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Olga Andrew Desde Inego, muchos de los intelectuales estaban para esa fecha solicitando la salida del pais, saidas estas que se posterga- ban indefinidamente, mientras tenfan que realizar labores agri- colas para sobrevivir. Las tertulias clandestinas se hacian cada vez ms peligrosas y todos los escritores nos desplazabamos a casas particulares donde podiamos dar a conocer fragmentos de nues- tras obras. Una de esas casas fue la casa de Olga Andreu, quien cortia estos riesgos porque para ella la literatura era algo sagra- do. Creo que, si Virgilio Pinera siguié escribiendo en los tilti mos afios de su vida, se debi al estimulo de Olga Andreu y por saber que contaba con un sitio donde tenia aun publico que lo admiraba. Olga sabia escuchar, lo cual es una rara facultad en los cubanos y, como no tenia pretensiones literarias, estaba al ‘margen de toda critica implacable y de todo elogio oportunista. En I casa de Olga Andreu uno podia respitar y ser uno mismo. (Supe recientemente que esta mujer, hace algin tiempo en La Habana, se suicid6 lanzindose por el baledn de su pequefo apar- tamento.) Como era logico, aquellas tertulias se suspendieron al Poco tiempo; algunos de los participantes se marcharon al ex- tranjero y otros se convirtieron en funcionarios del régimen de Fidel Castro. Algunos, como Pepe el Loco, se habian suicidado en la Isla y otros como Calvert Casey, en el exilio. El mundo de Olga Andreu en sus tltimos afios era, en gran ‘medida, un mundo poblado por fantasmas queridos, desapareci- dos trigicamente. Su muerte fue tal vez un acto vital; hay épo- cas en que scguir viviendo es rebajarse, comprometerse, motirse de puro tedio. A esa region sin tiempo, donde ya la Seguridad del Estado no podré parametratla, Olga ha querido entrar con toda su jovialidad y su dignidad intactas. Pero en aquella época muchos artistas atin no hablan sido 160 parametrados. El gobierno sabia que se conspiraba, por lo menos verbalmente. La casa de Lezama Lima era otro centro de reu- nién literaria, donde este hombre, siempre ccudnime, daba algiin sabio consejo, recomendaba algiin libro. Virgilio Pinera también auspiciaba las tertulias en la casa de Olga Andreu o lefa en casa de Jorge Ibdfiez, el nieto de Juan Gualberto Gémez. Ta casa de Thitiez era solitaria y estaha furera de la ciudad de La Habana; una de las pocas casas del siglo dieciocho que ain se conservaban intactas, con enormes jardines y plantas que cre- cian desmesuradamente, Entrar a aquella casa era legar a un sitio donde aiin parecia que la Revolucién de Fidel Castro no habia artibado. Las tertulias comenzaban a las doce de la noche. Indis- cutiblemente, la Seguridad ya habia situado a sus agentes en ellas; escritores que se habfan convertido en informantes, como luego dlescubrimos era el caso de Miguel Barniz, Pablo Armando Fer nindez y César Lépez. Lo que se leia en uno de -quellos sitios al dia siguiente era del conocimiento de la Seguridad del Estado. La persecucién se intensificaba y el pueblo, cada vez mis, queria conocer las obras de aquellos escritores prohibidos; Leza- ma llegé a ser muy popular y algunos se sabian de memoria los versos probibidos de Padilla. Lo més peligroso para el régimen cera la gran cantidad de jévenes que scgufan a aquellos escritores disidentes y, por tal motivo, habia que desmoralizzrlos para que no se convirtieran en un simbolo; habia que humillarlos y redu- cirlos. 161 El «caso» Padilla La Seguridad del Estado scleccioné como chivo expiatoi Heberto Pacilla. Padilla habia sido el pocta ireverente que se habia atrevido a presentar a un concurso oficial un libro critica como Fuera del juego. En el extranjero ya se habia convertido en una figura inter- nacional y habia, por tanto, que destruirlo, destruyendo asi a todos los dems intelectuales cubanos que tuvieran una actitud semejante. En 1971, Padilla fue arrestado junto con su esposa, Belkis Cuza Malé. Fue encerrado en una celda,intimidado gelpeados a los treinta dias salié de aquella celda convertido en un guifa, po humano. Casi todos los