La formulación de este principio suponía la eliminación del gobierno
paternalista (imperium paternale), “en el que los súbditos —como niños menores de edad, incapaces de distinguir lo que les es verdaderamente beneficioso o perjudicial— se ven obligados a comportarse aguardando el juicio de jefe de Estado sobre cómo deban ser felices y esperando simplemente de su bondad que éste también quiera que lo sean”46. La afirmación de este núcleo básico de actuación autónoma del sujeto, junto a la exigencia de garantizarlo y protegerlo, da lugar a la formulación de derechos como la libertad religiosa y de conciencia, la intimidad, la inviolabilidad del domicilio o la correspondencia; es decir, la protección de lo que se ha dado en llamar la privacy (el derecho a no ser visto y a usar con carácter exclusivo determinados bienes), así como la libertad de expresión, la libertad de pluma —cuyo carácter inalienable destaca el propio Kant en clara oposición a Hobbes47— y la libertad de movimiento dentro y fuera del propio Estado. Este ámbito de libertad fue designado por I. Berlin, en un texto muy conocido, como la “libertad negativa”, por cuanto su rasgo característico estriba en la exclusión de toda injerencia ajena al sujeto48.