecntendidos
culturales con sus contcmporáneos. y también cl testimonio puedc diano del deber
aludir
de manera involuntaria ar mundo de ro negado. pues ro quc en el mismo k
&.. y ra for-
ma en que lo dicc a menudo tienen conro misión precisamcnte persuadida de c
ocultar un
hecho, un scntinlicnto, un miecro, una vcrgüenza que cl placer sexual, j
autor -y a veces su
cultura- no se atreven a verbalizar, pues cso equivaldría a cxpiicitar abandona verdi
lo in-
confesablc. No sólo los individuos usan el lenguaje para ocultarsc. pre; si é1 no m
también
lo hacen las socícdacles. no por ello dej
Anaticemos de cerca esta metáfora fcmenina de ra Borsa. En cambio, la r
¿,En qué se
transformó Ia her¡nosa mujcr cuando sus brazos mutaron ..asquerosas a él cuantas ve
cn
patas provistas de largas uñas". sus sc¡ros se cubriero¡r del higienista e
dc ..petos gruesos
[',.] que pinchaban como ras púas de un erizo", su boca se'agrantró y se sexuel methodi
'\nultiplicaron sus dientes". y cl cuerpo del pobrc. cloctor deseo femeninc
cilow luc cstruja_
do y sus "articulaciones crujieron" ante el abrazo dcl ..monstruo.'? Esta imagr
En una
araña devoradora de su macho. fortuna y la virr
ma época. El cl
¿Por qué recurrió el joven Miró a estas imáge,es? ¿Fueron a su mente
por reflejo de una problemática personal o pertenecían también esa idea del etr
a la men-
talidad dorninantc cn atgunos sectorcs de ra socicdad dc su una doble natur
época? ¿Fuc María, la madrr
esta sólo una nretáfora más entrc las posiblcs quc potlían
reprlsentar a la diabólica. Su nr
Bolsa o la que mejor resumia los micdos dc csos sectorcs
al identificar la el primer arzob
destmccicin dc la riqueza de los crioilos por los judíos con
el devorar de I fines del siglo )
cuerpo y las fuerzas del hombre por la mujer?
decirse de la m
En otra oportunidad hemos comprobado que el saber médico
de la se- hay peor que el
gunda mitad del sigloXIX y elNovecientos identificó el semen del hombre
una católica ita

132 I
I
LA HISTORIA DE LAS MENTALIDADES Y SUS TRIBULACIONES

ron haciéndose con su vlgor y su salud, y a la eyaculación con cl "gasto", la debilidad y el


abía admirado, terreno que propiciaba la enfermedad. La cópr.rla de los hombres rnaduros
ta las orejas, y y ancianos con la mujer -así como la masturbación de los adolescentes-
los ojos, furio- fueron señaladas como las causas más frecuentes de la desvigorizacjón
párpados. Y él masculina. veamos las raíces "científicas" de la metáfora del novelista ar-
lsa, ¡loco, loco gentino o, si se prefiere, la forma discursiva médica que asumió el temor
: de la boca del masculino a Ia mujer, en aquella sociedad patriarcal ya asediada por algu-
a de una mujer nas manifestaciones del feminismo y la entrada competitiva d,e ramujer al
mercado del trabajo.
primera lectu- El testimonio que sigue proviene de un libro de divulgación de los
:sa lo obvio, el preceptos de la "higiene modema" de un prestigioso médico francés,
destructiva de J. Hericourt, publicado en 1907 en París. En el capítulo sobre "la vida
gnificados; por sexual", Hericourt nos alerta "sobre uno de los escándalos higiénicos rnás
:reencias de su rnonstruosos y peligrosos [...] tradición en apariencia indiscutible que se
-es, pues revela a la virgen el día de sus bodas" y según la cual "el hombre que vive
el que
con una mujer le debe a esta, al menos si está sano, el cumplimiento coti-
¡breentendidos
diano del deber conyugal", deber "que el hábito de ros esposos de domrir
io puede aludir
en el mismo lecho no hace más que alimentar". y "como la mujer está
e dice y la for-
persuadida de que el hombre tiene el debe¡ el único deber de procurarle el
ente ocultar un
placer sexual, juega un rol maligno. por cada orgasmo sexual el hombre le
tf -y a veces su
abandona verdaderamente una parte de su fuerza que se pierde para siem-
:xplicitar lo in-
pre; si ó1 no muere después del coito, como le sucede a ciertos machos,
Lltarse, también
no por ello deja de sacrificar en el altar del placer una parte de su vida".
En cambio, la mujer "que no aporta nada en el acto sexual, puede retomar
lsa. ¿En qué se
a él cuantas veces quiera, sin por eso disminuir sus fuerzas". El consejo
3n "asquerosas
del higienista era preciso: el hombre debía terminar con este "surmenage
"pelos gmesos
sexuel methodiquc" si quería una vida largay saludable, y poner límites al
: agrandó y se
deseo femenino.
ow fue estruja- Esta imagen de la rnujer como viuda negra devoradora der vigor, la
struo"? En una fortuna y la virtud del hombre se halla también en otras fuentes de la mis-
ma época. El clero católico, en particular, fue muy afecto a creer y dir,ulgar
ron a su mente esa idea del eterno femenino ya desde la Edad Media. La mujer poseía
bién a la men- una doble natwaleza que la podía conducir tanto a representar el papel de
u época? ¿Fue María, la madre virgen y santa del Salvador, como el de Eva, la tentadora
epresentar a la diabólica. su naturaleza era ambigua y por eso se afirmaba de ella lo que
rl identiñcar la el primer arzobispo uruguayo, Mariano soler, sostuviera en un sermón de
el devorar del fines del siglo XIX dirigido a las alumnas de un colegio católico: "puede
decirse de la mujer lo que se ha dicho de la lengua: nada hay mejor, nada
édico de la se- hay peor que ella". En 1890 Monseñor había hecho suyas las palabras de
ren del hombre una católica italiana: "No pretendemos afirmar que la mujer sea la causa
JoSÉ PEDRO BARRÁN. EPÍLOCOS Y LEGADOS

