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A veces tu alegría es la fuente de tu

sonrisa, pero a veces tu sonrisa puede ser la


fuente de tu alegría.
—Thich Nhat Hanh, nominado al Premio Nobel de la Paz en 1967.

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Experimento #1: Influencia del lenguaje


corporal sobre el estado de ánimo

Fuente

Pedí a algunos amigos que me ayudaran con un experimento. Les pasé


unas fotografías de personas con distintas expresiones corporales y faciales
y les pedí que imitaran el lenguaje corporal y facial de cada fotografía por
un período aproximado de 10 segundos. Las fotografías fueron seis: tres de
expresiones NO alegres y tres alegres. Las enlazo a continuación:

Fotografía número 1
Fotografía número 2
Fotografía número 3
Fotografía número 4
Fotografía número 5
Fotografía número 6
El objeto de mi experimento era analizar el efecto del lenguaje corporal
sobre el estado de ánimo propio cuando se emplea de una manera
determinada por un período mínimo de tiempo. Quería ver lo importante
que es nuestro lenguaje corporal para regular nuestra actitud, y lo rápido
que puede afectarnos. Los resultados fueron los siguientes:

Después de haber imitado distintos lenguajes


corporales que transmitían distintas actitudes (positivas
y negativas) ¿crees que, estando en un estado de ánimo
neutral, mantener alguna de las pasadas expresiones por
un tiempo más prolongado podría, dicho de manera
simple, alegrar, entristecer o malhumorar tu actitud aun
cuando tu actitud inicial era neutral?

Tres tercios (3/3) de los participantes respondieron de manera afirmativa,


agregando comentarios como:

Claro que sí puede. Si tu semblante es siempre de alegría la positividad


llegará más rápido a ti por que te vuelve más capaz de recibirla. Pero si
andas con un semblante triste, todo te dará tristeza. Si tu semblante es de
cara molesta, eventualmente empezarás a pensar en cosas que te molesten.
Es tanto así, que una sola cosa te puede parecer triste, molesta o graciosa,
dependiendo del ánimo o la cara que tenías al momento en que la viste.

-Anónimo.

Pues creo que sí, ya que sí me encontraba en un estado de ánimo algo


neutral.

Quizás no el uso prolongado, pero sí la repetición de gestos o la


utilización de los mismos sí puede transmitir tanto inter como
intrapersonalmente el sentimiento o la emoción que conlleva la kinestésica
comunicacional de la imagen.

-Anónimo.

¿Qué imágenes te gustó más imitar? ¿las alegres o


las NO alegres?

Tres tercios (3/3) de los participantes respondieron que les gustó más
imitar las imágenes alegres, agregando comentarios como:

Fueron más fáciles de imitar las no alegres, porque estoy en un estado de


ánimo parecido. Pero no me gustó imitarlas. Me gustaron las alegres:
aunque no eran muy expresivas, transmitían lo que era.

-Anónimo.

Cuando uno sonríe brilla. Pero cuando uno pone cara seria, se siente
poderoso, se siente imponente. El sentimiento de fuerza es una ambición: te
sientes grande y eso es innegable. Pero cuando sonríes brillas: simplemente
brillas y contagias a los demás de positividad.
Yo te diré que elijo brillar, y que prefiero imitar las sonrisas porque son
positivas.

-Anónimo.

Conclusión
El 100% de los participantes se sintieron afectados tras los 10 segundos
de imitación del lenguaje corporal de la imágenes. Les pedí que imitaran
SOLO el lenguaje corporal, y no el sentimiento que las imágenes
transmitían. Los resultados fueron que su actitud cambió (por unos pocos
segundos) al cambiar la posición corporal y la expresión facial.

Podemos concluir entonces, que tiene influencia el lenguaje corporal


sobre el estado de ánimo propio.

———
Imagen de GraphicMama-team en Pixabay

Desde hace un par de semanas para acá, he estado experimentando con el


lenguaje corporal y su efecto sobre el estado de ánimo propio y ajeno.

