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Yo también te comenté
mi desdichada existencia
y en mi clara confidencia
un olvido te inventé.
Luna soñolienta
en la bóveda del tiempo,
que me cuenta sollozando
cuánto la lastima el viento.
Al árbol
Al mar
Al hombre
Caminas sin rumbo alguno,
llamado deberías ser vagabundo;
y nadie de los creados, ninguno,
es merecedor de vivir en este mundo.
A Dios
Te acompaña en la alegría,
sonriendo junto contigo
y se convierte en testigo
de tu gran melancolía.
A él le puedes contar
tu más sagrado secreto,
pues su corazón discreto
jamás te ha de traicionar.
V
Es muy simple para aquel que no ama
decir «no me ames».
VI
Cada flor que se entrega
es un amor que nace,
un eterno enlace,
un corazón que brega.
El camino
Sombras grises lo cubren, el polvo le ha
manchado el rostro, mil pasos dejan
cicatrices en su piel y en sitios se abriga
con cemento.
El viento silencioso borra algunas
huellas, forma la lluvia en su cuerpo un
espejo, mientras muere a su lado un
árbol añejo y quizá algún farol ponga
luz a su existencia.
VII
Entre hombres pobres nací,
siendo para mí un orgullo,
pues a un mundo como el suyo
se le debe decir sí.
La oscuridad es la noche
en donde nuestra alma descansa,
y a la vida que es tan mansa
la vivimos sin reproche.
El amanecer es flor
donde habita la alegría,
y en color y fantasía
surge espontáneo el amor.
VIII
Libre, corriendo desesperado
como el viento de las costas,
golpeando las frías torres,
suspicaz y arrebatado.
IX
Soy el sol que te ciega los ojos para que
ya nunca puedas ver la luz que una vez
te di.
Soy el ave que vuela sin alas, pero
podrá marearte con su vuelo hasta que
desmayes de dolor.
Soy el viento que te paspa la cara para
que nadie vuelva a acariciarte.
Soy el árbol que libra a sus hojas, para
que al pisarlas me sientas gritar.
Soy el llanto capaz de destruir tu risa
dejándote la boca muda en el silencio.
Soy la lluvia que se confunde en tu
sudor cuando temes ahogarte en mí.
Soy el fuego que te convierte en
cenizas, cenizas que te hundirán en la
tierra y me quemarán la piel.
Eras así
Cuando todo era distinto y nuevo
llegaste con tímidas palabras
y frases inconclusas.
Caminabas ciego y equivocado
sin saber hacia dónde te dirigías.
Te confundían esas ideas sin sentido
que se cruzaban por tu mente.
Pensabas en todo y en nada…
…nunca te llegué a entender.
Tu voz se quebraba por momentos
delatando el miedo y la inseguridad
que creías no tener, pero que en
realidad
forman toda tu persona.
Fijabas la vista en determinados lugares
que no guardaban ninguna incógnita,
donde no quedaba nada por descubrir.
Tus movimientos no eran suaves ni
sinceros,
pero nunca llegaste a destruir
lo que otros habían creado.
Eras frío, casi sin vida.
Eras en verdad el ser más extraño…
…nunca te llegué a entender.
X
Todas las lágrimas se secan cuando
quiero llorar,
y mis ojos quedan como mares
desiertos de dolor.
Y mi voz grita a la sombra que,
tapiada en las paredes del recuerdo,
humedece mis huesos.
Y mis manos te arrancan de mi mente y
mi cuerpo.
Me sangra la vida y el hecho de ser así,
porque podría ser la furia de este
mundo,
pero sólo soy la paz de mi universo.
De astros y galaxias voy formada
hasta el fin del espacio que te abarca
Y en un punto de él me desintegro,
para ser algo más entre la nada.
XI
La tierra ya empieza a liberarse de los
pasos del día
que impregnaron el sudor del trabajo
en sus entrañas.
El campo, en su entereza, espera con
ansias el baño de rocío.
