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TEORÍA DEL ESTADO

TERESA M. GERALDES DA CUNHA LOPES


MARÍA ELENA PINEDA SOLORIO
(Coordinadoras)

CENTRO DE INVESTIGACIONES JURÍDICAS Y SOCIALES


FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES

UMSNH

Junio 2010
Editado
18 de junio de 2010

Título
Teoría del Estado
1ª.Edición

Colección
“Transformaciones Jurídicas y Sociales en el Siglo XXI”
4ª serie/No. 12

Coordinadores de la Colección
Hill Arturo del Río Ramírez
Teresa M. G. Da Cunha Lopes
María Teresa Vizcaíno López

Coordinador de la Edición y Diseño Gráfico


Luis López Ramírez

Copyright ©: Teresa Da Cunha Lopes/Ma. Elena Pineda y Facultad de Derecho y Ciencias


Sociales /UMSNH
DIRECTORIO

Universidad Michoacana de Facultad de Derecho


San Nicolás de Hidalgo y Ciencias Sociales

Dra. Silvia Mª Concepción Figueroa Zamudio Hill Arturo Del Río Ramírez
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y Extensión Universitaria en Derecho, Sistema Abierto

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Coordinadora de la Licenciatura
en Derecho, Sistema a Distancia

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Coordinador de la División de
Estudios de Posgrado

www.umich.mx www.themis.umich.mx
INDICE

INTRODUCCIÓN 9
Hill Arturo del Río Ramírez

UNIDAD 1 13
LOS CONCEPTOS DE ESTADO, POLÍTICA Y
PODER
Teresa Maria Geraldes Da Cunha Lopes
Noé Díaz Pedraza

UNIDAD 2 29
GÉNESIS DEL ESTADO MODERNO
Damián Arévalo Orozco

UNIDAD 3 39
EL ESTADO LIBERAL Y EL ESTADO LIBERAL-
DEMOCRÁTICO
Teresa Maria Geraldes Da Cunha Lopes

UNIDAD 4 59
RUPTURAS DEL ESTADO LIBERAL
DEMOCRÁTICO
Maria Elena Pineda Solorio
Teresa Maria Geraldes Da Cunha Lopes

UNIDAD 5 71
LAS RUPTURAS DEL ORDEN POLÍTICO
Teresa Maria Geraldes Da Cunha Lopes
María Elena Pineda Solorio

UNIDAD 6 87
EL ESTADO DE BIENESTAR
Teresa Maria Geraldes Da Cunha Lopes

UNIDAD 7 109
EL ESTADO Y EL FENÓMENO DE LA
GLOBALIZACIÓN
Teresa Maria Geraldes Da Cunha Lopes
Susana Madrigal Guerrero
UNIDAD 8 127
TEORÍAS DE LA TRANSICIÓN
Y LA CONSOLIDACIÓN DEMOCRÁTICA
Teresa Maria Geraldes Da Cunha Lopes
María Ovidia Rojas Castro

UNIDAD 9 139
EL PODER COMO ELEMENTO DEL ESTADO
Ignacio Hurtado Gómez
UNIDAD 10 155
LA CONSTITUCIÓN
Teresa Maria Geraldes Da Cunha Lopes
Lucía Villalón Alejo

UNIDAD 11 183
DERECHOS Y LIBERTADES
Teresa Maria Geraldes Da Cunha Lopes
Lucia Villalón Alejo

UNIDAD 12 205
LOS DERECHOS ANTE LOS
PROBLEMAS DEL MUNDO ACTUAL
Teresa Maria Geraldes Da Cunha Lopes
Luis López Ramírez

BIBLIOGRAFÍA 219
INTRODUCCIÓN

Hill Arturo del Río Ramírez


INTRODUCCIÓN

El objeto central de la Teoría del Estado es el conjunto de organizaciones


formales, normas y procedimientos a través de los cuales se canaliza y
manifiesta el poder público. Por lo tanto, el núcleo sobre el que se vertebra el
estudio del Estado son las instituciones del sistema político, lo que induce al
análisis de las relaciones entre éstas y los particulares, así como las
relaciones entre el poder ejecutivo, legislativo y judicial. Son también objeto
de la Teoría del Estado la organización territorial del poder, la
Administración Pública en sus diferentes niveles, la constitución y el
Derecho Público en general. Por último, para el conocimiento del sistema
político es esencial el estudio de los factores dinámicos, como son los
partidos políticos y los procesos electorales.

El análisis de la evolución y funcionamiento de las instituciones es de interés


para conocer cómo repercuten en la adopción de decisiones. Ahora bien,
tampoco puede reducirse el estudio del Estado al puro formalismo, ya que las
normas jurídicas se desenvuelven en el ámbito del “deber ser”. Por otra parte,
la realidad sobre la que se aplican las normas es cambiante. Además, en todo
caso, sus contenidos son generales, lo que posibilita la diversidad de
programas políticos.

El método utilizado por los estudios sobre el Estado se caracteriza por ser
básicamente descriptivo, explicativo y empírico.

Entre los estudiosos de este enfoque existe cierta unanimidad acerca de su


carácter interdisciplinar (sobre todo, Filosofía, Economía e Historia). Junto a
las materias mencionadas hay que señalar el cometido desempeñado por las
Relaciones Internacionales en el estudio del Estado, ante la situación creada
por la globalización de la economía y sus repercusiones políticas.

Como conclusión de lo expuesto, llegamos a una etapa en la que impera una


tendencia al eclecticismo de enfoques. La necesidad de conciliarlos hasta
donde sea posible goza de cierto predicamento. Este libro colectivo,
elaborado por catedráticos de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales,
pretende llenar la laguna de un Manual de apoyo a la Asignatura Curricular
“Teoría del Estado”, que sea al mismo tiempo un acercamiento a los nuevos
problemas y contextos de la misma.

Morelia, 18 de Junio de 2010


Hill Arturo del Río Ramírez
Director de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales

9
UNIDAD 1

LOS CONCEPTOS DE ESTADO, POLÍTICA Y PODER

Teresa Maria Geraldes Da Cunha Lopes


Noé Díaz Pedraza
UNIDAD 1

LOS CONCEPTOS DE ESTADO, POLÍTICA Y PODER

Teresa Maria Geraldes Da Cunha Lopes


Noé Díaz Pedraza

1.- Introducción: aproximación a los conceptos de Estado, Política y


Poder

¿Cuál es la peculiaridad del Estado respecto a otras formas de organización


política? Según Max Weber, por Estado debe entenderse una organización
institucional que posee el “monopolio de la coacción física legítima”. Según
este concepto, el monopolio de la violencia es el rasgo identificador del
Estado. Ahora bien, el dominio de los Estados no sólo se basa en la coacción
sino en la coacción legítima, es decir, en el consentimiento de los
ciudadanos.

Max Weber distingue tres modelos ideales de legitimidad que repercuten


en la forma de obediencia:

 la legitimidad tradicional: fundamentada en la costumbre


 la legitimidad carismática: que radica en las cualidades ejemplares de
una persona.
 la legitimidad legal-racional, la más corriente, se basa en la creencia
en la legalidad, es decir, en la sumisión a las normas y al Derecho.

En consecuencia, la coacción legítima es la que se ejerce conforme a lo


establecido en la ley. Junto al monopolio de la violencia y a la legitimidad en
que ésta se apoya, un tercer rasgo identificador del Estado estriba en que ese
monopolio legítimo de la coacción es ostentado por una organización de
carácter institucional.

El proceso de institucionalización del poder significa, por una parte, que


la coerción no se ejerce arbitrariamente sino de acuerdo con las leyes. Por
otra parte, la institucionalización se opone a la personalización del poder.
Aunque el poder es ejercido por personas, éstas no actúan en nombre propio
sino como representantes de una entidad abstracta. La despersonalización del
poder permite, pues, la continuidad del Estado y de sus políticas, al margen
de que sus representantes cambien.

13
Teresa Maria Geraldes Da Cunha Lopes y Noé Díaz Pedraza

Para Max Weber, los Estados más evolucionados son los que se asientan
en la legitimidad legal-racional. La institucionalización del poder conduce a
que las relaciones y las actividades políticas sean realizadas por órganos
específicos a los que se les atribuyen funciones concretas de acuerdo con
normas; así, el ámbito político tiende a diferenciarse de otros ámbitos. Por el
contrario, la mezcla de las actividades políticas con actividades de naturaleza
religiosa o económica es más intensa en los Estados con una
institucionalización precaria del poder.

Desde estos planteamientos la organización burocrática constituye el


instrumento característico del éxito del Estado en la época moderna. Los
rasgos de la burocracia (entre otros, la selección de los funcionarios de
acuerdo con la cualificación profesional y no por razones clientelares o por
privilegios hereditarios, o el sometimiento de sus actividades a reglamentos)
permiten a los ciudadanos anticipar el ejercicio del poder frente a la
inseguridad generada por un poder arbitrario.

En la primera mitad del siglo XX, la política se define en términos de


poder. En realidad, la consideración del poder como objeto central de la
Teoría Política hunde sus raíces en el pensamiento griego clásico y continuó
siendo el tema de atención preferente a lo largo de la historia (como prueban
las aportaciones de Maquiavelo, Hobbes, Montesquieu o Weber). Según este
punto de vista, la Ciencia Política es una ciencia del poder orientada a
responder acerca de quién obtiene qué, cómo y cuándo.

Pero el poder no es fácil de conceptuar. Una clasificación muy citada


distingue dos sentidos:

 el poder como resultado de una relación entre dos sujetos en virtud


de la cual uno impone a otro su voluntad y obtiene un
comportamiento que no surgiría espontáneamente.

 El poder definido en función de los recursos disponibles, es decir, se


tiene poder cuando se dispone de medios, ya sean económicos,
ideológicos o de otra naturaleza

Estas dos dimensiones del poder no son fáciles de discernir en la práctica


y tampoco son excluyentes sino complementarias.

De acuerdo con estos planteamientos, la política puede definirse como


“una práctica o actividad colectiva de los miembros de una comunidad llevan
a cabo. La finalidad de esta actividad es regular el conflicto entre los grupos
y su resultado es la adopción de decisiones que obligan- por la fuerza si es
preciso- a los miembros de la sociedad”. Además, la política se caracteriza, a
14
Los Conceptos de Estado; Polìtica y Poder

diferencia de otras vías de resolver los conflictos, porque adopta decisiones


que obligan a todos los miembros de la comunidad.

Por tanto, el elemento tipificador del Estado es la coacción legítima,


instrumento que le permite imponer decisiones colectivas. En consecuencia,
entre los conceptos de poder, política y Estado existe un claro paralelismo.
Desde la perspectiva del poder, el Estado es un ámbito nuclear de la
actividad política, lo que no debe conducir a considerar que el estudio del
poder se agote en el del Estado.

1.2 El estudio del Estado en la Ciencia Política

1.2.1 La identificación del Estado y la Ciencia Política. La crítica al


enfoque jurídico formal

Durante el siglo XIX y hasta los primeros decenios del siglo XX, se ha
considerado que existe una identificación entre la Ciencia Política y la
Ciencia del Estado o, lo que es lo mismo, entre el poder político y el poder
del Estado. Esta concepción, vinculada con el enfoque jurídico-formal, niega
la coincidencia entre lo político y lo social. Así, el ámbito de lo religioso y de
las relaciones económicas se excluyen de la esfera política, lo que origina la
dicotomía entre sociedad civil y sociedad política o esfera privada y esfera
pública.

La política entendida de esta forma es característica de la Edad


Moderna y en particular de la concepción liberal. El monopolio legítimo, o la
idea de soberanía, explica la identificación entre poder político y poder del
Estado. Es la progresiva centralización del poder y la resultante unidad de
mando los rasgos diferenciadores del Estado respecto a otras formas de
organización política.

En palabras de Meynaud, resulta inadecuado delimitar el objeto de la


Ciencia Política en el Estado por tratarse de un concepto impreciso, además
de tratarse de una organización relativamente reciente. Además, su excesivo
hincapié en las normas y procedimientos, así como su indeferencia hacia el
comportamiento político y a la influencia de los grupos informales en las
decisiones, se interpretó como una importante reducción, sobre todo, cuando
la realidad política en el período de entreguerras hacía evidentes los
desajustes entre las normas y el funcionamiento real de los sistemas.

Hay que admitir que el conocimiento del Estado no puede


restringirse a los preceptos constitucionales, sobre todo a partir de que en el
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Teresa Maria Geraldes Da Cunha Lopes y Noé Díaz Pedraza

período de entreguerras las transformaciones democratizadoras generaron


nuevos actores políticos. Según algunos autores como Jellinek, resulta
erróneo identificar la doctrina general del Estado con la doctrina jurídica del
mismo. Esta última sólo es una parte de la primera puesto que el Estado es
también “una construcción social”.

1.2.2 El llamado renacimiento de la Ciencia Política. La marginación del


Estado

En torno a 1920, diferentes estudiosos reiteran las insuficiencias derivadas


del enfoque jurídico formal y del escaso valor de los análisis centrados en el
Estado para comprender la vida política. A partir de estas premisas resulta
evidente la necesidad de redefinir el objeto y replantear el método de la
Ciencia Política.

Ante la crítica de que la Ciencia Política se había centrado demasiado


en el Estado, gana adeptos la idea de que esta Ciencia debe girar en torno a la
sociedad y a los comportamientos. De acuerdo con este punto de vista, se
define la Ciencia Política “como el estudio del poder o del proceso de
adopción de las decisiones”. Sin embargo, esta postura no llegó a zanjar las
polémicas. En ocasiones se observó que el poder es un concepto demasiado
ambiguo, lo que hace que desborde en ocasiones los problemas propios de la
Ciencia Política.

La revisión metodológica- también calificada como revolución- que


se emprende en las primeras décadas del siglo XX abrió una importante
brecha en el conocimiento de la política. De hecho, a partir de la Primera
Guerra Mundial se habla del renacimiento de la Ciencia Política,
renacimiento que, en parte, se asocia con la llamada revolución conductista.

La corriente conductista, impulsada en los años 20 y 30 por la


Escuela de Chicago, y de la que son representativas las obras de Merriam,
Lasswell y Gosnell, se vinculó con los métodos empíricos a fin de
aproximarla a las ciencias naturales. De hecho, el conductismo se ha definido
como la aplicación de las ciencias empíricas al comportamiento. Su objetivo
se encamina a descubrir regularidades de forma que puedan expresarse en
generalizaciones o teorías con valor explicativo y predictivo. Ello implica
elaborar técnicas de observación y cuantificar o medir los fenómenos a fin de
obtener la máxima precisión. Desde este punto de vista, las valoraciones
deben excluirse de la Ciencia Política. Ésta ha de limitarse al análisis y a la
observación de la realidad tal como es y no como debiera ser.

16
Los Conceptos de Estado; Polìtica y Poder

En sintonía, el interés recabado por las instituciones durante el siglo


XIX y principios del XX entra en una fase de eclipse. Para algunos teóricos,
los fenómenos políticos son el resultado de la agregación de los
comportamientos individuales o de grupos; se margina, cuando no se
rechaza, que estos últimos puedan verse afectados por las normas y
procedimientos institucionales. Por tanto, el renacimiento de la Ciencia
Política hizo que la política fuese entendida como parte de la sociedad.

Desde esta perspectiva, el estudio del Estado pasó a ocupar un lugar


secundario en la Ciencia Política, entre otras cosas, por el impacto de las
tendencias metodológicas, ya que el empirismo plantea importantes
obstáculos al ser aplicados a la macropolítica. El interés ya no se centra en el
Estado en sí mismo sino en los procesos políticos que se desarrollan en su
seno, es decir, en las relaciones de poder que se dan entre los diferentes
grupos sociales.

Al margen de los cambios metodológicos, tras la marginación del


fenómeno estatal en los estudios de Ciencia Política subyace un concepto
distinto de Estado. El Estado soberano pierde su significado, llega a no ser
más que una ficción carente de realidad, al no ser posible distinguir un único
centro de poder. El poder del Estado se difumina porque lo que existe es una
concurrencia de numerosos centros de poder.

En todo caso, reconocer que la Ciencia Política no ha de limitarse al


estudio de los aspectos institucionales, que son los característicos del Estado,
no ha de conducir tampoco a su desconocimiento ni menoscabo. El Estado,
como representante de la voluntad general, dota de legitimidad a los intereses
que los grupos por sí mismos no pueden proporcionar. Al fin y al cabo, las
instituciones y las normas definidoras de las reglas del juego son esenciales
para la convivencia.

1.2.3 En torno a las tendencias de la Ciencia Política y el estudio del


Estado en los últimos años

La Ciencia Política positiva ha tenido una influencia relativa, logró ser


predominante en los EEUU, pero en otros países no ha conseguido una
aceptación mayoritaria. La Ciencia Política empírica coexiste con otros
enfoques. De hecho, la tendencia general es la aceptación de la pluralidad de
enfoques. Entre los ámbitos de estudio destaca el análisis de las políticas
públicas, centradas en el análisis de los procesos de adopción de decisiones.
También debe señalarse que, si en otras épocas se excluían de la Ciencia
Política ciertos problemas de índole social y cultural, en los últimos años han
pasado a formar parte de su objeto, como el feminismo o el ecologismo.
17
Teresa Maria Geraldes Da Cunha Lopes y Noé Díaz Pedraza

Especial atención merece la importancia que ha vuelto a adquirir el


Estado como específico de estudio tras el lugar secundario que ocupó en las
décadas precedentes.

1.3. -Enfoques y concepciones sobre el Estado

A modo de síntesis las diferentes concepciones sobre el Estado pueden


clasificarse en cuatro categorías:

 Marxismo
 Elitismo
 Pluralismo
 Institucionalismo

No obstante, ha de tenerse en cuenta que estas corrientes no son


homogéneas. Además, las aportaciones no siempre son fáciles de clasificarse

1.3. 1 El Marxismo

Ha de establecerse una distinción entre el marxismo y lo defendido por otras


posiciones socialistas. Mientras que el marxismo propugnó la sustitución del
modo de producción capitalista, un segundo grupo- al que cabe calificar
como socialismo reformista- se identificó con el ideario de los que sostenían
que el capitalismo podía transformarse. Representativas de este socialismo
reformista son las aportaciones de Sismodi, Louis Blanc, Lasalle y, sobre
todo, Bernstein.

Un denominador común del socialismo reformista es la defensa del


establecimiento de una nueva distribución de la riqueza, para lo cual resulta
imprescindible la intervención del Estado. Desde esta perspectiva se
propugna la conquista del Estado por el movimiento obrero; de ahí que el
sufragio universal fuese una de las reivindicaciones centrales. Para el
socialismo reformista, por lo tanto, el Estado es un instrumento esencial para
la reforma social.

Para Marx, en cambio, el modo de producción condiciona las


relaciones sociales y políticas. Según la concepción economicista de la
historia defendida por Marx, las relaciones jurídicas y las formas estatales no
son independientes de las condiciones materiales sino derivados de ellas. Las
relaciones de producción constituyen la estructura económica sobre la que se
asienta una determinada superestructura jurídica y política. En coherencia

18
Los Conceptos de Estado; Polìtica y Poder

con estos planteamientos, la función del Estado burgués no es otra que la de


proteger el dominio de clase. Es la forma bajo la que los individuos de una
clase dominante hacen valer sus intereses comunes.

En consecuencia, Marx rechaza que la conquista por el proletariado


del Estado burgués pudiese inducir al cambio de la sociedad existente. Para
Marx, la dependencia entre el poder estatal y la clase es inextricable, lo que
le induce a propugnar la destrucción del Estado burgués y la sustitución por
otro diferente. El proletariado como clase dominante debía organizar sus
propias instituciones estatales de acuerdo con sus necesidades.

En este sentido, Marx sostiene que entre la sociedad capitalista y la


sociedad comunista sucedería una fase de transformación revolucionaria, un
periodo de transición cuyo Estado no puede ser otro que la dictadura
revolucionaria del proletariado. Este Estado, según la idea de Marx, es un
Estado de una clase: el proletariado. Pero a diferencia de los demás Estados,
su objetivo es la eliminación del antagonismo de clase y, por lo tanto, la
paulatina destrucción del propio Estado como instrumento de dominio. En
esto coincidiría con los anarquistas, para quienes la abolición del Estado es
prioritaria y se antepone a la eliminación de las clases.

1.3.2 El Elitismo

La corriente elitista sostiene que los factores económicos no determinan el


poder, ya que lo político ejerce influencias significativas. Los elitistas
rechazan el concepto de clase económica y utilizan, en su lugar, el término de
élite. Niegan además que la elite empresarial ejerza un dominio absoluto
sobre el poder político.

Algunos de los autores principales son Michels, Wilfredo, Pareto o


Mosca, que defienden que en todas las circunstancias una minoría ejerce el
poder sobre la mayoría, dominio que extrae de su capacidad organizativa.
Otros como Weber o Schumpeter, desde posiciones democráticas, coinciden
con la idea de que una elite siempre domina sobre la mayoría, a pesar incluso
del desarrollo de los partidos de masas.

Wright Mills polemiza con la idea pluralista de que el poder se


encuentra disperso en las sociedades democráticas. Sostiene que las
instituciones están dominadas por una “red de poder” integrada por el poder
ejecutivo, por los directores de las grandes empresas y por la cúpula militar.
Son éstas las elites que, con un importante grado de autonomía, definen el
contenido de las políticas de acuerdo con sus intereses. En consecuencia, el
Estado no es ni un instrumento al servicio del poder económico, según
sostienen los marxistas, ni un árbitro neutral según defienden los pluralistas.
19
Teresa Maria Geraldes Da Cunha Lopes y Noé Díaz Pedraza

1.3.3 Pluralismo

La corriente pluralista enlaza parcialmente con las ideas del liberalismo


clásico, en particular con las de Madison, por su defensa de la existencia de
intereses heterogéneos en las sociedades. No obstante, existen diferencias.
Mientras para Madison las facciones, pese a ser inevitables, son perniciosas y
debían neutralizarse mediante la representación política; para los pluralistas,
la diversidad de intereses es una característica consustancial de la
democracia. Su existencia evita que se imponga una mayoría tiránica y
garantiza la viabilidad de la misma democracia.

Sin embargo, esta corriente adquiere un mayor impulso con la obra


de Robert Dahl, quien califica a las democracias liberales con el término de
“poliarquía”. Dahl estudia el funcionamiento del sistema político
estadounidense, pero la aplicación de sus conclusiones plantea obstáculos en
ámbitos distintos del americano. Por ejemplo, la debilidad de los partidos
políticos, la mayor influencia de los grupos de presión en la canalización de
los intereses o lo reciente de su tradición estatal son rasgos característicos del
sistema norteamericano no compartidos con otros países europeos.

El objeto de estudio por excelencia del pluralismo son los grupos;


objeto que se presta más fácilmente al análisis empírico que el Estado, y el
método a seguir es el comportamiento observable, esto es, los grupos que
participan e influyen en las decisiones. Hay razones, por lo tanto, para
asociar el pluralismo con la revolución metodológica conductista.

La idea característica del enfoque pluralista se refiere a que el poder


está disperso en numerosos centros y ninguno de ellos domina por completo
a la sociedad. En consecuencia, no existe un único centro de poder. Este
presupuesto viene a resquebrajar la consideración del poder estatal como un
poder soberano. Según los pluralistas, la dispersión del poder es debida a que
los recursos políticos no se distribuyen uniformemente. Es evidente que los
grupos no están interesados en influir en todos los ámbitos de decisión.
Además, puede suceder que la existencia de un grupo poderoso suscite la
organización de otro que restrinja su poder; por ejemplo, las organizaciones
sindicales frente a las organizaciones empresariales.

Desde la perspectiva pluralista, la política se caracteriza por ser un


proceso de negociación entre intereses en conflicto que garantiza la solución
pacífica de los mismos. En este contexto, la función del Estado es regular o
armonizar el enfrentamiento entre intereses. El Estado es, pues, un ámbito
neutral. Según estos planteamientos, el núcleo de actividad política son los
grupos y no el Estado, el cual no es más que una de las múltiples
asociaciones a las que pertenece el individuo. El Estado no posee un único
20
Los Conceptos de Estado; Polìtica y Poder

interés, los intereses en la sociedad son heterogéneos lo que plantea


obstáculos insuperables para lograr un consenso sobre el contenido del
interés general.

En torno a esto han aparecido posturas críticas, que señalan que en


muchas ocasiones las políticas públicas las inician actores públicos no
precisamente para responder a la presión de los grupos sino porque muestran
intereses propios y, en definitiva, es el Estado el que posee recursos y
legitimidad para elaborar y aplicar las políticas.

Los pluralistas discrepan respecto de las posturas marxistas en que el


poder derive de la clase socialmente dominante. Además, como los intereses
son heterogéneos, no son reducibles a los de naturaleza económica. En
relación con los elitistas, los pluralistas disienten de que exista una única elite
en el poder. Por su parte, desde posiciones elitistas, se objeta a los pluralistas
que el poder es acumulativo.

1.3.4 El Institucionalismo

El objeto clave de este enfoque son las instituciones políticas; es decir, las
organizaciones formales de la administración pública. El funcionamiento de
las instituciones políticas así como las normas legales en las que se apoyan
son analizadas, sobre todo, descriptivamente; los análisis no se plantean
enunciar leyes. Su presupuesto característico estriba en que las estructuras
formales determinan la conducta, lo que conduce a mantener que el Estado
influye en la sociedad y a la inversa. Algunos de sus rasgos son el
componente normativo y la utilización de la historia.

Las instituciones fueron el objeto central de la Ciencia Política hasta


principios del siglo XX. A pesar del predominio adquirido por otros
enfoques, el estudio de éstas no llegó a ser abandonado.

1.4.- La convergencia de los enfoques

En los últimos años se observa una tendencia general a la convergencia entre


los distintos enfoques. De hecho, se aprecia entre ellos una propensión a
asumir parcialmente los presupuestos característicos de las otras.

1.4.1 Marxismo

Otras aportaciones de orientación marxista, aun admitiendo el condicionante


de la estructura económica sobre la política y, en particular, sobre la
actividad del Estado, relativizan cuando no rechazan el determinismo
económico característico de la interpretación instrumentalista. Entre los
21
Teresa Maria Geraldes Da Cunha Lopes y Noé Díaz Pedraza

estudiosos el enfoque marxista se ha criticado por ser reduccionista la


equiparación del Estado con la superestructura de la base económica o la
explicación de las luchas políticas comom consecuencia exclusivamente del
conflicto de clases.

Otros análisis se caracterizan por sostener, a diferencia de las


interpretaciones instrumentalistas, que no todas las competencias estatales
son rentables para el sistema capitalista. Según estos autores, el Estado de
bienestar desarrolla políticas heterogéneas respecto a sus fines; unas son
beneficiosas para la acumulación capitalista, pero otras tienen como objetivo
crear condiciones de legitimidad que permitan garantizar la paz social. Esa
diferente naturaleza de las funciones estatales origina contradicciones de
carácter económico o ideológico. Estas revisiones han conducido a
considerar el Estado como un actor y no sólo como un instrumento del
capital.

1.4.2 Elitismo

Se han destacado las tendencias corporativas de las sociedades como medio


para solucionar el exceso de demandas sociales. Las prácticas corporativas,
en tanto que posibilitan la participación de ciertas organizaciones de intereses
sectoriales en las decisiones políticas, refuerzan las explicaciones elitistas en
detrimento de la idea de participación abierta que subyace en los enfoques
pluralistas.

El fenómeno corporativista implica tanto la institucionalización de


un número limitado de grupos de intereses como la monopolización de la
representación por esos grupos. La institucionalización permite la legítima
dominación de las elites en lugar de que los grupos no estén controlados por
el Estado y la participación en la adopción de decisiones sea ilimitada. Por
otra parte, los estudiosos del neocorporativismo también se refieren a la
autonomía del Estado y a la capacidad de imponer su poder en las
negociaciones entre los intereses en conflicto.

1.4.3 Pluralismo

En las últimas décadas los pluralistas han revisado las premisas iniciales,
llegando a reconocer el predominio ejercicio por los grupos económicos
sobre los de otra naturaleza. Al admitir los neopluralistas que la desigual
distribución de poder económico proporciona mayores oportunidades de
participación e influencia en las decisiones políticas, relativizan la idea
transmitida por el vieja pluralismo sobre la competitividad y el carácter
abierto del proceso político.

22
Los Conceptos de Estado; Polìtica y Poder

De acuerdo con estas revisiones introducidas en el pluralismo clásico


que, por otra parte, suponen un acercamiento a las explicaciones de
orientación marxista, el Estado no puede considerarse ya como un árbitro
neutral. A pesar de la importancia de los intereses económicos, el
neopluralismo hace hincapié en la importancia de los grupos dentro del
proceso político y continúa defendiendo el carácter competitivo de éste en
áreas en las que no son trascendentales los intereses económicos, en
consecuencia siguen admitiendo que el capital no domina en su totalidad la
elaboración de políticas públicas

1.4.4 Nuevo institucionalismo

Desde los años 80 resurgió el interés por las instituciones. El nuevo enfoque
se presenta la novedad de tratar de combinar los presupuestos característicos
de los estudios del comportamiento con los de institucionalismo tradicional.

Los apologistas del “nuevo institucionalismo”, a diferencia de los


presupuestos clásicos centrados en el individuo, defienden que el
comportamiento colectivo no se reduce al estudio de los comportamientos
individuales. Se pone en cuestión que las instituciones, en general, y el
Estado, en particular, sean meros escenarios neutrales donde se desarrollan
los conflictos de intereses. Por el contrario, los nuevos institucionalistas
admiten que los Estados son actores políticos y en consecuencia les
reconocen autonomía. En definitiva, los fenómenos sociales no sólo son fruto
de los intereses individuales sino de las características institucionales.

Una idea ampliamente compartida por los neoinstitucionalistas se


refiere a que las instituciones condicionan las preferencias, es decir, la forma
utilizada por los actores de lograr sus objetivos. Son las instituciones las que
determinan “quienes son los actores legítimos, el número de actores, el curso
de la acción y, en gran medida, la información de la que dispondrán los
actores acerca de las intenciones de cada uno”

Sin embargo, el “nuevo institucionalismo” no es una corriente


homogénea. Las discrepancias surgen de los desacuerdos respecto al
concepto de institución. De forma general, las instituciones se equiparan con
“las reglas del juego”, pero para unos, el significado de institución es muy
amplio al incluir en él a los sistemas simbólicos; para otros, las instituciones
son las reglas formales y explícitas. Este concepto restringido de institución
que excluye a las reglas informales como, por ejemplo, las culturales, es
defendido por los teóricos próximos a la elección racional. También los
neoinstitucionalistas mantienen posturas diferentes en relación con la fuente
de la que surgen las preferencias: en unos casos, se sostiene que la
preferencias son externas a las instituciones, no son creadas por éstas. En
23
Teresa Maria Geraldes Da Cunha Lopes y Noé Díaz Pedraza

otros casos, se defiende que las preferencias son endógenas, es decir,


consecuencia de la interacción entre los individuos y las instituciones. Otro
motivo de desacuerdo estriba en los factores que influyen en el
comportamiento dentro del contexto de la organización. Mientras que unas
versiones hacen hincapié en los valores, otras lo hacen en las reglas formales.

La heterogeneidad de posturas en el seno del neoinstitucionalismo la


sistematiza Peters en las siguientes corrientes:

Institucionalismo normativo: sostiene que una institución no es


necesariamente una estructura formal sino un conjunto de valores y rutinas
que defienden una acción apropiada de carácter normativo. Según esta
corriente, los valores de las organizaciones, que son interiorizados por los
individuos, afectan más al comportamiento individual que las estructuras o
las reglas de procedimiento.

Institucionalismo próximo a la Teoría de la Elección Racional: las


preferencias de los actores son exógenas a las instituciones y se encuentran
determinadas con anterioridad a la participación de aquellos en éstas. Según
esta corriente, el comportamiento individual se encuentra conformado por
reglas formados que son aceptadas por los actores debido a un cálculo
racional y no por razones normativas o morales

Institucionalismo histórico: su idea central se refiere a que las


opciones iniciales respecto a la creación de una institución o cuando se
emprende una decisión política tendrán efectos en el futuro, produciéndose
una inercia para la persistencia de la política inicial.

Institucionalismo empírico: esta perspectiva se centra en el análisis


de la organización territorial y en el impacto de las diferencias entre
parlamentarismo y presidencialismo

Institucionalismo sociológico: se focaliza en la interacción entre los


grupos de interés y el Estado.

1.5 La autonomía del Estado según las aportaciones de Skocpol y Mann

La idea de que el Estado goza de autonomía ha sido un tema abordado por


Skocpol y Mann, cuyas contribuciones no son fáciles de clasificar en las
categorías anteriormente utilizadas.

Por autonomía del Estado, dice Skocpol, se entiende la capacidad de


formular y perseguir objetivos que no sean simple reflejo de las demandas o
de los intereses de los grupos sociales. Según esta autora, la autonomía del
24
Los Conceptos de Estado; Polìtica y Poder

Estado no procede de las elites sino de las instituciones. El Estado es un


conjunto de instituciones militares, administrativas y políticas que responden
a una lógica e intereses propios. Ello no le induce a rechazar que las elites
estatales posean cierta autonomía. Así, las capacidades políticas de los
actores como los grupos de interés o las clases, dependen de las estructuras y
actividades del Estado.

Una postura ecléctica metodológicamente es la adoptada por Mann.


Este autor no se identifica con ningún enfoque en particular, admite que tanto
el marxismo como el elitismo y el pluralismo defienden ideas parcialmente
válidas sobre el Estado. Así, acepta que los Estados modernos son
capitalistas, aunque este carácter no es determinante. Comparte con las
teorías elitistas que las elites estatales pueden constituirse en actores
autónomos del poder (como las monarquías y los militares del siglo XIX).
Por último, coincide con el pluralismo respecto a que el poder es ejercido por
numerosos actores políticos.

Desde un planteamiento que puede interpretarse próximo al


pluralismo, Mann defiende que los Estados no son actores unitarios. Las
sociedades están integradas por diferentes redes de poder, ninguna de las
cuales son determinantes. En particular, Mann tipifica cuatro fuentes de
poder: la económica, la política o estatal, la militar y la metodológica. Cada
una de estas fuentes, excepto el poder político, se caracteriza por poseer unos
recursos, unas funciones y unas organizaciones propias. Sin embargo, el
Estado carece de unos recursos específicos, sus recursos son una
combinación de los existentes en la sociedad. El factor que proporciona la
autonomía del Estado es la institucionalización de sus funciones,
organizaciones y recursos. Esta institucionalización proporciona, por otra
parte, una organización centralizada. De esta institucionalización centralizada
de manera territorial extrae el Estado, principalmente, su poder.

Para Mann, al igual que para Skocpol, la historia demuestra que el


Estado es una necesidad de las sociedades civilizadas.

25
UNIDAD 2

GÉNESIS DEL ESTADO MODERNO

Damián Arévalo Orozco


UNIDAD 2

GÉNESIS DEL ESTADO MODERNO

Damián Arévalo Orozco

2.1.-La singularidad del estado moderno

El Estado es una realidad intrínsecamente unida a la modernidad europea, en


sincronía histórica con el Renacimiento. Existen unas bases sólidas que
subrayan la singularidad de este Estado Moderno en relación con la
poliarquía medieval. Durante la etapa feudal, la unidad interna del Estado se
hacía imposible como consecuencia del propio feudalismo y el peso de la
Iglesia. Tampoco hay que olvidar la existencia de una idea imperial,
superpuesta a la fragmentación medieval y contraria a la existencia de una
pluralidad de Estados conviviendo en términos de relativa igualdad. Por otro
lado, se ha subrayado en numerosas ocasiones la radical innovación que
supone la creciente visión racional de la vida política y la creación de una
organización administrativa singular para los nuevos Estados. Es decir, la
existencia de una burocracia estatal supone un radical alejamiento de la
confusión entre instancias de poder económico, social y político típicas de la
etapa feudal.

Sin embargo, algunas de las innovaciones más significativas


(ejércitos permanentes, unidades políticas de base territorial, burocracias
públicas…) no lo son realmente en relación a formas de organización política
anteriores. También hay que tener en cuenta los límites de la supuesta
orientación racionalizadora del recién nacido Estado. Incluso en aquellos
temas en que se plasma el espíritu de los nuevos tiempos se hace visible el
predominio de lo heredado y los límites del proceso de racionalización.

Conviene mostrarse especialmente precavidos contra el supuesto


surgimiento del Estado Moderno como consecuencia de los esfuerzos de las
monarquías autoritarias desde finales del siglo XVI. En primer lugar, por lo
que ello supondría de supravaloración del papel de estas instancias políticas,
pero, en segundo lugar, por la constatación histórica del lento despliegue de
ese Estado.

La Monarquía federativa, “pactista”, es la tónica general del


panorama europeo del momento. El proceso general de construcción del
Estado Moderno se caracteriza por una aceptación de la planta política

29
Damián Arévalo Orozco

anterior paulatinamente corregida por la introducción de nuevas instituciones


y la superposición de nuevas instancias de poder regio a las tradicionales.
La transición del feudalismo al capitalismo. Factores materiales en el
surgimiento del estado moderno

A la hora de medir la incidencia real de este nuevo orden económico


en las nuevas formas de organización política, existen diversas posturas. La
idea de un Estado puesto por los nuevos capitalistas al servicio de sus
intereses encaja bien con las posiciones marxistas clásicas. Sin embargo,
otros autores, como Anderson, han defendido la estricta continuidad del
poder nobiliario en las Monarquías autoritarias. Según esta postura, el Estado
Moderno no sería otra cosa que la readaptación del gobierno feudal a los
intereses de aquél.

Aceptando los límites de una explicación económica para el


surgimiento del Estado Moderno, queda fuera de dudas la importancia de la
profunda interacción entre el despegue capitalista y el desarrollo de los
nuevos Estados. La economía mercantil y manufacturera necesitaba de unas
políticas por parte de los poderes públicos imposibles de alcanzar con la
supervivencia del feudalismo. Seguridad en el tráfico, mínima racionalidad
fiscal y administrativa, estímulo y protección a las actividades de ese
capitalismo, sellan la alianza objetiva de esa burguesía con los monarcas
interesados en la construcción del Estado.

De todas formas, destaca el hecho del lento desarrollo de las formas


capitalistas como consecuencia de la herencia medieval en lo económico,
tanto en la mentalidad como en la pervivencia de determinadas instituciones
(lucro honesto, precio justo, gremios y cofradías, explotaciones señoriales…)

La expansión demográfica que se registra en Europa occidental a


partir del siglo XI va a tener importantes consecuencias sociales que,
inevitablemente, arrastrarán cambios políticos. A ese crecimiento
demográfico son atribuibles el auge de la colonización interior, el
crecimiento de las ciudades y la expansión de la actividad agrícola, comercial
e industrial.

Universalmente reconocido ha sido el influjo de la guerra en el


alumbramiento del entramado institucional que caracteriza al Estado
Moderno. Se ha llamado la atención sobre las novedades técnicas y de
organización que caracterizan a los ejércitos de la modernidad:

 su mayor tamaño,
 a superioridad cuantitativa de las formaciones de infantería
 la importancia de la artillería y las armas de fuego en general
30
Génesis del Estado Moderno

 rasgos de permanencia de los ejércitos


 carácter mercenario
 existencia de un cuerpo de oficiales profesionalizado

Hacer frente a sus crecientes costes exigía una reorganización general de


los ingresos públicos. Se necesitaba una maquinaria burocrática capaz de
sostenerlos económicamente en la guerra y en la paz, así como una
infraestructura administrativa complementaria (diplomacia como fuente de
información, por ejemplo). De todas formas, la obvia importancia de la
guerra no debe ser exagerada como factor originario.

2.2 Factores ideológicos y políticos en la génesis del Estado Moderno

También tuvo una importancia decisiva la ambición de los príncipes en su


deseo de construir espacios políticos de carácter estatal. Las guerras civiles
de finales del XIV y principios del XV en la mayor parte de Europa
occidental representaron la oportunidad de construir un Estado Moderno bajo
la sombra de su Monarquía autoritaria. De hecho, así fue como surgieron los
Estados francés, inglés, español o prusiano.

En esa fuerza impulsora hacia la construcción de los nuevos Estados


tiene un papel importante la idea del reino medieval; entre la poliarquía
medieval y el Estado Moderno, este escalón intermedio, diferenciado de la
nueva forma política por la ausencia de una idea definida de soberanía, juega
un papel de primordial importancia en cuanto soporte de un difuso
sentimiento de cohesión entre todos los territorios que ahora se pretende
integrar de modo más sólido en ese Estado moderno.

La religión se convierte en factor innegable de influencia en este


proceso. Cuando estalle la Reforma, protestantes y católicos coincidirán en
aportar al nuevo Estado una de sus más significativas fuentes de legitimidad.
El Estado se convierte para las religiones en garantía de supervivencia. En
este contexto poco tiene de extraño que se proceda a la sacralización de la
cabeza del Estado. La tendencia protestante a hacer del príncipe la cabeza de
la Iglesia, a la vez que la del Estado, le hacía participar en el simbolismo de
un cuerpo místico. Naturalmente, los Monarcas católicos de la
Contrarreforma, y de modo especial Felipe II de España, se esforzaron por
obtener un estatuto semejante.

La recepción y divulgación del derecho romano constituye otro


factor coadyuvante al proceso de gestación y afianzamiento del Estado
Moderno. De hecho, hace posible no solamente el desarrollo de una inicial
economía capitalista, sino que contribuye a la misma aceptación del hecho
estatal, implícito de alguna manera en las categorías romanas de civitas y
31
Damián Arévalo Orozco

república. El derecho romano se funde con el influjo del Nuevo Testamento


para conformar el pensamiento legal de Occidente. En última instancia, la
idea de soberanía y la “razón de Estado” terminan de asentar ese modelo de
organización política cuya construcción se ha iniciado con los albores de la
modernidad.

2.2.1 Maquiavelo: técnicas de gobierno y prenacionalismo

Las técnicas de gobierno, el cómo conseguir la estabilidad y el orden


políticos, son seguramente la clave de la obra maquiavélica. Las técnicas de
gobierno deben ajustarse a un máximo realismo, lo que lleva a reconocer al
gobernante la libertad de la que no puede gozar un simple ciudadano. Los
actos de aquél no tienen otra medida que el logro de sus objetivos. Y para
ello puede disponer de generosa indulgencia en todo cuanto hace en relación
a los aspectos morales.

El príncipe triunfador debe ser sensible además a la importancia de la


opinión. Resulta vital que sus súbditos le consideren armado de virtudes, con
independencia de su real posesión, basta con que aparente poseerlas. Según
Maquiavelo, un Príncipe debe inquietarse poco de las conspiraciones cuando
el pueblo le tiene buena voluntad.

2.2.2 Hobbes y el fundamento desacralizado del absolutismo

Hobbes pasa del estudio de la conducta de las personas en relación a otras, al


estudio de la política. Según su análisis, el instinto de la propia conservación
mueve al hombre a cubrir sus necesidades. Sin embargo, la naturaleza
humana ofrece un ideal de felicidad que no se presta a un fácil equilibrio, ya
que siempre queremos más. Pero la adquisición de riquezas, honor, mando u
otro poder sólo se consigue a través de la lucha con otros hombres que
compiten por esos bienes, en una lucha sin fin, ya que la pura conservación
de lo elegido aboca a la adquisición de nuevos bienes. Esta situación agónica
se ve complicada por la aguda comprobación que hace Hobbes de la
sustancial igualdad de poderes que caracteriza a los humanos.

La competición, la inseguridad y el deseo de gloria llevan a un estado


de guerra permanente de todos contra todos. Una guerra en la que todo será
válido por la ausencia de un derecho del que se derive cualquier sentido del
bien o del mal, de la justicia o la injusticia.

El hombre está ligado por una “leyes naturales”. Se trata de reglas


encontradas por la razón, por las cuales se le prohíbe al hombre hacer aquello
que sea destructivo para su vida. Estas reglas o “leyes naturales” determinan
que todo hombre está preocupado por la paz, tiene miedo a la guerra
32
Génesis del Estado Moderno

despiadada que implica el estado de naturaleza. Supone ello que “el hombre
está dispuesto a renunciar a su derecho a toda costa en pro de la paz y
defensa propia que considera necesaria”. El Estado, fruto de ese pacto, es la
garantía de la paz, fuente de justicia y garantía de la propiedad. Por tanto, el
Leviatán es “una persona cuyos actos ha asumido como autora de una gran
multitud, por pactos mutuos de unos contra otros, que puede usar la fuerza y
los medios de todos ellos, según considere oportuno, para su paz y defensa
común. El que carga con esta persona se denomina soberano y se dice que
posee poder soberano. Cualquier otro es súbdito”.

Un planteamiento de este tipo supone afirmaciones de honda


significación. Por ejemplo, la base “desacralizada” de la República, el
individualismo justificador de la misma. La lógica consecuencia de este
individualismo es la artificiosidad del Estado contra la larga afirmación de su
naturalidad. El artefacto nace por obra de un contrato.

2.3 Las transformaciones del Estado Moderno: Reforma Protestante y


avances científicos y técnicos

A lo largo de los siglos XVII y XVIII se va a ir gestando el nuevo Estado


liberal, consecuencia lógica del Estado Moderno. A la hora de examinar la
incidencia de la Reforma y los avances científicos y técnicos, debe
subrayarse el carácter indirecto de esta transformación.

Además de la quiebra de la autoridad tradicional y la agudización de


los aspectos más intimistas del hecho religioso, la contribución fundamental
de la Reforma radicará obviamente en su defensa del individualismo, en
cuanto cada persona pasa a ser el protagonista decisivo de la relación con la
divinidad. Su otra gran contribución, la tolerancia religiosa, será más el fruto
indirecto y tardío del combate europeo entre católicos y protestantes, que una
derivación directa de las iglesias reformadas. Otra importante contribución
protestante es la que hace el calvinismo al desarrollo del capitalismo. La
creencia en la predestinación, la vieja visión de los poderosos como favoritos
de los dioses, se unía a la existencia de una ética calvinista (individualismo,
ahorro y disciplina social) animadora de una moral burguesa claramente
funcional para el capitalismo.

El mundo moderno se caracteriza, entre otros rasgos, por una


valoración del conocimiento científico, en nada parecida a la de la vida
medieval. Del carácter secundario de la ciencia en un mundo dominado por
el saber teológico y, complementariamente, por los conocimientos filosóficos
y jurídicos, se va a pasar, gradualmente, al protagonismo de la ciencia.

33
Damián Arévalo Orozco

Ya en el siglo XVII la ciencia “conquistó a sus contemporáneos


mostrándoles que estaban adquiriendo un poder sobre la naturaleza que de
otro modo no podrían alcanzar”. La teoría del progreso y el triunfo del
espíritu racionalista eran consecuencias inevitables de este proceso.

Paralelamente, se va gestando desde el siglo XVI un iusnaturalismo


racionalista cuyos principios básicos podrían ser:

 la autoridad no se origina en la divinidad sino en la decisión de los


hombres, expresada mediante un contrato adecuado

 la meta de toda organización política es de carácter secular y viene


definida por los intereses individuales de sus ciudadanos y la suma
de los mismos que es el bien común

 el hombre, por su mera existencia, es sujeto de unos derechos que


deben ser respetados por el estado.

El iusnaturalismo será la expresión política más avanzada de un


sentimiento preliberal en abierto choque con el absolutismo

Hasta muy entrado el proceso de transformación del Estado Moderno en


Estado liberal, prima en la Europa occidental una concepción mercantilista
de la vida económica. Ya en el siglo XVII son detectables, sin embargo, buen
número de quejas, todavía no generales, contra una intervención económica
estatal en relación a temas como los asentamientos de población, la falta de
uniformidad de los salarios… Habrá de ser en el campo de la producción
agraria donde se hagan más explícitas las demandas de una actitud
económica liberal. De todas formas, hay que esperar hasta principios del
siglo XVIII para que el efecto combinado de la racionalización de la
propiedad agraria, el crecimiento demográfico y las innovaciones
tecnológicas ofrezcan como resultado el hecho de una revolución industrial,
fundamento de la mentalidad económica liberal.

A lo largo del siglo XVIII las Monarquías europeas, aunque ilustradas,


seguían presentando los rasgos de unos regímenes absolutos. En ellas y sus
colonias serán evidentes los riesgos de un estallido. Cuando al fin éste se
produzca, empezando en EEUU y siguiendo en Francia, el nuevo modelo
estatal se fundamentaría en unos valores e instituciones acuñados a lo largos
de los dos siglos anteriores:

 creencia en la libertad y la dignidad intrínseca de todos los hombres


 confianza en el progreso

34
Génesis del Estado Moderno

 apuesta por la libertad económica aunque corregida por un elemental


pragmatismo
 soberanía nacional
 división de poderes
 imperio de la ley
 representación política

Las contradicciones presentes en este primer liberalismo (limitación de


los derechos políticos por la práctica del voto censitario y la corrupción, la
aceptación de la esclavitud en los primeros estadios, el control del aparato
político por la burguesía…) harán inevitable el surgimiento de nuevas
respuestas políticas con otros protagonistas sociales, pero se hará ya muy
difícil la renuncia a las conquistas más profundas del liberalismo.

35
UNIDAD 3

EL ESTADO LIBERAL Y
EL ESTADO LIBERAL-DEMOCRÁTICO

Teresa Maria Geraldes Da Cunha Lopes


UNIDAD 3

EL ESTADO LIBERAL Y
EL ESTADO LIBERAL-DEMOCRÁTICO

Teresa Maria Geraldes Da Cunha Lopes

3.1 El Estado liberal

La génesis del Estado liberal suele explicarse oponiéndola a las estructurales


despóticas y, en particular, a las monarquías absolutas.

El orden político del Antiguo Régimen se caracterizó por la


tendencia a la concentración y a la personificación del poder político en la
figura del monarca. El rey era, al mismo tiempo, legislador, juez y máximo
titular del gobierno. El liberalismo se erige contra la pervivencia de los
privilegios políticos, contra la nobleza y las prácticas gremiales que unidas a
otros factores- diversidad de jurisdicciones, de aranceles, de pesos y
medidas- obstaculizaban el desarrollo comercial.

El liberalismo no discutió que el Estado ostentase el monopolio


normativo y el de la coacción legítima. Es más, fue en la época del Estado
liberal cuando se consolida ese monopolio. Pero, frente al Estado absoluto, el
Estado liberal estableció una nueva forma de organización política
caracterizada por la limitación del poder y por la garantía de los derechos
individuales.

La revolución inglesa en el siglo XVII y las revoluciones


norteamericana y francesas en el siglo XVIII son los acontecimientos que
marcan la ruptura con el Antiguo Régimen. El origen de los revolucionarios
era heterogéneo, por lo que se descarta que el inicio de la Revolución fuera
impulsado por un conflicto consciente entre burgueses y aristócratas.

