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I.

EL PROBLEMA DE LA TIERRA

A grandes rasgos:

 El colonialismo equivalió a feudalismo.


 La política del colonialismo originó despoblación y esclavismo, hasta etnocidio.
 El colonizador español fue un explotador más interesado en extraer oro y plata,
diferente al colonizador inglés de América del Norte, que fue creador de riqueza.
 La política agraria se acentuó negativamente en la República. Surgieron haciendas
que se expandieron afectando a las tierras de las comunidades indígenas.
 El poder político fue detentado por los hacendados o latifundistas, desde el parlamento
y los ministerios.
 Una comunidad indígena raquítica convivió con un latifundismo boyante; tanto en la
sierra atrasada, como en la costa industrializada.
 Concluye con proposiciones finales.

El problema agrario y el problema del indio

Dice Mariátegui que “la cuestión del indio, más que pedagógica es económica, es social”.

La liquidación de la feudalidad en el Perú debió haber sido realizado por el régimen demo-
burgués establecido luego de la independencia. Pero no ocurrió ello, pues no cuajó en el Perú
una verdadera clase capitalista. La antigua clase feudal, disfrazada de burguesía republicana,
conservó sus posiciones.

Las expresiones de la feudalidad sobreviviente eran dos: Latifundio y Servidumbre. No se podía


liberar la servidumbre que pesaba sobre la clase indígena si antes no se acababa con el
latifundio.

El problema agrario aparecía pues, en toda su magnitud, como un problema económico-social,


y por lo tanto, político.

Colonialismo - Feudalismo

España trajo al Perú el Medioevo (inquisición, feudalismo, etc.), la Contrarreforma. De la mayor


parte de esas instituciones los peruanos fueron liberándose penosamente. Pero el cimiento
económico, es decir, la herencia feudal, permaneció tras la revolución independiente. La clase
dirigente criolla, que sucedió a la española, no cambió las estructuras socio-económicas del
régimen colonial.
El régimen de la propiedad de la tierra determinó el régimen político y administrativo de toda la
nación. Sobre una economía semifeudal no podía prosperar ni funcionar instituciones
democráticas y liberales.

El pueblo incaico era una civilización agraria (“la vida viene de la tierra” era su lema). Vivía
dedicado a la agricultura y el pastoreo. Los caracteres fundamentales de la economía incaica
eran los siguientes:

 Propiedad colectiva de la tierra cultivable.


 Propiedad colectiva de las aguas, bosques, tierras de pasto.
 Cooperación común en el trabajo
 Apropiación individual de las cosechas y los frutos.

El régimen colonial desorganizó y aniquiló la economía agraria incaica, sin reemplazarla por
una economía de mayores rendimientos. Pero no solo hizo eso sino que redujo a la población
indígena (etnocidio).

Política del coloniaje: despoblamiento y esclavitud

Mariátegui observa que el régimen colonial español resultó incapaz de desarrollar en el Perú
una economía de puro tipo feudal y que injertó en ella elementos de la economía esclavista. El
colonizador español, que no tenía desarrollada la idea del valor económico del hombre,
estableció una política de despoblamiento, es decir, de exterminio de la masa indígena
(etnocidio). Llegó el momento en que los españoles se vieron necesitados de mano de obra y
recurrieron entonces a la importación de negros, trayendo así la esclavitud. Pero también los
indios prácticamente sufrieron un régimen esclavista, pues la actividad preferida de los
españoles, la minería, debía ser necesariamente un trabajo de esclavos. En ese sentido, los
españoles implantaron la mita minera, un sistema de trabajo supuestamente inspirado en la
mita incaica, pero que no fue sino una forma de esclavitud en la que muchos indígenas se
vieron sometidos.

En la época de Mariátegui, el carácter colonial de la agricultura de la costa provenía en gran


parte del sistema esclavista. Ello debido a que el latifundista costeño, más que hombres, pedía
brazos para el cultivo de sus tierras. Miles de indios bajaban a las haciendas costeras, donde
laboraban como peones en las peores condiciones.

El colonizador español

Mariátegui compara al colonizador español con el anglosajón (inglés). El español no tuvo las
condiciones del colonizador anglosajón o pionero. Pensaba que las riquezas del Perú eran sus
metales preciosos. Así, con la práctica de la mita, aniquilaron el capital humano, trayendo la
decadencia de la agricultura. El colonizador español nunca fue un creador de riqueza, como si
lo fue el anglosajón.

