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El jardín de ninos ya es muy tarde

Masaruibuka

De sobra es conocido que los niños pequeños tienen un apetito verdaderamente


voraz por aprender. Si les tenemos paciencia y sabemos canalizar sus energías,
es posible que pronto sepan varios idiomas, toquen algún instrumento musical,
manejen muy bien las matemáticas, pinten al óleo o naden como peces. Esta
magnífica obra afirma que los niños pueden aprender casi cualquier cosa siempre
y cuando los apoyemos.

El jardín de niños ya es muy tardees un plande trasformación del enfoque que


tradicionalmente empleamos para educar a los niños. Si aprovechamos la enorme
curiosidad que sienten los pequeños. Si aprovechamos la enorme curiosidad que
sienten los pequeños hacia su entorno, pronto tendremos como resultado niños
más felices, adolescentes más brillantes, adultos realizados y un mundo mejor.
El jardín de niños ya
es muy tarde

MASARU IBUCA
PRIMERA EDICIÓN DE EDITORIAL UNIVERSO, S.A. de C.V
Agosto de 1988
3ª. Impresión, Junio de 1990

1ª. Edición, EDITORIAL DIANA, S.A. DE C.V.

Junio de 1994

2ª. Impresión, Junio de 1995

ISBN 968-13-2493-5

DERECHOS RESERVADOS © --- Titulo original: KINDERGARTEN IS TOO LATE---


Traducción: Guadalupe Meza Staines ---Copyright © 1977 byMassaruIbuka. Edición
original en inglés publicada por souvenirPress, Lid. Londres, Inglaterra --- copyright ©
1993 por editorial Diana, S.A. de C.V. --- Roberto Gayol 1219, México D.F., C.P. 03100

IMPRESO EN MEXICO ---- PRINTED IN MEXICO

Prohibida la reproducción total o parcial sin autorización por escrito de la casa editorial.
CONTENIDO

Prefacio por Glenn Doman 5

Introducción 11

PRIMERA PARTE. POTENCIALIDAD DEL INFANTE 15

1. El Periodo Importante 17
2. Lo que Puede Hacer un Niño Pequeño 26

SEGUNDA PARTE. EL IMPACTO DE UNA EXPERIENCIA TEMPRANA 43

TERCERA PARTE. ¿QUÉ ES BUENO PARA EL BEBE? 61

CUARTA PARTE. PRINCIPIOS DEL ENTRENAMIENTO 93

1. El Estímulo y su Sentido del Orden 95


2. La Formación del Carácter en la Infancia 115
3. Creatividad y habilidades 129

QUINTA PARTE. ALGUNAS COSAS QUE DEBEN EVITARSE 151

Y una Mirada Hacia el Futuro 153


PREFACIO

Por Glenn Doman

Autor de how to Teach Your Baby to Read

Si la gracia y delicadeza con la cual se ha escrito este libro no oculta la magnificencia de


lo que en él se expone, sí podría originar, junto con otros cuantos libros igualmente
delicados, la más gloriosa y benévola de todas las revoluciones en la historia de este
mundo. Es una consumación que todos deberíamos desear con suma devoción.

Imaginen, sí así lo quieren, una revolución para originar el más espléndido de los
cambios, pero una en la cual no hay derramamiento de sangre, ni torturas, ni dolor, ni pies
congelados, ni odio, ni hambre, ni muerte, ni destrucción.

En esta revolución, la más benévola de todas, sólo hay dos enemigos. El primero de ellos
son los antiguos mitos y el segundo es el statu quo. No es necesario que las antiguas
tradiciones se hagan añicos contra el suelo, sino solamente que las viejas falsedades se
agoten sin lamentaciones. No es necesario que lo que en la actualidad es bueno se
queme hasta que ardan sus cimientos, basta que se enmohezcan poco a poco, gran parte
de lo terrible que actualmente hay en el mundo, como si fuese un producto de desecho.

Lo podría originar la visión del señor Ibuka es la destrucción de cosas tales como la
ignorancia, el analfabetismo, la inseguridad y la inutilidad y quién podría decir que eso, a
su vez, no ocasionaría una disminución de la pobreza, el odio y la criminalidad.

El libro del señor Ibuka no promete nada parecido, pero para el lector perceptivo, tales
sueños danzan constantemente sobre la pantalla de los ojos de la mente, a medida que
avanza de la mirada al pensamiento, a la imagen y al sueño.

¿Qué sería necesario para originar tan hermosos cambios? ¿El derrocamiento de los
gobiernos? ¿La destrucción de las instituciones? ¿El incendio de los sistemas escolares?

El señor Ibuka no pronuncia tales amenazas, como tampoco hace ninguna promesa
dorada como las que acabo de mencionar. Sencillamente no me es posible leer el libro del
señor Ibuka sin ir a parar en tales sueños.

El maravilloso y amable libro del señor Ibuka no hace declaraciones estremecedoras de


ninguna clase; simplemente expone la tesis de que los niños pequeños poseen en su
interior la capacidad de aprender virtualmente cualquier cosa a una edad temprana.
Sugiere que lo que aprenden sin ningún esfuerzo consiente a los dos, tres o cuatro años
de edad, se aprende con grandes esfuerzos más adelante en la vida o quizá ni siquiera se
aprenda. Propone que lo que los adultos aprenden dolorosamente, los niños lo aprenden
con alegría. Propone que lo que los adultos aprenden al paso del caracol, los niños
pequeños lo hacen casi velozmente. Propone que los adultos en ocasiones rehúyen el
aprendizaje, mientras que los niños pequeños preferirían el aprendizaje a comer.

Manifiesta todo esto en una forma de lo más encantadora. Su libro es sencillo, sincero y
tan claro como el cristal; además, como un producto de todo esto, cada una de sus
páginas posee el eco de la verdad.

Expone que entre las cosas más difíciles que el hombre emprende, está, por ejemplo,
aprender idiomas extranjeros, a leer y a tocar el violín o el piano. Yo soy un buen ejemplo
de ello. Aun cuando chapurreo en una docena de idiomas extranjeros, como resultado de
toda una vida de trabajo dedicada al estudio de los niños de todos los continentes y de
todas las sociedades, desde la más sofisticada hasta la más básica de todas las culturas,
sólo puedo expresarme en una forma efectiva en mi lengua materna. A pesar de que
disfruto de la música, no puedo tocar un instrumento musical y ni siquiera puedo seguir
bien una tonada. Aun cuando los adultos llegan a dominar todas estas cosas con
dificultad, lo niños pueden casi sin ningún esfuerzo consiente de su parte.

Todas estas cosas los niños pequeños pueden dominar y lo hacen con facilidad y alegría.
Todo lo que se requiere para que un pequeño crezca hablando muchos idiomas con
fluidez, lea los lenguajes más complejos, haga cálculos matemáticos instantáneos, nade,
monte a caballo, pinte al óleo, toque el violín y haga todo eso en una forma magistral, es
que concedamos a nuestros hijos amor (por lo común lo hacemos) respeto (muy rara vez
lo hacemos) y que los expongamos con alegría a las cosas que deseamos que aprendan.

¿Es difícil imaginar que el mundo sería un lugar más valioso, más sano, más seguro y
más encantador, si todos los niños dominasen los idiomas, las artes y las ciencias básicas
antes de llegar a la adolescencia y entonces pudiesen dedicar sus años de adolescentes
al estudio de la semántica, la filosofía, la ética y las religiones comparativas, así como
artes o ciencias avanzadas, o cualquier otra cosa que quisieran aprender?

¿Es difícil de imaginar cómo sería el mundo si a los pequeños se les alimentara y viviera
su ardiente ansia de aprender, en vez de sofocarla con juguetes y juegos?

¿Es difícil de imaginar que el mundo sería un sitio más encantador si el hambre de un
niño de tres años, de ver todo lo que hay que ver se alimentara con Miguel Angel,
WinslowHomer, Manet, Rembradt, Renoir, Leonardo y Rockwell, así como con el Ratón
Miguelito y el Payaso Feliz? Ya que en verdad, el niño pequeño posee un infinito apetito
de aprender todo lo que no sabe y no tiene ni la menor pizca de juicio en cuanto a lo que
es bueno y lo que es malo.

¿Podría dudarse que el mundo sería un lugar más sano si el hambre de un niño de dos
años, de escuchar todo lo que hay que escuchar se alimentara con Bach así como con
música rock, con Beethoven así como “María tenía un corderito”, con el sermón de la
montaña o con la declaración de la independencia, así como con el cuento de Caperucita
Roja? Ya que en verdad, el niño pequeño puede aprender una u otra cosa con la misma
facilidad.

¿Podría dudarse que el mundo sería un sitio más seguro si el hambre de hablar de hablar
de un niño de tres años se alimentara con portugués y japonés, así como “los tres
cochinitos” y “los tres gatitos”? Ya que de hecho, el deseo de un niño de tres años de
darse a entender, pude expresarse con la misma facilidad en japonés que en un lenguaje
chabacano, y sin rastro alguno de acento.

¿Exactamente quién es MasaruIbuka para decirnos que todas estas cosas tan
maravillosas son posibles? ¿Cuáles son sus credenciales para ser tales declaraciones?
Pues bien, sus credenciales son impecables.

1. No sabe nada acerca de la educación y por consiguiente no sabe qué es lo que


puede o no puede hacerse. (Un requerimiento absoluto para lograr un sorprendente
adelanto en un territorio establecido.)
2. Es un absoluto genio. (Empezando en el año de 1947, cuando su propia nación
estaba desolada, con tres hombres muy jóvenes que lo ayudaron y un capital de
700.00 en dólares, estableció una empresa en la cual bautizó con el nombre de
Sonyformó parte del grupo de pioneros que sacaron a Japón de la ruina física y la
desaparición espiritual hasta alcanzar una posición de liderazgo en el mundo.)
3. Está haciendo precisamente lo que propone que debería hacerse. (como director
ejecutivo de la EarlyDevelopmentassociation [Asociación para el desarrollo
temprano], de Tokio, y como director de talenteducation [Educación de talento] en
Matsumoto. En la actualidad ofrece a miles de niños japoneses la oportunidad de
aprender y de hacer las cosas descritas.)

El señor Ibuka no se propone cambiar el sistema educativo y como resultado de ello,


cambiar lo que aprende un niño.El señor Ibuka se propone cambiar la forma en la cual se
ofrece al niño la oportunidad de aprender y como resultado de ello, cambiar los sistemas
educativos.

Toda la evidencia indica que lo primero no pude lograrse en un grado importante.

Lo último está sucediendo en la actualidad.

¿Son posibles estas cosas, o simplemente se trata de sueños color de rosa? Son ambas
cosas, porque yo he presenciado esto una y otra vez por todo el mundo.

He visto a niños recién nacidos nadar con los que Timmerman en Australia; he visto a
pequeños de cuatro años hablar inglés con el doctor Honda en Japón. He visto a niños
pequeños practicar gimnasia avanzada con los Jenkins en Estados Unidos; he visto a
niños de tres años de edad tocar el violín y piano con el doctor Suzuki en Matsumoto. He
visto a un niño de tres años leer tres idiomas con el doctor Veras en Brasil. He visto a
pequeños Sioux de dos años de edad montar a caballo en Dakota; he visto a niños de tres
años leer Kanji el idioma de los eruditos. Tengo en mi poder cartas de miles de madres de
todo el mundo que me han escrito en lo más amables términos para hablarme de las
cosas maravillosas que le han sucedido a sus hijos de dos años después de que los
enseñaron a leer, usando mi libro HowtoTeachyourbabytoread.

Creo que este enternecedor libro es uno de los más importantes que jamás se han escrito
y creo que también que todos los padres deberían leerlo.

En vez de presentar este libro con las mayores alabanzas que puedo encontrar, debería
odiar al señor Ibuka por escribirlo. Toda mi vida me prepararé para escribir dos libros y
esa era mi meta. El primero de los libros para el cual he pasado toda mi vida
preparándome, es sobre la fantástica capacidad de pequeños para aprender cualquier
cosa con facilidad y alegría. El segundo libro que pienso escribir, tratara sobre el ema de
cómo hacer de cada niño un ser física, intelectual y emocionalmente superior.

Ya no es necesario que escriba el primer libro, puesto que este industrial ya lo ha escrito y
en este momento lo tiene en sus manos.

Es absolutamente necesario que termine ya esta introducción, a fin de que el lector que
pueda iniciar el estudio de uno de los libros más deliciosos e importantes que jamás haya
leído y para que yo pueda dedicarme a escribir mi segundo libro, antes de que
MasaruIbuka, el industrial y autoridad sobre la forma de aprender de los niños, me tome la
delantera una vez más y también me gane a escribir el segundo libro.

Glenn Doman
Director
Instituto para el desarrollo del
potencial humano
Filadelfia, EUA
INTRODUCCIÓN

Desde épocas muy antiguas, se ha aceptado en general, que el talento o el genio


excepcional entre los seres humanos se debe en gran parte a factores hereditarios, a una
anormalidad de los genes. Cuando nos hablaban de que Mozart, el virtuoso de la música,
ofreció un concierto de piano a los tres años de edad, o de que John EstuartMill podría
leer literatura clásica en latín a esta misma edad, la mayoría de nosotros concluye
simplemente que “por supuesto, los genios nacen siendo diferentes”.

Sin embargo, un examen más de cerca de los primeros años de esos hombres nos
indican que tanto Mozart, todos hacían la educación de sus hijos en un grado
extraordinario. Mis tesis es que ni Mozart ni Mill nacieron siendo genios, sino que a cada
uno de ellos se les proporcionó desde sus primeros años, una educación y un medio
ambiente adecuados para el desarrollo de sus talentos hasta un grado máximo.

En contraste, un bebe recién nacido educado en un medio ambiente hostil a sus


necesidades, no tendrá más adelante en la vida ninguna de desarrollarse plenamente. Un
ejemplo extremo es la famosa historia de las “niñas
lobas”, Amala y Kamala, encontradas en la década de
1920 en una cueva del sur oeste de Calcuta, en India
por una pareja de misioneros realizó grandes esfuerzos
por devolver a esas niñas criadas por lobos, a su
humanidad original, pero cuyos esfuerzos resultaron
vanos.

Damos por sentado que un niño por ser humano es


humano y que una criatura nacida de un lobo es lobo; no
obstante, estas dos niñas continuaron exhibiendo las
características de un lobo. ¡De manera que lo que
parece determinar si un niño se convertirá en un ser
humano o en un lobo es la clase de educación y de
medio ambiente en que se desenvuelve el niño
inmediatamente después de su nacimiento!

Al meditar acerca de esos ejemplos no puede evitar pensar cada vez en la gran influencia
que tiene la educación y el medio ambiente sobre los bebés recién nacidos. Este aspecto
llegó a asumir una importancia máxima, no sólo para los niños individuales, sino en bien
de la salud y la felicidad de la sociedad en general, de manera que en el año 1969
coadyuvé el establecimiento de una fundación llamada EarlyDevelopmentassociation, con
sede en Japón. Algunas personas dedicadas a la investigación, tanto nativas como
extrajeras, se reunieron para estudiar este tema; al mismo tiempo inauguramos unas
clases experimentales con objetivo de analizar, desarrollar y aplicar el método del doctor
ShinichiSuzuki para enseñar a los niños pequeños a tocar el violín, algo que en aquel
entonces atraía la atención de todo el mundo.

A medida que vamos avanzando en esta labor, cada vez estamos más conscientes de lo
erróneo que ha sido gran parte del pensamiento tradicional concerniente a los infantes.
Suponemos saber todo lo que se refiere; no obstante, conocemos muy poco de su
verdadero potencial. Prestamos mucha atención a lo que debería entenderse a los niños
después de los tres años y, sin embargo, de acuerdo con estudios recientes sobre la
fisiología cerebral, el desarrollo de las células cerebrales para entonces ya se ha
completado en un 70% a 80%. Entonces, ¿no deberíamos dedicar a todos nuestros
esfuerzos a los primeros tres años, cuando el cerebro se estádesarrollando?

El “desarrollo temprano” no es una tesis para alimentar a la fuerza a los pequeños con
toda clase de hechos y cifras. Es un enfoque a una educación previa a la escuela y una
clave para la introducion de nuevas experiencias en el “momento adecuado”. Sólo
quienes se encargan del ciudadano cotidiano del infante, por lo común las madres, son
quienes pudieron descubrir cuál es el momento. De manera que he escrito este libro con
la esperanza de que sea útil a todas esas madres y luego que puedan servir para que los
niños que están naciendo ahora lleguen a convertirse en adultos maravillosos.

MasaruIbuka
PRIMERA PARTE

Potencialidad del infante


1. EL PERIODO IMPORTANTE.

Demasiado tarde en el jardín de niños.

Todos hemos tenido la experiencia, durante nuestra propia época escolar, de ver que un
alumno excepcionalmente dotado conservaba su lugar como el primero de la clase sin
ningún esfuerzo obvio, en tanto que el de más lento aprendizaje no lograba mejorar, por
muy desesperadamente que lo intentara.

En mi época, los maestros acostumbraban alentarnos diciendo: “El hecho de si eres o no


inteligente no es cuestión de herencia; todo depende de tus esfuerzos”. Sin embargo,
nuestra propia experiencia nos demostraba que un chico estúpido siempre era estúpido y
uno brillante siempre era brillante. Sin lugar a dudas, la inteligencia parecía estar
determinada desde el principio mismo de la vida. ¿Qué debíamos deducir de estas dos
contradicciones?

He llegado a la conclusión de que la capacidad y el carácter del hombre no se determinan


por el nacimiento, sino que ya están bastante
formados en cierto periodo de su vida. Desde
hace mucho tiempo han tenido lugar
controversias sobre si la naturaleza humana está
conformada por la herencia o por la clase de
educación que se recibe después del nacimiento,
pero ninguna teoría convincente había podido
decidir este aspecto… hasta una época muy
reciente.

No obstante, al fin el estudio de la fisiología


cerebral por una parte y de la psicología infantil
por otra, ha hecho posible demostrar que la clave
para el desarrollo de la inteligencia está en la
experiencia del niño durante sus tres primeros
años de vida, es decir, durante el periodo de
desarrollo de las células cerebrales. De manera
que ningún niño nace siendo un genio, como
tampoco nace siendo un tonto. Todo depende del estímulo de las células cerebrales
durante los años decisivos.

Esos años abarcan el periodo desde el nacimiento hasta los tres años de edad; el jardín
de niños ya es demasiado tarde.
Cualquier niño puede desempeñar bien… todo depende del método de educación.

Los lectores bien podían preguntarse por qué yo, que estudié ingeniería y ahora soy
presidente de una compañía, me he adentrado en el terreno de la educación a una edad
temprana. Mis razones son en parte “publicas”… es decir, me preocupa profundamente la
rebelión actual de los jóvenes y me pregunto a mí mismo hasta qué punto nuestra
educación actual ha contribuido a su descontento; y en parte son privadas: tengo un hijo
que padece retraso mental. Cuando ese niño atravesaba por las primeras etapas de su
desarrollo, yo ignoraba totalmente la idea de que un niño que nace con una carga tan
pesada sobre sus hombros, puede desarrollarse hasta un grado notable si se le educa en
la forma adecuada desde el momento de su nacimiento. Lo que me hizo abrir los ojos fue
la pretensión del doctor Shinichi Suzuki de que “cualquier niño puede desempeñarse
bien…todo depende del método de educación”. Cuando fui testigo de los notables
resultados del método de “educación del talento” del doctor Suzuki para enseñar a los
niños muy pequeños a tocar el violín, no puede evitar el lamentarme de que como padre,
yo no hubiese sido capaz de hacer algo por mi propio hijo.

Cuando por vez primera consideré el fenómeno de las rebeliones estudiantiles, pensé
mucho en el significado de la educación y en la razón por la cual nuestro sistema produce
tanta agresión y tanto descontento. En un principio, me pareció que el problema yacía en
el sistema de la educación universitaria; sin embargo, a medida que en mi pensamiento
progresaba, me pareció que ya existía desde la enseñanza secundaria. Entonces
retrocedí aún más hasta la enseñanza primaria y elemental y por fin llegué a la conclusión
de que el jardín de niños ya es demasiado tarde para ejercer influencia en el niño. Esta
manera de pensar inesperadamente coincidió con lo que el doctor Suzuki y sus asociados
han estado practicando.

El doctor Suzuki ha puesto en práctica su exclusivo “método Suzuki” durante los últimos
30 años. Antes de eso, impartía sus enseñanzas en niños de primaria y secundaria, de
acuerdo con el método educativo generalmente aceptado. Descubrió que la diferencia
entre los niños que progresan y los que no lo hacen es muy conspicua, de manera que
decidió experimentar con niños cada vez más pequeños y siguió disminuyendo el nivel de
edad de sus alumnos. El doctor Suzuki da clases de violín, pero eso se debe a que
casualmente él es violinista. Al comprender que su método podía aplicarse en cualquier
terreno, eso me impulsó a involucrarme seriamente en el “desarrollo temprano”.
El desarrollo temprano no es para producir genios.

A menudo me han preguntado: “¿Acaso el desarrollo temprano trata de producir genios?”

La respuesta es “no”. El único propósito del desarrollo temprano es educar a un niño a fin
de que tenga una mente flexible y un cuerpo sano, y para que sea una persona brillante y
bondadosa.

Todos los hombres, a menos de que tengan algún impedimento físico, nacen iguales. Si
entre los niños existen divisiones y grupos inteligentes, de mente obtusa, amables y
agresivos, la responsabilidad yace en la educación. Cualquier niño, siempre y cuando se
le dé lo que debe dársele durante la etapa adecuada de su vida, debe crecer con una
mente brillante y un carácter estable.

Un niño criminal que escandalizó al mundo hace


varios años, cuando con una pistola cometió una
serie de asesinatos sin sentido, escribió un diario
mientras se encontraba en la prisión: “he oído decir
que la propia personalidad y el carácter ya están
formados para cuando uno tiene cinco años de
edad. Cinco años en la vida de un hombre es un
lapso muy breve (Unos cuantos años y meses);
pero si desarrollan un carácter que influye a tal
grado durante toda su vida, qué importantes son
esos años y qué descuidados son los padres en
todo el mundo.

Para mí, el propósito fundamental del desarrollo temprano es evitar la creación de niños
tan desafortunados como éste. La meta de inducir a un niño a escuchar buena música ya
tomar lecciones de violín no es convertir a ese niño en un genio musical; la meta de
enseñarle a hablar un idioma extranjero no es convertirlo en un genio lingüista, ni
prepararlo para su admisión a un “buen” jardín de niños y una buena escuela primaria.
Simplemente son medios de sacar a relucir el infinito potencial del niño, incrementando su
alegría en sí mismo y en el mundo.

La inmadurez misma del bebé humano nos indica su gran potencial

Mi pensamiento acerca del desarrollo temprano se inicia con la idea del infinito potencial
que posee un bebé recién nacido.

Desde luego, un recién nacido es un ser totalmente desvalido; pero precisamente porque
es tan desvalido, su potencial es tan grande. El estado en el cual nace un bebé humano,
está mucho menor desarrollado que el de cualquier otro bebé del reino animal:
únicamente el bebé humano no hace otra cosa que llorar y mamar leche. Otros bebés del
reino animal, como un perro, un mono o un caballo pueden arrastrarse, asirse e incluso
erguirse inmediatamente y empezar a caminar. Los zoológicos pretenden que el bebé
humano está retrasado respecto a otros animales por lo menos de diez a once meses y
se dice que una de las razones de esta diferencia es la postura que el hombre adoptó al
caminar. Una vez que el hombre empezó a caminar en una postura erguida, ya no fue o
posible que el feto permaneciera en el seno materno hasta que su desarrollo fuese
completo, de manera que nace todavía en un estado de máximo desvalimiento. Tiene que
aprender a hacer uso de sus piernas después del nacimiento y, de la misma manera,
también tiene que aprender a hacer uso de su cerebro. Mientras que el cerebro de
cualquier animal está casi formado para el momento del nacimiento, el cerebro del bebé
humano todavía es una hoja de papel en blanco.

Los circuitos cerebrales ya están formados para los tres años de edad.

Se dice que las células cerebrales de los seres humanos suman alrededor de mil
cuatrocientos millones, pero la mayor parte de las células cerebrales de un recién nacido
no están en operación. Las investigaciones recientes indican, sin embargo, que las
“células operativas” ya están desarrolladas para los tres años de edad.

Las células cerebrales individuales, están separadas unas de otras en el momento del
nacimiento y de ninguna manera pueden funcionar en forma individual. Una fotografía
microscópica de las células cerebrales justo después del nacimiento, muestra que a
medida que transcurre el tiempo y el cerebro se desarrolla, cada vez empiezan a surgir
más protuberancias que comunican a una célula con otra, como si fueran puente. Es
decir, las células cerebrales se tienden la mano unas a otras y después se enlazan,
uniéndose para correlacionar la información recibida del exterior a través de los sentidos y
reaccionar a dicha información. Este proceso es exactamente igual a la función de los
transistores en una computadora electrónica. Cada transistor individual no puede
funcionar por sí solo, pero cuando se conecta a los demás transistores mediante un
circuito, todos los transistores juntos funcionan como una computadora electrónica.

El periodo durante el cual las células cerebrales aprenden con mayor rapidez a hacer
dichas conexiones, es el que trascurre entre el nacimiento y los tres años de edad; para
entonces ya está formado entre un 70 y 80 por ciento de las conexiones, ya a medida que
dichas conexiones se desarrollan, incrementa la capacidad del cerebro. Durante los seis
primeros meses después del nacimiento, la capacidad del cerebro ya ha alcanzado el 50
por ciento de su potencial adulto y para los tres años llega al 80 por ciento. Por supuesto,
esto no significa que las células cerebrales del niño dejen de desarrollarse después de
que ha cumplido los tres años: la parte posterior del cerebro es la que se ha desarrollado
a los tres años y alrededor de los cuatro años una parte diferente del cerebro empieza a
atravesar por un proceso de cableado. Se trata de la parte del frente, llamada “lóbulos
frontales”. La diferencia en el proceso de cableado durante los periodos anterior y
posterior a los tres años equivale al desarrollo, primero de la parte férrea de un equipo, es
decir, el circuito principal de la máquina, y
después de la parte suave, que determina la
forma en la cual se usa el equipo.

La facilidad fundamental del cerebro para captar


los estímulos procedentes del exterior, hacer
patrones de ellos y después recordar, es la parte
básica de la instalación de la cual depende todo
el desarrollo posterior. Ciertas capacidades tan
avanzadas como el pensamiento, la voluntad, la
creación y el sentimiento, se desarrollan después
de los tres años, pero emplean la facultad que ya está desarrollada para esa edad.

Por consiguiente, a menos de que la base que se forma durante los tres primeros años
sea sólida, no tiene caso tratar de entrenar repetidamente la actividad de “cómo usarlo” en
los años posteriores, como tampoco tiene caso tratar de operar una computadora
electrónica de mala calidad con la esperanza de obtener buenos resultados.

La timidez en un bebé es prueba del desarrollo de su facultad cognoscitiva de


patrones

Me gustaría explicar aquí el empleo particular que se dará en este libro a la palabra
“patrón” La palabra “patrón” casi siempre se usa para designar un “diseño”, “una
disposición de formas” o un “modelo”. No obstante, me he propuesto emplear esta palabra
en un sentido más amplio, pero a la vez más especializado, a fin de denotar un proceso
de pensamiento, el proceso mediante el cual el cerebro del infante reconoce y
correlaciona la información. Mientras que el adulto capta la información primordialmente
por medio de su facultad de razonamiento, el niño emplea su intuición, su facilidad única
para establecer un patrón instantáneo: el razonamiento adulto no es fácilmente aceptable
para el niño y debe venir después.

La evidencia más impresionante de esta temprana facultad cognoscitiva de patrones, es


la habilidad del pequeño para reconocer diferentes rostros. Recuerdo particularmente a un
bebé de una institución infantil, al frente de la cual estaba un amigo mío, y del cual se
comentaba que podía identificar cincuenta rostros diferentes de adultos cuando apenas
tenía un año y meses de edad. Lo que es más, no sólo los reconocía, sino que había
asignado un apodo a cada uno de ellos, llamando a éste boo-boo chan (chan es una
forma afectuosa y familiar de dirigirse a una persona en japonés) y a aquéllaswa-wa chan.

“cincuenta personas” quizá parezca fácil, pero para un adulto es muy fácil recordar
cincuenta rostros nuevos en el trascurso de un año. Es imposible realizar esta difícil y
complicada tarea por medio del razonamiento; simplemente traten de escribir los rasgos
característicos de todas las personas con quienes están relacionados y verán si pueden
distinguirlas analíticamente unas de otras.
La facultad cognoscitiva de patrones, tan superior en el niño, empieza a ser claramente
evidente alrededor de medio año después del nacimiento, cuando comienza a surgir la
timidez. Su pequeña cabeza ahora ya puede distinguir rostros familiares como los de su
padre y su madre, de otros que le son extraños y expresa con claridad su conciencia
mediante un rechazo hacia el extraño.

La educación actual confunde un periodo de “rigor” como un periodo de


“tolerancia”

Incluso hoy día muchos psicólogos y educadores, en particular aquellos de quienes se


dice que son “progresistas”, consideran un pecado el hecho de tratar conscientemente de
“educar” a un niño pequeño. Manifiestan que si se atestan de información una cabecita,
eso sólo dará por resultado un niño ansioso y que lo natural es permitir que el niño crezca
a su manera, como la ha hecho durante la infancia. Algunos incluso piensas que es
natural que el niño sea egoísta, actuando solo por su propio placer. Y de esta manera los
padres de todo el mundo, bajo la influencia de este pensamiento, siguen conscientemente
el principio de “dejarlos en paz”.

No obstante, una vez que sus hijos asisten al jardín de niños o a la escuela, esos mismos
padres abandonan la norma de “dejarlos en paz solos” y empiezan a mostrarse estrictos
al enseñarlo y educarlos. De pronto, las madres “bondadosas” se convierten en madres
“temibles”.

Que esto es lo opuesto al orden adecuado del desarrollo debería ser evidente por las
discusiones previas sobre el desarrollo de las células cerebrales humanas. En vez de ello,
cómo me agradaría ver a una madre que durante la infancia de su hijo fuese una
verdadera “mama educación”… que es el término que se utiliza en Japón para ridiculizar a
las madres que apremian e intimidan a sus hijos a todo lo largo de sus años escolares.

Ya que es durante los primeros años cuando los padres deben ser a la vez estrictos y
bondadosos con sus hijos; después de eso, cuando el niño empieza a desarrollar su
propia personalidad, deben empezar gradualmente a respetar su yo y su voluntad. Para
expresar esta idea en su forma extrema, la interferencia paterna debe tener lugar mucho
antes de que el niño tenga edad para asistir al jardín de niños. El hecho de no intervenir
durante los años apropiados y después empezar hacerlo, una vez que el niño asiste al
jardín de niños, solo puede acabar con su talento, estimulando en él la rebelión.
2. LO QUE PUEDE HACER UN NIÑO PEQUEÑO

Los conceptos adultos de “difícil” y “fácil” no son válidos en el caso de los niños.

Es muy probable que nosotros, como adultos, digamos, “este libro es demasiado difícil
para un niño” o bien, “no es posible que el bebé aprecie la música clásica”, pero
¿partiendo de qué base deducimos juicios tales como estos? Para los niños que no tienen
ideas preconcebidas de lo que es “difícil” o “agradable”, el impacto del idioma inglés o el
japonés, de la música Bach o de las canciones infantiles, de la música monofónica o
armónica, debe iniciársele exactamente en el mismo punto: es decir, todo es
extremadamente nuevo.

Un juicio derivado de los sentidos en particular no dependen del conocimiento; por el


contario, en cierto sentido, el conocimiento puede ser un obstáculo para el juicio. Al ver
una de las llamadas “pinturas famosas”, quizá muchas personas han tenido la experiencia
de decirse a sí mismas, “esta famosa pintura es maravillosa”, sin que en realidad se
hayan sentido profundamente conmovido, sólo porque el nombre del pintor y el precio
fijado a la pintura indican una evaluación de esa naturaleza. En cambio, un bebé es
honesto; se queda absorto ante un objeto o una experiencia que estimula y atrae sus
sentidos, hasta el punto de perder todo su yo en dicho objeto.

En Estados Unidos hay un programa educativo que se trasmite por televisión, dedicado a
los niños en edad preescolar y que se titula sesamestreed, del cual se dice que es
sumamente popular. Los personajes son, marionetas y el escenario principal es el área de
Harlem, en la ciudad de Nueva York. Según parece, lo interesante de este programa es
cada uno de los personajes tiene una personalidad muy bien definida, característica de la
vida real que habite en cualquier vecindario. Quizá nos imaginamos que un niño de dos
años no podría apreciar la diversidad de esos personajes, pero se ha demostrado que no
es así. Cada niño tiene su propio personaje favorito y siempre que este personaje aparece
en la pantalla el niño se queda absorto viendo la historia, como si fuese la suya propia. El
personaje que ha alcanzado mayor popularidad es un gran canario; es un tanto frívolo y
comete muchos errores, pero es inocente y de mente despejada y además nunca se le
olvida de aprender algo. Los niños de inmediato se identifican con él, en una forma
espontánea.

El hecho de que un niño demasiado pequeño para hablar coherentemente en su propio


idioma, pueda comprender las complejas personalidades de esas marionetas tan bien
como lo haría un adulto, e incluso mejor, es muy importante. En sí es un repudio del
concepto adulto de que las cosas simples son “para los niños” y las complejas “no son
para los niños”.
Para los infantes es más sencillo recordar la palabra “paloma” que la palabra
“nueve”

Recuerdo una ocasión en que mi nieto de dos año fue a visitarme por vez primera desde
hacía largo tiempo. Mirando a través de la ventana señalándome hacia varios letreros de
neón, me comento muy orgulloso: “ése es de Hitachi y ése otro de Toshiba”. Tratando de
ocultar mi deleite, no fui capaz de evitar la impresión de que él, mi propio nieto, a los dos
años de edad fuese capaz de leer las palabras “Hitachi” y “Toshiba” en caracteres chinos
y pregunte a su madre: “¿Cuándo aprendió los caracteres chinos?”

Resulto que mi nieto no leía “Hitachi” y “Toshiba” en caracteres chinos, sino que
identificaba las marcas de fábrica como patrones, identificando así los letreros de “Hitachi”
y “Toshiba” en letras de neón. Todos se rieron de mi por ser un “abuelo tonto” (que
empieza a chochear), pro estoy seguro que muchas personas han tenido una experiencia
similar.

Apenas el otro día recibí una carta de una madre de veintiocho años de edad, que vive en
Fuijisawa y que leyó una serie de artículos sobre el desarrollo temprano, que escribí para
una revista semanal. De acuerdo con su carta, su hijo mayor, de dos años y medio de
edad, empezó a reconocer las formas de los automóviles cuando venía alrededor de dos
años y alrededor de unos cuantos meses podía nombrar fácilmente alrededor de cuarenta
automóviles diferentes, tanto de manufactura japonesa como extranjera y en algunos
casos podía decir la marca de algún vehículo aun cuando estuviese tapado en el
estacionamiento. Justo antes o después de este accidente y probablemente bajo la
influencia de los programas de televisión sobre la Exposición Mundial de 1970, empezó a
recordar las banderas de varios países y ahora podía identificar y nombrar correctamente
las banderas de treinta países, incluyendo la de Mongolia, Panamá y Líbano, banderas
que los adultos recuerdan con dificultad. Este incidente indica una facilidad en los niños
que los adultos ya no poseen y por consiguiente tienen gran dificultad para imaginar. El
niño está dotado de una maravillosa capacidad de reconocer cierta clase de cosas en
términos de un patrón y esta capacidad no tiene nada que ver con el análisis o la teoría,
algo que el niño aprende o hace solo mucho más adelante. Un ejemplo sobresaliente es
la habilidad del bebé para identificar el rostro de su madre. Muchos bebés empiezan a
llorar cuando un extraño los toma en brazos, pero dejan de llorar y sonríen cuando los
sostienen sus propias madres. Por supuesto, en parte quizá simplemente reaccionan al
efecto de la madre, pero también están recordando como patrones el rostro de la madre y
la forma en la cual sostiene al niño.

