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Satisfacción En Mujeres Mayores Adscritas Al Programa

Gerontológico De Comfamiliar Del Atlántico

INTRODUCCIÓN

Se realizó una investigación histórica – hermenéutica, con un enfoque


fenomenológico, enmarcado en una metodología de corte cualitativo, sobre la
Satisfacción En Mujeres con la población mayor Adscrita Al Programa Gerontológico
De Comfamiliar Del Atlántico. Teniendo en cuenta que el envejecer no es sólo un
factor de la vida, sino un proceso. Desde que nacemos envejecemos, los cambios
no se presentan de un día para otro, se presentan paulatinamente mientras
pasamos de una etapa a otra en dicho proceso.
También se habla acerca de lo que comprende del envejecimiento y las
modificaciones físicas, psicológicas y sociales según el estilo de vida y el contexto
en que se desarrolló la persona en etapas anteriores; ya parece como consecuencia
del paso del tiempo. Podemos mencionar factores culturales, educativos,
socioeconómicos, las actitudes, las experiencias, las expectativas y la adaptación
en su diario vivir, que son diferentes y únicos, dándole el carácter de individualidad
y heterogeneidad a esta etapa última de la vida. Muchas son las teorías que han
estudiado el proceso del envejecimiento. Sin embargo, todos coinciden en
reconocer que son el estilo de vida y el medio ambiente los que determinan en gran
medida un buen envejecimiento, por lo que podemos decir que es la propia persona
la gran responsable de construir un envejecimiento saludable.
OBJETIVO GENERAL

Describir Satisfacción de vida en Mujeres Mayores Adscritas Al Programa


Gerontológico De Comfamiliar Del Atlántico.

OBJETIVOS ESPECÍFICOS
 Describir las experiencias de vida de Mujeres Mayores Adscritas Al Programa
Gerontológico De Comfamiliar Del Atlántico.
 Especificar aspectos que provocan más satisfacción en Mujeres Mayores
Adscritas Al Programa Gerontológico De Comfamiliar Del Atlántico.
 Describir repuestas a las siguientes preguntas realizadas a Satisfacción de
vida en Mujeres Mayores Adscritas Al Programa Gerontológico De
Comfamiliar Del Atlántico:
o ¿si tuviese la oportunidad de vivir de nuevo que cambios realizaría?
o ¿Qué mensaje les dejaría a las nuevas generaciones?

DESCRIPCIÓN DEL PROBLEMA


Afrontar la vejez en Colombia se ha transformado en todo un desafío. Según ha
concluido un informe de la Facultad de Medicina de la Universidad de La Sabana y
la Asociación Colombiana de Gerontología y Geriatría, para 2020 habrá dos adultos
mayores por cada joven, pero sus condiciones de vida serán preocupantes. El
estudio, que consultó a 30.000 adultos mayores de 250 municipios de Colombia,
demostró que el 9,3 % de ellos viven solos, y en Bogotá el 11 % sobreviven en esta
condición. La situación empeora porque no hay suficientes médicos para
atenderlos. Si bien desde 1982 hasta la actualidad se han formado 2.000
gerontólogos en Colombia, de estos apenas hay un 4 % en actividad. Es decir, solo
hay 80 geriatras en el país para atender a una población que, según el DANE,
asciende a 5.750.000 personas.
Como cualquier ciudadano, los adultos mayores necesitan tener consolidado el
ejercicio de su derecho a la salud. sobre todo, porque son propensos a sufrir
enfermedades que requieren una atención especializada. Pero el 72 % de esta
población no puede acceder a un centro especializado en cuidados geriátricos ni a
un cuidador. Según el Diagnóstico, de los adultos mayores en Colombia de la
Fundación Saldarriaga Concha, la Enfermedad Isquémica del Corazón es la que
más sufre esta población en el país, pues la padecen el 20 % de los hombres y el
18,8 % de las mujeres mayores de 60 años. También padecen enfermedades
crónicas de las vías respiratorias internas (9,5% en hombres, 12,1% en mujeres);
cerebrovasculares (9,4% en hombres, 7,9% en mujeres); hipertensivas (4,6% en
hombres, 6,6% en mujeres) y Diabetes Mellitus (4,2% en hombres, 5,3% en
mujeres). La OMS, por su parte, asegura que la mortalidad en la población mayor
puede atribuirse a enfermedades de larga duración como el cáncer, las afecciones
respiratorias crónicas, las cardiopatías, las enfermedades osteomusculares —como
la artritis y la osteoporosis— y los trastornos mentales y neurológicos. De hecho, de
estas dos últimas proviene otro de los grandes males de la población mayor del
país: la depresión.
De acuerdo al informe, el 40 % de los adultos mayores tiene un perfil depresivo pues
muchos tienen que soportar también pobreza extrema, violencia, maltrato y abuso.
A esto se suma la exclusión de la población mayor en la sociedad. “Tener 60 o más
años no es sinónimo de ser una persona vieja. Por ello, muchos individuos que
integran esta comunidad suelen caer en depresión, pues se sienten excluidos,
inútiles, inservibles y como una carga para sus familias y para la sociedad, en
general”, reza el informe. El problema es que el modelo de trabajo colombiano no
es idóneo para esta población; suelen caer muy rápido en la obsolescencia.

