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Brett Kavanaugh respira un poco más tranquilo.

Varios senadores republicanos clave dieron este


jueves su bendición a la investigación exprés del
FBI sobre el nominado de Donald Trump al
Tribunal Supremo y sugirieron que exculpa al
juez, acusado de abusos sexuales a al menos
tres mujeres. Él lo niega tajantemente. El
aparente aval de dos republicanos moderados a
Kavanaugh allana el camino para que el pleno
del Senado apruebe el fin de semana su
designación para un cargo vitalicio en una
institución esencial en el rumbo social de Estados
Unidos. La oposición demócrata considera
incompleta la investigación. La feroz batalla política y social en torno a Kavanaugh condicionará las
elecciones legislativas del 6 de noviembre, en las que los conservadores se juegan mantener el control de
ambas cámaras del Congreso.

Los republicanos solo pueden permitirse perder el apoyo de uno de sus 51 senadores si se da por hecho
que los 49 votos demócratas irán en contra del juez. Hay cuatro senadores -tres republicanos y un
demócrata- que no han revelado el sentido de su voto. Los republicanos Jeff Flake y Susan Collins dijeron
este jueves estar satisfechos con el proceso del FBI, lo que elimina un obstáculo determinante a su apoyo.
“No hemos visto ninguna información adicional corroboradora”, afirmó Flake, que la semana pasado forzó
a la Casa Blanca a ordenar las nuevas pesquisas. “Parece ser una investigación muy rigurosa”, señaló
Collins.

La cúpula republicana ha convocado para el viernes un primer voto de procedimiento sobre la designación
de Kavanaugh. El voto definitivo se espera el sábado. En una sala de máxima seguridad, los senadores
empezaron a consultar este jueves el nuevo informe del FBI, de 46 páginas, sobre el juez.

La agencia policial ha llevado a cabo una investigación de antecedentes pero no delictiva. Ha interrogado
a nueve personas, incluidas las que Christine Blasey Ford asegura que estuvieron en la fiesta a las
afueras de Washington en 1982en la que presuntamente Kavanaugh trató de violarla. También han
hablado con la segunda denunciante, Deborah Ramírez, quien asegura que en los años ochenta el hoy
juez le puso los genitales en su cara y la forzó a tocarlos. Hay, sin embargo, grandes ausentes: ni
Kavanaugh ni Ford han sido interrogados, al margen de otros testigos. Los dos comparecieron la semana
pasada en el Senado y aseguraron decir la verdad al “100%”.

El presidente del comité judicial del Senado, el republicano Chuck Grassley, aseguró que el informe del
FBI, no halló “ningún indicio de mala conducta” por parte de Kavanaugh. “No hay nada allí que ya no
supiéramos”, dijo. En la misma línea, la portavoz de la Casa Blanca, Sarah Sanders, afirmó que “no se ha
hallado nada nuevo”. Sin valorar el informe, Trump volvió a apoyar a Kavanaugh: “La justicia y el sentido
común están ahora en juicio”. En cambio, la senadora de California Dianne Feinstein, la demócrata de más
alto rango en el comité judicial, describió las pesquisas del FBI como “muy limitadas” que parecen ser
“producto de una investigación incompleta” bajo órdenes de la Casa Blanca.

Las denuncias a Kavanaugh han colocado el Me Too en el centro del poder político. EE UU se pregunta
qué pesa más, si la acusación de Ford o la negación del juez. La cúpula republicana del Senado se ha
agarrado a la ausencia de pruebas claras para dejar claro que le importa más afianzar la mayoría
conservadora en el Supremo que el riesgo de que un magistrado pueda tener su credibilidad manchada el
resto de su carrera.

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