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Derecho de Daños
Derecho de Daños
En el Antiguo Derecho Francés. Señala un progreso sensible, comienza a separase por primera vez
la responsabilidad civil de la penal. Se crea el Ministerio Público, a través de la Ordenanza del 25 de
marzo de 1302. Sin embargo, la distinción entre ambas instituciones no fue absoluta. La acción
conferida a la víctima siempre mantuvo en algo su origen penal, sobretodo, cuando se trataba de
perjuicio que afectaban la integridad o el honor de la persona.
Solo los daños relativos a los bienes daban lugar a una acción puramente indemnizatoria. Fue luego,
paulatinamente, que llego a admitirse que la acción de la víctima no era para castigar al autor del daño,
proclamándose la existencia de un principio general de la responsabilidad civil todo aquel que por su
falta ocasionare un daño cualquiera, está obligado a repararlo.
Los redactores de los artículos 1382 y siguientes de Código Civil Francés se inspiraron
verdaderamente en Domat, distinguió tres tipos de faltas la penal, la contractual y la imprudencia o
negligencia (delitos civiles), señalando, además, que una falta cualquiera, compromete la
responsabilidad de su autor.
En el antiguo derecho francés, se admitió que en cierto género de contrato había lugar a examinar la
conducta del deudor para saber si este había o no realizado su obligación y se distinguió la falta dolosa
y la falta grave, que se asimilaba a aquella, la falta ligera y la falta muy ligera. Todos los autores no
están de acuerdo con esta distinción.
En cuanto a la responsabilidad delictiva se distinguió el delito (hecho intencional) del cuasi delito
(hecho involuntario). Esta distinción no responde a la noción del delito y del cuasi delito del derecho
romano, puesto que la en la Ley Aquiliana la falta más ligera obligaba la responsabilidad del autor y
ella no distinguía entre el hecho intencional y el no intencional. La término cuasi delito, aunque es de
evocación romana, tiene desde entonces un sentido totalmente nuevo.
La tarea más importante del antiguo derecho francés es la de haber separado la responsabilidad civil
de la responsabilidad penal y de haber ofrecido un principio general de responsabilidad civil.
El Código Civil. El análisis de los trabajos de los redactores del Código Civil Francés, demuestra que
en el 1804, la distinción entre la responsabilidad civil y la responsabilidad penal un concepción
adquirida por lo expuesto Domat. El Código Civil establece un principio general de responsabilidad
civil. Se distinguen dos períodos de la historia de la responsabilidad, después de la redacción de los
códigos, terminado el uno en el 1804 y comenzando el otro alrededor del año 1880.
Evolución del período del 1804 hasta 1880. Responsabilidad penal. Durante los tres primeros
cuartos del siglo XIX, la noción de responsabilidad penal sufrió una transformación completa, mediante
la cual quedo concluyentemente separada la responsabilidad penal de la civil.
En este período, los jueces siguieron fieles a la apreciación in abstracto de la falta, siguiendo las
directrices de los redactores del Código Penal. En efecto, en este Código solo se admitía como causa
de irresponsabilidad la demencia art. 64 y no existía un sistema que estableciera una disminución de
la pena por causa de una responsabilidad moral amortiguada.
La Escuela Neoclásica contraria a esta concepción, se encargó de demostrar que la falta civil y la falta
penal son dos nociones diferentes, y sus afiliados defendieron el principio de la individualidad de la
pena. Esta doctrina influyó de tal forma en el espíritu del legislador que, en 1824, se estableció el
sistema de las circunstancia atenuantes, completado más tarde por la Ley del 28 de abril de 1832,
sistema que permite dulcificar las penas fijadas por la ley, en proporción al grado de culpabilidad moral
del agente. La apreciación de la falta penal se hizo en concreto, salvo la falta por imprudencia.
La responsabilidad civil, despojada ya de todo pensamiento de pena, quedo extrañada a esta
evolución y conserva su carácter indemnizatorio.
Evolución del período después de 1880. A partir de ese año, el desarrollo del maquinismo llevó
consigo la multiplicación de los accidentes, surgió entonces la necesidad de socorrer a las víctimas.
Contentarse con las reglas de Código Civil hubiera sido obligar a las víctimas, al menos cuando se
tratara de la responsabilidad extra contractual, a probar una culpa, cometida por el causante del daño,
prueba difícil de realizar cuando el accidente, causado por la máquina más bien que hecho del hombre,
se convierte en un accidente en cierto anónimo. De otra parte, incluso cuando existe una culpa, suele
ser difícil establecerla; son necesarios testigos o presunciones; la víctima que no tenga testigos que
sean oídos ni presunciones que invocar, perderá el pleito. De ahí un esfuerzo del legislador, de la
doctrina y de la jurisprudencia por hacer flexibles, a favor de la víctima, las reglas de la responsabilidad
civil.
