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La Ciencia Mental
THOMAS TROWARD

Traducción y Comentarios de Marta Martín

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T ítulo original: The Edinburgh Lectures on Mental Science

©Copyright de la traducción a español: Marta Martín Fdez. 2013-2015

©Copyright de esta edición: Marta Martín Fernández 2015


Traducción y Comentarios: Marta Martín

ISBN: 978-84-616-5895-4

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autorización escrita de los titulares de la propiedad intelectual. La infracción de los derechos mencionados puede
ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (arts. 270 y sgts. del Código Penal).

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No debemos contradecir la Ley
esperando que haga por nosotros
lo que sólo puede hacer
a través de nosotros

Thomas Troward
1909

El autor dedica con afecto


este pequeño volumen
a su esposa

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ÍNDICE
1 INTRODUCCIÓN
2 LOS EJERCICIOS
3 THOMAS TROWARD
4 EL ESPÍRITU Y LA MATERIA
5 EL MODO MÁS ELEVADO DE INTELIGENCIA CONTROLA AL MÁS BAJO
6 LA UNIDAD DEL ESPÍRITU
7 LA MENTE SUBJETIVA Y LA MENTE OBJETIVA
8 OTRAS CONSIDERACIONES SOBRE LA MENTE SUBJETIVA Y LA MENTE OBJETIVA
9 LA LEY DEL CRECIMIENTO
10 LA RECEPTIVIDAD
11 LA ACCIÓN RECÍPROCA DE LA MENTE UNIVERSAL Y LA MENTE INDIVIDUAL
12 CAUSAS Y CONDICIONES
13 LA INTUICIÓN
14 LA CURACIÓN
15 LA VOLUNTAD
16 EN CONTACTO CON LA MENTE SUBCONSCIENTE
17 EL CUERPO
18 EL ALMA
19 EL ESPÍRITU
20 C U R S O S
TU PODER INTERIOR Y LA CIENCIA MENTAL
21 SOBRE MARTA MARTÍN

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1 INTRODUCCIÓN

¿Es posible comprender la luz? ¿Cómo traducir y comunicar esa luz? Éstas son las
dos grandes cuestiones a considerar cuando se lee a Thomas Troward o cuando,
como ha sido mi caso, se le traduce.

Te encuentras frente a uno de los autores más profundos en su acercamiento al


inconmensurable Poder Creador del Pensamiento de los seres humanos, y también
uno de los más difíciles de comprender. Thomas Troward (1847-1916) era conocido
por esto en su época y estoy segura de que darás fe de su fama. Su exhaustivo
análisis de nuestra mente y del papel que ocupa en este universo nos obliga a
abrirnos a “Aquello” de donde la mente nace: una fuente invisible de vida e
inteligencia, la Conciencia que es la más pura esencia de todo lo que existe.

Deshacer nuestra individualidad para abrazar nuestra universalidad de esta


manera es una audaz osadía que requiere un esfuerzo ímprobo. Sólo después de
llevar a cabo la voluntad de subir una montaña podemos ser testigos de la
magnificencia de la que es dueña esa cumbre. De igual modo, a fin de llegar a
comprender el poder que alberga nuestra mente, necesitamos elevarnos por encima
de ella.

Este libro no ofrece un tipo de lectura convencional, sino más bien un proceso de
apertura mental, de descubrimiento de tu infinita naturaleza y de todas las
posibilidades que semejante hallazgo pone en tus manos. Te invito a participar en
este viaje ayudado de tu voluntad de seguir recorriendo las palabras que tienes entre
manos. Te lo advierto, tu ego puede insinuar: “No lo entiendo. Esto no tiene
sentido. No quiero seguir leyendo, ¿para qué? No lo necesito”. Por favor,
comprende que el tándem de la mente y el ego es el mecanismo que te mantiene
dentro de los confines de lo conocido y apartado de tu evolución personal. La
dificultad, que es posible que encuentres al comenzar esta lectura, es la voz de un
ego incómodo ante su inminente desaparición. Se rebela a perder el protagonismo en
beneficio de un poder superior que te pertenece: el de desentrañar el fantástico
enigma de la vida y tomar conciencia de que eres un creador, y creas con tu
pensamiento.

Tu mente es una extensión de la Mente Universal: la Fuente de Infinita Inteligencia


que es el origen de todo en esta vida. Al aprender cómo acudir a ella estarás listo
para recorrer el camino del Científico Mental. Es posible que al leer las palabras de
este libro notes que tu mente se detiene y te invade una sensación de dicha
inexplicable, de deliciosa apertura y de plenitud, un profundo sentimiento de Amor.
Si esto sucede has de saber que te encuentras en el camino correcto y que La Ciencia

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Mental está logrando su propósito.

Tales respuestas se deben al reajuste que tiene lugar en tu mente gracias al


elevado enfoque mental que requiere comprender los conceptos que Troward
presenta, y la consecución de los pasos que sitúa frente a ti. La sensación de
excelente alegría es señal de que en ese momento estás siendo plenamente consciente
de la naturaleza de la Mente Universal, o Inteligencia Infinita, de la que formas parte.

La traducción de este libro ha sido una labor extremadamente minuciosa. La


profundidad de sus conceptos hace que una sola palabra fuera de su sitio
imposibilite la comprensión de sus ideas, tan abstractas. Es importante que te
adentres en este contenido paso a paso, descubriendo y analizando cada impresión,
practicando los ejercicios a fin de hacer tuyo este conocimiento, y tratando de
asimilar las notas, dirigiendo esta pregunta al centro de tu ser: “¿Qué significa esto
para mi?”. Al hacerlo así, volverás a leer esta obra repetidas veces y comprobarás
que cada lectura te ofrece nuevos significados y renovadas comprensiones. Estos
sitúan en tus manos el poder creador de la vida y te otorgan la capacidad de
PENSAR por ti mismo, para que pensando des forma a la vida de tus sueños más
intrépidos.

Marta Martín

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2 LOS EJERCICIOS

Utiliza un reloj y hazlos. Te recomiendo que tengas a mano un cuaderno de trabajo y


tomes notas de los puntos más importantes para ti.

Al volver a leer un capítulo es posible que no recuerdes absolutamente nada y que


leas las palabras con un significado nuevo del que antes no te habías percatado, ni
habías comprendido.

Troward te saca de tu mente. No tengas miedo de perderte. Volverás a


encontrarte: a encontrarte contigo mismo en una versión mejorada de ti.

Una gota de agua del mar no puede comprender la magnificencia del océano, no
obstante forma parte del océano y en sí misma contiene todas las propiedades del
mismo. Esa gotita es muy importante, porque sin gotas no habría mar. Ésta es la
relación entre nuestra mente y la Gran Mente Universal, o Inteligencia Infinita de la
que nos habla Troward.

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3 THOMAS TROWARD
Thomas Troward nació en Punjab, India, en 1847 de padres británicos: Albany y
Frederica Troward. Su padre fue coronel del ejército en la India. Troward viajó a
Inglaterra para formalizar sus estudios y en 1865, con 18 años, se licenció Cum
Laude en Literatura. Más tarde decidió estudiar Derecho, aunque siempre se
consideró artista y pintor.

En 1869 regresó a India, convirtiéndose en Delegado Asistente de Su Majestad y


después en Juez Divisional de la zona Punjab del norte de la India, puesto que ocupó
desde el año 1869 hasta que se jubiló en 1896. Se le recuerda y aclama por este
último periodo, durante el cual pudo entregarse a su gran interés en la metafísica y en
los estudios esotéricos.

Los resultados más notables de su estudio fueron unos pequeños volúmenes que
han ejercido un profundo impacto en el desarrollo de la metafísica espiritual, en
particular en el movimiento de La Nueva Era en los Estados Unidos y Gran Bretaña,
para el que La Ciencia Mental es el legado más directo de Troward.

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4 EL ESPÍRITU Y LA MATERIA
A l dar comienzo a una serie de conferencias sobre la Ciencia Mental, resulta
difícil para el profesor decidir la mejor manera de exponer el tema ya que puede ser
abordado desde muchos puntos de vista, cada uno con sus particulares ventajas. No
obstante, tras una cuidadosa deliberación, me parece que para el propósito del curso
actual no podríamos elegir un mejor comienzo que la relación entre el espíritu y la
materia.

La distinción habitual entre ambos nos resulta muy familiar. Todos pueden
reconocerla y esto me permite utilizar los adjetivos con los que solemos expresarla:
el espíritu está vivo y la materia está muerta.

Ambos términos expresan con gran claridad nuestra impresión actual sobre la
antítesis entre el espíritu y la materia, que sin duda alguna es correcta si los
consideramos únicamente desde el punto de vista de las apariencias externas. La
especie humana está en lo cierto al confiar en la evidencia de los sentidos y
cualquier método que nos indique que no lo hagamos nunca se afianzará en una
comunidad saludable. No existe nada malo en el testimonio que los sentidos
transmiten a la mente, no obstante surge el error cuando interpretamos el significado
de tal información.

Estamos acostumbrados a juzgar sólo las apariencias externas y los significados


limitados que atribuimos a las palabras; pero cuando empezamos a indagar en el
significado real de nuestros vocablos y a analizar las causas que son el origen de las
apariencias, nuestras nociones se vienen abajo gradualmente hasta que finalmente
despertamos al hecho de que estamos viviendo en un mundo totalmente distinto al
que habíamos conocido anteriormente.

El modo de pensamiento viejo y limitado ha desaparecido casi sin darnos cuenta y


descubrimos que nos hemos adentrado en un nuevo orden de cosas en el que todo es
vida y libertad.

Éste es el trabajo de una inteligencia iluminada, que resulta de la determinación


constante por descubrir que la verdad es independiente de cualquier noción
preconcebida o derivada de cualquier fuente, y pensar honestamente por nosotros
mismos en vez de procurar que otros piensen por nosotros.

Comencemos entonces indagando en lo que realmente queremos decir cuando


hablamos de la vida que atribuimos al espíritu y de la muerte que atribuimos a la
materia.

En primer lugar, podemos declarar que la vida consiste en el poder del

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movimiento y la muerte en su ausencia. No obstante, las últimas investigaciones de la
ciencia demuestran que esta distinción no es lo suficientemente profunda. Uno de los
hechos fundamentales de la física es que ni un sólo átomo de lo que llamamos
"materia muerta" carece de moción. En la mesa que se encuentra frente a mí hay una
pieza de acero sólido, pero a la luz de la ciencia actual sé que los átomos de esa
masa aparentemente inerte están vibrando con una intensa energía, moviéndose
activa y continuamente de un lado a otro, colisionando y rebotando unos contra otros,
o dando vueltas como sistemas solares en miniatura, con una rapidez incesante, cuya
compleja actividad sobrepasa nuestra imaginación.

La masa, como masa, puede yacer inerte sobre la mesa, pero lejos de carecer del
elemento del movimiento es la morada de una energía inagotable que mueve las
partículas con tal rapidez que la de un tren expreso no es nada en comparación.

Por lo tanto, no es el mero hecho del movimiento la clave de la distinción que


trazamos entre el espíritu y la materia. Debemos ir todavía más profundo. Nunca
encontraremos la solución al problema comparando la vida con lo que llamamos
muerte, y veremos el motivo claramente más adelante; más bien, la verdadera clave
se encuentra en comparar un grado de vida con otro.

Por supuesto, en un cierto sentido la cualidad de la vida no admite grados, pero en


otro se trata por completo de una cuestión de grados. No dudamos que una planta
esté viva, pero nos damos cuenta de que eso es algo muy distinto a la vida de un
animal. De nuevo, ¿no preferirá un niño como mascota a un foxterrier antes que a un
pez? O: ¿por qué el niño está más evolucionado que el perro? La planta, el pez, el
perro y el niño, todos están igualmente vivos; pero existe una diferencia irrefutable
en la cualidad de su vida, y nadie dudaría en afirmar que la diferencia radica en el
grado de inteligencia.

De cualquier manera que lo consideremos, siempre nos daremos cuenta de que lo


que llamamos “vida” de cualquier vida individual se mide en última instancia por su
inteligencia. Es la posesión de una mayor inteligencia la que sitúa al animal en un
nivel más alto de existencia que a la planta, al hombre en uno más alto que al animal
o al hombre intelectual en uno más alto que al salvaje.

Una mayor inteligencia activa formas de movimiento de un orden más elevado,


que se corresponden consigo misma. A mayor inteligencia, mayor control sobre el
modo de acción. Y a medida que descendemos en la escala de la inteligencia, ese
descenso se ve marcado por un incremento correspondiente en la acción automática,
una acción que no está sujeta al control de una inteligencia consciente de sí misma.
Este descenso es gradual, desde el vasto auto-reconocimiento de la personalidad
humana más elevada hasta el orden más bajo de las formas visibles que
denominamos “cosas”, en las que la posibilidad del auto-reconocimiento es nula.

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Vemos entonces que la vida de la Vida consiste en la inteligencia: en otras
palabras, en el poder del Pensamiento. Y por lo tanto podemos decir que la cualidad
distintiva del espíritu es el Pensamiento y, por el contrario, la cualidad distintiva de
la materia es la Forma.

No podemos concebir la materia sin la forma. Debe existir alguna forma, aunque
sea invisible al ojo físico, puesto que la materia, para ser materia, debe ocupar un
espacio, y ocupar un espacio en particular implica una forma correspondiente.

Por estas razones podemos decretar como propuesta fundamental que la cualidad
distintiva del espíritu es el Pensamiento y que la cualidad distintiva de la materia es
la Forma. Ésta es una diferenciación radical a la que siguen importantes
consecuencias y por lo tanto debe ser considerada cuidadosamente por el estudiante.

La forma implica una extensión en el espacio y también una limitación por ciertos
márgenes. El pensamiento no implica nada de eso. Por ejemplo, cuando pensamos en
la vida como algo que existe en alguna forma en particular, la asociamos con la idea
de una extensión en el espacio, por lo que podemos decir que un elefante consiste en
una sustancia viva en mayor cantidad que un ratón. Pero si pensamos en la vida como
el hecho de vivir, no lo asociamos con ninguna idea de extensión en el espacio, y por
fin nos damos cuenta de que el ratón está tan vivo como el elefante,
independientemente de la diferencia de tamaños.

El aspecto más importante de la distinción anterior es que si podemos concebir


algo totalmente desprovisto del elemento de extensión en el espacio, debe estar
presente en su totalidad en todas partes y en cualquier lugar: o lo que es lo mismo, en
todos los puntos del espacio simultáneamente.

La definición científica del tiempo es el periodo ocupado por un cuerpo que pasa
de un punto determinado en el espacio a otro y por lo tanto, de acuerdo a esta
definición, cuando no hay espacio no puede haber tiempo, y así, la concepción del
espíritu que le describe como desprovisto del elemento del espacio debe también
describirle como desprovisto del tiempo.

Por lo tanto nos damos cuenta de que la noción del espíritu como puro
pensamiento y no como forma concreta es la idea del mismo como algo que subsiste
perfectamente y con independencia absoluta del tiempo y el espacio. Por ello, si
concebimos la idea de que existe algo a ese nivel, sólo podemos representar a esa
cosa como presente aquí y ahora. Desde este punto de vista, nada puede estar lejos
de nosotros ni en el tiempo ni en el espacio: o la idea está totalmente disipada o
existe como una entidad que de hecho está presente, y no es algo que “será” en el
futuro, porque si no hay secuencia en el tiempo, no puede haber futuro.

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Del mismo modo, donde no hay espacio no puede existir la noción de que algo
pueda encontrarse a una distancia de nosotros. Cuando el tiempo y el espacio son
eliminados, todas nuestras ideas de las cosas deben, necesariamente, existir en un
aquí universal y en un eterno ahora.

Sin duda alguna, ésta es una concepción muy abstracta, pero yo le pediría al
estudiante que procure comprenderla completamente, puesto que resulta de vital
importancia en la aplicación práctica de la Ciencia Mental, tal y como veremos más
adelante.

El concepto opuesto es aquél en el que las cosas se expresan a sí mismas


condicionadas por el tiempo y el espacio y así establecen toda una variedad de
relaciones entre sí, como la del tamaño, la distancia y dirección o la secuencia en el
tiempo.

Ambos conceptos son, respectivamente, el de lo abstracto y el de lo concreto, el


de lo no condicionado y el de lo condicionado, o el concepto de lo absoluto y de lo
relativo. No son opuestos entre sí en un sentido de incompatibilidad, sino que uno
complementa al otro y la realidad única radica en la combinación de ambos.

Es un error del extremadamente idealista tratar de lograr lo absoluto sin lo


relativo y un error del materialista tratar de lograr lo relativo sin lo absoluto. Por un
lado, es un error tratar de lograr lo interno sin lo externo y por otro, tratar de lograr
lo externo sin lo interno: ambos son necesarios para formar una entidad sustancial.