De acuerdo con un experimento efectuado por el señor IsaoIshii, quien imparte lecciones
de caracteres chinos en nuestra Asociación para el desarrollo temprano, un niño de tres
años de edad no experimenta dificultad alguna para recordar caracteres chinos
sumamente complejos, tales como “pichón” y “jirafa”. Lo importante es que para un niño
que recuerda sin grandes esfuerzos algunas diferencias sutiles en la expresión facial, la
compleja identificación de los caracteres chinos no ofrecen ningún problema. En contraste
con palabras abstractas, tales como “nueve”, las que sirven para nombrar objetos
concretos como “jirafa”, “mapache” y “zorro” para él son fáciles de recordar, por muy
complejas que puedan ser. De manera que no es ningún misterio que el niño pueda
derrotar a un adulto en juegos de cartas tales como el karuta japonés, el pelmanism o el
whist. Mientras que el adulto se ve obligado a memorizar con un esfuerzo consciente
lugares, números y signos, el niño posee una maravillosa capacidad de recordar algún
instante por medio de reconocimiento de patrones.

Para el niño es más fácil comprender el álgebra que la aritmética de “cigüeñas y


tortugas”.

Una de las ideas fundamentales de las matemáticas modernas es la teoría de los


“conjuntos, que para los adultos a quienes se enseñó primero el concepto de los números,
después la geometría y por último el álgebra, no es nada fácil de captar. Sin embargo,
para el niño la teoría de los “conjuntos” o “múltiplos” aparentemente es fácil como
prensión y, de acuerdo con la señora RichenneFelix, una de las autoridades francesas en
la enseñanza de las matemáticas, el niño nunca es demasiado pequeño para que se le
enseñe.

Puesto que un “conjunto” o “múltiplo” simplemente es una colección de objetos que tienen
cierta calidad en común, al niño de hecho se le introduce a ellos cuando empieza a jugar
con sus bloques de madera, sacándolos uno a uno de la caja y distinguiendo un bloque
cuadrado de uno triangular. En esta etapa ya comprenden muy bien que cada uno de los
bloques es un elemento de un “conjunto” más grande y que la pila de bloques cuadrados
forma un conjunto más pequeño y la de triangulares forma otro. Esta idea tan sencilla de
que los objetos pueden clasificarse en varios grupos, de acuerdo con diversas
características, en el principio fundamental que hay detrás de la teoría de los conjuntos,
de manera que es natural que el niño pueda comprender el razonamiento simple y lógico
de la teoría de los múltiplos con mayor facilidad que la complicada y tediosa lógica de la
aritmética.

De manera que yo considero que la suposición tradicional de que la aritmética es fácil y el


álgebra difícil es otro de los errores de juicio preconcebidos que los adultos tienden a
hacer en lo que concierne a los niños. Puesto que el cerebro del niño comprende
fácilmente la lógica de la teoría de los múltiplos, sólo hay un pequeño paso para la
comprensión de la lógica del álgebra.

Por ejemplo, he aquí un problema aritmético de “cigüeñas y tortugas”: “hay varias


cigüeñas y tortugas, que suman ocho en total. El número de patas juntas suman un total
de veinte. ¿Cuántas cigüeñas y cuántas tortugas hay?”

En primer lugar, vamos a resolver este problema por medio de álgebra. Decimos que X
equivale a las cigüeñas e Y a las tortugas, de manera que X + Y = 8 y 2X + 4Y = 20 . Por
cancelación encontramos que X + 2Y = 10, es decir, X = 8 – Y= 20 – 2Y, por consiguiente
Y = 2 – hay dos tortugas (y por consiguiente seis cigüeñas).

Ahora resolvamos el mismo problema mediante la aritmética de “cigüeñas y tortugas”. Si


suponemos que todas son tortugas, el número de patas sería 32; sin embargo, el número
de patas que nos dan es de 20 y por lo tanto, hay doce patas adicionales en la
proposición. Hay doce patas adicionales porque supimos que todas son tortugas, las
cuales tienen en cuatro patas, mientras que en realidad hay algunas cigüeñas, que sólo
tienen dos patas. De manera que las doce adicionales son el número de cigüeñas
multiplicadas por la diferencia en el número de patas que hay entre ambos animales: 12
dividido en 2 es igual a 6, que es el número de cigüeñas y las dos sobrantes al restar 6 de
8, el número total de animales, es el número de tortugas.

¿Por qué razón tenemos que resolver un problema con un método tan complicado como
el de la aritmética de “cigüeñas y tortugas”, cuando disponemos de una forma lógica y
directa de obtener la respuesta mediante la sustitución de números desconocidos X y Y?

Aun cuando la forma de resolver un problema en álgebra quizá no nos venga rápidamente
a la mente, el razonamiento lógico del álgebra es mucho más sencillo de comprender que
el razonamiento ilógico, que aparentemente es más fácil a primera vista.

Incluso un bebé de cinco meses de edad puede “apreciar” las suites de Bach.

En la fábrica Atsugi Sony se ha establecido un jardín de niños para los hijos de las
madres que trabajan allí, es donde hace algún tiempo se efectúo una investigación para
averiguar qué clase de música es la que más les agrada a los pequeños. Se revelaron
resultados en verdad inesperados.

¡La música con la que los niños se mostraban más entusiasmados resultó no ser otra que
la Quinta Sintonía de Beethoven! Las canciones
populares que trasmite la televisión de la mañana
a la noche ocuparon el segundo lugar de
popularidad y las canciones escritas
especialmente para niños fueron las menos
populares. Me interesé grandemente en esos
resultados.

Los niños encontraron más interesante la


sofisticada música clásica, la cual nosotros los
adultos a menudo mantenemos a una distancia
respetuosa. ¿Acaso los niños están dotados del
sentido musical necesario para apreciar desde los
comienzos de su vida una compleja sinfonía? De
acuerdo con los experimentos efectuados por el
doctor Shinichi Suzuki, un bebé de cinco meses de edad puede apreciar un concierto de
Vivaldi. Esto me trae a la mente una historia que me contó una joven pareja que conozco.

Esa pareja, ambos amantes de la música clásica, hacían que su bebé escuchara durante
unas pocas horas al día desde poco tiempo después de nacido la Suite número 2 de
Bach. A los tres meses, el niño empezó a mover su cuerpo con el movimiento animados
siguiendo el ritmo; a medida que el ritmo se apresuraba hacia el clímax, los movimientos
del bebé se volvían cada vez más rápidos y atractivos y cuando la música llegaba a su fin
mostraba su descontento. A menudo, cuando el bebé estaba malhumorado o lloraba, sus
padres ponían esa música y de inmediato se tranquilizaba. Por otra parte, un día que los
padres tocaron una discordante música de jazz, el bebé empezó a llorar violentamente. Al
escuchar esta historia, una vez más me maravillé ante el prodigio de que un niño posea
tal sensibilidad musical que le permita apreciar una Suite de Bach.

No trato de decir que cualquier género de música clásica sea buena por definición, pero sí
que la capacidad de apreciar formas musicales complejas directamente por medio de los
sentidos (intuitivamente) es algo maravilloso. Es muy probable que la razón por la cual la
mayoría de los japoneses no pueden apreciar la música occidental es simplemente
porque durante nuestra infancia no escuchábamos otra cosa que no fuesen canciones
infantiles y cantos folclóricos japoneses.

Un bebé de seis meses de edad incluso puede nadar.

Hay muchos hombres adultos que no saben nadar (“se hunden como un martillo”, como
decimos en japonés), de manera que ustedes tal vez se sorprendan al saber que un bebé
muy pequeño puede nadar si se le enseña. Un bebé que aún no ha aprendido a usar sus
piernas para caminar, intenta flotar en el agua en la misma forma en que intenta
arrastrarse por el suelo a gatas: como si se tratara de otra actividad. Lo importante no es
que incluso un bebé puede nadar, sino que puede nadar porque es un bebé.

Hace algunos años me tropecé con un artículo publicado en un periódico acerca de un


belga llamado De Beneseil, quien abrió una escuela de natación para bebés. De acuerdo
con De Beneseil, es posible enseñar a un bebé de tres meses para que flote en la alberca
de espalda y para los nueve meses podría aprender a respirar correctamente en el agua.

Más adelante, en el mes de agosto de 1965, RizetDeem, presidente de la Conferencia


Atlética Femenina Internacional celebrada en Tokio, habló de enseñar a nadar a un bebé
de menos de un año de edad, creando así una considerable sensación.

La señora Deem describió la forma en la cual metió a una alberca, a una temperatura de
32° C, a un bebé de 5 meses de edad y como en el transcurso de 3 meses ya era capaz
de nadar solo durante un promedio de seis minutos a la vez. Y lo que es todavía más
sorprendente, su récord de natación era de ocho minutos cuarenta y seis segundos. Ante
una conferencia de prensa, la señora Deem declaró, “un bebé sabe equilibrarse mejor en
el agua que en el suelo. Primero se sostiene al bebé en el agua con ambas manos y
cuando ya se ha acostumbrado empieza a flotar por sí solo. Incluso cuando sumerge el
rostro bajo el agua, cerrando los ojos y deteniendo el aliento, espera hasta que su cuerpo
vuelve a flotar en la superficie del agua. Esa es la forma en la cual aprende a avanzar
moviendo manos y piernas”. La señora Deem insistió repetidas veces en la posibilidad de
desarrollar todas las habilidades y talentos humanos antes de que el bebé tenga un año
de edad.

El hecho de que un bebé pequeño pueda nadar, es sólo un indicio más del infinito
potencial del bebé humano. También se ha informado que un niño que apenas empieza a
aprender a caminar también puede aprender a patinar al mismo tiempo, ya que adquiere
nuevas habilidades en una forma indiscriminada: caminar, nadar y deslizarse, todo ello
pertenece de igual manera al reino de las nuevas experiencias y trata todas esas
actividades con el mismo sentido de la aventura si se le alimenta a hacerlo en la forma
adecuada.

Está por demás decir que todos esos experimentos no se han llevado a cabo con el solo
propósito de enseñar a los niños muy pequeños a nadar y a tocar el violín. La natación
únicamente es un medio de desarrollar el potencial del niño… Ofreciéndole una noche de
un sueño reparador y un buen apetito, agudizando sus reflejos y reforzando sus
músculos. “Golpea cuando el hielo está caliente”, se dice: en otras palabras, una vez que
el hierro se ha endurecido ya es demasiado tarde para golpear y forzarlo. La forja y la
formación de material antes de que se vuelva rígido, logran un metal verdaderamente
resistente y de elevada calidad.

El cerebro del infante puede recibir una cantidad casi infinita de “información”

“Hermano y hermana, genios de la lingüística que comprenden el inglés, el español, el


italiano, el alemán y el francés: cinco idiomas y su ‘agresivo’ padre”

Muchos japoneses aún recuerdan este encabezado que apareció en un periódico


nacional. El “agresivo” padre es el señor MasaoNagata, quien renunció a una prolongada
carrera en el magisterio y calificándose de ama de casa, se dedicó en cuerpo y alma a la
educación de sus hijos. Su hijo tenía en aquel entonces dos años y medio y su hija era un
bebé de tres meses. Debido a su corta edad, hubo muchas críticas contra ese “agresivo
papá educación”.

Algunos se quejaron de que era una lástima atiborrar la mente de los niños en una forma
indiscriminada, que era una carga demasiado gravosa para los niños y que en
consecuencia crecerían para convertirse en seres excesivamente ansiosos.
Creo que el hecho de que la familia Nagata en la
actualidad viva gozando de una excelente salud y
vigor, basta para demonstrar que esas críticas eran
bastante infundadas. Y también lo es el hecho de
que si es bueno o malo que un padre se retire a su
hogar asumiendo la responsabilidad de la
educación de sus hijos. Lo que importa es que el
método educativo que adoptó el señor Nagata nos
ofrece algunas sugerencias muy importantes
acerca del potencial de aprendizaje del infante. A
continuación reproducimos las palabras del señor
Nagata, referentes a su singular método de
enseñanza:

Empecé a enseñarles inglés, conversación en inglés, italiano, alemán y francés… casi al


mismo tiempo. Cuando escuchamos un programa de idiomas extranjeros en la radio, en
ocasiones una lección de francés se explica en inglés, de manera que pensé que si se
enseñan varios idiomas a la vez es posible cambiarlos. Justo entonces los niños tomaban
lecciones de piano y casualmente la música que practicaban tenía notas escritas en
italiano y la explicación en inglés, alemán y francés. No podían captar la música a menos
de que comprendieran la explicación y esa fue una de mis razones para enseñarles
idiomas.

A menudo me preguntaban si los niños no se confundían al estudiar cinco idiomas a la


vez, si podían usarlos en su forma precisa y adecuada. Para el estudio de idiomas no use
otra cosa que no fuesen los programas de radio; dichos programas se imparten en una
forma de lo más amable. Las prácticas de pronunciación se efectúan de una manera lenta
y cortés; después los niños abrían la boca y practicaban la pronunciación en una forma
adecuada.

(tomado de EarlyDevelopment, ejemplar de mayo de 1970).

Según parece, la capacidad de absorción del cerebro de un niño pequeño es mucho


mayor que la de un adulto; por consiguiente, no hay ningún fundamento para preocuparse
por “alimentarlo a la fuerza” o estimularlo en exceso: igual que una esponja, el cerebro del
pequeño absorbe y si llega a un punto de saturación automáticamente deja de captar
nada más.

Lo que ahora debería preocuparnos no es ofrecerle demasiado al niño sino no ofrecerle lo


suficiente. El señor Nagata nos lo ha demostrado por medio de su experimento.

El niño sólo recuerdo aquello que le interesa.


Hasta ahora he discutido la maravillosa habilidad de absorción del cerebro del niño. Por
supuesto, en esta etapa el cerebro de un bebé es simplemente una máquina que recibe lo
que se le da y no posee la capacidad de seleccionar, discriminar y comprender. Lo que se
le entrega al niño se distribuye por todo el cerebro tal y como está, igual que si se tratara
de los cables de una computadora.

Sin embargo, muy pronto llegará el momento en que el niño desarrolla el deseo de tomar
sus propias decisiones; en breve, llega un momento en el cual se desarrolló esa parte del
cerebro que decide como emplear la base sólida que ya ha establecido. Esta época por lo
común es alrededor de los tres años de edad; es la época en la cual el aspecto de cómo
interesar al niño adquiere más importancia que lo que debería ofrecérsele. El niño
recuerda cualquier cosa que le interese hasta un punto que raya en la codicia. Durante
ese proceso se desarrollan las capacidades volitiva y creativa, así como el deseo de
hacer ciertas cosas y son funciones muy importantes en la formación del cerebro para
actividades posteriores y en la formación del carácter.

Todos los padres les leen a sus hijos historias infantiles y cuentos de hadas, sin
preocuparse por si el niño los comprende o no. Después de escucharlos muchas veces, el
niño los memoriza y muy pronto es capaz de señalar los errores en la lectura descuidada
de los padres. El niño recuerda con gran precisión las historias infantiles y los cuentos de
hadas, pero se trata de una precisión basada más en la percepción de patrones que en la
comprensión.

Después, el niño empieza a mostrar un interés especial en una historia particular y quiere
leerla por sí mismo. A pesar de que no sabe leer el alfabeto, compara la historia que
memorizo con los grabados del libro y lee la historia, siguiendo sin tropiezo alguno las
letras que todavía no puede leer. Este es un periodo en el cual el niño comienza a
preguntar con insistencia el significado de varias lecturas y el hecho de que lo haga con
insistencia es una prueba de su gran interés.

Una madre que conozco aprovecho en una


forma muy hábil esa oportunidad, fomentando
el interés natural de su hijo en los caracteres
chinos. A menudo he encontrado que el niño
puede recordar los caracteres chinos con
mayor facilidad que el hiragana (el
equivalente fonético japonés al alfabeto),
pero todos los libros infantiles recientes están
escritos únicamente en hiragana. Así que esa
joven madre compró en una librería de libros
de segunda mano que hay en Kanda, un libro
de cuentos de hadas con el alfabeto japonés
al lado de los caracteres chinos y se lo leía al
niño una y otra vez, mirando el libro junto con él. Al poco tiempo el pequeño ya había
memorizado toda la historia y cuando empezó a leer por sí mismo también se interesó en
los caracteres chinos y la madre le iba enseñando esos caracteres uno a uno a medida
que el niño preguntaba. Lo único que hizo fue reaccionar a su curiosidad, así que de
ninguna manera se trataba de abrumarlo. Aprendió a reconocer los caracteres chinos que
veía en el periódico que veía su padre, despertando así una gran conmoción en el hogar y
antes de ingresar a la escuela ya podía leer la mayor parte del contenido del periódico.

De manera que antes de los tres años de edad el niño no experimenta dificultad alguna en
aprender todo aquello que le interesa, sin importar cuantos esfuerzos y concentración le
exija esa tarea.

Hay muchas cosas imposibles de adquirir, a menos de que se aprendan durante la


infancia

En mi vida de negocios a menudo hay ocasiones en las cuales me veo obligado a hablar
inglés y lo que siempre me molesta en dichas ocasiones es lo defectuoso de mi
pronunciación y entonación en inglés. No es que quien me escucha no comprenda en
todo momento mi inglés con acento japonés… si me entienden, pero hay veces en que
me enfrento a un momento en que mi escucha me pide, con una mirada de extrañeza,
que le repita algo y tengo que deletrear una palabra en inglés a fin de que me entienda y
es entonces cuando siento una gran pena por mi inglés al estilo de “goodomorning”.

En contraste con esto, en mi vecindario hay un niño de un año y dos meses de edad que
puede pronunciar con perfecta exactitud algunas palabras en inglés. Los sonidos tales
como la “r” y la “l” son muy difíciles de pronunciar para la mayoría de los japoneses, pero
él lo hace correctamente. Con toda probabilidad, la diferencia estriba en que mientras yo
empecé a estudiar inglés por vez primera cuando yo ingresé a la secundaria, ese niño,
que ya estaba familiarizado con el inglés por haber escuchado discos en ese idioma,
empezó a aprender la conversación en inglés con una amiga norteamericana de la familia
casi al mismo tiempo que empezó a aprender el japonés.

Todo esto significa que una vez que en la propia mente se ha formado el patrón de la
lengua materna, es muy difícil captar más adelante los patrones de un idioma diferente.
Sin embargo, como antes explique, el cerebro de un infante de menos de tres años
todavía se encuentra en el proceso de “cableado” y el “circuito” del idioma japonés y, para
el caso, el de cualquier otro idioma, pueden desarrollarse al mismo tiempo. Por
consiguiente, los niños a esa edad pueden hablar sin grandes esfuerzos cualquier idioma,
como si fuese el propio. Si dejamos de hacerlo durante ese periodo tendremos que luchar
a fin de adquirir lo que es tan natural para el niño pequeño, e incluso lo que entonces se
aprende es menos que lo que se aprende con tanta facilidad en la época adecuada. La
mayoría de los adultos japoneses y de los niños mayores jamás logrará hablar
correctamente el inglés, con una buena pronunciación, incluyendo la de las letras “r” y “l”.

Los idiomas extranjeros no son los únicos temas cuyo aprendizaje sería demasiado tarde
para emprender después de los primeros años del desarrollo. Por ejemplo, se dice que el
propio sentido del tono y del atletismo… la propia coordinación y el equilibrio físico, se van
formando alrededor de esta edad. Y la base para la apreciación estética… la reacción
sensorial… se desarrolla más o menos durante los primeros años del niño.

Cada año, al iniciarse las vacaciones de verano, las familias extranjeras llevan a sus niños
pequeños a las clases de violín que imparte el doctor Suzuki. Sobra decir que al principio
nadie habla una sola palabra de japonés, pero los niños más pequeños son los primeros
en empezar a hablar en japonés; después vienen los hermanitos y hermanitas mayores
que ya asisten a la escuela primaria y secundaria. Los casos perdidos son los padres.
Mientras que en el transcurso de un mes el niño ya habla un excelente japonés, los
padres tienen que llevar consigo a sus hijos a donde quiera que van para que les sirvan
de intérpretes y hay muchos padres y madres que regresan a su país sin poder decir más
que una sola palabra, konnichiwa (hola o buenos días) después de una estancia de un
mes en Japón.

El desarrollo temprano le permite oír a un niño de oído duro.

Hasta este momento, he discutido desde varios ángulos el maravilloso potencial latente
del niño normal y la importancia de la educación temprana para desarrollar dicho
potencial. No obstante, por desgracia en todo el mundo hay niños con algún impedimento,
como resultado de la polio, de un retraso mental, una sordera y mudez. El desarrollo
temprano no se ha olvidado de esos niños: por el contrario, por la razón misma de la
carga tan pesada que llevan sobre sus hombros, es esencial identificar su impedimento
tan pronto como sea posible, a fin de emplear las técnicas del desarrollo temprano para
compensarlos hasta donde sea posible.

Lo que estoy a punto de contarle es una conmovedora historia que leía en un artículo que
se publicó recientemente en un periódico: la historia de un niño sordo de nacimiento a
quien más adelante se le capacitó para participar en la conversación cotidiana sin ninguna
dificultad, debido a los grandes esfuerzos de sus padres. Al leer esto, me sentí muy
alentado, pensando en esto como en un verdadero ejemplo de Desarrollo Temprano.

Atsuto, ahora de seis años de edad, nació como una encarnación de la salud; tenía un
año cuando sus padres observaron una anormalidad y se preguntaron si había algún
problema con su capacidad de oír, pero no se preocuparon gran cosa durante esa etapa,
pensando simplemente que hay muchos niños que son lentos para hablar y que su hijo
era uno de ellos. Pero cuando al año y medio de edad Atsuto seguía guardando silencio,
finalmente, lo llevaron a un hospital para que lo examinaran. El diagnóstico demostró que
era tan duro de oído que prácticamente eso lo incapacitaba. Sin saber qué hacer, los
padres se dedicaron a buscar ayuda y por último encontraron al doctor
TakeshiMatsuzawa, un experto en el tratamiento y la educación de niños con problemas
educativos. El doctor Matsuzawa empezó a enseñarle al pequeño su propio nombre con
la ayuda de un aparato auditivo. Después el niño empezó a aprender otras palabras, una
a una, mientras que el doctor insistentemente relacionaba esas palabras con sus
significados y desarrollaba cualquier rastro de oído que el niño retenía. El doctor
Matsuzawa cree que a una edad adecuada, en realidad es posible enseñar a un niño
sordo a oír.

Escribe: “únicamente la madre es quien puede descubrir muy pronto si su hijo es anormal.
Una semana después del nacimiento, un bebé reacciona a un ruido o sonido fuerte con un
movimiento de sobresalto. Después de unos pocos meses, el bebé reconoce la voz de su
madre y a los cuatro meses reconoce su propio nombre. Si el bebé no muestra reacción
alguna a un ruido fuerte o cuando se le llama por su nombre, puede deducirse que hay
algo malo con su capacidad auditiva. Para los tres años de edad, el niño también aprende
casi todas las palabras que se emplean en la conversación cotidiana, de manera que esos
primeros años son los más adecuados para que un niño duro de oído aprenda las
palabras. Lo que debe evitarse es mantener al niño alejado de los sonidos simplemente
porque en apariencia no puede escucharlos. No es verdad que incluso un niño con una
pronunciada sordera sea absolutamente incapaz de oír. Hagan que ese niño escuche un
sonido repetidas veces y así desarrollará la capacidad de oír”.

De esta manera los esfuerzos y la educación paternos pueden hacer posible el desarrollo
de la capacidad de oír, incluso si el niño nació con algún problema auditivo. Esto es
exactamente lo que constituye el fundamento del Desarrollo Temprano.

.
SEGUNDA PARTE
El impacto de una experiencia temprana
Lo que cuenta no son los genes, sino el medio ambiente

En la sección anterior, hablé del maravilloso potencial latente del infante. Si esos botones
latentes florecen hasta convertirse en un árbol fuerte o en una bellísima flor, depende de
la forma en que cultiven a su hijo y de la clase de medio ambiente que creen para él. En
esta sección discutiré en todos sus detalles concretos el aspecto práctico del Desarrollo
Temprano, pero antes de empezar me gustaría ofrecerles alguna evidencia de que la
educación y el medio ambiente ciertamente tienen precedencia sobre las leyes de la
herencia en lo que concierne al desarrollo de los niños pequeños.

Un erudito de la Universidad de Chicago, de apellido Bloom, en una ocasión comparó el


coeficiente intelectual de un niño judío criado en un kibbutz en Israel, con el de un niño
africano que emigro allí. El resultado demostró que el coeficiente de inteligencia del niño
judío era de 115, en comparación con 85 del niño africano, revelando una marcada
diferencia entre ambos. Bloom llegó a la conclusión de que esta diferencia se debía a
diferencias raciales y de extracción entre el africano y el judío; es decir, que la capacidad
es innatamente superior, o inferior, antes de que la educación y el medio ambiente hayan
tenido alguna influencia.

Posteriormente, un hombre llamado Ford llevó a cabo un experimento durante un periodo


más prolongado de tiempo. Se hizo cargo de una pareja de inmigrantes africanos, se
encargó de enviar a su bebé a una guardería infantil inmediatamente después de su
nacimiento y lo educó en el mismo medio ambiente de un niño judío. El coeficiente de
inteligencia de ese niño africano, a los cuatro años de edad, resultó ser de 115, tan
elevado como el del niño judío.
En esta forma, el experimento de Ford repudió la
teoría de que la capacidad se determina
genéticamente, y se hizo famoso por su revelación
tan directa de que la capacidad humana de hecho
está determinada por la educación y el medio
ambiente después del nacimiento.

En Japón se han efectuado varios experimentos


con gemelos idénticos criados en diferentes
hogares inmediatamente después de su
nacimiento. Los resultados reales han demostrado
que incluso los gemelos idénticos nacidos de los
mismos padres, cuando se educan en un medio
ambiente diferente y son educados por diferentes
personas, diferirán considerablemente tanto en su
carácter como en sus talentos y habilidades.

El problema es ¿Qué clase de educación y de medio ambiente son más propicios para el
desarrollo del potencial del infante? Sobre este punto, los eruditos han intentado varios
métodos y situaciones, informando sobre sus resultados. También hay padres que al no
sentirse lo bastante satisfechos con la educación escolar, se han atrevido a experimentar
con la educación de sus propios hijos. Y además, se han efectuado experimentos que no
es posible realizar con seres humanos, usando perros y monos y los resultados a menudo
han sido esclarecedores. Ahora me gustaría discutir algunos de esos experimentos.

Un niño de padre erudito, no necesariamente es apto para ser erudito

Con frecuencia escucho a las madres comentar, “mi hijo debió salir a su padre, ya que no
tiene ningún sentido musical”, o bien “mi esposo es escritor, de manera que nuestro hijo
es muy bueno para escribir composiciones”. Ciertamente, como dice el proverbio “el hijo
de una rana será una rana” y “una cebolla no puede producir una rosa”, y por supuesto ha
habido algunos casos en los que el hijo de un erudito se convierte en un erudito y el hijo
de un comerciante en un comerciante. Sin embargo, esos casos no significan que a los
niños se les haya trasmitido biológicamente la idoneidad para esas profesiones. Es muy
probable que desde el momento de su nacimiento se les haya educado en un medio
ambiente que los alentó a convertirse en lo que eran sus padres. El medio ambiente que
les proporcionaron los padres se convirtió en el medio ambiente del niño, y cultivo su
habilidad en la profesión del padre al despertar su interés en ella.

Si el linaje fuese un factor determinante en la formación de la habilidad del niño, de ello se


seguiría necesariamente que durante generaciones los hijos tendrían éxito en la profesión
de sus padres. Pero la vida es mucho más interesante que eso, ya que no es nada raro
que el hijo de un erudito se convierta en violinista o que el hijo de un médico llegue a ser
escritor. Por ejemplo, ni el señor KojiToyoda, en la actualidad primer violín de la Orquesta
Filarmónica de Berlín, ni el señor KenjiKobayashi, primer violín de la Sinfónica de
Oklahoma, tuvieron como padre o familiar a un músico famoso. El medio ambiente en el
cual se educaron los convirtió en lo que son hoy en día.

Solo tenemos que mirar a nuestro alrededor en nuestro propio vecindario para
comprender que un niño nacido de padres talentosos no necesariamente tiene talento. El
niño califica con desprecio a un niño así llamándolo “indigno de sus padres”, pero podría
decirse que el niño no es responsable de lo que es, ya que en realidad el medio ambiente
de su infancia fue lo que hizo “indigno” a ese niño.

En contraste, un niño nacido de un padre indolente o ebrio, a menudo puede resultar un


excelente ingeniero o artista. A pesar del proverbio que dice “Un milano ha engendrado un
águila” (es el caso de la gallina de plumaje negro que pone huevos blancos), ese hijo no
nació con una capacidad superior, sino más bien fue educado en un medio que le permitió
desarrollar su talento. Más bien es el caso de un milano que creó un medio ambiente en el
cual pudo producir un águila y no el de un milano que engendró un águila.

Así como todos los bebés nacen con el rostro arrugado, también nacen iguales en lo que
respecta a su capacidad y carácter, pero crecen hasta llegar a ser diferentes en ambas
cosas debido a diferentes medios y experiencias. En otras palabras, la profesión y la
capacidad de los padres no tiene ninguna relación directa con la formación de la
capacidad y el carácter del niño. Lo único que podemos decir es que la razón por la cual
el hijo de un médico se convierte en médico es que se ha educado en un medio en donde
hay olor a medicinas, personas vestidas con batas blancas y pacientes.

Incluso un bebé humano puede convertirse en un animal si se cría entre animales

El hijo de un perro es un perro, el hijo de un lobo es un lobo y un bebé humano es un ser


humano. Sin embargo este hecho tan natural puede resultar no tan natural si cambiamos
el medio ambiente, y a continuación les contaré una historia de Amala y Kamala, las niñas
lobas.

En el mes de octubre de 1920, en una pequeña aldea a unos 110 kilómetros de Calcuta,
en la India, se esparció el rumor de que dos animales con el aspecto de seres humanos
habitaban en una cueva de lobos. El señor y la señora Synge, una pareja de misioneros,
buscaron en la cueva y atraparon a los dos animales, que sin lugar a dudas eran dos
seres humanos, de quienes se calculó que uno tendría unos ocho años y el otro un año y
medio. Ambos seres, del sexo femenino y aparentemente hermanas fueron bautizados
con el nombre de Amala y Kamala; las instalaron a cargo del orfelinato local y allí se inició
su educación como seres humanos.

Esa pareja de misioneros, con un afecto y una paciencia infinitos, trato de inculcar a las
hermanas características y habilidades humanas, pero como durante sus primeros años
fueron criadas por lobos, las niñas insistían en comportarse como lobos. Se arrastraban
sobre manos y rodillas, saltando sobre la gente que trataba de tocarlas. Dormían durante
el día en una habitación oscura, agazapadas contra el muro y por la noche empezaban a
aullar. Lo único que comían era carne descompuesta y pollos vivos.

A pesar de todo eso, la pareja prosiguió con su labor y por fin sus esfuerzos parecieron
dar frutos, ya que después de dos meses Amala, la hermana más pequeña, empezó a
balbucear algunas palabras tales como “boo”. Sin embargo falleció un año después. Al
cabo de tres años, la hermana mayor al fin pudo empezar a caminar sobre los pies; sin
embargo, siempre que se precipitaban sus reflejos instintivos, retrocedía a sus viejos
hábitos y se arrastraba sobre sus manos y rodillas. A todo lo largo de los nueve años
transcurridos entre su regreso al mundo de los humanos y su muerte a la edad de
diecisiete años, su coeficiente de inteligencia siguió siendo el de una niña de tres años y
medio y su vocabulario jamás excedió de cuarenta y cinco palabras.

En una época más reciente tuvo lugar un acontecimiento semejante en la jungla de


Mozambique. Falleció una joven pareja africana y desapareció su bebé recién nacido.
Después de algunos meses, se vio entre una manada de mandriles a un bebé humano
alimentándose del seno de una hembra. Se hicieron incontables intentos por apoderarse
del bebé, pero posteriormente renunciaron a hacerlo. Durante los siguientes diecinueve
años, el bebé creció hasta convertirse en un fuerte joven que llegó a dominar a los feroces
mandriles, actuando como el líder de la manada. Después, hace ya algunos años, fue
capturado mientras dormía en lo alto de un árbol; se le mantuvo cautivo en una choza
enrejada, pretendiendo entrenarlo en las costumbres humanas. Se informó que más
adelante aprendió a comer haciendo uso de ambas manos y a caminar sobre los pies.

El niño que ayer fue, hoy día es completamente diferente

No nos damos cuenta con mucha exactitud de la forma en que crecen nuestros propios
hijos, puesto que los vemos todos los días y, sin embargo, se desarrollan con mucha más
rapidez de la que nos imaginamos. El profesor Jean Piaget, la autoridad suiza
mundialmente famosa en el terreno de la psicología del desarrollo, estableció su teoría
acerca de las fases del conocimiento a través de las observaciones de sus tres hijos y
mientras más leo sus libros, más agudamente siento la importancia de proporcionarle al
niño la educación y el medio ambiente adecuados para cada una de estas fases.

De acuerdo con las observaciones de Piaget, un bebé recién nacido mama todo lo que
roza sus labios pero a los veinte días de nacido no bebe otra cosa que nos sea leche y
empieza positivamente a exigirla.

Después de tres meses, el bebé empieza a desarrollar la voluntad de estirar el brazo para
tocar algún objeto, por ejemplo las piernas de un muñeco de trapo que cuelgan del
barandal de una cuna, experimentando con ello un gran deleite. Y en un año y medio
más, el mismo niño encontrará la forma de tocar un objeto que esté fuera de su alcance
usando un palo. Después de los dos años empieza a relacionar palabras con significados
abstractos, a menudo a su propia manera individual, como por ejemplo, la palabra
“hombre” con su padre, o “lluvia” con el lavado del sendero.

Alrededor de los cuatro años de edad, el niño aún cree que el jugo de naranja servido en
un vaso pequeño lleno hasta el borde, es más que la misma cantidad de jugo servida en
un vaso grande y que las migajas de una galleta aplastada son más que una galleta
entera. Apenas entre el quinto y sexto año comprenderá que en cada uno de estos casos
la cantidad es la misma.

De manera que el niño desarrolla su mente y su cuerpo a una velocidad sorprendente y


esta es una razón más que suficiente para que se le proporcione un estímulo adecuado
en cada una de esas etapas. A fin de lograrlo, los padres necesitan observar
cuidadosamente que es lo que quiere, y en qué momento y aquello en lo que se interesa,
ya que son los padres quienes están en contacto más estrecho con él. Y así como es
importante el momento adecuado para aprender un idioma extranjero, también hay un
momento adecuado para cada paso en el desarrollo temprano. Por ejemplo, es
sumamente difícil enseñar al niño a patinar una vez que ha aprendido a caminar, pero si
se le enseña a patinar poco más o menos al mismo tiempo que aprende a caminar, eso lo
convertirá en un buen patinador en el transcurso de unos pocos meses. La señorita
McGrow, una psicóloga norteamericana, demostró este punto en un experimento
realizado con dos hermanos gemelos. Enseño a uno de ellos a patinar a los 11 meses de
nacido y al otro a los 22 meses, encontrando diferencias muy marcadas en los resultados,
ya que el niño a quien se le enseño antes hacía gala de una habilidad mucho mayor que
el otro.

Hasta ahora, hemos abrumado innecesariamente a nuestros hijos a pensar con


demasiada frecuencia que era muy temprano para enseñarles habilidades que habrían
aprendido con suma facilidad si nosotros hubiésemos reconocido el momento adecuado.