La Encuesta Nacional de Demografía y Salud 2015 indica que en 1967 “el nivel de
fecundidad por mujer era de 6,7 hijos e hijas”, mientras que hace siete años este
nivel llegó a “2,1”. En otras palabras, la tasa de fecundidad de la población de
niños y adolescentes en el país ha disminuido en más del 50 % en el último medio
siglo. Por eso, para los creadores del estudio es indispensable atender a los adultos
mayores, que cada vez serán más, y quienes tienen las capacidades para ser
productivos.
Para mejorar la condición de vida de esta población, el informe propone aumentar
la cobertura y el acceso a la pensión, robustecer las redes familiares y sociales para
que los adultos mayores no tengan que estar solos, y mejorar la cobertura y la
educación de los cuidadores. Además, es importante observar la experiencia
internacional. México y España son pioneros en la implementación “del turismo
geriátrico” como una forma de incluir a esta población en las rutinas de la vida
socioeconómica. Se puede aprender de la conocida “revolución de la longevidad”,
en la que muchos países han integrado políticas sociales, de entretenimiento,
culturales y económicas para mejorar la calidad de vida de estas personas. Tal
como lo han hecho varios países del Cono Sur, Colombia también debe ratificar los
logros que en diversas convenciones iberoamericanas se han obtenido en torno a
la protección de los derechos humanos de la población mayor. Tener 60 o más no
puede convertirse en el fin de un ser humano. Tomado de (Calidad de vida de los
adultos mayores en Colombia 2017, 2018)
Es necesarios analizar la situación en La población de mujeres mayores Adscritas
Al Programa Gerontológico De Comfamiliar Del Atlántico, y se quiere describir las
experiencias, Especificar aspectos que provocan más satisfacción de vida. ¿si
tuviese la oportunidad de vivir de nuevo que cambios realizaría? ¿Qué mensaje les
dejaría a las nuevas generaciones?
Para esto es necesario conocer y describir
¿Cómo se presenta la satisfacción de vida en mujeres mayores Adscritas Al
Programa Gerontológico De Comfamiliar Del Atlántico?
JUSTIFICACIÓN

El hecho de llegar a determinada edad avanzada trae consigo múltiples

cambios en todas las áreas que conforman al ser humano como ser integral, por lo

tanto esta etapa crea un nivel de vulnerabilidad en la mayoría de adultos mayores

al enfrentarse a los diversos cambios a nivel físico, social, económico y laboral,

predisponiéndolos a presentar grados de deterioro en su salud mental.

La adultez mayor, que inicia hacia eso de los sesenta años de edad, es una

etapa del ciclo vital a la cual muchas de las personas esperan llegar. Sin embargo,

esta etapa adquiere diferentes concepciones que van ligadas, por una parte, a las

percepciones de la sociedad y la cultura en la que se encuentre el adulto mayor, y,

por otra parte, las percepciones mismas que los adultos mayores tengan sobre su

propia ancianidad.

De este modo, para algunas culturas como las orientales el adulto mayor es

símbolo de infinita sabiduría mientras que para otras representa un ser inútil o

acabado que solo espera la muerte. De igual forma, una persona puede definir su

adultez mayor como aquella etapa feliz y satisfactoria debido a todo lo que alcanzo

a lograr a lo largo de su vida, pero otra puede afirmar que es una etapa llena de

sufrimientos, de enfermedad o padecimientos y de completo abandono.

Es pertinente destacar que la adultez mayor es una etapa donde la persona

experimenta cambios a nivel fisiológico como el deterioro de algunas funciones

orgánicas y la disminución en las capacidades sensoriales por lo que estas

personas requieren mayores cuidados y atenciones médicas debido a que son más
vulnerables de padecer alguna enfermedad si no llevaron un estilo de vida

saludable. También se presentan cambios a nivel psicológico y cognoscitivo como

por ejemplo los declines de la memoria. Sin embargo, el adulto mayor, a pesar de

todos los cambios que pueda sufrir, continúa teniendo la oportunidad de crecer,

desarrollarse, aprender y obtener nuevas experiencias como cualquier otra persona

que se encuentre en alguna otra etapa de vida. Es por eso, que al igual que las

otras etapas, la adultez mayor merece valor y respeto.

Ahora bien, el proceso de envejecimiento según muchos autores constituye

unas series de cambios a nivel integral en el área física, psicológica y social en el

individuo. Resulta de mucha importancia entonces hablar de la vejez como una

etapa por la que todo individuo debe pasar por ley natural, algunos con más

expectativas que otros.

Esta etapa del ser humano se necesita de la capacidad para responder de

manera activa y positiva a los cambios y circunstancias prontas a vivir , debido a

que frecuentemente el adulto mayor podría verse afectado por depresiones,

aislamiento o los estereotipos asociados a la edad.

El envejecimiento exitoso se basa en el concepto, entre otros, de “bienestar

subjetivo”, entendido éste como el grado de satisfacción que experimentan las

personas cuando hacen una valoración o juicio global de sus vidas. Los estudios

gerontológicos sobre este tema ofrecen datos contradictorios sobre la incidencia de

la edad en el bienestar, aunque los estudios transversales indican una relación

positiva entre la edad y el bienestar subjetivo. Se han desarrollado distintas teorías


para explicar esta temática, apoyándose la inmensa mayoría en factores como

la felicidad, la satisfacción vital, las pérdidas y ganancias, etc. (García, 2007. p. 273).

Las principales dificultades en la vejez son los problemas de salud, las

pérdidas sociales y una mayor discrepancia entre las metas y las posibilidades de

alcanzarlas. Contrariamente a la creencia general de que en la vejez se alcanza

mayor felicidad, distintos estudios avalan lo contrario, hecho conocido como

paradoja de la felicidad en la vejez (Baltes & Baltes 1989, p. 85).

