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Hoy me levanté a las 7:30 de la mañana con una trágica noticia.

Cuando estaba por

entrar al baño para lavarme la cara mi madre me dijo que Alan García se había

disparado con intención de matarse. La noticia me cayó como un baldazo de agua fría y

ya no tuve necesidad de echarme agua en el rostro.

La sola idea de que un expresidente haya tomado esa decisión me dejó consternado. No

podía creer que una persona con una personalidad dominante pudiera tomar ese camino.

Definitivamente una prisión preliminar es chocante para cualquier persona, pero elegir

una vía de solución extremista me parece inconcebible.

Al expresidente Alan García se le acusaba por delitos de corrupción. Durante su

campaña política previa a las elecciones presidenciales del año 2006 habría recibido

dinero de la famosa empresa corrupta Odebrecht. Recibir financiamiento no es ilegal,

pero hacerlo a cambio de un favor político sí es un delito. Esta empresa recibiría

concesiones en las licitaciones públicas.

Si bien es cierto se le acusaba de un delito aun no había nada concreto. En la

investigación aun quedaba mucho camino por recorrer ya que no se había demostrado

legalmente que Alan García haya recibido dinero de parte de Odebrecht. Sin embargo,

el pueblo ya había sentenciado y creía fehacientemente que era culpable.

La decisión de cometer un suicidio tiene como cause algo más trascendente que ir a la

cárcel. Alan García había sido diagnosticada por los psicólogos como una persona

maniaco depresiva. Tenía cambios de humor bruscos, existía una bipolaridad en su

personalidad. Actuaba en publico de un modo distinto al que tenía cuando estaba en

privado con personas intimas a él como su familia. Tal vez fue esta semilla la que dio

sus frutos y terminó desequilibrando al expresidente de la República o la paranoia de

pasar a ser un delincuente más en la historia de corrupción del Perú.

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