El Perro. Ex Teresa Arte Actual. Licenciado Primo Verdad 8, Centro
Histórico. Martes a domingo: 10:00 a 18:00 horas.
En "El tercer hombre" (1949), el clásico del cine negro británico,
Holly Martins (Joseph Cotten) se topa en la calle con su amigo Harry Lime (Orson Welles). Sorprendido, pues supuestamente Lime había muerto arrollado por un camión, Martins lo persigue pero le pierde el rastro en una plaza donde sólo se alza un kiosko iluminado por la luna. Al día siguiente, la policía descubre que ese kiosko es una vía de escape: desde su interior sale una escalera que conduce a la red de canales y tuberías del desagüe.
Inspirados en esa escena fílmica, tanto como en la reputación de
criminalidad de la Ciudad de México, el colectivo madrileño El Perro construyó un prototipo de mueble urbano donde el ciudadano o el turista que está (o se cree) a punto de ser atacado, puede encontrar refugio. El gabinete metálico, iluminado con una intensa luz roja, viene provisto de un botón de pánico. Cuando el espectador, sin pensarlo demasiado, ingresa al mueble y oprime el botón, suena una alarma y la puerta se cierra, aislando a la posible víctima de cualquier amenaza. Como es obvio, el refugio es una trampa donde el visitante queda aprisionado hasta que tres o cuatro minutos después un guardia lo rescata.
El dispositivo titulado Security On Site opera como una fábula de la
lógica contraproducente que envuelve a la manía contemporánea de la "seguridad". Como demuestran los barrios-ciudadelas "protegidos" por rejas, calles cerradas y guardias, las medidas de protección brindan al cliente una sensación de inmunidad a costa de la anulación de su libertad.
No es casual que la obra aparezca como el simulacro (o el
prototipo) de un objeto utilitario, es decir, como una trampa estética que se ofrece bajo la apariencia de la prestación de un servicio. Sus creadores, los miembros del colectivo El Perro, han ubicado su trabajo en el intersticio entre la fantasía mediada por la cultura de masas y la ilusión de satisfacción que ofrece la economía contemporánea de servicios, lo mismo en su versión privada que la del estado reducido a convertirse en el proveedor de represión para el cliente-ciudadano.
Por más de un lustro, el colectivo El Perro (integrado por Ramón
Mateos, Iván López y Pablo España) ha venido ejerciendo la tarea de crear productos artísticos específicos, a la par que cumple la función de articular proyectos curatoriales y editoriales que aglutinan a una parte significativa de la escena artística "alternativa" española.
Si el nombre mismo del colectivo sugiere indocilidad y fiereza, es
porque en un país donde tanto instituciones como participantes culturales padecen frecuentemente los estragos de una cierta sobreprotección, El Perro ha permanecido fiel a una ética de autoorganización. En el 2000 y el 2001, el trío organizó festivales de intervenciones de arte público en el pequeño Ayuntamiento de Alcorcón, en España, y en el 2002, en colaboración con Paco Barragán, curó la exposición internacional De Luxe, sobre la manera en que el arte contemporáneo aborda la estética del consumo. Adicionalmente, el colectivo edita la revista temática ¿Qué hago yo aquí?, una publicación organizada en torno a las cinco preguntas fundamentales (¿qué?, ¿quién?, ¿dónde?, ¿cuándo? y ¿por qué?) del quehacer artístico.
Desde su oficina en la calle Santa Teresa 12, en Madrid, El Perro
administra también la pseudocompañía Soluciones Integrales para la Ciudad, dedicada al diseño de un tipo especial de mobiliario urbano que incluye máquinas de actividad democrática para consultar constantemente a la población, habitáculos exteriores que alojarían cómodamente en cápsulas a los sin-techo y los amantes, y vehículos dotados de cámaras para proyectar imágenes de explosiones en las calles de la ciudad. Varios de esos mecanismos críticos (o la documentación que los acompaña) pueden ser vistos en Ex Teresa. Todos están definidos por la relación entre un supuesto servicio mercantil y una ilusión mediática, que ya sea provee al "producto" del estilo de propaganda que lo vuelve verosímil o del fetichismo que pareciera otorgarle urgencia. Por ejemplo, Amunition Deli (2002), una máquina expendedora de balas similar a los dispensarios de condones de los baños públicos, viene acompañada de un fragmento de la película Le Sam"urai, de Jean-Pierre Melville, donde dos gángsters se amagan con una pistola invisible. El efecto de esa secuencia es sugerir la necesidad de munición como una especie de satisfacción fantasmal, la aspiración de un machismo abstracto. Y en un proyecto especialmente relevante en un tiempo donde España ha adoptado el rol de convertirse en el policía migratorio de Europa, El Perro exhibe la documentación del proyecto Wayaway (2001), una supuesta campaña para promover una compañía dedicada al tráfico ilegal de personas, que hipotéticamente utilizaría embalajes para obras de arte a fin de crear cabinas donde transportar personas de un lado a otro del mundo. Imitando los videos de instrucciones de emergencia de las compañías de aviación, Wayaway transforma la estética de los habitáculos personales nomádicos de artistas como Andrea Zittel y el Atelier Van Lieshout en una crítica política de la dicotomía de inmigrantes y viajeros en la era de la comunicación global.
Con toda su ironía psicológico-comercial, la obra de El Perro
sugiere que trabajar de forma colectiva ya no es una referencia nostálgica a la política utópica. Más bien es una estrategia para pensar el estatuto de la práctica artística cuando la estética está en vías de convertirse en una mera producción corporativa.