Descubrí que el estado de ánimo puede ser influenciado por el lenguaje


corporal, y que así como estar de brazos cruzados, sentados en una posición
perezosa, encorvados, mirando siempre al suelo o tener una expresión seria
en la cara afecta cómo nos sentimos de manera negativa (poniéndonos
tristes, desanimados, flojos o de mal humor), el pararse erguido, tener los
brazos abiertos, mirar al frente, mentón arriba o tener una expresión
amistosa o sonriente en el rostro puede mejorar nuestra actitud
significativamente.

Todo esto de los experimentos comenzó cuando leí uno de los capítulos
del libro “Cómo Ganar Amigos e Influir Sobre las Personas”, por Dale
Carnegie. En dicho capítulo, el autor hablaba de la importancia de tener una
sonrisa en el rostro, y el efecto que esto tiene sobre nuestra actitud y la de
los demás.

Pero hablamos de una sonrisa sincera, no una falsa y molesta: esas no


funcionan, y causan desagrado y siembran sospecha y desconfianza. ¿Cómo
diferenciar una de otra? Una intenta manipular a la otra persona, o agradarle
para que esta haga algo por nosotros u obtengamos algo de ella. La otra
sonrisa solo quiere alegrarle.

El lenguaje corporal influye en nuestro estado de ánimo más de lo que


tenemos idea. Sobre todo nuestras expresiones faciales. A continuación les
relataré los demás experimentos que hice y sus resultados. Pero antes,
compartiré un fragmento del texto de Carnegie que me parece muy
apropiado para la ocasión:

Veamos la forma en que lo dijo el extinto profesor William James:

“La acción parece seguir al sentimiento, pero en realidad la acción y el


sentimiento van juntos; y si se regula la acción, que está bajo el control más
directo de la voluntad, podemos regular el sentimiento, que no lo está.
De tal manera, el camino voluntario y soberano hacia la alegría, si
perdemos la alegría, consiste en proceder con alegría, actuar y hablar con
alegría, como si esa alegría estuviera ya con nosotros…”

Experimento #2: Influencia del lenguaje


corporal, la postura y el estado del cuerpo
sobre la actitud propia
Habiendo obtenido resultados positivos en varios otros experimentos (que
omitiré relatar por no estar 100% relacionados con el tema de hoy), decidí
pasar a la siguiente fase: la influencia del lenguaje corporal sobre mi
actitud.

Para este experimento tomé dos días comunes de mi semana: uno para
estudiar los efectos negativos del lenguaje corporal sobre la actitud propia,
y otro para los positivos.

El primer día apagué la alarma a las siete de la mañana y volví a dormir.


Terminé despertando nuevamente por debajo de las diez y media, y eso no
me agradó (lo cual fue bueno para el experimento).

Siguiendo con mis pruebas, encendí el televisor y vi varios programas de


entretenimiento vacío hasta casi un cuarto para el mediodía. Eso tampoco
me gustó, y mi actitud empezó a verse afectada.

Ese día no me cepillé los dientes hasta que llegó la noche, e igual no me
bañé hasta que llegó la noche. Además reinstalé un antiguo juego online
que me enviciaba antes y jugué más o menos un par de horas (divididas en
dos sesiones). Revisé Facebook en numerosas ocasiones, manteniendo una
postura encorvada en algunos momentos y “tirado” en la silla (en vez de
sentado) en otros.
Ese día amanecí animoso, con ganas de empezar mis experimentos y
ansioso por ver los resultados. Estaba alegre con lo que estaba haciendo,
sentía que hacía algo interesante de contar.

Para el final de la jornada me sentía decaído, inútil e irresponsable.

A pesar de que mi experimento pareciera una excusa para flojear en ocio


todo el día y que aparentemente la pasé muy bien y cómodo, la verdad es
que mis acciones irresponsables, improductivas y perezosas transformaron
mi actitud alegre de la mañana a una decepcionada en la noche.

