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Sobre La Vida de José Ii PDF
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Índice
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www.centrorey.org| Ps. Miguel Rosell
Gad.............................................................................................................................. 43
Aser ............................................................................................................................. 43
Neftalí ......................................................................................................................... 43
José ............................................................................................................................. 44
Benjamín ..................................................................................................................... 45
SOBRE LA VIDA DE JOSÉ (XIX) ............................................................................ 45
Génesis 49: 28-33; 50: 1-6.......................................................................................... 45
El cumplimiento de su deber ...................................................................................... 46
Últimas voluntades de Jacob ...................................................................................... 46
La muerte de Jacob ..................................................................................................... 47
Cap. 50: 1-6 ................................................................................................................ 47
La sabiduría de José .................................................................................................... 48
La importancia de observar las disposiciones naturales locales ................................. 49
SOBRE LA VIDA DE JOSÉ (XX) .............................................................................. 49
Génesis 50: 7-26 ......................................................................................................... 49
El sepelio de Jacob...................................................................................................... 49
La tentación del miedo................................................................................................ 51
Muerte de José ............................................................................................................ 53
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Por lo que podemos apreciar, pasó un poco de tiempo después de aquellas desgarradoras
palabras de Jacob, cuando dijo: “…haréis descender mis canas con dolor al Seol” (42:
38b)
Ya el alimento que habían traído de Egipto se había acabado, y el hambre era horrible
en ese momento, no sólo en Egipto como tal, sino en esa parte de la cuenca del
Mediterráneo, incluida por tanto la tierra de Canaan.
(V. 1- 5)
Un problema: el hambre
El hambre es un acicate importante para hacer cosas que jamás se harían en condiciones
más o menos normales. Si no hubiera sido por ese hambre, jamás los hijos de Jacob, y
posteriormente el mismo Jacob, hubieran descend ido a Egipto; jamás. Si lo pensamos
bien, de no haber sido por esa hambruna, la nación de Israel como tal, jamás hubiera
existido, porque jamás se hubiera formado. El sentido nacionalista y de identidad como
pueblo se forjó arduamente en Egipto, años más tarde, por la terrible presión a la que
fueron sometidos aquellos hebreos.
Choque de fuerzas
Si nos damos cuenta, se produjo una situación muy interesante de choque de fuerzas.
Dios quería que fueran a Egipto, muy posiblemente el diablo, no. Dios uso la necesidad
material para incentivar a esos hebreos a ir a Egipto, el diablo usó lo que suele usar: el
temor, para lo contrario.
La lección aquí para nosotros es como sigue: no siempre el sentido común deberá regir
nuestros pasos, sino lo que entendamos sea la voluntad de Dios. Según el sentido
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Entre morir de hambre o perder a Benjamín, podía haber (según e l sentido común) otra
alternativa; quizás emigrar o buscar alimento en otra parte, hacia el Este.
Pero como cristianos deberemos entender siempre que sea factible lo que es la voluntad
de Dios, y nos daremos cuenta que algunas o muchas veces, según, no co mpagina con
lo que humanamente es lo más correcto o plausible.
(V. 3) “Respondió Judá, diciendo: Aquel varón nos protestó con ánimo resuelto,
diciendo: No veréis mi rostro si no traéis a vuestro hermano con vosotros”:
Aquí vemos que habían entendido perfectamente la gravedad de las palabras del amo de
Egipto. Si marchaban para Egipto sin Benjamín, iban a fracasar. Debían seguir el
criterio establecido.
(V. 6-10)
6
Dijo entonces Israel: ¿Por qué me hicisteis tanto mal, declarando al varón que teníais
otro hermano? 7 Y ellos respondieron: Aquel varón nos preguntó expresamente por
nosotros, y por nuestra familia, diciendo: ¿Vive aún vuestro padre? ¿Tenéis otro
hermano? Y le declaramos conforme a estas palabras. ¿Acaso podíamos saber que él
nos diría: Haced venir a vuestro hermano? 8 Entonces Judá dijo a Israel su padre:
Envía al joven conmigo, y nos levantaremos e iremos, a fin de que vivamos y no
muramos nosotros, y tú, y nuestros niños. 9 Yo te respondo por él; a mí me pedirás
cuenta. Si yo no te lo vuelvo a traer, y si no lo pongo delante de ti, seré para ti el
culpable para siempre; 10 pues si no nos hubiéramos detenido, ciertamente hubiéramos
ya vuelto dos veces.
Rubén sacó a sus dos hijos como garante (42: 37, 38) lo cual era un sin sentido; pero
esta vez es el propio Judá el que toma esa responsabilidad, no al modo de Rubén.
10
pues si no nos hubiéramos detenido, ciertamente hubiéramos ya vuelto dos veces”:
De nuevo vemos el aspecto altamente dubitativo y temeroso de Jacob, como se vio con
respecto a Esaú. Había pasado demasiado tiempo ya, debido a su inseguridad.
Lección para nosotros: lo que tengamos que hacer, hagámoslo sin demora, y será menos
doloroso; lo contrario es agonía.
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(V. 11-15)
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Entonces Israel su padre les respondió: Pues que así es, hacedlo; tomad de lo mejor
de la tierra en vuestros sacos, y llevad a aquel varón un presente, un poco de bálsamo,
un poco de miel, aromas y mirra, nueces y almendras.
12
Y tomad en vuestras manos doble cantidad de dinero, y llevad en vuestra mano el
dinero vuelto en las bocas de vuestros costales; quizá fue equivocación.
13
Tomad también a vuestro hermano, y levantaos, y volved a aquel varón.
14
Y el Dios Omnipotente os dé misericordia delante de aquel varón, y os suelte al otro
vuestro hermano, y a este Benjamín. Y si he de ser privado de mis hijos, séalo.
15
Entonces tomaron aquellos varones el presente, y tomaron en su mano doble cantidad
de dinero, y a Benjamín; y se levantaron y descendieron a Egipto, y se presentaron
delante de José.
Como cristianos, a veces nos llevará más o menos tiempo el tomar las decisiones
oportunas, pero las llegaremos a tomar. Ese fue el caso de Jacob. A la postre tomó la
decisión que era la voluntad de Dios.
Dejó marchar lo más preciado que tenía, su hijo querido, Benjamín, hijo que tuvo con
Raquel, su amada esposa, además de José.
A veces podremos ser privados aquí en la tierra de lo que más amemos, y eso no será un
“ataque del enemigo”, sino obra de Dios.
En esos momentos sólo pueden ocurrir dos cosas. Amargarse contra Dios, o entregarse
más a Él.
Esa experiencia la tuvo Jacob en esos momentos, aunque a la postre, no sólo recuperó a
Benjamín, sino que se reencontró con su amado José.
Ahora bien, la actitud de Jacob fue la correcta: “14 Y el Dios Omnipotente os dé
misericordia delante de aquel varón, y os suelte al otro vuestro hermano, y a este
Benjamín. Y si he de ser privado de mis hijos, séalo”
Esto implica un muy claro reconocimiento por parte de Jacob de que Dios es Dios.
Aquí el supo reconocer que quien manda no es el corazón, sino Dios, pues estuvo
dispuesto a ser privado de sus hijos, en claro reconocimiento de que no eran suyos sino
de Él. Esta fue una santa resignación, ya que se sujetó completamente a la voluntad de
Dios.
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Volviendo un poco atrás, aquí vemos sabiduría y prudencia por parte de Jacob, el cual
ejemplifica al cristiano. Muchos hermanitos hubieran exclamado qué bendición de parte
de Dios porque ese dinero apareció de nuevo en los costales de las mulas, como
diciendo que fue un milagro de Dios, y sabemos que no fue así. Esos hermanitos se
hubieran gastado el dinero y aún dando gracias a Dios. Pero Jacob obró con cabeza.
No se gastó ese dinero, sino que lo devolvió porque debía estar seguro de que no había
sido una equivocación, cosa muy lógica.
No deberemos tomar las cosas por sentado, siendo ligeros, sino cerciorarnos de que son
correctas.
Nos damos cuenta que aquí ya no hubo ninguna dilación. Rápidamente partieron, y en
poco llegaron a Egipto, presentándose directamente ante José.
No nos lo dice la Biblia, pero seguramente pudieron presentarse ante José porque él
habría dado instrucciones muy precisas de que así se hiciera; de que cuando llegaran sus
hermanos, se les abriera paso hacia él.
Cuando Dios quiere que se haga algo preciso y rápido, se hace, no importan las
circunstancias o las dificultades objetivas.
Cap. 43
(Vrs. 16-19) …16 Y vio José a Benjamín con ellos, y dijo al mayordomo de su casa:
Lleva a casa a esos hombres, y degüella una res y prepárala, pues estos hombres
comerán conmigo al mediodía.17 E hizo el hombre como José dijo, y llevó a los hombres
a casa de José. 18 Entonces aquellos hombres tuvieron temor, cuando fueron llevados a
casa de José, y decían: Por el dinero que fue devuelto en nuestros costales la primera
vez nos han traído aquí, para tendernos lazo, y atacarnos, y tomarnos por siervos a
nosotros, y a nuestros asnos”:
Ya estaban ante José de nuevo, aunque ellos no lo sabían. Lo primero que el relato nos
cuenta justo en esa situación, es lo que a priori más le interesaba a José; su hermano
Benjamín: “Y vio José a Benjamín…”.
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Lo segundo que hizo José fue dar instrucciones precisas buscando el bienestar de todos
los hermanos. Eso les confundió mucho, ya que no podían entender la situación.
Está escrito: “En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor;
porque el temor lleva en sí castigo. De donde el que teme, no ha sido perfeccionado en
el amor” (1 Juan 4: 18)
Aquellos hermanos de José no estaban familiarizados con el amor, por eso lo primero
que sintieron ante esa inaudita situación, fue temor.
En todo el tiempo, desde que cometieron aquel crimen contra José, ellos vivieron
invadidos constantemente de temor, y ese fue parte de su castigo. Sus consciencias no
les dejaban en paz jamás.
“…decían: Por el dinero que fue devuelto en nuestros costales la primera vez nos han
traído aquí, para tendernos lazo, y atacarnos, y tomarnos por siervos a nosotros, y a
nuestros asnos”:
Esos hombres pensaron lo peor, eso es típico de todos aquellos que harían justamente
como temen que les hagan. Se cumple el dicho castellano: “Dice el ladrón que todos son
de su misma condición”.
Tendernos lazo
Atacarnos
Tomarnos por siervos a nosotros
Tomar en propiedad nuestros asnos.
No podían haber pensado algo peor, porque eso es lo que justamente hicieron con José;
le tendieron lazo, lo atacaron, lo dieron por siervo (a los ismaelitas), y seguramente le
robaron el asno.
Anticipándose al seguro castigo (sólo en sus mentes), buscaron el impedirlo, con sus
labios.
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Aquí vemos un claro contrasentido. Si estaban seguros de que aquello había sido una
encerrona, ¿qué iban a solucionar intentando dar una explicación?
Vemos con claridad que las terribles conclusiones a las que habían llegado eran fruto de
su temor culpable.
El testimonio de José
(V. 23) “23 El les respondió: Paz a vosotros, no temáis; vuestro Dios y el Dios de
vuestro padre os dio el tesoro en vuestros costales; yo recibí vuestro dinero. Y sacó a
Simeón a ellos”:
Este hombre al servicio de José se ve que, como poco, estaba muy familiarizado con
Dios; esto necesariamente tuvo que ser posible por la influencia y palabras de José. Eso
nos debe recordar que no debemos avergonzarnos de ser de Dios, y que debemos ser de
testimonio allí donde estemos.
Por otra parte, esos hombres al estar tan embebidos en el problema de su gran temor
culpable, no se daban cuenta de las palabras de ese servidor de José:
El temor que experimentaban en ese momento era superior al mensaje de ese hombre de
José de parte de Dios. Así podemos llegar a estar enceguecidos muchas veces, por causa
de un pecado.
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¡Cómo Dios hace las cosas! Aquí vemos a los autores de la desgracia contra José, sus
propios hermanos, ahora, y sin saberlo, preparando un regalo para él.
