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Saulo De Tarso

Por C.H.Mackintosh

Contemplado el carácter de este notable hombre, nosotros podemos recoger valiosos


principios de la verdad del evangelio. Él parece haber sido particularmente asiduo en
mostrar con fuerza, en primer lugar, lo que la gracia de Dios puede hacer y en segundo
lugar, lo que el máximo esfuerzo legal no puede hacer. Sí una vez hubo un hombre sobre
esta tierra cuya historia ilustró la verdad que dice “La salvación es por gracia, sin las obras
de la ley”, Saulo de Tarso fue ese hombre. De hecho, es como si Dios lo hubiera diseñado
especialmente para presentar en este hombre un ejemplo viviente. Primero, en la
profundidad de Su gracia que puede rescatar al pecador; y segundo, en la eminencia de un
legalista que es derrumbado por recibir a Cristo. Él fue una vez el peor y el mejor de los
hombres – el principal de los pecadores y el principal de los legalistas: cuando él odió y
persiguió a Cristo en sus santos, él era un pecador de pecadores; y un Fariseo de Fariseos,
en su conducta moral, y orgullosa.

Permítanos entonces, en primer lugar, contemplarle como el principal de los pecadores.

“Palabra fiel y digna de ser recibida por todos: que Cristo Jesús vino al mundo para
salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero” (1 Timoteo 1:15). Ahora
particularmente note lo que el Espíritu de Dios declara acerca de Saulo de Tarso: que él era
el principal de los pecadores. Esta no es la expresión de la humildad de Pablo, sin embargo,
no debemos dudar que él era humilde bajo lo que había sentido. Nosotros no estamos
ocupados con los sentimientos de un escritor inspirado, pero sí con la declaración del
Espíritu Santo quién le inspiró a él, es bueno ver esto.

Muchas personas hablan de los sentimientos de varios escritores inspirados en un cierto


sentido calculador, para debilitar el sentido de esta preciosa verdad, la plena inspiración de
las Santas Escrituras. Ellos no pueden hacer esto; pero entonces, en un momento como el
presente, cuando hay tanto de razón, tanto más de especulación humana, no podemos ser
guardados contra algo que puede, incluso en apariencia, militar contra la integridad de la
Palabra de Dios. Nosotros estamos deseosos de que nuestros lectores atesoren las Escrituras
en los afectos de sus corazones, no como una expresión de los sentimientos humanos. Más
bien piadosa y encarecidamente, como depositario de los pensamientos de Dios. “Porque
nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios
hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo” (2 Pedro 1:21).

Por consiguiente, leyendo 1 Timoteo 1:15, nosotros no estamos pensando en los


sentimientos del hombre, sino en el registro de Dios, que declara que Pablo era “principal
de los pecadores”. Esto no se declara de alguien más. Sin dudas, en un sentido secundario,
cada corazón culpable sentirá y su propia culpabilidad dentro de su rango de
reconocimiento; pero esto es totalmente otro asunto. El Espíritu Santo ha declarado esto de
Pablo; ni el hecho de que Él nos haya dicho esto por la pluma del mismo Pablo ha
interferido con, o debilitado la verdad, en el valor de la declaración. No importa cuan malo
pudiese ser, más Pablo podía decir “Yo soy el primero”. No importa cuan lejos de Dios
pueda uno sentir que está – no importa cuan profundamente esté sumergido en el pantano
de la ruina – no obstante una voz sube a su oído desde un profundo lugar, “Yo soy el
primero”.

Más nos ha permitido distinguir el objeto de todo este trato con el primero de los pecadores.
“Pero por esto fui recibido a misericordia, para que Jesucristo mostrase en mí el primero
toda su clemencia, para ejemplo de los que habrían de creer en él para vida eterna”. El
principal de los pecadores está en el Cielo. ¿Cómo llegó allí?, Simplemente por la sangre de
Jesús; y además vemos a Cristo como “ejemplo” del hombre. Todos pueden mirarlo a él y
ver como ellos también son salvados; pero en tal sabiduría así el “primero” fue salvado, es
preciso entonces que todos los que le siguen sean salvados. La gracia que alcanzó al
primero puede alcanzar también a todos. La sangre que limpió al primero puede limpiar a
todos. El titulo por el cual el primero entró en los cielos es el titulo para todos. ¡Miren a
Pablo “como ejemplo de toda la clemencia de Cristo”!, No hay un pecador a este lado del
portal del infierno, que pueda caer tan lejos o que quede más allá del alcance del amor de
Dios, de la sangre de Cristo, o del testimonio del Santo Espíritu.

Ahora nosotros volveremos al otro lado del carácter de Saulo y le contemplaremos como el
primero de los legalistas.

“Aunque yo tengo también de qué confiar en la carne. Si alguno piensa que tiene de qué
confiar en la carne, yo más” (Filipenses 3:4). Aquí tenemos un punto valioso, Saulo de
Tarso estaba de pie, cuando estaba en la cumbre alta en la colina de la legal justicia. Él
alcanzó el mas alto paso en el escalón de la religión humana. Él sufriría lo que ningún
hombre haría para conseguir alcanzarle. Sus logros religiosos fueron de un valor muy alto.
(Ver Gálatas 1:14) “Si alguno piensa que tiene de qué confiar en la carne, yo más”. ¿Está
confiando algún hombre en su templanza? Pablo podía decir, “Yo más”. ¿Está algún
hombre confiando en su moralidad? Pablo podía decir, “Yo más”. ¿Está algún hombre
confiando en ordenanzas, sacramentos, servicios religiosos o piadosas observancias? Pablo
podía decir, “Yo más”.

Todo esto imparte un interés peculiar por la historia de Saulo de Tarso. En él nosotros
vemos, en una mirada, el poder de la sangre de Cristo y la inutilidad absoluta del traje de la
misma justicia que siempre a vestido a la persona legalista. Mirándole a él ninguna
necesidad de desesperación al pecador; mirándole a él ningún legalista puede alardear. Si el
primero de los pecadores está en el Cielo, yo puedo estar allí también. Si los más grandes
religiosos, legalistas y activistas, que siempre han existido, han descendido del escalón de
la propia justicia, es para mí inútil el subirla.

La culpa de Saulo de Tarso fue completamente cubierta por la sangre de Cristo; y su alto
orgullo religioso fue barrido lejos por una mirada de Jesús y Saulo encontró su lugar a los
pies taladrados de Jesús de Nazaret. Su culpa no fue estorbo y su justicia inútil. En lo
primero (culpa) fue lavado afuera por la sangre y en lo ultimo (su justicia) esta se convirtió
en estiércol, y escoria por la gloria moral de Cristo. No importó si era “yo el primero” o
“yo más”. La Cruz era el único remedio.
“Dios prohibe”, dice este primero de los pecadores y príncipe de los legalistas “Pero lejos
esté de mí gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo me es
crucificado a mí, y yo al mundo” (Gálatas 6:14). Pablo tenía la pequeña idea de confiar así
en su justicia, como en sus crímenes. Él se había permitido ganar el laurel de la victoria en
la gran contienda legal con sus “iguales en su propia nación”, solo que él podría arrojar
esto, como una cosa marchita y sin valor a los pies de la Cruz. Le permitió dejar atrás todo
en la oscura carrera de la culpa, solo que él podría ejemplificar el poder del amor de Dios y
la eficacia de la sangre de Cristo. Saulo no estaba más cerca de Cristo como el primero de
los legalistas sino como el primero de los pecadores. No había mayor mérito justificándose
en sus nobles esfuerzos en la escuela del legalismo que en sus actos salvajes de oposición al
nombre de Cristo. Saulo fue salvado por gracia, salvado por la sangre, salvado por la fe. No
hay otra manera para el pecador o legalista.

Hay otro punto en la historia de Pablo al que nosotros debemos mirar brevemente, en orden
a mostrar los resultados prácticos de la gracia de Cristo, donde quiera que esa gracia sea
conocida. Esto lo presentará para nuestra observación como el más laborioso de los
apóstoles.

Si Pablo aprendiera a cesar de trabajar por la justicia, él también habría de aprender a


comenzar trabajando por Cristo. Cuando nosotros miramos camino a Damasco están los
fragmentos rotos de este malo y mejor hombre – cuando nosotros oímos esas expresiones
patéticas que emanan de las profundidades de un corazón roto, “Señor, ¿qué quieres que yo
haga?”. -- Cuando nosotros vemos a ese hombre que había dejado Jerusalén en la
desesperada furia de una fanática persecución, ahora estirando con fuerza la mano en la
débil ceguera para ser llevado como un pequeño niño a Damasco, nosotros somos llevados
para formar las mismas expectativas escondidas, como para la futura carrera, y nosotros no
seremos defraudados.

Marque el progreso de ese hombre tan notable, mirando estas grandes labores en la viña de
Cristo; vea sus lágrimas, sus trabajos, sus viajes, sus peligros, sus luchas; véalo cuando él
lleva sus doradas gavillas al granero celestial y los tiende bajo los pies del Maestro; véale
llevar las nobles ataduras del evangelio y finalmente poniendo su cabeza sobre la piedra del
martirio y dice ¿Si el evangelio de Dios es gracia gratuita – y el evangelio de Cristo es
salvación gratuita, anula esto las buenas obras? De ningún modo, ese evangelio precioso es
la única verdadera base en que la gran estructura de las buenas obras pueden siempre ser
erigidas.

La moralidad sin Cristo, es una fría moralidad. La benevolencia sin Cristo es una
benevolencia sin valor. Las ordenanzas sin Cristo son sin poder y sin valor. La ortodoxia
sin Cristo es sin corazón e infructuosa. Debemos conseguir el fin del ego, sí es un ego
culpable o un ego religioso y encontrando a Cristo como la porción satisfactoria de nuestros
corazones, ahora y para siempre. Entonces nosotros podremos decir, con verdad,

Tu, Oh Cristo, eres todo lo que yo deseo,


Más que todo en ti yo he de encontrar.
Y de nuevo:
Amor tan asombroso, tan divino,
Demandas mi alma, mi vida, mi todo.

Todo esto era con Saulo de Tarso. Él consiguió librarse de si mismo y encontró su todo en
Cristo; y por consiguiente, así como nosotros hemos puesto sobre la pagina emocionante de
su historia, nosotros oímos, desde las profundas ruinas, las palabras: “Yo soy el primero” –
desde el punto más elevado del sistema legal, las palabras: “Yo más” – Y de entre los
campos dorados de la labor apostólica, las palabras: “antes he trabajado más que todos
ellos” (1. Cor.15:10).

D.V. 23.03.2004

(Saulo de Tarso) Apóstol del cristianismo que él transformó en religión universal (Tarso, Cilicia,
h. 4/15 - Roma ?, h. 64/68). Era hijo de judíos fariseos de cultura helenística y con ciudadanía
romana. Fue contemporáneo de Jesucristo e incluso estuvo en Jerusalén en la misma época que
él, aunque probablemente no se conocieron.

San Pablo (óleo de El Greco)

Pablo tenía una sólida formación teológica, filosófica, jurídica, mercantil y lingüística (hablaba
griego, latín, hebreo y arameo). Participó en las primeras persecuciones contra los cristianos.
Pero durante un viaje a Damasco, poco después de la crucifixión de Jesucristo, se convirtió a la
nueva fe, que por entonces era considerada una secta herética del judaísmo (según su propio
relato, fue el mismo Jesús el que se le apareció).
Desde entonces San Pablo se convirtió en el más ardiente propagandista del cristianismo, que
contribuyó a extender más allá del pueblo judío, entre los gentiles: viajó como misionero por
Grecia, Asia Menor, Siria y Palestina; y escribió misivas (las encíclicas) a diversos pueblos del
entorno mediterráneo.

Los escritos de San Pablo adaptaron el mensaje de Jesús a la cultura helenística imperante en el
mundo mediterráneo, facilitando su extensión fuera del ámbito cultural hebreo en donde había
nacido. Al mismo tiempo, esos escritos constituyen una de las primeras interpretaciones del
mensaje de Jesús, razón por la que contribuyeron de manera decisiva al desarrollo teológico del
cristianismo (se atribuyen a San Pablo más de la mitad de los libros del Nuevo Testamento).

Pablo de Tarso
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«San Pablo» redirige aquí. Para otras acepciones, véase San Pablo (desambiguación).

San Pablo

Por El Greco
Nombre Saulo de Tarso

Nacimiento c. 9
Tarso (actual Turquía)

Fallecimiento c. 67
Roma

Venerado en Iglesia católica, Iglesia ortodoxa,


Protestantismo

Principal Basílica de San Pablo Extramuros, Roma


Santuario

Festividad 29 de junio (martirio junto a Pedro)


25 de enero (conversión de Pablo)
10 de febrero (naufragio en la Isla de
Malta)
18 de noviembre (dedicación de la
Basílica de San Pablo Extramuros).

Atributos Espada, carta o un libro

Patronazgo Roma, Grecia, Malta, Écija teólogos y


prensa católica

Pablo de Tarso, originalmente Saulo, también llamado San Pablo y San Pablo de Tarso
(nacimiento entre los años 5[cita requerida] y 10 d. C., Tarso (actual Turquía) - † año 67 en
Roma), aunque no perteneció al círculo de apóstoles de Jesucristo.

