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Educación en la edad media

Estamos ante un período en el que la civilización Oriental empieza a dar muestras de debilidad
y el imperio islámico se disolvía; es cuando la iniciativa en la investigación y el saber pasa a
Occidente, donde las escuelas catedralicias del norte de Europa se convirtieron en instituciones de
una actividad cultural revitalizada.

Hasta entonces Europa era dependiente de Oriente, tanto en lo económico como en lo intelectual,
pero ya en el siglo XI se independizó económicamente con excedentes de agricultura y manufacturas
que permitieron revivir el comercio.

Al mismo tiempo se daba una mayor centralización de la autoridad, en los gobiernos seculares de
Alemania, Francia, Inglaterra y en la Iglesia (papa); ocurriendo un crecimiento paralelo entre las
autoridades de la Iglesia, el Estado y el comercio.

La Iglesia dominaba el conjunto, aunque hubo muchos conflictos en los cuales se enfrentaban a los
poderes seculares. Dado que los enfrentamientos con la Iglesia ocurrieron en mayor parte frente al
imperio alemán, Francia gozó de una relativa tranquilidad y pudo desarrollarse al margen de esas
disputas. La prosperidad económica de sus ciudades, erigidas entorno a las sedes episcopales,
desembocó en el símbolo de la abundancia medieval: las grandes catedrales.

La palabra (lat. Cátedra, silla, sede) significa la iglesia en que se encuentra el trono del obispo.
Las grandes catedrales de piedra empezaron a construirse después del primer milenio; la mayor
parte datan de 1050 al 1350. Los edificios eran espectaculares, con cimientos hasta 10 metros y
alturas que podían sobrepasar los 100 metros.

En el siglo X ya existía la aprobación general de la responsabilidad educativa por parte de las


catedrales y de otras grandes iglesias. Esto continuó en el siglo XI, con lo que dichas instituciones
se convirtieron en un recinto en el cuál concurría un creciente número de personas que aspiraban a
una vida cultural.

La riqueza que hizo posible la construcción de esos edificios, cambió también otros aspectos de la
sociedad y por primera vez se toman prácticas para educar a una nueva clase acomodada; la
creación del cabildo o sociedad de canónigos, que formaban un clero especial dentro de las
catedrales, con el fin de ocuparse de sus funciones administrativas.

Sin embargo, la enseñanza impartida en las catedrales del siglo XI no se ajustaba a los nuevos
tiempos; aparentaba ser una intensificación de las primitivas formas docentes basadas en la
conservación enciclopédica de las artes liberales, las cuales estaban centradas en la filosofía como
centro de todos los saberes y se consideran imprescindibles para la lectura, la comprensión y el
análisis de los textos sagrados; además se identificaba exclusivamente con la vida tradicional de los
clérigos instruidos. Las artes liberales se agrupaban en dos grandes bloques: el trívium y el
quadrivium a los que se añadían la medicina, el derecho y la teología.
El primer intento de ampliar el programa de estudios habría ocurrido por parte de Gerberto de Aurillac
que fue rector, hasta que fue elegido papa como Silvestre II. Instaura el programa completo de las
artes liberales, entre ellas la dialéctica y la lógica. El método de Gerberto consistía en leer y enseñar
textos latinos; una vez asimilados éstos, ponía a sus discípulos e manos de un sofista para que los
ejercitara en el arte del debate y la oratoria. Pero el interés principal de Gerberto fue el quadrivium,
en contraste con la tendencia de la época. Enseñaba matemáticas, música, astronomía, tratando de
usar modelos mecánicos del firmamento, instrumento de cuerda, etc.

El trívium se traduce como “tres vías” y se compone, efectivamente, de tres artes o materias: la
Gramática, la Dialéctica y la Retórica; la Gramática es el arte de leer y escribir. Era la base de todas
las demás artes. Todos los estudiantes debían dominar el latín escrito y hablado.

En la Dialéctica los estudiantes aprendían a dialogar apoyándose en razonamientos. Se basaban


fundamentalmente en la lógica de Aristóteles. En la literatura se creó un género: los debates, en los
que se enfrentaban dos ideas. Y en la retórica los estudiantes aprendían todos los aspectos para la
elaboración de un discurso y su exposición ante un auditorio.