intelectuales cubanos fiimos invi- tados por la Seguridad del Estado a través de la UNEAC para escuchar a Padilla. Sabiamos que estaba detenido, y estibamos sorprendidos con su aparicién. Recuerdo que la UNEAC, custo dada por policias vestidos de civiles, estaba estrictamente vigh tada; sélo podiamos entrar a escuchar a Padilla las personas que aparecfamos en una lista, que era chequeada minuciosamente, La noche en que Padilla hizo su confesién fue una noche sinies. tramente inolvidable. Aquel hombre vital, que habia escrito her. motos poemas, se arrepentia de todo lo que habia hecho, de toda su obra anterior, renegando de s{ mismo, autotildndose de co. barde, miserable y traidor. Decia que, durante cl tiempo que habla estado detenido por la Seguridad del Estado, habia comprendido {a belleza de la Revolucién y habia escrito unos poemas a la pri- avers. Padill no solamente se retractaba de toda au obra ante- rior, sino que delaté piblicamente a todos sus amigos que, seg 41 también habian tenido una actitud contrarrevolucicnstan’ ae cluso a su esposa. Padilla nombraba una por tna a todas las per. Sonas: José Yanes, Norberto Fuentes, Lezama Lima. Pero Lezama 162 fe negd a asistir a aquella retractacidn. Mientras Padilla segufa mencionando a los escritores «contrarrevolucionsrios», Virgilio Pifiera se fue deslizando de su silla y se senté en el piso para hacerse invisible. Todas las personas a las que Padilla habia se- falado como contrarrevolucionarios, entre golpes de pecho y lé- grimas en los ojos, tenian que acudir al micréfono donde estaba Padilla, asumir sus culpas y reconocer que eran unos miserables ¥ unos traidores al sistema. Desde luego, todo aquello fue filma- do por la Seguridad del Estado y aquella pelicula recorrid todos los medios intelectuales del mundo, especialmente fue mostrada a todos aquellos escritores que habjan firmado una carta por el injusto arresto de Padilla, entre los que se encontraban Mario ‘Vargas Llosa, Octavio Paz, Juan Rulfo y hasta el mismo Garcia Marquez, hoy convertido en una de las vedertes mis importantes que tiene Fidel Castro, Sucesivamente, pasaron por ef micréfono haciendo su confe- sién todos aquellos escritores. La de Pablo Armando Fernindez fue extensa y miserable; se acusaba de una manera aiin més vio- Ienta de la que lo habia hecho Heberto Padilla. César Lépez también acudié alli y confesé todos sus errores ideoldgicos. Tam bién Norberto Fuentes; slo que éste, al final, cuando todo pa- recia haber terminado tal como habia sido ‘preparado por la Seguridad del Estado, pidié ta palabra y volvié al micréfono. Dijo que no estaba de acuerdo con lo que alli sucedia, que Padilla estaba en un momento muy dificil y que no le quedaba més remedio que hacer aquella confesién, pero que él no pensaba de ese modo, porque él habia trabajado y, siendo un escritor, esta~ ba muriéndose de hrambre y no se consideraba un contrarrevolu- cionario por haber escrito sencillamente varios libros de cuentos imaginativos y algunos criticos. Terminé dando un pufetazo, y los miembros de la Seguridad del Estado que estaban alli se pusieron de pie y vi a algunos de ellos Mevarse las manos a la cintura, donde tenian la pistola, Norberto Fuentes fue acallado entre gritos de violencia. Al mismo tiempo que se desarrollaba aquel especticulo bo- chornoso de la confesién de Padilla, el gobierno de Castro orga- nizaba lo que se llamé el Primer Congreso de Educacién y Cul- tura, que trataba acerca de todo lo contrario de lo que su nom- bbre enunciaba; estaba claro que lo que se queria era acabar con 163 toda la cultura cubana. Allf se dictaron postulados can respecto a la moda, que se consideraba como una forma de diversionismo ideoldgico y una sutil penetracién del imperialismo norteameri- ano. El mayor encamizamiento de ese congreso fue contra los ho- mosextales. Se leyeron acipites donde se consideraba el homo- sexualismo como un caso patoldgico y, sobre todo, donde se de- cidia que todo homosexual que ocupase un cargo en los orga nismos culturales debia ser separado, inmediatamente, de su centro de trabajo. Comenzé el