de las pasiones del hombre... Sin embargo, es una verdad que debe procla- L¡e
marse bien alto: el mal y la inmoralidad no se realizan en el mundo sin la Égr
complicidad de la mujer; más aun, sin su triste iniciativa. Un pueblo no se &tr
corrompe en su totalidad sino por su culpa". od
Ese ser con escaso "entendimiento" y demasiadas "pasiones", mereció -i:rl
en las esferas liberales, antípodas ideológicas del catolicismo, ulta caracte-
rización similar, que aludía con frecuencia a su naturaleza devoradora del
&hsi¡¡
-h¡r
hombre. El Gran Diccionario Larousse del siglo XIX mcncionaba su rol FE
hrlr* fu,
de madre y alavez "las lagunas de su carácter, las perfidias de sus artes
seductoras", y el novelista uruguayo Mateo Magariños Solsona en su obra
r¡frñ
ü dÉh
Las Hermanas Flammari, publicada en 1893, decía de las mujeres que tl¡--I.r
"saben adomarse en el acto de tender el lazo, cuyas ligaduras, una vez
apretadas parala vida, ya no se cuidan de disimular".
-rF
También existen fuertes indicios de la presencia de esta imagen de
ü-c
la mujer fuera del período histórico y los sectores ideológicos y sociales
tu&
referidos. La antropología nos recuerda la creencia de ciertos pueblos "sin

historia" en la vagina dentada, atrapante y destructora de lo masculino, y la
lÉr
mujer en el folclore popular hispánico y latinoamericano es la encantadora,
la bruja, la que practica "el mal de ojo" y maleficios como "la ligadura",
Eg
-ECI
ciI
signos de un poder rival y envolvente del hombre. É__l
¡rsq
Fhts
A la búsqueda de sentidos rr-d
a-.
¿Esta imagen persistcnte de la mujer atrapadora cuando no devoradora ft.p
del hombre, deriva de la naturaleza de la relación entre los dos sexos o es üs
una forma específica e histórica del vínculo entre los dos géneros en una eü
etapa determinada de la evolución? O, combinando los dos puntos de vista
sugeridos, ¿ocurrirá que el miedo-atracción masculino ante la mujer, hecho E¡
de la naturaleza psicológica del hombre, adopta, ernpero, fonnas históricas
determinadas en cada época, formas que revelarían las especificidades del d
-Bt
conflicto entre los géneros en ese momento? Y por fin, una de las preguntas eñ¡i
más inquietantes que siempre surgen en el oficio de los historiadores, ¿cuál EÉI
es el grado de representatividad de estos testimonios? ¿A quiénes aluden? Eh
¿Son los miedos de un sector social o ideológico, de una cultura entera, del qIEd
hombre universal? ¿Es que existe, acaso, una mentalidad colectiva en cada É¡
época que, parafraseando a Lucien Febvre, explique tanto las actitudes y *t
los pensamientos de Carlos V como del último de sus lansquenetes y de
cuyas formas y modalidades sea, entonces, irnposible escapar? ff¡
-i-

134 I

t.
LA }IISTORIA DE LAS MENTALIDADES Y SUS TRIBULACÍONES

debe procla- La explicación de la imagcn de la mujer devoradora probablemente


1ue
el mundo sin la deba ser rnúltiple. Ese temor del hombre a la mujer y su prcsunta capacidad
jn pueblo no se de absorberlo, se emparenta con el miedo y la atracción del hombre por e1
retomo al vientre rnatemo, retorno que es a la vez el fundamento de 1as
ansiosas búsquedas de seguridad y el inicio de la involución y la muefie,
;iones", mereció
pues la vuelta alamatriz es el perfecto resguardo y también la no asunción
no, una caracte-
de la vida personal. Este contexto psicológico sirve para inscribir una ima-
r devoradora del
gen masculina de atracción-repulsión hacia la mujer que tal vez se halla en
:ncionaba su rol
todas las culturas, pero no explica ni el grado ni la forma de esa atracción-
lias de sus afies
repulsión en la época de nuestros testimonios escritos -la segunda mitad
lsona en su obra
del siglo XIX y el Novecientos- y en los medios patriarcales burgueses y
las mujeres que
clericales que los produjeron. Para ello debc intervenir 1a Historia.
aduras, una vez
Aquellos burgueses amaban, deseaban y temían a la mujer (y nece-
sitaban, entonces, dominarla), porque ella podía convertirse en un poder
esta imagen de
alterno dentro de la familia y aun fuera de ella, en la vida política, votando
gicos y sociales o reclamando los derechos políticos, en la económica, poseyendo y com-
tos pueblos "sin pitiendo con el hombre por los empleos pues esta es la época en que la
r masculino, y la
mujer entra al mercado del trabajo en la economía capitalista. Pero tam-
s la encantadora, bién aquellos burgueses temían a la mujer porque ella, esposa o amante,
ro "la ligadura", conocía la intimidad de su dueño, el pater familias, desde el estado de sus
finanzas hasta sus debilidades y fracasos más secretos, desde sus pasiones
y sus impotencias hasta los métodos masculinos de controlar la natalidad
que la Iglesia Católica condenaba. De este modo, la rnujer era el talón de
Aquiles del burgués seguro y dominante. La mujer-esposa por su "virtud"
era para aquellos jefes de familia, la única garantía de la legitimidad de sus
lo no devoradora hijos, pero por sus "pasiones" resultaba potencialmente la gran disipadora
rs dos sexos o es del semen y el dinero del pater; la araña devoradora por un lado, el objeto
; géneros en una a embellecer con lujo por el otro, siempre debilitante del marido por sus
rs puntos de vista sucesivos "gastos".
e la mujer, hecho Y por fln, esa mujer-esposa o hija, con lazos con la fecundidad y la
lormas históricas materia que la tornaban irreductible al saber formal de la época (la cultura
pecificidades del racionalista y positivista) se tomó misteriosa, se transformó en un poder in-
r de las preguntas descifrable y peligroso al que la ciencia solo atinaba a calificar, sin mayo-
;toriadores, ¿cuál res precisiones, de "histérico". En aquella cultura burguesa y puritana, que
. quiénes aluden? había hecho un ideal de vida de la "templanza" en la "pasión" y procuraba
ultura entera, del explicarlo todo con la sequedad de la ciencia positiva, la mujer conservaba
colectiva en cada mucho de la bruja y Ia hechicera de los siglos XVI y XVII y recordaba al
to las actitudes y hombre la presencia de lo (¿aún?) indescifrable por encarnar el poder de la
msquenetes y de tentación sexual dentro de una cultura que se desasosegaba ante la "irracio-
apar? nalidad" y lafuerza del deseo.