El caso de “aquel que cruza el pantano sale enfangado” se aplica a la infancia

Escuche la siguiente historia de labios de un hombre joven cuya esposa acababa de tener
una niña cuando la compañía en donde él trabajaba decidió enviarlo al extranjero. Por
consiguiente, su esposa y la bebita se fueron a
vivir a Tohoku con los padres de la joven. Una vez
que termino su compromiso de un año en el
extranjero, el joven regreso y su esposa e hija
regresaron a vivir con él en su departamento de
Denen-Chofu en Tokio, reiniciando su vida como
familia. En esa época, la pequeña todavía no
hablaba gran cosa pero muy pronto empezó a
balbucear y cuando lo hizo, los padres se
sintieron muy desconcertados, ya que todas las palabras que salían de labios de la niña
resultaban ser en el dialecto Tohoku. Por ejemplo, no importaba que su padre pronunciara
repetidas veces la palabra Jidosha (automóvil) en japonés normal, la palabra que la niña
pronunciaba al tratar de imitar a su padre sonaba como Zudosha.

Sin lugar a dudas se trataba de un fenómeno muy extraño, ya que solo la pequeña
hablaba el dialecto Tohoku, mientras que todos los demás miembros de la familia no
hablaban otra cosa que no fuese el japonés normal.

Resultó que durante la estancia de la niña en el hogar de los padres de su esposa los
abuelos, que adoraban a la pequeña, estaban constantemente a su lado charlando y
jugando con ella; su esposa pensando que la niña aún era demasiado pequeña para
hablar, dejó que las cosas siguieran su curso.

Unos cuantos años después, esa niña empezó a asistir a la escuela, pero todavía no
podía librarse del acento del dialecto Tohoku. Según parece, antes de que la niña
empezara a hablar ya había tenido lugar la distribución del dialecto Tohoku por todos los
“cables” del cerebro; Y una vez terminada, es muy difícil que un ser humano logre destruir
esa red a fin de empezar de nueva cuenta. De acuerdo con una teoría, se necesita más
tiempo para iniciar un nuevo circuito destruyendo uno ya formado, del que se requirió para
formar el inicial.

Como dice el proverbio, “aquel que cruza el pantano sale enfangado”; cualquier cosa que
influya en un niño durante su infancia causa una impresión muy profunda y corresponde a
los padres asegurarse de que esas influencias sean las adecuadas para el niño.

Una habitación desprovista de estímulos es nociva para el niño

Una habitación desnuda con techo y muros blancos, absolutamente silenciosa y de la cual
se han alejado todos los ruidos procedentes de exterior: una madre podría pensar que
ese es el medio ambiente ideal para su recién nacido, de hecho, esa habitación tan
carente de estímulos no solo es inútil sino
positivamente nociva para el bebé.

De acuerdo con un experimento efectuado por el


profesor Bruner en Estados Unidos, el grado de
estímulos en el medio ambiente de un bebé muy
pequeño, significa una diferencia decisiva en el
desarrollo de la inteligencia del niño y lo ha
demostrado mediante el siguiente experimento.
Primero dividió a cierto número de bebés en dos
grupos, instalando a un grupo en un medio
ambiente absolutamente carente de estímulos,
igual al que acabamos de describir. El otro grupo
quedo instalado en una habitación en la cual el techo, los muros y los cobertores tenían
un colorido dibujo de flores y a través de las ventanas podían verse los médicos y
enfermeras dedicados a sus labores. Había música de fondo… era una habitación
saturada de buenos estímulos.

Durante algunos meses los dos grupos se criaron en esos medios tan diferentes, después
de transcurridos, se efectuaron ciertas pruebas para medir cualquier diferencia en su
inteligencia. Se ofrecía un objeto brillante a cada uno de los niños y el lapso de tiempo
requerido para apoderarse de él, era la medida mediante la cual se determinaba el nivel
de inteligencia del niño. Los resultados mostraron una diferencia muy clara de tres meses
entre ambos grupos: el nivel de inteligencia del grupo criado en una habitación
desprovista de estímulos tenía un retraso de tres meses al compararse con el del grupo
instalado en la otra habitación.

Esa brecha de tres meses en esta etapa particular, es de suma importancia, ya que se
dice que el desarrollo de la inteligencia desde el momento del nacimiento hasta los tres
años, equivale al desarrollo desde los cuatro hasta los diecisiete años de edad. Algunos
eruditos pretenden que esa brecha puede salvarse muy pronto mediante un
entrenamiento adecuado, pero cuando menos esto significa ejercer una gran presión
sobre un niño pequeño.

No solo el profesor Bruner, sino muchos otros psicólogos, han intentado experimentos de
esta naturaleza. Los resultados muestran en una forma decisiva que el hecho de si hay o
no un estímulo, significa una gran diferencia en el desarrollo de la habilidad. Otros
estudios se han enfocado a las clases de estímulo que tienen mayores probabilidades de
fomentar el desarrollo de la inteligencia infantil. Las cunas mecedoras, las borlas con
flecos de colores brillantes, las pelotas relucientes, los papeles multicolores y muchos
otros instrumentos se han sometido a diversas pruebas: por ejemplo, se dice que un
molino de viento conectado a una caja de música y las cortinas de dibujos florales han
demostrado ser acelerantes muy efectivos para el desarrollo.

El profesor White de la Universidad de Harvard, uno de los psicólogos involucrados en


estos experimentos, pretende que “hemos demostrado claramente que el suministro de un
medio ambiente rico, logra un notable efecto sobre el desarrollo temprano inmediatamente
después del nacimiento”

El infante recibe una influencia inesperada de cosas inesperadas

Se dice que Carl Friedrich Gauss


cuyo nombre no resulta muy
familiar para la mayoría de
nosotros, fue uno de los más
grandes matemáticos del siglo XIX;
cuando apenas tenía ocho años de
edad descubrió una fórmula para encontrar la suma de una serie aritmética. La razón por
la cual menciono su nombre en este punto, es porque recientemente encontré en un libro
algunos hechos muy interesantes acerca de él. El padre de Gauss no destacaba por su
erudición ni por cualquier otra cosa; era un albañil que colocaba un ladrillo sobre otro
reparando muros, bardas y chimeneas. Siempre llevaba consigo a su hijo Gauss cuando
iba a trabajar. Lo que hacía Gauss era sentarse al lado de su padre entregándole los
ladrillos a medida que los contaba. Según se sugiere en ese libro, la habilidad matemática
de Gauss debió desarrollarse gracias a ese hábito adquirido durante sus primeros
años.No considero esta interpretación algo improbable. Escuche una historia similar en
los labios del señor Soichiro Honda presidente de la Honda EngineeringCompany.
Cuando le pregunte cual era la razón por la que se sentía atraído por las motocicletas se
quedó meditando durante unos momentos y me contó la siguiente historia: “En los viejos
tiempos, ni siquiera había motores eléctricos y la gente usaba motores de aceite para
descascarar el arroz. Cuando yo era pequeño, existía un molino de arroz cerca de mi
hogar y me agradaban los sonidos de pompom del motor de aceite. Acostumbraba llegar
hasta allí solo para verlo y escucharlo, cuando aún era tan pequeño que mi abuelo me
llevaba sobre sus hombros. Si no me llevaba, me ponía mal humorado y empezaba a
llorar; mi llanto se escuchaba por todo el vecindario, así que mi abuelo recorría con cierta
renuencia ese camino un día tras otro. Muy pronto, el sonido del pompom se convirtió
para mí en algo tan familiar como una canción de cuna e incluso llego a agradarme el olor
del combustible del escape. Quizá esa fue la causa de mi atracción hacia las
motocicletas”. Cuando escuche eso, pensé que tenía toda la razón. La infancia debe ser
algo así como un delicado receptor. Lo que los padres consideran como experiencias
absurdas e insignificantes quizá para el niño son algo que recibe con tal intensidad y
sensibilidad que esa experiencia puede convertirse en la siguiente de toda una vida.

En este sentido, el hábito en apariencia insignificante del abuelo, de llevar a su nieto a ver
ese motor de aceite, fue el origen del mundialmente famoso rey de las motocicletas.

En un libro de grabados, el niño puede leer una historia completamente diferente del
cuento que lee un adulto

La diferencia en sentimiento y reacciones entre el niño y el adulto se vuelve muy


significativa cuando leen juntos un libro de grabados o un cuento. La señora Montessori,
la gran pionera italiana en el terreno de la educación infantil tiene un ejemplo de ello entre
sus dictámenes sobre el comportamiento infantil. Cierta madre le entrego a su pequeño
hijo de un año y medio de edad, algunas tarjetas en las cuales estaban los grabados a
colores de diversos animales y escenas de cacería. Ese niño le mostró las tarjetas a la
señora Montessori, sin dejar de repetir en su lenguaje infantil una palabra cuyo significado
era “auto”. La señora no pudo encontrar entre las tarjetas ningún grabado que se
pareciera a un automóvil, de manera que le comento al pequeño en tono de interrogación:
“Aquí no hay ningún auto” pero el niño señalando orgulloso una tarjeta, le respondió:
“Aquí está”. Ella miró intensamente la tarjeta; tenía unas bellísimas ilustraciones de un
perro, un cazador y un caballo y por fin, en segundo plano, detectó un punto sobre una
línea que guardaba cierto parecido con una carretera. El niño señaló el punto y comentó:
“auto”. Inconfundiblemente, se trataba de un minúsculo vehículo y la minuciosidad misma
de la representación de ese automóvil debió fascinar al niño.

En otra parte, la señora Montessori ofrece un ejemplo de otro niño de año y medio de
edad, cuya madre le obsequió un libro de grabados titulado Sambo, narrándole la historia
en presencia de otras dos o tres señoras. “Un niño de raza negra llamado Sambo, iba
caminando con los regalos que le habían dado por ser el día de su cumpleaños. En el
camino se encontró con algunos animales salvajes, que lo despojaron de todos sus
regalos. Llego llorando a su hogar, pero sus padres lo consolaron. Sintiéndose feliz, tomó
asiento frente a la mesa, en donde había un gran pastel de cumpleaños, como puedes ver
en el último grabado”. Cuando la madre termino de contarle la historia, el pequeño de
pronto la interrumpió, diciendo: “No, está llorando” y señalo la parte posterior de la
portada, en donde había un grabado de Sambo con el rostro bañado en lágrimas.

En otras palabras, el pequeño no sabe nada acerca de las percepciones que los adultos
han llegado a aceptar. Sus percepciones son inmediatas y a menudo arbitrarias para los
adultos… ya que al tratar con los niños, debemos aprender a despejar nuestra propia
mente de toda idea preconcebida y hacer uso de nuestra imaginación para ver las cosas
tal y como ellos las ven.

El hecho de dejar a un niño pequeño bajo el cuidado de una persona extraña es un


negocio arriesgado

Escuche la siguiente historia: Una joven pareja, agradable y honesta, tenía dos hijos, uno
de cinco y otro de cuatro años de edad. Mientras que el más pequeño era muy popular en
el jardín de niños gracias a su amabilidad y sinceridad, el mayor era bastante apocado y
decididamente perverso. Los padres se preocupaban mucho por su hijo mayor, sin saber
qué hacer con él y cuál era la causa de su comportamiento.

Sin encontrar la respuesta, al fin decidieron consultar a un médico, quien a su vez no


logró encontrar una causa, a pesar de una investigación concienzuda. Sin embargo,
después de prolongadas discusiones con los padres, se enteró que a los cuatro años de
edad, el pequeño quedó bajo los cuidados de una joven niñera durante seis meses,
porque la madre no disfrutaba de buena salud después de dar a luz a su segundo hijo.

El médico pensó que si existía una causa aislada para el estado cruel del hijo mayor, muy
bien podría deberse a ese periodo. Procedió a ponerse en contacto con la joven niñera y
aun cuando al principio se mostró renuente, al fin empezó a hablar poco a poco.

Resultó que cuando ostensiblemente sacaba al niño a pasear, en realidad iba a reunirse
con su amante en un viejo cobertizo que había en el patio posterior de la casa. Eso
sucedía todos los días y el niño, que en aquel entonces tenía un año de edad permanecía
a solas en el oscuro cobertizo durante dos horas como testigo de la cita entre ambos
jóvenes.

¿Cómo es posible que esa experiencia dejara de afectar la formación del carácter del
niño? En vez de la radiante luz del sol y el aire puro que excitaran su mente no tenía otra
cosa que el aire húmedo del cobertizo, que proyectaba una oscura sombra sobre su alma
y su cuerpo. Sobra decir que el pequeño de un año no podía comprender el significado
del comportamiento entre su niñera y su amante, pero estaba demasiado consciente del
comportamiento culpable y de la inquietud de la joven y de los sonidos ahogados
provenientes de un oscuro rincón, todo lo cual debió comunicar una gran inseguridad y
temor al niño abandonado a sí mismo. El médico llegó a la conclusión de que fue eso lo
que hizo de ese niño un ser tímido y apocado.

Parece que después de eso, los padres nunca dejaron de lamentarse lo suficiente por
haber dejado a ese niño al cuidado de una persona extraña. Ciertamente, podemos
comprender la débil condición física de la madre después de dar a luz por segunda vez en
el transcurso de un año; pero ¿No se mostraron bastante negligentes respecto a la
naturaleza sensible de su hijo mayor? Por supuesto, hay ciertas circunstancias que
pueden obligar a los padres a dejar a sus hijos en manos de otras personas, pero tengo la
esperanza de que mi historia les muestre que es necesario tener sumo cuidado en la
elección de aquellas personas a quienes confiamos el cuidado de nuestros hijos.

Las experiencias de la primera infancia se convierten en la base del pensamiento y


la acción posteriores

Si se nos pide narrar algún incidente de nuestra primera infancia, por lo común nos
encontramos con que apenas somos capaces de recordar cualquier cosa, a menos de
que el acontecimiento haya sido excepcionalmente importante. Incluso si llegásemos a
recordar algunos sucesos durante el segundo o tercer año de nuestra vida no los
recordamos como experiencias propias, sino como historias narradas por nuestra madre o
por otras personas que las presenciaron en esa época.

No obstante, el hecho de que no recordemos los incidentes de la primera infancia no


significa que los hayamos perdido. Como antes explique, una vez que en una forma o en
otra, han pasado por el proceso formador de circuitos del cerebro cada experiencia e
impresión hasta los tres años de edad, se convierten en parte de los conocimientos
mismos del yo actual.

Me han dicho que bajo hipnosis, cualquier persona a la cual se le sugiere que en ese
momento tiene un año de edad, empezara a hablar en el lenguaje de un niño de un año,
actuando como un pequeño de esa edad. Esto significa que todas y cada una de las
experiencias de la infancia quedan almacenadas para siempre en la mente una vez que
han pasado por los procesos formadores de circuitos del cerebro, por muy imposible que
nos sea recordarlas.
También se dice que cuando un hombre se ve llevado a los últimos extremos, de pronto
revive las escenas de su primera infancia. Un político, el señor KakueiTanaka, ha hablado
de que recordó su primer infancia cuando volvió a él igual que un caballo que corre dentro
de un caleidoscopio, mientras yacía luchando entre la vida y la muerte en un hospital
durante la guerra. Recordó ser llevado a un templo de la mano de su madre, al monje que
estaba de pie en la puerta y el rostro, la ropa y la forma de hablar del monje…En todos
sus detalles más completos. Más adelante le habló a su madre de su “visión” y averiguó
que en realidad había sucedido cuando tenía dos años de edad. El señor MoriatsuMinato,
presidente del centro de investigaciones de Kikko, nació en China, en donde
transcurrieron sus primeros años, sin embargo, después de esa época jamás volvió a
hablar una sola palabra de chino y supuso que lo había olvidado, hasta que después de
transcurridos unos diez años se enfrentó a una situación en la cual se vio obligado a
hablar en chino, durante uno de sus viajes de negocios a China. El idioma chino surgió de
sus labios con perfecta fluidez y en una forma de lo más natural a tal grado que
sorprendió por igual a sus anfitriones chinos y a sí mismo. Por supuesto, después de eso,
las discusiones de negocios se llevaron a cabo sin ningún tropiezo.

Esta historia nos demuestra una vez más con que firmeza quedan grabadas en el cerebro
las experiencias de la primera infancia y de nuevo pone de relieve el hecho de que la
experiencia y el medio ambiente hasta los tres años de edad son el puntal de la manera
de pensar y actuar de nuestro yo actual.

A menos de que los cimientos sean sólidos es inútil tratar de levantar un edificio
resistente: Incluso si ese edificio tiene una bellísima apariencia, se derrumbara cuando lo
azote un vendaval o un temblor si no tiene unos cimientos firmes.

El desarrollo temprano trata sobre la formación de esos cimientos tan importantes, esos
basamentos deben ser muy resistentes desde el principio ya que será imposible
construirlos una vez que se ha levantado el edificio.
TERCERA PARTE
¿Qué es bueno para el bebé?
No existen fórmulas para la educación infantil

Hasta ahora he hablado de la importancia del medio ambiente para el niño, y de la


influencia que ejerce ese medio de la primera infancia sobre la formación de su der futuro.
En casi todas las familias, y ciertamente, así sucede en Japón, es la madre quien lleva
sobre sus hombros la principal responsabilidad de educar a su hijo, pero lo que estoy a
punto de decir aplica en el caso de cualquier persona involucrada en el cuidado de niños
pequeños. En primer lugar,la madre debe de poner en práctica gran parte de su propia
iniciativa e imaginación para educar a su hijo de acuerdo con la etapa de desarrollo del
pequeño. Las sugerencias detalladas que estoy a punto de ofrecerles deberán tratarse
como ideas a partir de las cuales la madre debe hacer su propio juicio, aceptando o
rechazando, de acuerdo con la naturaleza particular o la etapa de desarrollo del niño
como individuo.

Siempre que recomiendo que durante sus primeros años un niño debería escuchar buena
música y admirar pinturas verdaderas, me veo rodeado de madres ansiosas que quieren
saber exactamente qué es lo que trato de decir al hablar de “buena música” y de “pintura
verdadera”. ¿Es buena la música de Beethoven o la de Mozart? ¿Es bueno Van Gogh o
Picaso? Por supuesto, sí recomendamos música y pintura específicas para los niños,
después de consultar a los especialistas en esos terrenos. Sin embargo, todo lo que
podemos hacer es ofrecer algunas sugerencias para que los padres las consideren en
relación con sus hijos, no un programa rígido que garantice la conversión del niño en un
ser perfecto. En todos los aspectos, los japoneses parecen buscar fórmulas fijas: no se
sienten seguros a menos a menos de que hagan determinada cosa en su forma fija. Pero
en la educación, sobre todo en la infantil, no existe fórmula alguna. La madre deberá darle
al niño, sin ninguna vacilación, cualquier cosa que piense que será buena para él.

Pienso que esta tendencia a buscar fórmulas es una de los defectos de la educación
japonesa; simplemente porque el niño tiene cuatro años, debe asistir al jardín de niños y a
los seis años debe iniciar su educación primaria. Tal norma, basada únicamente en la
edad, hace caso omiso del propio nivel de capacidad del niño. De igual manera, las
escuelas japonesas enseñan pintura y números en el jardín de niños, hiragana (el alfabeto
japonés) en el primer año de la escuela primaria y caracteres chinos en el segundo año,
como si el pensamiento educativo estuviese esclavizado bajo la idea de un programa fijo.
Encontramos la misma reacción ante la idea del desarrollo temprano: a menos de que
ofrezca una fórmula estricta, nadie se atreve a ponerla en práctica. Yo preferiría la noción
de que las ideas, fórmulas y normas fijas sólo están allí para desafiarlas.

Debería cultivarse más ampliamente el hábito de sostener al bebé en brazos

Un bebé está malhumorado, la madre lo toma en sus brazos y él deja de llorar y sonríe:
todos los padres de todo el mundo han experimentado esa situación una y otra vez. Pero
la sabiduría tradicional a menudo ha censurado a la madre que toma en brazos a su bebé
para tranquilizarlo, advirtiéndola contra el “hábito” de tenerlo constantemente en brazos y
prediciendo que si a un niño se le toma en brazos siempre que llora, más adelante jamás
dejara de llorar, a menos de que lo tengan en brazos. ¿Es verdad todo esto? Si esas
actitudes se aceptan sencillamente como una advertencia en contra de amar ciegamente
a un pequeño, o de “echarlo a perder con mimos”, estoy dispuesto a aceptarlas, pero me
opongo firmemente a aceptar dichas advertencias en un sentido literal. Yo sí creo en
tomar en brazos al bebé, tanto como sea posible.

Para el infante que aún no conoce otro medio de autoexpresión, el llanto es la única forma
de atraer la atención hacia sus necesidades. Mientras este llorando, eso significa que
trata de pedir algo y el hecho de dejar sin respuesta esa petición sería limitarle sus
primeras exigencias de una comunicación vocal.

Ya se ha aceptado ampliamente como algo de sentido común que la comunicación del


niño con la madre, en particular mediante el tacto o “contacto de piel”, es muy importante
en el desarrollo mental del pequeño. Recientemente, un diario japonés informó acerca de
un interesante experimento sobre este punto, efectuado con monos. El doctor Harry
Harlowe, director del centro de investigación de Primates en la Universidad de Wisconsin,
retiró a un mono recién nacido del lado de su madre, ofreciéndole como sustituto varias
madres fabricadas artificialmente y estudió la clase de madre que buscaba el bebé mono.

Una de las madres sustitutas, en forma de cilindro, estaba hecha de alambres y la otra
estaba hecha de tela. Cada una de ellas estaba equipada con alimentadores de leche y
podía hacerse que se movieran con un movimiento de vaivén. El resultado reveló que el
bebé mono escogió el calor y el tacto suave de la madre de tela, reaccionando al
movimiento de balanceo y que el brazo suave y tierno de la madre al sostener a su hijo en
brazos es tan importante para la salud emocional del pequeño como lo es la leche para su
bienestar físico.

Desearía que los bebés tuviesen la suficiente comunicación de “tacto” con sus padres, ya
que la considero como una parte esencial de los cimientos de un ser humano sensible. Se
dice que el famoso niño salvaje de Aveyron experimentaba una gran seguridad cuando
alguien le sostenía las manos.

Es bueno que los padres lleven consigo a sus bebés a su cama

Al igual que el hábito de “tener en brazos al bebé”, en Japón también se ha condenado la


costumbre de “dormir con los hijos” como algo indeseable de los viejos tiempos. Por
supuesto, es molesto si el niño únicamente conciliar el sueño cuando uno de sus padres
se acuesta a su lado; pero jamás he sabido de un caso en el cual los padres no supiesen
qué hacer ante una situación de esa naturaleza. Por el contrario, parece que es posible
encontrar nuevos significados en ese hábito de dormir al lado del pequeño, en términos
de un desarrollo sano de la capacidad y el carácter del niño.

Uno de esos significados es que la madre, cuyas manos están ocupadas durante todo el
día y que difícilmente dispone del tiempo para comunicarse con el hijo, por lo menos
cuenta con el tiempo para dedicarse a esa tarea cuando se acuesta a su lado hasta que
se quede dormido. Otro punto es que durante ese breve lapso de tiempo transcurrido
antes de que el niño concilie el sueño, su estado mental es muy apacible y fácilmente
receptivo, de manera que si, en vez de acostarse simplemente al lado del niño… o incluso
de quedarse dormidos antes que el niño… el padre o la madre le cantan una canción, le
cuentan una historia o le leen un libro, el impacto de esa actitud en el niño será
sumamente creativo.

También podríamos sugerir que en vez de la madre, sea el padre quien, después de estar
ausente todo el día, aproveche esta oportunidad de comunicarse con su hijo. EL doctor
SejiKaya, ex presidente de la Universidad de Tokio, acostumbraba leerle un libro a su hijo
antes de dormir cuenta cómo, a veces él mismo dormido a medias, empezaba a leer y a
cabecear, pero cuando interrumpía la lectura a menudo se encontraba con que el
pequeño estaba despierto y escuchándolo. El doctor Kaya recuerda esa experiencia con
un gran placer, pero sólo varios años después se tranquilizó al escuchar de labios de los
educadores que ese hábito era bueno.

También se informa que en la Unión Soviética se ha investigado recientemente un método


de aprendizaje durante el sueño. Aparentemente, cuando todavía se encuentra en una
etapa de sueño ligero, antes de quedarse profundamente dormida, una persona escucha
la información grabada, la cual se guarda en la propia memoria en un estado
subconsciente, dispuesta a recordarse con facilidad, si se la refuerza en un estado de
vigilia. Este estudio es un indicio de que podrían obtenerse resultados hasta ahora
impredecibles ofreciéndole al niño experiencias de aprendizaje justo antes de que concilie
el sueño.

Un niño educado por una madre que no posee oído musical, al crecer carecerá de
oído musical

“Mi hijo no tiene oído musical; no sé qué hacer con él, ya que en la familia de su padre
hay muchos familiares que carecen de oído para la música. Debe tratarse de un rasgo
hereditario". Con mucha frecuencia he escuchado a varias madres expresar esta queja.
Es verdad, hay niños sin oído musical cuyos padres también carecen de éste. Sin
embargo, esto no significa que la falta de oído musical sea un rasgo genético. Por otra
parte, la falta de éste sí puede trasmitirse de padres a hijos.

Supongamos que la madre no tiene oído musical y que el niño, desde la mañana hasta la
noche se ve obligado a escuchar una canción de cuna cantada fuera de tono. La mente
del niño quedará saturada con el tono incorrecto de la madre, y empleando ese tono
ajustado, según el modelo de la madre, cantará canciones desentonadas, de acuerdo con
ese patrón. Cuando la madre escucha cantar a su hijo, salta a la conclusión: “Mi hijo
carece de oído musical; después de todo, el sentido musical es algo hereditario”.
Entonces, si Beethoven y Mozart hubiesen sido educados por madres que no tenían oído
musical, con toda seguridad habrían resultado desentonados.

De acuerdo con mi teoría, el hijo falto de oído musical de una madre con el mismo
problema, posee una habilidad superior de escuchar, ¡ya que puede escuchar y captar el
tono incorrecto de la madre! Según eso, me imagino que tanto como Beethoven como
Mozart habrían sido excepcionalmente faltos de oído musical.

Pues bien, como un ejemplo que les demuestre que la falta de oído musical no es
cuestión de herencia, les contaré una historia verdadera, la de un niño carente de oído
musical curado de su problema. El doctor Shinichi Suzuki se hizo cargo de un pequeño de
seis años de edad, que vivía en Matsumoto y que era desentonado y lo curó
completamente de su problema.

Como es común, la madre de ese niño era bastante desentonada. “Un niño desentonado
lo es porque fue educado por un padre o una madre faltos de oído musical”, declara el
doctor Suzuki, cuya técnica fue hacer que el pequeño escuchara repetidas veces la
misma canción, entonada, que su madre le cantaba fuera de tono. El doctor Suzuki
comentó que el número de veces que hizo que el niño escuchara esa canción quizá fue
cuatro veces mayor que los varios de miles de veces que su madre se la cantó fuera de
tono. Durante todo ese tiempo, el patrón del tono materno, arraigado en su mente, quedó
totalmente erradicado, y se formó un patrón de tono absolutamente nuevo y correcto,
curando así por completo al niño de su falta de oído musical. Ese niño siguió progresando
hasta llegar a tocar con toda corrección los conciertos para violín de Brahms y Beethoven,
e incluso ya ha dado conciertos como solista en Canadá.
De manera que el sentido musical, en particular, y el carácter y el desarrollo del cerebro
en general, pueden estar condicionados por los hábitos cotidianos de la madre. Su
comportamiento, en apariencia más insignificante y trivial, puede afectar
inconmensurablemente al niño pequeño.

Jamás dejen de reaccionar cuando su bebé llore

Un reciente éxito de librería en Estados Unidos, titulado Revolution in InfantLearning,


describe el siguiente experimento en la educación infantil.

Se envió a un grupo de personas especialmente entrenadas a algunos hogares privados y


a instituciones infantiles en Washington, D. C. para instruir a los niños pequeños. Esas
personas fueron enviadas a distritos empobrecidos, habitados principalmente por negros,
a fin de visitar a alrededor de treinta bebés de quince meses de edad. Cada uno de esos
tutores especiales pasaba una hora cada día, exceptuando los domingos, con uno de los
treinta bebés, jugando y charlando con él. Un psicólogo, el doctor EarlShaefer, informó
que su objetivo era estimular el intelecto del infante, concentrándose en la expresión
verbal. En otro experimento similar, el doctor Shaefer envió a nueve mujeres jóvenes a
visitar algunos hogares a fin de instruir a bebés de catorce meses de edad.

Los resultados de las pruebas de inteligencia que se hicieron a esos bebés a los
veintisiete meses de edad, demostraron que la evaluación de su coeficiente de
inteligencia era de diez a quince punto más elevada que la de los bebés del grupo de
control, sobre todo en los que se refería a la habilidad verbal.

Los experimentos antes mencionados se llevaron a cabo con objeto de promover la


educación de los niños nacidos en hogares pobres, en los que ambos padres se veían
obligados a salir de trabajar. El éxito de esos experimentos en tales hogares debería
garantizar un éxito todavía mayor en hogares más privilegiados, si los padres se tomaran
la molestia de jugar con regularidad y con un fin intencional con sus hijos.

Cuando un bebé tiene dos o tres meses de edad, empieza a reír, a balbucear y a recordar
todo lo que sucede a su alrededor. Antes de darnos cuenta, empieza a grabar en sus
células cerebrales las palabras y acciones más triviales de su madre, el hecho de si la
madre está o no disponible como compañera para él, afecta grandemente el desarrollo de
la inteligencia del bebé.

Consideren la siguiente historia. Una joven pareja vivía en un departamento de una sola
habitación y de dimensiones reducidas cuando nació su primer hijo. Puesto que el
departamento era tan pequeño, el niño y su madre estaban siempre al alcance del oído
uno del otro, sin importar lo que la madre estuviese haciendo... y como distracción, la
madre acostumbraba acompañar a su bebé cuando empezaba a balbucear. Pero poco
tiempo después, la familia se mudó a un departamento público, con tres recámaras y
cocina. Al contar con habitaciones adicionales, los padres decidieron tener otro hijo, y en
esta ocasión nació una niña; esa niña se crio en una habitación tranquila, alejada de la
cocina en donde la madre siempre se encontraba ocupada. Mientras que el niño mayor
empezó a hablar con coherencia entre los siete y los ocho meses de edad, su hermanita
apenas balbuceaba a los diez meses. Lo que es más, en contraste con la vivacidad del
hermano, siempre sonriente y rebosando de alegría, la hermana creció como una niña
muy tranquila y taciturna. Podría llegarse a la conclusión de que fue el grado hasta cual la
madre fue compañera de cada uno de sus hijos, lo que explica esta diferencia en sus
caracteres.

No hay necesidad alguna de emplear un vocabulario infantil con su hijo

El otro día, cuando cenaba en un restaurante, de pronto escuché una voz que surgía de la
mesa de al lado: “ez hora de decirte adióz, mami”. Sorprendido ante esa extraordinaria
declaración, miré a mí alrededor y me encontré con un niño de unos dos años de edad;
frente a él había un plato de estofado. Intrigado, le pedí a su madre que me explicara las
palabras del pequeño. “El niño memorizó las frases de un comercial de televisión para un
estofado de cierta compañía y debió recordarlas cuando le sirvieron el estofado”, me
explico.

Nosotros los adultos nos olvidamos muy pronto de las frases de los comerciales de
televisión, casi después de haberlos visto y oído; pero un bebé las recuerda exactamente,
aun una frase tan larga como esa, incluyendo el tono de voz y la entonación exactos con
las cuales se pronuncian esas frases.

En casi todas las culturas, las personas a menudo emplean el llamado vocabulario infantil
para dirigirse a los bebés y a los niños pequeños. Por ejemplo, en japonés decimos
chenchei en vez de sensei (maestro) y miju en vez de mizu (agua). Sin embargo, en los
programas de radio y televisión no se usa el lenguaje infantil para el beneficio de los niños
y, sin embargo, para el momento en que el niño tiene dos años de edad, puede
comprender muy bien el lenguaje de un programa promedio.

Por supuesto, un bebé apenas balbucea cuando empieza a hablar. Es muy probable que
esto se deba a la lentitud en el desarrollo de sus órganos vocales más que al de su
cerebro, de manera que sus labios no se mueven en coordinación con su deseo de
hablar. Por consiguiente, si los adultos que lo rodean siempre le hablan en un lenguaje
infantil, sobre la base de algún prejuicio de que el bebé únicamente comprende la charla
infantil, los hábitos de un lenguaje correcto jamás se conectarán en su cerebro. Para
expresarlo en su forma más extrema, quizá el niño, para lograr el circuito de un inglés o
un japonés correctos, tenga que depender no de sus propias conversaciones con los
adultos, sino escuchando los intercambios entre los padres mismos y entre otros adultos a
su alrededor.

Por lo tanto, de ninguna manera es necesario hablarle al niño en un lenguaje infantil. De


cualquier modo, se espera que el niño crezca comprendiendo el japonés correcto en
cuestión de varios meses, pues una vez que asiste al jardín de niños, los padres, de
pronto, tratan de curar a su hijo del hábito de emplear un lenguaje infantil, diciendo: “Ya
no eres un bebé, así que debes de hablar un lenguaje correcto”. Esto significa imponerle
al niño una doble carga innecesaria.

En una ocasión escuché a una madre francesa, que con motivo del matrimonio de su hija
le comento al futuro esposo: “Mi hija no lleva ninguna dote al matrimonio, pero habla muy
bien francés”. Tal orgullo por un buen dominio del propio idioma me parece algo admirable
y me agradaría mucho ver que a cada niño se le ofrecieran las mejores oportunidades de
hablar francés o un inglés correctos. Y la mejor oportunidad depende de la experiencia
obtenida en la infancia al sostener conversaciones en un inglés o un francés correctos. Si
no les ofrecemos a los niños tales oportunidades, muy pronto todos andarán por allí
gritando: “Ezta vez, digamos adiós al lenguaje infantil”.

El descuido de su hijo es peor que el hecho de mimarlo demasiado

En los últimos años en Estados Unidos, ha surgido una creciente conciencia en cuanto a
que el problema de la gente pobre de raza negra, para algunos la preocupación más
importante a la cual debe enfrentarse la nación, yace no sólo en los prejuicios raciales,
sino en la educación que reciben los niños negros antes de asistir a la escuela. Muchos
psicólogos han efectuado investigaciones en el distrito de Harlem, en Nueva York, y en
varios distritos negros, llegando a la conclusión de las diferencias en los índices de
coeficiente de inteligencia y en el carácter se deben en primer lugar a las diferencias en el
medio ambiente antes de la edad escolar. Las diferencias en el coeficiente de inteligencia
que se forma durante los primeros años se agravan una vez que el niño empieza a asistir
a la escuela y cada vez es más difícil salvar una brecha racial que poco a poco se vuelve
más amplia.

Por ejemplo, en muchas familias de raza negra, la pobreza obliga a ambos padres a salir
a trabajar para ganarse la vida, abandonando a los hijos virtualmente desde el momento
de su nacimiento para que crezcan “por sí solos”. . . es decir, supervisados únicamente
por sus hermanos mayores y por niñeras ocasionales. En cambio, es muy probable que
los niños de raza blanca, desde un principio, se eduquen rodeados del cuidado y el afecto
más intensos de los padres y de quienes están a su alrededor. Podrá decirse que esta
diferencia ha creado entre negros y blancos un problema para el cual no existe ninguna
solución obvia.

Aun cuando he hecho un uso bastante burdo del contraste tan común entre los privilegios
de los blancos y las privaciones de los negros, podría hacerse la misma distinción entre
los hogares en mi propio país, en donde los contrastes en el medio ambiente doméstico
están produciendo, por las mismas razones, niños brillantes y niños torpes; niños con
mentes rectas y niños con mentes distorsionadas. No obstante, podemos suponer que
estas diferencias se han derivado no simplemente por desigualdades en los recursos
económicos entre los padres, sino también por discrepancias en las actitudes paterna y
materna en lo que se refiere a la educación infantil.

Una serie de estadísticas (publicada en la revista Modern Esprit, número 43), sugiere que
mientras más permisiva sea una norma que adopten los padres, más inseguro y a la
defensiva se sentirá el niño. Tales niños parecen estar hambrientos de amor y
constantemente tienden a buscar la atención de los adultos. Las prácticas permisivas que
se definieron en el estudio concluyen la alimentación irregular del bebé y el hecho de
darle de comer sólo cuando lo pide, abrumarlo con regalos triviales y descuidar el cambio
de pañales y de ropa interior.