Así pues, es de vital importancia estudiar al adulto mayor de forma integral, ya

que no solo basta con los cambios biológicos que se presentan en esta etapa,

también es necesario vincular la sociedad y la cultura a la que pertenecen, ya que

estas pueden afectar gradualmente sus pensamientos y el actuar de estos en su

presente y futuro, de manera que su participación con las demás personas seria

casi nula si no se extingue esa visión pesimista que persiste del adulto mayor en la

sociedad occidental.

Ahora bien, las mujeres conforman la mayoría entre las personas mayores en

casi todos los países del mundo y se observa universalmente porque las mujeres

llegan a vivir más que los hombres.

Según datos recopilados por la organización de las naciones unidas (ONU) a

nivel mundial nacen aproximadamente 105 niños por cada 100 niñas, las mujeres

rebasan a los hombres numéricamente alrededor de las edades 30 a 40 años, dicha

ventaja numérica se hace mayor conforme avanzan los años (Salgado & Wong,

2007, p. 515).
Ahora bien, el presente trabajo investigativo va encaminado a las mujeres

que hacen parte del programa gerontológico de Comfamiliar del Atlántico, a

investigar el nivel de satisfacción de las mismas frente al mismo; motivo por el cual

es importante indagar acerca del programa y servicios que promueve la empresa

respecto a los adultos mayores y específicamente con las mujeres objeto de estudio;

en donde se les debe brindar un envejecimiento digno, saludable y productivo.

El proceso de envejecimiento constituye un constructo social que abarca la

asignación de roles de acuerdo con la edad del sujeto, es importante resaltar

entonces que dicho proceso se da de forma paulatina y se vive de manera diferente

de acuerdo al género, actividades económicas y sociales; es decir es un proceso

multifactorial. Por tanto se pretende analizar el grado de satisfacción de las mujeres

mayores adscritas al programa mencionado.

Es por ello, que se hace necesario que estos hogares geriátricos cuenten con

el cuidado personalizado al adulto mayor, horarios disponibles diurnos y nocturnos,

así como la modalidad de internado; brindándole a estas mujeres los servicios de

terapia física, terapia ocupacional, enfermería las 24 horas y atención gerontológica;

en una ambiente de sana convivencia familiar.

Por lo tanto, es importante que el adulto mayor tenga una percepción del estar

institucionalizado y del cuidado que recibe en el hogar, lo cual evidenciará las

necesidades tanto satisfechas como insatisfechas, permitiendo que la comunidad

sea participe y conozca los sentimientos y pensamientos del adulto mayor

generando más conocimiento del tema y ayudando a satisfacer las necesidades que

ellos consideran no lo han sido (Gutiérrez, Nieves y Ruiz, 2016, p.18).


Por otro lado para el hogar geriátrico es fundamental que identifiquen la

percepción que tienen los adultos mayores sobre su institucionalización y cuidado

brindado por parte de ellos, así se puede individualizar las necesidades para

posteriormente mejorar dando cumplimento a las necesidades insatisfechas

(Gutiérrez, Nieves y Ruiz, 2016, p.18).

En consecuencia, la presente investigación tiene mucha relevancia para los

estudiantes realizadores del mismo, debido a que se adquiere un valor único

estudiar las etapas de la adultez, lo cual permite aprehender aún más acerca del

desarrollo evolutivo de las personas, articulando las áreas biológica, cognitiva y

sociocultural con la calidad de vida de las mismas y para la Universidad Simón

Bolívar, puesto que el adulto mayor (mujer en este caso) cobra gran importancia, ya

que es primordial para el alma mater valorar y cultivar la identidad, la cultura y el

respeto hacia el adulto mayor.


MARCO TEORICO

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) las personas entre los 60 y

74 años son consideradas de avanzada edad, de 75 a 90 años viejos o ancianos,

las que sobrepasan los 90 se le denominan grandes viejos o grandes longevos. A

todo adulto mayor de 60 años se le llamara persona de la tercera edad. Actualmente

hay 4.86 millones de ancianos en el país en 1970 el porcentaje de adultos mayores

de 65 años correspondía al 4%, para el año 2005 el porcentaje aumentara hasta el

10% con alrededor de 12.5 millones de adultos mayores; para el año 2050 con una

población de 132 millones, uno de cada 4 habitantes será considerado adulto mayor

(Carrizales, Corrales, Aranguren y Fernández, 2015).

La llamada “tercera edad” es una fase de la vida de la que a menudo se piensa

que una persona que se halla en esta etapa está destinada solamente a descansar,

no a interactuar con su contexto social o participar en el sector laboral, por lo que

muchas de estas personas se perciben como rechazadas o inútiles, incluso en el

ámbito familiar; suele definirse a estas personas como insuficientes y dependientes,

dando como resultado una baja autoestima en ellos (Pando, Aranda, Salazar y cols.,

1998).

El envejecimiento de la población exige la intervención social y cultural en

múltiples áreas: sanitaria, educativa, legislativa, laboral, de tiempo libre y espiritual,

entre otras, lo cual requiere investigaciones integrales para dar respuesta y hacer

frente a las necesidades de los adultos mayores (Montero y Rivera, 2006).