Conclusión #1
El estado de ánimo puede ser afectado negativamente por nuestras
acciones, posturas y lenguaje corporal. Esto me mostró que cuando hay días
en los que termino decaído y no sé por qué “si en la mañana estaba
normal”, la probable causa sea un mal empleo inconsciente del lenguaje
corporal que terminó traducido en mala actitud.

———

En mi siguiente día de experimento quise probar el efecto positivo del


lenguaje corporal sobre el estado de ánimo propio. Para ello atendí la
alarma a las siete de la mañana levantándome con ansias, como si fuese un
niño de doce años emocionado porque ese día tiene un paseo emocionante.

Ese día fui más atento que el anterior con mi lenguaje corporal y mis
acciones: doblé las sábanas al decidir que no iba a dormir más, ordené la
habitación, hice el desayuno temprano, miré unos minutos las noticias, y
entre muchas otras cosas más; todo lo hice con la cejas arriba, con
expresión alegre.
Al llegar el mediodía ya tenía las baterías del entusiasmo al 100%, y
estaba emocionado por ver a dónde podría llegar. Cuidé mi postura: me
senté erguido y no revisé Facebook. Desinstalé el juego online. Leí un
capítulo más del libro que tengo pendiente. Planifiqué la estructura para un
cuento que estoy escribiendo y adelanté bastante de ese trabajo. Organicé
muchas cosas, hice muchas cosas; y en cada una de ellas, me concentré en
mantener una cara alegre y un cuidado lenguaje corporal abierto.

Al final del día, mi actitud era una completamente opuesta a la que tenía
en la mañana (en la mañana estaba poco animoso por el efecto negativo del
experimento del día anterior).

Conclusión #2
Solía pensar que para actuar con alegría era necesario primero sentirse
alegre; pero después de este experimento pude ver que, sí: el sentimiento
influye sobre la acción, y no tenemos el control completo de nuestros
sentimientos; sin embargo sí lo tenemos sobre nuestras acciones, sobre
nuestro cuerpo, sobre nuestro lenguaje corporal, y este, aunque no parezca,
tiene influencia sobre el estado emocional.

Tal como dijo William James, recuperar la alegría, cuando se ha perdido,


es posible al “proceder con alegría, actuar y hablar con alegría, como si
esa alegría estuviera ya con nosotros”.

Reflexión final
Cuando terminé de mostrar las imágenes a los participantes del
Experimento #1, pedí que me señalaran cuál de todas ellas les había
agradado más. La mayoría (66%) escogió la fotografía número 5, alegando
que el chico de esta fotografía "además de parecer alegre inspira
confianza".
Que la mayoría de los participantes se haya decantado por la fotografía
número 5, me hace pensar que, entre caras tristes, serias, molestas,
amistosas y de agradable aspecto que inspire confianza, la mayoría,
lógicamente, prefiere ver la última opción.

Ver caras que inspiren confianza por todas partes sería muy positivo para
cada individuo y por tanto para la sociedad. El problema es que queremos
ver caras agradables pero hacemos, a veces, todo nuestro esfuerzo para
mantener caras y posturas del tipo fotografía número 1, 2 y 3.

Inspiro a todo el que me esté leyendo (lo reto) a tener esta idea en mente.
Lo insto a ser consciente por un día de su lenguaje corporal y el nivel de
agrado y confianza que inspira su rostro.

Advierto a todos, inclusive a mí, que si se quiere ver más aspectos y


actitudes del tipo que irradia la fotografía número 5, se debe primero
trabajar por ser uno mismo el inspire esa confianza. Para ello es importante
que nuestro lenguaje corporal sea supervisado, corregido y orientado hacia
la alegría, el agrado y la confianza, por nosotros mismos. Es algo que
podemos controlar, es algo que podemos hacer. Es, ciertamente, algo por
qué empezar.

Ya hace casi dos siglos Darwin enunció la hipótesis del feedback facial
que en definitiva nos habla de que cambiar nuestra sonrisa y nuestra postura
corporal nos hace transformar nuestro estado de ánimo. Fuente

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Gracias por la visita, la lectura y el apoyo.


Nos estaremos viendo en próximos artículos. Buen día para todos.
Elieser Urbano

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