En contraste, aun cuando la sobreprotección podría producir un niño tímido y nervioso, el


pequeño criado con un excesivo amor paterno y materno, en general, tenderá a ser más
capaz de adaptarse a la sociedad, una vez que ha crecido, y de ser mentalmente estable
y sensible.

A medida que en nuestro mundo moderno el número de mujeres que salen a trabajar es
cada vez mayor y puesto que se consideran como seres que ya no están confinados a las
labores domésticas y a la educación de los hijos, sino más poseedoras de una
individualidad y de un papel definido llamado “niño con llave de puerta”, quien vuelve a
casa después de la escuela para encontrarse con un hogar vacío. De ninguna manera me
opongo a que una esposa colabore con su esposo a fin de ganarse la vida; pero sí me
preocupa el hecho de que se descuide al niño, y que, en nombre de la “permisividad”, se
le deje crecer sin el amor y la protección del adulto, que le son tan necesarios.

Las raíces de los temores del bebé a menudo se encuentran en experiencias que el
adulto ni siquiera sospecha

Nos agrada considerar los años de la primera infancia como el periodo más feliz de
nuestra existencia libre de los temores y preocupaciones acerca de las complejidades de
la vida. Sin embargo, en realidad no es muy probable que de niños siempre hayamos sido
felices y llenos de vida. Así como nosotros tenemos preocupaciones a los sesenta años
de edad, los pequeños también tienen sus propias inseguridades y temores. Y las razones
de esas inseguridades en el niño a menudo se encuentran en aspectos que para el adulto
son tan triviales que escapan a la percepción paterna y materna. Un artículo publicado en
una revista por la Asociación para el desarrollo temprano, narra la siguiente experiencia
de los primeros años de la infancia del señor ShotaroMiyamoto, director del Observatorio
Astronómico de Kazan, en la Universidad de Tokio.

“Mi padre debió interesarse grandemente en los cánticos Noh; sus amigos a menudo iban
a la casa a practicar. Mi madre estaba muy ocupada sirviendo té y pastelillos, de manera
que yo me quedaba a solas, dormido en una habitación. Recuerdo que me sentía muy
atemorizado al escuchar las opresivas y melancólicas melodías de las canciones Noh, y
que lloraba en voz alta; pero mi madre se preocupaba mucho por la comodidad de los
invitados y a toda prisa trataba de hacerme conciliar el sueño. Incluso ahora, cuando
escucho esas melancólicas tonadas budistas, en vez de experimentar un sentimiento de
paz me siento invadido por el terror”. (EarlyDevelopment, número 4, 1961.)

Los padres del señor Miyamoto jamás habrían podido imaginar que los cánticos Noh
dejarían a su hijo hundido en temores que nunca se borrarían, ni si quiera en la edad
adulta. El señor Miyamoto recuerda con placer las historias de KizaemonBadger y de
IkkyuOsho que le narraba su abuela antes de la hora de irse a dormir, y el sonido de la
música de Carmen y de la Sonata del Claro de Luna que tocaba en una pianola. ¿Por
qué, entre todas sus experiencias de la primera infancia, el escuchar los cánticos Noh
despertaba en el señor Miyamoto tales temores? Es algo que debería darnos en qué
pensar a quienes nos preocupamos por el desarrollo temprano: por ejemplo, quizá no era
sólo la melodía opresiva y la melancólica de las canciones Noh, sino la soledad y
oscuridad de la habitación en donde se encontraba abandonado a sí mismo, lo que daba
origen a su terror.

Por supuesto, no trato de llegar apresuradamente a una conclusión acerca de lo que


debería hacerse en una situación de esa naturaleza. Sólo quiero señalar que lo que para
los adultos parece algo banal puede dejar una cicatriz indeleble en el corazón del niño.

Un bebé recién nacido percibe las disputas entre esposo y esposa

Es muy sencillo decir de inmediato, basándonos en el rostro del pequeño, si sus padres
no se llevan muy bien: la expresión facial del niño es de melancolía y ansiedad. Quizá
ustedes suponen que no es posible que el rostro de un recién nacido reaccione a las
sutilezas de una relación entre esposo y esposa; pero el bebé está dotado de una mente
tan sensible, que reacciona a todas y cada una de las vibraciones a su alrededor.

¿Qué le sucederá a un bebé que es testigo de las repetidas y desagradables disputas de


sus padres, un día tras otro? Es innecesario decir que no comprende el significado de los
altercados entre los padres, pero, ciertamente, refleja en alguna forma los sentimientos
despertados por el rencor y las disputas, que quizá lleguen a moldear todo su ser. Apenas
es natural que un niño rodeado de sentimientos de enojo y resentimientos tenga un rostro
sombrío y ansioso. Podría tratarse de una cuestión de herencia si el niño tiene ojos
grandes o nariz aguileña, pero la expresión facial es el espejo mismo en el cual se refleja
la situación existente entre esposo y esposa. Recuerdo a un consejero matrimonial que
describió su consternación cuando una joven mujer fue a verlo en busca de consejos
acerca de su divorcio, al ver tanto en el rostro de esa mujer como en el de su hijo que
llevaba en brazos, exactamente la misma expresión de tristeza.
Un niño así, cuando se le inculcan únicamente sentimientos de odio y enojo, para el
momento en que crece y empieza a asistir al jardín de niños y a la escuela primaria, ya
tiene una personalidad formada en la miseria y la destrucción.

Cualquier examen de los registros de delincuencia juvenil revela que la mayoría de los
jóvenes con problemas pasaron esos primeros años, decididamente importantes de su
vida, en situaciones infelices en su hogar. Sus sentimientos y acciones a partir del
momento en que empezaron a comprender lo que sucedía a su alrededor y a actuar en
situaciones sociales, tienen sus raíces en la experiencia inconsciente de los años de su
primera infancia, antes de la edad escolar.

El doctor Shinichi Suzuki declaró en una ocasión, durante una conferencia: “El día de hoy,
cuando lleguen a casa, hagan que sus hijos se formen en fila. Podrán leer en sus rostros
la historia de la relación existente entre ustedes como esposos”. Esas palabras jamás se
han apartado de mi mente.

No es particularmente necesario hacer nada especial a fin de promover el desarrollo


temprano en su hijo. El mejor principio que pueden lograr es la creación de una relación
armoniosa entre esposo y esposa y un medio ambiente hogareño agradable.

La ansiedad habitual de los padres es contagiosa

“Mi hijo es temperamental como su padre”, o bien, “Mi hijo es descuidado como su
madre”, se quejan los padres que se muestran inclinados a pensar que las virtudes de sus
hijos fueron heredadas de ellos y los defectos del otro cónyuge. Sin embargo, espero que
los padres que hayan llegado hasta este punto en la lectura de mi libro, hayan
comprendido plenamente que lo que son sus hijos, con todas sus virtudes y sus defectos,
es el resultado de la forma en que fueron educados desde su nacimiento.

A menudo se confunde al desarrollo temprano como algo encaminado a incrementar el


índice de coeficiente de inteligencia o a lograr que los pequeños aprendan a leer o a
escribir: cosas que es posible medir de alguna manera. Pero lo que en realidad es mucho
más significativo es el desarrollo de las habilidades de juicio y evaluación y de la
sensibilidad, que son aspectos imposibles de medir. Para todo esto no está involucrado
ningún programa especial, más bien es la forma en la que los padres actúan, se
comportan y sienten en la vida cotidiana lo que es el material mismo con el cual se educa
al pequeño, formando su mente y su personalidad.

Como ya mencioné, un niño nacido de una madre carente de oído musical también
carecerá de esta cualidad, si la escucha cantar todos los días. De igual manera, un niño
educado por una persona temperamental será temperamental y un niño cuidado por una
persona descuidada también será descuidado. En el caso de la falta de oído musical,
siempre y cuando la madre esté consciente de ello, puede encontrar la forma de
solucionar el problema no cantando ella misma, sino dejando que el pequeño escuche
discos con música entonada.

No obstante, el propio carácter, la emoción y la sensibilidad son problemas de calidad que


a menudo pasan desapercibidos para uno mismo. Incluso si estamos conscientes de las
propias fallas de nuestro carácter, no es fácil corregirlas ni mejorarlas. De allí que es
esencial mostrarse extremadamente cuidadosos acerca de ellas.

Si la madre llegase a tener un resfrío, bien podría tratar de evitar que su hijo también se
contagiara, absteniéndose de acercarlo demasiado a ella o usando una mascarilla
antiséptica. En Japón las madres a menudo hacen que el pequeño use una mascarilla
que le cubra la nariz y la boca. Pero no hay muchas madres que se esfuercen tratando de
no contagiar a los hijos sus fallas de carácter.

En una madre, el virus llamado “ansiedad”, es mucho más contagioso y potente que un
resfrío.

El padre debería comunicarse con más frecuencia con su hijo

Con frecuencia, un niño crece hasta llegar a la edad adulta recordando con sorpresa los
momentos agradables pasados al lado de su padre, porque, por lo menos en la mayoría
de las familias, esos momentos fueron contados. Mi hijo mayor siempre estuvo y sigue
estando poderosamente impresionado por todas las cosas que hicimos juntos: remar en
una embarcación en el mar y comer un plato de hielo picado con frijoles dulces mientras
volvíamos a casa después de un paseo. Esos acontecimientos tuvieron lugar hacer varias
décadas y yo mismo me he olvidado por completo de ellos.

El papel del padre en el seno del hogar ha sido tradicionalmente un papel autoritario; es él
quien impone la disciplina, más que el padre amoroso. Si el niño muy rara vez ve a su
padre, excepto para recibir una reprimenda, es muy probable que ese niño crezca
rebelde, considerando a su padre como un enemigo. Un niño inseguro, debido a su
misma sensibilidad, con frecuencia no tiene buenos sentimientos hacia su padre. Y aun
cuando pudiera ser que un niño educado por una “papá educación” que sobrepase a su
“mamá educación” resulte un genio o un héroe, es más probable que simplemente se
muestre sumiso y falto de carácter. Y a la inversa, cuando el padre es un ebrio y actúa en
una forma brutal u obsequiosa con su esposa. Es muy posible que el niño se convierta en
un ser perverso y tal vez más adelante en un delincuente juvenil. Tales historias son
bastantes comunes.
Cuando menos en lo que concierne a la sociedad japonesa, supongo que la madre
desempeñara el papel primordial en la educación de su hijo, pero con esto no quiero decir
que el padre deba abandonar por entero esa educación en manos de la madre. ¿Acaso
el hecho de ser un buen compañero para la madre no es el papel del padre en la
educación en el seno del hogar? No es posible lograr un medio ambiente armonioso en un
hogar únicamente debido a los esfuerzos de la madre.

El otro día que casualmente viajaba en un autobús, observé a una familia compuesta de
tres miembros, que según parecía se dirigían a pasar un día en el campo. Una pequeña,
de alrededor de tres años de edad, charlaba feliz con su padre. Aun cuando mi intención
no era la de escuchar su conversación, iba sentado a su lado y no lo pude evitar. “Papá,
¿qué se puede hacer con diez gomas de mascar?”. “Pues bien, con diez gomas tendrás la
isla de Guam; ¿te gustaría ir allá conmigo?” (En japonés, las palabras “gomas” y “Guam”
se pronuncian igual, y la palabra que significa “diez” se pronuncia igual que la palabra que
significa “isla”, de manera que la frase es un juego de palabras.) Así que padre e hija
sostenían una conversación sencilla e inocente, mientras que la madre iba sentada a su
lado leyendo una revista, como si pretendiera no enterarse de lo que charlaban. Tuve la
impresión de que el padre trataba de establecer una comunicación positiva con su hija y
que la madre trataba de no intervenir. Esa niña crecerá y se convertirá en una mujer
maravillosa, pensé. Lo que para un adulto sonaba como una conversación bastante trivial,
debió ser una fuente de intenso disfrute para la pequeña.

No será posible educar a un niño maravilloso en el seno de un hogar en donde la madre


es líder en el cuidado de los hijos, y el padre sólo su seguidor, y ninguna presión de
tiempo, ni el agotamiento después de las horas de trabajo, deberían impedir que los padre
tuviesen mayor contacto con sus hijos.

Mientras mayor sea el número de hermanos y hermanas, mejor se llevarán entre sí

La tendencia actual, incluso en el Japón moderno, es hacia la familia nuclear, en la cual la


joven pareja vive independiente, lejos de sus padres y de otros familiares; también hacia
las familias más reducidas de uno, dos y tres hijos. Por supuesto, los problemas de
alojamiento y de empleo han fomentado esta tendencia, sin embargo, tiene muchas
desventajas en términos de desarrollo temprano.

Yo mismo fui hijo único, algo muy raro en esa época. Sentía envidia de mis amigos que
tenían hermanos y hermanas y virtualmente acostumbraba imponer mi presencia en los
hogares de mis amigos, en los cuales la familia celebraba reuniones tumultuosas a la hora
de comer y en donde los niños jugaban y peleaban armando gran alboroto.

Lo que es muy interesante es que en cualquier hogar el primer hijo a menudo es “el
primero y el menos listo”; es tranquilo y de modales agradables, pero para expresarlo en
una forma bastante cruel, carece de ingenio. En contraste, uno de mis amigos, el segundo
de tres hermanos, era osado hasta el atrevimiento y nunca lloraba con facilidad, a pesar
de que su hermano mayor lo hostilizaba. Jamás se rendía incluso cuando tanto su
hermano mayor como el menor peleaban unidos contra él. No soy el único que ha
observado una situación de esa naturaleza, es algo muy común.

Sin embargo, ¿cuál es la razón de que los hijos nacidos de los mismos padres y
educados en el mismo hogar resulten tan diferentes en lo que respecta a su carácter y
capacidades? Una teoría generalmente aceptada era que los padres no miman a su
segundo y tercer hijo tanto como al primero, de manera que es natural que el segundo y el
tercero desarrollen cierto sentido de independencia. Una teoría reciente sobre la
educación ha añadido una nueva dimensión a esta hipótesis.

No importa qué tan arduamente los padres traten de crear un buen medio ambiente en su
hogar cuando nace su primer hijo, y de darle la clase de estímulos y variedad de
experiencias que necesita, está en desventaja en comparación con el segundo, quien
desde el momento de su nacimiento tiene que enfrentarse a la competencia y a la
compañía de otro niño y, por consiguiente, tiene mayores posibilidades de desarrollar un
carácter mucho más fuerte y lleno de vida. Y esto aplica aún más al tercero y cuarto hijo,
quienes estarán entrenados para ser vigorosos y fuertes, tanto en lo que respecta a su
cuerpo como a su personalidad.

Por ejemplo, se dice que un niño que toma clases de violín y cuyo hermano o hermana
mayor también toma clases de violín, aprenderá y progresará con mayor rapidez. Quizá
esto se debe a que ese niño ha escuchado a su hermano o a su hermana tocando en un
concierto y se ha sentido estimulado por la ambición de hacer lo mismo; quizá se ha
sentido atraído por la música de los discos que tocan. En cualquier caso, es muy probable
que los haya escuchado tocar el violín desde el momento en que nació, absorbiendo esos
arrullos musicales.

Con frecuencia se dice: “Los pobres tienen un mayor número de hijos”, como si esa fuese
la razón por la cual están sumidos en la pobreza. Pero muchos hombres nacidos en un
hogar pobre logran hacer algo especial de sí mismos y eso muy bien podría explicarse por
el hecho de que es muy probable que un niño crezca hasta convertirse en un ser superior,
tanto por su carácter como por su capacidad, si se le educa en un hogar lleno de
animación, en donde mientras mayor es el número de hermanos y hermanas, más
estimulado se siente cada uno de ellos.

La presencia de los abuelos proporciona un buen estímulo para el niño

En el caso de las jóvenes parejas que viven apartadas de sus padres, las personas
mayores tienden a verse despojadas de su papel en la educación de los pequeños, así
como de sus otros papeles en la vida y se les trata como si fuesen algo molesto. Este es
una tendencia general en el mundo industrializado. A veces se dice que las personas de
edad convierten a un niño en una mascota, como si fuese un gatito, alentándolo a
mostrarse como un ser egoísta y malcriado, de tal manera que los padres ya no saben
qué con él. Esta clase de pensamiento parece prevalecer sobre todo en las madres que
se consideran modernas y progresistas. Conozco a una familia compuesta por tres
miembros que vive en un pequeño departamento de una solo habitación, pues abandonó
el hogar de los abuelos simplemente porque los padres creían que no podrían educar a
sus hijos en una forma adecuada si a su alrededor había personas mayores.

¿Es necesario llegar tan lejos como eso para lograr una familia nuclear? Se trata de un
paso dudoso en relación con la educación de los niños pequeños, cualquiera que pueda
ser su significado en otros aspectos de la vida. Por supuesto, en el Japón actual, aún hay
casos en los que la suegra y la nuera atormentan a la nuera y cuñada respectivamente,
obligándola a abandonar el hogar, porque tratan a su primer hijo como si fuese el tesoro
de la casa, y a los demás miembros de la familia como si no fuesen nadie. Esas actitudes
feudales todavía sobreviven, pero también es verdad que una situación en la cual hay
varias generaciones que viven juntas, tiene varias ventajas. Entre las personas de edad
hay todo un acopio de cultura, refinamiento y sabiduría que el pequeño podría compartir; y
en cualquier caso, el contacto entre las generaciones es una experiencia emocionalmente
enriquecedora. Cualquier tendencia a mimar al niño se ve más que compensada por el
efecto, la narración de cuentos y reminiscencias, todo ello fuente de estímulo y de
innovación para el niño.

El doctor SeijiKaya, el gran científico japonés, declara que las personas que más
influencia tuvieron en él durante sus primeros años fueron sus abuelos. El abuelo del
doctor Kaya era el líder de una aldea en lo que en la actualidad es Akikawacho, en la
prefectura de Kanagawa; de él se decía que era tan estricto que sólo tenía que salir a la
calle y toser para atemorizar a un niño que lloraba y obligarlo a callar silencio. No
obstante, la severidad de su abuelo estaba rigurosamente gobernada por la razón, no por
un decidido mal genio. De manera que el doctor Kaya jamás se descarrió, aunque en
temporadas se mostraba un tanto rebelde. Creció hasta convertirse en un hombre
adaptable y de temple. Por otra parte, y como contraste con su abuelo, la abuela era una
mujer muy calmada, que en silencio se dedicaba todo el año en sus labores de tejido. Tal
vez el doctor kaya heredó de su abuela sus propios poderes de concentración: según
parece, cuando se dedicaba a desyerbar el jardín ¡nunca se sentía satisfecho hasta que
quedaba completamente libre de mala hierba! Y de acuerdo con un psicólogo, el doctor
AkiraTago, fueron esos poderes de concentración los que convirtieron al doctor Kaya en
el hombre de carácter y el erudito de fama mundial que es hoy día.

Debería fomentarse en gran medida en contacto entre los bebés

Ya he mencionado que la madre que mantiene un contacto “de piel” con su bebé desde la
mañana hasta la noche, le ofrece el estímulo que necesita en unaforma de lo más
enriquecedora. Esto afecta el desarrollo, no sólo de la inteligencia del niño, sino también
de su sensibilidad.

Sin embargo, el bebé se beneficiaría más si en vez de tener únicamente un lazo individual
con la madre, también tuviese un contacto físico constante con su padre, hermanos y
hermanas, primos y otros bebés. Algunas madres mantienen a su bebé en casa durante
todo el día y toda la noche, pero es muy importante sacarlo fuera de su hogar y permitirle
estar en contacto con otros bebés. Esto no es únicamente con objeto de promover el
desarrollo de su inteligencia, sino también para cultivar en él las cualidades de
cooperación, sociabilidad y liderazgo.

Un artículo que se publicó no hace mucho tiempo en un periódico japonés (AsahiShin-


Bun), describió la labor que desarrolló entre los primates el doctor Harry Harlowe, director
del Centro de Investigación de Primates de la Universidad de Wisconsin, quien
experimentó sobre el aspecto del contacto social entre los bebés monos y su efecto sobre
el desarrollo de la inteligencia y la sociabilidad.

En el primer experimento, el doctor Harlowe instaló a un bebé mono en una habitación


aislada: una jaula completamente recubierta por tablones de madera, en cuyo interior
únicamente había la mamila de una botella de leche. Su propósito era ver en qué forma
se comportaba ese bebé mono si se le mantenía aislado la jaula durante tres meses y
después se le sacaba para instalarlo con un grupo de otros bebés monos no sometidos al
aislamiento. Ese mono, aun cuando en un principio no sabía qué hacer al verse entre el
grupo, empezó a animarse en el transcurso de una semana y muy pronto empezó a jugar
con los demás monos. El siguiente experimento se llevó a cabo con un bebé mono que
había estado en completo aislamiento por seis meses, después de lo cual se le instaló
con un grupo. Ese mono ni siquiera jugaba manteniéndose agazapado en un rincón, sin
reunirse jamás con los demás bebés monos. Un tercer experimento, con un bebé mono
que estuvo en completo asilamiento durante un año, demostró que era absolutamente
incapaz de jugar, ni siquiera con los otros monos que también estuvieron aislados. Por
último, se introdujo a un mono ordinario no sometido a un aislamiento, en una jaula junto
con los demás que sí habían estado aislados y se dice que esa pobre creatura sufrió un
colapso nervioso provocado por su absoluta soledad. Los índices de coeficiente de
inteligencia de los monos que estuvieron segregados durante seis meses o más, ni
siquiera se aproximaba al de los monos ordinarios.

Después de leer ese artículo, me sentí plenamente justificado para aplicar los resultados
de esos experimentos a los bebés humanos, llegando por lo menos a una conclusión
tentativa de que un bebé humano, privado del contacto con una variedad de personas, se
verá severamente limitado en el desarrollo tanto de su inteligencia como de su carácter.
En la actualidad, a diferencia de los viejos tiempos, la gente casi ni tiene relaciones con
sus vecinos, pero cuando menos me gustaría ver que las madres de hijos pequeños
hicieran el esfuerzo de reunirse con otras madres, en bien de sus hijos.
Las disputas desarrollan las habilidades sociales del niño

A menudo se ha dicho que el hombre es básicamente un animal social, impulsado por su


instinto de vivir en el seno de un grupo y que para él es imposible vivir apartado de la
sociedad. Por otra parte, el hombre también está motivado por los lóbulos frontales de su
cerebro, los cuales aseveran su propia consciencia del yo. Es así como siempre debe
buscar cierta armonía entre su ser individual y social. A menos de que se establezca un
equilibrio entre ambos, será incapaz de adaptarse a la sociedad.

El logro de esa armonía en el hombre depende en gran parte de la educación que recibió
durante sus primeros años de vida. Yo soy uno de los que piensan que esto es posible
únicamente sobre la base de un patrón de pensamiento establecido a una edad temprana,
que insiste tanto en los derechos individuales de ser respetado, como en la
responsabilidad colectiva de cooperar. La comunicación entre los niños pequeños en el
cimiento sobre el cual puede desarrollarse un patrón de esa naturaleza.

Un niño de unos dos años de edad empieza a superar la etapa de jugar solo y comienza a
jugar con otros niños. El niño que ha tratado de valerse por sí mismo bajo la protección de
sus padres empieza a aprender por vez primera a cooperar en el seno de un grupo. Debe
de esperarse que tal vez llegue a casa llorando porque no logró salirse con la suya, pero
ha estado aprendiendo a vivir dentro de un grupo, tanto mientras juega en armonía con
los demás niños, como cuando disputa con ellos. Las disputas, lejos de ser una
experiencia puramente negativa, son particularmente importantes, ya que cultivan en el
niño un carácter sociable y, al mismo tiempo, la iniciativa individual.

Podría decirse que las disputas entre los niños se clasifican en tres tipos: en las cuales el
niño toma la iniciativa provocando a otro niño; aquellas en las cuales debe enfrentarse
resuelto a una disputa provocada por otro niño; y aquellas en las cuales el niño pelea
como una represalia.

Estos diferentes tipos de disputa se manifiestan en diferentes edades; por ejemplo, es


muy probable que a los dos años de edad el niño sólo se involucre en una disputa en una
forma pasiva, mientras que a los tres años, él es quien las provoca la mayor parte de las
veces. Esto origina que el yo del pequeño se forme y exprese cada vez más.

Existen varias causas para las disputas entre los niños pequeños, tales como la lucha por
un juguete, un tobogán o un columpio, o el abuso verbal, pero no hay una disputa sin
causa. Cualquier intento de reñir al pequeño y enseñarle que es malo pelear, sin
averiguar la causa de la pelea, no logrará promover en él el espíritu de cooperación. De
hecho, podría decirse que sería una impertinencia por parte de los padres, si tratasen de
intervenir en una discusión entre niños; es algo así como si cortaran un botón destruyendo
un instinto creciente hacia la vida de grupo.
Los niños pequeños tienen sus propios razonamientos entre sí, se hacen valer por sí
mismos y cooperan entre sí en su propia manera y en todo esto el razonamiento de los
adultos no tiene cabida. Si juzgan las disputas de los niños desde el punto de vista de un
adulto, predicándoles que es malo pelear con los demás, o que un niño que pelea es
malo, sólo los convertirá en niños perversos y enojados. En vez de eso, las disputas
pueden considerarse como la primera lección para una vida en grupo.

Las nalgadas pueden emplearse en una forma efectiva únicamente cuando el niño
es demasiado pequeño para comprender su significado

“Un rey tonto rodeado de ministros ciegamente fieles”, así describió a un bebé algún genio
irónico; los padres son los ministros ciegamente fieles, obedeciendo a cada palabra de su
hijo, de quien, sin embargo, se piensa que es el rey tonto porque no posee comprensión
alguna.

No obstante, por muy tonto que sea el rey, mientras es muy pequeño y duerme
pacíficamente la mayor parte del día, no presenta ningún problema grava para sus
padres. Más alrededor de los dos o tres años de edad, ese niño podría haberse vuelto tan
egoísta que fuese casi incontrolable. Entonces los padres parecen pensar, por vez
primera, que deberían empezar a disciplinar al niño, así que le pegan y lo castigan
siempre que hace algo “malo”, cambiando de pronto su papel de cortesanos que
idolatraban y convirtiéndose en “domadores de un demonio”. Sin embargo la “doma” o en
el “entrenamiento” durante esta etapa tan tardía logra muy poca cosa.

El daño fue causado por la conducta de los padres, “ministros ciegamente fieles” mientras
que el niño tenía menos de un año de edad, por muy poco que ellos lo comprendan. Un
niño de dos o tres años de edad ya ha desarrollado su ego, su sentido del yo y está
dispuesto a revelarse; ya no puede mostrarse obediente con sus padres. Mientras más le
pegan y lo castigan, más rebelde y a la defensiva se muestra y a su vez los padres se
vuelven cada día más histéricos. Es un círculo vicioso. A fin de evitar esto, sólo es posible
hacer una cosa... entrenar y disciplinar al niño antes de que cumpla un año de edad,
antes de que desarrolle su ego. Por ejemplo, es necesario criar al niño con un horario
regular de alimentación y cambio de pañales, inmediatamente después de su nacimiento.
Los horarios regulares ayudarán a desalentar al niño para que después coma entre las
horas de sus alimentos y de esa manera le evitarán un problema de obesidad e incluso
que caiga en el hábito de orinarse en la cama, algo que en ocasiones perdura hasta la
edad escolar.

Es así como el deseo natural de los padres de “educar a su bebé con toda libertad, por lo
menos durante su infancia”, puede dar un resultado desastroso. Durante el primer año, el
niño no siente ni comprende la severidad ni el castigo físico. En contraste, el niño de dos
o tres años de edad siente que una nalgada es algo muy doloroso, y esa es la razón por
la cual el hecho de mimarlo al principio y después cambiar a una norma de severidad, lo
único que logra es incitar en él un sentimiento de rebeldía. El resultado es lo opuesto de lo
que pretendían los padres. Las nalgadas pueden emplearse en una forma efectiva sólo
mientras el niño es demasiado pequeño para comprender su significado.

El niño no puede expresar sus sentimientos por medio de palabras; esa es una razón más
para que los padres manejen a su hijo en una forma sensible, tratando de leer en su
rostro.

Hablando desde el punto de vista de un pequeño, dudo mucho que la madre comprenda
tan bien a su hijo como ella cree. Es mucho más probable que, presionada por la
necesidad de dedicarse quizá a lavar ropa, se sienta inclinada a tomar demasiado a la
ligera los sentimientos de su hijo, sin molestarse en averiguar la causa de su enojo o de
su perturbación.

El profesor ToshioYamashita, un experto en psicología infantil de la Universidad kasei de


Tokio, ha enumerado los siguientes seis puntos como las causas de la cólera infantil:

Mala condición física a causa de una enfermedad;

Padecimiento físico ocasionado por el hambre o la fatiga;

Una emoción excepcional después de una experiencia desagradable o de un incidente


atemorizante;

Falta de suficiente ejercicio, de manera que el niño está saturado de una energía no
liberada;

Berrinches para satisfacer algún deseo especifico;

El ejemplo de unos padres irritables.

Partiendo de esta lista, parecería que las causas de la cólera en el niño se encuentran en
su mayor parte en su medio ambiente y en la educación que ha recibido. Si no se
identifica y se elimina la causa de su enojo, y en vez de ello se le reprende
incesantemente, o bien, se le permite salirse con la suya con la idea de librarse de
inmediato del niño problema, lo único que se logrará es convertirlo en un ser desafiante o
egoísta.

Los padres podrían pensar en él o ella saben y conocen a fondo cuál es el problema
emocional del niño, pero desde el punto de vista del pequeño, es obvio que no se siente
comprendido, ya que está irritado y enfurecido. La firmeza que el niño necesita en sus
padres es capaz de distinguir entre una exigencia razonable y una irrazonable, y la falta
de esa firmeza sensata convierte al niño en una persona perversa.

Se dice que los celos hacen su aparición en los niños alrededor del año o año y medio. Es
muy probable que el comportamiento celoso acompañe la llegada de un nuevo hermanito
o hermanita, sobre todo en el caso de un primer hijo que hasta ese momento ha sido el
único, teniendo a sus padres completamente dedicado a él. Quizá el niño incluso se
muestre celoso de una conversación entre los padres mismos, y tales sentimientos a
menudo yacen detrás de un mal comportamiento en apariencia irrazonable en los niños
pequeños.

En breve, cada muestra de temperamento del niño tiene necesariamente una causa, que
con frecuencia es la frustración. Si los padres hacen caso omiso de lo que el niño siente y
únicamente lo riñen o lo alaban, el pequeño se queda insatisfecho. Lo que los padres
deben de tratar es eliminar las causas de la frustración, en vez de reprenderlos.

No se burlen de las debilidades de sus hijos enfrente de extraños

Quizá esto les parezca un consejo innecesario, pero conozco a un director de una
editorial que tiene un hábito de lo más extraño. Cuando habla con la gente,
incesantemente se aprieta la nariz. Este hábito se vuelve cada vez más conspicuo a
medida que las discusiones son más serias o que sus compañeros de mesa se vuelven
en su contra: es decir, siempre que sus nervios están en tensión. A pesar de que sabe lo
que hace y se siente avergonzado de ello, una vez que está suficientemente absorto en
algo, se olvida de todo y una vez más su mano se dirige hacia la nariz.

De acuerdo con su propio relato acerca de este problema, durante su infancia sus fosas
nasales eran insólitamente grandes para su rostro. Como acostumbran hacerlo los niños
entre los dos y tres años de edad, tenía el hábito de meterse los dedos a la nariz mientras
estaba inocentemente absorto en sus juegos. Entonces sus padres le decían, sin
importarles la presencia de otras personas: “No hagas eso, de lo contrario tus fosas
nasales se harán todavía más grandes”.

A medida que se sentía más cohibido, cayó en el hábito de apretarse las fosas nasales
con objeto de que se hicieran más pequeñas y no logró liberarse de ese hábito incluso
después de ingresar a la escuela, por lo que sus amigos acostumbraban importunarlo.
Esa experiencia fue tan poderosa que empezó a adquirir un sentimiento general de
inferioridad, convirtiéndose en un adulto muy tímido.

Cuando me habló de ello, sin pretender de ninguna manera de ofenderlo, lo miré


intensamente estudiando su rostro y pude ver que sus fosas nasales en modo alguno
eran demasiado grandes, si acaso eran más bien pequeñas y de ninguna manera
resaltaban en el rostro; y aun cuando así hubiese sido, no pude comprender la
insensibilidad de esos padres que exponían en público su punto débil. Afortunadamente,
ese hombre tuvo una abuela comprensiva que siempre lo consolaba y logró crecer hasta
convertirse en ser humano eficiente, capaz de desempeñar su papel en la sociedad; pero
jamás logró deshacerse de ese mal hábito, como me comentó bromeando. Sin embargo,
el resultado puedo no ser una broma. Ese pequeño incidente puedo haber afectado su
mente sin que él comprendiera la razón de ello.
Esta clase de ejemplo no es algo tan raro como podría esperarse: hay muchos padres
que discuten las debilidades y defectos de sus hijos en presencia de extraños, pensando
tal vez que los niños no comprenden. Por muy trivial que de hecho pueda ser ese defecto,
nunca se puede predecir el daño que se le hace al niño en una etapa vulnerable de su
desarrollo al exponerlo en público... Después de todo, un pequeño no tiene forma alguna
de saber qué es trivial y qué no lo es.

Por ejemplo, un niño a quien a menudo se ha ridiculizado frente a personas extrañas a


causa de su cabello rizado, podría crecer con el hábito de olvidarse siempre de su
sombrero al salir de casa. Tal vez esto suene como una reacción perversa, ya que si no
usa sombrero, su cabello rizado será más conspicuo, pero la timidez puede proyectar
sombras sumamente complejas en la mente de un niño pequeño y el mismo Sigmund
Freud ha descrito esta clase de reacción.

Es mejor alabar que reconvenir al niño

De ambas técnicas, la alabanza y la reconvención, la última es la que a menudo parece


más poderosa en cuanto a la influencia que ejerce sobre el niño pequeño, pero a largo
plazo esto no es cierto ni falso. La reconvención puede desarrollar en un niño una
perversa tendencia al desafío. Lo importante es que tanto las alabanzas como las
reconvenciones deben practicarse únicamente con sumo cuidado.

Por ejemplo, imagínense a una madre que lleva a la mesa un vaso de jugo de naranja. Su
pequeño hijo, ya ansioso de imitar a su madre, exige hacer lo mismo, pero la madre salta
declarando: “No hagas eso”, por temor a que derrame el jugo. Este es un enfoque
erróneo, sobre todo si cuando ese mismo niño es un poco mayor, la madre lo importuna
con la frase: “¿Por qué no me ayudas?”. Incluso si lo que el pequeño trata de hacer quizá
esté un poco más allá de su alcance, es mejor alabarlo: “ya eres un pequeño adulto” y
después quitarle al vaso un poco de jugo si es necesario, permitiéndole que lo lleve a la
mesa. Tal consideración es muy importante.

