Está en la página 1de 6

Apunte extraído de conferencia dictada por María Mercedes Pavez G.

Lingüista,
académica de la Carrera de Fonoaudiología U. de Chile, que constituye apoyo a conceptualización
básica respecto al proceso de adquisición y desarrollo del lenguaje tratados en el curso Atención
Temprana del Desarrollo Infantil I

El proceso de la comunicación y sus alteraciones

“El proceso de la comunicación y sus alteraciones” es un titulo muy amplio que aborda
también un tema muy extenso. Por ello parece conveniente, en primer término, precisar algunos puntos:
1. La comunicación es un proceso complejo donde coexisten fenómenos lingüísticos con
fenómenos no lingüísticos, que se interrelacionan en el acto comunicativo mismo.
2. El lenguaje humano oral es, sin embargo, el instrumento básico de comunicación en las
comunidades humanas.
De acuerdo a estas consideraciones previas, parece lícito suponer que los trastornos del
lenguaje oral pueden alterar de modo importante el proceso de comunicación. Por ello, esta conferencia
se centrará en la comunicación lingüística, es decir aquella que depende básicamente del lenguaje oral
(aunque también podría plantearse en que medida los trastornos de la comunicación implican o no
alteraciones en el lenguaje oral).
Por otra parte, los trastornos de la comunicación lingüística pueden afectar tanto a los
adultos como a los niños que se encuentran adquiriendo el lenguaje, lo que plantea problemáticas
diferentes. En esta oportunidad, el tema de la exposición se centrará en los niños.
El referirse a la comunicación lingüística en los niños y sus alteraciones exige manejar
como marco de referencia imprescindible el proceso de adquisición y desarrollo del lenguaje normal
Así, el presente tema se centrará finalmente en tres preguntas básicas: ¿Qué tiene que
adquirir un niño cuando adquiere lenguaje? , ¿Cómo lo adquiere? Y ¿Cómo se puede alterar esta
adquisición?
Tres preguntas muy ambiciosas que plantean la necesidad de manejar algún modelo
teórico, que en este caso será el de Bloom y Lahey (Bloom, L. Y Lahey, M. 1978) y que, por cierto, no
encontrarán respuesta definitiva en esta exposición.

