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Para llegar a Bogotá desde la costa caribeña de Colombia, había que viajar en
bongos y atravesar montañas sobre hombros humanos o lomos de bestias,
Bogotá fue la más aislada de todas las capitales virreinales españolas. La
mayoría de las carreteras colombianas si acaso y servían para el tránsito de
mulas. Siguiendo las tendencias norteamericanas y europeas, que habían
construido ferrocarriles hasta, realizar la mayor importación de tecnología que
realizara el país durante el siglo XIX. Fundamentalmente eran líneas cortas y
sin conexiones, los primeros ferrocarriles fueron construidos por capitales
privados, las compañías ferroviarias gozaban de subsidios gubernamentales.
Desde el siglo XX hasta comienzos de la Gran Depresión, el gobierno
colombiano asumió la financiación, construcción y administración de todas las
vías férreas. Luego de los años treinta, el Estado decidió, tomar gran parte de
los fondos para la construcción de carreteras, y con esto casi que finalizó la
construcción de líneas férreas.
Los políticos colombianos del siglo XIX, era práctica común confiscar los bienes
de la oposición derrotada o exigirles costosas indemnizaciones, Corporaciones
domiciliadas en el extranjero eran inmunes a las fricciones políticas internas.
Las disputas entre el gobierno y Cisneros era poca porque gozaba de
legaciones consulares británicas o norteamericanas, ya que muchos de ellos
fueron sus empleados o socios empresariales. La llegada de Cisneros a
Colombia también significó su monopolización empresarial en asociación con
los miembros más influyentes del sector exportador del país, en los años
ochenta era considerado como uno de los hombres más ricos de Colombia. Su
poder económico y su apoyo político, en 1883, se le señalaba como el “cuarto
poder” del gobierno. Cisneros usó sus redes personales e informales así como
sus testaferros para resolver conflictos empresariales y políticos a su favor. La
construcción de ferrocarriles en América Latina requería, numerosos
trabajadores baratos para tareas duras y peligrosas. Esclavos negros, indios
semi-esclavos, inmigrantes de todas las razas, coolíes chinos y otras gentes de
color, juntos con presidiarios y soldados, se empleó a Carlos Sáenz, director de
la penitenciaría bogotana, como administrador de trabajadores en la
construcción del primer ferrocarril del río Magdalena a la capital, esta práctica
desapareció, ya que el trabajo ferroviario era más apropiada para la labor
asalariada que para el trabajo forzado.