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CUESTIÓN I: FREGE – RUSSELL

Miguel Martínez Rodríguez.


Filosofía – Grupo 26.
Curso 2007-2008
Miguelrapido3@gmail.com

Explica en qué consistiría negar, según las semánticas de Frege y de Russell, lo


expresado en oraciones como la siguiente:
“El que bebe compulsivamente martinis al fondo de la barra está borracho”

***

Según el principio de composicionalidad, Frege construye el significado de una


oración a partir del significado de sus partes. Puesto que Frege distingue en la noción de
significado la dicotomía sentido y referencia, y las partes de la oración tiene significado
según el principio de composicionalidad, en éstas también debe distinguirse sentido y
referencia.

En el caso de expresiones compuestas (oraciones con oraciones subordinadas),


Frege asigna igualmente significado (sentido y referencia) a sus partes constituyentes
(oraciones subordinas) según el principio de composicionalidad: “la referencia de una
expresión compleja es una función de la referencia de sus partes constitutivas”1 y “el
sentido de una expresión compuesta es una función del sentido de sus partes
constitutivas”2. Para que la oración compuesta tenga sentido y referencia, deben tenerlo
también las partes que la constituyen.

En las oraciones compuestas, las oraciones subordinadas, “aparecen como partes


de una estructura enunciativa que, desde el punto de vista lógico, es asimismo un
enunciado, a saber, el enunciado principal”3. Es decir, las oraciones subordinadas
pueden ser tratadas como partes significativas de una oración principal. Para que la
aportación de las oraciones subordinadas al significado de la oración principal siga el
principio de composicionalidad, Frege considera algunas excepciones respecto de la
determinación del significado en oraciones simples.

En el caso de nuestra oración subordinada,

“El que bebe compulsivamente martinis al fondo de la barra está borracho”

1
FRÁPOLLI, M. J. y ESTHER ROMERO: Una aproximación a la filosofía del
lenguaje, Madrid, Síntesis, 1998. pp., 70
2
Frapolli, 1998, pp., 70
3
FREGE. Sobre sentido y referencia. 1892. pp., 32 (para la paginación seguimos la
copia dejada en reprografía)
consideraremos dos opciones sobre qué supone su negación. En el primer caso
seguimos el ejemplo de Frege en Sentido y referencia; en el segundo, ofrecemos una
alternativa crítica con esta opción.

A) Sigue a Frege según su ejemplo, “El que descubrió la forma elíptica de las
órbitas planetarias murió en la miseria”.

En este caso, en la oración subordinada, “las palabras tienen ciertamente su


referencia usual, pero sin que aparezca un pensamiento como sentido, ni un valor
veritativo como referencia”4. Es decir, la oración subordinada no tiene, a diferencia de
las oraciones simples, un pensamiento completo por sentido ni un valor de verdad por
referencia. Ello se debe a que «el que» “no tiene ningún sentido independiente, sino que
proporciona las relaciones con el segundo miembro del enunciado”5: el sentido de la
oración subordinada no es completo. No lo es, y si lo fuera, podría enunciarse en una
oración. Frege dice que esto no es posible. La referencia, por su parte, no es un valor
veritativo, sino una persona. Según esto, consideramos la oración subordinada como
una oración simple, sin hacer ninguna de las excepciones que Frege considera con otros
tipos de oraciones subordinadas. Este es justo el punto conflictivo, pues estamos
considerando una oración que desempeña una función nominal como si se tratase de una
oración simple.

Por tanto, la oración principal tiene una parte cuyo sentido no es completo y
cuya referencia no es un valor de verdad sino x. Para que la oración principal tenga
sentido y referencia, según el principio de composicionalidad, sus partes tienen también
que tener sentido y referencia completos. Así pues, como esto no ocurre, no podemos
afirmar ni negar normalmente esta oración.

