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Nueva ley contra el bullying

El bullying o acoso escolar es, sin lugar a dudas, una de las expresiones de la violencia que convive en
nuestra sociedad. Existe en casi todos los colegios y escuelas particulares, de convenio y fiscales. Es en
estos escenarios (aulas, patios, baños, pasillos, etc.) donde toma forma y se hace visible. Pero es también
cierto, que el bullying o maltrato entre pares (entre estudiantes de diferentes edades o de la misma edad),
vive porque es el espejo de una sociedad como la nuestra, que es profundamente intolerante a la mínima
diferencia, que es machista, racista y discriminadora; sociedad que por sus profundas diferencias sin
resolver acude a la violencia, sociedad en la que están insertas las escuelas y colegios, que no hacen ni
más ni menos que reflejar los antivalores que imperan en el medio.
Ese mal social no sólo toma cuerpo en la escuela con el bullying, sino que se manifiesta en el ámbito
familiar a través del maltrato hacia las mujeres, niños y adolescentes, en el ámbito laboral con el
mobbing o acoso laboral, el acoso sexual, la discriminación en la política, en las calles y demás espacios
de convivencia: donde las formas y rostros de la violencia, son diversas y a veces muy perversas para
imponerse.
En todos los casos se trata de utilizar una posición de poder como individuo o grupo, para abusar de
otra/o más débil (física, verbal, simbólica, social y/o psicológicamente) de forma recurrente e
intencional, con el propósito explícito de lastimar, humillar y vencer. Este proceso conlleva
victimización psicológica y rechazo social en quienes lo sufren. Se trata de quebrantar los mínimos
derechos democráticos que cualquier ser humano tiene a no ser maltratado ni abusado de ninguna
manera. Y todo ello, en público y con la complicidad de quienes son testigos silenciosos o activos del
maltrato.
No quiero ir al colegio; puede ser un síntoma de que un niño o adolescente está en problemas. Otras
veces aparecen dolores indefinidos, malestares diversos, tristeza, llanto o dificultades para salir de la
cama; el síndrome del día domingo;. Pero ese deseo de no ir al colegio podría estar aludiendo, no a
dejadez, irresponsabilidad, flojera o cosas que tengan que ver con alguna materia, sino a la relación con
sus pares, algo que para niños y adolescentes suele ser de vital importancia.
Es en esta relación, que el bullying aparece y funciona, donde se arma la estructura con las tres puntas:
agresor, víctima y mirones. Esta es la triangulación que nutre el maltrato físico, verbal, emocional, social
que no por no dejar moretones visibles deja de ser tremendamente violento. Una forma de violencia
relativamente nueva y de mucho poder pues concentra la violencia verbal, psicológica y social, y que
lamentablemente es muy común hoy en día es el cyberbullying. Por sus características el anonimato que
brinda el Internet al agresor, que no necesita estar cerca ni cara a cara con la víctima, la velocidad en la
que se propaga el mensaje destinado a lastimar, la casi perpetuidad en la que queda el mensaje
difamador, el cyberbullying puede llegar a ser el más agresivo, pues deja una secuela de dolor, miedo e
indefensión difícil de borrar.
Pero, ¿es toda violencia entre pares en la escuela acoso escolar? ¿Cuáles son las evidencias que nos
dicen que determinado caso es uno de bullying y no un conflicto?
Es natural y hasta saludable que se genere conflicto en cualquier ambiente en el que haya interacción
entre pares, más aún en lugares y en situaciones en las que se promueve el desarrollo individual y social.
El conflicto, si es entre iguales, no hay desequilibrio de poderes, empieza y termina pronto, surge por
una razón específica que puede o no resolverse, pero se circunscribe a ella. En el bullying, en cambio, se
elige una víctima al azar (por alguna razón o ninguna) y ésta es atacada sistemática y repetidamente por
uno o varios agresores, con la intencionalidad explicita y planificada de hacer daño, lastimar y humillar;
hay y se cultiva la desigualdad de poder: una víctima débil y uno o varios agresores más fuertes física,
psicológica o socialmente; la agresión es sostenida, se repite a lo largo del tiempo y su meta es crear una
la relación perversa de dominio-sumisión.