La evolución de la legislación. El papel del legislador ha sido modesto. No ha tocado a las reglas
generales; no ha intervenido sino en algunos casos particulares.
En primer término se preocupó por los obreros víctimas de accidentes de trabajo. La Ley del 9 de abril
de 1898, luego la ley del 30 de octubre de 1946, establecieron un sistema previamente fijado: el obrero
esta dispensado de probar la culpa del patrono; en compensación, no obtiene sino una reparación
parcial del daño sufrido.
La ley del 31 de mayo de 1924, para los accidentes causados en la superficie por las aeronaves; la
ley del 8 de julio de 1941, para los daños causados por los teleféricos, obligan al titular de la explotación
a reparar, a menos que pueda establecer una culpa de la víctima (cfr. Infra, n. 556).
La Evolución de la Doctrina. Los autores, preocupados por facilitar la acción de las víctimas de los
accidentes, adoptaron primeramente una solución extrema: puesto que la obligatoriedad de una culpa
es la que impide a los tribunales conceder reparación, negaron que la culpa fuera un requisito de la
responsabilidad civil. Es responsable, afirman, fuera de toda culpa; desde el momento en que un
individuo, por su actividad por ejemplo, el industrial por funcionamiento de su maquinaria, hace correr
a los demás el riesgo o del riesgo creado. Defendida en 1897 por Saleilles y Josserand, a los que
denominaron sus adversarios “sindicatos de la quiebra de la culpa”, había sido concebida
especialmente para socorrer a los obreros víctimas de los accidentes del trabajo.
Cuando esa esfera fue sometida por el legislador a una reglamentación especial ley del 9 de abril de
1898, no dejó por ello de ser definida por sus promotores, que la declararon de aplicación general, por
aquella época, su generosa intención sedujo a numerosos juristas.
En la actualidad, la teoría del riesgo no cuenta apenas con defensores. No ha podido resistir a las
críticas decisivas de los sustentadores de la teoría de la culpa, conducidos por Planiol y Henri Capitant.
(A cerca de la teoría del riesgo y de su discusión, efr. Infra, ns. 429 y sigtes.).
¿Quiere decir eso que no haya ninguna influencia en la doctrina? Eso sería exagerado. Condujo a los
autores a buscar un medio que, sin negar la necesidad de la culpa, facilitara la acción de la víctima.
La investigación fue conducida de frente con los tribunales.
b) La Teoría del Riesgo: A la Teoría Clásica se opone la Teoría del Riesgo que funda la
responsabilidad no sobre la falta probada o presumida, sino sobre la idea del riesgo creado. El
nacimiento y desarrollo de esta teoría se debe a Saleilles y a Josserand y está formulada de la manera
siguiente: toda actividad que crea para otro un riesgo, hace a su autor responsable del daño que esa
actividad puede causar, sin que haya que investigar si hay o no falta de parte de su autor. En esta
teoría la idea de justicia predomina, ya sea que el hombre procure un provecho pecuniario o moral con
su actividad. De ahí las dos vertientes de la Teoría del Riesgo: la del Riesgo Provecho que exige del
hombre un provecho pecuniario; y la del Riesgo Creado que exige un provecho cualquiera aunque no
sea pecuniario. Conforme a la Teoría del Riesgo el juez no tiene que examinar la conducta del autor
del daño ni el carácter licito del acto imputable al pretendido responsable. Esta teoría ha sido calificada
con justicia como Teoría Objetiva.
Para comprender la Teoría del Riesgo es preciso situarnos en el momento de su surgimiento. Fue la
respuesta necesaria al desarrollo del maquinismo que trajo consigo el aumento de las víctimas,
principalmente en el ámbito de los accidentes de trabajo. Bajo el criterio de la teoría tradicional de la
falta, las víctimas de los accidentes de trabajo tenían que probar la falta contra el propietario de la
máquina.
De ahí que cuando la Corte de Casación Francesa descubrió el artículo 1384, párr. 1ro. del Código
Civil, en su célebre sentencia de 1896, afirmando que esa disposición legal establecía contra el
guardián de una cosa inanimada una presunción de falta, se vio en el criterio jurisprudencial la
consagración de la Teoría del Riesgo.
c) La Teoría de la Garantía: El autor de esta teoría es el francés Borris Starck y trata de concentrarle
a la responsabilidad civil un fundamento diferente al de la falta y a la del riesgo.
