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Dorca W.

García

ENFOQUES TEÓRICOS Estudiante


Programa Graduado
de Psicología

DE LA PERSONALIDAD Universidad
Interamericana de
Puerto Rico

Propuestas particulares de la personalidad dentro de tres fuerzas en la


Psicología; psicoanalista, conductual y humanista.
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Boeree (2002) organiza su libro sobre teorías de la personalidad de acuerdo a las tres
corrientes o fuerzas principales en la Psicología: psicoanalítica, conductista y humanista.
Ubicamos dentro del psicoanálisis a los discípulos de Freud aunque algunos se apartaron
de él por tener diferencias. El psicoanálisis enfoca sus teorías de la personalidad en
procesos inconscientes, el conductismo, en el aprendizaje y la humanista, en el
consciente, viendo al ser humano como un ser autónomo, responsable de su desarrollo y
dirigido a la autorrealización (Ramírez, s.f.). La mayoría de todas estas teorías incluyen
aspectos generales del desarrollo humano, la formación de la personalidad, cómo surgen
los trastornos mentales y modelos psicoterapéuticos. Sin embargo, en este ensayo nos
enfocaremos principalmente en las semejanzas y diferencias entre estas importantes
fuerzas de la psicología en lo que respecta a la personalidad.
La base de la teoría de Freud (1856-1939) es la división de la mente entre consciente e
inconsciente. En el inconsciente hallamos al Ello, la estructura de nuestra personalidad encargada
del placer, de satisfacer inmediatamente nuestras necesidades fisiológicas, como comer, dormir y
tener sexo, y nuestros deseos, como desear besar al novio de tu mejor amiga. En el consciente
encontramos al Superyó, esa parte de nosotros que ha internalizado las reglas y expectativas de
la sociedad. El Yo, aunque ubicado en el consciente, se encuentra debajo del Superyó y es el
intermediario entre el Ello y el Superyó. El Yo representa la realidad y la razón. Busca las
formas de satisfacer al Ello de maneras socialmente aceptables, siempre que se pueda. Estas tres
estructuras de la personalidad constituyen el aparato psíquico según Freud. Los psicoanalistas
freudianos se enfocan en accesar el inconsciente, en todo aquello que el individuo ha reprimido y
olvidado pero que afecta la personalidad y la conducta de la persona. (Boeree, 2002).
Además de las estructuras de la personalidad, Freud desarrolla una teoría del desarrollo
del niño basado en un sistema de gratificación. Según la etapa de crecimiento del niño, él o ella
va cambiando la fuente de gratificación. En la oral, el infante se satisface con la boca, en la anal,
con el proceso de eliminación y la fálica, con los genitales. Luego de una etapa de latencia donde
el niño se enfoca en el aprendizaje, la gratificación regresa a los genitales donde permanece hasta
el final de nuestras vidas. En cada etapa, el niño debe alcanzar una tarea, tales como el destete o
dejar el biberón, dominar las destrezas de ir al baño por sí solo, y la identidad sexual. Cualquier
dificultad o trauma relacionado al logro de estas metas afectará el carácter de la persona. Por
ejemplo, un destete temprano debido al rechazo de la madre desarrolla una personalidad “oral-
agresiva.” La persona mantiene la tendencia a morder lápices o mascar chicle, o a ser
verbalmente agresivos, sarcásticos o irónicos, por dar algunos ejemplos. Si el niño no resuelve
bien el control de esfínteres, se puede tornar perfeccionista o compulsivo, o, al otro extremo,
excesivamente desordenado, destructivo y delincuente. (Boeree, 2002).
Según Boeree (2002), Erik Erikson (1902-1994) fue “un psicólogo del Yo freudiano” (p.
30). Al igual que Freud, Erikson describió el desarrollo humano en etapas, dando énfasis a las
tareas que el individuo debe alcanzar para desarrollar una personalidad saludable. Si logra la
tarea, desarrolla una virtud, pero si tiene dificultades, puede desarrollar “maladaptaciones” o
“malignidades”, como les llamó Erikson. Estas virtudes, maladaptaciones o malignidades
conformarían parte de nuestra personalidad.
La diferencia fundamental entre Freud y Erikson es que el segundo enfatizó la influencia
de la sociedad y la cultura. Además, les llamó estadios en vez de etapas y añadió tres estadios
adicionales en la adultez. Por ejemplo, uno de los que añade Erikson es la Generabilidad o
