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VENEZUELA 79 SIMON BOLIVAR: CARTA DE JAMAICA (1815) En mayo de 1815 se refugié en Jamaica Simén Bolt- var, La Segunda Repiiblica venezolana habia sido de- rrotada y, postertormente, debié abandonar también su puesto al frente de las tropas de la Confederacin Neo- ‘granadina, por disensiones con los demés jefes. Durante 1815 se dedicé en Jamaica a escribir cartas y articulos ara informar a la opinion publica sobre el estado de la emancipacién americana. Una de ellas es la Contes- tacién de un americano meridional a un caballero de esta isla, del 6 de setiembre de 1815. En ella hace Bolivar un balance de la situacién bispanoamericana, esboza sus propios principios politicos y anticipa, con notable talento profético, muchos de los sucesos futuros Me APREsURO a contestar Ia carta de 29 del mes pasado, que Vd. me hizo el honot de ditigirme y que yo recibi con la mayor satisfaccién, Sensible, como debo, al interés que Vd. ha querido tomar por la suerte de mi patria, afligiéndose con ella por los tormentos que padece, desde su descubrimiento hasta estos dltimos periodos por parte de sus estructotes los espafioles, no siento menos el comprometimiento en que ‘me ponen las solictas demandas que Vd. me hace sobre los objetos més importantes de la poltica americana. Asf, me encuentro en un contlicto, en- tre el deseo de corresponder a Ia confianza con que Vd. me favorece y el impedimento de satisfacerla, tanto por Ia falta de documentos y libros cuanto por los limitados conocimientos que poseo de un pais tan inmenso, vatiado y desconocido como el Nuevo Mundo, En mii opinién es imposible responder a las preguntas con que Vd. me ha honrado. El mismo barén de Humboldt, con su universalidad de conocimientos teSricos y pricticos, apenas lo harfa con exactitud, porque 83 aunque una parte de la estadistica y revolucién de América es conocida, me atrevo a asegurar que: sobre todo en lo relative a la suerte futura y a los verdaderos proyectos de los americanos; pues cuantas combinaciones suministra la historia de las naciones, de otras tantas es susceptible la nuestra por su posicién fisica, por las vicisitudes de la guerra y por los eélculos de la politica. Como me conceptio obligado a prestar atencién a la apreciable carta de Va., no menos que a cus filantrépicas miras, me animo a dirigicle estas Tineas, en las cuales ciertamente no hallaré Vd. las ideas luminosas que desea, mas sf las ingenuas expresiones de mis pensamientos. “Tres siglos ha —dice Vd— que empezaron las barbaridades que los espafioles cometieron en el grande hemisferio de Colén”. Barbaridades que la presente edad ha rechazado como fabulosas, porque parecen supe- lores a la perversidad humana; y jamés serian creidas por los criticos modemos si constantes y repetidos documentos no testificasen estas in- faustas verdades. El filanteépico obispo de Chiapas, el apéstol de la Amé- rica, Las Casas, ha dejado a la posteridad una breve relacién de ellas, extractadas de las sumarias que siguieron en Sevilla a los conquistadores, con el testimonio de cuantas personas respetables habia entonces en el Nuevo Mundo, y con los procesos mismos que los tiranos se hicieron entre sf, como consta por los més sublimes historiadores de aquel tiempo Todos Jos imparciales han hecho justicia al celo, verdad y virtudes de aquel amigo de la humanidad, que con tanto fervor y firmeza denuncié ante su gobierno y contemporincos los actos més horrorosos de un fre- nest sanguinario. {Con cuénta emocién de gratitud leo el pasaje de la carta de Vd. en que me dice que espera que “los sucesos que siguieron entonces a las armas espafiolas acompafien ahora a las de sus contrarios, los muy opti- tmidos americanos metidionales”"! Yo tomo cata eoperanza por una pre diccién, si Ia justicia decide las contiendas de los hombres. El