l3sl
I
I
I La mentalidad colectiva como prisión real nunr
slgnafse
Pero este intento de explicaciones no responde a todas las preguntas
I

I de la su¡
I que nos hemos formulado y sobre todo queda sin contestar una clave: ¿esta braudeli;
I forma de temor a la mujer-araita, era parte de la mentalidad colectiva, im- los caml
I pregnaba a todos los hombres por igual, o residía sólo en los sectores socia- gación d
les ya indicados y, para ser más precisos todavía, se advertía tal vez como sentido i
dominante en esos sectores pero incluso en ellos existían individualidades una ran:
que no compartían estas formas del miedo a la mujer? En verdad, lo que exrlerrc:
nos estamos preguntando alude a uno de los problemas claves en la historia era una t
de las mentalidades y la historia a secas: ¿las mentalidades colectivas son do había
"prisiones" de las que ningún hombre y sector social escapa o, de alguna ocurrido
manera, sufren la impronta de los individuos y los grupos que las modifl- moden
can y viven a su manera? Sólo se r
Esta pregunta también alude a lanaturaleza de la relación entre lo ma- la ejecuc
cro y lo microsocial, expresiones que prefiero a lo colectivo y lo individual Eln
pues dan cuenta mejor de las realidades históricas en que lo individual no nifestadr
se ha desarrollado pero existen formaciones sociales micro, tales como afirmó q
la farnilia o la aldea, que forman parte de una nación o un estado o están su época
incluidas en una cultura. Durante casi todo el siglo XX, Ios historiado- demás sr
res hemos estado fascinados por las explicaciones que atendían a lo ma- apuntad«
cro, lo estruchrral. E,l marxismo, la escuela de los Annales y el imperio de bro de k
Femand Braudel alimentaron esta verdadera obsesión. Las descripciones generaci
macroeconómicas daban cuenta de todos los niveles de la vida material de toriogral
los hombres y las que aludían a las estructuras sociales eran las únicas que de inevil
I ,odían volver inteligible los acontecimientos colectivos y aun las historias sino pan
II personales, siempre inscriptas dentro de ellos, pues explicaban desde las Febvre,
revoluciones al lento transcurrir de cambios sólo perceptibles en la larga referenci
I ouración. mental 1
I la historia de las mentalidades, nacida con el Marc Bloch de Los reyes incréduk
| ,oumaturgos de 1924y el Lucien Febvre de Et problema de la incredulidad intelectu
I en el siglo WI: Lq religión de Rabelais en 1947, se desarrolló con vigor talidades
I en [a década de los setenta e introdujo novedades. La búsqueda del sentido te,y parz
I ael acontecer pareció trasladarse de lo económico a 1o cultural y aun sus George I
I cultores marxistas, tal Michel Vovelle, admitieron la importancia de estu- heredad¿
I dios que se centraban más en lo que los hombres sentían y pensaban que bre la im
! en lo que producían y consumían. Pero también este tipo de historia afirmó dentro dr
I que la clave de los comportamientos, Ios valores y las creencias residía en de un pe
la influencia de lo macro sobre 1o micro, del todo social, cuya existencia
I como ve
I
I t36 I

I
II
E

I I
LA HISTORIA DE LAS MENTALIDADES Y SUS TRIBULACIONES

real nunca se puso en duda, sobre las ,,partes,,,


que ya por ser ello _¿o de_
s las preguntas signarse así?- eran protagonistas secundarios
del drama humano. Esta idea
rna clave: ¿esta de la supremacia de ro macro sobre Io micro,
se casaba bicn con la historia
I colectiva, im- braudeliana, interesada más en ras permanencias
y su explicación, que en
Ios cambios y su contexto; y también con la
sectores socia- historia determinista y Ia ne-
gación del papel del azar, con ra aflrmación
Ía tal vez como ¿optimista? que encontraba un
rdividualidades sentido inevitabre al devenir, siempre inteligibie,
posecdár de una rógica y
una transparencia que el investigador debía
verdad, 1o que descubrir pues se postulaba su
existencia aun antes de que se la percibiera.
:s en la historia La interpretación der pasado
era una tarea relativamente senciila pues
colectivas son se partía de la base de que er pasa_
do había sido lo que debió ser, ro único que pudo
)a o, de alguna ser. De este modo todo lo
ocurrido había sido inevitable, un juego a escrutar
1ue las modifi- regido por un mecanis-
mo de relojería entre fuerzas económicas, sociares,
Áttuát", y poríticas.
5n entre lo ma-
sólo se discrepaba sobre er vigor con que cada una
de ellas participaba en
y'lo individual la ejecución de aquel destino.
r individual no El núcleo de la tesis de la historia de las mentaridades
ya Io había ma-
ro, tales como nifestado Arexis de Tocquevilre en la primera
mitad del sigio XIX, cuando
estado o están afirmó que "ningún hombre puede ruchar fácilmente
el espíritu de
su época y su país y es difícir que pueda
los historiado- modcrar los"ort-ru
sentimientos de los
rdían a 1o ma- demás si no es siguiendo a ros generales".
De su lado, carlos Marx había
, el imperio de apuntado en la misma dirección cuando se
lamentó de que sobre el cere_
descripciones bro de los vivos se hiciera sentir como una pesadilla
el peso de todas las
generaciones muertas. Las definiciones
da material de de mentalidad colectiva de la his_
toriografia francesa recogen de Tocqr.reville y
las únicas que Marx sobre todo el carácter
de inevitabilidad de ra influencia dé lo corectivo;
rn las historias a ello no se escaparía
sino para, al intemalizarlo, converlirlo en creencia
rban desde las personal. para Lucien
Febvre' las mentalidades, que a veces lramaba
les en la larga sensibiridad cuando hacía
referencia al tipo de percepciones de una curtura,
eran el equipo curtural,
mental y sensitivo de una época, aquello que, por
h de Los reyes ejemplo, impedía ser
incrédulo en el siglo XVI pues la ciencia no daba
z incredulidad todavía las herramientas
intelectuales para expricar sin Dios al mundo. para philippe
rlló con vigor Ariés, las men-
talidades eran las actitudes colectivas ante ra
da del sentido vida, ra sexualidad y lu *r.r_
rral y aun le,y paÍa Robert Mandrou, el universo de creencias y
sus valores de unu época.
George Duby fue preciso sobre el carácterinevitable ,,presnnciones
ancia de estu- de esas
heredadas, creencias irracionales de todos', y
pensaban que Michel Foucauit insistió so_
bre la imposibilidad de escapar de esas prisiones
ristoria afirmó conceptuales y anónirnas
:ias residía en dentro de las que se piensa, pues a su entender
siempre se dentro
rya existencia de un pensamiento corectivo cargado de valoracior..
qr" "rp"culu
el sujeto acepta
como verdades obvias, evidentes por sí mismas.