El Estado liberal se configura en Inglaterra durante un dilatado


proceso comprendido entre los primeros años del siglo XVII y la Revolución
Gloriosa (1688). Ese periodo se caracteriza por lo recurrente de los conflictos
religiosos y el enfrentamiento entre la Corona y el Parlamento. Las
rivalidades de ambas instituciones desembocaban, por un lado, en la
redefinición de los límites de las prerrogativas regias frente a las prácticas
tendentes a ampliarlas (por ejemplo, creación de impuestos excepcionales) y,
por otro lado, en la reafirmación de los privilegios del Parlamento. La
39
Teresa Maria Geraldes Da Cunha Lopes

ºRevolución Gloriosa condujo a la victoria del Parlamento sobre la Corona y


en las décadas siguientes se impuso la supremacía del Parlamento. Sin
embargo, no fueron abolidos “los burgos podridos” y tampoco se produjo la
separación entre la Iglesia y el Estado.

Cuando se fragua la revolución norteamericana el Rey y el


Parlamento inglés eran la máxima autoridad en las trece colonias. La
pretensión del Parlamento inglés de extender sus competencias fiscales en las
colonias fue la mecha que encendió el conflicto. Los colonos exigieron que la
aprobación de la imposición interna tendría que contar con su
consentimiento. Así, el conflicto se convierte en una “guerra económica” que
terminará evolucionando en una guerra militar. En el II Congreso
Continental, las colonias aprobaron la Declaración de Independencia (1776).
Esta Declaración, basada en las leyes naturales de Dios, proclama la libertad
e igualdad de los hombres y establece que todo gobierno, cuya finalidad no
es otra que la garantía de los derechos inalienables, tiene que descansar en el
consentimiento de los gobernados.

La formación del Estado liberal en Estados Unidos parte de unos


presupuestos distintos a los del continente europeo. La limitación del poder
político no tiene por objeto a un soberano indivisible y legislador absoluto
cuyo titular sea el rey, sino a la clase dirigente en defensa de los derechos
individuales.

Durante la época de la monarquía absoluta en Francia se había roto el


equilibrio entre la monarquía y las asambleas estamentales. Ante la situación
económica desastrosa, el rey Luis XVI convoca los Estados Generales. El
Tercer Estado se opuso a la reunión de los tres estados por separado, según
era tradicional, y se constituyó en Asamblea Nacional de la que surgió la
Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano (1789). Los
principios consagrados en la Declaración y en la Constitución de 1791, la
primera de la Revolución, son exponentes del fin del Antiguo Régimen y del
inicio de una nueva época.

Ambos documentos proclaman la soberanía nacional y el fin de la


legitimidad monárquica. La Constitución de 1791 recoge la forma
monárquica, sin embargo, el rey se encuentra sometido a la soberanía de la
ley y se le concibe como delegado de la nación. Este texto constitucional
establece la división de poderes y confiere al legislativo el predominio. Al
monarca se le atribuye el veto suspensivo pero no posee la función de
convocar, suspender o disolver a la Asamblea.

40
El Estado Liberal y el Estado Liberal-Democrático

3.2 El liberalismo: fundamentos ideológicos

Aunque el liberalismo no es un todo homogéneo, sino que engloba diferentes


corrientes, tiene como punto de partida la Declaración de los Derechos del
Hombre y la igualdad de todos los seres humanos ante la ley, así como el
derecho a intervenir en algún grado en las cuestiones de gobierno.

Los descubrimientos científicos producidos a partir del siglo XVI, la


filosofía empírica y las ideas de la Ilustración constituyen los elementos
básicos para comprender la fundamentación del liberalismo, desarrollados a
partir de la independencia de EEUU y la Revolución Francesa.

La ideología liberal corre, al principio, pareja con el ascenso de la


burguesía en Europa, y se consolida con la Revolución industrial. Hacia
mediados del siglo XIX el liberalismo ha tomado carta de naturaleza y
podríamos destacar sus rasgos principales:

 Racionalismo, el principal instrumento del hombre para entender el


mundo es la razón.

 Progreso, la capacidad de dominar la naturaleza es infinita por parte


de la ciencia

 Naturaleza, lo natural es el modelo en que debemos inspirarnos para


actuar de acuerdo con ella.

 Laicismo, al considerar la libertad de pensamiento y no considerar la


religión como único cauce para relacionarse con el mundo

 Elitismo, solo una minoría está capacitada para dirigir. Con el tiempo
el liberalismo fue democratizándose y aceptando la capacidad de
todos para intervenir en los asuntos públicos.

 Universalismo, la ideología liberal se creyó siempre universalista,


adaptable a todos los lugares y latitudes

 Individualismo, idea que se relaciona con la tolerancia e instrucción.


El Estado debe proteger los derechos individuales, aunque al
principio esto solo será potestad de una minoría. También el
individualismo económico propugna la libre competencia y la
libertad de creación de empresas.

41
Teresa Maria Geraldes Da Cunha Lopes

A la concepción de un nuevo orden político opuesto al absolutista y a la


autoridad de la Iglesia contribuyeron las ideas formuladas, en los siglos XVII
y XVIII, por Locke, Hume, Montesquieu, Sieyès, Adam Smith, Madison y
Kant.

Los principios más representativos del liberalismo clásico fueron


expuestos por John Locke, quien defiende que las creencias religiosas
competen a la decisión de los individuos, así como el respeto a todas las
religiones y el derecho a disentir en esta materia. Con el tiempo, el
reconocimiento de la libertad religiosa condujo al reconocimiento de la
libertad política. La libertad de religión no sólo implicó la libertad de culto,
también la libertad de asociación y la libertad de pensamiento.

De acuerdo con la corriente iusnaturalista, Locke sostiene que el


individuo es titular de unos derechos innatos o inviolables. El derecho a la
vida, a la libertad y a la propiedad o posesiones son atributos que nacen con
el hombre y son anteriores a todo grupo social. Según Locke, la constitución
de cualquier comunidad política estuvo precedida de una situación en la que
los individuos vivían en un “estado de naturaleza” donde todas las personas
eran libres, no estaban sometidas a ninguna voluntad ajena y disfrutaban de
los derechos naturales.

La concepción de Locke del “estado de naturaleza” difiere de la expuesta


por Hobbes. No es equiparable a una situación de guerra de todos contra
todos porque rige la ley natural cuyo contenido está determinado por la razón
y es reconocible a través de ella. Sin embargo, el “estado de naturaleza”
posee riesgos. En él todos los hombres tienen las mismas facultades para
defender sus derechos y recurrir a la violencia de forma individual. Estos
riestgos hacen inevitable que los hombres pacten entre ellos la renuncia a
aplicar la ley natural por sí mismos y la creación de la sociedad política.

A partir de estos planteamientos, la sociedad y el poder político no


pueden fundamentarse ya ni en la divinidad ni en la herencia sino en el
consentimiento expreso o tácito de los miembros de la sociedad. El poder
político que surge del pacto y se asienta en el consentimiento de los
individuos tiene como objetivo garantizar los derechos naturales. Es decir,
las competencias del Estado se restringen a la salvaguarda de los derechos
individuales, a dirimir los conflictos y asegurar la paz.

La explicación de Locke sobre el origen de la sociedad política no es


compartida por otros autores liberales como Hume o Adam Smith

Hume no niega que el pacto hubiera sido el origen de la sociedad política


en un pasado remoto, pero esta teoría no es válida para fundamentar la
42
El Estado Liberal y el Estado Liberal-Democrático

obediencia de las generaciones siguientes. Las obligaciones políticas no son


consecuencia de la razón sino de la lealtad. El hecho de que las personas
nazcan en una sociedad política establecida genera cierta lealtad hacia ella.
Además, los individuos poseen unas necesidades imposibles de satisfacer
aisladamente, lo que les induce a vivir en sociedad. No es, por lo tanto, el
instinto natural la base de la obediencia ni el pacto el origen de la sociedad.
Es la utilidad la causa de la existencia de la sociedad, del Estado y la
responsable de que los individuos acepten las obligaciones.

Adam Smith, desde una perspectiva utilitarista, formula la teoría más


característica del pensamiento liberal económico. El utilitarismo sostiene que
el comportamiento individual se rige por el móvil de maximizar el placer y
evitar el dolor. Si todas las personas poseen libertad para satisfacer sus
objetivos, el resulto será “la mayor felicidad para el mayor número”

En coherencia con este principio, Adam Smith en su obra La riqueza de


las naciones (1776) expone que el libre mercado es una condición ineludible
para el desarrollo económico. El interés personal es la clave del bienestar de
la sociedad en su conjunto. El mercado permite la armonización de los
intereses divergentes sin necesidad de la intervención del Estado. En
consecuencia, la economía debe regirse por el principio del laissez faire, las
limitaciones emanadas de la organización gremial eran un obstáculo para el
desarrollo económico. Sin embargo, la libertad de contratar y la libertad de
intercambio se trocan en falacias cuando las partes que intervienen en las
relaciones económicas son desiguales.

El núcleo de la ideología liberal se plasma en la Declaración de los


Derechos del Hombre y del Ciudadano donde se proclama que “los hombres
nacen y permanecen libres e iguales en derechos”. El Estado liberal extrae de
la libertad y de la igualdad su legitimación ideológica.

La libertad fue definida por Montesquieu como el derecho de hacer todo


lo que las leyes no prohíben. El reconocimiento del derecho a la libertad
pretende proteger el ámbito de actividad de los ciudadanos de las injerencias
del poder político. Sólo la necesidad de garantizar la libertad ajena justifica la
intervención del Estado en la vida privada.

La igualdad defendida por el liberalismo es la igualdad ante la ley y la


igualdad de derechos. Su reconocimiento implica que todos los ciudadanos se
someten a las mismas leyes, a diferencia de otras épocas en las que el status
jurídico de los individuos estaba determinado por razones territoriales y
sociales.

43
Teresa Maria Geraldes Da Cunha Lopes

El liberalismo se caracteriza por basarse en una concepción


individualista. Se trata de una ideología cuya esencia es el individuo, no los
grupos, y sitúa los valores individuales por encima de los colectivos. A
diferencia de la época medieval, en la que los sujetos de las libertades son las
entidades corporativas, en la época moderna los titullares son los individuos.

Por otro lado, el liberalismo no defiende la debilidad del Estado. Su


crítica se centra en el poder ilimitado e irresponsable y frente a él propugna
el sometimiento de la actividad estatal a lo establecido en las normas. El
ideal de los liberales no es la sociedad sin gobierno. De hecho, el Estado es
considerado esencial para la existencia de la libertad.

3.3 Principios organizativos y funciones del Estado liberal

El Estado liberal se asienta en nuevos principios, como la soberanía nacional


y el gobierno representativo.

La limitación del poder político constituye el elemento esencial para


garantizar los derechos individuales, limitación que se articula a través del
reconocimiento de los derechos y libertades, del principio de la división de
poderes y del Estado de Derecho. La constitución escrita, al tener como
función la consagración de los derechos y la regulación del fundamento de
los órganos del Estado, también es un instrumento esencial para evitar la
arbitrariedad del poder.

3.3.1 Derechos y libertades

Los derechos y libertades suponen una limitación al poder político, ya que


protegen al ciudadano de la intervención estatal. El primer liberalismo
reconoce, entre otros, los siguientes derechos:

 derecho a la vida;
 libertad de conciencia y de pensamiento, que protegen
respectivamente contra intolerancia religiosa y la censura
 la libertad de empresa y la libertad de comercio, que se oponen a las
prácticas corporativas del régimen gremial.
 Derecho de propiedad

Los tres últimos son los elementos básicos para el desarrollo de la


economía de mercado.

44
El Estado Liberal y el Estado Liberal-Democrático

3.3.2 Soberanía nacional y Estado representativo

El concepto de soberanía nacional expresa la idea de que la nación o el


pueblo es el único titular del que emana el poder del Estado. Frente a los
privilegios y la representación estamental, lo que constituye a la nación es la
ley y la representación común. Existe una nueva concepción del Derecho,
integrado por normas de validez general. Por otra parte, la reclamación
general exigida por el Tercer Estado para tener influencia en la vida política
consiste en tener verdaderos representantes que defiendan sus intereses.

Desde el punto de vista institucional, el Estado liberal se configura


como un Estado representativo. Es decir, los ciudadanos participan en el
gobierno no directamente sino a través de sus representantes.

Bajo el liberalismo se engloban propuestas heterogéneas. Durante el


siglo XIX prevalecieron los presupuesto del liberalismo doctrinario, que
propugnaba el principio de la “soberanía compartida”. Es decir, la soberanía
recae en el Rey y en el Parlamento. De acuerdo con este principio, los
gobiernos deben gozar de la confianza de ambas instituciones y al monarca
se le reconoce iniciativa legislativa y el veto legislativo. Además, el
liberalismo doctrinario es partidario del sufragio restringido por razones
censitarias y capacitarias.

3.3.3 La división de poderes

La división de poderes fue estudiada por Locke, quien diferencia tres


poderes: el legislativo, el ejecutivo y el federativo. Al primero le corresponde
determinar a través de las leyes cómo se utilizará la fuerza del Estado para la
preservación de la comunidad y la de sus miembros. Locke esgrime tres
razones para justificar que el poder legislativo no esté en las mismas manos
que el ejecutivo y lo ejercite una asamblea:

Porque la aprobación de las leyes no exige que las legislaturas estén


permanentemente en activo Porque dada la fragilidad de los hombres,
podrían tener la tentación de hacer y ejecutar la ley en beneficio
propio.Porque es necesario un poder que esté siempre en activo y separado
del legislativo debido a que las leyes necesitan ser ejecutadas y respetadas sin
interrupción

Finalmente, el cometido del poder federativo es hacer la guerra y la


paz, establecer alianzas y concluir los tratados. Se trata de un poder
encargado de la seguridad y del interés en los asuntos externos. Aunque este
poder es distinto del ejecutivo, es conveniente que ambos poderes sean
atribuidos a titulares distintos.
45
Teresa Maria Geraldes Da Cunha Lopes

Sin embargo, se debe a Montesquieu la formulación más influyente


del principio de la división de poderes. Su repercusión fue inmediata,
plasmándose en la Constitución americana de 1776 y en la francesa de 1791.
La idea, expuesta en la obra Del espíritu de las leyes, de que todo poder
tiende al abuso está en la base del pensamiento de nuestro autor. La única
forma de evitar esta inclinación consiste en que el poder contenga al mismo
poder.

Montesquieu sostiene que en todo Estado existen tres clases de


poderes:

 El poder legislativo es la “voluntad general del Estado”, su función


es la de promulgar las leyes y la de enmendar o derogar las existentes

 El poder ejecutivo, se identifica con el poder de “la ejecución de la


voluntad general”, él “dispone de la guerra y de la paz, envía o recibe
embajadores, establece la seguridad, previene de las invasiones”

 El poder judicial es el encargado de castigar los delitos o juzgar las


diferencias entre particulares. Este poder es “en cierto modo nulo”,
los jueces no son “más que el instrumento que pronuncia las palabras
de la ley”

Según este autor, las funciones descritas no pueden concentrarse en un


mismo titular. “El poder ejecutivo debe estar en manos de un monarca,
porque esta parte del gobierno está mejor administrada por una sola persona
que por varias; y al contrario, las cosas concernientes al poder legislativo se
ordenan mejor por varios que por uno sólo”. El poder legislativo lo concibe
Montesquieu, compuesto por dos partes, una integrada por los representantes
del pueblo y la otra confiada a los nobles. Finalmente, el poder de juzgar
recae en los tribunales de justicia.

La independencia de los poderes se garantiza mediante su separación


orgánica pero ésta no implica una separación absoluta de unos respecto a
otros. Por el contrario, Montesquieu defiende el establecimiento de controles
recíprocos para conseguir el equilibrio del poder. Según su propuesta, la
convocatoria del Parlamento depende del ejecutivo, al primero le
corresponde la aprobación de las leyes pero éstas tienen que contar con la
sanción del Rey. También al poder legislativo le confiere poderes judiciales
extraordinarios.

Se ha reiterado que el Principio de la División de Poderes se basaba en


una de las ideas más antiguas de la Teoría Política, observándose un claro
46
El Estado Liberal y el Estado Liberal-Democrático

paralelismo con el concepto de gobierno mixto que tiene su referente en la


obra de Polibio.

Polibio distingue tres formas de gobierno buenas (la monarquía, la


aristocracia y la democracia) y tres formas corruptas (la tiranía, la oligarquía
y la oclocracia o tiranía de la plebe). Cada una de las formas buenas de
gobierno posee una predisposición a degenerar en su contrario. Las seis
formas se suceden unas a otras por periodos cíclicos. En consecuencia, las
formas de gobierno buenas, además de inestables, no son recomendables
aisladamente. La solución la encuentra Polibio en una constitución que se la
síntesis de las tres. La combinación permitiría neutralizar esta tendencia al
evitar que ninguna predominase. La constitución romana, a juicio de Polibio,
era el prototipo del gobierno mixto. El cónsul, el senado y los comicios del
pueblo eran los órganos de gobierno de esta constitución, cuyo poder
corresponde, respectivamente, con el principio monárquico, el aristocrático y
el democrático.

Otros autores consideran que la aportación de Montesquieu es una


formulación nueva. La novedad estriba en las siguientes razones:

 A la atribución precisa de cada función del Estado a un órgano


específico, aspecto que ninguna teoría anterior recoge. Montesquieu,
al asignar cada función al órgano más idóneo, transforma la división
de poderes en un sistema basado en una racionalidad funcional

 A la forma en la que el principio se expone. Montesquieu no se


limita a describir una situación existente, sino que propone un
modelo de validez universal.

Sin embargo, el problema que se proponía Montesquieu no era tanto


distinguir las funciones del Estado y atribuirla a los órganos más adecuados
sino repartir el poder entre las fuerzas sociales del Antiguo Régimen. Por
otro lado, es indiscutible la relevancia atribuida por Montesquieu a los
cuerpos intermedios como medio de evitar el despotismo de las monarquías,
forma de gobierno que, por otra parte, constituye su ideal político.

El principio de Montesquieu inspiró tres modelos distintos de


organización del poder: el régimen parlamentario, el régimen presidencialista
y el régimen de asamblea.

Además de la inexistencia de una correspondencia estricta entre las


funciones y los poderes estatales desde el inicio, las funciones del Estado
aumentaron debido a la implantación de las políticas de bienestar. Esta nueva
situación contribuyó a hacer más problemática la relación entre poderes y
47
Teresa Maria Geraldes Da Cunha Lopes

funciones. Asimismo, el desarrollo de los partidos de masas planteó un nuevo


escenario. El hecho de que coincida la fuerza partidista en la que se apoya el
gobierno y la mayoría parlamentaria difumina la división entre el poder
ejecutivo y el poder legislativo, además de producirse cierta quiebra en el
equilibrio entre ambos poderes desde el momento en que el Parlamento deja
de ser el principal órgano de control del gobierno. En este contexto, la
función de control emana, principalmente, de la oposición o minoría
parlamentaria.

A pesar de sus imprecisiones conceptuales, su contenido aún está


vigente. Continúa siendo un criterio orientador de la organización del Estado.

3.3.4 El Estado de Derecho

El Estado de Derecho constituye un límite jurídico al poder del Estado. Su


objetivo es garantizar la libertad individual. Mientras que el monarca, según
la concepción absolutista del poder, no se encuentra vinculado a las leyes, la
idea de Estado de Derecho supone el sometimiento de los poderes públicos al
Derecho. Los límites de la autoridad están determinados por criterios
jurídicos. No son ya, como podría suceder en otras épocas, de naturaleza
ética, religiosa o histórica. Es una legitimidad racional.

Los caracteres del Estado de Derechos son:

 El imperio de la ley
 La división de poderes
 La legalidad de la Administración
 El reconocimiento de los derechos y libertades fundamentales

El imperio de la ley significa que ésta prevalece sobre las decisiones de


todos los poderes públicos. Por ley ha de entenderse la expresión de la
voluntad general representada en el poder legislativo. Las leyes son
instrumentos esenciales para evitar la arbitrariedad del poder, además de
contribuir a la despersonalización de su ejercicio.

La legalidad de la Administración es otra de las exigencias del Estado de


Derecho. Implica, por una parte, la subordinación de la actividad
administrativa al imperio de la ley. Por otra, la legalidad de la
Administración conlleva la posibilidad de que sus actos sean fiscalizados
judicialmente para garantizar la adecuación entre la ley y las decisiones
administrativas.

48
El Estado Liberal y el Estado Liberal-Democrático

El Estado de Derecho es un concepto característico del liberalismo, pero


ha trascendido a la época en que surgió. La utilización del concepto en otros
contextos sociopolíticos puede ser entendida como una de las causas
explicativas de la diversidad de significados que a él se le han atribuido:

a) Los fundamentos del concepto originario del Estado de Derecho


fueron desarrollados por la escuela racionalista del derecho natural, que tiene
a Kant como su autor más relevante. Para esta corriente el poder debe
limitarse a través de los criterios racionales característicos del Derecho
natural. El fin del Estado debe regirse por tres principios a priori de derecho:

 La libertad de cada miembro de la sociedad, en cuanto hombre


 La igualdad de cada uno con los demás, en cuanto súbdito
 La autonomía de cada miembro de la comunidad, en cuanto
ciudadano

b) Para el positivismo jurídico el derecho creado por el Estado no tiene


como referente un a priori que lo trascienda. Solo la ley que es aprobada
como tal por el poder legislativo es real. En líneas generales, esta corriente
mantiene que todo derecho es estatal. Es suficiente que el Estado establezca
alguna limitación a su poder para que sea calificado como un Estado de
Derecho. El concepto de Estado de Derecho defendido por el positivismo se
caracteriza por reducir su especificada a los elementos formales.

Los postulados de la concepción formal del Estado de Derecho


impulsaron la revisión de la doctrina de la vinculación negativa de la
Administración, defendida por el liberalismo doctrinario. Según esta
doctrina, la Administración puede hacer todo lo que la ley no prohíbe. No es
requisito que la norma la habilite para ejercer su actividad. En consecuencia,
los actos administrativos no vinculados a la ley eran discrecionales y,
además, no podían ser fiscalizados.

Los defensores del concepto formal de Estado de Derecho mantienen,


frente a la interpretación de la vinculación negativa, que todos los actos de la
Administración tienen que fundarse en un precepto jurídico para ser actos del
Estado. La discrecionalidad no supone la disponibilidad de poderes
ilimitados porque todo acto discrecional contiene elementos reglados y, por
lo tanto, permiten su control judicial. Por lo tanto, no cabe interpretar la
vinculación de la Administración a la ley sea negativa sino positiva.

c) Las críticas vertidas sobre el “concepto formal de Estado de Derecho”


fomentaron la construcción del “concepto material”. Este segundo término
identifica el Estado de Derecho con la vinculación de los poderes públicos a
49
Teresa Maria Geraldes Da Cunha Lopes

los valores materiales sancionados por la constitución. Este concepto


atribuye validez jurídica a las convicciones éticas y políticas de los textos
constitucionales.

d) Por último, el Estado de Derecho ha sido formulado como un Estado


social de Derecho.

3.3.5 Las funciones del Estado liberal

La teoría liberal justifica que la actividad del Estado está determinada por el
fin de garantizar las libertades individuales. De acuerdo con este
planteamiento, el Estado liberal se caracteriza por ser un Estado
abstencionista, con unas funciones limitadas. Según la formulación de Adam
Smith, al Estado compete:

 Defender el país de las agresiones externas


 Mantener el orden público
 Acometer las obras y servicios de interés públicos que no fuesen
rentables para el sector privado

A pesar del abstencionismo predicado por la teoría, en la práctica la no


intervención del Estado fue relativa. Por ejemplo, frente a la orientación
librecambista, la política proteccionista, seguida por algunos países,
condujeron a la intervención del Estado en el comercio internacional.

Desde la perspectiva de la sociología histórica, se ha explicado el


desarrollo de las funciones e instituciones estatales como consecuencia de las
necesidades bélicas. En este sentido, Mann sostiene que hasta mediados del
siglo XIX la función predominante de los Estados era la guerra y su
preparación.

Las actividades de los Estados se transforman en torno a 1870. El cambio


afectó al aumento de las funciones civiles. En concreto: los Estados
ampliaron las infraestructuras de comunicación; algunos adquirieron la
propiedad de ciertas industrias; por último, hacia finales del siglo XIX y
principios del XX, ciertos Estados establecieron incipientes programas
asistenciales.

3.3.6 La crisis del Estado liberal

Desde el punto de vista político, el Estado liberal mostraba una serie de


carencias. Sus rasgos oligárquicos colisionaban con los principios de libertad
e igualdad en los que se asentaba. Los efectos de la Revolución Industrial en
el ámbito laboral (trabajo infantil, prolongadas jornadas, malas condiciones)
50
El Estado Liberal y el Estado Liberal-Democrático

generaron conflictos sociales. Las diferentes crisis económicas


experimentadas por el sistema capitalista, entre ellas, la que se produce en
1929, provocarían el replanteamiento de las políticas económicas que hasta
entonces se venían adoptando.

Los problemas políticos, sociales y económicos a los que se enfrentó


el Estado liberal desembocaron en unos casos en procesos transformadores y
en otros en rupturas revolucionarias y contrarrevolucionarias. Desde la
primera perspectiva, el orden liberal comenzó a adoptar embrionarias
reformas que desembocarían en la consolidación del Estado social y
democrático después de la segunda posguerra. Desde la segunda perspectiva,
la crisis del Estado liberal condujo a cambios radicales de carácter totalitario,
de los que son exponentes los Estados comunistas y los Estados fascistas.

3. 4 El estado liberal-democrático

El núcleo del Estado democrático está constituido por los principios e


instituciones del Estado liberal. Existe, por tanto, una relación clara entre
liberalismo y democracia.

3.4.1 Relación entre liberalismo y democracia

La idea central del pensamiento liberal es la limitación del poder político. Su


objetivo se dirige a definir un ámbito privado en el que no pueda inmiscuirse
el poder del Estado, condición imprescindible para garantizar la libertad
individual. En consecuencia, el problema prioritario del liberalismo es dar
respuesta a cómo se ejercen la funciones del Estado. Por el contrario, la
democracia se refiere sobre todo a quién ejerce las funciones estatales. Así, si
el liberalismo se identifica con el principio de la libertad, la democracia lo
hace con el de la igualdad.

Los liberales rechazan la democracia no sólo por las dificultades


técnicas para ser aplicada a realidades con un mayor tamaño geográfico y
demográfico que la polis, sino también por su tendencia a la inestabilidad y a
la intolerancia, además de no ser vista como un modelo capaz de garantizar
los derechos individuales. El principio de la mayoría, desde la perspectiva
liberal, aunque igualitario, conduce a que se imponga la fuerza del número
por encima de la individualidad. La democracia encierra la amenaza de
desembocar en el despotismo o en la tiranía no ya del monarca sino de la
mayoría.

La distinta naturaleza de la democracia y del gobierno representativo


puede explicarse a partir de la diferente concepción que poseen los antiguos
y los modernos acerca de la libertad. Para los antiguos, la libertad sólo puede
51
Teresa Maria Geraldes Da Cunha Lopes

defenderse mediante el autogobierno. La libertad individual es fruto de la


participación en la voluntad colectiva, de la participación en la política que
abarca todos los ámbitos de la sociedad. Por su parte, los modernos entienden
que la libertad individual sólo es realizable en la vida privada.

Estas dos sentidos de la libertad fundamentan dos formas de


gobierno distintas: la democracia directa, sustentada en la primera
concepción de la libertad; y el gobierno representativo, anclado en la segunda
idea de libertad.

La democracia directa tuvo como experiencia práctica más clara la


antigua Atenas. En opinión de Manin, la nota distintiva de la democracia
ateniense no reside en la confusión entre gobernantes y gobernados. El rasgo
directo de este modelo deriva, principalmente, del método utilizado para
seleccionar a los miembros de instituciones centrales de ese sistema político.
Este modelo no eliminaba la distinción entre gobernantes y gobernados:
todos los ciudadanos tenían la misma posibilidad de alternarse en ambas
posiciones. Por lo tanto, lo que diferencia a la llamada democracia directa del
gobierno representativo está más relacionado con el método de selección que
con el hecho de que unos pocos gobiernen en lugar del pueblo. Mientras en la
polis numerosas magistraturas se designaban a través del sorteo, el gobierno
representativo excluye totalmente este método y utiliza la elección.

El modelo ateniense ha sido considerado por algunos sectores el


prototipo de la democracia. A partir de sus instituciones ciertos autores
defienden que la esencia de la democracia radica, precisamente, en la
participación directa de los ciudadanos en los asuntos públicos. Esta
interpretación es propia de una variante del pensamiento republicano a la que
se califica de “radical”, “popular” o “democrática”.

La corriente republicana popular o radical fue iniciada por Cicerón.


Una de sus ideas centrales se refiere a que la república es una comunidad
pública cuya finalidad es el desarrollo de los intereses de la comunidad en su
conjunto y no la satisfacción de los intereses individuales o los de grupo. La
idea está presente en la obra de Rousseau.

Los teóricos del gobierno representativo entendieron que la


participación típica de la democracia ateniense era un modelo que abocaba al
sometimiento de los ciudadanos a la colectividad y, en consecuencia, al
menoscabo de la libertad individual. En realidad, la teoría clásica definió la
democracia como el gobierno de muchos o de la mayoría. También el
pensamiento liberal ubicó en el pueblo la titularidad del poder. Pero, por
encima de este paralelismo, la diferencia entre ambas concepciones radica en
quiénes son los llamados a gobernar, es decir, quiénes son los que ejercen el
52
El Estado Liberal y el Estado Liberal-Democrático

derecho a adoptar decisiones colectivas y a través de qué método son


seleccionados los gobernantes.

El gobierno representativo se ha definido, en ocasiones, como una


forma en la que los ciudadanos participan indirectamente por oposición a la
democracia griega en la que la participación es directa, aunque los teóricos
del enfoque elitista subrayan que la democracia es, sobre todo, un método
que permite la selección de los líderes. Según la tradición liberal, todos los
individuos son titulares de derechos. En consecuencia, nadie puede imponer
su poder sobre los demás si no es con el consentimiento de los ciudadanos.
Por tanto, el rasgo distintivo del gobierno representativo, según lo concibió la
tradición liberal, radica en la función de prestar consentimiento y no en la
participación política.

En cuanto al método utilizado para la selección de los gobernantes, la


tradición liberal no tuvo en cuenta el sorteo, a pesar de ser considerado el
procedimiento más igualitario. En su lugar optó por la elección porque la
preocupación básica se centró en el derecho a consentir y no en la
distribución igualitaria de cargos. Desde esta perspectiva, la idea de
ciudadanía cambia: “los ciudadanos se consideraban ante todo fuente de
legitimidad, más que personas deseosas de ocupar un cargo”.

También el liberalismo se opone a la democracia cuando ésta se


funda en la igualdad material. El derecho a la igualdad trasladado a la esfera
económica colisiona con el derecho a la libertad porque el ejercicio absoluto
de la primera limita necesariamente el de la segunda.

Ahora bien, el liberalismo no rechaza la idea de igualdad siempre y


cuando sea compatible con la libertad individual. En este sentido se mantiene
que el único significado de igualdad coherente con el liberalismo es la
“igualdad en libertad”, es decir, igualdad para todos. Sobre este sentido de
igualdad se asientan dos principios básicos del liberalismo: la igualdad de
derechos y la igualdad ante la ley, en cuya virtud todos los ciudadanos están
sometidos a las mismas normas. Este principio se refiere a la igualdad
jurídica general y trasladado al ámbito político, implica igual derecho a
consentir e igual derecho a acceder a los cargos públicos. La igualdad, en
este sentido, es una igualdad política y se instrumentaliza a través de los
derechos políticos (derecho de sufragio, libertad de opinión, libertad de
información y libertad de asociación).

La igualdad política implícita en los principios liberales y, en


particular, en el principio de soberanía popular, son argumentos que permiten
relacionar el liberalismo con la democracia. La democracia moderna está
vinculada con el liberalismo y es una clara consecuencia de él si se la
53
Teresa Maria Geraldes Da Cunha Lopes

identifica con el mecanismo que permite “conferir autoridad a quienes son


periódicamente elegidos para ocupar cargos públicos”. El Estado
democrático supone que la organización y el ejercicio del poder derivan de la
voluntad del pueblo, es decir, el pueblo como titular del poder.

3.4.2 La democratización del Estado liberal

Aunque la democracia no es incompatible con los principios liberales, la


igualdad política no fue efectiva durante la vigencia del Estado liberal. Así,
el sufragio tanto activo (derecho a ser elector), como pasivo (derecho a ser
elegible), era restringido. La riqueza (sufragio censitario), la capacidad
intelectual (sufragio capacitario) y el sexo eran las limitaciones más
frecuentes para ejercer el derecho al voto y para ser candidato.

La transformación democrática del Estado liberal fue paulatina. Las


reformas democráticas comienzan a introducirse a finales del siglo XIX, pero
hasta después de la II GM no se consolida el Estado democrático,
configurándose como un Estado social y democrático de derecho.

La extensión de los derechos políticos tuvo como consecuencia el


reconocimiento del sufragio universal que, junto con la libertad de expresión,
la pluralidad informativa y la libertad para organizar partidos políticos y
sindicatos, permitieron superar la desigualdad política del Estado liberal. Esta
implantación del sufragio universal permitió que todos los ciudadanos fuesen
electores y elegibles, con independencia del nivel educativo, de la propiedad,
de la raza, de la confesión religiosa y del sexo.

A la ampliación del derecho electoral, algunos autores añaden la


parlamentarización del gobierno como rasgos característico de la
democratización del Estado liberal. La expresión se utiliza para referirse a la
implantación de la responsabilidad política del gobierno ante la
representación popular o directamente ante el electorado. Esa responsabilidad
exige que la formación y mandato de los gobiernos dependen de que éstos
obtengan y mantengan la confianza del parlamento, de forma que si el
gobierno pierde ésta tiene que dimitir. Una característica generalizada de la
época decimonónica era que el monarca de los Estados liberales aún
conservaba funciones ejecutivas y legislativas, por ejemplo el derecho de
veto sobre la legislación parlamentaria. La evolución posterior tendió a que
el poder ejecutivo fuese ostentado por el gobierno.

La composición oligárquica de los parlamentos liberales se


transformó con la ampliación del derecho de voto, convirtiéndose en una
institución más representativa del pluralismo social. Pero la democratización
de los parlamentos es más o menos paralela al declive progresivo de su
54
El Estado Liberal y el Estado Liberal-Democrático

importancia en el sistema político. Sus competencias se erosionaron a favor


de los ejecutivos debido, en parte, al lugar ocupado por los partidos políticos
en la vida parlamentaria.

Finalmente, el reconocimiento de los derechos económicos y sociales


y, en general, la transformación social del Estado puede entenderse como un
elemento de la democratización del Estado liberal clásico. No obstante, hay
argumentos para mantener que las democracias y el Estado social son
disociables. Las políticas sociales no siempre se adoptaron en contextos
democráticos. En realidad, la legitimidad del poder no constituye el objeto
del Estado social. Tampoco forma parte de sus contenidos las garantías
delimitadoras del poder características del Estado de Derecho. Ahora bien,
debe admitirse que, según las experiencias de diferentes países, las demandas
sociales se introducen en los programas gubernamentales en un contexto
democrático caracterizado por el sufragio universal.

55
UNIDAD 4

RUPTURAS DEL ESTADO LIBERAL DEMOCRÁTICO

Maria Elena Pineda Solorio


Teresa Maria Geraldes Da Cunha Lopes
UNIDAD 4

RUPTURAS DEL ESTADO LIBERAL DEMOCRÁTICO

Maria Elena Pineda Solorio


Teresa Maria Geraldes Da Cunha Lopes

4.1 Los Estados fascistas

Las distintas crisis experimentadas por el Estado liberal desde su


consolidación han obtenido respuestas que han pasado por la creación de
modelos que se ajustaban perfectamente a su lógica interna o que se alejaban
radicalmente de ella. El Estado del Bienestar es un claro ejemplo del primer
caso. En cambio, los Estados fascistas y los Estados socialistas intentaron
derrotar al liberalismo desde la alteración de sus mecanismos, en el primer
caso, o desde la superación de sus principios en el segundo.

4.1.1 El debate sobre el fascismo

El fascismo aparece en el periodo de entreguerras como resultado de la aguda


crisis política, económica e internacional que en ese momento sufrió el
Estado liberal democrático. Bien es cierto que sus raíces ideológicas y
culturales pueden encontrarse desde finales del siglo XIX, pero serán la I GM
y sus consecuencias las que crearán el caldo de cultivo apropiado para su
surgimiento. Además, si la guerra había mostrado los problemas del Estado
liberal para asegurar un orden internacional pacífico, la crisis económica del
29 puso en evidencia sus limitaciones para asegurar el desarrollo, así como la
necesidad de reformar sus principios no intervencionistas. En este contexto
aparecieron numerosos grupos, movimientos y partidos que se reclamaban
fascistas o podían ser identificados como tales.

Entre los elementos comunes pueden destacarse los que Nolte denominó
seis puntos del “mínimo fascista”:

 Antimarxismo, sería una reacción a la expansión del socialismo que


tuvo lugar tras la Revolución Rusa de 1917
 Antiliberalismo, como resultado de la crisis del Estado liberal
 Anticonservadurismo, pese a establecer alianzas temporales con
grupos tradicionales y sectores de la derecha política
 Principio de liderazgo, con un líder carismático indiscutido

59
Maria Elena Pineda Solorio y Teresa Maria Geraldes Da Cunha Lopes

 Ejército del partido, se trata de un rasgo organizativo derivado de la


militarización de las relaciones políticas
 El totalitarismo como objetivo, es decir, el control total de las
relaciones económicas, políticas y sociales.

Payne realizó también una descripción tipológica del fascismo, centrándose


en tres puntos:

 Ideología y objetivos:

 Adhesión a una filosofía idealista, vitalista y voluntarista, que


entraña normalmente la intención de crear una cultura moderna,
secular y autodeterminada

 Creación de un nuevo Estado nacionalista autoritario que no se basa


en modelos o principios tradicionales

Organización de una nueva estructura económica nacional altamente


reglamentada, multiclasista e integrada, tanto si se llama corporativista
nacional, nacionalsocialista o nacionalsindicalista

Evaluación positiva de la violencia y la guerra y disposición a recurrir a ellas


o recurso efectivo de las mismas

Objetivo imperial, de expansión, o cambio radical en las relaciones


nacionales con otras potencias

Negaciones fascistas:

 Antiliberalismo
 Anticomunismo
 Anticonservadurismo

Estilo y organización:

 Movilización de masas, con militarización de las relaciones y el


estilo político y con el objetivo de una milicia de partido de masas
 Importancia de la estructura estética de las reuniones, de los
símbolos y de la liturgia política, insistiendo en los aspectos místicos
y emocionales
 Insistencia extrema en el principio masculino y el dominio del varón,
al mismo tiempo que adhesión a una visión fuertemente orgánica de
la sociedad
60
Rupturas del Estado liberal democrático

 Exaltación de la juventud por encima de otras fases de la vida,


poniendo de relieve el conflicto de generaciones, por lo menos al
efectuar la transformación política inicial
 Tendencia específica a un estilo de mando autoritario, carismático y
personal, independientemente de si el mando ha sido inicialmente
electivo en alguna medida o no

4.1.2 Casos históricos del fascismo

La falta de uniformidad del fascismo se pone de manifiesto al examinar los


principales ejemplos históricos en los que alcanzó el poder. Los modelos
principales, el fascismo italiano y el nazismo alemán, presentan suficientes
diferencias entre sí como para poder hablar de subtipos. Eugen Weber
estableció una diferenciación entre el modelo fascista propiamente dicho, o
italiano, al que calificaba de pragmático, más moderado y conservador, y el
nacionalsocialista, más motivado teóricamente, radical y destructivo.

4.1.2.1 El fascismo italiano

Su principal figura fue Benito Mussolini, antiguo militante socialista, que en


1914 se unió al Fascio Revoluzionario, grupo formado por sindicalistas y
asociaciones locales que adoptó un nombre con larga tradición entre los
movimientos de izquierda italianos. Posteriormene, en 1919, una vez acabada
la I GM, distintos grupos liderados por Mussolini, entre los que destacaban
los antiguos sindicalistas, miembros del movimiento futurista y
excombatientes, formaron un nuevo movimiento nacionalista revolucionario:
los Fasci Italiani di Combattimento, dirigidos a las masas, de carácter
elitista, con una ideología más definida, una particular liturgia, y radical y
definitivamente alejados de sus orígenes izquierdistas.

Pese a su fracaso inicial, el movimiento fascista remontó el vuelo al


erigirse en defensor de las clases medias agraviadas por la crisis y
amenazadas por la acción de diversos grupos inscritos en la órbita socialista.
Lejos de seguir los dictados liberales, el fascismo italiano se radicalizó en su
empleo de la violencia y aceleró su conversión en una organización de masas
con una particular puesta en escena: uniformes, desfiles, banderas, cánticos y
ceremonias dotaron al fascismo de la liturgia estética que lo caracteriza. Sin
embargo, las limitaciones organizativas del fascismo condujeron, en 1921, a
la conversión del movimiento en un partido político, el Partito Nazionale
Fascista (PNF), bajo el mando indiscutible de Mussolini, al que se comenzó
a denominar Duce (jefe).

La conquista del poder estatal fue el principal objetivo fascista


durante el año 1922. Tras obtener el apoyo de importantes sectores del
61
Maria Elena Pineda Solorio y Teresa Maria Geraldes Da Cunha Lopes

ejército, formalmente obediente al poder constituido pero apoyando a los


fascistas bajo la forma de neutralidad, Mussolini lanzó su “Marcha sobre
Roma”. Decenas de miles de camisas negras acamparon a las afueras de
Roma e inmediatamente el rey pidió a Mussolini la formación de un nuevo
Gobierno. En los primeros meses de gobierno, el fascismo entró en una
aguda crisis al no tener definidos sus objetivos ni un programa mínimo. Tan
sólo se dedicó a conseguir la mayoría parlamentaria de la que carecía,
transformando el sistema electoral, y a evitar las críticas de la oposición. Las
sospechas de que Mussolini estaba involucrado en el asesinato del portavoz
socialista provocaron la protesta de la minoría de izquierda y de algunos
liberales. Ante la enorme magnitud del escándalo, Mussolini actuó con
decisión: asumió su responsabilidad y disolvió el Parlamento, comenzando,
en enero de 1925, apenas unos meses después de llegar al poder, la dictadura
fascista.

Los años siguientes terminaron de consolidar el dominio fascista. En


primer lugar se reconoció exclusivamente a los sindicatos fascistas, se
prohibieron los partidos políticos, se creó una estructura nacional sindicalista
para la economía, el Parlamento fue sustituido por una cámara corporativa, se
eliminaron las elecciones locales pasando los alcaldes a ser elegidos por
decreto y se formó una policía política especial. De igual manera, Mussolini
afianzó su poder asumiendo distintos ministerios, entre los que se
encontraban los de la Guerra, del Aire y de la Marina, y haciéndose con el
control total del partido. Por último, a partir de los años 30, se hizo efectivo
el carácter imperialista de la ideología fascista tanto en su intención de
ampliar el exiguo número de colonias, como al apoyar a movimientos afines,
cuyo ejemplo más evidente fue el apoyo a la insurrección franquista en
España con el envío de 70.000 soldados.

La concepción estatal de la ideología fascista fue uno de los últimos


componentes de la misma en formalizarse. De hecho, en general, algunos de
los elementos básicos de los Estados fascistas son a la vez resultado de su
evolución ideológica y de su práctica en el poder. De todas formas, el papel
central del Estado es uno de los argumentos que no variarán en ningún
momento. Las grandes líneas estatales vendrán definidas por los principios
ideológicos del partido fascista. En primer lugar, el Estado será centralista y
unitario. En cuanto a la relación entre la economía y la política, el fascismo
aceptó de buen grado el sistema capitalista. Una de las principales
preocupaciones de Mussolini fue la de demostrar que capitalismo y
liberalismo no estaban indisolublemente unidos con el fin de poder liquidar
el liberalismo político. En todo momento, es evidente el rechazo a la
democracia liberal, a sus principios y a sus aspectos institucionales, así como
la repulsa de los postulados socialistas.

62
Rupturas del Estado liberal democrático

Por último, cabe destacar la dimensión mítica y espiritual que el Estado tiene
para el fascismo. El fascismo, al proclamar una filosofía total de la vida y
poseer una particular liturgia estética, llegó incluso a adoptar la forma de una
religión pagana, la religión de Italia.

4.1.2.2 El nacionalsocialismo alemán

Si nos atenemos a las causas de su aparición, podremos constatar que se trató


de una particular respuesta al difícil momento económico, político y social.
Determinados sectores ultranacionalistas supieron utilizar hábilmente la
reacción originada por la crisis encauzando los diversos sentimientos de
fracaso y frustración en que estaba sumido el pueblo alemán. La paz
impuesta por los vencedores en el Tratado de Versalles tras la derrota de
Alemania en la I GM supuso una grave humillación que fue acompañada de
un periodo inestable, violento y de retroceso económico.

Entre los numerosos grupos de derecha nacionalista que surgieron al


finalizar la I GM sólo destacó el Partido de los Obreros Alemanes (DAP),
fundado por un mecánico ferroviario, Anton Drexler. En sus inicios no fue
más que un pequeño grupo, hasta que se incorporó Adolf Hitler, un veterano
de guerra que, dada su capacidad oratoria, pronto se convirtió en uno de sus
principales líderes. Apenas un año después de su fundación, Hitler celebró un
mitin en el que se presentaron los veinticinco puntos del partido. Redactador
por Hitler y Drexler, proclamaban la supremacía racial de los alemanes,
proponían una reforma de la economía, denunciaban a judíos y comunistas y
rechazaban el Tratado de Versalles. Con el fin de ampliar el partido
sustituyeron su nombre por el de Partido Nacional Socialista de los Obreros
Alemanes (NSDAP). Entre los afiliados, buena parte de ellos estaba
integrada en las SA (grupos de asalto creados en 1921).

Fue en este momento cuando Hitler, apoyado en la crisis política


alemana, intentó conquistar el poder del mismo modo en que lo había
conseguido Mussolini un año antes. Sin embargo, la marcha sobre Munich
fracasó. Los dirigentes de la intentona fueron detenidos y el NSDAP
ilegalizado. El tiempo que Hitler estuvo en la cárcel lo aprovechó para
escribir Mein Kampf (Mi lucha), una autobiografía en la que exponía su
pensamiento en torno a las ideas de raza y espacio vital. De hecho, en
realidad no era más que un panfleto trufado de racismo y darwinismo social,
pero que sin embargo llegó a ser un éxito de ventas.

Tras cumplir uno de los cinco años de condena, Hitler puso de nuevo
en marcha el NSDAP, centralizando su dirección y acabando con cualquier
intento de disidencia. Su crecimiento fue, en un primer momento, más lento
de lo esperado, consiguiendo en 1928 sólo el 2% de los votos. Sin embargo,
63
Maria Elena Pineda Solorio y Teresa Maria Geraldes Da Cunha Lopes

ese mismo año Hitler modificó su estrategia ampliando su discurso a todas


las clases y sectores sociales, elemento que, añadido a los efectos de la crisis
económica de 1929, tuvo como consecuencia el incremento del número de
seguidores y votantes. En 1930 el partido nazi ya era el segundo más votado,
tras el partido socialdemócrata. Su eficaz maquinaria propagandística, su
discurso marcadamente nacionalista y su programa de salvación económica
cimentaron su éxito.

En las siguientes elecciones, el partido nazi fue el más votado de


Alemania. Ante la agudización de la crisis política, Hindenburg nombró
canciller a Hitler, en un intento de resolver la falta de mayorías
parlamentarias del Gobierno y como consecuencia de las oscilaciones y falta
de determinación del presidente. De esta forma, en enero de 1933, Hitler
llegó a la cancillería de manera totalmente legal, pero presidiendo un
Gobierno en el que tan sólo dos ministros eran del partido nazi. Sin embargo,
la maniobra de Hindenburg, que en último término intentaba controlar a
Hitler, sería un rotundo fracaso ya que éste, desde su nuevo puesto, tendría a
su alcance la posibilidad de eliminar toda oposición.

Al igual que Mussolini, su primer objetivo fue el de conseguir una


mayoría parlamentaria que le permitiera transitar sin obstáculos hacia un
sistema dictatorial. Las elecciones de marzo de 1933 se celebraron en un
clima de presión y desórdenes llevados a cabo por las SA. Unos días antes de
su celebración, el misterioso incendio del Reichstag (Parlamento alemán) dio
pie a la persecución de comunistas y socialistas, así como al comienzo
efectivo del Estado policial. Las elecciones se saldaron con la victoria de los
nazis con casi el 44% de los votos. La primera decisión del nuevo Reichstag
fue la de conceder a Hitler, a través de la denominada ley de autorización, la
potestad de gobernar por decreto, decisión que necesitaba de la aprobación
por más de dos tercios al requerirse cambiar la Constitución. La mayoría se
consiguió sin problemas, con la única oposición de los perseguidos partidos
de izquierda.

A partir de aquí, el asalto nazi al poder fue cuestión de poco tiempo.


Hitler llegó al verano de 1933 como fuhrer (jefe) indiscutible de un Estado
de partido único. Mediante sucesivas normas legales se terminó de articular
el control total del Estado: autorizando al Gobierno a nombrar gobernadores
especiales con poderes legislativos en las administraciones regionales,
permitiendo el despido de judíos e izquierdistas de la administración estatal,
dejando fuera de la ley a comunistas y socialistas, eliminando los sindicatos
tradicionales al crearse el Frente Alemán del Trabajo (DAF) o, finalmente,
declarando partido único al NSDAP.

64
Rupturas del Estado liberal democrático

También, al igual que Mussolini, Hitler dedicó esfuerzos a eliminar


cualquier posible disidencia en el interior del partido, la cual podía ubicarse
en el seno de los grupos de asalto (SA). Con casi tres millones de integrantes,
constituían una amenaza para el ejército, siendo además la única
organización capaz de hacer sombra a Hitler. En 1934, éste acabó con los
principales cabecillas de las SA y con varias figuras de la derecha alemana.
Por último, la muerte del presidente Hindenburg, en agosto de 1934, terminó
de culminar el asalto nazi al poder al asumir Hitler los cargos de presidente y
canciller.

La principal característica organizativa del Estado nazi fue su


estructura dual. Frente al sistema estatal convencional, en el caso alemán se
desarrolló una estructura partidista paralela que duplicó las funciones e
instituciones del Estado. Al partido le correspondía seleccionar los cuadros
de mando y llevar a cabo la instrucción política mientras que el Estado debía
encargarse de la “administración”. En ocasiones, las interferencias fueron
evidentes, como en el caso de la rivalidad entre las SA, primero, y las SS
(organización político-militar del partido de carácter elitista), después, y el
ejército propiamente dicho. Lógicamente, un marco como éste sólo encuentra
su explicación y posibilita su funcionamiento a través de la existencia de un
poder absoluto por encima de las dos estructuras: el del propio Fuhrer.