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productividad vs. Auto-absorción. Esta ocurre aproximadamente entre los 20 y 50 años, cuando
generalmente tenemos y cuidamos hijos. Si la superamos con éxito desarrollamos la virtud de
“cuidar.” Si exageramos y andamos haciendo mil cosas sin balance generamos la maladaptación
de la “sobrextensión.” Si no somos productivos y no contribuimos de ninguna manera a la
sociedad, más bien seríamos una carga, entonces Erikson le llama la malignidad del “rechazo.”
Vemos en este ejemplo cómo las expectativas de la sociedad y la cultura se reflejan en el
desarrollo del ser humano y la formación de su personalidad, ya que en la nuestra se espera que
algún día formes una familia y cuides de tus hijos. (Boeree, 2002).
Otra vertiente del psicoanálisis, según Boeree (2002), es la perspectiva transpersonal, la
cual añade la espiritualidad a la ecuación y está mejor representada por Carl Jung (1875-1961).
Al igual que Freud, Jung divide la psiquis en tres partes: “el Yo, el inconsciente personal y el
inconsciente colectivo.” El Yo es la mente consciente mientras que el inconsciente personal es
aquello que está en el inconsciente pero puede ser accesado con alguna facilidad.
A diferencia de Freud, Jung no habla de instintos. Él nos introduce al concepto del
inconsciente colectivo, “el reservorio de nuestra experiencia como especie” (Boeree, 2002, p.
42). Este “conocimiento” es heredado mas no estamos consciente del mismo. Nos influye en las
emociones y comportamiento, impactando así nuestras experiencias. A este vasto conocimiento
innato Jung lo organiza en arquetipos. Aunque no hay un número predeterminado de arquetipos,
Boeree presenta 18 arquetipos que Jung identifica, tales como la madre, el padre, el maná, la
sombra, la persona y Dios, por nombrar algunos. Por ejemplo, el arquetipo materno es ese deseo
genéticamente programado de tener una madre, o al menos, un cuidador. El maná representa el
poder espiritual; la sombra, el sexo, los instintos y nuestro lado oscuro; la persona, nuestra
imagen pública; y Dios, nuestra necesidad de comprender el Universo (Boeree, 2002, p. 43-46).
En cuanto a la personalidad, Jung desarrolla “un sistema caracterológico de tres
dimensiones cada una de las cuales se dividen en dos polos: extraversión-introversión,
sensación-intuición y pensamiento-sentimiento…” (Ramírez, s.f., p. 1). La combinación de estas
dimensiones son los diferentes tipos de personalidad. Myers y Briggs añaden una cuarta
dimensión, juicio-percepción, y desarrollan la famosa prueba de personalidad Myers & Briggs
basada en la teoría de personalidad Jungiana. (Boeree, 2002).
Por último dentro de la fuerza psicoanalítica, encontramos a Alfred Adler (1870-1937).
Adler difiere de Freud en que considera “el afán de perfeccionismo o de superación” como la
única fuerza motivacional o pulsión, en el lenguaje freudiano. Otra diferencia fundamental es
que Adler nos ve como seres impulsados hacia el futuro, por nuestras metas, propósitos e ideales,
a diferencia de Freud quien nos veía como seres determinados por el pasado, por lo vivido en la
infancia. A este enfoque motivacional hacia el futuro se le denomina teleología. Además, Adler
no creía en dividir la mente en estructuras si no que tenía una visión holística del ser humano. Es
por esto que su teoría se llama psicología individual, lo que significa “lo no dividido.” (Boeree,
2002).
Tomando todo esto en cuenta, Adler desarrolla el concepto de “estilo de vida,” el cual es
el modo en que el individuo se adapta a su ambiente mientras busca la perfección o la auto-
superación. Al “instinto” de adaptarse al medio ambiente, Adler le llamó “interés social.” El
interés social es parcialmente innato, pues los miembros de la sociedad usualmente fomentan la
adaptación a la sociedad en que nacemos. Para Adler, un factor importante que influye en el
desarrollo del estilo de vida es la familia y el orden de nacimiento (Engler, 2014). Por ejemplo, si
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naces en una familia que fomenta un ambiente de respeto y amor, pero eres el más pequeño de
tres hermanos y fuiste consentido excesivamente, podrías formar una personalidad muy
dependiente de los demás, lo que en la niñez tardía o en la adolescencia te traería sentimientos de
inferioridad y complejos.
Dentro del conductismo, encontramos a B.F. Skinner (1904-1990) y Albert Bandura
