tiene cerca de noventa y tres años de edad y aún piensa tan lúcidamente como siempre. Se viste solo, y se pone su vieja chaqueta negra que comúnmente, tiene varios botones menos.
Una larga barba cuelga de su cara inspirando, a
aquellos que lo observan, un profundo sentimiento de respeto. Cuando habla, su voz parece un poco quebrada y temblorosa.
Dos veces al día el disfruta tocando hábilmente un
pequeño órgano.
Todos los días, el Abuelo da un corto paseo, excepto
en el invierno cuando la lluvia o el frío se lo impiden.