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HISTORIA E HISTORIOGRAFÍA
Internacionalización de la investigación
lls I
JoSÉ PEDRo BARRÁN. EPÍLocoS Y I.EGADoS
:limitadas te-
llot, Bertino, Un balance europeo en1974 y su relación con la
rajo, sindical historiografía contemporánea uruguaya
as relaciones
XX urugua- En l974los historiadores franceses Jacques Le Goff y Pierre Nora re-
; historias de copilaron estudios que pretendían ser un balance de los logros y los proble-
t, la segunda mas que enfrentaba la llarnada "nueva historia". El volumen, traducido al
os enfoques: español en 1979, se llarnó Hacer la historia. Un poco más tarde (la edición
oducción bi- española es de 1988) apareció bajo la dirección tarnbién francesa de J. Le
da la historia Goff, Roger Chartier y J. Revel, un diccionario sobre la "nueva historia"
con los mismos objetivos.
meros fueron Allí se señalaban las novedades del oficio en tres rubros.
lo de Director La aparición de nuevos problemas al historiador, una necesidad de
as desdibuja- redefinir la Historia ante la provocación de otras ciencias humanas que la
idad de roles enriquecían y a la vez lajaqueaban. Al viejo auxilio de la geografía hu-
; Ferrés, para mana de Vidal de la Blache, la sociología y la economia, debían sumarse
f,r. ahora la psicología y la antropologia.
45 y del IPA El reencuentro de los viejos problemas con nuevos enfoques, notorio
, así como el en la historia política. En ese sentido, es ilustrativa la comparación entre
versidad. La los análisis políticos de Pivel Devoto en su ÉI¿sloria de los partidos de
fesional más 1943 y la reciente obra de Gerardo Caetano, a veces en colaboración con
¡rtante de su José Pedro Rilla, en otras oportunidades con Raúl Jacob, La República
meno ocurTe Conservadora,l9l6-1929, El nacimiento del lerrismo y su tesis sobre la
riversidad en centralidad de los partidos políticos en la construcción del universo políti-
co uruguayo en contraposición con la fuerza que las corporaciones econó-
¡s a diversos micas, sociales y militares tuvieron, por ejemplo, en Argentina.
iémico occi- Es sugestivo también el nuevo enfoque que han tomado recientemente
en el excén- los estudios sobre la revolución artiguista. Del Artigas caudillo y consti-
tucionalista se ha pasado al Artigas revolucionario social y ahora, recien-
JoSÉ PEDRo BARRÁN. EPÍLoCoS Y LECADos
con la salud
y la enfermedad, conceptos también ellos objeto de estudio, pues y la búsqu
lo malsano
no siempre fuvo los mismos contenidos; de la sexuaridad, pues er amor, casi inalter
ra
familia, la limitación de los nacimientos, Ios géneros y la homosexualidad, historia, el
son objetos que cambian con el tiempo y las culturas; una historia de precios
de los jó-
venes, de las mujeres y de la vida privada. parte de nuestra obra mo, analizr
se inscribe
dentro de esta explosión temática: desde E/ (Jruguay del Novecientos, la expansió
en
las caracter
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pRoBLEMAS DE LA HlsToRlocnnpi¡ URUCUAvA
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PROBLEMAS DE LA HISTORIOCRAFIA URUCUAYA
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istido un acto del comunismo real a partir de 1989 no ha hecho más que alimentar estas
ter mesiánico nuevas heterodoxias. La anécdota puede ser significativa. Al ir a hacer un
hechos deben trabajo de campo sobre la conciencia de clase de los obreros dc la Fiat
social. Es que turinesa y preguntar a los obreros sobre su vida en la fábrica, hallaron que
.lertes, marcar para esos obreros tenía más importancia su vida fuera de la fábrica y que
estructural. era desde ese afuera que se definían como personas... Algo se había descui-
litaba la inter- dado por la historia social tradicional y la misma noción de clase merecía
r fe y voluntad nueva atención u otra reformulación...