Para Frege, “cuando se afirma algo, siempre es evidente la suposición previa de


que los nombres propios utilizados, ya sean simples o compuestos, tienen referencia”6.
Como hemos mostrado, nuestra oración subordinada no tiene la referencia que debería
tener (su referencia es x y no un valor de verdad), no podemos afirmar la verdad o
falsedad de la oración principal. Para poder hacerlo, Frege propone dos posibilidades:

- Recurrir a otra oración que sustituya a la subordinada y que nos proporcione un


valor de verdad como referencia. Una oración tal podría ser: “Hay uno que bebe
compulsivamente martinis al fondo de la barra está borracho”

- O bien, que se de la ilusión de que efectivamente estamos designando un objeto


del que afirma o negar algo. Efectivamente, si afirmamos nuestra oración
principal, nos damos cuenta de que automáticamente estamos creando esta
ilusión. Para Frege, las lenguas “tienen el defecto de que en ellas son posibles
expresiones que, por su forma gramatical, están destinadas a designar un objeto,
pero que, en casos especiales, no consiguen este objetivo suyo”. En tales casos
pueden producir la ilusión de que tal designación se da.

4
Frege, 1892, pp., 35
5
Frege, 1892, pp., 35
6
Frege, 1892, pp., 36
Ambas soluciones pueden darse para que sea posible afirmar o negar la oración
principal. Ambas proporcionan una referencia para poder completar la referencia de la
oración principal y así poder afirmarla o negarla.

Según el principio de composicionalidad, las partes de una oración deben tener


significado (sentido y referencia) para que lo tenga la oración principal. Por lo tanto no
es posible afirmar la inexistencia de la referencia de una de las partes (no se podría
construir la referencia de la oración principal según sus partes). Podrá, en todo caso,
afirmarse algo de una referencia ya dada. Y lo mismo para la negación: podrá negarse
algo de un objeto existente, pero no podrá negarse la misma referencia. Una oración que
negase su referencia estaría negando la referencia de una de sus partes. Como ya hemos
dicho sin la referencia de las partes no se puede construir la referencia a un valor de
verdad, por lo que no es posible la negación. Negar la referencia implica que tal
referencia no existe, lo cual a su vez implica que no es posible la negación. La negación
implica que es imposible efectuar tal negación: se trata de algo contradictorio.

La negación de nuestra oración será entonces la siguiente. Si consideramos que


existe un objeto debido a una ilusión y lo consideramos válido, entonces podemos negar
el predicado para el sujeto dado:

“El que bebe compulsivamente martinis al fondo de la barra no está


borracho”

Si consideramos que la expresión no tiene referencia, la negación podría


consistir en afirmar en negar la referencia de la subordinada:

“x no tiene referencia”

o bien

“No hay uno que bebe compulsivamente martinis al fondo de la barra”

B) Otra opción consiste en considerar la oración subordinada no como una oración,


sino como un nombre. Al ser un enunciado nominal hace la función de nombre.
La oración subordinada es incompleta como oración (no tiene un sentido
independiente ni un valor de verdad por referencia), pero si la consideramos
como un nombre, entonces si es completa: tiene un objeto como referencia y un
sentido.

En esta situación, la oración subordinada, funcionando como nombre podría


sustituirse por “el compulsivo”. En tal caso sería un nombre cuya referencia es un
objeto, en este caso una persona, llamémosla x. La oración subordinada tendría entonces
referencia: x. Podemos entonces interpretar la oración como: “x está borracho”. Por lo
tanto, si las partes tienen significado completo (sentido y referencia), lo tendrá
igualmente la oración principal. No es necesario suponer ninguna ilusión ni ninguna
oración adicional.

Puesto que para afirmar o negar una oración necesitamos que esta tenga
referencia, y en este caso, la oración la tiene, no hay que suponer ninguna forma
particular de afirmación o negación. Cuando afirmemos o neguemos estamos afirmando
o negando una entidad no saturada de un objeto dado. La forma de la negación será:
“El que bebe compulsivamente martinis al fondo de la barra no está
borracho”

Lo que se niega es que el objeto, la persona x, esté borracha.

El principal escollo para esta consideración es que no estamos evaluando la


oración subordinada según sus partes; no estamos siguiendo el principio de
composicionalidad. Ésta tiene un nombre “el que” o “el”, es decir un objeto, y una
función insaturada que se satura con él: “bebe compulsivamente martinis al fondo de la
barra”. Al saturar la función con el objeto, tendríamos un nombre de un valor de verdad.

