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Desayunar tiene ciertas implicancias que un simple análisis deja al descubierto pero que pueden
escaparse de la consideración de las personas. Por ejemplo, el plato típico venezolano hecho de harina
precocida de maíz tiene varias fases: el empaque detallado que pudiera comprar una familia es
distribuido a los comercios locales por transporte, en su mayoría pesado, que se desplaza hacia estos
desde el lugar de almacenamiento o fabricación del producto. Dentro de la fábrica se realizan
transformaciones mediante procesos químicos de la materia prima, que debe ser adquirida por la
empresa en el mercado nacional, donde los agricultores deben contar con las herramientas necesarias
para producir tales insumos en cantidades suficientes, o en el mercado mundial, donde las
negociaciones son en divisas y por las especificidades de la economía venezolana la estatal petrolera
tendría que vender los dólares requeridos a la compañía interesada; si esta última transacción se
completa, la mercancía sería trasladada en un barco, generalmente, que llegaría a un puerto como el de
La Guaira donde pasaría una serie de trámites administrativos para ser llevada a la planta de alimentos.
La descripción de este encadenamiento productivo es simplemente una reducción de la gran
cantidad de interrelaciones que en la realidad suceden. Si quisiéramos entrar en detalles se deberían
abordar , al menos, temas como la infraestructura nacional por donde va a ser trasladada la comida, la
capacidad de los agricultores nacionales y la dotación que tengan de maquinarias y productos
químicos, las técnicas de producción y transformación, los costos de transacción o tramitaciones
burocráticas, la cantidad que se requiere en el mercado y las empresas que participan para suplir esa
demanda, la accesibilidad, control calidad -certificaciones de sanidad- e importancia del producto en la
dieta, y otras varias; cada una de ellas con característica propias en su desarrollo.
Las líneas anteriores ilustran una actividad fundamental para la vida como lo es conseguir los
nutrientes y calorías necesarias para el desenvolvimiento del día a día. Así como lo es alimentarse,
también vestirse, ir a estudiar, al trabajo e incluso compartir en algún espacio público como una plaza
o privado como una reunión en casa de un amigo, son todas actividades cotidianas de una parte de la
sociedad, por lo menos en occidente, y el desarrollo de las tales y la proporción de la población que
puede o tiene la capacidad de realizarlas depende del sistema económico en el que se llevan a cabo. De
esta manera, para aumentar el bienestar de la sociedad es necesario estudiar la forma en que ella está
organizada, si esta estructura organizacional es eficiente en la satisfacción de esas necesidades
fundamentales -también las adquiridas cultural e históricamente- o si es posible mejorar, es decir,
maximizar el bienestar; eso es a lo que llamamos Economía. En palabras de Samuelson: “l a Economía es
el estudio de la manera en que las sociedades utilizan recursos escasos para producir mercancías valiosas y
distribuirlas entre los distintos individuos” (Samuelson y Nordhaus, 2010).
La Economía como ciencia
El estudio de este campo de conocimiento es relativamente nuevo si se compara con las ciencias
puras. De los miles de años que han pasado desde la invención de la agricultura, es apenas en el siglo
XVIII, entre 1730 y 1780, cuando se vivía una época de cambio en la estructura social debido al
derrumbe del sistema feudal y el avance de la revolución industrial, cuando un conjunto de
pensadores, entre los cuales se encontraban Richard Cantillón, Bernard Madeville, François Quesnay y
Adam Smith, observando el hecho de que algunas naciones estaban incrementando sus riquezas de
manera más acelerada, comienzan a investigar cuales eran las causas de este suceso. Lo que encuentran
es que la riqueza no es solamente un fenómeno aleatorio de la naturaleza sino que se puede crear y es el
trabajo quien la crea. Además, debido a una propensión al intercambio mercantil más intensificado,
característico de esas sociedades, se fue generando una división del trabajo más profunda propiciando
la especialización y esta, a su vez, un aumento de la productividad que se tradujo en un crecimiento de
la producción de riqueza.