etivas necesa- En los noventa, la historiografía francesa tomó clara conciencia de los
triunfos y de- cambios, de esa, si se quiere, postmodemidad historiográfica. En l99l se
Los primeros, publicó Alter histoire.' Essa¿s d'histoire experimentale, ensayos reunidos
rreno siempre por Milo y Boureau, y en 1995, Passes recomposes, ensayos reunidos por
a sabiduría de Boutier y Julia, comparable puesta al día, 21 años después, de Lo Nuevq
han fracasado Historia de 1974. En estos textos se han señalado permanencias y noveda-
emente, como des en relación a la historiografia de los 50, 60 y 70. Las permanencias
ismo político. refieren la continuación del estallido de las temáticas, la aceleración de csa
otra cosa que bulimia historiográfica que ha conducido a historias de la muerte, de los
gestos, de la percepción, de los colores y los olores, de las disposiciones
afectivas hacia el paisaje (Corbin y el nacimiento de laplaya, ese mar que
deja de ser el terror del vacío y la muerte para convertirse en la estación
balnearia donde se disfruta el paisaje y el cuerpo en medio del vacío, esta
vez cultural). Las novedades son varias y algunas se parecen a renaceres,
como en el caso de la revalorización de algunas viejas reglas del oficio.
taliana, anglo- Siempre el historiador aplicó con rigor las reglas de su oficio. La crítica
ablemente, se externa del documento, que procuraba determinar su autenticidad median-
rctural, global te el análisis de la escritura, la lengua, la forma precisa del documento, etc.;
lejana de los y también la crítica interna, que procuraba juzgar sobre las intenciones del
de libertad en autor y la veracidad de lo informado, contrastando fuentes, inquiriendo
chel Foucault sobre el informante, etc.
t se escribe la Pero la "nueva historia" buscaba a menudo la verdad no por la opera-
a escritura de ción crítica sino por la ley del número, rechazaba así la división verdadero
todológicas al o falso pues todo documento, siendo de época, era útil...
Eso nos dejó desprovistos de argumentos y de oficio frente a quienes
on la publica- comenzaron a negar la existencia de las cámaras de gases (sólo la reciente
y en 1985 con apertura de ciertos archivos rusos puso sobre el tapete rasgos peculiares de
e un exorcista la construcción de Auschwitz). Sólo los Protocolos de los Sabios de Sión,
terpretativo se creación de la policía zarista revitalizados por la Gestapo, habían sido ob-
rna disgustada jeto de Ia vieja sabiduría de la crítica intema y externa. La interpretación
ano. La caída de la voluminosa documentación de los archivos de las policías secretas de
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JoSÉ PEDRo BARRÁN. EPiLoCoS Y LT]GADoS
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PROBLEMAS DE LA I{ISTORIOCR,\FIA URUCUAYA
o revalorizar el litcratura de cordel o más ínfima, las hojas sueltas y las letras del carnaval.
>le oposición al y los archivos policiales, pues en el principio la cuestión social era una
ar la densa red cuestión de orden público para el estado burgués.
ejas estrategias Y como las preguntas se hacen desde nuestro presente, este tema nos
rio. Ileva de la mano a uno de los nudos de la problemática de la actual historio-
r análisis de las grafra: la nueva relación a construir entre el sujeto y el objeto del cono-
i varios niveles cimiento, o los problemas de la objetividad del conocimiento histórico.
plora el campo Siempre se creyó que la amenaza a la objetividad, a dar cuenta veraz del
r un testigo: un pasado desde nuestro presente, provenía de nuestras respuestas, de la for-
¡ sus prejuicios ma de nuestro relato, Y, sin embargo, esa forma y esa respuesta siempre se
rto sobre lo tes- podrán confrontar con la documentación. Aunque, claro, el sentido dado al
informar, sobre pasado, la intcrpretación de la documentación, siemprc revelará al histo-
mplo de la des- riador, si es poco cuidadoso, incluso a su ideología, y siempre a su cultura.
r Luisi en l92l Pero en verdad, son las pregllntas que hacemos al pasado las que están
bita una familia cargadas de nuestro presente, por cuanto de é1 provienen, a é1 responden y
me, haciéndose a sus angustias y temores se deben.
'es. La ausencia El historiador, como el sociólogo de Durkheim, construye su objeto
al aparato geni- de estudio formulando sus preguntas, sus hipótesis, sus procedimientos de
a en el texto de análisis. Es a nosotros que se nos ocurre preguntarle a los textos de lectura
los y la parábo- escolar escritos porAlfredo VásquezAcevedo en 1880 y 1890, no por su
ejempliflcan el intencionalidad pedagógica precisa, la que estaba de seguro entre sus ob-
documento son jetivos, sino por el contenido oculto de los valores que promovía con sus
;obre la autenti- lecciones, tanto sobre el orden social (las sirvientas son buenas y sumisas)
e el informante como sobre el orden de géneros (las niñas cosen bien y juegan con muñe-
cas, además de ser obedientes, y los niños, que no se hacen la rabona, pre-
lad de nuestro fieren jugar a la pelota y con trompos puntiagudos a hacerlo con muñecas
pasado que de pues no son "maricones"...).
