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8 Copias Valeriano Bozal (ed .)

Javier Arnaldo, Francisco Calvo Serraller, Dolores Casrrillo,


V icente Jarque, Francisco José Marrínez, Salvador M as,
Francisca P érez Carreña, Esteban Pujals Gesalí , Tonia Raquejo .
Delfín Rodríg uez, Gui llermo Solana, Antonio Valdecantos,
Gerard Vilar y J. F. Yvars

Historia de las ideas estéticas


y de las teorías artísticas contemporáneas
VOLUMEN I

L..J,.(k o4.Á ~
Visor
La balsa de la Medusa, 80

Colección dirigida por


Valeriana B07.al

l. a edición: 1996
2. A edición: 2 000

© de los textos: sus autores, Madrid, 1996, 2000


© de la presente edición, Visor Dis.• S.A., 1996,2000
Tom ás Bretón , 55. 28045 Mad rid
--.- www.visardis.es
ISBN O bra completa: 84-7774-699-0
ISBN Tomo lo 84-7774-580-3
De pó sito legal: M-22 .110-2000
Visor Fotoc om posición
Impreso en Españ a - Printed in Spain
Gráfi cas Rogar, S.A.
Navalca rnero (Madrid)
G. W. F. Hegel
Vicente jarque

Cada vez resulta más eviden te q ue el in terés principal del pensamiento estético
de Hegel (1770-183 1), sin menoscabo de la penetración y sens ibilidad de que hac e
gala en sus innumerables ob servaciones sobre cuestiones particulares, estriba en sus
famosas consideraciones en torno al despuésdelarte, es decir, su visión del arte co mo
ein Vngangmes, «algo pretérito», «un a cosa del pasado». Como es sabido, esta idea
ha sido con bastante frecuencia entend ida en el sentid o de un a pro clamación d e la
:( «muerte del arte» , de su litera l o virt ual acabamiento en una époc a que en adelante
hab ría de ser domi nada por la racio nalidad filosófica 0 , a fin de cuentas, científico-
técni ca. En realidad, cu an do se 10 exam ina con [Oda la seriedad que requ iere, el
asumo no s610 se nos tiene que apare cer bastante más complicado, sin o que. lejos
d e favorecer ninguna clase de superficial desalie nt o. es posible q ue d etermine por
revelarse insospechad amenre fecu ndo en o rden a una me jor comprensió n tamo del
presente como del porvenir d el arte .
Aun cuand o H egel no em prendería el desarrollo sistemático d e su esr érica h;1S~
ra un períod o relativamente tard ío (las ne tas y lecciones que nos han qued ado
co m ienzan en 1817. en H eidelberg. y se pro lo ngan hasta sus últimos añ os en
Berlín, en tre 1820 )' 1829). sus id eas sob re el arre se recorran sobre el trasfondo
d eterminado por el temprano rom an ticismo d e jena y Tubinga. en el co n rexro de
las exper iencias que tuvo ocas i ón de compartir con H olderlin y Schelling, en tre
1788 y 1793. El pu nro d e pa rtida era la concie nc ia d e la modernidad co mo reino
d e la escisión entre el espíritu y la naturaleza, frente a la pres unta organicldad de
q ue hab ría gozado la cul rura griega. Las fuen tes inmedi atas de esta visión de las
cosas era n, sob re roda. H erder y Sch iller. El p rime ro , co n su esfuerzo por salvar y
reacru alizar las viejas tradiciones en el sen o de la socieda d abstractamcnte raciona-
[iza d a, se ha bía adelantado al sue no rom ántico d e una «m itología d e la razón" tal
como se d emandaba en el Sp u mp rogramm hacia 1796. El segundo, de la mano de
Goethe, había enco n trad o en la literatura u n camino para llevar a Kanr más allá de
sí mism o. Ahora bien , tamo en un caso como en o tro, la solución a los dilemas del
criticismo kantiano quedaba encome ndad a en exclusiva al univers o de la experien-
cia estética, y mu y especialment e la de! arte. En cuanto al p ropio Hegel. lo que le
carac teriza es su resistencia a conformarse con la salida esteticista propugn ada por
lo s adalides del absolutismo romá ntico, como Schlege l o el propio Schelling. Ya en
su tem prano escrito so bre la Diferencia entre los sistemas de Fich te y Schelli ng
(I801) , H egel estab lecía la ..necesidad - d e la filosofía d esde el momem o en q ue ..las

