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CRISIS HUMANITARIA POR MIGANTES VENEZOLANOS

INCREMENTO DEL MERCADO LABORAL TRABAJOS INFORMAL

Venezolanos en La
Guajira, de una crisis a
otra
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Cada vez son más los venezolanos que atraviesan la frontera


buscando escapar de la precariedad, aunque en La Guajira se
encuentran con los problemas propios de este departamento.
Tierra de acordeones que en su lecho acuna una cultura ancestral, una dama
majestuosa que encabeza el mapa como pedestal que representa un reino. Prima
hermana de la belleza del mar que con sus espumosas olas besa la arena ardiente.
Parte de Colombia que está en el borde de un abismo sepulcral, en las tinieblas del
olvido.

La Guajira vive hoy entre tormentos que poco a poco hacen que su corazón se
deteriore cada vez más. La brecha social que sufre el departamento afecta más que
todo a su población rural, compuesta en su mayoría por indígenas wayúu, quienes,
afligidos por el hambre y la sequía, ven morir a sus descendientes. En 2016
murieron más de 60 niños pertenecientes a esta etnia.

Gran parte del territorio de este departamento son resguardos indígenas, en los que
el sector privado no encuentra beneficio alguno, lo que hace que la posibilidad de
dinamizar la economía sea una opción nula. La mayor parte de las actividades
económicas y la canasta familiar se consiguen a través del comercio fronterizo.

El sector salud no escapa a la crisis, ni tampoco la política, que desde hace años, va
de traspié en traspié, siendo el más reciente escándalo la destitución de la
exgobernadora Oneida Pinto, acusada de amenazar al actual mandatario regional,
Jorge Enrique Vélez.
Sin embargo, la Guajira puede ser también un oasis. Un refugio para los que huyen
de otra crisis que escapa a las fronteras nacionales. Parece imposible creer que,
desde hace algún tiempo, la golpeada población venezolana encuentre en esta tierra
de nadie un alivio a sus problemas.

Entre 2010 y 2015, la población de venezolanos que ingresó a Colombia aumentó en


un 62%, pasando de 202.624 personas a 329.478, según datos de Migración
Colombia.

José Mendoza, un ingeniero oriundo de este departamento, está consciente de esta


realidad. Resulta difícil obviar la presencia creciente de venezolanos que se vienen
asentando en diversos barrios de Riohacha, vendiendo su trabajo de casa en casa.

“La mano de obra de estos inmigrantes es más barata que la mano de obra habitual que uno
contrata acá”, asegura José Mendoza.Foto: Cortesía
Debido a la crisis económica que afronta el país vecino, muchos de estos
inmigrantes llegan a La Guajira sin nada. “Vienen buscando una oportunidad de
trabajo”, afirma el ingeniero mientras sirve de guía turístico aficionado a las
personas que quieren saber un poco más del lugar en el que ha vivido toda su vida.

Desde hace unos meses contrata a venezolanos para trabajar en labores de


remodelación en casas en obra, se trata de encontrarle una utilidad a la
situación. “La mano de obra de estos inmigrantes es más barata que la mano de
obra habitual que uno contrata acá”. José les da trabajo por “razones
humanitarias”, como afirma jocosamente, sin embargo, también por ventajas
económicas.

El problema no se limita, sin embargo, al mercado laboral. La estructura social de


La Guajira, tan afectada históricamente, podría colapsar. Muchas de las personas
que han llegado al departamento no cuentan con acceso a servicios legales médicos
por lo que, eventualmente, terminan suponiendo una carga para el sistema de salud
colombiano.

“Ha habido casos de niños enfermos y mujeres embarazadas, que requieren urgente
atención y hay que ayudarlos, pero no tenemos una estructura de salubridad
adecuada para tanta gente, nuestro departamento no ha pensado en un plan
premeditado a la situación que busque atender esta problemática”, sostiene José.

Sumadas a las falencias que enfrenta La Guajira en materia de salubridad, la


situación legal de los inmigrantes venezolanos es materia de preocupación. Las
contrataciones de la mano de obra venezolana están en aumento, algunas personas
del sector de construcción llegan a calcular incluso una relación de cuatro
venezolanos por cada colombiano en obras de albañilería.

