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LIDERAZGO Y CAMBIO

EDUCATIVO EN LA
ESCUELA

Juan Miguel Angel Chía Piña


Magister en dirección y liderazgo para la gestión educacional
La investigación y la experiencia han evidenciado que el comportamiento y la actitud de
la persona que asume las funciones de dirección en la escuela son elementos fundamentales
que determinan la existencia, la calidad y el éxito de los procesos de cambio en la escuela
(p.e. Coronel, 1995; Fullan, 1996; Gunter, 2001; Murillo, 2004; Northouse, 2004). Podemos
decir entonces, que para tener una educación de calidad en nuestras instituciones, debemos
contar con un grupo de personas que ejerzan liderazgo desde el interior de las escuelas,
proponiendo, creando, innovando, gestionando, para así poder propiciar un cambio tanto
cualitativo como cuantitativo en nuestras escuelas.

El cambio educativo surge como una necesidad de modificar la educación producto de la


demanda del contexto, dada la crítica transversal al modelo educativo actual. Desde este
punto de vista entonces, el cambio educativo es el reflejo de la realidad como fenómeno de
permanente transformación.

Este proceso de cambio educativo que surge como una manifestación natural, se
convierte en transformación en el momento que sus procesos se vuelven conscientes e
intencionados, desde esta mirada, se establece con toda claridad que el cambio educativo,
reflejado en una transformación, se gestiona, y para que esta gestión será exitosa, las
características de la gestión debe ser liderada, dirigida e investigada, así lo expresa el profesor
Valera (2009). “El cambio educativo, es por tanto, un complejo proceso de transformación
social que en su abordaje científico se asumen determinados principios pedagógicos, que son
expresión de leyes y determinadas regularidades en la explicación del fenómeno educativo
que tienen sus particularidades según las tendencias y corrientes pedagógicas adoptadas”.

Para definir educación es inevitable situarse en un contexto crítico de las concepciones


actuales, y enmarcarse en las aspiraciones ideales de este constructo. Cada consideración
dentro de esta propia elaboración, es una selección que absorbe elementos de fuentes
oficiales, científicas y filosóficas, que reflejan las diversas miradas intelectuales y técnicas
respecto a este complejo fenómeno de estudio, pero también, resulta ineludible, aportar desde
una perspectiva personal, a la formulación de una idea acorde a los desafíos actuales.
De esta forma, al ser consultada la versión oficial contenida en la Ley General de
Educación del año 2009, en donde, a grandes rasgos, se señala a la educación como un
proceso permanente, presente en las distintas etapas de la vida y cuya principal finalidad es
lograr el desarrollo integral de ser humano, en la búsqueda por contribuir de forma efectiva
a la comunidad y al desarrollo del país.

Se aprecia una definición que nos aporta una mirada válida y bien intencionada, sin
embargo, es en apariencia, insuficiente, reduccionista y hasta cierto punto obvio y carente de
altas expectativas. Hemos aprendido que la educación que se requiere, demanda un cambio
en la visión del ser humano, las relaciones y la proyección de sociedad que se quiere construir,
por lo cual, lo propuesto por la autoridad, parece una visión sesgada y obsoleta respecto a la
demanda actual, tanto a nivel local como global. El ser capaces de concebir la educación
como un proceso de transformación, que se vincula a la sociedad mediante la búsqueda y
generación del conocimiento, debe ser el eje sobre el cual giren las directrices educativas, en
este sentido Delors (1996) lo insinúa en su informe “La Educación Encierra un Tesoro”, al
señalar que la educación debe propiciar una mayor convergencia hacia la comprensión mutua
y de sí mismos, lo cual, será mediado por las acciones que generemos en torno al acceso y
creación del conocimiento, desde un punto de vista equitativo, favoreciendo así, el desarrollo
integral de la conciencia.

Al ser capaces como individuos de poder cuestionar y cuestionarnos sobre el tipo de ser
humano que queremos formar, discerniendo entre lo real y lo ficticio, el ser y el parecer o el
qué y el para qué, surge como una respuesta lógica reflexionar sobre el sentido moral del
conocimiento. El que la educación sea el motor del pensamiento, y que este a su vez genere
como producto el conocimiento, nos lleva al cuestionamiento sobre los propósitos de la
educación actual. Ya no resulta válido vivir en los principios del modelo capitalista sin
considerar que la sociedad misma ha cuestionado su naturaleza y ha instalado una creciente
demanda de justicia, igualdad y equidad.