La revolución de la independencia y la propiedad agraria

La revolución de la independencia, al no haber sido dirigida por las masas indígenas, no tuvo
reivindicaciones agraristas. La dirigieron y financiaron los criollos (burguesía comerciante), más
interesados en defender sus intereses comerciales. Si bien el gobierno republicano abolió la
mita, las encomiendas, etc., la aristocracia terrateniente continuó siendo la clase dominante.

Política agraria de la República

La República, trató de legislar con miras a fortalecer la pequeña propiedad individual, de


acuerdo al liberalismo entonces en boga. Ello equivalía a desarticular tanto al latifundio como a
la comunidad indígena. Sin embargo, esta intención no prosperó. El latifundio se consolidó y
extendió, mientras que la comunidad indígena fue la más afectada, tanto por la ambición de los
terratenientes como por la política desatinada dirigida desde la capital.

La gran propiedad y el poder político

El poder de la clase política de la República procedía en buena cuenta de la propiedad de la


tierra (feudalismo latifundista). Los políticos y caudillos eran por lo general, dueños de grandes
haciendas. Mientras que el latifundismo serrano mantenía un nivel muy atrasado en su sistema
de producción, el latifundismo costeño, orientado a los intereses de los capitales británicos y
estadounidenses, se hallaba más desarrollado tecnológicamente, aunque su explotación
reposaba todavía sobre prácticas y principios feudales.

La “comunidad” bajo la República

A pesar que la tendencia en la República era desaparecer la comunidad indígena para dar pase
a las propiedades individuales, sin embargo, no hubo una política más incisiva al respecto. La
comunidad sobrevivió, si bien a duras penas. Luego, un intelectual de tendencia liberal
como Manuel Vicente Villarán reclamó la protección de las comunidades frente al latifundismo.
Sin embargo, la defensa más consistente vendría de parte de los intelectuales socialistas
como Hildebrando Castro Pozo, autor del interesante estudio Nuestra comunidad indígena.

La “comunidad” y el latifundio

La defensa de la comunidad indígena, asumida por muchos pensadores como Castro Pozo, no
reposaba en principios abstractos de justicia ni en sentimentalismos tradicionalistas, sino en
razones concretas de orden económico y social. La comparación del latifundio serrano con la
comunidad indígena como empresa de producción agrícola, desfavorecía al primero.

El régimen de trabajo.- Servidumbre y salariado


Al sobrevivir en el Perú el latifundio feudal, sobrevivía también la servidumbre, bajo diversas
formas y distintos nombres. La diferencia entre la agricultura de la costa y de las sierra, era que
la primera tenía un nivel técnico más desarrollado, pero no más. Ambas seguían teniendo el
carácter feudal o semifeudal. Métodos feudales aplicados eran el yanaconazgo y el “enganche”.
El yanaconazgo consistía en que un campesino o yanacona laboraba en las tierras de un
propietario recibiendo a cambio de su trabajo una parte de la producción. El enganche era un
sistema aplicado en la costa, por el cual se contrataban trabajadores o braceros dándoles
anticipos en dinero, pero por lo general, esa deuda tendía a crecer, quedando el trabajador
prácticamente atado al contrato, sin poder disponer de su libertad.

En la costa, el trabajador de la tierra fue, además del indio, el negro esclavo y el coolíe chino.
En la sierra, exclusivamente el indio.

El terrateniente costeño admitía, aunque muy atenuado, el régimen del salario y del trabajo
libre. En cambio, en la sierra, el poder del terrateniente era prácticamente absoluto y mantenía
el feudalismo en toda su dimensión.

“Colonialismo” de nuestra agricultura costeña

El desarrollo del cultivo agroindustrial de la costa peruana (caña de azúcar y algodón) se debía
al interés del capital británico y norteamericano en esos productos. Los mejores valles de la
costa estaban sembrados de caña y algodón y conformaban inmensos latifundios, mientras que
los cultivos alimenticios ocupaban una extensión mucho menor y estaba a cargo de pequeños
propietarios y arrendatarios.

Todo ello, pese a que el suelo del Perú no producía todo lo que la población necesitaba para
su subsistencia y se hacía necesario importar trigo. Problema éste que no fue resuelto por el
Estado, más afanado en hacer una política de subsistencias.

Lo que nos muestra que la economía del Perú es una economía colonial, pues su movimiento
y su desarrollo estaban subordinados a los intereses y necesidades de las grandes potencias.

