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11-05-2019
LGTB & Vientres de alquiler
Gais contra los vientres de alquiler, no en nuestro nombre
Pablo Castaño / Félix Hernández
CTXT
Crítica de miembros de la comunidad Gay sobre la posición que se toma respecto a los vientres de alquiler.

Dos hombres, guapos y sonrientes, con su recién llegado bebé en brazos. Es la imagen más típica
de las empresas de gestación subrogada, que usan sistemáticamente a las parejas gais como
reclamo comercial, presentándose como entidades gay friendly que permiten a estas nuevas
familias cumplir su sueño de tener un hijo con sus mismos genes y, a ser posible, lo más parecido
a ellos. Ya es hora de que los gais rechacemos esta utilización interesada y nos opongamos a esta
nueva forma de mercantilización de los cuerpos de las mujeres, que además pone en peligro
cualquier intento de emancipación real de gais, lesbianas, bisexuales y trans y supondría un paso
adelante de un modelo neoliberal de sociedad que atenta directamente contra el colectivo LGTB.

Fue el movimiento feminista el primero que cuestionó las jerarquías de género que oprimen tanto
a las mujeres -sobre todo a las lesbianas y bisexuales- como al resto de grupos que no nos
ajustamos al modelo heteropatriarcal (hombres gais, bisexuales y trans). Cuando las feministas
consiguieron el derecho al voto y la igualdad legal, cuando se abrieron hueco en el mercado
laboral, cuando obligaron al Estado a legislar para proteger sus derechos sexuales y
reproductivos... no solo estaban obteniendo importantes victorias concretas para ellas, también
estaban desestabilizando el orden heteropatriarcal que nos aplasta a lesbianas, gais, bisexuales y
trans.

Por eso, es descorazonador ver a algunos gais apoyar una nueva forma de mercantilización de los
cuerpos de las mujeres, justamente ahora que la cuarta ola del feminismo está abriendo un
nuevo horizonte de libertad para todas. Como argumenta Beatriz Gimeno, la legalización de los
vientres de alquiler supondría convertir los cuerpos de las mujeres en objetos de compraventa,
por lo que es rechazable cualquier regulación de la gestación subrogada que contemple el ánimo
de lucro. Además, como gais tenemos razones particulares para oponernos a la legalización de
esta práctica.

En primer lugar, las empresas de vientres de alquiler presentan una imagen totalmente
deformada del colectivo LGTB. ¿De verdad tener hijos con sus mismos genes es una prioridad para
la mayoría de los gais? Es más, ¿son muchos quienes pueden permitirse los miles de euros que
cuesta alquilar un vientre? El problema es claro: por un lado, estas empresas hacen pasar los
deseos de algunos gais de posición acomodada por derechos del colectivo LGTB, una
generalización que oculta que una gran parte del colectivo son mujeres, cuyos úteros y cuerpos
quedarían legalmente transformados en mercancías si se permitiese la gestación subrogada,
reforzando la injusta posición dominante que los gais hemos tenido tradicionalmente dentro del
colectivo LGTB. Además, estas empresas reproducen el estereotipo de los gais como un grupo
económicamente favorecido, una caricatura que oculta la diversidad de clase del colectivo.

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Otro problema de la gestación subrogada es la reproducción, dentro del colectivo LGTB, de valores
heteropatriarcales que consideran más deseable la filiación genética entre padres e hijos que la
filiación por adopción. Es un intento de reforzar la idea de la familia natural heterosexual como
objetivo máximo para la integración de las parejas homosexuales en una sociedad en la que las
identidades son definidas por las aspiraciones de los hombres heterosexuales. No es casualidad
que dentro del colectivo LGTB se reproduzcan de forma espeluznante discursos cargados de
homofobia en los que determinados atributos asociados tradicionalmente a la masculinidad son
más valorados que comportamientos supuestamente afeminados.