En cuanto a la función estatal en la economía, el nacionalsocialismo


careció en todo momento de un modelo definido de política económica.
Partió, eso sí, de un rechazo a cualquier forma de colectivismo, reduciéndose
su componente socialista a la mera utilización demagógica del término. Se
preservó en líneas generales el sistema capitalista, intentando subordinar la
economía al interés nacional, de forma especial a partir de la implementación
de las políticas de rearme.

Otro aspecto coincidente con el fascismo italiano, fue la creación de


un Estado que trascendiera lo político para proclamar una comunidad
popular, una filosofía total e incluso una “religión política”. El uso de la
propaganda de masas, cuyo manejo correspondió a Joseph Goebbels, no ha
tenido igual, y la celebración de rituales de contenido litúrgico se utilizaron
con idéntica intención en Italia y Alemania. La diferencia radicaría en el
objetivo final de la dimensión espiritual del Estado: mientras que el fascismo
italiano definió su proyecto “ético”, el alemán tuvo su punto de mira en la
construcción de un Estado racial en el que el pueblo ario se impusiera a los
demás. La campaña de purificación racial, de persecución a los judíos y de
eliminación de enfermos y minusválidos alcanzó cotas inimaginables incluso
antes del comienzo de la II GM.

65
Maria Elena Pineda Solorio y Teresa Maria Geraldes Da Cunha Lopes

4.1.2.3 Otros casos

La llegada del fascismo al poder en Italia y Alemania generó una ola de


imitadores en la mayoría de los países europeos. Durante el período de entre
guerras fueron numerosos los gobiernos parlamentarios que entraron en
crisis, siendo sustituidos por nuevos regímenes autoritarios: España (1923),
Polonia, Grecia, Portugal… Sin embargo, los nuevos gobiernos autoritarios
no siempre respondieron a un esquema fascista imitador de los dos que
habían tenido éxito sino que, la mayoría de las veces, quedaron en meras
dictaduras derechistas que, eso sí, reproducían ciertos aspectos del fascismo
triunfante. Igualmente surgieron en Europa numerosos pequeños grupos que
se reclamaban fascistas y que pretendieron conseguir lo alcanzado por Hitler
y Mussolini.

En el caso español, el fascismo tuvo una tardía aparición, ya que su


principal partido, Falange Española, no se fundó hasta octubre de 1933,
mientras que las JONS (juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista), pequeño
grupo autodenominado nacionalsocialista, lo habían hecho dos años antes. En
segundo lugar, el acceso al poder de determinadas formas fascistas fue
consecuencia de la adopción que realizó el nuevo sistema emergente de la
guerra civil española (1936-39): los militares españoles, carentes de una base
ideológica firme y deudores de los regímenes fascistas triunfantes en Europa,
tomaron los símbolos, lemas, estética y principales ideas del fascismo
español, a la vez que pusieron en marcha un sistema político semejante al
implantado por Mussolini en Italia. Por último, el régimen franquista fue el
único que sobrevivió a la II GM, teniendo, de esta forma, un particular
desarrollo hasta mediados de los 70, siendo imposible comparar su evolución
con la de los sistemas análogos.

En cuanto a la inclusión de Falange entre los movimientos fascistas


del periodo de entreguerras, no hay discusión alguna. De hecho, tanto
Falange Española como las JONS se denominaron fascistas, y su estilo,
organización, objetivos e ideario político coinciden con el fascismo. Es
mayor problema, sin embargo, calificar como tal al sistema franquista. De
todas formas, la exclusión del régimen franquista de los estudios del
fascismo sólo puede justificarse si se identifica éste con su manifestación
más extrema, es decir, con el nazismo. Pero que tiene numerosos elementos
comunes es evidente.

Las coincidencias afectan a cuestiones claves como la organización


de la economía, la existencia de un partido único subordinado al Estado, la
permisión de un pluralismo limitado y controlado, el rechazo al liberalismo
político, la persecución de los militantes y partidos de izquierda… También
coincidieron, especialmente en los primeros años del franquismo, todo el
66
Rupturas del Estado liberal democrático

aparejo simbólico y la liturgia de las grandes concentraciones, brazos en alto,


cánticos y ejercicios de idolatría al líder. Ahora bien, las diferencias surgen al
comprobar que los regímenes italiano y alemán eran civiles, mientras que el
sistema franquista fue una dictadura militar que utilizó un discurso político
concreto. De todas formas, el franquismo se apoyó indistintamente en el
falangismo y en el catolicismo tradicional. Sin embargo, el discurso
falangista fue relegado, imponiéndose un sistema conservador, oficialmente
católico y corporativista.

En cualquier caso, tanto en su versión nacionalsocialista,


preeminente en la Europa central y oriental, como en su tipo mussoliniano,
con predominio en las formulaciones mediterráneas, el fascismo se extendió
por Europa para desaparecer, una vez acabada la II GM, de forma tan rápida
como apareció. Tan sólo en la España franquista o en el Portugal de Salazar
pudieron sobrevivir ciertos rasgos, aunque, eso sí, transformándose de tal
forma que se hizo más que difícil encontrar algunos de sus elementos
definitorios.

4.2 Los Estados socialistas

La diferencia principal entre los Estados fascistas y los Estados socialistas


desarrollados en Europa, radica en que mientras que los primeros se
propagaron estrictamente al hilo de los acontecimientos históricos (como
respuesta a la amenaza revolucionaria, a las consecuencias de la I GM o a la
crisis económica), los segundos lo hicieron conforme a un plan teórico. El
fascismo no pretendió modificar la estructura económica y social por otra
radicalmente distinta, elemento central de la teoría política comunista.
Mientras que los grupos fascistas se apoyaban en un nacionalismo integrador,
en el comunismo las referencias eran comunes, realizadas desde
planteamientos internacionalistas, y giraban en torno a conceptos elaborados,
como la lucha de clases, o utópicos, como el fin de la opresión o la creación
de un mundo nuevo.

4.2.1 La teoría marxista y el Estado

Marx y Engels, tras definir y analizar el sistema capitalista, y desde la


creencia en la existencia de leyes históricas objetivas, predijeron la llegada
de una nueva sociedad: la comunista. La sociedad capitalista, apoyada en
unas relaciones económicas radicalmente injustas en las que una clase
privilegiada, la burguesía, oprime a la clase más débil, el proletariado, tenía
sus días contados: la revolución acabaría con el yugo impuesto por una clase
a otra. En este esquema, el Estado no es más que un instrumento al servicio
de la lucha de clases, un mecanismo utilizado por la burguesía para reprimir
a la clase obrera. Resultado de ello, el proletariado sólo podía abandonar su
67
Maria Elena Pineda Solorio y Teresa Maria Geraldes Da Cunha Lopes

condición de clase oprimida a través de una revolución violenta que tuviera


como fin la conquista y destrucción del Estado burgués para sustituirlo por el
Estado proletario, en un primer momento, y por la ausencia del propio Estado
después.

Para alcanzar la libertad y superar la división en clases hay que


recorrer tres estadios: la dictadura del proletariado, el socialismo y el
comunismo. La dictadura del proletariado se instaurará tras alcanzar el poder
estatal, “despojando paulatinamente a la burguesía de todo el capital, de
todos los instrumentos de producción, centralizándolos en manos del
Estado”. Junto con el socialismo, se concibe como preparación para la última
y definitiva fase en la historia de la humanidad: la sociedad comunista, en la
que no habrá conflicto alguno y reinarán la libertad y la igualdad. La disputa
sobre la necesidad de abolir el Estado inmediatamente o después de una
etapa de transición fijó el debate de los anarquistas, partidarios de la primera
posibilidad, y los marxistas, defensores de la dictadura del proletariado. Sin
embargo, más allá de estas consideraciones, ni Marx ni Engels realizaron
teoría general del Estado alguna.

Fue Lenin quien, consciente de la carencia fundamental, completó la


teoría marxista del Estado. Para Lenin, el control del Estado es necesario, no
sólo con la vista puesta en alcanzar el comunismo, sino para, a corto plazo,
acabar con el enemigo. En su libro El Estado y la revolución sentó las bases
de las primeras funciones del Estado tras la revolución, esto es:

 instrumento de represión,
 mantenimiento de la organización social
 modificación de la estructura económica, social y política
 preparación del socialismo y del comunismo

La sustitución del Estado burgués por el Estado proletario tendría lugar a


través de una revolución violenta. Sin embargo, “la supresión del Estado
proletario, es decir, la supresión de todo Estado, sólo es posible por medio de
un proceso de extinción”. El comunismo suprime la necesidad de Estado,
puesto que no hay nadie a quien reprimir, “nadie” en el sentido de clase. La
causa social más profunda de los excesos es la explotación de las masas, su
penuria y su miseria. Al suprimirse esa causa fundamental, los excesos
comenzarán inevitablemente a “extinguirse” y con ellos se extinguirá
también el Estado.

68
Rupturas del Estado liberal democrático

4.2.2 Casos históricos socialistas

Las teorías de Lenin pudieron ser llevadas a la práctica al triunfar la


Revolución Rusa de octubre de 1917. Las dificultades de organización,
puesta en marcha del nuevo sistema y, especialmente, la larga guerra civil,
ocuparon los primeros años del nuevo Estado revolucionario. La muerte de
Lenin en 1924 dio paso a la lucha por la sucesión, en la que se enfrentaron
dos concepciones distintas del modelo que debía seguir el Estado soviético.
Por un lado, Trotsky defendía la necesidad de que nuevos Estados abrazasen
la causa socialista. Difícilmente podría sobrevivir un único Estado, y menos
preparar el camino para el comunismo, por lo que defendió la necesidad de
una revolución permanente, es decir, de una revolución mundial que acabara
totalmente con el capitalismo. Por su parte, Stalin defendió la construcción
del socialismo en un solo país. Lo importante era que la Unión Soviética se
hiciera fuerte para, de esta forma, facilitar su acceso al comunismo.

La victoria de la tesis de Stalin condicionó la historia del comunismo


hasta su desaparición como modelo estatal. No obstante, el hecho de que la
Unión Soviética se encontrase entre los países vencedores tras la II GM
permitió la expansión de los sistemas comunistas por Europa.
Posteriormente, la competencia con la potencia norteamericana amplió la
esfera de influencia soviética a buena parte del planeta.

De esta forma, podemos distinguir tres momentos en el incremento del


número de Estados socialistas: uno inicial, que corresponde a su
implantación original en Rusia; aquel que coincide con la extensión del
comunismo por la Europa del Este tras 1945 y el resultante de la
confrontación entre los bloques.

4.2.2.1 La Unión Soviética

La historia de Rusia en el siglo XIX nos descubre un país atrasado, con unas
estructuras políticas y estatales rígidas, de espaldas a los movimientos
liberales que se consolidan en el resto de Europa. La derrota zarista en la
guerra de Crimea, a mediados del siglo XIX, obligó a poner en marcha
algunos cambios. Las reformas emprendidas decretaron la abolición de la
servidumbre, lo que posibilitó la aparición de una mano de obra que tendría
gran importancia en el desarrollo industrial posterior. Sin embargo, la
apertura política, lejos de llevarse a cabo, se evitó por todos los medios,
radicalizando más, si cabe, a los pequeños grupos de oposición
revolucionaria, especialmente anarquistas y marxistas. La industrialización,
comenzada en 1890, trajo consigo la aparición de una clase industrial que
reivindicó las ideas liberales.

69
Maria Elena Pineda Solorio y Teresa Maria Geraldes Da Cunha Lopes

De este modo, la revolución de 1905 enfrentó a la anticuada


autocracia zarista (la vieja nobleza, el ejército y la Iglesia Ortodoxa) con los
dos nuevos grupos formados en los últimos años, siendo un movimiento
reivindicador impulsado por los valedores de las ideas liberales y, a la vez,
una revuelta obrera y campesina. Una serie de concesiones liberales, como la
creación de un Parlamento (la Duma) tranquilizaron a la clase urbana; y la
formación del primer soviet de diputados de San Petersburgo relajó los
ánimos en las clases más desfavorecidas.

En febrero de 1917, en plena guerra mundial, la situación volvió a repetirse.


En esta ocasión las protestas sólo se detuvieron en la abdicación del monarca.
De nuevo el frente fue doble: un Gobierno provisional de corte liberal acabó
con el poder de la autocracia y reconstruyó el soviet de 1905. A partir de la
revolución de febrero regresaron numerosos revolucionarios al país, entre
ellos Lenin, quien dedicó sus esfuerzos a analizar la situación y preparar la
definitiva revolución. En sus “tesis de abril” definió los acontecimientos de
febrero como una revolución burguesa que daría paso a una revolución
socialista. El triunfo de la revolución de octubre terminó todo un periodo de
entusiasmo transformador, de agitación social, de movimiento de masas, de
creación continua de soviets locales. Supuso la ruptura con el Gobierno
liberal y el comienzo del Estado socialista.

Lenin antepuso como primera labor la construcción del Estado


socialista proletario. Tras disolver la Asamblea Constituyente, convocada por
el Gobierno provisional con anterioridad a la revolución de octubre, se
aprobó la creación de la República Soviética Socialista Rusa y comenzó la
elaboración de una Constitución que fue presentada en julio de 1918. Su
principal tarea era la de establecer la “dictadura del proletariado urbano y
rural y del campesinado pobre”, justificada como un instrumento provisional
para “establecer progresivamente el socialismo, en el que no habría ni
división de clases ni poder estatal”. La articulación de la dictadura del
proletariado la realizarían los soviets.

La disputa sobre si debía predominar el poder de los soviets o de los


niveles superiores de la estructura soviética fue resuelta a favor de estos
últimos a través del principio del “centralismo democrático”: la fuente del
poder eran los soviets, mientras que su ejercicio correspondía al Congreso de
los Soviets de Rusia y a su Comité Ejecutivo Central.

La necesidad de vencer en la guerra civil que siguió a la revolución


tuvo un tremendo coste material, humano y político para los bolcheviques.
Una vez finalizada la misma se procedió a organizar el sistema político más
allá de los principios constitucionales que, en ocasiones, poco tenían que ver
con la realidad. En 1922, las repúblicas rusa, ucraniana, bielorrusa y
70
Rupturas del Estado liberal democrático

transcaucásica firmaron la creación de la Unión de Repúblicas Socialistas


Soviéticas y determinaron la elaboración de una nueva Constitución, que
sería finalmente aprobada en 1924. Este nuevo texto definía mejor la nueva
organización territorial, que se caracterizaba por su complejo sistema de
autonomías y por la desigualdad existente entre los distintos miembros que la
integraban: repúblicas federadas, repúblicas autónomas y regiones
autónomas.

La organización estatal, pese a estas reformas, fue modificada apenas


superficialmente al extender los órganos de la República Federal de Rusia al
resto del Estado federal. Es más, se avanzó hacia mayores cotas de
centralismo político al crearse el Presidium del Comité Ejecutivo Central y
destacar por encima del mismo su presidente, que en la práctica ejercía
funciones de jefe de Estado.

Tras la muerte de Lenin se enfrentaron dos concepciones distintas del


modelo de Estado. La victoria de Stalin supuso el exterminio de toda
oposición a su figura, acabó con la presencia de formas de economía privada,
puso en marcha los planes de planificación centralizada, agudizó el
aislamiento internacional y fijó, como uno de los objetivos principales, el
fortalecimiento del Estado.

La construcción del socialismo en un solo país y el refuerzo estatal


quedaron reflejados en el texto constitucional de 1936. En él se recogieron
los principios económicos y sociales del Estado socialista configurado por
Stalin. Entre ellos destacan la propiedad socialista de los bienes de
producción (estatal o de los koljoses- cooperativas-), la planificación estatal y
el seguimiento del principio “de cada uno según su capacidad, a cada uno
según su trabajo”. Como novedad, la Constitución de 1936 incluía el
reconocimiento efectivo del Partido Comunista como guía del Estado. Pero
en realidad, esta medida tan sólo venía a recoger legalmente la situación
existente desde 1921, cuando fueron eliminadas el resto de organizaciones
políticas. Mayores fueron las reformas institucionales, que consistieron
principalmente en la fusión del Congreso de los Soviets y del Comité
Ejecutivo Central en un nuevo órgano: el Soviet Supremo de la URSS. Poco
suponían, sin embargo, para un régimen personalista y sometido por el terror
estalinista, sustentado en la idolatría y las continuas purgas indiscriminadas.

El periodo conocido como el deshielo, tras la muerte de Stalin, trajo


consigo una tímida apertura y una pequeña liberalización del régimen a
medio camino entre el reconocimiento de las atrocidades cometidas y la
necesidad de articular cambios indispensables para la supervivencia del
propio régimen. En realidad, el desajuste entre el sistema político y el texto
constitucional hacía recomendable, por mera coherencia interna, una
71
Maria Elena Pineda Solorio y Teresa Maria Geraldes Da Cunha Lopes

transformación profunda de la Carta Magna. En 1962 comenzó el trabajo


para la elaboración de una nueva Constitución, proceso que se vio frenado
tras la caída de Jruschov.

La llegada de Brezsniev dio paso a un periodo caracterizado por el


inmovilismo económico, el atraso tecnológico, el crecimiento del gasto y de
las dimensiones del sector militar, y por la intensificación de la presencia
internacional. Hasta 1972 no se reemprendió el proyecto de elaboración del
nuevo texto constitucional. Además de su pertinencia, la elaboración de la
nueva Constitución permitiría su utilización como propaganda internacional,
así como la inclusión de los derechos humanos suscritos por la URSS tras los
acuerdos de Helsinki. De todas formas, la nueva Constitución, aprobada
finalmente en 1977, no modificó sustancialmente la estructura estatal fijada
en el texto anterior de 1936. Una vez más se hacía referencia al objetivo final
del Estado soviético: su propia disolución. Paradójicamente, en cada uno de
los cuatro textos constitucionales soviéticos, la presencia estatal fue en
aumento.

A pesar de las reformas, el sistema soviético comenzaba a dar


señales de lo que luego resultó ser una enfermedad incurable. En 1982 murió
Brezsniev, siendo sustituido por Andropov y, tras su fallecimiento, por
Chernienko. Tras la muerte de éste, en 1985, fue elegido Gorbachov
secretario general del PCUS, en un momento en que la imparable crisis hacía
evidente la necesidad de introducir cambios en el sistema. Fu el periodo
conocido como perestroika (reestructuración), que trajo consigo grandes
cambios al relajarse la política exterior, liberalizarse la economía y ganar en
apertura política informativa.

Los siguientes años, hasta la desaparición en 1991, fueron años de


una lucha descarnada entre dos grandes proyectos, uno que formalmente
apostaba por la democracia y el capitalismo, representado por un Boris
Yeltsin que pretendía la aceleración de las reformas; y otro de corte
conservador, dispuesto a todo con tal de preservar los privilegios alcanzados.
Las modificaciones del Estado se reflejaron en las continuas reformas
constitucionales llevadas a cabo, entre las que destacaron la celebración de
unas elecciones semi-democráticas y el fin del monopolio del PCUS en el
sistema político. A partir de este momento, la inevitable y progresiva
profundización en los cambios agrandó la distancia entre las posturas
intensificando su radicalización a favor o en contra de las reformas.

La oscilación de Gorbachov entre un grupo y otro, la presión


nacionalista y el empeoramiento de la situación económica terminó
concitando la oposición a su figura, que tuvo su máxima expresión en el

72
Rupturas del Estado liberal democrático

golpe de Estado de agosto de 1991, cuyo fracaso aceleró vertiginosamente


los cambios haciendo inevitable la desaparición de la Unión Soviética.

4.2.2.2 Los sistemas del Este de Europa y otros casos

La expansión de los Estados socialistas tuvo tres grandes momentos. El


primero coincide con la consolidación del Estado soviético. En el segundo,
entre 1945 y 1948, numerosos países del Este de Europa, aquellos en los que
tras la II GM estaba presente el Ejército Rojo, constituyeron Gobiernos
dominados por los comunistas. Y el tercero coincidiría con la ampliación a
distintas zonas de África, Asia y América Latina, en las que, con apoyo
soviético en la mayoría de los casos, tuvieron lugar determinados procesos
revolucionarios.

La constitución del bloque soviético en la Europa del Este fue un


proceso en cadena que tuvo lugar en la zona de protección ganada por los
rusos al Tercer Reich. La división del mapa de Europa en áreas de influencia
tras los acuerdos de Yalta (1945) tuvo como consecuencia la aceleración de
la llegada de los partidos comunistas al poder; bien a través de elecciones
libres, bien a través de métodos más oscuros. Una vez en el poder, los nuevos
Estados socialistas reprodujeron en su interior el referente soviético
conformando sistemas políticos de corte estalinista. A partir de ese momento,
con pequeñas excepciones, la tónica dominante fue marcada por el curso de
los acontecimientos en la URSS: del estalinismo se pasó al deshielo y de éste
al estancamiento para llegar, por último, a la liberalización con la
perestroika.

Las crisis e intervenciones soviéticas en Hungría (1956) y


Checoslovaquia (1968) dejaban claro que la autonomía estatal de estos países
quedaba condicionada por la presencia del Ejército Rojo en sus respectivos
territorios. Sólo la disolución del poder soviético permitió la desaparición del
bloque del Este al librarse estos países de sus ataduras.

Por lo que respecta al resto de casos, éstos tuvieron ocasión inscritos


en un marco internacional de competencia entre las dos grandes potencias,
los Estados Unidos y la URSS, conocido como “guerra fría”. En un contexto
de descolonización de las antiguas colonias europeas, se compitió por
conseguir atraer a los nuevos Estados hacia uno de los dos grandes modelos.
En otros casos, el enfrentamiento dentro de los Estados por el control del
poder dio pie al apoyo de cada una de las potencias a los distintos grupos en
lucha.

73
UNIDAD 5

LAS RUPTURAS DEL ORDEN POLÍTICO

Teresa Maria Geraldes Da Cunha Lopes


María Elena Pineda Solorio
UNIDAD 5

LAS RUPTURAS DEL ORDEN POLÍTICO

Teresa Maria Geraldes Da Cunha Lopes


María Elena Pineda Solorio

5.1 Las rupturas del orden político

Se pueden diferenciar entre procesos de reforma y procesos de ruptura. Los


primeros se definirían por su carácter de continuidad, por ser pacíficos,
limitados y, por lo general, por su ritmo lento. Los segundos serían
discontinuos, violentos, profundos y acelerados. Unos y otros han afectado
por igual al Estado liberal: al extenderse, al democratizarse, al incorporar
progresivamente los derechos económicos y sociales.

Entre las rupturas que pueden acabar con el orden político pacífico
que caracteriza al Estado liberal-democrático destacan los golpes de Estado y
las revoluciones. Unos y otros tenían entidad por sí mismos antes de que el
Estado liberal se consolidara. De hecho, en ocasiones han sido más
frecuentes en sistemas poco coincidentes con los principios liberales, como
ha ocurrido en buena parte de las dictaduras del denominado tercer mundo.
En cualquier caso, una vez extendido el Estado liberal tras la desaparición del
bloque del Este, todo intento de ruptura violenta del mismo pasaría por la
utilización de cualquiera de las dos: golpes de Estado y revoluciones.

5.1.1 Los golpes de Estado

Un golpe de Estado consiste en la conquista del poder estatal por parte de las
élites políticas o de determinados cuerpos de la Administración,
generalmente las fuerzas armadas, recurriendo a la violencia o a la amenaza
de su utilización. Puede ser una técnica de acceso al poder, un mecanismo de
permanencia en el mismo, una forma de dirimir rivalidades o de alejar y
excluir a determinados grupos.

La lucha por el poder ha ocupado desde siempre un lugar principal


en todo conflicto político. Sin embargo, la utilización de este término para
referirnos a determinados hechos de la Antigüedad política no es la más
adecuada, ya que la composición de las sociedades, la organización de las
comunidades políticas y la forma de las instituciones del momento distaban
enormemente de las de la era contemporánea, momento en que define sus
características y se consolida.

77
Teresa Maria Geraldes Da Cunha Lopes y María Elena Pineda Solorio

La expresión golpe de Estado fue utilizada de modo sistemático por


primera vez en el siglo XVII. Sin embargo, no tenía en aquel entonces el
significado que le damos hoy en día. Tenía que ver con las razones de
Estado. La razón de Estado situó en lugar preferente de la acción política la
defensa del interés del Estado, sin pararse en la consideración de los medios
necesarios para llevar a cabo dicho objetivo, es decir, sin entrar en
consideraciones morales e ignorando, si fuera preciso, las limitaciones que
pudiera imponer el derecho. En su definición, los golpes de Estado venían a
ser la aplicación técnica de la razón de Estado por parte del gobernante.

Tan sólo a partir de la Revolución Francesa se comenzará a


identificar derrocamiento de Gobierno con golpe de Estado. En 1851, Luis
Napoleón acabó mediante un golpe de Estado con el periodo de continuas
revoluciones que surcaron la primera mitad del siglo XIX. Su acción fue
considerada como el golpe de Estado por antonomasia y la consolidación del
concepto definitiva.

Las transformaciones sufridas por el Estado liberal hasta su


consolidación modificaron la propia forma de los golpes de Estado. En
concreto, la profesionalización de los ejércitos mediante su transformación
en organizaciones administrativas los convirtió, en tanto que poseedores del
recurso a la violencia, en pieza central para asegurar el mantenimiento del
sistema político o permitir e incluso llevar a cabo el derrocamiento de los
Gobiernos.

Los actores susceptibles de realizar un golpe de Estado serán, bien


las fuerzas armadas, bien aquellos grupos gubernamentales con capacidad de
movilizar determinados recursos de poder; es decir, siempre miembros de las
administraciones estatales capaces de desarrollar la técnica necesaria para
asegurar su éxito. En cuanto a las causas que dan lugar a los golpes, están en
relación directa bien con la aspiración de estos grupos a conseguir el
Gobierno, cambiar las políticas desarrolladas o transformar el régimen
político, bien con la supuesta amenaza de su posición en determinada
coyuntura histórica. En cualquier caso, siempre hay una referencia
justificadora por parte de los sectores que ejecutan el golpe. El desarrollo se
caracteriza por la utilización de la violencia o por la amenaza de la misma,
por la sorpresa de la acción, por estar precedido de una fase conspirativa y
por la ruptura manifiesta de la legalidad y de la legitimidad del régimen
asaltado. El resultado, en caso de éxito, supone la implantación de una nueva
legalidad y la asunción de un nuevo principio legitimador, además de los
cambios de personas y normativa legal en el Gobierno, instituciones y
régimen general.

78
Las rupturas del orden político

Su importancia es decisiva en determinados periodos cruciales,


especialmente en procesos abiertos de cambio, ya que genera alteraciones de
consideración en el ritmo. De esta forma, tendrá especial importancia en
aquellos momentos de cambio político en los que las pretensiones de los
actores son variadas y no está todavía definida la forma definitiva del
régimen, como son los procesos de transición política. Señalar, por último,
que a pesar de que los golpes son políticamente neutros, es decir, pueden dar
lugar tanto a dictaduras como a democracias, la práctica histórica nos enseña
que cuando afectan a Estados liberal-democráticos, por lo general, conducen
a regímenes autoritarios conservadores.

5.2 Las teorías sobre los golpes de Estado

Luttwak analizó la realización de un golpe, cómo debe ser su estrategia,


planificación y ejecución. La primera limitación técnica pesa sobre los
organizadores, ya que son pocos los que ocupan la posición apropiada para
poderlos llevar a cabo, circunscribiendo los actores a las fuerzas armadas. La
estrategia del golpe debe considerar en primer lugar la posibilidad de
neutralizar las defensas del Estado, en especial las fuerzas armadas y los
cuerpos de policía, así como los elementos paramilitares y los servicios
secretos. La planificación tendrá presente la necesaria neutralización de las
fuerzas políticas (personalidades del Gobierno…), los medios de
comunicación, las telecomunicaciones, el control de las rutas de entrada a las
ciudades, el tráfico rodado, los aeropuertos, los edificios públicos…

Una vez realizado el golpe, se procederá a estabilizar las propias


fuerzas golpistas, el funcionamiento de la administración y a controlar
cualquier intento de movilización popular.

A pesar de ser las fuerzas armadas los principales actores capaces de


realizar un golpe de Estado, no hay que olvidar que determinados civiles,
pertenecientes al propio Gobierno, pueden también organizarlo con éxito. De
hecho, buena parte de los golpes triunfantes a lo largo del siglo XX se han
producido bajo la forma de autogolpes, que han terminado con el sistema
político violentando las constituciones y reforzando el poder de los
ejecutantes. Un ejemplo claro fue el ocurrido en Perú, en 1992. Normalmente
se trata de autogolpes originados en la esfera política civil en la que los
militares desempeñan un papel cómplice pero sin intervenir directamente.

5.3 Las revoluciones sociales y políticas

Es indudable que las revoluciones, a pesar de sus diferencias claras, poseen


algunos elementos en común que las diferencian de otros tipos de cambio en
los que también está presente la violencia. En general, se puede decir que la
79
Teresa Maria Geraldes Da Cunha Lopes y María Elena Pineda Solorio

utilización de la etiqueta golpe de Estado para definir determinados procesos


de cambio ha estado ligada al carácter peyorativo que ha acompañado a la
expresión. Por el contrario, cuando se ha pretendido dotar a ciertos hechos de
connotaciones positivas se ha utilizado el término revolución, cuyo
componente épico, no conspirativo, popular y liberador de injusticias le
dotaba de una presunta legitimidad de origen difícil de justificar en los
golpes. Ejemplo: la revolución de los claveles portuguesa (25 de abril de
1974).

Al igual que el de golpe de Estado, el concepto de revolución es


relativamente reciente. Originalmente fue utilizado por los astrónomos para
definir el movimiento de los cuerpos celestes en el curso de su órbita. La
primera utilización política del término se debe a los autores ingleses que
relataron la reconstrucción del orden monárquico tras los acontecimientos
ocurridos entre 1640 y 1648, que acabaron con la monarquía de Carlos I y
dieron paso a la guerra civil y a la república de Cromwell. Esta restauración,
en la figura de Carlos II, se denominó revolución porque suponía el regreso a
la situación precedente.Sin embargo, sería de nuevo la Revolución Francesa
la que otorgase a la revolución su significado definitivo como cambio radical
instaurador de un orden nuevo. Pese a ello, no hay unanimidad sobre qué es
una revolución.

Los actores no pertenecen a la esfera estatal sino que son ajenos a la


misma y hay una participación activa de las masas. Las causas son diferentes
tanto en las motivaciones de los protagonistas, ya que las revoluciones
pretenden cambios profundos en la sociedad que van más allá de la mera
sustitución del Gobierno, como en las condiciones políticas y sociales de
partida. En los aspectos técnicos, en el modo en que se producen, existe una
coincidencia con otros fenómenos análogos, ya que hay un recurso efectivo a
la violencia. Hay que tener en cuenta, eso sí, que las revoluciones son, en
comparación, procesos más largos que los golpes (que son acontecimientos
mucho más acotados en el tiempo) aunque su expresión temporal casi
siempre es breve. No deben, pese a ello, confundirse con el cambio natural
que acompaña a los sistemas políticos. Las consecuencias serán radicalmente
distintas, más profundas y con unas repercusiones de más hondo alcance, que
afectarán a todas las dimensiones de la sociedad: la política, la economía, la
cultura, la organización social…

5.4 Teorías sobre las revoluciones

Una de las clasificaciones de las revoluciones que ha contado con mayor


aprobación es la que clasifica las teorías de la revolución en cuatro grandes
grupos:

80
Las rupturas del orden político

5.4.1 Las teorías sociológicas

Se definen por afirmar que las causas de la revolución pueden localizarse en


la dinámica que generan las relaciones entre los miembros de una sociedad.
La aproximación a su estudio se ha realizado desde dos corrientes de
pensamiento distintas: las teorías del conflicto y la coerción y la corriente
funcionalista.

En cuanto a las teorías de la revolución desde la perspectiva del


conflicto de clase destaca, por supuesto, el marxismo. Los procesos
revolucionarios eran para Marx algo inevitable. Las revoluciones formaban
parte de su esquema interpretativo de la historia y cumplían una función
primordial al permitir el paso del feudalismo al capitalismo, con las
revoluciones burguesas, y del capitalismo al comunismo, en la futura
revolución proletaria. Su preocupación era que la historia se adecuase al
mismo y no tanto las razones de uno u otro estallido revolucionario. Sus
sucesores, sin duda, dedicaron mayor esfuerzo a entender la naturaleza y
mecanismos de los procesos revolucionarios (Lenin, Trotsky, y más
recientemente, Moore y Skocpol)

De la corriente funcionalista cabe destacar la obra de Johnson. Según


este autor, una sociedad normal, que no sufra ninguna crisis, debe ser
concebida como un sistema social coordinado por valores funcionalmente
adaptados a su ambiente social. De este forma, podrá tener lugar una
revolución cuando cambien los valores y su conexión con el medio social.
Esta falta de sintonía atenderá a cuatro razones posibles:

 Causas exógenas de cambio axiológico: son causas externas que


provocan un cambio de valores (como la importación de una
ideología ajena a la propia cultura, como el marxismo en Asia)

 Causas endógenas de cambio axiológico: son causas internas del


cambio de valores (la aparición de posturas críticas contra el sistema
político)

 Causas exógenas de cambio ambiental: son causas externas de


cambios materiales (una invasión extranjera)

 Causas endógenas de cambio ambiental: causas internas que


provocan cambios materiales (el crecimiento imprevisto de la
población).

81
Teresa Maria Geraldes Da Cunha Lopes y María Elena Pineda Solorio

Una vez producido el desajuste, y si las elites son incapaces de solucionar los
problemas, el cambio revolucionario será llevado a cabo por un movimiento
ideológico que empleará la violencia con el fin de cambiar el sistema en
crisis

5.4.2 Las teorías psicosociales

Se centran en el análisis y explicación del comportamiento, actitudes y


motivaciones expresadas por los individuos. Puede establecerse una
diferencia entre las surgidas al calor de las teorías de la disonancia cognitiva
y aquellas otras que proceden de las teorías de la frustración-agresión. Ls
primeras sostienen que las personas tienden a hacer encajar su visión del
mundo y su comportamiento. Se produce disonancia cuando hay tensión
porque nuestro pensamiento es psicológicamente incoherente o no tiene
plasmación real. El malestar se reduce o elimina a través de la acción (“la
sociedad debe ajustarse a lo que yo creo que es lo mejor”) o alineando la
actitud con lo realizado (“si elegí algo es porque merecía la pena”). En
último término se explica el comportamiento revolucionario a partir de la
existencia de disonancia en los individuos.

En cuanto a las segundas, han contribuido a la que se ha conocido


como la teoría de la privación relativa. Su antecedente más cercano se
encuentra en la obra de Sorokin, para quien la acumulación de frustraciones
conduce al individuo a la revolución. El origen de todo movimiento
revolucionario se encontraría, por tanto, en la existencia de una injusticia que
lo provoca. Davies matizó este principio: no son la pobreza o la injusticia
absoluta las que mueven a la insurrección sino la percepción de no poder
alcanzar las expectativas creadas. De esta forma, las revoluciones tendrán
lugar cuando, tras un periodo de desarrollo económico y social, llegue una
etapa de recesión.

5.4.3 Las teorías económicas

Destacan las teorías de la elección racional. Los fundamentos de estas teorías


son muy sencillos: la acción colectiva debe entenderse como la suma de las
decisiones individuales. Los individuos actúan racionalmente y en su propio
interés, aunque en ocasiones la acción humana tiene consecuencias no
deseadas.

De los trabajos de Downs y Ireland se desprende la existencia de


numerosas paradojas como resultado de la valoración en términos de coste-
beneficio que realizan las personas a la hora de participar en unas elecciones
o en una revolución. La victoria de una minoría o la inestabilidad de un
resultado colectivo obtenido de la suma de preferencias individuales estables
82
Las rupturas del orden político

son algunas de las paradojas que resultan de la existencia de


comportamientos estratégicos: aquellos en los que los actores toman
decisiones no de acuerdo con su preferencia sino con el cálculo que prevén
tendrá su decisión.

Los trabajos de Olson, Tullock, Silver y Taylor inciden en la


paradoja del freerider o del “gorrón”, es decir, de aquel que no participa en la
acción pero espera aprovecharse de su resultado. En este caso, el cálculo
individual egoísta puede producir resultados colectivos no deseados por
ninguno de los actores. Así, Taylor ha señalado cómo en determinadas
comunidades campesinas, las sanciones sociales impiden comportamientos
de este tipo y favorecen la movilización revolucionaria. Es el caso de la
revolución china, donde el campesinado actuaba racionalmente en defensa de
su comunidad.

5.4.4 Las teorías políticas

Estas interpretaciones centran su atención en los procesos políticos al


considerar que sólo como resultado de ellos tienen lugar las revoluciones.
Según esto, las revoluciones son el resultado de las luchas por la hegemonía
entre quienes pugnan por el control del Estado. Huntington entiende la
revolución como un cambio en todos los órdenes que busca un reajuste del
sistema para alcanzar la modernización del mismo. Siendo así, las
revoluciones no aparecerán en cualquier tipo de sociedad, sólo en aquellas
“que han experimentado cierto desarrollo social y económico, y donde los
procesos de modernización y desarrollo político se encuentran atrasados
respecto de los de cambio social y económico.

Los cuatro grupos de teoría señalados son sólo una clasificación más
entre otras muchas posibles. De hecho, el debate puede simplificarse en torno
a dos grandes bloques: las teorías que se centran en el estudio de las
condiciones estructurales y las que lo hacen en la acción de los actores.
Como representantes de estas teorías cabe destacar a Skocpol y Tilly

Skocpol, recogiendo en su estudio comparado de las revoluciones


Francesa, Rusa y China, elaboró un modelo alternativo a los prevalecientes.
De acuerdo con su enfoque estructural, deben analizarse varios casos para
delimitar sus coincidencias en lo económico, en lo político, en lo social y en
lo internacional. Del estudio de las similitudes y diferencias entre distintas
revoluciones podrán extraerse las condiciones necesarias para su puesta en
marcha. De la comparación de los casos francés, ruso y chino resulta una
descripción estructural general que nos permite definir sus causas, desarrollo
y resultados.

83
Teresa Maria Geraldes Da Cunha Lopes y María Elena Pineda Solorio

Por su parte, Tilly evita una definición restrictiva del concepto


revolución al utilizarlo en sentido extenso, refiriéndose con él a “todo cambio
brusco y trascendente de los gobernantes de un país”. Es decir, el autor
engloba bajo esta denominación a procesos como los golpes de Estado, las
guerras civiles o las revueltas. En su disección del fenómeno revolucionario
distingue dos componentes del mismo: una situación revolucionaria y un
resultado revolucionario. La primera resulta de la suma de tres causas: la
aparición de dos o más bloques contendientes que aspiran a controlar el
Estado, el apoyo de los ciudadanos a esas aspiraciones y la incapacidad de
los gobernantes para suprimir la coalición alternativa. Un resultado
revolucionario tiene lugar cuando se produce “una transferencia de poder de
manos de quienes lo detentaban antes de que se planteara una situación de
soberanía múltiple a una nueva coalición gobernante”.

84
UNIDAD 6

EL ESTADO DE BIENESTAR

Teresa Maria Geraldes Da Cunha Lopes


UNIDAD 6
EL ESTADO DE BIENESTAR

Teresa Maria Geraldes Da Cunha Lopes

6.1 Concepto

El Estado de Bienestar no supone la ruptura del Estado liberal, sino un


intento de dar respuesta a las tensiones sociales y a los problemas
económicos generados por ese orden político. Lo que hace es revisar los
objetivos liberales. Su finalidad no se limita a la seguridad jurídica, sino que
se extiende a las de naturaleza económica. En parte se apoya en una
concepción distinta del Estado.

El Estado de Bienestar es un modelo que se responsabiliza de la


seguridad material de los ciudadanos ante los riesgos del mercado. Ello
implica:

 Proporcionar servicios básicos, sobre todo, en materia de educación,


sanidad y vivienda, que el mercado no suministra

 Proteger la renta, a través de prestaciones sociales en efectivo, en


situaciones de enfermedad, jubilación, desempleo, viudedad u
orfandad.

 Garantizar un mínimo de subsistencia mediante las prestaciones


asistenciales.

La “ciudadanía social” es una idea central de este modelo. Según este


concepto, la ciudadanía ya no sólo se entiende desde los presupuestos de los
derechos civiles y de los derechos políticos sino que, además, incluye la
categoría de los “derechos sociales y económicos” para todos los ciudadanos.
Sus herramientas características son la intervención en la economía con el
objetivo de lograr el pleno empleo y el desarrollo de las políticas sociales. A
este objetivo se añade la reducción de la desigualdad económica o la
redistribución de la renta, instrumentalizada por medio del sistema
impositivo y de los gastos sociales. Sin embargo, son amplios los
desacuerdos respecto al logro de esta segunda finalidad.

87
Teresa Maria Geraldes Da Cunha Lopes

Hay que tener en cuenta que la modificación drástica de la redistribución


de la renta no figura en los fundamentos del Estado de Bienestar. En todo
caso, su aspiración se dirige a contrarrestar las consecuencias de la pobreza.

Sin duda, su articulación descansa en los valores del Estado liberal. Pero
a su vez, sus objetivos introducen modificaciones. La legitimidad del Estado
de Bienestar, a diferencia de los fundamentos en los que descansa el Estado
de Derecho, no se basa ya en los límites impuestos a la actividad estatal, sino
en sus funciones de bienestar.

La armonización del Estado de Derecho con el Estado social ha dado


lugar a una polémica jurídica. Se ha planteado que los conceptos de Estado
de Derecho y Estado social entran en antinomia por su diferente fundamento
y objetivo. Por lo que hace a la primera categoría, en sus orígenes era un
modelo estatal basado en la autonomía de la sociedad, garantizada a través de
los derechos fundamentales que se conciben como limitaciones del poder
estatal. Su objetivo es proteger la libertad individual. En cambio, el Estado
social se dirige a garantizar la subsistencia de los ciudadanos. Se trata de un
Estado que ayuda, reparte y distribuye, no se limita a sí mismo dejando al
individuo en la situación social que tiene.

La contradicción deriva también de la distinta forma en que se


instrumentaliza uno y otro. Mientras que los derechos liberales se hace
efectivos directamente a partir de lo establecido en la constitución, de las
normas que regulan los derechos económicos y sociales no se desprende un
contenido de inmediata aplicación. En conclusión, la fórmula “Estado social
de derecho” no es un principio estructural del que puedan deducirse
pretensiones jurídicas individuales. Las funciones sociales son tareas que
corresponden básicamente a la Administración y se convierten en meros
objetivos programáticos.

El Estado de Bienestar se plasma en la realidad política de forma


paulatina, su configuración es fruto de un proceso político que se inicia a
finales del siglo XIX. De todas formas, es en la época de entreguerras cuando
se establecieron de forma clara los cimientos del Estado de Bienestar, que
terminará consolidándose tras la II GM.

6.2 Antecedentes

A mediados del siglo XIX comenzó a abrirse paso una reflexión crítica
debido a las desigualdades emanadas del orden liberal. La idea de que la
libertad no es más que una ficción cuando se carece de los medios materiales
adecuados, provocó la movilización de diferentes grupos sociales.

88
El Estado de Bienestar

Los efectos sociales originados por la industrialización sirvieron de


fermento para la revisión de los principios liberales. La crítica más
contundente al liberalismo económico en el siglo XIX fue la realizada por las
corrientes socialistas. La fractura que el socialismo supone para el
liberalismo posee diferentes grados, ya que mientras en unas posiciones
teóricas la ruptura es radical (caso de Blanqui o de Marx), en otras posee un
carácter parcial (Louis Blanc)

Para los más radicales, la igualdad no depende de la forma cómo se


organiza la distribución de la riqueza, sino que se hace imprescindible
modificar el sistema productivo. Algunos teóricos, incluso, defienden que los
cambios sólo se podían propiciar a través de la toma del poder por la vía
revolucionaria. Por el contrario, otros sostienen que el modo de producción
capitalista era susceptible de transformaciones desde el respeto de sus
principios básicos. Según estas premisas, se considera que es factible la
corrección de las desigualdades mediante la intervención del Estado en la
economía, la cual puede coordinarse con la iniciativa privada. Asimismo, se
defiende que la reforma social debe implantarse de forma pacífica. Este
marco teórico fundamenta que la transformación del orden liberal tiene que
orientarse a la búsqueda del compromiso entre la igualdad y la libertad.

La obra de Marx representa la principal fuente de referencia para la


corriente socialista. Frente a los que promulgan la igualdad de los salarios
como objetivo de la revolución social, Marx mantiene que la subida de los
salarios no sería más que una mejor remuneración de los esclavos. La
solución no consiste en modificar la relación entre trabajadores y patronos,
sino en la transformación del sistema económico. Marx sostiene que el modo
de producción capitalista no posibilita una forma de reparto equitativo de la
riqueza. Existe, por tanto, un rechazo de la política reformista en el primer
marxismo. La superación del orden liberal, en coherencia con el “principio
materialista”, debe realizarse a través de una revolución social y política
dirigida contra la clase dominante que afecte al modo de producción
capitalista.

Frente a estas propuestas radicales, las propuestas reformistas


consideran que el capitalismo puede transformarse y lograr mayores cuotas
de equidad. Para ello se entendía que la intervención estatal era
imprescindible. Este fue el sentido de las propuestas de Sismondi o de Louis
Blanc. Las aportaciones de este último se orientan hacia una ruptura parcial
del orden liberal. En su opinión, la reforma social debía emprenderse no sólo
por razones de justicia, sino porque además beneficiaban a la burguesía, ya
que la concurrencia ilimitada conducía al monopolio en perjuicio de la
pequeña y mediana industria y comercio. Según Blanc, el mercado no puede
corregir los desequilibrios sociales y económicos, y por lo tanto es necesario
89
Teresa Maria Geraldes Da Cunha Lopes

recurrir a la regulación del Estado. No obstante, la intervención estatal debe


ser compatible con la iniciativa privada. De hecho, no es partidario, salvo
excepciones, de los monopolios estatales. Por último, el carácter reformista
de sus propuestas se manifiesta en la defensa que realiza de la democracia
como vía de transformación social.

El programa de reforma que se venía forjando en el plano ideológico


prendió en algunas experiencias históricas de la segunda mitad de siglo XIX,
como la Revolución Francesa de 1848.

Un antecedente nítido del Estado de Bienestar se localiza en las leyes


sociales que se promulgan en Alemania entre 1833 y 1889. A pesar de que la
política del canciller Bismarck tenía un carácter liberal-autoritario, se
desarrolló una incipiente legislación social alemana. Las causas de su
desarrollo son heterogéneas, aunque debe destacarse que, en gran parte,
surgieron por la presión de la clase obrera: la legislación social fue impulsada
por Bismarck como un medio de eliminar la influencia de la
socialdemocracia.

Estas leyes, que configuran un sistema de seguros sin precedentes, son las
siguientes:

 Seguro obligatorio de enfermedad para los obreros de la industria


cuya renta no sobrepasase una determinada cuantía. El seguro era
financiado por los obreros y los empresarios.

 Seguro de accidentes de trabajo, que cubría la invalidez permanente


provocada por esta causa e imponía a empresarios la obligación de
cotizar a las Cajas para satisfacer el coste total de este seguro.

 Primer sistema obligatorio de jubilación, cuyos fondos provenían de


las cotizaciones pagadas a partes iguales por empresarios y obreros,
además de las subvenciones estatales. La pensión se concedía a los
setenta años.

Con estas tres leyes se impuso, por primera vez en Alemania, un sistema
de protección obligatoria, complementada además con otras normas que
establecían: la jornada laboral máxima de 11 y 10 horas para las mujeres y
los niños respectivamente, así como la prohibición del trabajo nocturno para
ambos grupos y el descanso dominical obligatorio. En resumen, la
legislación elaborada en la época bismarckiana supuso la regulación de los
principales seguros sociales, a excepción del desempleo, que no se
implantaría hasta varias décadas después.

90
El Estado de Bienestar

Si se tiene en cuenta la legislación social que se aprueba en diferentes


países europeos, el despegue del Welfare State se sitúa en el periodo
comprendido entre 1870, aproximadamente, y 1915. En efecto, durante estos
años se institucionalizan los seguros de accidente de trabajo, enfermedad y
vejez, bien de carácter obligatorio o voluntario. Estos seguros suponen un
cambio importante. Desde la perspectiva liberal, la previsión contra los
riesgos de la pérdida de renta correspondía al individuo y si éste caía en la
situación de indigencia, era culpa suya y se debía a su falta de precaución. Es
cierto que el Estado y las comunidades religiosas proporcionaban asistencia
social, aunque ésta tenía un carácter punitivo y caritativo, ya que trataba de
socorrer a quienes habían caído en la miseria. Por el contrario, desde finales
del siglo XIX, se tendió a considerar que de la indigencia también era
responsable la sociedad y que frente a ella la defensa individual era
insuficiente. Así las cosas, se empezó a entender que la seguridad contra los
riesgos es una obligación colectiva, por lo tanto no debe fluir de lo privado
sino que es una responsabilidad del Estado.

Con todo, los seguros sociales hasta la I GM se encontraban escasamente


desarrollados porque: poseían un carácter voluntario, en pocos países eran
obligatorios; sólo se beneficiaban de ellos los trabajadores de las empresas
que no superasen un cierto nivel de renta. Por ello, la población activa con
derecho a prestaciones era muy reducida. En definitiva, los seguros
existentes hasta 1915 tenían un carácter experimental, es decir, se veían
como excepciones.

6.3 El Estado de Bienestar en el periodo de entreguerras

Las circunstancias sociales, políticas y económicas del periodo de


entreguerras contribuyeron a que los programas de reforma social alcanzasen
una concreción mayor. Ciertas experiencias históricas como la República de
Weimar, la política sueca de los años 30, el New Deal norteamericano y la
política de los Frentes Populares suelen citarse entre los ejemplos más
conocidos del comienzo del Estado de Bienestar.

El texto constitucional de la República de Weimar marca un giro en


la historia del constitucionalismo liberal debido a sus contenidos económicos
y sociales. Desde el punto de vista económico contiene lo que con
posterioridad se concreta en el reconocimiento de los llamadas derechos
económicos y sociales, algunos de los cuales plantean límites a la libertad de
empresa y de contratación.

En Suecia, en las elecciones de 1932 obtuvo el triunfo el partido


socialdemócrata. La política que desarrolló en estos años de crisis económica
se orientó a estimular la economía mediante el crecimiento como medio de
91
Teresa Maria Geraldes Da Cunha Lopes

combatir el paro, el sostenimiento de la agricultura y la expansión financiera.


Una particularidad que ofrece el caso sueco es la forma en que se encauzaron
los conflictos laborales: las divergencias entre patronos y obreros se dirimían
por la vía de la negociación. Además, antes de la II GM se establecieron los
pilares de un Sistema de Seguridad Social que en años posteriores se
consagró como uno de los más completos de Occidente.

