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República bolivariana de Venezuela

Ministerio del poder popular para la educación superior


Universidad Yacambú
Facultad de humanidades
Estudio seminarial electivo
Participante: Romero Wilmer
15.302.978
ANÁLISIS CRÍTICO

El miedo y la ansiedad indican muchas veces que nos estamos moviendo en


una dirección positiva, fuera de los límites seguros de nuestra zona de confort y en
dirección de nuestro verdadero propósito.-Charles F. Glassman.
La psiconeuroinmunología se puede precisar como la rama que estudia la
correspondencia entre el cerebro, los elementos psicológicos y el sistema
inmune. Esto involucra, cómo aqueja la manera en la que nos hablamos a
nosotros mismos, al sistema inmunológico y por tanto a nuestra inmunidad.
Según lo expuesto en los materiales de consulta, Ante la figura o
antelación de un escenario descifrado como amenazante, se impulsa el llamado
“método de disputa o evasión”, el cual libera una serie de componentes que
derivan en la libertad de hormonas del estrés. Estas reúnen los recursos de
nuestro organismo para enfrentar la posible situación de riesgo, pero también
inhiben la actividad del sistema inmune para guardar energía. Es un mecanismo
perfecto para afrontar situaciones realmente peligrosas de corta duración, por
ejemplo, dar un “volantazo” a tiempo para evitar un accidente de tráfico. Sin
embargo, si aquello que nos produce estrés se prolonga en el tiempo o cronifica,
los efectos en nuestro organismo pueden derivar en el desarrollo de
enfermedades físicas y/o psicológicas.

No sólo la presencia de peligro real activa este mecanismo de defensa


sino que la percepción, las creencias de qué algo irá, ha ido o va mal, engañan
a nuestro sistema y lo ponen a trabajar como si se tratara de nuestros
antepasados ante la presencia de una fiera salvaje, pudiendo producir a la larga
trastornos de ansiedad.

Las palabras con las que construimos nuestros pensamientos nos


generan unas emociones y en consecuencia modulan nuestro estado de ánimo.
Utilizar el pensamiento positivo no significa obviar lo que no nos agrada, sino que
implica hacer un análisis completo y realista de los eventos, focalizando en
aquello positivo que podemos extraer de casi cualquier situación.

El estrés es un mecanismo de defensa imprescindible para la


supervivencia, pero debe quedar circunscrito a aquellas situaciones en la que es
necesario y durante un breve periodo de tiempo. Cuando el estrés o la
negatividad se prolongan, debemos revisar si estamos interpretando la vida de
una manera realista y optimista que nos haga experimentar una realidad mejor,
favoreciendo así nuestra salud física y emocional.

En la actualidad, para nadie es un secreto el papel que desempeñan las


emociones humanas en la concepción de la salud integral y, desde luego, en el
desarrollo de las enfermedades. La Organización Mundial de la Salud (OMS)
afirma que más del 90% de las enfermedades tienen un origen psicosomático;
de hecho, las características de personalidad, el manejo que tenemos de las
emociones y la manera de lidiar con el estrés, conflictos, fracasos y frustraciones
pueden potenciar o desarrollar diversas enfermedades.

La persona es un “todo integrado”, la separación entre el cuerpo y la


mente abre las puertas a la desintegración, a la desvalorización, y nos hace cada
vez más vulnerables a la enfermedad. Hoy sabemos que todas las enfermedades
son fenómenos psicosomáticos o somatopsíquicos, la experiencia más clara de
esta realidad se vislumbra cuando comprendemos la profunda integración que
existe entre nuestras emociones, el sistema nervioso, el inmune y el endocrino.
La expresión de cualquier amenaza al equilibrio en nuestra salud invita a
enfrentarle desde todos los flancos posibles en la vasta complejidad del ser
humano.

La salud y la enfermedad no son un asunto que le concierna únicamente


a quien posee la anhelada cura; más allá de esta percepción tradicional es
imperioso reenfocar la comprensión de la salud desde la experiencia humana y
social, desde el sentido de ser los únicos dueños y responsables de ésta. Al final,
debe quedar claro que en todo desbalance o enfermedad existe un conflicto
intrapersonal no concientizado y la necesidad urgente de armonizar el
desequilibrio emocional. Sin duda alguna, se debe resaltar que las emociones
están influenciadas por manifestaciones sociales que, mediante un proceso de
internalización o subjetivación, producen un significado personal, que no es otra
cosa más que el significado social que reactualiza las emociones en estrecha
relación con los procesos cognitivos, como por ejemplo la memoria. De ahí que
determinado suceso o vivencia pueda marcar un hito en nuestras vidas e incluso
dividirla en un “antes y un después”.