suceso ‘coronar nuestros esfuerzos porque el destino de la América se ha fijado irrevosablemente; elnlazonqueriaruniararlanEspafaresténcortado; Ia opinién era toda su fuerza; por ella se estrechaban mutuamente las partes de aquella inmensa monarquia; donguesanteselasseniazabanyaniasadivides mis grande es el odio que nos ha inspirado la Peninsula, que el mar que nos separa de ella; menos dificil es unir los dos continentes que reconciiar los espiritus de ambos pafses. El hibito a la obediencia; un comercio de inte reses, de luces, de religién; una reciproca benevolencia; una tierna soli- citud por la cuna y la gloria de nuestros padres; en fin, todo lo que for- maba nuestra esperanza nos venfa de Espana. De aqui hacia un principio de adhesién que parecia eterno, no obstante que Ia conducta de nuestros dominadores relajaba esta simpatia, 0, por mejor decir, este apego for- zado pot el imperio de Ia dominacién. Al presente sucede lo contratio: 84 Ja muerte, el deshonor, cuanto es nocivo, nos amenaza y tememos; todo lo sufrimos de esa desnaturalizada madrastra. El velo se ha rasgado, ya hemos visto la luz y se nos quiere volver a las tinieblas; se han roto tas cadenas; ya hemos sido libres y nuestros enemigos pretenden de nuevo esclavizarnos. Por lo tanto, Ia América combate con despecho, y rara vez la desesperacién no ha arrastrado tras sf Ja victoria Parqne los sncesos hayan sido parciales y alternados, no debemos desconfiar de la fortuna. En unas partes triunfan los independientes mien- tras que los tiranos en lugares diferentes obtienen sus ventajas, y ea es el resultado final? gno esté el Nuevo Mundo entero, Seki dfx UEh lea slain anc simulténea en la inmensa extensi6n de este hemisfetio. El belicoso estado de las provincias del Rio de la Plata ha purgado su territorio y conducido sus armas vencedoras al Alto Perit conmoviendo a Arequipa © inquietando a los realistas de Lima. Cerca de un millén de habitantes disfruta allf de su libertad. El reino de Chile, poblado de 800.000 almas, esté lidiando contra sus ‘enemigos que pretenden dominatlo; pero en vano, porque los que antes pusieron un término a sus conquistas, los indémitos y libres ataucanos, son sus vecinos y compatriotas; y su ejemplo sublime es suficiente para probarles que el pueblo que ama su independencia por fin la logra El virreinato del Peri, cuya poblacién asciende a millén y medio de habitantes, es sin duda el més sumiso y al que més sactificios se le han arrancado para la causa del Rey; y bien que scan vanas las relaciones concernientes a aquella porcién de América, es indudable que ni esté tran- dquila, ni es capaz de oponerse al torrente que amenaza a las més de sus provincias. Ta Nueva Granada que es, por decislo asf, el corazén de Ia América, obedece a un gobierno general, exceptuando el reino de Quito, que con Ja mayor dificultad contienen sus enemigos por ser fuertemente adicto a Ta causa de su. patria habitantes estén repartidos en aquel territorio, que actualmente defienden contra el ejército espafiol bajo el general Morillo, que es verosimil sucum- ba delante de la inexpugnable plaza de Cartagena. Mas si la tomare serd a costa de grandes pérdidas, y desde luego careceré de fuerzas bastantes para subyuger a los morigerados y braves moradores del interior. En cuanto a la heroica y desdichada Venezuela, sus acontecimientos han sido tan répidos, y sus devastaciones tales, que’ casi ta han reducido una absoluta indigencia y a una soledad espantosa; no obstante que era tuno de los més bellos pafses de cuantos hacian el orgullo de 1a América. Sus tiranos gobiernan un desierto; y s6lo oprimen a tristes restos que, eescapados de In muerte, alimentan una precaria existencia; algunas mu: jeres, nifios y ancianos son los que quedan. Los mAs de los hombres han 85

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