José sabía que ese era Benjamín porque ya le había reconocido justo antes, pero quería
que sus hermanos le dijeran con sus propios labios que era él.
La humanidad de José podía más que su entereza, y en eso podemos ver que tenía un
corazón perdonador. Había perdonado de corazón a todos ellos.
Por otra parte, ninguno de aquellos hombres habían entendido hasta ese punto nada de
lo que estaba pasando, aún y así “bebieron, y se alegraron con él”. Extraño
comportamiento. Vemos que eran hombres sumamente llevados por sus emociones, más
que por la razón.
Como cristianos, las emociones deberán tener su papel de importancia debido, pero
jamás deberemos obrar y tomar decisiones importantes solamente por razones
emocionales, sino por lo que entendamos agrada a Dios.
Tomando como ejemplo esa situación tan inmensamente peculiar, los hermanos de José,
desconocedores como eran de lo que realmente estaba pasando, no debían haber
manifestado tan ingenuamente una alegría como la que manifestaron, sino que hubieran
debido ser más cautos.
Sabemos que esto fue escrito en el tiempo cuando la Ley fue dada ya, y que en el
tiempo de los hijos de Jacob, no existía, no obstante, sabemos que eran muy llevados
por sus apetitos y poco por la prudencia.
En el caso que nos concierne no había problema, pero, ¿y en otra circunstancia? Hubiera
sido muy diferente el asunto, seguramente.
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Cap. 44
(1-5) “Mandó José al mayordomo de su casa, diciendo: Llena de alimento los costales
de estos varones, cuanto puedan llevar, y pon el dinero de cada uno en la boca de su
costal.2 Y pondrás mi copa, la copa de plata, en la boca del costal del menor, con el
dinero de su trigo. Y él hizo como dijo José. 3 Venida la mañana, los hombres fueron
despedidos con sus asnos. 4 Habiendo ellos salido de la ciudad, de la que aún no se
habían alejado, dijo José a su mayordomo: Levántate y sigue a esos hombres; y cuando
los alcances, diles: ¿Por qué habéis vuelto mal por bien? ¿Por qué habéis robado mi
copa de plata? 5 ¿No es ésta en la que bebe mi señor, y por la que suele adivinar?
Habéis hecho mal en lo que hicisteis”
Aquí vemos lo que a priori parece toda una actuación extraña de José hacia sus
hermanos (44: 1-5)
Por un lado les favorece haciendo que lleven mucho más alimento del que seguramente
hubieran podido comprar, además de devolverles el dinero, como ya hizo una primera
vez.
Por otro lado, parece cernir una trampa contra ellos con el asunto de la copa de plata.
Vemos que la copa en sí, la cual era, decía, para adivinar, poco le importaba de hecho,
lo cual también nos enseña que eso de adivinar a través de ella e n cuanto a José, no era
cierto, sino sólo una excusa para realizar su cometido.
Por otra parte vemos que José a sabiendas lanzó una serie de acusaciones graves contra
sus hermanos, ¿querría después de todo en cierto modo hacerles pasar un poco mal para
que supieran lo que él pasó en su día? No lo dice el relato bíblico, pero no hemos de
desdeñar la humanidad de José.
“6 Cuando él los alcanzó, les dijo estas palabras. 7 Y ellos le respondieron: ¿Por qué
dice nuestro señor tales cosas? Nunca tal hagan tus siervos. 8 He aquí, el dinero que
hallamos en la boca de nuestros costales, te lo volvimos a traer desde la tierra de
Canaán; ¿cómo, pues, habíamos de hurtar de casa de tu señor plata ni oro?”:
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El argumento de defensa de ellos fue el mismo que vemos: si devolvieron el dinero que
apareció en sus costales en su día, ¡cómo iban a hurtar otra cosa! Así es.
“9 Aquel de tus siervos en quien fuere hallada la copa, que muera, y aun nosotros
seremos siervos de mi señor. 10 Y él dijo: También ahora sea conforme a vuestras
palabras; aquel en quien se hallare será mi siervo, y vosotros seréis sin culpa. 11 Ellos
entonces se dieron prisa, y derribando cada uno su costal en tierra, abrió cada cual el
costal suyo. 12 Y buscó; desde el mayor comenzó, y acabó en el menor; y la copa fue
hallada en el costal de Benjamín”:
Fueron todavía más lejos, colocando una “espada de Damocles” sobre sus cabezas, o lo
que es lo mismo, auto sentenciándose. De tal manera querían demostrar su inocencia,
pero no sabían nada de lo que estaba ocurriendo lejos de sus ojos.
Aquí hay una lección que aprender: no hagas lo mismo en modo alguno, porque puede
que te hayan tendido una trampa, y tú mismo al ponerte la soga al cuello, sea fácil para
tu adversario echarte a bailar.
De alguna manera, José quería que experimentaran lo que significa ser injustamente
acusado o agredido como lo fue él por mano directa de ellos.
¿Estaba José tomándose la justicia por su mano? No, ya que no fue nada lejos con ese
juego; sólo lo justo para que experimentaran algo de su propia medicina.
No eran muy inteligentes los medio hermanos de José; ¿Cómo podían auto inculparse
ante el emisario egipcio como lo estaban haciendo, sabiendo que antes habían sido
manipulados los costales de sus monturas cuando les fue devuelto el dinero? Ellos no se
detuvieron a pensar que así como ocurrió una vez primera, bien podía estar pasando esta
vez. En vez de ser prudentes como debieran haberlo sido, se lanzaron a auto maldecirse
hasta sentenciarse a muerte y servidumbre.
En este pasaje, los hermanos de José ejemplifican a esos cristianos que pecan de
ingenuidad y de falta de prudencia.
Como no podía ser de otra manera, la copa de José apareció en el costal de Benjamín.
“13
Entonces ellos rasgaron sus vestidos, y cargó cada uno su asno y volvieron a la
ciudad. 14 Vino Judá con sus hermanos a casa de José, que aún estaba allí, y se
postraron delante de él en tierra. 15 Y les dijo José: ¿Qué acción es esta que habéis
hecho? ¿No sabéis que un hombre como yo sabe adivinar? 16 Entonces dijo Judá: ¿Qué
diremos a mi señor? ¿Qué hablaremos, o con qué nos justificaremos? Dios ha hallado
la maldad de tus siervos; he aquí, nosotros somos siervos de mi señor, nosotros, y
también aquel en cuyo poder fue hallada la copa. 17 José respondió: Nunca yo tal haga.
El varón en cuyo poder fue hallada la copa, él será mi siervo; vosotros id en paz a
vuestro padre”
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hubieran obrado con prudencia, no anticipándose a nada, más aún, cuando no sabían ni
entendían nada de lo que estaba pasando.
Ellos juzgaron aquella situación desde su entendimiento, el cual no era real, y no desde
el no saber (como no sabían), y por tanto, procediendo con cautela y cerebro.
Volvieron a la ciudad de Egipto como quien dice como el perro con el rabo entre las
patas. Humillados, confundidos, culpables (arrastrando la culpabilidad de su acto contra
José, que jamás les dejó en paz), sin comprender nada.
Un creyente en esos momentos, sólo puede asirse de Dios, y esperar en Él, pero ellos
volvieron a dirigirse a José, esperando justicia, comprensión y clemencia (por lo que no
habían hecho) de un desconocido mandatario de Egipto, de nuevo, postrándose delante
de él en tierra.
¡Cómo Dios supo humillar a aquellos hombres altivos que cometieron tal injustic ia
contra su medio hermano!
Nos damos cuenta aquí que todo esto de alguna manera constituía una disciplina de
Dios, no hacia los incrédulos (lo cual para nada sirve), sino para la gente que declara ser
de Dios; más todavía para Sus hijos:
“Porque el Señor al que ama, disciplina, Y azota a todo el que recibe por hijo”
(Hebreos 12: 6)
(V. 15) 15 Y les dijo José: ¿Qué acción es esta que habéis hecho? ¿No sabéis que un
hombre como yo sabe adivinar?”:
José en esos momentos, se hizo pasar como lo que no era, un mago, brujo o adivino.
¿Por qué dijo que lo era?, bien, de hecho no dijo que lo era, sino que sabía acerca de
ello…como poniéndose en suma ventaja sobre ellos, para que entendieran que todo lo
que habían hecho o presuntamente habían hecho, era de su conocimiento.
Desde luego que sí conocía, y en primera persona, todo lo que habían hecho en el
pasado, pero ellos no sabían nada, ni podían saberlo.
Al ponerse por encima de ellos en cuanto a conocimiento, hacía que ellos se pusieran a
su merced.
“16 Entonces dijo Judá: ¿Qué diremos a mi señor? ¿Qué hablaremos, o con qué nos
justificaremos? Dios ha hallado la maldad de tus siervos…” :
De una manera indirecta, el mismo Judá reconoció ante todos que todos ellos eran
malos ante Dios. Seguramente si algo así no hubiera ocurrido, jamás se habrían
humillado y habrían reconocido todas sus penurias morales ante nadie, ni ante Dios, al
cual ahora Judá ponía como juez y testigo.
“…he aquí, nosotros somos siervos de mi señor, nosotros, y también aquel en cuyo
poder fue hallada la copa. 17 José respondió: Nunca yo tal haga. El varón en cuyo
poder fue hallada la copa, él será mi siervo; vosotros id en paz a vuestro padre”:
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Ese sentimiento de culpa hizo que Judá, asumiendo ser cabeza de todos sus hermanos
(por su compromiso con su padre Jacob, y por inspiración divina en su corazón),
declarara que por lo que parecía evidente que se había cometido, todos ellos pasaran a
ser siervos de aquel a quien no conocían, pero que les había favorecido sumamente,
pero ellos, presuntamente habían defraudado.
No obstante, y queriendo seguir probándoles, José fue más lejos y declaró, en base a
una supuesta justicia, que aquel en el que se encontró la copa, fuera hecho siervo suyo,
no los demás, los cuales podrían volver a su tierra, y a su progenitor en paz.
En un próximo capítulo veremos acerca de la respuesta de Judá al juicio de José.
Sin requerir entrar en cada detalle de esta exposición, podemos resaltar el hecho de que
Judá había cambiado como persona. No tenía nada que ver con el Judá anterior. En este
relato, vemos que él se hizo cien por cien responsable de todo lo sucedido con
Benjamín, a diferencia de cómo no lo fue en relación a José, en su día.
En este relato vemos un muy claro y contrito ruego por misericordia, ante un señor, el
egipcio, que no tenía por qué siquiera considerar el tenerla, ya que era casi el amo del
mundo (“pues tú eres como Faraón”). Ahí vemos una mezcla de inocencia, ingenuidad
y sensibilidad por parte de Judá.
Si en vez de ser José el hombre fuerte, hubiera sido cualquier egipcio, y en esas mismas
circunstancias, Judá posiblemente no hubiera tenido ninguna posibilidad con todo su
ruego, aún y así, el clamó y clamó, porque nada más podía hacer, actuando confor me a
su nueva naturaleza compasiva y responsable.
En este acto, demostró que estaba totalmente preparado para asumir el papel de
primogénito, a diferencia de Rubén que lo era por nacimiento. En cierto sentido, volvió
a repetirse la misma situación que con Jacob y Esaú.
En el clamor de Judá
En ese clamor de Judá al que creía era un egipcio y que por nada del mundo podía
pensar que era José, al que creía desaparecido, vemos lo siguiente:
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Escribe McArthur:
“La evidente compasión de Judá por Jacob, y su buena disposición a presentarse como
sustituto de Benjamín en esclavitud, abrumaron a José. Estos no eran los mismos del
pasado”
Efectivamente, con todo lo visto, José que obviamente había estado probándoles, vio
con claridad que habían cambiado, que ya no eran los mismos hombres que fueron en el
pasado. Ese cambio no hay que atribuirlo solamente a las adversas circunstancias por las
que pasaron, sino a la obra invisible del Santo Espíritu de Dios.