I. ¿Qué tiene que adquirir un niño cuando adquiere lenguaje?


Adquirir un lenguaje implica adquirir un sistema convencional donde interactúan tres
aspectos; contenido, forma y uso.
Un niño habla cuando tiene algo que decir, cuando tiene algunos “contenidos” que
comunicar. Para poder comunicar esos contenidos tiene que estructurarlos, representarlo en una forma
lingüística convencional, y todo niño que “conforma” lingüísticamente sus contenidos lo hace para “algo”
con algún objetivo y en alguna situación determinada frente a algún interlocutor específico (uso).
Se entiende por “contenido” una representación mental del mundo, representación que el
niño logra a través de la experiencia y de la interacción con los objetos y sucesos de su entorno. De este
modo, manejar los contenidos del lenguaje implica manejar conocimientos acerca del mundo: conocer
objetos, conocer relaciones entre los objetos, conocer sucesos y relaciones entre sucesos que ocurren
en el mundo. Así por ejemplo, un niño conoce objetos particulares (“lita” = abuela materna y solo abuela
materna) y clases de objetos (aunque su clasificación sea distinta de la de los adultos), pero también
“descubre” que los objetos existen independientemente de su percepción, que pueden desaparecer o
volver a aparecer, con lo cual maneja contenido de “existencia” (cuando al señalar una moto, dice por
ejemplo “eta moto” ), de “desaparición” (cuando al no ver la moto que debía estar en algún lugar, dice
“na” o “na momto” ) o de “reiteración” (cuando pide que se reitere un hecho o acción diciendo “más
moto”, en el sentido de “juguemos de nuevo con la moto”). En los contenidos anteriores, el niño ha
relacionado un objeto consigo mismo; pero también puede referirse a relaciones que afectan a objetos de
la misma clase mediante el contenido de “atribución” por ejemplo (“moto linda” versus moto fea) o a
relaciones que vinculan objetos pertenecientes a clases distintas, mediante contenidos como “posesión”
(“moto papá” = la moto papá),”locación” (“moto silla” = la moto está en la silla ) y fundamentalmente el
contenido de “acción” (“guau galleta”, mientras un perro se come la galleta). En los mensajes que pueda
transmitir un niño, los contenidos (que son categorías generales) se manifiestan en tópicos concretos: un
tópico es la idea particular codificada en un mensaje.
El tópico puede referirse a un objeto, o a una acción particular (por ej. “silla”, “sentarse”),
etc., mientras que el contenido corresponde a una categorización más general (“objetos” o “acciones” en
general).
Evidentemente, los tópicos son personales, particulares, contextuales y cambian por ello
según la edad, el nivel social y las distintas culturas.
Además de adquirir contenidos, un niño tiene que conocer formas lingüísticas para
codificar esos contenidos. El conocimiento de formas lingüísticas implica manejar fonemas, sílabas,
intensidad, entonación, etc., es decir el aspecto fonológico del lenguaje; pero también exige el manejo de
la morfología (distintos tipos de palabras) y de la sintaxis (la organización de las palabras en diferentes
estructuras oracionales).
Por otra parte, los niños cuando hablan no lo hacen sólo para dar una forma lingüística a
sus contenidos. Muy por el contrario, hablan con un objetivo determinado (obtener algo, cambiar la
conducta de los otros, llamar la atención sobre si mismo, etc). Es decir, usan el lenguaje para
determinados fines.
Conocer el uso del lenguaje permite seleccionar las formas adecuadas para lograr un
objetivo, pero también hace posible escoger las formas apropiadas según el contexto, la situación y, por
lo tanto, el interlocutor.
De este modo, en términos generales un niño que adquiere y desarrolla su lenguaje debe manejar una
representación mental de sus experiencias (contenido), adquirir las reglas fonológicas y morfosintácticas
de una lengua determinada (forma) y aprender a reconocer diferentes clases de circunstancias que
exigen distintos tipos de formas lingüísticas para lograr ciertos objetivos (uso).

II. ¿Cómo adquiere un niño normal el lenguaje?

Desde una perspectiva general, puede aseverarse que la adquisición y el desarrollo del
lenguaje resultan de la interacción dinámica entre el niño y las diferentes situaciones que ocurren en su
entorno, mas específicamente entre las capacidades y necesidades del niño y las diferentes situaciones.
Lo anterior significa que en el desarrollo del lenguaje interactúan por lo menos dos series
de procesos: a) un proceso madurativo propio del niño, de acuerdo al cual se van desarrollando gradual y
sucesivamente distintos sistemas funcionales especializados (y donde puede jugar un rol importante la
interacción del niño con el mundo): y b) la comunicación entre el adulto y el niño, que también es un
proceso que pasa por numerosas etapas que aumentan en complejidad y sutileza.
En síntesis, el niño adquiere el lenguaje en la medida en que, según sus capacidades y
necesidades, interactúa con el entorno (donde hay objetos que se mueven, sonidos que sobresalen, etc.)
y con los hablantes adultos.
En términos mas específicos, esta pregunta ¿Cómo adquiere el lenguaje un niño? puede
desglosarse en como adquiere el contenido, la forma y el uso. Al respecto, existe consenso en que los
adquiere en un proceso de etapas sucesivas, aunque los diversos autores difieren cuando se trata de
enunciarlas y caracterizarlas. Pese a ello, se reconoce la existencia de una etapa prelinguística y una
etapa lingüística (que puede subdividirse en etapa presintáctica y en etapa sintáctica).
La etapa prelinguística corresponde al primer año de vida aproximadamente y en ella los
niños empiezan a adquirir lo que Bloom y Lahey denominan los “precursores del contenido, la forma y el
uso”.