El programa aplicado por el presidente norteamericano Roosevelt


constituye una experiencia más de la intervención iniciada por el Estado en la
economía. Entre las causas que motivaron la puesta en marcha del New Deal
ocupan un lugar destacado las circunstancias económicas que originaron la
crisis de 1929. La intervención estatal se fundamentó, sobre todo, en varias
leyes:

 La Tennessee Valley Authority, que trató de establecer una


planificación regional
 La Agricultural Adjustement Act, tenía por objetivo controlar la
producción agrícola a fin de influir en la subida de los precios de este
sector.
 La National Industrial Recovery, cuyo objetivo fue combatir ciertas
prácticas de competencia desleal.
 La National Labor Relation Act, que regulaba ciertos aspectos de las
relaciones laborales
 La Social Security Act, que reconoció las pensiones de vejez y
desempleo.

Por último, el compromiso social también encuentra una indudable


expresión en los Frentes Populares. Sus programas se orientaron a la
implantación de políticas reformistas sin quebrar las libertades democráticas
y la economía de mercado. Estas y otras experiencias análogas revelaron que
la estabilidad política dependió del compromiso entre los intereses del capital
y del trabajo. Compromiso que implicó la aceptación por parte de las
organizaciones de los trabajadores de los principios de la economía de
mercado a cambio de mejoras sociales. En el periodo de entreguerras se
institucionalizan diferentes cauces para resolver los conflictos laborales. En
casi todos los países europeos se aprobaron leyes reguladoras de los
convenios colectivos con el objetivo de garantizar la economía de mercado y
el estatus mínimo del trabajador. Con estos instrumentos se aspiraba a tornar
en colaboración la lucha de clases.

En la fase de entreguerras, las normas relativas a los cuatro seguros


básicos (accidentes laborales, enfermedad, vejez y desempleo)
experimentaron un nuevo desarrollo. Se amplió la cobertura de los seguros,

92
El Estado de Bienestar

tanto porque se extendieron a otros sectores, como porque se suprimieron los


límites de renta establecidos para tener acceso a sus beneficios. Además, en
esos años predominaron los seguros obligatorios. La política social en esa
época se convirtió en un punto central de las políticas estatales.

6.3 La consolidación y expansión del Estado de Bienestar

6.3.1 Crecimiento económico y bienestar. La teoría keynesiana

A partir de la segunda posguerra, la política social se vincula a objetivos


económicos. Las políticas de posguerra se inspiraron en la necesidad de que
el Estado favoreciese el crecimiento económico y, además, en que éste se
orientase hacia la consecución del bienestar. En estos años se generaliza la
idea de que la pobreza, además de ser un problema económico, también lo es
político, porque la paz tiene que basarse en la justicia social.

Un aspecto a tener en cuenta es la repercusión práctica de las teorías


que justificaron el intervencionismo estatal en la economía. La teoría
keynesiana proporcionó el fundamento económico para que las propuestas de
reforma penetrasen en la realidad. Las circunstancias en las que Keynes
elaboró su teoría estuvieron, en parte, determinadas por la crisis económica
de los años 30, sobrevenidas por la insuficiencia de la demanda para observar
la oferta global y sus consecuencias de bajos niveles de consumo y
producción, así como elevados índices de paro. Todo ello puso a prueba los
postulados de la economía neoclásica.

A diferencia de los economistas neoclásicos, Keynes negaba que el


sistema económico se autorregularse. Los neoclásicos habían sostenido que
el paro era consecuencia de los desequilibrios del mercado de trabajo y que el
exceso en la oferta de este factor se corregía con la disminución de los
salarios. Por el contrario, para Keynes el desempleo es consustancial al
mercado y su causa es la insuficiencia de la demanda colectiva. Desde
Keynes es una idea aceptada por la política económica que el aumento de la
producción y de la productividad solo tienen sentido si aumenta al mismo
tiempo la demanda efectiva. El mecanismo del mercado no iguala
automáticamente la oferta y la demanda, de ahí la importancia que da Keynes
al estímulo estatal.

En opinión de Keynes, el ahorro, en lugar de facilitar, en ocasiones,


el crecimiento de la riqueza puede constituir un obstáculo. Por ello defendió
que las medidas orientadas a la redistribución de los ingresos, de forma que
aumentase la propensión a consumir, favorecían el crecimiento. En
apariencia, las propuestas keynesianas parecían lograr lo imposible, es decir,
compaginar la justicia social con el crecimiento del capital. Su objetivo
93
Teresa Maria Geraldes Da Cunha Lopes

último era defender los principios del capitalismo, corrigiendo las


disfunciones que lo ponen en peligro.

El objetivo de crecimiento económico se alcanzó ampliamente. Los


países industrializados de Europa Occidental disfrutaron, a partir del decenio
1950-60, de una etapa de prosperidad sin precedentes. Lo que no excluye que
también se produjesen fluctuaciones, aunque sus dimensiones fueron débiles.

6.3.2 Justificación social. El informe Beveridge

Se ha sostenido que si Keynes proporcionó la justificación económica del


Estado de Bienestar, Beveridge lo hizo desde la perspectiva social. Fue a
partir de su informe, elaborado en 1942, cuando el concepto de seguridad
social adquiere repercusiones teóricas y prácticas.

Una de las principales aportaciones del Informa Beveridge consistió


en la elaboración de un proyecto completo de seguros (enfermedad,
desempleo, incapacidad por accidentes y enfermedades laborales, viudedad,
vejez, gastos de entierro, subvenciones a los niños y aprendizaje de nuevas
ocupaciones) que abarcaba a todos los ciudadanos. El Seguro Nacional se
entendió como el mínimo de ingresos que debía garantizarse a todas las
personas. Además, ese ingreso mínimo se entendió como un derecho que, por
otra parte, sería compatible con el seguro privado, es decir, se trataba de
garantizar una renta mínima de subsistencia. También se preveía la asistencia
nacional proporcionada directamente por el Estado, previa comprobación de
rentas de aquellos individuos necesitados que no pudiesen contribuir al
sistema de la seguridad social.

Un aspecto innovador era la previsión de contribuciones uniforme.


Beveridge llega a la conclusión de que, en la práctica, la asistencia nacional
no conducía a la supresión de la indigencia porque en un gran número de
casos los ciudadanos se aguantarían con ella antes que someterse a una
investigación de sus necesidades y recursos. En definitiva, el informe deja
claro que la generalización de los seguros no sólo se guiaba por el objetivo
de ampliar el número de sus beneficiarios, sino también por la necesidad,
desde el punto de vista financiero, de extender el número de cotizantes. Por
otra parte, de acuerdo con este principio, no se pretendía establecer, al menos
directamente, una redistribución de la riqueza, que sí se hubiese obtenido a
través de la combinación de prestaciones uniformes con cotizaciones
proporcionales al salario.

El informe incorporaba seis principios fundamentales:

94
El Estado de Bienestar

 Prestaciones uniformes, con independencia del nivel de renta del


asegurado

 Contribuciones únicas y uniformes, siendo irrelevante la cuantía de


los recursos del asegurado

 Gestión administrativa unificada, que implicaba que los asegurados


debían pagar una contribución única semanalmente, cotizando con
ella todas las prestaciones

 Suficiencia de las prestaciones, tanto en relación a la cuantía como a


la duración, sin necesidad de otros recursos

 Amplitud del ámbito de aplicación, tanto con respecto a las personas


beneficiarias como a los riesgos que tenían que protegerse

 Diferenciación. Este último principio supone que la seguridad social


se aplicaría teniendo en cuenta los diferentes modos de vida de los
asegurados.

La repercusión del Informe Beveridge se explica, en parte, porque la


seguridad económica era un valor dominante en la opinión pública de la
posguerra. Además, probablemente la misma guerra desencadena en 1939
fue un factor decisivo en este sentido. El acontecimiento bélico demostró que
la inseguridad era un riesgo colectivo. Por otra parte, con anterioridad, la
crisis económica de los años 30 había mermado la eficacia de los
mecanismos de capitalización del sector privado y limitó la confianza
depositada en él. Se creía que las políticas sociales eran necesarias para todos
y no sólo para los más menesterosos.

6.3.3 Los sistemas de protección social. Los modelos de Estado de


Bienestar

El sistema diseñado por Beveridge tuvo una proyección parcial en la


práctica, mientras que su influencia fue superior en la teoría. En el Reino
Unido, el parlamento, siguiendo las recomendaciones de Beveridge, aprobó
un conjunto de leyes desde 1945.

Los sistemas de seguridad social en otros Estados evolucionaron de


acuerdo con los fundamentos imperantes en la época de Bismarck, o con el
llamado modelo continental. Las diferencias entre éste y el británico son las
siguientes:

95
Teresa Maria Geraldes Da Cunha Lopes

Mientras que el régimen de seguridad continental se orientaba


preferentemente a la protección laboral, el de Beveridge, ya sea implícita o
explícitamente, posee una tendencia hacia la universalización

Las contingencias típicas del sistema continental se consideraban


aisladamente, de donde resulta un régimen de seguros múltiple. De forma
inversa, el sistema anglosajón se basaba en la unificación de los riesgos, es
decir, que la protección no deriva de los riesgos diferenciados sino de la
situación genérica de necesidad, sin discernir la causa que lo provocaba

Según el modelo continental, la financiación dependía de las


contribuciones del asegurado, cuya cuantía estaba en función del nivel de la
renta de éste (además de las contribuciones de los empresarios y las
eventuales subvenciones estatales). Por el contrario, la financiación del
sistema anglosajón provenía, en buena parte, de los presupuestos generales
del Estado.

El modelo continental tendía a la administración diferenciada de cada


riesgo, e incluso de los colectivos asegurados. El británico, en cambio, se
decantó por una gestión administrativa unificada y pública

En general se puede decir que los sistemas de seguridad social han


evolucionado hacia la convergencia, con independencia del modelo adoptado
inicialmente. En casi todos los Estados de Bienestar existe un sistema mixto,
en el que se combina el sistema universal con el basado en los rendimientos
del trabajo. En líneas generales, el modelo basado en los principios del
modelo continental se caracteriza porque las prestaciones, a excepción de la
sanidad, guardan una relación más estrecha con las cotizaciones, son
proporcionales a las contribuciones realizadas durante la vida laboral. Su
finalidad esencial es mantener el nivel de renta cuando dejan de trabajar o en
la vejez. Sin embargo, este modelo se complementa con la asistencia social
destinada a personas necesitadas que no tienen derecho a prestaciones, bien
porque no hayan cotizado o porque sus contribuciones no han alcanzado la
cuantía suficiente. En estos casos, las prestaciones se someten a la
comprobación de recursos y son financiadas por el Estado.

Por su parte, el modelo universal (por ejemplo, el Reino Unido y


Dinamarca) se distingue porque sus prestaciones tienen una relación con las
necesidades y es financiado, sobre todo, a través de los impuestos generales.

Aunque es usual utilizar la categoría genérica de Estado de Bienestar,


pueden distinguirse varios modelos. Una de las clasificaciones con más vigor
es la realizada por Titmuss. En síntesis, distingue tres modelos:
96
El Estado de Bienestar

 El institucional. Se caracteriza porque el Estado goza de un


importante cometido en la provisión del bienestar, los programas son
universales, es decir, se dirigen al conjunto de la población y no se
encuentran sometidos a condiciones. Además, las prestaciones son
generosas, tanto por los riesgos que cubren como por su calidad.
Representativos de este modelo son, por ejemplo, Finlandia, Noruega
o Suecia.

 El residual. El Estado posee una función mínima como proveedor


del bienestar. El mercado y la familia ocupan un lugar predominante.
El Estado es subsidiario, sólo interviene cuando falla la familia y el
mercado. Las prestaciones públicas características son las
asistenciales, las transferencias son selectivas, están sometidas a la
comprobación de recursos y son de baja calidad. Es el caso de EEUU
y Canadá.

 El corporativista o de “logro personal-resultado profesional”. El


derecho a las prestaciones son consecuencia del contrato de trabajo y
están relacionadas con las aportaciones realizadas. A este modelo se
adecuaría, por ejemplo, Alemania.

6.4 Factores del desarrollo del Estado de Bienestar

No es extraño que la complejidad de los factores que impulsaron el


desarrollo del Estado del Bienestar haya motivado numerosas y matizadas
aportaciones teóricas. Unas explicaciones hacen mayor hincapié en las
causas económicas. Por ejemplo, Wilensky, entre otros autores, ha sostenido
que las políticas sociales son una tendencia estructural de las sociedades
industrializadas. Sugiere que los programas sociales deberían haberse
introducido en los diferentes países con niveles análogos de industrialización
y urbanización, aunque la realidad nos demuestra que esta condición no se
cumple siempre.

Otro grupo de teorías sostiene que el Estado de Bienestar es una


respuesta al conflicto social. Por consiguiente, las causas serían políticas. En
concreto, se considera que este modelo es consecuencia del proceso
democratizador. Su paralelismo con el establecimiento del sufragio universal
es claro, aunque, por ejemplo, en Alemania la pujante legislación social se
adoptó en un régimen autoritario. Entre las razones políticas, la ideología o la
presión de las organizaciones sindicales de los trabajadores es otra de las
variables que se han utilizado. Éstos serían, según esta postura, los
responsables del aumento de los gastos para maximizar su apoyo electoral.
97
Teresa Maria Geraldes Da Cunha Lopes

De todas formas, el impacto de la ideología o de los partidos que


forman los gobiernos es polémico, al fin y al cabo el Estado de Bienestar
gozó del consenso de los partidos con ideologías opuestas.

6.5 Las revisiones del Estado de Bienestar

6.5.1 Cambios económicos, sociales e ideológicos

El consenso sobre el que reposó el Estado de Bienestar se rompió a mediados


de los años 70 del siglo XX. Desde entonces, se han producido cambios
económicos, sociales e ideológicos que han llevado a cuestionar su
viabilidad. Incluso se ha llegado a mantener que se trata de un modelo
insostenible. El estancamiento de la economía en 1973, con sus
consecuencias de paro e inflación, fue el detonante de su cuestionamiento. Es
obvio que el desempleo plantea un problema de financiación al aumentar los
gastos sociales y disminuir los ingresos.

La mundialización de la economía es otro de los factores que impone


límites a las políticas de bienestar. La apertura de las fronteras al comercio
internacional aumenta la competitividad. Los países que asumen costes de
protección social más bajos poseen mayores ventajas para competir en los
mercados mundiales, lo que genera presiones tendentes a reducirlos. Las
diferencias de los costes laborales se han podido mantener debido, en parte, a
la distinta cualificación de los trabajadores y a la calidad de los productos
entre los países. La eliminación de los controles sobre el capital permite la
movilidad de éste. La capacidad de los gobiernos para gravarlo se reduce. La
autonomía estatal para establecer políticas de empleo también disminuye.
Los Estados se ven obligados a favorecer la entrada de capital a fin de
satisfacer las demandas de trabajo, lo que les impulsa a establecer
condiciones ventajosas a la inversión, entre ellas la reducción de los
impuestos sobre las sociedades y las rentas del capital.

Uno de los cambios sociales a los que se enfrenta el Estado de


Bienestar en los últimos decenios deriva de la evolución demográfica. Ésta
tiende al envejecimiento de la población ocasionada por el descenso de la
natalidad y por el aumento de la esperanza de vida que, junto con la
disminución de la duración media de la vida laboral, conduce al deterioro de
la relación entre activos y pensionistas.

A todas estas dificultades, algunos autores añaden la transformación


de la economía. La economía postindustrial se caracteriza porque la
capacidad de crear empleo depende de los servicios y porque la mano de obra
98
El Estado de Bienestar

necesita flexibilidad para la inserción en el mercado de trabajo, lo que supone


una trayectoria laboral menos estable. Antes, las prestaciones se
concentraban, sobre todo, en el periodo de la infancia y de la vejez. Por el
contrario, en la economía postindustrial, los riesgos surgen en la fase activa
del ciclo vital. El desarrollo del sector servicio, ya sea por la escasez de los
espacios rentables para el capital o bien por el aumento de su demanda,
puede ser otra de las razones que presionen a favor de la privatización de los
servicios públicos y, en último caso, del debilitamiento del Estado del
Bienestar.

La modificación de la estructura laboral se aduce como otro cambio


más. Mientras que antes las condiciones de trabajo y el consumo eran más
homogéneos, en la actualidad las nuevas transformaciones tecnológicas y la
movilidad en el trabajo originan una estructura laboral más fragmentada,
caracterizada por un amplio grupo de profesionales cualificados en los
niveles superiores. Esa diversidad profesional no se adecúa a la aplicación de
prestaciones universales ni éstas satisfacen las necesidades de la clase media.
Se argumenta además que una manifestación de la presunta crisis del Estado
de Bienestar es fruto del declive del movimiento sindical y de los partidos
políticos defensores de la protección social.

Por último, es necesario considerar también los cambios ideológicos.


La distribución de la renta, la igualdad o la seguridad han cedido su lugar a
otros valores postmateriales, tales como la defensa de los derechos humanos,
de la paz, del entorno o la igualdad de género. Es indudable que el
neoliberalismo adquirió predominio a finales del siglo XX, frente a otras
corrientes liberales partidarias de la responsabilidad estatal en la provisión de
los bienes sociales.

En definitiva, el Estado de Bienestar se encuentra sometido a una crisis


estructural cuya evolución aboca a su desmantelamiento, según las
interpretaciones vinculadas a la ortodoxia liberal, o bien a un nuevo modelo
más acorde con las actuales condiciones económicas y sociales, según otras
interpretaciones.

6.5.2 Las propuestas de reforma

El neoliberalismo ha dominado las discusiones sobre las propuestas de


reforma del Estado de Bienestar. Desde estas posturas se insiste en la idea de
que el mercado es el único método de organización económica posible para
generar la riqueza, aunque en realidad este postulado nunca fue cuestionado
por el Estado de Bienestar. Además, se añade que los agentes individuales, al
tratar de maximizar su riqueza, son más eficientes que los gobiernos porque
éstos se rigen por una racionalidad distinta. No tienen en cuenta la relación
99
Teresa Maria Geraldes Da Cunha Lopes

entre costes y beneficios, por lo tanto, genera despilfarros. Desde estos


planteamientos se sostiene que los fallos del Estado superan a los del
mercado y que la excesiva intervención crea problemas y es, en último coste,
la responsable del declive de la economía. La solución sólo puede
encontrarse en el aumento de la libertad del mercado. Al Estado no le
incumbe ser el agente de crecimiento económico sino su impulsor, debe
servir de complemento del mercado si llegar a sustituirlo.

Para las posturas neoliberales, las funciones tradicionales del Estado


siguen siendo irrenunciables: establecer la ley, mantener el orden público,
garantizar la seguridad física y de la propiedad, invertir en infraestructura…
Es decir, todas aquellas competencias que crean incentivos para la actividad
económica. En aras de la eficacia se defiende la revisión de la intervención
pública en el ámbito de las prestaciones sociales y con este propósito se
proponen distintas medidas:

 Privatizar los sistemas de previsión para la vejez y la sanidad, más en


concreto, sustituir los sistemas de reparto por los de capitalización.

 Hacer partícipe al sector privado en los servicios que el mercado no


pueda ofrecer por sí mismo. Para ello se distingue entre la
financiación y el suministro, correspondiendo la primera a la
Administración pública y la segunda al sector privado. Esta vía
permite que el Estado contrate los servicios en el mercado.

 Impulsar el sector voluntario con el objetivo de reducir las


responsabilidades estatales en la producción de prestaciones sociales.

 Potenciar, a fin de evitar la crisis fiscal, los sistemas de asistencia


social destinados a los grupos más desfavorecidos frente a los
sistemas de cobertura universal, los cuales son considerados
insostenibles.

 Desregular el mercado laboral para adecuar la oferta a la demanda


como medio de crear empleo.

Se argumenta que los sistemas de protección social poseen repercusiones


negativas. Se ha señalado que la financiación de los programas sociales
mediante impuestos o a través de cotizaciones disminuye la competitividad
de las empresas, debido a que las cotizaciones patronales son uno de los
componentes del coste total del trabajo y repercuten en la creación de
empleo. Por otra parte, se sostiene que el subsidio de desempleo obstaculiza
la flexibilidad del mercado laboral. También, que las pensiones de vejez y

100
El Estado de Bienestar

desempleo desincentivan el trabajo y el ahorro. El aumento de la presión


fiscal es valorado como un elemento que favorece el fraude y la evasión
fiscal. Las propuestas tendentes a disminuir tanto la imposición directa como
las cotizaciones y aumentar la imposición indirecta ganan adeptos al
considerarse que poseen menos efectos negativos en la competitividad. El
aligeramiento de la carga fiscal también se pretende conseguir mediante el
cobro directo de los usuarios que reciben prestaciones. Por último, los gastos
de protección social repercuten en el déficit público, lo que a su vez incide en
la inflación y en los tipos de interés.

Los programas de los partidos socialistas han propuesto alternativas muy


poco diferenciadas de las posturas neoliberales. Una de las más destacadas es
la llamada “Tercera Vía” de Anthony Giddens, una vía intermedia entre el
socialismo y el capitalismo, adoptada por la socialdemocracia. Según
Giddens, el Estado de Bienestar es un modelo que no responde a las
realidades contemporáneas. Ante ello, defiende la necesidad de establecer un
nuevo equilibrio entre la seguridad y el riesgo. Los fundamentos de la
Tercera Vía inducen a hacer hincapié en la responsabilidad personal y a
sostener que las respuestas pasivas ante el riesgo han de ser sustituidas por
políticas activas a fin de proporcionar a las personas instrumentos contra él.
Desde el punto de vista práctico se proponen “programas de bienestar
generadores de empleo” y la inversión en educación constituye una prioridad.
La idea que guía la Tercera Vía es la creación de la llamada “infraestructura
de las oportunidades” más que la redistribución de la riqueza.

Esta propuesta sirvió para sustentar el manifiesto presentado por Blair y


Schröder en 1999, defensores del Nuevo Laborismo y del Nuevo Centro,
respectivamente.

Especial controversia suscitan las propuestas privatizadoras de los


seguros médicos y de vejez. Las consecuencias beneficiosas son relativizadas
por la propia historia. Los seguros privados del siglo XIX plantearon
importantes limitaciones derivadas del escaso reparto de los riesgos, de sus
elevados costes, así como de los inconvenientes de su comercialización. Los
sistemas de seguridad social pudieron superar algunas de estas deficiencias,
en parte, porque se basaron en el principio de la solidaridad colectiva.

La privatización de la protección social podría justificarse por el


abaratamiento que supondría respecto al sector público, pero las pruebas en
este sentido no son claras. Por ejemplo, en Estados Unidos, donde sólo las
personas jubiladas y los pobres disfrutan de seguros sanitarios públicos, es el
país con un mayor gasto sanitario.

101
Teresa Maria Geraldes Da Cunha Lopes

Una propuesta que ha originado intensos debates es la sustitución de los


sistemas de pensiones basados en el reparte por el sistema de capitalización.
Este modelo supone que los trabajadores financien su propia jubilación
durante su vida activa, de forma que coticen en una cuenta de ahorro y, una
vez jubilados, se les devuelva el dinero acumulado más el tipo de interés
generado. Los defensores de la capitalización parten de la idea de que las
pensiones basadas en las cotizaciones desmotivan el ahorro, mientras que
este sistema posibilita la existencia de un capital disponible para ser
destinado a la inversión. También ha sido justificado por ser solución a la
supuesta quiebra de la seguridad social que plantea el envejecimiento de la
población.

Sin embargo, las ventajas del sistema de capitalización no son nítidas. En


primer lugar, el modelo presupone que todos los individuos, y no sólo los
grupos con mayor poder adquisitivo, tendrán capacidad para financiar su
pensión. En segundo lugar, crea problemas de transición: en una primera fase
los trabajadores tendrían que financiar a los pensionistas dependientes del
sistema de reparto y, además, ahorrar para su propia jubilación. Por otro lado,
el envejecimiento de la población afecta tanto al sistema de reparto como al
de capitalización. También, en este caso serían más las personas que liquidan
sus ahorros que las que ahorran, es decir, no hay garantías del crecimiento
del ahorro a través de las distintas generaciones.

La propuesta de sustituir las prestaciones universales por programas


selectivos podría justificarse, de ser cierto, porque las primeras benefician
preferentemente a las personas de renta alta y media. Pero, además de
tratarse de una razón discutible, esta medida plantea un dilema de difícil
solución porque la universalidad es una característica intrínseca de los
derechos sociales. Por otra parte, la universalidad de las prestaciones
permitió evitar los estigmas que generaban las políticas selectivas entre sus
miembros.

La participación del voluntariado u organizaciones no lucrativas en la


prestación de servicios posee limitaciones. Se trata de un sector que
proporciona una cobertura desigual e incompleta. Su interés puede centrarse
en ciertos grupos, no en la sociedad en general y además sus recursos son
insuficientes. Por lo tanto, su actividad es adecuada para complementar, no
para sustituir a las instituciones públicas.

En conclusión, los efectos de las soluciones proponen tal vez dar


respuesta a algunos problemas, pero generan otros. Una idea muy difundida
ha sido la privatización de servicios públicos sin cuestionar la financiación
pública. No está claro porqué esta medida conduciría a la reducción del gasto
público, ya que podría suceder que la repercusión fuese escasa o nula. La
102
El Estado de Bienestar

experiencia demuestra que no hay ninguna combinación de mercado y de


Estado de Bienestar que obstaculice el desarrollo de la economía. Los
cambios económicos pueden desaconsejar algunas formas de intervención.
Sin embargo, no existen razones técnicas o imperativos económicos sobre los
que se puedan sostener que el Estado de Bienestar es inviable. Su pervivencia
o desmantelamiento dependerá más de la opción política que se tome y del
apoyo social que lo respalde.

6.5.3 Las tendencias de las políticas gubernamentales

Tanto la repercusión de los cambios económicos, sociales e ideológicos


como las respuestas a ellos, han variado de un Estado a otro, aunque, de
forma paralela, se aprecia cierta convergencia en las reformas acometidas.

El cambio fehaciente de las orientaciones macroeconómicas fue


iniciado por los gobiernos de Reagan en Estados Unidos y de Thatcher en el
Reino Unido a principios de los años 80. La política de Reagan, apoyándose
en la Teoría de la Oferta, propugnó la limitación de las funciones estatales a
favor de las leyes de mercado. El relanzamiento de la economía se impulsó a
través de la reducción fiscal. Con ello se perseguía que el contribuyente
dispusiese de más dinero y, en consecuencia, se posibilitase la expansión de
la inversión. En materia de política social disminuyeron los gastos de la
asistencia social. Con posterioridad, el programa del presidente Clinton
preveía el estímulo de la economía a través de los gastos sociales y proponía
la creación de un seguro de enfermedad para todos los ciudadanos. Estos
objetivos no tuvieron trascendencia en la práctica. De nuevo se recortaron las
prestaciones de la asistencia social, centrándose estos recortes en los
programas selectivos cuyos beneficiarios son las personas de menos recursos,
mientras que los programas universales (es decir, la asistencia sanitaria
dirigida a los pensionistas y a los pobres) no se ha alterado.

El gobierno de Thatcher, de acuerdo con los postulados monetaristas,


tuvo como objetivos centrales de su política económica, el control de la
inflación, la liberalización del capital, las reducciones de la imposición
directa y la flexibilidad laboral. Su populismo autoritario, basado en la idea
de la ineficacia del sector público y en el aumento del poder y capacidad de
elección de los consumidores, motivaron las desnacionalizaciones y
privatizaciones de servicios. La provisión directa de servicios públicos se ha
ido desplazando al sector privado y a agencias independientes, sobre todo, en
el ámbito de la asistencia social y sanitaria, pauta que se ha extendido a otros
gobiernos.

103
Teresa Maria Geraldes Da Cunha Lopes

En el resto de Europa se observa cierta convergencia entre las reformas


acometidas. Un objetivo común fue contener el aumento de los gastos
sociales. Con este propósito se tomaron distintas medidas:

 Reducción de las cuantías y del periodo de las prestaciones por


desempleo, así como la cuantía de los subsidios familiares.

 Endurecimiento de los requisitos para tener derecho a las


prestaciones, por ejemplo, aumentando el periodo de cotización para
acceder a las pensiones de jubilación

 Participación de los usuarios en los costes farmacéuticos

En los Estados comunitarios también se adoptaron medidas ya


comentadas, por ejemplo, la reforma de la gestión de los servicios,
consistente en la liberalización de los mismos. En ocasiones se han creado
los llamados “cuasimercados”, esto es, las entidades públicas continúan
produciendo los servicios, pero en competencia con el sector privado. Una
propensión más ha consistido en la introducción de mayor flexibilidad
laboral, esto es, mayor libertad para despedir o contratar, o para aumentar y
reducir salarios, tendencia que afecta a uno de los objetivos del Estado de
Bienestar como es la seguridad. A ello hay que añadir la reducción de la
tributación de los rendimientos de capital y los impuestos de sociedades, así
como la reforma de la estructura impositiva tendente al desplazamiento de la
carga fiscal desde los impuestos directos a los impuestos indirectos.

El Informe de la Comisión Europea sobre protección social señalaba, en


1997, las siguientes tendencias respecto a las reformas seguidas en los
Estados miembros:

 La adopción de las políticas encaminadas a reducir el número de


personas pendientes de las transferencias sociales. Las prestaciones
sobre las que se han aplicado estas políticas son:

 El subsidio de desempleo. Se han establecido políticas activas contra


el paro y sistemas de formación, además de revisar los regímenes de
la prestación

 Los subsidios de invalidez, que suponen una ayuda de larga


duración. La inserción en el mercado laboral de las personas con
invalidez, pero potencialmente capacitadas para el trabajo, se ha
fomentado mediante normas que impiden la discriminación en el

104
El Estado de Bienestar

acceso al trabajo, así como medidas de acondicionamiento del lugar


de trabajo.

 Los subsidios de vejez. Además de vincular de forma más rígida la


cuantía de las pensiones con las cotizaciones realizadas por el
trabajador, se ha rectificado en sentido inverso las jubilaciones
anticipadas. Así, se ha restringido los criterios de acceso a la
prejubilación.

Se ha fomentado y desarrollado los planes privados de pensiones. El


propósito es que sirvan de complemento a las pensiones públicas básicas y
puedan coadyuvar a reducir la carga financiera del Estado en el futuro.
Cuando esos planes se acompañan de desgravaciones fiscales, éstas tienen un
sentido regresivo porque son las rentas más altas las que tienen mayor
capacidad para contratar estos planes

Una preocupación común es dirigir los sistemas de protección social


hacia las personas que tienen más necesidad. De hecho, los gastos sociales
sometidos a la comprobación de recursos ha aumentado en el conjunto de la
Unión.

A pesar de las modificaciones sufridas por los Estados del Bienestar,


existe un acuerdo compartido respecto a que sus pilares, en líneas generales y
salvo excepciones, no han sido objeto de una alteración radical. La mayor
apertura al mercado no ha supuesto un desmantelamiento de los sistemas de
bienestar, ya que las revisiones han sido marginales. Los gobiernos han
limitado la expansión del gasto social, pero no se han producido recortes
drásticos. El consenso en que se basó el Estado de Bienestar se ha debilitado.
Sin embargo, sigue gozando de apoyo social en los países donde está más
institucionalizado y la población que de él se beneficia es mayor. Si se toma
como referencia las reformas emprendidas, podría interpretarse que los
Estados del Bienestar evolucionarán y convergerán hacia un modelo
pluralista o de economía mixta.

105
UNIDAD 7

EL ESTADO Y EL FENÓMENO DE LA GLOBALIZACIÓN

Teresa Maria Geraldes Da Cunha Lopes


Susana Madrigal Guerrero
UNIDAD 7

EL ESTADO Y EL FENÓMENO DE LA GLOBALIZACIÓN

Teresa Maria Geraldes Da Cunha Lopes


Susana Madrigal Guerrero

7. 1 El debate de la crisis del Estado soberano: la quiebra de la soberanía

En el último decenio del siglo XX se ha originado un amplio debate acerca


de la supervivencia del Estado. El fenómeno de la mundialización, y en
particular la mundialización económica, en concomitancia con otros factores
como la sobrecarga del Estado, los conflictos derivados del pluralismo
cultural y los procesos supranacionales, han suscitado una intensa discusión
respecto a sus repercusiones en las estructuras estatales.

Bell critica la inadecuación del tamaño del Estado. Según este autor,
se trata de una estructura demasiado pequeña para abordar los grandes
problemas y demasiado grande para solucionar los pequeños. Desde estas
perspectivas, el Estado se erosiona en dos direcciones divergentes: hacia
arriba por la cesión de soberanía a organizaciones supranacionales, hacia
abajo por la descentralización de competencias hacia gobiernos regionales y
locales. En este último sentido, la pérdida de control estatal sobre las
actividades que se desarrollan en los respectivos territorios se ha valorado
como una limitación de poder y, en consecuencia, como una quiebra de la
soberanía.

Estudios ya clásicos definen la soberanía como la autoridad legítima


y suprema dentro de un territorio. El componente central de esta definición es
la supremacía, término que distingue a la autoridad del Estado de otras
autoridades, e implica que el soberano es la autoridad última de una
comunidad, aquella instancia cuyas decisiones no pueden recurrirse ante otra.
La autoridad suprema se proyecta en dos direcciones, que remiten ambas a la
idea de independencia:

La soberanía interna se manifiesta sobre todos los que viven en un territorio


determinado
La soberanía externa supone la inexistencia de una autoridad
suprema más allá de las fronteras nacionales porque también significa
independencia respecto a autoridades exteriores.

En resumen, la soberanía se define por la no sujeción a otra


autoridad, tanto en el ámbito interno como externo. De acuerdo con este
109
Teresa Maria Geraldes Da Cunha Lopes y Susana Madrigal Guerrero

planteamiento, no se confunde con poder. Autoridad y poder son términos


conexos pero no equivalentes. La legítima autoridad confiere poder pero no
es sólo poder.

Krasner hace una clasificación de los significados de soberanía. Tipifica


cuatro categorías:

 La soberanía interna: se refiere a la organización formal de la


autoridad política dentro del Estado y a la capacidad de las
autoridades políticas para ejercer el control dentro de las fronteras
del propio territorio.

 La soberanía interdependiente: es la capacidad de las autoridades


públicas para controlar los movimientos de información, ideas,
mercancías, personas o capital a través de las fronteras del Estado.

 La soberanía jurídica internacional: se refiere a las prácticas


relacionadas con el mutuo reconocimiento

 La soberanía westfaliana: designa a las organizaciones políticas


basadas en la exclusión de actores externos en las estructuras de
autoridad de un territorio determinado.

7.2 El concepto de mundialización

El término de mundialización, o el de globalización, comienza a utilizarse a


mediados de los años 80. Entre los factores que la han impulsado destaca la
revolución técnica en el ámbito de las comunicaciones que ha tenido como
efecto una reducción de sus costes y de su velocidad. Pero, aún siendo
importante el factor tecnológico, la mundialización no puede explicarse,
exclusivamente, por esta causa. Diferentes autores sostienen la incidencia de
la ideología en el desarrollo de la globalización.

En uno u otro caso, ¿qué se entiende por este fenómeno? En líneas


generales, entre los conceptos que se han formulado de globalización cabe
distinguir dos posturas: a) los que consideran que se trata de un fenómeno de
naturaleza esencialmente económica; b) los que le atribuyen una naturaleza
polimorfa

En el primer sentido, el término globalización se adopta para dar


cuenta de la interdependencia de las economías nacionales y la tendencia a la
creación de un único mercado de ámbito planetario. Según Dubois, la
globalización sería un concepto comprensivo y superador de los términos de

110
El Estado y el fenómeno de la globalización

internacionalización y transnacionalización. El primero alude a la


interrelación de las economías nacionales producida por la expansión del
comercio internacional. El segundo al aumento de las empresas
transnacionales, lo que implica que éstas no estén centralizadas
territorialmente, pues ningún país acumularía todas las etapas productivas.
Por lo tanto, los términos de internacionalización y transnacionalización,
referidos a la economía, se circunscriben al comercio y a la producción. En
cambio, la globalización económica abarca la difusión del comercio, de la
producción, del consumo y de la inversión.

En el segundo sentido, se interpreta que la globalización excede del


ámbito económico, sería un proceso que abarca a las transacciones sociales
de todo tipo. Beck sostiene que este fenómeno se extiende a la información, a
la ecología, a la cultura- debido al consumo de productos idénticos en todo el
planeta- y al trabajo. Sin en otras épocas, dice Beck, la actividad social
estaba delimitada por las fronteras sociales de forma que el contorno de la
sociedad coincidía con el de los Estados, en la actualidad las fronteras se han
difuminado; de ahí que Beck identifique la globalización con la sociedad
mundial.

El alcance de la globalización genera polémicas a las que contribuye


el hecho de se trata de un proceso abierto cuya evolución puede seguir
diferentes tendencias. Mientras que para unos, la actualidad conduce a la
formación de mercados globales integrados en los que la competencia sería
global y los factores de producción circularían en función de la oferta y de la
demanda; para otros, el incremento de la interconexión de la actividad
económica en todo el mundo acentúa el desarrollo desigual entre los
diferentes países. En este sentido, según Gray, tampoco la globalización
implica una tendencia a la homogeneización porque son las disimilitudes y
no las similitudes en infraestructuras, salarios o capital humano las que
posibilitan las ganancia. Asimismo, se discute que la globalización de la
economía lleve consigo el avance de un mismo tipo de capitalismo, en
concreto, el modelo de laissez faire norteamericano. La experiencia
demuestra la existencia de variedades de capitalismos divergentes del
anglosajón.

Estos argumentos se sitúan, pues, en las antípodas de los esgrimidos


por los defensores de la globalización, quienes consideran que los mercados
globales harán al mundo en su conjunto más rico, ya que la deslocalización
de la economía permite aumentar las oportunidades de los países menos
desarrollados.

Por otra parte, la globalización económica se encuentra limitada en el


espacio a algunas zonas. En concreto, a Asia del Este, Norteamérica y
111
Teresa Maria Geraldes Da Cunha Lopes y Susana Madrigal Guerrero

Europa Occidental. Además, no toda la actividad económica puede


calificarse como mundial. En estricto sentido, únicamente en el ámbito
financiero puede hablarse de un mercado unificado.

También es dudoso que la emergente cultural global termine por


erosionar las culturas nacionales. Los procesos de globalización contienen
tendencias homogeneizadoras pero coexisten con procesos fragmentadores.
El resurgimiento de los etno-nacionalismos ha sido simultáneo a las fuerzas
de la mundialización. Los movimientos nacionalistas se han interpretado
como una respuesta reactiva a estas fuerzas y a la homogeneización que
conllevan. La globalización de la información se ha valorado como un factor
que contribuye a alimentar la conciencia de las diferencias aunque, al mismo
tiempo, es improbable que no repercuta en las culturas e identidades
nacionales.

7.3 Mundialización de la economía

Hay autores que opinan que hoy en día puede hablarse de la existencia de un
sistema capitalista global. En opinión de Soros, la economía global se
caracteriza más por la libre circulación de capitales que por el libre comercio
de bienes y servicios. La movilidad del capital interrelaciona los tipos de
intereses, los tipos de cambio y las cotizaciones de las acciones de todos los
países, lo que repercute ampliamente sobre la situación económica.

La transformación del sistema monetario internacional se produjo a


raíz de la quiebra de los acuerdos de Bretton Woods a principios de los años
70. Estos acuerdos habían establecido, inspirándose en la teoría keynesiana,
el control de los movimientos de capital y de los tipos de cambio fijo. Según
esta teoría, la libre movilidad de capital es incompatible con la estabilidad
macroeconómica y el pleno empleo. Con ello, el objetivo era evitar la
especulación de capital.

Pero en el contexto creado por la crisis económica de los años 71


emergió un nuevo orden financiero caracterizado por la desregulación y, en
consecuencia, por la libertad de los movimientos de capital y por la
flexibilidad de los tipos de cambio. La desregulación se ha basado en dos
argumentos:

La confianza en la capacidad de los mercados financieros


internacionales para mantener y fijar el precio de equilibrio de los activos
financieros de acuerdo con las condiciones de la economía.

Se defiende que la libre circulación de capitales a escala


internacional produce una mejor asignación de recursos, ya que el capital
112
El Estado y el fenómeno de la globalización

circulará desde los sectores y países cuya rentabilidad sea menor hasta
aquellos sectores y países donde la inversión sea más productiva.

La interdependencia de los mercados financieros reduce la capacidad


de los Estados para establecer políticas económicas nacionales. La
desregulación del capital propicia la movilidad de las inversiones, ya que el
capital no necesariamente permanece donde se ha acumulado. Las fronteras
se desdibujan, el sistema económico se vuelve más global, de forma que el
ámbito económico no se corresponde con un determinado contorno político
y, en consecuencia, se plantean obstáculos para someterlo a un poder político
concreto. La tendencia a la globalidad de la economía tiene repercusiones en
el Estado.

Pero, ¿los mercados globales erosionan la soberanía hasta el punto de


que se plantee la necesidad de que el Estado sea superado? Estas cuestiones
inducen a analizar la relación entre soberanía y economía.

El concepto de soberanía se aplica, sobre todo, a la autoridad


legítima de un territorio, no se trata de una cuestión económica. De acuerdo
con la teoría clásica, el atributo característico de la soberanía es el de dar las
leyes, atributo que no ostenta ninguna otra autoridad, sino que es
monopolizado por el soberano.

No obstante, debe reconocerse que el concepto de soberanía ha


tenido repercusiones para la creación de espacios económicos integrados. El
Estado fue un instrumento útil para el desarrollo del mercado, no sólo por ser
garante de la ley y el orden, sino debido a que ciertas políticas pudieron
implantar barreras aduaneras internas, la creación de sistemas comunes de
pesas y medidas, el establecimiento de una moneda común… Desde estas
perspectivas, puede admitirse con Cohen que “el mercado sería una
institución procedente del poder soberano al mismo nivel que otras
instituciones”. Por tanto, es evidente la interrelación entre poder político y
poder económico. El capitalismo reforzó al Estado por su necesidad de
regulación, tanto interna como externa. Por su parte, el Estado dependía
financieramente de ese capitalismo, circunstancias que desembocaron en la
creación de una organización centralizada territorialmente. De todas formas,
históricamente, la economía no formó parte de las funciones nucleares del
Estado sino que éstas constituyeron un límite a su poder. La soberanía nunca
fue un poder omnímodo en la economía, salvo excepciones como los Estados
socialistas.

Sin duda, desde los años 80 ha adquirido un claro predominio la idea


de que el equilibrio del libre mercado no necesita de la interferencia política
sino que depende, únicamente, de la estabilidad monetaria y fiscal. Sin
113
Teresa Maria Geraldes Da Cunha Lopes y Susana Madrigal Guerrero

embargo, la posibilidad de que el mercado prescinda de una autoridad


colectiva ha sido rebatida desde diferentes frentes. Por ejemplo, Soros
sostiene que atribuir una autoridad absoluta a las fuerzas del mercado puede
desembocar “en el desmoronamiento del sistema capitalista global”. El
capitalismo sin control puede terminar destruyéndose a sí mismo. En un
sentido similar, autores como Strange o Gray desmienten que los mercados
puedan autorregularse e impedir por sí mismos los trastornos económicos. En
consecuencia, según estas posturas, se defiende que la estabilidad de los
mercados depende de la regulación, objetivo que ha de emanar del poder
político.

En resumen, por un lado es discutible que los mercados globales


puedan subsistir a través de sus propios mecanismos y sin el concurso del
poder político, pero, por otro lado, no hay que subvalorar los efectos de los
mercados financieros globales sobre las funciones económicas de los
Estados. La movilidad del capital obstaculiza la adopción de políticas de
empleo o de políticas fiscales gravosas para el capital, porque éste siempre
tendrá la posibilidad de instalarse allí donde las condiciones sean más
ventajosas. Sin embargo, reconocer que los mercados financieros globales
han creado una nueva situación respecto a la iniciada en la segunda
posguerra no implica que los Estados se hayan convertido en una
organización carente de sentido.

Aunque el Estado haya perdido autonomía respecto a la economía,


sigue siendo un actor útil. Es evidente la incidencia de las ayudas a la
exportación en el desarrollo de los sectores industriales o cómo los servicios
de educación e investigación favorecen el desarrollo económico. La
obsolescencia del Estado es un mito: un mito tras el que subyace un cambio
de las funciones estatales.

La revisión a la que se ha sometido la intervención del Estado en la


economía pareció entrar en un nuevo punto de inflexión tras los actos
terroristas del 11 de septiembre de 2001 en EEUU. A partir de esta fecha las
políticas seguidas se han distanciado de las directrices neoliberales y se han
vuelto a inspirar en el keynesianismo. Ejemplo de ello son algunas de las
medidas adoptadas por el gobierno americano, que aprobó un elenco de
medidas para contrarrestar la incertidumbre de los agentes económicos:
reducción del precio del dinero, aumento de los gastos de defensa, concesión
de ayudas directas a las compañías aéreas… Es decir, una vez más, ante una
situación de crisis, la reactivación económica requirió la iniciativa del
Estado. Algunos autores ya han apuntado que “vamos hacia una era en la que
prevalecerá la idea de que dejarlo todo al mercado no funciona y que el
Estado debe desempeñar un papel más importante”.

114
El Estado y el fenómeno de la globalización

7.4 La sobrecarga del Estado

El embate que afecta al Estado no proviene sólo del neoliberalismo. La


relación entre Estado y sociedad ha sido, igualmente, revisada desde la
izquierda. En épocas anteriores ciertas corrientes socialistas defendieron la
necesidad del Estado para acometer la reforma social. Sin embargo, se señala
que este planteamiento ha inducido a identificar al socialismo con la
burocracia y el control social. En esta situación, ciertas corrientes socialistas
defienden la ruptura del socialismo con su vinculación estatalista y la
revitalización de la sociedad civil para aumentar su autonomía y limitar el
alcance de la acción estatal.

En la década de los 70 se sostuvo que el Estado se encontraba


sobrecargado debido al aumento de las demandas sociales dirigidas a él y a
sus dificultades para darles satisfacción. Según estos planteamientos, la
incapacidad del Estado para dirigir o imponer decisiones provocaba una
crisis de gobernabilidad, que ha intento explicarse a partir de los teoremas de
la imposibilidad. Estos teoremas, cuya primera enunciación fue formulada
por Arrow, mantienen la tesis de la imposibilidad de lograr una agregación
colectiva y eficiente de intereses en una sociedad compleja donde se forman
libremente. En este contexto, la agregación de intereses sólo puede
conseguirse por una imposición dictatorial. Es decir, las decisiones colectivas
en democracia, por sí mismas, no pueden generar orden porque la diversidad
y contradicción de los múltiples intereses obstaculizan la adopción de una
única decisión colectiva. En consecuencia, una de las causas de
ingobernabilidad “es la pretensión de los gobiernos de imponer una
agregación imperativa” en ámbitos donde los individuos y grupos podrían
resolver muchos conflictos sin necesidad del concurso del Estado a través de
la negociación. La gobernabilidad exigiría, or tanto, la reducción de la
intervención estatal a aquellos ámbitos en los que la sociedad no pueda
autogobernarse.

Un efecto observado y añadido al incremento de las tareas sociales es


la hipertrofia de la Administración. El aumento, tanto en los niveles de la
Administración como de servicios e instituciones dentro de cada nivel,
plantea problemas de coordinación y de intervenciones contradictorias. El
Estado aparentemente amplía su poder pero es más vulnerable, ya que la
adopción de las decisiones se vuelve más compleja, con lo que su aprobación
y aplicación se dificulta.

Los problemas de sobrecarga e hipertrofia han justificado la


reducción del Estado, ya que los intereses de productores y consumidores se
coordinan sin necesidad de una autoridad central. La propuesta de menos
Estado y más sociedad civil ha logrado amplias adhesiones.
115
Teresa Maria Geraldes Da Cunha Lopes y Susana Madrigal Guerrero

El término sociedad civil no es unívoco. Según los teóricos de la


sociedad civil, su organización descansa en los acuerdos entre grupos e
individuos al margen del control del Estado, haciendo hincapié en su
capacidad de autoorganización. Sin embargo, las relaciones entre Estado y
sociedad civil son complejas. Para unos, la existencia de un Estado débil es
una condición esencial del desarrollo de sociedades fuertes; para otros, la
fortaleza de la sociedad depende de un Estado sólido. Lo que no niegan
ambas interpretaciones es que la sociedad exige una autoridad pública capaz
de imponer el marco legal general para el desarrollo de las actividades
individuales. Por lo tanto, la defensa de la ampliación de la sociedad civil no
implica la propuesta de una sociedad sin Estado, lo que cuestiona es el
modelo de Estado.

Junto a la revitalización de la sociedad civil, se han propuesto un


conjunto de medidas que tienden a reducir el tamaño del Estado:

Las privatizaciones de servicios estatales, no sólo de los relacionados


con las prestaciones sociales sino también servicios que tradicionalmente
eran prestados y gestionados por el Estado (seguridad ciudadana,
administración penitenciaria…). Las privatizaciones se han justificado
porque el mercado proporciona los servicios de forma más rentable al estar
sometido a las presiones de la competencia.

Introducción de técnicas de gestión empresarial en la función


pública. Por ejemplo, la sustitución de la formación jurídica de los
funcionarios por una de contenido económico y de gestión. Asimismo, las
situaciones de monopolio en la prestación de servicios han sido reemplazadas
por la competencia interna con otros servicios públicos que realizan
funciones análogas. De todas formas, en este aspecto la Administración no
puede equipararse con el sector privado

La creación de Agencias Independientes. Se trata de organizaciones


basadas en contratos de objetivos, su dirección se confía a expertos y gozan
de una importante autonomía respecto del ejecutivo y del legislativo.

Las funciones irrenunciables del Estado son aquellas que, como la


defensa, la seguridad o la justicia, no pueden ser asumidas por ninguna otra
instancia. Por otra parte, la regulación del Estado y la coordinación son sus
tareas propias. Al Estado se le atribuye la función de coordinar e impulsar las
iniciativas de los actores sociales pero se cuestiona la dirección y la gestión
directa. Según este punto de vista, el Estado parece ser concebido como una
caja de resonancia de los intereses sociales sectoriales al que se recurre para
darles legitimación.
116
El Estado y el fenómeno de la globalización

En los últimos años se viene utilizando el concepto de gobernación, que,


según algunos autores, designa una nueva forma de gobernar que rompe con
la idea de gobierno tradicional. Los rasgos característicos de la “nueva
gobernación” son:

 La relevancia de la sociedad civil


 La inexistencia de un poder central y de relaciones jerárquicas
 La importancia adquirida por los procedimientos informales

La gobernación se entiende como un proceso de influencias recíprocas


entre diferentes actores, en el que ninguno de ellos llega a dirigirlo porque
ninguno de los implicados posee todos los medios necesarios. Un
presupuesto subyacente de “la nueva gobernación” es la capacidad
autoorganizativa de las comunidades.

Las sociedades carecen de un centro único de dirección del poder. La


realidad demuestra que el poder se encuentra fragmentado. Las regulaciones,
ante la ausencia de jerarquía y de decisiones imperativas, se realizan a través
de la negociación y el consenso.

