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FACULTAD

CIENCIAS HUMANAS, DE LA EDUCACIÓN Y


DESARROLLO SOCIAL CARRERA
EDUCACIÓN BÁSICA
MODULO
VI
CATEDRA INTEGRADORA VI EVALUACION DE LOS
APRENDIZAJES: GESTION DE RECURSOS
ESTRATEGIAS Y AMBIENTES
PARALELO 03
ESTUDIANTE:
RAUL PAREDES
Introducción

Diversas son las problemáticas que atraviesan el acto evaluativo en

su dimensión de acto ético. Es imposible abordarlas todas en este escrito. Hoy

nos centraremos en: el poder, la obediencia y la objetividad en la evaluación.

Tres cuestiones que ponen sobre el tapete la cuestión de la ética profesional en

la evaluación educativa. Nos ocuparemos en primer lugar, de diferenciar ética y

moral y distinguir los dos movimientos de la ética. Luego nos abocaremos a

desarrollar estos tres tópicos que se encuentran interrelacionados y que

funcionan como trastienda de la evaluación. No son elementos que encontremos

desarrollados en la bibliografía sobre evaluación y tampoco en la bibliografía de

ética sin embargo son campos que se tocan e interaccionan permanentemente.

Los movimientos de la ética Cuando hablamos de ética se hace

necesario diferenciarla de la moral. Por un lado, está el campo del obrar.

Aquellas cosas que hacemos, en este caso el acto de evaluar. Por otro lado

ubicamos la reflexión acerca de lo que hacemos, la tematización del ethos

(Maliandi: 1991). Convertir al ethos en un tema de análisis, volvernos a mirar en

lo que hemos hecho, nos coloca en otro plano. Lo primero, lo tematizado, el

objeto o fenómeno moral es en este caso nuestras acciones evaluativas. Lo

segundo, la tematización, la reflexión acerca de ellas constituye el ámbito de la

ética.

La ética es una actividad difícil porque nos exige tomar distancia y

volvernos sobre nosotros mismos. En la reflexión ética, objeto y sujeto coinciden.

Sin embargo, no somos los primeros en reflexionar acerca de nuestras acciones.

En cada campo disciplinar existe una larga historia que nos antecede. Los
códigos deontológicos, las normas de evaluación, el conjunto de reflexiones

(estado del arte) acerca de un campo de conocimientos constituye el primer

movimiento de la ética. Este primer movimiento parte de nuestras intuiciones, de

nuestras acotadas reflexiones cotidianas, del sentido común y se enriquece y

suplementa con el largo recorrido histórico de reflexiones de filósofos y

educadores acerca del tema que hoy nos ocupa. El segundo movimiento de la

ética abre las puertas a la dimensión de lo singular. Cuando las normas, los

códigos, el corpus de conocimiento no nos alcanza para dar cuenta de un caso,

se dice que esta singularidad excede el universo de saberes previos fundando

un nuevo campo de conocimientos. Movimiento este último que va de lo instituido

a lo instituyente; de lo preestablecido a lo imprevisible. Que tiene fuerza de

acontecimiento. Este último movimiento, no será desarrollado en esta

oportunidad. (Ormart, 2004)

Actualmente la ética juega un papel importante dentro de la

evaluación institucional, debido a que las diferentes acciones que se llevan a

cabo dentro de los procesos evaluativos tienen repercusiones sociales. Toda

evaluación produce cierta información que debe manejarse con discrecionalidad,

porque en el centro están personas e instituciones, si los resultados no son

favorables y si la evaluación se hace pública puede tener efectos negativos en

la imagen de la persona o institución evaluada. En el ámbito concreto de la

educación, la evaluación afecta al alumnado, al profesorado, a los responsables

de los centros educativos, a las familias etc. Por esta razón la evaluación debe

llevar implícito un mínimo de principios éticos.


Es necesario tener en cuenta que los aspectos técnicos y los

resultados de una evaluación obtienen más valor cuando son orientados por

principios éticos. De tal manera que el razonamiento basado en principios éticos

debe ser un imperativo categórico en el proceso de toda evaluación. Sin

principios éticos la evaluación puede ser una excusa mediática para descalificar

y manipular información. Por lo tanto, la evaluación institucional debe ser desde

un inicio ética, de lo contrario no es una valoración fidedigna.