(1925-presente), ya que sus teorías se centran en los procesos de aprendizaje. Skinner tituló su
teoría Condicionamiento Operante. Esta teoría describe el proceso de dar forma y mantener una
conducta particular por medio de sus consecuencias. El ser humano tiende a repetir aquellas
conductas cuyas consecuencias son placenteras o eliminan un estímulo que no lo es. Por lo tanto,
aprendemos mediante el refuerzo positivo o negativo, respectivamente. Entre más se refuerce
una conducta, más sólido será el aprendizaje. Del mismo modo, si la consecuencia de una
conducta es indeseable, entonces se reduce la probabilidad de que se repita esa conducta. O sea,
si la consecuencia es un castigo, entonces el individuo no tenderá a repetir dicha conducta.
(Navas, 2007).
Según Engler (2014), para Skinner la personalidad es un constructo totalmente
innecesario. Debido a que las estructuras de la personalidad, las pulsiones o cualquier otro factor
de motivación, no son directamente observables, Skinner, al igual que otros conductistas como
Watson, no le daban valor alguno. Lo único observable es la conducta y, por lo tanto, para la
fuerza conductista la forma en que actuamos es el equivalente a la personalidad.
Para Bandura, el aprendizaje ocurre a través de la observación del comportamiento de
otra persona, a la que se denomina modelo. El individuo imita o repite la conducta que observa
en otro individuo, el modelo, que la exhibe. Luego de imitar la conducta la persona deberá ser,
en lo posible, reforzada positivamente. Sin embargo, para Bandura, el refuerzo no es lo único
que influye en la conducta. La persona, el ambiente y la conducta misma del individuo
interactúan a la vez para producir el comportamiento subsiguiente. Por ejemplo, la conducta
influencia a la misma persona y al ambiente como también el ambiente y la persona influencian
la conducta. Esta interacción de tres vías, denominada como “determinismo recíproco”, debe ser
comprendida para entender la conducta y el funcionamiento psicológico de los seres humanos
(Navas, 2007).
Entre las cosas que se aprenden a partir de la experiencia están las “normas de
ejecución,” lo que para mí se parece al Superyó de Freud. Una vez esas normas son aprendidas,
se convierten en las bases de la autoevaluación (algo que haría el Yo de Freud). Las “normas de
ejecución personales” se desarrollan sobre la base de la experiencia directa con fuentes de
reforzamiento, tales como los padres y maestros, al asignarle un gran valor a conductas que han
sido efectivas para lograr elogios de parte de estas personas significativas en nuestra vida.
También pueden desarrollarse vicariamente observando conductas reforzadas en otros. Bandura
considera que el reforzamiento intrínseco que proviene de la autoevaluación es mucho más
influyente que el reforzamiento extrínseco. La conducta que ha sido auto-reforzada tiende a
mantenerse más efectivamente que la reforzada externamente. Si las normas de ejecución son
demasiado altas, pueden ser fuente de frustración, ansiedad, angustia, depresión, etc. La
percepción de la propia impresión de lo que uno es capaz de hacer, a lo que Bandura llama la
“autoeficacia,” tiene un papel muy relevante en la conducta autorregulada. Las personas con una
percepción de autoeficacia alta se esfuerzan más, logran más y persisten más en una tarea que las
personas con una percepción de autoeficacia baja. Aunque Bandura no habla de personalidad de
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forma directa, podemos ver cómo tu percepción sobre tu propia autoeficacia influencia el
desarrollo de tu personalidad. Si te ves como capaz de hacer cualquier cosa serás atrevido,
aventurero, alegre, etc. Si te ves como incapaz, probablemente desarrolles una personalidad
dependiente, tímida, y reservado.
En cuanto al humanismo, muchos autores como Ramírez (s.f.) consideran a Carl Rogers
(1902-1987) su máximo exponente. Al igual que Freud, Rogers desarrolló una teoría muy
elaborada y completa que es muy difícil resumir en pocas palabras, por lo que me concentro en
algunos factores de su teoría. Muy similar al afán de perfeccionismo adleriano, Rogers construye
su teoría sobre la fuerza motivadora de la “tendencia actualizante.” “Esto puede definirse como
una motivación innata presente en toda forma de vida dirigida a desarrollar sus potenciales hasta