Capítulo 45
“No podía ya José contenerse delante de todos los que estaban al lado suyo, y clamó:
Haced salir de mi presencia a todos. Y no quedó nadie con él, al darse a conocer José a
sus hermanos. 2 Entonces se dio a llorar a gritos; y oyeron los egipcios, y oyó también
la casa de Faraón. 3 Y dijo José a sus hermanos: Yo soy José; ¿vive aún mi padre? Y
sus hermanos no pudieron responderle, porque estaban turbados delante de él
4
Entonces dijo José a sus hermanos: Acercaos ahora a mí. Y ellos se acercaron. Y él
dijo: Yo soy José vuestro hermano, el que vendisteis para Egipto. 5 Ahora, pues, no os
entristezcáis, ni os pese de haberme vendido acá; porque para preservación de vida me
envió Dios delante de vosotros. 6 Pues ya ha habido dos años de hambre en medio de la
tierra, y aún quedan cinco años en los cuales ni habrá arada ni siega. 7 Y Dios me envió
delante de vosotros, para preservaros posteridad sobre la tierra, y para daros vida por
medio de gran liberación. 8 Así, pues, no me enviasteis acá vosotros, sino Dios, que me
ha puesto por padre de Faraón y por señor de toda su casa, y por gobernador en toda
la tierra de Egipto.
Por otro lado, los hermanos quedaron sumamente aturdidos ante la revelación de quién
era realmente la persona con quien habían estado tratando.
Nótese que el hecho de que no hubiera habido contra réplica a lo que Judá estaba
diciendo por parte de los hermanos, y de, por tanto, asumir su liderazgo por encima de
ellos, denotaba que todos estaban básicamente de acuerdo con la declaración del ahora
primogénito, Judá.
“2 Entonces se dio a llorar a gritos; y oyeron los egipcios, y oyó también la casa de
Faraón”:
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Los gritos y lloro de José eran abrumadores; se ve que en todo ese tiempo desde que los
vio la primera vez, se estaba reprimiendo considerablemente, hasta el punto que al fin
estalló. Esto es notable, no sólo porque es lógico, sino porque todos lo oyeron, incluso
“la casa de Faraón”.
(V. 3) “Y dijo José a sus hermanos: Yo soy José; ¿vive aún mi padre?...”: Lo primero
que les dice es quien en realidad era él; y la segunda es la extraña pregunta acerca de
Jacob, ya que Judá le había estado explicando todo ello, lo cual nos lleva a pensar lo
siguiente: En su manifestación diciendo quien era, iba implícita su amor
inconmensurable por su padre, porque eso es lo primero que pregunta.
Es como que no podía acabar de creer todo lo que estaba ocurriendo. Al fin, después de
toda esa terrible prueba, todas las cosas se ponían en su lugar, y todo volvía a ser como
antes, aunque sin medida mejor; mucho más de lo que podía haber soñado.
(V. 4, 5)
4
Entonces dijo José a sus hermanos: Acercaos ahora a mí. Y ellos se acercaron. Y él
dijo: Yo soy José vuestro hermano, el que vendisteis para Egipto. 5 Ahora, pues, no os
entristezcáis, ni os pese de haberme vendido acá; porque para preservación de vida me
envió Dios delante de vosotros”:
(V. 6, 7) “Pues ya ha habido dos años de hambre en medio de la tierra, y aún quedan
cinco años en los cuales ni habrá arada ni siega. 7 Y Dios me envió delante de vosotros,
para preservaros posteridad sobre la tierra, y para daros vida por medio de gran
liberación”:
José tenía en mente a decir esto, como poco, la hambruna tan terrible que estaban
pasando y que todavía iba a durar mucho más, y que por ello les iba a transportar a
Egipto, pero esa preservación de vida, iba a ser mucho más que la mencionada, ya que
un verdadero pueblo o nación de Dios iba a surgir de ese Egipto, que simboliza el
mundo, para cientos de años más tarde ser llevado a su nueva tierra.
Por otro lado, esa hambruna que iba a durar siete años (¿Como los años de la
Tribulación?), era tipo y símbolo del rescate de Dios a Su pueblo en medio de la
aflicción de este mundo.
7
Y Dios me envió delante de vosotros, para preservaros posteridad sobre la tierra, y
para daros vida por medio de gran liberación”:
José representa aquí un tipo de Cristo; el que va delante de sus ovejas, para sa lvación y
preservación, y dar gran liberación.
Si bien es cierto que José tenía en mente la situación de esa hambre tan terrible por la
cual Dios le estaba usando para liberar a su familia, estaba sin duda declarando, y
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también profetizando acerca del pacto de Dios con Abraham, de que de sus lomos iba a
surgir una gran nación.
(V. 8) 8 “Así, pues, no me enviasteis acá vosotros, sino Dios, que me ha puesto por
padre de Faraón y por señor de toda su casa, y por gobernador en toda la tierra de
Egipto”:
De nuevo insiste José que fue Dios quien propició todo aquello para un bien superior.
Aquí tenemos una enseñanza muy evidente:
Por encima de los actos de la gente, está Dios, que si los permite, o en la medida que los
permita, redundará más tarde o más temprano, en el cumplimiento de Su voluntad. Por
todo ello podemos descansar en Dios, quien en Su amor y omnipotencia, sabe, quiere y
puede hacer que se haga lo bueno a posteriori, aunque esto no lo comprendamos muchas
veces, dada nuestra pobre visión y entendimiento.
“…Dios, que me ha puesto por padre de Faraón…”: ¿Padre de Faraón? Bien, ese título
se les daba a los visires que nada tenían necesariamente que ver con cuestiones
familiares, pero que cumplían funciones muy importantes y que tenían una gran
influencia sobre los faraones. Entendemos que es fue el caso de José en esos instantes,
porque reinaba otro faraón más joven, Senusret III o Sesostris III (1878-1841 a. C.)
“9 Daos prisa, id a mi padre y decidle: Así dice tu hijo José: Dios me ha puesto por
señor de todo Egipto; ven a mí, no te detengas. 10 Habitarás en la tierra de Gosén, y
estarás cerca de mí, tú y tus hijos, y los hijos de tus hijos, tus ganados y tus vacas, y
todo lo que tienes. 11 Y allí te alimentaré, pues aún quedan cinco años de hambre, para
que no perezcas de pobreza tú y tu casa, y todo lo que tienes. 12 He aquí, vuestros ojos
ven, y los ojos de mi hermano Benjamín, que mi boca os habla. 13 Haréis, pues, saber a
mi padre toda mi gloria en Egipto, y todo lo que habéis visto; y daos prisa, y traed a mi
padre acá”:
Una vez las cartas estaban todas sobre la mesa, ya no había motivo para más dilación.
José se apresuró en motivar a sus hermanos a que trajeran con celeridad a su padre; pero
antes el mensaje a su progenitor era acerca de un milagro: José estaba vivo, y no sólo
eso, sino que además Dios le hizo señor de todo Egipto. Nadie jamás pudo haber
imaginado algo así. Dios opera por encima de nuestras limitaciones, aún por encima de
nuestra imaginación.
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Evidentemente José ya hacía tiempo que había pensado en todos los detalles, incluido
donde vivirían su padre y todos los suyos. La tierra de Gosén quedaba al NE de la zona
del delta del Nilo, era muy adecuada para el pastoreo, y 400 años más tarde, los judíos
seguían viviendo en ese lugar.
Dios hizo que la dependencia de Jacob, de los suyos y de sus ganados, estuviera
delimitada a Egipto. Es un misterio para nosotros no desvelado del todo el por qué Dios
obró de esa manera, pero fue la voluntad de Dios que eso fuera así.
(V. 12) “12 He aquí, vuestros ojos ven, y los ojos de mi hermano Benjamín, que mi boca
os habla”:
Es interesante la forma de hablar de José; quería tan estar seguro de que sus palabras
llegaran a su padre, que les dijo que ellos mismos eran testigos de esas palabras, y hasta
mencionó a su querido hermano Benjamín de igual manera… Él sabía que por tradición
sus hermanos eran muy dejados y olvidadizos, de ahí que se tomara toda esa molestia.
Una lección aquí. Si no quieres que te insistan en algo que debes saber para hacer,
procura ser diligente y que los demás lo sepan, porque si eres por tendencia dejado y
olvidadizo, o bien no contarán contigo para casi nada de importancia, o si lo tienen que
hacer te abrumarán como José lo hizo al respecto con sus hermanos.
Faraón, seguramente el joven Sesostris III (1878-1841 a. C.), habiendo sido testigo de la
mano de Dios a través de José, no tuvo por menos que alegrarse de que la familia suya
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se hubiera reencontrado con él. Seguramente en la mentalidad del faraón, si José era de
Dios, su familia también, y eso iba a reportar la bendición de lo Alto sobre Egipto.
Tan convencido estaba faraón de todo ello, que dio instrucciones precisas acerca de
cómo hacer las cosas al respecto, apoyando y facilitando hasta lo máximo todas las
cosas.
Benjamín recibió mucho más que los demás… podemos ver en esto que en el reino de
los cielos, en cuanto a los salvos, unos recibirán más que otros a modo de recompensas.
“24 Y despidió a sus hermanos, y ellos se fueron. Y él les dijo: No riñáis por el camino “:
José les despidió, y conociéndoles como les conocía, y a pesar de que en muchos
aspectos habían cambiado mucho, todavía les debía advertir acerca de su
comportamiento.
En esto podemos ver que a nosotros nos ocurre lo mismo, los hijos de Dios. A pesar de
que evidentemente se ha producido un cambio interior radical por la obra del Espíritu,
todavía “reñimos por el camino” muchas veces.
La “fe” de Jacob
26
Y le dieron las nuevas, diciendo: José vive aún; y él es señor en toda la tierra de
Egipto. Y el corazón de Jacob se afligió, porque no los creía. 27 Y ellos le contaron
todas las palabras de José, que él les había hablado; y viendo Jacob los carros que
José enviaba para llevarlo, su espíritu revivió. 28 Entonces dijo Israel: Basta; José mi
hijo vive todavía; iré, y le veré antes que yo muera.
Esto mismo nos pasa a todos nosotros. Llegamos a conclusiones fijas respecto a cómo
son los demás, pero nos equivocamos, por la misma razón aludida.
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Jacob sólo creyó cuando vio. Al ver esos carros y esas provisiones creyó. ¿Es eso
lícito?...
Sí, cuando se trata de creer a los hombres, no cuando se trata de creerle a Dios… pero
eso sí, a Dios, no a lo que “creemos que Dios ha dicho”, cuando no es así, sino sólo
nuestra imaginación y deseo.
No dice nada el relato bíblico, pero suponemos que esa necesariamente debía de ser la
ocasión para confesar el crimen que cometieron contra José a su padre; tarea nada fácil,
pero necesaria, “Porque no hay nada oculto que no haya de ser manifestado; ni
escondido, que no haya de salir a luz” (Marcos 4: 22)
(Gn. 46: 1-7) “Salió Israel con todo lo que tenía, y vino a Beerseba, y ofreció
sacrificios al Dios de su padre Isaac. 2 Y habló Dios a Israel en visiones de noche, y
dijo: Jacob, Jacob. Y él respondió: Heme aquí. 3 Y dijo: Yo soy Dios, el Dios de tu
padre; no temas de descender a Egipto, porque allí yo haré de ti una gran nación. 4 Yo
descenderé contigo a Egipto, y yo también te haré volver; y la mano de José cerrará tus
ojos. 5 Y se levantó Jacob de Beerseba; y tomaron los hijos de Israel a su padre Jacob, y
a sus niños, y a sus mujeres, en los carros que Faraón había enviado para llevarlo. 6 Y
tomaron sus ganados, y sus bienes que habían adquirido en la tierra de Canaán, y
vinieron a Egipto, Jacob y toda su descendencia consigo; 7 sus hijos, y los hijos de sus
hijos consigo; sus hijas, y las hijas de sus hijos, y a toda su descendencia trajo consigo
a Egipto. 7 sus hijos, y los hijos de sus hijos consigo; sus hijas, y las hijas de sus hijos, y
a toda su descendencia trajo consigo a Egipto”:
Llegaron a Beerseba, el desierto era lo que allí había. Ese lugar estaba en la ruta para
Egipto, a unos 40 Km al suroeste de Hebrón, y lugar donde tanto Abraham como Isaac
posteriormente, adoraron a Dios (Gn. 21: 33; 26: 25).