En los últimos años se ha comenzado a hablar en términos de llegar a

tener una longevidad satisfactoria. Se entiende por este término la condición de

salud que, en su sentido más amplio, permite a las personas de edad satisfacer sus

expectativas personales y cubrir las exigencias que les impone el medio. En el logro

este propósito influyen muchos factores, entre ellos la percepción, la imagen que

tenga el anciano de sí mismo, pues según sea esta será su conducta. Si bien el

envejecimiento biológico es algo tangible, objetivo; la vejez, por el contrario, muchas

veces es percibida en la actualidad a través de un conjunto de mitos y prejuicios

impuestos por presiones económicas y sociales. Esta interpretación tradicional de

la vejez conduce a que los sujetos tiendan a tener una visión negativa sobre su

persona al llegar a la senectud (Callís, 2011).

Con el fin de minimizar las capacidades y minusvalías asociadas a dicho grupo

etáreo es necesario integrar muy diversos conocimientos acerca de sus modos de

vida, relaciones sociales, atención médica, apoyo psicológico, alimentación,

ingresos económicos, derechos jurídicos y demás. Estos factores y otros más

influyen decisivamente en el juicio que los adultos mayores hacen de su ánimo y

valor personal; su carencia los lleva a percibirse como inferiores y, por consiguiente,

se observa en ellos no sólo un rechazo de sí mismos, sino también la incapacidad

para integrarse a grupos y ambientes debido a la creencia en su inutilidad;

afortunadamente, hoy en día se aprecia un cambio en tales consideraciones,

gracias a las terapias de orden emocional para el adulto mayor y diversos

programas de integración en instituciones y áreas laborales y sociales, los que


pretenden su bienestar personal y una vida útil (Mazadiego, Calderón, Solares,

Zárate, Torres y Coto, 2011).

La idea que se tiene de uno mismo--autoimagen--y la valoración que se hace

de esta- autoestima-- en todas y cada una de sus dimensiones: pensamientos,

sentimientos, comportamientos, actitudes, etc., son dos de los múltiples aspectos

psicológicos que pueden cambiar cuando un sujeto llega a la vejez. Esto supone un

factor importante para la adaptación a un período vital, y en el caso específico de

esta etapa de la vida para llegar a tener un buen envejecimiento, con una calidad

de vida adecuada. (Núñez, Leal, 2001. p. 43)

La imagen que uno tiene de sí mismo es el concepto mental total que se tiene

sobre sí y del papel que se desempeña en la sociedad, como parte de la imagen del

mundo que se refiere a la propia persona, tanto la ideal (cómo una persona quisiera

ser) como la que se supone real (cómo uno cree que es) (Núñez, 2011).

El Esquema Corporal podemos considerarlo como la imagen mental que

tenemos de nuestro cuerpo, primero estático y después en movimiento, en relación

con sus diferentes partes y, sobre todo, en relación con el espacio y los objetos que

nos rodean. (Martin, 2008). Esta imagen del cuerpo varía a lo largo del ciclo vital y

es fundamental desarrollarla correctamente por dos motivos: el primero, es que va

a ayudar al individuo en su interacción con el entorno, y el segundo, es que el poseer

una imagen adecuada de uno mismo va a incidir de manera positiva sobre el

bienestar psicológico. Como señala García (1995), esta imagen del “cuerpo propio”

es uno de los componentes básicos de la identidad personal, ya que incide en el


autoconcepto y la autoestima que el ser humano de forma dinámica va

articulando y construyendo a lo largo de toda su vida.

En la actualidad, la esperanza de vida ha aumentado y esto conlleva para las

personas una serie de cambios a nivel físico, psicológico y social, a los cuales se

deben adaptar de la mejor manera posible para obtener un envejecimiento

satisfactorio. Existen, por tanto, una serie de consecuencias derivadas de la entrada

en esta fase de tercera edad que se manifiestan tanto en el plano físico como en el

psicológico. (Campos, Huertas, Colado, López, Pablos y Pablos, 2003). En relación

con el nivel físico se produce un descenso en la capacidad que Febrer y Soler (1989)

describen diciendo que “la imagen del cuerpo de un anciano es la de un cuerpo

cansado, deteriorado, más lento, más torpe y menos bonito del que desearían

conservar para toda la vida”. En cuanto al nivel psicológico, se da una disminución

de la autoestima al sentirse faltos de perspectivas vitales o a la negación del propio

cuerpo. (Balaguer y García Merita, 1994)

El estudio de las personas en edad avanzada evidencia, cada vez más, la

presencia de modos sanos de envejecer, y nos permite conocer cuáles son los

factores que determinan el éxito y evitan que la persona se dirija hacia un

envejecimiento patológico. Así, disciplinas como la Gerontología Social tienen esta

finalidad, la de preparar a los sujetos de la población para que afronten una senilidad

con la mejor edad funcional posible, es decir, una senilidad dotada de habilidades

que le permitan una adecuada calidad de vida. (García y Morales, 1997).

Se ha evidenciado que la actividad física constituye una herramienta eficaz

para desarrollar un envejecimiento más competente. Así, se concluye que la


actividad física y el ejercicio han sido considerados como un importante

instrumento para los programas de prevención primaría dirigidos al anciano, así

como la rehabilitación de los déficits físicos, cognitivos y funcionales asociados a la

edad. (García y Morales, 1997).

Partiendo de que la psicomotricidad tiene por objetivo el estudio de la conducta

motriz por la repercusión de la conducta motora en el comportamiento de la persona

y por la importancia de cada uno de los factores que inciden en el movimiento y que

condicionan su evolución. (Soler, 2006). Nos encontramos con programas de

intervención psicomotriz dirigidos al anciano, desarrollados con el fin de retrasar el

deterioro psicobiológico asociado al envejecimiento y que impide el mantenimiento

de la independencia funcional del anciano. (García y Morales, 1997). Estos

programas denominados gerontopsicomotrices, tienen entre sus múltiples fines, el

trabajo y desarrollo de un esquema corporal adecuado en la tercera edad.