Para el Dr. Víctor Livio Cedeño Jiménez en su obra “Responsabilidad Civil”, expresa lo siguiente: “El
problema de la responsabilidad civil no es, pues, más que un problema de conflicto de derecho: de un
lado, el derecho de actuar; de otro lado, el derecho a la seguridad que pertenece a cada uno. Toda la
cuestión es entonces saber cómo conciliar estos derechos antagonista y, presentado el caso, cal de
los dos debe desaparecer frente a otro. Ejemplo el derecho de ejercer un comercio permite hacer
concurrencia a otro comerciante, por lo tanto, eventualmente de perjudicarlo. No se podría condenar
el comerciante, que quizás ha causado la ruina de su competidor, puesto que si ello se hace, seria
prohibir la competencia misma”.
Se podría decir lo mismo del ejercicio de las vías judiciales, del derecho de crítica literaria o artística,
del derecho de la huelga, etc. En todos estos casos, el ejercicio de un derecho no es posible más que
permitiendo eventualmente que un daño sea causado a otro. El daño es entonces inherente a ese
derecho de actuar, la reparación no se concibe sin suprimir el derecho mismo. El derecho a la
seguridad se borra ante el derecho de actuar. Pero, en otras hipótesis, es el derecho a la seguridad
que importa.
Ello es así del derecho a la vida, a la integridad corporal las de cada uno de nosotros y la de nuestros
parientes y a la integridad material de los objetos que nos pertenecen. Estos derechos están
protegidos contra la actividad de otro, aunque esta sea irreprobable. La sanción de todo acto contrario
al derecho, es la responsabilidad de aquel que la ha cometido.
Los daños de que se trata son, pues ilícitos, aun cuando el acto que lo ha engendrado es, en sí mismo,
lícito. Esta es la regla no obstante, comporta algunas excepciones: teles son los casos del boxeo, la
legítima defensa, etc., pues los autores disponen de un verdadero derecho de perjudicar. En estos
casos, exigir la reparación, seria suprimir el derecho mismo.
La Teoría de la Garantía reposa pues, sobre la división de los daños: por una parte, los daños
corporales y materiales, que están garantizados objetivamente, sin que se exija prueba de la falta del
responsable. Por otra parte, los daños de naturaleza puramente económica o moral, que no están
garantizados, en principio, porque ellos son la consecuencia normal del ejercicio del derecho de actuar
y de perjudicar que posee el autor del daño. (Cedeño. Víctor Livio. La Responsabilidad Extra
contractual en Derecho Francés y Derecho Dominicano, págs., 136 y 137. Editora Alfa y Omega).
Conclusión
Como resultado de esta investigación, si se quiere formular un juicio de conjunto sobre la evolución
experimentada por la responsabilidad civil, hace falta reconocer que vivimos todavía bajo los principios
rectores establecidos por los redactores del Código Civil Francés, sobre todo por una regla suprema
de que no existe responsabilidad civil sin culpa.
Pero la jurisprudencia, auxiliada por la doctrina, ha sabido darle flexibilidad a esos principios; se ha
esforzado por acudir en socorro de la víctima, facilitándole el ejercicio de su acción. La ilustración más
frecuente de esa evolución es el trabajo considerable cumplido por la sentencia sobre el párrafo 1º del
artículo 1384 del Código Civil.
En definitiva, existe una tendencia a socializar el derecho de la responsabilidad, asegurando la
reparación del daño sufrido por los débiles, y moralizando el derecho, sea a través de la extensión
del dominio de la responsabilidad de derecho común, sea por medio de la teoría del abuso del derecho,
o sea limitando la responsabilidad cuando esta aparece contraria a la equidad o a las buenas
costumbres.
Por otra parte no todas las transformaciones que se ha operado en la jurisprudencia después del 1880,
han sido consecuencias de la Teoría del Riesgo. El desenvolvimiento de la noción del abuso de los
derechos, es casi contemporáneo con la redacción del Código Civil.
La aplicación de esta teoría por la jurisprudencia ha podido extender el sistema de la responsabilidad,
sin desconocer la noción tradicional con la aplicación de la idea de la falta. Este es el caso de la
responsabilidad civil laboral o la responsabilidad civil delictual en materia contractual.
Como hemos visto en la República Dominicana domina la idea de falta en sentido general en la
responsabilidad civil. Tanto en la legislación como en la jurisprudencia y la doctrina. La Teoría de la
Garantía, el autor de la misma trata de encontrarle a la responsabilidad civil un fundamento diferente
al de la falta y a la del riesgo. Esta teoría reposa sobre la división de los daños.
Por una parte, los daños corporales y materiales, que se encuentran garantizados objetivamente, sin
que exhiba prueba de la falta del responsable y del otro lado, los daños de naturaleza económica o
moral, que no están garantizados.