Pablo no debió cambiar su nombre al convertirse al cristianismo, ya que como ciudadano


romano y nacido en Tarso, además de ser judío tenía gran influencia de la cultura
helenística y romana, por lo que como todo romano de la época tenía un praenomen
relacionado con una característica familiar (Saulo, su nombre judío), y un cognomen que se
asocia a una característica física (Paulus, que es su nombre romano).1

El conocimiento de la cultura helénica —hablaba fluidamente tanto el griego como el


arameo— le permitió predicar el Evangelio con ejemplos y comparaciones comunes de esta
cultura por lo que su mensaje fue recibido en territorio griego claramente y esta
característica marca el éxito de sus viajes fundando comunidades cristianas. Pablo es
considerado por muchos cristianos como el discípulo más importante de Jesús, a pesar de
que nunca llegó a conocerlo, y, después de Jesús, una de las personas más importantes para
el cristianismo; como también fueron Pedro y Juan.

Pablo es reconocido por los cristianos como un ejemplo a seguir. Hizo mucho para
introducir el cristianismo entre los gentiles y es considerado como una de las fuentes
significativas de la doctrina de la primitiva iglesia cristiana.

Contenido
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 1 Biografía
o 1.1 La conversión
 2 Viajes misionales
 3 Escritos
o 3.1 Papel de las mujeres
 4 Relación con el judaísmo
 5 Representaciones artísticas
 6 Véase también
 7 Referencias
 8 Bibliografía
 9 Enlaces externos

[editar] Biografía

Nació entre el año 5 y el año 10 en Tarso, en la región de Cilicia, en la costa sur del Asia
Menor (la actual Turquía). La ciudad de Tarso tenía concedida la ciudadanía romana por
nacimiento (Hechos 22:22-29). Por lo que Pablo era ciudadano romano pese a ser hijo de
judíos.

Hijo de hebreos y descendiente de la tribu de Benjamín, en su adolescencia es enviado a


Jerusalén, donde estudió con el famoso rabino Gamaliel (Hechos 22:3). Tuvo una
educación mucho mayor que los humildes pescadores que fueron los primeros apóstoles de
Cristo.

Pablo de Tarso fue un activo perseguidor de los cristianos bajo la influencia de los fariseos.
De hecho él fue de los que participó y asintió en la ejecución de Esteban (Hechos 7:58,(:3),
el primer mártir (denominado protomártir) de la iglesia de aquel entonces, quien fue
víctima de lapidación no como consecuencia de la barbarie de la multitud, sino como
cumplimiento de una ejecución judicial, pues Saulo contaba con la venia de Roma.

[editar] La conversión
Para el episodio como tema artístico, véase Conversión de San Pablo.

En el año 36, camino a Damasco, tuvo una visión y se convirtió al cristianismo. Según el
libro de los Hechos de los Apóstoles y las epístolas paulinas fue gracias a una aparición de
Cristo camino de la ciudad de Damasco, después de la cual pide ser bautizado.

"Saulo, respirando aún amenazas y muerte contra los discípulos del Señor, vino al sumo sacerdote,
y le pidió cartas para las sinagogas de Damasco, a fin de que si hallase algunos hombres o mujeres
de este Camino, los trajese presos a Jerusalén. Mas yendo por el camino, aconteció que al llegar
cerca de Damasco, repentinamente le rodeó un resplandor de luz del cielo; y cayendo en tierra, oyó
una voz que le decía: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? El dijo: ¿Quién eres, Señor? Y le dijo:
Yo soy Jesús, a quien tú persigues; dura cosa te es dar coces contra el aguijón. Él, temblando y
temeroso, dijo: Señor, ¿qué quieres que yo haga? Y el Señor le dijo: Levántate y entra en la ciudad,
y se te dirá lo que debes hacer. Y los hombres que iban con Saulo se pararon atónitos, oyendo a la
verdad la voz, mas sin ver a nadie. Entonces Saulo se levantó de tierra, y abriendo los ojos, no veía
a nadie; así que, llevándole por la mano, le metieron en Damasco, donde estuvo tres días sin ver, y
no comió ni bebió."

Hechos 9:1-9

En sus epístolas no da detalles sobre este hecho, pero sí afirma que perseguía a los
cristianos y que se le apareció Jesús "Posteriormente, después de todos, se me apareció
también a mí, como un abortivo" (1Corintios 15:8-9).

Comenzó su actividad de evangelización cristiana en Damasco y Arabia (Gálatas 1:17). Es


perseguido por el etnarca de Aretas IV (2Corintios 11:32) y huye a Jerusalén, donde es
visto por Bernabé, quien lo lleva con Pedro y con Santiago en el año 36 (Ver Gálatas 1:18-
19 y el contexto en Hechos 9:26-28). Huye de Jerusalén, escapando de los judíos de habla
griega. Se lo llevan a Cesárea y es enviado a refugiarse en Tarso (Hechos 9:29-30).

Decapitación de San Pablo. Pintura de Enrique Simonet de 1887.

Bernabé acude a Tarso y se va con Pablo a Antioquía, donde pasaron un año


evangelizando. Antioquía se convierte en el centro de los cristianos convertidos desde el
paganismo. Aquí surge por primera vez la denominación de cristianos para los discípulos
de Jesús.
En las obras de arte y en la creencia popular se tiene la imagen de que Pablo se cayó de su
caballo, cuando ni en las epístolas ni en los Hechos de los Apóstoles se menciona una caída
de un caballo y, es más, pudiera tratarse de un anacronismo.

En cualquier caso, con independencia de si la visión en el camino de Damasco fue


milagrosa o tiene explicación científica, el resultado es que Saulo de Tarso, que se dedicaba
a "perseguir sobremanera" y "asolar" con "celo" las comunidades cristianas, según sus
propias palabras (Gálatas 1:13; Filipenses 3:6), tuvo un testimonio que lo marcó para el
resto de sus días, literalmente se pasó al enemigo para ser el principal difusor del
cristianismo arriesgando su vida, sufriendo encarcelamientos y, finalmente, morir
decapitado en Roma. Pablo fue fiel hasta la muerte al testimonio que lo convirtió en uno de
los apóstoles más efectivos de Jesucristo.

[editar] Viajes misionales

A partir del año 46 comienzan los tres grandes viajes misioneros de Pablo:

Aparición de Jesús a Saulo.

 En el primer viaje misional, junto con Bernabé y su primo Juan Marcos de ayudante, parte
de Seleucia, puerto de Antioquía, donde había predicado durante un año, hacia la isla de
Chipre, concretamente a Salamina. Este era el primer lugar donde predicaban a los "no
judíos", es decir, a los gentiles o paganos.

En Pafos, se convierte al cristianismo el procónsul romano Sergio Pablo, en su séquito se


hallaba el mago Elimas o Barjesús. Pablo y Bernabé, según las escrituras, predican la
palabra y el procónsul con su familia quiere convertirse, pero el mago lo quiere impedir.
Pablo llama al mago embustero, embaucador, empedernido, hijo del diablo y enemigo de
todo lo bueno, y deja a Elimas ciego. En ese momento el procónsul cree. Después de esto
toman un barco con el que abandonan la isla de Chipre.

Es aquí donde Saulo comienza a ser llamado por su nombre romano Pablo que significa "el
más pequeño". Navegan hacia Perge, en la región de Panfilia. Juan Marcos regresa a
Jerusalén. Pablo y Bernabé continúan por el sur de Galacia. Encuentran mala acogida por
parte de los judíos, y deciden dirigirse a los paganos, por los sitios nombrados formaban
comunidades y dejaban encargados para cuidarlas. A partir de estas fechas, a los discípulos,
también se les empezó a llamar cristianos. Los nuevos cristianos llamados "no judíos"
enviaban dinero a Jerusalén por medio de Pablo y del apóstol Bernabé.

Los cristianos procedentes del judaísmo plantean la idea de que estos nuevos cristianos
deberían aceptar también las leyes judías, como la circuncisión. Pablo decide plantear la
cuestión en Jerusalén a su regreso en el año 49, ante los apóstoles. Esto dio lugar al primer
concilio, el Concilio de Jerusalén, del año 50. Triunfó la postura de Pablo, sobre no
imponer rituales judíos a los conversos gentiles.

 En el segundo viaje misionero Pablo se hace acompañar por Silas. Parten de Antioquia, por
tierra, hacia Siria y Cilicia, llegando al sur de Galacia. En Listra, se les une Timoteo.
Atraviesan las regiones de Frigia y Misia. Al parecer, se les une Lucas el Evangelista en la
Tróade. Decide ir a Europa, y en Macedonia funda la primera comunidad cristiana
europea: la comunidad de Filipos. También en Tesalónica, Berea, Atenas y Corinto. Se
queda durante año y medio en Corinto, acogido por Aquila y Priscila, matrimonio judeo-
cristiano que había sido expulsado de Roma debido al edicto del emperador Claudio. En
invierno del año 51 escribe la primera carta a los tesalonicenses, el documento más
antiguo del Nuevo Testamento. Al año siguiente vuelve a Antioquía.

 En primavera del año 54 inicia su tercer viaje misionero, estableciendo su centro de


operaciones en Éfeso, capital de Asia Menor. Permanece allí unos tres años. Le llegan
noticias de los conflictos surgidos en la comunidad de Corinto. Escribe la primera carta a
los corintios en el año 54 y la segunda carta a los corintios a finales del 57. Atendiendo a
los conflictos con los judeo-cristianos, escribe las cartas a los filipenses (año 57) y a los
gálatas. Va a Corinto a finales del 57, donde pasa el invierno. Escribe la carta a los
romanos, en la primavera del 58. Vuelve entonces a Jerusalén para entregar la colecta de
las comunidades cristianas procedentes del paganismo, destinada a los pobres de las
comunidades de Jerusalén.
Estatua de Pablo de Tarso en la Basílica de San Pedro.

Judíos procedentes de Antioquia lo acusan de violar la Ley e intentan matarlo en una


revuelta. El tribuno romano, Claudio Lisias impide que lo maten y lo encarcela. Es enviado
a la provincia de Judea, donde el procurador Félix lo retiene durante dos años (del 58 al 60)
a la espera de conseguir un rescate por su libertad. Porcio Festo sucede a Marco Antonio
Félix como procurador de Judea. Pablo apela a su derecho, como ciudadano romano, a ser
juzgado en Roma. Tras un accidentado viaje, llega a Roma en la primavera del año 61. Es
liberado en el 63. Su carta a Filemón se supone escrita en este periodo de cautividad, entre
el 58 y el 63.

Había expresado sus deseos de llegar, lo cual posiblemente se cumplió en el año 63. Al
parecer, después visitó las comunidades de Oriente. Volvió a ser apresado en Roma durante
las persecuciones de Nerón. Fue sentenciado a muerte y decapitado hacia el año 67. Por
tener la ciudadanía romana, gozó del privilegio de la decapitación, ya que el suplicio de la
cruz estaba destinado para quien no era romano. Según la tradición, la cabeza rodó por el
suelo y lo golpeó tres veces, y de allí donde chocó, surgió una vía de agua.

Fue enterrado en la vía Ostiense de Roma. El 11 de diciembre de 2006 el Vaticano anunció


el descubrimiento del sarcófago de San Pablo tras cuatro años de excavaciones
arqueológicas bajo el altar mayor de la basílica que lleva su nombre.

[editar] Escritos

Se atribuyen a Pablo trece cartas o epístolas, llamadas comúnmente "las Epístolas


paulinas", a saber:
San Pablo escribiendo sus epístolas, obra de Valentin de Boulogne o Nicolas Tournier, del siglo
XVII.

 A los Romanos.
 Primera a los Corintios.
 Segunda a los Corintios.
 A los Gálatas.
 A los Efesios.
 A los Filipenses.
 A los Colosenses.
 Primera a los Tesalonicenses.
 Segunda a los Tesalonicenses.
 Primera a Timoteo.
 Segunda a Timoteo.
 A Tito.
 A Filemón.

De estas 13 epístolas, existe consenso en que las 7 señaladas en negrita son auténticamente
paulinas. Respecto a la Epístola a los Hebreos, los eruditos críticos (no cristianos) y la
Iglesia Católica están de acuerdo en que no es de autoría paulina, lo que no es obstáculo
para que tanto la Iglesia Católica como las Protestantes la consideren un texto válido y la
incluyan en el canon bíblico.

Del resto, no existe acuerdo sobre si son de autoría paulina o han sido escritas por
colaboradores o discípulos de Pablo. Según Antonio Piñero, en su libro "Guía para entender
el Nuevo Testamento", una mayoría (que no unanimidad) de estudiosos cree que no son
paulinas las epístolas a Timoteo y a Tito (las llamadas epístolas pastorales), mientras que
sobre las epístolas a los Colosenses, Efesios y Segunda a los Tesalonicenses las opiniones
están más divididas.

[editar] Papel de las mujeres


Para una discusión sobre una mujer entre los apóstoles, véase Júnia.