La educación está en crisis, eso está claro, existe un cuestionamiento creciente al


modelo actual de manera transversal y el sistema no está dando respuesta a los requerimientos
que la sociedad demanda, el diagnóstico está hecho, y hace bastante tiempo, lo cual nos
empuja ahora a generar las acciones para cambiar esta realidad, a crear una educación basada
en el carácter formativo integral, centrada en el hombre y en su proyección dentro de un
sistema colectivo, donde se potencien sus capacidad y destrezas, pero siempre enmarcado en
lo reflexivo e ideológico, lo cual sólo será posible en la medida que ese individuo tenga
posibilidad de acceder al conocimiento, aprehenderlo, transformarlo y seguir generando
conocimiento en un ciclo de permanente crecimiento.

¿Cómo son los líderes actualmente en nuestras escuelas?, ¿Qué entendemos por líder? ¿Cómo
debe ser un líder efectivo?

El conocer las características de un líder efectivo, nos permitirá seleccionar los individuos
adecuados para llevar nuestras escuelas hacia los desafíos actuales. Pero también nos dará
luces sobre cómo potenciar a aquellos líderes actuales en la optimización de su gestión. A
partir de este objetivo será posible generar una propuesta sobre el tipo de liderazgo más
adecuado para la actual dirección escolar.

En los últimos años se puede decir que nuestro país ha desarrollado un esfuerzo sostenido
en la búsqueda de una solución para convertirse en una sociedad más justa, en donde todos
tengan los mismos derechos y oportunidades, y así puedan llevar a cabo sus aspiraciones. Es
aquí donde la educación elemento fundamental para el desarrollo social, se vio envuelta en
un lamentable estancamiento, provocado por más de 16 años de dictadura, que repercutió en
la aplicación de políticas públicas en materia educacional orientaban básicamente a reducir
la reflexión crítica de la sociedad, y reproducir los valores que la administración política de
turno estimaba relevantes, con la consiguiente supresión de los derechos ciudadanos,
negando la divergencia de opinión y la posibilidad de participación.

Ese es el motivo, a mi juicio, por el que a partir de la mencionada intervención a nivel


local, iniciativas valiosas a nivel internacional, necesarias para el avance de nuestro sistema
educativo, no se implementaron en su debido momento, produciendo una involución en el
desarrollo de escuelas acorde a las necesidades del nuevo siglo.

Dentro de esta reflexión, el rol de quien dirige la unidad educativa cobra mayor relevancia,
puesto que gradualmente se ha ido incorporando al sistema educacional conceptos ligados al
management, lo cual se refleja en el aumento en los niveles de exigencia para postular a
cargos directivos a través de la creación de concursos de alta dirección pública, donde
claramente se pretende terminar con los “amiguismos” y “cuoteos políticos” en cargos que
tienen perfiles técnicos y profesionales, en este mismo sentido apunta la iniciativa de publicar
una actualización del “Marco para la Buena Dirección y el Liderazgo Escolar” por parte del
MINEDUC.

Muchos estudios señalan que el papel que juega el liderazgo en las instituciones educativa
es muy importante a la hora de conseguir escuelas más efectivas. “Los efectos del liderazgo
suelen ser de mayor impacto, ahí donde y cuando más se necesitan” K. Leithwood, et al.,
2004. Según la cita anterior podemos claramente observar, que el líder resulta ser
fundamental en el desarrollo de las escuelas en dificultades. El impacto que puede provocar
un líder en una escuela resulta ser muy significativo, ya que un buen líder asegura una mejora
continua de aprendizajes, lo que ocurre en el interior del aula, es el único factor que supera
al liderazgo en la escuela. No obstante lo anterior, estoy convencido que promoviendo una
gestión pedagógica curricular exitosa por parte de los líderes, los riesgos de una mala gestión
en el aula se minimizan considerablemente.

Nuestra realidad establece que los directivos de los establecimientos educacionales deben
asumir este liderazgo, para así potenciar su unidad educativa. Se espera que gestionando en
conjunto con la comunidad, se logre desarrollar la efectividad en las dimensiones más
importantes dentro de la escuela, es decir, el área directiva, pedagógica curricular y la
convivencia escolar e inclusión.