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Ejercicio

Intenta lograr oscuridad total y una ausencia absoluta de ruido en una habitación.
Acuéstate cómodamente. Respira profundamente unas cuantas veces y relaja todo tu
cuerpo. Cierra los ojos.
Eres consciente de la respiración, consciente del peso de tu cuerpo en la cama,
consciente de algún tenue sonido. Eres consciente de que hay pensamientos.
Obsérvalos como un fenómeno más, como el ruido o la oscuridad.
Trata de sentir que te extiendes más allá de los límites de la piel, deja que tu
conciencia de ti mismo se abra más allá de los límites del cuerpo.
Reconoce eso en ti que sabe “yo soy” “yo existo”.
Sabes que eres, que existes. No obstante, no puedes ubicar eso en un punto concreto
de tu cuerpo. ¿Dónde está tu sensación de existir? No puedes “limitarla” a un punto
en el espacio, pero tampoco puedes alejarte de ella.
No puedes encontrarla porque no hay ningún espacio que recorrer para ello. No tiene
forma y está más cerca de ti que tu propio aliento. Está presente siempre, aquí y
ahora.
Céntrate por completo en ella y date cuenta de que aquí y ahora no existe nada más
que esto.
Aquí y ahora, sólo existes.
Aquí y ahora, dónde estás sólo es una idea, un recuerdo.
Aquí y ahora, quién eres sólo es una idea, un recuerdo.
Aquí y ahora eres, existes.

Tu sensación de existencia es el espíritu.


Tu sensación corporal es la materia.

Tiempo recomendado: 20 minutos.

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5 EL MODO MÁS ELEVADO DE INTELIGENCIA
CONTROLA AL MÁS BAJO

H emos visto que el descenso desde la personalidad, tal y como la conocemos en


nosotros mismos, hasta la materia, según la conocemos en aquello que denominamos
formas inanimadas, es una caída gradual en la escala de la inteligencia desde ese
modo de ser que es capaz de darse cuenta de su propio poder de voluntad, como la
capacidad de originar nuevas cadenas de causalidades, hasta ese modo de ser que es
incapaz de reconocerse a sí mismo en absoluto.

Cuanto mayor es el grado de vida, mayor es la inteligencia; de aquí deducimos que


el principio supremo de la Vida también debe ser el principio último de la
inteligencia. Esto lo demuestra claramente el gran orden natural del universo. A la
luz de la ciencia actual, a todos nos resulta familiar el principio de la evolución. El
ajuste tan preciso que tiene lugar entre todas las piezas de la escena cósmica es
demasiado evidente para que insistamos en este aspecto.

Cada avance de la ciencia consiste en el descubrimiento de nuevas sutilezas


respecto a la conexión de este magnífico orden universal, que ya existe y sólo
necesita de nuestro reconocimiento para poder ser utilizado de un modo práctico.

Por lo tanto, si el trabajo más elevado de las más grandes mentes consiste
únicamente en el reconocimiento del orden ya existente, no podemos alejarnos
mucho de la conclusión de que debe haber una inteligencia extrema inherente al
Principio de la Vida, que se manifiesta a sí misma en la forma de este orden. Y
vemos así que una gran inteligencia cósmica subyace a todo.

La historia de nuestro planeta nos muestra primero una nebulosa incandescente


dispersa por las vastas infinidades del espacio; esto más tarde se condensa en un sol
central rodeado de una familia de radiantes planetas que todavía no se ha llegado a
consolidar a partir de esa materia moldeable y primordial. Y a continuación el éxito
de inconmensurables milenios de lentas formaciones geológicas, una tierra habitada
por las formas más bajas de vida, vegetales o animales, de cuyos primitivos
comienzos un movimiento majestuoso, incesante, tranquilo y creciente lleva a las
cosas, paso a paso, hasta la condición en la que las conocemos ahora.

Observando esta firme progresión está claro que la naturaleza del principio de la
evolución asegura infaliblemente la continua evolución de la raza. No obstante, lo
hace creando tales cantidades de cada clase que, tras permitir un amplio margen para
todos los posibles accidentes en los individuos, la raza ha de perpetuarse: “Parece

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cuidar tanto de la especie, parece despreocupada por la vida del individuo”. En
pocas palabras, podemos decir que la inteligencia cósmica opera mediante una Ley
de Promedios que permite un amplio margen de accidentes y fallos en los individuos.

Pero el progreso hacia una inteligencia superior siempre se dirige en la dirección


de estrechar este margen de accidentes, de alejar cada vez más al individuo de la ley
de los promedios y de sustituir la ley de la selección individual. En un lenguaje
científico común, se trata de la supervivencia del más fuerte. La reproducción del
pescado se encuentra en una escala tal que ahogaría el océano si todos los individuos
sobrevivieran; pero el margen de destrucción es enorme y así la ley de los
promedios mantiene la proporción normal de la raza.

Al otro extremo de la escala, la reproducción no es de ningún modo tan enorme


que exceda a la supervivencia. Cierto, existe un amplio margen de accidentes y
enfermedades que eliminan a una gran cantidad de seres humanos antes de que logren
la media de vida, pero aún así, esto sucede a una escala muy distinta a la destrucción
prematura de cientos de miles frente a la supervivencia de uno. Por lo tanto,
podemos asumir como hecho establecido que, en proporción, a medida que aumenta
la inteligencia del individuo, éste deja de ser el objeto de una mera ley de promedios
y dispone de un creciente poder para controlar las condiciones de su supervivencia.

Por lo tanto, vemos que existe una clara distinción entre la inteligencia cósmica y
la inteligencia individual y que el factor que diferencia a la segunda de la primera es
la presencia de la voluntad del individuo. Ahora, el propósito de la Ciencia Mental
es determinar la relación entre este poder de la voluntad y la gran ley cósmica que
garantiza el mantenimiento y el desarrollo de la raza. Y el aspecto más importante a
tener en cuenta es que el poder de la voluntad en el individuo es, en sí mismo, el
resultado del principio cósmico evolutivo en el punto donde alcanza su nivel más
alto.

Desde los tiempos en los que sólo las formas más pequeñas de vida habitaban el
planeta, el esfuerzo de la naturaleza siempre ha sido el desarrollo, que ahora ha
culminado en la producción de un ser que dispone de una mente capaz del
razonamiento abstracto y de un cerebro que constituye el instrumento físico de una
mente así. En este estadio, el principio creador de la vida se reproduce a sí mismo
en una forma que es capaz de reconocer el funcionamiento de la ley evolutiva y la
unidad y continuidad del propósito que ha prevalecido en toda la progresión hasta
ahora, e indica, sin ninguna duda, que la labor de un ser así en el esquema universal
debe ser introducir el uso de ese factor, el cual, hasta este momento, ha brillado por
su ausencia. El factor, a saber, de la voluntad del individuo inteligente.

La evolución que nos ha traído hasta este punto ha funcionado por medio de una
ley cósmica de promedios. Ha supuesto un proceso del que el individuo mismo no ha

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formado parte conscientemente. Pero debido a que él es lo que es y a que dirige la
caravana de la procesión evolutiva, si el hombre ha de evolucionar más, sólo puede
hacerlo mediante su cooperación consciente con la ley que le ha traído hasta el
estadio en el que él es capaz de darse cuenta de que tal ley existe. Su evolución en el
futuro debe ser su participación consciente en la gran obra y esto sólo puede hacerse
efectivo mediante su inteligencia y su esfuerzo individual. Se trata de un proceso de
crecimiento inteligente.

Nadie más puede crecer por nosotros: cada uno debemos crecer por nosotros
mismos. Y este crecimiento inteligente consiste en nuestro creciente reconocimiento
de la ley universal que nos ha traído tan lejos como hemos llegado, y de nuestra
relación individual con esa ley, basada en el hecho de que nosotros mismos somos su
producto más avanzado. Se trata de una gran máxima: la naturaleza nos obedece en la
misma proporción en que nosotros la obedecemos a ella. Si el electricista trata de
oponerse al principio de que la electricidad siempre debe pasar de un potencial más
alto a uno más bajo, no logrará efecto alguno. Pero si considera que todas las cosas
están suscritas a esta ley fundamental, puede realizar a voluntad cualquier aplicación
en particular del poder eléctrico.

Estas consideraciones nos muestran que lo que distingue al grado más elevado de
inteligencia del más bajo es el reconocimiento de sí mismo, y cuanto más inteligente
resulta ser ese reconocimiento, mayor es el poder. El menor grado de auto-
reconocimiento es aquél que sólo se conoce a sí mismo como una entidad separada
de todas las demás, como el ego se distingue del no-ego. Pero el mayor grado de
auto-reconocimiento es aquél que, dándose cuenta de su propia naturaleza espiritual,
ve en todas las demás formas no tanto el no-ego, o eso que no es él mismo, sino el
alter-ego, o eso que es él mismo en otro modo de expresión.

Ahora, este elevado grado de auto-reconocimiento es el poder mediante el cual el


Científico Mental produce sus resultados. Por esta razón es muy importante que
comprenda claramente la diferencia entre la forma y el Ser: que uno es el modo de lo
relativo y la marca de estar sujeto a las condiciones y el otro es la verdad de lo
absoluto y es lo que controla las condiciones.

Este reconocimiento más elevado de uno mismo como individualización del


espíritu puro necesariamente debe controlar todos los modos del espíritu que todavía
no han logrado el mismo nivel de auto-reconocimiento. Estos modos más bajos del
espíritu se encuentran limitados por la ley de su propia existencia, puesto que no
conocen la ley. Por lo tanto, el individuo que ha logrado este conocimiento puede
controlarlos por medio de esa ley. Pero para entender esto debemos indagar un poco
más en la naturaleza del espíritu.

Ya he explicado que la gran escala de la adaptación y ajuste de todos los

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elementos de la escena cósmica muestra la presencia de una inteligencia maravillosa
que subyace a todo, y la cuestión es: ¿dónde se encuentra esta inteligencia? En última
instancia, sólo podemos concebirla como inherente a alguna sustancia primordial que
resulta ser la base de todos esos modos más grosos de la materia que conocemos,
perceptibles a simple vista o deducidos por la ciencia gracias a sus efectos
perceptibles.

Es ese poder que, en todas las especies y en todo individuo, se convierte en eso
que “es” esa especie o ese individuo. Y así sólo podemos concebirlo como una
inteligencia que se forma a sí misma y es inherente a la sustancia última de la cual
cada cosa resulta ser una manifestación en particular.

Que esta sustancia primordial se forma a sí misma por medio de una inteligencia
inherente que mora en sí resulta evidente por el hecho de que la inteligencia es la
cualidad esencial del espíritu. Si tuviéramos que concebir la sustancia primordial
como algo separado del espíritu, deberíamos postular algún otro poder que no es ni
espíritu ni materia y que los origina a ambos; pero esto solamente situaría la idea de
un poder auto-evolutivo un paso atrás y afirmaría la producción de un grado inferior
de espíritu indiferenciado por uno superior, lo cual es una asunción puramente
gratuita y contradice cualquier idea que podamos formarnos sobre el espíritu
indiferenciado.

De cualquier modo que tratemos de alejar el punto original donde todo comienza,
no podemos evitar la conclusión de que en ese momento el espíritu contiene a la
sustancia primordial, lo que nos lleva de nuevo a la afirmación de que lo creó todo
de la nada. Así encontramos dos factores en la realización de todas las cosas: El
Espíritu y la Nada. Al añadir Nada al Espíritu sólo queda el espíritu: X + 0 = X.

Tras estas consideraciones concluimos que la base última de toda forma de


materia es el espíritu y que por este motivo una inteligencia universal subsiste en
toda la naturaleza y es inherente a todas y cada una de sus manifestaciones. Pero esta
enigmática inteligencia no pertenece a la forma en particular, excepto en la medida
en la que esté capacitada físicamente para concentrarse en auto-reconocer la
individualidad: mora oculta en esa sustancia primordial de la cual la forma visible
es una manifestación más grosa.

Esta sustancia primordial es una necesidad filosófica y sólo podemos imaginarla


como algo infinitamente más refinado que los átomos, que en sí mismos ya
constituyen una conclusión filosófica de la ciencia física. Al no existir una palabra
que pueda definirla, digamos que esta inteligencia principal inherente a la sustancia
de todas las cosas es la inteligencia atómica.

Quizá el término pueda despertar objeciones, pero servirá a nuestro propósito de

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distinguir este modo de inteligencia del espíritu de su polo opuesto: la inteligencia
del individuo. Es importante puntualizar esta distinción ya que el poder del
pensamiento puede producir resultados en el plano material debido a la respuesta de
la inteligencia atómica a la inteligencia individual, como la cura de una enfermedad
por medio de un tratamiento mental, etc.

La inteligencia se manifiesta en la capacidad de respuesta. La actuación de la


mente cósmica, al llevar el proceso evolutivo desde sus primeros comienzos hasta su
estadio humano actual, no es más que la continua respuesta inteligente que se ha
efectuado a cada paso del progreso ante la demanda de ajuste entre él y su entorno.

Por lo tanto, puesto que hemos reconocido la presencia de una inteligencia


universal que impregna todas las cosas, también debemos reconocer su
correspondiente capacidad de respuesta, oculta en lo más profundo de su naturaleza
y lista para ser llamada a la acción al apelar a ella. Cualquier tratamiento mental
depende de esta respuesta del espíritu en los niveles más bajos a los más altos de sí
mismo.

Es aquí donde se encuentra la diferencia entre el científico mental y una persona


que no ha sido instruida: el primero conoce esta capacidad de respuesta y hace uso
de ella y el segundo no puede utilizarla porque no la conoce.

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Ejercicio

O bserva la Naturaleza, o imagina que la estás observando en detalle.


Presta atención a esa inteligencia invisible e indescriptible que lo mantiene todo en
equilibrio, que está constantemente generando las condiciones óptimas para la vida.
Observa cómo una brizna de hierba, de los millones de briznas en un prado, se gira
hacia el sol buscando la luz, mientras una abeja vuela cerca y todas sus diminutas
funciones vitales se están llevando a cabo con una inteligencia absoluta, con una
precisión total; cómo el viento mece las copas de los árboles, cómo tú mismo estás
respirando y tu corazón está palpitando, tus ojos ven, tu piel siente, tus células llevan
a cabo su función. El viento acaricia tu cabello. Sale la luna…
Esta inteligencia que forma parte de todo lo que existe no necesita “pensar” para
hacer. Es lo que da vida a la vida. Es la vida.
Tiempo recomendado: 10 minutos.

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6 LA UNIDAD DEL ESPÍRITU

Y a hemos preparado el camino hacia el entendimiento de lo que quiere decir “la


unidad del espíritu”. En la primera concepción del espíritu como el origen
subyacente de todas las cosas vemos una sustancia que, en este estadio, no se ve
diferenciada por ninguna forma específica.

Ésta no es una pregunta efectuada en tiempos remotos, sino que subsiste en cada
momento de todos los tiempos en la naturaleza más profunda de todos los seres. Así
nos damos cuenta de que la división entre una forma específica y otra contiene en sí
una profunda unidad esencial que actúa como soporte de las distintas formas de
individualidad que surgen de ella misma.

A medida que nuestro pensamiento se adentra más profundamente en la naturaleza


de esta sustancia espiritual que todo lo produce, vemos que no puede verse limitada
a ninguna porción del espacio sino que debe ser ilimitada, como el espacio mismo, y
que la idea de cualquier porción del espacio donde no se encuentre resulta
inconcebible. Se trata de una de esas percepciones intuitivas de las que la mente
humana nunca puede librarse: este espíritu vivo, primordial, que todo lo crea, debe
ser acorde a la infinitud y por lo tanto sólo podemos pensar en él como algo
universal o infinito.

Ahora, es una verdad matemática que lo infinito debe ser una unidad. No puedes
tener dos infinitos, puesto que entonces ninguno de ellos sería infinito: cada uno se
vería limitado por el otro. Tampoco puedes dividir el infinito en fracciones.
Matemáticamente, el infinito es una unidad esencial.

La importancia de este punto no puede enfatizarse lo suficiente, puesto que de él


se derivan las consecuencias más importantes. La unidad, como tal, no puede ser
multiplicada ni dividida puesto que cualquiera de esas operaciones destruye la
unidad. Al multiplicar producimos una pluralidad de unidades de la misma escala
que la original y al dividir producimos una pluralidad de unidades de una escala
menor. Y una pluralidad de unidades no es unidad sino multiplicidad.

Por lo tanto, sólo podemos adentrarnos más allá de la naturaleza externa del
individuo y llegar a ese principio inherente a su ser del que surge su individualidad
traspasando el concepto de la existencia individual y adentrándonos en el de la
unidad del ser universal.

Esto puede parecer una mera abstracción filosófica, pero el estudiante que quiera
producir resultados prácticos debe darse cuenta de que estas generalizaciones

27
abstractas son la base de la tarea práctica que se dispone a realizar.

