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PABLO

Pablo realmente nació como Saulo.


Nació en Tarso de Cilicia alrededor de los años 1-5 d.C., en una provincia en
la esquina sureste de la moderna Tersous, Turquía.
Él era del linaje de Benjamín y de ascendencia hebrea (Filipenses 3:5-6).
Sus padres eran fariseos, nacionalistas judíos fervientes que se adhirieron
estrictamente a la ley de Moisés, que intentaba proteger a sus hijos de la
"contaminación" de los gentiles.
Cualquier cosa de origen griego habría sido despreciada en la casa de Saulo,
sin embargo, él podría hablar griego y su latín era aceptable.
Su familia habría hablado en arameo, un derivado del hebreo, que era el
idioma oficial de Judea.
La familia de Saulo eran ciudadanos romanos, pero veían a Jerusalén como
una ciudad verdaderamente sagrada y santa (Hechos 22, 22-29).

A los 13 años Saulo fue enviado a Palestina para aprender de un rabino


llamado Gamaliel, con quien Saulo dominó la historia judía, los Salmos y las
obras de los profetas.
Su educación continuó durante cinco o seis años mientras aprendía cosas
como analizar minuciosamente las escrituras (Hechos 22:3).
Fue durante este tiempo que él desarrolló un estilo de enseñanza de preguntas
y respuestas, conocido en tiempos antiguos como la "diatriba".
Este método de articulación ayudó a los rabinos a debatir los puntos más
delicados de la ley judía, ya fuera para defenderla o juzgar a quienes violaban
la ley.
Saulo iba a convertirse en un abogado, y todos los indicios apuntaban a que se
convertiría en un miembro del sanedrín, el tribunal supremo judío compuesto
por 71 hombres que gobernaban la vida y la religión judía.
Saulo era celoso de su fe, y esta fe no permitía el compromiso. Este es el celo
que llevó a Saulo por el camino del extremismo religioso.

En Hechos 5:27-42, Pedro hizo su defensa del evangelio y de Jesús delante del
sanedrín, que Saulo debió haber escuchado. Gamaliel también estuvo presente
y entregó un mensaje para calmar el concilio y detenerlos para que no
apedrearan a Pedro.
Saulo también pudo haber estado presente en el juicio de Esteban. Saulo
estuvo presente cuando lo apedrearon y murió; sostuvo las prendas de aquellos
que lo apedrearon (Hechos 7:58).
Después de la muerte de Esteban, "comenzó una gran ola de persecución que
se extendió por toda la iglesia de Jerusalén" (Hechos 8:1).
Saulo estaba decidido a erradicar a los cristianos, implacable en su
persecución ya que creía que estaba actuando en nombre de Dios.
Sin duda, no hay nadie más aterrador o más terrible que un terrorista religioso,
especialmente cuando cree que está haciendo la voluntad del Señor matando a
personas inocentes. Esto es exactamente lo que Saulo de Tarso era: un
terrorista religioso. Hechos 8:3 dice, "Iba de casa en casa y sacaba a rastras
tanto a hombres como a mujeres y los metía en la cárcel".

El pasaje crucial en la historia de Pablo es Hechos 9:1-22, que relata el


encuentro de Pablo con Cristo en el camino de Jerusalén a Damasco, un viaje
de aproximadamente 240 kilómetros.
Saulo estaba furioso por lo que había visto y estaba lleno de rabia asesina
contra los cristianos.
Antes de salir en su viaje, había pedido cartas al sumo sacerdote para las
sinagogas de Damasco, pidiendo permiso para traer a cualquier cristiano
(seguidores de "el camino", como eran conocidos) de vuelta a Jerusalén para
encarcelarlos.
En el camino, Saulo fue envuelto en una luz brillante del cielo, que le hizo
caer en el suelo boca abajo. Oyó las palabras: "¡Saulo, Saulo! ¿Por qué me
persigues?" Él respondió: "¿Quién eres, Señor?". Jesús contestó de forma clara
y directa, "Yo soy Jesús, a quien tú persigues" (Versículos 4-5).
Por otro lado, este podría no haber sido el primer encuentro de Saulo con
Jesús, ya que algunos eruditos sugieren que el joven Saulo pudo haber
conocido de Jesús y que en realidad él pudo haber sido testigo de Su muerte.

A partir de ese momento, la vida de Saulo quedo al revés.


La luz del Señor lo cegó, y mientras viajaba, tuvo que depender de sus
compañeros.
Siguiendo las instrucciones de Jesús, Saulo prosiguió a Damasco para
contactar a un hombre llamado Ananías, quien al principio estaba dudoso de
encontrarse con Saulo, porque sabía que la reputación de él era la de un
hombre malo.
Sin embargo, el Señor le dijo a Ananías que Saulo era un "instrumento
escogido" para llevar Su nombre ante los gentiles, los reyes y los hijos de
Israel (Hechos 9:15) y padecería por hacerlo (Hechos 9:16). Ananías siguió las
instrucciones del Señor y encontró a Saulo, a quien le impuso las manos y le
habló de la visión de Jesucristo. A través de la oración, Saulo recibió el
Espíritu Santo (Hechos 9:17), recuperó la vista y fue bautizado (Hechos 9:18).
Saulo pasó inmediatamente a las sinagogas y proclamó a Jesús como el Hijo
de Dios (Hechos 9:20). Las personas se quedaron asombradas y estaban
escépticas, puesto que la reputación de Saulo era bien conocida. Los judíos
pensaron que había venido para llevar presos a los cristianos (Hechos 9:21),
pero la verdad es que se había unido a ellos. La audacia de Saulo aumentó
debido a que los judíos que vivían en Damasco fueron confundidos por los
argumentos de Saulo, quien estaba demostrando que Jesús era el Cristo
(Hechos 9:22).