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co ntradicciones han perdido su viva relació n e int eracció n y cobran au ronomía-, el
com etido d e la filosofla sería, poI supuesto, la reconciliación d e lo finito y lo infi-
nito, de necesidad y libertad, pero esa recon ciliación no podrá tener lugar de un
modo inmediato . sino qu e «tiene que hacer justicia a la separació n entre sujero y
objeto », es decir, a la iden tida d y a la no identida d d el Absoluto. En pocas palabras:
tiene que sufr ir «la fatiga del co ncepto,., la legitimació n racional. el j uicio público.
En este punto, Hegel se mantuvo fiel a los princi pios de la Ilust ración. En las
lecciones de j ena d e 1805-1806 (&alphilasophie), y en abierta op osición al imui-
cio nismo estético de Schelling, el arte es comparado con "el Baco indio, qu e es espl-
tiro oscuro qu e no se sabe a si mismo-.• Por eso - eñade Hegel- este elemento es
inad ecuado para el espíritu . Por eso el arte no p uede d ar a sus fo rmaciones sino un
esp íritu lim itado». pues "este medio d e la finitud. la intuición. no puede captar lo
infinito . Es sólo fingida u opinada infinitu d (...). fi ngida, no verdadera tepresen ta.
ción. No está en ella la necesidad. la forma del pensamiento. La belleza no es tamo
la exposición d e la verd ad, como más bien el velo qu e la recub re". Ahora bien. esta
reducción de la experiencia del arre a la esfera de la mera "o pinió n" -de lo ficticio,
lo ilusorio. la apariencia, lo merament e subjetivo- debe ent end erse co mo una con-
secuencia de la d esconfianza del joven H egel respecto d e tod o apresurado irracio-
nalismo enem igo de la Ilust ración, qu e él pretend ía «superar», pero no cont radecir
sin más. En cualquier caso, esta abrupt a confro ntación ent re la intuición inm edia-
ta y la me diació n d e la reflexión intel ectual queda da pront o matiza da con la hisro-
rización radical del Absoluto, algo q ue H egel sólo podría llevar a cabo a part ir de
las form ulacio nes de la Frnommología d~' Espíriru (1807).
De hecho, la rad ical hisrorizacion hegeliana d e la experi enc ia d el arce se prod u-
jo en un con texto d on de lo d ecisivo era la absolu tizaci ón d e la histor ia m isma . Esto
perm itía al arte m ant enerse en su posición de agent e medi ador en el cam ino hacia
lo absolut o. pero sólo a camb io d e presentarse en lo sucesivo como una mediació n
todavía inmediata, es decir, relativamente pobre en determinacio nes y ya superada
por la religió n y pOt la filosofía, en cuan to quc manifestaciones sup erio res del
Esptr iru Absoluto. D icho d e OtrO modo: po r un lado, el carácter sensible, la parti-
cularidad de la apariencia estética q ueda ba legitimad a y glo rificada , elevada al ran-
go d e materialización de una verdad univers al, puc.no qu e su núcl eo sería el
Abso luto. Po r Otro lado , ese ho nor significaba también la con den a del arte a su
aurodisolu ci ón en el seno de esa verd ad , qu e no podía ser otra que la establecid a por
la Razón co nsumad a com o Cie ncia. En efecto , si el Espíritu Absoluto ha de des-
plegarse a t ravés d e los tres "anillos de la conciliación»: el Arte, la Religión y la
Ci encia, es decir, en forma de man ifestació n sensible, de represent ación desd e el
senti mie nto y de con cepto sistemático, respectivamente, en tonces hay que pensar
qu e el con tenid o de verdad del arte no p uede ser sino el Espíritu, la Razó n, de
manera que su sentido tiene qu e poder resolverse sin residuos en términos filosófi-
cos. Es esto , precisame nte, lo que justifica y lo q ue incluso exige la teoría sobre el
arte y. po r tanto, la estitica. Y es esto también lo q ue d etermi na la estética como filo-
sofia del arte. Dc hecho, y en abierta oposici ón a Kant. H egel se niega a con siderar
la belleza natural co mo objeto de la estética filosófica. ...Lo bello naru ral c-escribe-
aparece sólo com o un reflejo de lo bello pe rteneciente al espíritu, como un modo