Ahora, el gran factor a reconocer sobre la unidad es que, puesto que se trata de
una única unidad, donde quiera que esté debe ser la totalidad de eso. En el momento
en el que permitimos a nuestra mente alejarse de la idea de la extensión en el espacio
y creemos que una parte de la unidad está aquí y la otra está ahí, hemos descendido
de la idea de la unidad a la idea de las partes o fracciones de una sola unidad, lo que
implica movernos a la idea de la multiplicidad de unidades más pequeñas, y en ese
caso estamos lidiando con lo relativo, o con la relación que existe entre dos o más
entidades, que por lo tanto están limitadas unas por otras, y nos hemos salido del
ámbito de la simple unidad que supone el absoluto.

Matemáticamente resulta necesario que, debido a que el principio original de la


vida es infinito, se trata de una sola unidad y consecuentemente, donde quiera que
esté, toda su totalidad debe estar presente. Pero como es infinito, o ilimitado, está en
todas partes, y por lo tanto la totalidad del espíritu debe estar presente en cada punto
del espacio en el mismo momento.

Así, el espíritu es omnipresente en su totalidad y resulta igualmente lógico y


correcto que en cada momento del tiempo todo el espíritu se encuentre concentrado
en cualquier punto del espacio en el que elijamos fijar nuestro pensamiento. Éste es
el hecho fundamental de toda la existencia.

Y por este motivo he preparado así el camino, estableciendo la relación entre el


espíritu y la materia como la relación entre la idea y la forma; por un lado lo
absoluto, donde los elementos del tiempo y el espacio están totalmente ausentes y
por otro, lo relativo, que depende por completo de esos elementos. Lo grandioso es
que el espíritu puro subsiste continuamente en lo absoluto, ya se trate de un elemento
corpóreo o no, y de él fluyen todos los fenómenos de la existencia, ya sea en el plano
mental o el físico.

El conocimiento de este aspecto del espíritu es la base de toda operación


espiritual consciente, y por lo tanto nuestro poder para producir resultados visibles
en el exterior aumentará en proporción a nuestro creciente reconocimiento del
mismo.

El todo es mayor que cualquiera de sus partes y de este modo, si al reconocer esta
unidad podemos concentrar todo el espíritu en un punto cualquiera en cualquier
momento, estamos incluyendo cualquiera de sus individualizaciones con la que
queramos tratar. La importancia práctica de esta conclusión resulta demasiado obvia
como para explicarlo en más detalle.

El espíritu puro es el Principio de la Vida, cuando lo consideramos aparte de la

28
matriz en la que establece una relación con el tiempo y el espacio al asumir una
forma en particular.

En este aspecto, es inteligencia pura que no se ha establecido en la individualidad.


Como pura inteligencia, es infinita reacción y susceptibilidad. Al carecer de una
relación con el tiempo y con el espacio, carece de personalidad individual. Por lo
tanto, en este aspecto es un elemento puramente impersonal sobre el cual, por motivo
de su inteligencia y de su susceptibilidad inherente, podemos imprimir cualquier
reconocimiento de personalidad que deseemos.

Estos son los grandes hechos con los que trabaja el científico mental, y el
estudiante hará bien al considerar en profundidad lo que significan y las
responsabilidades que necesariamente acarrea darse cuenta de ellos.

29
Ejercicio
S iéntate cómodamente en un lugar tranquilo y silencioso. Respira profundamente
unas cuantas veces, consciente de tu respiración, y a continuación vuelve a respirar a
tu ritmo natural.
Reflexiona sobre esta frase del poeta místico Rumi y deja que te revele su
significado, para comprender el capítulo anterior:

No eres una gota dentro del océano.

Eres el poderoso océano dentro de una gota.

Rumi

Tiempo recomendado: 15 minutos.

30
31
7 LA MENTE SUBJETIVA Y LA MENTE OBJETIVA

H asta este punto ha sido necesario establecer las bases de la ciencia afirmando
principios generales muy abstractos a los que hemos llegado mediante un
razonamiento puramente metafísico. Ahora, pasamos a considerar ciertas leyes
naturales que han sido declaradas tras una serie de experimentos y observaciones,
cuyo pleno significado e importancia quedará claro cuando consideremos su
aplicación en los principios generales que han estado ocupando nuestra atención.

Los fenómenos de la hipnosis están plenamente reconocidos en la actualidad y


constituyen pruebas científicos tales que no tiene sentido cuestionarlos. A partir de
ellos se han creado dos importantes escuelas médicas y en algunos países disfrutan
de una legislación especial. La pregunta que nos planteamos hoy no tiene que ver con
la credibilidad de los hechos, sino con las conclusiones tan apropiadas que
proporcionan. Aprenderlas correctamente es una de las mejores ayudas a las que
puede recurrir el científico mental, puesto que confirman las conclusiones de lo que
ha sido a priori un puro razonamiento elaborado mediante una serie de ejemplos que
ratifican la validez de estas conclusiones.

La gran verdad que la ciencia de la hipnosis ha traído a la luz es la doble


naturaleza de la mente humana. Algunos escritores discuten sobre si esta dualidad
resulta de la presencia de dos mentes que realmente están separadas en el hombre, o
de la acción de una misma mente que utiliza diferentes funciones. Ésta es una de esas
distinciones que supone un enorme obstáculo para el descubrimiento de la verdad.

Un hombre, para ser hombre, ha de constituir una individualidad única. Por lo


tanto, el resultado neto es el mismo, ya sea que concibamos que sus diversos modos
de actividad mental procedan del consenso de un grupo de mentes separadas, por así
decirlo, enhebradas en esta individualidad y cada una adaptada para un uso en
particular, o de las diversas funciones de una única mente: en cualquier caso estamos
tratando con una individualidad única. Nuestra idea del trabajo en cadena del
mecanismo mental se reduce a la mera cuestión de cuál es la que nos deja más clara
la naturaleza de su acción.

Por lo tanto es conveniente que en estas conferencias hable de esta doble acción
como si procediera de dos mentes, una externa y la otra interna. Llamaremos mente
subjetiva a la interna y objetiva a la externa, ya que así suele denominarlas la
literatura sobre este tema.

Una larga serie de cuidadosos experimentos realizados por observadores


altamente entrenados, algunos de ellos hombres de reconocida reputación mundial,

32
ha establecido ciertas diferencias notables entre la acción de la mente subjetiva y la
de la mente objetiva, que puede describirse brevemente de la siguiente manera: La
mente subjetiva sólo es capaz de razonar de una forma deductiva y no inductiva,
mientras que la mente objetiva puede hacerlo de ambas maneras.

El razonamiento deductivo es conclusión pura: demuestra por qué necesariamente


debe resultar una tercera proposición al asumirse otras dos, pero no nos ayuda a
determinar si las dos afirmaciones iniciales son verdaderas o no. Determinar esto es
función del razonamiento inductivo, que extrae sus conclusiones de la observación
de una serie de hechos.

La relación entre ambos modos de razonamiento es la siguiente: observando


primero un número suficiente de casos, llegamos de un modo inductivo a la
conclusión de que un cierto principio es de aplicación general, y a continuación
entramos en el proceso deductivo al asumir la verdad de este principio y determinar
qué resultado debe acontecer en un caso en particular, en la hipótesis de que sea
verdad.

Así el razonamiento deductivo asume la certeza de ciertas hipótesis o


suposiciones de las que parte: no le ocupa la verdad ni la falsedad de tales
suposiciones, sino cuáles deben ser los resultados en el supuesto de que sean ciertas.

Por otro lado, el razonamiento inductivo es el proceso mediante el cual


comparamos un cierto número de hechos aislados hasta encontrar el factor común
que hace que todos ellos surjan. La inducción compara hechos y la deducción aplica
los principios universales. Ahora, la mente subjetiva sólo sigue el método deductivo.

Un sinfín de experimentos realizados en personas en estado hipnótico han


demostrado que la mente subjetiva es incapaz de realizar las selecciones y
comparaciones necesarias para el proceso inductivo, no obstante acepta cualquier
sugestión, por muy falsa que sea, y una vez que la ha aceptado es totalmente lógica a
la hora de deducir cuál es su desenlace y la lleva a cabo hasta sus últimas
consecuencias.

Todo esto demuestra que la mente subjetiva se encuentra bajo el pleno control de
la mente objetiva. Reproduce fielmente y resuelve hasta sus últimas consecuencias
aquello que la mente objetiva imprime en ella. Los resultados del hipnotismo
demuestran que la mente subjetiva puede verse impactada por ideas de la mente
objetiva de otra persona o por las que surgen de su propia individualidad. Éste es un
punto muy importante, porque de esta predisposición a la sugestión del pensamiento
de otra persona dependen todos los fenómenos referentes a la curación (en presencia
o a distancia), a la telepatía y similares.

33
Bajo el control de un hipnotizador experto, durante el periodo de hipnosis la
personalidad del sujeto se transforma y él cree ser lo que el especialista le diga que
es: un nadador sorteando olas, un pájaro que vuela en el aire, un soldado en la
batalla o un indio rastreando a su víctima. Se identifica con cualquier personalidad
que el operador imprima en él y representa su papel con una precisión absoluta.

Pero los experimentos de hipnosis van más allá y demuestran la existencia en la


mente subjetiva de poderes que trascienden con mucho cualquiera que la mente
objetiva pueda ejercitar por medio de los sentidos físicos: poderes de lectura de
pensamientos o de transferencia de pensamientos, de clarividencia y similares.
Todos ellos se manifiestan cuando al paciente se le lleva al estado hipnótico más
elevado.

Disponemos así de la prueba de que existen en nosotros facultades trascendentales


cuyo pleno desarrollo y control consciente nos situaría en una esfera totalmente
nueva de la vida.

Pero deberíamos aclarar que el control debe ser el nuestro, y no el de ninguna


inteligencia externa que disponga (o no) de un organismo de carne y huesos.

Quizá el hecho más importante que han demostrado los experimentos hipnóticos es
que la mente subjetiva es la constructora del cuerpo. La entidad subjetiva del
paciente es capaz de diagnosticar el carácter de la enfermedad que está sufriendo y
puede encontrar los remedios adecuados, indicando un conocimiento fisiológico que
excede al de los médicos más experimentados, y también un conocimiento de la
correspondencia entre la condición de enfermedad de los órganos del cuerpo y los
remedios materiales que pueden proporcionar alivio.

Y desde aquí sólo estamos a un paso de todos esos casos en los que proporciona
los remedios materiales, y ella misma trabaja sobre el organismo de modo que tenga
lugar un restablecimiento absoluto de la salud como resultado de la perfecta
precisión que ha llevado a cabo el operador sobre el paciente mientras se encontraba
en un estado hipnótico.

Ahora, estos son hechos demostrados por cientos de experimentos conducidos por
muchos investigadores en distintos lugares del mundo y podemos sacar de ellos dos
conclusiones de gran importancia: una, que la mente subjetiva es absolutamente
impersonal y otra, que es la constructora del cuerpo o, en otras palabras, es el poder
creativo en el individuo.

Que es impersonal lo demuestra su predisposición a asumir cualquier


personalidad que el hipnotizador elija grabar en ella, y la conclusión inevitable es
que su reconocimiento de la personalidad procede de su asociación con la mente

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objetiva individual.

Asume cualquier personalidad que la mente objetiva imprima en ella y actúa de


acuerdo a ella; y puesto que es la constructora del cuerpo lo moldeará de tal modo
que se corresponda exactamente con esa personalidad.

Estas dos leyes de la mente subjetiva fundamentan el principio esencial de que


nuestro cuerpo representa la suma de nuestras creencias. Si nuestra creencia
principal es que el cuerpo está sujeto a toda clase de influencias que se escapan a
nuestro control y que éste, ese o el otro síntoma son la prueba de que cierta
influencia incontrolable nos está afectando, entonces esta creencia se graba sobre la
mente subjetiva, que por la ley de su naturaleza la acepta sin cuestionarla y procede
a dar forma a condiciones corporales que la reflejan.

De nuevo, si nuestra principal creencia es que ciertos remedios materiales son el


único medio para la curación, encontramos entonces en esta creencia la base de toda
la medicina. No hay nada infundado en la teoría de la medicina; es la
correspondencia lógica con el conocimiento que pueden asimilar aquellos que
confían en ella, y actúa precisamente de acuerdo a su creencia de que la medicina
hace bien en un gran número de casos, pero también falla en muchos otros.

Por lo tanto, para quienes todavía no han llegado a una percepción más interna de
la ley de la naturaleza, la intervención curativa de la medicina es una ayuda muy
valiosa para aliviar los malestares físicos. El error a subsanar no es que la medicina
sea capaz de beneficiar a su manera, sino la creencia de que no haya una forma mejor
o más elevada de hacerlo.

Por lo tanto, basándonos en el mismo principio: si nos damos cuenta de que la


mente subjetiva es la constructora del cuerpo y que el cuerpo no está sujeto a otras
influencias aparte de las que le llegan mediante la mente subjetiva, entonces todo lo
que tenemos que hacer es grabar esto en ella y pensar habitualmente que es la fuente
de la vida eterna, que está renovando el cuerpo continuamente generando fortaleza y
salud, que es totalmente independiente de influencias de ningún tipo, excepto
aquellas que nosotros deseemos grabar en nuestra mente subjetiva por medio de
nuestro propio pensamiento.

Una vez que entendemos completamente estas consideraciones, vemos que es igual
de sencillo manifestar externamente condiciones saludables en el cuerpo, que hacer
lo contrario. El proceso se reduce básicamente a una creencia en nuestro propio
poder sobre la vida y puesto que esta creencia, de ser asimilada fielmente en nuestro
interior, producirá necesariamente el correspondiente cuerpo sano, no deberíamos
tardar en convencernos de que hay motivos sólidos y razonables para mantenerla. El
propósito de la Ciencia Mental es crear un cimiento sólido para esta convicción.

35
Ejercicio

Para comprobar cómo tu mente objetiva tiene una influencia en tu mente subjetiva,
que aceptará cualquier sugerencia ‘por muy falsa que sea’, siéntate cómodamente en
un lugar tranquilo en el que nada te interrumpa.
Respira profundamente tres o cuatro veces y vuelve a respirar a un ritmo normal.
Repite la siguiente frase en tu mente sin interrupciones y sin distracciones,
escuchando atentamente lo que te estás diciendo:
Soy feliz.
Soy feliz, soy feliz, soy feliz, soy feliz, soy feliz, soy feliz, soy feliz, soy feliz, soy
feliz, soy feliz, soy feliz, soy feliz, soy feliz, soy feliz, soy feliz, soy feliz…
Tiempo recomendado: 15 minutos (mínimo).

36
37
8 OTRAS CONSIDERACIONES SOBRE LA MENTE
SUBJETIVA Y LA MENTE OBJETIVA

S i hacemos uso de la inteligencia para considerar el fenómeno del hipnotismo,


veremos que lo que llamamos “estado hipnótico” es el estado normal de la mente
subjetiva. Siempre se concibe a sí misma de acuerdo a alguna sugestión que se le
transmite, consciente o inconscientemente, de acuerdo a la mente objetiva que la
gobierna, lo que da lugar a los resultados externos correspondientes.

La naturaleza anormal de las condiciones inducidas por el hipnotismo


experimental radica en la eliminación del control habitual que la mente objetiva del
individuo mantiene sobre su mente subjetiva, y en que se sustituya ese control.

Así podemos decir que la característica de la mente subjetiva es su respuesta


constante a alguna clase de sugestión. Por lo tanto, determinar en todos los casos
cuál será la naturaleza de la sugestión y de qué fuente procederá es una pregunta de
elevada importancia; pero antes de considerar las fuentes de la sugestión debemos
conocer mejor qué lugar ocupa la mente subjetiva en el orden de la naturaleza.

Si el estudiante ha seguido lo que se ha dicho respecto a la presencia del espíritu


inteligente que impregna todo espacio y toda materia, ahora le resultará sencillo
reconocer a este espíritu omnipresente como mente universal subjetiva. Resulta
obvio que, como mente universal, no puede tener las cualidades de la mente objetiva.

La mente universal es el poder creativo en la naturaleza, y siendo el poder


original, primero debe dar lugar a las diversas formas en las que la mente objetiva
reconoce su propia individualidad, antes de que estas mentes individuales puedan
volver a actuar sobre ella.

Y así, como puro espíritu o como causa primordial, no puede ser nada más que
mente subjetiva. Y el hecho ampliamente demostrado por los experimentos de que la
mente subjetiva es la constructora del cuerpo, nos demuestra que la característica
esencial de la mente subjetiva es el poder de crear desde nuestro interior mediante el
crecimiento.

Por consiguiente, podemos decir que donde encontremos poder creativo en acción
estamos en presencia de mente subjetiva, bien esté operando a la gran escala del
cosmos o a la diminuta escala del individuo.

Así, podemos declarar como principio que la inteligencia universal y


omnipresente que ha sido considerada en la segunda y en la tercera sección es

38
puramente mente subjetiva y por lo tanto sigue la ley de la mente subjetiva, es decir:
es susceptible de asumir cualquier sugestión, y la llevará a cabo hasta sus últimas y
lógicas consecuencias.

La incalculable importancia de esta verdad quizá no le resulte evidente al


estudiante a primera vista, pero al considerarla se dará cuenta de las enormes
posibilidades que alberga.