Se alejan las hierbas húmedas y tiernas,
sus perfumes huelen raro y exquisito.
El trigo brilla al otro extremo de la
estancia;
se está quemando el cielo, crujen las
llamas,
sus quejidos llegan a mí por la magia de
la brisa.
El mar ha enterrado a la Luna en sus
aguas,
pero allí arriba nace la luna nueva.
Se ha volcado en el papel blanco del
cuaderno del mundo
la tinta con que todos contamos una
historia.
Todo está tranquilo dentro del espacio
de éste instante.
Sensación frívola.
Purificación nocturna.
La naturaleza vive en silencio.
(8/10/75)
XII
No sabría decirte qué es lo que sé de la
vida.
Esta tarde lloro
Esta tarde llueve.
Acompaño a la tormenta en su dolor.
Cada mil gotas que caen del cielo
como pequeñas perlas que se quiebran
al chocar,
derramo una lágrima de llanto.
Lloro con el cielo, grito entre sus
truenos,
y a veces me detengo a pensar,
pero al instante vuelve a lloviznar.
Mi llanto es irregular como el llanto del
cielo y el río.
Irregular porque lo alimento con mis
lágrimas de sal.
El viento que también forma parte del
estruendo,
ayuda al río a crecer, a las gotas a caer
hasta la tierra que quiere impregnarse
de ellas
y a mi lágrima a secar.
Pero la lluvia siempre deja su huella
en la superficie blanca,
y el llanto siempre deja un hilo de
cristal
en mi mejilla fría.
XIII
Pronto quisiera morir
sólo para ser el ángel
que te cuide en los sueños
de estrellas y fantasmas imposibles.
Porque eres tan indefenso
como la epidermis de tus labios
que se irrita al más mínimo toque
de una boca de dulzura.
XIV
Mañana tus ojos ya se habrán secado
de las lágrimas que sin saber
derramabas una noche, mientras
pensabas
en los días de tu vida.
(7/12/75)
XV
Llegan hasta mí los distintos sonidos del
silencio.
Profundos e hirientes se deslizan
inquietos
por las sombras errantes de la noche.
Todos los silencios se unen para formar
la soledad de las estrellas… y mi
tristeza.
Quizás una lágrima se mezcle en el
rocío
y alguna voz doliente quiebre la paz.
Quizás se huela entre las hierbas la
agrura de una mentira
y un manantial de sangre moje la tierra.
Quizás la estrella de unos ojos ya no
brille en el cielo
y la caricia del viento me seque la boca.
Quizás en la soledad de mi cuarto se
escuche el último suspiro.
(19/12/75)
(7/2/76)
Juntos
A Juancito
Meditación
A pesar del tiempo y de las cosas
sucedidas,
no logro olvidar ni cambiar ni sentir
En diferentes dimensiones que ya no es
igual.
Porque lo que una vez pasó, nunca más
vuelve a ocurrir.
No sé cómo explicarte.
Quisiera extraer pedazos de momentos
vividos
en etapas ya lejanas y prolongarlos
hacia
lo que está por acercarse.
Sí, ya sé que es imposible, pero yo
busco
siempre en lo imposible lo que alguna
vez será.
Porque todo puede realizarse.
No me culpes ni te rías de mi locura,
porque gracias a ella consigo soportarte
en tu demencia.
(26/2/76)
Madre
Tus palabras son santas y tan ciertas
como las palabras de Jesús, pero yo no
puedo comprenderlas; a veces no
quiero oírte porque no entiendo ese
lenguaje que tú empleas.
Un lenguaje tan puro que sólo las
madres conocen, lleno de dulzuras y
secretos, de fantasías y magias.
Porque no he sentido todavía, así como
tú, que dentro de mí se está gestando
un ser que es sangre de mi sangre, que
por mí se crea.
Madre, la expresión de tus ojos es tan
grande como la luz del sol; tus labios
reflejan la amargura de luchas y
sufrimientos, que harán de nosotros
hombres sabios del mañana; tus manos
ásperas y arrugadas tiemblan sin cesar
tras las fuerzas de trabajos agitados; tu
figura encorvada lleva sobre sí el peso
de los años más activos de tu vida, que
dio vida a nuestra vida y tus pasos son
ya lentos porque no sientes deseos de
andar.