parametraje, es decir cada escri- tor, cada artista, cada dramaturgo homosexual, recibia un tele- grama en el que se le decia que no reunia los parimetros politi- Cos y morales para desempefiar el cargo que ocupaba y, por tanto, era dejado sin empleo o se le ofertaba otro en un campo de tra- bajos forzados. Trabajar cn la agricultura o tener un cargo de sepulturero eran las ofertas que se les hacian a los intelectuales parametrados. Evi- dentemente, Hlegé la noche oscura para todos los intelectuales cubanos. Ya para entonces era imposible pensar en abandonar el pals, pues desde 1970 Fidel habia proclamado que todo el que queria irse del pais ya lo habia hecho, convirtiendo la Isla en tuna clrcel cerrada, donde todo el mundo, segin él, estaba feliz de permanecer. Todo artista que hubiera tenido un pasado homosexual o algun desliz politico corria el riesgo de perder su puesto. Recuer- do el caso de los Camejo, que habian creado una de las institu- Giones artisticas més importantes de toda la Isla, el teatro Gui- fol. Sdbitamente, ellos y casi todos los actores que integraban aquel grupo fueron parametrados y el teatro fue destruido. Agentes de la Seguridad del Estado, como Héctor Quesada 0 el teniente Pavén, eran ahora quienes efectuaban la caza de bru- jas. Volvieron otra vez las recogidas y volvieron otra vez los es pléndidos muchachones de la Seguridad a disfrazarse de bugarro- nies obsequiosos para arrestar a cualquiera que les dirigiese una mirada, Uno de los escindalas mas sonados de aquel momento fue el arresto de Roberto Blanco y su juicio piblico. Era uno de los directores teatrales mas importantes de Cuba entre los aitos se senta y setenta, pero habla cometido la imprudencia de mirar el 164 falo erecto de uno de aquellos hermosos jévenes 7, esposado y pelado al rape, fue conducido a un juicio piblico que se celebré en el mismo teatro del cual era director. La humillacién ptiblica ha sido uno de los métodos mds lizados por Castro: la degradacién de las personas ante un pu- blico, siempre dispuesto a burlarse de cualquier debilidad ajena fo de cualquier persona caida en desgracia. Y no slo la acusa- cién, sino el arrepentimiento, entre golpes de pecho, ante un pt- blico que aplaudia y se refa. Y después, naturalmente, rapados y esposados, la purificacién de sus debilidades en un campo de cafa 0 cualquier otro trabajo agricola Las detenciones se sucedian constantemente. Escritores que incluso habian obtenido premios nacionales de pocsfa eran sibi- tamente condenados a ocho afios de circel por diversionismo ideolégico, como fue el caso de René Ariza. Otro premiado que también fue condenado, pero a treinta aftos de circel, fue José Lorenzo Fuentes. El Beny también habia sido arrestado por corrupcion de menores o algo por el estilo, y estaba por entonces en un campo de trabajos forzados. Algunos, claro, intentaban marcharse del pais como fuera posible. Esteban Luis Cardenas intenté lanzarse de un edificio y caer dentro de la embajada ar- gentina; cayé dentro del patio de la embajada, pero las autorida- des cubanas que no estaban dispuestas a respetar ningin tratado diplomitico, entraron y se lo llevaron a la cércel. éCuiintos javenes no perecieron (y perecen) ahogados, inten tando cruzar el estrecho de la Florida o, sencillamente, balacea- dos por los guardacostas de la Seguridad del Estado? Otros mu- chos optaton por una forma de escapar mas segura, es decir por cl suicidio, como fue el caso de la poetisa Martha Vignier, que se lanz6 del tejado de su casa haciéndose pedazos contra el pavir mento. * En aquel momento tal vez quedaban muy pocas opciones para los escritores 0 para cualquier otra persona en aquel pais. Era un estado policial, y lo més prictico para muchos fue hacer- se policia; ése fue el caso de Coco Sali, Hiram Pratt y Oscar Rodriguez, stibitamente convertidos en informantes del régimen de Fidel Castro, Otros, contra viento y marea, querfan seguir ¢s- cribiendo y formaban_ pequeiios grupos, como el que formamos en el Parque Lenin los hermanos Abreu y yo. 165

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