Solo hace falta echar un vistazo a aplicaciones como Grindr para encontrar unos imaginarios
hipervirilistas que poco tienen que envidiar a la agresiva homofobia de los ambientes sociales
dominados por hombres heteros. La aceptación por parte de muchos gais del pensamiento
heterosexual sobre la paternidad y el desprecio de lo femenino introduce dentro del colectivo
modelos de conducta y pensamiento homófobos, siguiendo una lógica asimilacionista.

El neoliberalismo contra el colectivo LGTB

Más allá de la amenaza que la legalización de los vientres de alquiler supondría para la unidad y la
lucha del colectivo LGTB, esta propuesta es representativa del proyecto neoliberal, que supone la
extensión de la lógica de mercado a cada vez más esferas de la vida y que afecta de forma
específica a gais, lesbianas y trans y bisexuales.

Una década después del crack de 2008, los rescates bancarios y la austeridad no parece necesario
insistir en cómo el neoliberalismo es una amenaza tanto para las vidas de las personas como para
el mantenimiento de un planeta habitable, donde la crisis medioambiental se vuelve más
evidente cada día. En el contexto de precariedad laboral promovida por las políticas neoliberales
de flexibilización del empleo y recorte de los derechos de los y las trabajadoras, quienes sean
víctimas de discriminación por su orientación sexual o identidad de género se encuentran en una
posición de mayor vulnerabilidad, optando en muchas ocasiones por resignarse a soportar la
situación o abandonar su puesto de trabajo.

Además, esta misma precariedad económica y laboral refuerza los vínculos de dependencia de los
individuos respecto a sus familias, que en muchos casos son el único soporte económico y
emocional disponible, pero en ocasiones también son el principal lugar de opresión para las
personas LGTB. Esta dependencia puede obligar a muchas lesbianas, gais, bisexuales y trans a
vivir en entornos familiares opresivos, impidiéndoles desarrollarse plenamente como individuos.

Por otro lado, en un contexto de recortes presupuestarios muchos centros educativos carecen de
la financiación necesaria para aplicar los programas de educación en diversidad sexual y de
género que ya están recogidos en las legislaciones autonómicas, y que representan el resultado
de décadas de lucha del movimiento LGTB por promover la igualdad desde la infancia. Sin un

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modelo económico, político y social que refuerce los servicios públicos, atienda a las necesidades
de cuidados de las personas y favorezca la emancipación material de los individuos, toda
conquista de derechos amenaza con quedarse en un reconocimiento formal del que solo podrán
disfrutar algunos.

Los hombres gais tenemos la responsabilidad de oponernos a la legalización de los vientres de


alquiler, una forma de explotación de los cuerpos de las mujeres intolerable desde el punto de
vista feminista, que amenaza con romper los vínculos que unen al colectivo LGTB y además
refuerza un modelo neoliberal que golpea con especial dureza a gais, lesbianas, bisexuales y
trans. Como escribieron Amy Gluckman y Betsy Reed, no se trata de ver al colectivo LGTB como
un grupo de interés más, cada uno intentando mejorar su situación dentro del sistema existente.
Más bien, se trata de utilizar la experiencia LGTB para "iluminar la injusticia y mostrar qué
cambios económicos, sociales y políticos mejorarán las vidas de gais y lesbianas - y de todos los
demás también".

Precisamente por esto es necesario que en el colectivo LGTB tengan voz y se articulen
políticamente tanto nuestras experiencias comunes de opresión heteropatriarcal como las
experiencias particulares determinadas por nuestra etnia, género y clase. Solo así podremos
abrir puertas a modos alternativos de coexistir donde todas tengamos cabida y avanzar hacia una
sociedad más libre y más igualitaria.

Fuente:
https://ctxt.es/es/20190508/Firmas/25964/Pablo-Castano-Felix-Hernandez-vientre-de-alquiler-gays-n
o-en-nuestro-nombre.htm

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