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El gran presente
La Historia de Nuestro Tiempo, hoy
Introducción
El objeto de esta ponencia es reflexionar sobre la Historia de Nuestro Tiempo (o del Presente, etc.)
en la actualidad. En este sentido, este escrito está inserto en una estela de publicaciones y otro tipo
de actividades académicas (ponencias, conferencias, clases) sobre la misma materia o temas
similares que se iniciaron en el año 2000 y llegan hasta nuestros días. 1
Sin embargo, antes de seguir adelante habrá que tratar de clarificar el título de este texto:
¿qué es el “gran presente”? Primeramente, hemos de reconocer que este concepto se basa
formalmente en el de Big History, aunque en el fondo el primero está incluido en el segundo, en
especial cuando la Gran Historia se proyecta sobre el futuro. 2 En segundo lugar, no se trata del
presente como una “singularidad”, “embudo” o “agujero de gusano” de los que habla Gaddis, 3 sino
de un presente espeso o extendido, tanto hacia los pasados como hacia los futuros. Por volver al
título de esta ponencia, el gran presente no es el hoy (un presente pequeño), sino el ayer-hoy-
mañana, en particular el de los seres humanos.
La ponencia está dividida en cinco partes, además de esta introducción. Así, en “Jover,
Bloch y Toynbee”, reflexionaremos acerca de la relación existente entre la Historia de Nuestro
Tiempo y el proceso histórico, pues al fin y al cabo la primera forma parte del segundo;
revisitaremos a Marc Bloch, un auténtico pionero de la Historia de Nuestro Tiempo e incluso de la
historia prospectiva; y nos detendremos en el presente de Tucídides como futuro de Toynbee, idea
que podría resultar chocante desde la perspectiva de la historiografía del sentido común, pero no
desde el ángulo de una historiografía consecuentemente temporalizada. 4 En “Pasado real, pasado
1 Ver principalmente Navajas Zubeldia, Carlos, “Jano vs. Clío. La Historia del Tiempo... Futuro”, en Navajas
Zubeldia, Carlos (Editor), Actas del II Simposio de Historia Actual. Logroño, 26-28 de noviembre de 1998, Logroño,
Gobierno de La Rioja. Instituto de Estudios Riojanos, 2000, pp. 37-81; Navajas Zubeldia, Carlos, “¿Qué es la
Historia Actual?”, en Delgado Idarreta, José Miguel (coordinador), Franquismo y Democracia. Introducción a la
Historia Actual de La Rioja, Logroño, Gobierno de La Rioja. Instituto de Estudios Riojanos, 2000, pp. 13-41; y
Navajas Zubeldia, Carlos, “El regreso de la ‘verdadera’ historia contemporánea”, Revista de Historia Actual, vol.
1, núm. 1, 2003, pp. 143-162.
2 Sobre la Big History, ver Spier, Fred, The Structure of Big History, Amsterdam, Amsterdam University Press,
1996; Christian, David, Maps of Time. An Introduction to Big History, Berkeley, University of California Press,
2004; Brown, Cynthia Stokes, Gran Historia. Del big bang a nuestros días, Barcelona, Alba, 2009; y, en especial,
Spier, Fred, Big History and the Future of Humanity, Chichester (West Sussex), Wiley-Blackwell, 2010. Esta obra
incluye un capítulo sobre el futuro del universo, de la tierra y vida, y de la humanidad (ver pp. 189-205).
3 Gaddis, John Lewis, El paisaje de la historia. Cómo los historiadores representan el pasado, Barcelona, Anagrama,
2004, p. 53. El título original de esta obra omite el desafortunado subtítulo de la edición en castellano.
4 Acerca de la historia prospectiva, véase Staley, David J., “A History of the Future”, History and Theory, Theme
Issue 41 (December 2002), 72-89. Sobre los historiadores del sentido común, véase Aróstegui, Julio, La
investigación histórica: teoría y método, Barcelona, Crítica, 1995, pp. 185-196, n. 6. Acerca de las “formas
tradicionales” y “modernas” de la “Historia del Presente” y de los desafíos actuales de esta corriente
Navajas Zubeldia, Carlos e Iturriaga Barco, Diego (eds.): Coetánea. Actas del III Congreso Internacional de 9
Historia de Nuestro Tiempo. Logroño: Universidad de La Rioja, 2012, pp. 9-20.
EL GRAN PRESENTE: LA HISTORIA DE NUESTRO TIEMPO, HOY
recordado y pasado histórico” haremos una breve parada en los tres tipos de pasado a los que se
enfrenta el historiador, a pesar de que en ocasiones los integrantes de este gremio no suelen
diferenciarlos entre sí. En “El presente histórico, entre la delgadez y el espesor” abundaremos en
estas tres clases de presente. En “¿‘Dejar el futuro a Dios’? La investigación de ‘nuestros’ futuros”,
nos aventuraremos en el análisis de los futuros de las generaciones vivas, basándonos para ello en la
prognosis koselleckiana. 5 Como es preceptivo, terminaremos con una conclusión que, dado el tema
a considerar, no puede ser conclusiva, sino tan sólo provisional o abierta.
historiográfica, véase Pasamar Alzuria, Gonzalo, “Formas tradicionales y formas modernas de la ‘Historia del
Presente’”, Historia Social, nº 62, 2008, pp. 147-169.