Queremos mostrar como la interpretación fregeana, al seguir el principio de


composicionalidad tiene que considerar la oración subordinada como una oración
simple y no como un nombre (en este caso no estaríamos analizando el significado de la
oración en función de sus partes, no estaríamos siguiendo el principio de
composicionalidad). Frege se ve obligado a recurrir a la explicación de que la referencia
de la oración subordinada es una ilusión. Lo cierto, es que, la oración subordinada sí
tiene un referente. Funciona como un nombre y por lo tanto no hace falta proponer que
debe tener un valor de verdad como referente como si se tratase de una oración normal.
Su referente es un objeto, una persona x que está al final de la barra.

Según esta consideración, puede afirmarse y negarse la oración principal. Si a


alguien le comentan esta expresión en un bar, rápidamente puede constatar su verdad o
falsedad mirando a la barra puesto que la oración subordinada tiene referente. No es
necesario caer bajo ninguna ilusión para afirmar o negar la oración. Frege, al ceñirse al
principio de composicionalidad, llega a casos inverosímiles como el de esta oración:
tiene que tomar una oración que funciona como nombre como si se tratase de una
oración cualquiera. Para resolver el problema Frege supone al lenguaje la posibilidad de
crear ilusiones. Mantiene íntegro el principio de composicionalidad a costa de suponer
ilusorio el lenguaje. Para poder continuar con su aventura se ve obligado a suponer
ilusoria el lenguaje natural: son gigantes aunque parezcan molinos. De esta forma, el
lenguaje perfecto que trata de construir Frege para tratar con los problemas de la
filosofía, es un lenguaje acerca de gigantes y no de molinos. Podemos preguntarnos si
los gigantes y no los molinos serán los que resuelvan los problemas de la filosofía.

***

Russell ofrece una interpretación alternativa de las oraciones que no tienen


referencia. Para empezar, Russell emplea el término denotación para aquello que no
conocemos directamente. Estrictamente hablando, el conocimiento sólo lo es de aquello
que conocemos directamente, y Russell nos da algunas fuentes: “en la percepción
adquirimos conocimiento directo de los objetos de percepción, y en el pensamiento lo
adquirimos de objetos de carácter lógico más abstracto”7; además añade la memoria y

7
RUSSELL, On denotation, 1905. pp., 55 –la cursiva es mía– (para la paginación
seguimos la copia dejada en reprografía)
los estados psicológico propios. Por tanto el conocimiento tiene una correspondencia
con los hechos.

El conocimiento más complejo se elabora a partir del conocimiento directo y


Russell lo llama conocimiento descriptivo. Éste se construye a partir de expresiones
compuestas de palabras cuyos significados conocemos directamente. Las partes simples
del conocimiento por descripción debemos conocerlas directamente (qué partes sean
estas no lo dice la lógica): “toda proposición que podamos entender debe estar
compuesta enteramente de constitutivos con los que estemos familiarizados”8. Así pues,
“El fundamento de nuestro conocimiento está, por consiguiente, en el conocimiento
directo, en la familiaridad”9.

“Todo pensamiento ha de partir del conocimiento directo; pero a veces es


posible pensar acerca de muchas cosas respecto de las cuales carecemos en
absoluto de conocimiento directo” 10

De esto se sigue una conclusión referencialista: “los significados de las palabras


son los objetos de los que tenemos conocimiento directo”11. Son las proposiciones más
simples, las proposiciones atómicas las que se refieren a los hechos y por tanto pueden
ser verdaderas o falsas. La verdad de las proposiciones moleculares depende por tanto
de la verdad de las proposiciones atómicas.

Los nombres que usamos en las proposiciones no son sin embargo nombres de
objetos, “lo objetos, como tales, son sólo construcciones lógicas que hacemos sobre la
base de nuestros datos sensibles, y los conocemos por descripción”12. Estrictamente los
nombres sólo pueden usarse para aquello que se conoce directamente (p.ej.: “eso es
blanco”): “Nombra sólo se puede nombrar lo que se conoce directamente”13. Lo que
consideramos por nombres no son sino “descripciones encubiertas y abreviadas”14, es
decir, se refieren a objetos complejos de las que no tenemos conocimiento directo15.