La mayoría de estos contratos funcionan con la única garantía de la palabra. “Es una
forma de contratación que no cubre nuestra salud. Es un riesgo que nos toca
enfrentar, pues no contamos con una EPS o una ARP que nos cobije, pero las ganas
por ver a mi familia bien pueden más que el peligro que yo pueda correr”. Comenta
Eduar Labarca, un venezolano que arribó a Colombia en busca de un sustento para
su familia. Nació en el caserío de Santa Cruz en el estado venezolano de Lara, lugar
donde dejó a sus tres hijos y esposa.

Eduar Labarca trabaja en contratos irregulares a precios más bajos que los de los trabajadores
colombianos.Foto: Cortesía
Ésta es la otra cara de la moneda de las adversidades del departamento de La
Guajira: la fe, esa que traen muchos venezolanos al salir de una crisis para entrar a
otra, y que es la motivación en la vida de Labarca.

Frente a la puerta del hogar en que reside estando en territorio colombiano, el rostro
de este venezolano refleja una alegría y amistad innatas que contrastan con la
tristeza de no saber cómo está su familia en estos momentos.

“Detrás de esto solo existe el mal manejo por parte de nuestros gobernantes, el
abuso absoluto de un pueblo que está despertando poco a poco, un presidente
ambicioso y un grupo selectivo que piensa en el interés propio, la situación es
complicada, no hay comida, no hay trabajo, no hay dinero”, expresa Labarca.

Este hombre recuerda con melancolía su llegada al departamento de la Guajira. Pasó


por diferentes filtros camino a la frontera que eran superados con dinero, recurso que
escasamente tenía en sus bolsillos. “Mi primera noche en Riohacha fue dura. Yo
dormía en la obra en la que trabajaba, como no estoy acostumbrado a dormir por
fuera para mí era muy duro dormir en un planchón sin nada“.

Eduar convive a diario con expresiones que se han vuelto el pan de cada día con la
profundización de la crisis venezolana y la constante llegada de nuevos nacionales
de ese país al territorio colombiano. “Nos están robando nuestro trabajo”, “¿cómo
va a haber para la gente venezolana, si ni siquiera tenemos para nosotros
mismos?”. Todo ello hace parte de un descontento latente que, asegura, existe entre
la población para con los extranjeros, motivado por sus propios problemas.

Uno de los principales problemas de los venezolanos es la incapacidad para conseguir alimentos
básicos en su país.]Foto: Cortesía
Lo cierto es que los planes de los venezolanos en Colombia no son, necesariamente,
a largo plazo. En el discurso de todos se encuentra la esperanza de poder regresar si
la situación mejora.

“Yo creo que si hay una esperanza, cada país pasa por buenas y malas, y a nosotros
nos toco una muy mala. Aspiramos a ver algo diferente. Venezuela ha sido
trastornada por el asunto económico, no hay comida no hay nada. Tu vas a mi país
y en cada casa hay una mata de caraota (Zaragoza) y maíz”, comenta Diego Pérez,
un joven venezolano perteneciente a un grupo de amigos de ésta nacionalidad que
viven entre ambos países.

Primos, hermanos y parejas, este grupo de jóvenes venezonalos han llegado hasta la
Guajira para poder seguir subsistiendo ante la crisis latente en su país. Ellos son
Osmer Brito, músico y estudiante de 20 años; María Fernanda Brito, estudiante de
Veterinaria; Victoria Brito de 18 años, estudiante de Administración de Empresas y
Diego Pérez, bachiller y padre de familia.

Para ellos, como para casi todos los venezolanos que vienen a la Guajira huyendo de
la precariedad, el viaje a Colombia es una odisea. Su principal problema ha sido el
costo del pasaje, por ello ingresaban ilegalmente a través de las ya tristemente
célebres “trochas”. En el último viaje, sin embargo, ingresaron de forma legal y
sellaron su pasaporte.
Diego, el mayor del grupo, recuerda su primera llegada. “Tocó caminar mucho para
conseguir al menos un hospedaje, el cual encontré hacia las dos de la madrugada y
fue por una señora que estaba bebiendo y quien me ofreció un lugar donde pasar el
resto de noche. Fui hasta allá y ese día pagué seis mil pesos por dormir sentado”.

