Corderito, yo te lo diré,
¡Corderito, yo te lo diré!
Por tu nombre es Él llamado,
pues se llama a sí mismo un Cordero:
Él es sumiso y es tierno,
y un niñito llegó a ser:
Yo un niño y tú un cordero,
por su nombre se nos llama.
Dios te bendiga, Corderito.
Dios te bendiga, Corderito.
"Hay cosas que se conocen, hay cosas que se desconocen, entre ellas, están
las puertas" W. Blake.
Y esa humilde
arpa -óyela- en su lejano estuche,
acariciada por la simple brisa
cual tímida doncella ante el amante
es tan dulce reproche que me invita
a repetir la falta. Ya sus cuerdas,
suavemente tañidas, nos ofrecen
oleadas de notas que recuerdan
el embrujo sonoro que los elfos
pronuncian por la tarde, cuando viajan
con la brisa que llega de las hadas,
donde la música ronda las flores
salvajes como aves del paraíso
¡flotando en su ala indómita, sin pausa!
¡La vida dentro y fuera de nosotros,
que anima el movimiento y es su alma,
luz en sonido, sonido en la luz,
ritmo en el pensamiento y alegría
en todo! Cómo no amarlo todo
en un mundo tan pleno, donde canta
la brisa y el aire aquietado es música
dormida en ese tácito instrumento.
Argumento
Cómo un barco, habiendo pasado la línea, es impulsado por las tormentas hacia
las frías comarcas del Polo Sur;
y cómo de allí siguió la ruta a las latitudes tropicales del gran Océano Pacífico; y
de los extraños sucesos que padecieron
de qué manera el viejo marino tornó a su patria.
Parte primera
El marinero cuenta cómo el navío se dirigió hacia el sur con buen viento
y admirable tiempo, hasta que llegó a la línea.
Se da el invitado en el pecho,
ya nada puede sino escuchar;
y así le habla ese pobre vejete,
el marinero de claro mirar.
La tierra del hielo y de los sones espantosos, donde no se veía un ser viviente.
Hasta que una gran ave marina, llamada el Albatros, vino a través del turbión
de nieve, y fue recibida con gran alegría, y con hospitalidad.
Y he aquí que el Albatros mostró ser un ave de buen augurio, y siguió al barco,
que viró hacia el norte, a través de la niebla y de los hielos flotantes.
***
Parte segunda
Los camaradas recriminan al viejo marino, por haber matado al ave de buena
suerte.
Un espíritu las había seguido.; uno de los invisibles habitantes de este planeta,
que ni son ánimas en pena, ni son ángeles; a propósito de ellos puede verse lo
que
dicen el docto judío Josefo, y Miguel Psellus, el platónico constantinopolitano.
Son muy numerosos, y no hay clima ni elemento donde no se encuentren uno o
varios.
***
Parte tercera
Al crepúsculo en occidente,
era el mar un gran resplandor.
Sobre las olas de occidente
reposaba un enorme sol,
cuando pasó esta forma extraña
entre nuestro barco y el sol.
Y su armazón, sobre el sol poniente, forma como los barrotes de una celda.
Al salir la luna.
***
Parte cuarta
Y las envidia, pues que pueden vivir cuando tantos han muerto.
***
Parte quinta
Pero no por las almas de los hombres, ni por los demonios de la tierra
o del aire inferior, sino por una tropa bendita de espíritus celestiales,
venidos por invocación del ángel guardián marino.
***
Parte sexta
Primera voz
Segunda voz
Primera voz
Segunda voz
El timonel y su grumete
aprisa oílos se acercar.
¡Dios del cielo! ¡Ya no podían
los muertos blasfemar!
***
Parte séptima
-«¡Confiésame, confiésame»
le dije al devoto varón.
-«Yo te conjuro a que me digas
quién eres»; y se signó.
Mi lengua, cada molécula de mi sangre formada por esta tierra y este aire.
Nacido aquí de padres cuyos padres nacieron aquí y
Cuyos padres también aquí nacieron.
A los treinta y siete años de edad, gozando de perfecta salud,
Comienzo y espero no detenerme hasta morir.