El doctor Suzuki, el maestro de violín, me contó una historia acerca de una visita que hizo
a una escuela de violín de una ciudad provinciana, en donde había un niño a quien se
consideraba como un problema sin solución. Tocaba el violín en una forma atrozmente
mala y según parece, nadie podía ayudarlo. El doctor Suzuki le pidió: “¿Querrías tocar el
violín para mí?” y obediente, el niño lo hizo. Es verdad, fue una ejecución detestable, pero
el doctor Suzuki lo alabó. “Bien, bien”, comentó, añadiendo: “Yo puedo tocar esa parte de
esta manera. ¿Crees que podrías hacer lo mismo?” “Sí, puedo hacerlo”, respondió el niño,
tomando su lección de violín como un corderito, haciendo un verdadero esfuerzo para
cooperar. Según parece, en el pasado se le había reconvenido mucho por su forma tan
deficiente de tocar, y lo que él anhelaba era una palabra de aliento. El doctor Suzuki cree
que es posible manejar en una forma mucho más efectiva a los niños por medio de
alabanzas, más que con reconvenciones.
Sin embargo, por supuesto hay ocasiones en las cuales es necesaria una reconvención,
pero aun así, en vez de reconvenir simplemente al niño por su mal comportamiento, es
mejor mostrarle una alternativa o razonar con él. Por ejemplo, si el niño empezara a
desgarrar el periódico que ustedes todavía no han terminado de leer, en vez de
simplemente darle un manazo y quitarle el periódico, podrían darle otro periódico para que
jugara con él. De no hacerlo, se suprime el impulso tan natural del niño de mostrarse
activo y, al mismo tiempo, se le quita el objeto de su interés, dejándolo sin nada con qué
entretenerse o sin nada qué hacer. Si los padres no pueden pensar en una alternativa,
cuando menos es esencial darle al pequeño una razón de esa prohibición. Quizá no
entienda plenamente su razonamiento, pero es probable que encuentre en esa actitud de
los padres un sentimiento de convicción que sí comprende.

CUARTA PARTE
Principios del entretenimiento
EL ESTIMULO Y UN SENTIDO DEL ORDEN

La mejor motivación es despertar el interés

Todos los días llegan a las clases de violín que imparte el doctor Shinichi Suzuki, niños de
dos a tres años de edad, llevados de la mano por sus padres, para tomar sus lecciones.
Al principio, muchos de ellos van con cierta renuncia; miran con curiosidad aquí y allá, o
bien se dedican a saltar por todo el corredor, sin mostrar ningún interés en el violín. Si de
pronto se pretende obligar a un pequeño a tocar el violín, eso sólo puede conducir a
llantos, rabietas y una intensa reacción en contra del instrumento, ya que en esta etapa el
niño empieza a desarrollar su ego y un sentido de su yo.

De manera que al principio, el doctor Suzuki le permite al niño hacer lo que quiere cuando
se presenta cada semana y deliberadamente no le pone un violín en las manos. Muy
pronto observa que el pequeño se siente muy tranquilo a observar cómo toca un niño de
su misma edad. En el transcurso de dos o tres meses, habrá memorizado toda la pieza
que ha estado tocando su amigo y él mismo estará ansioso de tocarla. El maestro espera
hasta el momento en el cual el niño ya no puede controlar su entusiasmo y sólo entonces
le da su primera lección de violín. Este periodo de espera varía según los diferentes niños
pero cuando mucho, dura alrededor de seis meses.

“La mejor motivación es despertar el interés”. Es el principio fundamental de las


enseñanzas del doctor Suzuki. De acuerdo con él, lo peor que puede hacerse es obligar a
un niño renuente a “estudiar y practicar”. Una vez que el pequeño muestra un verdadero
interés en el violín, su progreso será rápido y notable, a veces incluso sorprendiendo al
mismo doctor Suzuki. Como dice el proverbio: “Una persona hace bien la cosas que le
agradan”, y no hay ningún método de educación más efectivo que despertar el verdadero
interés y entusiasmo del niño. Para ello, el principal papel de los padres es despertar ese
interés: en vez de enseñar al niño a contar, el padre o la madre deberían interesarlo en
los números, y en vez de enseñarlo a pintar y a escribir letras, deberían interesarlo en la
escritura misma. En otras palabras, el papel de los padres es preparar a su hijo para la
educación.

Por supuesto, a fin de despertar el interés, es esencial crear las condiciones adecuadas
para ello: por ejemplo, no existe forma alguna de despertar el interés de un niño por la
pintura sin proporcionarle lápices y papel. Al tener siempre a su
alrededor lápices y papel, el pequeño desarrolla el deseo de
pintar. Exigirle al niño su interés sin allanarle el camino es como
pedirle a un perro que pida algo sin ofrecerle ningún alimento.

Muchos adultos a quienes les agrada la música o la pintura


pueden atestiguar esto, imputándolo ya sea a que en el pasado
alguna vez se vieron obligados a tomar clases de música o de
pintura, o bien, por otra parte, a que jamás tuvieron oportunidad
de familiarizarse con esas actividades.

El niño demuestra interés en cualquier cosa que tenga ritmo

El disco Fox in Soxtiene una enorme popularidad entre los niños norteamericanos, igual
que la pintura del doctor Seuss que lleva el mismo título. Se trata de un disco educativo,
un ejercicio en la práctica del lenguaje y como pueden ver por el título, el sonido de la “o”
y de la “x” (que en ingles suena “ks”) forman una rima. Y a su vez, las palabras rimadas
forman un ritmo. El disco también tiene una melodía animada y un ritmo regular al cual no
pueden evitar reaccionar no solo los niños sino también los adultos como yo. Ese disco no
pretende obligar a los pequeños a memorizar las palabras, sino que les permite captarlas
en una forma natural a través de ritmo, y eso fue lo que más me impresionó de él. Alienta
al niño a estudiar un idioma, al mismo tiempo que disfruta de la música, sin ningún rastro
de memorización o entrenamiento mecánico. Tales técnicas de combinar la música y el
lenguaje desafortunadamente aún no se desarrollan en Japón, pero podría ser que gran
parte de los logros de la educación temprana en Estados Unidos se deban a esta
insistencia en interesar al niño, más que obligarlo.

La mayoría de nosotros probablemente reaccione a una forma negativa a la palabra


“estudio”, como si inconscientemente nos preparásemos a rehusarnos, sugiriendo que en
nosotros literalmente se ha inculcado una asociación con el concepto de coacción. En
verdad el estudio debería efectuarse con una sensación de disfrute. Igual que en el
proverbio japonés que dice: “el dependiente de una tienda cercana a un templo aprende a
cantar un sutra”, el hijo de un conocido mío, que es monje de un templo, ha aprendido
todos los sutras que su padre canta todas las mañanas. El sutra es un canto rítmico y se
canta llevando el compás de un gong, de manera que el niño debió aprenderlo de forma
natural. Sin embargo, habría sido una experiencia agobiante si lo hubiesen obligado a
memorizarlo.

Para los niños, lo que es interesante es bueno y lo que es desagradable es malo

¿Reñirían a su hijo por desgarrar el papel tapiz de un muro? ¿Cómo le explicarían que lo
que hacía es “malo”? Ustedes hacen una distinción entre lo que es “bueno” y lo que es
“malo” sobre la base de su experiencia y de la moralidad de su sociedad, pero el niño que
apenas tiene unos cuantos años de edad no tiene forma
alguna de saber si el hecho de desgarrar el papel tapiz
es bueno o malo. Si se le reprende de una forma
demasiado severa, quizá no desee volver a repetir esa
acción, con objeto de no repetir la desagradable
experiencia de recibir una reprimenda. Pero tal vez,
al mismo tiempo, se sienta demasiado agobiado por el
episodio, lo cual podría tener un efecto perdurable sobre
su floreciente creatividad.

El señor SeishiroAoki, psicólogo infantil, ha


estudiado la forma en que un niño distingue lo bueno de lo malo. Dice que el niño
considera como buena cualquier experiencia que le ofrece un sentimiento de emoción o
placer. Por ejemplo, se han citado las palabras de muchos niños secuestrados, cuyos
casos han aparecido en los periódicos con grandes titulares y que en respuesta al
interrogatorio de los padres una vez que los han recuperado, concerniente a la razón por
la cual se fueron con personas extrañas, responden: “Era una persona interesante, no era
mala”. ¡Según parece, los secuestradores tienen su propia psicología infantil y saben
cómo atraer a los niños, intrigándolos! El niño que considera como buena cualquier cosa
que le interesa, sigue al secuestrador sin la más mínima sospecha.
Esta identificación de lo que es “bueno” con lo que es placentero y agradable sólo
corresponde a los primeros años de vida. Cuando el niño adquiere un poco más de
experiencia, empieza a igualar lo bueno no con lo que es placentero, sino con lo que es
digno de alabanza. Si hace un mandado y su madre lo alaba por ello, llega a la conclusión
de que lo que hizo fue bueno o correcto. En contraste, considera malo aquello por lo cual
se le reprocha o se le castiga, acabando por sentirse resentido o desgraciado. Identifica lo
que es malo por sus resultados desagradables.

Supongamos que ustedes continuamente reprochan a su hijo porque toca muy mal el
violín, o porque no puede aprender a leer. Para el niño, la experiencia en su totalidad le
parecerá como algo que lo hace sufrir, de allí que se trata de algo erróneo o malo; así
como es malo desgarrar el papel tapiz, también lo es tocar el violín. Algunos de nosotros
llegamos a la edad madura detestando el violín o el idioma ingles simplemente porque
nuestras experiencias de estas actividades durante los primeros años de la infancia
fueron desagradables.

De allí que en vez de imponerle a su hijo su concepto de adultos de lo que es bueno o


malo, sería mucho más efectivo vigilar que tenga asociaciones agradables con lo que es
“bueno” y desagradables con lo que es “malo”. Su hijo desarrollará rápida y libremente
cualquier talento que posea, dependiendo de la forma en que ustedes distribuyan las
alabanzas o las culpas.

El interés de su hijo sólo será significativo si se lo sostiene

Aun cuando antes mencioné que lo que es interesante para el niño es el mejor estímulo
para él, en este aspecto hay un problema involucrado: para un niño pequeño es
extremadamente difícil mantener su interés en una actividad individual, simplemente
debido a su infinita curiosidad. Si se le abandona a sus propios recursos, tenderá a
distraer su atención de una cosa a otra, con una rapidez que deja a sus padres bastante
perplejos. Hasta cierto punto, es una reacción adecuada para su etapa de desarrollo y
cualquier intento de obligarlo a concentrarse en una sola cosa sólo lograría frustrarlo. Su
curiosidad es necesaria, puesto que lo hace abrirse a una gran variedad de experiencias
del mundo, las cuales son vitales para el desarrollo de su cuerpo y su mente.

Sin embargo, no les recomiendo dejar al pequeño abandonado totalmente a sus propios
recursos. Así como existe un problema para el pequeño cuyo interés se restringe
únicamente a una cosa… y la forma más extrema de esto es el autismo… también existe
un problema para un niño incapaz de concentrarse, ya que corre el riesgo de creer con
una “mente de mariposa”.
Es normal que el niño llegue a encontrar, en una forma natural, entre las incontables
cosas estimulantes del mundo externo, un objeto de especial interés, el cual cultiva por sí
solo. Sin embargo, la mayoría de los casos, es ente proceso es necesaria cierta ayuda
por parte de los padres. El que los padres adviertan y reaccionen o no, tan pronto como
su hijo muestre señales de desarrollar tal interés especial, puede tener una importancia
decisiva para mantener ese interés. Como antes mencioné, un interés floreciente puede
crear o agotarse, con la misma rapidez, en un instante; de manera que es muy importante
que los padres capten precisamente ese momento. Uno nunca puede saber cuál de los
incontables intereses del niño tiene la posibilidad de desarrollarse incrementarse, siempre
que se reconozca la posibilidad.

Cierto padre, investigador del mercado de consumo en la ciudad de Matsuyama, me


escribió para hablarme de si éxito al identificar en su hijo un interés floreciente en el
momento adecuado y cómo lo ayudó a mantener vivo ese interés. Según su carta, el
padre observó que más o menos a los dos meses de edad, por alguna razón su hijo se
sentía fascinado por una de las letras del alfabeto japonés,
la letra no. (En el alfabeto japonés, el sonido no se describe
como una sola letra.) El padre procedió a señalarle al bebé
cualquier palabra que incluyera la letra no: ajinomoto
(glutamato monosódico) y nori (un alga marina comestible) a
la hora de las comidas, y asunotenkiyoho (pronostico del
tiempo para mañana) cuando aparecía en la televisión,
pronunciándole cada vez la palabra. Alrededor de los cuatro
meses de edad, el padre le enseño XYZ, WTF, HNM,
usando como ayuda visual una tabla del alfabeto: el niño las
memorizó rápidamente. A los dieciocho meses de edad
empezó a interesarse en las marcas de los automóviles y de
los aparatos electrónicos, de manera que el padre lo alentó a
que señalara e identificara las marcas, en reacción al
momento en que él se las nombraba; y a la inversa, a
nombrar el nombre de
fábrica como una reacción a la
marca.

Este esfuerzo de parte del


padre, aun cuando desde
nuestro propio punto de vista parecería un ejercicio
trivial de un padre cariñoso, que dista mucho de ser
insignificante para el mantenimiento y la expansión de toda
la gama de los intereses y las experiencias del pequeño hijo.
La mejor forma de estimular el interés en su hijo es la “repetición”

Si un adulto se encuentra escuchando repetidas veces la misma historia, digamos tres o


cuatro veces al día, es muy probable que se canse de ello. Puesto que yo soy muy
impaciente, me irrito y me muestro inquieto si tengo
que escuchar la misma historia, aunque sólo sea dos
veces. Sin embargo, cuando era pequeño, les
suplicaba a mi padre y a mi madre que me contaran los
mismos cuentos de
hadas una y otra vez, sin
jamás llegar a cansarme de
escucharlos. Cuando
ahora pienso en ello, me es
muy difícil ponerme en el
lugar de ese niño pequeño.

No obstante, como ya he comentado, la repetición es de


suma importancia para el proceso de conexión de circuitos que tiene lugar durante la
infancia, a fin de formar la base del cerebro. La repetición de una misma cosa, una y otra
vez, es deseable no sólo porque un bebé nunca se fastidia de ello, sino porque debido a
que la infancia es un periodo en el cual los niños todavía no reconocen el fastidio, también
es el periodo indicado para el desarrollo correcto del sistema de circuitos esencial para el
futuro funcionamiento intelectual. Un bebé de tres meses puede memorizar una pieza
musical complicada si se le obliga a escucharla varias veces al día, ya que no hay duda
de que la capacidad de absorción de un pequeño es en verdad notable.

Durante ese periodo, la repetición tiene otra función importante: la de estimular el interés
en el niño. A medida que un pequeño memoriza los cuentos de hadas y las canciones que
ha escuchado repetidas veces, empieza a exigir que le cuenten una historia o que le
canten una canción particular, haciendo interminables preguntas acerca de ellas.
Memoriza su cuento preferido y al mismo tiempo expresa su curiosidad de ese cuento y
acerca del mundo.

Y la curiosidad da origen al interés, el cual a su vez da nacimiento a la voluntad, esencial


para que el niño madure y se convierta en un adulto. Esa voluntad de actuar, para que
sea efectiva, no crece como si sucedería en una hoja de papel en blanco. El interés
estimula la voluntad y esa voluntad es la que motiva al hombre a progresar. De manera
que un bebé que escucha cuentos de hadas una y otra vez, crece y se convierte en un
niño pequeño que empieza a mostrar interés en una historia con grabados, después en
las letras del alfabeto y por último se siente impulsado a leer por sí mismo.
Una pareja conocida mía, amos obligados a trabajar fuera de casa, internaron a su bebé
recién nacido en una guardería durante un año y dos meses. Cuando el bebé regresó a
su hogar, su desarrollo había sufrido un severo retraso; sin embargo, alrededor de los
cuatro o cinco años de edad empezó a mostrar un gran interés en la música,
particularmente en las clases de piano y violín. Los perplejos padres descubrieron que, sin
lugar a dudas, el pequeño había carecido de estímulos en la
guardería, pero antes de la hora de dormir y mientras hacía
sus ejercicios le ponían discos como las canciones de cuna
de Schubert y Mozart y el Vals de los Patinadores. La falta
de estímulo mental por una parte y, por la otra, la repetición
de ciertas piezas musicales, condujeron a un casi retraso de
su desarrollo intelectual, pero a un elevado grado de
sensibilidad a la música. Creo que al escuchar la historia de
ese niño recibí una inapreciable lección sobre el desarrollo
temprano.

La imaginación y la fantasía infantiles son los gérmenes de la


creatividad

A menudo escucho a los padres decir: “Quiero educar a mi hijo para


que sea sumamente creativo”, y en este libro he escrito mucho
acerca de la creatividad en los niños. Pero mucho me temo que los
actuales sistemas de educación, en casi todo el mundo, solo
insisten en saturar de conocimientos la cabeza del niño. Se está
educando a la infancia para que esté bien informada, pero cuando
el niño crece no sabe qué hacer de sí mismo. Esto me ha llevado a
pensar en la necesidad de fomentar una verdadera creatividad en
los niños durante la infancia.

¿Qué es la creatividad? Es algo sumamente difícil de definir, pero a un nivel más sencillo
yo diría que significa la libre expresión de la imaginación y de la intuición, dentro del
contexto de un interés serio: y a un nivel más avanzado, alguna forma de intervención o
descubrimiento. A este nivel elevado de del intelecto creativo, el aprendizaje y la
imaginación funcionan juntos. Lo que sí es muy cierto es que toda esa clase de logros
tiene su punto de partida en la experiencia emocional subjetiva y la receptividad de la
infancia. Esto quiere decir que los sueños y las fantasías del niño, que a menudo parecen
improcedentes para los adultos, son los gérmenes mismos de la creatividad.

Supongamos, por ejemplo, que le dan a su hijo un títere o una máscara con la figura de
algún animal. Se identificará con ellos y se convertirá en ese animal, quizá inventando su
propia historia basada en una experiencia real en el zoológico, o en alguna historia que le
han contado. De la misma manera, su reacción ante una pintura puede expandir su
imaginación a su propia manera individual, inconcebible para cualquier adulto. Se dice
que Leonardo da Vinci, el gran pintor y científico renacentista, durante su infancia veía
brujas que revoloteaban por el techo y extrañas criaturas que se agitaban entre las
manchas y las grietas y los muros de su casa.

Supongamos que un adulo dibuja una olla y el niño la ve como si fuese un pez con una
gran boca muy abierta. El adulto puede censurarlo, diciendo: “No seas tonto; es una olla,
no un pez”. Pero esa clase de reacción sería un error; es como arrancar el botón de la
imaginación justo cuando está a punto de florecer.

La siguiente historia inventada por un niño de cinco años y que se publicó en la revista
EarlyDevelopment. Es un ejemplo de la imaginación libre y creativa del niño, la cual es de
suma importancia que los padres acepten y fomenten, sin jamás aplastarla.

Un hombre trató de apoderarse de un cesto y en su interior encontró unas monedas de


oro; entonces se las llevó a casa y después las monedas se convirtieron en hojas. Una
vez más, encontró un cesto debajo de un risco. Lo abrió y en su interior encontró muchas
clases de frutos. Se los comió todos y después se dirigió a un campo y cortó muchas
flores. Eso es todo.

Cultiven en el niño pequeño la intuición (sexto sentido), en vez de la técnica y la


razón

Normalmente, se dice que el hombre posee cinco sentidos: vista,


oído, olfato, gusto y tacto. Pero además posee otro, el llamado
“sexto sentido”. En el caso de la mujer, ese sexto sentido es
particularmente bueno para detectar una relación amorosa
extramarital del esposo, pero en verdad, el sexto sentido es un
elemento muy importante en cualquiera que logra algo grandioso.
De un hombre cuyo sexto sentido está altamente desarrollado
decimos que es “un hombre con una poderosa intuición”, los
hombres que han realizado grandes inventos y descubrimientos siempre han confiado en
ese sexto sentido, no importa cuántos años les haya tomado sus estudios e
investigaciones.

Podría decirse que, puesto que la intuición trasciende más allá de los cinco sentidos, es el
más antiguo y fundamental de todos ellos. Llamando también “instinto animal”, está más
allá de todo juicio y razonamiento lógicos.

Previamente manifesté que hasta los tres años de edad, los niños están muy cerca de ser
animales, y con esto quiero decir que el niño que todavía no sabe pensar con lógica
confía en su instinto. De manera que en el desarrollo temprano es muy importante no
perder de vista ese factor y tratar de fomentar el desarrollo de ese instinto o intuición, en
vez de tratar de suprimirlo, enseñándole técnicas o convenciéndolo mediante argumentos
y razones lógicos.
El doctor Shinichi Suzuki, en uno de sus libros, cuenta una
historia acerca de la importancia de cultivar ese instinto.
Reconozco que el caso es bastante insólito, ya que se trata
de la experiencia del doctor Suzuki cuando enseño a un niño
invidente llamado Teiichi a tocar el violín. En un principio, el
doctor Suzuki tuvo la impresión de que era imposible enseñar
a tocar el violín a un pequeño que vivía en la oscuridad más
absoluta, debido a la naturaleza altamente delicada de la
habilidad involucrada; ¡el niño ni siquiera podía ver cómo era
el violín! Sin embargo, una vez que admitieron al niño en la
escuela, el doctor hizo todo lo posible para enseñarle,
experimentando con varios métodos y empleando una gran
paciencia. Lo que el doctor Suzuki hizo en primer lugar fue enseñar al niño a sostener el
arco y a moverlo de izquierda a derecha, hacia arriba y hacia abajo. Después lo hizo
tocarse la palma de la mano izquierda con la punta del arco permitiéndole así “visualizar”
el arco con los ojos de la mente. Al principio, el niño tenía muy poco control sobre el arco,
pero en el transcurso de dos semanas ya podía tocar el sitio exacto dos o tres veces de
casa cinco, y al fin pudo señalar correctamente incluso la punta de su dedo pulgar. Los
grandes esfuerzos del doctor Suzuki rindieron sus frutos: un año después, Teiichi tocó el
Concierto para Violín de Seitz, de una ejecución nada fácil, en el Ayuntamiento de Hibiya.
Este en verdad fue el triunfo de un intento de cultivar la intuición: permitirle al niño “sentir”
la posición de la punta del arco que ni siquiera podía ver.

Lo que es más, puesto que la intuición es una suma de los cinco sentidos, este
entrenamiento de la intuición a su vez tenderá a agudizar
por separado esos cinco sentidos.

Existe una distinción de sexos en la educación de los


bebés

Cuando nace un bebé, lo más probable es que los padres


sueñen interminablemente en lo que concierne al futuro
del niño: “¿será un buen político, o un erudito?”, o bien: “¿Tendremos una dulce y
encantadora niña?”. Este amor paterno dista mucho de ser puramente egoísta o
egocéntricamente ambicioso; no tiene nada de malo soñar. Pero vale la pena dudar del
modo en que tendemos a considerar al recién nacido en una forma diferente,
dependiendo de si es hombre o mujer.
De hecho, de acuerdo con el seco, hay muy poca diferencia entre los bebés hasta los tres
años de edad, ya sea mental o corporalmente. Hay incontables ocasiones en las cuales
no sabemos si decir, “que niño tan dulce”, o “que niña tan encantadora”. Como si
quisieran reflejar este dilema, hay muchos idiomas en los cuales se emplea el pronombre
neutro al referirse a un bebé, sin hacer ninguna distinción de sexo. Y el punto de vista
académico apoya esta neutralidad al sugerir que las llamadas características “masculinas”
y “femeninas” se manifiestan únicamente después de los tres años de edad. Por ejemplo,
Van Orstein, un famoso psicólogo infantil partiendo de sus investigaciones, llega a la
conclusión de que solo después de los
tres años de edad el comportamiento
infantil empieza a reflejar el sexo, y que
a partir de los cuatro o cinco años de
edad niños y niñas muestran
diferencias reales en la forma de jugar,
sobre todo con juguetes imitativos. En
cierto sentido, la única diferencia de
sexo que puede encontrarse en los
niños antes e los tres años es la simple

posesión o carencia de un pene.

Debido a ello, los padres se inquietan por lo que es


adecuado para el recién nacido, de acuerdo con su sexo,
de maneta que el bebé varón, que todavía no sabe cuáles
son sus propios gustos, debe usar ropa de color azul,
porque según los padres, la ropa de color rosa sería
inadmisible.

Pero ¿qué tiene de malo si un bebé usa ropita de color


rosa, o darle a una niña un bate de béisbol o una pistola
de juguete? ¿Debe privarse a un niño de un muñeco
cuando muestra interés en uno? ¿Por qué decirle, “no
sabes que eres niño?” ¿Y quiénes somos nosotros para
desaprobar el hecho de que a una niña le agrade la lucha
libre? Rilke, el poeta alemán, fue educado como una niña
y lo vestían con ropas de niña, pero de ninguna manera significa que haya crecido con
tendencias afeminadas. En vez de preocuparse por convertir a un niño en un ser
afeminado, o a una niña en un marimacho, ¿no deberían los padres preocuparse por el
daño que le hacen a su hijo al limitar su potencial especial debido a una idea
preconcebida de la distinción entre los sexos?

No le mientan a su hijo en lo referente al sexo sólo debido a su edad


Recientemente he observado un gran auge en los artículos que se publican en las
revistas y en los programas de televisión, acerca de la “educación sexual”,
concentrándose en cuándo debe impartirse, si en la escuela primaria o en la secundaria.
Si piensan un poco en ello, esta insistencia es bastante inadecuada. ¿Por qué razón el
sexo, uno de los aspectos del instinto humano, debe ocultarse a los niños hasta un
momento determinado y después enseñarlos repentinamente en la escuela? El hecho de
empezar a hablar de pronto del sexo, después de mentir acerca de él y de ocultarlo
cuando los niños eran pequeños, es injusto tanto para el que tiene que impartir las clases
de educación sexual como para quien va a recibirlas.

Ya que incluso un niño pequeño, que aún no está muy cerca de la etapa de ser “neutro”,
empieza a interesarse en las diferencia entre ambos sexos de los dos a los tres a los de
edad. Al descubrir las diferencias físicas entre sus padres, el pequeño le pregunta al
padre, quizá mientras se bañan juntos: “Papá tiene un pipí, ¿por qué mamá no?” una
pregunta asi es de lo más natural. Con la llegada de un hermano o hermana, el niño hace
una sencilla pregunta: “¿De dónde vienen los bebés?”

Cuando surgen tales preguntas, espero que los padres estén dispuestos a contarlas con
claridad: si disfrazan las respuestas con una risa o una mentira, lo único que se logrará
será dejar al niño insatisfecho. Lo que el desconcierto de los padres logrará será inculcar
en el niño la idea de que no se supone que uno sepa nada acerca del sexo, redoblando
asi su curiosidad y al mismo tiempo distorsionándola.

En particular, el niño de dos a tres años de edad ve instintivamente a través de las


mentiras: quizá pretenda estar satisfecho, pero en realidad su curiosidad se ha visto
reforzada por la sospecha ante el comportamiento insólitamente extraño de los padres.

El argumento de que un niño es demasiado pequeño para comprender tampoco se aplica


en el aspecto del sexo; es algo que debería discutirse en una forma directa y con un
lenguaje cariñoso, de manera que su primera comprensión del tema sea natural y fácil de
aceptar. Si no se quiere que el sexo se asocie con las tinieblas y la oscuridad, el adulto no
debe mentir acerca de él. La razón por la cual los adultos con frecuencia no logren
liberarse de la idea de que el sexo es algo vergonzoso que debe mantenerse oculto, es
que duramente su infancia no recibieron una adecuada a este aspecto.

Una dieta desbalanceada conduce a unos hábitos de comer desbalanceados a todo


lo largo de la vida
Los problemas de la alimentación se presentan durante la educación de casi todos los
niños. Los libros sobre el cuidado de los niños y las revistas femeninas están saturadas
de artículos sobre “La dieta para curar los hábitos de una alimentación desbalanceada”, o
“Cómo persuadir a su hijo para que coma alimentos que le desagradan”. Sin embargo, el
enfoque del desarrollo temprano es preguntarnos a nosotros mismos “cómo evitar las
causas del hábito de comer alimentos no balanceados”, más que la forma de curarlos.

Una vez que se ha desarrollado un mal hábito de comer, es muy difícil erradicarlo, el
doctor Masaki Honda, pediatra y director de la Asociación para el desarrollo temprano en
Tokio, tuvo la siguiente experiencia. Cierta persona
conocida por su gran afición a los ostiones, se encontró
con que en una comida tras otra le servían un plato de
ostiones, hasta que se sintió completamente hastiado y
cansado de comerlos. A pesar de ello, una vez más
volvieron a servirle ostiones; controlando la náusea que
muy pronto comenzó a sentir, se obligó a comerlos todos
por consideración a la generosidad de la persona que se
los había ofrecido, pero el resultado fue desastroso.
Vomitó, todo su cuerpo se cubrió de una erupción y
empezó a padecer una terrible diarrea. Posteriormente,
su constitución se volvió tan anormalmente sensible a los ostiones que desarrollaba un
eczema siempre que los comía o incluso cuando
probaba una sopa de ostiones.

A pesar de tratarse de un caso que le sucedió a un


adulto, hay muchas probabilidades de que un
pequeño a quien se obliga a comer algún alimento
contra del cual ya tiene un prejuicio, pueda tener
una reacción similar. En consecuencia, podría
padecer una reacción anormal similar; de manera
que es importante evitar la adquisición de hábitos
de comer no balanceados, evitando sus causas.

Mi opinión es que, haciendo a un lado las


restricciones en la elección de alimentos debidas a alergias o a cualquier otra causa
médica, los malos hábitos en la comida se ocasionan por la falta de una dieta bien
balanceada durante la infancia. Si un día tras otro le sirven a su bebé los mismos
alimentos, sin ninguna variación, es natural que al crecer se convierta en una persona de
gustos limitados y se resista a tomar cualquier alimento que no sea la clase de comida a
la que está acostumbrado.

El propio sentido del gusto está casi desarrollado entre el año y los tres años de edad,
igual que los demás sentidos, de manera que e imperdonable preparar los alimentos de
los niños teniendo en mente únicamente el aspecto de la nutrición, como lo harían en el
caso de los perros o los caballos. Su niño no dice como un adulto, “esto sabe bien”, o
“eres una excelente cocinera”, pero es de suma importancia que, a pesar de esto, disfrute
de una extensa variedad de sabores. En lo personal, preferiría ver a un niño que se le
ofreciera una comida apetitosa para que desarrolle el hábito
de una dieta balanceada y dejar que los padres, de ser
necesario, coman lo que no es tan apetitoso. Debe
prestarse una cuidadosa atención al sazón y sabor de los
alimentos de los niños, con objeto de fomentar en ellos el
disfrute de una variedad de sabores tan amplia como sea
posible.

La experiencia del señor HiroshiManabe es un ejemplo de la


importancia del entrenamiento del gusto del niño por los
alimentos antes de los tres años de edad. Nos habla de
cómo enseñó a todos sus hijos, alrededor de los tres años de edad, a distinguir entre las
diferentes clases de ramen (fideos chinos). Todos llegaron a una edad adulta con un
talento para descubrir restaurantes en donde sirven un buen ramen, no en términos de su
reputación o de sus precios, sino en términos de unramen verdaderamente apetitoso.

El sentido del tiempo durante la primera infancia, se deriva del hecho de llevar una
vida cotidiana bien regulada

A diferencia de los días en que nos educaron a todos los miembros de mi generación, la
época actual es la era de la televisión. Sobre todo para los niños de hoy en día, para bien
o para mal, una vida sin televisión es algo inconcebible y, a menos de que los padres
estén plenamente familiarizados con los programas y los personajes que sus hijos ven
con regularidad, la comunicación entre ellos y los pequeños puede resultar bastante difícil.

La televisión en particular desempeña el papel de un reloj para el niño que todavía no


tiene ningún sentido del tiempo. Identifica cierto programa con la hora en que su padre
sale a trabajar, o la terminación de otro con la hora en que su padre vuelve a casa, o la
aparición de cierto personaje en la pantalla con la hora de irse a dormir. De esta manera,
los programas que se repiten con regularidad forman una base para el concepto del
tiempo.

Por lo general, se dice que los bebés viven únicamente en el presente y que no poseen
ninguna conciencia clara de los conceptos del pasado o futuro. Se dice que empiezan a
comprender los conceptos de “antes” y “después”, de “ayer” y “mañana” alrededor de los
dos años y medio de edad, cuando empiezan a hablar. En otras palabras, es muy común
convenir en que el niño no conoce con toda claridad el concepto del tiempo hasta que
entiende el lenguaje y él mismo es capaz de hablar. Sin embargo, las observaciones
indican que de hecho, el niño sí capta algo del complejo concepto del pasado, el presente
y el futuro, a través de un ciclo semanal de programas de televisión.

La estricta regularidad con la cual se presentan los programas de televisión, es mucho


más exacta que la de las actividades domésticas, tales como la hora del desayuno por la
mañana y la hora de la cena por la noche, cuando el padre
vuelve a casa después del trabajo. Y se le puede dar muy
buen uso a esa regularidad de la programación de la
televisión en lo que se refiere al horario cotidiano del
pequeño. Es necesario mantener al niño bajo un horario
regular, ya sea para amamantarlo o para servirle sus
alimentos, no simplemente para entrenar al niño a ser bien
educado, sino para inculcarle el sentido del tiempo.

He visto a algunas madres que tratan de enseñarles a sus


bebés a saber la hora del reloj, mucho antes de que puedan leer o de que conozcan los
números. El niño no comprende con facilidad las manecillas del reloj porque todavía no
puede relacionarlas, de manera que el hecho de indicarle que se vaya a la cama
señalando las manecillas de un reloj y declarando, “ya son las ocho, es hora de que te
vayas a dormir”, no los llevará a ninguna parte. El niño se va a la cama no porque ya son
las ocho de la noche, sino porque ya ha oscurecido y empieza a sentirse soñoliento. Las
experiencias de la vida diaria, cuando se efectúan con regularidad, son la base para una
comprensión posterior del niño sobre el concepto del tiempo. Para el niño, una actividad
cotidiana bien regulada es como un reloj.

Los noticieros son medios muy útiles para aprender a hablar correctamente

Recuerdo haber oído decir a una madre, que hacía que su hijo de dos años de edad
escuchara los noticieros de la radio y la televisión a fin de enseñarlo a hablar
correctamente el japonés.

Quizá ustedes salten a la conclusión de que no tiene ningún caso hacer que un niño
escuche el vocabulario de un noticiero, cuando ni siquiera puede comprenderlo. Sin
embargo, lo importante no es hacer que comprenda el contenido del noticiero, sino que
desarrolle un patrón de aprendizaje mientras escucha repetidas veces la pronunciación,
acento y entonación adecuados del idioma.

Por supuesto, la gramática y la pronunciación deficientes son el producto del medio


ambiente en el cual nos han educado, y el medio ambiente durante la infancia se infiltra a
tal grado en la mente que, como ya he dicho, está más allá de la propia conciencia y no
es posible erradicarlo cuando se llega a una edad adulta. Un adulto que tiene su propia
forma de hablar la transmite a su hijo, quien a su vez le hereda a su hijo sus
características del lenguaje. Mientras esto se repita, el idioma japonés, esta corrompido
como está en la actualidad, estará sujeto a una corrupción mayor y podría decirse lo
mismo de otros idiomas.

Únicamente si en nuestro cerebro se establece en uno de los circuitos un japonés


correcto, es posible evitar el hundirse en el flujo de la jerigonza actual, por ejemplo en las
frases y juramentos que nos abruman a través de los medios masivos de comunicación y
sólo así podremos disfrutar el hacer uso de ellos sin destruir nuestro propio dominio del
idioma.

Por consiguiente, para el niño pequeño resultaría sumamente fructífero que escuchara a
menudo a una comentarista que ha recibido un estricto entrenamiento sobre la forma de
hablar correctamente su idioma.

Es muy deseable exponer a los niños pequeños a los comerciales de televisión

Desde hace largo tiempo se ha menospreciado a la televisión calificándola como la caja


que “convierte en idiotas a 100 millones de personas”, o como la “contaminación
comercial”. Por una parte, parece que la televisión cuenta con la aprobación pública como
un medio de relajamiento y diversión para quienes están cansados de trabajar, pero por
otra parte, no es ninguna exageración declarar que la mayoría de los programas, con
excepción de los programas educativos convencionales, los noticieros y los programas
culturales, se desprecian como algo adverso para una
buena educación. Y de todos los programas, las
Asociaciones de los padres de familia y maestros y las
“mamás educación” sienten un mayor desprecio hacia los
comerciales, que ocupan una
parte considerable de los
horarios de transmisión.