Jacob se encontraba muy aturdido por todo esto, y necesitaba la confirmación de Dios
en cuanto a los pasos que estaba tomando. Al tener en cuenta a Dios en Beerseba, Dios
tuvo compasión. Evidentemente el hecho de adorar a Dios en Beerseba (los lugares
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Dios se da a conocer a Jacob una vez más, lo cual implica que no tenía con él una
comunión constante, lo cual es obvio dadas las circunstancias dispensacionales. Le
confirma los pasos que está tomando, añadiendo que iba con él a Egipto, lo cual implica
que esa era Su voluntad.
Iba como persona y grupo, e iba a volver Israel como nación a su tierra. Ese era un
anuncio profético de que Israel no iba a quedarse en Egipto por siempre, sino sólo por
un tiempo definido.
También le anuncia que José le iba a sobrevivir, lo cual era de mucho agradecer para
Jacob. No hay cosa peor que un padre cierre los ojos a su hijo.
Si nos damos cuenta, aquí los hijos de Jacob tomaron una iniciativa clara: “y tomaron
los hijos de Israel a su padre Jacob, y a sus niños, y a sus mujeres…”.
Ya no era Jacob quien tiraba de ellos, sino que ellos asumieron la responsabilidad de
hacer que ese clan se mantuviera y avanzara.
Por otra parte, no dejaron nada atrás. Se llevaron con ellos a Egipto absolutamente todo
lo que tenían, sin dejar nada atrás. Esto es interesante.
Cuando Lot salió de Sodoma, su mujer miró atrás, como queriendo indicar que su
corazón estaba en la ciudad y su pecado que dejaban por mandato expreso de Dios. La
consecuencia de ese acto fue un castigo fulminante de Dios, convirtiéndose en sal.
Sin embargo, los hijos de Jacob y el mismo Jacob, renunciaron del todo a quedarse en lo
que era la tierra prometida y no dejaron nada en ella que les hiciera recordar que allí
estuvieron.
Cuando una persona verdaderamente nace de nuevo, muere del todo a su vida anterior, y
ya no mira con pervertida nostalgia a esa vida pecaminosa, sino que ha muerto a ella.
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Entiendo que la lección para nosotros también aquí es que cuando Dios nos ordena dejar
algo, debemos hacerlo de todo corazón, sin mirar atrás, y sin dejar atrás algo que aún
sea nuestro.
(V. 8) “Y estos son los nombres de los hijos de Israel, que entraron en Egipto, Jacob y
sus hijos: Rubén, el primogénito de Jacob”:
Esta es la primera vez que Moisés se refiere a la familia como un todo de esta manera,
aunque “en Israel” había sido usado por los hijos de Jacob (Gn. 34: 7)
(V. 26, 27) “Todas las personas que vinieron con Jacob a Egipto, procedentes de sus
lomos, sin las mujeres de los hijos de Jacob, todas las personas fueron sesenta y seis.
27
Y los hijos de José, que le nacieron en Egipto, dos personas. Todas las personas de la
casa de Jacob, que entraron en Egipto, fueron setenta”:
El total de los versículos del 8 al 25 es de setenta, de los que deben excluirse Er, Onán,
Manasés y Efraín, ya estos no entraron en Egipto. Er y Onán, hijos de Judá, murieron
ya, y los otros dos eran los hijos de José.
(V. 27) Jacob, José, Manasés y Efraín deberían añadirse a los sesenta y seis. Los setenta
y cinco mencionados en Hechos 7: 14 por el mártir Esteban, incluyen otras cinco
personas, nacidas en la tierra, que se añadieron en la lectura de la Septuaginta (LXX) en
este pasaje de Gn. 46: 8: 25. Estos cinco incluían dos hijos de Manasés, dos hijos de
Efraín y un nieto de este último.
“Y envió Jacob a Judá delante de sí a José, para que le viniese a ver en Gosén; y
llegaron a la tierra de Gosén”:
22
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Judá, de parte de Jacob iba a encontrarse con José en Gosén, pasando por Heroópolis
(Septuaginta).
(V. 29) El encuentro al fin con su padre, fue una realidad, después de tantos años.
(VV. 31-34) Las instrucciones de José acerca de su entrevista preparatoria con el faraón
tenían la intención de asegurar para sus parientes un lugar algo separado de la corriente
principal de la sociedad egipcia.
El estigma social de que eran objeto los hebreos (43: 32), que eran pasto res de ovejas,
tuvo un papel crucial en proteger a Israel de mezclarse y perder su identidad en Egipto
(que simboliza el mundo).
(2 Corintios 6: 14-16) “No os unáis en yugo desigual con los incrédulos; porque ¿qué
compañerismo tiene la justicia con la injusticia? ¿Y qué comunión la luz con las
tinieblas?15 ¿Y qué concordia Cristo con Belial? ¿O qué parte el creyente con el
incrédulo? 16 ¿Y qué acuerdo hay entre el templo de Dios y los ídolos? Porque vosotros
sois el templo del Dios viviente, como Dios dijo:
Habitaré y andaré entre ellos,
Y seré su Dios,
Y ellos serán mi pueblo”//
Génesis 47
(Vv. 1-6) “Vino José y lo hizo saber a Faraón, y dijo: Mi padre y mis hermanos, y sus
ovejas y sus vacas, con todo lo que tienen, han venido de la tierra de Canaán, y he aquí
están en la tierra de Gosén. 2 Y de los postreros de sus hermanos tomó cinco varones, y
los presentó delante de Faraón. 3 Y Faraón dijo a sus hermanos: ¿Cuál es vuestro
oficio? Y ellos respondieron a Faraón: Pastores de ovejas son tus siervos, así nosotros
como nuestros padres. 4 Dijeron además a Faraón: Para morar en esta tierra hemos
venido; porque no hay pasto para las ovejas de tus siervos, pues el hambre es grave en
la tierra de Canaán; por tanto, te rogamos ahora que permitas que habiten tus siervos
en la tierra de Gosén. 5 Entonces Faraón habló a José, diciendo: Tu padre y tus
hermanos han venido a ti. 6 La tierra de Egipto delante de ti está; en lo mejor de la
23
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(V. 1-6) Al informar a faraón acerca de a dónde había instalado su familia José, y
presentando seguidamente a cinco representantes de la familia para que con toda
cortesía pidiesen permiso para residir en Gosén, José abrió el camino para la
confirmación y aprobación de parte de faraón.
Vemos que en todo José estaba sujeto a la autoridad, reconociendo que toda autoridad
viene de Dios, lo cual significa que Dios está por encima de toda autoridad, y que nada
ocurre sin su permiso.
Al obrar conforme a orden y sujeción, José obtuvo todo el beneficio posible de parte de
Faraón, quien no sólo favoreció de ese modo a Israel, sino que además les aumentó la
bendición al darles un trabajo de responsabilidad: “…y si entiendes que hay entre ellos
hombres capaces, ponlos por mayorales del ganado mío”
Esto nos demuestra una vez más que el camino de la bendición y prosperidad va de la
mano con el de la excelencia a la hora de hacer las cosas; una excelencia que debe
traducirse en hacer las cosas conforme al orden de Dios, como para Dios.
(Vv. 7-10) “7 También José introdujo a Jacob su padre, y lo presentó delante de Faraón;
y Jacob bendijo a Faraón. 8 Y dijo Faraón a Jacob: ¿Cuántos son los días de los años
de tu vida? 9 Y Jacob respondió a Faraón: Los días de los años de mi peregrinación son
ciento treinta años; pocos y malos han sido los días de los años de mi vida, y no han
llegado a los días de los años de la vida de mis padres en los días de su peregrinación.
10
Y Jacob bendijo a Faraón, y salió de la presencia de Faraón”:
Fijémonos qué cercanía tenía José con el faraón, que por iniciativa propia fue a
presentarle a su padre Jacob, y también, qué respeto tenía el faraón Sesostris III a José,
cuando, no sólo accede a ello, sino que se interesa de veras, rebajándose en cierto
sentido al preguntarle por la edad de Jacob, ya que él era muy joven.
Y no sólo esto, sino que accedió a ser bendecido por Jacob, cosa impensable en la
mentalidad egipcia tan soberbia y racista.
Salió con libertad de acción de la presencia de faraón (no siempre era así con
todos)
Jacob era libre de faraón.
No tenía nada que ver con él.
Aunque vivió en un territorio afín, Israel nada tenía que ver con Egipto y su
espíritu.
La presencia de faraón, éste, quien simboliza el cabeza visible de los poderes de este
mundo, no iba a imponerse y vencer espiritualmente y de facto sobre el pueblo de Dios.
24
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El joven faraón honró los compromisos de sus padres aunque ascendiera al trono antes
del final de la hambruna. Ahí vemos que Dios es quien dirige los asuntos de los
hombres, gobernándolos:
“Como los repartimientos de las aguas, Así está el corazón del rey en la mano de
Jehová; A todo lo que quiere lo inclina” (Prov. 21: 1)
(V. 9) “9 Y Jacob respondió a Faraón: Los días de los años de mi peregrinación son
ciento treinta años; pocos y malos han sido los días de los años de mi vida, y no han
llegado a los días de los años de la vida de mis padres en los días de su
peregrinación”:
Jacob describe los días de su vida como de una peregrinación; es decir, de un ir de aquí
a allí, ya que ni él ni sus antecesores llegaron a poseer como tal la tierra de Canaán.
Vemos aquí un paralelo con la Iglesia, la cual no tiene posesión en esta tierra tampoco.
A pesar de haber vivido muchos años, no eran tantos como los de su abuelo Abraham
(175), ni los de su padre Isaac (180).
(V. 11)
11 “
Así José hizo habitar a su padre y a sus hermanos, y les dio posesión en la tierra de
Egipto, en lo mejor de la tierra, en la tierra de Ramesés, como mandó Faraón”:
La tierra de Ramesés es una designación alternativa a Gosén. Este nombre, quizás usado
posteriormente, fue para describir de manera más precisa la región para los lectores
coetáneos de Moisés (ver Ex. 1: 11). Esta misma región recibe el nombre de Zoán en
otros pasajes.
Es curioso que los egipcios despreciaran al resto de los hombres, incluidos por supuesto
los israelitas, y sin embargo éstos fueran a parar a lo “mejor de la tierra” de Egipto. De
Dios es la tierra y los que en ella habitan.
(V. 12)
12 “
Y alimentaba José a su padre y a sus hermanos, y a toda la casa de su padre, con
pan, según el número de los hijos”:
(Vv. 13-24)
La hambruna prosiguió conforme a los años establecidos por el mismo Dios. Si los
habitantes de Canaán, incluido Jacob y los suyos, habían pasado hambre, ahora les
tocaba de veras a los egipcios mismos.
Vemos por tanto, que esa gran hambruna no solamente fue para que Jacob viniera a
Egipto, sino que tenía otros motivos de ser.
25
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En primer lugar, esa gran hambre por causa de la no lluvia por años, hizo que el dinero
de los egipcios se terminara, y no sólo el de ellos, sino también el de los caananitas. Ya
no tuvieron dinero para pagar su comida.
El dinero de todos ellos no se lo quedó José, sino como leal súbdito de faraón, lo “metió
en casa de Faraón” (V.14). Todo Egipto quedó a los pies de José (¡cosa absolutamente
inaudita!) (V. 15)
La solución en primera instancia de José fue la del trueque: comida por sus ganados (V.
16). Por aquel año, esa fue la solución; sólo por aquel año (V. 17)
(V. 18, 19) de nuevo todos los egipcios se humillaron ante José, clamando por sus vidas.
Aquellos egipcios arrogantes, cuyo nombre en su idioma significa “seres humanos”,
como si el resto de los hombres no lo fueran y ellos fueran los únicos, se veían
postergados ante un simple israelita. Así humilla Dios al soberbio y arrogante.