El recurso a los procedimientos informales para la adopción de


decisiones en detrimento de los procedimientos formales. Se justifica el uso
de los procedimientos informales por la necesidad de introducir flexibilidad
en los procesos de decisión y superar las dificultades de las instituciones
formales para hacer frente a la complejidad social. Esta característica pondría
en entredicho la singularidad de la forma estatal.

La coherencia entre el concepto de “la nueva gobernación” y las


propuestas o tendencias del retraimiento del Estado es nítida. En ambos
casos, aunque no se trata de un concepto excluyente del Estado, sí revisa su
centralidad en el sistema político. La pregunta que se suscita es si, en la
práctica, el alcance de la gobernación según el nuevo significado no pasa de
ser un modelo que introduce meras rectificaciones en la forma estatal pero no
llega a sustituirla o si, por el contrario, es un modelo que se impone al Estado
y constituye una alternativa a él.

7.5 Conflictos pluriculturales

Se ha señalado que la globalización no es excluyente de lo local; de hecho, se


trata de dos fenómenos simultáneos. La tendencia a la homogeneidad
implícita en la globalización cultural no ha sofocado las diferencias
117
Teresa Maria Geraldes Da Cunha Lopes y Susana Madrigal Guerrero

culturales. Más bien se observa un resurgimiento de conflictos pluriculturales


en el interior de algunos Estados, lo que es interpretado como causa potencial
de desintegración y manifestación del carácter artificial de los Estados.

La fragmentación de los Estados en unidades más pequeñas se ha


justificado por razones económicas e ideológicas. Mientras que en épocas
pasadas, el desarrollo económico exigía Estados grandes y viables, los
mercados globales posibilitan la existencia de organizaciones políticas de
menor tamaño. El uso de la tecnología permite a los países no ser
dependientes sólo de sus recursos naturales y, en todo caso, las desventajas
políticas de una reducida dimensión pueden superarlas integrándose en
organizaciones internacionales.

Los apologistas de los mercados globales también defienden la


eficiencia económica de los países pequeños y critican la obsolescencia de
los Estados tradicionales. La ineficiencia de los Estados deriva de sus
diferencias territoriales respecto a las preferencias de los consumidores,
infraestructuras y tasas de crecimiento. Por el contrario, el Estado-región
posee “el tamaño y la escala adecuadas para ser verdaderas unidades
operativas en la economía”. Una dimensión apropiada se cifra entre los cinco
y veinte millones de habitantes.

La presión de los mercados globales a favor de la descentralización política


no está exenta de riesgos. Aparte de que se abre la posibilidad de contribuir a
una mayor desigualdad regional, acarrea dos peligros añadidos de índole
económica: a) el aumento de la inestabilidad podría derivarse de la
indisciplina fiscal local y regional; b) la sumisión de los gobiernos regionales
a los intereses especiales de grupo daría lugar a la utilización inadecuada de
los recursos. Por lo tanto, también son razones de eficiencia económica las
esgrimidas para justificar “cierto grado de coordinación y control
centralizado”

Si bien la experiencia histórica revela que, en la mayoría de los


casos, la nación ha sido una creación del Estado y ambos se han desarrollado
unidos, en los últimos años se ha planteado la posibilidad de desvincularlos.

Según Keating, el declive del Estado no supone el de la nación. Por


el contrario, se trata de una forma de movilización política que conserva su
potencialidad frente a la decadencia de otras ideologías. El nacionalismo
proporciona identidad colectiva, suministra una base en la que asentar la
solidaridad ante el atomismo del mercado. Se trata, pues, de una ideología
con capacidad para erigirse en un principio de organización social y política,
no necesariamente asociada al Estado. Ahora bien, no todos los elementos
del nacionalismo, según Keating, son positivos. El “nacionalismo étnico” se
118
El Estado y el fenómeno de la globalización

caracteriza por basarse en la identidad racial o en la ascendencia común, se


trata de un nacionalismo excluyente. Por el contrario, el “nacionalismo
cívico” se identifica con los valores del liberalismo. La identidad nacional en
este caso está determinada por “instituciones, costumbres, recuerdos
históricos…”. Es, precisamente, este nacionalismo basado en valores cívicos
el que tiene capacidad para integrar y no ser excluyente toda vez que su idea
de nacionalidad compatible con el reconocimiento de otras identidades.

Sin embargo, la dicotomía entre nacionalismos negativos y positivos


plantea dudas. En la práctica es difícil encontrar movimientos nacionalistas
que se apoyen exclusivamente en elementos étnicos. En líneas generales, la
etnia también ha incluido características culturales, históricas y costumbres
comunes. Por otra parte, la organización cívica también se apoya en una
identidad cultural que alimenta la pertenencia de los grupos diferenciales. No
se duda de que el nacionalismo facilite la integración, pero, por su propia
naturaleza, contiene también rasgos excluyentes. También hay que admitir la
posibilidad de que los nacionalismos cívicos no reclamen el monopolio de la
lealtad. Por ejemplo, en los estados federales se combinan diferentes
lealtades. Sin embargo, la combinación de varias lealtades no siempre ha
logrado el equilibrio. En estos casos, la ciudadanía común superadora puede
ser percibida por las minorías como una amenaza para su existencia.

Finalmente, se defiende que los nacionalismos cívicos no aspiran a la


creación de Estados-naciones. Sin embargo, las naciones no pueden
prescindir de una determinada organización política y social. De hecho, no
hay que olvidar que la autonomía política y cultural no siempre satisface a las
reivindicaciones nacionalistas (por ejemplo: las organizaciones vascas
independentistas). Además, no es tan clara la emergencia de nacionalismos
cívicos disociados de la creación de Estados. En los últimos años del siglo
XX han sido frecuentes las manifestaciones de los nacionalismos que han
conducido a la fragmentación de los Estados, pero el resultado de este
proceso ha sido la formación de más Estados. Por último, cabe pensar que
una excesiva fragmentación de unidades políticas dificulta la articulación de
organizaciones supranacionales que exige la interdependencia de las
sociedades contemporáneas.

7.6 Soberanía estatal y organizaciones internacionales

Las funciones atribuidas a las Organizaciones Internacionales (OI) se


interpretan como un factor más que erosiona la soberanía. Estas instituciones
se definen como “asociaciones voluntarias de Estados establecidas por
acuerdo internacional, dotadas de órganos permanentes, propios e
119
Teresa Maria Geraldes Da Cunha Lopes y Susana Madrigal Guerrero

independientes, capaces de expresar una voluntad jurídicamente distinta a la


de sus miembros”

La imposición a los Estados de decisiones adoptadas en ámbitos


internacionales no es congruente, aparentemente, con el concepto de
soberanía, entendida como suprema autoridad porque ésta se define por la no
sujeción a una autoridad externa. La cesión de competencias soberanas a OI,
unida a la descentralización política en el interior de los Estados son
considerados factores que fragmentan la soberanía. Estos fenómenos han
dado pie para sostener que “la soberanía tiene que ser concebida hoy en día
como una facultad dividida entre múltiples agencias- nacionales,
subnacionales e internacionales”. Últimamente se habla de “soberanía
compartida”, expresión con la que se hace referencia a la distribución de
poder y autoridad entre diferentes entidades políticas.

El crecimiento de las OI es innegable. En la actualidad hay más de


300. Sin embargo, en este cúmulo de OI hay una gran heterogeneidad debido
a su composición, competencias y fines; por lo tanto, su posible repercusión
en las soberanías no es uniforme.

Se podría pensar que el incremento de los problemas de naturaleza


global debería haber impulsado a las OI universales frente a las regionales.
Mientras que las primeras se encuentran abiertas a la participación de todos
los Estados, las regionales están compuestas por un número limitado de
Estados que reúnen unos requisitos previos de carácter geográfico, político o
económico. En la práctica han aumentado el número de organizaciones
regionales frente a las universales.

La Organización de Naciones Unidas es la más representativa de las


tipificadas como OI universales. Su Tratado constitutivo se fundamentó en la
igualdad soberana de los Estados y en la no intervención en sus asuntos
internos. La Carta de Naciones Unidas no creó un auténtico sistema de
seguridad colectiva capaz de obligar jurídicamente a la resolución de las
controversias ni estableció la subordinación de los Estados a una autoridad
pública superior. Por otra parte, al ser su función característica la seguridad,
la ONU actúa para dar respuesta a otros actores, se trata, sobre todo, de una
organización reactiva. En consecuencia, está justificado considerarla más
como una extensión del sistema de Estados que como una alternativa a él.
Con todo, también se ha señalado que la ONU posee pequeños márgenes de
maniobra, ya sea porque actúa de puente entre los Estados y otros actores al
permitir que éstos últimos influyan en decisiones políticas sectoriales, como
la salud, el entorno o la educación, o porque la ONU proporciona legitimidad
a las decisiones de los Estados ante situaciones de crisis.

120
El Estado y el fenómeno de la globalización

El número de OI regionales, sobre todo las de naturaleza económica


y comercial, ha experimentado un apreciable crecimiento. Este tipo de
organizaciones se ha generalizado por todo el planeta. Aparte de la UR, se
han creado, entre otras: el Mercado Común del Sur (MERCOSUR), el
Acuerdo de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA)…

Los bloques regionales económicos se justifican porque la


integración de los mercados reduce los costes y genera una mayor eficacia.
Sin embargo, los efectos de la regionalización sobre la mundialización de la
economía son controvertidos. Está justificado pensar que los acuerdos
regionales pueden obstaculizar el establecimiento de normas comerciales no
discriminatorias a escala mundial. La adopción de políticas proteccionistas
por los bloques regionales puede fragmentar el mercado mundial y, por lo
tanto, limitar la liberalización del mercado mundial. Aunque este riesgo es
real, se argumenta que el equilibrio entre la integración regional y la
liberalización del mercado mundial es factible mediante acuerdos
multilaterales garantizadores de la libre competencia. Sin embargo, ciertos
análisis sostienen que la regionalización no rectifica los inconvenientes del
mercado mundial. Asimismo, algunas experiencias revelan la inestabilidad
de algunos procesos de regionalización derivada, en unas ocasiones, del
desigual desarrollo económico de sus miembros y, en otras, de la similitud
productiva de los países integrantes cuyas mercancías se destinan a un
mercado limitado.

Junto a las OI universales y regionales, existe otra clasificación que


distingue entre OI de “cooperación” y de “integración”. Las organizaciones
de cooperación responden al modelo clásico de OI y se caracterizan porque
los Estados no ceden competencias soberanas y la ejecución de las decisiones
fruto de las instituciones de la organización- adoptadas según la técnica de la
negociación- depende de ellos, no son directamente aplicables en los
territorios nacionales sin la autorización estatal. De forma inversa, las
organizaciones de integración o supranacionales suponen una transferencia
de competencias soberanas. Los órganos comunes son independientes de los
Estados y algunas de sus decisiones pueden aplicarse directamente a los
Estados miembros. Las OI de integración son la excepción. La Unión
Europea es el ejemplo característico de este tipo.

Los efectos de la transferencia de funciones soberanas a las OI se


interpretan de forma divergente. Para unos, es un factor que erosiona la
soberanía, aunque la visión contraria también tiene adeptos. Desde este
último punto de vista, se mantiene que las organizaciones regionales son una
vía que consolida a los Estados. La existencia de éstos- sobre todo la de los
pequeños- podría peligrar sin un apoyo externo en un contexto caracterizado

121
Teresa Maria Geraldes Da Cunha Lopes y Susana Madrigal Guerrero

por la interdependencia. La integración de los Estados en OI se concibe como


un medio que propicia su consolidación.

Con independencia de cuál de las dos hipótesis se confirme en un


futuro, lo cierto es que las OI presuponen Estados, son creadas por ellos y
son sus actores principales. Según la interpretación realista de las relaciones
internacionales, el Estado es un actor central y difícilmente sustituible. Sin
embargo, en los últimos años tiene que competir con otros actores como las
ONGs o las empresas multinacionales, y además el uso de la fuerza se
muestra ineficaz para la resolución de numerosos conflictos.

El realismo ha sido criticado por el predominio atribuido al Estado y


porque explica las relaciones internacionales exclusivamente a través de los
intereses nacionales. La cooperación, según los realistas, sólo surge cuando
convergen los intereses nacionales. A pesar de las críticas vertidas, el
enfoque realista sigue siendo influyente.

En los últimos años, la intensificación de los procesos de


interconexión ha provocado que resurjan las controversias respecto de la
vertiente externa de la soberanía. Los análisis sobre la repercusión de la
competencia de las OI y las normas del Derecho Internacional ha sido
analizada por la doctrina de la autolimitación. Según ésta, el Derecho
Internacional es una creación voluntaria de los Estados, son ellos mismos los
que se autolimitan y, por consiguiente, permanecen soberanos. Después de la
I GM aumentaron las críticas respecto a la validez de la idea de soberanía.
Entonces, los análisis fueron controvertidos según se refleja en las
aportaciones de Duguit y Heller.

Tras el fracaso de la Sociedad de Naciones, Duguit sostenía que era


imposible conciliar un Derecho Internacional obligatorio con la soberanía
estatal. Cuando los Estados, dice este autor, se someten a reglas que imponen
obligaciones limitan su soberanía, dejan de ser Estados soberanos. En
definitiva, no puede haber Derecho Internacional si depende de la voluntad
de los Estados. Frente a esta postura, Heller defendió que la soberanía y el
Derecho Internacional eran indisociables. Según este último autor, el
Derecho Internacional existe porque es creado por las voluntades soberanas.
Sus normas o el hecho de conferir mayores competencias a los jueces
internacionales no merman la soberanía, por la misma pretensión del
Derecho Internacional de conservar los Estados. Heller niega que el Estado
sea la autoridad suprema para todos los asuntos, pero afirma que es la
“autoridad jurídica suprema”. De acuerdo con esta línea, para Heller tampoco
el comercio internacional ni la interdependencia por él creada alteran la
independencia jurídica y política de los Estados. Por lo tanto, la esencia del
concepto de soberanía queda intacta.
122
El Estado y el fenómeno de la globalización

Acerca de la eficacia de la igualdad soberana en la práctica es de


interés el estudio realizado por Krasner. El autor llega a la conclusión de que
la “soberanía westfaliana” y la “soberanía jurídica internacional” constituyen
dos ejemplos de “hipocresía organizada” por haber sido objeto de violaciones
frecuentes. La “soberanía westfaliana” es violada cuando actores externos,
generalmente Estados poderosos, influyen o determinan la estructura de
autoridad interna de otro Estado. La violación no sólo se produce a través de
la coacción o de la imposición, también cuando los gobernantes aceptan
voluntariamente determinadas prácticas, ya que esos compromisos implican
una reducción de su independencia. Las violaciones se han justificado, según
Krasner, basándose en el respeto de la tolerancia religiosa, de los derechos de
las minorías y de los Derechos humanos, de forma que numerosos tratados de
paz recogen entre sus cláusulas estos derechos y los signatarios se
comprometen a observarlos, vulnerándose así la independencia soberana.
Otra fuente de violaciones puede proceder de los préstamos concedidos por
las entidades financieras internacionales a los países en desarrollo o por
razones de seguridad internacional.

De todas formas, considerar, como lo hace Krasner, que la violación


de la soberanía westfaliana es la norma, plantea dificultades. En primer lugar,
el autor se basa en las experiencias de Estados emergentes, pero, en estos
casos, cabe dudar acerca de la violación de la soberanía externa porque ni
ésta ni la soberanía interna eran una realidad. En segundo lugar, puede
interpretarse que el propio autor introduce matizaciones porque sostiene que
los principios westfalianos, además de perdurar, no son irrelevantes, poseen
efectos. En unas circunstancias se han violado pero fueron respetados en
otras. Debe reconocerse que la asimetría del poder entre los Estados hace
vulnerable la igualdad soberana, pero mientras las violaciones de la soberanía
de los Estados débiles son fáciles de ilustrar, más complicada resulta
comprobar la quiebra de la soberanía de los Estados poderosos.

Más recientemente se esgrimen otros acontecimientos que también


ponen en cuestión la soberanía. En concreto: las intervenciones por razones
humanitarias, así como algunos aspectos de la estructura internacional y
ciertas competencias de la Unión Europea. Es indudable que la intervención
por razones humanitarias contradice el principio secular de no intervención
en los asuntos internos de los Estados soberanos pero estas acciones han sido
limitadas y selectivas en la práctica, como los casos de Yugoslavia y
Somalia. Además, la sociedad internacional las considera legítimas cuando
son autorizadas por el Consejo de Seguridad de la ONU, órgano que, por otra
parte, está integrado por los Estados. De todas formas, la experiencia
demuestra que su uso no se ha generalizado a países en los que concurren
circunstancias similares.
123
Teresa Maria Geraldes Da Cunha Lopes y Susana Madrigal Guerrero

Aparte de la valoración que se realice de la repercusión de estos


fenómenos, es indudable que introducen nuevos elementos en las relaciones
interestatales. Algunos estudiosos de la soberanía sostienen que no se trata de
un concepto inmutable porque algunas características permanecen, pero otras
cambian. Para explicar ambas tendencias, Soerense distingue entre reglas
constitutivas y reglas reguladoras del poder soberano. Las primeras son las
que posibilitan ciertas actividades. El núcleo constitutivo de la soberanía
radica en la independencia constitucional de los Estados, lo que supone la
existencia de una autoridad suprema decisoria en los asuntos internos y
externos. Por otro lado, las reglas reguladoras, esto es, las referidas a las
relaciones soberanas, son las favorecedoras del cambio. Estas últimas han
modificado, por ejemplo, el criterio para el reconocimiento de Estados
soberanos.

Por tanto, el surgimiento de estructuras sustitutorias del Estado es


borroso. A pesar de las mutaciones, el Estado sigue gozando de legitimidad
política y proporciona cohesión social. Pero al mismo tiempo, hay que
admitir que la globalización intensifica la interdependencia de los Estados y
reduce su autonomía, lo que es un acicate para profundizar en la cooperación
entre los Estados o crear organizaciones supranacionales.

No es extraño que, en líneas generales, los estudios que pronostican


la desaparición del Estado sean escasos, al tiempo que la idea de que el
Estado está atravesando un proceso de transformación o de reestructuración
posee más adeptos. Sin embargo, en incuestionable que la globalización de
los mercados de capitales ha creado un nuevo escenario en el que se han
reducido las posibilidades de que el Estado establezca políticas autónomas en
sus respectivos territorios.

Las políticas de bienestar son las más afectadas por la


mundialización, aunque este fenómeno tampoco ha puesto en duda las
funciones estatales en materia de educación, investigación, sanidad,
infraestructuras o justicia. Más que de la decadencia del Estado como
categoría genérica, habría que hablar de la crisis del modelo de Estado de
Bienestar.

124
UNIDAD 8

TEORÍAS DE LA TRANSICIÓN
Y LA CONSOLIDACIÓN DEMOCRÁTICA

Teresa Maria Geraldes Da Cunha Lopes


María Ovidia Rojas Castro
UNIDAD 8

TEORÍAS DE LA TRANSICIÓN
Y LA CONSOLIDACIÓN DEMOCRÁTICA

Teresa Maria Geraldes Da Cunha Lopes


María Ovidia Rojas Castro

8.1.-La Tercera ola democratizadora

En los últimos veinticinco años se ha asistido a la democratización de una


treintena de países. Esta avalancha, a la que algunos han denominado
“tercera ola democratizadora” (Huntington) cogió por sorpresa a los analistas
políticos. Esta sorpresa ha favorecido la aparición de una cantidad ingente de
estudios dedicados a investigar la evolución de los regímenes autoritarios y la
lógica subyacente a las transiciones hacia la democracia.

A pesar de la diversidad de los contextos y las peculiaridades, son


muchas las similitudes encontradas en estos procesos.

8.2. Formas de iniciar el cambio político

Son varias las formas posibles de iniciar y llevar a cabo la transformación de


un régimen autoritario en otro democrático, lo cual permite clasificar las
transiciones hacia la democracia de muy diversas formas. Básicamente, la
transición puede iniciarse mediante la reforma paulatina del régimen
existente o, por el contrario, mediante una ruptura clara, abriéndose, de forma
inmediata, un periodo constituyente.

Si se trata de una reforma, y no de una ruptura, puede ocurrir que


aquélla se haya visto impulsada desde dentro del propio régimen autoritario,
como consecuencia de un pacto entre las élites gobernantes aperturistas y los
sectores más moderados de la oposición. Dicho pacto, a su vez, ha podido ser
impulsado por varias razones, como la muerte del dictador o la voluntad de
los políticos del régimen de evitar males mayores en el caso de que el nivel
de descontento popular con la dictadura fuese muy elevado. Pero también
dicha reforma ha podido ser forzada desde fuera del régimen, bien por la
acción colectiva de los movimientos sociales, bien por parte de grupos de la
oposición democrática articulados en partidos políticos. Incluso, finalmente,
es posible que dicho proceso haya sido facilitado por circunstancias y actores
ajenos al país (por ejemplo, el cambio en la política de seguridad de la
antigua Unión Soviética es fundamental para entender las transformaciones
políticas de los países del este y el centro de Europa). Otro factor exterior que
127
Teresa Maria Geraldes Da Cunha Lopes y María Ovidia Rojas Castro

podría considerarse es el que se ha denominado efecto “contagio”, que suele


darse en zonas de influencia común y que consiste en la adopción, por parte
de un país, de la ruta de cambio emprendida por otros países de su entorno
(el llamado “efecto dominó” ocurrido en los países del Este).

Si lo que se produce es una ruptura abierta con la dictadura


precedente, aquélla ha podido ser provocada por una crisis interna (resultado
de una derrota bélica, como en Portugal o Argentina, o de una crisis
económica profunda), que podría conducir a un golpe de Estado o a una
revolución popular. También es posible que los procesos de ruptura sean
impulsados por una intervención directa del exterior, aunque es mucho más
frecuente que los organismos internacionales presten un apoyo más discreto e
indirecto a los procesos de democratización y que no intervengan de forma
drástica y definitiva en el derrocamiento de las dictaduras.

Dahl distingue entre los procesos democratizadores iniciados desde


dentro de un Estado independiente y los que se originan en países sometidos
a la dominación colonial. Dentro del primer grupo, la democracia puede
haber sido fruto de un proceso evolutivo (como en Inglaterra o Bélgica), una
revolución (Francia de 1789) o una conquista militar (como RFA, Italia o
Japón tras la II GM). Dentro del segundo grupo, Dahl también señala la
existencia de procesos evolutivos (como Canadá) y, finalmente, añade los
que son resultado de un movimiento de independencia nacional (India,
EEUU e Irlanda)

Przeworski, por su parte, ha acuñado el término “extrication” para


referirse a las transiciones que se inician desde dentro del régimen autoritario
(esto es, mediante la reforma, no la ruptura, del mismo). Cuando esto se
produce, como en España, no hay más remedio que contar y negociar con los
representantes de la dictadura, a diferencia de otros casos que comienzan con
la desintegración de la cohesión del régimen como resultado de una derrota
exterior, como Grecia o Argentina. En los primeros casos, los reformistas del
régimen habrán de negociar con los sectores más moderados de la oposición
con el fin de diseñar conjuntamente las instituciones políticas.

También podría clasificarse las transiciones en función de si son


protagonizadas por las élites políticas o si, por el contrario, son los
ciudadanos o una sociedad civil más o menos estructurada, quienes, a través
de su organización en distintos tipos de movimientos sociales y grupos de
presión, llevan la iniciativa de la transformaciones que, finalmente,
conducirán al país por la senda democrática. En este sentido, hay dos
corrientes intelectuales. Una de ellas insiste en el papel desempeñado por los
movimientos sociales. Los autores de la corriente contraria afirman, sin
embargo, que los actores más importantes de estos procesos de cambio son
128
Teorías de la transición y la consolidación democrática

las élites políticas. En un lugar intermedio dentro de esta polémica se


encuentran otros autores que sostienen que tan importante resulta analizar las
decisiones de las élites políticas como las acciones desplegadas por los
movimientos populares. Ambos actores, élites y masas, se influyen
mutuamente y no es posible explicar, por ejemplo, lo que ocurre en la
transición española sin tener en cuenta los movimientos tanto “desde abajo”
como “desde arriba”.

En definitiva, aunque en ciertas ocasiones existe un detonante que


permite iniciar los procesos de transición en un momento dado, y no en
cualquier otro, parece que siempre hay una pluralidad de elementos que hay
que considerar a la hora de explicar con precisión las razones por las cuales
se ha acabado instalando una democracia en un país donde dicha posibilidad
era impensable tan sólo unos años atrás. Y es que las dictaduras, incluso las
más aparentemente inmovilistas, tienden a experimentar procesos de
evolución interna.

8.3 La liberalización de los regímenes autoritarios

Los procesos de liberalización, tanto políticos como sociales, económicos o


culturales, aunque no sean claramente visibles desde el exterior, existen y
suelen tener importantes repercusiones sobre la estabilidad y la legitimidad
de los mismos. Además, las dictaduras desarrollistas, aunque a corto plazo
pueden recabar dosis importantes de legitimidad, acaban siendo más
vulnerables en los periodos de inestabilidad económica, dado que su
principal fuente de legitimidad se basa, precisamente, en el crecimiento
económico y la paz social.

La literatura teórica establece ciertas distinciones entre los casos de


mera liberalización y aquellos otros genuinamente democratizadores. Por
“liberalización” distintos autores entienden cosas diferentes, relacionadas con
el aumento de las posibilidades de participación y de debate por parte de la
sociedad. Otros lo definen como “el proceso de hacer efectivos ciertos
derechos que protegen de los actos arbitrarios o ilegales cometidos por el
Estado”.

A través de las medidas liberalizadoras las dictaduras suelen


pretender consolidar su poder ampliando su base de apoyo social, con el fin
de evitar llevar a cabo un proceso de democratización real, lo que les
supondría perder las riendas del poder. La liberalización suele tener unas
consecuencias a medio y largo plazo que pueden acabar siendo perjudiciales
para la estabilidad de estos regímenes. El hecho de dar más oportunidades a
la oposición puede traducirse en mayores posibilidades de conflicto.

129
Teresa Maria Geraldes Da Cunha Lopes y María Ovidia Rojas Castro

Este es el gran dilema al que se enfrentan todos los regímenes


dictatoriales: en ocasiones se ven obligados a llevar a cabo medidas
liberalizadoras de tipo político porque la presión social es demasiado fuerte y
temen una revuelta popular. Sin embargo, cuando creen que suavizando la
represión lograrán una mayor legitimación social, no suelen considerar que
es muy probable que dicha relajación pueda llegar a volverse en su contra.
Cuando, sin embargo, se resisten a liberalizar, cabe la posibilidad de que se
produzcan tensiones incontrolables que podrían llegar a acabar con las
dictaduras.

8.4 Principales enfoques en el estudio de las transiciones a la democracia

8.4.1 Desarrollo económico, cultura y democracia

Lipset, en su obra ya clásica El hombre político, afirmaba que las dos


características que más influyen en la estabilidad de las democracias son el
desarrollo económico y la legitimidad política. Este autor sostiene que la
mayoría de los países que no tienen regímenes democráticos, suelen contar
también con un nivel de desarrollo económico muy bajo. Él pretende
demostrar que las democracias requieren mayores niveles de desarrollo
económico, social y cultural, no sólo para sobrevivir, sino también incluso
para implantarse. Según esto, cuanto más próspera sea una nación, tanto
mayores son las posibilidades de que mantendrá una democracia.

Los índices de desarrollo económico que emplea Lipset son, entre


otros, la riqueza (renta per cápita, número de vehículos…), la
industrialización (porcentaje de personas dedicadas a la agricultura en
comparación con las empleadas en la industria o en el sector servicios) y la
educación. Para este autor, de los tres factores mencionados, el que mejor
explica la diferencia entre los regímenes autoritarios y los democráticos es la
educación. Niveles más elevados de educación producen actitudes más
tolerantes y valores más democráticos en la población.

Al final, llega a las siguientes conclusiones: en los países de su


muestra donde hay más desarrollo económico (EEUU y Canadá), el peso de
los partidos comunistas es casi inexistente o insignificante. Cuanto más rico
es el país, menos extrema es la militancia de su clase trabajadora y, al
contrario, cuanto menor es la renta per cápita, mayor descontento existe en
los sectores más desfavorecidos y, por lo tanto, la militancia en partidos
extremistas es superior. Finalmente, cuanto mayor es la riqueza del país, más
equitativa suele ser su distribución y cuanto más amplia es la clase media,
mayor será el apoyo que reciban las opciones políticas moderadas. Un cierto
nivel de riqueza es también necesario para garantizar la existencia de una
burocracia profesional y eficiente, al margen de las influencias clientelísticas.
130
Teorías de la transición y la consolidación democrática

Esta teoría forma parte de la denominada corriente funcionalista, la


cual ha sido atacada frecuentemente por su determinismo. De esta forma, es
muy difícil que los países ricos no sean democráticos y que los países pobres
sí lo sean. También puede enmarcarse dentro de las optimistas teorías de la
modernización y la convergencia, según las cuales, el desarrollo económico y
social de los países hará que todos ellos acaben adoptando regímenes
democráticos.

8.4.2 La participación y el debate de las “Poliarquías”

Robert Dahl comienza por preguntarse sobre las condiciones que favorecen o
dificultan la transformación de un régimen autoritario en una “poliarquía”. Al
no existir, según este autor, ningún régimen realmente democratizado
(conforme al ideal democrático), Dahl acuñó el término “poliarquía” para
referirse a las democracias realmente existentes, que son “regímenes relativo,
pero no totalmente democráticos, muy representativos a la vez que
francamente abiertos al debate público”. Según él, las posibilidades de
desarrollo de la oposición en una dictadura no conducen, necesariamente, a la
democratización.

Para Dahl la democracia se caracteriza porque todos los ciudadanos


han de tener oportunidades iguales para formular sus preferencias,
manifestarlas públicamente y recibir por parte del gobierno un trato no
discriminatorio. Estas tres condiciones, necesarias aunque no suficientes para
el establecimiento de una democracia, han de ir acompañadas de una serie de
libertades que deber ser garantizadas por las instituciones políticas. Dahl se
pregunta por qué condiciones permiten el desarrollo y la existencia de los
sistemas de debate público, aspecto fundamental (aunque no único) de la
transición. Según Dahl, la clave reside en que tanto las élites del régimen
autoritario como las de la oposición han de buscar un sistema de garantías
mutuas que les proporcione un grado de seguridad y confianza suficientes en
las acciones del otro. Es decir, las posibilidades de tolerancia aumentan
cuando los grupos no esperan lesionarse seria y recíprocamente.

Dahl no establece relaciones de causalidad necesaria entre los


fenómenos, pero sí afirma que la existencia de ciertas magnitudes
estructurales (como el nivel de desarrollo socioeconómico, el grado de
igualdad social, los valores democráticos de los activistas políticos…)
pueden coadyuvar al establecimiento de las poliarquías.

131
Teresa Maria Geraldes Da Cunha Lopes y María Ovidia Rojas Castro

8.4.3 La transición no condicionada (Rustow)

Las teorías funcionalistas fueron duramente criticadas por Rustow. Este autor
afirma que la literatura funcionalista ha venido confundiendo, de forma
sistemática, los factores que explican la génesis de las democracias con los
que dan cuenta de su funcionamiento, estabilidad y consolidación. También
critica el hecho de que las teorías funcionalistas se hayan preocupado mucho
más de la estabilidad de las democracias que de su génesis. Por todo ello, a
las teorías, como la de Rustow, que se han centrado en el estudio de la
génesis de las democracias se las ha denominado “genéticas”. Con ellas, se
cambia de pregunta: del por qué duran las democracias al por qué surgen.

Rustow propone desplazar el centro de interés hacia la política para


compensar el protagonismo que hasta ese momento habían tenido los
factores económicos y sociales. En concreto, propone estudiar los conflictos,
las alianzas políticas cambiantes y las elecciones específicas que las élites
adoptan a lo largo del proceso político. Rustow, en realidad, no cree que se
necesaria la existencia previa de ningún tipo de factor económico ni social
para que se inicie la transición hacia la democracia, ni siquiera es necesario
disponer de una cultura democrática previa. De hecho, las circunstancias
pueden llegar a convertir en demócratas a quienes no lo eran después de
instaurado el nuevo régimen.

La única condición que Rustow sostiene que es imprescindible


(necesaria, aunque no suficiente) es la unidad territorial del país: las fronteras
estatales o nacionales no deber ser puestas en cuestión si no se quiere que el
proceso de transición peligre (como ocurrió en algunos de los países del
centro y este de Europa). Un ejemplo concreto, es el caso español los
mayores retos que ha tenido que afrontar la democracia han tenido que ver
con el sector del nacionalismo vasco, que defiende el derecho de
autodeterminación y, con ello, la posibilidad de modificar las fronteras
estatales.

A la hora de estudiar el origen y el establecimiento de una democracia,


Rustow distingue entre tres fases consecutivas: la preparatoria, la decisoria y
la de consolidación. Rustow llega a la conclusión de que hay ciertos
ingredientes necesarios a lo largo del proceso de democratización:

 la unidad nacional previa,


 la existencia de un conflicto político serio y articulado;
 la adopción consciente de las reglas democráticas por parte de las
élites;

132
Teorías de la transición y la consolidación democrática

 y la habituación, tanto por parte de las élites como del electorado, a


dichas reglas (de forma gradual y progresiva)

En cualquier caso, el continuo surgimiento de conflictos y sus intentos de


resolución son connaturales al funcionamiento democrático. Lo importante es
que se establezca un consenso en torno a los mecanismos por los cuales
dichos conflictos deber ser resueltos.

8.4.4 Las estrategias políticas y la incertidumbre (Przeworski)

En su obra Democracia y mercado, Przeworski intenta dar respuesta es qué


condiciones y caminos conducen tanto a la democracia política como a la
prosperidad material. Según este autor, que parte de los supuestos de la teoría
de la elección racional, las democracias logran sobrevivir cuando son capaces
de suscitar el acatamiento interesado de las principales fuerzas políticas. Para
que esto sea factible, la democracia debe ofrecer una oportunidad justa de
competencia a todas ellas. El diseño institucional que se establece en las
democracias siempre es fruto de un proceso de negociación. Lo más
importante es constatar si en dichas negociaciones participan algunas fuerzas
del régimen autoritario o si, por el contrario, son sólo los aliados en la lucha
contra la dictadura los que llevan las riendas del proceso. Si se trata de lo
primero, los gobernantes se encontrarán con legados institucionales que
pueden llegar a dificultar el proceso de consolidación democrática.

Uno de los aspectos en los que más incide este autor es en el hecho
de que las transiciones son procesos gobernados por la incertidumbre y que
no existe ningún resultado que esté determinado de antemano en función de
cualesquiera características sociales y económicas. Los actores protagonistas
de los procesos de cambio son los únicos capaces de determinar el resultado
mediante sus decisiones y procesos de negociación. Los resultados de la
competencia política dependen, sobre todo, de los resultados con los que
cuentan los participantes y de las instituciones existentes.

Przeworski constata que la democracia es el único sistema en el que


los ciudadanos pueden librarse de los gobernantes sin que se produzca
derramamiento de sangre. Lo importante es tener en cuenta la
indeterminación de los procesos de transición y el papel crucial que el azar y
la fortuna pueden llegar a desempeñar en ellos.

8.4.5 La consolidación de las democracias

Una vez aprobadas las reglas del juego básicas del juego democrático,
comienza una nueva fase en la que se va a poner a prueba la adecuación de
133
Teresa Maria Geraldes Da Cunha Lopes y María Ovidia Rojas Castro

las mismas y la normalización de la vida política bajo el nuevo régimen. Esta


nueva fase, de consolidación de la democracia, es mucho más difícil de
definir y acotar. Para algunos autores, la consolidación se produce tras la
primera alternancia pacífica en el poder por medio de la voluntad de los
ciudadanos libremente expresada en las urnas. Para otros, la culminación de
esta fase implica otra serie de requisitos más exigentes.

En este sentido podemos distinguir distintos conjuntos de teorías:

 Están aquellas teorías que enfatizan el proceso de estructuración e


institucionalización del nuevo régimen.
 las que inciden en el logro de la supremacía civil.
 las que hacen depender la consolidación de la aceptación de las
reglas del juego democrático por parte de las élites más relevantes
 las que sostienen que la superación de las herencias institucionales
autoritarias es determinante para la estabilización de la democracia
 las que se centran en la consolidación de los procedimientos,
actitudes y comportamientos genuinamente democráticos.

Linz y Stepan parten de la idea de consolidación democrática. Ésta ha de


constar de al menos tres elementos, sin los cuales, afirman, no se puede
hablar de consolidación:

 Tiene que haber un Estado que haga respetar los derechos de los
ciudadanos y que permita a los ganadores en las elecciones ejercer el
monopolio de la violencia legítima.

 Además de la existencia de elecciones libres y competitivas, el


gobierno ha de tener la capacidad para determinar las políticas sin
verse constreñido sistemáticamente por ciertos poderes en la sombra
(como los militares)

 Los gobernantes han de ejercer su poder de forma democrática.

La definición de la consolidación democrática que plantean estos autores


combina en su seno tres dimensiones: una relativa al comportamiento
(cuando ningún grupo político importante intenta derrocar al régimen); otra
relacionada con las actitudes (cuando parte de la sociedad piensa que
cualquier cambio deseable ha de realizarse por medios democráticos); y,
finalmente, otra de tipo constitucional (cuando los actores se habitúan a que
los conflictos se resuelvan respetando las normas). En cualquier caso,
134
Teorías de la transición y la consolidación democrática

siempre es posible que una democracia consolidada se quiebre y no hay un


único tipo de democracia consolidada.

Según Linz y Stepan, las condiciones previas para que todo lo anterior pueda
darse son las siguientes:

 Que la sociedad civil pueda desarrollarse libremente

 Que exista una sociedad política en la que los actores compitan para
ejercer un control legítimo del Estado

 Que los actores públicos estén sometidos al imperio de la ley y que


ésta proteja los derechos de los ciudadanos.

 Que haya una burocracia estatal eficaz y capaz de recaudar


impuestos.

 Que se cuente con una sociedad económica institucionalizada que no


esté ni totalmente dirigida por el Estado, ni sea totalmente
dependiente del mercado. Además, el Estado tiene que hacer todo lo
que esté en sus manos para intentar paliar las desigualdades
existentes.

Uno de los más grandes obstáculos que Linz y Stepan encuentran para la
consecución de las condiciones anteriores son, en primer lugar, los derivados
de los conflictos étnicos en Estados multinacionales. En estos casos, hay que
hacer un esfuerzo especial para dotar a todos los ciudadanos de derechos
iguales y llevar a cabo políticas de inclusión de las minorías étnicas y
culturales. Para ello, sugieren la aplicación de fórmulas no mayoritarias
como la representación proporcional y la descentralización administrativa.
En cualquier caso, lo cierto es que cuanta mayor diversidad étnica y religiosa
exista en un determinado país, más complicado será el proceso de
consolidación democrática. En segundo lugar, estos autores señalan las
dificultades derivadas de las expectativas elevadas de mejora económica,
pues éstas han tendido a verse defraudadas en la mayoría de los Estados
donde se han producido.

O’Donnell, por su parte, se concentra en aquellos países de la


denominada “tercera ola” que, habiendo evolucionado desde regímenes
autoritarios, se han quedado en una zona gris del proceso de
democratización. Tienen muchas de las características de las democracias
clásicas, pero les faltan otras muy importantes. El autor propone partir de los

135
Teresa Maria Geraldes Da Cunha Lopes y María Ovidia Rojas Castro

atributos básicos que contempla la definición de Dahl de poliarquía, a los que


él mismo añade los siguientes:

 Que los políticos elegidos democráticamente no vulneren las reglas


del juego una vez obtengan el poder

 Que los políticos no estén sometidos a constreñimientos profundos


por parte de ciertos actores, ni tengan ciertas áreas vetadas a su
intervención por otros actores (por ejemplo, las fuerzas armadas)

 Que se disponga de un territorio nacional cuyos límites no sean


discutidos por la población

 Que exista la expectativa de que el juego electoral será limpio y que


el resto de las libertades existentes durarán de forma ilimitada en el
futuro.

También critica que algunos autores se fijen tan sólo en cuestiones


formales y que den por supuesto que existe un único equilibrio posible entre
las reglas formales y el comportamiento político. Para este autor, la rigidez
con la que la teoría de la consolidación democrática se ha aproximado a los
nuevos casos le ha impedido ver la gran importancia de cierta institución
informal: el clientelismo, que conlleva patronaje, nepotismo y corrupción.
Esto hace que las fronteras entre lo público y lo privado sean un tanto
borrosas.

En definitiva, la institucionalización informal de las poliarquías tiene las


siguientes consecuencias negativas: además de la citada confusión entre las
esferas pública y privada, se produce un rendimiento de cuentas muy
eficiente, especialmente en lo que respecta al control que las distintas
instituciones públicas tendrían que ejercer entre ellas mismas. Todo ello
acaba produciendo “democracias delegativas”, para diferenciarlas de las
representativas. En las primeras, existe una gran diferencia entre las reglas
formales y el funcionamiento real de las instituciones. De esta forma, el tipo
de poder ejecutivo que solemos encontrar es populista y con tintes
autoritarios. Una vez que el presidente accede al poder, es muy probable que
lo ejerza al margen de las prioridades de la ciudadanía y que haga lo posible
para esquivar los mecanismos de control democrático.

136
UNIDAD 9

EL PODER COMO ELEMENTO DEL ESTADO

Ignacio Hurtado Gómez


UNIDAD 9

EL PODER COMO ELEMENTO DEL ESTADO

Ignacio Hurtado Gómez

9.1 El estudio del poder

Podemos entender el poder como la capacidad de imponer obediencia. Esta


obediencia se consigue a favor de unas circunstancias de orden material o
ideológico. Cuando priman las circunstancias ideológicas y el hilo conductor
de las mismas, el consentimiento, hablamos de “autoridad”. En cambio,
cuando la ventaja es para las circunstancias materiales hablamos de
“poderío”. Hay que tener en cuenta que la fuerza desnuda, por potente que
resulte, nunca acaba de ser suficiente para alcanzar el objetivo último del
poder, la obediencia de un modo duradero e institucionalizado. Sin embargo,
es necesario el mantenimiento de unos mínimos de coacción material si se
quiere asegurar la vigencia real de un poder capaz de dar cumplimiento a los
fines que le han sido encomendados.

9.2 Los elementos materiales

El más visible de los elementos es, sin duda, la coacción física. Un conjunto
de instrumentos administrativos del Estado (policía, judicatura, prisiones,
ejército) nos recuerdan en todo momento la posibilidad del recurso a esta
coacción. Quizás lo más significativo es que su eficacia no está ligada al
despliegue de su fuerza, sino que basta su existencia, su potencial utilización,
para que la gran mayoría de las personas deduzca lo conveniente de la
obediencia.

La coacción física no es el único material del poder. Los recursos


económicos, la administración de los bienes y servicios, es un elemento de
presión no menos eficaz cara al logro de los objetivos de ese poder: no
solamente las recompensas o castigos económicos, sino también la pérdida
de prestigio, de “honor social”.

En última instancia, y dentro de estos elementos materiales del


poder, el obligada la referencia a las diversas técnicas publicitarias. Se trata
de saltar por encima del juicio crítico del receptor, del filtro de su
inteligencia, para llegar al subconsciente del individuo. Es evidente que el
recurso a la publicidad es un mal generalizado en la vida política de
Occidente. Un mal, porque sustituye el lugar de la discusión y el debate por
la importancia de la sonrisa y el lema capaz de jubilar todo un programa. Sus
139
Ignacio Hurtado Gómez

marcados efectos negativos quedan paliados por el torrente de publicidad a


que están expuestos los ciudadanos de este mundo occidental, torrente
limitador en sí mismo de la eficacia de los mensajes, y por las leyes de la
competencia que, del mismo modo que en la vida comercial, juegan en el
mercado político.

La cuestión es distinta cuando la publicidad se desarrolla en el marco de un


sistema político totalitario.

9.3 Elementos ideológicos

La evidente superioridad de una obediencia basada en el consentimiento hace


que el poder ponga siempre en juego diversas justificaciones ideológicas cara
a su afirmación. Max Weber trató de definir unos tipos ideales de
legitimidad, como son la tradicional, la carismática y racional. Aunque nos
parezca lejana, la legitimidad teocrática tuvo una enorme importancia en el
pasado. Quienes ejercían el poder tenían títulos para exigir la obediencia en
virtud de su conexión con la divinidad.

La legitimidad tradicional descansa en la creencia cotidiana en la


santidad de las tradiciones y en la legitimidad de lo señalado por esa
tradición para ejercer la autoridad. Estamos ante un tipo de legitimidad bien
ajustado a sociedades agrarias atrasadas, donde la mayoría de las grandes
cuestiones son resueltas por la guía de las tradiciones. La legitimación
carismática y su componente caudillista descansa en la entrega extraordinaria
a la santidad, heroísmo o ejemplaridad de una persona. Se trata en todo caso
de una legitimación a plazo, puesto que el tiempo someterá a ese carisma a
un proceso de rutinización que terminará obligando a la transformación de
este tipo de legitimación en otra de carácter tradicional o teocrático. Por
último, la legitimación racional es la creencia en la legalidad de ordenaciones
estatuidas y de los derechos de mando de los llamados por esas ordenaciones
a ejercer la autoridad.

Junto a estos grandes tipos de legitimación del poder habría que


señalar la significación de otros muchos factores. La llamada en provecho de
la fidelidad al grupo siempre ha sido un expediente eficaz en la justificación
del poder. Por ejemplo, decir que un comportamiento es anti-vasco o anti-
español tiene mucha más fuerza que decir simplemente que no se ajusta a la
legalidad.

Es evidente también que la capacidad para dar solución a los


problemas del grupo es un elemento de gran significado legitimador. Podría
afirmarse que no solamente la eficacia, sino la misma existencia de un poder
que tiende a perpetuarse en el tiempo consigue por sí misma esos efectos. La
140
El Poder como elemento del Estado

gran tragedia de un poder legítimo por su origen desplazado por otro poder
basado en la fuerza es constatar cómo el paso del tiempo va vaciando su
legitimidad a favor del poder intruso. Éste fue el caso del gobierno
republicano en el exilio a partir de 1939.

Conectada con lo anterior estaría la significación de la dimensión


histórica del poder. La sucesión ininterrumpida de los gobernantes crea en el
ciudadano una actitud favorable a la obediencia a quienes lo ejercen,
haciendo abstracción de sus títulos para ello. A que esto sea posible
contribuye la concentración del poder en un ente despersonalizado como es
el Estado y el ejercicio del mismo a través del derecho. Para terminar, debe
subrayarse el significado actual de una legitimidad democrática, subsumible
dentro de la legitimidad racional de Weber. La insistencia con que regímenes
dictatoriales de todas las orientaciones se aferran a la utilización de formas
democráticas, aunque sean falsas, es una manifestación sumamente gráfica
de la manifiesta superioridad de este tipo de legitimación.

También se ha analizado las razones que llevan al ciudadano a la


obediencia no inducida, surgida espontáneamente de la conciencia de los
individuos. En este sentido, las teorías del contrato social han rivalizado con
las teorías del consentimiento, de la voluntad general y las teorías del interés
general o bien común.

De todas estas teorías parece la más conveniente la que hace de la


obligación política una derivación de la obligación más general de buscar la
justicia y procurar el bien común. Si aceptamos que el poder político es un
instrumento necesario en la búsqueda de la justicia y en la procura de ese
bien común, resulta obligada nuestra obediencia al poder. Aunque sus
decisiones sean contrarias a nuestros deseos, será suficiente saber que han
sido tomadas mediante un procedimiento democrático para que nos induzcan
a la obediencia.

9.4 Las singularidades del poder político. Las actitudes ante el Estado

Un primer rasgo específico del poder político sería su capacidad de hablar en


nombre de toda la comunidad a la que puede comprometer con sus acciones.
Por muy grande que pueda resultar el poder de cualesquiera otra instancia
extrapolítica, siempre será posible al ciudadano a sustraerse a su influencia al
carecer esa instancia del carácter omnipresente que, dejando libre la esfera de
lo privado, caracteriza al poder político institucionalizado en el Estado.

La institucionalización del poder político en el Estado es resultado de


un largo proceso histórico que arranca con la sustitución de la poliarquía
medieval por el Estado Moderno emergente. El poder individualizado ofrece
141
Ignacio Hurtado Gómez

siempre grandes dosis de inestabilidad. La necesidad de superar esta


inestabilidad, la demanda de orden y racionalidad para la vida política,
afianza la necesidad de una instancia objetiva de poder al margen de su
titular circunstancial. El Estado no sólo permite así salvar el inconveniente de
hacer depender a unos hombres de la voluntad de otros hombres, sino que en
sí mismo deviene en un eficaz instrumento legitimador.

La aceptación del poder político y, posteriormente, de su


institucionalización en el Estado, es una cuestión conflictiva en la historia del
pensamiento político. Platón y Aristóteles registran el máximo de aceptación,
como consecuencia lógica de su negativa a reconocer una clara
diferenciación entre el individuo y el ciudadano. Esta actitud encontrará una
clara impugnación, dentro de la reflexión política griega, en las posibilidades
políticas del epicureísmo.

Ya en la Edad Media, el agustinismo político marcará una clara línea


de hostilidad hacia el poder político capaz de animar tanto un conformismo
total como una activa oposición hacia él. La actitud más pragmática del
tomismo y las posiciones del iusnaturalismo preparan el camino a la
gestación de una filosofía liberal en torno al poder político. El liberalismo
llevará a la defensa de un Estado “mínimo”, limitado a asegurar una reglas
del juego que garanticen el libre desenvolvimiento de la iniciativa de los
ciudadanos. Las circunstancias históricas harán inevitable que este discurso
se oscurezca, cuando los intereses económicos y sociales dominantes se ven
obligados a utilizar ese Estado, hacia dentro y hacia fuera, en su provecho.

La gran impugnación del Estado habrá de producirse desde las


posiciones políticas de los más débiles de la sociedad, excluidos de una
presencia significativa en el mismo hasta entrado el siglo XX. El anarquismo
se basa en la constatación de lo que en el Estado hay de elemento parasitario
y de mal disimulado instrumento de dominación. Le corresponde al
marxismo generalizar una crítica desde estos supuestos y formular la
necesidad de una autoextinción del Estado en la medida que la revolución
socialista consiga la superación de la división en clases de la sociedad. Pero
será el movimiento socialista el que contribuirá decisivamente a la
configuración del nuevo Estado Social de Derecho como punto de encuentro
entre las posiciones de dominadores y dominados.

El revisionismo socialista nunca aceptó la visión marxista más


estricta en torno al Estado, tal como puede verse en la obra de Bernstein.
Socialistas reformistas y revisionistas tenían que coincidir en la
imposibilidad de reconciliar las posiciones de Marx y Engels con las
necesidades prácticas del socialismo de finales del siglo XIX. Defendían que,
mientras se producía la descomposición del Estado, debían conseguirse, a
142
El Poder como elemento del Estado

través de la intervención en el mismo, las conquistas reclamadas por el


proletariado, aceptando solamente la legislación que fortaleciese el
movimiento obrero pero que, a su vez, no aumentase el poder del Estado
capitalista. También, aceptando lisa y llanamente que el Estado es un reflejo
de las relaciones de clase, la clase trabajadora podría actuar en mayor o
menor medida sobre él.