Madre, con tu voz que se quiebra a
cada instante, con tus palabras y
lenguaje, con tu figura errante, y más
que nada con tu amor, te suplico que
sigas encaminando a los hijos de tu
seno, hasta el día que tu alma habite el
reino de Dios.
(6/4/76)
XVI
Un día todo se acabará; se acabará
como se acaba el día al morir el sol.
Un día todo cambiará; cambiará como
cambia el hombre frente a la verdad.
Un día todo llegará; llegará como llega
el llanto de la soledad.
Un día todo será distinto a lo que hoy
es, porque así tendrá que ser, porque
alguien quiere que eso suceda, porque
la vida es lo que es.
Ese día no está tan lejos como tú crees;
es más, podría decirte que lo estoy
sintiendo ya en mi piel.
Es un día fresco, solitario, parece un día
muerto entre tanto tiempo, porque
nada se oye más que el silencio.
Qué tristeza no tener lo necesario para
cambiar su aspecto; qué tristeza no
poder volver a nacer para traer
conmigo a la vida; qué tristeza no poder
salir de donde estoy y hacer lo que me
plazca.
Un día todo será distinto a lo que hoy
es, pero sólo para mí, porque ya no
estaré aquí.
¡Qué tristeza sentiré al morir!
(12/8/77)
XVII
Busca en mí todo lo que quieras,
porque todo lo tengo para ti.
Quieres amor, tendrás amor; quieres
llorar, tendrás llanto; quieres reír,
tendrás risas; quieres sentir, tendrás
tacto; quieres mirar, tendrás ojos;
quieres soñar, tendrás mi alma, mi
cuerpo, mi voz y todo, todo mi ser para
ti; para que seas tan feliz como yo soy;
para que me recuerdes toda tu vida y
más allá de ella; para que sepas que
fuiste el único; para que si alguna vez te
sientes solo busques en mí la compañía.
(12/8/78)
XVIII
Estás tan lejos de aquí, pero te siento
tan cerca.
Es difícil decir todo lo que me pasa
ahora.
Por momentos siento alegría, a veces
tristeza; también melancolía y la
sensación de que todo es tan imposible
como hermoso.
Sueño despierta que te encuentro, que
estás solo y tan necesitado de alguien
que sepa entenderte.
No me gustaría dejar nunca estos
pensamientos, pero la vida no sólo es
sueño, la realidad cuenta más que lo
demás.
Demás para mí sos vos; es casi
imposible que te vea alguna vez, que
hablemos, sin embargo, me parece
conocerte desde hace tiempo.
Tiempo es casi distancia, que separa
muchas cosas, que a lo mejor juntas
serían de mayor utilidad para todos.
Todos estamos algo aislados en este
mundo, que es enorme y pequeño al
mismo tiempo, a pesar de convivir cada
día.
Día es lo más claro que conocemos del
Universo, que es nuestro, pero a veces
tan desconocido y peligroso.
Peligroso es todo y nada, depende de la
forma en que actuemos frente a las
cosas que se presentan ante nosotros.
Nosotros somos todos iguales, pero
distintos.
Distintos, ese es el problema, vamos
por distintos caminos.
(6/7/78)
XIX
El hombre camina solo por las calles
iluminadas de la gran ciudad. La gente
pasa a su lado y parece ignorarlo,
parece no verlo, como si fuera un
fantasma. El hombre sigue su camino
sin saber siquiera cuál es, su mirada se
fija en el suelo, como buscando en él
una respuesta, una solución que quizás
no exista.
Se detiene alguna que otra vez frente a
esas enormes vidrieras para mirar todas
las cosas que hay, aunque en realidad
no ve más que sus pensamientos.