Escribe así John McArthur explicando con más detalle aquella situación social:
(V. 20) Acabado el trueque por el ganado, ya que se habían quedado sin él los
terratenientes y demás potentados egipcios, y no teniendo ni siquiera semilla para
sembrar, la propuesta de ellos fue la de dar a cambia de esa semilla y alimento para
subsistir, sus propias tierras y sus propias vidas.
(Vv. 21-24)
“21
Y al pueblo lo hizo pasar a las ciudades, desde un extremo al otro del territorio de
Egipto. 22 Solamente la tierra de los sacerdotes no compró, por cuanto los sacerdotes
tenían ración de Faraón, y ellos comían la ración que Faraón les daba; por eso no
vendieron su tierra. 23 Y José dijo al pueblo: He aquí os he comprado hoy, a vosotros y
a vuestra tierra, para Faraón; ved aquí semilla, y sembraréis la tierra. 24 De los frutos
daréis el quinto a Faraón, y las cuatro partes serán vuestras para sembrar las tierras, y
para vuestro mantenimiento, y de los que están en vuestras casas, y para que coman
vuestros niños”
La tierra pasó a ser de faraón por derecho. Eso hizo que José pudiera llevar a los
habitantes del campo (el pueblo), a las ciudades. De esa manera el pueblo. O gran parte
de él, no pereció, ya que en las ciudades había aprovisionamiento.
26
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Las medidas adicionales impuestas por José para controlar la incidencia de la hambruna,
en este caso, el desplazar sectores de la población a las ciudades (V 21), y demandando
un impuesto de una quinta parte del rendimiento de las cosechas (V. 24), no afectó a su
popularidad (V. 25), sino todo lo contrario: “Y ellos respondieron: La vida nos has
dado; hallemos gracia en ojos de nuestro señor, y seamos siervos de Faraón”. El
pueblo estaba agradecido de que a sus ojos, José les salvó la vida; les salvó de perecer
por hambre.
Además, fuese cual fuere la ganancia del faraón, evidentemente el pueblo comprendió
que José no se había enriquecido a su costa.
Durante 17 años, Jacob en su vejez ya, fue testigo del asentamiento y el crecimiento del
pueblo que llevaba su nombre: Israel.
Jacob supo que sus días para morir ya eran. Su trabajo y responsabilidad en este mundo
habían terminado, y ya debía partir. ¡Qué gozo cuando al final de los d ías de un
cristiano, pueda decir que ya ha hecho todo lo que debía hacer en esta vida!
El poner la mano debajo del muslo era una práctica ya conocida de juramento en
aquellos viejos días; acordémonos de Abraham y su siervo Eliezer (Gn. 24: 9)
Seguramente inspirado por Dios Jacob le hizo prometer a su hijo José que debía
enterrarlo junto a sus padres, y por tanto, no en Egipto. Esto tiene un sentido espiritual
para nosotros:
(V. 31)
31
E Israel dijo: Júramelo. Y José le juró. Entonces Israel se inclinó sobre la cabecera
de la cama”:
27
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Génesis 48
Los acontecimientos siempre deben producirse, y los mismos nos dan una sensación de
un avance del tiempo. En esos momentos “después de estas cosas…”, José recibió
noticias. Su padre estaba enfermo. No fue casualidad, sino que era parte de la
trayectoria de la historia.
José ya sabía que debía ir con sus dos hijos a ese encuentro con el patriarca.
(Vv. 2- 6)
2
Y se le hizo saber a Jacob, diciendo: He aquí tu hijo José viene a ti. Entonces se
esforzó Israel, y se sentó sobre la cama, 3 y dijo a José: El Dios Omnipotente me
apareció en Luz en la tierra de Canaán, y me bendijo, 4 y me dijo: He aquí yo te haré
crecer, y te multiplicaré, y te pondré por estirpe de naciones; y daré esta tierra a tu
descendencia después de ti por heredad perpetua. 5 Y ahora tus dos hijos Efraín y
Manasés, que te nacieron en la tierra de Egipto, antes que viniese a ti a la tierra de
Egipto, míos son; como Rubén y Simeón, serán míos. 6 Y los que después de ellos has
engendrado, serán tuyos; por el nombre de sus hermanos serán llamados en sus
heredades”
Israel (Jacob), a pesar de su enfermedad, se esforzó, y habló a su hijo José. Hizo una
recapitulación de la declaración del pacto abrahámico que el mismo Dios le había
también dado a conocer (Gn. 28: 13, 14).
Como podemos ver, todo lo que Jacob iba a decirle a su hijo y benefactor José, estaba
basado en las promesas de Dios que de forma segura y tangible vinieron a ser del
conocimiento de Jacob en Luz, en Canaán.
El avance de las cosas de Dios en relación a los Suyos, siempre está basado en la
bendición Suya: “…El Dios Omnipotente me apareció en Luz en la tierra de Canaán, y
me bendijo…”
También fue la voluntad expresa de Dios y manifestada por Jacob a su hijo José, que los
hijos de este último pasaran a ser herederos de Israel en igualdad con el resto de sus tíos.
28
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(V. 7)
7
Porque cuando yo venía de Padan-aram, se me murió Raquel en la tierra de Canaán,
en el camino, como media legua de tierra viniendo a Efrata; y la sepulté allí en el
camino de Efrata, que es Belén”:
La esposa querida y deseada de Jacob, Raquel vino a morir en el mismo lugar donde
siglos más tarde nacería el Salvador de los hombres, Jesús.
No es que los vio, sino que casi los vio, porque Jacob, al igual que su padre Isaac en su
día, estaba casi ciego ya.
Pero esta vez, no quiso equivocarse como lo hizo Isaac, de lo cual se aprovechó. Estaba
vez quiso cerciorarse bien de quien tenía delante para declarar con certeza las
bendiciones, las cuales, una vez dichas, ya no tenían marcha atrás en modo alguno.
Si nos damos cuenta, esta vez Jacob tuvo que confiar en las palabras de su hijo José, y
lo hizo, porque sabía que no era engañador como lo fue él en sus días.
(V. 11)
“11 Y dijo Israel a José: No pensaba yo ver tu rostro, y he aquí Dios me ha hecho ver
también a tu descendencia”:
(Vv. 12-14)
“12 Entonces José los sacó de entre sus rodillas, y se inclinó a tierra. 13 Y los tomó José
a ambos, Efraín a su derecha, a la izquierda de Israel, y Manasés a su izquierda, a la
derecha de Israel; y los acercó a él. 14 Entonces Israel extendió su mano derecha, y la
puso sobre la cabeza de Efraín, que era el menor, y su mano izquierda sobre la cabeza
de Manasés, colocando así sus manos adrede, aunque Manasés era el primogénito”:
José estaba frente a Jacob, el cual estaba sentado en la cama, por eso tuvo que agacharse
hasta tocar el suelo.
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El mayor recibía la bendición mayor, por ello José puso a Efraín, el menor, de manera
que Jacob tuviera que colocar su mano izquierda sobre su cabeza. Y con Manasés, el
mayor, al contrario.
Pero Israel (ya la Escritura no le llama más Jacob en adelante), extendió su mano
derecha sobre Efraín, y su izquierda sobre Manasés, al revés de lo estipulado. Todo ello,
de forma premeditada.
(Vv. 15-16)
“15 Y bendijo a José, diciendo: El Dios en cuya presencia anduvieron mis padres
Abraham e Isaac, el Dios que me mantiene desde que yo soy hasta este día, 16 el Angel
que me liberta de todo mal, bendiga a estos jóvenes; y sea perpetuado en ellos mi
nombre, y el nombre de mis padres Abraham e Isaac, y multiplíquense en gran manera
en medio de la tierra”:
En esta declaración, podemos ver que el pesimismo que había caracterizado gran parte
de su vida, había desaparecido ya. El reconoció y declaró que Dios no sólo había estado
con su abuelo y padre, sino también con él, y hasta ese mismo momento.
Ese “Angel” mencionado por Jacob, no es una criatura, sino el mismo Dios actuando
como Salvador y Redentor, o Libertador. Es la primera vez aq uí que esto se ve.
En esos momentos Israel invoca la misma bendición recibida sobre esos dos hijos de
José. La prolongación de la obra de Dios iniciada con Abraham, era declarada sobre la
descendencia de José.
Esa declaración no era humana, ni siquiera bien intencionada, sino respaldada por Dios,
así como inspirada por Él para ser dicha.
(Vv. 17-19)
17
Pero viendo José que su padre ponía la mano derecha sobre la cabeza de Efraín, le
causó esto disgusto; y asió la mano de su padre, para cambiarla de la cabeza de Efraín
a la cabeza de Manasés. 18 Y dijo José a su padre: No así, padre mío, porque éste es el
primogénito; pon tu mano derecha sobre su cabeza. 19 Mas su padre no quiso, y dijo: Lo
sé, hijo mío, lo sé; también él vendrá a ser un pueblo, y será también engrandecido;
pero su hermano menor será más grande que él, y su descendencia formará multitud de
naciones”:
Aquí vemos algo a priori interesante. En todos estos capítulos, José juega un papel muy
protagonista, por estar como muy cerca de Dios, conociendo muchas cosas, etc. Esta
vez no fue así. José no entendía lo que estaba pasando, hasta el punto en que “esto le
causó disgusto”.
Vemos en todo ello la sabiduría de Dios, que no da demasiado a un cierto ser humano,
no sea que se ensoberbezca.
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Por otro lado, no es que Israel hubiera por sí solo decidido hacerlo de esa manera, sino
que evidentemente fue dirigido por Dios para actuar de ese modo.
Israel tuvo entendimiento de parte de Dios acerca de lo que estaba diciéndole a José: El
hermano menor, Efraín, iba a ser más grande que el primogénito, “y su descendencia
formará multitud de naciones”. Efraín (se entiende, la tribu de Efraín), llegó a ser la
tribu dominante entre las diez tribus del norte, llegándose a usar los profetas su nombre
como designación de las diez tribus (Is. 7: 2, 5, 9, 17; Os. 9: 3-16)
(Vv. 20-22)
“20 Y los bendijo aquel día, diciendo: En ti bendecirá Israel, diciendo: Hágate Dios
como a Efraín y como a Manasés. Y puso a Efraín antes de Manasés. 21 Y dijo Israel a
José: He aquí yo muero; pero Dios estará con vosotros, y os hará volver a la tierra de
vuestros padres. 22 Y yo te he dado a ti una parte más que a tus hermanos, la cual tomé
yo de mano del amorreo con mi espada y con mi arco”:
Sabía que ya se moría, pero declaraba que Dios, que es el Eterno, iba a continuar con Su
obra. Dentro de Su obra iba a producirse la vuelta a la tierra de Canaán, pero no de
inmediato, sino que todavía iban a pasar cientos de años.
“Y yo te he dado a ti una parte más que a tus hermanos, la cual tomé yo de mano del
amorreo con mi espada y con mi arco”:
Israel tenía un don especial para su querido hijo José, “una parte más que a sus
hermanos”. ¿En eso era injusto Jacob?, No porque les dio a sus otros hijos lo que les
correspondía.
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Génesis 49
(Vv. 1- 28)
En dicha bendición, Judá y José reciben mayor atención, desvelando la historia futura
de ambas tribus.
La repetición del deseo expresado de Jacob de que sus hijos vinieran a escucharle, es
señal de la enorme importancia que sus palabras iban a tener.
(V. 2) Es interesante el doble énfasis que hace el padre, llamándose a sí mismo por
Jacob, lo cual indica su nombre natural; y por Israel, lo cual indica su nombre espiritual
o dado por Dios. Esto ejemplifica la importancia del mensaje que iba a relatar.
(Vv. 2-47)
Los nombres de los hijos que van a ser nombrados junto con su correspondiente
mensaje a ellos, no aparecen en orden de nacimiento, ni en secuencia de esposa y luego
criada.
Aparte de la inversión de los hijos quinto y sexto de Lea, los otros permanecen en orden
cronológico en relación con la madre de cada uno de ellos.
