Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
2. Estructura
La estructura del Título es capital para entender la configuración de los derechos,
ya que el constituyente no optó por una clasificación de los mismos en orden a su
contenido o naturaleza, sino en atención al sistema de garantías previsto para cada uno
de ellos. Y es el art. art. 53 el que establece dicho sistema de garantías en función de la
ubicación de cada derecho.
El Título I consta de 46 artículos, estructurados en 5 Capítulos del siguiente modo:
Título I. De los derechos y deberes fundamentales
Capítulo Primero. De los españoles y extranjeros (arts. 11-13), que regula las
condiciones de ejercicio de los derechos fundamentales; esto es, la capacidad jurídica y
4 /3 Derecho Constitucional Mª Josefa Ridaura Martínez
la capacidad de obrar. Aunque puede encontrase en el art. 13, relativo a las condicio-
nes de ejercicio por los extranjeros, el derecho de asilo.
Capítulo Segundo. Derechos y libertades, precedido por el art. 14. Constituye la
auténtica Declaración de Derechos de nuestro texto constitucional.
• Sección 1ª. De los derechos fundamentales y de las libertades públicas (arts. 15-29)
• Sección 2ª. De los derechos y deberes de los ciudadanos (arts. 30-38).
Capítulo Tercero. De los principios rectores de la política social y económica
(arts.39-52)
Capítulo Cuarto. De las garantías de las libertades y derechos fundamentales
(arts. 53-54)
Capítulo Quinto. De la suspensión de los derechos y libertades (art. 55), que regula
la suspensión general de derechos durante la declaración de los estados excepcionales; y la
suspensión individual, en los casos de bandas armadas y elementos terrorista.
En relación con esta estructura y ordenación del Título I cabe destacar una serie de
consideraciones:
A) No todos los derechos están ubicados en este Título I, sino que algunos están
regulados en preceptos fuera de este título: por ejemplo el derecho a la iniciativa legis-
lativa popular (art. 87); la participación en el jurado y la acción popular (art. 125); el
derecho a una indemnización que repare los daños causados por error judicial (121);
el derecho de los ciudadanos de acceso a los archivos y registros públicos (art. 105).
El problema que plantea la ubicación de derechos fuera del Título I es el de su
garantía, ya que el art. 53 CE las ordena en atención a su ubicación en un capítulo u
otro. No obstante, ello se ha salvado, en algunos casos, por medio del desarrollo legis-
lativo o de la interpretación constitucional: por ejemplo la Ley Orgánica reguladora
de la iniciativa popular, al conectarla con el art. 23.1, extiende la garantía del recurso
de amparo constitucional; o la indemnización por error judicial se conecta con el art.
24 relativo al derecho a la tutela judicial efectiva, gozando así de la misma protección.
B) El Título I recoge derechos, calificados unos como fundamentales, y otros como
constitucionales.
Pero también prevé deberes de los ciudadanos: la defensa de España (art. 30) o el
deber de tributación (art. 31). Aunque no todos los deberes estén ubicados en este
Título, sino que algunos están regulados en otros Títulos diseminados a lo largo del
texto constitucional: el deber de conocer la lengua (art. 3); el deber de comparecencia
ante la Cámaras (art. 77), entre otros.
c) Junto con los preceptos que atribuyen derechos o los que ordenan deberes, el Título
I formula las denominadas “garantías institucionales”. Este concepto, que surge en Ale-
mania durante la vigencia de la Constitución de Weimar, se ha consolidado en un buen
número de Constituciones; siendo una de ellas la Constitución española de 1978.
La Constitución no sólo enuncia derechos, sino que también enuncia determinadas
instituciones que gozan de garantía vinculando, especialmente, al legislador. Son ins-
El Título I de la Constitución Española 4 /4
El Título I tiene como pórtico el art. 10 que, en sus dos apartados, contiene procla-
maciones de especial relevancia y significación para la configuración de los derechos.
El apartado 1 proclama que la dignidad de la persona, los derechos inviolables que
le son inherentes, el libre desarrollo de la personalidad, el respeto a la ley y a los dere-
chos de los demás son fundamento del orden político y de la paz social.
Este reconocimiento de la dignidad de la persona está inspirado tanto en los textos
internacionales como en los constitucionales de la segunda posguerra. Los primeros
textos en reconocer la dignidad como eje esencial son la Declaración Universal de los
Derechos Humanos de 1948, la Constitución de la República Italiana (1947), Ley
Fundamental de Bonn (1949), que en su art. 1, declara que “la dignidad del hombre
es sagrada y su respeto y protección constituyen un deber de todas las autoridades del
Estado”, y la Constitución de Portugal (1976).
4 /5 Derecho Constitucional Mª Josefa Ridaura Martínez
1. El Valor de la dignidad
La dignidad de la persona y el libre desarrollo de la personalidad no constituyen, en
si mismos considerados, derechos subjetivos, sino que son valores que presiden todo el
ordenamiento, y en especial la ordenación de los derechos. Por ello, no cabe basar una
pretensión alegando solamente la dignidad, sino que está habrá de ponerse en relación
con un derecho garantizado jurisdiccionalmente.