¿Quiénes pueden ser víctimas del bullying? Cualquiera. Lo viven estudiantes de ambos sexos y
muchas veces, el grupo que sostiene al agresor es mixto; lo que los diferencia son las formas. En
los hombres es más la violencia física; en las mujeres es la exclusión social y el maltrato verbal y
muchas veces es una tejido enredada y compleja de varias formas de maltrato.
¿Qué se puede hacer? No hay una receta única, pues cada caso, cada familia involucrada, es un mundo
único y cada establecimiento, es una cultura institucional única y particular, donde se crean casos
específicos. Lo que está claro, es que en los colegios y escuelas se debe trabajar, de manera permanente
y sostenida, con los involucrados en cualquiera de las tres puntas y con todos los que hacen a la
comunidad educativa: padres, docentes y alumnos.
Cual sea la forma en que se manifieste el acoso entre pares, tanto el agresor como la víctima, están
mostrando síntomas de algo que está en sus vidas en el presente o en el pasado, en sus historias de vida.
Ser la víctima o el/la agresor/a y hasta simplemente el/la testigo probablemente sea la forma de pedir
ayuda y está claro, que todos necesitan apoyo: una escucha activa, entender lo que hacen, por qué lo
hacen y sus consecuencias y orientación y guía para modificar sus actitudes. Es muy importante incluir
en este proceso a sus familias. Cualquiera que fuera el sistema familiar que acoge al niño o adolescente,
los adultos somos responsables, por acción u omisión, de lo que llevan consigo, en actitudes y conducta,
al colegio. Por lo tanto, el tema del bullying, no es sólo responsabilidad de los estudiantes, los adultos
somos tan o más responsables de que esto suceda.
Sobre este tema, se ha promulgado la Ley N° 548, que aprueba el Código Niña, Niño y Adolescente que
contiene un capítulo y varios artículos donde se establece la normativa y las medidas preventivas para la
protección de niños y adolescentes que sufren violencia en el sistema educativo. Esto es saludable y
merece la decisión ser celebrada, ya era hora que las instancias de gobierno tomen en serio esta
problemática y la hagan visible, ya que toca a niños, adolescentes y familias, a veces con consecuencias
sin retorno.
Con la Ley 548, las escuelas y colegios están obligados a trabajar un Plan, con herramientas de
prevención y abordaje, un reglamento con medidas para una convivencia pacífica, con normas de
conducta y procedimientos disciplinarios. Todo esto debe ser construido de manera colectiva, es decir,
con los padres, docentes y alumnos; en la medida que esto se internalice y cuando todos se reconozcan
en la letra, se podrá llevar a cabo en mejores condiciones. Sin embargo, todavía no se dice nada de tener
ítems para psicólogos, trabajadores sociales y gente especializada que esté en las escuelas para abordar,
manejar y resolver los casos de bullying que se presenten, no se dice nada de incluir el tema en la
formación docente (sabemos, que los profes hacen lo que pueden, los que hacen pese a que no tienen las
herramientas), no se dice nada sobre campañas masivas, permanentes y asertivas, que se deberían
implantar para llegar a los adultos, y trabajar las otras violencias, de la que esta bullying es la hija, que
gatea.
Por último, lo más preocupante, y creo que abre el espacio a un debate necesario entre la ciudadanía, son
los incisos, que en la Ley 548, establecen el acoso escolar, entre pares, como delito penal. A esto se
suma que han bajado la edad de imputabilidad penal de 16 años a 14, lo que significa que podrá
sancionarse con penas privativas de libertad a adolescentes desde los 14 años. Si bien determina que
estas sanciones serán socio educativas, aplicadas en el marco de una jurisdicción especializada (que ya
existe) y que las penas serán impuestas en centros de orientación y de reintegración social, que también
ya existían en el anterior código, la realidad nos ha mostrado que estos adolescentes irán nomás
detenidos a las mismas cárceles que los adultos, mezclados con sentenciados por otros delitos, sin
distinción de ningún tipo.