137 I
JoSÉ PEDRo BARRÁN. EPÍLoGoS Y I-EGADOS

El objetivo de esta concepción dc la historia de las mentalidades era, rr!-


entonces, analizar esos hábitos mentales y aun sentimentales de cada épo- EÉj
ca que habían seducido a sus contemporáneos por estar interiorizados. De 'Er
este modo, la r¡entalidad colectiva era un destino y se parecía sospechosa- ,:se,á
mente al orden establecido pues se la concebía a su servicio, por cuanto de i-F
alguna manera habia nacido de él y lo expresaba y legitimaba. por ello la \-
mentalidad colectiva debía formar parte del sistema de dominación social. tÉa
Pero mentalidad e ideología no eran ro mismo. La formidable capacidad !-bi
de convencimiento, el hecho de ser una "presunción heredada" y por ello i¡
inconsciente caracterizaban a la mentalidad y la diferenciaban de la ideolo- F-rr
gía. Por ello la mentalidad colectiva se volvía una de las claves sobre
la que
se basaba la dominación pues, a diferencia de ras claves ideológicas,
ella
-1r
é \.-
era, por definición, inadvertida, Los supuestos de la mentalidad colectiva &-r
nunca podían formularse con precisión. !'-r
Este concepto de mentalidad colectiva seduce y,¿paraqué negarlo? ha
producido obras históricas monurnentales, descubriendo velos, aclarando iE--
-i,
interpretaciones del mundo y tomando por primera vez asibles las psicolo-
gías y los dramas del pasado. Incluso ha tenido una función revolucionaria -Fr

y ha sido, como toda buena historia, también un combate por la libertad, :Ei
pues al develar cómo se construía el orden mental establecido, uno
de los rh¡
fundamentos del orden social a secas, al deconstruirlo, lo desacr alizó y lo rrLfl
mostró como un producto de la invención hurnana. La mentalidad colec- dEr
tiva como una prisión de la cual no se puede escapar recibe a veces con- ¡l- i
firmaciones que apabullan. y para no salir de la historia de las relaciones
entre el hombre y la mujer, demos algún ejemplo en este campo. Thomas -il
r!
Laqueuren su libro de 1990, La conslrucción del sexo,alanalizarla creen- F._r
cia medieval y renacentista sobre er cuerpo femenino como un hombre del Ftur
revés, muestra a vesalio en su Anatomía de 1543, dibujando a la vagina ¡§
como un pene que se desarrolla hacia adentro, pues eso había "observado', É¡
en sus disecciones, en perfecto acuerdo con las formas que su cultura le
indicaba debía hallar al "mirar". E¡
En otras oportunidades, se advierte cómo le es imposible al transgresor hr
-
violentar todos los códigos de su cultura a ra vez, pucs concluye sirvién-
dose de algunos de cllos para satisfacer dcseos personales que contrarían -re
valores colectivos. Adelina sarrión Mora en su sexualidaá confesión: -pr
lr-
)t
La solicitación ante el Tribunaldel santo oficio (siglos xw-xlx)i,publi- ó'
cada en 1994. analiza las relaciones eróticas entre confesores y penitentes *
que culminaron en denuncias ante la Inquisición española. Esos
vínculos L-
se modelaban perversamente dentro de la atmósfera católica que
el clero ci- ¡
138 I