En Riohacha comercian con todo lo que puedan traer y que no sea tan costoso: rasca
espaldas, dominós, calendarios, baratijas con las que rebuscarse. Son provenientes
de una pequeña población bolivariana conocida como Quíbor, La Tinaja y Tintero.

Se han enfrentado con otro de los temas que son tabú para la población venezolana:
la prostitución. “Una vez recuerdo que de una camioneta se bajó una mujer y nos
empezó a ofrecer dinero. Cien mil pesos para comprarme a mí. Yo le dije que no,
después me ofreció doscientos mil pesos y dije que no, porque yo estaba dispuesto a
ganarme la vida honradamente. Fue algo muy fuerte porque no estamos
acostumbrados a vivir así”.

Insinuaciones y propuestas muy tentadoras, son las carnadas grandes para coger a
los venezolanos y ubicarlos en una cuerda floja. “Aquí en la Guajira hay mujeres
que se ofrecen a casarse con nosotros para sacarnos la cédula
colombiana”, manifiesta Pérez.

Parece haber una especie de consenso social entre estos inmigrantes, quizá causado
por las incertidumbres compartidas y la inminencia de la crisis política. Creen que si
alguna vez algo ha de volver a estar bien, hace falta un cambio real que sobrepase a
la esfera gubernamental y afecte a todos los venezolanos. “Más allá de una
malapolítica, hay es gente que no tiene sentido de pertenencia, que no entiende que
tenemos el futuro en nuestras manos. Gente oportunista que se mete en los
supermercados para ‘chaquear’ (contrabandear) y vender comida más cara, gente
que no piensa en el hermano o en el vecino”.

Reportaje escrito por: Rider Colina, Bettsy Iriarte, Geraldine Cótes, Sara Suaza y
Juliana Sarmiento, estudiantes de la Universidad Autónoma del Caribe.

La más reciente deportación de venezolanos del territorio colombiano, por encontrarse


trabajando de manera ilegal, abrió nuevamente la polémica por la llegada masiva de
ciudadanos del vecino país en busca de una mejor calidad de vida, ante las dificultades que
viven en su patria.

Se trata del caso de ocho ciudadanos venezolanos que se encontraban en Medellín


trabajando en la construcción en un edificio a media cuadra del Parque Lleras (el centro
emblemático de la ciudad), sin tener permiso legal. Fueron identificados por oficiales de
Migración Colombia, quienes procedieron a su deportación en enero.

Casos como ese se viven con regularidad en Colombia, pues la llegada de venezolanos en los
últimos años ha aumentado de manera significativa, ante las precarias condiciones en su país
de origen, por falta de alimentos, medicinas y seguridad.

Por ejemplo, el año pasado fueron deportados más de 2500 ciudadanos venezolanos, según
cifras de Migración Colombia, que se encontraban en Colombia de manera ilegal, y
solamente en el primer mes del año la cifra de deportadas ya contabiliza 160 personas y 18
expulsados.

Por mencionar algunos casos, se encuentra la deportación de 38 ciudadanos en abril de 2016,


entre ellos 34 mujeres, que se encontraban en diferentes hospedajes de Cúcuta sin la
documentación exigida para su permanencia en Colombia. En marzo otros nueve venezolanos
fueron deportados desde la ciudad.

En noviembre del año pasado 21 personas fueron deportadas desde la Virginia, Risaralda.
También se han realizado deportaciones desde municipios de la costa norte como Malambo,
Candelaria, Ponedera, Luruaco, Santo Tomás y Barranquilla; así como Barrancabermeja, Tibú
y Bucaramanga.

Según datos entregados por Migración Colombia, la entidad ha realizado más de 11.000
verificaciones a personas naturales y jurídicas en el último año y ha sancionado a 55
empresas por contratar a ciudadanos venezolanos sin cumplir con las exigencias de ley para
hacerlo.

Ante esta situación, el director General de Migración Colombia, Christian Krüger Sarmiento,
se mostró preocupado, toda vez que hay colombianos que se están aprovechando de la
necesidad de los extranjeros para lucrarse y no pagar lo que corresponde por su trabajo.