En la sección final trataré brevemente las serias conclusiones que resultan de ella.
Ahora mismo será suficiente con darnos cuenta de que la mente subjetiva en nosotros
mismos es la misma mente subjetiva que está funcionando en todo el universo dando
lugar a las infinitas formas naturales que nos rodean, y del mismo modo, dándonos
lugar a nosotros mismos.

Podríamos decir que es el apoyo de nuestra individualidad y podríamos hablar de


que nuestra mente subjetiva individual es nuestra aportación personal a la mente
universal. Por supuesto, esto no implica que la mente universal esté dividida en
fracciones, y para evitar este error he hablado de la unidad esencial del espíritu en la
tercera sección, pero para evitar también concepciones demasiado abstractas en el
estadio actual del progreso del estudiante, podemos utilizar la idea de una
participación personal en la mente universal subjetiva.

Comprender nuestra mente individual subjetiva de este modo nos ayudará a


superar la gran dificultad metafísica que surge cuando intentamos hacer un uso
consciente de la primera causa, en otras palabras: cuando queremos crear resultados
externos por el poder de nuestro pensamiento.

En última instancia sólo puede haber una primera causa, que es la mente universal,
pero debido a que es universal no puede, como universal, actuar en el plano de lo
individual y particular. Para hacerlo tendría que dejar de ser universal y por lo tanto
dejar de ser el poder creativo que deseamos utilizar.

Por otro lado, el hecho de que estemos esforzándonos para lograr un objeto
específico y definido implica nuestra intención de utilizar este poder universal y
aplicarlo para un propósito particular, y así nos vemos involucrados en la paradoja
de pretender realizar un acto universal en el plano de lo particular.

Queremos llevar a cabo una unión entre los dos extremos de la escala de la
naturaleza: el espíritu creativo más profundo y una forma externa determinada.

Entre ambos hay un gran abismo y la pregunta es cómo crear un puente entre ellos.
Es aquí, entonces, donde superamos la dificultad al concebir que nuestra mente
subjetiva individual es nuestra participación en la mente subjetiva universal, porque

39
por un lado se encuentra en conexión directa con la mente universal y por otro lado
en conexión directa con el objetivo individual, o mente intelectual, y esto se
encuentra en conexión directa con el mundo de la manifestación externa,
condicionado al tiempo y al espacio. Así, la relación entre las mentes subjetiva y
objetiva del individuo forma el puente necesario para conectar los dos extremos de
la escala.

Por lo tanto, la mente subjetiva de una persona puede ser considerada el órgano de
lo absoluto, del mismo modo que la mente objetiva es el órgano de lo relativo, y
para poder regular el uso de ambos órganos es necesario entender lo que significan
realmente los términos “absoluto” y “relativo”.

Lo absoluto es esa idea de algo que lo contempla como algo que existe en sí
mismo, no en relación con nada más. Es decir: contempla su esencia. Lo relativo es
esa idea de algo que lo contempla en su relación con otras cosas, es decir,
circunscrito a un cierto entorno. Lo absoluto es la región de las causas y lo relativo
lo es de las condiciones.

Por lo tanto, si deseamos controlar las circunstancias, sólo podemos hacerlo


mediante el poder de nuestro pensamiento operando en el plano de lo absoluto, y
esto sólo puede hacerse por medio de la mente subjetiva.

El uso consciente del poder creativo del pensamiento consiste en lograr el poder
de pensar en lo absoluto, lo cual se consigue mediante una clara concepción de la
interacción entre nuestras distintas funciones mentales.

Por eso el estudiante no puede excederse en aprender que la mente subjetiva, a


cualquier escala, es intensamente sensible a la sugestión y siendo un poder creativo,
actúa con precisión para crear externamente esa sugestión que haya sido grabada en
ella con mayor profundidad.

Si tomamos entonces cualquier idea del plano de lo relativo, donde se ve limitada


y restringida por las condiciones que le imponen las circunstancias, y la transferimos
al plano de lo absoluto donde no se ve limitada así, reconocer adecuadamente
nuestra constitución mental nos permitirá hacerlo utilizando un método claramente
definido.

Necesariamente concebimos por primera vez un objeto de deseo que mantiene


alguna relación con las circunstancias actuales y puede, o no, parecer favorable. Lo
que queremos hacer es eliminar el elemento de la casualidad y lograr algo que sea
certero. Hacer esto es actuar en el plano de lo absoluto y por este motivo debemos
esforzarnos por grabar en nuestra mente subjetiva la idea de eso que deseamos,
independientemente de cualquier circunstancia.

40
Dejar de lado la concepción de las circunstancias implica borrar la idea de
tiempo, y en consecuencia debemos pensar que esa cosa ya existe realmente. A
menos que hagamos esto, no estamos operando conscientemente en el plano de lo
absoluto y por lo tanto no estamos empleando el poder creativo de nuestro
pensamiento.

El método más práctico y sencillo para crear el hábito de pensar así es concebir
que en el mundo espiritual existe un prototipo espiritual de todo lo que hay, que es la
raíz de su existencia externa correspondiente. Así, si nos acostumbramos a
contemplar el prototipo espiritual de algo considerando que es su ser esencial, y su
forma material como el aspecto en el que este prototipo se desarrolla y se expresa
externamente, veremos que el primer paso para producir cualquier hecho externo
debe ser la creación de su prototipo espiritual.

El prototipo, siendo puramente espiritual, sólo puede crearse por medio de la


actuación del pensamiento, y para poder disponer de sustancia en el plano espiritual
debe pensarse en él como algo que realmente existe ahí.

Este concepto fue elaborado por Platón en su doctrina de las ideas como
arquetipos y por Swedenborg en el tratado de las correspondencias. Y un maestro
todavía mayor ha dicho: “Todas las cosas que pidáis orando, creed que ya las habéis
recibido y os vendrán” (Marcos 11:24).

La diferencia en los tiempos verbales de esta cita es muy importante. Nos invita a
creer que nuestro deseo ya se ha logrado, que es algo que ya hemos conseguido, y a
continuación su logro llegará como un objeto en el futuro. Esto es dar una dirección
concisa al poder creativo del pensamiento para grabar en la mente subjetiva
universal, como un hecho ya existente, el objeto en particular que deseamos. Al
seguir esta dirección estamos pensando en el plano de lo absoluto y eliminamos de
nuestra mente cualquier consideración de las condiciones, lo que implicaría
limitación y la posibilidad de casualidades adversas. De este modo estamos
plantando una semilla que, de no ser perturbada, germinará infaliblemente en un fruto
externo.

Así, haciendo un uso inteligente de nuestra mente subjetiva creamos un núcleo, por
así decirlo, que empieza a ejercitar una fuerza atractiva y atrae hacia sí mismo
material de similares características a las suyas propias; y si se permite que este
proceso siga adelante sin ser perturbado continuará hasta que una forma externa
correspondiente a la naturaleza del núcleo se manifieste en el plano de lo objetivo y
lo relativo. Éste es el método universal de la naturaleza en todos los planos.

Algunos de los pensadores más avanzados de la ciencia física actual, en sus


esfuerzos por demostrar el gran misterio del origen del mundo, han postulado la

41
formación de lo que ellos llamaron “anillos de vórtice” formados por una sustancia
primordial infinitamente fina. Nos dicen que si un anillo así se forma una vez en la
escala más diminuta y se inicia su rotación, entonces, como se mueve en el éter y no
está sujeto a fricción, de acuerdo a todas las leyes conocidas debe ser indestructible
y su movimiento ha de ser perpetuo.

Si dos anillos así se aproximan, por la ley de la atracción se funden en un todo, y


esto tiene lugar sucesivamente hasta que al final se forma la materia manifiesta tal y
como la percibimos con nuestros sentidos.

Por supuesto, nadie ha visto nunca estos anillos con los ojos. Son una de esas
abstracciones que resultan si seguimos las leyes de la física y de las matemáticas
hasta sus inevitables consecuencias. No podemos justificar las cosas que podemos
ver a menos que asumamos la existencia de otras cosas que no podemos ver, y la
“teoría del vórtice” es una de estas contemplaciones. Esta teoría no ha sido
planteada por los científicos mentales sino por los científicos físicos como
conclusión última de todo aquello a donde sus investigaciones les han dirigido: Las
innumerables formas de la naturaleza tienen su origen en el núcleo infinitamente
pequeño del anillo de vórtice, sea cual sea el medio por el que el anillo ha recibido
su impulso inicial, cuestión que como tal no concierne a la ciencia física.

Del mismo modo que la teoría del vórtice explica la formación del mundo
inorgánico, la biología explica la formación del organismo vivo. Eso también tiene
su origen en un núcleo principal que, una vez establecido, opera como centro de
atracción para la formación de esos órganos físicos de los que está compuesto el
individuo. La embriología demuestra que esta regla funciona sin excepción en todo el
rango del mundo animal, incluyendo al hombre, y la botánica explica que el mismo
principio actúa en el mundo vegetal.

Todas las ramas de la física demuestran el hecho de que toda manifestación ya


finalizada, de cualquier clase y a cualquier escala, comienza con el establecimiento
de un núcleo infinitamente pequeño pero dotado de una energía inextinguible de
atracción, que hace que se incremente firmemente en poder y en definición de
propósito hasta que el proceso de crecimiento se completa y la forma ya madura
destaca como un hecho logrado.

Ahora, si éste es el método universal de la naturaleza, resulta lógico suponer que


debe comenzar su actuación un paso antes de la formación del núcleo material.

En cuanto se le llama a la existencia, empieza a actuar mediante la ley de la


atracción en el plano material, pero ¿cuál es la fuerza que origina el núcleo material?
Permite que un reciente trabajo científico nos dé la respuesta:

42
“En su esencia última, la energía puede resultar
incomprensible para nosotros, excepto como una demostración
de la actuación directa de eso que llamamos Mente o
Voluntad”.

La cita proviene de una serie de conferencias sobre “Las Ondas en el Agua, en el


Aire y en el Éter”, impartidas en 1902 por J. A. Fleming en la Royal Institution.

Por lo tanto, es testimonio de la física que la energía original es Mente o Voluntad.


Así, no sólo estamos sacando conclusiones lógicas de algunas intuiciones ineludibles
de la mente humana, sino que también estamos siguiendo los pasos de los
descubrimientos físicos más avanzados cuando decimos que la acción de la Mente
siembra ese núcleo que, cuando le permitimos crecer sin ser molestado,
eventualmente atrae hacia sí mismo todas las condiciones necesarias para su
manifestación en una forma externa visible.

Ahora, la única acción de la Mente es el Pensamiento y éste es el motivo por el


cual creamos mediante nuestros pensamientos las condiciones externas
correspondientes, porque así establecemos el núcleo que atrae sus propias
correspondencias en el orden debido, hasta que la obra finalizada se manifiesta en el
plano externo.

Esto concuerda con la concepción estrictamente científica de la ley universal del


crecimiento y por lo tanto podemos resumir brevemente todo el argumento diciendo
que nuestro pensamiento de algo da forma a un prototipo espiritual de esa cosa que
constituye así un núcleo, o centro de atracción, de todas las condiciones necesarias,
hasta su eventual manifestación externa por la ley de crecimiento inherente al
prototipo mismo.

43
Notas

¿Qué significa exactamente crear un ‘prototipo espiritual’?


Significa utilizar tu pensamiento para crear la idea de algo. Cuando mantienes en
tu mente esa idea de ese algo clara e inamovible, y la contemplas, has creado un
prototipo de ese algo en el ámbito ‘espiritual’. Esto es el proyecto original en la
forma de una idea, que dará lugar a su manifestación física.

¿Por qué se indica que ‘no ha de ser perturbado’?


Una vez que la idea se ha creado y se contempla en la mente, si se deja estar y no
existen otros pensamientos contradictorios que la perturben, esa idea germinará y
dará lugar a una realidad física correspondiente. No obstante, una mente no
disciplinada puede dedicar un tiempo a la creación del prototipo espiritual, para
luego dejar que surjan pensamientos contradictorios al respecto: “Y si no sucede”…
“No creo que vaya a suceder”… “Existen muchos factores en contra”… Esto también
está creando un prototipo espiritual, que es opuesto al inicial y lo perturba.
¿Cómo creo el ‘prototipo espiritual’ de aquello que deseo?

Creas el prototipo espiritual de aquello que deseas en tu mente subjetiva


utilizando tu mente objetiva, o pensamiento: creando una imagen mental de eso que
quieres y sintiendo que ya lo tienes. Contemplando esa imagen como si lo que ves en
ella ya fuera tuyo.

En esta contemplación estás imprimiendo esta información en tu mente subjetiva


individual, que acepta cualquier sugestión, por muy falsa que sea, y una vez que la ha
aceptado la lleva a cabo hasta sus últimas consecuencias.

Puede llevarla a cabo porque la mente subjetiva individual está unida a la gran
mente subjetiva universal, la inteligencia infinita a partir de la cual se ha creado todo
lo que existe. También porque la mente subjetiva se encuentra bajo el pleno control
de la mente objetiva: reproduce fielmente y resuelve hasta sus últimas consecuencias
aquello que la mente objetiva imprime en ella.

44
45
9 LA LEY DEL CRECIMIENTO

E s importante para el estudiante de la Ciencia Mental entender correctamente la


Ley del Crecimiento. Y reconocer que en la Naturaleza es natural. Podemos
estropear el orden de la naturaleza, no obstante a largo plazo siempre prevalecerá y
como dice Horacio: regresará por la puerta de atrás aunque quieras apartarlo por
completo.

De principio a fin en la Ley de la Naturaleza encontramos el principio de


crecimiento a partir de una vitalidad inherente a la entidad misma. Si nos damos
cuenta de esto desde el comienzo, no desharemos nuestros propios esfuerzos
empeñándonos en forzar que las cosas se conviertan en algo que por su propia
naturaleza no son. Por este motivo, cuando la Biblia dice que “el que cree no se
apresura”, enuncia un gran principio natural que no es opuesto a la ley universal del
crecimiento, y nuestro éxito dependerá de que lo tengamos en cuenta.

Sin duda, cuanta mayor vitalidad infundimos al brote, a lo que hemos acordado
llamar el prototipo espiritual, más rápido germinará; pero esto es debido,
simplemente, a que con una concepción más lograda instalamos más poder de
crecimiento en la semilla que con una concepción más debilitada.

Eventualmente nuestros errores siempre se resuelven solos cuando vemos que no


hemos confiado en la ley del crecimiento. O bien creemos erróneamente que
podemos apremiarla realizando algún esfuerzo por nuestra cuenta desde afuera, lo
que nos lleva a la prisa y a la ansiedad, por no decir que en ocasiones al empleo de
métodos penosamente erróneos; o de lo contrario abandonamos toda esperanza y así
negamos el poder de germinación de la semilla que hemos plantado. El resultado es
el mismo en ambos casos, puesto que en los dos estamos formando, en efecto, un
nuevo prototipo espiritual de un carácter opuesto a nuestro deseo, que por lo tanto
neutraliza el primero que formamos, lo desintegra y usurpa su lugar.

La ley siempre es la misma: nuestro Pensamiento da forma a un prototipo


espiritual que, de no ser perturbado, se reproducirá a sí mismo en las circunstancias
externas; la única diferencia se encuentra en el tipo de prototipo que formamos, y así
lo malo nos llega exactamente por medio de la misma ley que lo bueno.

Estas consideraciones simplificarán enormemente nuestras ideas sobre la vida. Ya


no tenemos que considerar dos fuerzas, sino una, como la causa de todas las cosas.
La diferencia entre lo bueno y lo malo resulta, simplemente, de la dirección en la que
se impulsa el movimiento de esta fuerza. Es una ley universal que si revertimos la
acción de una causa, al mismo tiempo revertimos su efecto.

46
Con el mismo aparato podemos comenzar con un movimiento mecánico que
generará electricidad, o podemos comenzar con electricidad, que generará el
movimiento mecánico; o podemos adoptar una actitud aritmética: si 10/2 = 5,
entonces 10/5 = 2. Por lo tanto, si reconocemos una vez que el poder del
pensamiento produce algún resultado, veremos que la ley por la que el pensamiento
negativo produce resultados negativos es la misma mediante la cual el pensamiento
positivo produce resultados positivos.

Por lo tanto, nuestra falta de confianza en la ley del crecimiento, que podemos
expresar con ansiedad y presión para lograrlo desde fuera, o permitiendo que la
desesperación asuma el lugar de una alegre expectativa, revierte la acción de la
causa original y consecuentemente la naturaleza de los resultados.

Por este motivo la Biblia, el más esotérico de todos los libros, insiste
continuamente en la eficacia de la fe y en la destructiva influencia de la
desconfianza. Y del mismo modo, todos los libros de cada rama de la ciencia
espiritual nos previenen enfáticamente de admitir la duda o el miedo. Estos suponen
la inversión del principio de crecimiento y por lo tanto constituyen el principio que
lo echa todo abajo.