¡'
i
LA HISTORIA DE LAS MENTALIDADES Y SUS TRIBULACIONES

transgresor no podía evitar ni siqr.riera cuando violentaba el puritanisrno


)entalidades era,
.les de cada épo- sexual que la Iglesia le quería imponer. De este modo, los "abrazos, los
besos y las caricias" entre confesor y penitenta a rtenudo se combinaban
rteriorizados. De
con las mutuas "disciplinas" a sus cuelpos. Incluso un caso de fetichismo
:cía sospechosa-
protagonizado en 1639 por un dominico ilustra la fuerza de estas prisiones
io, por cuanto de
culturales de las que era aparentamente imposible escapar, ya que el objeto
naba. Por ello la
erótico que provocaba la eyaculación del monje eraelcáliz con el tafetán
minación social.
que 1o cubría, imagen que le evocaba a la mujer y sus enaguas.
dable capacidad
La historia de las mentalidades ha insistido también en el carácter de
dada" y por ello
construcción histórica de los conceptos de posible e imposible, normali-
ban de la ideolo-
dad y anormalidad, útil e inútil, conductas razonables e irracionales. En
aves sobre la que
el Novecientos, y dentro de la cultura uruguaya burguesa y de origen mé-
ideológicas, ella
dico, la normalidad, 1o útil y lo razonable tendían a identificarse entre sí
talidad colectiva
y responder de manera bastante precisa a los fundamentos ideológicos y
mentales de las nuevas creencias dominantes en una sociedad que se estaba
r qué negarlo? ha
secularizando con rapidez. Por ejemplo, el cientificismo militante de los
velos, aclarando
psiquiatras calificó de patológicos a algunos de los comportamientos que
ibles las psicolo-
había tenido buena parte de la población de Montevideo sólo sesenta o
rn revolucionaria
setenta años atrás. Hasta 1820-40, un número signiflcativo de los que tes-
e por la libertad,
taban ordenó gastar sumas importantes de sus patrimonios en donaciones
:cido, uno de los
a la Iglesia Católica, los pobres, y misas para el "alivio" de sus almas en
desacralizó y lo
el Purgatorio. En 1915, el psiquiatra batllista y anticlerical, Santín Carlos
rentalidad colec-
Rossi, identiflcó esta antigua "espiritualización" de la riqueza material con
:ibe a veces con-
una de las formas de la enfermedad mental y, contrario sensu, a la inver-
de las relaciones
sión "productiva" (y burguesa) de los patrimonios con Ia normalidad psí-
campo. Thomas
quica. Al definir la enfermedad mental dijo que había "psicópatas" que no
analízar la creen-
podían dirigir "sanamente" sus conductas, por ejemplo, "el melancólico
ro un hombre del
que deja todos sus bienes a la Iglesia para rescatar los mil pecados de su
ando a la vagina
delirio de autoacusación". La "melancolía", pues, habría dominado a los
lbía "observado"
montevideanos de la colonia y la revolución...
que su cultura le
El primer catedrático de psiquiatría de la Facultad de Medicina de
Montevideo designado enlg07,Bernardo Etchepare, en un todo de acuerdo
ble al transgresor
con este punto de vista, creyó que las Cruzadas de la Edad Media integra-
:oncluye sirvién-
das por niños y adolescentes eran "fenómenos nerviosos que se transmiten
ls que contrarían
por imitación". Esas "asambleas de niños en número de 20 y aun 30.000"
y confesión:
dad
estaban "presas de una sobreexcitación religiosa enfermiza". La posesión
WLXIü, publi-
diabólica, la exaltación mística, la "disipación" de los bienes propios y de
ores y penitentes
la familia, la fe en el milagro y la admisión de lo extraño y a veces también
la. Esos vínculos
el afán por trastocar el orden establecido, según esta psiquiatría positivis-
llica que el clero

l3eI
JoSÉ PEDRo BARRÁN. DPÍLoGoS Y LECADoS

ta eran síntomas de enfermedad mental. Es probable que esta disposición quien se r


de la psiquiatria a ver en los perturbadores a perturbados, angostara en el la mayori
Novecientos el terreno de lo que era razonable, que fue asimilado a lo útil al orden :
y funcional para aquel orden establecido militantemente racionalista. "el gobier
El enfermo mental de esta psiquiatría tiene innumerables rasgos qlre la "posici
recuerdan al transgresor/a de las convenciones que regían en el mundo en vados" qt
que las mujeres debían obedecer códigos patriarcales, las comportamientos secretos tr
económicos sujetarse a la racionalidad burguesa, y los sexuales seguir las El hn
normas del puritanismo de base católica. Las historias clínicas de Bemardo aquella p
Etchepare que conocemos, versan casi siempre sobre mujeres que, además mantenim
de delirar o tener ataques de histeria, descuidan sus afectos de familia y época: el
las labores en el hogar. Estos dos datos son claves para el psiquiatra y a poco rrrás
menudo le sirven paracaracterizar labizania de las conductas. obsérvese sitivistas
el caso de 1904 de la adolescente "Diamantina G.", uruguaya de lg años tambien ¡'
de edad: "Erafrabajadora en su casa ... de carácter muy vivo, muy altiva, un caso o
seria ... nada cariñosa con sus padres pero obediente. [Mas] desde hace g del poder
meses se le ha notado ... un cambio en el carácter. Ella que era muy retraída consecu€r
se puso muy triste, alimentándose mal pero durmiendo bien, siendo menos en este ca
afectuosa que nunca con su padre. Abandonó su tarea, se hizo descuidada saber cie¡
y hacia mal la comida muchas veces". Luego siguieron otros episodios, gresores d
amenaza de suicidio, ideas paranoicas, etc. Laterapiaindicada consistió en soportado
internarla en et Manicomio y dejarla unos meses en la cama.
Es s\:as ¿Ian
, u;\a pSrqu\alria e¡a más üráiana en su ldentj_ I de escapa
fr.ación dc loc,ra y transgresión, no de ra razón a secas, sino de
la razón :
una de las
encamada históricamente (¿existe otra?), cs decir, de los
diversos órdenes siempre e
y convenciones sociales y t'anriliares burguesas que eran el n(¡cleo de
la cer ¡r delt
razón encamada de aquclra época. obsérvesc el caso cxpuesto
po, Árrur., ;\rEi
uria en su estudio dc 1983 titulado rt[i.serable,s lo"oi. una inujcr habia
-y
sido internada en l86l "en la crínica dcl Dr. pujadas, en catatuña,',
¡ib:
orden dc seis médicos alicnistas con cl siguiente diagnóstico: ..Te¡:ía
por ir <*r:
gencias incomprensibles: se mostraba caprichosa
exi- "Eii. i:
inquieta. indifcrente con
su lamilia no menos que con el gobiemo de la casa.
b t:Í¡rr:
En sus extravagancias IEEG.
ni a sus propios hijos perdonaba: hablaba mucho sin necesidad,
inventaba i
historias y promovia cl des«¡rden en la famiria; con ras criadas
en convcrsaciones impropias; con los hombres se conduce con
se ocupaba L*-l'-.
tamitiaridad. refiriéndoles las cosas más intimas y rcservadas
la mayor s-¡L
del marrimo-
nio; en la iglesia comete irreverencias, usa de g.rto, poco rescwados;
rrt-F
locuacidad no tienc fin; frecuenta la compañia de jóvenes
su h4r
militarcs
con ellos a los naipes y observa una conducta tan poco comedida
jugando ¡-b
que hubo
_-r-