Pues bien, acerca del conocimiento descriptivo o conocimiento acerca de, tiene
sentido hablar de denotación: sabemos de un objeto porque una expresión lo denota

8
RUSSELL, Los problemas de la filosofía, cap V, final. Cita en J. HIERRO, Principios
de la Filosofía del Lenguaje. Alianza Editoria. Madrid. 1989. pp., 191
9
Hierro, 1989, pp., 191
10
Russell, 1905, pp., 55
11
Hierro, 1989, pp., 191
12
Hierro, 1989, pp., 191
13
Hierro, 1989, pp., 201
14
Estos nombres se refieren a objetos describiendo ciertas propiedades suyas. Es algo
así como el sentido de los nombre en Frege. “En la medida en que estas descripciones se
refieren a sus objetos describiendo ciertas propiedades suyas, resulta patente que eso
objetos no pueden ser particulares, pues no son simples” (hierro 194)
15
Justamente por no tener conocimiento directo de los objeto que designan, estas
descripciones tienen sentido. Los nombre “Madrid”, o “Sócrates” son útiles en cuanto
que sus objetos no están a mano, “quien estuviera ante Sócrates o se hallara en Madrid
probablemente no necesitaría recurrir a esos nombres” (hierro 194). Su utilidad estriba
en la referncia o denotación de algo no presente, de ahí la falacia de la referencia, que
ese algo sea además inexistente.
inequívocamente sin que tengamos conocimiento directo de dicho objeto. Esta
posibilidad de enunciar proposiciones acerca de objetos que no conocemos directamente
resulta problemática: Si para el conocimiento por descripción no es necesario un
conocimiento directo del objeto, si es necesario que éste exista: “la existencia de una
entidad es un presupuesto atribución de propiedades”16. El problema, la falacia de la
referencia, surge cuando las descripciones se refieren a objetos inexistentes. Explicamos
por qué:

A) El primer problema tiene que ver con los hechos atómico que corresponden a las
proposiciones negativas.

En relación a nuestra proposición,

(1) “El que bebe compulsivamente martinis al fondo de la barra no está


borracho”

podemos considerar que se trata de una proposición simple, (en rigor, ya hemos visto
que desde el punto de vista de Russell no lo es). Si las proposiciones complejas se
construyen con las conectivas lógicas básicas, podemos considerar que nuestra negación
es la negación de la proposición simple,

(2) “El que bebe compulsivamente martinis al fondo de la barra está


borracho”

Si consideramos la interpretación según la cual (1) es verdadera y es la negación


de (2), (2) deberá ser falsa. La cuestión es saber cual es el hecho positivo responsable de
la falsedad de (2). La pregunta apunta a la existencia no sólo de hechos atómicos, sino
también de hechos negativos. Esta perspectiva supone la existencia de hechos atómicos,
pero también la existencia más problemática de hechos negativos.

B) La segunda consideración no tiene que ver con el hecho atómico que


corresponda a la negación de nuestra oración, sino con los dos sentidos que
puede tener nuestra negación, es decir, cuando negamos algo de un objeto que
no existe y cuando negamos el predicado de un objeto que si existe. Frege
consideraba sólo la segunda opción, entendiendo que la primera, al faltar la
referencia de una de las partes de la oración, la oración principal estaría también
carente de referencia. Y puesto que esta es la verdad o la falsedad, no es posible
la negación. Según Russell es posible otra interpretación.

El problema tiene que ver con la referencia de las descripciones. Hemos visto
que los nombres son igualmente descripciones. La posición de Russell es crear un
lenguaje lógico donde no haya descripciones puesto que estas refieren a la existencia de
un objeto: “es inútil afirmar la existencia de un objeto singular empleando para referirse
a él un nombre lógicamente propio, pues el uso de tal nombre ya implica la existencia
del objeto”17. Según esto, al afirmar una descripción definida en el lenguaje natural, en
la traducción lógica de Russell no se está afirmando nada acerca de la existencia de una
entidad.