La gestión eficiente no sólo está determinada por las características y aptitudes del líder,
el contexto en el cual se desenvuelve es un importante factor a considerar a la hora de analizar
el liderazgo efectivo. Es así como podemos mencionar que existen distintos escenarios dentro
de la realidad escolar en Chile ya que en nuestro país nos encontramos con colegios
Particulares que representan el 7,6%, colegios particulares subvencionados 54,6%,
municipales 36,5% y de administración delegada con un 1,3%.(Mineduc 2015).

Este es un dato que nos permite dimensionar las posibilidades de autonomía en la toma de
decisiones, al momento de dirigir una unidad educativa, la experiencia nos indica que en
algunos casos no resulta para nada fácil compatibilizar la gestión que evidentemente incluye
la administración de grandes cantidades de recursos, cuando existe un sostenedor, ya sea de
tipo privado o público que determina otros usos. Los directores se encuentran en algunos
casos con sostenedores que tienen un manejo centralizado y autoritario, lo cual le quita
independencia a su gestión, provocando serios retrasos en la planificación realizada por estos
líderes. Sin embargo existe una luz de esperanza con la nueva ley de gratuidad, en donde
resaltamos que desaparece el lucro, impidiendo de cierta forma el desvio de recursos
educativos para el uso personal.

¿Qué es el liderazgo? ¿Cómo debe ser el tipo de líder que guíe nuestras escuelas? Para
hablar de liderazgo efectivo, es necesario precisar que entendemos el liderazgo como una
condición totalmente desarrollable en algunas personas, la cual ha sido foco de estudio y
discusión a lo largo de toda la humanidad, y así mismo el concepto que de él se maneja, ha
ido variando en el transcurso de la evolución humana, redefiniendo lo que implica ser líder
y cuáles son sus principales características. Es en este permanente cambio, que el hombre
ha creado nuevas exigencias en torno a las necesidades que la sociedad actual le plantea.

De esta forma podemos encontrar que en materia educacional, se distinguen dos grandes
corrientes de liderazgo, aquella denominada de primera categoría o también reconocida como
liderazgo transaccional, y la conocida como segunda categoría o llamada liderazgo
transformacional.

El liderazgo transaccional se puede definir como la autoridad tradicional, donde la


relación básicamente es de subordinación y la motivación al logro, la cual es respaldada por
el intercambio mediante la satisfacción de una necesidad por otra. El sistema educativo
chileno ha ejercido durante décadas este tipo de gestión, y un claro ejemplo de ello es la
Sistema Nacional de Evaluación del Desempeño (SNED).

La realidad descrita en el párrafo anterior, da cuenta para quienes hoy actúan en el sistema
escolar de la urgente necesidad por modificar la gestión y establecer nuevas formas de
liderazgo, más acorde con los requerimientos de nuestros estudiantes y de la sociedad en
general. Se comprende el liderazgo como “la labor de movilizar e influenciar a otros para
articular y lograr los objetivos y metas compartidas” (Leithwood et al., 2006)

Un líder eficiente se asemeja al director de una orquesta, quien puede contar con
excelentes especialistas, grandes ejecutores, todos los recursos materiales a su disposición,
pero nada de eso tendrá el resultado esperado, si no es capaz de conjugar los elementos y
hacerlos confluir en armonía. A través de esta analogía, se intenta establecer que el líder de
una unidad educativa, debe ser capaz de optimizar sus recursos a través de una mediación y
organización efectiva, esto implica poder ejercer, de acuerdo al contexto, lo esencial de los
distintos tipos de liderazgo, lo que implica convertirse en un comunicador, observador
competente, ser capaz de delegar, de decidir, de crear, ejecutar y propiciar cuando lo
observado es convertido en una constante toma de decisiones.

Es así como surge el concepto de liderazgo transformacional, que engloba la


materialización de las diversas dimensiones de una dirección eficiente. Lo transformacional,
tal como su nombre lo dice, busca, a partir de la cultura escolar, generar una revolución en
las actitudes, creencias, valores y necesidades de una comunidad. Para lograr aquello se
requiere la presencia de una autoridad que sea capaz de reorganizar los elementos que
constituyen la unidad, un ser carismático que estimule, desafíe, proponga e inspire. El
concepto subordinado se modifica por el término seguidor, y ésta se convierte en una relación
donde se busca replicar el accionar que el líder presenta a través del ejemplo. “Solo se
conseguirán escuelas de más calidad y más equitativas si los directivos se comprometen en
la tarea de transformar la cultura de la escuela, transformación que pasa inevitablemente
por una reformulación profunda del modelo de dirección tal y como está planteado en la
actualidad. Si queremos otra sociedad, necesitamos otras escuelas, y también otro modelo
de dirección” (Murillo, 2006, pág. 22).

