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UNIVERSIDAD NACIONAL DE COLOMBIA

SEMINARIO ENFOQUES Y MODELOS ADMINISTRATIVOS: TEORIAS DE LA


ADMINISTRACION

CÓDIGO 616545
FECHA 9 de mayo del 2019

TRABAJO DIRIGIDO No 1

FILOSOFÍA, EPISTEMOLOGÍA Y GERENCIA: TENSIONES, PRECISIONES Y


CONSTRUCTO GERENCIAL

PRESENTADO POR:
Didier Peñaranda Lisundia
FILOSOFÍA, EPISTEMOLOGÍA Y GERENCIA: TENSIONES, PRECISIONES Y
CONSTRUCTO GERENCIAL

Las dificultades que el estudio del conocimiento ha arrojado a lo largo de la


historia se deben a la posible y distinta perspectiva que se adquiere de la teoría
del conocimiento según que se considere prioritariamente de modo del sujeto, de
quien conoce, o de modo del objeto, lo que se conoce. Ambas perspectivas son
necesarias para que haya conocimiento, sujeto y objeto, ya que nada podría ser
conocido si no existiera un ser con capacidad de conocer, y nada podría ser
conocido si no existiera una realidad con objetos posibles de comunicarse como
seres cognoscibles.

Esta doble articulación del conocimiento establece una nueva forma de relación
entre el objeto y el sujeto, ya que el objeto del conocimiento no es otro que el
mismo sujeto y su capacidad de conocer sensible que le relaciona con la realidad
externa. Cuando el objeto del conocimiento es el sujeto que conoce es cuando se
conoce a sí mismo, y por ello se establece una íntima relación de convergencia
entre sujeto y objeto, de la que del acto de conocimiento intelectual se sigue la
percepción intuitiva de la propia existencia.

Cuando se ignora la doble articulación del conocimiento como forma del


conocimiento humano y se postula como simple y único el proceso del
conocimiento sensible e intelectual, la interpretación de la existencia se ha realizar
desde la consideración de objeto o sujeto, y según se contemple una y otra
perspectiva se concluirá en una filosofía materialista o idealista. Si se acepta que
todo el conocimiento se sigue de un proceso imperativo de la percepción exterior,
totalmente objetivo, no existirá forma de justificar la autoconciencia por la que
cada persona se conoce a sí misma, alcanzándose un conocimiento accidental de
las características de la propia materia y de los actos que se siguen de su modo
de ser: se conoce el cómo se es, pero no se puede conseguir un conocimiento del
qué se es. Cuando se considera el conocimiento como una actividad sin tomar en
consideración la doble articulación del conocimiento de la relación entre objeto y
sujeto, no se puede predicar la realidad de lo externo al propio sujeto que conoce,
lo que más o menos radicalmente incide en constituir una filosofía idealista,
concebida desde la realidad del acto de conocer sin poder asegurar la realidad del
objeto conocido.

La filosofía idealista afirma: (Diccionario Filosófico Marxista 1946 ) “No hay


objeto sin sujeto”, es decir, el mundo exterior no existe fuera de la conciencia e
independientemente de ella. El materialismo lógico, por el contrario, afirma que “el
objeto existe independientemente del sujeto”; por consiguiente, sin el ser material,
no hay ni puede haber ninguna conciencia. En un principio (por ejemplo, en
Aristóteles), el sujeto se concebía como portador de algunas propiedades, estados
y acciones; en este sentido, era idéntico al concepto de substancia. Dicho sentido
del término “sujeto” se conserva hasta en nuestros días. Sin embargo, a partir del
siglo XVII, el concepto de “sujeto”, lo mismo que el de “objeto” que le es correlativo
empezaron a emplearse, ante todo, en sentido gnoseológico (epistemología). Por
sujeto hoy se entiende al hombre, que obra y conoce activamente, está dotado de
conciencia y voluntad; por objeto, lo dado en el conocimiento o aquello hacia lo
que está orientada la actividad cognoscente u otra actividad del sujeto.
Materialismo e idealismo han resuelto de manera distinta el problema de la
relación entre el sujeto y el objeto, problema unido a la cuestión fundamental de la
filosofía.