Luego de la publicación de Quesnay de su Tableau économique (Tabla Económica) y de las
sistematizaciones de Adam Smith y sus conceptos sobre la producción destinada al mercado y la
participación que cada clase social tiene en el producto -beneficio para el poseedor del capital, salario
para el que aporta la fuerza de trabajo y renta para el propietario de la tierra- es un economista francés,
Jean Baptiste Say, quien habla de una Ley General de la Economía conocida como La Ley de los
Mercados de Say, que se resume en la afirmación de que toda oferta crea su propia demanda; esto es lo
que decía: “Un producto terminado ofrece, desde ese preciso instante, un mercado a otros productos por todo el
monto de su valor” (J.B.Say, 1803). Sin embargo, puesto que deja de lado la posibilidad de que exista una
crisis de sobreproducción o subconsumo, lo cual contrasta con la realidad -como evidencia lo ocurrido
durante los años treinta cuando el sector privado tuvo una incapacidad de generar demanda efectiva
provocando así una severa situación en Estados Unidos, cuyo nivel de desempleo llegaba al 25%- esta
proposición, por lo tanto, no es una ley que siempre se cumple. David Ricardo también, estudia e
intenta descubrir las leyes que rigen la distribución del ingreso y los neoclásicos, como Walras, Jevons y
Menger hacen uso de la matemática e idean modelos ecuacionales para explicar las decisiones de los
agentes.
A pesar de esto, el gran blanco de las críticas que sobre la Economía han recaído ha sido su
estatus de ciencia, constantemente cuestionado por presentar dificultades al momento de formular
leyes generales que puedan ser verificadas en la realidad, hasta el punto de que La Real Academia de
las Ciencias de Suecia, para que no se generen muchas discusiones sobre la veracidad de tal afirmación,
nombró al premio que entrega a los destacados en este campo con la frase “Premio en CIENCIAS
ECONÓMICAS en honor a Alfred Nobel”. Es cierto, la ley de la gravedad se cumple, si dejamos caer
una pequeña piedra desde el primer piso de un edificio, desde un avión o si esta es lanzada hacia arriba,
bien sea lloviendo, con sol o con viento, la piedra caerá. Pero cuando hablamos de aumentar la liquidez
monetaria no se puede decir que su resultado será un aumento del producto nacional; o si en lugar de
eso, aseguramos que un aumento de la tasa impositiva hará que la recaudación fiscal aumente, ese
pronóstico también podría fallar.
La razón es muy simple, pues se trata de una ciencia social y como tal está condicionada al
comportamiento de la sociedad en relación con sus recursos, el cual es cambiante y difiere en cada país
o región. No obstante, dadas ciertas condiciones, la teoría económica describe el comportamiento de
los agentes económicos de manera acertada, verbigracia, las Leyes de la Oferta y la Demanda, las cuales
explican la existencia de una relación, directa en el primer caso e inversa en el segundo, entre los
precios y las cantidades de producto. Por otro lado, la teoría económica ha ido evolucionando e
incluyendo cada vez más en su análisis el impacto de las coyunturas sociales; tales han sido los aportes
de Ronald Coase con el concepto de “costos de transacción” y de Douglass North con el nuevo
institucionalismo o enfoque institucional.
De esta manera, la importancia del estudio de la Economía es insoslayable. La educación es el
núcleo del progreso y del desarrollo humano pero si la inversión es insuficiente o ineficiente para
garantizar el acceso a ella, ese progreso se verá lejano. El estudio de la salud y la Medicina es
importantísimo para la vida pero si las condiciones de miseria son muy altas, de seguro los médicos
serán muy pocos para la cantidad de enfermos. La ingeniería es muy necesaria para la planeación de
cualquier programa habitacional, comunicacional o tecnológico pero si la accesibilidad a estos no se
garantiza puede generar grandes brechas sociales perjudiciales.
Las conductas sociales tienen repercusiones en las conductas económicas pero estas últimas
pueden también causar un efecto importante en la actuación social. Al estudiar la Economía podemos
y debemos llegar a los incentivos correctos para modificar esas conductas y lograr “la expansión de las
libertades”.
“Ninguna sociedad puede ser próspera ni feliz si la
mayoría de sus miembros son pobres y miserables”
Adam Smith
Luigi D. Di Biase G.