Proposiciones finales

1. El carácter de la propiedad agraria en el Perú se presenta como una de las mayores


trabas del propio desarrollo del capitalismo nacional.
2. El latifundismo existente en el Perú es la más grave barrera para la inmigración blanca
o europea, debido a que no resulta atrayente por sus bajos salarios y su sistema casi esclavista.
3. La orientación de la agricultura de la costa a los intereses de los capitales británicos y
norteamericanos (agroexportación) impide que se ensaye y adopte nuevos cultivos de
necesidad nacional.
4. La propiedad agraria de la costa se muestra incapaz de atender los problemas de
salubridad rural.
5. En la sierra, el feudalismo agrario sobreviviente se muestra del todo inepto como
creador de riqueza y de progreso. Los latifundios tienen una producción miserable.
6. La razón de que esa situación de los latifundios serranos no se debía solo a lo difícil
de las comunicaciones, sino más que nada al gamonalismo (caciquismo latifundista).

II. El PROCESO DE LA INSTRUCCIÓN PUBLICA

Mariátegui analiza el desarrollo de la instrucción o educación pública, que para él estaba


estrechamente ligado a lo económico-social.

La herencia colonial y las influencias francesas y norteamericana

Mariátegui reconoce y analiza tres influencias en la educación peruana: la española, la francesa


y la norteamericana, estas dos últimas insertadas en la primera. La educación peruana tiene
pues una esencia básica colonial, careciendo de un sentido nacional.

España legó «un sentido aristocrático y un concepto eclesiástico y literario de la enseñanza».


La cultura en la colonia era un privilegio de la clase dominante. El pueblo no tenía derecho a la
instrucción. La enseñanza tenía por objeto formar clérigos y doctores en letras. El desprecio
por el trabajo y por las actividades productivas fue alentado desde la Universidad colonial.

La revolución de la Independencia adoptó los principios igualitarios de la Francia revolucionaria,


pero solo para favorecer a los criollos. La naciente República heredó las estructuras coloniales
y poco hizo por variar esa situación en sus primeros años. A mediados del siglo XIX se empezó
a adoptar el modelo francés. Pero este modelo tenía también muchas deficiencias, pues
acentuaba igualmente la orientación literaria y retórica de la enseñanza. La influencia
anglosajona empezó a reflejarse en la reforma de la segunda enseñanza de 1902. Fue el
doctor Manuel Vicente Villarán quien defendió con más vigor la adopción del modelo
norteamericano, tendiente a la formación de hombres de empresa y no solo de literatos o
eruditos, lo que era coherente con el naciente desarrollo del capitalismo peruano. Las prédicas
de Villarán triunfaron con la reforma educativa de 1920, mediante la ley orgánica de enseñanza
dada ese año, pero como no era posible, según Mariátegui «democratizar la enseñanza de un
país, sin democratizar su economía, y sin democratizar, por ende, su superestructura política»
la reforma de 1920 devino en fracaso.

La reforma universitaria

 Ideología y reivindicaciones.- La reforma universitaria merece la especial


atención de Mariátegui. El movimiento estudiantil en demanda de la reforma universitaria surgió
en Córdoba, Argentina, en el año 1918, alentada por la crisis mundial originada por la primera
guerra mundial. Otros brotes surgidos en Chile, Uruguay, Perú, tuvieron el mismo origen y el
mismo impulso. Los estudiantes de América querían sacudir las viejas estructuras de sus
Universidades, es decir, reformar la anticuada metodología de estudios y el gobierno
universitario. Sus reclamos básicos eran los siguientes: - la necesidad de que los estudiantes
intervinieran en el gobierno de las universidades, y - el funcionamiento de cátedras libres, al
lado de las cátedras oficiales. Estas cátedras libres debían ser difusoras de nuevos y
alternativos conocimientos. En resumen, querían que la Universidad dejara de ser un órgano
de un grupo de privilegiados y se orientara más hacia la realidad nacional de cada país. La
vinculación de los estudiantes con las protestas obreros, en boga entonces, dieron un carácter
revolucionario a la Reforma Universitaria.

 Política y enseñanza universitaria en América Latina.- El régimen económico


y político determinado por el predominio de las aristocracias coloniales, había colocado a las
universidades de América Latina bajo la tutela de esas oligarquías y de su clientela. Convertida
la enseñanza universitaria en un privilegio de dinero y de clase, las universidades habían caído
en la burocratización académica. Esto conducía inevitablemente al empobrecimiento espiritual
y científico. En el Perú este fenómeno se daba debido a la supervivencia de la estructura
económica semifeudal, pero también ocurría en la Argentina, pese a ser un país más
industrializado y democratizado. El movimiento de la reforma universitaria en Latinoamérica
debía necesariamente que atacar la raíz del mal. Y a la vez, las oligarquías conservadoras
tenían naturalmente que reaccionar contra la reforma.

