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Si te duermes, te mueres.

La iglesia se había reunido en el mejor y más amplio salón del 3º piso de su edificio, con el
propósito de escuchar al conferencista internacional que los visitaba. Rápidamente todas
las sillas fueron ocupadas por los expectantes oyentes ávidos de escuchar las palabras que
aquel hombre de Dios tenía para ministrarles. Los que no consiguieron sentarse
permanecieron de pie y los más jóvenes y arriesgados optaron por sentarse en los bordes
de las ventanas. Cualquier lugar valía la pena para escuchar a Pablo. Y Pablo habló. Y su
discurso se prolongó hasta la medianoche. Demasiado extenso para Eutico, que se quedó
dormido, sentado en el borde de la ventana, y se cayó del 3º piso muriendo en el acto.
Si te duermes, te mueres.
Cuando permites que tu visión y tus sentidos espirituales se duerman, por la falta de
intimidad con Dios, por los pecados no confesados o no renunciados, por la ignorancia, por
la falta de fe, por los conceptos y la enseñanza legalista que atraviesan tu mente y matan
tu espíritu, por la falta de perdón, por los problemas que te absorben, o sencillamente
porque la rutina te ha enfriado la pasión espiritual, comienzas a morirte.
No es la muerte física lo que experimentas, tampoco es la muerte espiritual, porque tienes
la vida del Señor y la presencia todopoderosa del Espíritu Santo en ti. Es otro tipo de muerte
la que llega a tu vida: la muerte de la unción, la muerte de tus sueños, la muerte de la
motivación, la muerte de la revelación y del poder espiritual, la muerte de la fe. Cuántos
líderes con enorme potencial, han dejado que sus sueños se mueran y que su fe se apague,
por haberse quedado espiritualmente “dormidos”.
Y si te duermes, te mueres.
A Eutico lo salvó tener a un Pablo cerca. Un Pablo dispuesto a desenchufarse de su
ministerio (vs.10), descender hasta la realidad de Eutico y contagiarle vida.
El liderazgo no es para solitarios. Necesitas un Pablo. Necesitas rodearte de gente de fe, de
gente con mentalidad de reino, de gente llena de Dios con la que puedas hablar cuando
sientes que te estás durmiendo.
¿Tienes a un Pablo cerca que te sacuda cada vez que te duermes y te abra los ojos a la
realidad de tu vida?
¿Tienes a un líder amigo, pastor o mentor, dispuesto a entender tu situación y contagiarte
pasión, fe y visión, para que reviva todo lo que Dios puso en ti?
Si lo tienes, no lo desaproveches. Y si no lo tienes, búscate uno, porque el liderazgo no es
para solitarios.

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