El materialismo ha considerado (los marxistas: 1946) “el objeto como existiendo


independientemente del sujeto, lo ha concebido como mundo objetivo y, en
sentido estricto, como objeto de cognición”. Sin embargo, el materialismo
premarxista no podía resolver científicamente el problema de la relación entre
objeto y sujeto, pues veía sus relaciones reciprocas sólo como acción del primero
sobre el segundo. Además, el sujeto era concebido como algo pasivo, que sólo
recibía la acción exterior. Se tomaba al sujeto como hombre aislado, cuya esencia
se veía únicamente en su origen natural. El sujeto permanecía pasivo no sólo en
el terreno de la cognición, sino, además, en el de la actividad práctica, ya que el
viejo materialismo no podía comprender el carácter, objetivamente sujeto a ley, de
la actividad del hombre, que persigue sus fines subjetivos. El punto de vista del
idealismo sobre esa cuestión es opuesto.

el objeto general de la administración es la organización, un punto que casi


siempre se acepta. Sin embargo, es necesario concretarlo más, en vista de que en
la organización concurren otras disciplinas como, por ejemplo, la economía (teoría
de la empresa), la psicología (psicología organizacional), y la sociología
(sociología organizacional), por solo citar las principales. En Colombia, Dávila
(1985) ha planteado que la administración es una práctica social usualmente
esquematizada como el manejo de los recursos de una organización para el logro
de sus objetivos, en cuyo propósito se ejercen las funciones administrativas
definidas por Fayol. Calderón y Gutiérrez (2010) consideran que la administración
se ha concebido como una disciplina herramental, basada en el paradigma
instrumental; no obstante, la ubican como ciencia, en específico como parte de las
ciencias sociales. Durango (2008) advierte acerca de la necesidad de diferenciar
la ciencia de la tecnología y considera la primera como explicativa y la segunda
aplicativa, de modo que el carácter científico de la administración, según este
autor, debe disociarse de la praxeología.

Por otra parte, la administración tiene un componente social importante


(Sheldon, 1985; Yepes, 2017; Zapata, Murillo y Martínez, 2008), ya que el
bienestar de la sociedad se encuentra íntimamente relacionado con el desempeño
de las organizaciones, de manera que el tema de la responsabilidad social cobra
vigencia. Con este fin es bueno recordar la posición de Aktouf (1998, 2017).)
acerca de pensar la administración como una forma de generar progreso en
armonía con los miembros de la organización y la naturaleza.

Cuando el conocimiento conceptual, racional, es llevado a la práctica, la


observación y la experimentación son los criterios de la verdad. La práctica
retroalimenta a la teoría, lo que el marxismo denomina praxis. Si se plantea la
hipótesis de que el agua se compone de oxígeno y de hidrógeno, sólo la
experimentación de combinar estos elementos y obtenerla, o al contrario, de
descomponer el agua en oxígeno e hidrógeno, garantiza el acierto de ella. Por eso
sólo la práctica es el criterio de la verdad. En términos políticos y sociales, sucede
lo mismo. “Si se quiere adquirir conocimiento es preciso participar en la práctica de
cambiar la realidad”, “si se pretende conocer la teoría y los métodos de la
revolución, hay que participar en la revolución”, afirma Mao. Por último, si la
práctica es el criterio de la verdad, ¿es posible un conocimiento exacto o
absoluto? El conocimiento profundo requiere la adquisición de conocimientos
relativos, menores, incompletos. La dialéctica entiende el conocimiento como una
construcción permanente. El ser humano se acerca a la verdad manteniendo
cierta incertidumbre. En la explicación de ciertos fenómenos físicos Einstein va
más allá que Newton, pero sus teorías, aunque sean más aproximadas a la
verdad, también contienen márgenes de imprecisión. Igualmente, Marx y Engels
superaron a anteriores socialistas, pero su teoría no es definitiva ni perfecta, lo
que con agudeza le hizo decir a Marx que él no era marxista. Seguramente, la
humanidad llegará a un estadio de conocimiento determinado, en el que el
materialismo dialéctico será superado por concepciones más afinadas. El
materialismo dialéctico, como la ciencia toda, reposa en la humildad, en la noción
acabada de la relatividad de todo conocimiento.

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