\ imperfecto , inco mpleto , de un modo qu e, según Sil sustancia, está com enido en el
espíritu mis mo ». D e hecho, son. precisamente esas ..insuficienc ias d e la realidad

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in mediata», natural, las que hac en necesario el arte , pues sólo en su caso p uede: la
belleza respo nde r al «id eal», es decir. a la p resencia co ncreta y singular, a la mate-
rialización sensible del espíritu en toda su dignidad , su verda d y su universalidad.
Así nos encontramos con que la pr imera estética qu e se de fine a sí misma co mo '
filosofía del arre, que hace del arte su objero exclusivo y le concede el mo nopolio
del Esp íritu en lo qu e con ciern e a la experiencia est ética, en cuanto q ue ..m anifes-
tación sen sible d e la Idea», esto es. del Absoluto, es también la primera que lo co n-
side ra como «cosa d el pasado... Por un lado, escribe Hegel en un pasaje célebre, ..el
arte no es, ni según el contenido ni según la forma, el modo su premo y absoluto de
llevar a conocimiento de hacer al espíritu conscient e d e sus verd aderos intereses..,
pues «sólo hay una cierra esfera y fase de la verdad susceptible de ser represent ad a
en el elemen to de la o bra de arte". es decir, en el ám biro de lo sens ible. M ás allá d el
arte -edespu ésc- estaría la religión , co ncretamente la religión cristiana, y, todavía
más allá. la racionalidad filosófica. Po r otro lado , esta fo rmu lación remite de inme-
d iato a la situació n histórica: unos tiempos qu e resultan ser «poco propicios para el
arte", puesto que «la cultura reflexiva de n uestra vida actu al.. se caracterizaría por su
proclividad a establecer "p unt os de vista generales", principios abstractos en funció n
d e los cuales art icular tanto en la teoría co mo en la prácrica la experiencia de lo par -
ticular, la vida sensible a la q ue el arte se deb e. D e tal modo, prosigue H egel, ..co n-
siderado en su det erm inación más suprema, el art e es y sigue siendo para nosotros,
en todos estos respectos, u na cosa del pasado »; ha perdido ..la verd ad y la vitalidad
auténticas». ha quedado remitido al ámbito de nuestra ..representación »: se ha con -
vertido. en lo fundamental, en objeto de la reflexió n.
Si hablásemos de un "fin del arte" en H egel, en ronces habríamos de pensar más
bien en dos: el uno, por obra d e la religión cristiana, y el otro. como cons ecue ncia
d e la racio nalidad filosó fico-científica q ue se cierra en form a d e sistema. En cu al-
q uier caso, lo cierto es que amb as perspect ivas sólo p ued en comprenderse en el mar-
ca del sistema estético en dond e Hegel las encua d ra. Así, para conc retar el sentido
d e esa cons u mación d el arre d ebemos segu ir al filósofo, p rimero , en su present ación
del despliegue histórico d el eideale, es decir, el desarrollo del arte a través de las rrcs
form as fund amentales: la simbólica , la clásica y la romántica. y, en segundo lugar,
en su elaborada articulació n de las diferentes art es singu lares. Si el p rim ero de estos
recorridos co nstitu ye una sistem atización de la historia d el arte, el segundo .apare-
ce, por el contrario, co mo una historización del sup uesto «sistema de las arres". Y
es justamente el ent recruzam ient o de ambos caminos el que, a la postre, nos per-
mitirá reto rnar al problema del carácter pretérito del arte , que el p ropio H egel asu-
me como p u nt o de partida.
Así pues, el «ideal», en cuanto q ue individualizaci ón sensible d el concepto, ~_ .:.
desarrollaría histó ricament e a lo largo de tres mamemos. El primero es el dd aru......-:.-
simbólico, esto es, el arre orient?! p~¡;dás!fo . Hegel remi te así a la fase histórica en la
que el arte, en cuanto que «símbolo.., se caracterizaría por el d esajuste entre forma
y significació n, entre apari en cia finita y sentido infini to . En este ma rco u bica el arte
oriental, en especial el hind ú, así como la literatura hebrea. Pero la plenitud dd sim - \
bolismo co rrespond e al mundo egipcio. Es en tonces cuando el «desacuerde .. qu e
consdeuye el símbolo se hace "sublime..: el espíritu se plan tea a sí mismo, de mane-
ra consci ente, como problema en el ámbito d e lo sublime, aunque sin lograr su
aurod escifram ien ro. Po r eso la culminació n d el simbolismo la enc uent ra Hegel en