lue expresemos Hoy en día algunos han advertido este poder casi ilimitado que tienen
lue nos propon- el historiador y el sociólogo sobre sus objetos de estudio. A veces parece
ismo? se puede qüe el pasado es como una materia prima con la que trabaja el historiador.
ré expresó a su Por ello los "historiadores experimentales" sostienen que en realidad no
expresión de la existen más que interpretaciones del pasado, sólo discursos sobre signos
lítica?, ¿pueden que producen la ilusión de la verdad pero no el verdadero conocimiento. Es
ben contar para que el historiador manipula las fuentes, les hace decir cosas en las que nun-
ca pensaron sus autores, como el caso ya citado de A. Vásquez Acevedo, al
de documenta- que se podrían sumar los estudios sobre los comportamientos sexuales de
rhistoria de los los europeos del siglo XVII cn base al análisis de los registros parroquiales
rbicación de los y la demora entre el casamiento y la primera concepción de la pareja...
as revistas y la Estas múltiples posibilidades de iniciativa y manipulación que utiliza la
l2s l.
JOSI] PEDRO BARRÁN. EPÍLOCOS Y LECADOS
las necesidades del presente y la erradicación del mero culto al pasado. La acto típicc
coincidencia con Benedetto croce es también sugestiva cuando afirmaba el psiquiat
que toda historia es historia contemporánea, hecha desde la contempora- grecolTom
neidad y, en los hechos, su reflejo. figura -ext
Es el presente el que nos obliga a reinte¡pretar permanentemente el de los anar
pasado, a verlo de maneras sucesivas. El batllismo y su derrota del 30 de el mundo r
julio de 1916, según el Pivel de los años 40 y 50, fue la expresión del fra- acaecía en
caso de un modo de hacer politica y el triunfo de otro, signado por el res- no era cali
peto a la voluntad de los sufragistas. Esa misma derrota de julio de 1916, ción, el ser
observada desde el uruguay de los años 70, fue para nosotros tanto el y patriarca
triunfo de la democracia política -¿cómo no obsesionarse con ella desde la do... Es qt
dictadura?- como la derrota de una democracia social y económica profun- ser analiz¡
dizada que aquel batllismo impulsaba -¿cómo no verlo desde la dictadura Pero I
económicamente neoliberal de los años 70?-. A Pivel no le importó que el digmas in
diario blanco La Democracia imprimiera una permanente los últimos días renovador
de julio de I 916 en que se afirmaba que si el colegiado de Batlle triunfaba, de los suj
la familia y el derecho de propiedad serían jaqueados por er comunismo. en que la
Nosotros sí lo vimos porque nuestra época estaba alertapara ver lo que a a que estt
ella le importaba, le obsedía... Foucault c
otra novedad, ya insinuada por la anterior historia de las mentalidades, el individr
es la alerta generalizada sobre el pecado mayor del historiador, el ana- rados dorr
cronismo, es decir, la atribución al pasado de conceptos, valores, compor- des social,
tamientos, motivaciones de nuestro presente, como si ellos fuesen los "na- Ios valorer
turales", los únicos posibles. La multidisciplinariedad, que nos ha habituado maestros,
al uso de conceptos de otras disciplinas que creemos intemporales, como É
clase social o estamento, derivados de la sociología, o culpa, histeria y neu-
rosis derivados del psicoanálisis, puede provocar más de un equívoco. -!É
od--
Explicar el comportamiento de las sibilas de Delfos o de las brujas ICEE
con las categorías de la histeria y cesar allí el análisis, atribuir las cruzadas h
a un fenómeno de histeria colectiva o locura comunicada, como lo quería
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PROBLEMAS DE LA HISTORIOCRAFIA URUCUAYA
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PROBLEN4AS DE LA HISTORIOGRAFIA URUCUAYA
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JoSÉ PEDRo BARRÁN. EPiLoCoS Y LECADoS
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La Historia de las Mentalidades
y sus tribulaciones
tas (religiosos, (Texto no fechado que probablcrnente sirvió de gtría para trna
la civilización conferencia o una clase de Barrán. Las negritas pertenecen al
esente del pre- original. Se ha respetado el perfil de registro de apuntes que
mdo que asiste tiene e[ texto en su conjunto.)
de sus objetos
:vo y moderno, Imágenes de la mujer
entida ahora en
r de la mundia- No me siento cómodo discurriendo sobre los aspectos teóricos de la
los nacionalis- historia; sí exponiendo hechos y tratando de analizar documentos preci-
de los estudios sos. Será por aquella característica de nuestro oficio que nos indica que
la historia siempre busca lo concreto, que sólo nos apasionamos cuando
Cistinguir entre husmeamos como perros de presa, según quería Marc Bloch, los rastros
iente el pasado. de lo humano.