Láñez, Miró, Catena y Buela-Casal (2003) apuntan que los objetivos de la

terapia ocupacional se dirigen a promover en los adultos mayores el máximo grado

de independencia, funcionalidad y autonomía personal, desarrollando las

habilidades de desempeño para lograr el máximo nivel de participación e integración

en sus diferentes ambientes, como el familiar y el social, para incrementar la calidad

de vida del adulto mayor al lograr que perciba que aún puede participar en

actividades que mejoran su desarrollo personal, salud, comunicación y, en general,

sus relaciones sociales con las personas con las que conviven (Arita, 2005).

Ahora bien, la calidad de vida ideal comprende un lugar o hábitat satisfactorio,

amigos, familia acogedora y comprensiva, desahogo económico, sensación de


felicidad, ausencia de enfermedad, buen estado intelectual y ausencia de

enfermedades (González, 2013).

En relación con la salud, la calidad de vida tiene tres dimensiones

fundamentales (física, mental y social) siguiendo las directrices de la OMS. “Estado

de completo bienestar físico, mental y social y no sólo la ausencia de enfermedad”

(González, 2013).

Las investigaciones actuales hablan del estado de ánimo como equilibrio de

un mecanismo bioquímico y metabólico. Para la comprensión de este mecanismo

adoptamos un modelo biopsicosocial que influye los aspectos sociales, biológicos y

psicológicos. Desde este modelo podemos comprender los diversos factores que

interactúan en el estado de ánimo (González, 2013).

Desde un punto de vista biológico los cambios en el sistema endocrino,

neurológico y fisiológico. También el aumento de consumo de medicamentos, la

vida sedentaria, la falta de estímulos externos, las distintas minusvalías

especialmente físicas y sensoriales (González, 2013).

Desde un punto de vista psicológico, la adaptación personal al proceso de

envejecimiento, especialmente al incremento de las pérdidas orgánicas y

sensoriales que contribuyen a un aumento de la vulnerabilidad o riesgo a un bajo

estado de ánimo (González, 2013).

Desde un punto de vista social hay un conjunto de agentes estresores que

intervienen en la aparición de los trastornos del estado de ánimo en la persona


mayor, la disminución de ingresos, el decremento de los contactos sociales, la

jubilación, los cambios en los roles y redes sociales (González, 2013).

Hay una serie de factores que influyen en la afectividad de las personas

mayores, el sentimiento de satisfacción general, el grado de independencia y

autonomía personal, el estado de salud, la situación personal y el apoyo familiar y

social, etc. (González, 2013).

Medidas para evitar el estrés, la ansiedad y la depresión: (González, 2013).

 Cuidar que el ambiente doméstico sea acogedor; evitando la

soledad y aislamiento.

 Hacer que el mayor comente sus temores e identifique la causa

que se oculta tras ellos.

 Mantener al mayor positivo y activo, exigiéndole física e

intelectualmente.

 Estimular para que acepte las oportunidades y experiencias

nuevas que le ofrezcan.

 Dar ayuda cuando la necesite, pero sin invadir su intimidad y

tratando que el mayor gobierne su propia vida.

 Hacer que el mayor no actúe nunca de acuerdo a su edad, sino

al modo como se siente.

 Cuidar su salud física y psíquica.


 Procurar que mantenga un círculo activo de amigos de

todas las edades.

 Practicar habitualmente algún ejercicio físico o deportivo.

 Tratar de conservar relaciones de compañía y contacto que

eviten el aislamiento.

El mantenimiento de una actividad social es importante para conservar la salud

y las funciones vitales en la edad avanzada, y el papel que se desempeña, la

posición social y las relaciones personales pueden ejercer un efecto tan importante

sobre la salud como las medidas dietéticas e higiénicas (González, 2013).

La personalidad del anciano mantiene su equilibrio mediante un sistema

abierto en comunicación con su ambiente. El mayor es un ser que vive inseguro y

en tensión por no saber cuál es su futuro y percibirlo como incierto. La

institucionalización o el frecuente cambio de hogar del aciano, con todo lo específico

que supone se relaciona frecuentemente con una aceleración de todos los procesos

degenerativos implícitos al envejecimiento. El apoyo social al mayor ayuda a

moderar la angustia, vencer la soledad, realizar estrategias de afrontamiento,

controlar la agresividad, fortalecer el yo, superar la desesperación, corregir la falta

de comunicación y realizar una catarsis emocional, incluso con una mejora de las

relaciones conyugales (González, 2013).

Los estudios realizados han demostrado que los mayores con adecuadas

redes de apoyo social, mediante una serie de relaciones interactivas, están más
protegidos para afrontar el estrés, aunque los acontecimientos estresantes

sigan presentes. También el adecuado apoyo social protege de la aparición de

síntomas depresivos en los mayores, dotándolos de una mayor capacidad de

afrontamiento. El fomento de la atención informal del mayor en la comunidad,

promoviendo actividades grupales de educación, autoayuda, voluntariado, etc.

favorece esta mayor capacidad para afrontar la realidad diaria. El círculo de

relaciones del mayor se va relajando, al perder las relaciones con los compañeros

de trabajo, se encuentra devaluado en la percepción estereotipada por parte de los

demás, es excluido de ciertas actividades sociales, existe una pérdida y

ambigüedad de roles y una autoimagen negativa (González, 2013).