Por otra parte todas las artes del quadrivium tiene que ver con las matemáticas: aritméticas (no la
que conocemos hoy en día), música, geometría y astronomía.

En los siglos siguientes se produciría una reflexión profunda sobre las relaciones entre Estado,
Iglesia y el hombre.

El papa Gregorio VII trató de imponer la supremacía eclesiástica sobre el Estado, mediante una
nueva aserción de las teorías políticas derivadas de Agustín, en particular la Ciudad de Dios.
Las escuelas catedralicias o colegiales tenían un carácter de educación puramente eclesiástica.
Todos sus estudiantes y profesores eran clérigos o aspirantes a tales, es decir ordenados en algún
grado, y los estudios que realizaban eran puramente verbales. Las matemáticas nunca se enseñaron
en estas escuelas, con la única excepción del cálculo de fechas y fiestas movibles. Los
conocimientos y técnicas exigidos por la vida práctica se desarrollaron por otros caminos: los
gremios.

En los siglos XI y XII, las artes y habilidades técnicas necesarias – incluso para la construcción
de catedrales – estuvo a cargo de los gremios; éstos habían sobrevivido desde la época romana
como organizaciones religiosas y fraternales. Los canteros y albañiles, responsables de la
construcción de las catedrales, usaban sus propios talleres, como locales de reunión donde
celebraban sus ritos religiosos y fraternales. Con el tiempo, las técnicas de su oficio llegaron a formar
parte de esos ritos, y, dado que muchas de tales técnicas se guardaban celosamente, las actividades
del gremio de los albañiles fueron mantenidas como un secreto, lo cual conllevó a que el acceso a
dicho gremio se hiciera más difícil.

Este proceso se extendió a todos los demás gremios, y hacia el siglo XII se había introducido la
costumbre de formar hermandades que tenían por fin preservar los secretos y técnicas de sus
respectivos oficios.

Los gremios ejercían monopolio sobre la práctica del oficio. Se comenzaba como aprendiz, alrededor
de los 13 años, etapa de unos 7 años, cuando se llegaba al 2º grado de competencia primaria. Luego
sería elevado al rango de oficial. A partir de aquí su admisión en la sociedad de maestros dependía
de la realización de una ‘obra maestra’ o tarea específica, que equivalía a un examen final. En todo
este proceso iban entremezclados otros requerimientos menos aparentes, ritos religiosos y secretos.
Los gremios fueron el instrumento que permitió a Europa conservar sus conocimientos técnicos, y
en muchos casos asimilaron y experimentaron nuevas ideas. Volvieron a dar vida a muchas de las
prácticas de la antigüedad que parecían haberse perdido, y ellos mismos se convirtieron en fuente
de gran parte del desarrollo científico posterior. Introdujeron innovaciones de musulmanes y
mongoles, como la pólvora, la fabricación de papel y la escritura en letras de molde.

Con el paso del tiempo los gremios crearon también una literatura propia, generalmente escrita en
lengua vernácula, no obstante, siguieron formando parte de sus sistemas cerrados, y en sus
esfuerzos por preservar este rasgo característico los gremios llegaron incluso a fundar sus propias
escuelas elementales, destinadas específicamente a los hijos de sus miembros. De esta manera
surgió en la educación un dualismo que había de perdurar durante siglos. Dos tradiciones marchaban
a la par, una técnica y práctica, seguida por los artesanos, la otra verbal y teórica, propia de los
clérigos.

Al lado de las escuelas catedralicias seguían funcionando las escuelas monásticas. La


aplicación de la dialéctica se llevó a cabo también en las escuelas monásticas, aunque en éstas las
tendencias eran mucho más conservadoras que en las catedrales. Algunos eruditos notaron el peligro
potencial de la dialéctica aunque otros la usaron para demostrar las verdades de la fe.

El interés por la dialéctica y la lógica fue lo más notable – y que comprometió a los eruditos – de la
educación en el siglo XI y principios del XII. La educación en las catedrales, colegiatas y escuelas
monásticas permitió la formación de la mayor parte de los litterati de la época. Quizás sólo el 1% de
la población accedía a la escolaridad e instrucción, restringida a los clérigos y jóvenes destinados a
recibir las órdenes sacerdotales.