5 Sobre otros enfoques relativos al análisis del futuro como son la prospective francesa y los Futures Studies
anglosajones, véase Navajas Zubeldia, Carlos, “Jano vs. Clío”, op. cit., pp. 67-60 y 61-69, respectivamente.
Curiosamente, los prospectivistas suelen hablar también de tres futuros: los probables posibles y deseables (o
utopías), de donde se deduce que tanto el concepto de tiempo como sus tres dominios temporales tienen (o pueden
tener) una composición triádica.
6 Jover Zamora, José María, “Corrientes historiográficas en la España contemporánea”, en Carreras, Juan
José, et al., Once ensayos sobre la Historia, Madrid, 1976, pp. 234-235. La cursiva es mía. Acerca de la sociedad
como proceso y del propio proceso histórico, véase Aróstegui, La investigación histórica, op. cit., pp. 164-165. Si
tanto la sociedad como la propia historia son procesos, lógicamente están atravesadas por la “flecha del
tiempo” y consiguientemente por la secuencia pasado-presente-futuro.
7 Bloch, Marc, Introducción a la Historia, Madrid, FCE España, 1988, p. 40. Sobre la biografía y la historiografía
de Bloch, cfr. la obra de Dumoulin, Olivier, Marc Bloch, Paris, Presses de Sciences Po, 2000 y Fink, Carole,
Marc Bloch. Una vida para la historia, [Valencia], Universitat de València, 2004. Hace unos años, Eric Hobsbawm
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“más que el singular, favorable a la abstracción, conviene a una ciencia de lo diverso el plural, que
es el modo gramatical de la relatividad”; 8 aunque, Bloch no amplió dicha pluralidad a la noción de
tiempo histórico y a sus tres dominios, pues más que de una ciencia de los hombres en el tiempo,
deberíamos hablar de una ciencia de los seres humanos en los tiempos. 9
En todo caso, cuando Bloch hablada del tiempo se estaba refiriendo de hecho a todo el
mismo. Efectivamente, en el apéndice titulado “Cómo aparecían los manuscritos de esta obra” de
Introducción a la Historia de Marc Bloch, 10 el otro fundador de la escuela de los Annales y autor de
aquel texto, Lucien Febvre, transcribía los dos últimos capítulos del programa o plan del libro de
Bloch, que no llegó a ejecutar. El capítulo séptimo se titulaba “El problema de [la] previsión”, que,
se subdividía, a su vez, en los siguientes epígrafes: “1. La previsión, necesidad mental”; “2. Los errores
ordinarios de la previsión: la conjetura económica, la historia militar”; “3. La antinomia de la previsión en
materia humana [sic]: la previsión que se destruye por la previsión; papel de la toma de conciencia”;
“4. Previsión a breve plazo”; “5. Las regularidades”; y “6. Esperanzas e incertidumbres”. A continuación, el
propio Febvre agregaba un comentario acerca de ambos capítulos, en particular sobre el segundo de
ellos: “Hay que lamentar profundamente [decía] la ausencia de notas más precisas y más detalladas
de Bloch acerca de las últimas partes de su libro. Hubiesen sido originalísimas. Aunque yo conocía
bien su pensamiento –que es el mío– acerca de las cuestiones planteadas por el capítulo VII, nunca
hablamos, en cambio, me parece, acerca de ese problema de la previsión que con mucho sentido y
originalidad Bloch se prometía tratar al final de su obra, y que tal vez hubiera sido lo más
estrictamente personal de todo el conjunto”. 11 Efectivamente, Bloch se habría adelantado a su
tiempo, puesto que, entre otras razones, la prospectiva científica nació con posterioridad a la
finalización de la Segunda Guerra Mundial.
Sin embargo, antes de adentrarnos en el futuro, hemos de responder a una pregunta previa:
¿de qué clase de presente estamos hablando cuando nos referimos a la Historia de Nuestro
Tiempo? Indudablemente, es un presente plural y extenso, pero también un tanto paradójico, como
vamos a ver en el siguiente apartado, y de un presente que está interrelacionado sistémicamente con
sus dominios temporales hermanos. 12
hizo una definición de la historia similar a la de Bloch, aunque más singularizada y un tanto narrativista:
“relato de la evolución de la sociedad humana en el tiempo” (Entrevista sobre el siglo XXI, Barcelona, Crítica,
2000, p. 18).