Ines, a menudo Comenzaré, entonces, por mostrar un documento. En 1891, se editó
Hobsbawm. La en Buenos Aires una novela de José María Miró, La Bolsa. Su autor tenía
d. La Memoria 24 años y era el pariente pobre de una familia porteña de prestigio político
itimar el orden y social. Periodista del diario bonaerense La Nación, al publicar su obra
utilizó el seudónimo de Julián Martel. Relataba el "boom" económico y
especulativo de los años ochenta y el crac bolsístico que lo remató en las
dos capitales del Río de la Plata en 1890. Miró era un moralista (racista) y
señalaba culpables: el materialismo y el afán moderno de enriquecimiento
que había suplantado la vieja sencillez patricia, los inmigrantes y en parti-
cular los judíos, comrptores de los criollos. La Bolsa, inspirada en parte en
el antisemitismo francés de origen católico, fue la primera manifestación
argentina precisa de este tipo de racismo.
En las páginas finales de Ia novela, su protagonista, el "doctor Glow",
víctima de su "codicia" y las maniobras del sindicato judío, se amrina y
enloquece. En su alucinación ve a una mujer que desde una isla lo llama.
Turbado y encendido, "ella extendió los brazos y lo atrajo sobre su tibio y
palpitante seno. Durante un momento, él probó todos los goces C 'or
y de la vanidad satisfecha, viéndose dueño de la criatura más he'
habían contemplado sus ojos. Pero de pronto vio que los br'
estrechaban transformábanse en asquerosas patas provistas d
en sus extremos. Y el seno palpitante se transformaba tarp'
pelos gruesos, largos, cerdosos, que pinchaban como las r
./
Y cuando quiso huir, affancarse ala fuerza que lo ret'
JoSÉ PEDRo BARRÁN. EPÍLOGOS Y LECADoS
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LA HISTORIA DE LAS MENTALIDADES Y SUS TRIBULACIONES
de las pasiones del hombre... Sin embargo, es una verdad que debe procla- L¡e
marse bien alto: el mal y la inmoralidad no se realizan en el mundo sin la Égr
complicidad de la mujer; más aun, sin su triste iniciativa. Un pueblo no se &tr
corrompe en su totalidad sino por su culpa". od
Ese ser con escaso "entendimiento" y demasiadas "pasiones", mereció -i:rl
en las esferas liberales, antípodas ideológicas del catolicismo, ulta caracte-
rización similar, que aludía con frecuencia a su naturaleza devoradora del
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hombre. El Gran Diccionario Larousse del siglo XIX mcncionaba su rol FE
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de madre y alavez "las lagunas de su carácter, las perfidias de sus artes
seductoras", y el novelista uruguayo Mateo Magariños Solsona en su obra
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Las Hermanas Flammari, publicada en 1893, decía de las mujeres que tl¡--I.r
"saben adomarse en el acto de tender el lazo, cuyas ligaduras, una vez
apretadas parala vida, ya no se cuidan de disimular".
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También existen fuertes indicios de la presencia de esta imagen de
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la mujer fuera del período histórico y los sectores ideológicos y sociales
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referidos. La antropología nos recuerda la creencia de ciertos pueblos "sin
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historia" en la vagina dentada, atrapante y destructora de lo masculino, y la
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mujer en el folclore popular hispánico y latinoamericano es la encantadora,
la bruja, la que practica "el mal de ojo" y maleficios como "la ligadura",
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signos de un poder rival y envolvente del hombre. É__l
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A la búsqueda de sentidos rr-d
a-.