Es importante, entender, que las causas de la aparición del bullying pueden ser variadas. En base a mi
experiencia como consultora en colegios privados, de convenio y escuelas fiscales en La Paz, El Alto y
Santa Cruz, puedo afirmar que el contexto familiar y el rol de los adultos tienen una importancia
fundamental para el aprendizaje de las formas de relación interpersonal. La expresión de violencia del
bullying, pese a que se da en el ámbito escolar, no es un problema solo de los niños y adolescentes, hay
co-corresponsabilidad de los adultos: el ejemplo, lo que ven y sienten. Ellos no son otra cosa que lo que
les damos.
Esta ley al darle, la condición de delito a algo que, en mi opinión, probablemente el adolescente ha
aprendido de nosotros, de los adultos que somos los garantes de su educación y desarrollo. Los estaría
castigando en base a nuestros desatinos. Por lo tanto, es una responsabilidad desproporcionada la que se
pone sobre sus hombros, cuando no se han dado pasos previos para dictar la misma. Creo que todo lo
positivo, importante y necesario, que hay que hacer y dice la ley para enfrentar el bullying, se desdice
con esta consecuencia.
Otro paso fundamental que el Gobierno no ha dado es explicar, informar y sensibilizar a todos/as, sobre
lo que es y lo que no es el bullying (causas, tipos, características y consecuencias). Muchas veces los
temas más sensibles e importantes se vuelven una moda, son vaciados por el mal uso y la
desinformación de su verdadero contenido y se le da un uso discrecional, político y hasta mal
intencionado. Hoy en día, todo es bullying. Hay uso y abuso del término de parte de los niños,
adolescentes y también de los adultos, por desconocimiento, falta de información y miedo.
Si todo es bullying, ya nada es bullying. Esta confusión puede hacer, lamentablemente que casos reales
de acoso escolar pasen desapercibidos en el mar de acusaciones de unos a otros. Y bajo la luz de esta
nueva ley, estos malos entendidos y las falsas/equivocadas acusaciones pueden ser realmente peligrosas
e irresponsables: peor el remedio que la enfermedad. Corremos el riesgo de ser injustos, por un lado; y
por el otro de seguir aplicando el modelo violento de crianza pegá a tu hermano y vas a ver la paliza que
te ganas en lugar de trabajar conjuntamente por un ambiente armónico, en el que los y las estudiantes
puedan desarrollar conductas adaptativas en base a valores, asertividad, responsabilidad y compromiso.
El imperativo, es que ni un solo acto de violencia en los colegios y escuelas sea admitido. Con el
maltrato no se negocia y este hay que pararlo, ningún estudiante, hombre o mujer, debe sufrir violencia
alguna de parte de sus compañeros. Y el logro de un objetivo tan elemental y quizás tan utópico como
éste exige el permanente esfuerzo de todos los que participan en el proceso educativo, de los padres y
madres y especialmente de aquellos que lo sostienen, lo supervisan y lo aplican.
ARTÍCULO 152. (MEDIDAS PREVENTIVAS Y DE PROTECCIÓN EN EL SISTEMA
EDUCATIVO).
I. A fi n de prevenir, detener y eliminar la violencia, agresión y/o acoso en las unidades educativas y/o
centros, se establecen las siguientes acciones colectivas que la comunidad educativa adoptará:
a) Elaborar y desarrollar medidas de no violencia para resolver las tensiones y conflictos emergentes;
b) Desarrollar una cultura de convivencia pacífica y armónica de no violencia, rechazando
explícitamente cualquier comportamiento y actos que provoquen intimidación y victimización;
c) Romper la cultura del silencio y del miedo denunciando conductas y actos de cualquier tipo de
violencia;
d) Elaborar un Plan de Convivencia pacífica y armónica, acorde a la realidad de cada unidad educativa
y/o centro;
e) Difundir y promover normas contra la violencia agresión y/o acoso en las unidades educativas y/o
centros; y
f) Denunciar los casos que se consideren graves y las denuncias falsas.