Parece un vagabundo, un hombre
enfermo, arrastra los pies al caminar,
deja caer sus puños dentro de los
bolsillos de su saco que apenas le sirve
de abrigo.
Hace frío, mucho frío y él lo siente,
siente cómo la humedad le va
carcomiendo los huesos, le va quitando
las fuerzas para andar.
Su paso se hace cada vez más lento,
más pesado; saca de su bolsillo una
especie de carta y la empieza a leer; se
le escapa una lágrima, el hombre llora.
Guarda el papel arrugado y mojado por
las lágrimas, se seca la cara con el
brazo, se sienta en el cordón de la calle
y empieza a chapotear el agua sucia.
Ahora se ríe, se ríe con tantas ganas,
como ríe el niño del payaso del circo.
Vuelve a levantarse, camina unos pasos
y cae al suelo; se sienten gritos y voces,
la gente se amontona a su alrededor
para observarlo.
El hombre ha muerto, encontró la
respuesta.
(13/5/78)
XX
Cuando ya no pueda dar un paso más
por el mundo, voy a ser feliz, muy feliz,
porque eso significará que he recorrido
todos los caminos.
Cuando ya no quepa una arruga más en
mi rostro, voy a ser feliz, muy feliz,
porque eso significará que he reído
mucho. Cuando ya no pueda mi boca
pronunciar una palabra, recién voy a
comprender que a veces las palabras
son innecesarias, que vale más un
gesto, una mirada. Cuando ya no
puedan mis oídos escuchar una frase,
recién voy a comprender lo agradable y
compañero que es el silencio. Cuando
ya no puedan mis ojos derramar una
lágrima, voy a regalárselos a todos
aquellas personas que lloran. Cuando ya
no encuentren mis manos algo suave
que acariciar, voy a construir con ellas
un castillo de arena. Un castillo que ni el
viento, ni las lluvias, ni el mar podrán
destruir. Cuando todo eso pase
conmigo me gustaría que alguien a mi
lado sintiera lo mismo, y empezar
entonces a recordar juntos el pasado, el
presente y el futuro en otro mundo. Y
me gustaría mucho que ese alguien que
llegue a la vejez haciéndome compañía,
seas vos.
(15/2/80)
Final
Cada pedazo de vida se me escapa de
entre las manos; corro tras ellos, quiero
alcanzarlos, pero es inútil. Cuanto más
me apuro mi cuerpo se desgasta, y todo
grano que de mí emana, es llevado por
una mano de águila hasta la más alta
cumbre del cielo. Allí se quiebran en
infinitas partes de nada mis estructuras,
que como ceniza humana, viven de la
tierra, y en la tierra quedan. Es el fin
único de los sentidos, la salida posible
hacia una paz total.
XXI
Cuando la vida se me acabe, me voy a
acordar que existe el cielo, y que en él
van a estar todas las personas que
terminen su vida antes que yo.
Y allí quizás también te encuentre a vos,
porque a pesar de que hace un instante
que no te veo, nos separan muchos
siglos de distancia. Y en cada siglo hay
miles de lágrimas que no me dejan
sonreír.
(12/12/78)
XXII
Nunca te olvides de que no habrá
persona en este mundo que te recuerde
como yo te recuerdo ahora.
Nunca te olvides de que existí alguna
vez.
Nunca te olvides de que no voy a volver
a existir.
Nunca te olvides de que después de
ama, se ama una vez más.
Nunca te olvides de que sin una mujer
no hay hombre.
Nunca te olvides de todo aquello que
amas, porque podrías llegar a odiarlo.
XXIII
Cada noche me parece sentir tu calor,
tu voz, tu perfume, sin conocerte
siquiera, pero sabiendo que existís del
otro lado de mi sitio.
Aunque sé que sólo sos pensamientos,
te he llegado a pensar tanto que sentí
tus brazos enredándome en toda la
suavidad de tu dulzura.
Pero no estás aquí, ni estás pensando
en mí, ni sabés de mi existencia y de mis
ganas de decirte algo que no se puede
escribir.
