Dificultades de comportamiento: En edades muy tempranas
By Angela Glenn, Jacquie Cousins and Alicia Helps
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Constituye una lectura esencial para los profesionales de las instituciones educativas dedicadas a la primera infancia a la hora de encontrar maneras efectivas de enfrentarse a las dificultades de comportamiento.
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Dificultades de comportamiento - Angela Glenn
1. El comportamiento de los niños pequeños
El nacimiento de un bebé constituye, normalmente, un momento de mucha dicha. Ese bebé, normalmente también, nace en una familia que incluye muchas relaciones y también una red de amigos, en la que cada uno tendrá sus propias ideas acerca de la crianza de un niño.
Los primeros meses serán un periodo de adaptación al nuevo miembro de la familia quien, muy pronto, irá mostrándonos su propia personalidad.
Muchos bebés pasan, alrededor de los nueve meses, por una etapa de ansiedad de separación de su/s cuidador/es. Los bebés tienen sus propias emociones e intereses desde que nacen e, inicialmente, las expresan a través del llanto. Gradualmente, los bebés van adquiriendo una mayor movilidad, al principio gateando o arrastrándose, de modo que pueden alcanzar las cosas o ir hacia ellas por sí mismos. En esta etapa el principal objetivo del adulto debe ser preocuparse por su higiene y su seguridad.
Poco a poco, al tiempo que el bebé gane en movilidad, irá mostrándose más autónomo y explorará más. Esta exploración puede traer problemas y es una etapa esencial en la que padres y cuidadores deben ser muy cautelosos y dejar claro al niño lo que puede y lo que no puede hacer. Una voz firme y suave a la vez suele funcionar muy bien. A pesar de que algunas de sus travesuras pueden parecer graciosas, es importante no reírse, para que el niño no piense que es un juego y siga repitiendo su comportamiento. Esto puede dar lugar a que el adulto se frustre cada vez más y se enfade, enviando al niño, en este caso, un mensaje muy ambivalente.
Gradualmente, a medida que el niño se vuelve más consciente de su entorno, y cuando sabe que obtendrá una reacción, pueden llegar a prolongarse ciertos comportamientos. Incluso puede ocurrir que en esta primera etapa los padres y cuidadores empiecen a sentirse abrumados, hasta el punto de ser incapaces de manejar al niño.
Esta es también la etapa en la que los niños quieren hacer más cosas, pero necesitan más de la ayuda del adulto, y la demandan en mayor medida si no reciben el apoyo necesario.
A partir de los 18 meses, cuando la movilidad del bebé aumenta y se va convirtiendo ya en un niño, va formando sus propias ideas acerca de lo que le gusta y lo que no, adquiriendo una voluntad propia, a menudo muy fuerte.
Esta es la etapa de los terribles dos años
, como se la llama normalmente. Cuando el niño quiere algo, lo quiere inmediatamente y siente que los demás impiden que lo consiga. En esta etapa, el niño no ha desarrollado aún un autocontrol suficiente, no le afectan las amenazas ni tampoco está interesado en llegar a acuerdos. Pero los padres, sin embargo, suelen imaginarse que un niño que es capaz de hablar es también capaz de entender. Es entonces cuando afloran las dificultades; los padres intentan razonar con un niño que no se ha desarrollado lo suficiente a nivel emocional como para manejar las frustraciones que siente. Este es, ciertamente, un tiempo de desafíos para los padres y los cuidadores, dado que los enfados y la incapacidad para razonar suelen conducir a fuertes rabietas. En estos casos conviene aplicar las 3 Ces
.
Recordar las 3 Ces
: Ser CLARO, CONCISO Y CALMADO
Ser Claro en lo que se dice y centrarse en un solo aspecto cada vez.
Ser muy Conciso y usar el menor número de palabras posible, de tal modo que no confundamos al niño.
Decirlo todo con mucha Calma y repetir las cosas del mismo modo.
¿QUÉ ES LO QUE REALMENTE FUNCIONA CON LOS MÁS PEQUEÑOS?
Establecer límites muy claros.
Mantener una rutina que sea lo más regular posible.
Asegurarse de que el niño tenga claro que son los adultos quienes tienen el control y que no cederán ante ninguna presión que se exprese a través de una rabieta. No debe importar que el niño insista e insista.
Los adultos que trabajan con niños deben asegurarse de que todos ellos están de acuerdo en los mismos planteamientos educativos, porque los niños aprenden rápidamente cómo manipular a los adultos.
A algunos niños les gusta contar con una representación en imágenes de lo que va a suceder durante el día. Se puede colocar un mural en un lugar específico, con dibujos o fotografías, sobre la rutina de ese día. Se pueden ir colgando con velcro o con blu-tack. Puede abarcar toda la jornada o bien solo momentos importantes como por ejemplo la hora de ir a dormir. Estas fichas pueden mostrar acciones como tomar un baño, ponerse el pijama, leer un cuento antes de dormir o apagar la luz. A veces se pueden usar fotografías.