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el enigma de la esfinge. «símbolo de los simból ico mismo», donde ..el espíritu
hum ano tiende a salir de la fuerza obtusa y bru tal de la bestia, pero no alcanza a
manifestar comp letamente la prop ia Iiben ad». En consecuencia, el arte que corres-
ponde de manera prioritaria a esta fase de su despliegue histórico ha de ser la arqu i-
tectura, es decir. aquella forma de arte cuyo sentido espiritual se mant iene más
próximo a la materialidad natur al inmediata y, po r tanto , más pobre en determ ina-
ciones.
El agotamiento de la forma simbólica conduce al que Hegel califica como ..el
cent ro» mismo del arte, elpunrc en q ue se da la más perfecta unidad de forma y con-
--':> tcnido.¡En efecto, es enel am clásico donde encuent ra H egel la -compenerración»
absoluta "enrre espíritu y ~ anl fes-tac ióñ sensible, ent re libertad y necesidad ma terial,
enrre universalidad y part icularidad, entre claridad int electual y dominio técnico de
los materiales. Precisamente en esto consistiría la realización plena del «ideal» de la
belleza, es decir, en la representación paradigmática de la figura humana en cuanto
qu e encarna ción singula rizada de la «idea» espiritual. No extraña, pues, que sea la
escultura el arte que H egel presenta como el más ajustado a este universo estético,
En cualquier caso, ha de quedar claro qu e la orientación clasicista de la estética he-
geliana no deriva de un gusro meramente personal, o de su eventu al insatisfacción
ante los resultados dd romanticismo , sirio que, en lo fundame ntal, descansa más
bien en su concepción de la religión (esto es, la auténtica, la «reveladas} como el esta-
do que corresponde a un «después del arte". Así, la perfección del modelo clásico no
estr ibaría sino en el hecho de que , en el m undo griego, arte y religión eran rod avía
la misma cosa. Puesto que, a diferencia de lo que sucedería tras la irrup ción del cris-
tianismo, «el arte fue en Grecia la más alta expresión del absoluto.., de modo que «la
religión griega es la religión misma del arte". El artista, en efecto, era justamente el
creador de los propios dioses, aquel (lue con fería una forma (humana) a las repre-
sentacio nes d ifusas que extraía de las tradiciones de la comunidad.
De hecho, el arte clásico se configura como el triunfo de los nuevos d ioses olím-
picos sobre las antiguas divinidades telúr icas o cosmológicas. M ientras que éstas
aparecían como inmediatas y tod avía abstractas penonificociones de las fuerzas de la
naturaleza, los dioses de! periodo clásico se presentan como individua/idad~s autó -
nomas y comp letas en sí mismas, «sustanciales", doradas de una singularidad apiri-
tual y de un «carácter» que los artistas pod ían representar y desarrollar en figuras
dotadas de determinacio nes y capaces de acciones peculiares en las que, no obstan-
re, se hallarla presente un sentido universal: ~ m ayo r belleza no puede haber ni lle-
gará a haberla". Ahora bien , los olímpicos «llevan en sí mismos el germ en de su oca-
so», Pues este armónico estado de cosas s610 podía mantenerse en la medida en que
no se plantease el problem a de la infinitud del sujeto en cuanro que espíritu y, por
tamo, la «negatividad», la necesaria ind igencia de su existencia corpórea, material.
Los dioses griegos; dice H egel, habitan en una inmaculada -lcjanta respecto de toda
indigencia de lo finito » . La grandeza y la serenidad que W inekelman n celebraba en
ellos no eran sino produ cto de su «indiferencia" respecto de la miseria de la vida
finita. Por lo demás, e! conjunto de esos d ioses no puede llegar a constituir un ~sis­
tema" racion a\' sino que se queda en un simple «círcu lo» de caracteres limitados,
finitos, po r encima de los cuales se dibu ja la perspectiva de un destino abstra cto e
indeterminado. Así, es la mu ltiplicidad misma de las d ivinidades pagana~ , tan pro-
picia para e! arte, la que se revela como signo de una insuficiencia esenciaL