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No se puede ver ninguna otra secuencia o manera. Posiblemente así es como estaba en
la mente o memoria de Jacob.
Rubén
(Vv. 3, 4)
A pesar de ser el primogénito con todo lo que ello suponía, Rubén perdió sus derechos
iniciales.
“Aconteció que cuando moraba Israel en aquella tierra, fue Rubén y durmió con Bilha
la concubina de su padre; lo cual llegó a saber Israel”
La gravedad del pecado de Rubén no fue jamás olvidada, lo cual implica que tuvo sus
consecuencias, las cuales analizamos ahora, como es la pérdida real de su
primogenitura. Vemos la siguiente explicación en 1 Crónicas 5;
No sólo perdió la primogenitura como tal, sino que perdió toda dignidad y señorío que
hubiera podido poseer. Su tribu recibe apenas mención en la historia de Israel; y no
proporcionó un solo juez, profeta, jefe militar, ni ninguna otra persona importante (ver
Jueces 5: 15; 1 Cr. 5: 1).
Esto es importante tenerlo en cuenta, ya que de esa forma entendemos que todo está
preestablecido por Dios, y no depende de la decisión del hombre. Un ejemplo contrario
a esto, lo vemos en David, quien cometió si cabe un pecado mucho mayor que Rubén,
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Simeón y Leví
(Vv. 5-7)
Lo primero que se deja claro, es que Simeón y Leví eran hermanos, compartiendo un
mismo padre y una misma madre, Lea.
Pareciera que lo que viene a decir Jacob, es que ambos andaban de común acuerdo, y
seguramente fue así, aunque los destinos conforme a tribu (no a individuos) distaron
mucho de sí.
(Génesis 34: 25-29) “Pero sucedió que al tercer día, cuando sentían ellos el mayor
dolor, dos de los hijos de Jacob, Simeón y Leví, hermanos de Dina, tomaron cada uno
su espada, y vinieron contra la ciudad, que estaba desprevenida, y mataron a todo
varón. Y a Hamor y a Siquem su hijo los mataron a filo de espada; y tomaron a Dina
de casa de Siquem, y se fueron. Y los hijos de Jacob vinieron a los muertos, y
saquearon la ciudad, por cuanto habían amancillado a su hermana. Tomaron sus
ovejas y vacas y sus asnos, y lo que había en la ciudad y en el campo, y todos sus
bienes; llevaron cautivos a todos sus niños y sus mujeres, y robaron todo lo que había
en casa”
34
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Sobre Dina
A modo de muy breve apunte aquí, pero para poder entender mejor toda esta historia,
hay que decir que para mayor abundamiento acerca de la desproporción de la represalia
de Simeón y Leví, conviene ver acerca de la actuación de Dina. Veámoslo en las
Escrituras:
“Salió Dina la hija de Lea, la cual ésta había dado a luz a Jacob, a ver a las hijas del
país. 2 Y la vio Siquem hijo de Hamor heveo, príncipe de aquella tierra, y la tomó, y se
acostó con ella, y la deshonró” (Gn. 34: 1, 2).
Si nos damos cuenta, todo el problema partió de un hecho reprobable por parte de Dina;
ella “salió a ver a las hijas del país”; es decir, fue a mezclarse y a impregnarse de las
maneras y espíritu de las mujeres del mundo. Es evidente que se dejó arrastrar por ese
espíritu de seducción que ofrece este mundo. En ese contexto, es donde todo el
problema empezó.
Dina jamás hubiera debido ir a ver a las hijas del país en el que estaba, Canaán, las hijas
del amorreo.
Las mujeres de Dios han de guardarse mucho en esta sociedad, negándose a seguir a
Dina.
Veámoslo.
1) Pasó a ser la más pequeña de las tribus en el segundo censo de Moisés (ver Nm. 26:
14)
1) Fue esparcida (V. 7) por todo Israel. Sólo por la gracia de Dios, y porque Él es
bueno, llegó Leví a ser la tribu sacerdotal, aunque sin tener territorio como tal.
35
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(Éxodo 32: 1, 7, 26-28) “Viendo el pueblo que Moisés tardaba en descender del monte,
se acercaron entonces a Aarón, y le dijeron: Levántate, haznos dioses que vayan
delante de nosotros; porque a este Moisés, el varón que nos sacó de la tierra de Egipto,
no sabemos qué le haya acontecido…Entonces Jehová dijo a Moisés: Anda, desciende,
porque tu pueblo que sacaste de la tierra de Egipto se ha corrompido… se puso Moisés
a la puerta del campamento, y dijo: ¿Quién está por Jehová? Júntese conmigo. Y se
juntaron con él todos los hijos de Leví. 27 Y él les dijo: Así ha dicho Jehová, el Dios de
Israel: Poned cada uno su espada sobre su muslo; pasad y volved de puerta a puerta
por el campamento, y matad cada uno a su hermano, y a su amigo, y a su pariente. 28 Y
los hijos de Leví lo hicieron conforme al dicho de Moisés; y cayeron del pueblo en
aquel día como tres mil hombres”
Por esa lealtad de Leví a Dios, Dios manifestó Su designio de levantar a esa tribu como
la tribu de sacerdotes.
Vemos aquí como a pesar de la manifiesta maldad de los personajes Simeón y Leví,
Dios tuvo misericordia de la tribu de Leví, no a causa de Leví, sino a causa de Su
elección soberana.
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Judá
Esta profecía habla no sólo de la preeminencia de Judá como tribu sobre las demás, sino
de los tiempos del Milenio; es decir, que abarca todo el tiempo de los judíos sobre la
tierra, como nación.
En todo esto, vemos sin lugar a dudas la actuación de Dios conforme a Sus designios y
elección. Ningún hombre podría con éxito oponerse a esos designios divinos. La
soberanía de Dios se ve magnificada en Su proceder, ya que vemos que todo ha sido
decretado para cumplirse en el tiempo y en el espacio desde antes de las cosas llegaran a
ser visibles.
(V. 8)
Judá como personaje, fue reconocido por sus hermanos, porque demostró ser un hombre
responsable, fiel y valiente, asumiendo esas responsabilidades, tal y como hemos visto
con anterioridad. Caso contrario fue Rubén.
La tribu de Judá como tal alcanzó innumerables victorias contra sus enemigos mientras
fue fiel a Dios.
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(V. 9)
9
Cachorro de león, Judá;
De la presa subiste, hijo mío.
Se encorvó, se echó como león,
Así como león viejo: ¿quién lo despertará?” :
El cachorro de león, es el que tiene toda la fuerza y vigor, así se compara a Judá. El
subir de la presa indica la victoria sobre sus oponentes. El león viejo y agazapado,
implica además de fuerza, discernimiento, y ningún temor.
La segunda parte de ese versículo fue de nuevo dicha por alguien que no conocía esa
profecía; el malvado profeta Balaam:
La figura del león implica dominio regio. A la línea de Judá pertenecían la preeminencia
nacional y la condición regia, caso de David y Salomón; en el caso de este último
deberían de pasar todavía 640 años.
A Judá se le compara con un león, y así se le define al Cristo glorioso, como el “león de
la tribu de Judá” (Ap. 5: 5), lo cual implica majestad y fuerza.
(Nm. 10: 14) “La bandera del campamento de los hijos de Judá comenzó a marchar
primero, por sus ejércitos; y Naasón hijo de Aminadab estaba sobre su cuerpo de
ejército”
También tenía la mayor población en el censo de Moisés (Nm. 1: 27; 26: 22)
(V. 10)
10
No será quitado el cetro de Judá,
Ni el legislador de entre sus pies,
Hasta que venga Siloh;
Y a él se congregarán los pueblos”:
10
No será quitado el cetro de Judá, Ni el legislador de entre sus pies…”:
Esa profecía declaraba que Judá jamás iba a dejar de existir. Siempre hubo alguien que
mantuvo el orden y la autoridad sobre los judíos mientras fueron nación. Incluso cuando
dejaron de tener tierra, a causa de la diáspora del tiempo del emperador romano
Adriano, 135 D.C., el pueblo judío no desapareció, sino que se mantuvo como tal, y
ahora sigue en su tierra de nuevo, y de nuevo como nación.
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Después de la época de los reyes como tales, aunque Judea o Judá era un estado
sometido, gozaba de cierta autonomía local y durante la mayor parte del tiempo estuvo
gobernado por administradores judíos. Hubo gobernadores como Zorobabel, Esdras y
Nehemías bajo los persas; sumos sacerdotes bajo los Ptolomeos y los Seléucidas, y más
tarde los nativos. Los Asmoneos, que eran reyes y sacerdotes a la vez, bajo los cuales
Judea gozó de una breve independencia. Después los romanos reemplazaron a los
asmoneos por el rey Herodes el Grande, quien era idumeo de raza pero judío por
religión.
Finalmente en el 6 d.C fue depuesto Arquelao, sucesor de Herodes, y esa vez Judea
llegó a ser provincia romana administrada directamente por un gobernador romano, sin
embargo, Jesús ya había nacido.
Jesús era el legítimo Rey, aunque su reino no es terrenal sino celestial; pero cuando se
cumplan los tiempos y designios de Dios, entonces su reino también será terrenal de
facto. Esto será cuando suene la séptima trompeta:
“El séptimo ángel tocó la trompeta, y hubo grandes voces en el cielo, que decían: Los
reinos del mundo han venido a ser de nuestro Señor y de su Cristo; y él reinará por
los siglos de los siglos” (Ap. 11: 15)
El Señor anunció que la casa de David iba a quedar desierta, pero que habría un
momento en que volvería a ser habitada.
(Mateo 23: 38, 39) “He aquí vuestra casa os es dejada desierta. Porque os digo que
desde ahora no me veréis, hasta que digáis: Bendito el que viene en el nombre del
Señor”
Y así es, los judíos como nación no podrán ver al Mesías porque sus ojos han sido
velados… ¡hasta!; hasta el día en que sea abiertos y le reciban; eso será al final de la
Gran Tribulación.
Esta es una profecía sobre el Mesías, Jesucristo. El iba a proceder de la tribu de Judá.
(Isaías 9: 6) “Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su
hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno,
Príncipe de Paz”
(Mateo 11: 27-29) “Todas las cosas me fueron entregadas por mi Padre; y nadie
conoce al Hijo, sino el Padre, ni al Padre conoce alguno, sino el Hijo, y aquel a quien
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el Hijo lo quiera revelar. 28 Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo
os haré descansar. 29 Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y
humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas”:
Todo aquel que es del Padre vendrá a Cristo y recibirá su DESCANSO. Ese descanso
tiene que ver con la cesación de la condenación por causa del pecado y de su naturaleza,
por nacer de nuevo (Jn. 3: 3).
Entre otros aspectos, es evidente que esta es una profecía que nos transporta al Milenio:
(Mateo 25: 31-33) “Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, y todos los santos
ángeles con él, entonces se sentará en su trono de gloria, 32 y serán reunidas delante de
él todas las naciones; y apartará los unos de los otros, como aparta el pastor las ovejas
de los cabritos. 33 Y pondrá las ovejas a su derecha, y los cabritos a su izquierda”:
Esta también hay que entenderla como una profecía milenial, donde se nos describe la
superabundancia del pueblo judío. La gente se permitirá el lujo de atar su pollino en la
vid dejándole que coma lo que quiera, ya que habrá tanta abundancia que no importará.
Los ojos rojos del vino y los dientes blancos de la leche denotan exactamente lo mismo:
gran abundancia y prosperidad en lo material durante el Milenio.//
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Zabulón
“13
Zabulón en puertos de mar habitará;
Será para puerto de naves,
Y su límite hasta Sidón”:
Algunos podrían decir, bueno pues como ya estaba profetizado, pues Zabulón debía por
necesidad buscar el cumplir con esa profecía, e ir a instalarse al lado del mar. Pues se
equivocarían, porque no fue así.
Por lo tanto, tal y como fue profetizado, los de Zabulón fueron principalmente
comerciantes y negociantes, vinculados al mar.
Isacar
La tribu de Isacar se caracterizó por ser laboriosa, robusta, intrépida y valiente, y honró
en ese sentido el nombre de su fundador.