Los niños más pequeños necesitan normas muy claras a la hora de esperar su turno y compartir. Cuando se inicie un juego, conviene mostrar y decirles a los niños, de manera clara, cuáles son las reglas, y jugar con ellos hasta que estemos seguros de que son conscientes de ellas. Tan pronto como los niños pequeños parezcan ser conscientes de las reglas y haya menos riñas, podemos dejarles que jueguen solos, e intervenir solo si la situación se complica.
Conviene tener en cuenta que a un niño pequeño no conviene ofrecerle demasiadas opciones. Elecciones sencillas como por ejemplo: Hoy vamos a visitar a la tía María, ¿quieres ponerte los calcetines azules o los rojos?
, capacitan al niño para que se acostumbre a tomar pequeñas decisiones. Y esto le da la satisfacción de hacer una elección personal. Generalmente, se puede ofrecer una selección de dos opciones hasta que el niño haya madurado lo suficiente como para tomar mayores decisiones.
BUENAS PRÁCTICAS
EN SIETE SENCILLOS PASOS
Proponemos algunas ideas o pasos que los educadores deberían seguir siempre en el cuidado y educación de los pequeños. Los siete pasos a seguir, y que describimos a continuación a modo de buenas prácticas
, son los que siguen:
Paso 1: Ser consecuentes
Paso 2: Utilizar elogios y premios
Paso 3: Facilitar buenos modelos
Paso 4: Guiar y orientar al niño en sus actividades
Paso 5: Ignorar
los malos comportamientos
Paso 6: Cambiar de espacio o de lugar, cuando sea necesario
Paso 7: Aplicar sanciones solo como último recurso.
PASO 1. SER CONSECUENTES
Conviene empezar a actuar solo cuando tengamos la intención de seguir adelante, y haciéndolo siempre de manera calmada, clara y consistente. Permanecer calmado y no dejarse llevar por el niño es una táctica útil para lidiar con niños que están, por ejemplo, en medio de una rabieta. Reaccionar ante comportamientos de demanda de atención de una manera fría y deliberada tendrá el efecto de mostrar que estamos disgustados y que no le damos al niño el tipo de atención que está reclamando.
Si un niño, por ejemplo, está lanzando juguetes, el adulto puede simplemente ir hacia donde él está, recordarle muy bajito cuáles son las reglas y apartar suavemente el juguete. Una vez que las reglas se hayan establecido en su entorno y todos los miembros del equipo sepan cómo manejar este tipo de comportamientos, será de vital importancia que todo el mundo reaccione de la misma manera.
Es muy difícil volver atrás una vez que se ha establecido un precedente. Por ejemplo, si se ha permitido un día lanzar arena, eso animará a los niños a seguir haciéndolo para comprobar hasta dónde llegan los límites. Cuando todo el mundo conoce las reglas y cómo se aplican, es mucho más sencillo ser consecuente.
Los niños se sienten seguros cuando saben cuáles son las reglas y comprenden lo que se espera de ellos.
PASO 2. UTILIZAR ELOGIOS Y PREMIOS
Este es el modo más efectivo para reforzar el buen comportamiento. Premiar siempre al niño que intenta hacer algo, para mostrarle que lo está logrando y que los logros son divertidos. Es bueno demostrar al niño que nos complace su conducta.
Los premios pueden consistir en distintos tipos de cosas: elogios, abrazos, sonrisas, pegatinas, realizar sus actividades favoritas, poder utilizar el ordenador o la tableta, leer cuentos, escoger lo que se hará durante un determinado lapso de tiempo, diplomas, etc. ¿Cómo decidir cuál de ellos utilizar? El premio dependerá de cada entorno educativo.
En algunos entornos, es costumbre utilizar solo elogios verbales y reconocimiento, en vez de premiar materialmente los comportamientos. Hay niños a quienes les gustan particularmente ciertos premios, por ejemplo, tener un tiempo extra para realizar su actividad favorita, o una pegatina que diga ¡Bien hecho!
en su camiseta.
Uno de los premios más efectivos es el elogio de un adulto o su reconocimiento. Un simple: Me ha gustado mucho la manera en la que has ayudado a tu hermanito a recoger todos estos juguetes
puede ser muy efectivo. Reconocer públicamente sus logros es una poderosa herramienta para hacer que aumente su autoestima y su motivación.
Los premios no tienen que ser grandes
para obtener el efecto deseado. Es importante variar los premios y sustituirlos por otros cuando vayan perdiendo su impacto para que siga funcionando la motivación; un mismo premio no tiene por qué encajar con las preferencias de todos los niños.
Cinco reglas sencillas para utilizar bien los premios y elogios
El premio debe ser inmediato. Por ejemplo, si Pedro en el pasado se mostró reticente a la hora de ordenar sus juguetes y hoy está ayudando a recogerlos, se le puede decir inmediatamente algo como: Gracias, Pedro, por hacerlo tan bien y dejarlo todo tan ordenado
.
Al principio, le premiaremos cada vez que lo haga, y a medida que vaya siendo más fácil para