Un versículo en la 1 Timoteo2 , tradicionalmente atribuida a Pablo, es frecuentemente


utilizada como mayor fuente de autoridad en la Biblia para que las mujeres sean vedadas el
sacramento del orden, además de otras posiciones de liderazgo y ministerio en el
cristianismo. La Epístola a Timoteo es también muchas veces utilizada por muchas iglesias
para negarles el voto en asuntos eclesiásticos y posiciones de enseñanza para el público
adulto y también el permiso para el trabajo misionero3 .
11
La mujer aprenda en silencio con toda la sujeción;
12
Porque no permito a la mujer enseñar, ni ejercer dominio sobre el hombre; sino estar en silencio.
13
Pues Adán fue formado primero, después Eva.
14
y Adán no fue engañado, sino que la mujer, siendo engañada, incurrió en transgresión;

1Timoteo 2:11-14

Este pasaje parece estar diciendo que las mujeres no deben tener en la iglesia ningún papel
de liderazgo frente a los hombres4 . Si ella también prohíbe a las mujeres enseñar a otras
mujeres o niños es dudoso, pues hasta incluso en las iglesias cristianas que prohíben el
sacerdocio femenino se permite que abadesas enseñen y tengan posiciones de liderazgo
sobre otras mujeres. Cualquier interpretación de esta parte de las escrituras tiene que
confrontarse con las dificultades teológicas, contextuales, sintácticas y léxicas de estas
pocas palabras5 .

El teólogo J. R. Daniel Kirk encontró un importante papel para las mujeres en la iglesia
antigua, como por ejemplo cuando Pablo elogia a Febe por su trabajo como
diaconisaEtiqueta desconocida «label2» y también JúniaEtiqueta desconocida «label2»,
considerada por algunos como la única mujer citada en el Nuevo Testamento entre los
apóstoles6 7 . Kirk apunta para estudios recientes que llevaron a algunos a concluir que el
pasaje que obliga a las mujeres a "quedar calladas en las iglesias" en 1Corintios 14:34 fue
una adición posterior, aparentemente por un autor diferente y no era parte de la carta
original de Pablo a la iglesia de Corinto. Otros, como Giancarlo Biguzzi, alegan que la
restricción de Pablo sobre las mujeres en Corintios es genuina, pero se aplica al caso
particular de prohibirlas de hacer preguntas o de conversar, y no una prohibición
generalizada contra que las mujeres hablen, pues en 1Corintios 11:5 Pablo afirma el
derecho de las mujeres de profetizar8 .
Conversión en el camino para Damasco.
Por Caravaggio, en la Iglesia de Santa María del Popolo, en Roma.

El tercer ejemplo de Kirk de una visión más inclusiva está en Gálatas 3:28. Al anunciar un
fin dentro de la iglesia de las divisiones que eran tan comunes en el todo el mundo, el
concluyó destacando que "...había mujeres del Nuevo Testamento que enseñaron y tenían
autoridad en la iglesia antigua y que estas enseñanzas y esta autoridad eran sancionadas
por Pablo y que el apóstol mismo ofrece un paradigma teológico dentro del cual la
superación de la subyugación de la mujer es un resultado esperado"9 .

[editar] Relación con el judaísmo

Pablo era judío, de la escuela de Gamaliel, de denominación fariseo, mencionando esto


último como algo de lo que se sentía orgulloso (Fil 3:5). El punto principal de su mensaje
era que los gentiles no tienen necesidad de circuncidarse al igual que los judíos (1Cor 3:2),
de hecho una buena parte de sus enseñanzas es un énfasis a los gentiles para que
comprendan que su salvación no depende de copiar los rituales judíos; sino que tanto judíos
como gentiles, en última estancia, son salvos por gracia Divina [claro que la gracia Divina
se aplica por medio de la Fe (fidelidad)].

Fue el pionero en comprender que el mensaje de salvación de Jesús que comenzaba en


Israel, se expandía a toda criatura independientemente de su origen. Para Saulo (en hebreo:
Shaúl) los seguidores gentiles de Jesús (Yeshúa en hebreo) no deben seguir los
mandamientos de la Torá (ley) que son exclusivos al pueblo de Israel. Y así queda
establecido en el Concilio de Jerusalén (Gal 2:7-9), que los gentiles sólo deben guardar los
preceptos de los gentiles (comúnmente conocidos en el judaísmo como: preceptos noájidas;
Hch 21:25; Talmud, Sanedrín 56a y b).
Muchas de sus enseñanzas, al ser dirigidas a un pueblo gentil eran mal entendidas y mal
interpretadas (2P 3:15-16). Algunos judíos por un lado interpretaron que Pablo enseñaba a
abandonar la Torá de Moisés (Hch 21:28; Hch 21:21), lo cual no era cierto, y él mismo lo
tuvo que desmentir (Hch 25:8; Hch 21:24,26). Por otro lado, había gentiles que
interpretaban que la salvación por gracia les permitía pecar, y también lo tuvo que
desmentir (Rom 6:15).

Apóstol Pablo (Saulo de Tarso)

Origen y juventud.

Saulo nació en Tarso de Cilicia, centro de cultura y saber griegos (Hch. 21:39), de
una familia judía de la tribu de Benjamín (Ro. 11:1; Fil 3:5) Cuando el martirio de
Esteban (33/34 o 35/36), era aún «joven» (es decir, de unos 30 años; en el 62/63
se llama ya viejo; (Filemón 9); hubo de nacer en los primeros años de la Era
Cristiana. Su familia pertenecía a los «hebreos» (Fil. 3:5), es decir, a los judíos de
lengua aramea, y a los fariseos (Hechos 23:6; Fil. 3:5), y era irreprochable en
cuanto a la «justicia» (Fil. 3:6). Su padre era ciudadano de Tarso (Hch. 22:28), lo
que supone que hubo de ser de buena posición (cfr. Fil. 3:8). Saulo fue
circuncidado al octavo día de su nacimiento (Lv. 12:3 Fil 3:5) y recibió el nombre
de Saúl (es decir <el deseado>; griego, Saulos, de donde Saulo) y el romano y el
romano de Pablo (Hch. 13:9). El niño fue instruido en la lengua aramean (Hch.
13:9) y educado en la fiel observancia de la ley y de las tradiciones de los
mayores.

Según la costumbre judía, desde los cinco años debió de aprender a leer en la
Biblia hebrea. Desde su juventud, Pablo aprendió igualmente la lengua griega, que
era la corriente en Tarso. Por razón de su educación farisea, se duda si frecuentó
también alguna de las muchas escuelas griegas, en aquel importante centro de
cultura helenística. Pablo cita incluso algunos escrítores griegos (Arato, Phaen. V,
429 [Hch 17:28]; Menandro, Thais [1 Co. 15:33]; Epiménides, Or. [Tit. 1:12)).

A los quince años, Pablo fue enviado Jerusalén para formarse a fondo en el
conocimiento de la Escritura y de las tradiciones y métodos rabínicos; según
algunos los padres de Pablo se habrían nuevamente establecido en Jerusalén
cuando era aún muy niño. Allí fue discípulo de Gamaliel (Hch. 22:3), hombre
piadoso, pacífico (cfr. 5:34-39) y abierto, que no se sentía hostil a la cultura griega.
Bajo su dirección, Pablo aprendió a fondo el Antiguo Testamento, los métodos
exegéticos de los rabinos y se convirtió en adicto entusiasta de los fariseos.
«celador extremado de las tradiciones de los padres» (Gá. 1:14; Hch. 22:3).
A su educación rabínica debe Pablo, no sólo muchas ideas religiosas y un
conocímiento a fondo del Antiguo Testamento, sino también su dialéctica. y su
método exegético. Como los rabinos interpretaban los hechos y objetos
mencionados en el AntiguoTestamento como símbolos de la ley, así Pablo explica
los sucesos de la historia de la salud como símbolos de la economía cristiana de
salvación, por ejemplo, Sara como tipo del Nuevo Testamento y Agar del Antiguo
Testamento (Gá. 4:21-31; cfr. 1 Co. 10 6. Pablo veía en el conjunto del Antiguo
Testamento la prepación y figura de la revelación y de la salud traída por Cristo, e
interpretaba la Escritura según la intuición de su fe cristiana. Así entendido, el
Antiguo Testamento revela verdades que no pueden ser descubiertas ni por
exégesis filosófica ni por la historia. Para ello seguía Pablo el método exegético de
los rabinos, según el cual se toman como oráculos ciertos textos, entendidos fuera
de su contexto y desligados del mismo. Además,Pablo toma ciertos temas a los
midras judios, por ejemplo la promulgación de la ley por un ángel sobre el monte
Sinaí (Gá. 3:19),la roca que camina (1 Co. 10:4), los nombres de los magos
egipcios (2 Ti. 3:8). Pablo es un rabino cristiano que posee el espíritu de Cristo y
se ha liberado de la mentalidad de su escuela y de la casuística de sus maestros
judíos.

Según la costumbre judía, Pablo aprendió también un oficio; Pablo era de


profesión fabricante de tiendas (Hch. 18:3), lo que significa o que fabricaba tiendas
con lona comprada para ellas, o, lo que es más probable, que tejía él mismo la
lona; Cilicia era conocida por los Cilicia, tela tejidas de pelo de cabra, de las que
se fabricaban tiendas y mantas de viaje. Durante su actividad apostólica Pablo
ejercía su oficio para ganarse el sustento (Hch. 18:3; 1 Co. 4:12; 1 Ts. 2:9) y vivir
independientemente (1 Co.9:15).

La personalidad de Pablo

Pablo es la personalidad más influyente en la historia del cristianismo. Desde su


conversión en el camino de Damasco su vida estuvo siempre dominada por una
ardiente devoción a Cristo, quien se convirtió en el motivo, el objeto y el motor de
su predicación, que ha marcado la dirección del cristianismo desde entonces.

El exterior del apóstol no era impresionante ni atrayente; sus adversarios le


echaban en cara que «su presencia era poca cosa y su palabra despreciable» (2
Co. 10:10); él mismo alude también a su exigua estatura corporal (2 Co. 10:12-14).
Su salud era débil; Pablo sufría una enfermedad que él mismo califica de aguijón
de su carne y bofetón de Satán (2 Co. 12:7-9); es un sufrimiento doloroso,
humillante y crónico, como lo confirma Gá. 4:13-15. Pablo poseía temperamento
de jefe, voluntad de hierro, constancia inquebrantable, sentido para la iniciativa,
extraordinaria capacidad de trabajo y resistencia, y un carácter conquistador; su
carácter era, además, apasionado, impetuoso y dominador, que se entregaba de
modo total al amor o al odio. Mas, junto a su férrea voluntad, Pablo tenía también
un alma de fina sensibilidad y condescendencia, y un corazón lleno de ternura (cfr.
1 Ts. 2:7s.; 2 Co. 12:15; Gá. 4:19.; Fil.1:8, etc.), que se pegaba a los hombres y
despertaba fuerte simpatía, que sentía profundamente la necesidad y el dolor de
los demás. Como pensador, Pablo fue esencialmente un espíritu intuitivo, que
concebía la religión más por visión inmediata que por razonamiento discursivo. Sin
embargo, fue juntamente un poderoso dialéctico, y su capacidad natural se
perfeccionó aún más por su formación rabínica. La naturaleza y el arte le decían
muy poco; era más bien un psicólogo introspectivo. Sus comparaciones e
imágenes están tomadas generalmente de la vida ciudadana, de los soldados o
del derecho.

Pablo fue un escritor de ingenio, que disponía de un vocabulario extenso y de un


conocimiento sólido de la lengua griega. Su lengua es el griego corriente entre la
clase culta de su tiempo, salpicado con numerosas expresiones tomadas de la
versión griega de los LXX, que era la más común entre los judíos de la diáspora.
Su estilo es cuidado, sus frases se hallan muchas veces sobrecargadas de incisos
y hay ocasiones cuando se presiente más el estilo oral que el cultivo de la
escritura.

No raras veces, por el movimiento y calor de sus ideas y sentimientos, alcanza


espontáneamente la cumbre de la elocuencia (por ejemplo, 1 Co. 3:21-23; 13; Ro.
8:31-39). Le gusta valerse de la diatriba griega; quiere llegar lo antes posible a
establecer contacto con sus lectores, como un orador con sus oyentes; los
interpela, les dirige preguntas (por ejemplo, Ro. 3:1; Gá. 3:19), hace intervenir un
supuesto adversario (Ro. 9:19; 11:19), pone objeciones (Ro. 2:1, 3; 9:20; 14:4, 20,
22). Ama las antítesis (Dios/mundo, justicia/pecado, espíritu/carne, espíritu/letra,
fe/ley, hombre viejo/hombre nuevo, primer hombre/último hombre, obras/fe), las
personificaciones (del pecado: Ro. 7:13s., 17; de la justicia: Ro. 10:6; de la
Escritura:Gá. 3:8, etc.).

Era un hombre que creaba interés en torno a sí, que atraía a los demás y
emanaba amistad. La lista de veintisiete nombres en Ro:16 nos descubre una
pequeña parte del círculo de sus amigos íntimos. Escribe una carta a un amigo
rico para salvar la vida y recomendar a un esclavo al cual ha hecho su hermano en
Cristo en la prisión. Es agradecido con los pequeños favores, y se interesa por la
iglesia en Jerusalén cuando los malos tiempos ponían a los pobres en dificultad.