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De este modo, la realización artística del ...ideal» queda inexorablemente vincu-
lada a la vigencia de una religión en sí misma limitada. Con la irrupción de la «sub-
jetividad infinita» de la mano del cristianismo, el espíritu ya «no se afirma como una
revelación por obra del arte, sino que es capaz de revelarse sin él». Más aún . con el
crisrianisrno la religión se hace por fin «absoluta» y, por consiguiente, pasa a cons-
titu ir ..el preJup uesto esencial del arte», y no su form a inmediata de existencia. Es así
como nos inte rnamos en el que Hegel nos presenta como el mome nto decisivo en
donde habría de jugarse el destino histórico del arte, el autént ico comienzo de su
hora fatal: el arte romántico, es decir, el arte de la era cristiana. En el contexto de la
..interioridad absoluta» que corresponde a la «subjetividad infinita», el espíritu no
puede ya contentarse con la ...inmersión en la corporeidad»; al contrario, «se asegu-
ra su verdad sólo por el hecho de que desde el exterior se ve rem itido a su inrimi-
dad consigo mismo y pone la realidad externa eomo una existencia que no le es acle-
cuada». El cuerpo cristiano se presenta como el lugar del ..do lor infinito•. Por lo
mismo, la figura de C risto no se nos ofrece como objeto de contemplación estética,
como encarnación individual de lo divino en ti sentido del «ideal.., sino que vale
sólo como imagen sensible a través de cuya negación se revela lo más universal, es
decir, la verdad suprema del espíritu infinito manifiesto en forma de hu manidad.
Así se explica, igualmente, que las artes ..román ticas» por excelencia lo sean la pin-
~ura, la música}' la p.QCs.í~es decir,-:iq uell~ __d ºpde-la un ivérs;Uida~ e. inf!~itud_de
los_sígniflcados.queda asegurada por el máximo de deSmaterialiUción de la apa-
riencia flsica, sensible. 1
Ahora bien, esa negatividad de la existencia sensible conduce asimismo a una
suerte de desvalorización general de la ..exreriorídad- mundan a, la cual «queda
libre» como objeto de rep resentación. Así, en el contexto de cal «accidentalidad
natural de la existencia. sucede que «cualqu ier materia» puede ser legítimament e
representada. Es en esta distancia respecto a su conten ido material dond e descansa
eso que Schlegd llamaba ..liberalidad- del arte, y que no sería otra cosa que una de
las dimensiones de la célebre íronia. Por lo demás, las consecuencias de esta coyu n~
tura escindida discurrirían en una doble d irección . Por un lado, la fijación en la
interiorid ad genial llevaría a la vacía arbitrariedad del subjetivismo ..irónico», pro-
pio de un Rom ant icismo desgastado. atascado en su p ropia lógica fragmentaria. Por
otro lado, la ..liberalidad» respecto a los conte nidos abriría el camino hacia la con-
cepción del arte como una especie de exposición de retazos de la vida histórica, es
decir, hacia el realismo que ya por entonces se anunciaba en el ámbito de la novela .
tardo-romanrica. De cualquier modo, lo que el arte romántico establece como defi-
nitivo es la necesidad de reflrxi6n, es decir, la interposición del sujeto aucoconscien-
re en el proceso de produ cción de la obra, la imposibilidad de una relación de inme-
diatez natural, ..ingenua.., la introd ucción de una distancia rcspecto a la apariencia
estética. De hecho, y precisament e porque ya ..no hay ningu na necesidad absoluta»
de que sea el arte el encargado de dar expresión a determinado contenido, y puesto
que «cualquier forma" y «cualquier materia» se encuent ran, en principio, a disposi-
ción del artista, el arte se convierte en un "libre instrurncnro» manejable virtual- .. ' \
mente sin límites. Por eso el artista puede llegar a comportarse «como un d rama-
turgo que introduce y expone personajes disrinros a él, extraños»: la represen tación
se convierte en representación de la representación, y el arte, por tamo, en algo así
como Id puesta en escena de sí mismo.