En cuanto a las clasificaciones más comunes que se confrontan sobre las


emociones se destaca la separación en: emociones positivas y emociones
negativas. De estas últimas se puede decir que son el estigma de muchas
depresiones y traumas y, a su vez, producen un funcionamiento desajustado de
diferentes sistemas neurovegetativos.

Siendo la salud humana un complejo proceso de adaptación en el que


confluyen factores biológicos, psicológicos y sociales, una persona sana debe
estarlo tanto en mente como en cuerpo.

Las emociones perturbadoras influyen negativamente en la salud, ya que


hacen más vulnerable el sistema inmunológico, lo que no permite su correcto
funcionamiento. Lograr que el hombre se adapte a su medio implica la
mantención de la adecuada sincronización de las funciones de los sistemas de
su organismo y, en caso del surgimiento de un desequilibrio, esta adaptación
depende del restablecimiento de ese equilibrio (López, 1999).

Existen indicadores que hacen notar que los factores psicológicos pueden
influir de manera significativa sobre algunas enfermedades causadas por otros
factores. Desde hace algo más de dos décadas las ciencias médicas y
psicológicas han estado forjando una concepción más amplia de cómo nuestras
vidas emocionales afectan directa e indirectamente nuestro bienestar físico, al
investigar los vínculos reales entre los acontecimientos psicológicos, la función
cerebral, la secreción hormonal y la potencia de la respuesta inmunológica; este
nuevo campo del saber ha sido denominado psiconeuroinmunología.

Evidentemente, la psiconeuroinmunología pone tanto al científico como al


terapeuta en una nueva posición en la que se requiere del empleo de técnicas
diversas y se reclama un análisis más profundo de la relación entre la mente y el
cuerpo. Estudios confirman que las emociones perturbadoras son malas para la
salud. Según López (1999), plantea que las personas que experimentan
ansiedad crónica, prolongados períodos de tristeza y pesimismo, tensión
continua u hostilidad, cinismo o suspicacias implacables, tenían el doble de
riesgo de contraer una enfermedad incluidas: asma, artritis, dolores de cabeza,
úlceras pépticas y problemas cardíacos.

Esta discernimiento hace que las emociones perturbadoras sean un factor


de riesgo tan nocivo como lo son, por ejemplo, el hábito de fumar o el colesterol
elevado para los problemas cardíacos, es decir, una importante amenaza a la
salud (Goleman, 1996). Estas predisposiciones modernas proponen una
afirmación acerca de cómo las reacciones psicológicas negativas o
desfavorables, en ocasiones, son las determinantes primarias de ciertos tipos de
migrañas, úlceras y otros trastornos gastrointestinales, dolores musculares e
inflamaciones, dificultades cardíacas, entre otras dolencias registradas.

Goleman (1996) propone un ejemplo en el cual se describe a una persona


que se encoleriza en reiteradas oportunidades. Cada incidente de ira aumenta
una rigidez adicional al corazón, agrandando su ritmo cardíaco y su presión
sanguínea. Al esto repetirse una y otra vez, puede generar un daño, sobre todo
debido a la revuelta con que fluye la sangre a través de la arteria coronaria, con
cada latido se pueden provocar micro desgarramientos en los vasos, donde se
desarrolla la placa. Por eso, si su ritmo cardíaco es más rápido y su presión
sanguínea más elevada como resultados de frecuentes estados de ira tendrá
mayor probabilidad de sufrir una enfermedad coronaria.

En este momento se ha expuesto alguna analogía de las emociones con


las permitidas saludables a nivel orgánico, pero ¿por qué tienen las emociones
la propiedad de intervenir en nuestro trabajo fisiológico-inmunológico-neuronal-
endocrino? En la retórica se puede hallar una gran variedad de explicaciones
sobre la relación de las emociones (desde su concepto) con los procesos antes
mencionado. Una de las combinaciones a la hora de creer la consecuencia de
las emociones en la inmunidad es la conceptualización del transcurso emocional.
En este aparecen dos filtros entre la situación interna o externa que desencadena
el proceso y la expresión de las emociones en el sujeto intérprete. En resumen,
la función adaptativa de las emociones va a depender de la evaluación que la
persona haga del estímulo, es decir, del significado que le dé a este y de la
respuesta de afrontamiento que genere.
Referencia bibliográfica en línea:

 http://bvs.sld.cu/revistas/ibi/vol18_1_99/ibi18199.pdf
 https://www.leadersummaries.com/ver-resumen/inteligencia-
emocional

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