Según S. Juan Crisóstomo Pablo ocupa el primer puesto en el cristianismo como


teólogo, y no sólo en los primeros siglos , sino en las iglesias de todos los tiempos

Pablo murió decapitado en el año 67 DC

CIUDADES RELACIONADAS CON LA VIDA DE PABLO

1. Tarso de Cilicia: Ciudad natal de Pablo.

2. Jerusalén: Ciudad donde estudia la ley de Moisés con el gran rabino Gamaliel,
asiste al Concilio de los Apóstoles y, antes, al martirio de Esteban; y allí es, a su
vez, apresado por los romanos.
3. Damasco: En sus cercanías se convierte a Cristo y de ella escapa por una
ventana en la muralia acosado por sus perseguidores.

4. Antioquía: Iglesia fundada por Bernabé. Lugar de partida de tres primeros viajes
misioneros; allí reciben los discípulos por primera vez el nombre de cristianos.

5. Galacia: En la región situada en el centro del Asia Menor, a los crisisanos Pablo
escribe desde Éfesc una carta para defender a los hermanos de los "judaizantes"
o falsos hermanos, que querían imponer a los convertidos de la gentilidad las
observancias de la ley de Moisés.

6. Filipos: Centro importante de la región de Macedonia. Durante su segundo viaje


misionero Pablo funda en esta colonia romana una iglesia con la cual estará
siempre ligado por los lazos más firmes de amor cristiano.

7. Tesalónica: En esta ciudad -capital de la provincia romana de Macedonia- funda


una iglesia a la que escribe dos cartas desde Corinto. La primera es el escrito más
antiguo del Nuevo Testamento, y estando en Tesalónica recibió ayuda de la
comunidad de Filipos.

8. Atenas: Ciudad griega donde Pablo predicó a un grupo de hombres de cultura


durante su segundo viaje misionero.

9. Corinto: La iglesia de allí fue fundada por. Pablo en su segundo viaje. Allí
predica y trabaja en ella. A esta comunidad dirigirá dos cartas, la primera desde
Éfeso y la segunda desde Filipos.

10. Colosas: Pequeña ciudad en la región de Frigia, al este de Éfeso. Esta iglesia
fue fundada por un discípulo de Pablo, Epafras, y a ella dirige una carta sobre los
peligros que los amenazan.

11. Éfeso: Iglesia fundada por. Pablo en el tercer viaje.

12. Cesarea: Ciudad en la costa de Palestina donde vivió preso durantc dos años,
siendo procuradores F6lix y Porcio Festo. De aquí partió Pablo para Roma en el
viaje dc la cautividad.

13. Roma: Capital del Imperio Romano. A la comunidad cristiana de allí le escribe
Pablo una carta desde Corinto. En ella pasó Pablo dos períodos prisionero
predicando el evangelio, hasta su martirio en el año 67.
Texto tomado del capítulo II

del libro de C. J. den Heyer,

PABLO.

UN HOMBRE DE DOS MUNDOS

Ediciones El Almendro, Córdoba 2003, pp. 37-64.

Un hombre cosmopolita

Pablo fue un hombre con un complejo trasfondo. Vivió y trabajó en diferentes


mundos y culturas. Se enorgullecía de sus orígenes judíos (Fil 3,5-6), pero a la vez
se aprovechó de las ventajas que le ofrecía su condición de ciudadano romano (Hch
16,37-39). Pablo era un judío de la Diáspora. Se crió en Tarso, una ciudad
helenística de la zona oriental de Asia Menor. Todavía joven marchó a Jerusalén
para formarse en el conocimiento de la Escritura y la tradición en la escuela de
Gamaliel, un destacado dirigente del movimiento de los fariseos (Hech 22,3).

Gracias a este trasfondo cosmopolita, Pablo hablaba varios idiomas. Durante su


juventud, que pasó en el ambiente helenístico de Tarso, se familiarizó con el griego
(Hch 21,37) y escribió sus cartas en el griego koiné. En el periodo en torno al
comienzo de nuestra era había muchos no griegos que eran capaces de expresarse
en esta forma simplificada del griego clásico. Al igual que el inglés en nuestro tiempo,
el griego koiné hacía posible comunicarse con gentes de otras culturas y razas.
Pablo era además ciudadano romano. No lo sabemos a ciencia cierta, pero es muy
posible que fuera capaz también de hablar latín. Y para asombro de los enfurecidos
judíos de Jerusalén, también hablaba su idioma, hebreo o arameo (Hch 21,40; 22,2).
Este dominio de varios idiomas facilitó a Pablo sus viajes a través de todo el Imperio
Romano y la posibilidad de hacerse entender casi en todas partes. Visitó importantes
centros urbanos como Antioquía en Siria, Éfeso en Asia Menor, Filipos, Corinto y
Atenas en Grecia y finalmente, coronando su obra, Roma en Italia.

Han transcurrido siglos desde los viajes de Pablo. Algunas de las ciudades que
visitó están hoy en ruinas, pero no dejan de suscitar el interés de arqueólogos y
modernos peregrinos deseosos de "seguir las huellas de Pablo" con intención de
hacerse una idea del mundo en que el apóstol se movía. En Roma y en Atenas está
el ajetreo de la vida moderna con toda su fuerza, algo que puede encontrase
también en otros lugares, como Nueva York, que no pueden envanecerse de un
pasado particularmente venerable. Pablo no podría creer lo que vería si le fuera
posible visitar de nuevo en nuestros días Roma y Atenas. La historia no se ha
detenido después del siglo I. Todo ha cambiado. Incluso el Imperio Romano, tan
grande, poderoso y extenso cuando parecía que el mundo se acababa en sus
fronteras, ha desaparecido de la faz de la tierra hace mucho tiempo. Las ruinas
cuentan una viejísima historia, siempre fascinante, de auge y caída, de nacimiento,
desarrollo y decadencia.

Pablo no albergaba grandes expectativas acerca del futuro de aquel mundo


(Rom 8,18-30). Al igual que muchos de sus contemporáneos, vivía con la convicción
de que el fin estaba cerca: "El plazo se ha acortado" (1 Cor 7,29). La (segunda)
venida del Señor estaba próxima: "Maranatha (ven, Señor)" (1 Cor 16,22). Por esta
razón parece dudoso que Pablo llegara siquiera a soñar que un seguidor de
Jesucristo pudiera sentarse algún día en el trono imperial de Roma, algo que sin
embargo sucedería en el siglo IV. Los mártires cedieron el paso a las autoridades, y
esto tuvo sus consecuencias. Perdieron interés ciertas perspectivas teológicas y
otras pasaron a primer plano. En tales circunstancias, el desencanto que trajo
consigo el hecho de que el reino de Dios no terminara de materializarse dio paso al
gozo de ver cómo el poderoso Imperio Romano se convertía en un imperio cristiano.
Pero este gozo duró poco. Resultó que la fe cristiana no era garantía de éxito. El
Imperio Romano entró en decadencia y terminó por desaparecer del mapa, aunque
no fue olvidado. En numerosos lugares, desde las costas occidentales de Europa
hasta el Medio Oriente, todavía son visibles los restos de impresionantes
construcciones erigidas en su día por los romanos. Pero se trata sólo de ruinas que
todavía causan admiración, incluso a los hombres de comienzos del siglo XXI,
acostumbrados como están a contemplar edificios imponentes.

Después de tantos siglos nos resulta imposible hacernos una idea del fascinante
mundo clásico en que vivió Pablo y que pudo conocer a lo largo y a lo ancho durante
sus viajes. Aunque fuéramos capaces en principio de seguir su rastro con toda
exactitud, no podríamos hacerlo porque el relato de aquellos viajes que nos
transmiten los Hechos resulta bastante impreciso, a la vez que las referencias
geográficas de las cartas de Pablo son extremadamente sumarias, sin contar con
que las imágenes que llamarían nuestra atención serían muy distintas de las que
contempló el apóstol. No es posible salvar una distancia de tantos siglos.

Honradamente hemos de reconocer que no podemos dar una respuesta


satisfactoria a esta cuestión. No somos contemporáneos del apóstol ni lo seremos
nunca, por mucho que leamos una y otra vez sus escritos. Pienso que sería
arrogancia teológica pretender que es posible no sólo hacer una reconstrucción
completa del "pensamiento" del apóstol sino también expresarlo con ayuda de
menos de diez cartas y cierto número de relatos de viaje de los Hechos.

Todo el que pretenda hacer un esfuerzo por analizar las ideas teológicas de
Pablo habrá de tener muy en cuenta el abismo a que antes me he referido. Para
empezar, sería un grave error subestimar el mundo clásico. En la formación de Pablo
influyó un conglomerado de culturas que en modo alguno podríamos describir como
primitivas. La civilización europea occidental no hubiera poseído la fuerza y los
valores que sabemos de no haber sido alimentada por el pensamiento de figuras
"clásicas" portadoras de nombres tan famosos como los de Homero, Sócrates,
Platón, Aristóteles, Juio César, Tácito, Livio y otros muchos filósofos, pensadores,
dramaturgos, novelistas e historiadores que dejaron huellas tan profundas en la
historia que han merecido ser investigadas hasta nuestros días.

Las dimensiones del Imperio Romano superan lo imaginable por su extensión. Al


mando de hábiles e ingeniosos comandantes que se han hecho famosos, como
Pompeyo y el citado Julio Cesar, las legiones romanas derrotaron a un pueblo tras
otro. El resultado fue que el Imperio empezó a parecerse cada vez más a una
mezcla de idiomas, culturas y religiones. Los romanos solían ser muy tolerantes con
la diversidad de opiniones. Su admiración por la cultura griega -religión, filosofía y
obras de teatro- venía de los tiempos anteriores al Imperio. Incluso una vez que
habían alcanzado la cumbre de su poderío, las autoridades romanas solían actuar
con prudencia y sensatez suficientes como para no provocar la rebelión de los
pueblos conquistados desafiando y suprimiendo sus religiones. Aquellos pueblos no
fueron obligados a adorar a los dioses de sus vencedores. Con una sola excepción,
la tolerancia romana llegó hasta a aceptar los dioses de los pueblos vencidos y
concederles un lugar de pleno derecho en el marco de sus propias ideas religiosas1.

Pero a pesar de este conglomerado de religiones y culturas, que nos parece tan
confuso como caótico, podemos afirmar que en el Imperio Romano se daba un cierto
grado de unidad cultural. Esta unidad "espiritual" tenía sus bases en las ideas
filosóficas y religiosas de pensadores como los que he mencionado más arriba,
cuyos escritos se leían y estudiaban en todas partes. Sus ideas formaban parte
integrante de la cultura de cuantos habían recibido una educación. No sería
temerario dar por seguro que tal era también el caso de Pablo, que había crecido en
una ciudad helenística distinguida en el campo tanto de la cultura como de la
filosofía. En sus frecuentes viajes, Pablo se movía por un mundo vivo, colorista.
Quienes aspiren a comprender a fondo sus cartas y captar sus ideas tendrán que
detenerse en la cultura de ese mundo2.

"Soy judío"

Según el autor de los Hechos, Pablo declaró enérgicamente en dos ocasiones


casi seguidas que era judío. Lo hizo durante su última estancia en Jerusalén,
después de que otros judíos lo reconocieran y le amenazaran a cuenta de sus
actividades como predicador de la fe cristiana (Hch 21,39; 22,3). Sobre este punto no
hay divergencias entre las cartas y los Hechos. Pablo era judío y no veía motivo
alguno para renegar de su condición de tal: "Del pueblo de Israel..." (Flp 3,6); "Soy
Israelita..." (Rom 11,1). En una ocasión utilizó una expresión retórica que habla por sí
misma: " Son hebreos? También yo" (2 Cor 11,22).

Sus orígenes judíos marcaron su vida. Creció como el judío Saulo (Hech 7,58).
La antigua fe de los padres significaba mucho para él (Gal 1,14), pero se convirtió en
convencido seguidor de Jesucristo. Saulo se volvió Pablo. Su vida cambió
radicalmente, pero nunca negó su condición de judío. Pablo siguió siendo Saulo3.
Murió como cristiano y como judío. En virtud de su nacimiento fue acogido en alma y
cuerpo por una comunidad de fe que poseía una antigua y venerable tradición.

Durante el siglo I de nuestra era, el judaísmo se difundió ampliamente por el


Imperio Romano4. Había judíos en cierto número de ciudades; solían formar grupos
muy reducidos en número, pero en ocasiones eran bastantes y dejaban sentir su
influencia. Tal era el caso de Antioquía de Siria y sobre todo de Alejandría de Egipto.
Los arqueólogos han hallado por todo el Imperio Romano restos de los edificios que
servían de sinagogas. Nada parece indicar -Mt 23,15 es una notable excepción- que
los judíos se dedicaran activamente a difundir su fe entre los gentiles5. Pero al mismo
tiempo, las creencias judías ejercían un marcado poder de atracción sobre los no
judíos. La razón quizá esté en el monoteísmo inequívoco que puede considerarse
característico de la tradición judía. La unicidad del Dios de Israel era de un orden
diferente y superior a cuantas historias circulaban acerca del dios supremo griego,
Zeus, y todo su cortejo de dioses. Nadie que sintiera repulsión ante las escandalosas
acciones de Zeus dejaría de encontrar atractivas las historias del Antiguo
Testamento judío acerca del Dios único y exaltado de Israel. Por otra parte, la
conducta de los judíos causaba impresión y su modesto estilo de vida les ganaba el
respeto de sus conciudadanos no judíos. Cuantos valoraban una moral elevada
buscaban y encontraban su salvación en la sinagoga local.

