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Las Reglas Relativas de la Soberanía 1
Stephen D. Krasner 2
En la política internacional, la soberanía todavía gobierna. Las recientes crisis en
Kosovo, Georgia y Gaza son recordatorios de que el reconocimiento como estado
soberano es el anillo dorado que los líderes esperan poder alcanzar. El
reconocimiento le ofrece incluso a las comunidades pequeñas y débiles una
abundancia de beneficios, incluyendo el estatus internacional, la protección
diplomática, la posibilidad de controlar los recursos naturales, el derecho a emitir
moneda y a vender otros activos como las banderas de conveniencia o los nombres
de dominios de internet, y el acceso a los fondos de ayuda externa de los estados
más ricos y las instituciones financieras internacionales.
El reconocimiento internacional no es contingente de atributos tales como el
tamaño geográfico o la población. Tampoco depende de un gobierno efectivo ni de
una autonomía política completa. Andorra, por ejemplo, es un miembro pleno de
las Naciones Unidas y, sin embargo, el país – que se encuentra encajonado entre
España y Francia – tiene una extensión solo un poco superior a los 755 kilómetros
cuadrados y tiene una población de tan solo 83.000 habitantes. Sus jefes de estado
conjuntos son el presidente de Francia y el obispo de Urgell en España. Dos de los
cuatro miembros de su corte constitucional son designados por Francia y España.
Andorra no es siquiera el estado más pequeño que disfruta de reconocimiento
internacional. Esa distinción le pertenece a Nauru, una isla en el Pacífico Sur con
solo algo más de 10.000 ciudadanos y una superficie terrestre de 33 kilómetros
cuadrados. Trece de los estados miembros de Naciones Unidas tienen una
población inferior a 100.000 personas y 30 tienen una población inferior a 500.00
personas. Somalia ocupa un lugar en las Naciones Unidas y tiene una población
sustancial que ronda los seis millones de habitantes pero carece de un gobierno
efectivo. Taiwán, entretanto, es una entidad política prospera y bien gobernada con
una población de más de 20 millones, que solo es reconocida por alrededor de 20
estados (entre más de 190).
Si bien los lideres políticos quieren el reconocimiento internacional, es posible que
no quieran una independencia plena. Los estados miembros de la Unión Europea
son todos reconocidos internacionalmente como soberanos pero han
voluntariamente ratificado tratados que comprometen su propia autonomía
nacional. Para las grandes potencias europeas durante la década del 50,
especialmente Alemania y Francia, la integración representaba un camino hacia la
1
Publicado originalmente el 30‐03‐2009 como “Who Gets a State, and Why? The Relative Rules of
Sovereignty” en la version electronic de la revista Foreign Affairs. Disponible en
http://www.foreignaffairs.com/articles/64872/stephen‐d‐krasner/who‐gets‐a‐state‐and‐why
2
Stephen D. Krasner es el Profesor Graham H. Stewart de Relaciones Internacionales en la Universidad
de Stanford y es Miembro del Freeman Spongli Institute for International Studies en Stanford y de la
Hoover Institution. Entre 2005 y 2007 se desempeñó como Director del Policy Planning Staff en el
Departamento de Estados de los Estados Unidos.
1
paz así como hacia la prosperidad; para los nuevos estados miembros de la Europa
Central y del Este, la Unión ofrecía beneficios materiales así como una unión a
Occidente. Hasta el momento, los resultados son que la mayoría de los miembros
de la UE se han comprometido a una moneda común y que las decisiones de la
Corte Europea de Justicia tienen efecto directo y supremacía en los sistemas
judiciales nacionales de esos estados. En alrededor de 40 áreas temáticas
diferentes, los miembros de la UE han acordado un sistema de votación por
mayorías calificadas, lo que significa que los estados miembros están obligados a
cumplir incluso aquellas políticas públicas con las que están en desacuerdo.
La soberanía es, en otras palabras, aquello que los actores relevantes dicen que es.