Sin embargo, me gustaría


exhortar a las personas que
hicieran una reevaluación de los
comerciales, considerándolos
desde una perspectiva diferente. Por supuesto, con ello no
trato de sugerir que sean una fuente de información cobre los
aspectos de la vida moderna o sobre las ásperas realidades del capitalismo, y mucho
menos que deberíamos estudiar en ello las técnicas publicitarias. Pero todos los padres
que tienen hijos pequeños con seguridad se han dado cuenta de que la intensidad con la
cual ven los comerciales. Y me gustaría mucho que consideraran por que lo hacen.

Existen dos razones primordiales por las cuales los comerciales son tan atractivos para
los niños pequeños: en primer lugar, estos se repiten constantemente; y en segundo, de
hablan usando palabras sencillas, desprovistas por completo de expresiones complicadas
y ambiguas.
Estas dos características son peculiares so sólo en los comerciales de televisión, sino
también en los de la radio y en los anuncio que aparecen en los periódicos. Sin embargo,
los comerciales de televisión ejercen una influencia especial en los niños y creo que sobra
decir que ello se debe a la combinación de efectos visuales y auditivos de ese medio
masivo de la comunidad.

Esta cualidad única de los comerciales de televisión interesa directamente a la facultad


cognoscitiva de patrones del niño, por medio de la repetición, la simple imagen y el
sonido. Se dice que Sesame Street (Plaza Sésamo), el programa educativo
norteamericano que describí anteriormente, siguió el modelo de los comerciales de
televisión: un tributo considerable a su efectividad. Los comerciales están rigurosamente
encaminados a lograr su máximo efecto en el transcurso de un tiempo muy breve, que
varía de cinco segundos a un par de minutos y su condensación misma es lo que cautiva
al niño pequeño, que ve, memoriza y repite palabras e imágenes que muy bien podrían
desconectar a un adulto. Pero lo que importa no es el contenido del mensaje; lo
importante es el proceso de memorizar, que cultiva su facultad cognoscitiva de patrones y
de esa manera fomenta su desarrollo intelectual. Esa es la razón por la cual creo que
deberíamos reevaluar los comerciales de televisión.

LA FORMACION DEL CARÁCTER EN LA INFANCIA

La armonía musical se aprende mejor durante los primeros años de la infancia

A menudo presenciamos en las pantallas cinematográficas en las cuales una familia o un


grupo de compañeros de trabajo disfrutan cantando en coro. Los sencillos granjeros y
vaqueros, que supuestamente no tienen ningún entrenamiento musical, se unen a una
canción improvisada en la cual sus voces armonizan en una forma natural. Para nosotros
los japoneses no es muy fácil hacer esto, a pesar de que en algún tiempo todos recibimos
un entrenamiento musical en la escuela y podemos leer música, nuestra música japonesa
tradicional es más bien monofónica y no polifónica y no tiene acordes. Además, la
educación musical en Japón se centró, desde un principio, alrededor de melodías
monofónicas, lo que refleja un prejuicio adulto de que el concepto de un acorde es
demasiado difícil para el niño pequeño, por lo que es mejor empezar con una melodía
monofónica.
No obstante, es perfectamente posible enseñar los acordes desde el inicio, por ejemplo
los acordes do, mi, sol y do, fa, la, más que las notas individuales como sonidos
separados. De hecho, esto le facilitaría al niño la comprensión de las diferencias entre las
notas en su relación entre sí; como antes dije, un niño pequeño comprende con mucha
rapidez cualquier cosa que de una manera o de otra le revele un patrón definido. De
manera que la combinación de una nota con otra hace posible que el niño capte, en forma
intuitiva, una relación entre ambas, facilitándole así la comprensión de las cualidades de
las notas
individuales. El
diapasón perfecto,
que para los adultos
en algo imposible de
aprender, puede
enseñarse a los
niños pequeños si
desde una edad muy
temprana se les ofrecen las experiencias musicales adecuadas.

La enseñanza del violín desarrolla los poderes de concentración

El Día de las Naciones Unidas se celebró en la Expo 70 en Osaka, Japón, tuvo lugar un
concierto de violín ejecutado por 1000 niños. Debía iniciarse a las 11.00 A.M., pero la
mayoría de los niños, incluyendo a los de tres y cuatro años de edad, ya estaba reunida,
de pie en la helada plaza, antes de las 8.00 A. M., con el fin fe afinar sus instrumentos y
ensayar. Hacía tanto frio que para los adultos era casi
insoportable permanecer al aire libre, de manera que me
sentí grandemente impresionado ante la constancia de los
pequeños.

No quiero decir que un niño tenga que ser tan precoz como
para comportarse afectadamente seguro de sí mismo. Un
niño debe ser lo que es, lleno de vida y curiosidad. Sin
embargo, no es lo mismo estar lleno de vida que distraerse
fácilmente; este último rasgo es de lo más penoso en un adulto, ya que quien quiera que
sea incapaz de concentrarse en una sola cosa, acabará desperdiciando gran parte de su
tiempo y de sus energías en todas y cada una de sus tareas.

En cambio, un niño que ha desarrollado buenos poderes de concentración llegará a la


madurez con grandes ventajas. A menudo se dice que “los niños que estudian música
tienen muy buenos modales”, lo que podría sugerir que los padres les imponen una
disciplina demasiado estricta, o bien, que los niños sin solemnes y aburridos, pero la
verdad es que sucede todo lo contario. Se comportan bien no porque sus padres estén
presentes, sino porque parecen ser capaces de concentrarse sin grandes esfuerzos en un
solo objeto. Por consiguiente, pueden estudiar mucho mejor y lograr más que otros niños
en un tiempo determinado. Por supuesto, esto significa que disponen de más tiempo libre
para jugar con otros pequeños.

Una encuesta de seguimiento llevada a cabo entre las madres de niños que habían
tomado el curso de violín del doctor Suzuki, reveló que todas las madres convinieron en
que sus hijos jamás se esforzaron demasiado en estudiar para los exámenes y que
obtenían buenas calificaciones en la escuela, a pesar de que pasaban mucho tiempo
jugando con los demás niños del vecindario. Parece que está surgiendo una nueva
imagen de un niño inteligente, pleno de vitalidad y por completo distinto del estereotipo del
niño estudioso, de tez pálida y delgado como un fideo.

En las Selecciones de Confucio hay una máxima “en armonía con la música”, que
significa que el sonido musical suaviza nuestra propia naturaleza y perfecciona todo
nuestro carácter en una forma natural, la enseñanza del violín, igual que cualquier otra
educación musical, requiere una práctica constante, que a su vez cultiva los poderes de
concentración. De ser así, de ello se deduce naturalmente que la música contribuye en
gran parte a la formación del carácter.

La enseñanza del violín ayuda a desarrollar en el niño las cualidades de liderazgo

Cada vez es más evidente que la enseñanza del violín uno de los métodos más típicos del
desarrollo temprano, produce otros resultados, además de inculcar en el niño los poderes
de concentración. Ayuda a desarrollar las cualidades de liderazgo.

El liderazgo o habilidad de guiar al grupo, está considerado como algo que pertenece al
mundo de los adultos y erróneamente se juzga que su desarrollo tiene lugar durante la
edad adulta. No obstante, la verdad es que el liderazgo comienza a desarrollarse mucho
tiempo antes de lo que comúnmente pensamos. Se ha dicho que un bebé en un grupo de
más de dos bebés, siempre resulta ser un líder. Según el libro InfantPsychology, del
doctor ToshiroYamashita, el niño que es un líder en potencia, en primer lugar jamás se
distrae de sus pensamientos y sus actos, incluso si a su alrededor hay otros bebés, y en
segundo lugar, ya sea en el juego o en cualquier otra actividad, siempre ésta creando
nuevas cosas, tomando la delantera para ponerlas en práctica.

Es aparente que tales habilidades corresponden a los mismos poderes de concentración


y creatividad fomentados por la enseñanza del violín. Desde ese punto de vista, es
perfectamente natural que muchos de los niños que han asistido a las clases de violín del
doctor Suzuki sean líderes plenos de vida y energía, y no genios de apariencia pálida. Y
eses niños serán los futuros líderes en una sociedad que busca, y que siempre buscará,
gente con cualidades de liderazgo.

El mejor ejemplo de esto es el señor KojiToyoda, el discípulo favorito del doctor Suzuki y
en la actualidad primer violín de una de las orquestas más famosas del mundo, la
Orquesta de Radio Berlín. Un primer violín es el líder de todos los miembros de la
orquesta, un puesto que no sólo requiere talento musical, sino también cualidades de
liderazgo. Además del señor Toyoda, hay varios hombres más que las clases de violín del
doctor Suzuki y que ocupan puestos principales en orquestas de renombre mundial. Son
grandes músicos, todos de ellos jóvenes (entre los treinta y los cuarenta años de edad)
alemanes o norteamericanos, cuyo idioma, costumbres y temperamento son muy
diferentes.

La educación musical durante la infancia afecta incluso la apariencia del niño

Hay otro aspecto interesante y sorprendente de la educación musical y éste consiste en


que cambia la apariencia del niño. Normalmente, se piensa que el hecho de que la propia
apariencia esté determinada por la herencia, lo mismo que el tipo de sangre y el color de
ojos, es innegable y está demostrado por la ciencia.

No obstante, como ustedes saben por experiencia propia, la apariencia de un hombre


tiene cierta influencia que se deriva de su historia personal. Agrandar unos ojos pequeños
o acortar una nariz demasiado pronunciada sólo es posible mediante una cirugía plástica,
pero la propia apariencia y aspecto pueden cambiar en una forma considerable debido a
las experiencias cotidianas. Este cambio es muy aparente en un niño pequeño que ha
escuchado o ha tomado lecciones de música. Este aspecto se discutió ampliamente
durante una reunión del Grupo de estudio de madres de familia, elegido por la Asociación
para el desarrollo temprano, a fin de que tomara parte en
dicho estudio de grupo. Cuando las madres se reunieron
por primera vez con sus bebés recién nacidos, todos ellos
eran iguales, como sucede con los bebés de cualquier
parte. Sin embargo, después de transcurridos cuatro
meses, varios pequeños a quienes se hizo que escucharan
EineKleineNachtmusik, de Mozart, para fines del
experimento, resultaron marcadamente diferentes de los
demás bebés, tanto en sus expresiones faciales como en
sus acciones … eran mucho más llenos de vida y su
mirada era más radiante.

En lo referente a este tema, el señor ChokenMaruo, crítico musical, expresó los siguientes
puntos de interés en una carta que me escribió.

“He tenido incontables experiencias en lo que concierne a la gran efectividad del ‘sonido’.
Cualquier madre que posea cierto grado de sensibilidad tiene que haber observado
grandes cambios en la apariencia de los bebés de la Segunda Guerra Mundial. Las
causas de esto son: 1. el nivel cultural de la madre se ha vuelto más elevado; 2. se ha
mejorado la nutrición; 3. Se ha incrementado de una manera abrumadora el estímulo del
sonido. Puesto que es imposible que un bebé de un mes de nacido mejore su nivel
cultural escuchando únicamente el lenguaje cotidiano, es necesario que se le ofrezca el
estímulo de la música de la radio, la televisión y los aparatos estereofónicos. Podemos
estar seguros de que sí escucha la música...”

El señor Maruo también declaró, con motivo de su asistencia como juez a un programa
musical, que observó el cambio tan absoluto en la expresión facial del auditorio como una
reacción a cierta clase de música ejecutada ese día. Es difícil decir si esa música en
particular modificó la expresión facial del auditorio, o si a un auditorio con las mismas
expresiones faciales le agrada la misma música; sin embargo, el señor Maruo ha
señalado un fenómeno muy interesante, lo que es más, ha adoptado un método de
“empaparse en la música”, es decir, colocar a una persona en un medio ambiente
musical, con la convicción de que la música nos embellece. ¿Acaso no hay un lazo de
unión entre esto y la frase “en armonía con la música”, que previamente mencioné?

La memorización de versos entrena la memoria del niño

La nieve se derrite

sobre un árbol, donde

se arrulla una tórtola.

Oh, el pequeño gatito

con patas ligeras juega

una caída hoja otoñal.

Avanza y ríe, pequeño,

dos años mayor

desde esta mañana.

Los haiku (poemas breves tradicionales de Japón, compuestos de cinco, siete y cinco
sílabas) anteriores fueron escritos por el poeta IssaKobayashi durante la última parte de la
Era Edo. Las clases experimentales en la Escuela Infantil establecida por la Educación del
talento hacen uso de tales haikus para el razonamiento de la memoria.
Las razones por las cuales se escogió el haiku para este propósito son, en primer lugar,
que se trata de breves poemas compactos que tienen una rima que los hace fáciles de
memorizar; en segundo lugar, concuerdan con nuestro principio general de que “los trozos
que se van a memorizar deben alimentar el espíritu del niño
y tienen que ser bellos, refinados y dignos de recordarse
durante toda la vida; y al mismo tiempo, deben atraer a los
niños”.

Primero, los niños pequeños memorizan el haiku cada


día y además se les habla de la historia del poema con
objeto de despertar su interés. Al siguiente día, los niños
recitan el haiku que aprendieron y memorizan uno nuevo; de
esta manera se entrena la memoria del niño mediante el
aprendizaje de algo con lo cual él disfruta. Un niño que al
principio experimenta cierta dificultad para memorizar el
haiku después de escuchar que lo repiten diez veces, lo
memoriza después de escucharlo dos o tres veces en el
curso del segundo año y después de escucharlo sólo una en
el tercer año. Me han informado que los niños pueden
memorizar alrededor de 170 de los haikus escritos porIssa
en el transcurso del año.

El aspecto importante es la reiteración. Si un niño olvida un verso que ya había aprendido,


hagan que lo recite una vez más, según me dicen, un niño que ha recibido un
entrenamiento de esta naturaleza puede memorizar una historia completa de 100
palabras después de escucharla cuatro o cinco veces.

Tal vez algunos de mis lectores todavía duden del valor de hacer que niños tan
pequeños memoricen los haikus de Issa; en un principio, yo
también me mostraba bastante dudoso de la importancia
que se concede a la habilidad de memorizar. No obstante,
en la escuela infantil, la meta no es la absoluta
memorización del verso, sino del desarrollo de intelecto
infantil, de su creatividad y su capacidad de pensar. Los
haikus se emplean simplemente como un instrumento
experimental en este tipo de entrenamiento.

Si el niño llegase a formar interés, el waka (otro poema


breve de cinco, siete, cinco, siete y siete sílabas) es igualmente bueno. El aprendizaje
debe encaminarse hacia el hecho de que la mente del niño tiene la capacidad de absorber
y recordar entre uno y doscientos haikus. Ese capítulo de la memoria se enmohecerá si
no se usa y mientras más se use funcionará con mayor suavidad, expandiendo al mismo
tiempo su capacidad.
La capacidad del niño para memorizar debe entrenarse en todas las formas posibles
durante el periodo en el cual el niño se deleita en las
repeticiones.

Debemos exponer a los niños pequeños únicamente a lo


mejor

En los viejos tiempos, un comediante en antigüedades


acostumbraba dejar que su aprendiz únicamente comerciara
con los objetos antiguos más auténticos y valiosos de su
tienda. La idea era que el aprendiz, a quien sólo se le habían
mostrado las verdaderas antigüedades de la mañana a la
noche durante seis meses, desarrollaría gracias a eso una
visión aguda para distinguir entre lo verdadero y lo falso. Con toda probabilidad, la
habilidad de distinguir lo verdadero se conformaba en su cerebro como un patrón, de
muestra que al instante podía discernir las sutiles diferencias entre lo verdadero y lo falso.

Este método de entrenamiento del aprendizaje también se explica en el caso del


desarrollo temprano. Siempre y cuando lo auténtico se configure como un patrón en el
cerebro infantil cuando todavía es como una hoja de papel en blanco, se formará en él el
circuito de lo verdadero y se rehusará a aceptar lo falso, incluso durante la edad adulta.
Por otra parte, si lo falso se configura en el cerebro como un patrón, el cerebro no será
receptivo a lo real. Sucede lo mismo en el caso de un niño que
aprende el dialecto Tohoku: cuando sea adulto no logrará
cambiar sus características del lenguaje.

Por supuesto, no siempre es fácil distinguir entre lo verdadero y


lo falso. Los padres deben hacer esto de acuerdo a su propia
evaluación; pero cuando menos es razonable considerar obras a
lo largo de los años se ha aprendido como maravillosas las
creaciones musicales o de arte. No hay necesidad de que
ofrezcan a su bebé libros de grabados toscos simplemente
porque se pieza que el bebé no puede comprender el arte más
sofisticado. Si los padres en verdad creen que las obras de
Matisse y Picasso son valiosas, deben enseñarle a su bebé esas
pinturas sin la menor vacilación. Si piensan que la música de Beethoven y Mozart es
emocionante, deben permitir que el niño la escuche con tanta frecuencia como sea
posible.

Una vez que el patrón se ha formado en el cerebro, el niño lo usará como una base y
gradualmente llegará a valorar y elegir la música y la pintura por sí mismo. Un niño quizá
se decida por el jazz, otro por la música popular, pero eso es cuestión de su propio
temperamento.
En todo el mundo, las madres tienden a reconvenir a sus hijos si no cantan otra cosa que
no sean canciones populares, diciendo: “Las canciones populares son vulgares, no quiero
que las cantes ni que las escuches”. Pero, ¿no es muy natural que se interesen en la
música popular, cando es muy probable que se hayan educado escuchándola desde el
momento mismo de su nacimiento? El patrón de la música popular ya se ha formado en
su cerebro, así que, naturalmente, son incapaces de elegir una música más compleja.
Una vez que se han fijado esos patrones de comportamiento, ya es demasiado tarde para
iniciar la educación del niño en la buena música.

La música y la pintura no son sino dos ejemplos del gusto estético que dependen de un
condicionamiento temprano. En cualquier aspecto, so se ha establecido firmemente una
buena base, el niño, en el futuro llevará una vida más fácil. La ayuda paterna y materna
debe ofrecerse antes de que sea demasiado tarde.

Las imitaciones de un niño pequeño son grandes creaciones

Cuando yo era pequeño, en el vecindario en donde vivíamos había un hombre que


tartamudeaba. Yo acostumbraba imitar su tartamudeo y mi madre me reprendía, diciendo,
“el tartamudeo es contagioso, de manera que no lo hagas”.

Creo que tenía unos tres años de edad, justo la edad más
imitativa, según parece.

C.M. Jones, autor de muchos libros sobre la actividad infantil,


basándome en sus propias observaciones, aconseja que para
curar a un niño del temor a los perros, se le deje entre un grupo
de niños que no experimenten ese temor; la idea es que el
temor a los perros desaparecerá gracias a la imitación de los niños que no les temen.

También he escuchado a una madre hablar acerca de su éxito en curar a su hijo de sus
melindres en relación con los alimentos, permitiéndole que siempre comiera en compañía
de otros niños de su misma edad, a quienes veía aceptar voraces cualquier tipo de
alimento que se les ofreciera. Además, con frecuencia oímos hablar de un niño
normalmente falto de apetito, que lo recupera después de comer en casa de un amigo, en
vez de hacerlo en la suya. En un caso así, quizá la madre se quejará con tristeza, “a mi
hijo no le agrada mi manera de cocinar”. Pero el éxito de que el niño se coma lo que la
otra persona ha cocinado es sólo una clase de imitación, no es cuestión de un alimento
“sabroso” o “no sabroso”. El niño comió ansioso simplemente porque seguía el modelo del
apetito de su amigo.
Esos impulsos de imitar hacen su aparición en los
niños hacia el final del primer año de vida y después
del segundo, los pequeños empiezan a imitar no sólo
a los niños de su misma edad, sino también a los
adultos y a sus hermanos y hermanas mayores. Se
dice que “para el adulto, el niño suele ser como un
espejo” y los padres y todas las personas que tienen
algo que ver con la educación infantil, debieran vigilar
su comportamiento con especial cuidado mientras los
niños atraviesan por esa etapa imitativa. Alrededor de
los tres años de edad, los niños están dispuestos a
copiar los gestos, manera de hablar y todo lo de la
otra persona. La razón por la cual mi madre me reñía
cuando imitaba al hombre tartamudo, no se debía a
que el tartamudo sea contagioso, sino a que temía
que en realidad yo empezara a tartamudear si continuaba imitándolo.

Además de los posibles efectos de la imitación sobre la propia manera de hablar, la


tendencia a imitar en el niño también ejerce una gran influencia en su conformación
emocional: un niño puede volverse nervioso después de jugar con un niño nervioso o
puede sentir temor de los aviones después de jugar con un niño que siente temor hacia
ellos.

Sin embargo, las imitaciones del niño no son una simple mímica, sino maravillosos actos
creativos. De manera que no deben sentirse perturbados por ello, o de lo contrario se
encontrarán con que han arrancado un botón de creatividad, lo que es bastante opuesto a
lo que pretendían.

El hecho de sobresalir en una cosa imparte un sentimiento de confianza en otras

No se pretende que las lecciones de violín, de lectura o de un idioma extranjero


produzcan genios, ni siquiera especialistas en estos terrenos respectivos, sino que
influyan primordialmente en el desarrollo general del intelecto del niño. No existe mejor
educación que ofrecerle al niño lecciones en tantas habilidades diferentes como sea
posible, más que instruirlos en un terreno particular.

Sin embargo, en otro sentido, el hecho de instruir a


fondo a un niño en un solo terreno también tiene
grandes méritos. “sobresalir en una cosa imparte
confianza en otras”.

Son interminables los ejemplos que demuestran este


punto. Por ejemplo, en el curso de violín del doctor
Suzuki había un niño de tres años que por alguna
razón era muy tímido y bastante llorón. Al principio, su forma de hablar era muy torpe,
sobre todo referente a la pronunciación, si se le comparaba con los demás niños y
siempre estaba pagado a espaldas de su madre, igual que el caparazón sobre la tortuga.
Cuando le entregaron un violín, ni siquiera trató de producir algún sonido, simplemente
siguió llorando a gritos, ejercitando sus cuerdas vocales. Aparentemente, debido a su
forma de hablar, los niños del vecindario, que eran bastante malévolos, lo importunaban
sin cesar y eso lo hacía llorar todavía más, por lo que jamás lo incluían en el grupo. A
pesar de eso, después de dos meses de asistir a las clases del doctor Suzuki y guiado por
su ingeniosa forma de enseñar, ese niño empezó a tocar el violín y después de seis
meses logró hacerlo completamente liberado de su sentimiento de inferioridad delante de
los demás niños. Desarrollo un talento insólito en la ejecución del pizzicato y después de
eso parece que llegó a desarrollar una perfecta confianza en sí mismo. Fue el niño quien
asumió la iniciativa de practicar, con gran sorpresa de sus padres y, al mismo tiempo, se
volvió más animado y juguetón en otros aspectos de su vida cotidiana. Empezó a fingir
que era un director de orquesta frente a otros alumnos de más edad y en casa jugaba a
ser el jefe de un grupo de chicos traviesos de la localidad. Además, su manera de hablar
se volvió bastante normal.

Esta clase de ejemplo no se limita a los niños. Durante mi época de estudiante, había un
joven a quien por alguna razón particular le agradaba mucho el inglés, aun cuando le
desagradaban las demás materias. A pesar de eso, al principio era un mal estudiante
incluso en la clase de inglés, pero estudió con tesón, incrementando gradualmente su
vocabulario y convirtiéndose al fin en el mejor alumno de
esa materia. Después empezó a desempeñarse con
entusiasmo en las demás y posteriormente logró
excelentes resultado en todas.

Pero aun cuando esto puede sucederle a una persona


adulta, es mucho más probable que suceda en el caso
de los niños, que todavía están relativamente libres de
preocupaciones psicológicas. Siempre y cuando sea
capaz de lograr un sentimiento de confianza en sí
mismos, el niño dispondrá de suficiente material para
crecer y desarrollarse.

El juego de cartas llamado “concentración” desarrolla en el niño la capacidad de


pensar

Hay un juego de cartas llamado


“concentración”, con el cual todos ustedes
deben estar familiarizados. Al iniciarse el
juego, todas las cartas se vuelven hacia
abajo; después cada jugador voltea dos
cartas a la vez y gana un punto si las dos cartas tienen números y grabados iguales, pero
de no ser así, las cartas tienen que volver hacia abajo una vez más. A primera vista
parece algo muy sencillo; sin embargo, cualquiera que haya participado en este juego les
dirá que es sumamente difícil y es muy fácil que los adultos resulten derrotados por los
niños de dos y tres años de edad. Sólo intenten jugarlo una vez con sus hijos; participarán
en él con una gran animación, suponiendo que nose requiere ninguna habilidad que no
sea la memoria; sin embargo, quizá noencuentren muy fácil anotarse puntos. Tal vez se
han dado cuenta de que una carta con el número dos es la tercera de derecha a izquierda
y la cuarta de arriba hacia abajo, y que la otra carta con el número dos es la tercera
partiendo de la esquina superior izquierda, pero mientras esperan su turno ya se habrán
olvidado por completo de la posición de esas cartas. Finalmente, ya exasperados,
voltearán las cartas al azar y su hijo les dirigirá una mirada desdeñosa.

En contraste con sus frenéticos intentos, su hijo jugará con ventaja, volteando sin
esfuerzo alguno un juego de cartas después de otro. Eso no significa que su memoria de
adultos sea decididamente inferior, ni que la
memoria de su hijo sea extraordinaria. Si
observan con cuidado, verán que su hijo no
parece memorizar en una forma
consiente el sitio en donde se
encuentran las tarjetas que hacen juego; en
vez de ello, parece recordar la ubicación de los
juegos de cartas no como puntos
separados, sino como un patrón. Es decir,
cada vez que voltea dos cartas,
recuerda su ubicación relacionando dos puntos. Este es un ejemplo típico de la habilidad
cognoscitiva de patrones que posee el niño, y a la cual no he dejado de hacer referencia.
Por otra parte, nosotros los adultos tratamos de memorizar la ubicación de las cartas
como puntos separados; en dónde se encuentran de derecha a izquierda o en donde se
encuentran de arriba hacia abajo.

Este poder del conocimiento de patrones, es una de las capacidades superiores del niño
que para nosotros los adultos es imposible de imitar. El niño pequeño puede captar al
instante en una forma precisa las características únicas de cualquier patrón. Si piensan un
poco en ello, ninguna capacidad de la memoria es más eficiente y confiable que esta.

El niño puede desarrollar esta habilidad especial jugando ciertos juegos, y también a
través de la música. En estos, los padres sólo pueden ofrecerle una ayuda indirecta; pero
los actos aparentemente triviales de jugar con los niños, de escuchar juntos canciones y
de dedicarse con ellos a la pintura, en realidad son una gran contribución para su futuro
desarrollo.

3. CREATIIDAD Y HABILIDADES
Tan pronto como sea posible, pongan en manos del niño lápices y crayolas

Alrededor de los ocho meses de nacido, un niño es capaz de sostener libremente un


objeto en las manos, puesto que ahora ya puede separar el pulgar de los demás dedos de
la mano. La habilidad de tomar y conservar libremente las cosas en la mano, aun cuando
al principio podría parecer que no es algo muy significativo, nos hablará más que
cualquier otra cosa del desarrollo sano de la mente del bebé. Las actividades tales como
romper libros y periódicos y saquear la caja de los juguetes, que conducen a la madre a
desesperación, se inician poco más o menos al mismo tiempo. En otras palabras, el niño
se aproxima a la etapa de expresarse.

De manera que es muy importante que la madre alimente en una forma inteligente la
voluntad del bebé de hacer ciertas cosas que surgen de lo más profundo de su interior, ya
que así allanará el camino para fomentar la creatividad en el pequeño.

Pongan en las manos del niño un lápiz o algunas crayolas; con toda seguridad empezará
a garrapatear por doquier con una energía salvaje y, si además le dan una hoja de papel,
trazará algunas líneas con gran furia o lo romperá. Pero incluso una simple línea, bastante
insignificante para nosotros, para él es un
medio de autoexpresión.

No obstante, muchos padres suprimen


involuntariamente ese deseo de autoexpresión
de sus hijos, imponiéndole sus propias ideas
preconcebidas: “sostén así el lápiz”; “las
manzanas son rojas”; “traza un círculo en esta
forma”, o bien “no rompas el libro”; “no tires
papeles por todas partes”; “no escribas en la
cubierta de la mesa”. ¿No es eso toda una
andanada de “no es” que volcamos cobre el
niño?

Con frecuencia sucede que vamos de visita a un hogar inmaculadamente aseado, en


donde no hay un solo pedazo de papel fuera de su lugar, a pesar de que sabemos de qué
hay un niño por allí. En un caso así, el mundo rinde homenaje a la madre, alabándola por
tener su hogar impecable y ordenado al mismo tiempo que cuida un bebé. Sin lugar a
dudas, para la madre debe ser muy difícil conservar la casa limpia y ordenada, además de
tener que cuidar a su pequeño hijo de la mañana a la noche, pero recibiría un golpe
terrible si supiera que su diligencia en las labores domésticas podría amenazar el deseo
de creatividad del niño.

Se dice que las actividades que se llevan a cabo con los dedos, tales como emborronar
una hoja de papel, volcar la caja de juguetes y rasgar un pedazo de papel desarrollan el
intelecto del niño y enriquecen su habilidad creativa. De manera que es evidente que
mientras más pronto le den a su pequeño hijo lápices y crayolas, mejores serán los
resultados.

Sin embargo, si le indican al niño que no haga eso o aquello, o lo restringen después de
darle lápices y crayolas, eso únicamente será una negación de la dádiva, arrancando una
vez más su creatividad en plena floración.

El papel de tamaño estándar sólo produce hombres de tamaño estándar

Conocí al señor HiroshiManabe a través de una de la serie de entrevistas publicadas por


la Asociación para el desarrollo temprano en la revista EarlyDevelopment. Lo mismo que
nosotros, estaba sumamente descontento con la educación actual que se imparte a los
niños pequeños y ha hablado en público sobre algunos de estos puntos, haciendo
diversas propuestas en lo concerniente a la educación preescolar, varias de las cuales ya
se han mencionado en este libro. Sus observaciones y propuestas me parecieron dar
precisamente en el blanco, así que me gustaría citar algunas de sus observaciones
referentes a la pintura, que cae dentro de su línea de negocios como ilustrador, y de la
forma en que los padres pueden introducir al niño a esta actividad.

Manifiesta que la primera decisión que es necesario tomar acerca de la pintura es, ¿Qué
tan grande será? Sin embargo, tanto los padres como los maestros de las guarderías y
jardines de niños muestran una tendencia a darles a
los pequeños hojas de papel para dibujar, cortadas
todas del mismo tamaño, quitándoles así la posibilidad
de que sean ellos quienes tomen esa decisión.

Esta actitud es comparable con el otro perjuicio adulto


que mencioné anteriormente, el de que las llamadas
canciones e historias infantiles son buenas para los
niños. Es una restricción inconcebible, que a su vez
limita la imaginación. Los niños a quienes únicamente
se les dan hojas de papel del tamaño estándar crecen
suponiendo, en una forma inconsciente, que la pintura
significa pintar sólo cuadros de determinado tamaño, esclavizándolos a la idea
preconcebida de que si sólo hacen dibujos diminutos en el pequeño mundo de la hoja de
papel estándar, eso complacerá a sus padres y les ganará las felicitaciones de sus
maestros.

En la imaginación del niño se extiende un ancho y vasto mundo, mucho más allá de la
comprensión de los padres, cuando por vez primera sostiene en la mano lápices y
crayolas y descubre sus trazos sobre la inmaculada hoja de papel blanco a medida que
mueve los dedos. Ese ancho mundo es infinitamente más grande que una hoja de papel
estándar y a mí me encantaría ver que a ese niño se le proporcionara un papel para
dibujar tan grande que pudiera dibujar gateando encima de él. El papel para dibujar de
tamaño estándar sólo produce hombres de tamaño estándar y ningún hombre así tendrá
la creatividad ni la vitalidad necesarias para asumir la responsabilidad de las futuras
generaciones.

Un exceso de juguetes convierte al niño en una cabeza de chorlito

Estoy bajo la impresión de que los padres japoneses


simplemente le dan al niño una cantidad excesiva de
juguetes. A menudo he presenciado en una
juguetería una escena de un niño que llora hasta
rayar en la histeria, tratando de conseguir el juguete
que desea, hasta que su padre, finalmente, se ve
obligado a adquirirlo cuando ya se le acabó la
paciencia; pero muchos expertos en niños creen que
si uno se abstiene de darle al niño todo lo que quiere
no es carecer de amor paternal, sino que por el
contrario, eso será en beneficio del pequeño.

Yo mismo a menudo me he mostrado extravagante en la compra de juguetes para mi


nieto, con objeto de complacerlo y he recibido las censuras de su madre. Quizá les
parezca ridículo que me reprenda por comprarle juguetes a mi nieto, pero me he visto
obligado a reconsiderar mi conducta después de analizar el asunto con más seriedad.

Según muchos psicólogos, los niños que tienen demasiados juguetes tienden a sentirse
tan abrumados ante el problema de elegir entre todos ellos, que son incapaces de
concentrarse en uno solo, dirigiendo su sorprendida
atención en un objeto al otro. Un niño muy bien
puede jugar si tiene un solo juguete, ideando sus
propias maneras diversas de jugar con él; y para
ese juego de imaginación, incluso un pedazo de
madera o la tapa de una jarra rota podrían resultar
más interesantes para él que un costoso juguete
que venden en un gran almacén.

De manera que si la meta de los padres es ayudar a


su hijo a desarrollar su originalidad e ingenio,
obtendrán el resultado opuesto si le dan todo lo que
quiere. Igual que en la máxima japonesa, “el que bebe se ahoga en la bebida”, no puedo
evitar el pensamiento de que un niño con demasiados juguetes corre el riesgo de sentirse
abrumado por ellos.

No es una buena idea retirar todo lo que podría resultar “peligroso” para el niño
Me quede impresionado al leer un pasaje en un libro escrito por la esposa de
AngoSakaguchi, el famoso autor japonés. La señora Sakaguchi escribe que Ango siempre
tiene su habitación tan desordenada que ni siquiera hay espacio para poner un pie en ella
y que si ella (la señora Sakaguchi) es tan imprudente que trata de ordenarla, recibe una
reprimenda de su desagradecido esposo.

AngoSakaguchi no es el único artista dedicado a una labor creativa que tiene su


habitación tan desordenada como un depósito de chatarra. Y según mi opinión, este
hecho no puede menos que estar relacionado con sus magníficas actividades creativas.
Cualquier cosa con que se tropiece su mirada o que capte su oído, sin lugar a dudas
estimula la imaginación y puede usarse como fuente de inspiración.

La razón por la cual menciono esto es porque muchas madres, mostrando una excesiva
solicitud hacia sus hijos, tiernamente retiran todo lo que creen que podría que podría
resultar peligroso para ellos y lo ponen fuera de su alcance. Los bebés, desde el momento
en que empiezan a gatear o a caminar, son tan
inseguros en todo lo que hacen que no es posible
observarlos sin ponerlos nerviosos: vuelcan los
floreros, mastican los cordones eléctricos o se
caen sobre el piso de concreto. Es muy
comprensible que las madres, al no poder
soportar el pensamiento de que sus hijos sufran
un daño, hagan todo lo posible para protegerlos,
manteniéndolos alejados de cualquier peligro.
Pero la conclusión lógica de esto sería eliminar
del medio ambiente que rodea al bebé toda clase de objetos, exceptuando los sólidos y
romos, que no se rompen fácilmente, dejándolos como si se encontrase en un virtual
vacío.

Antes mencione la insistencia de la señora Montessori acerca de la importancia de la


experiencia táctil durante la infancia. Recomienda que es necesario ofrecerles a los niños,
en una forma consciente, materiales ásperos y finos, suaves y duros, romos y afilados,
pesados y ligeros, con objeto de estimular la imaginación táctil del pequeño. Un bebé se
fascina con cualquier cosa que está cerca de él y si la toca y la palpa con interés, a veces
derribándola o rompiéndola, eso sólo es evidencia de su curiosidad y creatividad en
constante expansión.