Cuando para mí es noche, para vos es
día; cuando el sol me quema el alma, el
frío te la enfría; cuando lloro tu risa se
hace grito en mi agonía.
Y vos te irás de aquí, del mundo y de tu
vida, sin saber que una noche te soñé y
me amabas.
(7/9/78)
Yo mujer
Siento una emoción tan profunda que
se confunden mis sonrisas y mis llantos.
Porque encuentro en mi ser a un nuevo
ser, con más ilusiones y anhelos que
fracasos.
Porque empiezo a comprender la causa
de la vida, del dolor y la felicidad
deseada. Porque pretendo ser alguien y
con otro alguien formar un amor más.
Porque quiero que de eso nazca un
ángel santo y mío. Porque lucho sin
descanso por llegar hasta la dicha.
Porque se ha formado dulce, nueva y
pura en mi niña una mujer.
(24/3/76)
La puerta se abrió
Ella lo había perdido todo y se había
resignado a ello, porque nada podía
hacer, más que pensar que quizás
alguna vez…
Pero todo se volvía a tornar oscuro y
frío en la soledad de un cuarto
cualquiera, donde nada era mayor
realidad que el recuerdo.
Muchas cosas hacían volver a su mente
aquellos momentos tan llenos de amor,
un simple gesto o movimiento eran
motivo para sonreír, porque eran dos
burbujas de alegría, dos chiquilines
unidos para una travesura.
La vida los había engañado a ambos y se
habían dejado envolver por sus
encantos, sin pensar más que en «ellos»
y en ese «ahora» que vivían.
Un día dos lágrimas formaron parte de
un mismo dolor; la última caricia fue
áspera, la última palabra amarga, la
última mirada fue infinita y el último
beso la agonía de su amor.
Y desde entonces no supo más que vivir
en el pasado, releyendo aquellas
escasas líneas que él le había escrito
una vez y en las cuales le hablaba de
una vida juntos, de niños de su sangre y
del amor que sentí hacia ella.
Las lágrimas la traicionaban, no debía
llorar, tenía que sentirse dichosa por
haberse amado así, por haber hecho
muchas cosas hermosas, por haber sido
felices como lo fueron, por haber vivido
un mundo diferente; pero no, deseaban
la eternidad de todo eso y no lo habían
logrado.
Estaban muy lejos uno de otro, aunque
aún así seguían queriéndose,
pensándose, buscándose entre las
multitudes; sus sueños se unían en un
punto del espacio, pero el viento los
arrastraba hasta abandonarlos en sitios
solitarios y tristes, donde solos y
callados iban a morir.
¿Por qué, por qué tenía que suceder
todo lo contrario a sus voluntades?
Ya no lo soportaba, hizo su valija de
ilusión, esperanza y fe, se subió al
primer tren que encontró y se dejó
llevar; porque después de recorrer
miles de caminos que se hacían infinitos
tras las ansias de volver, llegó a destino.
Nada le interesaba más que verlo, así
fuera el padre de un hogar; sólo le diría
«Volví, no me esperaste, pero volví…».
La calle estaba oscura, la casa parecía
vacía, pero igualmente así, levantó su
mano cansada y golpeó suavemente esa
puerta, que creyó que nunca se abriría.
No fue como ella pensó, la puerta se
abrió y tras la sombra estaba su figura;
era él, el mismo, no había cambiado en
absoluto, hasta conservaba esa mirada
triste pero dulce que la había
enamorado.
Él no la reconoció; no había
reaccionado aún cuando ella le dijo
«Volví, me esperaste y yo volví…».
Fue tal la alegría que sólo supieron
llorar, adorarse, abrazarse, sin hablar;
querían disfrutar de ese momento que
tanto habían ansiado.
Nunca se volvieron a separar, de la
mano y con mucho amor realizaron
todos sus sueños, y se prometieron uno
al otro las cosas más maravillosas que
puedan existir en el amor.
Fue un día cualquiera… la puerta se
abrió, y tras la sombra estaban ellos dos
acunando a sus hijos.