“Creo que es importante que los colombianos entiendan las implicaciones que tiene el
contratar extranjeros sin el lleno de los requisitos de ley. Para nosotros es preocupante esta
situación, pues no podemos aceptar que terceros se aprovechen de la necesidad de algunos
extranjeros para lucrarse y no pagar lo que les corresponde o afiliarlos al Sistema de
Seguridad Social”, señaló el funcionario.
Así mismo, invitó a que los extranjeros “regularicen su situación y si quieren trabajar lo
hagan, pero respetando la normatividad migratoria. Mientras que a los colombianos los
invitamos a que antes de contratar extranjeros verifiquen que su documentación esté en
regla, pues si algo les llegara a pasar a éstos, las implicaciones podrían ser enormes”.

Para el presidente de la Asociación de Venezolanos en Colombia (Asocvencol), Daniel Pagés,


la realidad es que en los últimos años la llegada de compatriotas al país se ha incrementado
de manera significativa, debido a la situación que está viviendo el vecino país.

Pagés coincidió con el director de Migración Colombia, al explicar que la necesidad con la
que llegan hace que se empleen en cualquier cosa. “Actualmente he conseguido venezolanos
en Transmilenio vendiendo, cantando, porque la situación en Venezuela está tan agravada,
tan mal, que prefieren venirse a buscar otras oportunidades”, señaló.

El presidente de la Asociación explicó que la migración a Colombia se ha dado en diferentes


etapas desde hace catorce años, cuando fue la primera ola debido a los problemas de la
estatal petrolera Pdvsa, que terminó con la llegada de muchos venezolanos que trabajaban
en el sector.

Pagés explicó que continuamente han existido otras olas de migración, como por ejemplo la
llegada de empresarios al país en 2008, que después terminó en la llegada de los mismos,
pero “actualmente a medida que la situación se agrava en todos los aspectos –económicos,
sociales, salud—, que es una realidad que el gobierno venezolano no puede ocultar, nos
damos cuenta que llegan personas con menos recursos buscando sencillamente mejorar su
calidad de vida”.

Frente a esto, resaltó que “el venezolano que está llegando es catalogado como el
desplazado del Siglo XXI, porque no puede vivir en su país, no puede conseguir productos
básicos, medicinas, seguridad, las necesidades básicas que un gobierno tiene que ofrecer a
sus habitantes”.

Según las cifras entregadas por Migración Colombia, desde 2013 hasta 2016 ingresaron al país
1.260.957 venezolanos, mientras que salieron 907.642 ciudadanos, con una diferencia de
353.315 personas, que muy probablemente siguen en el país.

Dentro de estas cifras se puede evidenciar que año a año es más la cantidad de venezolanos
que llega a Colombia y menos los que se van. Por ejemplo, para 2013 ingresaron 261.343
personas y salieron 229.919; en 2014 llegaron 291.539 y se fueron 222.903; para 2015 los
datos se incrementaron a 329.478 de entrada y 236.466 de salida.

2016 fue el año en que más venezolanos ingresaron al país, pese a la crisis del cierre de la
frontera decretada por el presidente Nicolás Maduro. Solo en este periodo llegaron a
Colombia 378.597 ciudadanos y salieron 218.354; en agosto, cuando se reabrió la frontera, se
dio el pico más alto de ingresos con 59.699 personas.

Para Daniel Pagés, esta situación no va a parar por ahora, “porque sencillamente la situación
que está viviendo Venezuela no tiende a mejorar”, por lo que le pidió al gobierno
colombiano que “abran canales de apoyo para integrar a los venezolanos, generar
interacción de trabajo, para que a través de nosotros podamos apoyar a nuestros
compatriotas”.

El empresario aseguró que desde la Asociación han sentido que no hay un apoyo por parte
del gobierno de Colombia, donde se busque integrar a los ciudadanos venezolanos a la
economía, con el fin de que ayuden con el desarrollo del país en vez de cerrarle las puertas.