Durante el primer año de vida, el niño normal percibe y produce sonidos (forma), sabe
acerca de los objetos y sucesos de su entorno inmediato (contenido) y simultáneamente interactúa de
modo visual y vocal con otras personas en determinas situaciones (uso). Se comunica, pero su
comunicación refleja más bien sentimientos y estados sin intentar una representación convencional de
los mismos. Así por ej. vocaliza en relación con sentimientos de disgusto, pero su vocalización forma
parte de ese estado y no tiene la intención de representarlo (como ocurrirá en la etapa lingüística).
Antes de adquirir contenidos propiamente tales, un niño en la etapa prelinguística debe
descubrir que lo que ve (objetos que se mueven) y oye (voces humanas, ruidos sobresalientes) tiene
cierta regularidad y orden. También debe descubrir que su cuerpo se mueve y realiza acciones.
Todo lo anterior implica que el niño es capaz de atender selectivamente a los objetos y
ruidos del entorno. La atención guía al desarrollo cognitivo que, en ultima instancia, es el que permitirá
lograr la representación de la experiencia (reduciendo la información del entorno, transformándola y
codificándola para almacenarla en la memoria).

Cuando el niño “sabe” que los objetos existen en el espacio y en el tiempo, aún cuando él no pueda
verlos y actuar sobre ellos (es decir, cuando logra la noción de permanencia de los objetos), es capaz de
concebir un mundo estable, requisito para empezar a adquirir los contenidos propiamente tales.
De acuerdo a lo anterior, no resulta extraño entonces que en la etapa lingüística los
primeros contenidos que se evidencian sean justamente los de existencia, no existencia, reiteración y
muy pronto también el de acción y localización.
En síntesis, en las primeras etapas los niños adquieren los contenidos interactuando con
su entorno y ocurre con frecuencia que expresan distintos contenidos a través de la misma forma
lingüística (por Ej. “tato mamá” puede expresar, según la situación, el contenido de posesión – el zapato
de la mamá -, o el contenido de acción – la mamá me pone el zapato). Posteriormente las formas nuevas
expresaran contenidos antiguos (Por Ej. El contenido de existencia era expresado primero sólo con la
forma “ato”, luego puede aparecer la nueva forma “este ato” – este auto – y por último, “este es un auto”.
En otras etapas cuando los niños ya han adquirido y desarrollado distintas formas lingüísticas y manejan
ciertos contenidos básicos, pueden adquirir nuevos contenidos a través de las formas lingüísticas
mismas y no sólo a través de la experiencia directa.
En relación a la adquisición de la forma, son conocidas las distintas vocalizaciones propias
de la etapa prelinguística que se inician alrededor del primer mes y que ya en el sexto mes constituyen
lo que algunos autores denominan balbuceo (Dale, Ph. 1980). Durante el balbuceo, se aprecian
emisiones con gran riqueza de modelos entonacionales, que se asemejan a patrones adultos, y se
advierte la presencia de sonidos breves, bastantes regulares, con estructuras similares a las de CV-
consonante + vocal (lo que permite afirmar a algunos padres que el niño “empieza a hablar” aunque
ellos no lo entienden).
Es importante recordar que las emisiones de las etapas prelinguisticas en muchas
ocasiones le permiten al niño comunicarse con su entorno (¡es muy difícil que una madre permanezca
indiferente al laleo o balbuceo de su hijo!): pero no son formas convencionales elegidas intencionalmente
para representar un contenido. Por ello, sólo constituyen una etapa previa a la adquisición de la forma
propiamente tal.
La etapa lingüística se inicia cuando el niño logra codificar ciertos contenidos en ciertas
formas para un uso determinado.

La adquisición de la forma en la etapa lingüística se inicia con una etapa presintáctica


*
(PLE 1º) . Donde lo característicos son las estructuras de una palabra (holofrases), generalmente de una
a dos sílabas, con la estructura CV (consonante + vocal) reduplicada al comienzo (tata) progresivamente
1
diferenciada (tato, pato) . Estas estructuras de una palabra sólo son comprensibles en el “aquí y ahora”
del niño, es decir dependen fundamentalmente de la situación. Codifican al comienzo los contenidos
adquiridos tempranamente, por ello junto a palabras sustantivas (papá, tato) existen también palabras
relacionales como “más” (reiteración), “na” (desaparición).