(1 Cr. 7: 1-5) “Los hijos de Isacar fueron cuatro: Tola, Fúa, Jasub y Simrón. 2 Los hijos
de Tola: Uzi, Refaías, Jeriel, Jahmai, Jibsam y Semuel, jefes de las familias de sus
padres. De Tola fueron contados por sus linajes en el tiempo de David, veintidós mil
seiscientos hombres muy valerosos.3 Hijo de Uzi fue Israhías; y los hijos de Israhías:
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Micael, Obadías, Joel e Isías; por todos, cinco príncipes. 4 Y había con ellos en sus
linajes, por las familias de sus padres, treinta y seis mil hombres de guerra; porque
tuvieron muchas mujeres e hijos.5 Y sus hermanos por todas las familias de Isacar,
contados todos por sus genealogías, eran ochenta y siete mil hombres valientes en
extremo”
En el contexto futuro del ejército de David, estaban aquellos hijos de Isacar, que eran
sabios y entendidos también:
“De los hijos de Isacar, doscientos principales, entendidos en los tiempos, y que sabían
lo que Israel debía hacer, cuyo dicho seguían todos sus hermanos” (1 Cr. 12: 32)
“…15 Y vio que el descanso era bueno, y que la tierra era deleitosa;
Y bajó su hombro para llevar,
Y sirvió en tributo”:
Los de Isacar iban a ser fuertes y laboriosos, hechos para el trabajo e inclinados al
trabajo, “especialmente al trabajo de labranza, como el asno, que lleva su carga
pacientemente y la encuentra más llevadera al acostumbrarse a ella” (Matt. Henry)
Dan
Dan, cuyo nombre significa “juez”, fue el padre de una agresiva tribu, que tendría algún
peso en la nación porque también juzgaría en la nación, pero que no sería conocida por
entereza moral, ni por fidelidad. Sansón que era de la tribu de Dan (Jueces 13ss.), fue un
caso en concreto.
(1 R. 12: 28-30) “Y habiendo tenido consejo, hizo el rey dos becerros de oro, y dijo al
pueblo: Bastante habéis subido a Jerusalén; he aquí tus dioses, oh Israel, los cuales te
hicieron subir de la tierra de Egipto. 29 Y puso uno en Bet-el, y el otro en Dan. 30 Y esto
fue causa de pecado; porque el pueblo iba a adorar delante de uno hasta Dan”
(2 R. 10: 29) “Con todo eso, Jehú no se apartó de los pecados de Jeroboam hijo de
Nabat, que hizo pecar a Israel; y dejó en pie los becerros de oro que estaban en Bet-el y
en Dan”
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Dan abandonaría posteriormente la tierra que le había sido asignada (Jos. 19: 40-48) y
emigraría al extremo norte de Israel (Jueces 18: 1-31)
El clamor final de Jacob expresó esperanza para Dan en el día en el que la salvación
vendrá finalmente a Israel; sin embargo, y curiosamente, la tribu de Dan queda omitida
en la lista de tribus de Ap. 7: 4-8.
Gad
La tribu de Gad con la de Rubén, prefirió no cruzar el Jordán y quedarse en el lugar que
le pareció bien, aunque con eso tuvieron muchas dificultades en el futuro:
(Nm. 32: 1-5) “Los hijos de Rubén y los hijos de Gad tenían una muy inmensa
muchedumbre de ganado; y vieron la tierra de Jazer y de Galaad, y les pareció el país
lugar de ganado. 2 Vinieron, pues, los hijos de Gad y los hijos de Rubén, y hablaron a
Moisés y al sacerdote Eleazar, y a los príncipes de la congregación, diciendo: 3 Atarot,
Dibón, Jazer, Nimra, Hesbón, Eleale, Sebam, Nebo y Beón, 4 la tierra que Jehová hirió
delante de la congregación de Israel, es tierra de ganado, y tus siervos tienen ganado.
5
Por tanto, dijeron, si hallamos gracia en tus ojos, dése esta tierra a tus siervos en
heredad, y no nos hagas pasar el Jordán”
Aser
Neftalí
43
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Los de Neftalí en la guerra tenían fama de ser muy ágiles y veloces (Jue. 4: 6; 5: 18). En
ese sentido, el cántico de Débora y Barac, que pertenecían a Neftalí (Jue. 4: 6), es
representativo.
Hay que pensar que nada de eso había ocurrido cuando Jacob lo está diciendo, y que la
repartición de la tierra se hizo por suertes, ¡cuando se hizo!
José
Esas palabras fueron dirigidas a José, pero fueron aplicables a sus dos hijos, Efraín y
Manasés.
En los Vv. 24 y 25, vemos que, a diferencia del resto de las tribus, las cuales se
esforzaron en sus fuerzas propias, la de José se esforzó con la fuerza de Dios: “24 Mas su
arco se mantuvo poderoso, y los brazos de sus manos se fortalecieron
Por las manos del Fuerte de Jacob (Por el nombre del Pastor, la Roca de Israel) 25 Por
el Dios de tu padre, el cual te ayudará, por el Dios Omnipotente, el cual te bendecirá
con bendiciones de los cielos de arriba…”
Como dice McArthur: “Ninguna otra tribu es puesta en relación tan directa con Dios el
Señor en su bendición, como la que se pronuncia sobre José”
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Benjamín
Pareciera que fuera ser de otra manera, por ser el pequeño de la familia, y no obstante,
la fama de Benjamín fue más bien mala.
Una naturaleza belicosa acompañó siempre a la pequeña tribu de Benjamín, y llegó a ser
bien conocida.
(Jueces 20: 15-17) “Y fueron contados en aquel tiempo los hijos de Benjamín de las
ciudades, veintiséis mil hombres que sacaban espada, sin los que moraban en Gabaa,
que fueron por cuenta setecientos hombres escogidos. 16 De toda aquella gente había
setecientos hombres escogidos, que eran zurdos, todos los cuales tiraban una piedra
con la honda a un cabello, y no erraban. 17 Y fueron contados los varones de Israel,
fuera de Benjamín, cuatrocientos mil hombres que sacaban espada, todos estos
hombres de guerra”.
(1 Cr. 8: 40) “Y fueron los hijos de Ulam hombres valientes y vigorosos, flecheros
diestros, los cuales tuvieron muchos hijos y nietos, ciento cincuenta. Todos éstos fueron
de los hijos de Benjamín”
Etc. etc.
Y como dato importante, el entender que el primer rey de Israel, el apóstata Saúl, era
benjamita. //
“Todos éstos fueron las doce tribus de Israel, y esto fue lo que su padre les dijo, al
bendecirlos; a cada uno por su bendición los bendijo. 29 Les mandó luego, y les dijo: Yo
voy a ser reunido con mi pueblo. Sepultadme con mis padres en la cueva que está en el
campo de Efrón el heteo, 30 en la cueva que está en el campo de Macpela, al oriente de
Mamre en la tierra de Canaán, la cual compró Abraham con el mismo campo de Efrón
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El cumplimiento de su debe r
(V. 28)
“Todos éstos fueron las doce tribus de Israel, y esto fue lo que su padre les dijo, al
bendecirlos; a cada uno por su bendición los bendijo”:
La encomienda que Dios le dio a Jacob, la cumplió. Declaró de parte de Dios todo lo
que el Señor debía hacer conocer a cada uno de los cabezas de cada tribu, y no sólo a
ellos, sino a toda la humanidad. Es una realidad inimpugnable que Israel fue formado
por el mismo Dios del universo.
Este pasaje nos habla de las “bendiciones”, y así fue, porque aunque Rubén, Simeón,
Leví y otros fueron señalados con desagrado, ninguno fue rechazado como lo fue en su
día su tío Esaú, y contrariamente, recibieron bendiciones, las propias de Dios a su
pueblo elegido en la tierra, Israel.
(Vv. 29-32)
“29 Les mandó luego, y les dijo: Yo voy a ser reunido con mi pueblo. Sepultadme con
mis padres en la cueva que está en el campo de Efrón el heteo, 30 en la cueva que está
en el campo de Macpela, al oriente de Mamre en la tierra de Canaán, la cual compró
Abraham con el mismo campo de Efrón el heteo, para heredad de sepultura. 31 Allí
sepultaron a Abraham y a Sara su mujer; allí sepultaron a Isaac y a Rebeca su mujer;
allí también sepulté yo a Lea. 32 La compra del campo y de la cueva que está en él, fue
de los hijos de Het”:
Para Jacob era importante que no sólo en su vida, sino también en su muerte quedara
claro que él pertenecía al linaje escogido por Dios, iniciado tal linaje con Abraham.
(Hchs. 7: 5) “Y no le dio herencia en ella (a Abraham), ni aun para asentar un pie; pero
le prometió que se la daría en posesión, y a su descendencia después de él, cuando él
aún no tenía hijo”
Es interesante constatar que aunque Dios no le dio a Abraham el asentar un pie en esta
tierra, sin embargo sí le concediera el adquirir por justo precio (400 siclos de plata de
ley – Gn. 23: 15) una propiedad donde enterrar a Sara, luego a él mismo, a Isaac y
Rebeca.
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Abraham vivió en tiendas toda su vida, como errante en esta tierra, y no obstante, tuvo
un lugar suyo propio donde ser enterrado, y al igual que él, su descendencia hasta Jacob.
Ahora bien, esa propiedad que pertenecía a Efrón, de los hijos de Het (heteos), estaba en
la misma tierra que Israel iba a heredar de parte de Dios. Así pues, la tierra donde
estaban enterrados Abraham y su descendencia, era la tierra que Israel iba a poseer.
Es evidente que con esto Dios estaba dando a entender que Israel un día saldría de tierra
de Egipto para ir a su heredad aquí en la tierra.
En esa misma cueva, la de Macpela, Jacob enterró a Lea, la cual recibió el justo honor.
Jacob pidió ser enterrado junto a Lea.
Podemos ver en esto la intención divina de que el hombre entendiera que no es justo
ante Dios que el hombre tenga más de una esposa.
La muerte de Jacob
“33 Y cuando acabó Jacob de dar mandamientos a sus hijos, encogió sus pies en la
cama, y expiró, y fue reunido con sus padres”:
Jacob murió hacia el año 1858 a. C. y hasta el mismo día y momento de su partida,
estuvo amonestando y enseñando a sus hijos. Eso lo pudo hacer porque sus hijos le
escuchaban, y estaban dispuestos a hacerlo.
El encoger los pies para expirar, da el sentido de una muerte sin dolor, y contrariamente,
con paz, así como cuando uno los encoge para dormir por la noche.
“… y fue reunido con sus padres”: Este es un eufemismo para la muerte, pero también
una expresión de la continuidad de la perso na más allá de la muerte, denotando una
reunión con personas queridas que habrían partido con anterioridad.
Nótese que la misma expresión, o parecida se aplicó a Abraham en su muerte (Gn. 25:
8).
(V. 1)
“Entonces se echó José sobre el rostro de su padre, y lloró sobre él, y lo besó”:
Este es el típico contraste entre los que quedan, respecto a los que se van en la paz de
Cristo. Estos últimos ya no lloran, ni llorarán, mientras que los que quedan, sí lo hacen.
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(V. 2)
2
Y mandó José a sus siervos los médicos que embalsamasen a su padre; y los médicos
embalsamaron a Israel. 3 Y le cumplieron cuarenta días, porque así cumplían los días
de los embalsamados, y lo lloraron los egipcios setenta días” :
Cuando dice que José llamó a “sus siervos los médicos”, está hablándonos la Escritura,
no de los embalsamadores religiosos y magos, sino de personas que conocían bien el
oficio de embalsamar sin el concurso de esas prácticas ocultistas realizadas por los
primeros.
El embalsamar el cuerpo de Jacob, permitió que pudiera ser transportado más adelante a
su lugar de sepelio, en tierra de Canaán, sin los inconvenientes propios de la
descomposición y putrefacción.
Por otra parte, el hecho de embalsamar a Jacob, hacia resaltar el grandísimo aprecio que
los egipcios en general tenían a José, tal fue así, que “lo lloraron los egipcios setenta
días”. Ese gran número de días podía corresponderse con el tiempo en que se lloraba a
los grandes de Egipto cuando morían.