16
Hierro, 1989, pp., 203
17
Hierro, 1989, pp., 202
¿Cómo referirse entonces a los objetos? Russell propone una forma lógica
consistente, para nuestra oración en: “hay una entidad y sólo una, que le corresponde la
propiedad ser hombre que está al fondo de la barra bebiendo martinis compulsivamente
y a tal entidad le corresponde la propiedad está borracho”. Esta opción permite
prescindir de las descripciones puesto que implican la existencia.

Dado el análisis lógico de Russell, consideramos las dos formas, afirmativa y negativa
de nuestra oración:

(1) “El que bebe compulsivamente martinis al fondo de la barra está


borracho”

(2) “El que bebe compulsivamente martinis al fondo de la barra no está


borracho”

Podemos hacer, según Russell, dos interpretaciones de (2):

i) “El que bebe compulsivamente martinis al fondo de la barra” interviene


secundariamente18. En tal caso puede leerse: No [hay un único hombre
que bebe compulsivamente martinis al fondo de la barra y (para todo x,
si x bebe compulsivamente martinis al fondo de la barra, x está
borracho)]. Si tal hombre existe, la negación será falsa, si en cambio, sí
no existe, la negación será verdadera.

En el caso de que no exista, ¿qué sentido tiene, sin embardo, hacer afirmaciones
verdaderas (y no tautológicas) sobre objetos que no existen?19. Russell está diciendo que
un hombre que no existe no está borracho. ¿Tiene esto sentido? Para Russell si, pues
considera al traducir a un lenguaje lógico las descripciones definidas desaparecen. Para
esto enuncia la tesis:

“las expresiones denotativas nunca poseen significado alguno consideradas


en sí mismas, pero toda proposición en cuya expresión verbal intervienen
aquellas posee un significado”20

Es decir, las descripciones definidas son el origen de esta aparente tautología,


pero en Russell, al analizar las proposiciones en las que aparecen, estas quedan
sustituidas por nombres de particulares y de propiedades o relaciones simples21 (por
esto son incompletas, no tienen significado por si solas). Las descripciones definidas se
caracterizan por su forma22, es decir, por su función de referirse a algo definido23, es
decir, son expresiones denotativas con independencia de que denoten o no un objeto. Y
no intervienen en las proposiciones pues son reemplazadas. Por eso en este caso no hay

18
“Una intervención secundaria de una expresión denotativa puede ser definida como
aquella que tiene lugar en una proposición p, que a su vez se reduce a un elemento más
de la que estamos considerando” Russell 69
19
Hierro, 1989, pp., 204
20
Russell, 1905, pp., 56
21
Hierro, 1989, pp., 205
22
“Una expresión es denotativa en virtud de su forma” Russell, 1905, pp., 54
23
Hierro, 1989, pp., 207
tautología alguna, no se niega nada de un objeto inexistente: la descripción definida no
interviene en la proposición.

La estrategia de Russell consiste en considerar los nombres como descripciones


definidas y en negar su validez para referirse a la existencia de hechos. La oración
subordinada “el que bebe martinis compulsivamente al fondo de la barra” es una
descripción definida, es decir, hace la función de nombre. Como tal, Russell le niega su
valor para reconocer la existencia. Así, negar tal nombre no es afirmar nada sobre el que
bebe martinis (…) sino afirmar que es imposible que haya una entidad que posea la
propiedad de estar bebiendo martinis compulsivamente al fondo de la barra esté o no
esté borracho.

ii) “El que bebe compulsivamente martinis al fondo de la barra” interviene


principalmente. En este caso, puede leerse: hay un único hombre que
bebe compulsivamente martinis al fondo de la barra y (para todo x, si x
es un hombre que bebe compulsivamente martinis al fondo de la barra, x
no está borracho). Si tal hombre existe, la negación será verdadera si no
está borracho y falsa si lo está; si tal hombre no existe, la negación será
falsa.

Según este análisis, Russell los problemas de la teoría de Meinong según la cual,
“toda descripción denotaría un objeto, aún las descripciones de objetos inexistentes en
la realidad” 24. Pero también, respecto a Frege, añade al lenguaje la capacidad de
declarar falsas las proposiciones que tratan sobre objetos inexistentes. Frege,
recordemos, sólo podía negar el predicado aceptando el sujeto. Russell es capaz de
negar que ese sujeto exista.

24
Russell, 1905, pp., 203

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