En la etapa sintáctica (PLE 2 o más), los niños usan ya estructuras de dos palabras,
primero con relaciones sintácticas lineales (“eta moto”, “más upa”, “na moto”), en las cuales el contenido
depende de la palabra relacional (eta moto: existencia; más upa: reiteración; na moto: desaparición) y

*
PLE: Promedio de longitud del enunciado (MLU en inglés)
1
Para algunos autores la adquisición de los fonemas como tales sólo se inicia con esta diferenciación
que implica el análisis de una estructura previa: la sílaba.
luego estructuras con relaciones jerárquicas cada vez más complejas (mamá tin, mamá pone tin, mamá
2
ponme el calcetín) .
Además de mencionar las etapas a través de las cuales se adquiere y desarrolla la forma,
parece importante destacar que el niño normal logra adquirir determinadas formas lingüísticas siempre y
cuando interactúe en una situación comunicativa natural con un adulto que se las presente.
De este modo, así como el niño adquiere los primeros contenidos a partir de su
interrelación con el entorno, adquiere las formas a través de su interrelación con un hablante adulto.
Al respecto, ya es un hecho reconocido que los adultos modifican su lenguaje cuando se
dirigen a un niño he incluso se ha probado que niños de 4 años (y hasta de tres años) también adaptan
su lenguaje cuando hablan con niños menores (Rondal, J, 1980). Cuando un adulto se dirige a un niño,
usa una articulación más cuidada y lenta, su tono tiende a ser más alto (con lo cual llama y mantiene la
atención del niño), el 90% de sus pausas indican el final de la oración (cuando el niño tiene entre 18 y 40
meses), su léxico es simple, concreto y generalmente se refiere a contenidos como acción, existencia,
posesión, atribución, etc. Las oraciones que emplea son gramaticales y su complejidad está en relación
directa con el desarrollo lingüístico del niño. Además su lenguaje es reiterativo: las madres repiten entre
un 10% y 30% de sus propias producciones adultas, y, por otra parte, repiten expandiendo las emisiones
del niño.
En síntesis, el niño adquiere el lenguaje inmerso en situaciones comunicativas,
interactuando con interlocutores que adaptan los estímulos lingüísticos que le proporcionan.

En cuanto a la adquisición del uso, es importante destacar que el niño se comunica con su
medio mucho antes del desarrollo del lenguaje.
En la etapa prelinguística se establece una amplia red de comunicación táctil, visual y vocal
entre el niño y su madre. Además del contacto físico directo, se desarrollan pautas de comunicación
ocular: primero contactos oculares recíprocos, luego el niño sigue con la mirada a la madre cuando ésta
se desplaza, posteriormente sigue con su mirada la mirada de la madre, etc. También se establece
comunicación a través de las vocalizaciones: el niño y la madre vocalizan al unísono y luego
alternadamente, originando lo que algunos autores denominan las “protoconversaciones” (Cristal, D,
1891). En estas protoconversaciones, aunque no hay intercambio de contenido significativo, el niño está
adquiriendo ya los roles de emisor y de receptor.
Según Halliday (Halliday. M. 1982) también ya en la etapa prelingüística (a partir de los
nueve a diez meses) el niño utiliza sus vocalizaciones para lograr determinados objetivos: para
interactuar con otro (función interaccional): para expresarse como individuo, manifestando Interés por ej.
(Función personal); para obtener cosas (función instrumental) y para controlar la conducta de los otros
(función reguladora). En esta etapa, acompaña siempre sus vocalizaciones con movimientos y gestos.
Posteriormente, en la etapa lingüística, empleará formas convencionales para las mismas
funciones a las que se agregarán la función imaginativa (en que el lenguaje se usará en actividades
lúdicas como sonido puro: capenanenu tenetenetu, o para crear situaciones imaginarias: “hagamos que
yo era la mamá”); la función heurística (en que el lenguaje se usa como instrumento para aprender sobre
las causas: ¿Qué tiene aquí?, ¿Por qué se rompió?, etc.) y la función representativa (para expresar
propuestas, referirse a objetos, personas, sucesos, etc. Del mundo real).
Al principio, los enunciados de los niños estarán estrechamente vinculados a la situación
presente (al “aquí” y al “ahora”) y en muchas ocasiones no se relacionarán con los enunciados
lingüísticos que los preceden. La distancia en relación a la situación de la que se habla, la gradual
adaptación a diferentes oyentes y la emisión de enunciados cada vez más vinculados con el contexto son
logros que se alcanzan a través del paulatino desarrollo lingüístico.
En resumen un niño normal adquiere el lenguaje en etapas sucesivas interactuando con su
entorno (contenido) y con hablantes adultos que le proporcionan una estimulación lingüística gradual
(forma), hablantes con los cuales se comunica para lograr determinados objetivos (uso).