 La universidad de Lima.- Según Mariátegui, el espíritu de la Colonia ha tenido su


hogar en la Universidad. La principal razón ha sido la prolongación o supervivencia del dominio
de la vieja aristocracia colonial, a lo largo de la República. La Universidad se mantuvo, en líneas
generales, fiel a la tradición escolástica, conservadora y española; ello le impedía cumplir una
función progresista y creadora en la vida nacional. Mariátegui concuerda con el maestro Víctor
Andrés Belaunde, en el sentido de que la Universidad se hallaba divorciada de la realidad
nacional, pero acusa a Belaunde de no querer buscar las razones profundas de esa verdad,
por estar vinculado a la “casta feudal”. Para Mariátegui estaba claro el motivo de esa falencia
de la Universidad: la persistencia de la colonia en la estructura económica-social del Perú.
Acusa también a la “generación futurista” (Generación del 900), encabezada por el
pensador José de la Riva Agüero y Osma, de no haber iniciado la renovación de los métodos y
el espíritu de la Universidad, por ser sus miembros de tendencia conservadora y tradicionalista.

 Reforma y reacción.- Mariátegui nos hace un extenso estudio sobre la reforma


universitaria en el Perú y la reacción en su contra (se aconseja leerlo completamente). El
movimiento estudiantil peruano de 1919 constituyó en su origen una rebelión contra algunos
catedráticos ineptos que se habían estancado en la enseñanza. El alumnado empezó por
confeccionar un cuadro donde tachaban a aquellos profesores. Pero el rectorado se solidarizó
con esos profesores tachados. Los estudiantes comprendieron entonces que el carácter
oligárquico de la docencia y la burocratización y el estancamiento de la enseñanza eran dos
aspectos del mismo problema. Las reivindicaciones estudiantiles se ampliaron y precisaron
entonces. En 1919 los reclamos de los estudiantes triunfaron. El presidente Augusto B.
Leguía dio un decreto por el cual se establecían las cátedras libres y la representación de los
alumnos en el gobierno de la Universidad. En marzo de 1920 se reunió en el Cuzco el Primer
Congreso Nacional de Estudiantes, en donde se aprobó la creación de las Universidades
Populares. Pero entre los estudiantes peruanos reinaba una desorientación profunda, que
afectó seriamente la continuación de la reforma. En 1920, un decreto del gobierno reconoció la
autonomía de la Universidad, lo que dejó satisfecha a la docencia. Debido a ello, parte de las
conquistas del estudiantado fueron escamoteadas (ignoradas). Más aún, cuando el
doctor Manuel Vicente Villarán asumió el rectorado de la Universidad de San Marcos (1922-
1924), se inició un periodo de colaboración entre la docencia y el alumnado, lo que impidió la
renovación de la lucha por la reforma. Para Mariátegui, la carencia de grandes conductores
estudiantiles hizo que la Reforma Universitaria quedara estancada. La única excepción se dio
tal vez en la Universidad del Cuzco, donde la élite del profesorado aceptó y sancionó los
principios propuestos por los alumnos.

Ideologías en contraste

En esta sección final del ensayo, el autor expone las dos posiciones ideológicas que debatieron
en torno al modelo educativo que debía imponerse en el Perú, a principios del siglo XX. Estas
ideologías se desenvolvían en el seno del Partido Civil, el predominante en la política peruana
de entonces y eran las siguientes:

 El programa del civilismo burgués y positivista, expresado por Manuel Vicente Villarán,
y
 El programa del civilismo feudal e idealista, defendido por Alejandro Deustua.
Villarán defendía el modelo norteamericano, con una orientación práctica (formación de
hombres de empresa), lo que era coherente con el naciente capitalismo que iba formándose en
el Perú. Mientras que Deustua planteaba el problema educativo en un terreno puramente
filosófico; a decir de Mariátegui, representaba la vieja mentalidad aristocrática de la casta
latifundista. Finalmente se impuso el programa de Villarán, pero con resultados mediocres,
según ya vimos.

En conclusión, para Mariátegui, «el problema de la enseñanza no puede ser bien comprendido
en nuestro tiempo si no es considerado como un problema económico y como un problema
social. El error de muchos reformadores ha estado en su método abstractamente idealista, en
su doctrina exclusivamente pedagógica»

III. EL FACTOR RELIGIOSO

La religión en el Tahuantinsuyo

Mariátegui empieza señalando que en su tiempo, el concepto de religión había ya crecido en


extensión y profundidad. Estaba ya superada la vieja crítica del anticlericalismo (ateo, laico y
racionalista) de relacionar la religiosidad con el oscurantismo (lo que no impide que todavía
algunos, ingenua o ignorantemente, sigan creyendo en esa relación). Pone como ejemplo el
protestantismo anglosajón para desmentir tal aseveración.