El aumento en la expectativa de vida implica el desafío de adaptarse a los

diversos cambios propios de la edad avanzada y enfrentar experiencias de pérdidas

y amenazas al bienestar personal. Entre tales experiencias se encuentran la viudez,

la jubilación, cambios de residencia, menor participación en la sociedad y mayor

vulnerabilidad ante acontecimientos inesperados. Las experiencias que el individuo

adquiere a lo largo de su vida pueden hacer que el adulto mayor se sienta realizado

o en el otro extremo desesperanzado y marginado del resto. Si bien los estereotipos

peyorativos de la vejez aún persisten, han ido disminuyendo en los últimos años

para privilegiar una concepción más positiva del envejecimiento exitoso. El

envejecimiento exitoso implica que el individuo sea capaz de integrarse y

desenvolverse de manera eficaz tanto en su familia como en la sociedad, superando

las barreras culturales que le impidan desarrollar todo su potencial y mantener un


nivel adecuado de bienestar personal (Aguerre & Bouffard, 2008; Boone &

Wink, 2006).

En investigación sobre el bienestar es posible distinguir dos perspectivas

generales. La primera, denominada tradición hedónica, estudia el bienestar

subjetivo relacionado con la evaluación global que realiza el individuo de las

situaciones tanto placenteras como las que no lo son. Esta perspectiva se relaciona

con aspectos como la satisfacción vital, la felicidad y los afectos positivos (Díaz,

2006). Mientras que la segunda perspectiva, llamada tradición eudaimónica, estudia

el bienestar psicológico considerado como indicador de un funcionamiento positivo

en el individuo, que posibilita el desarrollo de sus capacidades y por tanto su

crecimiento personal.

La perspectiva eudaimónica ha sido sistematizada por Ryff en su modelo

multidimensional de bienestar psicológico conformado por seis dimensiones (Ryff &

Singer, 2008), que incluyen la evaluación positiva de uno mismo y la propia vida

pasada (autoaceptación); un sentido de crecimiento continuo y desarrollo como

persona (crecimiento personal); la creencia de que la propia vida tiene un propósito

y un significado (propósito en la vida); el desarrollo y mantenimiento de relaciones

de calidad y confianza con otros (relacionespositivas con otros); la capacidad de

dirigir efectivamente la propia vida y el ambiente para satisfacer necesidades y

deseos (dominio ambiental); y un sentido de autodeterminación personal

(autonomía).

El bienestar se encuentra influido por diferentes características

sociodemográficas como edad, género y estado civil, pero sin duda un predictor
importante del bienestar es la evaluación subjetiva que realiza el individuo de

sus recursos, entre los cuales se encuentra el apoyo social percibido (Hicks, Epperly

& Barnes, 2001).

Entre los apoyos que recibe el adulto mayor, la familia es uno de los recursos

que brindan mayor beneficio a la persona, al entregar atención y protección en los

procesos físicos y mentales por los que atraviesan, en especial cuando la persona

no posee el apoyo de redes formales. Así, se ha encontrado que los adultos

mayores que conviven con sus familiares presentan mayores niveles de salud

mental, física y emocional en comparación con aquellos que viven solos. Dentro de

la familia se ha observado que el matrimonio constituye un apoyo fundamental,

especialmente para los hombres, ya que estos además de presentar una menor red

social, dependen de sus esposas en la realización de actividades (Reyes, Camacho,

Eschbach & Markides, 2006).

El apoyo social es un elemento protector de la salud en los adultos mayores,

al moderar los efectos negativos del estrés y contribuir así al bienestar y satisfacción

con la vida (Aguerre & Bouffard, 2008; Fernández, Clúa, Báez & Ramírez, 2000).

En el adulto mayor existe un aumento de las enfermedades crónicas y

discapacidades que afectan la calidad de vida, incrementan las demandas de

atención en los servicios de salud y el uso y consumo de fármacos. Bajo la

perspectiva biopsicosocial de la salud, el estilo y calidad de vida del adulto mayor

estarán determinados por el contexto social en el que se encuentra inmerso, es

decir, por la interacción entre las características del individuo y su entorno (Azpiazu,

Jentoft, Villagrasa, Abanades, García & Alvear, 2002; García & González, 2000).
La percepción del adulto mayor acerca de su estado de salud y calidad

de vida son influidos por su salud mental y capacidad funcional. Por tanto, la

percepción de salud es un constructo asociado a otras variables psicológicas como

autoestima, satisfacción con la vida y depresión y ha probado tener asociaciones

significativas con otros indicadores más objetivos, como son el número de

enfermedades crónicas que los adultos mayores padecen, el periodo de tiempo que

han vivido con una enfermedad, la agudización de problemas crónicos, etc.

(Beaman, Reyes, García-Peña & Cortés, 2004).

En cuanto a posibles diferencias de género en el bienestar de los adultos

mayores la evidencia no es consistente. Algunos estudios han encontrado que las

mujeres reportan menores niveles de bienestar, mayores niveles de agotamiento y

menor actividad física que los hombres. Sin embargo, también hay estudios que han

encontrado mayores niveles de bienestar en las mujeres, lo cual podría explicarse

por su mayor estabilidad emocional con el aumento de la edad, y la comparación

social que realiza la persona en la evaluación de las circunstancias objetivas que

vive. Otra posible explicación sería que al envejecer los hombres se tornan más

dependientes ante la pérdida del rol laboral que los define socialmente, en tanto las

mujeres mantienen en mayor medida su rol social, al cuidar de su grupo familiar

(Stefani, 2004).