Si cuarenta días fueron los días del proceso de embalsamamiento, setenta fueron los de
su duelo.
La sabiduría de José
Nos damos cuenta que José, en cuestiones culturales y en general, jamás se opuso o se
impuso a los egipcios, sino que buscó la paz, respetando sus costumbres, sin con ello
contrariar la voluntad de Dios. Eso es sabiduría.
No buscó el “judaizar” a los egipcios, sino que se hizo egipcio como ellos, y en eso
recordamos las palabras del apóstol Pablo, respecto de sí mismo:
(1 Corintios 9: 20, 21) “Me he hecho a los judíos como judío, para ganar a los judíos; a
los que están sujetos a la ley (aunque yo no esté sujeto a la ley) como sujeto a la ley,
para ganar a los que están sujetos a la ley; 21 a los que están sin ley, como si yo
estuviera sin ley (no estando yo sin ley de Dios, sino bajo la ley de Cristo), para ganar
a los que están sin ley”
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ello, estamos vulnerando Su soberanía y Sus designios, por pretender imponer nuestra
voluntad a otros.
Tal fue el punto de importancia en cuanto a que José observara las disposiciones de los
egipcios al respecto, que sólo así pudo obtener de Faraón el permiso para llevar a su
padre a ser enterrado en el extranjero. Lo vemos a continuación:
(Vv. 4-6)
“4
Y pasados los días de su luto, habló José a los de la casa de Faraón, diciendo: Si he
hallado ahora gracia en vuestros ojos, os ruego que habléis en oídos de Faraón,
diciendo: 5 Mi padre me hizo jurar, diciendo: He aquí que voy a morir; en el sepulcro
que cavé para mí en la tierra de Canaán, allí me sepultarás; ruego, pues, que vaya yo
ahora y sepulte a mi padre, y volveré. 6 Y Faraón dijo: Ve, y sepulta a tu padre, como él
te hizo jurar”
José dejó claro que no pensaba escapar de Egipto, sino que iba a volver.
Esto también parece responder al hecho de que algunos de los grandes de Egipto podían
pensar que José planeaba escapar de Egipto con la excusa de ir a enterrar a su padre. Por
todo ello, él no dejó duda alguna con sus palabras.
En ese sentido podemos apreciar que la palabra, en concreto, de José tenía una
credibilidad muy grande entre los egipcios, y para el mismo Faraón: “Y Faraón dijo:
Ve, y sepulta a tu padre, como él te hizo jurar”//
El sepelio de Jacob
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Así que con ese permiso explícito, José organizó y llevó a cabo todo el proceso de
sepelio del patriarca en tierra extranjera.
(Vv. 7, 8) “Entonces José subió para sepultar a su padre; y subieron con él todos los
siervos de Faraón, los ancianos de su casa, y todos los ancianos de la tierra de Egipto,
8
y toda la casa de José, y sus hermanos, y la casa de su padre; solamente dejaron en la
tierra de Gosén sus niños, y sus ovejas y sus vacas”:
No da la impresión como que José tuvo que esforzarse mucho en convocar al personal,
sino todo lo contrario. Da la impresión, y así fue, que surgió de manera espontánea el
impulso de ir y ser parte de ese evento.
Jacob no sólo tenía el mismo honor u honra, sino que por el padre de José, tenía doble
honor, ya que Egipto amaba a José. Por lo tanto, ese funeral fue un funeral de Estado, ya
que, no sólo fue acompañado al sepulcro por sus familiares, sino por los altos
funcionarios de la corte de Faraón “quienes, en señal de gratitud hacia José, tributaron a
su padre estos respetos, honrándole aun después de muerto” (Matthew Henry)
“…solamente dejaron en la tierra de Gosén sus niños, y sus ovejas y sus vacas”:
Por si alguna duda podía caber en Faraón respecto a si José iba a volver o no, quedó
disipada en ese hecho.
Nótese la importancia de ese sepelio en tierra de Canaán, es decir, la que sería la Tierra
Prometida. Fue como un atisbo o anticipo de esto último, es decir, la tierra que Israel iba
a tener como nación, la cual no tuvo Abraham, pero sí iba a tener su descendencia según
la carne: Israel.
El hecho de que los cuerpos de los tres patriarcas de Israel (Abraham, Isaac, y ahora
Jacob) estuvieran en Canaán, así como estarían los huesos de José un día, cuando se
empezaran a cumplir las promesas de Dios, hace entender que los israelitas del tiempo
del Éxodo vieron claramente que su patria iba a ser la tierra donde dichos patriarcas
fueron enterrados.
Por otra parte, es interesante que el mismo Jesús dijo que Dios es Dios de vivos y no de
muertos, mencionando justamente a Abraham, Isaac y Jacob, por lo tanto, y a modo de
tipo, la tierra de Canaán donde estaban enterrados los patriarcas no era tierra de
muertos, sino de vivos, como alusión a la nueva Jerusalén, la celestial.
El que la gente de alto rango viajara a tierra extranjera, debía de ser contemplado como
una posibilidad de recibir ataques por parte de bandidos u otros malintencionados. En
ese momento Egipto quedó algo vulnerable en ese sentido, por eso fue menester el
concurso de fuerzas de protección, las cuales fueron creciendo, parece ser de manera
espontánea también, según leemos.
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(V. 10) “10 Y llegaron hasta la era de Atad, que está al otro lado del Jordán, y
endecharon allí con grande y muy triste lamentación; y José hizo a su padre duelo por
siete días”:
Curiosamente, el viaje hasta su destino, duró pocos días, en comparación con el éxodo
de Israel 400 años más tarde que se demoró 40 años.
La “era de Atad”, es un lugar que no se puede exactamente ubicar en estos días, sólo
sabemos que estaba “al otro lado del Jordán”.
(V. 11) “11 Y viendo los moradores de la tierra, los cananeos, el llanto en la era de
Atad, dijeron: Llanto grande es este de los egipcios; por eso fue llamado su nombre
Abel-mizraim, que está al otro lado del Jordán”:
En ese contexto de duelo, los que habitaban esa tierra, se sorprendieron al ver a tantos
egipcios llorar, y lejos de su tierra.
Es paradójico el contraste entre esos egipcios llorando a un muerto hebreo, con los
posteriores egipcios, encabezados por el mismo Faraón, aborreciendo hasta la muerte a
los descendientes de ese hebreo honrado, Jacob, mucho más tarde.
(Vv. 12-14)
“12 Hicieron, pues, sus hijos con él según les había mandado; 13 pues lo llevaron sus
hijos a la tierra de Canaán, y lo sepultaron en la cueva del campo de Macpela, la que
había comprado Abraham con el mismo campo, para heredad de sepultura, de Efrón el
heteo, al oriente de Mamre. 14 Y volvió José a Egipto, él y sus hermanos, y todos los que
subieron con él a sepultar a su padre, después que lo hubo sepultado” :
Por si quedaba alguna duda al respecto, aquí se nos ase gura que la última voluntad de
Jacob se cumplió al detalle.
Y tal y como José dijo y aseguró, de que iba a volver, así lo hizo.
Es interesante notar que así como José no podía quedarse en la tierra prometida (tipo del
Cielo), sino que debía de volver a Egipto (tipo del mundo), lo mismo ocurre con los
creyentes verdaderos; aunque justificados, y por tanto, salvos, mientras viven en sus
cuerpos no pueden ir al cielo sino que deben permanecer en la tierra.
Tanto en el caso de José, como en el del creyente, fue y es importante el que se cumplan
los designios de Dios.
“15
Viendo los hermanos de José que su padre era muerto, dijeron: Quizá nos
aborrecerá José, y nos dará el pago de todo el mal que le hicimos. 16 Y enviaron a decir
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a José: Tu padre mandó antes de su muerte, diciendo: 17 Así diréis a José: Te ruego que
perdones ahora la maldad de tus hermanos y su pecado, porque mal te trataron; por
tanto, ahora te rogamos que perdones la maldad de los siervos del Dios de tu padre. Y
José lloró mientras hablaban. 18 Vinieron también sus hermanos y se postraron delante
de él, y dijeron: Henos aquí por siervos tuyos. 19 Y les respondió José: No temáis;
¿acaso estoy yo en lugar de Dios? 20 Vosotros pensasteis mal contra mí, mas Dios lo
encaminó a bien, para hacer lo que vemos hoy, para mantener en vida a mucho pueblo.
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Ahora, pues, no tengáis miedo; yo os sustentaré a vosotros y a vuestros hijos. Así los
consoló, y les habló al corazón”:
“En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor; porque el
temor lleva en sí castigo. De donde el que teme, no ha sido perfeccionado en el amor”
(1 Juan 4: 18)
Los hermanos de José, a pesar de haber visto tanto de la gracia de Dios a través del
mismo José, todavía estaban controlados por el miedo.
Ellos llegaron a pensar, de hecho, que José estaba guardando su venganza, y por tanto le
tenían por mentiroso y fingidor. Creían que estaba esperando que Jacob muriera, para
acometer sin problemas su venganza, ¡qué poco conocían a José!
¡Qué poco conocen muchos que se dicen cristianos a los verdaderos cristianos! Tienden
a juzgarlos así como ellos mismos son.
Los hermanos de José llegaron a inventar una patraña, una “mentira piadosa”, para
buscar el apaciguar a José. Lo que consiguieron fue que él llorara.
José ya lloró antes ante ellos, tiempo atrás; ahora volvía a hacerlo. No habría
seguramente una tercera vez, porque no fue necesario. Al final, aunque duros de
entendimiento, comprendieron que José era genuino, y con ello, compre ndieron algo
más de la gracia de Dios. El Señor le dio gracia a José para hablarles al corazón (V. 21).
Esto último sólo lo puede hacer Dios, jamás el hombre.
(V. 20) “20 Vosotros pensasteis mal contra mí, mas Dios lo encaminó a bien, para hacer
lo que vemos hoy, para mantener en vida a mucho pueblo”:
Esta fue una muy sabia respuesta teológica que traspasó la historia y ha sido enseñada y
aprendida por muchos, aunque no por todos, como la declaración clásica de la soberanía
de Dios sobre los asuntos de los hombres.
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Muerte de José
“22 Y habitó José en Egipto, él y la casa de su padre; y vivió José ciento diez años. 23 Y
vio José los hijos de Efraín hasta la tercera generación; también los hijos de Maquir
hijo de Manasés fueron criados sobre las rodillas de José. 24 Y José dijo a sus
hermanos: Yo voy a morir; mas Dios ciertamente os visitará, y os hará subir de esta
tierra a la tierra que juró a Abraham, a Isaac y a Jacob. 25 E hizo jurar José a los hijos
de Israel, diciendo: Dios ciertamente os visitará, y haréis llevar de aquí mis huesos. 26 Y
murió José a la edad de ciento diez años; y lo embalsamaron, y fue puesto en un ataúd
en Egipto”:
Dios también le dio a José una larga vida, y vio bendición el resto de sus días sobre esta
tierra.
José murió como había vivido su vida, confiando en Dios, y creyendo sin lugar a dudas
que Él cumpliría Sus promesas (véase He. 11: 22). Después de transcurrir cuatro siglos,
Moisés sacó de Egipto los restos de José (Ex. 13: 19), y Josué los sepultó en Siquem
(Jos. 24: 32).
La promesa de trasladar a Israel de Egipto a Canaán, fue dada por Dios concretamente a
Abraham, a Isaac, y a Jacob. Los tres descansaron juntos en la cueva de Macpela, en
Canaán.
José murió hacia el año 1804 a.C. Se sabe por la historia que en aquella época en
Egipto, la longevidad de José era considerada como una bendición.
El faraón que vivía en ese tiempo fue Amenemhet III (1841-1792 a.C.), y todavía
deberían de pasar bastante tiempo hasta que leemos más en la Biblia, en el libro de
Éxodo; concretamente se reemprende la narración histórica después de un silencio de
280 años (hacia el 1525 a. C.)//
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