8 Bloch, op. cit., p. 25.
9 Acerca del concepto de tiempo histórico, en tanto que “continuo” y “cambio perpetuo”, véase Bloch, op. cit.,
pp. 26-27. Cfr. asimismo Leduc, Jean, Les historiens et le temps. Conceptions, problématiques, écritures, s. l., Éditions
du Seuil, 1999. Sobre la pluralidad de la noción de tiempo, véase Pomian, Krzysztof, El orden del tiempo,
Madrid, Júcar Universidad, 1990, passim. Acerca del tiempo y sus dominios, ver también Ridderbos, Katinka
(ed.), El tiempo, Madrid, Cambridge University Press, 2003; Valencia García, Guadalupe, Entre cronos y kairós.
Las formas del tiempo sociohistórico, Rubí (Barcelona). México, Anthropos Editorial. UNAM, Centro de
Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades, 2007; Beriain, Josetxo, Aceleración y tiranía del
presente. La metamorfosis en las estructuras temporales de la modernidad, Rubí (Barcelona). México, Anthropos
Editorial. Universidad Autónoma Metropolitana – Iztapalapa, 2008; Levinas, Marcelo Leonardo (ed.), La
naturaleza del tiempo. Usos y representaciones del tiempo en la historia, Buenos Aires, Biblos, 2008; Innerarity, Daniel,
El futuro y sus enemigos. Una defensa de la esperanza política, Barcelona, Paidós, 2009; y Frank, Adam, El fin del
principio. Una nueva historia del tiempo, Barcelona, Ariel, 2012.
10 Bloch, Marc, Introducción a la Historia, Madrid, FCE España, 1988. Como es sabido, el título alternativo
12 Sobre el carácter sistémico de la historia, pero aplicado sólo a la sociedad, no al tiempo, véase Aróstegui, La
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experiencia por [la] que estábamos pasando en nuestro mundo actual ya había sido vivida por
Tucídides en el suyo. Ahora, en una nueva lectura, lo comprendía en otra forma, percibía el
verdadero significado de sus palabras, los sentimientos latentes en sus frases, que sólo ahora me
conmovían, al hallarme a mi vez en esa crisis histórica que le indujo a escribir su obra. Tucídides, tal
se veía, había pisado antes ese mismo terreno. [...] en realidad su presente había sido mi futuro. Pero
esto convertía en absurda la notación cronológica que calificaba a mi mundo como ‘moderno’ y
como ‘antiguo’ al de Tucídides. Pese a lo que pudiera sostener la cronología el mundo de Tucídides
y el mío propio acababan de probar que eran filosóficamente contemporáneos”. 13
En esta sentencia Toynbee subrayaba algo que es bien conocido: que una cosa es la
cronología y otra el tiempo histórico y que una cosa es la secuencia pasado-presente-futuro y otra la
contemporaneidad de los dominios temporales, unidos por la persistencia en este caso de un factor
histórico de primera magnitud, de una regularidad histórica: la guerra. 14
13 Toynbee, Arnold J., La civilización puesta a prueba, Buenos Aires, 1949, p. 15, cit. en Tucídides, Historia de la
Guerra del Peloponeso, Libros I-II, Madrid, Gredos, 1990, p. 164. La cursiva es mía.
14 Recuérdese que el epígrafe 5 del capítulo séptimo de la inconclusa obra de Bloch se iba a titular “Las
regularidades” (supra).