Así como una habitación desordenada podría ser


motivo de inspiración para un artista, lo que para
un adulto parece trivial o lleno de peligros puede
atraer la imaginación del bebé, desarrollando su
intelecto e incrementando al máximo su curiosidad.
De manera que deberíamos pensarlo dos veces
antes de sobreproteger o restringir innecesariamente a los niños. Por muy caótica que
parezca la sala de su casa, o por muy fuerte que llore el bebé al golpearse la cabeza con
el florero que acaba de volcar, ¡es muy posible que esas experiencias sean muy valiosas
para él!

El niño posee si propio sentido del orden

Aun cuando el hecho de mantener una habitación demasiado ordenada no significa un


gran beneficio para el pequeño, desde luego no quiero decir con ello que apruebe un
hogar desaliñado y desordenado, lleno de objetos que se han usado y no se han vuelto a
su lugar. La habilidad superior del niño, cognoscitiva de patrones, lo hace
extremadamente sensible a los patrones, colores y ubicación en el espacio. Y conforme
su facultad cognoscitiva de patrones, se desarrolla con la constante repetición, de ello
deduzco que cuando el niño siempre encuentra determinada cosa en determinado lugar,
se siente estimulado en la misma forma que lo hace mediante la repetición de otras
experiencias.

Tanto la señora Montesorri como el señor Piaget han citado ejemplos de esta reacción de
los niños hacia el orden. Un bebé de cinco meses de edad, al encontrarse fuera de su
cochecito, mostró un deleite particular ante la vista de una losa de mármol blanco
montada sobre una barda amarilla. Después de eso, lo llevaban allí cada día y muy pronto
sus ojos empezaron a animarse siempre que la veía. Otro bebé mostró su disgusto
cuando de pronto alguien colocó una sombrilla roja sobre un escritorio con el cual él
estaba familiarizado; otro más cayó en un estado de excitación cuando su madre lo baño
sosteniéndolo con el brazo izquierdo, en vez de hacerlo con el derecho, como
acostumbraba; y un cuarto bebé estalló en llanto al ver un cojín colocado sobre una silla
en una posición diferente. Todos estos incidentes revelan lo sensible que es el niño
pequeño a cualquier cambio en su medio ambiente.

Si piensan un poco en ello, se darán cuenta de que las situaciones similares a las que
acabamos de mencionar, suceden a nuestro alrededor con bastante frecuencia. Un bebé
empieza a llorar sin ninguna razón aparente, pierde el apetito y se presenta una fiebre:
todo eso podría ser su reacción a un cambio en su medio ambiente, algo que para el
adulto ha pasado completamente desapercibido.

En otras palabras, cualquier cambio en el medio ambiente significa para el niño una
alteración en su propio sentido del orden. Si a los ojos del niño ese cambio es de lo
agradable a lo desagradable, no puede evitar su reacción hacia dicho cambio.

Lo que tenemos que comprender es que de hecho, los niños son mucho más sensibles al
orden de lo que lo somos los adultos. El niño no está consciente de una sola cosa, capta
en forma intuitiva la relación entre una cosa y otra y esto tiene mucho que ver con el
desarrollo de todas sus capacidades; entonces ¿no deberíamos los adultos tratar de
evitar cuidadosamente la alteración de ese sentido del orden debido a nuestro propio trato
insensible y despiadado?

Proporciónele a su bebé un sitio desde donde pueda contemplar el mundo, en vez


de darle objetos que pueda mirar

A menudo me ha venido a la mente un pensamiento


muy peculiar, cuando me asomo al interior de una
cuna y veo el rostro de un bebé; acostado dentro de
esa cuna y sin ser todavía capaz de mover la cabeza
libremente, ¿qué es lo que contempla el niño?
Haciendo a un lado el alcance de su visibilidad, lo que
contempla el bebé acostado de espalda no es otra
cosa que el techo o el mosquitero. En ocasiones el
rostro de un adulto aparece de la nada y después
vuelve a desaparecer.

Esto no es bueno. Debemos proporcionarle al bebé


algo qué contemplar. En todo el mundo, los padres
cuelgan móviles en el techo o sonajas en los barandales de las cunas, pero me pregunto
si eso es suficiente.

Casualmente mi preocupación coincide con la que expresa la señora Montessori en uno


de sus libros. Declara que el niño de esta edad está hambriento de estímulos sensoriales
y que esta hambre nunca podrá satisfacerse mientras se le deje acostado de espalda en
el interior de una cuna o de un cochecito. Lo que es más, aun cuando los adultos en
ocasiones asomen el rostro encima de la cuna, interrumpiendo el aislamiento del bebé,
ese comportamiento adulto en realidad exige una gran tensión a los ojos del bebé. Es
natural que los bebés, simplemente por el hecho de estar tan hambrientos de estímulos,
se esfuercen en seguir cualquier cosa que atraiga sus miradas, pero no es bueno
aprovecharse de esta debilidad.

Una solución a este problema es levantar un poco la cabeza del bebé, permitiéndole estar
un tanto erguido. En vez de asomar constantemente la cabeza por encima del borde de la
cuna, o de ofrecerle juguetes, es mucho más importante erguirlo para que se encuentre
en una posición desde la cual puede ver por sí mismo el mundo más allá de su cuna.

Los juguetes deben ser interesantes al tacto, así como de aspecto agradable

El señor HiroshiManabe, el ilustrador, es famoso por su toque delicado y su originalidad.


También tiene ciertas ideas únicas acerca de la educación infantil, que cree es el campo
de estudio más importante para el futuro. Con sus hijos, ha puesto en práctica sus propias
ideas. Me hablo de lo siguiente:
“Nunca les compro a mis hijos ningún juguete
totalmente terminado; únicamente les doy juegos cuyas
piezas deben ensamblarse antes de que puedan jugar
con ellos. Los niños tratan de construirlos e incluso si
las lágrimas les corren por las mejillas, saben que son
responsables de armarlos y por consiguiente no piden
la ayuda de sus padres. Saben que a menos que armen
todas las piezas, no podrán jugar con ese juguete, de
manera que se esfuerzan por hacerlo”.

Creo que esta es una excelente teoría de la educación


infantil. Esa es la “satisfacción de logro”, de la cual el niño carece por completo si no
recibe otra cosa que productos ya terminados. Pero es muy importante que el juguete que
se va a ensamblar sea apropiado para la edad del pequeño y para su habilidad, de lo
contrario la norma del señor Manabe puede parecer muy cruel y frustrante para los niños
pequeños.

Prácticamente en todas las jugueterías venden juguetes sensacionales, con un bello


colorido que emplea los colores primarios: libros de cuentos
de hadas que son un espectáculo infantil, juguetes con teclas
que tienen las letras del alfabeto, parecidos a una máquina
de escribir, juguetes decorativos o instructivos de toda clase.
Incluso para los adultos, todos esos juguetes tienen un gran
atractivo, pues nos transportan a un mundo de sueños; nos
absorbemos en ellos sin darnos cuenta y vaciamos nuestros
bolsillos hasta gastar el último centavo, pensando que
nuestros hijos enloquecerán de alegría al recibirlos. Pero lo
cierto es que los niños juegan con ellos durante unos
cuantos minutos y después tal vez ni siquiera vuelvan a
mirarlos. Creo que todos los padres han tenido una
experiencia parecida.

Por lo común los pequeños no se sienten muy satisfechos con un juguete ya ensamblado
que tiene muy poca relación con su mundo de experiencias inmediatas. Para los niños, un
juguete debe de ser algo más que un objeto agradable a la vista y algo más que una cosa
que se mueve. Incluso con un costoso tren eléctrico, quizá el niño pase más tiempo
armando los rieles y desarmándolos que mirando cómo avanza el tren.

Por otra parte, se dice que la escuela de enseñanza Montessori ha inventado juguetes
que tienen como modelo los instrumentos de la vida diaria que el niño ve a su alrededor.
Se incluyen objetos ásperos y lisos para que pueda palparlos y lanzarlos, para colocarse
unos dentro de otros y juguetes que requieren habilidades muy simples tales como
abotonar y desabotonar o colocar tapas. Todos esos juguetes tienen una estrecha
relación con las actividades cotidianas del pequeño.

Con frecuencia, los adultos tenemos ideas preconcebidas sobre los juguetes, que se
basan en nuestras propias fantasías infantiles. El niño se interesa en las cosas que hay a
su alrededor y reacciona especialmente a lo que le ofrece “la satisfacción del logro” y
satisface y fomenta en él el deseo de crear.

Para el niño, los libros no son necesariamente para leerse, ni los bloques de
madera para construir

Nosotros los adultos, con una absurda falta de imaginación, suponemos que un libro fue
hecho para leerse y los bloques de madera para construir algo con ellos. Sin embargo,
para el niño un libro no es necesariamente para leer y los bloques de madera no tienen
qué ser para aplicarse unos encima de otros.

Puesto que, por lo general, los libros y los bloques de madera son las primeras cosas que
aparecen en la lista, los adultos tendemos a imponerles a los niños nuestras propias ideas
de cómo jugar con ellos. Es así como los padres se sienten tentados a controlar las
actividades recreativas de sus hijos; pero si el niño disfruta jugando a su propia manera
con sus juguetes, entonces se logra el objetivo del juego, son importar cómo o con que
juguetes. Una vez más, el hecho de controlar a los niños en sus juegos significa segar su
creatividad apenas floreciente e incluso tal vez
privarlos del deseo mismo de jugar.

A veces los libros pueden usarse para hacer un túnel,


o como papel para dibujar y, en ocasiones, como algo
que se puede romper. ¡Si se insiste en que un niño use
los libros para leer, lo cual es una noción adulta
parcial, eso podría producir efectos aún peores que el
no darles ningún libro! El pequeño averiguará
gradualmente por sí mismo que los libros son más
interesantes cuando se leen, cuando él mismo
adquiere un interés en la lectura.

Ningún juguete es más tedioso para los niños que uno que ya está totalmente terminado y
con el cual sólo pueden jugar de una manera. No importa lo costoso que pueda ser, no
tiene valor alguno para el pequeño, a menos de que pueda usar sus manos para operarlo
y su mente inventiva para adaptarlo a sus propios fines creativos.

Con toda seguridad, casi todos los padres han tenido la experiencia de comprar
demasiados juguetes para su primer hijo: la mayoría compra un número menor para el
segundo, una vez que comprende que los niños no tienen una necesidad particular de un
gran número de juguetes, sino más bien de unos pocos muy buenos. Para el niño,
cualquier cosa que atraiga su mirada y cualquier cosa que pueda tocar con sus manos es
un juguete. No hay ninguna necesidad de darles juguetes acabados, ni tampoco de
insistirles en que juegue de acuerdo con las ideas preconcebidas de los adultos acerca de
lo que debe ser el juego.

Las actividades tan simples como el modelo en arcilla, los recortes de papel y los
dobleces en papel, fomentan la creatividad en los niños

He aconsejado a los padres que eviten los juguetes que en sí son completos y que les
den a sus hijos juguetes cuyo manejo sea interesante, en vez de aquellos que sólo tienen
una apariencia agradable. ¿Cuáles son entonces los juguetes más adecuados para
satisfacer estos requerimientos?

Si miramos a nuestro alrededor, tal vez nos sorprendamos al estar conscientes una vez
más del valor de los juguetes más simples que se han usado durante generaciones, en
vez de los de reciente creación y que salen a la venta por vez primera. Entre esos
antiguos objetos de juego están la arcilla, el papel para recortar y el papel de colores para
doblarlo y crear figuras.

Todos esos materiales comparten una característica común: carecen de una forma y
significado concretos. En otras palabras, pueden adoptar cualquier forma, dependiendo
de lo que uno haga con ellos. Esta es precisamente la razón por la cual son juguetes
excelentes para el pequeño en una época en que su intelecto se desarrolla con mayor
rapidez, porque pueden usarse en diferentes formas a medida que el niño se desarrolla.

Supongamos, por ejemplo, que a un bebé de menos de


un año de edad le damos arcilla y papel de colores.
Jugará vagamente con ellos, sin tratar particularmente
de hacer determinada cosa, sino observando y
examinando el material; no obstante, incluso si no tiene
la menor intención de manipular los materiales, la arcilla
y el papel de colores cambian de aspecto al manejarlos,
adoptando diferentes formas y configuraciones. El
pequeño observa los cambios con sorpresa y eso sí es
una importante experiencia para su crecimiento.

En esta etapa, el pequeño simplemente repetirá la


“operación de jugar”, interesado, por una parte, en los cambios de los materiales y por la
otra, agradablemente estimulado por la experiencia de tocar el papel y la arcilla. De esta
manera aprende de forma intuitiva la relación causal entre la acción de mover sus dedos y
la transformación de la arcilla y el papel.

Sin embargo, en forma gradual, al no sentirse satisfecho simplemente con aplastar la


arcilla o arrugar y romper el papel, el niño empezará a aplanar un terrón de arcilla,
dándole una forma redondeada, diciendo, “es un plato”, o bien, a doblar una esquina de
papel de colores y declarar “es un barco”. Los juguetes de este tipo son materiales
flexibles con los cuales pueden hacerse cosas muy sencillas o muy complicadas,
dependiendo de las diferentes fases del crecimiento.

Existe una diferencia muy marcada entre la habilidad con que el niño a quien se le ofreció
la arcilla a una edad muy temprana crea determinadas
cosas y la de otro a quien no se le ofreció. Esto no es
tanto una cuestión de familiaridad o afición por el barro,
sino lo más importante se debe al grado de desarrollo
intelectual y creativo que ha estimulado el juego con la
arcilla a una edad temprana. La destreza y la
autoexpresión solamente son dos de las cualidades que
esas actividades han fomentado en el niño.

La “actuación” desarrolla la creatividad del niño

En las secciones precedentes he hablado de mis


propias ideas sobre el juego y los juguetes. Y lo mismo
que en el caso de las lecciones de violín o las clases de idiomas, cuyo verdadero
propósito no es entrenar al niño a fin de que adquiera una habilidad, sino sacar a relucir el
infinito potencial que posee, el juego no estructurado está encaminado al desarrollo del
pequeño, no a lograr un resultado predeterminado.

Los Illingworth, coautores del libro titulado SomeAspects of theEarlyLife of UnusualMen


and Women, han llegado a la siguiente conclusión: cualquier niño, ya sea que esté o no
destinado a la “grandeza” merece simpatía, aliento y ayuda a fin de desarrollar lo mejor
que hay en él, sin importar a que clase social pertenece por su nacimiento o su color de
piel. Nosotros los adultos tenemos la obligación de proporcionar a nuestros hijos esa
simpatía, aliento y ayuda, y por encima de todo esto significa dedicarles tiempo y
paciencia.

El señor GoroMaki, escritor de historias infantiles,


cree que el drama es uno de los mejores medios de
avivar la actividad creativa del niño. Sin embargo,
añade con tristeza, “la actuación lleva tanto tiempo
para demostrar sus beneficios para el niño, que los
padres que esperan resultados inmediatos, como las
“mamás-educación” en el mal sentido de la palabra,
tienden a mostrarse impacientes”. De acuerdo con las
investigaciones que he presenciado, los niños a
quienes se ha alentado a jugar al teatro, a inventar
sus propios dramas, durante el primero y segundo
año de la escuela primaria, no se desempeñan mejor que los demás y a veces incluso
están un poco más abajo del promedio; pero durante el tercer año, de pronto empiezan a
sobresalir, dejando muy atrás a los otros niños.

Permítanme explicarles aquí brevemente lo que quiero decir con “actuación” o drama.
Esto no debe confundirse con “pretender ser uno de los personajes de un drama”, y
tampoco se trata exactamente de una mímica: es una actividad creativa en la cual el niño
expresa, en una forma activa a través de su cuerpo, lo que él mismo siente y piensa, en
vez de hacerlo por medio de lápices, crayolas o de algún instrumento. Tampoco tiene
nada que ver con el entrenamiento para hablar o con la expresión oral en público, aun
cuando no pretende negar que un niño que durante su infancia ha tenido alguna
experiencia en drama, no resulte con un espléndido talento para la actuación o la oratoria.

Sin embargo, lo más importante es que eso le permite al niño expresarse en una forma
directa, y en relación con los demás miembros de un grupo.

La “actuación” siempre debe ser básicamente libertad de autoexpresión.

El ejército físico estimula el desarrollo del intelecto

Cuando regreso a casa después de uno de mis viajes al extranjero, a menudo me siento
sorprendido entre la forma de caminar tan débil de los japoneses. De acuerdo con el
profesor KunioAkutsu, de la universidad Senshu, quien ha efectuado labores de
investigación para la asociación del desarrollo temprano, esa postura tan negligente al
caminar se debe a la falta de un entrenamiento adecuado en las actividades motrices
básicas tales como ponerse en pie y sentarse durante la infancia, cuando empieza a
desarrollarse el circuito de los nervios.

Los bebés empiezan a caminar, cuando muy pronto, a los ocho meses de edad. A menos
de que reciban un entrenamiento adecuado en los movimientos básicos a esa edad,
jamás aprenderán a hacerlo correctamente y tampoco adquirirán las habilidades físicas e
intelectuales más complejas que se basan en esos
circuitos cerebrales. En este sentido, el principio del
entrenamiento temprano para aprender a “caminar”, que
en sí es una actividad de lo más ordinaria, es
exactamente el mismo que el de las lecciones de violín o
de las clases de idiomas extranjeros.

En las siguientes secciones discutiré los ejercicios físicos


del bebé, porque deseo que los padres estén
conscientes, en primer lugar, del hecho de que las
habilidades motrices fundamentales deben enseñarse
durante la infancia, antes de que sea demasiado tarde; y
en segundo, de que ese entrenamiento, si se lleva a
cabo en la forma adecuada, estimula el desarrollo del intelecto infantil. Hay una máxima
japonesa que dice, “una mente superior mora en un cuerpo activo”.

Durante la infancia, y antes de la edad escolar, la mente del niño no crece en una forma
independiente del cuerpo, sino que se desarrolla dentro de una estrecha relación con
todas y cada una de las actividades físicas y las experiencias sensoriales. Como antes
mencioné la natación durante el primer año de vida del bebé, promueve no sólo el
desarrollo de sus músculos, sino que también agudiza sus reflejos. Y el profesor Akutsu
declara, “el enseñarle al bebé el ejercicio físico mejora los órganos y sistemas individuales
del cuerpo, reforzando y vigorizando su resistencia a la presiones y tensiones del
exterior”.

Cualquier bebé abandonando a sus propios medios puede crecer, siempre y cuando le
dan leche y protección; sin embargo, si eso es todo lo que se le da, no podrá desarrollar
toda la gama de potenciales con la cual viene al mundo. El ejercicio físico es una de las
primeras cosas que necesita, porque estimula el desarrollo de músculos, huesos y
órganos internos, así como el desarrollo del cerebro.

Se ha dicho que un niño que empieza a caminar a una edad temprana es inteligente. Y
bien podría ser que esté mucho más desarrollado en el aspecto intelectual, precisamente
porque ejercita una actividad mucho mayor.

Mejor es entrenar la mano izquierda tanto como la derecha

¿Cuántas personas zurdas han visto en su propio círculo inmediato? ¿Una o dos cuando
mucho? Y todavía es menor el número de personas ambidiestras; de hecho, difícilmente
las hay. No se sí Adán y Eva usaban la mano derecha, pero en cierto momento de la
historia parece que se aceptó como una norma el uso de la mano derecha. Los controles
de los automóviles, los equipos deportivos, los utensilios de cocina y las herramientas,
todo ello se fabrica para la mano derecha. De manera que por tradición, los padres tratan
de enseñar a sus hijos a emplear la mano derecha.

En Estados Unidos parece haber un número mayor de zurdos que en Japón, pero por lo
general, es mayor el número de personas que usan la mano derecha que el de zurdos.
¿Existe alguna razón válida para usar la mano derecha?

Hay una extraña teoría de que el uso de la mano


izquierda ejerce cierta presión sobre el corazón,
pero yo jamás he oído hablar de una correlación
entre el uso de la mano izquierda y un
padecimiento cardiaco. Sin embargo, sí conozco
el caso de un hombre zurdo que cuando era niño
se entrenó para usar también la mano derecha y
que ahora disfruta de la inmensa comodidad de
poder usar ambas manos. Por ejemplo, cuando escribe emplea primero la mano derecha
y cuando esa mano se cansa cambia con gran facilidad a la izquierda. Cuando me enteré
de esto, intenté en vano entrenar mi mano izquierda, pero a mi edad la escritura con la
mano izquierda da la impresión de que se trata de gusanos que se arrastran unos encima
de otros. Ni siquiera tengo buena puntería para lanzar una pelota con la izquierda.

Tanto la mano izquierda como la derecha han vivido el mismo periodo de tiempo y la
estructura ósea de una no difiere en nada de la otra. Entonces, ¿por qué debe existir tanta
diferencia entre ambas? Parece que sólo hay una razón: durante la infancia, las dos
manos reciben un trato diferente. El hecho de que la mano derecha de un zurdo sea torpe
y desmañada como la izquierda de una persona acostumbrada a usar la derecha, sugiere
que a menos de que ambas reciban un entrenamiento adecuado, no funcionarán de
ninguna manera e incluso sería imposible sostener con ellas los palillos chinos.

De acuerdo con el doctor Shinichi Suzuki, los monos son ambidextros; a pesar de que
supuestamente, su inteligencia es inferior a la del ser humano, pueden usar libremente
ambas manos para comer y hacer ejercicio. De manera que los seres humanos somos
inferiores a los monos en lo que concierne al uso de la mano izquierda. Lo que es más, he
escuchado la sugerencia de que la mano derecha de un bebé humano podría resultar
parcialmente incapacitada si la madre llegase a caer en el hábito de amamantar a su bebé
sosteniéndolo sólo con el brazo izquierdo, quizá mientras usa la mano derecha para hacer
otra cosa al mismo tiempo, porque entonces la mano derecha del bebé siempre estaría
oprimida contra su cuerpo y se vería obligado a empezar a asir las cosas con la izquierda.
O tal vez simplemente se deba a que si un niño pequeño empieza a escribir con la mano
izquierda, es lógico que empiece a desarrollarse más que la derecha.

De manera que parece muy posible que seamos capaces de desarrollar el uso de ambas
manos, convirtiéndonos en ambidextros, pero esto depende del entrenamiento durante la
infancia. Antes mencioné que un entrenamiento en la manipulación de los dedos
contribuye en gran parte al desarrollo del intelecto y también desde este punto de vista
sería una lástima descuidar el entrenamiento de la mano izquierda.

Los niños deberían caminar mucho durante su infancia

Sin lugar a dudas debido a los riesgos del tráfico moderno,


ya no vemos a los niños pequeños caminando por las
calles y cuando llegamos a verlos, es muy probable que
vayan a rastrar de la mano de la madre, en vez de caminar
por sí solos. Antes de que empiecen a quejarse, declarando
que no tienen tiempo de caminar a paso de un niño que
apenas empieza a andar, me gustaría que pensaran
seriamente en lo que para el bebé significa “caminar”.
La caminata es un ejercicio que involucra a todo el cuerpo: del total de 639 músculos del
cuerpo humano, se dice que se usan 400 al caminar. A diferencia de la mayor parte de las
demás actividades musculares, la caminata no es un ejercicio continuo, sino un ritmo de
“avanzar” y “descansar”. La forma correcta de caminar siempre ha consistido en mover los
músculos de una pierna en tanto que descansas los de la otra. De manera que se trata de
un movimiento suave en el cual no se desperdicia ningún esfuerzo.

Por ejemplo, no es coincidencia que los escritores a menudo confiesan que si salen a
caminar un poco cuando se sienten cansados, es muy probable que les vengan a la
mente nueva ideas: con toda posibilidad, el acto físico de caminar actúa como un estímulo
mental.

Damos por sentado el acto de caminar, pero no es una actividad natural para todos los
seres humanos y esto resulta evidente en la historia de Amala y Kamala, las niñas lobas.
Un bebé jamás dejaría de gatear si estuviese rodeado de personas que no hicieran otra
cosa que arrastrarse sobre manos y rodillas. Esa es la razón por la cual para un niño es
tan importante que se le enseñe a caminar correctamente desde su infancia.

Existe una curiosa teoría que sostiene que cuando una persona arrastra los pies, se debe
a que durante su infancia la obligaron a usar zapatos demasiados grandes para sus pies y
se veían obligada a arrastrarlos a fin de conservar los zapatos puestos. Ya sea que esta
teoría sea o no cierta, muy bien podría ser posible conocer algo del nivel intelectual de
una persona basándose en su forma de caminar.

El desarrollo motriz también depende del entrenamiento

El nombre de KeikiIkeda es muy conocido entre los


aficionados al atletismo de todo el mundo. Es la mujer
que la olimpiada se distinguió en los eventos
gimnásticos durante la Olimpiada de Tokio. En la revista
EarlyDevelopmentencontré el siguiente artículo acerca
de la señora Ikeda.

Tanto el señor como la señora Ikeda son gimnastas.


Cuando nació su primer bebé, le dedicaron una gran
atención tratando de enseñarle los “ejercicios para
bebé” de la Asociación, y muy pronto el niño podría
efectuar saltos mortales. Para la época en que cursaba
el segundo año de primaria ya podía saltar de una silla,
dar un salto mortal y era una sorprendente promesa para la gimnasia. Satisfechos y
contentos, los señores Ikeda llegaron a la conclusión de que el pequeño había heredado
sus propias habilidades; de allí que suponiendo que llevaba el talento “en la sangre”, no le
ofrecieron ningún entrenamiento a su segundo hijo. Este niño, nacido de los mismos
padres atléticos, no podía hacer ningún ejercicio gimnástico, mucho menos un salto
mortal. Debido al ejemplo de su segundo hijo, el señor y la señora Ikeda adquirieron plena
conciencia de que la habilidad motriz tiene muy poco que ver con la herencia.

Es muy cierto que el aspecto físico y la coordinación están influidos por la herencia, pero
la forma en la cual una persona usa aquello con lo que ha nacido, depende enteramente
del entrenamiento que se recibe después del nacimiento. Aun cuando una persona puede
nacer con un físico adecuado para la natación, el atletismo o la gimnasia, tales
habilidades potenciales no llegarán a desarrollarse sin un entrenamiento adecuado. En
otras palabras, un niño que nace con físico inferior podría desarrollarse hasta adquirir
habilidades superiores, mediante un
entrenamiento adecuado durante la infancia.

El hermano y la hermana genios que hablan


siete idiomas, a quienes me referí con
anterioridad, no estaban particularmente bien
constituidos al nacer. Sin embargo, con un
entrenamiento en la marcha al trote y los
ejercicios de plancha durante su infancia,
crecieron hasta llegar a estar por encima del
promedio en sus habilidades motrices. La
hermana, más pequeña, empezó a recibir el entrenamiento del padre desde los siete
meses de edad, en comparación con su hermano mayor, cuyo entrenamiento se inició
cuando tenía dos años y medio. Debido a esta diferencia, y a pesar de que ambos son
veloces corredores, el hermano no siempre resulta ganador de sus competencias de
atletismo, mientras que la hermana siempre llega en primer lugar sin dificultad alguna,
incluso saludando con la mano a los espectadores en el momento de cruzar la línea de la
meta. Nacidos de los mismos padres, la diferencia de edades al iniciarse su
entrenamiento, fue lo que ocasionó esta variación en sus habilidades motrices.

Este ejemplo ilustra, una vez más, la razón por la cual el desarrollo motriz depende del
entrenamiento después del nacimiento, más que de los propios genes. El llamado talento
atlético “innato” es, en realidad, una cuestión de “nacer en un medio ambiente atlético”.

Mientras más pronto comience una persona a practicar los deportes, mejor
deportista será

Ya he mencionado que un bebé de sólo unos cuantos meses de nacido puede nadar, y
que un niño que apenas empieza a caminar puede aprender a patinar. Por otra parte, un
adulto que no sabe nadar ni patinar encontrará muy difícil el aprendizaje de esas
habilidades: de hecho, su progreso en la adquisición de ellas puede ser tan lento que se
ve obligado a renunciar, desesperado.

Estos ejemplos sugieren que las reacciones motrices deberían entrenarse cuando el
cerebro todavía es como una hoja de papel en
blanco, antes de que esté terminado el
proceso de establecimiento de los circuitos. Yo
empecé a jugar golf después de los cuarenta años,
pero a pesar de quince años de experiencia,
todavía no soy tan buen jugador, por lo cual me
siento un tanto tan desalentado. De haber
empezado mucho tiempo antes, habría sido mejor
jugador que ahora y sin tantas dificultades.

Conozco a un estadunidense que es muy


aficionado al golf, e hizo que sus dos hijos aprendieran a jugarlo cuando eran pequeños,
el mayor de nueve y el menor de siete años de edad. Ahora, ocho años después, el
handicap del mayor es de nueve, pero el del menor es de siete y, sin lugar a dudas, es el
mejor golfista de ambos hermanos.

Esto no significa necesariamente que las reacciones motrices del hijo menor estén más
desarrolladas que las del mayor. Por el contrario, el último tiene una mejor constitución
física que el primero y lo supera en otros deportes. El padre observó a sus hijos muy de
cerca para averiguar por qué el hijo menor destaca en el golf, ya que creía que al resolver
este misterio obtendría la clave para jugar golf con mayor habilidad. Sin embargo, no ha
podido encontrar la solución, y la única pista que le ha venido a la mente es el hecho de
que mientras el mayor empezó a jugar golf a los nueve años de edad, el menor empezó a
los siete. Me parece que sólo hay una conclusión para esto: mientras más pronto empiece
una persona a practicar un deporte, incluyendo el golf, mejor deportista llegará a ser.

El niño no hace ninguna distinción entre juego y trabajo

Me gustaría darles el siguiente consejo: “dejen que su hijo pequeño desempeñe tanto
trabajo como le sea posible, a condición de que ustedes no esperen resultados ni que lo
termine”.

En otras palabras, para el niño, que no distingue entre


juego y trabajo, todo es juego o todo es trabajo. Por muy
extremo que esto pueda sonar a los oídos de un adulto,
para el niño es algo muy natural.

Para el pequeño, cualquier actividad carece de objetivo, o


mejor dicho, si hay algún objetivo, éste se encuentra en la
acción misma. No obstante, los adultos tenemos la noción de que es necesario terminar
incluso la tarea más sencilla, y esa es la noción que nos hace diferenciar el trabajo del
juego. No importa lo sencillo que pueda ser el trabajo, debemos enseñar al niño la forma
de desempeñarlo, por ejemplo, cómo debe manipular sus dedos y usar su cuerpo.

En ocasiones el trabajo requiere cierta cautela y concentración mental, algo que no es


necesario en el juego. Sin embargo, un simple entrenamiento en el trabajo será muy
benéfico para el desarrollo del intelecto y de las reacciones motrices del pequeño, y vale
la pena el esfuerzo involucrado en la enseñanza.

El señor SeijiKaya, ex presidente de la universidad de Tokio, recuerda que durante su


infancia, en muchas ocasiones le pedían que desyerbara el jardín. Es de sorprender la
forma en que muchos padres parecen olvidarse de aprovechar tales trabajos como
desyerbar, trapear y regar, todos las cuales se relacionan estrechamente con la vida
cotidiana y son fáciles de enseñar, como un medio de entrenar al niño. Se preocupan más
por las clases de música, que a menudo están más allá de su capacidad de enseñar.

En verdad, sería mucho más fácil que los padres permitieran


que sus hijos jugaran a solas por sí mismos, ya que el juego
no requiere enseñanza de ninguna clase, pues se necesita un
considerable esfuerzo para tratar de enseñarle a un pequeño
el desempeño de trabajos que no es posible esperar que se
efectúe en la forma correcta. Pero si los padres, para evitarse
este problema, buscan una explicación racional, declarando,
“es cruel obligar a un niño a trabajar”, creo que están
defraudando a sus hijos.
QUINTA PARTE
Algunas cosas que deben evitarse
Y UNA MIRADA HACIA EL FUTURO

El desarrollo temprano no es una educación preparatoria para el jardín de niños y la


escuela primaria

Desde que empecé a escribir con regularidad sobre el desarrollo temprano en una revista
semanal, he recibido una gran variedad de reacciones y muchos padres me han escrito
narrándome sus propias experiencias, las cuales han confirmado mi manera de pensar
acerca del desarrollo temprano.

Por supuesto, hay escépticos y oponentes de mis ideas, pero, en general, todos los
padres se muestran entusiastas en lo que se refiere al desarrollo temprano, a pesar de
que muchos de ellos todavía lo consideran como una educación para los talentosos o
para producir genios. Sin embargo, una madre que ha captado con toda claridad el
concepto del infinito potencial existente en el niño, me da la impresión de que considera el
desarrollo temprano en una forma demasiado literal en términos de una preparación para
la escuela.

“¿No hay algo malo en la educación escolar actual”, me escribe, “más que en la
educación infantil?”. Es de dudar si el sistema educativo actual es adecuado para el
desarrollo posterior de las habilidades fomentadas por el desarrollo temprano. Ustedes
hablan del desarrollo temprano y de otras cosas por el estilo, pero ¿acaso no es como
marchitar un botón si el único fin que se ofrece al niño en la escuela es llegar a ser el
mejor alumno, sobre la base de los exámenes?

En Japón, ningún padre está libre de dudas acerca del sistema escolar actual y yo mismo
tengo mis dudas. Todos los niños siguen la misma senda, ingresando a la escuela
primaria a los seis años de edad, después avanzando a la secundaria y a la preparatoria
y, por último, a la universidad. Este sistema es de lo más inadecuado para quienes
poseen cierto talento y una carga muy pesada para quienes no son tan capaces. No es
posible que un sistema educativo estándar produzca hombres capaces de asumir las
responsabilidades del siglo XXI.

Es precisamente debido a ese defecto en el sistema educativo actual, por lo que


experimento en forma más aguda la necesidad de un desarrollo temprano. Un niño
entrenado en forma adecuada en el desarrollo temprano parece desempeñarse bien en la
escuela; da la impresión de crecer sin problema alguno y gozar de buena salud, a pesar
del sistema de obtención de calificaciones que impera en las escuelas. Siempre y cuando
se haya sembrado una buena simiente en el pequeño durante los años tan decisivos de la
infancia, crecerá hasta convertirse en un niño fuerte y capaz de sobreponerse a cualquier
circunstancia difícil.

Lo que es más, no puedo creer que el sistema educativo actual dure eternamente. Confío
en que los padres insistan en los cambios que deben tener lugar, ya que en ellos
descansa el destino de nuestra sociedad y de las futuras generaciones.

No se necesita dinero ni tiempo para el desarrollo temprano

A menudo escucho las siguientes objeciones a mis teorías: “Comprendo muy bien lo que
usted dice, pero no dispongo del tiempo ni del dinero necesarios para hacer tanto por mi
hijo. Después de todo, el desarrollo temprano es para las contadas personas que cuentan
con tiempo y dinero”. Sin embargo, el hecho de poder educar a nuestros hijos es algo muy
diferente de poder permitirnos ratos de ocio o actividades recreativas. Educar a un
pequeño no es algo tan sencillo que sólo pueda hacerse con tiempo y dinero.

Entre los padres japoneses a quienes veo enviar a sus hijos a tomar clases de violín o de
inglés, ciertamente, hay algunos que lo hacen simplemente para matar el tiempo o en
beneficio de su vanidad. A menudo ataviados con ropa costosa y conduciendo sus
propios automóviles, llevan a sus hijos a las clases tan sólo con el afán de exhibirse: ¡no
es de sorprender que muchos consideren al desarrollo temprano como un pasatiempo
para los ricos! Pero esos son aspectos superficiales, y muchos padres de menos recursos
tienen que hacer grandes esfuerzos para disponer del tiempo y del dinero para las clases
de sus hijos.

Sin embargo, las lecciones de violín o de idiomas extranjeros no son el único medio de
desarrollar el potencial de su hijo. Todos los padres que se preocupen seriamente por sus
hijos, pensarán en otras ideas educativas que reemplacen las lecciones de violín y de
idiomas. Teniendo esto en mente, y hasta donde me lo permite mi capacidad, yo también
he estado pensando en algunas alternativas.