En cuanto al poder reservado al Estado en la futura sociedad


socialista, cada vez son menos voces las que justifican las tesis marxistas más
estrictas.

9.5 Participación y apatía políticas

La participación política puede ser definida como “aquellas actividades


voluntarias mediante las cuales los miembros de una sociedad intervienen en
la selección de los gobernantes y, directa o indirectamente, en la formación
de la política gubernamental”. Esta participación puede adoptar diversas
formas:

 Actividades propias de “contendientes”: ocupación de cargos


públicos y de partido, candidatos para esos cargos…

 Actividades de “transición”: participación en mítines y


manifestaciones, aportaciones económicas…

 Actividades de “espectador”: voto, influencia en el comportamiento


electoral de terceros, participación en discusiones políticas…

Desde la perspectiva democrática es una preocupación recurrente el


hecho de que sena sectores reducidos de la población los que se interesan
directamente en política. Se han ofrecido buen número de explicaciones para
este fenómeno: un amplio número de ciudadanos creen en la inutilidad de
una participación en relación a la vida política demasiado distante de sus
aspiraciones, la significación creciente de los grupos de presión y la
tendencia al neocorporativismo… No cabe ocultar que en ocasiones, desde
perspectivas conservadoras, se ha visto con optimismo el estancamiento de la
participación. Una cierta despolitización evidenciaría satisfacción con el
sistema político y evitaría el riesgo de irrupción en la arena pública de
quienes, llevados de su ignorancia política, aportarían a esa arena notables
dosis de autoritarismo e intolerancia.

No parece de recibo, sin embargo, aceptar resignadamente esta situación.


La participación es necesaria porque sin ella no hay posibilidad de establecer
frenos razonables a quienes controlan instancias de decisión política. Pero,
143
Ignacio Hurtado Gómez

muy especialmente, la participación política debe aumentar porque solamente


ella hace que se trascienda de la condición de persona individual a la de
auténtico ciudadano.

Se han aportado distintas teorías para explicar los factores


condicionantes de la participación. Lipset consideraba, junto a la decisiva
importancia de la estratificación social, factores específicos como los puntos
de contacto de los ciudadanos con la política gubernamental, el acceso a la
información, las presiones de los grupos sociales… La movilidad social,
factores religiosos y étnicos, el sexo y la edad, el medio urbano y rural,
complementan aquellos elementos. Es evidente, por último, que las
peculiaridades de la socialización y cultura políticas y la tradición asociativa
de una sociedad terminan de perfilar la explicación en profundidad del
fenómeno de la participación.

9.6 Sistema electoral y justicia electoral mexicana

En este apartado, buscaré plasmar en un plano más específico y


concreto, el papel de la jurisdicción electoral en los cambios democráticos, y
para ello, seguiré brevemente las dimensión político institucional apuntada por
Fix Zamudio y por López Ayllón, es decir, me centraré en criterios del
Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación que han formado parte
del proceso de apertura democrática.

Evidentemente, por razón de espacio dejaré de lado cuestiones


históricas y de diseño institucional.

Sin embargo, aunque sea de pasadita valga decir que, históricamente,


desde la Constitución de Cádiz de 1812, hemos cruzado de un sistema
autocalificativo prominentemente político a uno heterocalificativo de corte
jurisdiccional respecto a la calificación de las elecciones; igualmente hemos
transitado de elecciones organizadas por los gobiernos locales y federales, a una
ciudadanización de los órganos electorales; así mismo hemos pasado de
soluciones políticas de los conflictos electorales a formas administrativas y
jurisdiccionales; hemos corrido de la ausencia de mecanismos de resolución de
controversias a la construcción de un sólido sistema impugnativo; hemos
caminado de elecciones indirectas a elecciones directas y universales; y
asimismo hemos pasado de una acotación a los derechos políticos a una
ampliación sobre los mismos.

En relación con el diseño institucional, baste decir que actualmente la


justicia electoral busca garantizar que todos los actos y resoluciones de las
autoridades electorales federales y locales se sujeten invariablemente a los
principios de constitucionalidad y legalidad; dar definitividad a las distintas
144
El Poder como elemento del Estado

etapas de los procesos electorales, y proteger los derechos político-electorales


del ciudadano de votar, ser votado y afiliarse libre y pacíficamente para tomar
parte en los asuntos políticos del país.

Con este modelo integral de justicia electoral, en palabras de Fernando


Ojesto Martínez Porcayo, se patentiza la aspiración de que: “la judicialización
de la política que se ha venido dando en nuestro país, … constituye la
materialización de una legítima aspiración de la sociedad y principalmente de
los actores políticos, para someter al imperio de la ley, a través de los
tribunales judiciales, las controversias que se susciten con motivo de los
comicios electorales”.

Lo anterior, sin desconocer el papel también de la Suprema Corte de


Justicia de la Nación en la configuración del sistema electoral mexicano, como
la influencia de la justicia internacional encabezada por la Comisión
Interamericana de Derecho Humanos y la propia Corte Interamericana de
Derechos Humanos.

Así, con la finalidad de mirar con un poco de mayor puntualidad los


avances en la justicia electoral, pero particularmente su papel en el proceso
democratizador de nuestro país, llámese de consolidación o de
modernización democrática, y así robustecer la tesis de la transición jurídica
en la democracia, permítaseme referir algunos asuntos o controversias
presentadas ante el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación
que, por los criterios sustentados, son muestra fehaciente de mis
afirmaciones.

Por razón exclusivamente de método, primero mencionare los


criterios de la tercera época, y posteriormente los de la época actual.

En este sentido, estoy convencido de que la tercera época fue de un


gran impulso para la justicia electoral, y que específicamente fue integrada
por los Magistrados Leonel Castillo González, José Luis de la Peza Muñoz
Cano (q.e.p.d.), Eloy Fuentes Cerda, Alfonsina Berta Navarro Hidalgo, José
Fernando Ojesto Martínez Porcayo, José de Jesús Orozco Henríquez, Mauro
Miguel Reyes Zapata y José Alejandro Luna Ramos. Los criterios destacados
son:

a. Competencia del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la


Federación para conocer de impugnaciones en contra de actos
formalmente administrativos, pero materialmente electorales.
b. El derecho de acceso a la información y los partidos políticos, y
con ello, la trasparencia y la rendición de cuentas de esos entes
políticos.
145
Ignacio Hurtado Gómez

c. Los partidos políticos como autoridades responsables, y por tanto


la apertura a la revisión judicial de los actos intrapartidistas y la
tutela de los derechos políticos fundamentales de los militantes
partidistas.
d. La inoponibilidad del secreto bancario al Instituto Federal
Electoral en ejercicio de sus facultades de fiscalización, lo que
consolidó el administrativo sancionador electoral, así como la
revisión y fiscalización de los recursos públicos otorgados a los
partidos políticos.
e. El reconocimiento y aplicación garantista de los principios
constitucionales en materia electoral.
f. La impugnabilidad de los mecanismos de democracia directa.
g. Los elementos mínimos que deben observar los estatutos de los
partidos políticos para considerarlos democráticos.
h. Posiciones garantistas y protectores en relación con las normas
procesales para los pueblos y comunidades indígenas.

Antes que otra cosa, lo valioso de estos criterios se puede medir por
un hecho interesante: a la fecha ya han sido incorporados a la legislación
electoral, es decir, primero surgieron de la doctrina judicial, y hoy ya forman
parte de la normativa electoral

Con respecto a los criterios importantes de la época que transcurre y


que es la cuarta, destacan:

a. El hecho de que la interpretación y aplicación de los derechos


fundamentales de carácter político-electoral, no debe de ser
restrictiva.
b. Que el análisis de la legitimación activa de las comunidades
indígenas debe ser flexible.
c. La tutela del derecho de réplica en materia electoral.
d. El que los servidores públicos gozan de su derecho a la libertad
de expresión y de asociación, por lo que su asistencia a actos
partidistas los días inhábiles no viola la ley.
e. El reconocimiento para que las autoridades electorales locales
puedan impugnar actos de la autoridad electoral local.
f. El reconocimiento del principio de presunción de inocencia en el
derecho administrativo sancionador.
g. La tutela constitucional de la honra y reputación dentro de un
proceso electoral, en relación con la libertad de expresión.
h. La propia maximización del derecho de libertad de expresión en
el debate público.

146
El Poder como elemento del Estado

Sin duda, las anteriores referencias tan solo son una parte del bagaje
jurídico producido por el Tribunal Electoral y sobre el cual se destacan dos
cuestiones principales: frente a la ambigüedad y silencio de la norma, la
palabra del juzgador ha venido a dar -en varios aspectos- sentido y rumbo al
derecho electoral, y con ello a nuestra democracia; en tanto que, la
modelación de la vida social y política igualmente corre a cargo del operador
jurídico a partir de la interpretación acompañada entre la realidad que
vivimos y la norma jurídica prescrita, lo que reafirma esa visión del derecho
como argumentación.

En efecto, se dice que todo operador jurídico (juez, legislador,


estudiante, catedráticos, doctrinarios) reinterpreta el orden jurídico existente
a partir del debate y confrontación de sus ideas, de su forma de entender al
derecho y de su manera de interpretarlo, y mediante las cuales se develan sus
ideas fundamentales.

En estos casos, baste señalar -en razón al espacio- que las evidencias
mostradas permiten arribar al convencimiento que, desde estos enfoques, el
cambio democrático visto desde la óptica política, ha ido de la mano de una
transición jurídica, y que ha puesto en el centro del nuevo impulso y de la
redefinición del sistema, a los principios constitucionales en materia
electoral.

9.6.1 Un enfoque desde Michoacán

Asimismo, esta tendencia se ha trasladado a la jurisdicción


electoral local, por lo menos hasta el Tribunal Electoral del Estado de
Michoacán.

Invocando de nueva cuenta el argumento del espacio,


telegráficamente veamos algunos criterios sustentados por ese órgano
jurisdiccional, y que por su contenido y alcances, también sirven de
evidencia para constatar la forma en que han permeado los cambios
jurídicos a que me he venido refiriendo.

a. La garantía de que todos los actos de autoridad son impugnables,


entre ellos, los del Secretario General del Instituto Electoral de
Michoacán. (TEM-RAP-31/2007).
b. Por supuesto la configuración de la denominada causa de nulidad
de elección por violación de principios constitucionales que, a la
postre habría de ser retomada por otras instancias
jurisdiccionales, pero sobre todo, lo que implicó un control
constitucional desde un tribunal local. (TEM-JIN-49/2007 y su
acumulado).
147
Ignacio Hurtado Gómez

De las resoluciones emitidas en 2010 por el Magistrado Jaime del Río


Salcedo destacan:

a. La clarificación de la estructura del régimen administrativo


sancionador electoral, conforme a la normativa del Estado de
Michoacán, así como la figura de los tipos compuestos en el
ámbito del derecho administrativo sancionador electoral,
como referente importante en la tutela de los principios
democráticos. (TEM-RAP-3/2010)
b. La aplicación del principio pro persona, el cual permite
superar el debate respecto de la jerarquía de normas, pues
tiene como finalidad la tutela efectiva de los derechos
fundamentales en el procedimiento administrativo
sancionador electoral previsto en la normativa de Michoacán.
(TEM-RAP-5/2010)
c. Una sentencia que, sin duda, refleja lo que se ha sostenido en
cuanto a la posibilidad de los jueces de producir derecho, es
la TEEM-RAP-7/2010 en la cual, para arribar a la convicción
de que la autoridad administrativa electoral de Michoacán
puede y debe emitir medidas cautelares como una formalidad
esencial del procedimiento, el resolutor construyó la premisa
jurídica de su decisión, sobre la base de precedentes
judiciales, lo que confirma, insisto, que el derecho también
se produce desde los tribunales.

De esta forma, también existe muestra clara que, desde la


jurisdicción local se han emprendido esfuerzos importantes a favor del
proceso democratizador, sobre la base de varias de las ideas que se han
esbozado a lo largo de esta comunicación.

Por último en la línea reflexiva trazada, bien valen algunas


consideraciones en torno a uno de los pensamientos jurídicos más influyentes
en nuestro país, y que por su contenido, constituyen argumentos adicionales a
favor de a tesis que se sostiene en la presente comunicación, particularmente
a partir de su idea de la democracia sustantiva, es decir, la democracia de los
valores y de los contenidos.

En efecto, Luigi Ferrajoli señala que, el cambio del Estado de


derecho hacia el Estado constitucional se presenta en varias facetas y así
sostiene que en el nuevo Estado de la posguerra todo se sujeta a la ley pero
desde sus contenidos, por lo que ahora la validez de la norma se determinará
también en la medida de que sean coherentes con los principios
constitucionales. Por otra parte, igualmente se presentan cambios en la
148
El Poder como elemento del Estado

relación del derecho y la política, por lo que ahora “… es la política la que


debe ser asumida como instrumento para la actuación del derecho y de los
principios y derechos fundamentales inscritos en ese proyecto, tanto jurídico
como político, que es la Constitución”.

Asimismo sostiene que, el cambio también se da en el plano de la


teoría política en cuando a la nueva manera de ver a la democracia que ya no
sólo consiste en mirarla desde un plano político, sino que ahora contiene una
dimensión inherente que le imponen los principios constitucionales
“condicionando su validez sustancial a la garantía de los derechos
fundamentales de todos”.

Reflexionado sobre el nuevo constitucionalismo desde un sentido


material, y particularmente desde su carácter fundacional, resulta por demás
sugerente el pensamiento de Peter Häberle cuando señala que, en una
sociedad constitucional no sólo debe hacerse referencia exclusiva al
esqueleto de las normas, sino que también deben ser incluidas “la cultura y
al ambiente político (D. Schindler), las opiniones y prácticas, que no son
jurídicas en sentido estricto, en la „sociedad‟ constitucional”, incluso va más
allá y sobre el contenido de la Constitución rescata que ésta no solo tiene un
sentido jurídico para conocimiento propio de los juristas, “[…] sino que
actúa esencialmente también como guía para los no juristas: para el
ciudadano la Constitución no es sólo un texto jurídico o un „mecanismo
normativo‟, sino también expresión de un estadio de desarrollo cultural,
medio para la representación cultural del pueblo ante sí mismo, espejo de su
patrimonio cultural y fundamento de sus esperanzas”, por lo que sostiene
que el Estado constitucional debe conceder al ser humano un “quantum de
utopía”, en la medida de que los textos constitucionales “normen
esperanzas”.

En este sentido y en la gestación de esas esperanzas, es indudable


que el papel de la democracia es fundamental, por lo que viene a ser el
referente principal del Estado constitucional ya que para algunos autores
como Manuel Aragón, la democracia es por si misma el principio legitimador
y de validez de la Constitución, particularmente en cuanto expresión del
soberano.

También habrá que recordar que incluso la propia democracia –como


sostiene Ferrajoli- ha requerido de una resemantización en el sentido de que
su importancia ya no se circunscribe al ámbito de lo estrictamente electoral o
político, sino que va más allá, y en ese contexto se ubica la llamada
democracia social o la democracia sustantiva, es decir, aquella que se
visualiza como una herramienta para la realización de valores, o más

149
Ignacio Hurtado Gómez

puntualmente, aquella que respeta y garantiza los derechos humanos


fundamentales.

Por tanto, puedo concluir con la firme convicción de que, en buena


parte la salud de un régimen democrático se mide a partir de la tutela eficaz
de los derechos humanos fundamentales y de la cultura jurídica que se vive
en esa sociedad.

9.7 La idea de soberanía. Perspectiva histórica

La soberanía es una idea política que solamente con el transcurso del tiempo
se ha concretado en un concepto jurídico. Inicialmente es una justificación
del Estado Moderno, tanto en su fase de afirmación inicial como en su
momento absolutista. Los planteamientos de Bodino y Hobbes resultan
especialmente ilustrativos al respecto.

Bodino delimita por primera vez con claridad el concepto de


soberanía: “la soberanía es el poder absoluto y perpetuo de una república”.
Es perpetuo porque se mantiene mientras que se extinga la vida de quien lo
disfruta. Es absoluto en cuanto no existen cargas, limitaciones o condiciones
por obra de leyes distintas a las divinas o naturales.

El poder soberano tiene entre sus atributos, en primer lugar, la


función de dar las leyes, que lleva implícita la posibilidad de anular las
costumbres, que pueden llegar a equipararse a las leyes únicamente por
decisión del soberano. Le corresponde después el derecho a declarar la
guerra y negociar la paz, el poder de nombrar a los funcionarios principales
y, en cualquier caso, la confirmación de los demás nombramientos, el
derecho de gracia con excepción de las penas impuestas conforme a la ley de
Dios, la facultad de gravar a los súbditos con contribuciones e impuestos, así
como de eximir de los mismos a algunos de sus súbditos.

Ha quedado indicada la limitación del poder soberano por las leyes


divinas y naturales. Además, la fuerza de los contratos o el respeto a la
propiedad de sus súbditos son límites infranqueables para el soberano. No
por ello ofrece Bodino garantías en relación a un posible abuso de poder,
siendo impensable el derecho de resistencia. También reconoce una segunda
limitación del poder soberano: tiene que respetar las leyes fundamentales del
reino, particularmente las leyes de sucesión monárquica y el respeto de la
integridad territorial.

Para Hobbes, el poder soberano se encuentra depositado en un


hombre o en una asamblea y está dotado de unas facultades y de una libertad
que van significativamente más allá de los planteamientos bodinianos. Ese
150
El Poder como elemento del Estado

poder soberano que vincula tanto a los que se manifestaron a favor como en
contra del mismo en el momento de su institucionalización, se caracterizaría
por las siguientes notas:

No puede ser revisado por sus súbditos. Estos, sin su permiso, no


pueden realizar ningún nuevo pacto de obediencia.

El poder soberano no puede cometer injusticias. Nada de lo hecho


por él podrá ser injuria para ninguno de sus súbditos, ni debe ser acusado por
ninguno de injusticia. Además, no está sujeto a responsabilidad ante sus
súbditos.

El soberano es el supremo legislador y juez, dispone del derecho de


hacer la guerra y la paz, de nombrar a sus funcionarios y de otorgar
recompensas y castigos.

En conclusión, el poder soberano, indivisible e irrenunciable, está


libre de limitaciones de orden histórico, natural o divino. Esta característica
es esgrimida por Hobbes en su obra Leviatán.

9.7 La crisis de la idea de soberanía

La pretensión del poder soberano de hacer sentir su fuerza hacia dentro


(eliminación de las resistencias de la nobleza, la Iglesia y las ciudades) y
hacia fuera (negación de cualquier pretensión imperial en el contexto de un
orden de Estados plenamente independientes) habrá de enfrentarse, tras la
etapa del absolutismo, con el despliegue histórico del liberalismo. Desde sus
momentos iniciales, el liberalismo evidencia su gusto por la división del
poder, poco coherente en principio con el mantenimiento de la idea de
soberanía. Sin embargo, fue el propio liberalismo el que consagró desde
principios del XIX la práctica de unos Estados soberanos hacia dentro y
hacia fuera.

9.8 El Estado de derecho y la división de poderes

La defensa que el liberalismo hará de la división de poderes no es nueva. Lo


novedoso es el sentido y las aspiraciones que están detrás de esa defensa. Se
trata ahora de conseguir con esa división una sólida garantía de la libertad
individual y la defensa de una esfera de acción autónoma de la sociedad civil,
libre de la invasión de los poderes públicos. Los derechos fundamentales,
juntamente con la división funcional del poder, son un mínimo indispensable
para la práctica de la libertad política.

151
Ignacio Hurtado Gómez

Las revoluciones norteamericana y francesa configuran una práctica


de la división de poderes cuyos aspectos básicos son la primacía del Poder
Legislativo, el respeto a la independencia del Poder Judicial y la observancia
del principio de legalidad en la acción del Ejecutivo. Los riesgos de una
posible expansión del Poder Legislativo vendrían en todo caso limitados por
la existencia misma de la Constitución, situada por encima del legislativo
ordinario. Además, otra serie de instrumentos sustancialmente políticos (la
oposición política, la prensa y la opinión pública, los partidos y las
elecciones periódicas) se encargan de complementar esta tarea.

La crítica a la teoría de la división de poderes tiene una larga


tradición. Más que una división en sentido estricto, la teoría propugna una
especialización de funciones. Si la pauta es que el Poder Legislativo se
concentre en la elaboración de las normas, el Ejecutivo en su cumplimiento y
el Judicial en resolver los conflictos derivados de la relación entre esos dos
poderes, nada puede impedir que cada uno de los tres poderes realice en
algún momento funciones propias de los restantes.

152
UNIDAD 10

LA CONSTITUCIÓN

Teresa Maria Geraldes Da Cunha Lopes


Lucía Villalón Alejo
UNIDAD 10

LA CONSTITUCIÓN

Teresa Maria Geraldes Da Cunha Lopes


Lucía Villalón Alejo

10.1 Los diversos significados del término “Constitución”

Distinguimos cinco sentidos del término “constitución”:

 Institucional
 Sustancial o material
 Formal
 Instrumental o documental
 Histórico-decimonónico o histórico-político

En un sentido institucional, constitución significaría “status, orden,


estructural esencial de un ente o de un organismo en general”. Alude al
esquema fundamental del ordenamiento jurídico, que vendrá determinado por
sus principales componentes o instituciones. En este sentido, llamaremos,
entonces, constitución al ordenamiento supremo del Estado.

El sentido sustancial o material contempla a la Constitución como “todo


aquel complejo de normas jurídicas fundamentales, escritas o no escritas,
capaz de trazar las líneas maestras del mismo ordenamiento”. Desde esta
perspectiva normativa, englobaría el conjunto de normas que se caracterizan
por regular la estructura fundamental del Estado.

Pero… ¿qué puede entenderse por “estructura fundamental del Estado”?


No existe unanimidad al respecto. En general, suele afirmarse que la
constitución material está integrada por todas aquellas normas que regulan:

 La organización, sistema de elección, actividad, funcionamiento de


los órganos de poder existentes en un Estado, así como las relaciones
entre ellos.

 Los derechos y libertades reconocidos a las personas (o, más


específicamente, a los ciudadanos del Estado) y sus garantías o
mecanismos (jurisdiccionales o no) para hacerlos valer. Unos y otras
operan como límites al poder de los gobernantes.
155
Teresa Maria Geraldes Da Cunha Lopes y Lucía Villalón Alejo

Aunque no exista unanimidad a la hora de enumerar las materias que


cabría calificar como constitucionales, lo que sí podemos afirmar con
claridad es que todo Estado tiene siempre una constitución, en el sentido de
que en toda comunidad humana de cualquier época habrá unas reglas
relativas al ejercicio del poder.

Lo que no siempre ha existido en un Estado es una Constitución en


sentido formal. Hasta finales del siglo XVIII, los diferentes Estados no
procedieron a poner por escrito y de forma completa y sistemática su
constitución material. De este modo, hablamos de Constitución (con
mayúscula) para referirnos al texto o textos que recogen la constitución (con
minúscula) material de un Estado.

Sin embargo, el hecho de que se trate de normas escritas, no quiere decir


que las que integran la Constitución formal sean semejantes a las leyes
estatales, pues su elaboración se rige por determinadas peculiaridades de
procedimiento. De hecho, en Europa, hasta bien entrado el siglo XX, se llegó
a negar la eficacia normativa, fuerza obligatoria o vinculación directa, de las
Constituciones. Se las consideraba más bien meras declaraciones de
intenciones. Sin embargo, hoy está asentada la idea de que toda Constitución
en sentido formal se diferencia del resto de las normas del Estado en dos
aspectos:

 En que es superior a todas las otras normas (que, por tanto, no


podrán contradecirla, y si lo hacen serán nulas por
inconstitucionales)

 En que está protegida por un procedimiento especial de reforma, más


difícil y solemne que el exigido para modificar las leyes y demás
normas del ordenamiento.

 En el sentido documental o instrumental, la Constitución se define


como “el acto fundamental en el cual han sido formuladas
solemnemente la gran mayoría de las normas materialmente
constitucionales”.

Una última aproximación nos la ofrece el sentido histórico-político. Este


significado deriva del hecho de que, histórica y cronológicamente,
coincidieran la aparición de las primeras Constituciones escritas, y la
afirmación de las teorías políticas liberales y del Estado de Derecho. A raíz
de esta coincidencia, los revolucionarios que pretendían sustituir el Antiguo
Régimen entendieron que no bastaba con poner por escrito las reglas del
juego del poder, sino que, además, esas normas constitucionales debían
156
La Constitución

responder a una determinada orientación ideológica. En concreto, para que


una Constitución pueda considerarse como tal debe estar basada en dos
principios básicos:

 La separación de poderes: es decir, la atribución de las principales


funciones estatales a órganos diferentes, de manera que no haya un
poder absoluto, sino que los distintos poderes se limiten entre sí.

 El reconocimiento y garantía de derechos y libertades de los


ciudadanos, que funcionarán como límites a la acción del poder.

Los significados expuestos (especialmente el sentido material y el formal) no


sólo deben estudiarse separadamente, sino que es necesario también
preguntarse por las relaciones existentes entre ellos. En este sentido, y
aunque lo más conveniente es que haya coincidencia en un mismo texto entre
las diferentes acepciones, lo cierto es que esa coincidencia no siempre existe,
y ello por la propia dificultad de determinar qué normas deben ser
consideradas materialmente constitucionales. De esta manera, algunas
constituciones formales recogen preceptos relativos a materias que bien
podrían haberse recogido en la legislación ordinaria. A veces se produce
también el fenómeno contrario: el texto constitucional, por la razón que sea,
deja sin regular materias de carácter constitucional, en cuyo caso será otra
norma (escrita o meramente consuetudinaria) la que tendrá que venir a llenar
el vacío existente en el texto constitucional. Por lo demás, tampoco coinciden
siempre en el sentido formal y el histórico político, pues la experiencia
demuestra que no toda Constitución formal ha garantizado la libertad y
separado los poderes, existiendo a veces gran diferencia entre el texto
constitucional y la realidad jurídico-política.

Por otra parte, no existe entre los autores unanimidad terminológica a la hora
de formular las definiciones correspondientes a cada uno de los conceptos de
“constitución”.

Aunque no es fácil ofrecer una definición de Constitución, podemos dar la


siguiente: “conjunto de normas habitualmente dotadas de supremacía formal
sobre el resto del ordenamiento jurídico, recogidas por lo general en un
documento jurídico escrito, que determinan las reglas básicas sobre la
organización y el funcionamiento del Estado y garantizan los derechos y
libertades de los ciudadanos”.

10.2 El constitucionalismo: origen y evolución

Se denomina movimiento constitucionalista al que, desde finales del siglo


XVIII, trató de conseguir para cada Estado un texto constitucional escrito
157
Teresa Maria Geraldes Da Cunha Lopes y Lucía Villalón Alejo

que limitara los poderes de los gobernantes y garantizara los derechos y


libertades de los ciudadanos y la participación política de éstos, poniendo así
fin al absolutismo regio. Los momentos clave de este fenómeno fueron: la
Revolución inglesa (Glorious Revolution) del siglo XVII y, a finales del siglo
XVIII, la independencia de las antiguas colonias británicas en América (que
daría lugar a EEUU) y la Revolución Francesa.

De todas formas, esto no significa que con anterioridad a esos


momentos históricos revolucionarios no existieran precedentes
constitucionales. De hecho, el término “constitución” era ya utilizado en el
siglo IV aC por Aristóteles en Grecia, y tenía también su propio significado
en el Derecho Romano, como disposición dictada por el Emperador. Sin
embargo, sólo a partir de los procesos revolucionarios de finales del siglo
XVIII aparecen documentos que pueden ser considerados como
“constitucionales” en el sentido moderno del término, por presentar
determinadas características.

Estas características se podrían resumir en la afirmación radical de la


libertad del individuo y en el reconocimiento de unos derechos irrenunciables
del mismo, como criterio básico de la organización y el poder estatales,
partiendo de reconocer la necesidad de una comunidad política organizada, el
Estado, que proporcione seguridad y garantice las condiciones básicas de la
vida social. Junto a estas características esenciales, se pueden extraer otras
notas o elementos distintivos, como su pretensión de supremacía, la
generalidad o totalidad de su contenido, el establecimiento de la división de
poderes y la idea de la Constitución como contrato o pacto.

En cuanto a su evolución, podemos distinguir varias etapas u oleadas


de aparición de textos constitucionales. Centrándonos en el contexto “liberal
democrático”, podemos distinguir cuatro etapas en esta evolución:

En primer lugar, nos encontramos con las constituciones que se


promulgan a raíz de los procesos revolucionarios norteamericano y francés.
Se trata de la propia Constitución de los Estados Unidos de 1787, aún vigente
(aunque incorporando 27 “enmiendas” que se la han ido añadiendo desde
entonces), cuya principal aportación es la estructura federal del Estado, y la
Declaración francesa de 1789.

Las constituciones aparecidas a raíz de la “segunda revolución


francesa” de 1830. Destaca la Constitución francesa de 1831 y la
Constitución belga del mismo año. De esta última suele destacarse su
originalidad: hace compatible por primera vez la Monarquía con la soberanía
popular.

158
La Constitución

Tercera etapa, que coincide con la finalización de la I GM. En


Europa se promulgan constituciones que contemplan un modelo de forma de
gobierno que se ha dado en llamar “parlamentaria racionalizada”. Se trata de
textos que intentan racionalizar, poner por escrito, las relaciones entre el
poder ejecutivo y el legislativo (regularán, por ejemplo, los requisitos que
habrá de seguir el Parlamento para forzar la dimisión del Gobierno mediante
una moción de censura). Si bien, en líneas generales, esas relaciones son
reguladas en un primer momento tendiendo a fortalecer la posición del
Parlamento (poder legislativo) frente al Gobierno (poder ejecutivo), el
fracaso de dicha tendencia conduce a textos en los que el poder ejecutivo sale
fortalecido.

Por último, la etapa que comienza al finalizar la II GM. Estas


constituciones contemplan también una forma de gobierno parlamentaria,
con tendencia a fortalecer la posición del poder ejecutivo (ejemplo: Ley
Fundamental de Bonn, de 1949).

10.3 El Poder Constituyente. Elaboración de la Constitución

Con la expresión “poder constituyente” se alude a la peculiar posición


jurídica y política que ocupa aquel sujeto que tiene el poder de implantar una
constitución o, llegado el caso, de modificarla.

La primera formulación sólida de la doctrina del poder constituyente


se debe a Sièyes, quien, en vísperas de la Revolución francesa, publicó el
manifiesto ¿Qué es el Tercer Estado? En él, distingue entre el poder de
elaborar una Constitución (poder constituyente) y los demás poderes (los
tradicionales ejecutivo, legislativo y judicial, teorizados por Montesquieu).
Estos últimos son creados y limitados por la Constitución, y por eso se
llamarían “poderes constituidos”. La diferencia fundamental entre estos y
aquél estaría precisamente en el carácter limitado de los poderes constituidos,
frente al ilimitado poder constituyente. Es decir, la Asamblea constituyente
no se encuentra vinculada por ninguna norma positiva anterior, únicamente
por el Derecho natural.

Podemos definir el “poder constituyente”, con carácter general y en


su sentido más amplio, como el poder de decisión sobre la Constitución. En
un sentido más estricto, sólo es auténtico poder constituyente el que es
democrático, porque sólo éste puede realmente limitar el poder y garantizar
la libertad.

Así las cosas, el titular del poder constituyente es y sólo puede ser el
pueblo, en ejercicio de su soberanía, bien lo ejerza directamente, bien a
través de representantes. Cuanto mayor sea la intervención del pueblo, mayor
159
Teresa Maria Geraldes Da Cunha Lopes y Lucía Villalón Alejo

será el carácter democrático de la Constitución (normalmente el pueblo


interviene doblemente: primero, para elegir un Parlamento constituyente;
después, para ratificar la Constitución mediante referéndum).

Las características del poder constituyente son:

 Es un poder originario: tiene su raíz en el propio pueblo, aunque


después se ejerza mediante representantes. Es, además, unitario e
inalienable.

 Es extraordinario: actúa sólo en momentos fundacionales o de


cambio político de cierta entidad.

 Es permanente: aunque de ejercicio discontinuo

 Ha de ejercerse en un contexto democrático: su objeto ha de ser una


Constitución que lo sea realmente, y no el mero disfraz de una
autocracia.

Se suele distinguir entre poder constituyente originario, que es el


encargado de la elaboración de la Constitución; y poder constituyente
derivado, encargado de la reforma constitucional. El primero es previo a la
Constitución, hace la Constitución. Supone una ruptura revolucionaria del
orden jurídico anterior. En cambio, el poder constituyente constituido es obra
de la Constitución, la cual lo regula y lo somete a procedimiento. Por eso se
dice de él que ocupa una posición intermedia entre el poder constituyente
originario y el poder legislativo ordinario.

En cuanto al procedimiento de elaboración de las constituciones o


proceso constituyente, refiriéndonos a las constituciones escritas,
distinguiremos las siguientes fases:

 Iniciativa, que podrá proceder del pueblo o de sus representantes


democráticamente elegidos (constitución espontánea) o de los
gobernantes (constitución otorgada, o bien constitución impuesta si
procede de gobernantes extranjeros, o nacionales pero limitados en
su soberanía)

 Elaboración de su texto. Esta labor suele corresponder, en el caso de


las constituciones espontáneas, a Asambleas constituyentes. Otras
veces, son elaboradas por las mismas Asambleas parlamentarias que
elaboran la legislación ordinaria, pero siguiendo procedimientos
distintos (por ejemplo, se exigen mayorías especiales, más amplias,

160
La Constitución

tratando así de alcanzar un mayor grado de consenso). En todo caso,


lo más frecuente es que, como paso previo, se designe un grupo de
expertos encargado de redactar un proyecto constitucional, que luego
será sometido a discusión, enmienda y votación por parte de la
Asamblea correspondiente. Se logra así no sólo una mayor agilidad
en los trabajos, sino también una mayor perfección técnica del texto.

Por último, una vez aprobado el texto por la Asamblea, será necesaria su
ratificación. En el caso de las constituciones espontáneas, la ratificación
suele corresponder al propio pueblo mediante referéndum. Sin embargo, esto
es menos habitual en otros tipos de constituciones. Así, si se trata de una
constitución impuesta, no habrá acto de aceptación por el pueblo, o éste será
mera apariencia. Si es otorgada, no suele haber referéndum, para dejar así
claro el carácter unilateral del texto. Si la Constitución es pactada, dependerá
del tipo de pacto. Si se trata de un pacto de tipo federal, parece necesario que
todos los Estados que deciden llevar a cabo una cesión de soberanía e
integrarse en la Federación ratifiquen la Constitución Federal, bien sea
mediante referéndum, bien, al menos, por medio de sus representantes en sus
respectivos Parlamentos.

10.4 Tipos de Constituciones

Las constituciones pueden y deben ser clasificadas desde distintos puntos de


vista:

 Atendiendo a su forma: Constituciones escritas y consuetudinarias

Son constituciones escritas aquellas en las que las normas materialmente


constitucionales (o, al menos, su mayor parte) se encuentran recogidas en
uno o varios textos normativos. Por el contrario, son consuetudinarias
aquellas que no han sido recopiladas y formuladas como tales en un
momento dado, sino que están integradas por diversos elementos, tales como
costumbres, principios generalmente aplicados.

En realidad, ninguna constitución es totalmente escrita ni totalmente


consuetudinaria. Además, esta clasificación resulta poco útil en la actualidad,
puesto que únicamente la Constitución de Inglaterra es predominantemente
consuetudinaria.

Por eso, a veces se prefiere reformular esta clasificación distinguiendo


entre constituciones consuetudinarias o históricas, frente a constituciones
revolucionarias o teóricas. Las primeras son aquellas que se han ido
formando a lo largo de los siglos, de acuerdo con las necesidades históricas
de cada momento. Serían todas las anteriores a finales del siglo XVIII, y la
161
Teresa Maria Geraldes Da Cunha Lopes y Lucía Villalón Alejo

inglesa. Presentan la ventaja de una mejor asimilación y conocimiento por


parte de sus destinatarios. Las revolucionarias o teóricas son aquellas que
nacen en un único momento político fundacional (normalmente a raíz de un
proceso “revolucionario”, esto es, rompiendo bruscamente con el orden
anterior). Responden mejor a la idea de racionalización y ordenación del
poder, pero no siempre cuentan con esa adhesión o conocimiento popular.
Por eso, corren el riesgo de, al igual que hicieron ellas, ser sustituidas por
otras mediante un nuevo proceso revolucionario.

10.4. 1 Desde el punto de vista de su reforma: Constituciones rígidas y


flexibles

Las Constituciones flexibles son las que se pueden reformar mediante el


procedimiento legislativo ordinario, y las que, para su modificación, exigen
un procedimiento específico, normalmente más complicado y exigente que el
equipo para modificar las leyes. Esos procedimientos específicos suelen
consistir en la exigencia de mayorías reforzadas, disolución de las Asambleas
parlamentarias y/o necesidad de referéndum.

La mayoría de las constituciones son rígidas. De hecho, el ejemplo


típico y prácticamente único de constitución flexible sería, de nuevo, la
inglesa. Cuando una constitución no dice nada sobre su propia reforma, hay
que entender que es flexible, pero no que sea irreformable. Por otra parte, el
que una Constitución sea flexible no quiere decir que su reforma sea fácil,
dado que siempre es una operación política delicada. Por ello, los poderes
públicos prefieren extremar las posibilidades de vigencia del texto en lugar
de reformarlo. Además, normalmente sus principios básicos están
fuertemente arraigados en la opinión pública.

Según su origen:
 Constituciones espontáneas,
 impuestas,
 otorgadas
 pactadas

Esta clasificación tiene que ver con el mayor o menor grado de


participación de la voluntad popular en su proceso de implantación. Podemos
distinguir:

 Constituciones espontáneas, son las que surgen de movimientos o


iniciativas políticas libres de los ciudadanos de un país, o al menos
de sus representantes o élites políticas.

162
La Constitución

 Constituciones impuestas, que surgen como exigencia política


exterior a la nación (normalmente en un periodo de ocupación militar
o tras la derrota en un conflicto bélico). Así, el Estatuto de Bayona
de 1808, impuesto por Napoleón a la Monarquía española.

 Constituciones otorgadas, son las originadas por un acto de


autolimitación del gobernante, normalmente un monarca absoluto
(Estatuto Real de 1834 en España). Se suele llamar así también a la
constitución que la antigua metrópoli da a una colonia cuando ésta
adquiere su independencia, si bien el nuevo Estado independiente la
puede abolir libremente.

 Constituciones pactadas, son las originadas por un acuerdo o pacto,


que, a su vez, puede ser:

 Entre el monarca y el pueblo representado en el Parlamento


 Entre diversos entes soberanos que deciden ceder parte de su
soberanía e integrarse en un Estado federal (Constitución
norteamericana de 1787)
 Entre grupos o facciones políticas tradicionalmente enfrentadas,
que en un momento dado deciden llegar a un acuerdo aprobando
una constitución “de consenso” o “de compromiso”
(Constitución Mexicana, 1917,Constitución española de 1978)

10.4.2 Constituciones originarias y derivadas

Las constituciones originarias son aquellas que contienen algún principio


fundacional nuevo, verdaderamente original o creador a la hora de organizar
el proceso político o la formación de la voluntad estatal. Las derivadas, que
son la inmensa mayoría, son las que se basan o se inspiran en otras
previamente existentes, sean nacionales o extranjeras.

Se suelen citar como constituciones plenamente originarias la inglesa


(por su carácter consuetudinario y convencional, y por sentar las bases del
sistema parlamentario) y la de los Estados Unidos de 1787 (por introducir la
forma de gobierno presidencial, así como la estructura federal del Estado).
Aparte de éstas, netamente originarias, la doctrina suele referirse a otras
constituciones parcialmente originarias, como la española de 1931, por la
forma de organización territorial que se ha denominado “Estado integral”. A
su vez, las constituciones derivadas pueden servir como modelo para otras
posteriores

163
Teresa Maria Geraldes Da Cunha Lopes y Lucía Villalón Alejo

Con ocasión de la elaboración de un texto constitucional, el


constituyente suele fijarse en modelos extranjeros. A veces, el decir que una
constitución es derivada puede conllevar una connotación peyorativa. Sobre
esto hay que decir que una Constitución no tiene por qué ser original, sino
que lo importante es que sea efectiva, funcional, para regular los poderes
públicos y los derechos de los ciudadanos, importando poco que sea
originaria o basada en otras. Y, en este sentido, lo útil y lo correcto es
aprovechar la experiencia y la regulación de otros países del entorno. Destaca
aquí, entonces, la importante función del Derecho constitucional comparado.

10.4.3 Según su extensión: Constituciones breves y extensas

Lógicamente se trata de una clasificación que hay que tomar en términos


comparativos. De todas formas, lo realmente importante de esta clasificación
es que la pretensión de un determinado poder constituyente de elaborar un
texto muy extenso y detallista, que pretenda abarcarlo todo, es generalmente
presagio de vida corta para ese texto, incurriendo además en el riesgo de
contradecirse consigo mismo y quedar pronto obsoleto. Sería preferible, en
este sentido, una constitución breve y clara.

Constitución breve sería la norteamericana de 1787 (sólo siete


artículos, a los que se han añadido desde entonces 27 “enmiendas”).Según su
efectividad: Constituciones normativas, nominales y semánticas
(clasificación “ontológica”). Las constituciones normativas son aquellas en
las que hay coincidencia entre la realidad y el texto constitucional. Es decir,
la realidad política es un fiel reflejo de lo establecido en el propio texto. Las
constituciones nominales son las que, aunque puedan haber sido
promulgadas con pretensión de efectiva vigencia y por un procedimiento
jurídico válido, no responden a la realidad del país, quizá porque se han
promulgado pensando más bien en el futuro o porque la situación sociológica
no lo permite todavía. En todo caso, la pretensión es que la constitución sea
verdaderamente normativa una vez superadas esas circunstancias. Las
constituciones semánticas son aquellas que sí se cumplen, pero que no
responden a las funciones que debe cumplir una Constitución (limitar el
poder y tutelar los derechos y libertades). Se trata de constituciones
autocráticas, que no responden a la idea del constitucionalismo moderno.
También se denomina así a las constituciones que sólo son fachadas
simuladoras y encubridoras de una realidad política autocrática. Es decir, que
se utiliza la constitución para revestir y dotar de legitimidad a una situación
de poder único y autoritario.

164
La Constitución

10.4.4 Otras clasificaciones

Otros criterios clasificadores se centran más bien en el contenido de los


textos constitucionales. Así, por ejemplo, se podría distinguir, desde un punto
de vista ideológico, entre constituciones democráticas liberales,
constituciones socialistas marxistas-leninistas, constituciones
corporativistas…

También se podrían clasificar desde el punto de vista de la forma


política que recojan (monárquicas, republicanas; parlamentarias,
presidenciales…) o según la estructura territorial del Estado (unitarias,
federales…). Asimismo, se ha venido distinguiendo entre constituciones
elásticas o inelásticas, siendo las elásticas las que, aunque sean rígidas, se
adaptan por vía interpretativa o integradora (jurisprudencial,
consuetudinaria…) a los cambios sociales y políticos sin que sea preciso
reformarlas. Dicho de otro modo, admiten la posibilidad de ser desarrolladas
o aplicadas en un sentido o en otro, sin que ninguno de esos sentidos sea
contradictorio con la literalidad del texto (a veces, por la propia redacción
ambigua del mismo).

10.5 Estructura, contenido y funciones de las constituciones

10.5.1 Estructura y contenido

Se pueden esquematizar los contenidos habituales de un texto constitucional:

 Una solemne proclamación de objetivos e intenciones que se


persiguen con la Constitución y que, en su caso, pretenderían
justificar el proceso revolucionario que dio origen a la misma. Este
contenido no suele figurar en el articulado, sino en el Preámbulo

 La definición general del régimen político y de los principios


fundamentales inspiradores del mismo (forma de Estado, forma de
Gobierno…)

 La concreción del territorio sometido a la soberanía del Estado,


enumerando las diversas partes que lo integran y delimitan.

 El establecimiento y determinación de los principales órganos de


poder y las relaciones entre ellos, forma de elección, composición,
aspectos esenciales de su régimen jurídico, funciones y
competencias.

165
Teresa Maria Geraldes Da Cunha Lopes y Lucía Villalón Alejo

 Un catálogo más o menos amplio de derechos y libertades, así como


la regulación de las garantías previstas para los mismos. Otros textos
no incluyen en su articulado esta lista de derechos, pero se remiten a
ella en su preámbulo.

 Principios en que se basa la distribución territorial del poder


(organización territorial del Estado en los Estados Federales o
regionales) y de la organización administrativa local

 Garantías del carácter supremo de la Constitución sobre las restantes


normas del ordenamiento, como por ejemplo, la existencia de un
Tribunal Constitucional o de una Suprema Corte de Justicia que
declare la nulidad de las leyes contrarias a la norma fundamental, o
bien el derecho de veto del Jefe del Estado sobre disposiciones que
considere inconstitucionales.

10.5.2 Procedimiento y límites de la reforma constitucional

Referencia a símbolos políticos, como himno o bandera, así como a la


capitalidad del Estado, lengua oficial, y principios básicos sobre nacionalidad
y extranjería.

En cuanto a los aspectos formales, hay que indicar que la extensión


de su contenido suele motivar que las Constituciones escritas estén divididas,
al igual que cualquier otra norma jurídica, en artículos, que a su vez pueden
estar agrupados por materias en secciones, capítulos, títulos, partes…

Sobre la estructura del texto constitucional, tradicionalmente se


vienen distinguiendo dos partes dentro del mismo:

 una parte dogmática (que incluiría los principios y valores


fundamentales sobre los que se asienta el sistema político, así como
los derechos y libertades de los ciudadanos);
 y una parte orgánica, que recoge lo relativo a la distribución del
poder: órganos, sus funciones, límites, relaciones entre ellos…

Esta distinción presenta el inconveniente de que hay contenidos que no


son fáciles de asociar a una o a otra parte. Por ejemplo, la propia separación
de poderes, presente en toda la parte orgánica, no deja de ser un mecanismo
de garantía de los derechos y libertades. Por eso, esta distinción no debe ser
interpretada de modo tajante o en términos absolutos.

166
La Constitución

También con referencia a la estructura de la Constitución, hay que


señalar que su articulado suele ir precedido de un Preámbulo, equivalente a
lo que en las leyes se suele llamar “exposición de motivos”, que viene a
explicar o justificar la razón de ser del texto constitucional (lo que se suele
denominar enunciados “explicativos”), o bien a marcar objetivos de futuro
(enunciados “programáticos” o declarativos). Se considera que su valor
jurídico-formal es escaso. En todo caso, hay coincidencia general en afirmar
la gran utilidad interpretativa del Preámbulo, a la hora de ilustrar y esclarecer
el contenido del articulado o parte dispositiva de la Constitución.

10.5.3 Funciones. Problemas actuales

Son varias las funciones que cumple un texto constitucional:

 Función legitimadora: en cuanto símbolo político que legitima al


Estado como tal y la actuación de los órganos que ella misma
establece y a los que dota de competencias.

 Función política: puesto que viene a resolver los problemas políticos


fundamentales: en el texto constitucional se recoge quién dirige a
quién, cómo se opera esa dirección política y con qué limitaciones.
A su vez, esta función se podría desglosar en una serie de aspectos:

Es la Constitución la que establece quién es el titular de la soberanía además


de regular los cauces para acceder al poder de unos titulares a otros y
constitucionaliza los partidos políticos.Establece los límites de los
gobernantes a la hora de ejercer el poder y las relaciones no sólo entre
gobernantes y gobernados, sino entre los propios órganos de poder, para que
unos no interfieran en la labor de los otros.

En definitiva, la Constitución marca las reglas del juego político.Sus


funciones son:

 Función organizativa: ya que organiza los poderes del Estado.

 Función estrictamente jurídica: la Constitución traza las líneas


generales del ordenamiento jurídico de un Estado. Señala los órganos
encargados de legislar, de dictar normas jurídicas, así como los
procedimientos para ello. Es a partir de la Constitución como se
establece una relación de jerarquía entre las normas del Estado. Es,
pues, la norma fundamental de la que depende la validez del
ordenamiento en su conjunto, pues será nula cualquier norma que la
contradiga.

167
Teresa Maria Geraldes Da Cunha Lopes y Lucía Villalón Alejo

 Función social y económica: si bien tuvo menos importancia en el


contexto del Estado liberal, ha ido ganando terreno al irse avanzando
en el terreno del Estado social. La Constitución determina el marco
de las relaciones sociales, en parte reconociendo la realidad, y en
parte tratando de modificarla. En este último sentido, se considera
que los cambios o modificaciones que se introduzcan en la propia
Constitución pueden ser un instrumento al servicio de la plena
adecuación entre la realidad política y la regulación constitucional.
Esta concepción de la Constitución como instrumento de promoción,
progreso o cambio social es lo que se ha venido denominando
“ingeniería constitucional”. Se puede hablar, por tanto, de una
influencia mutua, una acción biunívoca, puesto que los cambios
sociales acaban provocando modificaciones en las constituciones, y a
su vez, las modificaciones de éstas implican transformaciones en la
sociedad.

 En relación con todo ello, cada vez es más frecuente, en este sentido,
que las constituciones incorporen contenidos de ese carácter:
derechos y principios de carácter social, como los relativos a la
educación, la familia, las relaciones laborales… Junto a esta
dimensión o función social, encontramos en ellas contenidos de
carácter netamente económico. De hecho, se suele utilizar la
expresión “constitución económica” para aludir a estos contenidos.

 Una última función de la Constitución sería la llamada función


axiológica, en cuanto que la Constitución refleja un determinado
sistema de valores (y no otro), que pretende trasladar a la realidad
política.

Todas estas funciones chocan en cierto modo con la realidad actual,


marcada por un contexto globalizado que viene a hacer cada vez más difusas
las fronteras estatales. Este proceso podría dar lugar a importantes problemas
desde el punto de vista constitucional. Uno de ellos sería el peligro de que el
abandono del tradicional punto de vista del Estado llegue a debilitar la
posición del ciudadano. Difuminada la ciudadanía en una organización
planetaria, difícilmente podrá nadie alegar derechos y esgrimir libertades
ante unos poderes que sigilosamente ocultan su presencia.

10.5.4 La “Constitución económica”

Buen parte de los autores entienden que no es conveniente constitucionalizar


el sistema o modelo económico de un país, pues ello acarrea que ese sistema
económico va a verse sometido, en cuanto a su posible reforma, a la misma
168
La Constitución

rigidez que el resto de la Constitución. Ello puede actuar como un obstáculo


para cambios que va imponiendo la realidad, con el consiguiente riesgo de
que la Constitución pierda eficacia, y sea modificada por la vía de la
mutación (es decir, caiga en desuso o se modifique de hecho, pero sin tocar
su texto). Lo normal es que las constituciones, aun no tipificando claramente
todos sus extremos del sistema económico, sí recojan una serie de principios
económicos de carácter general.

