LASTA JX
N PASTA
‘QUANT. COPIAS
PROFESSOR
LZ
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La escuela del dolor humano
de Sechudn,
‘Melville no suele escuchar el sonido del viento, afir-
rma la madre cuando descubre que su hijo ha re-
dactado una pigina en blancoReglas para una posible puesta en escena de la Escuela del dolor bu-
Se tendré que ser muy cuidadoso con la claridad com que se deben expresar
las formas de reprerentacton por las que ese sipu de teusru debe tanita.
En algunas regiones se representa con cierta regularidad lo que algunos
estudiosos laman el tearilo énico, bautizado de ese modo porque fue
tun grupo de antropélogos quienes casi por casualidad detectaron por
primera ver esta peculiar forma de actuacién. Se tata de cierto tipo de
‘performances, constituidas por una serie de pequetias piezas, a veces de-
feenas, que en apariencia guardan una supuesta autonoméa, Antes de co-
menzar cada una de ells, los atores explican al piblico de una mancra
breve el contenido o la forma de representacién que emplearin para le
varlas a cabo, Solo al final ews fraysnentos —cada uno Heva un titulo
diferente— se insertan al conjunto dando una sospechosa idea de rora-
lidad. Por una extrafia razén, euando este fendmeno ocusre el piblico
entra en un estado catértico bastante particular. Portal motivo esta for-
‘ma teatal es una manifestacién conctolada por las autoridades. Unica-
mente se permite la representacién de un limitado nimero de piczas al
atio, solamente para celebrarsticesos importantes para la comunidad.438
La instalacién de las escuelas
Se elatard, con la mayor economia de recursos posible, eémo.seintenté hacer
del dolor una experiencia coidiana
Desde hace algin tiempo se han insalado en la zona verdaderas
las populares, donde se ensefia la adaptacién de las manifestaciones del
dolor a las diferentes instancias dela vida cotidiana. Puede parecer cu-
rioso que precisamente en una provincia semejante se haya puesto en
préctica una escuela de este tipo. El pasado imperial no estélejano del
inconsciente colectivo —con sus hambrunas y guerras que diermaron
millares de vidas— as! como tampoco los horrores de larepiblica popu-
lar, que al acabar con todo aisbo de individualidad hizo del dolor de los
ciudadanos una tragedia en comiin. Tampoco se olvida la aparicién de
tun equipo de voleibol en el que todos sus integrantes carcetan de dedox
en la mano derecha
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Los mejores pjaros son los que se quedan mudos
Quienes se detienen a observar lo que sucede en las plazas puiblicas suelen
evarse mds de wna sorpresa. Una joven en una fuente y unos hombres obe-
sos convertides en paiaros de fuego.
Es cada vex mayor la distancia que ecorro con la vista cuando miro des-
de esta ventana. Al principio s6lo puedo ver las lineas del tren. Dos, pa-
ralelas, ocultas por la herrumbre. Sélo después de unos dias soy capar de
observar las ruedas completas dl ferocarril. Cuando me atrevo a admi-
rar el vagén entero suelo dejar nuevamente de percibir la realidad. En
esos momentos debo recordar vijas téenicas. Recurrir a mi pasado re~
ciente, por decilo de alguna manera. Actualizr certs ensefianzas apren-
didas en la ecucla como pararme de tal modo, poner los brazos en cruz
y realizar una breve genullexién. Respirar luego eres veces seguidas, ha-
ciendo mucho tuido, y de inmediato contener la respiracin hasta sen-
titme morir. Este método suele ser efectivo. Me consta. En mds de una
oportunidad lo he utilizado con sorprendentes resultados. Por ejemplo,
cuando debo golpeat al nifio que tengo asignado para ahogar en la fuen-
tea la hora de mayor aRuencia de piblico. O cuando rio al ver a unos
hombres obesos pegarse plumas de pijaro en ef cuerpo. Es por eso que
espe de aguante slo ds ue pueda, a sempre logeo ver