Cifras de entrada y salida de venezolanos durante los últimos años

Entrada de venezolanos por año


2013 - 261.343
2014 – 291.539
2015 – 329.478
2016 – 378.597

Salida de venezolanos por año


2013 – 229.919
2014 – 222.903
2015 – 236.466
2016 – 218.354

Entrada de venezolanos por mes (2016)


- Enero – 22.825
- Febrero – 17.467
- Marzo – 18.789
- Abril – 16.401
- Mayo – 17.363
- Junio – 18.525
- Julio – 26.497
- Agosto – 59.699
- Septiembre – 54.317
- Octubre – 42.893
- Noviembre – 41.017
- Diciembre – 42.804
*Cifras de Migración Colombia
--

REQUISITOS PARA EL INGRESO DE VENEZOLANOS

Un ciudadano venezolano que quiera ingresar a Colombia por cualquiera de los pasos
fronterizos tendrá que cumplir con la siguiente documentación:
- Pasaporte válido y vigente
- Si es por turismo deben presentar reserva de alojamiento válida y vigente o carta de
invitación, en la que se especifique dirección y teléfonos de contacto.
- Demostrar solvencia económica.
- Los venezolanos que ingresen a estudiar o trabajar deben contar con la visa
correspondiente, que se solicita a través del Ministerio de Relaciones Exteriores de
Colombia.
- Si desea ingresar para recibir tratamiento médico o por alguna situación jurídica o
administrativa debe contar con pasaporte vigente y el soporte médico o los documentos que
demuestren la situación a resolver.

Una crisis humanitaria que se extiende por


todo el país
Cúcuta es la ciudad más afectada pero el problema se ha extendido a capitales como
Medellín y Cali.
Muchos venezolanos llegan con cosas para vender y así poder financiar el resto de su
viaje. Esto afecta a los comerciantes colombianos en las zonas de frontera.
Foto:
Andrea Moreno / EL TIEMPO
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MIGRACIÓN DE VENEZOLANOS

Por: Nación

11 de febrero 2018 , 12:53 p.m.

La avalancha migratoria que se ha precipitado desde Venezuela –sobre todo por los tres
puentes internacionales en Norte de Santander, por donde se estima que cada día cruzan
35.000 personas– ha trasladado a varias ciudades de Colombia una problemática que se
creía exclusivamente fronteriza.
No hay duda de que Cúcuta y Villa del Rosario son las poblaciones más afectadas por esta
crisis humanitaria. Sus calles están atestadas de venezolanos que se ganan unos pesos
como vendedores ambulantes de dulces, gaseosas y hasta electrodomésticos que pasan
ocultos en maletas. Durante meses, el barrio Sevilla de Cúcuta albergó un sitio al que
llamaron ‘Hotel Caracas’, un refugio improvisado en el que vivían 616 venezolanos. La
existencia de ese campamento –desalojado el pasado 24 de enero por la Policía– fue la
evidencia de que la migración venezolana había llegado a límites insostenibles. Una crisis
que desbordó ya el calificativo de fronteriza.

Bucaramanga es el ejemplo de una ciudad importante que sufre los embates de esta crisis.
Allí, según cifras de Migración Colombia, hay unos 35.000 venezolanos, 25.000 de ellos
ilegales. Muchos han buscado el abrigo en los andenes, compartiendo con los más de 2.000
habitantes de calle. Se los puede ver también, ante los operativos de las autoridades
para controlar el espacio público, deambulando con maletas, sábanas, plásticos y
cartones en parques como García Rovira, Turbay y Los Niños. Los que tienen con qué
pagan los cinco mil pesos que cuesta pasar una noche en residencias del sector de
Quebradaseca, establecimientos que se caracterizan por sus pésimas condiciones locativas y
de salubridad.
Según un informe de la Fiscalía, Santander fue la cuarta región del país con más capturas
de venezolanos en 2017 (140).Y este fin de semana comenzó a operar el primer puesto de
atención migratorio en el corregimiento de Berlín.

Una de los departamentos caribeños más afectados es La Guajira. Por Paraguachón, donde
existe un puesto migratorio, ingresan a diario unos 1.500 venezolanos cuyo destino son los
municipios de Maicao, Uribia, Manaure y Riohacha. La situación más crítica se vive en
Maicao y Riohacha, en donde se registran miles de venezolanos que viven en las calles
centrales, plazas de mercado y terminales de transporte. De acuerdo con las
autoridades, la población de venezolanos residente en La Guajira se ocupa en ventas
ambulantes, albañilería, servicios sexuales, trabajos en restaurantes, graneros y salones de
belleza.