Carlomagno realizó una reforma cultural de gran alcance. Para elevar el nivel intelectual de
los eclesiásticos y de los magistrados de su Imperio, dispuso que toda catedral o monasterio tuviera
su escuela en manos de maestros aptos y entusiastas. Decidió después, extender la instrucción a
los laicos, para preparar buenos servidores del Estado.

Carlomagno fundó tres especies de establecimientos de instrucción: escuelas para el pueblo,


escuelas superiores y seminarios de música. En las escuelas populares aprendían los niños a leer,
escribir y contar. Teodulfo, obispo de Orleans, hizo establecer escuelas de esta clase en todos los
pueblos de sus diócesis, disponiendo que la enseñanza fuese gratuita, a fin de que hasta los más
pobres pudieran adquirir la instrucción necesaria a los ciudadanos. De los establecimientos
superiores, el más antiguo es la escuela de la corte. Los seminarios destinados a formar cantores
para las iglesias, se crearon en Mez y Soisson, poniendo al frente de estos establecimientos a Teodor
y Benito, hombres aventajados en la música.

En lo que se conoce como Época oscura o Sitio de la Cristiandad Europa padece una serie
de ataques y como consecuencia ocurre el fraccionamiento del poder en múltiples señoríos que se
reconoce con el nombre de régimen feudal o señorial.
Durante éste periodo la Iglesia lucha por obtener una unidad moral y religiosa, con una experiencia
educativa infunde espiritualidad en todas las manifestaciones de la vida social. Así presenta a los
nuevos guerreros feudales un nuevo ideal educativo: la caballería. El proceso formativo del nuevo
caballero es tan regulado como el del aspirante a clérigo; se consideraba el aprender como algo
inseparable al servir. A los siete años el futuro caballero dejaba la casa de sus padres y se dirigía a
la corte o castillo de un señor feudal, donde servía a las damas o acompañando al señor en cacerías
o torneos; a los catorce años se convertía en escudero donde aprendía trinchar y servir las viandas
y también se encargaba de la manutención de os caballos y las armaduras. A los diecisiete años
solía realizar largas expediciones para cumplir con alguna hazaña brillante antes de recibir la orden
de caballería. Cuando se acercaba a los veinte y un años velaba sus armas durante la noche en la
capilla del castillo, luego un sacerdote bendecía su espada y se la ceñía, mientras que el caballero
juraba “defender a la Iglesia, perseguir a los malvados respetar el clero, proteger a las mujeres y los
pobres mantener la paz en su tierra y verter su sangre en socorro de sus hermanos”.

La caballería como institución constituyó una escuela de disciplina, de respeto, de dignidad, y de


heroísmo. Con el correr del tiempo los principios de moral caballeresca se fueron abatiendo, varios
factores contribuyeron al desprestigio de ésta institución feudal: cambios en la guerra como por
ejemplo el empleo de la pólvora, el romanticismo de las aventuras, etc.

La organización más perfecta de la edad media fueron las Universidades, su origen se debe
al desarrollo que tomaron ciertas instituciones en cuanto a la calidad de sus maestros y la profundidad
de sus estudios. Maestros y discípulos se agruparon para constituir un gremio: “La Universitas”, en
su totalidad dieron su nombre a la Universidad. Cada maestro explicaba sus lecciones donde quería
o podía, paso a paso fue conquistando su autonomía y se fue organizando.

Dentro de la misma universidad, estudiantes y maestros dedicados a una misma especialidad se


reunieron en organismos denominados facultades y así nacieron las facultades de arte, medicina,
derecho y teología.

El estudio de la facultad de artes tenía por base las siete artes liberales, se correspondía al plan de
estudio de la escuela monástica o catedralicia, un poco más ampliado.

Los que estudiaban en la facultad de derecho podían especializarse en el derecho eclesiástico y


estudiaban los cánones o disposiciones eclesiásticas, o también podrían estudiar el derecho civil.

En la facultad de medicina se consideraba como suprema autoridad a Hipócrates (400 a.C) o Galeno
(II d.C), sin embargo en la facultad de teología se exigía a los especialistas en dicha ciencia.

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