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Nos encont ramos, pues, con la siguiente situ ació n: por u n lado, el arte habría
perd ido la funci ón privilegiada q ue una vez lc co rrespo nd ió: hoy, reconoce Hegel,
ya «no hi ncamos las rodill as- ame las estatuas de las div inidades griegas. Tampoco
el arre de la era cristi ana se nos aparecería dotado dc un sentid o su perio r, aut ó no-
m o y rcposa nte en sí. Por otro lado, sin embargo, la inserción del arte en el conrex-
tú d el Esp íritu Abso luto hace impe nsab le su me ra disolución o desaparición histó-
rica. Puesto que el sujeto del Espíritu Absoluto no es de los qu e sim plemen te olvida
su pasad o , su proceso d e constitu ció n. N i el art e ni la religión son como esa escale-
ra de la que hablaba Wittgenstein, q ue se puede ti rar u na vez el pens amiento se ha
servid o d e ella. En esta pers pectiva, tanto el arte como la religión hab rán de per~
man ecer eternam ente presentes, a la vez q ue etern ament e «p retéritos- en cuanto qu e
estratos necesar ios en el proceso de rep resent ación de la Razón finalmente triun -
fante, en ese co n texto de co ral au to transparencia q ue H egel auibuye al Esp íritu de
la modernidad. Po r lo demás, el hecho de que la Ciencia d el Absol uto haya sido
am plia mente vencida por la racionalidad cie nrffico- r écnica, hoy d ueña de la teo ría,
no d ebería ser ap rovechado de masiado apresuradamente como un argumento en
contra de Hegel y. po r tanto, como una baza en favor de una eventual "salvació n»
de la plenitud histó rica del sent ido del arre. En realidad, lejos d e ayudar al arte, ese
argumento serviría sólo para constatar, si acaso, la condi ció n «pret érita» de la [ilo-
soffa mism a. Con todo, bastaría co n u n simple desp lazam iento de los acentos para
comprender que tal vez sea p recisamente en el reconocim ient o de ese carácter. es
decir, en su deci dida inscripció n en la rradicié n d e eso q ue Hegel llamaba
..Espíritu », en donde podría estribar la últi ma opo rtunid ad de supervivencia. tan to
del a rte como de la filosofía.

Bibliogr afía

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