Las muchas y diferentes configuraciones que prevalecen en relación con el
reconocimiento, la autonomía y la efectividad del gobierno nos demuestran que la
soberanía no tiene un único significado. La soberanía no ha sido desplazada por otros
modos de ordenar la vida política – tales como los esquemas de administración
fiduciaria, los estados tributarios o el gobierno regional o mundial – precisamente
porque ha sido tan maleable, no porque provea un modelo fijo y universal. Ningún
congreso fija reglas autoritativas acerca de cómo debería ponerse en práctica la
soberanía; ninguna corte ni arbitro resuelve los reclamos contrapuestos. Cualquier tipo
de acuerdo es posible, y la razón por la cual tienen éxito o fracasan los acuerdos
particulares no se relaciona con la medida en que estos se adecúan a un patrón
convencional sino más bien con la forma en la que se alinean con los intereses de los
actores locales e internacionales importantes. La soberanía es, en otras palabras,
aquello que los actores relevantes dicen que es.
Kosovo, que declaró su independencia en Febrero de 2008, es un ejemplo del modo
en que la comunidad internacional puede elegir concederle soberanía a una
comunidad pequeña y mal gobernada que se encuentra rodeada de vecinos
potencialmente hostiles. A principios de 2009, Kosovo había sido formalmente
reconocido por 54 países, incluyendo a la mayoría de los miembros de la UE, los
Estados Unidos, Canadá, Turquía y todos sus vecinos más cercanos a excepción de
Serbia. Rusia rechazó de plano la declaración de Kosovo, así como lo hicieron otros
países que están preocupados con la posibilidad potencial de que algunas regiones
disidentes dentro de sus fronteras sigan el mismo camino (tales como España y Sri
Lanka). China expreso una “grave preocupación”. Otros, incluyendo la mayoría de
los miembros de la Organización de Estados Islámicos, simplemente fueron
espectadores.
A Osetia del Sur no le ha ido bien en la lotería del reconocimiento. Hasta el
momento, solamente Rusia y Nicaragua han reconocido su soberanía. Si bien
Osetia del Sur es más pequeño, más pobre y gobernado al menos tan
problemáticamente como Kosovo, la verdadera diferencia entre ambos no radica
en sus características estructurales subyacentes sino en los intereses de otros
estados. Reconociendo a Osetia del Sur, Rusia busca disciplinar a Georgia y
mantener su autoridad en una región que considera dentro de su esfera de
influencia. Los Estados Unidos y otros países de Occidente, sin embargo,
preferirían mantener intacta a Georgia antes que permitir que se fragmente tanto
de jure como de facto.
2
Palestina enfrenta un desafía aún mayor para conseguir su soberanía. Una vez más,
sin embargo, los problemas que evitan una solución de dos estados al conflicto
Israelí‐Palestino no se relacionan con la población o la geografía sino con los
intereses políticos de los actores claves. Un aspecto crucial es la seguridad. Más allá
de la delimitación de las fronteras, Israel rechazará cualquier acuerdo que no
prevea autoridad israelí o de un tercero respecto de operaciones de seguridad
dentro de Palestina. Un estado palestino así reconocido no gozaría por tanto de
autonomía plena.
Existen diversos precedentes para este tipo de acuerdos de seguridad anidados.
Francia tiene responsabilidad por la defensa de Mónaco y Francia y España
comparten responsabilidad por la defensa de Andorra. La Misión de Asistencia
Regional en las Islas Salomón, liderada por Australia, supervisa el poder judicial y
la policía, y los Estados Unidos tienen autoridad plena respecto de la defensa y las
cuestiones de seguridad de los Estados Federados de Micronesia y la República de
las Islas Marshall. Durante el siglo diecinueve, las entidades políticas cuya
seguridad era controlada por actores externos hubieran sido denominadas
protectorados; en el siglo veintiuno, pueden ser aceptadas como estados soberanos
plenamente reconocidos.
El ambiente internacional es demasiado complejo para que cualquier conjunto de
reglas, inclusive aquellas relativas a la soberanía, sean aplicadas rígidamente en
todos los casos. El espectro político es hoy en día extremadamente amplio e
incluye a entidades políticas que no son generalmente reconocidas, pese a poseer
independencia de facto y control interno efectivo; a estados reconocidos y bien
gobernados han cedido su autonomía interna a través de la negociación; y a
estados que son plenamente reconocidos pero cuyos gobiernos tienen tan solo un
control limitado respecto de las actividades que ocurren dentro de sus territorios.
Los impedimentos para resolver lo que aparentan ser conflictos de soberanía –
como los que involucran a Kosovo, Osetia del Sur o Palestina – no son físicos,
intelectuales o legales, sino políticos, relacionados con los intereses de aquellos
actores cuyo consentimiento es necesario obtener para hacer que un acuerdo no
sea abandonado.