Por último, el estado civil sería otra variable que puede influir en el bienestar

en el contexto del envejecimiento. Los adultos mayores casados poseen un

importante recurso de apoyo y validación de parte de su pareja, por lo cual las


personas divorciadas serían más propensas a enfermar y presentan mayores

índices de mortalidad y accidentes que aquellas casadas (Pinguart y Sorensen,

2001).

Al tratar de mejorar la socialización del mayor hemos de resolver tres aspectos:

(González, 2013).

Conocimiento del mayor por lo que se espera de él.

Habilidades o capacidad para desarrollarse adecuadamente y

aprender.

Motivación.

En el ámbito de la actividad física y el deporte se han intentado establecer

múltiples relaciones entre las variables implicadas en la dimensión de la autoestima.

Así, Moreno, Moreno y Cervelló (2007) relacionaban la intención de ser físicamente

activo y el autoconcepto físico; Pedersen y Seidman (2004) relacionaban el tiempo

dedicado al ejercicio físico con el grado de autoestima; Alcántara, Ureña y Garcés

de los Fayos (2002) evidencian científicamente que el ejercicio físico mejora la

intensidad de la sintomatología, la condición física y la calidad de vida en diferentes

tipos de población; o Rodríguez, Wigfield y Eccles (2003) que relacionaron el

impacto que tienen sobre la autoestima las valoraciones realizadas sobre el deporte

o la actividad física.

Las personas mayores que practican actividad física-deportiva son todavía

escasas en comparación con otros grupos sociales debido a la existencia de

circunstancias, obstáculos o barreras (Campos, Jiménez-Beatty, González, Martín


e Hierro, 2011) aunque algunos autores (Bergland, Thorsen y Loland, 2010;

Choia, Jangb, Leea y Kima, 2010) concluyen que gozar de una alta autoestima

correlaciona positivamente con la realización de actividad física.

El autoconcepto y la autoestima aparecen como componentes psicológicos

fundamentales de la calidad de vida durante la adultez mayor (Trujillo, 2005) y del

bienestar personal (García, Musitu y Veiga, 2006). La autoestima ha sido propuesta

como un área de intervención para mejorar la calidad de vida en la población mayor

(Rodríguez, Valderrama y Uribe, 2010). Herrera et al. (2004) consideran la

autoestima como predictor de la calidad de vida en las personas mayores sobre la

base de una alta autoestima familiar y social y una baja autoestima intelectual, física

y emocional. La autoestima también se ve reforzada por el apoyo social, de manera

que mientras más extensa sea la red de apoyo social, mejor autoestima mantiene

la persona mayor (Fernández y Manrique-Abril, 2010). Los cambios

socioeconómicos y de salud física asociados a la edad suelen ir asociados a una

disminución en la autoestima (Orth, Trzesniewski y Robins, 2010). No obstante, una

investigación identifica los aspectos positivos del proceso de envejecimiento y los

relaciona con la autonomía y la percepción de salud de los mayores, resultando que

el sentimiento de utilidad, la capacidad de tomar decisiones y tener aficiones e

ilusiones se asocian a una independencia instrumental y adecuada autoestima

(López et al., 2006).

La autoestima ha sido estudiada en relación con la realización de actividades

cotidianas (Durán, Orbegoz, Uribe-Rodríguez y Uribe, 2008; Montorio, 2007), así

como entre la percepción de autoeficacia, la autoestima y el bienestar psicológico


con la capacidad para realizar dichas actividades (Ortíz y Castro, 2009).

Algunos autores (Bárcena, Iglesias, Galán y Abella, 2009; Dorantes, Ávila, Mejía y

Gutiérrez, 2007) señalan que bajas puntuaciones en autoestima y en bienestar

autopercibido se relacionan con la dependencia funcional para realizar actividades

básicas e instrumentales de la vida diaria en personas mayores. El deterioro

progresivo que implica el envejecimiento ha centrado el interés de estudios que

analizan las actitudes que tiene la sociedad sobre las personas mayores y cómo

éstas influyen en la imagen que los mayores tienen de sí mismos. De manera que

éstos comparten una autoimagen de vejez negativa en la que prevalecen conceptos

estereotipados como inutilidad, enfermedad, deterioro y carga para los demás

(Arrieta y Espinosa, 2005; Shaw, Liang y Krause, 2010; Ulla et al., 2003). La imagen

negativa que se origina en la persona mayor se relaciona con lo que Reig (2004)

denomina "patrón cerrado a la vida", donde los hechos, los cambios y las

dificultades son percibidos como amenazas, injusticias y pérdidas irreparables. En

el lado opuesto se sitúa el "patrón abierto a la vida", en el que la persona mayor

tiende a percibir los hechos, los cambios y las dificultades de la vida como desafíos

a resolver, como situaciones susceptibles de aprendizaje, como ganancias en

descubrimiento y comprensión.

En cuanto a los cuidadores familiares son personas que otorgan cuidado

informal, no reciben remuneración o retribución económica, se catalogan como

principales o primarios y secundarios, según el grado de responsabilidad en el

cuidado de los ancianos y son definidos como "aquella persona que asiste o cuida

a otra afectada de cualquier tipo de discapacidad, minusvalía o incapacidad que le


dificulta o impide el desarrollo normal de sus actividades vitales o de sus

relaciones" (Flores, Adeva, García, Gómez, 1997).