"Nacido en Tarso de Cilicia"

El autor de los Hechos no deja duda alguna acerca del sentimiento de una
estrecha relación con la ciudad de Tarso de Cilicia que embargaba a Pablo. En ella
había nacido (Hch 22,3) y se dice que de nuevo residió allí cuando, después de su
huida de Damasco, Jerusalén amenazaba con convertirse en una ciudad demasiado
peligrosa para él, hasta el punto de que en ella peligraba su vida (Hch 9,30; 11,25).
En los Hechos no queda duda alguna acerca de esta identificación: el apóstol era
conocido en todas partes como Saulo/Pablo de Tarso (Hch 9,11; 21,39). Lo
sorprendente es que en las cartas no aparezca referencia alguna a Tarso. En sus
notas autobiográficas del primer capítulo de la carta a los Gálatas dice Pablo que
después de su primera visita a Jerusalén marchó "a Siria y Cilicia" (Gál 1,21), pero
no dice una palabra sobre la ciudad de Tarso. Contradice este silencio a las
noticias de los Hechos?

Con toda probabilidad no es así. El silencio de Pablo podría explicarse por el


hecho de que en las cartas quería probar y defender por encima de todo su identidad
de judío. En la discusión acerca del alcance de los mandamientos de la Torá para los
cristianos procedentes de la gentilidad adoptó una postura que hizo sospechar a
algunos judeocristianos que no aceptaba en serio la Torá en su integridad. En
semejante discusión se refirió repetidas veces con gran insistencia a sus orígenes
judíos y a su formación en el seno de aquella comunidad (Gál 1,11-24; Flp 3,5-9).
Hubiera sido como dar argumentos a sus oponentes si, por afán de comunicar unas
noticias más completas, hubiera mencionado Pablo en los pasajes autobriográficos
que había visto la luz del día fuera de las fronteras del territorio judío. Cualquier judío
de la Diáspora era en todo caso sospechoso de no tomar absolutamente en serio la
fidelidad a la Torá.

Parece legítimo sacar la conclusión de que Pablo nació en la Diáspora judía. En


sus tiempos no era el único judío cuya cuna no había estado en la antigua tierra de
Israel. En el siglo I de nuestra época, la Diáspora judía era ya un antiguo y muy
amplio fenómeno6. Familias judías muy influyentes se habían instalado en la zona de
Mesopotamia desde los tiempos del exilio babilónico. Sus antepasados no habían
prestado oídos a las llamadas a retornar al país de Judá. Por diversas razones
habían preferido permanecer en Persia. Algunos conocieron el éxito en el comercio y
los negocios. En esas circunstancias también floreció el estudio de la Escritura y la
tradición. En la etapa subsiguiente a la destrucción del templo en el año 70 d.C., los
escribas de Persia desempeñaron un papel importante en el desarrollo de la
tradición judía. No es casualidad, por otra parte, que el Talmud de Babilonia fuera
más estimado que el de Palestina.

La gran ciudad egipcia de Alejandría era también un centro importante del


judaísmo de la Diáspora 7. Poco podemos decir con certeza acerca de los orígenes
de su comunidad judía, pero no se ha de excluir la posibilidad de que en ella jugara
también un papel decisivo el exilio babilónico. En este sentido, el libro del profeta
Jeremías habla de unos habitantes de Judá que después de la destrucción del
templo en el año 586 a.C. huyeron a Egipto por temor a las represalias de los
babilonios (Jr 41,16-18). Alejandría, fundada por Alejandro Magno, como su nombre
sugiere, en el siglo IV a.C., creció rápidamente hasta convertirse en una importante
ciudad cosmopolita que contaba con una distinguida e influyente minoría judía.
Alejandría tenía un buen puerto que hacía de ella un foco importante para el
comercio y los negocios, pero además era un centro cultural y un crisol donde se
mezclaban diversas convicciones religiosas y corrientes filosóficas8. El judaísmo
alejandrino había optado por no vivir en un aislamiento espiritual, y esto lo llevó a
reflexionar sobre la relación entre sus propias convicciones y las perspectivas
derivadas de las antiguas tradiciones egipcias y del helenismo.

El judaísmo alejandrino fue importante también para el primitivo cristianismo. En


cualquier caso, bastante antes del comienzo de nuestra era intentó tender un puente
entre el judaísmo y el helenismo. En el siglo II a.C., bajo el tolerante gobierno de los
Ptolomeos9, se dio un paso importante en ese sentido con una versión griega de la
Biblia hebrea. Dentro de la comunidad judía alejandrina se había desarrollado, como
reacción frente a las ideas paganas, un tipo de teología sapiencial de carácter
sorprendentemente especulativo, menos exclusivamente centrada en la Torá10. En
Alejandría vivió durante el siglo I a.C. el influyente pensador judeo-helenístico Filón.
Es significativo que hasta el día de hoy, los círculos judíos ortodoxos se sigan
mostrando críticos acerca del valor y la importancia de las ideas filonianas. Filón era
ciertamente judío, pero judío de la Diáspora y se decía que su pensamiento estaba
fuertemente influido por el helenismo.

La Diáspora era muy extensa. A comienzos de nuestra era se extendió


rápidamente aún más. Antiguos centros como Persia, Alejandría y las ciudades de
Asia Menor pudieron beneficiarse sin duda del aflujo de nuevos emigrantes
procedentes de la patria. La conocida parábola de Jesús sobre el "hijo pródigo" (Lc
15,11-32) no narra una historia intemporal sino que parece tomada de la vida misma.
Las cosas solían ocurrir así en aquellos tiempos. El hijo mayor heredaba toda la
hacienda y los hijos menores tenían que emigrar. El territorio judío era relativamente
pequeño y fértil sólo en parte. Las intensas actividades constructivas de Herodes el
Grande -palacios y fortalezas, y sobre todo el templo de Jerusalén- habían creado
muchos puestos de trabajo, pero después de la muerte del rey, aquellas actividades
declinaron bruscamente. Los jóvenes inconformistas, por consiguiente, salían en
busca de alguna oportunidad de hacerse un futuro fuera de las fronteras del país de
los judíos.

También los antepasados de Pablo tomaron un día la decisión de dar ese paso.
No sería extraño que tuviéramos que remontarnos hasta sus abuelos o sus
bisabuelos para encontrar a los responsables de que Pablo naciera como un judío
de la Diáspora. Por qué marcharon a vivir a Tarso? Es prácticamente imposible dar
una respuesta coherente a esta pregunta. Por mi parte tengo una sugerencia,
puramente especulativa y sin prueba alguna, es cierto, pero no carente en absoluto
de verosimilitud. Tanto las cartas como los Hechos no hacen ningún secreto de que
el apóstol era económicamente independiente. Su intensa actividad misonera no le
impidió proveer a sus propias necesidades, un hecho que menciona él mismo con
orgullo (Hch 20,34; 2 Cor 11,9; 1 Tes 2,9). Su profesión era la de tejedor de lona
(Hch 18,3). Es natural suponer que aprendió este oficio de su padre, pues tal era la
norma en aquellos tiempos. Por qué se asentó en Tarso su padre o su abuelo?
Tarso era la capital de la provincia romana de Cilicia, lo que significa que esta ciudad
era un centro gubernamental y que, en consecuencia, albergaba una guarnición.
Incluso en nuestros días, los ejércitos necesitan tiendas. No es por tanto
inconcebible que el padre de Pablo se ganara la vida confeccionando tiendas para la
guarnición de Tarso. Esto explicaría por qué al final de su corto discurso en la prisión
de Filipos apeló Pablo a su condición de ciudadano romano (Hch 16,37-39; 22,23-
29)11.

Tarso es ciudad de Cilicia, antigua, pues la menciona ya una inscripción de


tiempos del rey babilónico Salmanasar III (hacia el año 830 a.C.). Su historia ostenta
las huellas de los acontecimientos que marcaron el desarrollo político y militar del
Medio Oriente; el imperio babilónico fue vencido por los persas, con el resultado de
que Tarso quedó en manos de esta nueva potencia. Después de las campañas de
Alejandro Magno, Tarso formó parte durante mucho tiempo del reino de Siria, hasta
que en el año 66 a.C. fue incorporada al Imperio Romano. Era ciudad bien conocida
y famosa. Contaba con una población heterogénea y pasaba por ser uno de los
centros más significados de la cultura helenística. Filósofos y poetas la adoptaron
como hogar y algunos afirmaban incluso que competía con los más famosos centros
culturales como Atenas y Alejandría12.

Si queremos hacernos una idea de la vida de Pablo y analizar su pensamiento,


hemos de tener en cuenta todo esto. El apóstol no era un extraño al mundo de su
época, dominado por el helenismo. Pablo hablaba griego y era ciudadano romano.
Gracias a su juventud pasada en Tarso nunca se encontraría incómodo en una gran
ciudad. No le desconcertaban las prisas y la agitación continuas ni le sorprendían la
moral y las costumbres de las ciudades helenísticas, pues había crecido en ese
ambiente gracias a su permanencia en Tarso. Supo desde su juventud que el mundo
del Imperio Romano era particularmente rico en dioses y diosas13. En Tarso había
además varios templos y Pablo sabría muy bien a quién estaban dedicados.
También conocería el lugar en que se alzaba el gimnasio, la escuela de deportes
que gozaba de una gran popularidad. En todo el Imperio Romano se prestaba
mucha atención a los deportes y los juegos y el desarrollo del cuerpo se había
convertido en un verdadero culto. Pablo estaría perfectamente al tanto de todas
estas expresiones de la cultura helenística grecorromana, pero es muy probable que
no tomara parte en ellas. Como judío de la Diáspora vivía en un mundo dominado
por las ideas paganas. Parece, sin embargo, casi imposible que no influyeran en él
de un modo o de otro. Al mismo tiempo, incluso en su condición de judío de la
Diáspora, nunca perdió la conciencia de su identidad judía.

"Circuncidado al octavo día"


En la carta a la comunidad de los filipenses, el mismo Pablo relata que fue
"circuncidado a los ocho días de nacer" (Flp 3,5). En los Hechos no hay referencia
alguna a la circuncisión de Pablo. En los pasajes autobiográficos de Filipenses, la
expresión es funcional. Frente a las críticas que le había ganado su postura de que
los pagano-cristianos no tenían que circuncidarse (Flp 3,2-4; para un tratamiento
más extenso de este tema, cf. la carta a los gálatas), Pablo quería zanjar de una vez
por todas cualquier duda acerca de su condición de judío. De acuerdo con las
normas estrictas de la Torá, él mismo fue circuncidado al octavo día (Lv 12,3; Lc
2,21, donde se dice que también Jesús fue circuncidado al octavo día).

La noticia sobre la circuncisión de Pablo arroja alguna luz acerca de la religión


de sus padres. Vivían en la Diáspora, pero observaban los mandamientos de la
Torá. Hasta qué punto eran firmes sus convicciones es algo que no podemos decir,
pues carecemos de la necesaria información. Aunque con alguna cautela, podemos
deducir de ciertas observaciones formuladas por Pablo y de algunas decisiones que
tomó que había crecido en un medio consciente de su identidad judía. Pablo conocía
sus orígenes y habría recibido de sus propios padres el conocimiento de su identidad
como judío: israelita, descendiente de Abraham y perteneciente a la tribu de
Benjamín (Flp 3,5; Rom 11,1). Su decisión de marchar a Jerusalén para mejorar sus
conocimientos sobre la escritura y la tradición nos dice también algo sobre sus
padres. Dada la relación entre padres e hijos en aquella época, parece razonable
suponer que ellos mismos le animaron a adoptar esta decisión. En las familias judías
ortodoxas se juzgaba (y todavía se juzga) importante tener muchos descendientes.
No sabemos si Pablo creció en una familia numerosa. Según los Hechos, al menos
tenía una hermana (Hch 23,16).

Al igual que muchos judíos de la Diáspora, Pablo vivió ya desde su juventud en


distintos mundos. Creció en unan típica ciudad helenística, pero como judío, como
quien había sido circuncidado al octavo día. En el mundo grecorromano se miraba la
circuncisión como una costumbre bárbara, una mutilación irreversible del cuerpo.
Como consecuencia de haber sido circuncidado, Pablo quedó marcado de por vida y
podía ser reconocido como judío.

Sólo conjeturas podemos formular acerca del año de su nacimiento. El autor de


los Hechos da la noticia de que estuvo presente en la lapidación de Esteban y lo
llama "joven" (Hch 7,58). Esta noticia no nos aclara apenas nada. En efecto, hasta
qué edad se consideraba "joven" a alguien en aquella época y cuándo tuvo lugar la
lapidación de Esteban?

A estas preguntas sólo es posible responder con muchos "sí, pero". Esteban no
tuvo su trágico fin (Hch 6,7) inmediatamente después de la efusión del Espíritu y la
fiesta de Pentecostés (Hch 2). Entre los dos acontecimientos transcurrió algún
tiempo. Es difícil señalar con precisión cuántos días, meses o quizá años. El nombre
de Esteban se menciona por primera vez en los Hechos con ocasión de las disputas
surgidas en el seno de la comunidad original (Hch 6,1-6). Las disensiones partidistas
significaban una amenaza real contra la unidad de la comunidad y dieron por
resultado que algunas viudas sufrieran escasez. Esta situación está en agudo
contraste con el comportamiento de la comunidad primitiva en la etapa
inmediatamente posterior a Pentecostés (Hch 2,41-47; 4,32-37). Cuándo se hizo
notoria aquella insidiosa división? Al cabo de un año o al cabo de varios años?
Cuánto tiempo puede durar una situación ideal? No será que el cuadro de la
primitiva comunidad que nos trazan los Hechos representa un ideal deseable14, pero
que nunca existió bajo esa forma?