II. El Plan de Convivencia pacífica y armónica tendrá carácter obligatorio para cada una de las unidades
educativas y/o centros, y deberá ser elaborado por las autoridades superiores, en un proceso abierto
participativo y plural, que convoque obligatoriamente a todas las y los miembros de la comunidad
educativa, en el marco de la Constitución Política del Estado, los tratados y convenios internacionales
sobre derechos y garantías de las niñas, niños y adolescentes, de acuerdo a reglamento.
III. El Plan de Convivencia pacífica y armónica deberá contener las siguientes directrices:
a) Los derechos y deberes de las y los miembros de la comunidad educativa y/o centros;
b) Normas de conducta favorables a la convivencia pacífica y armónica, el buen trato de la comunidad
educativa;
c) El procedimiento disciplinario que describa detalladamente las conductas que vulneran las normas de
convivencia;
d) La descripción de las sanciones internas que definan las unidades educativas y/o centros, sean
públicas, privadas y de convenio;
e) El procedimiento marco para la adopción de decisiones disciplinarias que deben sujetarse a criterios y
valores conocidos por normas educativas nacionales, departamentales, municipales y de la región,
evitando de toda forma las decisiones arbitrarias;
f) La descripción de procedimientos alternativos, para la resolución de conflictos, si la comunidad así lo
establece, siempre que no sean contrarios a ninguna norma;
g) La remisión de informes anuales, sobre los casos de acoso, violencia y/o abusos en sus distintas
manifestaciones, al Ministerio de Educación;
h) La organización de programas y talleres de capacitación destinados a prevención; y
i) La programación de actividades, con el fin exclusivo de fomentar un clima de convivencia pacífica y
armónica dentro de las unidades educativas y/o centros.
IV. El Plan de Convivencia pacífica y armónica deberá estar inserto dentro de la planificación anual de
las unidades educativas y/o centros, y ser evaluado anualmente.
ARTÍCULO 153. (INFRACCIONES POR VIOLENCIA CONTRA NIÑAS, NIÑOS Y
ADOLESCENTES).
I. La Jueza o el Juez Público en materia de Niñez y Adolescencia, a denuncia de la Defensoría de la
Niñez y Adolescencia, conocerá y sancionará las siguientes infracciones por violencia:
a) Sometimiento a castigos físicos u otras formas que degraden o afecten la dignidad de la niña, niño o
adolescente, así sea a título de medidas disciplinarías o educativas, excepto las lesiones tipificadas en la
normativa penal;
b) Abandono emocional o psico-afectivo en el relacionamiento cotidiano con su madre, padre,
guardadora o guardador, tutora o tutor;
c) Falta de provisión adecuada y oportuna de alimentos, vestido, vivienda, educación o cuidado de su
salud, teniendo las posibilidades para hacerlo;
d) Utilización de la niña, niño o adolescente, como objeto de presión, chantaje, hostigamiento en
conflictos familiares;
e) Utilización de la niña, niño o adolescente, como objeto de presión o chantaje en conflictos sociales,
así como la instigación a participar en cualquier tipo de medidas de hecho;
f) Traslado y retención arbitraria de la niña, niño o adolescente, por cualquier integrante de la familia de
origen que le aleje de la autoridad que ejercía su madre, padre, guardadora o guardador, tutora o tutor, o
tutor extraordinario;
g) Inducción a la niña, niño o adolescente al consumo de substancias dañinas a su salud;
h) Exigencia de actividades en la familia que pongan en riesgo la educación, vida, salud, integridad o
imagen de la niña, niño o adolescente; y
i) Violencia en el ámbito escolar, tanto de pares como no pares, sin perjuicio de que se siga la acción
penal, y siempre que se encuentre tipificada en la normativa penal.
II. Estas acciones no necesitan ser permanentes para ser consideradas infracciones.

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