¿Esta imagen persistcnte de la mujer atrapadora cuando no devoradora ft.p
del hombre, deriva de la naturaleza de la relación entre los dos sexos o es üs
una forma específica e histórica del vínculo entre los dos géneros en una eü
etapa determinada de la evolución? O, combinando los dos puntos de vista
sugeridos, ¿ocurrirá que el miedo-atracción masculino ante la mujer, hecho E¡
de la naturaleza psicológica del hombre, adopta, ernpero, fonnas históricas
determinadas en cada época, formas que revelarían las especificidades del d
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conflicto entre los géneros en ese momento? Y por fin, una de las preguntas eñ¡i
más inquietantes que siempre surgen en el oficio de los historiadores, ¿cuál EÉI
es el grado de representatividad de estos testimonios? ¿A quiénes aluden? Eh
¿Son los miedos de un sector social o ideológico, de una cultura entera, del qIEd
hombre universal? ¿Es que existe, acaso, una mentalidad colectiva en cada É¡
época que, parafraseando a Lucien Febvre, explique tanto las actitudes y *t
los pensamientos de Carlos V como del último de sus lansquenetes y de
cuyas formas y modalidades sea, entonces, irnposible escapar? ff¡
-i-
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t.
LA }IISTORIA DE LAS MENTALIDADES Y SUS TRIBULACÍONES
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I La mentalidad colectiva como prisión real nunr
slgnafse
Pero este intento de explicaciones no responde a todas las preguntas
I
I de la su¡
I que nos hemos formulado y sobre todo queda sin contestar una clave: ¿esta braudeli;
I forma de temor a la mujer-araita, era parte de la mentalidad colectiva, im- los caml
I pregnaba a todos los hombres por igual, o residía sólo en los sectores socia- gación d
les ya indicados y, para ser más precisos todavía, se advertía tal vez como sentido i
dominante en esos sectores pero incluso en ellos existían individualidades una ran:
que no compartían estas formas del miedo a la mujer? En verdad, lo que exrlerrc:
nos estamos preguntando alude a uno de los problemas claves en la historia era una t
de las mentalidades y la historia a secas: ¿las mentalidades colectivas son do había
"prisiones" de las que ningún hombre y sector social escapa o, de alguna ocurrido
manera, sufren la impronta de los individuos y los grupos que las modifl- moden
can y viven a su manera? Sólo se r
Esta pregunta también alude a lanaturaleza de la relación entre lo ma- la ejecuc
cro y lo microsocial, expresiones que prefiero a lo colectivo y lo individual Eln
pues dan cuenta mejor de las realidades históricas en que lo individual no nifestadr
se ha desarrollado pero existen formaciones sociales micro, tales como afirmó q
la farnilia o la aldea, que forman parte de una nación o un estado o están su época
incluidas en una cultura. Durante casi todo el siglo XX, Ios historiado- demás sr
res hemos estado fascinados por las explicaciones que atendían a lo ma- apuntad«
cro, lo estruchrral. E,l marxismo, la escuela de los Annales y el imperio de bro de k
Femand Braudel alimentaron esta verdadera obsesión. Las descripciones generaci
macroeconómicas daban cuenta de todos los niveles de la vida material de toriogral
los hombres y las que aludían a las estructuras sociales eran las únicas que de inevil
I ,odían volver inteligible los acontecimientos colectivos y aun las historias sino pan
II personales, siempre inscriptas dentro de ellos, pues explicaban desde las Febvre,
revoluciones al lento transcurrir de cambios sólo perceptibles en la larga referenci
I ouración. mental 1
I la historia de las mentalidades, nacida con el Marc Bloch de Los reyes incréduk
| ,oumaturgos de 1924y el Lucien Febvre de Et problema de la incredulidad intelectu
I en el siglo WI: Lq religión de Rabelais en 1947, se desarrolló con vigor talidades
I en [a década de los setenta e introdujo novedades. La búsqueda del sentido te,y parz
I ael acontecer pareció trasladarse de lo económico a 1o cultural y aun sus George I
I cultores marxistas, tal Michel Vovelle, admitieron la importancia de estu- heredad¿
I dios que se centraban más en lo que los hombres sentían y pensaban que bre la im
! en lo que producían y consumían. Pero también este tipo de historia afirmó dentro dr
I que la clave de los comportamientos, Ios valores y las creencias residía en de un pe
la influencia de lo macro sobre 1o micro, del todo social, cuya existencia
I como ve
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LA HISTORIA DE LAS MENTALIDADES Y SUS TRIBULACIONES
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LA HISTORIA DE LAS MENTALIDADES Y SUS TRIBULACIONES
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JoSÉ PEDRo BARRÁN. DPÍLoGoS Y LECADoS
esta disposición quien se equivocó rcspecto a su posición social". En esta historia clínica,
angostara en el la mayoría de las violaciones del ordcn racional son (¿a \a vez?) afrentas
imilado a lo útil al orden social y a las creencias católicas: "indiferencia" con la familia y
rcionalista. "el gobierno de la casa"; conversaciones "impropias" con las criadas dada
rbles rasgos que la "posición social"; "familiaridad" con los hombres y "gestos poco reser-
en el mundo en vados" que no condecían con el deber ser de mujer recatada, burla de los
omportamientos secretos maritales y el poder del esposo; "irreverencias" en la iglesia.
