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Donald Winnicott

Donald Winnicott nació en Pylmouth en 1896, en una familia de clase media alta, su padre
Frederick, un próspero comerciante, fue alcalde de la ciudad en dos oportunidades. Era el único
hijo varón y el menor de tres hermanos. Criado por “muchas madres”, como él decía, ya que creció
rodeado por sus dos hermanas, niñera y su madre. En 1910 asistió a The Leys School en
Cambridge, luego en 1916 asiste al Jesus College de la Universidad de Cambridge donde toma
cursos de biología y a fines de este año inicia su formación en medicina en el St. Bartholomew’s
Hospital, en Londres. Su formación se vio interrumpida ya que debió participar como cirujano en
un navío destructor durante la primera guerra mundial y hasta el final de ésta, es decir, entre 1914
y 1918.

Luego de esta interrupción retoma su formación y se gradúa en pediatría en 1920, por esos años el
psicoanálisis de niñxs estaba fundamentalmente en manos de Klein en Viena y de Ana Freud en
Berlín. En 1923 comienza a trabajar en el hospital de niños de Paddington Green, donde
permanecerá durante 40 años, a su vez en este año comienza su análisis con James Strachey, un
psicoanalista inglés conocido por traducir las obras completas de Freud al inglés. Por estos años
también se casa con Alice Taylor, matrimonio que durará hasta 1949. En 1935 es aceptado en la
British Psychoanalitical Society, y pasa a formar parte de un grupo “intermedio” al cual
pertenecían quienes no adherían por completo ni a las ideas de Klein ni a las de Anna Freud,
quienes eran las referentes en aquel momento de la formación de psicoanítica sobre todo para el
trabajo con niños. Fue presidente de esta sociedad entre 1956 y 1965. Donald muere en Londres
en enero de 1971, a sus 75 años.

Su obra

Para enmarcar un poco su obra y pensamiento, mencionaremos que Winnicott referencia tres
influencias principales: Darwin, Freud y Klein. Del darwinismo le impacta la idea de que la especie
debe adaptarse a un ambiente hostil para poder sobrevivir, en este sentido Donald propone que el
infante no puede hacer este trabajo sólo, sino que depende de un ambiente facilitador, que él
identifica con las tareas y funciones de la madre, o de quien ocupe su lugar. Por otro lado, si bien
Winnicott se dice freudiano o reconoce que sus desarrollos se desprenden de las influencias de
Freud, una gran diferencia es el lugar que ocupa el padre y el Complejo de Edipo en sus aportes. A
diferencia de Freud, para Winnicott el padre ocupa un rol mucho menos central, como soporte de
la madre para que ésta pueda brindar el ambiente facilitador necesario para que el bebé se
desarrolle, a su vez, quita también el énfasis puesto en el Complejo de Edipo como matriz capaz de
explicar todo el desarrollo emocional infantil.

De Melanie Klein toma fundamentalmente la importancia de las fantasías y del mundo interno a
edad muy temprana, y el lugar que Klein le otorgó al juego como vía para ingresar al mundo
infantil, siendo el juego uno de los conceptos más desarrollados por Winnicott en su obra.
Además, la influencia de Klein es innegable ya que ella era quien lo supervisaba en los primeros
años de formación. Sin embargo, se distancia de ella y de Freud en lo que respecta a los
desarrollos relativos a la pulsión de muerte (Mancas, A. en Abadí 2001).

Sobre el desarrollo emocional del niño y el rol del ambiente


En relación al desarrollo emocional del niño, Winnicott también contempla el interjuego entre
factores ambientales e innatos, aunque a lo largo de su obra se puede encontrar un claro énfasis
en el rol del ambiente. El ambiente está representado por la madre o por quien ocupe su lugar
durante los primeros meses, luego por la pareja parental, y finalmente por el entorno familiar y
cultural inmediatos. La madre “suficientemente buena” de esos primeros meses es la encargada
fundamental de que el potencial heredado del bebé se despliegue en dirección al desarrollo
emocional:
“(…) mi tesis principal, consistente en que creo que estamos siguiendo el pensamiento de Freud
cuando establecemos un nexo directo entre la primera infancia (es decir, el niño que recibe
cuidados y se halla en estado de dependencia absoluta) y los trastornos psiquiatricos más
primitivos, los que se agrupan bajo la palabra "esquizofrenia". La etiología del esquizofrénico nos
hace retroceder, pero no hasta llegar al complejo de Edipo (al que nunca se llegó apropiada o
totalmetne), sino hasta la relación bipersonal, esto es, la relación del pequeño con la madre antes
de que el padre o cualquier otro tercero hiciese su aparición en escena” (Winnicott, 1963, p.286-
287).

Para dar cuenta del desarrollo del psiquismo, Freud prestó especial atención a los conflictos
intrapsíquicos, relativos fundamentalmente al Complejo de Edipo, y Melanie Klein al mundo
interior del infante, sus fantasías y pulsiones tempranas; Winnicott, en cambio, pone el acento y el
punto de partida de sus teorizaciones en la dependencia real del infante respecto del ambiente.
Por ello, describe las tendencias del desarrollo del infante como correlativas cada una de ellas a
determinadas tareas que la función materna debe desplegar para que el desarrollo emocional sea
posible. Dentro de estas tendencias del infante enumera:

1) la tendencia a la integración;
2) la personalización y
3) el inicio de las relaciones objetales;

A cada una de estas le corresponde un mecanismo adaptativo materno:

1) holding,
2) handling y
3) presentación de objeto.