Pero la ley en sí misma nunca cambia y la Ciencia Mental se basa en lo inmutable


de la ley. Estamos acostumbrados a darnos cuenta de lo inmutable de la ley natural
en nuestra vida cotidiana, y no debería resultarnos difícil darnos cuenta de que la
misma inmutabilidad de la ley que obtiene resultados en el lado visible de la
naturaleza también los obtiene en el lado invisible.

El factor variable no es la ley sino nuestra voluntad, y es combinando este factor


variable con el invariable como podemos producir los distintos resultados que
deseamos. El principio de crecimiento es el de la vitalidad inherente a la semilla
misma y los procedimientos que lleva a cabo el jardinero tienen su análogo exacto en
la Ciencia Mental.

Nosotros no introducimos la vitalidad que se expande a sí misma en la semilla,


pero la sembramos y también podemos, por así decirlo, regarla por medio de la
contemplación con quietud y concentración en nuestro deseo como si ya fuera un
hecho logrado.

Pero debemos apartar cuidadosamente de esa contemplación cualquier idea de


tener que realizar un esfuerzo extenuante para hacer que la semilla crezca. Nuestra
eficacia radica en ayudar a mantener fuera esos pensamientos negativos de duda que
sembrarían mala hierba entre nuestro grano y por lo tanto, en lugar de realizar ningún
esfuerzo, tal contemplación debería estar acompañada de un sentimiento de placer y
de descanso al antever el certero logro de nuestros deseos.

47
Esto es hacer saber a Dios con agradecimiento cuáles son nuestras peticiones,
como recomienda San Pablo, y tiene su razón en la perfecta integridad de la Ley de
la Existencia que sólo necesita que la reconozcamos para poder ser utilizada hasta
donde nosotros queramos.

Algunas personas poseen el poder de la visualización, de crear imágenes mentales


de las cosas, y pueden emplear esta facultad para facilitar su ejecución del
funcionamiento de la Ley. Pero aquellos que no poseen esta facultad de un modo
notorio, no deben descorazonarse porque la visualización no es el único medio para
darse cuenta de que la ley funciona en el plano invisible.

Aquellos con predisposición mental hacia la física deberían comprender la Ley


del Crecimiento como la fuerza creativa que se encuentra en toda la naturaleza; y
quienes disponen de una mente estructurada matemáticamente pueden reflexionar que
todos los sólidos son generados desde el movimiento de un punto que, como nos dice
nuestro viejo amigo Euclides, es aquello que no tiene ni partes ni magnitud y por lo
tanto se trata de algo tan abstracto como el núcleo espiritual.

Utilizando palabras apostólicas: estamos hablando de la sustancia invisible de las


cosas y debemos lograr ese hábito mental mediante el cual veamos su realidad y
sintamos que estamos manipulando mentalmente la única sustancia que existe, en
última instancia, y a partir de la cual todo lo visible son sus diversas
manifestaciones.

Por lo tanto tenemos que considerar nuestras creaciones mentales como realidades
espirituales y confiar implícitamente en que la Ley del Crecimiento haga el resto.

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Notas

Todo lo que nace, crece. He aquí la diferencia en el proceso de crecimiento de una


idea hasta lograr su manifestación en la realidad física:

1) Tengo una idea de algo que deseo y soy consciente de que no lo tengo. Mi
conciencia de que me falta crea una sensación de separación entre eso que
quiero y yo, lo que provoca angustia y frustración, entre otros sentimientos
negativos. Esta actitud aborta el crecimiento de mi idea hasta su
manifestación en la realidad física.

2) Tengo una idea de algo que deseo y pienso en ello con la esperanza de que
algún día lo tendré. Esto provoca bienestar en algunos momentos, por la
ilusión de que llegará, e incertidumbre en otros, cuando me doy cuenta de que
no lo tengo. Esta actitud ayuda a crecer a mi idea y luego frena su
crecimiento.
3) Tengo una idea de algo. Elimino el deseo porque crea distancia. Creo la
certeza de que ya lo tengo.
Para ello utilizo mi imaginación, mi visualización, mi concentración, mis
sentidos, mis sensaciones, a fin de abrigar la creencia de que eso ya es mío.
El cambio en este último modo de pensamiento es muy sutil, no obstante es
imprescindible para permitir la ley de crecimiento y obtener resultados en la
realidad física.
Se trata de un ‘entrenamiento’ en el que utilizamos nuestra mente objetiva
para crear la certeza de que la idea ya es algo real. La sensación que esto
provoca es muy agradable y placentera, y aumenta en intensidad con la
repetición. Con la repetición, la mente subjetiva recoge el mensaje y es así
como lo reproduce hasta sus últimas consecuencias.
Cuando se siembra una semilla se la riega de forma habitual y sin ningún tipo
de duda sobre si va a germinar. Se observa su crecimiento con placer y
satisfacción, que nacen de la belleza que se adivina y de la certeza de que
está creciendo, aún en los primeros estadios en los que el brote todavía no ha
salido a la superficie.

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50
10 LA RECEPTIVIDAD

E l estudiante debe esforzarse por tener claro lo que significa la inteligencia del
espíritu indiferenciado para poder establecer las bases que le permitan trabajar con
todo esto de manera práctica.

Queremos comprender la idea de inteligencia aparte de la individualidad, una idea


que es probable que nos eluda hasta que nos acostumbremos a ella. El fallo en la
comprensión de esta cualidad del espíritu es lo que ha dado lugar a todos los errores
teológicos que han aportado amargura al mundo y se encuentran entre las principales
causas que han retardado el verdadero desarrollo de la raza humana.

Transmitir este concepto con palabras es probablemente imposible, e intentar


definirlo es presentar esa misma idea de limitación que estamos intentando evitar. Es
más un sentimiento que una definición; no obstante hemos de afanarnos en indicar la
que debe ser la dirección de nuestro sentimiento, si hemos de encontrar esta gran
verdad.

La idea es sentir nuestra personalidad evitando el sentido de propiedad que


distingue a un individuo de otro.

“Yo no soy ese porque yo soy yo” es la definición de la persona individual; no


obstante esto crea necesariamente la idea de limitación porque reconocer a cualquier
otro individuo establece un punto en el que cesa nuestra propia individualidad y
empieza la él.

Ahora, este modo de reconocimiento no puede ser atribuido a la Mente Universal.


Que reconociera un punto en el que ella cesa y algo más empieza sería aceptarse
como algo que no es universal, ya que universalidad significa incluir a todas las
cosas.

Por lo tanto para esta inteligencia, reconocer que algo está fuera de sí sería una
negación de su propio ser, por lo que podemos decir que cualquiera que sea la
naturaleza de esta inteligencia, debe estar totalmente desprovista del elemento de un
auto-reconocimiento como personalidad individual a cualquier escala. Visto así
queda claro que el Espíritu omnipresente y origen de todo es el gran principio
impersonal de la Vida que da lugar a todas las manifestaciones particulares de la
naturaleza. Su absoluta impersonalidad, en el sentido de la ausencia total de
cualquier conciencia de existencia individual, es un punto en el que es no se puede
insistir lo suficiente.

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Atribuir una individualidad imposible a la Mente Universal es uno de los dos
grandes errores que han debilitado las bases de la religión y de la filosofía en todas
las épocas. El otro error es irnos al extremo opuesto y negar que la Mente Universal
disponga de inteligencia personal. Respondemos a este error con una la sencilla
pregunta: “Él, que creó el ojo, ¿no ve? Él, que creó el oído, ¿no oye?” O podemos
utilizar un proverbio popular: “De una bolsa no puedes sacar más de lo que hay en
ella”.

Consecuentemente, el hecho de que nosotros mismos somos centros de inteligencia


personal es la prueba de que lo infinito, desde lo que se han condensado estos
centros, debe ser inteligencia infinita y así no podemos evitar atribuirle los dos
factores que constituyen la personalidad, es decir: la inteligencia y la voluntad.

Por lo tanto llegamos a la conclusión de que esta esencia esparcida


universalmente, en la que podemos pensar como una especie de protoplasma
espiritual, debe poseer todas las cualidades de la personalidad, pero sin ese
reconocimiento consciente de sí misma que constituiría una individualidad separada.

Y puesto que la palabra “personalidad” ha sido tan asociada en nuestro


vocabulario con la idea de “individualidad”, quizá sea mejor crear una nueva
palabra y hablar de la “personaldad” de la Mente Universal para indicar su cualidad
personal sin el atributo de la individualidad.

Debemos darnos cuenta de que este espíritu universal impregna todo el espacio y
toda sustancia manifiesta, tal y como indican los científicos que hace el éter, y que
dondequiera que esté, debe acarrear consigo y en su propio ser todo lo que es.

Vemos entonces que nos encontramos en medio de un océano de Vida


indiferenciada, no obstante inteligente, que existe arriba, abajo y alrededor nuestro,
que impregna nuestra mente y nuestro cuerpo, y hace lo mismo con todos los demás
seres.

Al darnos cuenta de la verdad de esta frase, nuestros ojos empezarán a abrirse a


su inmenso significado. Quiere decir que toda la naturaleza está impregnada de una
“personaldad” interior, infinita en sus potencialidades de inteligencia, capacidad de
respuesta y poder de expresión, que sólo está esperando ser impulsada a la acción
por nuestro reconocimiento de ella.

Puede respondernos sólo cuando la reconocemos, esto es debido a los términos de


su naturaleza. Si nos encontramos a ese nivel intelectual en el que no podemos ver
nada más que un mundo gobernado por eventos fortuitos, esta mente universal
subyacente no nos presentará nada más que una confluencia accidental de fuerzas que
no demuestran ningún orden inteligible. Si somos lo suficientemente avanzados como

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para ver que tal confluencia sólo podría producir caos, y no un cosmos, entonces
nuestras concepciones se expanden hasta la idea de la Ley universal y encontramos
que ésta es la naturaleza del principio que subyace a todos.

Hemos realizado un avance inmenso desde el plano del mero accidente hasta un
mundo donde existen principios definitivos con los que podemos llevar a cabo
cálculos certeros una vez que los conocemos. Pero éste es el punto crucial: Las
leyes del universo están ahí pero nosotros las desconocemos, y sólo mediante la
experiencia que se gana tras repetidos fallos podemos vislumbrar las leyes que
hemos de usar. ¡Qué doloroso y cuán lento es el progreso!

El transcurso de eones no sería suficiente para comprender todas las leyes del
universo en su totalidad, no sólo en el mundo visible sino también en el que no se ve;
cada fallo al conocer la verdadera ley implica un sufrimiento que surge de nuestra
ignorante vulneración de la misma. Así, puesto que la naturaleza es infinita, nos
encontramos con la paradoja de que de algún modo debemos ingeniárnoslas para
seguir el hilo del conocimiento de lo infinito con nuestra inteligencia individual, y
debemos realizar el peregrinaje a lo largo de la incesante “Vía Dolorosa” bajo el
azote de la Ley inexorable hasta que encontramos la solución al problema. Pero
surgirá la pregunta: ¿No podemos seguir hasta que al final dispongamos de todo el
conocimiento? La gente no entiende lo que representa “el infinito”, porque de no ser
así no harían tales preguntas.

El infinito es eso que es ilimitado e inagotable. Imagina la capacidad más vasta, y


habiéndola llenado con lo infinito, lo que queda de infinito es tan infinito como antes.

Para el matemático esto está muy claro. Eleva x a la potencia que quieras, y por
muy vasta que sea la disparidad entre ella y las potencias menores de x, ambas son
igualmente inconmensurables con xn. El reino universal de la Ley es una verdad
magnificente; es uno de los dos grandes cimientos del universo representado por los
dos pilares que se erigían en la entrada del templo de Salomón: es Jachín, pero
Jachín debe estar equilibrado por Boaz.

Es una verdad eterna que nunca puede ser alterada: cada infracción de la Ley de la
Naturaleza debe acarrear consecuencias castigadoras. Nunca podemos apartarnos
del ámbito de la causa y el efecto. No hay escapatoria alguna de esta ley, a
excepción del conocimiento. Si conocemos una Ley de la Naturaleza y trabajamos
con ella, encontraremos que es nuestra amiga incondicional, siempre lista para
servirnos y nunca reprendernos por los fallos del pasado; pero si la transgredimos
por ignorancia o a voluntad, se convierte en nuestro enemigo, implacable hasta que
volvemos a obedecerla.

Por lo tanto, la única liberación del sometimiento perpetuo y de la servidumbre es

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una expansión personal que pueda percibir la infinitud misma. ¿Cómo es posible
lograr esto? Por nuestro progreso en dirección a ello y mediante un grado de
inteligencia que nos permita comprender la “personaldad” inherente a la vida divina,
presente en todos y en todo, que es al mismo tiempo la Ley y la Sustancia de todo lo
que hay.

Los antiguos rabinos dijeron bien: “La Ley es una Persona”. Una vez que nos
damos cuenta de que la Vida universal y la Ley universal son una con la personaldad
universal, hemos establecido el pilar Boaz y su complemento necesario: Jachín. Y
cuando encontramos el punto en común en el que ambos se unen, hemos levantado el
Arco Real a través del cual podemos entrar triunfales en el Templo.

Hemos de disociar la Personaldad Universal de cualquier concepto de


individualidad. Lo universal nunca puede ser lo individual: eso establecería una
contradicción en los términos. Pero como la personaldad universal es la raíz de
todas las personalidades individuales, encuentra su expresión más elevada en
respuesta a aquellos que se dan cuenta de su naturaleza personal. Y es este
reconocimiento el que resuelve la paradoja aparentemente irresoluble.

La única manera de lograr ese conocimiento de la Ley Infinita que transformará la


Vía Dolorosa en un Camino de Alegría es encarnando en nosotros un principio de
conocimiento conmensurable con la infinitud de eso que ha de conocerse, y esto se
consigue dándonos cuenta de que, infinita como la ley misma, hay una Inteligencia
universal en medio de la cual flotamos como si nos encontráramos en un océano
vivo.

Se trata de una inteligencia sin personalidad individual, pero que para producirnos
se concentra a sí misma dando forma a las individualidades personales que somos.
¿Qué relación habría de tener tal inteligencia con nosotros? No una de favoritismo:
la Ley no puede respetar a una persona más que a otra, puesto que ella misma es la
raíz y el soporte de todo por igual. No una de negación de nuestros progresos, puesto
que al carecer de individualidad no puede disponer de un objeto personal propio que
pueda establecer un conflicto con algo nuestro, y puesto que es el origen de toda
inteligencia individual, no se puede apartar por ser incapaz de comprender.

Por lo tanto, por los términos mismos de su existencia, esta Mente infinita,
subyacente a todo y que todo lo produce debe estar lista inmediatamente para
responder a todos los que se dan cuenta de su verdadera relación con ella.

Siendo el principio mismo de la Vida, debe ser infinitamente susceptible al


sentimiento y consecuentemente reproducirá con una precisión absoluta cualquier
concepción de sí misma que grabemos en ella.

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Por lo tanto, si comprendemos la mente humana como ese estadio en la evolución
del orden cósmico en el que ha surgido una individualidad capaz de expresar, no
solamente la vida, sino también la personaldad del espíritu universal subyacente,
vemos entonces que su modo más perfecto de expresión debe tener lugar al
identificarse con estas personalidades individuales.

Por supuesto, la identificación se ve limitada por la dimensión de la inteligencia


individual; es decir, no sólo por la percepción intelectual de las secuencias de
causas y efectos, sino también por ese sentimiento indescriptible de conexión
mediante el cual instintivamente reconocemos que hay algo en los demás que les
hace semejantes a nosotros.

Así, cuando somos perspicaces y entendemos que el principio de existencia más


profundo debe, por motivo de su universalidad, tener una naturaleza común a la
nuestra, hemos resuelto la paradoja del conocimiento universal porque nos hemos
dado cuenta de nuestra igualdad con la Mente Universal, que es proporcional a la
Ley Universal.

De este modo corroboramos la afirmación de San Juan: “Conoces todas las


cosas”, aunque este conocimiento tiene lugar principalmente en el plano espiritual.
No es una afirmación intelectual porque en sí misma no es un conocimiento
específico de hechos concretos, más bien se trata del principio indiferenciado de
conocimiento que podemos diferenciar en la dirección que elijamos.

Es una necesidad filosófica en este caso, porque aunque la acción de la mente


individual consiste en diversificar lo universal en aplicaciones particulares,
diversificar todo lo universal sería una contradicción. Así, como no podemos agotar
lo infinito, lo que poseemos de él debe consistir en nuestro poder para diferenciarlo,
según la ocasión lo requiera, teniendo por limitación únicamente la que nosotros
asignemos a la manifestación.

De este modo, reconocer que compartimos la personalidad del Espíritu universal


indiferenciado, que es la raíz y la sustancia de todas las cosas, nos libera de la
estricta vinculación a una ley inflexible, no derogando la Ley porque eso significaría
la erradicación de todas las cosas, sino produciendo en nosotros una inteligencia afín
a la Ley universal misma y capacitándonos para aprender y cumplir con los
requerimientos de la Ley en cada asunto particular, según surja.