ruales seguir las El historiador puede en primer lugar comprobar lo obvio, cómo para
cas de Bernardo aquella psiquiatría los comportamientos racionales eran los útiles para el
:res que, además mantenimiento de los diversos órdenes que componían el sistema de la
tos de familia y época: el patriarcal, el de clases, el religioso. Y puede también, si va un
:l psiquiatra y a poco más allá, preguntarse, en consonancia perversa con los alienistas po-
rctas. Obsérvese sitivistas, si realmente la locura no es (¿además de desarreglo mental?)
ua1,a de 18 años también y desde cierto ángulo, una forma (extrerna) de protesta. Pero en
'ivo, muy altiva, un caso o en otro, lo que siempre perrnanecería firme es la postr.rlación
rs] desde hace 8 del poder absoluto de la mentalidad colectiva, la afirmación, cargada de
era muy retraída consecuencias deterministas absolutas, de que la mentalidad colectiva (y,
n, siendo menos en este caso sin dudas, el sistema de dominación), se inflltra incluso en el
hizo descuidada saber científico de la época, haciéndole reconocer como Iocos a los trans-
otros episodios, gresores de conducta que antes del siglo XIX, es verdad, a menudo habían
:ada consistió en soportado tratamientos más severos, cuando no la muerte.
la. ¿La mentalidad colectiva es, entonces, una prisión de la que nadie pue-
ma en su identi- de escapar? ¿Una de las estrucfuras que dan larga duración a las culturas,
sino de larazón una de las formas del destino? ¿Otra más de las imágenes de lo macro que
liversos órdenes siempre en nuestro oficio concluyen dando sentidos inevitables al aconte-
el núcleo de la cer y devorando a 1o micro con su vorágine de determinismos variados?
:sto por Alvarez ¿No habría en el acontecer, fuera de algunos de los acontecimientos de las
,:na mujer había vidas personales, espacios para la indeterminación y la diversidad, ya que
r Cataluña", por las estructuras macro económicas, sociales y culturales enmarcarían con
:ico: "Tenía exi- rigidez el campo dc lo posible? Y pregunta flnal que nos debe inquietar a
, indiferente con los historiadores, siempre a la búsqueda de las alteraciones y las modifi-
; extravagancias caciones, más que de las inalterabilidades, ¿córno se explicaría, entonces,
sidad, inventaba el cambio?... a no ser que esas estructuras macro contuvieran dentro de sí
adas se ocupaba la scmilla de sus propias transformaciones, circunstancia misteriosa, por
le con la mayor cuanto aTavez se ha postulado la incapacidad de los sujetos históricos con-
las del matrimo- cretos para alterarlas, su carácter de "prisión" de estos. Pero el desarrollo
r reservados; su historiográfrco a menudo contiene en gennen antídotos para sus propias
úlitares jugando conclusiones.
redida que hubo
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I-A HISTORIA DE LAS MENTALIDADES
Y SUS TRIBULACIONES
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LA HISTORIA DE LAS I\4ENTALÍDADES Y SUS TRTBULACIONES
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JoSÉ Pt]DRo BARRÁN. EPiLoCoS Y LECADoS
al rclato, pues
los hemos vaciado de indeterminación y conflicto, es decir,
de complejidad, diversidad y libertad. Tan a menudo hemos
mostrado a los
hombres como juguetes der poder y su sentido que olvidamos
los sentidos
diversos que los hombres concretos han asignado a sus vidas. y
si de esa
diversidad y del enfrentamiento conlo¡ sentidos de los poderes,
se deduce
la perdida de sentido der tiempo colectivo, pues este yu
oo úoi.o, o,
nos atribulemos. Probablemente se aplique a Io colectivo lo",que potlria
dgcirse de la vida personal: es preferible construirse una
vida sin sentido a
i vivirla con el sentido que otros le asiguan. sea bieuvenido el sinsentido
del
I' devenir colectivo si deriva der margen de libertad de los sujetos
históricos
concretos.
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