LA IIISTORIA DE I-AS MENTALIDADES Y SUS TRIBULACIONES

esta disposición quien se equivocó rcspecto a su posición social". En esta historia clínica,
angostara en el la mayoría de las violaciones del ordcn racional son (¿a \a vez?) afrentas
imilado a lo útil al orden social y a las creencias católicas: "indiferencia" con la familia y
rcionalista. "el gobierno de la casa"; conversaciones "impropias" con las criadas dada
rbles rasgos que la "posición social"; "familiaridad" con los hombres y "gestos poco reser-
en el mundo en vados" que no condecían con el deber ser de mujer recatada, burla de los
omportamientos secretos maritales y el poder del esposo; "irreverencias" en la iglesia.
ruales seguir las El historiador puede en primer lugar comprobar lo obvio, cómo para
cas de Bernardo aquella psiquiatría los comportamientos racionales eran los útiles para el
:res que, además mantenimiento de los diversos órdenes que componían el sistema de la
tos de familia y época: el patriarcal, el de clases, el religioso. Y puede también, si va un
:l psiquiatra y a poco más allá, preguntarse, en consonancia perversa con los alienistas po-
rctas. Obsérvese sitivistas, si realmente la locura no es (¿además de desarreglo mental?)
ua1,a de 18 años también y desde cierto ángulo, una forma (extrerna) de protesta. Pero en
'ivo, muy altiva, un caso o en otro, lo que siempre perrnanecería firme es la postr.rlación
rs] desde hace 8 del poder absoluto de la mentalidad colectiva, la afirmación, cargada de
era muy retraída consecuencias deterministas absolutas, de que la mentalidad colectiva (y,
n, siendo menos en este caso sin dudas, el sistema de dominación), se inflltra incluso en el
hizo descuidada saber científico de la época, haciéndole reconocer como Iocos a los trans-
otros episodios, gresores de conducta que antes del siglo XIX, es verdad, a menudo habían
:ada consistió en soportado tratamientos más severos, cuando no la muerte.
la. ¿La mentalidad colectiva es, entonces, una prisión de la que nadie pue-
ma en su identi- de escapar? ¿Una de las estrucfuras que dan larga duración a las culturas,
sino de larazón una de las formas del destino? ¿Otra más de las imágenes de lo macro que
liversos órdenes siempre en nuestro oficio concluyen dando sentidos inevitables al aconte-
el núcleo de la cer y devorando a 1o micro con su vorágine de determinismos variados?
:sto por Alvarez ¿No habría en el acontecer, fuera de algunos de los acontecimientos de las
,:na mujer había vidas personales, espacios para la indeterminación y la diversidad, ya que
r Cataluña", por las estructuras macro económicas, sociales y culturales enmarcarían con
:ico: "Tenía exi- rigidez el campo dc lo posible? Y pregunta flnal que nos debe inquietar a
, indiferente con los historiadores, siempre a la búsqueda de las alteraciones y las modifi-
; extravagancias caciones, más que de las inalterabilidades, ¿córno se explicaría, entonces,
sidad, inventaba el cambio?... a no ser que esas estructuras macro contuvieran dentro de sí
adas se ocupaba la scmilla de sus propias transformaciones, circunstancia misteriosa, por
le con la mayor cuanto aTavez se ha postulado la incapacidad de los sujetos históricos con-
las del matrimo- cretos para alterarlas, su carácter de "prisión" de estos. Pero el desarrollo
r reservados; su historiográfrco a menudo contiene en gennen antídotos para sus propias
úlitares jugando conclusiones.
redida que hubo

141 I
JoSÉ PEDRO BARRÁN. EPÍLocoS Y LEGADoS

La historia de las mentalidades y el


descubrimiento de la diversidad de las tt
multiplr
La historia de las mentalidades amplió hasta el infinito dos terrenos, cólogo,
el
de las temáticas y el de los recursos heurísticos. El historiador somos (
se transfor-
mó por la permanente amplificación de lo que le interesaba historiar, conside
en un
ser bulímico, al que nada escapa. De los estudios sobre las ¿Q
concepciones
de la muerte y la infancia de philippe Ariés, la descristianización adem¡b
de Michel
vovelle, las histrrria,; tlcl miedo, la culpa y cl pccado de Jean Delumeau, l-ban a s
el
dcscubrimiento del Purgatorio, ese sarplr.r de vida del católico,
dc Jacques
tmacuh
Le Goff, o la construcción del amor y ta erótica medieval de George ticiamer
Duby,
hcmos pasado en los últi¡nos años a la historización por Gcorges de 1889.
vigarelio
de las visiones y posturas aceptadas del cuerpo. ro lirnpio y ro vestidm
sucio, lo
sano y lo malsano, las muy suti¡es de Alain corbin sobrc el rmapeh
ilfuro o lu io_
vención occidental de la playa, y la penetrante antropologización Ix) SC
histórica -YO
de Robert Darnton sobre el sentido de una matanzade gatos
en el parís interpru
del
siglo XVII. tan prEci
Algunas grandes sombras iluminan, varga ra paradoja, la mayoria jmtepa
de
estas investigaciones y lo hacen provocando en los hisioriadores el prol*
la m¿is
militantc interdisciplinariedad: Sigmund Freud, Norbert Elias, en seú
claude
Lévi-strauss, e imponiéndose úrtimamentc, clifrord ceertz. rn€nsaF'
No todo ello
responde con claridad a las viejas definiciones de [o que
debe ser Ia historia bs gEDE
de las mentalidades, pero sí se inscribe en cl terrenl abierto por
elta. Tal
del cms
el caso de la historia de la vi«la privada. su objetivo seria
lleiar a una de lrugu+:
las esencias de lo humano, ar menos si creemos la un -r.l
tanto desisperanzada
definición de André Malraux, "et hombre no es más que un
mísero puñado
prEftra
de secretos", y la enrnarcarnos en la sugerencia de Louis-Férdinand
céLine: @od
"todo lo que es interesante ocure en las sombras". rgrcsñn
A la amplificación de las zonas que interesa investigar,
er historiador
bys
de las mentalidades ha unido ra modificación de su
,nurrrá de interrogar las ci.c.ñ
E
fuentes, pues con las enseñanzas de Mabillón sumadas
a las de la psicolo- +, L:t
gia freudiana, sabe que leer es siempre descifrar, y que
debemos desconfiar
di¡EsiL
o no atender solo el mensaje obvio del documcnto pues FEE
él también oculta
y niega diversas regiones de ra rearidad que deseaÁo,
.ono".r, empezan- arr
do por la personalidad de quien Io redactó. Al fin y al
cabo, er documento 5 T§E¡
-sobre todo el escrito y aun el fbtográfico o cinematográfico- es una com- -F-rr
posición, una construcción que más arude a su autor y
lu, de
hEEi
su época, que a Ia prcsunta reatidad que deseó rransnritir, "onr"nciones
razonamiento que
¡hifr
debemos extender a ra obra de los historiadores. por
úrtimo, a la inflación d-rd