Las Constituciones, sobre todo a partir de 1945, reflejan una


tendencia a recoger principios, tanto de lo que podríamos llamar sistema
capitalista o neocapitalista (derecho de propiedad, libertad para contratar,
libertad de trabajo…) como de un sistema más intervencionista o
socializante, como puede ser el de la planificación centralizada, o las
limitaciones al derecho de propiedad por razones de interés general.

La atención a los aspectos económicos se debe al progresivo


crecimiento del sector público en las economías occidentales y a la
implantación de una política de planificación económica, tendente a la
consolidación del Estado del Bienestar. Los contenidos económicos, al igual
que los sociales, son un reflejo de la orientación ideológica y programática de
cada Constitución, aunque también son los más difíciles de llevar a la
práctica.

10.6 Valor normativo de la Constitución

10.6.1 La Constitución como norma fundamental del Estado

El carácter de “norma fundamental” se aprecia de modo más evidente en la


“parte orgánica” de la Constitución: la promulgación de ésta supone la puesta
en marcha de una serie de órganos constitucionales (en ella previstos), si bien
normalmente el detalle de la organización y funcionamiento de los mismos
tendrá que venir recogido en leyes que desarrollen la Constitución. En cuanto
a la “parte dogmática”, y concretamente a la proclamación de derechos y
deberes, lógicamente su mayor o menor eficacia dependerá de la forma en
que estén proclamados (como normas programáticas con la vista puesta en el
futuro, o como normas jurídicas directamente aplicables) y en las garantías
que el propio texto prevea respecto de los mismos.

Actualmente, la tendencia generalizada en los países democráticos es


a admitir la aplicabilidad directa y efectiva, también de la parte dogmática, y
a poner a disposición de los ciudadanos mecanismos de garantía para hacer
vale esos derechos y libertades (por ejemplo, la posibilidad de esgrimir esos
preceptos directamente ante los Tribunales ordinarios, e incluso ante el
Tribunal Constitucional).
169
Teresa Maria Geraldes Da Cunha Lopes y Lucía Villalón Alejo

10.6.2 La supremacía constitucional. Sus consecuencias y garantías

La idea de que la Constitución es la norma suprema del ordenamiento


jurídico, la principal fuente del Derecho, ha tardado mucho en consolidarse.

La Revolución francesa supuso la incorporación al continente


europeo de la idea (adoptada durante las luchas entre el Parlamento y el Rey
en la Inglaterra del siglo XVIII) de poder absoluto o soberanía del
Parlamento (encargado de elaborar las leyes). La consecuencia de ello era,
lógicamente, el carácter supremo de la ley, y no de la Constitución. Ésta era
considerada como un documento programático de carácter político, un
conjunto de buenas intenciones de los gobernantes, pero carente de
obligatoriedad jurídica. No resultaba imaginable un mecanismo para velar
por que la actuación legislativa del Parlamento se adecuara a la Constitución,
porque no se podía imaginar que el Parlamento pudiera vulnerar la
Constitución. Se pensaba que sólo del Rey podrían proceder las
vulneraciones de la misma. Por idénticas razones, existía una gran
desconfianza hacia los jueces (a los que se consideraba favorables al Antiguo
Régimen). Por eso, la dinámica revolucionaria impuso el principio de que los
jueces debían estar sometidos “al imperio de la ley”.

Sin embargo, el proceso en Norteamérica fue el contrario: la


Constitución de 1787 fue considerada desde el principio como el “derecho
supremo”, que el Parlamento inglés no podía vulnerar. Casi desde el
principio se fue imponiendo la práctica de que cualquier juez podría inaplicar
una ley si la consideraba contraria a ese higher law, o derecho más alto, que
era la Constitución federal de los Estados Unidos. Ello daría lugar al sistema
de control de constitucionalidad, llamado difuso, propio del modelo
norteamericano.

En Europa hubo que esperar hasta el final de la I GM para que los


ordenamientos jurídicos recogieran ese principio de supremacía
constitucional. La incorporación a Europa de este principio se debió a la obra
del jurista austriaco Kelsen, que ideó un sistema de control de
constitucionalidad de las leyes. Ese sistema de control de constitucionalidad,
denominado “concentrado”, se basó en el establecimiento de un único
“Tribunal Constitucional”, o de una Suprema Corte encargados de esta
función, tal como es el caso de España o de México..

Existe, también la posibilidad de control preventivo de la


constitución, propio al Sistema francés y portugués.

170
La Constitución

Por último, la Constitución no sólo es fuente de Derecho, es decir,


disposición que contiene o exterioriza normas jurídicas obligatorias, sino que
es, además, fuente de fuentes, al regular cuáles son las demás fuentes (ley,
reglamento, tratado internacional, jurisprudencia), así como las relaciones
entre ellas.

Como consecuencia de la supremacía constitucional, ésta se


convierte en parámetro interpretativo del resto del ordenamiento jurídico,
que habrá de interpretarse de acuerdo con ella.

10.6.3La interpretación de la Constitución

La interpretación de una norma jurídica “consiste en el esclarecimiento del


sentido y alcance de sus prescripciones”. Se trata, por tanto, de individualizar
la norma jurídica, normalmente redactada en términos abstractos, para hacer
posible su aplicación al caso concreto. Para regular esta labor se ha
impulsado a los diversos ordenamientos a que establezcan algunos principios
a los que debe ajustarse el intérprete (normas de interpretación). Aunque la
labor de interpretación corresponde fundamentalmente a los jueces y
tribunales, en realidad intérpretes de las normas somos todos los ciudadanos
de una u otra manera.

La formulación de la doctrina moderna de la interpretación jurídica se


debe a Savigny. Este autor recoge los siguientes métodos interpretativos:

 Gramatical
 Sistemático
 Histórico
 Sociológico
 Teleológico o finalista

A ellos habría que añadir el método comparado (no recogido por el


Código Civil y que consiste en investigar la significación que tiene el
equivalente de una determinada norma en el modelo extranjero en que se
inspiró), y otros dos instrumentos interpretativos: la equidad, o justicia en la
aplicación individualizada del derecho, y la analogía, o aplicación de la
norma a un supuesto semejante al previsto en la misma, siempre que ello será
jurídicamente posible.

Las normas o métodos de interpretación conducen a diversas clases o


tipos de interpretación. Desde el punto de vista del resultado al que se llegue,
podremos hablar de interpretación:

171
Teresa Maria Geraldes Da Cunha Lopes y Lucía Villalón Alejo

 Declarativa: en la que se hace coincidir el significado de la norma


exactamente con su tenor literal

 Restrictiva: si se atribuye a la norma un significado más estricto del


que literalmente tiene o parece tener

 Extensiva: cuando se interpreta que la norma quiere decir más de lo


que el sentido literal de sus palabras parece indicar.

Por ejemplo, el principio conocido como favor liberatis viene a significar


que las normas que reconozcan derechos y libertades siempre deben
interpretarse extensivamente, mientras que sus límites deberán ser
interpretados restrictivamente.

En segundo lugar, desde el punto de vista del autor de la interpretación,


ésta podrá clasificarse como auténtica o usual. La primera es la que lleva a
cabo el propio autor de la norma (por ejemplo, el Parlamento, si se trata de
una ley); la usual es la que realizan los aplicadores del Derecho, en especial
los jueces y tribunales.

Estas normas sobre la interpretación se aplican también para interpretar


la Constitución. En este caso, la labor interpretativa revestirá una serie de
peculiaridades. Por ejemplo, al aplicar el método sociológico o evolutivo
(relativo a la realidad del tiempo en que se ha de aplicar la norma), el
intérprete habrá de desplegar una fina sensibilidad jurídico-política, que
servirá a los Tribunales Constitucionales para llevar a cabo interpretaciones
evolutivas de la Constitución que la adapten a nuevas circunstancias
mediante relecturas “actualizadas” de su texto.

Otras peculiaridades se refieren fundamentalmente a la existencia de


órganos específicamente encargados de tal función ; así como a la especial
importancia del método comparativo, teniendo en cuenta el carácter derivado
(inspirado en otras) de casi todas las constituciones. Como una peculiaridad
más está el escaso valor normativo, pero gran valor interpretativo, de los
preámbulos constitucionales. También adquiere una gran importancia, a la
hora de interpretar la Constitución, la lectura de los debates de las asambleas
constituyentes que condujeron a su redacción final.

La supremacía constitucional implica la necesidad de interpretar el resto


del ordenamiento de conformidad con la propia Constitución (principio de
“interpretación conforme”). Es decir, las normas que no sean de rango
constitucional (sea cual fuere su rango y momento de promulgación, anterior
o posterior a la propia Constitución), deberán ser interpretadas “desde” la
Constitución, partiendo de los valores y principios fundamentales en ella
172
La Constitución

contenidos. Todos los poderes del Estado deben tener en cuenta este
principio.

De este principio de “interpretación conforme” se han venido deduciendo


otros, como el conservación de la norma, o el de presunción de
constitucionalidad de las leyes; lo que viene a significar, en síntesis, que una
ley sólo podrá ser declarada inconstitucional cuando resulte imposible
encontrar la manera de interpretar la misma de modo conforme con la
Constitución. Surge así la posibilidad de que los Tribunales Constitucionales
y las Supremas Cortes dicten “sentencias interpretativas” (que, sin declarar
la inconstitucionalidad de la ley, obligan a interpretarla en un determinado
sentido que se estima adecuado a la Constitución).

10.7 La defensa de la Constitución: concepto y modalidades

Se puede considerar el tema de la defensa constitucional en una acepción


amplia y en otra más restringida. Desde la perspectiva restringida, “defensa
de la constitución” equivale a control de constitucionalidad (esto es, control
sobre la adecuación y conformidad o no a la Constitución) de los actos de los
poderes públicos (no sólo de las leyes, sino también del resto de los actos
normativos). A su vez, dentro de este sentido estricto, cabe hablar de:

 defensa jurídica no jurisdiccional (es decir, que no corre a cargo de


un tribunal),

 defensa jurídica jurisdiccional o justicia constitucional (que corre a


cargo de uno o varias tribunales)

La defensa jurídica no jurisdiccional se ha denominado también control


político de constitucionalidad, que supone una comprobación de si una
norma es o no contraria a la Constitución, pero en el transcurso de su proceso
de elaboración y, por tanto, antes de su entrada en vigor (esto es, con carácter
preventivo).

Otra forma consistiría en reconocer al propio Parlamento y/ o Congreso


competencias para controlar la constitucionalidad de las leyes antes de que
entren en vigor. Quienes la defienden mantienen que es coherente con el
principio de separación de poderes, deduciendo del mismo que no es posible
un control de las leyes por parte de los jueces. Este sistema, prácticamente
desechado en la actualidad, se caracteriza por desarrollarse
fundamentalmente conforme a criterios de oportunidad o conveniencia
política y, por tanto, sin las garantías de objetividad jurídica que serían
deseables. Además, si el Parlamento es quien juzga la constitucionalidad de

173
Teresa Maria Geraldes Da Cunha Lopes y Lucía Villalón Alejo

las leyes, estará siendo juez y parte, ya que, en definitiva, está juzgando sobre
algo que él mismo ha elaborado.

Por su parte, la defensa jurídica jurisdiccional puede estar confiada al


conjunto de los tribunales ordinarios del país (como ocurre en el sistema
norteamericano), o bien a un único tribunal, que puede ser el Tribunal
Supremo o bien un tribunal ad hoc (creado específicamente para esa
función), es decir, un Tribunal Constitucional.

Desde una perspectiva más amplia, por defensa de la constitución se


entiende el conjunto de mecanismos y actividades encaminadas a preservar
o reparar el orden jurídico establecido por la Constitución.

Este concepto incluiría, además de los mecanismos anteriormente


citados, lo que se ha dado en llamar defensa política o extraordinaria de la
Constitución (es decir, la posibilidad, constitucionalmente prevista, de tomar
medidas o decisiones políticas extraordinarias ante situaciones que pueden
poner en verdadero peligro la continuidad del orden constitucional).

Asimismo, habría que incluir entre los mecanismos de defensa a la


rigidez constitucional. Se trata de una garantía de que no va a ser reformada
por quienes en cada momento tengan la mayoría parlamentaria, sino que la
reforma deberá ser fruto de un acuerdo mucho más amplio entre las fuerzas
políticas. Algunos autores contemplan también el derecho de resistencia a la
opresión, que es el derecho de resistencia, cuando no exista otro remedio,
contra quienquiera que se proponga eliminar el orden constitucional. Se trata
de lo que se llama doctrina de la “democracia militante” o “beligerante”.

Dentro de este concepto amplio de defensa de la Constitución, cabría


incluir principios contenidos más o menos explícitamente en las
constituciones, y que, como el de separación de poderes, contribuyen a
protegerla al tratar de frenar los posibles abusos de los poderes públicos.
Algunos autores diferencian el concepto de “defensa de la Constitución”
respecto del de “garantías constitucionales”, definiendo estas últimas como
“aquellas que proporciona la Constitución a terceros, esto es, las normas que
protegen derechos o principios”.

En conclusión, las constituciones suelen prever mecanismos de defensa


no sólo para asegurar su vigencia ante circunstancias extraordinarias o
excepcionales, sino también para defender, frente a las cambiantes mayorías
parlamentarias y, en general, frente al legislador ordinario, su propia
estabilidad y su carácter de norma suprema.

10.7 Reforma y mutación constitucional


174
La Constitución

Aunque las constituciones nacen con pretensiones de estabilidad, ello no


significa que se elaboren con pretensiones de validez perpetua. Los
redactores del texto constitucional no pueden prever los cambios que puedan
producirse en la vida social y política de un país. Puede ocurrir, que quien
deba interpretarla la Constitución a la hora de aplicarla, sea capaz, por vía
interpretativa, de adaptar el texto a las nuevas circunstancias, si bien ello
conlleva el riesgo de acabar haciendo decir a la constitución lo que no dice,
dando lugar así a una “modificación encubierta” o “no formal” de la
Constitución, que es lo que denominamos “mutación constitucional”.

Por eso, en general, las Constituciones contienen preceptos relativos


a su propia reforma, previendo límites y procedimientos específicos,
influyendo requisitos más exigentes que los previstos para la aprobación o
reforma de las normas. Con ello, se pretende lograr el difícil equilibrio entre
las “dos necesidades aparentemente contradictorias” en la vida de las
constituciones: la de adaptarse a las transformaciones de la sociedad y la
conveniencia de estabilidad del orden jurídico-político diseñado por el propio
texto constitucional.

Además de reforma y mutación, existen otros conceptos limítrofes.


Podría hablarse así de supresión constitucional para referirse a una
modificación total de la Constitución, pero siguiendo el procedimiento en
ella establecido. A veces se habla también de suspensión constitucional para
referirse a los supuestos, previstos en la propia constitución, en que uno o
varios preceptos son declarados temporalmente no eficaces, para hacer frente
a una situación extraordinaria de anormalidad constitucional (estaríamos ante
la “defensa política o extraordinaria”. Se llama quebrantamiento de la
Constitución al incumplimiento ocasional de la misma, pero sin que ello
suponga alterar su vigencia para los demás casos y para el futuro. Por último,
una destrucción de la constitución sería un cambio total de la constitución y
del propio poder constituyente.

10.7.1 La reforma constitucional: procedimiento y límites

El grado de rigidez y la forma en que ésta se manifiesta, son muy variables y,


por tanto, lo son los procedimientos de reforma contemplados por los
distintos textos constitucionales. La especialidad del procedimiento de
reforma de la Constitución puede residir en la intervención de órganos
creados o habilitados para tal efecto, o bien en la exigencia de unos trámites
distintos de los requeridos en el procedimiento legislativo.

Respecto de la primera posibilidad, los órganos especiales de


reforma más habituales en el Derecho comparado son las asambleas
175
Teresa Maria Geraldes Da Cunha Lopes y Lucía Villalón Alejo

constituyentes creadas específicamente para esta función. También, en


ocasiones, se prevé la reunión conjunta de las dos Cámaras del Parlamento.
Otra posibilidad consiste en la necesidad de que en la aprobación de la
reforma intervengan también de algún modo las Cámaras de los Estados
miembros, en el caso de un Estado federal.

En cuanto a las diferencias con respecto al procedimiento legislativo,


pueden consistir en la exigencia de mayorías cualificadas (mayoría absoluta,
es decir, de al menos la mitad más uno; e incluso más reforzadas, de 3/5, 2/3
e incluso 3/4) para la aprobación del texto de reforma; en la necesidad de
una doble aprobación, dentro de una misma legislatura, o en dos legislaturas
diferentes, mediando disolución de las Cámaras y nuevas elecciones.

Igualmente, se hace necesario mencionar la exigencia de referéndum


para que el pueblo ratifique la reforma. El referéndum podrá ser obligatorio o
facultativo, en función de que su celebración sea exigida o no con carácter
necesario por la Constitución.

Estos requisitos para la reforma pueden combinarse dando lugar a


distintos grados de rigidez, e incluso acumularse, como sucede en el caso de
los Estados Unidos.

Por otro lado, los textos constitucionales en ocasiones contemplan


límites a su propia reforma. Estos límites plantean un importante problema
teórico, puesto que suponen una contradicción con el carácter ilimitado del
poder constituyente.

Se denominan límites expresos los que aparecen recogidos en la


propia Constitución. Serían prohibiciones que el poder constituyente
originario estableció frente a posteriores actuaciones del poder constituyente
derivado. Son límites implícitos o inmanentes los que, sin estar mencionados
en la Constitución, deben considerarse sobreentendidos, por estar referidos a
materias tan esencialmente vinculadas al actual orden constitucional, que su
modificación podría interpretarse como una sustitución de ese orden
constitucional por uno nuevo. En principio, parece que podrían afectar a las
opciones más básicas o fundamentales del constituyente (por ejemplo, los
valores fundamentales de los que se parte, la proclamación de derechos y
libertades, el modelo territorial…) cuya modificación nos situaría más bien
ante un texto constitucional nuevo.

Otro criterio clasificador viene a diferenciar entre límites materiales


(o sustanciales o absolutos) y límites temporales. Los primeros son los que
prohíben la modificación de un precepto constitucional concreto. Los
temporales, únicamente pretenden impedir una reforma estableciendo plazos
176
La Constitución

o momentos en que la misma queda prohibida (por ejemplo, la nuestra


prohíbe iniciar la reforma en tiempo de guerra o de vigencia de alguno de los
estados excepcionales previstos por la misma). Conforme al criterio anterior,
este límite sería expreso.

Los límites temporales suele consistir, o bien en prohibir que la


Constitución sea reformada en momentos especialmente delicados de la vida
del Estado o que la reforma de la Constitución tenga lugar antes de que haya
transcurrido cierto período de tiempo.

Cuando un límite es a la vez expreso y absoluto, recibe el nombre de


cláusula de intangibilidad. Estos límites suelen afectar a la forma de
gobierno, a la forma de Estado o a principios ideológicos del régimen
político.

10.7.2 La mutación constitucional y sus clases

Existen también supuestos en que la Constitución no es reformada, sino que


se producen una serie de alteraciones en la realidad, en la práctica, sin que
ello se vea reflejado en el texto constitucional. Estaremos así ante una
modificación no formal de la Constitución o mutación constitucional.

Esas mutaciones constitucionales pueden tener lugar a través de


diversos cauces, que a su vez permiten distinguir varios tipos de mutación
constitucional. Distinguimos entre:

 Mutaciones debidas a prácticas políticas que no se oponen


formalmente a la Constitución escrita y para cuya regulación no
existe ninguna norma constitucional. Responden a la necesidad de
llenar lagunas constitucionales. Como ejemplo, se señala el control
judicial de constitucional de las leyes o judicial review en Estados
Unidos.

 Mutaciones debidas a prácticas políticas en oposición abierta a los


preceptos de la Constitución. Ejemplo de ello es la disciplina de voto
que los partidos políticos imponen a los parlamentarios, a pesar de
que nuestra Constitución prohíbe el mandato imperativo.

 Mutaciones producidas por la imposibilidad de ejercicio, o por


desuso, de las competencias y atribuciones establecidas en la
Constitución

177
Teresa Maria Geraldes Da Cunha Lopes y Lucía Villalón Alejo

 Mutaciones producidas a través de la interpretación de los términos


de la Constitución, de tal modo que los preceptos obtienen un
contenido distinto de aquel en que inicialmente fueron pensados.

Desde otro punto de vista, las mutaciones pueden clasificarse en función


del mayor o menor grado de incompatibilidad entre la “norma” creada por la
mutación y lo establecido en el texto constitucional. En este sentido,
distinguimos entre mutaciones constitucionales praeter legem (las que vienen
a aclarar, completar o adaptar el significado de un precepto constitucional sin
oponerse a él, sino más bien desarrollándolo para darle mayor eficacia) y
mutaciones constitucionales contra legem (las que se contradicen claramente
lo establecido en el texto constitucional, viniendo a derogarlo). Dentro de
estas últimas cabría incluir las que consisten en el desuso de un precepto
constitucional.

Por otro lado, las modificaciones no formales de la Constitución pueden


proceder de fuentes distintas. En ocasiones emanan de órganos estatales,
adquiriendo el carácter de verdaderos actos jurídicos, sean de naturaleza
normativa (leyes o reglamentos), o bien de naturaleza jurisprudencial (como
las sentencias de los Tribunales Constitucionales). Otras veces tienen su
origen en simples prácticas políticas que, o bien no sobrepasan su condición
de hechos, quedando convertidas en normas de naturaleza político-social
(convenciones), o aspiran a convertirse en auténticos hechos jurídicos
(costumbres). De ahí la clasificación entre modificaciones no formales que
deben su origen a actos normativos y las procedentes de hechos normativos.

10.8 Suspensión temporal de garantías: los estados excepcionales

La experiencia nos demuestra que pueden producirse graves alteraciones en


el desarrollo de la vida política por causas muy diversas (catástrofes
naturales, alteraciones en el ejercicio de los derechos y libertades, golpes de
Estado…). Ante tales situaciones, es lógico que el Estado cuente con medios
excepcionales, que deberán ser proporcionales a la gravedad de la situación
correspondiente. Se hace necesaria, en efecto, una normativa excepcional,
como la propia situación, y que podrá consistir en la suspensión temporal de
la eficacia de determinados derechos fundamentales o de determinados
preceptos fundamentales que afecten a la separación de poderes.

Ahora bien, esas medidas excepcionales no deben interpretarse


necesariamente como un ataque a la libertad y a la democracia, sino
precisamente como mecanismo de protección de la libertad. Se trata, por
tanto, de situaciones tan graves, que en ellas es preciso suspender
temporalmente la eficacia de ciertas libertades, como mal menor, para no

178
La Constitución

perderlas para siempre por la instauración de un nuevo régimen de signo


contrario.

De todas formas, está claro que este tipo de cláusulas excepcionales


llevan consigo el peligro de que los poderes públicos abusen de las mismas a
la hora de declarar las situaciones excepcionales o de ejercer los poderes
extraordinarios que a ellas se asocien. Para evitar esos abusos, las
constituciones regulan esa materia, sometiéndola a un régimen jurídico más o
menos estricto:

Es la propia Constitución la que contempla la posibilidad, aunque


también es posible que la propia Constitución remita a una ley que desarrolle
la regulación de esas situaciones excepcionales: los estados de alarma,
excepción y sitio.

Pueden señalarse una serie de condiciones o requisitos mínimos


señalados en los textos constitucionales para que se puedan utilizar estos
mecanismos de defensa constitucional.

Se suele exigir, en primer lugar, que exista una razón legítima (si
bien a veces se utilizan expresiones vagas, como “amenaza grave”, dejando
la concreción para la legislación de desarrollo. Asimismo, las constituciones
suelen establecer supuestos distintos según la importancia de los hechos: se
contemplan, por tanto, varias medidas posibles y proporcionadas a la
gravedad de cada caso. Igualmente, las medidas restrictivas de los derechos y
libertades no deben suponer la suspensión de toda la Constitución, sino sólo
de parte de ella. Además de tratarse de una suspensión parcial y no total, ésta
debe ser también temporal. Debe prever, por tanto, una delimitación
temporal (duración); e igualmente, la delimitación territorial de las medidas
a adoptar.

Por último, las medidas excepcionales deben estar sometidas a un


riguroso control político, parlamentario y jurisdiccional. Es deseable, en este
sentido, que las instituciones representativas sigan funcionando, y que sea
precisamente el Parlamento el que legitime las medidas excepcionales.

En cuanto a los efectos de la suspensión temporal, suelen consistir en


la concentración de poder en manos del Gobierno (o autoridad militar que
actúe bajo sus órdenes) y en la pérdida de eficacia de diversos preceptos
constitucionales, en concreto los que reconocen y garantizan ciertos derechos
y libertades.

Hay autores que distinguen “dos grandes modelos de reacción del


Estado de Derecho frente a circunstancias extraordinarias que podemos
179
Teresa Maria Geraldes Da Cunha Lopes y Lucía Villalón Alejo

encontrar en los regímenes democráticos” (esto es, defensa política o


extraordinaria de la Constitución): la “dictadura constitucional” (o
“cláusula de plenos poderes”) y los “estados excepcionales”.

180
UNIDAD 11

DERECHOS Y LIBERTADES

Teresa Maria Geraldes Da Cunha Lopes


Lucia Villalón Alejo
UNIDAD 11

DERECHOS Y LIBERTADES

Teresa Maria Geraldes Da Cunha Lopes


Lucia Villalón Alejo

11.1 “Derechos humanos” y conceptos afines: precisiones terminológicas

Desde un punto de vista filosófico, podemos considerar a los “derechos


humanos” como exigencias de la dignidad humana cuyo reconocimiento y
respeto resultan necesarios, entre otras cosas, para legitimar el poder político
de un Estado.

Desde una perspectiva histórico-política, los derechos y libertades se


presentan como reivindicaciones ligadas al origen del constitucionalismo,
esgrimidas por los revolucionarios de finales del siglo XVIII frente a las
monarquías absolutas europeas del Antiguo Régimen. La evolución histórica
del reconocimiento de los derechos es, de algún modo, paralela a la propia
evolución desde el primitivo Estado liberal de Derecho hasta el “Estado
social y democrático de Derecho”.

En cuanto a la perspectiva jurídica, se suele utilizar la expresión


“derechos fundamentales” o “derechos constitucionales” para referirse a la
posición jurídica de los ciudadanos frente al Estado, así como a los
mecanismos y procedimientos que el ciudadano puede utilizar para exigir
determinados comportamientos de los poderes públicos.

Relacionando los planos filosófico, histórico-político y jurídico,


podemos señalar que las Constituciones modernas proclaman y garantizan
una serie de derechos fundamentales como consecuencia de los logros
obtenidos a raíz de los procesos revolucionarios que a finales del siglo XVIII
dieron origen al constitucionalismo moderno, en su lucha por la libertad y la
igualdad, tal y como se considera exigido por la actual concepción de la
dignidad humana.

Es necesario advertir que la terminología utilizada, en lo que a


derechos y libertades se refiere, es bastante imprecisa. En la actualidad, se
reserva el hombre de “derechos fundamentales” o “constitucionales” a
aquellos que aparecen recogidos en los ordenamientos internos de los
Estados; y “derechos humanos” a los que aparecen formulados en las
declaraciones y convenios internacionales (por ejemplo, la Declaración
Universal de Derechos Humanos de la ONU, de 1948). Si bien el significado
183
Teresa Maria Geraldes Da Cunha Lopes y Lucía Villalón Alejo

de esta última expresión está más bien ligado a su consideración como


derechos que la persona tiene por el mero hecho de serlo,
independientemente de su reconocimiento por el Derecho positivo de cada
Estado. En este sentido, “pueden considerarse derechos fundamentales a los
derechos humanos que están positivizados y dotados de garantía en una
Constitución”.

También se emplea la expresión “derechos públicos subjetivos” para


referirse a los derechos humanos desde el punto de vista de la relación
jurídica entre el Estado y el ciudadano, al que el ordenamiento reconoce la
facultad de exigir de aquél un determinado comportamiento, bien sea una
acción o una omisión. Por último, en cuanto a la expresión “libertades
públicas”, haría referencia a aquellos derechos que reconocen un ámbito de
obrar lícito, es decir, los llamados “derechos de libertad”.

11.2 Los derechos humanos: concepto, naturaleza y caracteres

Los “derechos” van indisociablemente unidos a la idea de “libertad”. A la


hora de relacionar los dos términos, resulta necesaria, más que una
diferenciación terminológica entre ambos, su consideración como dos
términos que “describen una misma realidad sólo que desde perspectivas
diferentes”.

En cuanto a la naturaleza de los derechos fundamentales, el Tribunal


Constitucional ha introducido la llamada “doctrina de la doble naturaleza
(subjetiva y objetiva) de los derechos fundamentales”. Son subjetivos no sólo
en cuanto derechos de los ciudadanos en sentido estricto, sino en cuanto
garantizan un status jurídico o la libertad en un ámbito de existencia. Pero
son también objetivos, ya que son elementos de un ordenamiento objetivo de
la comunidad nacional.

Igualmente, cabe referirse a su diferenciación respecto del concepto de


garantía institucional. A diferencia de los derechos fundamentales, la
garantía institucional no buscaría su origen en realidades preexistentes al
poder del Estado, pero a semejanza de ellos, vendría a limitar la actuación del
legislador porque éste no podría transformar tales instituciones hasta el punto
de que resultaran irreconocibles.

Los caracteres de los derechos se van definiendo conforme va


evolucionando el reconocimiento y garantía de los derechos por parte de los
textos constitucionales a lo largo de los siglos XIX y XX, y permiten hablar
de su paulatina transformación.

184
Derechos y Libertades

A lo largo del siglo XIX, la enunciación de los derechos y deberes de


los ciudadanos sufrió una doble transformación. En primer lugar, su
subjetivización: pasó, desde las Declaraciones de derechos, al texto mismo de
las Constituciones, lo cual les imprimió el carácter de normas jurídicas
positivas (si bien de contenido más o menos general o de principio). Y, en
segundo lugar, su positivización: se refiere al hecho de que la proclamación
de los derechos se combinara con la intervención de otras normas
encaminadas a completar y detallar su regulación jurídica.

Esa progresiva definición de las características de los derechos


experimenta un impulso decisivo tras la I GM. Si hasta ese momento los
derechos y deberes de los ciudadanos habían sido formulados jurídicamente
sólo en relación con la actividad jurídica del Estado, desde esa época fueron
definidos, también, respecto de la actividad social del Estado, ligada a las
ideas de bienestar y progreso, trayendo consigo un considerable incremento
de la extensión de los textos constitucionales (por ejemplo, la Constitución
de Weimar de 1919). A partir de la II GM, se experimentará una progresiva
internacionalización.

Como resumen, podemos concluir afirmando que, desde la


perspectiva constitucional, los derechos fundamentales aparecen doblemente
caracterizados. En primer lugar, al tratarse de “esferas de libertad
garantizadas específicamente en el texto constitucional” (y que, por tanto,
participan del carácter normativo supremo de la propia Constitución),
disponen de un sistema de garantías más fuerte que otros derechos “no
fundamentales” reconocidos no en la Constitución sino en las leyes
ordinarias. En segundo lugar, el reconocimiento y garantía de esos derechos
fundamentales es expresión y está al servicio de unos determinados valores
sobre los que asienta la comunidad política y la propia norma fundamental.

11.3 Evolución histórica y doctrinal del reconocimiento de los Derechos


humanos

11.3.1 Evolución histórica. Las Declaraciones de Derechos

En la Edad Antigua no se encuentran verdaderas declaraciones de derechos


de los ciudadanos frente a la suprema e ilimitada autoridad del poder político.
Es en la Edad Media, con la difusión del feudalismo, cuando se va formando
lentamente la convicción de estar obligado, respecto de esa autoridad del rey
o del señor, sólo en aquellas particulares prestaciones (tributos, obligaciones
militares…) libremente aceptadas en el llamado pacto de vasallaje. Eso sí:
dicho pacto generaba derechos y obligaciones públicos que vinculaban
únicamente al soberano y a sus “feudatarios”, mientras que la masa de los
185
Teresa Maria Geraldes Da Cunha Lopes y Lucía Villalón Alejo

súbditos seguía sometida y privada de toda defensa jurídica eficaz frente a


los gobernantes.

Es en este contexto en el que hay que inscribir la Magna Carta


Libertatum (concedida en Inglaterra por el Rey Juan Sin Tierra, en el siglo
XIII), que ha sido considerada como el primer documento que afirma
algunos derechos públicos de los ciudadanos británicos.

De todas formas, esas limitaciones de la autoridad regia frente a los


ciudadanos “óptimo iure” (primero sólo los barones, luego también otros
propietarios representados en la Cámara de los Comunes), se mantuvieron en
los siglos siguientes, hasta consolidarse definitivamente en algunos textos
fundamentales. De esta manera, se transforman de meros privilegios feudales
en verdaderos derechos públicos subjetivos, tutelables judicialmente. A lo
largo de los siglos XIX y XX se fueron extendiendo a todos los ciudadanos
de uno y otro sexo.

En el siglo XVII podemos destacar varios de estos textos fundamentales:

 La Petition of Rights (o Petición de Derechos), presentada por el


Parlamento y acogida por Carlos I. En ella se insiste en limitaciones
tradicionales de la autoridad regia, impidiendo al Rey contar con un
ejército fuera del control parlamentario, e imponiéndole una
disciplina especial. También se recoge el principio de que nadie
podrá permanecer en prisión sin estar formalmente acusado, y el de
que no se pagarán impuestos sin tener representantes en el
Parlamento (taxation without representation is tiranny). Este
principio pasaría, a finales del siglo XVIII, a la Revolución de las
colonias norteamericanas, que defendieron que el Parlamento de
Londres no podía establecer impuestos sobre ellas, al no existir
representación de las colonias en él.

 La Ley de Habeas Corpus, con la cual se impedía toda detención


arbitraria, teniendo el imputado derecho a juicio antes de que
transcurriesen 20 días.

 El Bill of Rights (o Declaración de Derechos). Este documento


afirmaba que también el soberano estaba sometido a las leyes
fundamentales del Reino. Esto texto venía a consolidar el principio
de supremacía del Parlamento.

 El Act of Settlement: establece la garantía de un poder judicial


independiente, al señalar que los jueces sólo pueden ser separados de

186
Derechos y Libertades

su cargo por decisión de ambas Cámaras del Parlamento (la Cámara


de los Lores y la de los Comunes).

En todas estas declaraciones no se encuentran proclamaciones de


carácter filosófico o universal. Se trata simplemente de confirmar antiguas
costumbres e instituciones capaces de proteger al individuo frente a la
amenaza que para él pudiera suponer el poder regio.

A lo largo del siglo XVIII se fue concretando la doctrina que reconocía a


los individuos una serie de derechos naturales (y, por tanto, inviolables)
frente al Estado. La corriente iusnaturalista se basaba en el presupuesto
filosófico de la existencia de un originario estado de naturaleza del hombre,
que pasa después a integrarse en un contrato social, en virtud del cual los
restos de su antigua libertad ilimitada quedan transformados en verdaderos
derechos subjetivos, anteriores y superiores a la propia autoridad estatal.

El siguiente paso en esta evolución vino marcado por las Declaraciones


de derechos elaboradas en Norteamérica tras la Revolución contra
Inglaterra. Estas declaraciones abandonan la pretensión de reconocimiento de
derechos preexistentes, y pasan a presentar enunciados de carácter
universalista, aunque a menudo carentes de valor normativo. Ejemplo:
Declaración de Independencia de los Estados Unidos, de 1776.

En Francia, reviste especial importancia la también citada Declaración


de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, de 1789. Sus preceptos
afirmaron los “derechos naturales” del hombre y del ciudadano con fórmulas
absolutas y universales. La afirmación de que “los hombres nacen y
permanecen libres iguales en derechos”, la proclamación de la libertad, la
propiedad, la seguridad y la resistencia a la opresión o la proclamación de la
soberanía nacional y la separación de poderes constituyen algunas de sus
principales aportaciones. La Declaración de 1789 se presenta, en suma, como
el fruto de una concepción individualista de la sociedad; pero, también, como
una “obra universal y eterna, al afirmar que los principios que proclama son
consustanciales a la naturaleza humana”.

Tras estas declaraciones, y ya en el siglo XIX, el proceso evolutivo se


caracterizó por las notas de subjetivización, positivización y
constitucionalización de los derechos. Estas notas tienen como inmediata
consecuencia “la transformación de unos principios filosóficos en mandatos
jurídicos”. Otra característica importante es la progresiva
internacionalización de los mismos, sobre todo a partir de la II GM. Los
crímenes de guerra cometidos durante la misma, llevaron a las Naciones
Unidas a la necesidad de afirmar en sede internacional la obligatoriedad del
187
Teresa Maria Geraldes Da Cunha Lopes y Lucía Villalón Alejo

respeto de los derechos humanos por parte de los Estados. Lo que ocurre es
que la internacionalización de los derechos se encuentra con el obstáculo de
que los individuos no son sujetos de Derechos internacional público, lo que
hace que esas Declaraciones sean “una simple manifestación de
autolimitación por parte de los Estados”.

La Declaración Universal de los Derechos Humanos, aprobada por la


Asamblea General de las Naciones Unidas en 1948, tiene su origen en la
Carta de las Naciones Unidas (aprobada en la Conferencia de San Francisco,
en 1945). La Declaración de 1948 afirmaba que los derechos adquirían una
dimensión internacional, dejando de ser una cuestión “interna” de cada
Estado, con la consiguiente limitación de la soberanía estatal. Por tanto, el
mayor mérito de la lista de derechos contenida en la declaración está en
haber sido aceptada por la mayor parte de los Estados del mundo
contemporáneo. Sin embargo, la Declaración Universal no tiene valor
jurídico vinculante para los Estados, sino exclusivamente orientador o moral
(sin perjuicio del valor interpretativo, como el ejercido en la Constitución de
los Estados Unidos Mexicanos).

Ante esa carencia de valor jurídico vinculante, la ONU elaboró proyectos


de Convenios o Tratados internacionales, que transformaran los contenidos
de la Declaración en deberes jurídicos para los Estados. De ahí surgieron
dos textos, aprobados por la Asamblea General de las Naciones Unidas, que
sí son vinculantes: el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos
(centrado en los derechos clásicos de libertad), y el Pacto Internacional de
Derechos Económicos, Sociales y Culturales.

En todo caso, paralelamente a este proceso de proclamación “universal”


de los derechos, se siguió una dinámica consistente en reconocerlos y
protegerlos en ámbitos geográficos más reducidos y homogéneos, en busca
de una mayor efectividad. Así, en el ámbito europeo, los Estados
occidentales integrados en el Consejo de Europa (que no en la UE)
suscribieron el Convenio Europeo para la protección de los Derechos
Humanos y las Libertades Fundamentales y la Carta Social Europea. El
primero de ellos destaca por haber introducido un sistema jurisdiccional
propio de protección de los derechos, al que tienen acceso los ciudadanos.

En el ámbito de la Unión Europea, destaca la Carta de los Derechos


Fundamentales de la Unión Europea, proclamada en la Cumbre de Niza de
2000. Aunque en dicha cumbre se limitaron a “proclamarla”, aplazando la
cuestión de su plena eficacia jurídica, es notorio su valor simbólico y
orientador de la actuación de las instituciones comunitarias. En cuanto a su
contenido, la Carta pretende superar la clásica distinción entre derechos
civiles y políticos, frente a derechos económicos y sociales. La Carta aparece
188
Derechos y Libertades

mencionada en el Anteproyecto de Constitución para la UE. En este sentido,


se plantean varias posibilidades en torno a la inclusión de la misma en la
Constitución, cuando ésta esté elaborada: desde hacer una referencia genérica
a la misma, hasta incorporar su articulado completo.

11.3.2 Las “generaciones” de Derechos

Los derechos y libertades no se han reconocido todos a la vez sino que son
fruto de un proceso evolutivo que comprende varias etapas, en cada una de
las cuales se va poniendo el acento en la tutela y protección de nuevas
aspiraciones y necesidades que van surgiendo y que se van planteando una
vez logradas y satisfechas las anteriores. Se trata de un “dinamismo
reivindicativo”. Este es precisamente la idea que late en lo que se ha llamado
las “generaciones de derechos”:

 La “primera generación” se correspondería históricamente con el


constitucionalismo liberal (siglos XVIII y XIX). Los textos ponen el
acento en derechos de clara dimensión individual: protección del
individuo frente a amenazas externas por parte de los poderes del
Estado (derechos de libertad) y participación en la vida pública
(derechos políticos). Derechos como la libertad personal, el honor, la
intimidad, la propia imagen, y otros similares, tradicionalmente
denominados “derechos de la personalidad”. La participación en
asuntos públicos y sufragio o la propiedad privada son ejemplos de
esta primera generación.

 La “segunda generación” se corresponde con el constitucionalismo


social (a partir de la I GM). A los derechos anteriormente
mencionados se añaden otros, que tienen en cuenta “las relaciones de
los individuos con su entorno social” (relaciones de carácter
económico, laboral) y que suponen garantías de su bienestar o
prestaciones materiales (educación, salud). Por ejemplo: los derechos
educativos o de sindicación y huelga.

 La “tercera generación” de derechos viene dada por problemas que


amenazan a la misma pervivencia de la sociedad y que han dado
lugar a la garantía de derechos colectivos, relativos a bienes antes
considerados como sobreentendidos, y base de la vida misma, pero
que comienzan a ser escasos, y cuya desaparición amenaza a toda la
colectividad: derecho al medio ambiente, al patrimonio cultural…

Así, los derechos de “primera generación” ponen el acento en la libertad, los


de la segunda estarían centrados en la igualdad, y los de la tercera en la
solidaridad.
189
Teresa Maria Geraldes Da Cunha Lopes y Lucía Villalón Alejo

Hay autores que defienden que los poderes mediáticos generados en


torno a los instrumentos informáticos más avanzados (particularmente en
Internet) vienen propiciando la aparición de “poderes fácticos” que no sólo
llegan a hacer sombra a los propios poderes estatales, sino que además
empequeñecen la posición de los ciudadanos europeos a la hora de ejercer
esos derechos, conocidos como de “última generación” , derechos difusos o
de la era tecnológica.

11.4 Clasificaciones de los Derechos humanos: evolución

De la anterior consideración de “generaciones” pueden derivarse varios tipos


de derechos fundamentales. La variada terminología existente ha hecho
necesario llevar a cabo numerosos intentos de clasificación de los derechos,
desde muy diversas perspectivas. Torres del Moral aporta una interesante
clasificación en cuatro grupos:

 Derechos civiles individuales: protegen la vida privada de las


personas frente a la injerencia de los poderes públicos: derecho a la
integridad física y moral, al honor, a la intimidad, propia imagen,
inviolabilidad del domicilio…

 Libertades públicas: se ejercen en relación a los demás, aunque no


necesariamente de forma colectiva. Serían las libertades ideológicas,
de expresión e información, de reunión y manifestación, de
asociación, de petición…

 Derechos políticos: de participación política (sufragio, iniciativa


legislativa popular, acceso a cargos públicos), de asociación política
y de reunión y manifestación políticas.

 Derechos de prestación: en ellos, el sujeto puede exigir de los


poderes públicos la creación de condiciones o la remoción de
obstáculos para hacerlos efectivos. Torres del Moral incluye aquí los
derechos educativos, derechos procesales y penitenciarios.

El autor antepone a estos derechos los presupuestos para su disfrute y


ejercicio: la vida (presupuesto de todos los demás), la nacionalidad y la
mayoría de edad (requisitos necesarios para el disfrute de algunos derechos,
fundamentalmente de carácter político). Y les pospone determinados
“principios de actuación política o mandatos a los poderes públicos que aún
no han adquirido la naturaleza jurídica de derechos públicos subjetivos”.

190
Derechos y Libertades

El profesor García Cuadrado ofrece otra clasificación atendiendo a la


naturaleza o significación jurídica de cada uno de los derechos. Con carácter
general podemos decir que los derechos y libertades que la Constitución
reconoce son subjetivos frente al Estado. Consisten en la facultad para poder
exigir una acción y una omisión. Esa potestad de exigir un determinado
comportamiento a los poderes públicos puede manifestarse de cuatro
maneras diferentes. Ello nos permite distinguir distintos derechos y libertades
atendiendo a su naturaleza, en función de que esa potestad o exigencia
consista:

 En la garantía de que no se puede obligar al sujeto a hacer algo. Se


les puede llamar “exenciones”. El ejemplo más claro sería el derecho
a la objeción de conciencia al servicio militar. En este grupo de
derechos, la obligación que se impone a los poderes públicos es
meramente negativa: no podrá exigir a los ciudadanos esos actos de
los que están constitucionalmente exentos.

 En la garantía de que no se puede impedir al sujeto hacer algo. Se


trata de “libertades” en sentido estricto, también llamados “derechos
de libertad”, como la libertad ideológica y religiosa, de expresión, de
reunión y manifestación…

 En la garantía de que no se puede obligar al sujeto a soportar algo


no querido por él. Se denominan “inmunidades”: derecho a la
libertad personal o la inviolabilidad del domicilio…

 En la garantía de que se va a facilitar el disfrute de ciertas ventajas o


comodidades. Son los llamados “derechos de prestación” (también
denominados sociales o asistenciales, a lo que hay que añadir los
derechos de solidaridad. Serían, en definitiva, los derechos de
segunda y/o tercera generación). Estos derechos se traducen en el
deber positivo del Estado de dirigir su actuación en el sentido de
prestar ciertos servicios (o al menos facilitar y fomentar su
prestación) para que el ciudadano pueda mejorar su calidad de vida,
realizando así los principios de igualdad y solidaridad.

11.5 Fundamento de los Derechos, Deberes y Libertades

11.5.1 La dignidad humana

El fundamento del reconocimiento de los derechos humanos por parte de los


ordenamientos jurídicos se halla en la idea de la dignidad de la persona.
191
Teresa Maria Geraldes Da Cunha Lopes y Lucía Villalón Alejo

Pero… ¿qué se entiende por dignidad de la persona? ¿Cuáles son las


consecuencias de su reconocimiento?

Estamos ante un concepto que supera los límites del ámbito jurídico,
para participar también en los ámbitos filosófico y religioso. Fue Kant quien
secularizó el concepto de dignidad: la dignidad del hombre, según él, deriva
de su absoluta autonomía, de ser el hombre un fin en sí mismo. En todo caso,
el que los ordenamientos jurídicos nacionales reconozcan la dignidad, no
quiere decir que ésta exista sólo allí donde el derecho la reconoce, y en la
medida en que la reconoce. La dignidad forma parte esencial de la persona y,
por tanto, es previa al Derecho.

La persona, por el hecho de serlo, está dotada de dignidad en razón


de su personalidad, y viceversa, en todo momento de su existencia. Pero,
además de esta dimensión estática, cabe contemplar la personalidad en
sentido dinámico: desde el comienzo de la vida, y a todos los niveles, la
personalidad se va realizando, desarrollando, perfeccionando en el tiempo. El
desarrollo de la personalidad no puede tener lugar si no se reconocen y
respetan los derechos inviolables inherentes a la persona en razón de su
dignidad. La violación de los derechos inviolables no sólo es un ataque al
desarrollo de la personalidad, sino a la personalidad misma y, por tanto, a la
dignidad.

Todo esto nos permite formular una serie de características de la


dignidad de la persona:

 Puesto que la dignidad se debe a la pertenencia al género humano,


cada persona es igual en dignidad a cualquier otra, sin discriminación
alguna

 La persona conservará su dignidad desde el comienzo hasta el fin de


su vida, en cualquier circunstancia, y cualquiera que sea su conducta.
En el caso de conductas denigrantes, la dignidad de quien así se
comporte podrá entenderse menoscabada, denigrada o vulnerada.
Pero, al ir íntimamente unida a la condición humana, ni puede
desaparecer su núcleo esencial, ni puede dejar de ir acompañada de
los derechos inviolables del hombre en cuanto ser humano.

 Todo ser humano, en cuanto persona, goza de una personalidad, que,


al mismo tiempo, proporciona unas características diferentes de cada
uno. Los derechos inviolables inherentes a la dignidad de la persona
podrían resumirse en el derecho al reconocimiento y a la realización
de la propia personalidad.

192
Derechos y Libertades

 El Estado no puede desconocer los derechos inviolables e inherentes


a la dignidad humana: será misión del ordenamiento jurídico
garantizar su respeto, tanto en las relaciones entre los poderes
públicos y las personas, como en las de éstas entre sí. De ahí que se
pueda añadir la necesidad de un entorno de libertad y justicia para
que las personas puedan vivir conforme a su dignidad.

Por lo que se refiere a las consecuencias del reconocimiento


constitucional de la dignidad, podemos afirmar que se trata de un precepto
cuyo contenido se proyecta sobre todo el catálogo constitucional de derechos
y libertades, al ser la dignidad el eje en torno al cual giran los mismos. Así
sucede con el derecho de todos a la vida y a la integridad física y moral, con
la consiguiente prohibición de las torturas y la abolición de la pena de
muerte.

11.5.2 Titularidad de los Derechos: su universalidad

En gran parte de las Constituciones posteriores a la Declaración Universal de


los Derechos Humanos de 1948 se parte del “reconocimiento de la dignidad
intrínseca y de los derechos iguales e inalienables de todos los miembros de
la familia humana”. Nuestra Constitución, por ejemplo, afirma que “EN LOS
ESTADOS UNIDOS MEXICANOS TODO INDIVIDUO GOZARA DE LAS
GARANTIAS QUE OTORGA ESTA CONSTITUCION, LAS CUALES NO
PODRAN RESTRINGIRSE NI SUSPENDERSE, SINO EN LOS CASOS Y
CON LAS CONDICIONES QUE ELLA MISMA ESTABLECE.(……)
QUEDA PROHIBIDA TODA DISCRIMINACION MOTIVADA POR
ORIGEN ETNICO O NACIONAL, EL GENERO, LA EDAD, LAS
DISCAPACIDADES, LA CONDICION SOCIAL, LAS CONDICIONES DE
SALUD, LA RELIGION, LAS OPINIONES, LAS PREFERENCIAS, EL
ESTADO CIVIL O CUALQUIER OTRA QUE ATENTE CONTRA LA
DIGNIDAD HUMANA Y TENGA POR OBJETO ANULAR O
MENOSCABAR LOS DERECHOS Y LIBERTADES DE LAS
PERSONAS. ”(art.1 C.P.E.U.M.).

Puede ser de interés repasar algunas objeciones que se han esgrimido


frente a la universalidad de los derechos humanos, y los argumentos que
permiten dar respuesta a las mismas.