el mayor límite posible” (Boeree, 2002, p. 138). Al igual que Erikson, Adler y Bandura, la teoría
de Rogers incorpora un componente social. Este componente social es parecido al Superyó
freudiano en la medida que internalizamos las expectativas y las normas de la sociedad, primero
de los padres y luego de la comunidad; lo que se considera bueno o malo, lo que valora esa
sociedad, como la acumulación de capital, etc. Sin embargo, a diferencia de estos autores,
Rogers le presta especial atención a lo que llama la “incongruencia” entre “tu verdadero yo” y
“el ideal del yo.” Para simplificar estos conceptos y en mis propias palabras, tu verdadero yo es
la persona a la que estabas destinada a convertirte y el ideal del yo es la persona que proyectas
ser para encajar en la sociedad en que naciste. Para alcanzar tu máxima actualización (auto-
realización en términos de Maslow, también humanista) habrá conflictos entre lo que necesitas
lograr y lo que la sociedad espera de ti, o sea, entre tu verdadero yo y tu ideal del yo. De esta
incongruencia es que nacen los mecanismos de defensa que tanto Freud como Rogers elaboran
aunque con algunas diferencias considerables. También surgen las enfermedades mentales en la
medida que no podemos armonizar ni resolver estas fuerzas incongruentes. (Boeree, 2002 y
Engler, 2014).
En cuanto al desarrollo de la personalidad, Rogers incorpora algunos conceptos
conductistas aunque les nombra de diferente manera. Cuando nacemos, tenemos una necesidad
innata de agradar, primero a nuestros padres y luego, el resto de las personas significativas que se
incorporan en nuestras vidas (maestros, amigos, pastores, etc.). En este proceso de crianza se
puede reforzar ciertas conductas de manera incondicional o condicional. Si los agentes que
refuerzan o castigan la conducta se enfocan en la conducta a modificar o reforzar, hay mejores
posibilidad de criar a una persona con una autoestima fuerte y un amor propio sólido. Es la
diferencia entre decir “eso no se hace” en vez de “eres malo o mala.” Los niños criados con amor
incondicional desarrollan una personalidad única y sana más cercana a su “verdadero yo.” Sin
embargo, si el amor o la atención que le damos es un mecanismo reforzador, se afecta la
autoestima y el amor propio. (Engler, 2014). Algunos ejemplos serían cuando le decimos a una
niña que es mala porque le dañó los maquillajes a mamá o “no te voy a querer más si sigues
llorando”. Todo este condicionamiento “nos conduce a su vez a tener una autovalía positiva
condicionada. Empezamos a querernos si cumplimos con los estándares que otros nos aplican,
más que si seguimos nuestra actualización de los potenciales individuales” (Boeree, 2002, p.
139). En otras palabras, nuestra autoestima depende más del “ideal del yo” sacrificando cada vez
más “al verdadero yo.” En este proceso se afecta el desarrollo de la personalidad y puede quedar
un enorme vacío dentro de la persona.
En resumen, estas tres fuerzas de la Psicología definen la personalidad de manera
diferente, aunque tienen algunos elementos en común. El psicoanálisis trabaja con el
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inconsciente mientras que el conductismo lo ignora completamente, concentrándose sólo en la


conducta observable. Sin embargo, ambas son consideradas deterministas ya que minimizan la
oportunidad de ejercer el libre albedrío.
El humanismo es la única fuerza entre las tres que reconoce la capacidad del ser humano
de auto-superarse y trascender su pasado. En gran medida los teóricos de una época se nutren y
expanden las teorías del pasado. Para mí, Carl Rogers es quien mejor ha sabido integrar
conceptos de las tres fuerzas produciendo una teoría realmente fascinante que vale la pena
explorar con mayor profundidad.
REFERENCIAS
Boeree, C.G. (2002). Teorías de la personalidad. Traducción al castellano: Dr. Rafael Gautier.
E-book disponible en http://webspace.ship.edu/cgboer/personalidad.html
Engler B. (2014). Personality Theories. (9th ed.). United States:Wadsworth Cengage Learning
Navas, J. (2007). Conceptos y Teorías del Aprendizaje. Puerto Rico: Publicaciones
Puertorriqueñas.
Ramírez Díaz, E. E. (s.f.). Diferentes tipos de psicoterapias. Recuperado de
http://www.psicologia-online.com/autoayuda/terapias/psicoterapias.shtml

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