15 Acerca del concepto de contemporaneidad y su plural, véase Gandarilla, José, Ramos, Ramón y Valencia,
18 Ritter, H., Dictionary of Concepts in History, New York, Greenwood Press, 1986, pp. 309-313.
19 Ibídem, p. 309.
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mayor parte de lo que existe está sujeto a controversias. Tanto en el uso diario como en el lenguaje
académico, historia es usado comúnmente como sinónimo de pasado; los estudios históricos son
escritos normalmente en tiempo pasado, se presume que se refieren normalmente a
acontecimientos pasados; y hay un acuerdo general acerca de que la historia es una forma de
investigación que de alguna manera implica un concepto del “pasado”. La naturaleza precisa de este
concepto y su estado epistémico, sin embargo, es una materia de desacuerdo entre los filósofos y un
asunto de desinterés para la mayor parte de los historiadores, porque tienden a pensar que la
naturaleza del pasado es per se una cuestión no empírica y por consiguiente inapropiada para su
propia labor. 20
A junio de nuestro autor, es difícil generalizar acerca de la concepción del pasado sostenida
característicamente por los historiadores profesionales, puesto que rara vez reflexionan sobre este
tema –tal y como hemos subrayado más arriba–. Incluso los raros ejemplos que tratan
específicamente la cuestión tienden a faltar al rigor o ser idiosincrásicos. En su trabajo no teórico,
sin embargo, los historiadores parecen usar rutinariamente un entendimiento cercano, si no
idéntico, a la noción lógica de “pasado”, que refleja el sentido de todos los días de cambio temporal
e irrevocable, el uso del tiempo pasado en el lenguaje, y la experiencia de la memoria. Así, piensan
acerca del pasado en términos exclusivistas; el pasado es el único pasado. Seguramente, la mayor
parte de los historiadores admitirían que este pasado “real” no puede ser nunca completa ni
imparcialmente conocido, debido a los factores socio-psicológicos que afectan a la perspectiva del
historiador, a la fragmentaria naturaleza de la evidencia histórica, etc. 21
Además, añade Ritter, los historiadores y algunos filósofos hablan a menudo del pasado en
términos de existencia física y percepción sensorial; presumen de que el pasado con el que tratan es
“real” –es decir, que tiene un estado independiente aparte del de sus propios investigadores– y
existe como un “dominio” fijo con su propia estructura y orden cronológico que puede ser
“descubierto” y “reconstruido”. Ellos piensan el “pasado” como un dominio en el que son situados
los acontecimientos que han ocurrido; algunos, tal vez, creen que esos acontecimientos ya-no-
presentes siguen teniendo alguna clase de existencia directa o indirecta. La mayor parte del
conocimiento del pasado, por definición, nunca puede ser confrontado directamente; se sostiene
normalmente, sin embargo, que la interpretación correcta de los “indicios” proveerán las bases para
el conocimiento fiable de los acontecimientos pasados. Los historiadores creen a menudo que las
reconstrucciones históricas son verdaderas en la medida en que se “corresponden” con la estructura
del pasado “real”. 22
En opinión de este autor, no es difícil criticar la noción lógica de pasado que los
historiadores emplean ampliamente. Por ejemplo, resulta una gran confusión del hábito de pensar
en el “pasado” como de una entidad uniforme, única, esto es, como el pasado. De hecho hay
maneras distintivas y lógicas de ver la categoría de pasado –pasado cronológico, pasado recordado,
pasado mítico, pasado histórico, etc.–. 23 Además, toda esta cuestión se complica por una
persistente, pero obviamente discutible, tendencia a pensar en ideas como “pasado”, “presente” y
“futuro” como cosas, más que como nombres para nuestro sentido de las relaciones temporales. 24
Siguiendo con Ritter, los ataques más significativos al entendimiento lógico del pasado
exhibido por muchos historiadores proceden de autores que trabajan en las tradiciones filosóficas
relacionadas con el idealismo y el construccionismo históricos. Aunque las ideas de estos críticos
difieren en muchos aspectos, su trabajo sugiere en términos generales que tenemos que proponer
un “pasado histórico” específico para designar el pasado particular al que se refieren los
historiadores y distinguir claramente este pasado histórico del pasado que conocemos a través de la
memoria, así como de la noción lógica de “pasado real”. La ilusión de que estos pasados son el
20 Ibídem.
21 Ibídem, pp. 309-310.
22 Ibídem, p. 310.
23 Ibídem. De ahí que nosotros hablemos de los pasados. Acerca de la diferenciación existente entre
cronología y tiempo histórico, véase Aróstegui, La investigación histórica, op. cit., pp. 169, 170, 217, 219 y 220.
24 Ibídem.
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mismo es debida en gran parte al hecho de que las afirmaciones acerca de ellos se exponen en la
misma forma gramatical –nos referimos a ellos en tiempo pasado–. De hecho, son lógicamente
diferentes. 25
El pasado histórico es único a la historia como disciplina; es un pasado “constituido” o
“construido”, basado en la interpretación de la evidencia con arreglo a las reglas tradicionales de la
historia como un método o forma de criticismo. Como tal, no tiene nada que ver con el pasado
como memoria o como una “realidad” objetiva que existe aparte del trabajo de los historiadores.
Seguramente, un “pasado real” podría existir, y el hecho de que poseemos la facultad de la memoria
podría inspirarnos para buscarlo. Incluso, la gran mayoría de los historiadores profesionales podría
creer que el objeto de su investigación es dicho “pasado real”. Cada subcampo especializado de la
historia, de hecho, exhibe en cualquier tiempo un consenso interpretativo, el resultado de la tradición
del academicismo en esa área. Pero estas consideraciones no tienen nada que ver con la clase de
pasado al que se refieren los estudios históricos. Ese pasado es un constructo que el historiador crea
para dar cuenta de la presencia de la evidencia, concluye el autor.26
Más allá de que algunas de las afirmaciones anteriores sean discutibles (como, por ejemplo,
la de que el pasado histórico –concepto ciertamente útil, a nuestro modo de ver– es un constructo
sin relación con ningún supuesto pasado real y la de que dicho pasado histórico hay que distinguirlo
claramente del pasado que conocemos a través de la memoria o que no tiene nada que ver con el
pasado como memoria), consideramos que a partir de ellas se puede extraer como conclusión que la
historia tradicional es la reconstrucción (mejor que construcción) del pasado real. Por el contrario,
una historia temporalizada sería la reconstrucción del pasado histórico y la construcción del futuro
histórico, es decir, de un futuro y pasado de dimensiones humanas, en la que la Historia de Nuestro
Tiempo haría de gozne entre ambos.