Un líder efectivo es que aquel que cuenta con los conocimientos, pero también es aquel
que logra desarrollar sus instintos, sus habilidades sociales, sus emociones e inteligencia, y
ponerlo al servicio de la educación y el logro de sus objetivos. Algunos autores mencionan
que: “Las instituciones educativas, deben ser gerenciadas por individuos cuyas cualidades
y habilidades profesionales, estén vinculadas a la comunicación, motivación y
establecimiento de las relaciones interpersonales dentro de una gestión educativa, en la cual
tiene un rol protagónico las relaciones humanas”. (Martins, Carmmaroto, Neris, & Canelón,
2009), puesto que UNESCO afirma que: “los líderes escolares son capaces de observar las
emociones y estados de ánimo que experimentan los miembros del centro escolar de manera
permanente o cotidiana y son competentes para cambiar emociones y estados de ánimo
adversos por situaciones de alta motivación”. (Rojas & Gaspar, 2006).
El líder transformacional debe ser capaz de generar en sus seguidores una visión
compartida, involucrando al colectivo de forma individual, fomentando la comunicación
constante, abierta y fluida, propiciando la creación de nuevas ideas y desarrollando actitudes
proactivas en cada miembro de la comunidad, siendo un eje central de esta dirección, el
reconocimiento y estímulo en la búsqueda por establecer colaboradores altamente motivados.

Un rasgo característico de una dirección de tipo transformacional, tal como se expresó en


el párrafo anterior, es la capacidad del líder de generar una visión compartida. La concepción
de un “gran hombre” responsable de una organización se torna obsoleta cuando hoy existe
claridad en lo beneficioso de la horizontalidad de las relaciones, y que la distribución
amplificada de las funciones ha dado grandes beneficios en las organizaciones actuales, así
se señala que: “El liderazgo distribuido también aumenta las oportunidades de la
organización de beneficiarse de las capacidades de un mayor número de sus integrantes;
permite a los miembros capitalizar sus fortalezas individuales; y promueve entre los
miembros de la organización un mayor sentimiento de interdependencia y un sentido de
cómo el propio actuar tiene un efecto sobre la organización en su conjunto”.(Liethwood,
pág. 61). De la misma forma surge, válidamente, la inquietud que en la medida que se
distribuyan funciones y se haga partícipe a la mayor cantidad de miembros de la comunidad,
se deben establecer mecanismos de control para asegurar que las tareas sean asumidas y
ejecutadas según los estándares requeridos.

Para concluir, podemos decir que el líder que se requiere en la actualidad, es un ser
revolucionario, que busque romper los esquemas de aquello que se perciba obsoleto o que
entorpezca el crecimiento de las instituciones. Una persona con el carácter, la convicción y
conocimiento adecuado para convertirse en un ejemplo, que motive la imitación y la entrega
de lo mejor de sí mismo. Este individuo lo encontramos bajo el paradigma del Liderazgo
Transformacional acompañando por una gestión distribuida basada en la confianza y la
motivación que logre generar en sus seguidores. Como reflexión final si bien un buen líder
debe poseer altas competencias creo que no se puede obviar la integridad de este líder.

“En un mundo cambiante, donde hay poca visibilidad y hay que tomar decisiones a cada
instante, necesitamos tener instrumentos que nos orienten, que nos indiquen el verdadero
norte para no equivocarnos. Esos instrumentos son nuestros principios” Fichman (2000).
BIBLIOGRAFÍA

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http://www.unesco.org/education/pdf/DELORS_S.PDF

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Gaspar, F.; Rojas, A. (2006). Bases del Liderazgo en Educación: Líderes escolares, un
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Martins, F.; Carmmaroto, A.; Neris, L.; Canelón, E. (2009). Liderazgo transformacional y
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Cambio en Educación), 11-24.

Leithwood, K. (2009). ¿Cómo liderar nuestras escuelas? Aportes desde la investigación.


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Valera, O. (2009) El cambio educativo desde la teoría hasta la práctica escolar. México.
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