Mariátegui hace notar que el factor religioso ofrece en los pueblos de América aspectos muy
complejos. El estudio del mismo debe partir necesariamente de las creencias de los pueblos
precolombinos. Considera que se cuenta con suficientes elementos sobre la mitología del Perú
antiguo como para ubicar su puesto en la evolución religiosa de la humanidad.

Según Mariátegui, la religión incaica fue un código moral antes que un conjunto de
abstracciones metafísicas. Se hallaba subordinada a los intereses sociales y políticos del
Imperio, más que a fines netamente espirituales. La alta clase sacerdotal pertenecía al mismo
tiempo a la clase dirigente. Es lo que se llama Teocracia. Es por ello que cuando los incas
conquistaban otros pueblos, no se orientaron a extirpar la diversidad de cultos (con excepción
de aquellos demasiado bárbaros o violentos), sino que, con sentido práctico, exigieron
solamente la supremacía del culto del Sol. El Templo del Sol o Coricancha se convirtió así en
el templo de una mitología un tanto federal.

Ese mismo régimen teocrático explica que la Iglesia incaica (por llamarla de algún modo)
pereciera junto con el Estado Incaico durante la conquista española. Pero sobrevivieron en la
población los ritos agrarios, las prácticas mágicas y el sentimiento panteísta.

La conquista católica
Según Mariátegui, la conquista española fue la última cruzada, es decir una empresa
esencialmente militar y religiosa, realizada en conjunto por soldados y misioneros (la espada y
la cruz).

Tras la conquista, empieza el coloniaje, que es una empresa política y eclesiástica. El Virreinato
atrae a nobles letrados y doctores eclesiásticos. Llega la Inquisición y la Contrarreforma, pero
también toda la actividad cultural, concentrada en las manos de la Iglesia Católica. La
Universidad nace fundada por los frailes.

La liturgia suntuosa del catolicismo y el estilo conmovedor de los predicadores cautivaron a las
masas indígenas, más que la misma doctrina evangélica. Es decir, para los indios, lo más
atrayente del culto católico fue su exterioridad y no su interioridad. El indio, en realidad, mantuvo
sus antiguas creencias mágicas adecuándolas al culto católico, fenómeno al que se conoce
como sincretismo religioso.

El rol de la Iglesia Católica durante el virreinato fue el de apoyar y justificar al estado feudal y
semifeudal instituido. Si bien hubo choques entre el poder civil y el poder eclesiástico, éstos no
tuvieron ningún fondo doctrinal, sino que fueron simples querellas domésticas, que se
superaron eventualmente.

La independencia y la iglesia

Con el advenimiento de la República no hubo cambio. La revolución de la Independencia, del


mismo modo que no tocó los privilegios feudales, tampoco lo hizo con los eclesiásticos. El alto
clero se mostró inicialmente fiel a la Monarquía española, pero al igual que la aristocracia
terrateniente, aceptó la República cuando vio que ésta mantenía las estructuras coloniales. De
entre el bajo clero, hubo muchos que militaron activamente en el bando patriota.

Si bien entre los patriotas peruanos hubo quienes profesaron el liberalismo, éste nunca llegó a
los extremos del jacobinismo anticlerical, como ocurriera en Francia. El liberalismo peruano,
débil y formal en el plano económico y político, lo era también en el religioso. No hubo de parte
de los liberales peruanos una campaña más incisiva a favor del laicismo y de otras demandas
propias del anticlericalismo. La actuación personal de Francisco de Paula González Vigil,
clérigo célebre por sus críticas a la curia romana, no perteneció propiamente al liberalismo. El
más conspicuo líder liberal peruano, José Gálvez Egúsquiza, respetaba y cumplía los dogmas
de la Iglesia Católica.

El radicalismo de Manuel González Prada surgido a fines del siglo XIX constituyó la primera
agitación anticlerical del Perú, pero careció de eficacia por no haber aportado un programa
económico-social. De acuerdo a la tesis socialista, las formas eclesiásticas y doctrinas
religiosas son propias e inseparables del régimen económico-social que las sostiene y produce,
y por tanto, la preocupación primordial debería ser cambiar dicho régimen, antes que asumir
actitudes anticlericales.

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