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DISIPARSE

Se ha ido disipando en una posada de Bristol, del siglo XVII, en la Sidrería de Temuco, en la
Cervecería del Correo, la Brasserie Lipp, el Deux Magots, en los bares del Hotel de France, del
Continental, el Black and White, Il Bosco, Los Pisos Blancos, El Amigo de Todas las Naciones, el
Siegmund, Los Cisnes de Macul y, sobre todo, éste de Nueva York 11.

Jorge recordó hasta el número de la casa de Hernán Cortés en cuyo patio nuestros hijos
pequeños se perdían, mientras en la tertulia se cruzaban las voces de Enrique Lihn, Samuel
Donoso, Guillermo Atías. Eran los tiempos en que, por recomendación suya, leímos por primera
vez Farenheit 451 y El Corazón es un Cazador Solitario, de Curson McCullers.

Hablamos de los poetas de la Frontera, también Neruda, pero sobre todo de los hijos de colonos,
de esos colonos franceses o suizos que respetaron a los mapuche y tuvieron buenas relaciones
con ellos. Se acordó de Luis Vulliamy. Me contó las últimas noticias del poeta León Ocqueteaux,
a quien no veo hace más de treinta años, pero que un día me mandó uno de sus poemas.

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