25 Ibídem, pp. 310-311.
26 Ibídem, p. 311.
27 La cita completa es la siguiente: “En primer lugar, el ‘presente’ puede indicar aquel punto de intersección en
el que el futuro se convierte en pasado, la intersección de tres dimensiones del tiempo, donde el presente está
condenado a la desaparición. Sería entonces un punto cero imaginario sobre un eje temporal imaginario. El
hombre es siempre pasado en la medida en que no tiene un futuro ante sí. Y cuando ha dejado de ser tanto
pasado como futuro, entonces está muerto. La actualidad se convierte en una [sic] nada pensada que siempre
nos indica nuestra pertenencia tanto al pasado como al futuro. Se convierte en aquel momento que
continuamente se escapa” (Koselleck, Reinhart, Los estratos del tiempo: estudios sobre la historia, Barcelona,
Ediciones Paidós Ibérica, 2001, p. 116).
28 Una vez más la sentencia completa es como sigue: “Así como el presente desaparece entre el pasado y el
futuro, la idea también se puede invertir hasta el extremo: todo tiempo es presente en sentido propio. Pues el
futuro todavía no es y el pasado ya no es. Sólo hay futuro como futuro presente y pasado como pasado
presente. Las tres dimensiones del tiempo se anudan en el presente de la existencia humana, en su animus, por
decirlo siguiendo a San Agustín. El tiempo sólo está presente en una continua retirada: el futuro en la
expectatotio futurorum y el pasado en la memoria praeteritorum. El llamado ser del futuro o el del pasado no son
otra cosa que su presente, en el que se presentan” (Koselleck, Los estratos del tiempo, op. cit., p. 117).
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producto de la tensión existente entre sus dos formas extremas, entre el presente que “fluye” (al
igual que sucede con el tiempo en general y el histórico en particular) y el que se abre a las demás
dimensiones temporales (el pasado y el futuro). Apoyándose en Heidegger, Aron, Wittram y
Luhmann, la “salida” de Koselleck a este problema es la siguiente: “Si todas las dimensiones del
tiempo están contenidas en un presente que se despliega, sin que podamos remitir a un presente
concreto porque continuamente se escapa, entonces las tres dimensiones del tiempo tendrían que
ser a su vez temporalizadas”. 29 En consecuencia, Koselleck establece tres series de combinaciones a
partir de las tres dimensiones del tiempo. 30 Aparte de que esta salida se apoya indudablemente en la
segunda versión extrema de presente, las tres series de combinaciones pecan de cierta confusión,
pues, por ejemplo, ¿cuál es la diferencia entre un “pasado presente” y un “presente pasado”? ¿Y
entre un “futuro presente” y un “presente futuro”? ¿Y entre los “futuros futuros” y el “futuro
futuro”? A la inversa, ¿por qué no contempla Koselleck el presente presente, es decir, el hoy, el ahora,
que es perfectamente aprehensible? Y si hay un “pasado futuro”, ¿por qué no hay también un
futuro pasado, más allá de que las diferencias entre los dos seguirían siendo oscuras? No obstante,
aunque la salida koselleckiana no esté bien formulada, creemos que va en la buena dirección.
En efecto, el presente histórico sólo puede ser un presente espeso, dotado de duración. Sin
embargo, la naturaleza de dicho presente histórico es también ambigua, porque puede mirar sólo
hacia atrás o, como el dios Jano, mirar también hacia adelante. En el primer supuesto, a mi modo
de ver existe un cierto consenso en que dicho presente histórico es, siguiendo a Rothfels, “the era
of those living” o, basándonos en la reforma de Victor Duruy de 1865, “une vie d’homme” o el
“temps qu’on vit”. 31 De esta manera, la Historia de Nuestro Tiempo sería la de las generaciones
vivas o, dicho de una forma más vinculada a la cronología, la historia posterior a 1914 (por
establecer una fecha convencional) que a través de la línea del tiempo alcanza hasta nuestros días,
aunque siempre que se tenga en cuenta que tanto el mojón inicial como el final son móviles. Sin
embargo, si dicho presente histórico se fundamenta en la noción de “presente extendido” o en ese
presente desplegable del que habla Koselleck, la Historia de Nuestro Tiempo tendría
indudablemente un componente prospectivo, debería abarcar también el futuro (o futuros) de las
generaciones vivas y no sólo su pasado (o pasados) y su presente instantáneo o delgado. 32
Indudablemente, si la historiografía es, parafraseando a Bloch, la ciencia de los seres humanos en
los tiempos y los propios seres humanos experimentan los recuerdos del pasado y las anticipaciones
del futuro, dicha ciencia debería -o, más modestamente, podría- ser también historia prospectiva,
hipotética especialidad que por supuesto habría que definir en sus justos términos.