La otra región del Caribe que soporta esta crisis es Atlántico. De acuerdo con la
Gobernación de ese departamento, las 3.425 familias de venezolanos registradas subsisten
gracias a la informalidad. Esta semana, la Secretaría de Salud aseguró que en el 2017 se
identificaron casos de desnutrición en menores venezolanos en Soledad, Luruaco y
Ponedera.

También fueron atendidos 2.091 migrantes en 14 hospitales. El costo de la crisis sanitaria


en Atlántico asciende los $ 1.600 millones. En Barranquilla, donde han llegado 10.000
migrantes, se reporta incremento en enfermedades como sarampión, rubeola y sífilis.

En la zona Andina, además de Bogotá, Medellín es una de las capitales que recibe más
migrantes. En la capital antioqueña, según cifras del secretario de Inclusión Social de la
ciudad, Luis Bernardo Vélez, habría 26.000 personas llegadas de Venezuela, entre
legales, ilegales y con doble nacionalidad. Aunque, según Migración Colombia, en esta
ciudad solamente 6.433 ciudadanos venezolanos han tramitado el permiso especial de
permanencia. Como en otros sitios del país, muchos se encuentran parados en semáforos
haciendo malabares, ofreciendo dulces, arepas, pulseras y otros productos. Aunque
habitan en todas las comunas de la ciudad, las principales zonas donde se concentran
son Buenos Aires, Aranjuez, el Centro y Robledo.
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Los venezolanos que han llegado a la ciudad son en su mayoría de estratos medios y altos,
muchos profesionales que deben realizar trabajos no calificados en restaurantes y
discotecas. La mayoría que no ha tramitado los permisos de permanencia están más
expuestos a trabajar hasta 16 horas por remuneraciones mínimas y sin ningún tipo de
contratación regular.

También el Valle de Cauca, por ser una región de paso hacia la frontera con Ecuador, ha
recibido su cuota de migrantes. La Gobernación del departamento dice que en Cali
están registrados aproximadamente 4.000 ciudadanos del vecino país. Pero
venezolanos como Eduardo Londoño calculan que el número de compatriotas que, como él,
se han establecido en el Valle del Cauca puede llegar a los 30.000. La calle 13, en el centro;
en el norte y en el sur de Cali, y en barrios del distrito de Aguablanca o aledaños a la
avenida Simón Bolívar, es donde hay mayor presencia de migrantes.

Arauca es la otra zona fronteriza receptora de miles de personas que huyen de Venezuela.
El Malecón Ecoturístico, el barrio Los Libertadores y diferentes escenarios deportivos
alrededor del río Arauca son centro de refugio para los migrantes venezolanos que se
encuentran en esta capital.

Según las autoridades, muchos llegan cargados de mercancías ilegales que ofrecen a la
venta en las calles. El gobernador Ricardo Alvarado dice que a Arauca llegan personas “en
situaciones paupérrimas”, lo que ha desatado una grave crisis social. Migración Colombia
señaló, en el 2017, que 1.440 venezolanos afirmaron vivir en ese departamento.
Medidas de control
El presidente Juan Manuel Santos adoptó esta semana varias medidas para enfrentar la
crisis. La principal fue suspender la expedición de la Tarjeta de Movilidad Fronteriza
(TMF), un instrumento creado para facilitar la entrada y salida de unos 30.000 venezolanos
a zonas de frontera, pero que finalmente llegó a manos de 1,6 millones de personas. La
decisión de no expedir nuevas tarjetas migratorias y exigir la presentación del
pasaporte a los venezolanos que, sin la TMF, quieran entrar a Colombia tuvo como
repercusión inmediata un freno a la entrada masiva de venezolanos. Entre otras
razones, porque para los ciudadanos de ese país se ha vuelto casi imposible conseguir un
pasaporte. Pero puede disparar el flujo por pasos ilegales. Santos puso al frente de la
situación al exdirector del DAS Felipe Muñoz y creó una junta conformada por 7 ministros
y los directores del ICBF y de la Unidad de Gestión del Riesgo.

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