Si suponemos que el tiempo y el dinero son esenciales para el desarrollo del potencial en
el niño, ¿por qué entonces tanta gente nacida en hogares opulentos tiene habilidades
inferiores, y tantos nacidos en hogares pobres poseen grandes talentos?

Ciertamente, la educación no depende del dinero ni del tiempo, pero ¿no creen que sí
depende del amor y los esfuerzos de los padres?

Los padres que carecen de una visión del futuro son incapaces de educar a sus
hijos

En Japón, bajo el actual sistema educativo, cualquier persona que estudie puede ingresar
en cualquier colegio o universidad, sin importar su linaje, su posición social o sus recursos
financieros. Esto en sí es un hecho maravilloso, pero por otra parte, ha dado origen a un
mal, la educación universitaria se ha convertido en una finalidad absoluta, asignando un
valor irreal a las carreras académicas.

Se piensa que el éxito en la vida es imposible sin un título universitario, por lo que todo el
mundo quiere estudiar. Un título de una universidad de primera, garantiza un puesto en
una compañía de prestigio, así que todos siguen la misma senda, presentando examen
tras otro desde los días del jardín de niños y de la escuela primaria. Esa es la razón por la
cual muchos padres consideran al desarrollo temprano como una forma más de ayudar a
sus hijos a tener un buen comienzo en la vida, una iniciación temprana hacia un sistema
orientado a los exámenes.

Pero, ¿cuánto tiempo durarán estos valores actuales en nuestro mundo en constante
cambio? Lo que ahora se considera como lo más deseable no lo será necesariamente el
día de mañana y muchos menos dentro de veinte o treinta años, cuando los niños de
ahora sean adultos.
Su hijo no podrá ser útil para la siguiente generación si lo educan teniendo en mente sólo
el presente; ya que los niños de hoy tendrán que sobrellevar las responsabilidades del
siglo XXI, un siglo que está poco menos de veinte años de distancia, pero cuyas
exigencias están fuera del alcance de nuestra imaginación.

Los padres que no tienen una visión del futuro serán incapaces de educar hijos que
puedan asumir tal responsabilidad. No basta con una perspectiva a corto plazo del
presente. No hay ningún padre o madre que no desee y no ruegue por lo mejor para su
hijo, pero lo más importante es qué consideran los padres “bueno” y “provechoso”. No
creo que los padres que son tan pocos previsores como para evaluar sólo el presente y
que no tienen ninguna visión para el siglo XXI, tengan el derecho de educar a sus hijos.

No hay nada más importante que criar a un niño

“Estoy demasiado ocupado cuidando a mi hijo para que también pueda dedicarme a
educarlo. Las teorías ideales están muy bien, pero no me es posible ponerlas en práctica”.

Con frecuencia me tropiezo con una respuesta como ésta cuando discuto mis teorías
acerca del desarrollo temprano. Sin embargo, me parece que el hecho de hacer una
distinción entre la crianza de los niños y la educación infantil es en sí el error principal. La
crianza cotidiana de un niño pequeño es la educación infantil, es decir, el desarrollo
temprano. La actitud de los padres y sus sentimientos hacia el niño son lo que influye más
sutilmente en el desarrollo de un pequeño.

Sin lugar a dudas, hay muchas madres que piensan que deben salir a trabajar por
razones financieras y también hay otras que creen que hacen todo lo que deben
alimentando al niño y atendiendo a sus necesidades físicas, pero ¿acaso en el mundo hay
una educación mejor que el afecto de una madre?

El doctor ShinichiSuziki expresa mi manera de pensar cuando hace hincapié en la


importancia de la maternidad y de las madres en la
grandiosa empresa de criar a los hijos. De hecho, se sabe
que ha amonestado severamente a los padres acerca de
este aspecto.

“¿Qué significa eso de que no pueden encargarse de su


bebé porque están demasiado ocupadas con otras cosas?
¿Acaso en todo el mundo hay un trabajo que sea más
importante que criar a su bebé? De ser así, ¿por qué
tuvieron un bebé?

La educación de los padres precede al desarrollo temprano

He hablado de la necesidad de que los padres cambien sus actitudes hacia el desarrollo
temprano antes de que puedan ponerlo en práctica en la forma correcta. El desarrollo
temprano se inicia precisamente con la educación de los padres. Y todo lo que he escrito
hasta este momento es una parte de la educación de los padres, en el sentido de que
todo ha sido con objeto de abrirles los ojos al desarrollo temprano.

Esta manera de hablar quizá les parezca un tanto ofensiva a los padres que leen este
libro; pero no pueden confiar en ninguna otra persona para que eduque a su hijo, en
particular cuando es muy pequeño. Sólo hay una forma de hacerlo; ustedes los padres, en
particular la madre, deben esforzarse en hacerlo por sí mismos, esforzándose en pensar y
aprender por ustedes mismos. No tiene caso decirle al niño, “necesitas esta educación”.
Su hijo no puede establecer un compromiso con la forma en que lo crían porque no puede
elegir.

Y tampoco pueden imponerle sus ideas a nadie más, declarando, “éste es un buen
método de educación, ¿quieren intentarlo con mi hijo y educarlo?” ¿Acaso no es justo que
los padres, en bien de su hijo, quieran elegir y decidir por sí mismos acerca de las teorías
y métodos educativos que son más convincentes para ellos?

De manera que les suplico que lo primero que deben hacer es educarse a sí mismos.
Afortunadamente, el adulto posee una voluntad propia, a diferencia del niño pequeño.
Pero con esto no trato de decir que los padres necesiten educarse en el sentido
académico de la palabra, quiero decir que deben tratar de aprender voluntariamente por sí
mismos.

Quienes se dedican a la enseñanza no sólo aprenden acerca de sus propias disciplinas,


es decir, de los temas que enseñan, sino también acerca de todos los aspectos
esenciales de la psicología del desarrollo y de los procesos sociales y emocionales
mediante los cuales nos “convertimos” en seres humanos. De igual manera, quisiera que
la madre, la primera y mejor maestra de su hijo, aprendiera por sí misma los aspectos
básicos de la teoría educativa, de manera que realmente pueda adquirir una gran
habilidad en la crianza de los niños.

Los padres nunca deben olvidarse de aprender del niño

Una de las trampas más peligrosas en las cuales puede caer la madre en la educación de
su hijo es la complacencia, que puede deberse a su entusiasmo mismo. Al desear el bien
del niño, inadvertidamente puede asumir el papel de un opresor, imponiéndole su
voluntad.
Esta tendencia se ve reforzada por la vida tan protegida que a menudo llevan las madres
cuando están involucradas en el cuidado de la casa y de los hijos. No debe hacérsele
sentir que ella es la única responsable de criar a su hijo, llevando toda la carga sobre sus
hombros: Debe contar con el pleno apoyo del padre del niño y de ser posible también con
el del abuelo y la abuela; y al mismo tiempo, debe volver su atención a los
acontecimientos del mundo exterior.

Pero lo más importante de todo, la madre jamás debe olvidarse de aprender de su propio
hijo, con objeto de no caer en el hábito de tratarlo en una forma autoritaria, de acuerdo
con sus propios conceptos y sus propias necesidades.

William Wordsworth escribió en una ocasión que “el niños es el padre del hombre…”,
mientras que la señora Montessori decía que “el niño es el maestro del hombre”. Esas
palabras no fueron escritas como una referencia especial al desarrollo temprano. Son
comentarios sobre la vida en general; “el hombre” tiene mucho que aprender del “niño”. El
hombre ha estado consciente de la importancia de conocer a su propio yo desde los
inicios de la historia y ha estado luchando por alcanzar esa meta. Su estudio del yo ha
implicado teorías respaldadas por la ciencia, por los estudios de biología, medicina y
psicología. Y la señora Montessori hace el fascinante comentario de que mientras el
primer estudio del cuerpo humano se llevó a cabo en un cadáver, el estudio de la mente
humana se ha efectuado con un hombre recién nacido, el niño.

Por supuesto no quiero decir que deban emprender un curso académico sobre ciencias
biológicas o filosofía. Todo lo que trato de decir es que si una madre se vuelve
complaciente y dogmática es muy probable que pierda su propio yo; se vuelve incapaz de
una observación y una evaluación imparciales y serenas de sus propias actitudes y
manera de pensar. A fin de evitar esto, es muy importante que la madre sea capaz de
observar a su hijo en una forma objetiva: lo que dice y siente y la forma en que se
comporta. En esta forma de abordar a su hijo, lo que encuentre será un descubrimiento de
su propio yo y también un conocimiento que podrá aplicar directamente a la educación de
ese pequeño.

El sentido en el cual la madre, más que el padre, es quien ayuda al niño a


convertirse en un ser humano
digno

En el mundo han vivido


muchos hombres a
quienes se ha calificado de
“genios”. Sin lugar a dudas, se
trata de individuos
talentosos, muchos de los cuales han contribuido grandemente al progreso material y a la
felicidad de la humanidad. No obstante, a menudo hay otro aspecto en esos hombres:
muchos de ellos no necesariamente fueron felices en su propia vida, debido a que eran
emocionalmente inestables o físicamente débiles.

Esos hombres no nacieron genios, ni fracasados y tampoco débiles. Un estudio de su vida


a menudo revela que la causa de su infelicidad data de los años de su infancia y de la
clase de educación que recibieron entonces. Por ejemplo, el padre y la madre, en
particular el padre de esos niños, fueron educadores eruditos y entusiastas. No hay nada
de malo en que los padres sean educadores eruditos y entusiastas: por el contrario,
podría decirse que fueron precisamente esos padres los que hicieron posible el desarrollo
de sus talentos especiales. Sin embargo, esos entusiastas educadores no permitieron que
sus hijos jugaran en compañía de otros niños y al verse privados del contacto social y del
entrenamiento físico, esos niños crecieron hasta convertirse en seres humanos
desequilibrados, por muy talentosos que fueses.

Un buen ejemplo de ellos es el filósofo francés Blaise Pascal, autor de Pensamientos.


Pascal recibió en su mismo hogar la rigurosa educación de su padre, quien depositando
sus esperanzas en su hijo para los años por venir, se retiró del puesto que ocupaba en el
gobierno, a fin de dedicar toda su vida a la enseñanza de su hijo. Le enseñó geografía,
historia, filosofía, idiomas y matemáticas. No atestó con hechos la mente del niño, sino
que con cautela y constancia trató de inculcar en él una capacidad de pensar por sí
mismo. Pascal llegó a distinguirse más adelante en la vida en una forma brillante como
matemático, físico y filósofo religioso, y hoy día hay muy pocas personas que no estén
familiarizadas con sus Pensées, o Pensamientos, en una forma o en otra. La famosa
frase: “El hombre es sólo un junco, el de naturaleza más débil, pero es un junco
pensante”, es de Pascal.

No obstante, la mayor parte del mundo no conoce la confesión de ese gran hombre, de
que no disfrutó de un solo día de paz después de los dieciocho años de edad, durante su
corta vida de treinta y nueve años. Su madre falleció cuando apenas contaba tres años,
por consiguiente, jamás conoció el afecto materno. Privado además de la compañía de
otros niños, sólo conoció a su padre y su severo entrenamiento. ¿No es razonable que
tales condiciones afectaran la constitución física y la conformación mental de Pascal?

Un padre puede criar a un genio anormal; pero un ser humano, bien equilibrado tanto
mental como corporalmente, necesita ese aliento que tradicionalmente proporciona la
madre. Esa es la razón por la cual no he dejado de insistir en papel de la madre como
algo especial para el desarrollo temprano.
Las madres no deben imponer a sus hijos el desarrollo temprano

En japonés, la palabra “educación” por alguna razón connota coerción y presión y esa es
la razón por la cual muchos malinterpretan, pensando que el desarrollo temprano obliga a
los niños a hacer lo que no quieren hacer, al mismo tiempo que se hace caso omiso de
sus intereses y deseos. Por supuesto, los bebés recién nacidos son incapaces de
expresar con claridad lo que les agrada y lo que les desagrada; sin embargo, la madre
debe ser capaz de adivinar, por las reacciones de su bebé, lo que está dispuesto a
aceptar y lo que no está dispuesto a aceptar.

Uno de los papeles de la madre es observar con sumo cuidado qué es lo que quiere su
bebé, ofreciéndole el estímulo que tanto anhela. Si se obliga al niño a hacer aquello que
no desea, o si se le coacciona a hacer algo en lo que ya ha perdido interés, eso no
producirá en ese niño otra cosa que no sea frustración.

Podría decirse que debido a que la palabra “educación” implica cierto sentido de “dar”,
cualquiera colocado en una posición de enseñar se apresura a llenar ese papel. Yo
mismo considero lo mejor de la educación en el sentido de “dar”, tal y como se logra fuera
del proceso total que llamamos “educación”. Por ejemplo, en Japón ningún padre
considera que fue él quien le enseñó a su hijo el idioma japonés cuando el niño empieza a
hablarlo. Sin embargo, el estímulo a aprender debió surgir en cierta forma de los padres,
incluso si nadie lo llama “educación”.

La forma de hablar, las acciones y sentimientos de la madre siempre se transmiten al hijo,


influyendo en la formación de sus habilidades y de su carácter. En otras palabras, la vida
cotidiana que ambos comparten es educación, a pesar de que no se la conoce con ese
nombre. Enseñarle algo al niño es sólo uno de los medios de la educación; no es el todo.

Según el señor AkiraTago, profesor adjunto de la universidad de Chiba, quien se ha


dedicado a estudiar los años infantiles de las vidas de hombres prominentes, no hay
ningún método educativo que sea más efectivo que aquel que estimula a un niño a
sentirse naturalmente motivado, en una forma no compulsiva. Es el único método
adecuado. En breve, la comprensión y preocupación profundas de la madre y de quienes
rodean al niño son el principio mismo del desarrollo temprano.
He oído decir que F.W. Oswald, el químico alemán y autor de Great Men, tiene una teoría
de que los genios se fomentan gracias a las sugerencias y a los libros. Para esos
hombres, los libros no fueron algo impuesto por sus padres, sino simplemente objetos que
siempre estuvieron al alcance de sus manos. Lo que escuchaban en labios de sus padres
no eran frases como “debes convertirte en un gran hombre”, sino más bien sugerencias
como “estoy seguro de que eres capaz de lograr cosas grandiosas”

Eviten el aborto de la educación infantil

Cada año nacen dos millones de bebés tan sólo en Japón. En los viejos tiempos, no era
nada raras las familias con cinco o seis hijos, ya que en aquel entonces se decía “creced
y multiplicaos”. Hoy día, la familia promedio tiene dos hijos; en otras palabras, la mayoría
de esos dos millones de bebés han sido planeados por sus padres, han sido elegidos
para venir al mundo por padres que esperan ser capaces de decidir cuántos hijos tendrán.
En este sentido, son niños privilegiados.

No obstante, ¿se ofrece a esos niños elegidos una educación y un medio ambiente
adecuados para unos seres privilegiados? Mucho me temo que no sea así. Aun cuando
los padres planean con sumo cuidado la llegada de un bebé, una vez que nace tienden a
dejar que crezca a su propia manera. A pesar de ello, sobra decir que es mucho más
importante planear cuidadosamente los tres primeros años de vida que el periodo previo
al nacimiento.
En todo el mundo hay muchos padres que se deciden por un aborto sin tener ninguna
razón seria para ello. El mundo considera al aborto como un mal; es sepultar con vida la
semilla misma de la vida. Por otra parte, el mundo se muestra sorprendentemente
benévolo con los padres que dejan a sus hijos faltos de cuidados y de atención una vez
que los han traído al mundo. El señor HiroshiManabe llama a esos casos de negligencia
“el aborto de la educación infantil”. Yo también considero que esto es mucho más criminal
que el “aborto” mismo.

No hay ninguna excusa para “hacer abortar la educación infantil”. Eso acarreará
infelicidad a sus hogares y al mundo dentro de veinte o treinta años a partir de ahora.

Mi opinión es que gran parte de los conflictos y descontentos entre la juventud


estadunidense hoy día, puede imputarse al “aborto de la educación infantil”, practicando
por los padres norteamericanos de hace treinta años.

Después de la guerra, la vida en Japón, igual que en muchos otros países, significó una
lucha para todos e inevitablemente los niños se quedaron solos y faltos de atención. Sin
embargo, en nuestra época ya no hay ninguna excusa para hacer abortar la educación
infantil.

Los niños no son una posesión más de los padres

Un niño en la etapa del crecimiento llega a un punto en el cual es muy probable que
responda con insolencia a sus padres, diciendo, “yo no les pedí que me trajeran al mundo;
de manera que por favor no actúen conmigo en una forma tan detestable”. ¡Qué razón
tiene! No está aquí por su propia voluntad. El hecho de encontrarse allí, delante de
ustedes, se debe enteramente a sus padres; por consiguiente, ellos son plenamente
responsables de su educación hasta que crece y se convierte en un ser independiente y
autosuficiente.

A pesar de eso, es sorprendente la forma en que muchos padres viven con la ilusión de
que pueden hacer lo que deseen con sus hijos mientras que estos últimos sean su
responsabilidad. Declaran: “quiero que mi hijo sea ingeniero”, o bien, “deseo que mi hijo
sea músico”, solicitando la opinión de otras personas como si le ordenaran a un sastre
que les hiciera un traje de determinado corte o estilo. El doctor Shinichi Suzuki con
frecuencia se refiere a las madres que, una vez que han decidido que sus hijos tomen
clases de violín, le preguntan, “doctor Suzuki, ¿cree usted que mi hijo llegará a hacer
algo?” y confiesa que siempre responde, “no, no llegará a ser nada”. Por supuesto, la
madre se muestra al principio muy extrañada ante esta observación, pero cuando da
muestras de su descontento, él añade la siguiente observación: “Su hijo no llegará a ser
algo, pero en cambio será un maravilloso ser humano”.

La posesividad maternal que se refleja en esta historia está de manera sorprendente muy
difundida y es precisamente esa suposición, de que los hijos son algo de nuestra
posesión, lo que nos hace pasar por alto la propia voluntad del niño. De hecho, si un niño
se ve sujeto a un tratamiento de esa naturaleza antes de que haya logrado desarrollar su
propia voluntad, podría encontrarse confundido a todo lo largo de su vida en cuanto a lo
que realmente es. En vez de pensar en lo que haremos de nuestro hijo, deberíamos
concentrarnos en lo que será ese niño. La obligación de los padres es ofrecerle al niño
tantas alternativas como sea posible, a fin de que él pueda descubrir y decidir por sí
mismo qué es lo que quiere ser. Ya que el futuro del niño no le pertenece a los padres ni a
nadie más, sino al niño mismo.

La falta de confianza en la madre echa a perder al niño

Han transcurrido más de veinte años desde que en Japón se adoptó el nuevo sistema
educativo, después del fin de la guerra. Desde que se introdujo este sistema educativo
democrático, un número cada vez mayor de personas ha podido ingresar a terrenos de
los cuales previamente se veían excluidas, pero los defectos de este sistema son cada
vez más perceptibles. En ningún otro momento de la historia se ha pensado tan
universalmente en la educación como en algo conducente a una educación universitaria y
nunca antes los padres se habían preocupado tan seriamente por la clase de educación
que reciben sus hijos.

Desafortunadamente, mientras más ansiosos se muestran los padres en lo que se refiere


a la educación, más probabilidades hay de que pierdan su independencia de pensamiento
y se muestren en favor de cualquier cosa nueva, simplemente porque es nueva. Una vez
que se rechazó el sistema educativo anterior a la guerra, saltaron a la conclusión de que
en dicho sistema todo era malo. Permitieron que sus hijos se comportaran como mejor les
pareciera y, al mismo tiempo, les prohibieron a las abuelas que estuvieran en contacto
con sus nietos. Antes de la guerra, los abuelos desempeñaban un papel primordial en la
educación infantil, ya que las familias, por lo común, habitaban juntas bajo el mismo
techo.
De la misma manera, no hay duda alguna de que si se critica al sistema democrático por
volverse demasiado extremo y se requiere una forma de educación más espartana, los
padres empezarán a ordenarles a los abuelos que una vez más se muestren estrictos con
sus nietos.

Esa clase de madres cambia de una moda en la educación a otra con la misma facilidad
con que adoptan un nuevo estilo de la moda en el vestir. A pesar de que se dice que en la
actualidad hay un gran auge en la educación infantil, esto no se debe tanto a que las
madres comprendan la importancia del desarrollo temprano, sino que piensan qué es lo
que debe hacerse, puesto que todos los demás lo hacen.

No hay nada de malo en intentar cualquier cosa que uno crea buena, pero la madre que
desea ser la mejor maestra para su hijo no podrá serlo si pierde su propia independencia
de pensamiento. Podrían ponerse en práctica las normas tanto de una educación
espartana como las de “dejar al niño a sus propios recursos”, como un medio de educar al
niño, según las diferentes fases del crecimiento y en distintas condiciones
medioambientales.

¿No deberían las madres mostrarse más confiadas en su forma de abordar a sus hijos? Si
ponen en práctica una moda después de otra, lo único que lograrán será viciar la
naturaleza del niño. No importa lo banal que pueda ser determinado aspecto de la
educación, la madre debe intentarlo en su hijo sólo después de pensarlo cuidadosamente.
La confianza y la firmeza de la madre son esenciales durante el desarrollo temprano.

Sin embargo, para el niño no es bueno que la madre se esclavice ante ideas erróneas y
jamás haga ninguna concesión. Y tampoco ayudará a su hijo si aborda su tarea en una
forma demasiado casual o despreocupada. La educación de sus hijos es la tarea más
grandiosa de una madre y en esta clase de trabajo no existe ningún atajo que ahorre
esfuerzos. Quiero que las madres modernas desarrollen su propia manera de pensar del
desarrollo temprano, liberándose de enfoques a la moda, fijos y despreocupados.

La vanidad en la madre inculca falsos valores en el hijo

“Mi hijo es muy especial, de manera que le permitiré que tome clases de piano”. “El hijo
de nuestros vecinos toma clases de violín así que mi hijo también lo hará”.

Tales actitudes todavía se encuentran en muchas madres que únicamente están


motivadas por su vanidad.

No es ninguna exageración decir que esta clase de actitud es parcialmente responsable


del injusto prejuicio en contra del desarrollo temprano como un método educativo para la
élite o para los genios. De hecho, los niños inducidos por madres presuntuosas a tomar
clases de violín, de alguna manera carecen de inocencia y a menudo son descarados,
como si sus madres le hubiesen inculcado los falsos valores del prestigio y de las
actitudes competitivas. Las clases de violín y de piano cuya pretensión es la de desarrollar
el potencial en los niños, en realidad se convierten en algo que les corroe el corazón.

No hay nada especial en las clases de piano o en la habilidad de tocar el piano, que no
son otra cosa que un medio para llegar a un fin. Debe hacerse hincapié en lo que el niño
obtiene de ello y en la habilidad que desarrolla gracias a ello. No hay nada de grandioso o
magnífico en las clases de violín o de piano en sí mismas, como piensan esas madres
arrogantes.

Por ejemplo, en las clases de violín que imparte el doctor Suzuki siempre hay muchos
niños que son mejores ejecutantes que otros. No existe posibilidad alguna de crear en
cualquier niño la conciencia de que únicamente él es un buen ejecutante del violín, de
manera que no es posible satisfacer la ambición de la madre que desea que su hijo sea el
único que sobresalga, tendrá que despojarse de su falso orgullo, o de lo contrario su hijo
tendrá que dejar de tomar esas clases.

Por supuesto, el orgullo por la propia habilidad de tocar el violín es algo totalmente
diferente, y es algo que puede ayudar al niño a madurar. Mi propio hijo ha logrado tener
más confianza en sí mismo gracias a las clases de violín y, en consecuencia, también ha
mejorado en otros terrenos.

A fin de ayudar a su hijo a ser mejor, ustedes como padres deben cambiar y mejorar
primero

“No comprende cómo se sienten sus padres”, se quejan incontables padres cuando un
hijo es desobediente. ¿Es realmente verdad que los niños están equivocados? Yo creo
que la culpa es de los padres.

El doctor Suzuki me contó de cierta madre que no lograba tener una buena relación con
su hijo: entre ambos había generado una gran hostilidad. La perturbada madre
acostumbraba decir, “qué hijo tan terrible tengo; seguramente eso se debe a mi mala
suerte”. Pero el doctor Suzuki le respondió: “Todo se debe a su manera de tratar a su hijo.
Lo reprende demasiado para que se porte bien, por lo que su hijo siempre está alerta y
muestra una expresión agresiva. Debe haber respeto aun en las relaciones entre padres e
hijos. ¿No cree que él la comprendería y la respetaría más si reconociera ante él que
usted también pueda equivocarse?”. Poco tiempo después de eso, la madre, con una
apariencia complacida, fue a ver al doctor Suzuki y le comentó que después de su charla
con él empezó a tratar a su hijo en una forma más humilde y que él se mostraba más
amable. Así logró reestablecer la comunicación y la relación con su hijo.

Las llamadas “mamás educación” a menudo se quejan de que siempre que se muestran
un poco exigentes con sus hijos, si es que llegan a prestarles atención, ellos se muestran
descontentos y responde: “Claro, mamá, tú puedes decir lo que quieras, porque al fin y al
cabo no tienes que hacerlo tú misma”. Los hijos tienen razón y las madres no pueden
encontrar una sola palabra para refutarlos. Ordenar a los hijos a que hagan esto y aquello
no llevará a los padres a ninguna parte: primero deben hacer las cosas ellos mismos y
después dejar que los niños aprendan a hacerlo. Si los niños se esfuerzan al máximo y
sus padres sólo cumplen con la décima parte o la mitad de su cometido, eso no resultará.
No quiero decir que los padres tengan que esforzarse en la misma forma en todo lo que
los hijos tienen que hacer; pero debe existir alguna forma de demostrar sus esfuerzos
como padres.

El señor Manabe confiesa que transpira todos los poros cuando se baña en compañía de
sus hijos (las tinas de baño japonesas son suficientemente grandes para dos personas).
Con ello no quiere decir que tenga qué competir con sus hijos para ver quién puede
permanecer más tiempo en el baño lleno de vapor; lo que tata de decir es que a fin de
mantener a sus hijos en la tina de baño, tiene que contarles alguna historia. Pero si la
historia es la misma todos los días, los niños no quedan contentos, de manera que tiene
que buscar desesperadamente nuevas historias. Las palabras “si se portan bien les
compraré algo” no lo llevan a ninguna parte, de manera que tiene que torturar su cerebro
a fin de crear nuevas historias o añadir algo a las antiguas, como si se tratase de un
cuento de Las Mil y Una Noches.

Si se le ordena al niño “haz esto”, o bien, “memoriza esto”, mientras que el padre
permanece cómodamente sentado, sin hacer nada y pensando, “oh, cuando este
pequeño sea un hombre, yo también obtendré algunos beneficios”, esa es una forma
perezosa de educar a un niño. Y, ciertamente, nadie tendrá éxito con el desarrollo
temprano de su propio hijo a menos de que esté dispuesto a hacer tantos esfuerzos como
el señor Manabe. Educar a los hijos significa, antes que nada, educarse y desarrollarse
uno mismo.

La verdadera educación es capacitar al niño para que supere al padre

En Japón hay una máxima que dice, “es más profundo el azul extraído de la planta del
añil”. El tinte azul extraído del arbusto del añil. Sin lugar a dudas, es más profundo que el
tono azul añil de la planta misma, y el significado del proverbio es el siguiente: “Que todo
discípulo debe superar a su maestro”. Creo que esta debería ser la meta fundamental de
la educación.
He comentado en repetidas ocasiones que la habilidad no es algo innato e incluso
llegásemos a aceptar la teoría de que la habilidad es cien por ciento innata, aun así el
niño debería madurar cuando menos hasta alcanzar el nivel de sus padres. Por
consiguiente, si los padres no son capaces de educar a su hijo para que los supere,
aunque sea un poco, eso no puede deberse a otra cosa que no sea su propia pereza, ya
que los padres son los primeros y los mejores maestros de los hijos.

El doctor Suzuki nos habla de una interesante experiencia en MyTheory


ofEarlyDevelopment. Es la siguiente:

En nuestra Escuela de Educación del Talento, hacemos que los niños escuchen
muchas veces un disco grabado con la música de violín que ellos practican, y después les
pido, “por favor, toquen un poco mejor que la música del disco”. Los alumnos, que son
niños pequeños, responden, “si” y se dedican a tocar tratando de superar el disco. Muy
pronto lo hacen un poco mejor que ese disco, lo cual no es muy difícil de lograr, ya que es
una grabación de mi propia ejecución.

Generalmente hablando, la idea fundamental de nuestra escuela es entrenar a los


niños para que sean mejores que sus maestros. Al niño que me supera lo llamamos
“estudiante” y a quienes no logran hacerlo los calificamos de “aprendices de estudiante”.
Acabaríamos por retroceder a la Edad de Piedra si el estudiante, habiendo fracasado en
alcanzar el nivel estándar de ejecución del maestro, más adelante se convierte en
maestro y a su vez es incapaz de entrenar a sus discípulos para que alcancen su propio
nivel. Si esto llegase a suceder, no podríamos esperar el adelanto y el progreso de la
cultura. El estudiante debe tratar de superar a su maestro.

Sobra decir que no hay ningún padre que no quiera educar a su hijo para que sea un ser
superior a él mismo. Incluso en el terreno académico, no existe absolutamente ninguna
necesidad de ceder a la idea de que las capacidades de un hijo son limitadas porque
sucede que las nuestras también lo son.

Los hombres capaces de confiar en los demás serán los que edifiquen el siglo XXI
Nuestro mundo actual se encuentra en un estado de flujo. El progreso tecnológico ha
hecho que nuestras vidas sean sorprendentemente ricas y cómodas. Hace diez años, las
computadoras electrónicas apenas podían sumar cifras un poco más rápidamente que el
cerebro humano, pero éstas han sido perfeccionadas hasta el punto en que ahora son
capaces de desempeñar casi todas las tareas que puede efectuar el cerebro humano.

Y no hay límite para los ejemplos de esta naturaleza. El progreso tecnológico no sólo ha
traído consigo la afluencia y una forma de vida cómoda, sino también algunos cambios en
nuestra manera de pensar. Una vez que las personas han alcanzado la satisfacción
material, empiezan a buscar el enriquecimiento espiritual. En la actualidad, la gente
piensa seriamente en el papel de la humanidad en la vida, así como también en el
significado de lo que el hombre debería ser. Sin embargo, no es fácil que cambiemos
nosotros mismos una vez que llegamos a la edad adulta simplemente porque cambia el
mundo a nuestro alrededor. Por consiguiente, la nueva sociedad del fututo sólo puede
confiarse a los niños de ahora, que están atravesando por la etapa del crecimiento. Esta
es la razón por la cual le concedo tanta importancia al desarrollo temprano.

Una simple mirada al mundo basta para confirmar la falta de confianza que existe entre la
gente. El caos en la sociedad, la contaminación ambiental y la violencia, todo ello tiene su
origen en la falta de confianza mutua. Por muy cómoda y opulenta que sea nuestra vida,
no es posible que podamos vivir en paz y felicidad en el seno de una sociedad que carece
de confianza.

Cualquiera en Japón que haya pasado de la edad preescolar, puede comprender lo que
significa confiar en la gente y no causar problemas a los demás. Sin embargo, en la
naturaleza del hombre está comprender los principios y no ser capaz de ponerlos en
práctica. No es posible fomentar ningún sentimiento de confianza entre la gente, si
simplemente todos practican ciertos principios porque se los han enseñado y parecen
razonables. Sólo el conocimiento innato y el aprendizaje natural de esos principios
permitirán que, por vez primera, el hombre confíe en sus semejantes.

Afortunadamente, el cerebro y el carácter de un niño


pequeño son como una hoja de papel en blanco. Si el
patrón de esos principios se inculcara en el niño durante
su infancia, con toda seguridad crecería hasta convertirse
en un ser maravillosamente capaz de asumir las
responsabilidades de una sociedad futura.

Incluso si un niño es un poco más inteligente y astuto que


los demás, pero carece del sentimiento de confianza, no
valdrá gran cosa en el futuro.

Debido a que el sistema educativo actual hace hincapié en


la importancia de los exámenes y las calificaciones, por
ello mismo hace caso omiso y desalienta la posibilidad de inculcar la confianza en el
hombre. Esa es la razón por la cual es tan importante inculcar una base sólida en el niño
antes de su ingreso al jardín de niños y de la edad escolar, de manera que pueda confiar
en los demás. Ese es el verdadero objetivo del desarrollo temprano.

Los niños por sí solos serán capaces de erradicar las guerras y los prejuicios
sociales

He manifestado repetidas veces que mi manera de pensar acerca del desarrollo temprano
no se origina en ninguna idea de producir especialistas y genios, sino más bien en mis
esperanzas de educar a todos los niños para que desarrollen plenamente sus habilidades
potenciales y que maduren, convirtiéndose en seres de un pensamiento valeroso y un
carácter recto.

Mientras que cantamos las alabanzas de nuestro elevado nivel de civilización y la


expansión de nuestra economía, en este mundo nuestro todavía somos testigos de
guerras, prejuicios raciales y hostilidades entre las naciones, a pesar del hecho de que en
todo el mundo la gente busca promover la paz mundial a través de organizaciones tales
como las Naciones Unidas, la UNESCO (Organización de las Naciones Unidas para la
Educación, la Ciencia y la Cultura) y la OMS (Organización Mundial de la Salud). No
obstante, para nuestra generación es una tarea casi imposible crear un mundo pacífico en
el cual las personas puedan confiar y tolerarse sinceramente unas a otras. El odio
heredado durante generaciones, la hostilidad entre gobernantes y gobernados, el
antagonismo y la sospecha han llegado a parecer algo de naturaleza casi biológica,
cuando menos en el caso de muchos países, y una vez que nos han inculcado esos
sentimientos, no podemos liberarnos fácilmente de ellos.

Nosotros los adultos no debemos inculcar en los niños esos prejuicios e


incomprensiones, puesto que son esos niños quienes asumirán la responsabilidad del
futuro. Los niños menores de tres años, cuyo cerebro todavía es como una hoja de papel
en blanco, no tienen ni la menor idea de lo que son los prejuicios raciales y el odio
hacia otras razas. Si durante este periodo los niños blancos y de color se educaran juntos
y en una forma igual, crecerían con una aceptación bastante natural de que hay toda
clase de gente, blanca y color, así como también hay diferentes rostros y personas de
corta y de elevada estatura. Sin embargo, si llegasen a crecer imbuidos de prejuicios, eso
únicamente podría deberse a una inyección de los sentimientos propios de los adultos.
Bien podría ser que si esperamos seriamente una paz mundial, deberíamos preocuparnos
profundamente por las actuales situaciones políticas que imperan en el mundo, pero
¿acaso no es más urgente dedicar nuestra atención a la educación del niño que será el
pilar de la futura sociedad y estar dispuestos a dedicarnos a esta tarea, incluso si el costo
es muy elevado? La verdadera paz mundial ya no depende de nosotros, los adultos de la
época actual, sino de la generación que hoy día aún está compuesta de niños.
No considero que las esperanzas que cifro en los niños sean excesivas. No tengo ni la
menor idea de lo efectivas que serán mis opiniones y mis actividades encaminadas a la
realización de tales esperanzas. Tampoco considero que lo que he expresado en este
libro no esté abierto a las críticas, incluyendo mis ideas fundamentales, mi explicación
detallada de los diversos métodos y mis opiniones sobre el papel de las madres. No
obstante, sí tengo la esperanza de que este libro pueda crear un cambio en el mundo,
activando el interés de la gente en el desarrollo temprano, en particular en la educación
de los niños menores de tres años. Creo firmemente que este libro servirá como un primer
paso hacia el logro de todo esto.

ESTA EDICIÓN DE 2000 EJEMPLARES SE TERMINÓ

DE IMPRIMIR EL 23 DE JUNIO DE 1995 EN LOS

TALLERES IMPRESORA PUBLIMEX, S.A. DE C.V.

CALZADA SAN LORENZO 279, LOCAL 32

09900. MÉXICO. D.F

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