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Colmillos

By
A.J. Crowley
La historia que estoy a punto de narrarles forma parte del gran compendio de cosas raras e inexplicables
que suceden cuando el mundo de los espectros y demonios convergen con el nuestro. Y es justo en
octubre, el mes en el que las hojas cansadas tapizan el suelo y la brisa fresca que precede al invierno
hiela los huesos, cuando el velo entre las dos dimensiones se descorre y los monstruos caminan entre
nosotros.
Aquella fría mañana otoñal el pequeño pueblo de Tramósh se preparaba animosamente para recibir la
víspera de todos los santos. Niños y adultos por igual gozaban colocando enormes calabazas talladas
con horripilantes gestos y decoraciones terroríficas. Brujas, diablos y duendecillos eran algunas de las
atracciones grotescas que engalanaban cada una de las casitas del pueblo.
El misterioso carruaje, el cual sería el inicio de toda la desgracia que aconteció aquel nefasto día, llegó
al alba aquel día. Y aunque los habitantes de Tramósh eran bastante resistentes a las impresiones fuertes,
y muy poco temerosos de los acontecimientos terribles, ya fueran naturales o sobrenaturales, más de
alguno palideció al ver aquel imponente carruaje de ébano tirado por dos frondosos corceles igual de
oscuros y de ojos que parecían resplandecer con el fulgor rojizo del infierno.
Odio como escribes.

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