29 Ibídem, p. 118.
30 Ibídem.
31 Navajas Zubeldia, Carlos, “El regreso de la ‘verdadera’ historia contemporánea”, op. cit., p. 143. No
obstante, también deberíamos caer en la cuenta de que los vivos están ligados a los muertos y a las futuras
generaciones.
32 Acerca del concepto de “presente extendido”, véase Navajas Zubeldia, “Jano vs. Clío”, op. cit., pp. 65-66.
33 “Debéis gozar siempre el presente / no odiar especialmente a ningún hombre / y dejar el futuro a Dios”
(Goethe), cit. en Koselleck, Los estratos del tiempo, op. cit., p. 117.
34 Francfort, Suhrkamp, 1979. La versión en castellano se titula: Futuro pasado. Para una semántica de los tiempos
históricos, Barcelona, Paidós, 1993. Sobre la prognosis o el pronóstico, véanse dichas voces en el índice
analítico de este libro (p. 367).
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particular”. 35 Koselleck incluye a Von Stein entre aquellos historiadores, entre los que cita también
a Droysen y Marx, “cuya historiografía del tiempo en que vivían sacaba su impulso de un futuro en
el que intentaban influir en función de sus diagnósticos históricos” –otro buen ejemplo del carácter
sistémico del tiempo histórico–. Estos autores representaban a aquella historia, “consecuentemente
temporalizada”, que “no se podía conocer ya como ‘historia contemporánea’ si no incluía el futuro
potencial”. 36 Algo que, agregamos nosotros, es inevitable para una historiografía “verdaderamente”
contemporánea como es la Historia de Nuestro Tiempo que nos aboca a la reflexión sobre el futuro
(o futuros) de las generaciones vivas.
Unos años después, concretamente en su obra Aceleración, prognosis y secularización, 37
Koselleck volvió sobre la temática de la prognosis en el capítulo titulado “El futuro ignoto y el arte
de la prognosis”. El autor alemán comenzaba estas páginas con una sentencia de Johann Georg
Hamman aparentemente “insensata”: “¿Se puede conocer lo pasado si ni siquiera se entiende lo
presente? ¿Y quién quiere tomar conceptos correctos de lo presente sin saber el futuro? Lo futuro
determina lo presente y éste lo pasado”. 38 Y a la inversa, añadimos nosotros, a partir de la repetida
constatación de la naturaleza sistémica del tiempo histórico. Para Koselleck, la sentencia de
Hamann no tenía sólo un valor soteriológico, sino también histórico-universal: “El historiador
político o el social, que se ocupa profesionalmente de lo pretérito y pregunta al pasado por cadenas
causales que conducen al presente, deja de lado metódicamente el futuro. Por doquier concederá,
por motivos epistemológicos o psicológicos, que las propias expectativas pueden influir en los
planteamientos que le sirven de estímulo para el denominado interés cognoscitivo. Después de
todo, tolerará un poco de futuro, sin ver menoscabada su cualificación profesional”. 39 Sin embargo,
desde nuestro punto de vista el historiador presentista tendrá que tolerar un “poco” más “de futuro”,
por utilizar las mismas palabras de Koselleck. A la inversa, la situación de otras ciencias sociales es
bien distinta: “Más solicitados están hoy los campos científicos especializados de la politología, la
economía y la sociología, en la medida en que sus estimaciones se refieren no a casos particulares,
sino a estructuras, para derivar a partir de ellas tendencias futuras”. 40 Y, además, volvemos a agregar
nosotros, porque las ciencias sociales tienen como objeto un presente móvil que les conduce
necesariamente a la reflexión sobre el futuro. Ciertamente, las tendencias sociales se derivan del
análisis estructural y no del particular o de lo único e irrepetible, tal y como ha hecho
tradicionalmente la historiografía acontecimental. No obstante todo lo anterior, Koselleck distingue
entre el “estatuto del futuro” y el del pasado. En sus palabras: “Lo pasado está contenido en nuestra
experiencia y es verificable empíricamente. Lo futuro escapa por principio a nuestra experiencia y,
en consecuencia, no es verificable empíricamente. Sin embargo, hay predicciones que, con mayor o
menos plausibilidad, pueden ser transpuestas de la experiencia a la expectativa” por medio de la
“facultad de la previsión”, que nuestro autor desarrollada apoyándose en una cita de Kant: “Poseer
esta facultad […] interesa más que cualquier otra, porque es la condición de toda posible acción y
de los fines a que el hombre endereza el empleo de sus fuerzas. Todo deseo encierra una previsión
(dudosa o cierta) de lo que por medio de estas fuerzas es posible. El volver la vista a lo pasado
(recordar) se hace tan sólo con el designio de hacer posible la previsión de lo futuro: miramos en
35 Ibídem, p. 87. Sobre Lorenz von Stein, véase, en particular, el capítulo titulado “La prognosis histórica en el
escrito de Lorenz von Stein sobre la constitución alemana” (ibídem, pp. 87-102). Koselleck repite la máxima
de Stein más adelante (véase ibídem, pp. 94 y 153).