De este modo la Inteligencia Cósmica se individualiza y la inteligencia individual


se universaliza: ambas se convierten en una, y en proporción a cómo se aprende y se
actúa sobre esta unidad se encontrará que la Ley que da lugar a todas las condiciones
externas, bien del cuerpo o de las circunstancias.

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Cada vez que se comprende con mayor claridad puede ser utilizada con mayor
libertad, de modo que mediante un esfuerzo inteligente y constante que se
desarrollará al continuar leyendo estas páginas, lograremos mayores grados de un
poder al que resulta imposible asignar ningún límite.

El estudiante que entienda los principios que subyacen al despliegue de sus


propias posibilidades no debe cometer ningún error aquí. Debe darse cuenta de que
todo el proceso consiste en traer lo universal a la comprensión del individuo,
elevando al individuo al nivel de lo universal, y no al revés. Es una obviedad
matemática que no puedes contraer el infinito pero que sí puedes expandir lo
individual. Precisamente sobre estas líneas actúa la evolución.

Las leyes de la naturaleza no pueden ser alteradas en lo más mínimo; pero


podemos darnos cuenta de nuestra relación con el principio universal de la Ley que
subyace a todas ellas para poder tener a nuestro servicio a todas las leyes
particulares, del lado visible o invisible de la naturaleza, y convertirnos en los
maestros de la situación. Esto se logra con conocimiento, y el único conocimiento
que hará efectivo este propósito es el del elemento personal en el Espíritu Universal,
en su correspondencia con nuestra propia personalidad.

Nuestro reconocimiento de este Espíritu debe ser doble: Como la Ley, el orden, o
la secuencia necesaria y también como el principio de Inteligencia que responde a
nuestro reconocimiento del mismo.

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Ejercicio

Este ejercicio te ayudará a reconocer tu unidad con la Inteligencia Infinita que se


encuentra dentro de ti.
Cada noche al acostarte, dedica un momento a relajarte. Puedes empezar con tres o
cuatro respiraciones lentas y profundas y aflojando y sosegando cada parte de tu
cuerpo: las piernas, las caderas, el tronco, etcétera, con la intención clara de que
estás haciendo esto para conectarte con la fuente de la inteligencia infinita dentro de
ti.
No esperes ‘encontrar’ algo concreto ni escuchar una voz que te diga: ‘Hola, soy yo,
aquí estoy’. Esta inteligencia es invisible y no tiene forma, no obstante está presente.
La intención que estás formulando te ayuda a abrirte gradualmente al reconocimiento
de esta inteligencia, que empezarás a reconocer como tu voz interior: tu intuición.

Tiempo recomendado: 20 minutos.

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11 LA ACCIÓN RECÍPROCA DE LA MENTE
UNIVERSAL Y LA MENTE INDIVIDUAL
H emos de admitir que las anteriores consideraciones nos acercan a los límites de
la especulación teológica, pero el estudiante debe considerar que como Científico
Mental es su tarea observar incluso el fenómeno espiritual más exaltado desde un
punto de vista puramente científico respecto al funcionamiento de una Ley natural
universal.

Así, si simplemente aborda los hechos a medida que surgen, sin duda el verdadero
significado de muchas afirmaciones teológicas se hará evidente: pero hará bien si
establece como regla general que para el uso o el entendimiento de cualquier ley,
bien del aspecto personal o del impersonal de la naturaleza, no es necesaria una
explicación teológica.

Por lo tanto, aunque nunca podemos insistir demasiado en la cualidad personal


inherente al espíritu universal, presente en todas las cosas, debemos recordar que al
relacionarnos con él estamos tratando con un poder natural que reaparece en cada
punto en una versátil variedad de formas, bien como persona, animal o cosa.

En cada caso, en lo que se convierte para cada individuo se mide exactamente por
el reconocimiento que ese individuo tiene de él. Para todos y cada uno mantiene una
relación de apoyo a la raza; cuando el desarrollo individual es incapaz de asimilar
nada más, ese es el límite de la relación. Pero a medida que el poder de
reconocimiento del individuo se amplía, encuentra una expansión recíproca en este
poder inteligente que se despliega gradualmente hacia una conciencia de la íntima
complicidad que existe entre la mente individualizada y su fuente no individualizada.

Ahora, ésta es exactamente la relación que, en los principios científicos comunes,


esperamos encontrar entre la mente individual y la mente cósmica en el supuesto de
que la mente cósmica sea mente subjetiva, y por los motivos que ya hemos
establecido podemos considerarla exactamente así.

Como mente subjetiva, debe reproducir exactamente la concepción de sí misma


que la mente objetiva del individuo imprima sobre ella mediante su propia mente
subjetiva y al mismo tiempo, como mente creativa, construye los hechos externos en
correspondencia con esta concepción. Quot homines tot sententiae: “Hay tantos
pareceres como personas”: cada uno externaliza en sus circunstancias personales,
con gran precisión, su idea de la Mente Universal.

El hombre que se da cuenta de que por la ley natural de la mente puede dirigir la
Mente Universal en una acción recíproca y perfecta con la suya propia, por un lado

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la convertirá en una fuente de instrucción infinita y por otro en una fuente de poder
infinito.

Así alternará sabiamente los aspectos personal e impersonal, respectivamente, de


su mente individual y de la Mente Universal: cuando esté buscando guía o fortaleza,
considerará su propia mente como el elemento impersonal que ha de recibir
personalidad de la fuerza y de la sabiduría superior de la Gran Mente.

Por otro lado, cuando tenga que hacer uso de lo que así ha acumulado, debe
revertir la posición y considerar su propia mente como el elemento personal y la
Mente Universal como el impersonal, que por lo tanto puede dirigir con convicción
grabando en ella su propio deseo personal.

No debemos sobrecogernos ante la grandeza de esta conclusión, puesto que es el


desenlace lógico de la relación natural entre las mentes subjetiva y objetiva; la única
cuestión es si limitaremos nuestra visión al nivel más bajo de la última, o si la
expandiremos para que asuma las posibilidades ilimitadas que la mente subjetiva
nos presenta.

Me he extendido con este tema porque guarda la clave de dos asuntos muy
importantes: la Ley del Suministro y la naturaleza de la Intuición. A los estudiantes
les suele resultar más sencillo entender cómo la mente puede influir en el cuerpo,
con el que está tan íntimamente asociada, que cómo puede influir en las
circunstancias.

Si la actuación del poder del pensamiento estuviera limitada únicamente a la


mente individual, podría surgir esa dificultad; pero si hay una lección que el
estudiante de la Ciencia Mental debería asimilar más que ninguna otra es que la
acción del poder del pensamiento no está limitada a una individualidad confinada.

Lo que hace el individuo es dar una dirección a algo que es ilimitado, llamar a la
acción a una fuerza infinitamente más grande que la suya, que por ser impersonal,
pero inteligente, recibirá la impresión de su personalidad y por lo tanto puede hacer
que su influencia llegue mucho más allá de los límites que condicionan la percepción
objetiva del individuo de las circunstancias que tiene delante.

Por este motivo insisto tanto en la combinación de dos aparentes opuestos en la


Mente Universal: la unión de la inteligencia con la impersonalidad. La inteligencia
no sólo la capacita para recibir la impresión de nuestro pensamiento, también le hace
idear exactamente el medio adecuado para conseguir que se logre. Esto es sólo el
resultado lógico de la hipótesis de estar tratando con Inteligencia infinita que
también es Vida infinita.

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Vida significa Poder, y por lo tanto vida infinita significa poder ilimitado; y el
poder ilimitado movido por inteligencia ilimitada no puede ser concebido como algo
que detenga en seco el logro de su propósito.

Por lo tanto, dada la intención por parte de la Mente Universal, no hay duda alguna
al respecto de su logro último. A continuación surge la cuestión sobre la intención:
¿cómo sabemos cuál puede ser la intención de la Mente Universal? Aquí se
manifiesta el elemento de la impersonalidad: no tiene intención porque es
impersonal.

Como ya he dicho, la mente Universal funciona mediante una ley de promedios


para el desarrollo de la raza y no le preocupan de ningún modo los deseos
particulares del individuo: si sus deseos están alineados con el movimiento de
desarrollo del principio eterno, no existe en la naturaleza ningún poder que frene su
logro. Si se oponen a ese movimiento general hacia el desarrollo, le harán chocar
contra ello y le golpearán.

De la relación entre ellos resulta que el mismo principio que en la mente


individual aparece como voluntad, en la mente universal se convierte en la Ley de la
Tendencia, y esta tendencia siempre debe inclinarse en la dirección de dar la vida,
porque la mente universal es el espíritu indiferenciado de la Vida del Universo.

Por lo tanto, la pregunta en cada caso es si nuestra intención particular se


encuentra en esta misma dirección de protección de la vida, y si lo está podemos
estar totalmente seguros de que no existe intención alguna por parte de la Mente
Universal de frustrar la intención de nuestra mente individual. Estamos tratando con
una fuerza puramente impersonal y no se opondrá a nosotros con planes específicos
propios más de lo que lo harían el vapor o la electricidad.

Entonces, al combinar estos dos aspectos de la Mente Universal: su absoluta


impersonalidad y su inteligencia perfecta, encontramos precisamente la clase de
fuerza natural que queremos: algo que llevará a cabo lo que pongamos en sus manos
sin hacer preguntas ni negociar los términos, y habiendo asumido nuestros asuntos
infundirá en ellos una inteligencia tal que para ella el conocimiento de toda la raza
humana no es nada, así como un poder igual a esta inteligencia.

Puede que esté utilizando una forma de expresarme ruda y coloquial, no obstante
mi objetivo es dar a conocer al estudiante la naturaleza del poder que puede utilizar
y la forma de usarlo, y por lo tanto puedo la situación así: Tu objetivo no es dirigir
la totalidad del cosmos sino extraer beneficios particulares, físicos, mentales,
morales o financieros para tu vida o para la vida de alguien más.

Desde este punto de vista individual, el poder creativo universal no dispone de

61
mente propia y por lo tanto tú puedes crearle su mente. Crearle así su mente nunca
invalida su posición como poder creativo; más bien hace que empiece a trabajar de
inmediato para llevar a cabo el propósito para el que así ha sido concentrado. Y a
menos que esta concentración sea disipada por el mismo agente (tú mismo) que
primero la provocó, funcionará por medio de la ley del crecimiento hasta su
completa manifestación en el plano externo.

Al tratar con esta gran inteligencia impersonal estamos trabajando con el infinito y
debemos comprender lo infinito como aquello que toca todos los puntos, y si lo hace
no debería resultarnos difícil entender que esta inteligencia pueda reunir, incluso
desde los confines del mundo, los medios necesarios para su propósito.

Por lo tanto, al identificar la Ley de acuerdo a la cual ha de producirse el


resultado, debemos dejar de lado con gran resolución todo cuestionamiento respecto
a los medios específicos que serán empleados en cada caso. Cuestionarse eso es
sembrar esa misma semilla de duda que es nuestro principal objeto erradicar.

Nuestro esfuerzo intelectual debe ser dirigido, no a predecir las causas


secundarias necesarias que eventualmente han de combinarse para provocar el
resultado deseado. Deberíamos salir de ahí y dirigirlo a comprender con mayor
claridad los fundamentos de la ley por la que las causas secundarias se ponen en
movimiento.

Empleado de la primera manera, nuestro intelecto se convierte en el principal


obstáculo para nuestro éxito porque sólo hace que aumenten las dudas al intentar
definir particularidades que en ese momento están totalmente fuera de su círculo de
visión. Pero utilizado de la segunda manera aporta la mejor ayuda material porque
mantiene ese núcleo, sin el cual no existiría un centro sobre el que pudiera
reafirmarse el principio de crecimiento.

El intelecto sólo puede deducir consecuencias de hechos que es capaz de


establecer, y consecuentemente no puede deducir ninguna seguridad de hechos de
cuya existencia todavía no puede tener conocimiento alguno por medio de los
sentidos. No obstante, por el mismo motivo puede darse cuenta de que existe una Ley
mediante la cual las circunstancias todavía no manifiestas pueden ser manifestadas.
Usado así, en su orden correcto, el intelecto se convierte en el elaborador de ese
poder interior que manipula la sustancia invisible de todas las cosas y que podemos
denominar primera causa relativa.

62
Ejercicio

Con este sencillo pero poderoso ejercicio puedes comprobar tu unidad con la Mente
Cósmica o Inteligencia Infinita y comprobar cómo la causa que creas provoca una
condición, o resultado. La demostración vendrá en la forma de acontecimientos que
tendrán lugar en tu vida a fin de que obtengas lo que has pedido.
Piensa en alguna situación o persona sobre la que desees obtener claridad.
Busca un lugar en el que puedas sentarte cómodamente sin que nada te interrumpa.
Relaja el cuerpo.
Respira lenta y profundamente tres o cuatro veces y a continuación vuelve a respirar
a tu ritmo normal. Lleva tu atención al plexo solar.
En silencio, mentalmente, pero con toda la determinación que puedas aunar, exige lo
siguiente:
“Quiero claridad respecto a ………”
Sé breve y conciso. Una vez efectuada tu petición/pregunta, respira profundamente
tres veces más antes de terminar. Puedes levantarte y continuar con tus actividades.
No vuelvas a pensar en ello ni a darle vueltas en tus pensamientos, ya que este tipo
de disipación mental “perturba” el crecimiento de la respuesta.
Mantente atento a las señales y observa los resultados. En muy pocos días empezarás
a tener atisbos de esa claridad y reconocerás su verdad por la obviedad de la misma.
Observa cómo la Inteligencia Infinita ha movido los hilos necesarios de maneras que
no hubieras podido imaginar a fin de que el resultado que buscabas llegue a ti.
Tiempo necesario: 10 minutos.

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64
12 CAUSAS Y CONDICIONES
E n la última sección se ha utilizado la expresión “primera causa relativa” para
distinguir la acción del principio creativo en la mente individual de la Primera
Causa Universal y también de las causas secundarias.

Tal y como existe en nosotros, la causa principal es el poder de iniciar una


secuencia de causalidades dirigidas hacia un propósito individual. Como el poder
para iniciar una secuencia nueva de causa y efecto es primera causa, y en lo que se
refiere al propósito individual es relativo, se le puede denominar primera causa
relativa, o el poder de la causa primordial expresado por el individuo.

La comprensión y el uso de este poder es todo el objeto de la Ciencia Mental y


por lo tanto es necesario que el estudiante vea claramente la relación entre las causas
y las condiciones. Un sencillo ejemplo nos ayudará en este propósito más que una
explicación elaborada.

Si se mete una vela encendida en una habitación, la habitación se ilumina y si se


saca, la habitación queda a oscuras otra vez. Ahora, tanto la iluminación como la
oscuridad son condiciones, una positiva como resultado de la presencia de la luz, y
la otra negativa como resultado de su ausencia: con este sencillo ejemplo podemos
ver que cada condición positiva tiene una condición exactamente opuesta y negativa
que se corresponde con ella, y que esta correspondencia resulta de que ambas estén
relacionadas con la misma causa, una positivamente y la otra negativamente. Por lo
tanto podemos establecer la norma de que todas las condiciones positivas resultan de
la presencia activa de una cierta causa y las negativas de la ausencia de esa causa.

Una condición, ya sea positiva o negativa, nunca es una causa principal. Y la


causa principal de una secuencia nunca puede ser negativa porque la negación es la
condición que surge de la ausencia de una causalidad activa.

Esto debería ser entendido completamente porque es la base filosófica de aquellas


“negaciones” que juegan un papel tan importante en la Ciencia Mental y que pueden
resumirse en la siguiente afirmación: El mal, siendo negativo, al ser la privación de
lo bueno, no tiene existencia sustancial en sí mismo.

Sin embargo las condiciones, ya sean positivas o negativas, en cuanto son


llamadas a la existencia (evocadas) se convierten en causas y producen más
condiciones, y así sucesivamente hasta el infinito, y de este modo dan lugar a toda la
secuencia de causas secundarias.

Mientras únicamente juzguemos la información que nos transmiten los sentidos


estamos funcionando en el plano de las causas secundarias; no vemos más que una

65
sucesión de condiciones que forman parte de un tren interminable de condiciones
anteriores que surgen del pasado y se prolongan hacia el futuro.

Desde este punto de vista nos encontramos bajo la pauta de un destino de hierro
del cual parece imposible escapar. Esto es debido a que los sentidos sólo son
capaces de tratar con las relaciones que una forma de limitación devenga en otra,
puesto que son los instrumentos mediante los cuales conocemos lo relativo y lo
condicionado.

La única manera de liberarnos es elevándonos por encima de la región de las


causas secundarias [las circunstancias actuales] hasta crear una causa principal,
donde se encuentra la energía originaria antes de que haya pasado al estado de
manifestación como una condición.