l42l

I
I-A HISTORIA DE LAS MENTALIDADES
Y SUS TRIBULACIONES

de las temáticas y el.tipo de Iecturas que


merecen las fuentes, ha seguido ra
multiplicación también infinita de estas. Ahora el
archivólog" /"r
bibliote_
dos terrenos, el cólogo deben conservarro casi todo. La misma
r existencia dl dípticados, si
tdor se transfor- somos exquisitos y exigentes, podría dar pistas
sobre lo qr" .uáu época ha
r historiar, en un
considerado importante y deseado preservar
del orvido y la destrucción.
ts concepciones ¿Quién nos iba a decir hace cincuenta años que los textos escolares,
además de ser útiles para una historia de la pedagá
ación de Michel giay raeducación, nos
m Delumeau, el iban a sugerir los valores, ros prejuicios de génerá,
ro, irgu.". comunes de
lico, de Jacques una cultura y la forma de hacer aceptable
una dominación sociar o, subrep_
e George Duby, ticiamente, corromperra? Er libro de lectura
de Alfredo vásquez Acevedo
:orges Vigarello de 1889, hace decir a un niño a quien una niña
le muestra una muñeca y sus
r y lo sucio, lo vestidos: "A mí l1o me interesan las muriecas
[...] me gusta un buen látigo,
:l olfato o la in- una pelota de goma o un trompo de punta aguda
parajugar con mis amigos,
rzción histórica yo no soy un maricón". Ar historiador de las
mentalidáes las preguntas e
s en el Paris del
interpretaciones le brotan a borbotones ante
semejante programa de vida
tan preciso y rotundo.-La_primera interrogante,
¿cómo es posibre que seme-
jante perla haya pasado rlesapercibida
, la mayoría de a iuestros historiadores clásicos?, y
iadores la más el propio absurdo de la pregun ta para quienes
los conocimos, provoca otra
Elias, Claude en sentido inverso, ¿por qué hoy salta a nuestros
ojos la riqr,"za de cste
z. No todo ello mensaje? ¿Es por estar mcnos seguros de que
una división tan tajantc de
e ser lahistoria los géneros responda a ra biología, que percibimos
mejor er autoritarismo
to por ella. Tal del consejo? Naturarmente, ta¡nbién se infiere
ro obvio: ra escuera estatar
llegar a una de uruguaya, ya anticlericar, enviaba claros mensajes
morales y de compor_
lesesperanzada tamiento que pretendían afianzar aun más
el orden patriarcal existente. La
mísero puñado preferencia del niño por er látigo, er juego
a puntapiés con la perota y el
dinand Céline: trompo de punta aguda, postulaba ra identificación
naturar del várón con la
agresividad y el ejercicio del poder, y la preferencia
de la nira por las mu-
ñecas y sus vestidos, promovía la imitación
, el historiador de la mujer qr" críu srs hijos y
l interrogar las ejecuta las labores del hogar con mansedumbre
y .ont"nio.
de la psicolo- -'> La historia de las mentalidades es, por definición, er contacto con ra
nos desconfiar diversidad y el hombre concreto, sus creencias,
valores, pasiones y com_
portamientos. Ella es la que ha advertido
ambién oculta ra radicar arteria'aa del pasado y,
,Cer, empezan- en íntimo acuerdo con la antropología, convertido ,.otro,,
ar en er ob¡cto dc
sus investigaciones y reflexiones, "indcpendizándolo"
el documento de las coordenadas
explicativas que funcionan en nuestro piesente. por
- €S UI]A COITI- ello mismo, creemos,
la historia de las mentaridades tradicionar ya
nvenciones de contenía en germen el desafío
a la uniformidad, a ras visiones macro de
lnamiento que io económico, ro sociar y ro cur-
a la inflación
tural, y al determinismo.