En tal sentido, todo proceso de evaluación institucional antes de

iniciarse, el objetivo más importante que se debe tener en cuenta es, en primer

lugar, valorar, conocer y evaluar cuidadosamente las personas o institución

consultora que van a realizar el trabajo. Y, en segundo lugar, cuáles son los

criterios éticos que se pondrán en práctica en el proceso evaluativo. Existen dos

categorías desde la cuales se puede justificar que la evaluación institucional es

más fidedigna cuando están fundada en principios éticos, estos son: la

objetividad y la justicia.

Siendo la objetividad es un principio que orienta y guía un enfoque de

la realidad, la objetividad afirma que es necesario abstenerse de formular

estimaciones críticas e inferir conclusiones sin tener juicios o por considerar que

el saber es incapaz de verificarla. Con la objetividad lo que se busca es alejar los

juicios previos y fundar los resultados de una evaluación en juicios verificables y

sostenibles. Además de verse la objetividad como un principio axiológico,

también puede considerarse como objetivos a valorar. Desde este punto de vista

busca evaluar los fines perseguidos por una institución con criterios científicos

cuali cuantificables que garanticen el rigor de la metodología empleada. Pero en


definitiva, la objetividad tiene que ver con la honradez, la imparcialidad, la

integridad, la justicia.

El sentido de la ética merece destacarse como pilar fundamental

dentro de las organizaciones, porque el hombre debería estar decidido a

conducirse de forma oportuna a su conciencia moral, fruto de la cultura del ser y

satisfacción de los buenos hábitos en cualquier ámbito.

Es por ello, que la ética se considera como una ciencia práctica y

normativa que estudia el comportamiento de los hombres, que conviven

socialmente bajo una serie de normas que le permiten ordenar sus actuaciones

y que el mismo grupo social ha establecido. Las ha establecido en función de

delimitar las competencias y actuaciones de cada uno de los miembros que

conforman un grupo social determinado. Estos "grupos sociales determinados"

debemos visualizarlos como las partes que constituyen un todo. Por ejemplo, un

grupo social está conformado a su vez por una serie de subgrupos, que se

atomizan de acuerdo a sus comunes intereses. Tenemos así que, en un grupo

social que se rige por unas determinadas normas; sociales, religiosas,

económicas, políticas, profesionales, educativas y otras no menos importantes;

existen como dije anteriormente, subgrupos que tomando en cuenta las normas

generales, crean sus propias reglas o normas para delimitar su acción. Por

consiguiente House (1993) afirma que:

Los tres principios éticos son el respeto mutuo, la no coerción y no

manipulación, y el respeto y defensa de unos valores democráticos. Estos

principios pueden ser útiles para guiar la deliberación ética para la evaluación

educativa. En primer lugar, el respeto mutuo se refiere a una preocupación por


los objetivos de los demás, los intereses y puntos de vista, lo que implica que

éstos tendrían que ser descubiertos y examinados por los que participan en el

proceso de evaluación. En segundo lugar, la no coerción asume la ausencia de

la fuerza o las amenazas para garantizar la participación, mientras que la no

manipulación parece estar relacionada principalmente con la comprensión de

que la participación en el proceso puede ser perjudicial. La participación en la

evaluación institucional, sin embargo, rara vez es una opción. El tercer principio

pide el apoyo de los valores democráticos (por ejemplo, la igualdad, la libertad,

la justicia) y de las instituciones, un área en la que diferentes concepciones de la

justicia darán lugar a diferentes acciones éticas (Pág. 124)

En consiguiente, hace ya muchos años, la evaluación institucional ha

trabajado sobre todo con una preocupación por la eficiencia, dentro de la

estructura social existente y sin darse cuenta de las opciones filosóficas que esto

representa. Una discusión de los ideales sociales hacia los cuales trabajamos

sin duda sería una clave para la definición de importantes consideraciones éticas

de la evaluación
BIBLIOGRAFIA

Fernández Sierra, J. (2002). Evaluación del rendimiento, evaluación

del aprendizaje. Madrid: Akal/Universidad Internacional de Andalucía.

Mateo, J.; Martínez, F. (2005). L’avaluació alternativa dels

aprenentatges. Barcelona: ICE de la UB, pp. 23-47. Disponible en:

http://www.ub.edu/ice/universitat/index.htm

Ormart, Elizabeth (2004). La ética en la evaluación educativa.

Granada: Etic@net Nº 3 ISSN: 1695-324X

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