La experiencia de cuidar involucra una gran responsabilidad y un enorme

esfuerzo, provoca un aumento en la carga del cuidador, la cual si no se logra

manejar adecuadamente puede traer repercusiones físicas, mentales y

socioeconómicas y, por lo tanto, comprometer la vida, la salud, el bienestar, el

cuidado y autocuidado no sólo del cuidador, sino también de la persona dependiente

de cuidados, por lo que se requiere de un soporte social más global (4). Cuidar a

una persona con discapacidad o enfermedad crónica "implica ver la vida de una

manera diferente, modificar las funciones a las que se está acostumbrado, tomar

decisiones en medio de alternativas complicadas, asumir responsabilidades o

realizar tareas y acciones de cuidado físico, social, psicológico y religioso para

atender las necesidades cambiantes de la persona cuidada" (Sánchez, 2005).

Cuando se requiere de cuidados con mayor complejidad, tiempo y dedicación,

se está frente a cuidados extraordinarios, que implican una mayor responsabilidad,

gasto de energía y tiempo, es decir representan cuidados que sobrepasan los

límites de lo considerado usual. Este cuidado a veces puede durar meses o años,

puede exigir gran esfuerzo físico, suelen ser desagradables y provocan interrupción

de los roles que desempeña la persona tanto en su familia como en la sociedad.

Esta responsabilidad la asumen en forma voluntaria o porque no existe otra

alternativa y, además, sin una recompensa económica. El cuidador principal se

caracteriza por ser mujer, con lazos de parentesco, generalmente la esposa o una

hija, que asume el rol de cuidador de manera informal y voluntario. Constituye una
unidad social sujeta a las presiones y condiciones de su entorno cultural,

económico y político de un momento dado y se encarga de brindarle apoyo social,

funcional, económico o material, afectivo y asistencia en diversas formas. Po lo

anterior, los cuidadores pueden experimentar una variada gama de emociones,

como ira, culpa, frustración, agotamiento, ansiedad, miedo, dolor, tristeza, amor,

aumento de la autoestima y satisfacción del trabajo realizado, porque dependiendo

de las circunstancias individuales en que se asume el rol de cuidador, puede

significar un cambio brusco para el que no se está preparado y originar sentimientos

de pérdida importante, de lo que fue antes de asumir el rol de cuidador y de las

expectativas que se había trazado (Caregiver, 2005).

Los recursos familiares para entregar los cuidados se ven disminuidos; la

persona que otorga los cuidados también es de edad avanzada, porque

mayoritariamente se trata del cónyuge y puede tener discapacidades que limitan el

tipo de ayuda que puede proporcionar. Las familias son pequeñas por lo que hay

menos personas con quién compartir el cuidado, la participación de las mujeres en

el trabajo hace que dispongan de menos tiempo para otorgar asistencia, la mayor

cantidad de divorcios también ha debilitado los lazos familiares y puede disminuir la

ayuda disponible cuando un padre se vuelve discapacitado y, también, los hijos de

padres divorciados pueden tener menos recursos para comprometerse con el

cuidado de sus padres ancianos (Zarit, Davey, Edwards, Femia, Jarrott, Caregiver,

1998).
APLICACIÓN DEL INSTRUMENTO

Escala Cualitativa De Felicidad Y Bienestar

1-En la mayoría de las cosas de mi vida estoy cerca a lo ideal.

2-Siento que mi vida está vacía.

3-las condiciones de mi vida son excelentes.

4-Estoy satisfecho con mi vida.

5-La vida ha sido buena conmigo

6-Me siento satisfecho con lo que soy.

7-Pienso que nunca seré feliz.

8-Hasta ahora he conseguido las cosas que para mi son importantes.

9-Si volviera a nacer no cambiaría casi nada en mi vida.

10-Me siento satisfecho porque estoy donde tengo que estar.

11-La mayoría del tiempo me siento feliz.

12-Es maravilloso estar vivo.

13-Por lo general me siento bien.

14-Me siento inútil

15-Soy una persona optimista

16-He experimentado la alegría de vivir.


17-La vida ha sido injusta conmigo.

18-Tengo problemas tan hondos que me quietan la tranquilidad.

19-me siento un fracasado.

20-la felicidad es para algunas personas no para mí.

21-Estoy satisfecho con lo que hasta ahora he alcanzado.

22-Me siento triste por lo que soy.

23-Para mí, la vida es una cadena de sufrimiento.

24-Me considero una persona realizada.

25-Mi vida transcurre plácidamente.

26-todavía no he encontrado sentido a mi existencia.

27-Creo que no me hace falta nada.

Nota: debe contestar el por qué. Ejemplo.

Ítem 24. Me considero una persona realizada…...¿Por qué?

He podido estar bien físicamente, familiar con todos mis seres queridos,

padres, hijos, pareja y verlos crecer, laboralmente activa creciendo cada día.
CONCLUSION

De acuerdo a lo observado el matriz, existen niveles de prevalencia positivos,

aunque también se ha encontrado algunos adultos mayores que manejan depresión

y tristeza, así como también el no aceptarse por sus condiciones físicas actuales.

El compromiso que muchos han desarrollado a lo largo de sus vidas lo han

sabido manejar hasta el momento, y no sienten que esto les ha generado vacíos en

su vida.

Es interesante observar los criterios que ellos perciben sobre sus vidas, y como

entran en esa búsqueda de aceptación a la vida y miran con mucha energía positiva,

aunque en un 1.8% sienten mucha tristeza y depresión, por diferentes factores

alternos a los que se han enfrentado en su vida.

Uno de esto es lo que tiene que ver con el compromiso que han adquirido y

siente que son importantes en la familia y el entorno que les rodea, por lo tanto

tienen un nivel de atención esencial en el desarrollo de sus vidas hasta el momento

en el que han vivido, lo cual los ha llevado a una vida plena totalmente.
.

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