143 I
JoSÉ PEDRO BARRÁN. EPÍLoGOS Y I.EGADOS

Entre el sin sentido del devenir y la libertad sujetos re«


luye y cre
En el acto V, escena V de Macbeth, este, intuyendo su fracaso, dice explicacio
que la vida es "un cuento narrado por un idiota, lleno de sonido y de furia con que la
y que nada significa". Algunos traductores, me señala una profesora de mentalidar
literatura, sostienen que en aquel inglés, "sound and fury" equivalía senci- oponer la
llamente a "bla, bla, bla", 1o que coincidiria con la probable falta de sentido solo puedr
del discurso de un idiota. Prefiero, empero, atenerme a la primera versión son los suj
ya que coincide mejor con mi imagen de la vida y el pasado, pues si es opi- impersona
nable que la vida personal y el pasado carezcan de sentido y no sean más tienda la q
quc cI rclato de un idiota, no lo €s quc la vida y el pasado, con sentido o sin nos lo má
é1, estén cargados de sonido y furia, es decir, de pasión y emotividad que para pode
a veces se exponen con sordina pero siempre se sienten "a gran orquesta", estructuIzI.
para usar la expresión con que se caracterizaba ala locura delirante en el gemas-. fi
siglo XIX. Y en verdad, hasta podría suponerse que la razón del sinsentido mentalida
de la vida personal y la historia, reside en la pasión con que se vive ese El m«
sinsentido, tal vez porque no se le percibe, tal vez porque el único sentido al ser intet
posible de la vida no es la meta sino el camino, ra pasióo que los hombres reveló una
ponen en sus ideas y sus comportamientos. La historiografia occidental ha de los "n(
luchado contra esta ¿desesperunzada? visión. y confundo a sabiendas los Ginzburg'
dos planos del acontecer, el individuar y el corectivo, pues Shakespeare terpretacir
reflexionaba tanto sobre uno como sobre otro, si es que los diferenciaba. posible de
Los grandes mitos de occidente, er juicio ñnal cristiano, el progreso el estudio
inintemrmpido del siglo XIX y ra revolución del proletariado están brir y dev
a me-
nudo detrás del sentido que los historiadores de occidente hemos que deja e
asignado
al acontecer colectivo, del postulado de su articulación lógica advertir ta
en pos de un
fin inevitable y de la afirmación de nuestra capacidad paiuvoruirinterigi- modelarlo:
ble el relato de un pasado que es razonable. y ese relato, esa De
Historia, no es
debe ser, precisamente, er cuento hecho por un idiota, s¡ indeterr
sino la revelación del
sentido que el pasado poseería, de su dirección y su inevitabilidad, fuErro. El
que sólo
esperarían nuestro escudriñamiento para manifcstarse. y del histori:
así, consciente o
inconscientemente, los historiadores postulamos que Io que tos en su p
aconteció no
pudo suceder sino de esa manera, razonamiento que Hisorias q
nos conducc más que
a entender el hecho, a explicar las razones de su inevitabilidad. por
ello el bb-
determinismo siempre nos ronda.
Pero si reducimos la escara de la observación, como quiere,
lErl
por ejem- Eq
plo, la microhistoria de los italianos Giovanni Levi y ILcr
cárlo Ginzburg, y
estudiamos a los protagonistas concretos de un períádo,
el individuo, la ft,&
familia, la aldea, el barrio, ra empresa o las relaciones interpersonales, Ectr
esos

l44l

\.'
LA HISTORIA DE LAS I\4ENTALÍDADES Y SUS TRTBULACIONES

sujetos recuperan protagonismo, la inevitabilidad de las estructuras se di-


luye y crece, en la misma medida, el campo de lo indeterminado. A las
su fracaso, dice explicaciones del pasado que reducen sus claves explicativas a la fuerza
;onido y de furia con que la clase dominante, la economía capitalista, el estado modemo o la
rna profesora de mentalidad colectiva modelan a los integrantes de la sociedad, es legitimo
equivalía senci- oponer Ia riqueza y la diversidad de la vida real, riqueza y diversidad que
ofalta de sentido solo puede denotar la compulsa de los más variados testimonios. Porque
primera versión son los sujetos históricos concretos los que lidiaron y lidian con las fuerzas
o, pues si es opi- impersonales, y es de esa lucha que surge la realidad global y es esa con-
o y no sean más tienda la que el historiador debe referir. Nuestro objetivo debe ser acercar-
con sentido o sin
nos lo más posible al hombre concreto y sus experiencias interpersonales
para poder observarlo como ser a priori libre de cualquier determinismo
emotividad que
I gran orquesta",
estructural, y estudiar sus estrategias -que a veces solo pueden ser estrata-
gemas-, frente a los poderes de la clase dominante, la nación, el estado, la
a delirante en el
in del sinsentido mentalidad colectiva, etc.
que se vive ese El molinero friuliano del siglo XVI que descubrió Carlo Ginzburg,
el único sentido
al ser interrogado por la Inquisición y confesar su concepción del mundo,
que los hombres reveló una lectura beligerante de los textos ortodoxos y de las bibliotecas
fia occidental ha de los "notables" y no se ciñó al orden mental e ideológico establecido.
r a sabiendas los Ginzburg va incluso más allá y sugiere que esa lectura materialista de la in-
ues Shakespeare
terpretación "culta" y católica del mundo, no solo testimonia la autonomía
posible de la cultura popular sino su mejor aprehensión del mundo real. Es
s diferenciaba.
ano, el progreso el estudio de los sujetos históricos concretos el irnico que permite descu-
iado están a me- brir y describir al individuo y a los grupos actuando entre los intersticios
que deja el poder, pues la historia, además de dar cuenta del pode¡ puede
hemos asignado
advertir también las maniobras del común para sobrevivir ante los diktat y
dca en pos de un
r volver inteligi- modelarlos.
esa Historia, no De esta forma el relato histórico puede hacerle recuperar al pasado
la revelación del su indeterminación de cuando era sólo presente y esta.ba aún indefinido su
bilidad, que sólo futuro. El espacio de libeftad, azar y conflicto que gana la interpretación
así, consciente o del historiador al volver a conceder protagonismo a los hombres concre-
tos en su participar-enfrentar los poderes de las estructuras, se traduce en
1ue aconteció no
;onduce más que Historias que en vez de mostrar al lector las certezas con que nos fascina-
lidad. Por ello el ban los investigadores del pasado, exponen las dudas y las preguntas que
genera un pasado que tiene del presente su cualidad más viva, la de no estar
nunca completo, la de poder ser siempre diferentc a como se le describe.
¡uiere, por ejem-
ulo Ginzburg, y De este modo podemos volver a Macbeth y encontrar esperanza en sus
palabras de desaliento. El sentido que hemos asignado tradicionalmente al
el individuo, la
pasado en el relato histórico con frecuencia ha empobrecido al pasado y
personales, esos

l4sI
JoSÉ Pt]DRo BARRÁN. EPiLoCoS Y LECADoS

al rclato, pues
los hemos vaciado de indeterminación y conflicto, es decir,
de complejidad, diversidad y libertad. Tan a menudo hemos
mostrado a los
hombres como juguetes der poder y su sentido que olvidamos
los sentidos
diversos que los hombres concretos han asignado a sus vidas. y
si de esa
diversidad y del enfrentamiento conlo¡ sentidos de los poderes,
se deduce
la perdida de sentido der tiempo colectivo, pues este yu
oo úoi.o, o,
nos atribulemos. Probablemente se aplique a Io colectivo lo",que potlria
dgcirse de la vida personal: es preferible construirse una
vida sin sentido a
i vivirla con el sentido que otros le asiguan. sea bieuvenido el sinsentido
del
I' devenir colectivo si deriva der margen de libertad de los sujetos
históricos
concretos.
I
i

l46l

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