No sabemos en qué año exactamente fue crucificado Jesús. El 7 de abril del año
30 es la fecha que se suele mencionar en relación con este acontecimiento15. Éste
habría sido el año en el que nació la comunidad cristiana de Jerusalén. No es
inconcebible que la disputa a que hacen referencia los Hechos surgiera poco
después. Mucho antes de nuestra era son conocidas las tensiones existentes entre
los distintos grupos de judíos, por ejemplo entre los que hablaban preferentemente
arameo y otros que optaban por el griego porque procedían de la Diáspora y habían
experimentado la influencia del helenismo. Era inevitable que los judíos que habían
sido discípulos de Jesucristo introdujeran en la nueva comunidad de fe sus distintos
trasfondos y tendencias. El resultado fue que las tensiones mencionadas se
desarrollarían también con rapidez y facilidad dentro de la nueva comunidad.

La lapidación de Esteban por consiguiente pudo tener lugar unos dos años
después de la muerte de Jesús, es decir el año 3216. Pablo presenció la ejecución y,
según el autor de los Hechos, en aquellos momentos era "un joven" (Hch 7,58). Es
sabido que en aquella época las personas eran consideradas adultas antes que en
la actualidad. Se casaban jóvenes, las muchachas hacia la edad de trece o catorce
años y los muchachos unos años después, pero en cualquier caso antes de cumplir
los veinte. Parece también verosímil que en aquellos tiempos la edad de doce años
en el caso de los varones fuera el momento en que eran considerados adultos en
sentido religioso (cf. el relato de Jesús en el templo a la edad de doce años; Lc 2,40-
52). El joven Pablo partiría hacia Jerusalén poco tiempo después de cumplir esa
edad. Dado que en sus cartas nunca menciona un encuentro con Jesús en
Jerusalén, es probable que llegara a la ciudad después de la crucifixión, entre los
años 30 y 32. Todo esto significa que el que más tarde se convertiría en apóstol vio
la luz del día en Tarso hacia el año 15.

"Alumno de Gamaliel"

Sería inútil buscar el nombre de Gamaliel en las cartas de Pablo. Debemos la


noticia de que Pablo fue alumno de este influyente escriba al autor de los Hechos
(22,3). El nombre Gamaliel había aparecido ya antes en otro pasaje: "Pero un fariseo
llamado Gamaliel, doctor de la Ley respetado por todo el pueblo, se levantó en el
Consejo" (Hch 5,3). El gesto tiene lugar durante una sesión del Sanedrín en la que
se amonestó a Pedro y a los otros apóstoles. Parece ser que algunos miembros de
la suprema corporación legal judía opinaban que los seguidores de Jesús eran
merecedores de la pena de muerte y que Gamaliel se les oponía enérgicamente. En
aquella ocasión dio a sus colegas un prudente consejo: "No os metáis con esos
hombres, soltadlos. Si su plan o su actividad es cosa de hombres, fracasarán; pero si
es cosa de Dios, no lograréis suprimirlos y os expondríais a luchar contra Dios" (Hch
5,38-39).

Sorprende a primera vista que en las cartas de Pablo no aparezca el nombre de


Gamaliel. Puede citarse este silencio por parte del apóstol como prueba de que el
autor de los Hechos nos transmite un cuadro incorrecto de los contecimientos? En
cualquier caso, Gamaliel no es una figura ficticia. Su nombre es mencionado con
respeto en la literatura judía. Venía a ser un eslabón en una dinastía de influyentes
escribas. Personalmente era nieto de Hillel, fundador de una de las más importantes
escuelas dentro de la corriente farisea. A finales del siglo I, uno de sus nietos
pertenecía a la generación de los primeros rabinos que se consagraron a asegurar la
continuidad de la tradición judía después de la catástrofe del año 70. También este
rabino llevaba el nombre de Gamaliel. Para distinguir al abuelo y al nieto, el
contemporáneo de Jesús suele ser designado como Gamaliel I y su nieto como
Gamaliel II17.

Es comprensible que en el libro de los Hechos no se manifieste reticencia alguna


acerca de la relación entre el sabio Gamaliel y el joven Pablo. Cualquiera que se
hubiera formado a los pies de este venerable y respetado maestro podía ser
considerado experto en la Escritura y la tradición. Nadie se hubiera extrañado de que
el apóstol mencionara con orgullo el nombre de su maestro. Pero no lo hizo. Pablo
debió de tener sus razones para guardar silencio. Tenía muy claro que había sido
llamado por Dios (Gál 1,1.15). Subraya sin reservas su situación y nadie fue capaz
de influir sobre él ni hacerle pensar de modo distinto (Gál 1,11-12), ni siquiera los
primeros apóstoles, los dirigentes de la primitiva comunidad de Jerusalén (Gál 1,16).
No es de extrañar, por consiguiente, que mantuviera la misma reserva acerca del
hecho de haber sido discípulo de Gamaliel. Y hasta es posible que Pablo tuviera otra
razón para no mencionar al destacado dirigente del movimiento fariseo. En los
Hechos ciertamente se sugiere que Gamaliel fue el más importante maestro de
Pablo, pero no es inconcebible que el hombre que más tarde habría de convertirse
en apóstol hubiera experimentado la inspiración y el influjo de otros escribas en
Jerusalén.

"Por lo que toca a la Ley, fariseo"

Los padres de Pablo observaban los mandamientos de la Torá. Siendo aún


joven, viajó a Jerusalén para formarse allí en la exegesis de la Escritura y la tradición
bajo la dirección de Gamaliel, al que antes hemos mencionado. Gamaliel era escriba
y pertenecía a la corriente de los fariseos dentro del judaísmo de la época (Hch
5,34). Cuando Pablo escribe en el pasaje autobiográfico de su carta a los Filipenses
que era, "por lo que toca a la Ley, fariseo", este rasgo encaja en el perfil que vengo
trazando del apóstol. A imitación de sus padres y de su maestro, Pablo pertenecía al
partido de los fariseos y suscribía sus objetivos y sus ideales.

Para entender bien el trasfondo del pensamiento de Pablo es importante prestar


atención a las motivaciones de los fariseos. Varios textos de los cuatro evangelios
canónicos han contribuido a dar a este nombre unas connotaciones negativas en la
tradición cristiana. Los fariseos son hipócritas (Mt 6,1-18; 23, 1-39; Lc 18,9-14). Son
retratados como críticos constantes de las supuestas transgresiones de la Torá
cometidas por Jesús (Mc 12,13-17; Lc 14,1-6; Jn 9,40-41). Pero gracias a un mejor
conocimiento de la situación religiosa dentro del judaísmo en tiempos de Jesús,
sabemos que los evangelistas nos muestran una imagen distorsionada de los
fariseos. Se afirma que los fariseos eran adversarios de Jesús. Ciertamente no lo
eran y no tenían motivo alguno para condenarlo a muerte (Lc 13,31-35)18.

Cuando Jesús llega a Jerusalén, los fariseos desaparecen en el trasfondo. No


juegan papel alguno en su proceso y no se les vuelve a nombrar. Se diría que la
actitud de los evangelistas con respecto a los fariseos está influida por lo que
sucedía en su tiempo, con el resultado de que consciente o inconscientemente
proyectaron esa situación sobre la época de Jesús. Después de la destrucción del
templo en el año 70 creció rápidamente la influencia de los fariseos, que se
convirtieron en jefes espirituales del judaísmo. Al mismo tiempo, las tensiones entre
judíos y cristianos crecieron hasta el punto de que entre unos y otros se hizo
inevitable el cisma. En aquel debate, los cristianos se encontraron enfrentados a
unos escribas que eran predoninantemente fariseos, hombres versados en las
Escrituras y no fáciles de convencer por sus oponentes. No podemos reprochar a los
evangelistas que proyectaran sus actitudes polémicas contra los dirigentes judíos
sobre los tiempos de Jesús. La situación por la que ellos atravesaban ahora habría
sido con seguridad la misma por la que hubo de atravesar Jesús en su momento.
También Jesús sufrió sin duda la amenaza de los fariseos fanáticos. Seguro que
hasta maquinaron su muerte (Mc 3,6)!19.

De lo dicho se desprende que quienes aspiren a saber más sobre los objetivos e
ideales de los fariseos en tiempos de Jesús habrán de contar con el hecho de que
los textos del Nuevo Testamento que a ellos se refieren no son históricamente
fiables20. Por supuesto que en los círculos fariseos habría hipócritas, como ocurre en
todo grupo religioso, pero no es menos cierto que sería injusto tacharlos en bloque
de hipócritas. Los fariseos se tomaban la vida muy en serio. Conocían bien las
Escrituras y estaban profundamente convencidos de que Dios no les consentiría que
se burlaran de él. Por esta razón, la Torá jugaba un papel capital en su vida.
Las raíces del fariseísmo, tal como lo conocemos en sus distintas escuelas y
tendencias del siglo I de nuestra era, se remontan a la tradición judía del Antiguo
Testamento. La terrible realidad del exilio babilónico había planteado una vez más la
cuestión de la acción de Dios en la historia. Cómo pudo Dios permitir que aquello
ocurriera? Es que Dios era impotente frente a la violencia de los gobernantes
asirios y babilónicos? O es que realmente fue su voluntad que el pueblo de Israel
fuera llevado a la cautividad? En el libro del profeta Jeremías encontramos la
siguiente sentencia que nos desconcierta: "Pues bien, yo (Dios) entrego todos estos
territorios a Nabucodonosor, rey de Babilonia, mi siervo" (Jr 27,6). Sin embargo, de
acuerdo con el profeta, todo aquello no ocurrió a espaldas de Dios, sino que tal era
su voluntad: la dramática derrota, la conquista de Jerusalén, la destrucción del
templo, el final de la dinastía de David, la deportación de una gran parte de la
población. Pero por qué quiso Dios todo aquello? Los lectores del libro profético no
quedan en la ignorancia por mucho tiempo acerca de la respuesta a esta pregunta:
" Por qué me ponéis pleito, si sois todos rebeldes? -oráculo del Señor-. En vano
herí a vuestros hijos: no escarmentaron" (Jr 2,29-30). Destrucción y cautividad se
entienden como castigos de Dios, pues el pueblo de Dios le desobedeció y se apartó
continuamente de los caminos del Señor.

El tenor de esta respuesta fue de capital importancia para la historia del pueblo
judío hasta nuestros días21. También el fariseísmo encaja en esta perspectiva22. Este
movimiento surgió poco después del éxito obtenido por la revuelta de los Macabeos
en los años 167-164 a.C. Los "piadosos" (= hasidim) que se negaban a obedecer las
órdenes de su soberano sirio, que pretendía modernizar y helenizar la fe judía,
desafiaron sus amenazas de someterlos a tortura, se unieron después de la
conquista y formaron un movimiento integrado por cuantos pensaban del mismo
modo. Se consideraban ante todo un movimiento penitencial, inspirado por profetas
como Jeremías, Esdras y Nehemías. Con enorme tristeza descubrieron que las
advertencias que les llegaban desde un distante pasado no habían perdido vigencia
y que la mayor parte del pueblo judío apenas había aprendido nada de la experiencia
vivida. Tendría que repetirse la historia? En tan crítica situación, los fariseos
entendieron que estaban llamados a oponerse con todas sus fuerzas al peligro que
les amenezaba. Por ello se centraron en la observancia de los mandamientos de la
Torá con la esperanza de que otros seguirían su ejemplo. Pero chocaron con una
enconada oposición. A causa de su "celo" por la Torá entraron en conflicto con todos
los judíos que no rechazaban la influencia helenística sobre su propia fe y sus
tradiciones. Este grupo incluía también a los descendientes de los Macabeos, la
dinastía de los Asmoneos, que reinaría sobre el pueblo judío hasta la llegada de los
romanos en el año 63 a.C. Hacia el 100 a.C., el conflicto alcanzó su momento
culminante, con la trágica consecuencia de que algunos fariseos murieron por orden
del gobenante asmoneo23.

Los fariseos nunca tuvieron un gran número de seguidores, pero influyeron


mucho en la vida de los judíos. Así ocurría en tiempos de Jesús. Su austera forma
de vida imponía respeto. Sus acciones se caracterizaban por la sobriedad.
Entendían que era de la mayor importancia hacer que teoría y práctica, convicciones
y vida cotidiana se combinaran tan estrechamente como fuera posible. Los fariseos
eran considerados expertos en la Escritura y en la tradición, pero combinaban el
estudio permanente de la Torá con el ejercicio de una profesión. Muchos aprendían
un oficio; había entre ellos guarnicioneros o curtidores; se ganaban la vida con la
confección de lonas (como Pablo y su familia) o como carpinteros (a semejanza de
José y Jesús; cf. Mt 13,55). En la literatura rabínica tardía se elogia incluso a los
carpinteros por su habilidad y de ellos se afirma que eran expertos en el atento
estudio de los mandamientos de la Torá.