Saulo pasó un tiempo en Arabia, Damasco, Jerusalén, Siria y su natal Cilicia,


y Bernabé consiguió su ayuda para enseñar a aquellos en la iglesia de
Antioquía (Hechos 11:25). Curiosamente, los cristianos expulsados de Judea
por la persecución que surgió después de la muerte de Esteban fundaron esta
iglesia multirracial (Hechos 11:19-21).

Saulo hizo su primero de tres viajes misioneros a finales de los años 40 d.C. A
medida que pasaba más tiempo en las áreas gentiles, Saulo comenzó a usar su
nombre romano el cual es Pablo (Hechos 13:9). Pablo escribió muchos de los
libros del nuevo testamento. La mayoría de los teólogos están de acuerdo en
que él escribió Romanos, 1 y 2 Corintios, Gálatas, Filipenses, 1 y 2
Tesalonicenses, Filemón, Efesios, Colosenses, 1 y 2 Timoteo y Tito. Estas
trece "cartas" (epístolas) constituyen la "autoría paulina" y son la fuente
principal de su teología. Como se mencionó anteriormente, el libro de Hechos
nos da una visión histórica de la vida y los tiempos de Pablo. El apóstol Pablo
pasó su vida proclamando a Cristo Jesús resucitado por todo el mundo
romano, a menudo corriendo mucho peligro (2 Corintios 11:24-27). Se
presume que Pablo murió como mártir en Roma a finales de los años 60 d.C.

Entonces, ¿qué podemos aprender de la vida del apóstol Pablo? Primero,


aprendemos que Dios puede salvar a cualquiera. La extraordinaria historia de
Pablo se repite todos los días en la medida que personas pecadoras y
quebrantadas en todo el mundo, son transformadas por la gracia salvadora de
Dios en Cristo Jesús. Algunas de estas personas han hecho cosas despreciables
a otros seres humanos, mientras que otras sólo tratan de vivir una vida moral
pensando que Dios les sonreirá en el día del juicio. Cuando leemos la historia
de Pablo, nos sorprende que Dios permita entrar al cielo a un extremista
religioso que asesinó a mujeres y niños inocentes. Hoy en día, podríamos ver a
los terroristas u otros criminales como indignos de redención porque sus
crímenes contra la humanidad son demasiado grandes. La historia de Pablo es
una historia que puede ser contada hoy - a nuestros ojos, él no es digno de una
segunda oportunidad, sin embargo, Dios le concedió misericordia. La verdad
es que cada persona es importante para Dios, desde el "bueno, decente",
persona promedio, hasta el "perverso, malvado", el degenerado. Sólo Dios
puede salvar un alma del infierno.

Segundo, aprendemos de la vida de Pablo que cualquiera puede ser un testigo


humilde y poderoso de Jesucristo. Podría decirse que ninguna otra figura
humana en la biblia demostró más humildad al compartir el evangelio de
Jesucristo como Pablo. Hechos 20:18-19 dice: "Vosotros sabéis cómo me he
comportado entre vosotros todo el tiempo…sirviendo al Señor con toda
humildad, y con muchas lágrimas, y pruebas que me han venido por las
asechanzas de los judíos". En Hechos 28:31, Pablo comparte las buenas
nuevas de Jesucristo: "Predicando el reino de Dios y enseñando acerca del
Señor Jesucristo, abiertamente y sin impedimento". Pablo no tuvo miedo de
decir a otros lo que el Señor había hecho por él. Pablo pasó todos sus días,
desde la conversión hasta el martirio, trabajando incansablemente por el reino
de Dios.

Finalmente, aprendemos que cualquiera puede rendirse completamente a Dios.


Pablo estaba completamente comprometido con Dios. En Filipenses 1:12-14,
Pablo escribió desde la cárcel: "Quiero que sepáis, hermanos, que las cosas
que me han sucedido, han redundado más bien para el progreso del evangelio,
de tal manera que mis prisiones se han hecho patentes en Cristo en todo el
pretorio, y a todos los demás. Y la mayoría de los hermanos, cobrando ánimo
en el Señor con mis prisiones, se atreven mucho más a hablar la palabra sin
temor". A pesar de sus circunstancias, Pablo alabó a Dios y continuamente
compartió las buenas nuevas (ver también Hechos 16:22-25 y Filipenses 4:11-
13). A través de sus dificultades y sufrimiento, Pablo conoció el resultado de
una vida bien vivida para Cristo. Había entregado su vida plenamente,
confiando en Dios para todo. Pablo escribió: "Porque para mí el vivir es
Cristo, y el morir es ganancia" (Filipenses 1,21). ¿Podemos hacer la misma
afirmación?

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