Estas tres actividades o tareas maternas serían en conjunto la función de una madre
“suficientemente buena”, a quien Winnicott describe como quien se adapta a las necesidades del
infante a partir de un estado que él denominó “preocupación materna primaria”, un estado
psicológico especial de replegamiento y sensibilidad exaltada, que dura algunas semanas y que
está relacionado con el deseo de tener un hijx. “Esto es lo que otorga a la madre su capacidad
especial para hacer lo adecuado: ella sabe exactamente cómo se siente el niño” (Winnicott, 1960,
p.29).

Brevemente, la tendencia a la integración es una tendencia psicológica heredada que se apoya en


las posibilidades motrices y sensoriales rudimentarias del bebé, que le darán una cierta
continuidad existencial. El “holding” materno es la capacidad de la madre para sostener de un
modo adecuado al bebé, depende de la posibilidad de identificarse con él y es un cuidado básico
que sostendría la continuidad existencial del infante, evitando la aparición de angustias intensas
(sensación de desintegración, de caer interminablemente, y otras ansiedades psicóticas). El
“holding” es una tarea fundamental ya que es requerida en un momento de dependencia
absoluta, es decir, cuando aún no se ha producido alguna separación entre yo- no yo.

La personalización marca la etapa en la que se empieza a producir la diferenciación yo-no yo, se va


completando el esquema corporal del bebé. La manipulación o “handling” contribuye a esta
diferenciación, la madre trata al bebé y al cuerpo del bebé como a una unidad. La iniciación de las
relaciones objetales depende de que la madre le presente los objetos al bebé, respetando su
“legitima experiencia de omnipotencia” (Winnicott 1971), para qué este haga real su impulso
creativo y para promover en el bebé la capacidad para relacionarse con objetos.

En resumen y en palabras de Winnicott: “el desarrollo es producto de la herencia, de un proceso


de maduración, y de la acumulación de experiencias de vida, pero no tiene lugar a menos que se
cuente con un medio favorable. Dicho medio tiene al comienzo una importancia absoluta, y más
tarde sólo relativa (…)”. (Winnicott, 1960, p.34).

Las estructuras patológicas y el autismo

Es de este modo que encontramos en la obra del autor una definición de lo que sería una
estructura patológica como la deformación defensiva del self producida en momentos tempranos
del desarrollo de dependencia absoluta o relativa respecto del ambiente, debido a una falla en la
función de dicho ambiente. Tal es la importancia que Winnicott le da al ambiente, sus criterios
diagnósticos se basarán exclusivamente en la evaluación del mismo (Macotela, 1354). El autor
reconoce y describe tres posibles estructuras patológicas, dependiendo del momento en el que se
produce dicha falla:

1) la disociación esquizofrénica
2) el “falso self”, y
3) la tendencia antisocial o tendencia psicopática

En relación a esta falla del ambiente, dice: “Cuando el apoyo de la madre no existe, es débil o tiene
altibajos, el niño no puede desarrollarse en forma personal, y entonces el desarrollo está
condicionado más por una serie de reacciones frente a las fallas ambientales que por las
exigencias internas y los factores genéticos”. (Winnicott, 1960, p.32). Winnicott menciona dos
clases de trastornos maternos que estarían detrás de estos altibajos en el cumplimiento de la
función de “madre suficientemente buena”: por un lado una madre cuyos intereses personales
sean demasiados y muy compulsivos; y por otro lado una madre que tiende a estar
permanentemente preocupada por algo, y el infante se convierte en su preocupación patológica
(Winnicott, 1960).

Como se hace evidente, las “fallas” que conducen al desarrollo de cada una de estas estructuras
patológicas tienen que ver con “fallas” en la función materna. Este es uno de los puntos más
discutibles de la obra de Winnicott, ya que si bien resulta indispensable resaltar lo que él resalto
como punto de partida de su obra, el hecho de la dependencia absoluta del bebé respecto del
ambiente; afirmar por otro lado que el desarrollo de una estructura psicopatológica es una
consecuencia prácticamente directa de una falla en la función materna (o de quien ocupe su lugar)
resulta un poco excesivo o al menos es pasible de diversas discusiones.
Retomando los tipos de estructuras psicopatológicas, si se trata de una falla en la provisión
ambiental en un momento de dependencia absoluta, es decir, si es un caso de “privación”, la
estructura patológica que puede configurarse es la disociación esquizoide o la del “falso self”. En
cambio, si la falla se produce en un momento de dependencia relativa (cuando ya se produjo
alguna diferenciación yo-no yo), entonces se puede configurar una estructura patológica
psicopática o de tendencia antisocial.

La experiencia de privación genera angustias “impensables”, el infante queda expuesto a vivencias


de aniquilamiento del self. Ante esta experiencia la organización de las defensas se dirige hacia la
“invulnerabilidad”, a través de la disociación y el aislamiento. El autismo podría ubicarse aquí,
como un caso de introversión extrema. Sin embargo Winnicott hace algunas aclaraciones en
relación al término autismo acuñado por aquel momento por Leo Kanner, no se muestra del todo
de acuerdo con las implicancias de la aparición del mismo, en tanto trastorno psiquiátrico que
imposibilitaría los interrogantes respecto de qué ocurrió en el ambiente del desarrollo del infante
en cuestión, zanjando la cuestión en términos orgánicos o de “enfermedad”.

Winnicott afirma que el hecho de que en cierta proporción de los casos diagnosticados
posteriormente de autismo haya habido una lesión o algún proceso degenerativo que afectó el
cerebro del niño, ello no quita su postura de que el autismo no es una enfermedad y que el
problema principal radica en el desarrollo emocional del infante: “(…) podría preguntarse ¿cómo
llamaba yo a estos casos, antes de que apareciera el término “autismo”?” La respuesta es que
entonces, como ahora, pensaba en ellos con el título de “esquizofrenia de la infancia o la niñez”.
(Winnicott, 1966).

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