36 Ibídem, p. 320.
37 Koselleck, Reinhart, Aceleración, prognosis y secularización, Valencia, Pre-textos, 2003, pp. 73-96.
38 Ibídem, p. 73. Como afirma un poco después el propio Koselleck, basándose en la experiencia histórica,
“La afirmación de Hamann de que lo futuro incide en lo presente apenas puede, por tanto, ser refutada en su
generalidad” (p. 75). Y ello es así porque, aunque Koselleck parece no saberlo, el objeto real de la prospectiva
no es la predicción, previsión o prognosis del futuro, sino su construcción, y esa construcción sólo se hace en
la sucesión de presentes. Es algo parecido a lo que ocurre con la historiografía como maestra de la vida, pero al
revés. Son la cara y la cruz de una misma moneda.
39 Ibídem, p. 74.
40 Ibídem. En este sentido es completamente natural que en la Asociación Internacional de Sociología (ISA)
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CARLOS NAVAJAS ZUBELDIA
torno nuestro en la situación presente para resolver algo o apercibirnos de algo”. 41 Para Koselleck,
“Kant reconduce las dimensiones del tiempo histórico a su núcleo antropológico”, mientras que
por ejemplo San Agustín reducía la dimensión temporal al “hombre interior”, dentro de las cuales
“Kant le adjudica inequívocamente […] el mayor peso al futuro y a la facultad de previsión ligada a
él”. 42 O de construcción, matizaríamos nosotros. Puntualización que se extiende a otra sentencia de
Koselleck vinculada a la previsión: “A fin de poder obrar [el hombre] ha de tener en cuenta la
inexperimentabilidad de su futuro, la incapacidad empírica de experimentarlo”. 43 En realidad, el
hombre sí que puede experimentar sus futuros en el sentido de que a lo largo de su vida ve pasar el
continuo temporal pasado-presente-futuro y que, como ya hemos apuntado más arriba, el futuro no
se construye ex nihilo, sino a partir de la línea del tiempo. Además, si el futuro no se puede
experimentar, tampoco el “pasado real” de Ritter.
Acto seguido, Koselleck se sitúa en el “centro” de su problemática, que no es otra que el
“arte de la prognosis” y las “reglas mínimas” para su éxito. En consecuencia, el historiador alemán
establece una primera regla meramente formal: “la escala de los enunciados sobre el futuro se
extiende desde los pronósticos absolutamente seguros a aquéllos de contenido altamente
improbable”. 44 Regla que precisa más adelante en una primera “tesis”: “los pronósticos son sólo
posibles porque hay estructuras formales en la historia que se repiten, aun cuando su contenido
concreto sea en cada caso único y sorprendente para los afectados. Sin constantes de diversa
duración en el haz de factores de los acontecimientos venideros sería imposible predecir en general
algo”. 45 Más adelante Koselleck enuncia de hecho una segunda tesis, aunque no la introduce como
tal: “La fecundidad de la predicción histórica” depende “de los diversos estratos (Shichten)
históricos, de los escalonamientos o gradaciones en profundidad del tiempo, que” son
“transpuestos de la experiencia histórica al enunciado sobre el futuro”. 46 Tesis que pone de
manifiesto que no existen los pasados que ya han pasado, sino que, abundando en nuestras propias
ideas, los pasados-pasados están ligados estrecha o indisociablemente con los futuros, bien sean
éstos futuros-presentes o futuros-futuros. Y la tercera que no deja de ser una variante más breve de
su “tesis”: el “escalonamiento histórico en profundidad como presupuesto de éxito de los
pronósticos”. 47
En un “segundo paso” Koselleck precisa la cuestión de los diversos estratos del tiempo.
Así, distingue teóricamente “tres planos temporales recuperables a los que podemos remitirnos de
modo diferente a fin de posibilitar [los] pronósticos”. Primeramente, “hay una sucesión a corto
plazo del antes y el después que caracteriza las coacciones cotidianas para que obremos”. En
segundo lugar, “existe el plano de las tendencias a medio plazo, de los decursos de acontecimientos
en los que entran en liza una gran cantidad de factores que escapan al control de los agentes”. Y, en
tercer lugar, “hay un plano de duración, por así decirlo, metahistórica, que no por eso es
atemporal”. 48
En conclusión, Koselleck sostiene que “La distinción teórica entre nuestros tres cursos
temporales (las acciones a corto plazo, los desarrollos que tienen lugar forzosamente a medio plazo,
así como las posibilidades repetibles a largo plazo o duraderas), nos muestra que su interrelación se
ha alterado decisivamente en la historia reciente”. “Hoy es más difícil hacer pronósticos a corto
plazo, porque los factores involucrados en ellos se han multiplicado”, añade inmediatamente
después. “Pero hasta las constantes transpersonales, que a modo de condiciones han determinado