Los fariseos combinaban su piedad estricta e intensa con un sorprendente


sentido de la realidad. No les quedaba otro remedio, pues se situaban
deliberadamente en el centro de la vida ordinaria. En los círculos fariseos gozaban
de una elevada estima el matrimonio y la familia. El padre de familia tenía el deber
de proveer todo lo necesario para su esposa y sus hijos (que frecuentemente eran
muchos). Eran las consecuencias de la opción que los fariseos estaban convencidos
que debían hacer de conformidad con la Escritura y la tradición. No se apartaban del
mundo y sus quehaceres cotidinaos, como hacían los esenios, con los que en
definitiva estaban emparentados. Éstos buscaban la soledad del desierto en la
región del Mar Muerto a fin de poder observar allí los mandamientos de la Torá tan
estrictamente como les fuera posible. Los fariseos, en cambio, estaban firmemente
implantados en la sociedad de su tiempo y tenían que ganarse la vida, por lo que se
sentían obligados a enseñar los mandamientos de la Torá de tal manera que la vida
no se convirtiera en un peso insoportable. En los círculos fariseos había muchas
diferencias de opinión sobre cómo debía exponerse la Torá. Es comprensible. Se
requería mucho ingenio para tratar así la Torá, y esto provocó malentendidos y hasta
oposición. En los escritos de la comunidad de Qumrán, los esenios formulan duros
juicios sobre la actitud de los fariseos; se les llama cobardes y hasta hipócritas24. Era
fácil expresarse de este modo a quienes se habían apartado de la sociedad y se
negaban a mancharse las manos con los trabajos de cada día.

Un zelota apasionado

Poco a poco va tomando forma el perfil de Pablo. Pero aún no está completo.
Hemos advertido ya que su trasfondo resulta complejo. Como hombre cosmopolita
hablaba varios idiomas y no se sentía extraño en el mundo helenístico del Imperio
Romano. En Pablo, el judío de la Diáspora, se juntaban varias culturas divergentes.
Sus cartas demuestran que era hombre instruido, capaz al parecer de expresarse y
discutir sin dificultad en un estilo que responde a las reglas que desde mucho tiempo
atrás había establecido la retórica griega y romana25.
Pablo era hombre de dos mundos. Había crecido en una ciudad dominada por la
cultura helenística. Al mismo tiempo, desde su juventud, en su vida jugó un papel no
menos importante su condición de judío. En la Diáspora, sus padres observaban los
mandamientos de la Torá y seguramente hicieron todo lo que estaba en su manos
para educar a su hijo en esta atmósfera. Su estancia en Jerusalén estimularía a
Pablo a seguir ese camino hasta convertirse en un adepto convencido y entusiasta
del fariseísmo. Incluso en las cartas que luego escribiría como seguidor de
Jesucristo, no ocultó su identidad judía y tampoco tuvo motivos para silenciar sus
antecedentes como fariseo. Pablo no se avergonzaba de su pasado. Puede que
incluso haya motivos para afirmar que miraba hacia atrás con cierto orgullo a
propósito de su etapa de fariseo convencido. En los recuerdos que puso por escrito,
muchas veces utilizó un término que da que pensar y que por ello merece una más
atenta consideración.

Pablo gustaba de describirse como un "zelota": "Y hacía carrera en el judaísmo


más que muchos compatriotas de mi generación, por ser mucho más celoso de mis
tradiciones ancestrales" (Gál. 1,14). Esta misma terminología aparece en otras
cartas: "Si se trata de celo, fui perseguidor de la Iglesia" (Flp 3,6). Aquí llama la
atención que Pablo no reserve su "celo" para el pasado. Del mismo modo que había
sido un apasionado zelota por la tradición del Antiguo Testamento, también ahora se
muestra igualmente celoso con la misma pasión por la comunidad cristiana: "Es que
tengo celos de vosotros, los celos de Dios" (2 Cor 11,2). También se llama Pablo
"celoso ante Dios" en el pasaje autobiográfico de los Hechos que ya he citado.
Estaba orgullosos de ese "celo", pero evidentemente no por ello se consideraba
superior a sus correligionarios judíos, cuyo "celo" elogia sin reservas (Hch 22,3). El
apóstol se expesa a veces con menos modestia en sus cartas. Según sus propias
palabras, superaba a la mayoría de sus contemporáneos en su celo (Gál 1,14). Era
un hombre apasionado. La Escritura le aportaba las motivaciones de su actividad.
No fue Pablo el primer "zelota", ni sería el último, en la historia del pueblo judío.
Tuvo predecesores que le inspiraron este "celo", cuyo ejemplo estimularía siglos
después de Pablo a otros que se hicieron "celosos" por Dios y por la Torá con no
menor entrega y sacrificio. Dios les pide que elijan, porque es "un Dios celoso" (Dt
5,9). La consecuencia es que a veces se hace necesario atajar a alguien que se cree
con derecho a rebelarse contra Dios y sus mandamientos. En tales momentos
aparecen los "zelotas". La serie se abre en el Antiguo Testamento con Fineés, un
sacerdote, nieto de Aarón (Nm 25,11); después de él se suceden el profeta Elías (1
Re 19,10-14) y el rey Jehú (2 Re 10,16.30-31)26.

La historia de Fineés en Nm 25 nos ofrece un vivo retrato de las intenciones del


"zelota". A punto de entrar en la tierra prometida, el pueblo de Israel comete el
pecado de la idolatría a gran escala. Dado que Dios había sellado una alianza con
Israel, el sincretismo es uno de los peores pecados. Es una forma de infidelidad que
puede compararse con la prostitución (Os 2,1-22). El relato de Nm 25 empieza del
modo siguiente: "Estando Israel en Acacias, el pueblo comenzó a prostituirse con las
muchachas de Moab, que los invitaban a comer de los sacrificios a sus dioses y a
prosternarse ante ellos" (Nm 25,1-2). Lo uno lleva a lo otro y la cosa va de mal en
peor. A lo largo de los siglos se repetiría la historia muchas veces: unas mujeres
extranjeras traen consigo sus dioses y sus diosas. Y así, hasta el sabio rey Salomón
sucumbió en su ancianidad (1 Re 11,1-13). Se produjo una terrible irrupción de la
idolatría cuando el rey Ajab se casó con una princesa de origen pagano, Jezabel,
hija del rey de los sidonios (1 Re 16,29-34).

En situaciones semejantes, se incendia la ira de Dios y las consecuencias son


desastrosas. Se habla de una "plaga" y de la muerte de no menos de veinticuatro mil
israelitas (Nm 25,9). Cómo poner coto a la ira de Dios? Evidentemente, esto sólo
es posible si uno o más hombres piadosos se convierten en "zelotas". Ése es el
papel que se atribuye a Fineés en Nm 25. Es típica la forma en que es presentado
(Nm 25,7): Fineés, el zelota por excelencia, es nieto de Aarón, el sacerdote por
excelenecia.

Gracias al celo de Fineés, "la plaga" terminó, y muerte y destrucción dejaron de


hacer presa en el pueblo de Israel. Fineés, llevado de su celo por Dios, dio muerte
públicamente y con sus propias manos a un israelita y a una mujer madianita que
habían fornicado. Después de esto, Dios dirigió las siguientes palabras a Moisés: "El
sacerdote Fineés, hijo de Eleazar, hijo de Aarón, celoso de mis derechos ante el
pueblo, ha apartado mi cólera de los israelitas y mi celo no los ha consumido; por
eso prometo: Le ofrezco una alianza de paz: el sacerdocio será para él y para sus
descendientes, en pacto perpetuo, en pago de su celo por Dios y de haber expiado
por los israelitas" (Nm 25,11-13).

La enérgica intervención de Fineés, su celo por Dios, dan por resultado que se
vuelva atrás la ira de Dios y de este modo se acabe la plaga. Se establece una
nueva alianza y se restaura la relación con Dios que había sido destruida. Puede
decirse que el celo de Fineés ha dado por fruto la "reconciliación". Pero la historia no
acaba ahí según el libro de los Números. Resulta a todas luces inevitable una nueva
orgía de violencia. Por mandato de Dios, el pueblo de Israel toma venganza de los
madianitas: "Moisés los envió a la batalla. Mil por cada tribu, a las órdenes de
Fineés, hijo de Eleazar, con las armas sagradas y las cornetas para el toque de
zafarrancho. Presentaron batalla a Madián, como el Señor había mandado a Moisés,
y mataron a todos los varones" (Nm 31,6-7).

Los mismos motivos reaparecen en las historias relativas a los otros dos zelotas
del Antiguo Testamento: el profeta Elías y el rey Jehú. De nuevo es cuestión de
idolatría y el honor y la santidad de Dios están en juego. De nuevo puede decidir el
zelota la disputa en su favor y fluye a torrentes la sangre: "Elías les dijo: Agarrad a
los profetas de Baal. Que no escape ninguno. Los agarraron. Elías los bajó al
torrente Quisón y allí los degolló" (1 Re 18,40). Por un relato anterior sabemos que
eran cuatrocientos cincuenta los profetas de Baal (1 Re 18,22). Elías, por tanto, es
un celoso de Dios (1 Re 19,10.14), y lo mismo puede decirse de Jehú cuando dio
muerte a Jezabel, exterminó toda la casa de Ajab y no tuvo piedad de cuantos
persistieron en el servico del dios Baal (2 Re 10,16).

Es muy significativo que el nombre de Fineés figure en la lista de los


antepasados de Esdras, "un letrado experto en la Ley de Moisés" (Esd 7,1-6) que
aparece como jefe del pueblo judío al término del exilio en Babilonia. Uno de los
abusos que trató de combatir fue el sincretismo, que todavía causaba estragos. Poco
después de su llegada le comunicaron que "el pueblo de Israel, los sacerdotes y los
levitas han cometido las mismas abominaciones que los pueblos paganos,
cananeos, hititas, fereceos, jebuseos, amonitas, moabitas, egipcios y amorreos; ellos
y sus hijos se han casado con extranjeras, y la raza santa se ha mezclado con
pueblos paganos. Los jefe y los consejeros han sido los primeros en cometer esta
infamia" (Esd 9,1-2). A continuación y por consejo suyo se toma una decisión que
suena muy dura a nuestros oídos, pero que estaba de acuerdo con lo que cabía
esperar a la vista de lo antes dicho: "El sacerdote Esdras se puso en pie y les dijo:
Habéis pecado al casaros con mujeres extranjeras, agravando la culpa de Israel.
Ahora, confesadlo al Señor, Dios de vuestros padres, cumplid su voluntad y
separaos de los pueblos paganos y de las mujeres extranjeras" (Esd 10,10-11).

La conclusión de otro libro bíblico que lleva el nombre de Nehemías, un


personaje de la misma mentalidad que Esdras y dirigente a su vez de los retornados
del exilio, deja claro que esa línea de pensamiento se mantuvo. Los mandamientos
de la Torá determinaban la existencia humana desde la cuna hasta la tumba27.
Nehemías daba mucha importancia a cosas como la santificación del sábado y
estipuló así mismo que era preciso poner fin a los matrimonios con no judíos (Neh
13). Su ideal se resume concisamente al final del libro: "Los purifiqué de todo
contacto con extranjeros" (Neh 13,30).

Siglos más tarde, en tiempos de la revuelta de los Macabeos28, las viejas


tradiciones impulsaron a los piadosos, los hasidim, a oponerse con éxito a los
perseguidores de la fe. Así se deduce claramente del texto deuterocanónico llamado
1 Macabeos, que con toda probabilidad fue escrito algunas décadas después de la
revuelta. Este libro contiene la supuesta alocución de Matatías a su hijos cuando se
acercaba la hora de su muerte (1 Mac 2,49-70). Algunos pasajes de este discurso
tienen especial importancia para nuestro tema: "Hijos míos, sed celosos de la Ley y
dad la vida por la alianza de nuestros padres. Recordad las hazañas que hicieron
nuestros padres en su tiempo y conseguiréis gloria sin par y fama perpetua" (vv. 50-
51). Se mencionan luego los nombres de Abraham y José, y más adelante también
el de Fineés, el zelote del libro de los Números: "Fineés, nuestro padre, por su gran
celo recibió la promesa de un sacerdocio eterno" (v. 54); siguen luego Josué, Caleb y
David: "Elías fue arrebatado al cielo por su gran celo por la Ley" (v. 58). Estos
"héroes" del pasado, celosos de Dios y de la Torá, son mostrados por Matatías a sus
hijos como ejemplos, por lo que no deberán temer la batalla, pese a la superioridad
de los sirios: "No temáis las palabras de un pecador, pues su fasto acabará en
estiércol y gusanos" (1 Mac 2,62-64).