En primer lugar, se objeta que los derechos no pueden considerarse


como universales, desde el momento en que tales derechos se reconocen
únicamente en un ámbito espacial restringido: “sólo en el supuesto de que
existiera un ordenamiento jurídico universal podría hablarse propiamente de
derechos universales”. Como respuesta se puede decir que la universalidad
193
Teresa Maria Geraldes Da Cunha Lopes y Lucía Villalón Alejo

significa que todos los seres humanos son titulares de los derechos,
independientemente de que la comunidad política de que forman parte se los
reconozcan o no. Si no lo hacen, entonces el régimen político y jurídico debe
ser calificado como injusto.

En segundo lugar se apunta que los derechos suelen exigir alguna


condición adicional para su ejercicio (como la nacionalidad o la mayoría de
edad). Subyace aquí la distinción entre la titularidad de los derechos y las
condiciones para el ejercicio de los mismos. Pero esta objeción sólo sería
incompatible con la universalidad de los derechos cuando se produjera la
negación de la titularidad de los mismos a alguna categoría determinada de
individuos, pero no aquellos supuestos en que “el ejercicio de determinados
derechos es sujeto a limitaciones por alguna razón justificada”.

La tercera objeción consistiría en que afirmar la universalidad de los


derechos supone negar la posibilidad de reconocer derechos diferentes a
determinados grupos de sujetos (en referencia al reconocimiento de los
derechos de los niños, las mujeres…). Esta observación no contradice la
universalidad de los derechos sino que constituye un nuevo argumento a su
favor. Habida cuenta de la realidad de que determinados colectivos se
encuentran en una situación social de particular desprotección e indefensión,
se hace necesario enfatizar que a ellos también deben serle reconocidos los
derechos humanos e instituir en su caso técnicas de protección específica.
Ello guarda relación con el concepto de “discriminación positiva”.

Una última objeción vendría dada por el relativismo cultural; esto es,
la diversidad de las tradiciones culturales y morales que se observa en el
mundo actual conduce a visiones distintas sobre el concepto y naturaleza de
los derechos, e incluso sobre cuáles deben ser los derechos reconocidos y
protegidos. El argumento fundamental frente a este relativismo nos lo
proporciona de nuevo la noción de dignidad humana, con lo que conlleva de
respeto incondicionado a todos los seres humanos, concepto que “se impone
incluso frente a la sociedad y frente a la cultura”.

Hay autores que nos alertan sobre el peligro que supone situar la
cultura por encima del individuo: si se afirma que cualquier cultura es buena
se podrá sostener como buena, por ejemplo, la mutilación genital de las niñas
en África. Si hay que proteger a todas las culturas también habría que
proteger las imperialistas, expansivas, y todas aquellas que desprecien el
resto de las culturas.

194
Derechos y Libertades

11.5.3 Otros principios y valores: libertad, igualdad, justicia, bien común

Se puede afirmar que la idea de igualdad resulta inseparable, en el


constitucionalismo, de la idea de libertad. En cuanto a esta última, se ha
dicho que consiste no sólo en poder hacer todo aquello que está permitido,
sino en especial, poder realizar todo aquello que no está prohibido.

En cuanto a la igualdad, es la voluntad de alcanzarla entre todos los


miembros de la comunidad lo que caracteriza a la democracia frente a los
otros sistemas políticos. En consonancia con ello, nuestra Constitución
establece que “los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer
discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, opinión o
cualquier otra condición o circunstancia personal o social”. Hay que
distinguir dos acepciones:

 Igualdad en la ley: obligación dirigida al propio legislador de no


establecer distinciones artificiosas ni arbitrarias.
 Igualdad ante la ley: que se exige fundamentalmente a la
Administración y al Poder Judicial

A su vez, este principio de igualdad formal debe ser puesto en relación


con la igualdad material, real o efectiva, en virtud del cual “corresponde a
los poderes públicos promover las condiciones para que la libertad y la
igualdad del individuo y de los grupos en que se integra sean reales y
efectivas; remover los obstáculos que impidan o dificulten su plenitud y
facilitar la participación de todos los ciudadanos en la vida política,
económica, cultural y social”.

Por otra parte, la discriminación positiva (es decir, el trato favorable para
situaciones en las que existe desigualdad) “compensa y reequilibra la
discriminación social o económica”, encarnándose en “una concepción
abierta del principio de igualdad”.

11.5.4 ¿Es posible una catalogación y jerarquización de los derechos?

Se trata de ver si la catalogación que se hace de los derechos, deberes y


libertades, permite o no deducir una jerarquización entre los mismos.

Esta cuestión se encuentra relacionada también con el tema de los


límites de los derechos. La práctica nos proporciona, en efecto, múltiples
ejemplos en que los derechos de una persona pueden verse limitados al entrar
en colisión o conflicto con los de otra. Por ejemplo, la libertad de expresión
colisiona frecuentemente con el derecho al honor o a la intimidad. En estos
casos, necesariamente el órgano jurisdiccional que tenga que resolver ese
195
Teresa Maria Geraldes Da Cunha Lopes y Lucía Villalón Alejo

conflicto deberá “jerarquizar” los derechos para ver cuál debe prevalecer en
cada caso; por lo que, mientras uno de ello sale fortalecido con la aplicación
del favor libertatis (mayor eficacia de los derechos y libertades), el otro
queda debilitado. En general, la Suprema Corte de Justicia de la Nación ha
venido dando preferencia a las libertades de expresión e información por
considerar su dimensión objetiva más esencial que la del derecho al honor.

11.6 Condiciones para el ejercicio de los derechos

Si bien el legislador y, en general los poderes constituidos, no pueden excluir


a ningún grupo o persona de la titularidad de los derechos, el propio
constituyente sí ha establecido algunas condiciones para la titularidad plena
de los derechos fundamentales. Con carácter general, podemos hablar de dos
condiciones: una de carácter natural (que el sujeto sea mayor de edad) y otra
de carácter jurídico (la nacionalidad). No obstante, no debe olvidarse que
mediante sentencia judicial que declare la incapacidad de una persona, ésta
puede verse privada de la titularidad de algunos derechos aunque sea mayor
de edad o tenga la nacionalidad española.

11.6.1 La nacionalidad

Se trata de la cualidad de una persona de ser ciudadano de un determinado


país, además de un vínculo jurídico que une al individuo con el Estado. Es la
condición jurídica necesaria para poder ser titular de determinados derechos
fundamentales, normalmente de los llamados “derechos políticos” o
“derechos de participación política”, entre los que destaca el derecho al
sufragio, tanto activo como pasivo..

Sin embargo, en el ejemplo concreto de la UE el Tratado de la Unión


Europea (Maastricht, 1992) ha introducido el concepto de ciudadanía
europea, asociándole una serie de derechos y libertades, como la de
circulación y residencia dentro de la Unión, derecho de sufragio activo y
pasivo en las elecciones municipales y al Parlamento Europeo en el país
miembro donde el ciudadano comunitario resida.

Cabe plantearse si los extranjeros, nacionales de otros Estados o


apátridas, son o no titulares de derechos fundamentales. En este sentido,
podemos hablar de tres grupos de derechos:

 Aquellos que son igualmente reconocidos para nacionales y


extranjeros. Dada la naturaleza de estos derechos y su conexión
esencial con la dignidad, sería inconstitucional cualquier
diferenciación legal que se estableciera. Ejemplo: derecho a la vida y
a la integridad personal…
196
Derechos y Libertades

 Aquellos derechos de los que, por mandato constitucional, sólo los


nacionales son titulares, quedando por tanto excluidos los
extranjeros. Se trata de los derechos de participación política y
acceso a los cargos públicos. La exclusión se debe a su carácter
eminentemente político y relacionado con la actividad soberana del
Estado.

Regla general las Constituciones de los países del núcleo original de la


Unión Europea permiten que los extranjeros puedan ejercer el derecho de
sufragio activo y pasivo en las elecciones municipales, en virtud de tratado
internacional o ley atendiendo a criterios de reciprocidad (es decir, si el país
del que es nacional el extranjero reconoce el mismo derecho a los ciudadanos
nacionales). Hoy por hoy ello se produce respecto de los ciudadanos de la
Unión Europea, gracias al Tratado de Maastricht y al Tratado de Lisboa.
Cabe suponer que el progresivo desarrollo de la “ciudadanía europea” traiga
consigo posteriores ampliaciones del derecho de sufragio para otro tipo de
elecciones.

Por último, los derechos de los que son titulares principalmente los
nacionales, pero también lo son los extranjeros, aunque su ejercicio pueda ser
diferenciado en la medida en que así lo decidan los tratados o la ley.

Son también derechos de contenido político, como los de asociación,


reunión, manifestación, petición. Ello no significa que la ley pueda negar sin
más tales derechos a los extranjeros sino que podrá modular su ejercicio
sometiéndolo a ciertos requisitos o limitaciones (si bien no reduciéndolo
hasta el punto de hacer irreconocible el derecho o provocar su desaparición)
que serían inconstitucionales si se impusiesen a los nacionales

Como se acaba de ver, los extranjeros gozan en los países de la Unión


Europea, aunque con peculiaridades, de la mayoría de los derechos
reconocidos por las Constituciones nacionales. Ahora bien, ello no significa
que todas las personas, cualquiera que sea su nacionalidad y circunstancias,
puedan entrar sin más en territorio de los países europeos. Por eso, las
legislaciones de extranjería contemplan las figuras de la estancia y la
residencia, sometiéndolas a distintas exigencias y requisitos administrativos.,
según los países miembros. Regla general, las Constituciones se refieren,
como supuestos peculiares de presencia de extranjeros, al derecho de asilo y
a la extradición.

El derecho de asilo hace referencia a la protección que un Estado otorga


a una persona considerada refugiada, atendiendo, según lo dispuesto por la
Convención de Ginebra sobre el Estatuto de los Refugiados (1951) a la
197
Teresa Maria Geraldes Da Cunha Lopes y Lucía Villalón Alejo

situación de perseguido o sancionado que sufre en otro Estado por motivos


de raza, religión, nacionalidad, opiniones políticas o pertenencia a un
determinado grupo social.

La extradición es la entrega a un Estado extranjero de una persona


acusada de la comisión de un delito o condenada por ello para que, en el
primer caso, sea juzgada y, en el segundo, cumpla la condena establecida. Al
respeto, el precepto constitucional establece que “la extradición sólo se
concederá en cumplimiento de un tratado o de la ley, atendiendo al principio
de reciprocidad. Quedan excluidos de la extradición los delitos políticos, no
considerándose como tales los actos de terrorismo”.

11.7 Eficacia, límites e interpretación de los Derechos

Con respecto a la eficacia, es claro el valor normativo de la Constitución. En


cuanto a la eficacia de los derechos fundamentales frente a particulares, es
una cuestión de gran interés teórico y práctico.

Los derechos fundamentales son, ante todo, derechos subjetivos


frente a los poderes públicos. Sin embargo, la experiencia histórica ha
mostrado que determinados derechos (por ejemplo, los que protegen el
honor, la intimidad…) pueden ser vulnerados también por acción de los
particulares. Es la legislación civil, penal o laboral la encargada de proteger
estos derechos frente a las intromisiones de los particulares, pero, si los
poderes públicos están obligados a respetar los derechos fundamentales, ese
respeto también debe traducirse en la protección cuando la agresión proceda
de un particular: el poder público incumpliría la Constitución si no protegiera
al ciudadano también frente a las agresiones por parte de particulares.

Por lo que se refiere a los límites, hay que partir de la afirmación


general de que “no existen derechos ilimitados. Todo derecho tiene sus
límites”. Ahora bien, esta afirmación parece incompatible con el carácter
inviolable de los mismos y con el propio carácter absoluto de la dignidad
humana. Piénsese, sobre todo, en los derechos a la vida y a la integridad
física y moral: no existe circunstancia ni condición alguna que permita
suspender o limitar ese derecho. Por tanto, cuando se dice que todos los
derechos son limitados, se pretende hacer referencia fundamentalmente a los
llamados derechos de libertad, que sí pueden verse recortados para evitar el
abuso o el ejercicio antisocial de los mismos.

En líneas generales, el ejercicio de los derechos encuentra en toda


sociedad democrática dos tipos de limitaciones: las que derivan del bien
común o del interés social protegido por la ley (orden público, seguridad

198
Derechos y Libertades

nacional, moralidad…) y las que derivan del respeto a la dignidad y a los


derechos ajenos.

Como ejemplos de límites al ejercicio de los derechos, en la


Constitución mexicana, encontramos el límite formulado con carácter
genérico: “el respeto a la ley y a los derechos de los demás”. Asimismo se
han introducido en numerosas sentencias (jurisprudencia europea) el
principio favor libertatis, en virtud del cual los límites de los derechos
fundamentales han de ser interpretados restrictivamente y en el sentido más
favorable a la eficacia y a la esencia de tales derechos.

Ello nos conduce directamente al tema de la interpretación de los


derechos fundamentales, destacando dos aspectos: la regla hermenéutica
general que introduce la Constitución en materia de interpretación de
derechos fundamentales y los criterios que los Tribunales Constitucionales
han ido estableciendo al respecto.

Los Tribunales Constitucionales y las Supremas Cortes establecen


las pautas generales que puedan servir para la interpretación de los derechos
y libertades. Dichas pautas pueden resumirse en la afirmación del principio
favor libertatis. Dicho principio implica que los límites de los derechos
fundamentales han de ser interpretados con criterios restrictivos y en el
sentido más favorable a la eficacia y a la esencia de tales derechos. Se trata,
en suma, de aumentar la fuerza expansiva de los derechos, restringiendo
hasta donde ello sea posible el alcance de los límites que legítimamente el
ordenamiento establezca.

11.8 Garantías y suspensión de los Derechos

De poco sirve el reconocimiento constitucional de los derechos, si no va


acompañado de mecanismos jurídicos de garantía que los conviertan en algo
más que meras proclamaciones retóricas. De todas formas, la más eficaz
garantía del respeto de los derechos consiste en “el clima creado por la
práctica democrática arraigada, y por la extensión de una “cultura política”
de protección y estima de esos derechos”.

Sentada esta premisa, cabe distinguir dos tipos de garantías: el


establecimiento de requisitos que afectarán a los poderes públicos a la hora
de desarrollar el contenido de los derechos fundamentales
(fundamentalmente, la reserva de ley), y la previsión de mecanismos que los
individuos pueden utilizar en defensa de sus derechos cuando los estimen
vulnerados.

199
Teresa Maria Geraldes Da Cunha Lopes y Lucía Villalón Alejo

La reserva de ley: normalmente las constituciones se remiten a una


futura ley para que ésta lleve a cabo la regulación complementaria al
reconocimiento constitucional del derecho o libertad. Esa remisión supone
una renuncia del constituyente a detallar el régimen de determinados
derechos (renuncia lógica por razones de extensión del texto constitucional);
pero, al mismo tiempo, supone una garantía: sólo el Parlamento podrá
delimitar el alcance de los derechos reconocidos en el texto constitucional. Y
además, deberá hacerlo respetando el contenido esencial de esos derechos.

Para reforzar aún más esa garantía, a veces se exige que esas leyes
reúnan determinados requisitos, evitando así que la cambiante mayoría
parlamentaria de cada momento lleve a cabo regulaciones legales de los
derechos que puedan resultar indebidamente restrictivas para las minorías.

Por otro lado, los ciudadanos tienen a su alcance mecanismos


jurídicos que les permiten invocar tales derechos directamente para oponerse
a actuaciones que estimen contrarias a los mismos; mecanismos que son muy
variados:

Las quejas a través de instituciones especializadas en supervisar la


actuación de los poderes públicos (especialmente de la Administración). Es
el caso, tomado como ejemplo, del Ombudsman, en México o del Defensor
del Pueblo en España. No se trata de órganos jurisdiccionales, sino,
normalmente, órganos autónomos o de comisionados parlamentarios que
reciben quejas de los ciudadanos y las canalizan a las Administraciones
correspondientes, y elaboran informes dirigidos a los propios Parlamentos
que les han designado. Por eso, se les puede considerar fundamentalmente
como instituciones de carácter no decisorio, como una “magistratura de
opinión” y de carácter eminentemente “auxiliar”, al servir para que otras
instituciones conozcan y remedien las vulneraciones de los derechos que los
ciudadanos les hayan hecho llegar.

Las garantías judiciales, que consisten en la posibilidad de que los


ciudadanos puedan invocar sus derechos ante los Tribunales y exigir y lograr
la protección, reparación o restablecimiento de los mismos. De hecho, la
propia posibilidad de acceso a los Tribunales en defensa de sus derechos e
intereses se configura como un derecho fundamental de la persona. Por tanto,
se trata a la vez de un derecho y de una garantía de derechos.

Esto quiere decir que los derechos fundamentales que sean


directamente vinculantes, pueden ser invocados ante los Tribunales
de acuerdo con la ley que los desarrolle o bien directamente con base
en el texto constitucional (si tal ley no existe), o con base en los
Tratados Internacionales. Tomando, nuevamente, el caso mexicano,
200
Derechos y Libertades

la Constitución prevé la regulación de procedimientos ante los


Tribunales ordinarios basado en los principios de preferencia y
sumariedad. Pero además, se contempla la posibilidad de recurso de
amparo ante los Tribunales de Distrito y ante la Suprema Corte de
Justicia de la Nación. Este último recurso tiene carácter subsidiario,
esto es, sólo procede cuando no hayan resultado suficientes los
demás mecanismos de garantía.

11.9 Protección internacional de los derechos humanos.

No existe aún un sistema internacional eficaz de protección de los derechos


fundamentales de la persona, dada la tradicional negativa por parte de los
Estados a reconocer limitaciones internacionales a su soberanía, aunque esa
tendencia se va corrigiendo, sobre todo a partir de la II GM.

De todas formas, la creación de Tribunales internacionales


dependientes de la ONU encargados de juzgar violaciones masivas de los
derechos humanos, genocidios y crímenes contra la Humanidad que hayan
quedado impunes por el Derecho interno (a partir de los Tribunales de
Nüremberg y Tokio) es todavía incipiente y con eficacia muy limitada, como
se vio en el caso del Tribunal Internacional sobre crímenes en la antigua
Yugoslavia. Otro tanto cabe afirmar del Tribunal Penal Internacional, cuya
efectiva puesta en funcionamiento aún no se ha producido.

201
UNIDAD 12

LOS DERECHOS ANTE LOS


PROBLEMAS DEL MUNDO ACTUAL

Teresa Maria Geraldes Da Cunha Lopes


Luis López Ramírez
UNIDAD 12

LOS DERECHOS ANTE LOS


PROBLEMAS DEL MUNDO ACTUAL

Teresa Maria Geraldes Da Cunha Lopes


Luis López Ramírez

12.1 Globalización y derechos humanos

Es evidente el debilitamiento de la posición del ciudadano que supone el


hecho de que las fronteras estatales sean cada vez más difusas en el actual
contexto globalizado. Ahora bien, como contrapartida en clave positiva
destaca el hecho de cómo la internacionalización de los derechos y de sus
mecanismos de protección ha servido para que la soberanía estatal deje de ser
utilizada como pretexto para considerar a la protección de los derechos
únicamente como un asunto interno de cada Estado. Si en la dinámica de
integración internacional de los Estados, los centros de poder y efectiva toma
de decisiones se alejan cada vez más del ciudadano, éste tendrá cada vez más
difícil reclamar y hacer valer de modo efectivo sus derechos y libertades.

Así las cosas, cuando el Estado muestra su limitación e impotencia hasta el


punto de no poder garantizar los más elementales derechos, resulta
perfectamente comprensible que el ciudadano se retire a la pasividad de vida
privada, que procure satisfacer por sí mismo lo que en la sociedad civil no
encuentra y lo que el Estado tampoco le proporciona. En esta idea se
encuentra, al menos en parte, la explicación al preocupante y complejo
proceso de radicalización al que nos está tocando asistir.

12.2 Inmigración, multiculturalismo, tolerancia

Otro aspecto problemático referido a los derechos humanos es el fenómeno


inmigratorio que, en particular, vive la Europa comunitaria, o que constituye
un polémico (y trágico) relacionamiento entre Estados-Unidos y México.
Para afrontar estos problemas se habla, continuamente, de la posibilidad de
adoptar “medidas” contra los países que no colaboren para evitar la
inmigración clandestina. La puerta que ha quedado abierta a la expulsión
masiva de este tipo de inmigrantes, y la traducción que ello puede tener en
forma de reforma de nuestra legislación de extranjería, ha hecho saltar la
alarma sobre lo que se ha dado en llamar la “Europa fortaleza”, o sobre las
actuales propuestas de criminalización de los indocumentados en Estados-
Unidos.

205
Teresa Maria Geraldes Da Cunha Lopes y Luis López Ramírez

La política de la Unión Europea en esta materia debería venir


orientada en una doble dirección, sobre la base ineludible de la dignidad de la
persona, y marcada por la búsqueda del (difícil) equilibrio entre las medidas
que eviten el denigrante tráfico de personas que suele ir unido a la
inmigración clandestina, y las dirigidas a fomentar la integración social de
los inmigrantes en un contexto intercultural.

Dicha integración tiene que ver con generar la coexistencia de


culturas como consecuencia del fenómeno migratorio. Consiste en que los
inmigrantes sean acogidos conservando sus costumbres y creencias en la
medida en que no atenten contra los principios y valores fundamentales de la
sociedad de acogida. Se respeta, por tanto, el pluralismo de culturas, pero
desde el respeto a los valores fundamentales de convivencia en los que se
basa la sociedad de acogida. La integración no debe confundirse con la
asimilación (que supone la pérdida de las pautas culturales de los
inmigrantes) ni con la solución multiculturalista, que, llevando hasta el
extremo la idea de tolerancia, supone el derecho ilimitado de toda
comunidad cultural a conservar sus creencias o costumbres,
independientemente de su conformidad o no con los valores democráticos y
liberales. La solución de la integración es compatible con la idea de mestizaje
cultural como valor de enriquecimiento, sin el cual, por otra parte, no habría
sido posible la civilización occidental.

En definitiva vemos que, en lo tocante a la integración, resulta


decisivo el papel de la educación en torno a los irrenunciables pilares básicos
de la convivencia democrática.

12.3 Derechos y proceso educativo: la “cultura de los derechos y


deberes”

Puesto que “nadie nace demócrata, sino que se hace demócrata”, la


consolidación del modelo democrático de convivencia pasa necesariamente
por un adecuado proceso de “socialización política democrática”, que se
materializará a través de diversos medios. Entre ellos, la familia, los medios
de comunicación y, destacadamente, la educación.

Nuestra propia Constitución recoge, como objeto de la educación, el


pleno desarrollo de la personalidad humana en el respeto a los principios
democráticos de convivencia y a los derechos y libertades fundamentales.

Ahora bien, no podemos dejar de añadir que la labor de socialización


democrática que pueda desarrollarse en los centros educativos, aun siendo
necesaria, no es por sí misma suficiente si el niño o el joven, al salir del aula,
se encuentra con un clima social que desmienta las enseñanzas recibidas. Así
206
Los Derechos ante los problemas del mundo actual

lo demuestran, sin duda, los brotes de xenofobia e intolerancia que pueden


observarse en nuestras sociedades, que por otro lado son globalizadas.

Educación y participación se encuentran inseparablemente


relacionadas, en cuanto que aquélla posibilita el respeto e interiorización de
los derechos, libertades y deberes, así como la proyección de los mismos
hacia una sociedad libre, justa, democrática, tolerante y solidaria. Tal
proyección sólo podrá hacerse efectiva en un contexto social participativo, y
partiendo de una adecuada pedagogía de los derechos. Ésta pasaría por un
correcto entendimiento de los mismos que vaya más allá de la “comodidad
individualista, más dada a la reclamación que a la ayuda”, y los contemple
como elementos esenciales de un sistema que “nos integra en una tupida red
de reciprocidades”. Debemos entender que los derechos y libertades
“permiten y exigen a la vez conceden y reclaman”. Por ejemplo, el derecho a
la participación política mediante el derecho de sufragio llevará consigo el
deber cívico (aunque no exigible hoy jurídicamente en México) de votar,
contribuyendo así a la formación de la voluntad popular representada en el
H.Congreso de la Federación y en los Congresos Estatales…

En definitiva, los deberes son vínculos que piden o exigen obrar de


una determinada manera. Junto al mencionado deber genérico de respetar los
derechos de los demás, existen otros deberes constitucionalmente
reconocidos

12.4 Los Derechos Humanos en la Sociedad de la Información y del


Conocimiento

La utilización masiva y generalizada de las nuevas tecnologías puede facilitar


la vulneración de los Derechos Fundamentales de la Persona, en particular, el
Derecho a la Intimidad de las personas al nivel de la Protección de Datos
Personales. Las nuevas tecnologías permiten acceder y agregar datos
personales dispersos que de esta manera facilitan la definición de un perfil,
intrusivo y completo de la persona afectada, sin que, obligatoriamente, esta
tenga conocimiento de ello y sin dejar ningún rastro de identificación del
responsable por la obtención, tratamiento, transmisión y utilización de los
datos personales. Además permiten el flujo transfronterizo de datos
personales, con controles mínimos o inexistentes de los Estados-Soberanos.
De esta manera, la persona afectada no puede realizar ningún control sobre
esos datos ni sobre el uso que de ellos se realiza.
Conviene distinguir dos modalidades diferentes mediante los que Internet
puede propiciar que la privacidad se vea afectada:
 En primer lugar, el uso que de la red pueda hacer otra persona o
personas de modo que se vea afectada mi vida privada personal o
207
Teresa Maria Geraldes Da Cunha Lopes y Luis López Ramírez

familiar. Por ejemplo, difundiendo por la red mis datos personales,


enviando a mi buzón de correo electrónico publicidad no solicitada,
o albergando en su servidor una página de contenido pornográfico de
acceso libre en la que pueden entrar mis hijos desde mi propia casa.

 En segundo lugar, el aprovechamiento por otra personas o personas


del uso que yo hago de la red para entrar en mi vida privada. Por
ejemplo, leyendo el contenido de mis mensajes de correo electrónico
o espiando en mis hábitos de compra electrónica o en las páginas
Web que suelo visitar.

La primera modalidad incluye todos los casos en los que la afectación a


mi privacidad es consecuencia del ejercicio por un tercero de su derecho a la
libertad de expresión a través de Internet. Proteger mi privacidad puede
suponer, en esas circunstancias, limitar la libertad de expresión de otro.
Para analizar cómo puede afectar Internet al derecho fundamental a la
privacidad, es preciso definir primero este derecho. Como todos los derechos
fundamentales no tienen unos contornos precisos, por lo que es necesario
estudiar brevemente su origen y su evolución.
La privacidad no se contemplaba inicialmente en la lista de derechos
fundamentales clásicos. Su formulación fue durante mucho tiempo
exclusivamente doctrinal (estaba sólo en la doctrina, es decir en los trabajos
científicos de los juristas, pero no en la ley) y sólo recientemente se ha
convertido en un derecho fundamental positivo (es decir, en una norma
jurídica real), bien de carácter legal (presente en los textos legales o
constitucionales) o jurisprudencial (fruto de las sentencias de los tribunales,
pero sin un respaldo legal claro).
La primera formulación doctrinal, de origen norteamericano, apuntaba a
la “Privacy” como el derecho a que "le dejen a uno en paz" (the right to be
alone). Esta primera formulación sirvió, sobre todo gracias a la labor del
Tribunal Supremo de los Estados Unidos, a declarar contrarias a la
Constitución normas que entraban a regular aspectos propios de la vida
privada de las personas (como, por ejemplo, el uso de anticonceptivos en las
relaciones sexuales, o la penalización de las relaciones homosexuales entre
adultos). Gracias a esta construcción de la Privacy se pudo encontrar apoyo
constitucional para declarar inconstitucionales todas normas de muy diversa
naturaleza (entre ellas las encaminadas a la penalización del aborto en la
mujer).
Esta primera manifestación de la “Privacy” (GRISWOLD vs
CONNECTICUT; ver WARREN) se ha vertido luego en normas
constitucionales o internacionales que han consagrado un derecho
fundamental a la Intimidad. Su fundamento sigue siendo el mismo: hay
parcelas que pertenecen a lo más íntimo del ser humano y que sólo a él - no
al Estado - corresponde regular.
208
Los Derechos ante los problemas del mundo actual

Gracias a esta concepción es posible hablar hoy de:


 Un derecho general a la Intimidad, que regula (y, en determinados
casos, prohíbe) la obtención de información íntima concerniente al
individuo, por ejemplo frente a la libertad de expresión de un tercero
(un artículo de prensa que revele datos íntimos de una persona
famosa), frente otros intereses de particulares (por ejemplo, los datos
genéticos que exige una compañía de Seguros) o frente al Estado
(por ejemplo, la grabación por la policía de una conversación de un
sospechoso de haber cometido un delito).

 Manifestaciones específicas del Derecho a la Intimidad, consideradas


como derechos autónomos, como la inviolabilidad de domicilio o el
secreto de las comunicaciones.

El carácter autónomo de estos derechos consiste en que, aún teniendo


como origen la protección de la Intimidad personal, se han independizado de
éste, de modo que:
 La inviolabilidad de domicilio protege todo lo que se desarrolle en
ese ámbito, tanto si pertenece como si no a la esfera de lo que puede
considerarse "íntimo".

 El secreto de las comunicaciones protege todo tipo de


correspondencia, no sólo aquélla que tenga un contenido íntimo o
revele datos pertenecientes a la esfera de Intimidad.

Una de las consecuencias de la violación del Derecho a la Intimidad: la


prueba ilícita. Una de las principales manifestaciones del Derecho a la
Intimidad es su ejercicio con ocasión de una investigación policial. Cuando
el titular del derecho es un sospechoso de haber cometido un delito, el
régimen jurídico del mismo puede exigir:
 la autorización judicial para restringir el Derecho a la Intimidad. De
este modo, la policía debe solicitar del juez una autorización para
entrar en un domicilio o para interceptar una comunicación. A su
vez, la autorización del juez debe respetar ciertos principios de
motivación, proporcionalidad, etc.

 Cuando el delito es extremadamente grave, por ejemplo, en casos de


sospechosos de pertenecer a grupos terroristas, puede existir una
normativa de excepción (legislación antiterrorista) que matice los
requisitos anteriores (por ejemplo, permitiendo a la policía intervenir
pero exigiendo que, con posterioridad, lo comunique al juez), o
incluso que, en la práctica, los haga desaparecer.

209
Teresa Maria Geraldes Da Cunha Lopes y Luis López Ramírez

Es en estas ocasiones cuando entra en juego una de las consecuencias


más llamativas de la vulneración de este derecho, la denominada prueba
ilícita o prueba obtenida en violación de derechos fundamentales.
En virtud de este principio, una prueba obtenida vulnerando el Derecho a
la Intimidad (por ejemplo, grabar una conversación o entrar en un domicilio
sin la correspondiente autorización de la autoridad judicial) no puede
utilizarse como prueba de cargo contra un sospechoso de haber cometido un
delito.
Ello puede traer consigo que, incluso en situaciones en la que la prueba
obtenida ilícitamente demuestre de un modo incontrovertible la culpabilidad
del acusado, éste tenga que ser puesto en libertad, si no existe otra prueba de
cargo en su contra o si la que hay no pudo haber sido obtenida sin el
concurso de la primera (por ejemplo, cuando la interceptación ilícita de una
comunicación permite a la policía localizar a un sospechoso que mantiene
una conversación telefónica, interceptada ahora con la oportuna autorización
del juez, que permite inculparlo).

En definitiva, una prueba obtenida vulnerando del Derecho a la


Intimidad, la inviolabilidad de domicilio o el secreto de las comunicaciones
es una prueba que viola derechos fundamentales (como, por ejemplo, una
confesión obtenida mediante tortura) y por lo tanto nula.
Una etapa posterior de la evolución posterior de la Intimidad ha venido
suscitada por la problemática que genera el tratamiento de los datos
personales, tanto aquellos que se refieren a aspectos tradicionalmente
considerados pertenecientes a la esfera de "lo íntimo" (relacionados con la
moral sexual, la ideología, la religión, etc.) como otros que pueden
considerarse en principio "banales" (principalmente hábitos de consumo), o
innovadores, como datos genéticos (en particular el uso de las pruebas de
ADN) .
Es habitual la recogida y almacenamiento de estos datos mediante
encuestas con finalidades sociológicas (trabajos científicos sobre las
actitudes de la población), políticas (sondeos de opinión o electorales),
económicas (orientadas al mercado), policiales (bases de datos de delitos,
sospechosos, etc.) y otras.
Ahora bien, las posibilidades abiertas por el tratamiento informático de
los datos ha difuminado la distinción entre lo que debe considerarse íntimo y
lo que no, ya que cualquier dato, por banal que pueda presentarse, puede
contribuir a configurar un determinado perfil actitudinal.
Esto ha hecho cambiar el concepto mismo de "Intimidad", que tiende a
ser sustituido por el más amplio de "privacidad". La "privacidad", entendida
de este modo, cubriría datos que, aunque relativos a conductas no
pertenecientes en principio a la esfera íntima, son susceptibles de un
tratamiento informático conjunto que permite trazar un perfil completo de las
210
Los Derechos ante los problemas del mundo actual

pautas de la vida privada del individuo. Más que de una esfera íntima, la
metáfora actual apunta a lo privado como un mosaico, cuyas piezas todas
contribuyen, incluso la más pequeña, a dotar de significado al conjunto.
Por esta razón, las normas protectoras del Derecho a la Intimidad se han
extendido también sobre los límites del tratamiento informático de los datos
personales, hasta el punto de configurar un derecho fundamental especifico,
el derecho a la autodeterminación informativa o derecho al control sobre los
propios datos personales, al que se ha venido en denominar, por analogía con
el viejo derecho de "Habeas Corpus" con el término "Habeas Data" .Las
características de esta regulación suelen cubrir aspectos como:
 Las condiciones en las que puede procederse al tratamiento de los
datos personales.

 Tipos de datos cuya recogida y tratamiento se encuentra prohibido.

 Tipos de datos sujetos a unos requisitos específicos, por ejemplo, el


de consentimiento expreso o por escrito (datos considerados
sensibles).

 Confidencialidad y seguridad de los datos sometidos a tratamiento.

 Los derechos de información, acceso y notificación de los titulares


de los datos.

 El establecimiento de Agencias Independientes de Protección de


Datos con potestades inspectoras y sancionadoras.

 El establecimiento de acciones judiciales para reparar la violación de


los derechos anteriores.

Es interesante remarcar que la normativa sobre "Habeas Data" tiene un


origen y unos efectos directamente relacionados con la economía. Aunque se
trata de regular un derecho fundamental (a la "privacidad"), esta normativa
regula también de hecho la incidencia del tráfico de datos en el mercado.
Así, jurídicamente la protección de los datos personales, como ya se dijo
en un principio, se desprende de la tutela a la Intimidad entendida como un
derecho fundamental, por lo que los alcances de ésta, permean en la
conformación de aquellos. Es decir la evolución sociológica y jurídica de la
Intimidad se relaciona con esos datos personales.
Sin pasar de lado la influencia que la globalización arrastra para la
información y como consecuencia de ella para los “datos” y
consecuentemente para los “personales”. Es cierto que la sociedad de la
información alienta el flujo de información, casi sin límites, no obstante
211
Teresa Maria Geraldes Da Cunha Lopes y Luis López Ramírez

deberíamos reflexionar sobre la injerencia que se da en la información que


contiene “datos personales”. Unas preguntas serían ¿porqué esos datos están
ahí? ¿Cuál es la justificación y la pertinencia de esos datos?
El bien jurídico que se tutela en la Protección de Datos personales es la
Intimidad, ya MORALES PRATS ha sostenido que en la Privacy (sic) de la
esfera íntima “…se asientan las facultades clásicas de exclusión de terceros
en lo que respecta a hechos o circunstancias relativos a la Intimidad, con
relevancia jurídica (secretos documentales, secretos domésticos,
inviolabilidad de domicilio)…”.
Los derechos de libertad que corresponden con el status libertatis de las
personas, corresponden a los llamados derechos de la esfera personal y entre
ellos la protección de los datos personales frente a sus posibles usos
desmedidos, maliciosos o de plano ilegales, corresponden a esta tipología de
derechos que garantizan entre otras, un ámbito de libertad, pero también de
privacidad frente al Estado.
No obstante debemos señalar que la vulneración no sólo puede ser
producto del uso indebido de los archivos tradicionales o recopilados en
archivos tecnológicos que están en poder de Estado. También los particulares
pueden llegar a violentar este derecho de la esfera personal a al honor ya la
propia imagen, y esto porque los datos personales no sólo son aquellos que se
con tienen como signos escritos, también una imagen puede ser archivada y
su utilización puede transgredir, así mismo el honor pudiera llegar a dañarse
con la utilización de ciertos datos personales la Intimidad personal y
familiar. No debemos olvidar que cuando WARREN y BRANDEIS
analizaron el ámbito jurídico del “the right to be let alone”, se referían a que
la esfera privada de un hombre no debería ser perturbada por terceros, por lo
cual llegamos al punto de ser necesario distinguir claramente las esferas de
la Intimidad, puesto que no todas gozan del mismo nivel de protección.
Añadiendo a lo anterior que dependerá también de la misma característica
pública de la persona que se trate. Otro elemento a considerar: la
omnipresencia, en los últimos sesenta años de los registros de diversa orden.
Desde el inicio de nuestra vida vamos dejando “rastro”, huellas a través de
distintos medios y registros ante las instituciones del Estado (nacimiento,
matrimonio, compraventas, etc.) universidades públicas, inclusive ante la
muerte (acta de defunción); sin olvidar los rastros privados: tarjetas de
crédito, clubes privados de cualquier naturaleza y ahora hasta el cine. Hoy,
en México, este “rastro” es totalmente controlado por el Estado a través del
uso universal de la CURP.
También deberíamos distinguir entre la tradición anglosajona y la
neorromana, y es que si bien la naturaleza de este derecho fundamental tiene
sus inicios en la aquella, con las referencias de BRANDEIS al “Privacy”, una
vez adoptado por el derecho continental el contenido y derrotero que ha
tomado tal derecho tiene particularidades.

212
Los Derechos ante los problemas del mundo actual

Como anteriormente hemos referido, el Derecho a la Protección de


Datos personales no surge como un derecho autónomo, sino que se
desarrolla, sobretodo, a partir de la evolución tecnológica sostenida desde la
segunda mitad del siglo XX. No obstante en la actualidad diversos autores
consideran que debe considerarse ya, tal derecho, con plena autonomía.
Podemos argumentar que la Protección de Datos tiene como
presupuesto el resguardo a la Intimidad y, por supuesto. No obstante lo
anterior y analizando la naturaleza del Derecho a la Intimidad es
precisamente el que da lugar al desarrollo de los datos personales y su
protección tan sólo por considerarse derechos periféricos de la personalidad
pudiendo entender mejor la amplitud de la Intimidad informática.
Otra cuestión que no es loable dejar de lado es la relacionado con la
posible colisión de otros derechos con este tipo de derechos personales y
entre otros por supuesto que encontramos el derecho de acceso a la
información, puesto que se corre grave peligro que al no controlar el acceso a
la información tanto en el ámbito público como privado, se transgreda y
violente la naturaleza misma de la Intimidad y consecuentemente de los datos
personales. Ya se había comentado que la autodeterminación informativa es
un derecho que conlleva una acción positiva por parte de titular de esos
datos, es decir bajo su acción, controla la disposición y tratamiento de los
datos.
Pero también surge con encomiable importancia la acción de los
órganos estatales y de los entes privados en el sentido positivo y negativo
pues se requiere de actos de “no hacer” cuando tenga disposición expresa del
interesado y de “hacer” cuando el individuo ejercita esa autodeterminación
informativa para actualizar o suprimir algunos o todos los datos de carácter
personal. Para Morales Prats, autor anteriormente citado, el honor y la
Intimidad -en cuanto esfera de Intimidad situada en un contexto social dado -
, se presentan como bienes jurídicos interrelacionados, pues gran parte de las
ofensas a la fama o reputación de las personas se producen mediante el
menoscabo de la Intimidad. El Derecho a la Intimidad se ve, así, reforzado
por un conjunto de garantías jurídicas con las que se protege el mundo
interior de la persona frente a las perturbaciones que le pudiera causar la
acción desmedida de terceros. Sin embargo, la construcción doctrinal más
relevante ha sido formulada por los profesores Pérez Luño y Lucas Murillo
De La Cueva. Para el profesor Lucas Murillo, la autodeterminación
informativa: “en cuanto que posición jurídica subjetiva correspondiente al
status de Habeas Data», pretende satisfacer la necesidad, sentida por las
personas en las condiciones actuales de la vida social, de preservar su
identidad controlando la revelación y el uso de los datos que les conciernen
y protegiéndose frente a la ilimitada capacidad de archivarlos, relacionarlos
y transmitirlos propia de la informática, y de los peligros que esto
supone.”Ese objetivo se consigue por medio de lo que se denomina técnica

213
Teresa Maria Geraldes Da Cunha Lopes y Luis López Ramírez

de Protección de Datos, “integrada por un conjunto de derechos subjetivos,


deberes, procedimientos, instituciones y reglas objetivas”.

12.4.1 Seguridad informática y seguridad jurídica

Como consecuencia los desarrollos tecnológicos actuales, en partir en el


campo de las telecomunicaciones, de la biotecnología y de la nanotecnología
obligan a la revisión de la definición de de los términos de Soberanía, datos
personales, de sistema de aplicación de datos personales y datos sensibles
con el objeto de actualizarlos y hacerlos más consistentes al momento de
ponerlas en práctica, con el objetivo de: a) mejorar las reglas sobre
procesamiento de datos personales; b) establecer reglas especiales de algunas
definiciones como datos sensibles para que tengan una aplicación más
práctica; c) revisar los arreglos de acceso en la materia para encontrar un
balance entre los intereses de los sujetos que proporcionan datos personales y
los intereses de los organismos controladores de datos, sin reducir la efectiva
protección de los datos personales; d) revisar las reglas relacionadas con la
transferencia de datos personales a terceros países y establecer criterios más
simples y flexibles.
A partir del análisis de los contextos de producción actuales de las leyes
de Protección de Datos Personales en Internet podemos enunciar la
existencia de dos posibilidades de crear un equilibrio entre la seguridad
informática y la seguridad jurídica de los datos personales en Internet y la
fuerza motora, no reversible, de la introducción y generalización (ahora
controlada) de las nuevas tecnologías en todos los ámbitos de nuestro
cotidiano:
 Una primera posibilidad (real) es la de confiar exclusivamente y
abiertamente en la seguridad informática: “La respuesta a la máquina
reside en la máquina” según Clarke, en relación con los problemas
que la Sociedad de la Información y del Conocimiento (S.I.C.)
plantea a la propiedad intelectual. También podríamos sugerir vías
de afrontar las amenazas que la misma sociedad presenta a la
privacidad. Como veremos, de forma sumaria y no exhaustiva, el
principio de beneficios recíprocos y la promoción de aproximaciones
tecnológicas con “mentalidad privada” pueden ayudar a aquellos
interesados en ejercitar un mayor control sobre la circulación y uso
de su información personal.
 La segunda posibilidad es el reforzamiento de las posibilidades
propias al campo de la seguridad informática con elementos
específicos de desarrollo de la seguridad jurídica y de la protección
de la Intimidad y de los datos personales, colocando esta, tal como se
define en las legislaciones en la materia de la última generación de
Derechos de la Protección de Datos producida en la tercera etapa
histórico-doctrinal.
214
Los Derechos ante los problemas del mundo actual

Partimos del supuesto que el optimismo de los partidarios de la primera


opción o posibilidad tiene sus límites. Aunque estas tecnologías podrían
contribuir a lo que algunos llaman “empoderamiento” o “dar poder” al
usuario, existe el riesgo de que a los individuos afectados se les deje hacer
frente sin apoyo a los controladores de datos. En realidad, la tecnología no es
neutral: aunque es ampliamente ofertada a los ciudadanos, continúa estando
indirectamente financiada por las empresas y las agencias y departamentos
oficiales que pagan los servidores. Inevitablemente, estos últimos están
probablemente más atentos a los intereses de los controladores de datos que a
los de los ciudadanos. La llamada tecnología de protección de la privacidad
transforma o podría transformar la relación entre los individuos y sus propios
datos personales convirtiéndola en una relación de propiedad que, gracias a
las nuevas tecnologías, se convierte en negociable. Por lo tanto es necesario
destacar que la autodeterminación informativa es una libertad personal que
en absoluto es susceptible de negociación y que la sociedad tiene la
obligación de fijar ciertos límites al derecho de usar esos datos.
Este enfoque sobre las herramientas tecnológicas debe también
extenderse a nuevos jugadores ajenos al ámbito de la legislación de la
segunda etapa histórica- doctrinal, principalmente a los servicios de
comunicación y suministradores de equipos terminales. Su papel es crítico en
cualquier intento de permitir que los usuarios de los nuevos servicios de la
Sociedad de la Información monitoricen los datos entrantes y salientes del
sistema, además de las huellas de datos que ofrecen a las redes y sus posibles
usos. Se deben establecer responsabilidades estrictas en el suministro de
equipamiento y servicios que cumplan con la privacidad.
Las leyes de Protección de Datos de última generación se dirigen,
directamente a los problemas surgidos con las nuevas tecnologías de
telecomunicaciones y, en particular, al problema del flujo da datos
transfronterizos y que identifican a los proveedores de acceso a Internet,
móviles y otros operadores telefónicos como los responsables de informar al
público sobre los riesgos asociados al uso de sus redes, informando sobre
tecnologías amenazadoras de la privacidad y de ofrecer acceso a aplicaciones
apropiadas para favorecer la privacidad. Estos proveedores de acceso tienen
un papel central, ya que actúan de guardabarreras entre los usuarios y la red.
Por lo tanto se les pide “informar a los usuarios sobre medios técnicos que
puedan usar legítimamente para reducir el riesgo para la seguridad de datos y
comunicaciones”, “emplear procedimientos apropiados y tecnologías
disponibles, con preferencia a aquellos que han sido certificados, para
proteger la privacidad de las personas afectadas (…), especialmente mediante
la garantía de la integridad y confidencialidad de los datos, además de la
seguridad física y lógica de la red” e informar a los usuarios de Internet sobre
los modos de “usar sus servicios y pagar por ellos de forma anónima”. Los
suscriptores deberían tener acceso a una línea directa que les permitiese
215
Teresa Maria Geraldes Da Cunha Lopes y Luis López Ramírez

informar sobre violaciones a la privacidad, y los proveedores deberían


suscribirse a un código de conducta que les obligase a bloquear el acceso a
sitios web que no alcanzasen a cumplir con los requisitos de Protección de
Datos, sin importar dónde esté localizada la página web.
Un segundo nivel, identificado en las intenciones del legislador, está
conformado por los fabricantes y desarrolladores de equipamiento y
programas, y aquellos responsables del trazado de estándares técnicos y
protocolos usados en la transmisión de información de la red. Deberían
garantizar que sus productos o estándares:
• cumplen la ley, por ejemplo garantizando que los navegadores de
Internet transmiten la información mínima necesaria para conectar y adoptar
medidas de seguridad apropiadas;
• facilitan la aplicación de los principios subrayados en la parte II, por
ejemplo, permitiendo a los usuarios el acceso directo a sus datos personales y
al ejercicio del derecho de objeción automático, en particular mediante el uso
de blogs;
• elevan el nivel de Protección de Datos personales.
En la misma línea de la hipótesis anterior, trabajaremos bajo el
presupuesto de que debemos ampliar el alcance de la protección con respecto
a los datos cubiertos por las legislaciones de privacidad. Ya vimos que las
nuevas tecnologías hacen progresivamente posible el procesamiento de datos
en relación con individuos, no, como en el caso tradicional, mediante datos
relacionados a su identidad legal como el nombre o dirección, sino mediante
un punto de anclaje o incluso un objeto (llamado inteligencia ambiente)
asociado.
Los datos generados por cookies, al igual que los generados por las etiquetas
RFID incrustadas en la ropa o en productos, no hacen necesariamente
referencia a un individuo, sino que, como permiten contactar e incluso tomar
decisiones respecto de una persona, la persona tras el terminal en el caso de
los cookies o la persona poseedora de la ropa o los productos en el caso de
RFID, debe estar sujeta a determinada protección.
Los terminales, en el amplio sentido, deben convertirse en
herramientas tecnológicas totalmente transparentes para aquellos que las
tienen y las usen. Es más, en muchos casos en realidad pertenecen a los
individuos interesados y podrían verse como parte de su hogar.
Proponemos, así, que cualquier intrusión en su privacidad debe ser
tratada como cualquier otra intrusión.
La opacidad y complejidad de los sofisticados sistemas de
información a los que las personas someten datos requieren información
adicional que ya no se centra estrictamente en el procesamiento en sí o en
características individuales, sino en el funcionamiento general del sistema de
información y su habilidad para generar una vasta cantidad de información,
presente y futura. De ahí la necesidad de documentar los datos (origen,
usuarios, justificación lógica), describir los diversos flujos de información y
216
Los Derechos ante los problemas del mundo actual

sentar normas que controlen cómo se toman las decisiones, quién tiene
acceso y cómo se controla.
Destacamos que la evolución histórico-doctrinal del Derecho a la
Intimidad, desde su primera estructuración en el artículo de 1890 de
BRANDEIS y WARREN, hasta el enunciado de las Leyes de Protección de
Datos Personales de última generación, responden a dos principales
necesidades:
• La necesidad de suministrar a los individuos todo lo que precisen
para comprender y controlar su entorno informático; en particular, el
medio de penetrar en sus hogares. Se les debe otorgar control sobre
cualquier herramienta cuyo uso haga que se muestren a otros.
Hablaríamos aquí de una extensión del principio de consentimiento
informado, que ya es aplicado en otros campos, ej. en el campo de
los Bioderechos, y de la aplicación del Principio de Autonomía.
• La necesidad de dotar a la sociedad de herramientas para controlar
los desarrollos tecnológicos, que de otro modo podrían amenazar la
supervivencia de nuestras libertades colectivas e individuales.
Ahora bien, a pesar de la urgente respuesta a estas dos necesidades,
observaremos que, en la autopista de la información no existe una legislación
globalizada que rija las normas de funcionamiento de las
telecomunicaciones para la protección de la privacidad de los usuarios o
requisitos para garantizar que los terminales de telecomunicación que
facilitan a los usuarios navegar en esas autopistas funcionan con justicia y
transparencia, en particular, potencializando el derecho al olvido.
Tan sólo aplicando los principios de Protección de Datos
tradicionales a estas nuevas tecnologías, que son implícitos pero
componentes inevitables de toda telecomunicación, puede la computación
dirigirnos a una sociedad de la información democrática, proporcionando
progreso general para todos.

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Editado
18 de junio de 2010

Título
Teoría del Estado
1ª.Edición

Colección
“Transformaciones Jurídicas y Sociales en el Siglo XXI”
4ª serie/No. 12

Coordinadores de la Colección
Hill Arturo del Río Ramírez
Teresa M. G. Da Cunha Lopes
María Teresa Vizcaíno López

Coordinador de la Edición y Diseño Gráfico


Luis López Ramírez

Copyright ©: Teresa Da Cunha Lopes;Ma. Elena Pineda y Facultad de Derecho y Ciencias


Sociales /UMSNH

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