Esta región se encuentra dentro de nosotros: es la zona de las ideas puras, y por
este motivo he insistido en los dos aspectos del espíritu como pensamiento puro y
como forma manifiesta. La imagen-pensamiento, o patrón ideal de una cosa es la
primera causa relativa a esa cosa. Es la sustancia de esa cosa no limitada por
ninguna condición previa.

Si nos damos cuenta de que todos los objetos visibles deben tener su origen en el
espíritu, entonces toda la creación a nuestro alrededor es la clara evidencia de que el
punto de partida de todo se encuentra en imágenes-pensamientos, o ideas, porque en
el espíritu no puede ser concebida ninguna otra acción más que la formación de tales
imágenes antes de su manifestación en materia.

Entonces, si éste es el modus operandi del espíritu para su auto-expresión, sólo


tenemos que transferir esta concepción desde la escala del espíritu cósmico actuando
en el plano de lo universal, a la del espíritu individualizado actuando en el plano de
lo particular, para ver que la formación de una imagen ideal mediante nuestro
pensamiento está iniciando el movimiento de la primera causa en referencia a este
objeto específico.

No hay diferencia entre la actuación de la primera causa en lo universal y su


proceder en lo particular. La diferencia radica únicamente en la escala, pero el
poder en sí mismo es idéntico. Por lo tanto siempre debemos tener claro si estamos
usando conscientemente una primera causa o no.

Nota la palabra “conscientemente”, porque consciente o inconscientemente


siempre estamos utilizando una primera causa. Por este motivo enfaticé el hecho de
que la Mente Universal es puramente subjetiva y por lo tanto está sujeta a las leyes
que se aplican a la mente subjetiva a cualquier escala. Es decir: siempre estamos
grabando en ella algún tipo de idea, seamos conscientes de ello o no, y todas

66
nuestras limitaciones resultan de haber grabado en ella habitualmente esa idea de
limitación que hemos asumido al restringir toda posibilidad a la región de las causas
secundarias.

Pero ahora, cuando las investigaciones nos demuestran que las condiciones nunca
son causas en sí mismas, sino sólo los vínculos subsiguientes de una cadena que
empezó en el plano de un puro ideal, lo que tenemos que hacer es revertir nuestra
forma de pensar y contemplar el ideal como algo real, y la manifestación externa
como un mero reflejo que debe cambiar con cada cambio en la entidad que lo emite.

Por este motivo es esencial saber si estamos utilizando conscientemente la causa


principal con un propósito definido o si no lo estamos haciendo, y el criterio es éste:
si consideramos que el logro de nuestro propósito está sujeto a cualquier
circunstancia pasada, presente o futura, no estamos utilizando la primera causa;
hemos descendido al nivel de causas secundarias, que es la región de las dudas, de
los miedos y de las limitaciones y estamos grabando todas ellas en la mente
universal subjetiva con el resultado inevitable de construir así las condiciones
externas correspondientes.

Pero si nos damos cuenta de que la región de las causas secundarias es la zona de
los meros reflejos no pensaremos que nuestro propósito depende de ningún tipo de
condición, sino que sabremos que al dar forma a la idea del mismo en el absoluto, y
al mantener esa idea, hemos moldeado la primera causa en la forma deseada y
podemos esperar el resultado con alegres expectativas.

Encontramos aquí la importancia de darnos cuenta de lo independiente que es el


espíritu del tiempo y el espacio. Un ideal, como tal, no puede ser formado en el
futuro. Debe ser formulado aquí y ahora, o no puede ser formado en absoluto.

Por este motivo cada profesor que haya hablado con conocimiento sobre este tema
ha grabado en sus seguidores la necesidad de visualizar y describir el logro de sus
deseos como si ya se hubieran cumplido en el plano espiritual, puesto que esa es la
condición indispensable para su logro en lo visible y lo concreto.

Al comprender esto adecuadamente, queda claro que cualquier pensamiento que


implique ansiedad respecto al medio a emplear para lograr nuestros deseos resulta
totalmente innecesario. Si el final ya está asegurado, todos los pasos que llevan a él
también lo están. El medio aparecerá en el pequeño círculo de nuestras actividades
cotidianas conscientes del día a día, en el orden debido, y entonces tendremos que
trabajar en el mismo, no con miedo, duda o ferviente emoción sino con calma y
alegría porque sabemos que el final ya está garantizado y que nuestro uso razonable
de tales medios, tal y como se presenten apuntando en la dirección deseada, es sólo
una parte de un movimiento coordinado y mucho mayor: el resultado final que no

67
admite duda alguna.

La Ciencia Mental no promueve la inactividad, no obstante aparta de este trabajo


toda ansiedad y esfuerzo arduo, asegurando al trabajador el éxito de su labor si no en
la forma precisa que anticipó, de alguna otra que satisfaga mejor su petición.

Pero supón lo siguiente: ¿Si llegamos al punto en el que tenemos que tomar una
decisión clara y resulta que nos equivocamos en nuestra decisión? Sobre la hipótesis
de que el final ya está asegurado, no puedes equivocarte en tu decisión. Tu decisión
correcta es uno de los pasos necesarios para el logro de la meta, lo es tanto como
cualquier otra de las condiciones que te llevan a ella.

Por lo tanto, mientras que somos cuidadosos y evitamos las acciones precipitadas,
nos aseguramos de que la misma Ley que está controlando que el resto de las
circunstancias se muevan en la dirección correcta, también está influyendo en nuestro
juicio moviéndolo también en la misma dirección.

Para obtener buenos resultados tenemos que entender correctamente nuestra


relación con el gran poder impersonal que estamos utilizando. Es inteligente y
nosotros somos inteligentes, y ambas inteligencias deben cooperar.

No debemos contradecir la Ley esperando que haga por nosotros lo que sólo
puede hacer a través de nosotros. Por lo tanto, tenemos que utilizar nuestra
inteligencia sabiendo que está actuando como instrumento de una inteligencia
superior, y puesto que tenemos este conocimiento podemos y debemos cesar
cualquier ansiedad respecto al resultado final.

En la práctica, primero debemos formar el concepto ideal de nuestro objeto con la


intención clara de grabarlo en la mente universal (esta intención excluye a ese
pensamiento del ámbito de la mera fantasía casual), y a continuación afirmar que
nuestro conocimiento de la Ley es motivo suficiente para mantener una serena
expectativa del resultado correspondiente, y que por lo tanto todas las condiciones
necesarias vendrán a nosotros en el orden debido.

Entonces podemos volver a dedicarnos a los asuntos de nuestra vida cotidiana con
la seguridad y tranquilidad de que las condiciones iniciales ya se han dado, o pronto
serán visibles. Si no las vemos inmediatamente, descansemos tranquilos con el
conocimiento de que el prototipo espiritual ya existe y está esperando a que empiece
a mostrarse alguna circunstancia que apunte en la dirección deseada.

Puede tratarse de una circunstancia muy pequeña, pero es la dirección y no la


magnitud la que hemos de tener en cuenta. En cuanto la percibamos deberíamos
considerarla como el primer brote de la semilla que hemos plantado en lo Absoluto,

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y hacerlo con calma y sin nerviosismo, a pesar de lo que parezca necesario dadas las
circunstancias. Más adelante veremos que esta actitud nos llevará hacia más
circunstancias que apuntan en la misma dirección, hasta que nos veamos conducidos
paso a paso hasta el logro de nuestro objetivo.

De este modo y al repetir las experiencias, la comprensión del gran principio de


la Ley del Suministro nos alejará cada vez más del ámbito de los pensamientos que
implican ansiedad y esfuerzo arduo y nos adentrará en un mundo nuevo donde el uso
de todos nuestros poderes, mentales o físicos, sólo supondrá un despliegue de
nuestra individualidad sobre las líneas de su propia naturaleza, y por lo tanto
implicará una fuente perpetua de salud y de felicidad.

De seguro, esto constituye un buen aliciente para el cuidadoso estudio de las leyes
que gobiernan la relación entre la mente individual y la Mente Universal.

69
Notas

¿Qué es una causa principal?


Es aquello que eliges crear conscientemente. Es algo nuevo.
¿Qué es una causa secundaria?
Se trata de todo aquello que observas, que se encuentra delante de ti, que existe
ahora porque fue creado en el pasado con motivo de alguna causa principal. En el
momento en el que lo observas y lo consideras, por el poder creativo de tu
pensamiento lo estás volviendo a manifestar. No se trata de una causa principal, ya
que no estás decidiendo conscientemente crear más de esto. Es una causa secundaria
precisamente porque no te ocupas de obviarlo y de crear una nueva causa para una
nueva condición en tu vida.
¿Qué es una primera causa?
Todo aquello en lo que piensas, porque al pensar en ello lo estás creando.
Una primera causa puede ser una idea nueva, o causa principal; también puede ser
una idea secundaria, o algo que ya existe en tu vida y fue creado en el pasado.
¿Qué significa que la región de las causas secundarias es la zona de los meros
reflejos?
Significa que lo que estás observando como hechos físicos en tu vida actual
(región de las causas secundarias —sucesos que fueron creados en el pasado) es el
lugar en el que solamente aparecen los reflejos de lo que estás pensando ahora,
porque ahora sólo estás observando los hechos actuales, y por tu atención a ellos
vuelves a recrearlos, y a observarlos… y a recrearlos continuamente.

70
71
13 LA INTUICIÓN
H emos visto que la mente subjetiva es susceptible a la sugestión por parte de la
mente objetiva. Pero hay también una acción que la mente subjetiva efectúa sobre la
objetiva. La mente subjetiva del individuo es su ser más íntimo y su principal
ocupación es el mantenimiento de la individualidad, de la cual es su fundamento.

Puesto que es puro espíritu y tiene su continua existencia en ese plano en el que
todas las cosas subsisten en el ahora universal y eterno, puede, en consecuencia,
informar a la mente inferior de las cosas que no existen en su percepción debido a la
distancia en el espacio o en el tiempo.

Como la ausencia de la condición de tiempo y espacio debe, lógicamente,


concentrar todas las cosas en un enfoque presente, no podemos atribuir límite alguno
al poder de percepción de la mente subjetiva y por lo tanto surge la pregunta: ¿Por
qué no mantiene a la mente objetiva informada constantemente sobre todos los
puntos? La respuesta es que lo haría si la mente objetiva estuviera lo suficientemente
entrenada como para reconocer las indicaciones que se le dan, y llevar a cabo este
entrenamiento es uno de los propósitos de la Ciencia Mental.

Una vez que reconocemos la posición de la mente subjetiva como sustentadora de


la individualidad, no podemos dudar que gran parte de lo que creemos que es el
movimiento espontáneo de la mente objetiva tiene su origen en la mente subjetiva
que la impulsa en la dirección adecuada, sin que seamos totalmente conscientes de
ello.

Pero en los momentos en los que la urgencia del caso parece demandarlo, o
cuando por alguna razón aún desconocida, durante un momento la mente objetiva está
más compenetrada con la mente subjetiva, la voz interior se escucha con fuerza y
persistencia. Cuando éste es el caso, hacemos bien en prestarle atención. La
necesidad de espacio me impide dar ejemplos, pero sin duda el lector preferirá no
experimentarlos.

No se puede insistir demasiado en lo importante que es comprender y seguir la


intuición, pero admito la gran dificultad y temor de aceptar que escuchar la voz
interior no implique que nos estemos dejando llevar por fantasías infundadas.

La mejor guía es el conocimiento que surge de la experiencia personal, que


gradualmente nos permite adquirir una especie de tacto interior que nos ayuda a
distinguir lo verdadero de lo falso, y que parece crecer con el deseo sincero de la
verdad y con el reconocimiento del espíritu como su fuente.

Los únicos principios generales que el escritor puede deducir de su propia

72
experiencia son que a pesar de que todas las apariencias apunten en la dirección de
una cierta línea de conducta, todavía hay un sentimiento insistente de que no debería
seguirse por ahí. En la mayoría de los casos se comprobará que el argumento de la
mente objetiva, por muy correcto que sea respecto a su conocimiento de los hechos,
ignoraba sucesos que no podían ser conocidos objetivamente en ese momento, pero
que sí eran conocidos por la facultad intuitiva.

Otro principio es que nuestra primera impresión respecto a cualquier tema,


generalmente es correcta.

Antes de que la mente objetiva haya empezado a debatir sobre el sujeto, es como
la superficie de un lago en calma que refleja claramente la luz. Pero en cuanto
empieza a argumentar en base a las apariencias externas, éstas lanzan sus reflejos
sobre su superficie de modo que la imagen original se vuelve borrosa y ya no es
reconocible.

Esta primera concepción se pierde rápidamente y debería ser observada


cuidadosamente, registrada en la memoria con la actitud de atestiguar los diversos
argumentos que surgirán a continuación en el plano objetivo.

Sin embargo, es imposible reducir una acción tan interna como la de la intuición a
la forma de reglas rígidas y rápidas, y más allá de reconocer los casos particulares a
medida que surgen, probablemente el mejor plan para el estudiante será incluir todo
el tema de la intuición en el principio general de la Ley de la Atracción,
especialmente si ve cómo esta ley interactúa con esa cualidad personal del espíritu
universal de la que ya hemos hablado.

73
Notas

Puedes reconocer la voz de la intuición en todas esas situaciones que han


resultado ser problemáticas, observando los comienzos de la circunstancia y
recordando qué sentiste al respecto que desoíste, tomando otra decisión que
justificaste con un razonamiento lógico.
Puedes reavivar la voz de tu intuición deteniéndote antes de tomar una decisión
para escuchar cómo te sientes al respecto, prestando atención a tu corazón y a tu
plexo solar.
La intuición es una sensación de certeza que surge desde tu interior.

74
75
14 LA CURACIÓN
El tema de la curación ha sido tratado en profundidad por muchos escritores y
merece toda la atención que se le ha prestado, no obstante el objetivo de estas
conferencias es más bien afianzar al estudiante en esos principios generales sobre
los cuales se basa todo uso consciente del poder creativo del pensamiento, más que
en establecer reglas formales para sus aplicaciones específicas.

Por lo tanto examinaré los principios que parecen ser comunes a los distintos
métodos de curación mental que se utilizan actualmente, cada uno de los cuales
deriva su eficacia, no de la peculiaridad del método, sino de constituir un
procedimiento tal que permite actuar a las leyes más elevadas de la Naturaleza.

Ahora, el principio que establecen todos los sanadores mentales, sean cuales sean
los términos que utilicen para explicarlo, es que la base de toda curación es un
cambio de creencia.

Esto resulta de la siguiente secuencia:

a) La mente subjetiva es la facultad creativa en nuestro interior y crea


cualquier cosa que la mente objetiva imprima en ella.

b) La mente objetiva, o intelecto, imprime su pensamiento sobre ella.

c) El pensamiento es la expresión de la creencia, por consiguiente,


cualquier cosa que la mente subjetiva crea es una reproducción externa de
nuestras creencias.

Por lo tanto, nuestro objetivo consiste en cambiar nuestras creencias y no podemos


hacer eso sin un claro convencimiento de la falsedad de nuestras viejas afirmaciones
y la verdad de las nuevas; y esta claridad la encontramos en la ley de la causa que
me he esforzado por explicar anteriormente.

La creencia errónea que se manifiesta externamente como enfermedad es la de que


alguna causa secundaria, que en realidad solamente es una condición, es una causa
principal.

El conocimiento de la ley demuestra que sólo hay una causa principal: ese factor
que en nuestra individualidad denominamos mente subjetiva o mente subconsciente.
Por este motivo he insistido en la diferencia entre establecer una idea en la mente
subconsciente, es decir: en el plano de lo absoluto y sin referencia al tiempo y al
espacio, o situar la misma idea en la mente intelectual consciente que sólo percibe
las cosas en su relación con el tiempo y el espacio.

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Ahora, la única concepción que puedes tener de ti mismo en lo absoluto, o
incondicionado, es la de ser puro espíritu vivo, sin la limitación de condiciones de
ningún tipo, y por lo tanto en absoluto sujeto a la enfermedad.

Cuando esta idea se imprime firmemente en la mente subconsciente, se manifestará


externamente. El motivo por el que este proceso no siempre tiene éxito cuando se
intenta por primera vez es porque a lo largo de toda nuestra vida hemos creído que la
enfermedad es una entidad sustancial en sí misma, y por lo tanto una causa principal,
en lugar de ser meramente una condición negativa que resulta de la ausencia de una
causa principal.

Una creencia que se ha arraigado desde la niñez no puede ser erradicada en un


momento. Por lo tanto, a menudo encontramos que durante algún tiempo tras el
tratamiento hay una mejoría en la salud del paciente y a continuación los viejos
síntomas regresan. Esto es debido a que la nueva creencia en su facultad creativa
todavía no ha tenido tiempo de penetrar hasta las recónditas profundidades de la
mente subconsciente y sólo ha entrado en ella parcialmente.

Cada siguiente tratamiento fortalece a la mente subconsciente en su mantenimiento


de la nueva creencia, hasta que se hace efectiva una curación definitiva y
permanente. Éste es el método para un auto-tratamiento basado en el conocimiento
que tiene el paciente sobre su propio ser.