También menciona en tono laudatorio el celo de Fineés el libro del maestro de


sabiduría Jesús Ben Sirá: "Fineés, hijo de Eleazar es el tercero [después de Moisés
y Aarón] en esta línea de potestad: con su celo por el Dios del universo se puso en la
brecha de su pueblo, con su corazón generoso expió por los hijos de Israel. También
a él le aseguraron un derecho, alianza de paz para sostener el santuario; para él y
sus descendientes, sumo sacerdocio por siempre" (Eclo 45,23-24).
En el siglo I de nuestra era, la época en que vivieron Jesús y Pablo, el antiguo
"celo por Dios y el templo" asumió fuertes semejanzas tanto políticas como religiosas
con los zelotas29. El cese forzoso de Arquelao como tetrarca de Judea en el año 6
d.C. y el cambio en la forma de gobierno introducido por los romanos hizo necesario
un censo. Hubo una fuerte oposición a este censo no sólo en Judea sino también en
Galilea. Un individuo dotado de rasgos carismáticos y cualidades de dirigente
llamado Judas el Galileo (cf. Hch 5,37) logró canalizar la oposición. Así empezó el
movimiento zelota. A pesar del fracaso de aquella revuelta, el movimiento no
desapareció, sino que, especialmente en Galilea, provocó nuevas formas de
oposición que causaron un continuo desasosiego. Debido a su difícil situación
económica, muchos renteros del norte se vieron arrojados fuera de sus tierras, con lo
que los zelotas pudieron contar con todas las facilidades para reclutar nuevos
adeptos. En los años 40 y 50 creció rápidamente su influencia. El año 66 se extendió
finalmente la revuelta contra la dominación romana. Al principio pareció tener éxito y
de ahí que se avivaran las memorias del curso seguido por la sublevación de los
Macabeos, pero todo terminó en una trágica catástrofe. Esta vez, el "celo" no fue
premiado por Dios.

En la tradición de sus antepasados de la misma mentalidad, los zelotas se


esforzaban por conseguir una tierra pura y santa que nunca más fuera manchada
por la presencia de unas autoridades paganas y sus tropas. Vivían en la expectación
de una pronta llegada del reinado de Dios, pero a la vez pensaban que mientras
tanto no tenían que permanecer pasivos. Su actividad tendría un efecto muy positivo.
Si el reinado de Dios tenía que llegar, a ellos correspondía prepararle el camino
limpiando el país y expulsando al enemigo impío. Lo prometido desde antiguo por los
profetas se haría realidad: "El Señor será rey de todo el mundo. Aquel día el Señor
será único y su nombre único" (Zac 14,9).
Para los zelotas, al igual que para los Macabeos, el celo de Fineés era el gran
ejemplo. Los zelotas veían en la resuelta intervención de Fineés la legitimación y la
justificación teológicas de su violenta oposición. Con su acción, Fineés había logrado
la reconciliación entre Dios y el pueblo. Los zelotas estaban convencidos de haber
sido llamados a actuar del mismo modo. Los impíos marcaban el paso en la tierra de
los judíos, muchos de los cuales colaboraban con el enemigo; se rendía culto a
dioses extranjeros y de nuevo cundía la plaga de los matrimonios mixtos. La ira de
Dios no tardaría en encenderse de nuevo. En consecuencia, era preciso repetir la
acción de Fineés, que en su tiempo dirigió a los israelitas en una "guerra santa"
contra los madianitas, una batalla de represalia en la que, por consiguiente, no hubo
ningún compromiso.

Jesús predicaba la pronta venida del reinado de Dios. Pero no era un zelota al
estilo de aquel movimiento. Esto no significa que sus palabras y sus acciones
dejaran de ejercer una cierta atracción sobre ( antiguos?) adeptos del zelotismo. El
círculo de sus seguidores incluía a Simón el Zelota (Mc 3,18). Otros de sus
discípulos tenían sugestivos motes, como Juan y Santiago, los hijos de Zebedeo,
llamados Boanerges, "hijos del trueno" (Mc 3,17). Pedro recibe el nombre de Bar
Jonah (Mt 16,17); según algunos exegetas, este nombre está relacionado con un
término antiguo que significa algo así como "terrorista"; finalmente, el sobrenombre
Iscariote atruibuido a Judas (Mc 3,19) podría aludir a una tendencias extremista del
movimiento zelota, los "sicarios".

Llegaría a alentar el comportamiento de Jesús unos sueños semejantes a los


de los zelotas? Una vez llamó "zorra" a Herodes (Lc 13,32) y en otras ocasiones
pronunció palabras violentas contra las autoridades y quienes detentaban el poder
(Mc 10,42-45; Lc 22,25-27). Su entrada en Jerusalén y su retadora presencia en el
templo pudieron suscitar nuevas expectativas entre los zelotas. También resulta
elocuente la postura de Pilato con respecto a todo esto, pues condenó a Jesús como
un ridículo y fracasado pretendiente al trono e hizo fijar en la cruz un letrero con el
insultante título de "rey de los judíos" (Mc 15,18.26).

Y Pablo? Se aplicaba, y con orgullo, el apelativo de "zelota", pero con toda


probabilidad nunca pertenció a aquel movimiento. Según el autor de los Hechos,
Gamaliel fue su maestro (Hch 22,3). En un episodio anterior del mismo libro bíblico,
Gamaliel aparece como un hombre moderado (Hch 5,34-39). Era nieto de Hillel, un
escriba fariseo que fundó una escuela y era considerado un "liberal" en su
exposición de los mandamientos de la Torá30. Perteneció Pablo, por consiguiente,
a la "escuela de Hillel"? Pienso que no es posible responder afirmativamente a esta
pregunta31. Pablo no era con seguridad un moderado; más bien se nos muestra
como un fanático, un zelota que se sitúa conscientemente en el espíritu de la
tradición judía del Antiguo Testamento. Su celo iba dirigido totalmente contra un
nuevo movimiento surgido dentro del judaísmo de aquellos días, contra unos
hombres y mujeres que se llamaban seguidores de Jesús de Nazaret. Gamaliel
había abogado por adoptar una actitud de espera. Pablo no aceptaba ese consejo y
optó por el enfrentamiento. Ahora podemos dar una segunda respuesta a la cuestión
planteada más arriba acerca de por qué nunca consigna el apóstol el nombre de
Gamaliel en sus cartas: es posible que, con el paso del tiempo, Pablo dejara de
considerar a Gamaliel su maestro. A la larga, su postura moderada dejó de atraer a
Pablo.

"Una espina en la carne"

El retrato que el Nuevo Testamento nos transmite de Pablo resulta complejo.


Irradia fuerza, parece lleno de confianza en sí mismo, posee energía ilimitada y
puede cubrir grandes distancias. Parece legítimo concluir que debió de ser, en
cuerpo y espíritu, un hombre extraordinariamente saludable. Sin embargo, un pasaje
fascinante de la Carta a los Gálatas nos muestra otra faceta de Pablo: "Recordáis
que la primera vez os anuncié el evangelio con motivo de una enfermedad mía, pero
no me despreciasteis ni me hicisteis ningún desaire, aunque mi estado físico os
debió tentar a eso; al contrario, me recibisteis como a un mensajero de Dios, como a
Jesucristo en persona. Siendo esto así, dónde ha ido a parar aquella dicha
vuestra? Porque hago constar en vuestro honor que, a ser posible, os habríais
sacado los ojos por dármelos" (Gál 4,13-15). Pablo llegó enfermo. Qué mal
padecía? Sobre la base de la sentencia final de esta cita, algunos han supuesto que
sufriría una grave dolencia de los ojos. No es intrínsecamente imposible. La ceguera
y otras enfermedades de la vista no eran desconocidas en el mundo clásico. Sin
embargo, las palabras de Pablo pueden ser interpretadas también en sentido
figurativo. En este caso, querría decir que los gálatas estuvieron dispuestos a dar por
él hasta lo más importante que poseían: la luz de sus ojos.

En 2 Corintios, el apóstol da unos datos que merecen ser citados en relación con
lo que venimos tratando. "Y eso que si quisiera presumir, no sería un insensato, diría
la pura verdad, pero lo dejo, para que nadie me tenga en más de lo que puede sacar
viéndome u oyéndome y por lo extraordinario de las revelaciones. Por eso, para que
no tenga soberbia, me han metido una espina en la carne, un emisario de Satanás,
para que me abofetee y no tenga soberbia. Tres veces le he pedido al Señor verme
libre de él, pero me contestó: `Te basta con mi gracia, la fuerza se realiza en la
debilidad'" (2 Cor 12,6-9). La historia de la exegesis de este pasaje ha demostrado
que es imposible formular un diagnóstico fiable de la enfermedad de Pablo. Muchas
veces se ha hablado de una forma de epilepsia, pero tampoco esto es seguro. Por
otra parte, no pedemos excluir que en este pasaje no se refiera el apóstol
primariamente a enfermedades físicas, sino que trate de llamar la atención sobre la
presión espiritual bajo la que amenazaba con abandonar en ciertos momentos de su
vida32. La vida le pesaba mucho en ocasiones y sabía por propia experiencia que le
tocaría sufrir. En tales circunstancias le servía de apoyo la convicción de que podía
asociar sus propias dificultades con los dolores de Cristo: "Paseamos continuamente
en nuestro cuerpo el suplicio de Jesús, para que también la vida de Jesús se
transparente en nuestro cuerpo; es decir que, a nosotros que tenemos la vida,
continuamente nos entregan a la muerte por causa de Jesús, para que también la
vida de Jesús se transparente en nuestra carne mortal" (2 Cor 4,10-12). Pablo no era
un héroe intrépido. Seguía resueltamente su camino, pero no ignoraba sus
deficiencias. Supo por propia experiencia que los seres humanos son vulnerables en
cuerpo y espíritu. Este conocimiento no lo volvía tímido o inactivo. Tenía la
capacidad de sacar fuerzas de flaqueza y así llevar a cabo la tarea que Dios le había
encomendado, conforme a su firme convicción de haber sido llamado a ella33.

Curriculum vitae34

Hacia 15 nace en Tarso

30 crucifixión de Jesús

32 lapidación de Esteban

34 visión de Pablo cerca de Damasco

34-37 Pablo en Arabia y Damasco

37 primera visita a los apóstoles en Jerusalén

37-42 Pablo en Tarso

42-44 Pablo en Antioquía

45-48 primer viaje de misión con Bernabé

48/49 asamblea de los apóstoles en Jerusalén


49-52 segundo viaje de misión - estancia de dieciocho meses
en Corinto

primera Carta a los Tesalonicenses

52-54 tercer viaje de misión: dos años y medio en Éfeso

correspondencia con las comunidades de Corinto y


Filipos

Carta a Filemón

invierno 54/55 continuación del tercer viaje de misión - Macedonia

conclusión de la correspondencia con Corinto y Filipos

tres meses en Corinto

Carta a los Gálatas

Carta a los Romanos

55-56 viaje a Jerusalén

56-58 encarcelamiento en Cesarea

invierno 58/59 viaje a Roma

59-61 encarcelamiento en Roma

? muerte, presuntamente como mártir, en Roma


Tarso
Excavaciones

Se ha podido excavar
poco del Tarso de la época
de Pablo debido a la
ubicación de la ciudad
moderna de Cumhuriyet
Alani encima de las
ruinas. Excavaciones han
descubierto una calle
pavimentada de Tarso con
columnata que podría
datar del siglo II a.C. En
adición, se han
encontrado restos de la
Edad de Bronce, baños,
un pórtico helénico, un
teatro romano y muchas
figuritas de deidades,
animales, gente y varias
creaturas mitológicas.

Historia

Durante este periodo de


Pompeya (67 a.C.), Tarso
se hizo la capital de la
provincia romana de
Cilicia y los judíos
empezaron a recibir la
ciudadanía romana.
Antonio, quien controlaba
las provincias orientales,
declaró la libertad de la
ciudad en el año 42 a.C.
Tarso continuó recibiendo
privilegios especiales bajo
el gobierno de Augusto. El
eximió a la ciudad de
pagar impuestos
imperiales por que
Atenodoro, su profesor y
amigo, era de Tarso. La
ciudad se convirtió en un
centro cultural e
intelectual. Filósofos
estoicos como Atenodor,
Zenón, Antípatro y Nestor
vivieron en esta ciudad
durante el siglo I d.C.
La Puerta de
Cleopatra

La Puerta de Cleopatra en
Tarso, también llamada
“La Puerta del Mar,”
todavía está en pie,
aunque ha sido restaurada
significativamente. Se
creía que Cleopatra
navegó en el río Cydno
disfrazada de Afrodita y
pasó a través de esta
puerta en el año 41 a.C.
en camino a ver a Marco
Antonio.
Templo Romano

V. Longlois, un viajero de
la edad media, identificó
esta estructura como la
tumba de Sardanapalus,
un asirio al que mataron
durante la toma de Nínive
cerca del año 612 a.C.
Localizado en Tekke, al
este del muro medieval en
Tarso. Este es de hecho
un templo romano que
data del siglo II d.C.

Pozo de San Pablo

Tarso era la ciudad natal


del apóstol Pablo (Hch
9:11), una ciudad de gran
importancia (21:39) como
centro de aprendizaje del
viejo mundo, junto a
Alejandría y Atenas.
Notablemente, a los
ciudadanos judíos de
Tarso se les concedía la
ciudadanía romana. De
niño, Pablo fue criado en
Jerusalén y propiamente
educado bajo el tutelaje
de Gamaliel, un miembro
del Sanedrín. El oficio de
Pablo, la manufactura de
carpas, encaja bien con
Tarso, una ciudad
conocida por cierto tipo de
fieltro hecho de lana de
cabras negras. La leyenda
reza que a menudo San
Pablo tomaba agua de
este pozo, que según
dicen tiene propiedades
curativas
1. com)
www.lugaresbiblicos.com/tarso.htm

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