II. ¿Cómo se puede alterar la adquisición del lenguaje?

2
Un análisis más pormenorizado de la forma no parece pertinente en esta ocasión y además es
necesario señalar que no existen en nuestra lengua estudios exhaustivos al respecto.
Evidentemente ésta es una pregunta que puede tener múltiples respuestas según la
perspectiva desde la cual se la enfoque.
En esta ocasión, siguiendo los planteamientos antes expuestos, sólo se intentará inferir
cuales son los requisitos más elementales para que el niño pueda adquirir y desarrollar su lenguaje con
normalidad, requisitos que al no cumplirse pueden alterar todo el proceso.

“Un niño para hablar tiene que tener algo que decir”
La afirmación anterior apunta al manejo de contenidos que inicialmente se logran mirando
objetos que se mueven, tocándolos, lanzándolos, etc. y escuchando distintos sonidos. Es decir, se
requiere por una parte normalidad de los órganos sensoriales y por otra parte un desarrollo neurológico,
motor y cognitivo que le permita desplazarse por el entono y atender, procesar y almacenar la
información proveniente del medio. Por lo tanto, cualquier trastorno que afecte a alguno de estos
factores, incidirá en la adquisición de los contenidos alterándolos (y alterando en consecuencia el
lenguaje).
Además, el niño necesita tener a su alcance objetos que mirar, sonidos que escuchar y
debe tener la posibilidad de desplazarse. En consecuencia, el niño deprivado de estímulos (o el niño con
el “síndrome del cajón”), también presentará alterada la adquisición de los contenidos.
Un niño hipoacúsico (normal en los otros aspectos) que pueda por ej. desplazarse sin
problemas y manipular objetos logrará en las primeras etapas una adquisición relativamente adecuada
de los contenidos y mejor que la de un niño no vidente limitado en el desplazamiento e imposibilitado
para el procesamiento de información visual, pero cuando la adquisición de contenidos vaya
dependiendo cada vez más de la forma lingüística en vez de la apariencia directa, es posible que se
invierta la situación al no vidente (que sí puede procesar auditivamente las formas).
Un niño deficiente mental con un desarrollo cognitivo alterado, evidentemente también
tendrá problemas en la adquisición de los contenidos, problemas que pueden iniciarse a partir de la
capacidad de atender e interesarse por el entorno (dependiendo del grado de deficiencia).

“Un niño que tiene algo que decir tiene que saber cómo decirlo”.
Existen ciertos trastornos en que se aprecia un mejor manejo de los contenidos que de las
formas lingüísticas necesarias para comunicarlos. Las formas pueden ser fonológicamente poco
inteligibles, los enunciados reducidos o agramaticales, sin embargo el uso adecuado de gestos y el
manejo de la situación suple en parte el déficit lingüístico formal y posibilita la comunicación.
La adquisición normal de la forma exige también una audición y un desarrollo cognitivo
adecuados que permitan atender, percibir, discriminar, procesar y almacenar los estímulos lingüísticos
auditivos que los adultos proporcionan al niño.
Por otra parte, la estructuración de enunciados lingüísticos implica procesos de selección y
combinación de unidades formales de diferente naturaleza, lo que exige el manejo de relaciones
intermodales dependientes del Sistema Nervioso Central y un desarrollo neurológico que permita la
ejecución práxica de los mismos.
De acuerdo con lo anterior, un niño hipoacúsico cuyas vocalizaciones prelingüísticas
pueden haber impresionado como normales (aunque ya es posible advertir anomalías cuando interviene
el feedback auditivo) presentará problemas en la adquisición de la forma concordante con su trastorno
en la audición.
Un niño deficiente mental tendrá alterado su desarrollo morfosintáctico de acuerdo a su
limitación general, a pesar de que se ha comprobado que las madres de niños deficientes le
proporcionan un input lingüístico adecuado al nivel de desarrollo de su lenguaje (como las madres de
niños normales) (Rondal, J.,1983). El aspecto fonológico de la forma también se altera con frecuencia en
estos niños en directa relación con los problemas motores que presentan (y a factores como la hipotonía
por ej.).
La adquisición de la forma puede alterarse no sólo por factores vinculados con el niño
mismo. Como ya se ha mencionado antes, se necesita también un adulto que hable con el niño, por lo
tanto la deprivación de estimulación lingüística puede incidir de modo importante en la adquisición del
aspecto formal.