41 Ibídem, pp. 75-76.
42 Ibídem, p. 76.
43 Ibídem.
44 Ibídem, p. 78.
45 Ibídem, p. 80.
46 Ibídem, p. 82.
47 Ibídem, p. 87.
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EL GRAN PRESENTE: LA HISTORIA DE NUESTRO TIEMPO, HOY
los procesos a medio plazo, han cambiado desde hace unos doscientos años a una velocidad
creciente”. 49
Sin embargo, la conclusión de Koselleck no termina consigo misma, pues el autor añade un
epílogo escrito desde la perspectiva histórica: “la seguridad del pronóstico aumentaría
necesariamente de nuevo si se lograse insertar en el futuro más efectos dilatorios, cuya
previsibilidad sería mayor tan pronto como las condiciones generales económicas e institucionales
de nuestro obrar sean cada vez más estables”. 50
49 Ibídem, p. 95-96.
50 Ibídem, p. 96.
51 Desde la perspectiva de la historia de la Tierra dicha Edad Contemporánea coincide con la Era de los
Humanos (o la época del Antropoceno). Véase al respecto Stager, Curt, El futuro profundo. Los próximos 100.000
años de vida en la Tierra, Barcelona, Crítica, 2012, pp. 13-16-26, 87-88, 296-298 y 308-309. Como se deduce del
subtítulo de dicha obra, la Era de los Humanos va a tener unas consecuencias a larguísimo plazo.
52 Hobsbawm, Eric, Historia del siglo XX. 1914-1991, Barcelona, Crítica, 1995, p. 10.
53 Sobre las tendencias globales hacia 2015, véase Global Trends 2015: A Dialogue About the Future With
Nogovernment Experts, NIC 2000-02, December 2000. Acerca del mundo hacia 2020, véase Mapping the Global
Future. Report of the National Intelligence Council’s 2020 Project. Based on consultations with nongovernmental experts around
the world, December 2004. Sobre las tendencias globales hacia 2025, véase Global Trends 2025: A Transformed
World, NIC 2008-003, November 2008 y acerca de la gobernanza global hacia la misma fecha, véase Global
Governance 2025: At a Critical Juncture, NIC 2010-08, September 2010. Sobre la Unión Europea hacia 2030,
véase Proyecto Europa 2030. Retos y oportunidades. Informe al Consejo Europeo del Grupo de Reflexión sobre el futuro de la
UE en 2030, mayo 2010. Y acerca del mundo hacia 2050, ver Hawksworth, John y Cookson, Gordon, The
World in 2050. Beyond the BRICs: a broader look at emerging market growth prospects, PricewaterhouseCoopers, March
2008, <pwc.com/world2050>; Requeijo, Jaime, Odisea 2050. La economía mundial del siglo XXI, Madrid, Alianza
Editorial, 2009; Smith, Laurence C., El mundo en 2050. Las cuatro fuerzas que determinarán el futuro de la civilización,
Barcelona, Debate, 2011; y Ward, Karen, The world in 2050. Quantifying the shift in the global economy, HSBC
Global Research, Global Economics, January 2011. Por supuesto, todos estos estudios prospectivos nos
hablan no sólo de los futuros, sino también de los presentes en los que fueron publicados. Lo mismo que
pasa en relación con las obras de historia tradicional, pero al revés. Desde este ángulo la prospectiva y la
historia convencional son las dos caras de una misma moneda.
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CARLOS NAVAJAS ZUBELDIA
importante insistir en que es un futuro que lo construimos racionalmente más que lo predecimos,
pronosticamos o prevemos. En este sentido, entendemos que este futuro histórico ha de ser similar
al de los futuristas o prospectivistas en un sentido: es un futuro al que nos enfrentamos
activamente, es decir, no se trata del mismo porvenir (en realidad debería decirse porir, valga el
neologismo) que el futuro como “espera” de San Agustín o el futuro como “horizonte de
expectativa” de Koselleck. 54
En pocas palabras, la Historia de Nuestro Tiempo no es sólo una “historia vivida”, 55 sino
también una historia viva y por vivir.
54 San Agustín, Las confesiones, Torrejón de Ardoz (Madrid), Akal, 1996, p. 303 y Koselleck, Futuro pasado, op.
cit., pp. 333 y ss.
55 Aróstegui, Julio, La historia vivida. Sobre la historia del presente, Madrid, Alianza, 2004. Véase del mismo autor,
“La historia del presente, ¿una cuestión de método?”, en Navajas Zubeldia, Carlos, Actas del IV Simposio de
Historia Actual. Logroño, 17-19 de octubre de 2002, Logroño, Gobierno de La Rioja. Instituto de Estudios
Riojanos, 2004, pp. 41-75.
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