Proyectada sobre los derechos individuales, implica que, en cuanto «valor espiritual
y moral inherente a la persona» la dignidad ha de permanecer inalterada cualquiera
que sea la situación en que la persona se encuentre (STC 53/1985).
Su reconocimiento constitucional en este precepto entraña conferirle un valor ju-
rídico.
2. Consecuencia de su proclamación
La proclamación del art. 10.1 CE implica principalmente que:
– la dignidad cumple una función legitimadora del orden político y del ejercicio
de todos los poderes públicos.
– la dignidad constituye, también, un “minimum” invulnerable que todo estatuto
jurídico debe asegurar; debiendo quedar inalterada cualquiera que sea la situa-
ción en que la persona se encuentre (STC 120/1990).
– los derechos fundamentales son considerados proyecciones de la dignidad de la
persona.
– la dignidad sirve como parámetro para dirimir conflictos entre derechos; inclu-
so para el reconocimiento de nuevas dimensiones de los derechos, o nuevos titu-
lares. Por ejemplo, el Tribunal Constitucional ha determinado que el desarrollo
legislativo de los derechos por parte de los extranjeros deberá tener en cuenta el
grado de conexión de los concretos derechos con la garantía de la dignidad hu-
mana. Esta conexión ha conducido a reconocerles derechos como el de reunión
y manifestación, al derivar de la dignidad humana (STC 236/2007).
Así pues, aunque el Título I de la CE contiene una tabla extensa de derechos, ésta
no está cerrada; de forma que a la luz de la dignidad y del libre desarrollo de la perso-
nalidad, la legislación y la doctrina constitucional han permitido ofrecer visiones más
completas y novedosas de los derechos, ampliando su dimensión constitucional.
La dignidad de la persona no es un valor aislado en el art. 10, sino que está en
conexión con los de los valores constitucionales que, diseñados en el Preámbulo de la
Constitución, el constituyente quiso integrar expresamente en el texto constitucional;
reconociendo en el art. 1.1 que el modelo de Estado propugna como valores supe-
riores de su ordenamiento jurídico: la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo
político.
Estos valores representa el fundamento axiológico para la comprensión de todo el
orden constitucional.
El Título I de la Constitución Española 4 /6
4. Extinción de la Titularidad
La titularidad de los derechos se extingue con la muerte persona (SSTC 231/1988,
218/1991), de modo que “una vez fallecido el titular de esos derechos, y extinguida
su personalidad —según determina el art. 32 del Código Civil, desaparece también
el mismo objeto de la protección constitucional”, por lo que no cabe aceptar la inde-
fensión de una persona fallecida. Esto no impide, que algunos derechos puedan tener
eficacia post mortem. Así lo reconoce el art. 4 Ley Orgánica 111982, de 5 de mayo,
de protección civil del honor, la intimidad y la propia imagen, que regula la legiti-
mación para el ejercicio de las acciones de protección tales derechos en el caso de las
personas fallecidas; en tanto en cuanto se lesione el derecho a la intimidad personal
y familiar.
Los derechos y libertades vinculan a todos los poderes públicos, y son origen inme-
diato de derechos y obligaciones, y no meros principios programáticos. La cuestiones
que plantea dicha vinculación se dirimen a la luz de dos preceptos constitucionales:
– Por un lado, el art. 9.1 CE, afirma que Los ciudadanos y los poderes públicos están
sujetos a la Constitución y al resto del ordenamiento jurídico
– Por otro lado, el art. 53.1 ce, cuando reitera y concreta el precepto anterior, re-
marcando la especial vinculación de los poderes públicos, debido a la centralidad de
los derechos y libertades en el ordenamiento constitucional.
no significa que no tengan contenido, pues sí que establecen mandatos a los poderes
públicos, señaladamente al legislador, impidiendo que en sus actuaciones se les perju-
dique; conteniendo en algunos preceptos mandatos de optimización.
1. Clases de Límites
Otros preceptos contienen límites Expresos:
• art. 16. 1: Se garantiza la libertad ideológica, religiosa y de culto de los indivi-
duos y las comunidades sin más limitación, en sus manifestaciones, que la nece-
saria para el mantenimiento del orden público protegido por la ley.
• 18.2: El domicilio es inviolable. Ninguna entrada o registro podrá hacerse en él
sin consentimiento del titular o resolución judicial, salvo en caso de flagrante
delito.
• art. 20.4: Estas libertades tienen su límite en el respeto a los derechos reconocidos
en este Título, en los preceptos de las leyes que lo desarrollen y, especialmente,
en el derecho al honor, a la intimidad, a la propia imagen y a la protección
de la juventud y de la infancia.
• art. 33 la función social es un límite a la propiedad.
Asimismo, pueden derivarse límites Implícitos: que son los que de manera mediata
o indirecta se infieran de la Constitución al resultar justificados por la necesidad de
preservar otros derechos constitucionalmente protegidos (STC 120/1990).