“Un niño para hablar tiene que tener algo que decir y un motivo para decirlo”.
Existen niños que no hablan porque no tienen ninguna motivación para hacerlo o porque
patológicamente no se relacionan con su entorno (y en este caso el trastorno del lenguaje es secundario
a la alteración psicótica de base, como en el autismo).
Las alteraciones en la adquisición del uso se relacionan así directamente con las
necesidades del niño, necesidades que van cambiando según cambian sus capacidades y su interacción
con el entorno.
Por otra parte, el conocimiento de uso implica manejarse adecuadamente en los roles de
emisor y receptor y ser capaz de reconocer situaciones comunicativas diferentes para adaptarse a ellas.
De este modo, el desarrollo normal del uso aparece vinculado al desarrollo psicológico y
social del niño.
Un niño hipoacúsico, que puede haber adquirido cierto desarrollo en los contenidos y en la
forma del lenguaje, puede presentar alterado el uso. Es posible que sea un receptor muy atento (aunque
con una atención anormal centrada constantemente en la cara y la boca del emisor). Pese a ser atento
puede ser, sin embargo, un receptor más bien pasivo que no retroalimenta al emisor con comentarios o
expresiones como “mm”. Concordante con lo anterior es posible que tienda más bien a responder que a
tomar la iniciativa como emisor. Todo ello dentro de un marco donde su limitación en la forma le impedirá
a la vez contar con un variado repertorio formal para escoger la estructura mas adecuada a sus objetivos
y a la situación.
En los niños con deficiencia mental, se ha observado que aparecen ciertos trastornos en su
interacción con un Interlocutor ya en la etapa prelingüística (Rondal,J, 1983).La interacción ocular
compartida (madre y niño miran el mismo objetivo) es menos frecuente, por ej. La estructura de sus
vocalizaciones es similar a la de los niños normales, pero no abrevian ni separan su balbuceo impidiendo
que pueda intervenir con facilidad un interlocutor adulto; hecho que dificulta la protoconversación y, en
consecuencia, la iniciación temprana en lo roles de emisor y receptor.
Finalmente es posible destacar que en la adquisición del uso es donde incide de modo más
destacado la interacción social y afectiva del niño con los interlocutores adultos.

En síntesis, la adquisición del lenguaje puede alterarse porque el niño tiene problemas
para adquirir algunos de sus aspectos en especial, sin embargo dada la integración existente entre
contenido, forma y uso la alteración de cualquiera de ellos afectara a los demás.
Para concluir esta exposición, sólo quisiera destacar un hecho básico y conocido: Un niño adquiere y
desarrolla el lenguaje como resultado de la interacción de múltiples factores( sensoriales, neurológicos,
psicológicos y sociales); hecho que debe estar siempre presente cuando se intenta detectar y
comprender un trastorno del lenguaje y sobre todo cuando se lo trata terapéuticamente.

BIBLIOGRAFÍA

BLOOM, L y LAHEY, M: Language Development and Language Disordes, John Wiley and sons, New
York, 1978.
BOUTON, Ch.: El desarrollo del lenguaje, Buenos Aires, Ed. Huemul, 1976.
CRYSTAL, D.: Lenguaje infantil, aprendizaje y lingüística, Barcelona, Ed. Médico Técnica, 1982.
DALE, Ph.: Desarrollo del lenguaje. Un enfoque psicolingüístico, México, Ed. Trillas, 1980.
HALLIDAY, M.A.K.: Exploraciones sobre las funciones del lenguaje, Barcelona, Ed. Médico Técnica,
1982.
RONDAL, J.: Lenguaje y educación, Barcelona, Ed. Médico Técnica, 1980.
RONDAL, J.: Lenguaje y deficiencia mental: datos recientes y perspectivas, en Rev. Logop. Fonoaud.,
Vol. III, nº 2, 1983,pp. 66-67.

También podría gustarte