Pero “este conocimiento no se encuentra en todos los hombres”, o no en cualquier


momento disponen del pleno reconocimiento del mismo que les permita tratarse a sí
mismos con éxito, y en estos casos es necesaria la intervención del sanador.

La única diferencia entre el sanador y el paciente es que el sanador ha aprendido


cómo controlar las modalidades del espíritu menos conscientes de sí mismas con la
modalidad más auto-consciente, mientras que el paciente todavía no ha logrado este
conocimiento.

Lo que hace el sanador es sustituir su propio objetivo o mentalidad consciente,


que es voluntad unida a intelecto, por la del paciente, y de este modo encuentra una
entrada a su mente subconsciente y graba en ella la sugerencia de salud perfecta.

Entonces surge la pregunta: ¿Cómo puede el sanador sustituir su propia mente


consciente por la del paciente? Y la respuesta demuestra la aplicación práctica de
esos principios tan abstractos que he establecido en las secciones anteriores.

Nuestra concepción ordinaria de nosotros mismos es la de una personalidad


individual que termina allá donde empieza otra personalidad. En otras palabras: la
de que ambas personalidades están totalmente separadas. Esto es un error. No existe

77
una línea tan rígida y tan marcada entre las personalidades, y las demarcaciones
entre una y otra pueden incrementarse o reducirse a voluntad, de hecho pueden
eliminarse temporalmente de tal modo que durante ese momento ambas
personalidades se funden en una. Ahora, la acción que tiene lugar entre el sanador y
el paciente depende de este principio.

El sanador le pide al paciente que adopte una actitud mental receptiva. Esto
significa que el paciente tiene la voluntad de eliminar la barrera de su personalidad
objetiva y permitir la entrada del poder mental del sanador.

Por su parte, el sanador hace lo mismo, con esta única diferencia: mientras el
paciente elimina su barrera con la intención de admitir un flujo entrante, el sanador
lo hace con la intención de permitir un flujo saliente.

Así, por medio de la acción conjunta de las mentes de ambos, las barreras de
ambas personalidades se deshacen y se determina la dirección del flujo de la
voluntad, es decir, fluye desde el sanador como la activa voluntad de dar y hasta el
paciente como una pasiva voluntad de recibir, de acuerdo a la ley universal de la
naturaleza en la que el flujo siempre debe tener lugar desde lo lleno hasta lo vacío.

Esta destitución mutua de la barrera mental entre sanador y paciente establece un


entendimiento entre ambos y aquí encontramos una aplicación muy práctica del
principio presentado anteriormente en este libro:

El espíritu puro está presente en su totalidad


en cada punto simultáneamente

Por este motivo, en cuanto el sanador se da cuenta de que las barreras externas
entre él mismo y su paciente han sido eliminadas, puede hablarle a la mente
subconsciente del paciente como si fuera la suya propia, puesto que al ser ambos
espíritu puro el pensamiento de su identidad les hace idénticos y ambos están
concentrados en una única entidad y en un único punto, sobre el que la mente
consciente del sanador puede entrar por medio de la sugestión de acuerdo al
principio universal de que la mente objetiva controla a la subjetiva.

Por eso he insistido en la distinción entre espíritu puro o espíritu que se concibe
aparte de su proyección sobre cualquier molde, y la concepción del mismo dentro de
esa proyección.

Si nos concentramos en la condición de enfermedad del paciente, le estamos


considerando una personalidad separada, no estamos centrando nuestra mente en esa
concepción de él como puro espíritu, lo que nos permitiría una entrada efectiva en la
fuente de su ser.

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Por lo tanto hemos de apartar nuestro pensamiento de la contemplación de los
síntomas, de hecho, de toda su personalidad corpórea, y debemos considerarle una
individualidad puramente espiritual, libre así de verse sujeto a ninguna condición y
consecuentemente manifestando externamente y a voluntad las condiciones que mejor
expresen la vitalidad y la inteligencia que es el espíritu puro.

Pensando así en él estamos realizando la afirmación mental de que construirá


externamente la correspondencia de esa vitalidad perfecta que él sabe interiormente
que es. Esta sugestión grabada por el pensamiento consciente del sanador, mientras
que al mismo tiempo el pensamiento consciente del paciente está grabando el hecho
de que está recibiendo el pensamiento activo del sanador, da como resultado que la
mente subconsciente del paciente se empapa por completo del reconocimiento de su
propio poder dador de vida y de acuerdo a la reconocida ley de la mentalidad
subjetiva, procede a actuar de acuerdo a esta sugestión y a dar forma a su
manifestación externa, y así la salud sustituye a la enfermedad.

Es importante entender que el proceso que aquí se describe tiene como propósito
fortalecer la individualidad del sujeto, no dominarla. Utilizarlo para dominar es una
perturbación que acarreará la penalización correspondiente sobre el operador.

En esta descripción he contemplado el caso en el que el paciente está cooperando


conscientemente con el sanador, y para conseguir esta cooperación el sanador mental
normalmente dedica un momento a instruir al paciente, en el caso de que no esté
familiarizado con ellos, en los principios generales de la Ciencia Mental. Pero esto
no siempre es posible o aconsejable. A veces declarar los principios que pueden ser
opuestos a los prejuicios de la persona hace surgir una oposición y cualquier
antagonismo que pueda activarse en el paciente tenderá a intensificar la barrera de la
personalidad consciente, cuando el principal objetivo del sanador era eliminarla.

En estos casos no hay nada tan efectivo como un tratamiento a distancia. Si el


estudiante ha entendido todo lo que se ha dicho sobre el tema del espíritu y la
materia verá que en el tratamiento mental el tiempo y la distancia no cuentan en
absoluto porque toda la actividad tiene lugar en un plano al que no llegan estas
condiciones; por lo tanto resulta irrelevante si el paciente se encuentra en la
presencia inmediata del sanador o en un país lejano.

Bajo estas circunstancias la experiencia nos enseña que una de las formas más
efectivas de sanación mental es el tratamiento durante el sueño, porque entonces todo
el sistema del paciente se encuentra en un estado natural de relajación que le impide
ofrecer ninguna oposición consciente al mismo. Y por la misma norma, el sanador
también puede entrar con más facilidad durante su propio sueño que cuando está
despierto.

79
Antes de irse a dormir graba con fuerza en su mente subjetiva que va a transmitir
una sugestión curativa a la mente subjetiva del paciente y a continuación, por los
principios generales de la relación entre la mente subjetiva y la objetiva, esta
sugestión se lleva a cabo durante las horas en las que la individualidad consciente se
encuentra en reposo. Este método se puede aplicar con los niños pequeños, a quienes
no podemos explicar los principios de la ciencia, y también con personas en la
distancia.

De hecho, la única ventaja del encuentro personal entre el paciente y el sanador es


la instrucción que puede darle oralmente, o cuando la presencia visible del sanador
ayuda al paciente a creer que se está haciendo algo que no se podría hacer en su
ausencia.

De otro modo, la presencia o la ausencia del paciente resulta totalmente


irrelevante. El estudiante siempre debe recordar que la mente subconsciente no tiene
que actuar a través del intelecto o de la mente consciente del paciente para producir
sus efectos curativos. Es parte de la fuerza creativa y omnipresente de la naturaleza,
mientras que el intelecto no es creativo sino distributivo.

A un paso de la sanación mental se encuentran la telepatía, la clarividencia y otras


manifestaciones semejantes del poder trascendental, que de vez en cuando son
exhibidas por la entidad subjetiva y que se rigen por leyes tan precisas como las que
gobiernan lo que estamos acostumbrados a considerar como nuestras facultades más
normales.

Pero estos temas no forman parte del ámbito de un libro cuyo propósito es
establecer los principios generales que subyacen a todo fenómeno espiritual. Hasta
que sean comprendidos claramente, el estudiante no puede pretender adentrarse en el
estudio detallado de otros poderes interiores, porque hacerlo sin una base sólida de
conocimiento y sin una experiencia de su aplicación práctica supondría exponerse a
peligros desconocidos y sería contrario al principio científico de que el avance
hacia lo desconocido sólo puede realizarse desde el punto de vista de lo conocido;
de otro modo nos adentramos en una zona confusa de trabajo especulativo sin
disponer de una serie de principios claramente definidos que nos guíen.

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Ejercicios

Auto tratamiento:
Antes de acostarte, escribe tres veces la siguiente frase con gran concentración e
intención: “Durante toda la noche mi mente subjetiva va a estar trabajando para
proporcionar un estado de salud perfecto a mi cuerpo”. Haz este ejercicio todas las
noches durante una semana y observa resultados.

Tratamiento presencial a otra persona:

Pide a la persona que adopte una actitud mental abierta y receptiva.


Haz tú lo mismo. Imagina que tu mente es una luz o energía que se extiende más
allá de los límites de tu cuerpo y se funde con la luz o energía de la mente de la
persona con la que estás trabajando. Ahora sois uno.
Háblale a la mente subconsciente de la otra persona como si fuera la tuya propia.
Haz esto mentalmente y en silencio: “Estás trabajando constantemente para
proporcionar un estado de salud perfecta a tu cuerpo”.
Aparta tu pensamiento de la contemplación de los síntomas del paciente, de su
personalidad corpórea, y comprende que en su ser espiritual está libre de verse
sujeto a ninguna enfermedad.
Al hablar a su mente subconsciente, puedes también expresar el estado ideal que
deseas que tenga, sin utilizar la negación ni definiciones del malestar. Ejemplo:
“Gracias por estar logrando un estado de salud perfecto”. “Gracias por tu bondad”.
“Gracias por tu fortaleza emocional”, etc.

Tratamiento durante el sueño:


Graba con fuerza en tu mente subjetiva que vas a transmitir una sugestión curativa
a la mente subjetiva del paciente.
Ejemplo: Di el nombre, apellidos, edad y el lugar en el que se encuentra la
persona, a ser posible. A continuación decreta con gran intencionalidad: “Esta noche
tu mente subjetiva está desarrollando para ti un estado de salud perfecto”.

*La efectividad de estos ejercicios depende de la claridad del decreto, de la fuerza de la intención y de lo
frecuentemente que se practiquen.

81
82
15 LA VOLUNTAD
L a voluntad es tan importante que el estudiante debería mantenerse atento para
evitar confusiones respecto a la posición que ocupa en la economía mental.

Muchos escritores y profesores insisten en que la fuerza de voluntad es la facultad


creadora. Sin duda, una fuerza de voluntad intensa puede implicar ciertos resultados
externos; no obstante, como a todos los métodos de coacción, le falta la permanencia
que es propia del crecimiento natural. Es decir, las apariencias, las formas y las
condiciones producidas por la mera intensidad o fuerza de voluntad sólo se
mantendrán unidas mientras la fuerza impulsora continúe. Pero en el momento en el
que se agote o se retire y los elementos se vean así forzados a una combinación
antinatural, volverán de repente a asumir las afinidades que les corresponden.

La forma creada por el apremio nunca contuvo en sí misma el germen de la


vitalidad y por lo tanto se ve disipada en cuanto se retira la energía externa que la
sostenía.

El error está en atribuir el poder creativo a la voluntad, o quizá debería decir en


atribuírnoslo a nosotros mismos. La verdad es que el hombre nunca crea nada. Su
función no es crear, sino combinar y distribuir eso que ya existe, y lo que llamamos
nuestras creaciones son nuevas combinaciones de material mental o corpóreo que ya
es.

Esto lo demuestra claramente la ciencia física. Nadie habla de crear energía sino
de transformar una forma de energía en otra. Y si nos damos cuenta de que éste es un
principio universal, veremos que en el plano mental, así como en el plano físico,
nunca creamos energía sino que únicamente proporcionamos las condiciones
mediante las que la energía que ya existe de una forma pueda exhibirse de otra.

Por lo tanto, eso que llamamos poder creativo del hombre es la actitud receptiva
de expectación que, por así decirlo, crea un molde por el que puede fluir la sustancia
plástica y todavía indiferenciada para adoptar la forma deseada.

La voluntad ocupa el mismo lugar en nuestra maquinaria mental que el


portaherramientas en un torno eléctrico: no es el poder, pero mantiene las facultades
mentales en esa posición relativa al poder que les permite llevar a cabo el trabajo
deseado.

Si utilizamos la palabra en su sentido más amplio, podemos decir que la


imaginación es la función creativa y podemos llamar a la voluntad el principio
centralizador: su labor es mantener la imaginación centrada en la dirección
adecuada.

83
Estamos intentando controlar conscientemente nuestros poderes mentales en lugar
de dejar que nos lleven de un lugar a otro sin propósito ninguno, y por lo tanto hemos
de comprender la relación entre estos poderes para poder producir resultados
externos.

En primer lugar, todo el tren de causas da comienzo por alguna emoción que hace
surgir un deseo. A continuación el sentido común determina si manifestaremos
externamente este deseo, o no. Después, el deseo que ha sido aprobado por el
sentido común avanza y dirige la imaginación para dar forma al prototipo espiritual
necesario. Y la imaginación, centrada así en un objeto en particular, crea el núcleo
espiritual que a cambio actúa como un centro alrededor del cual empiezan a trabajar
las fuerzas de atracción, y siguen actuando hasta que, por la ley de crecimiento, el
resultado concreto se vuelve perceptible a nuestros sentidos externos.

La función de la voluntad es mantener las diversas facultades de nuestra mente en


esa posición en la que realmente están llevando a cabo el trabajo que deseamos, y
esta posición puede generalizarse en las tres actitudes siguientes:

a) Bien deseamos actuar sobre algo, ó


b) Deseamos que algo actúe sobre nosotros, ó
c) Deseamos mantener una posición neutral.

En otras palabras, o bien intentamos proyectar una fuerza, o recibir una fuerza, o
mantener una posición de inactividad en relación con algún objeto en particular.

Ahora, el sentido común determina cuál de estas tres posiciones asumiremos: la


conscientemente activa, la conscientemente receptiva o la conscientemente neutral. Y
la función de la voluntad es simplemente mantener la posición que hemos
determinado.

Si mantenemos cualquier actitud mental dada, podemos contar sin lugar a dudas
con que la ley de la atracción nos va a llevar hacia esas correspondencias que
simbolizan exteriormente la actitud en cuestión.

Esto es muy distinto al trastorno semi-animal de la fuerza nerviosa que algunas


personas confunden con el poder de la voluntad, que en realidad no implica tensión
en el sistema nervioso y por lo tanto no provoca ninguna sensación de agotamiento.

El poder de la voluntad, cuando se transfiere desde la región de la mentalidad más


baja hasta el plano espiritual se convierte, simplemente, en la determinación calmada
y pacífica de mantener una cierta actitud mental a pesar de cualquier tentación a
hacer lo contrario, sabiendo que al hacerlo ciertamente aparecerá el resultado
deseado.

84
Uno de los principales objetivos de la Ciencia Mental es entrenar la voluntad y su
movimiento desde el plano más bajo de nuestra naturaleza hasta el más elevado. El
hombre se reduce a su voluntad. Cualquier cosa que haga por su propia voluntad es
su propio acto. Cualquier cosa que haga sin el consentimiento de su voluntad no es su
propio acto sino el del poder por el que ha sido condicionado.

Pero debemos reconocer que ninguna otra individualidad puede lograr control
sobre nuestra voluntad en el plano mental a no ser que nosotros le permitamos
hacerlo. Por este motivo todo uso legítimo de la Ciencia Mental se dirige al
fortalecimiento de la voluntad, en nosotros o en los demás, a movernos hacia el
control de una razón iluminada.

Cuando la voluntad se da cuenta de su poder para actuar en la primera causa ya no


es necesario que el operador se afirme a sí mismo por completo toda la filosofía de
su actuación cada vez que desee utilizarla.

Sabiendo que la voluntad entrenada constituye una fuerza espiritual tremenda que
actúa en el plano de la primera causa, simplemente expresa su deseo con la intención
de operar en ese plano y sabe que el deseo así expresado deberá manifestarse
externamente como un hecho concreto.

Ahora ve que el punto que realmente demanda enfáticamente su atención no es su


posesión del poder de manifestar externamente cualquier resultado que elija, sino
aprender a elegir sabiamente qué resultados producir.

Ni los poderes más elevados nos excluyen de la ley de causa y efecto. No


podemos empezar el movimiento de una causa sin atraer aquellos efectos que ya
están contenidos en su embrión y que de nuevo se convertirán en causas, produciendo
así una serie que debe seguir fluyendo hasta que se vea interrumpida cuando hagamos
actuar una causa de carácter opuesto a la que la originó.

Encontraremos así un terreno para ejercitar nuestra inteligencia que se expande


constantemente con el desarrollo de nuestros poderes, puesto que una vez que
garantizamos una buena intención siempre desearemos contemplar los resultados de
nuestra acción tan lejos hasta donde nos permita llegar nuestra imaginación.

Quizá nuestra visión no pueda llegar muy remotamente, pero seguro que
deducimos un principio general de lo que hemos dicho sobre las causas y las
condiciones, y es que toda la secuencia siempre participa del mismo carácter como
causa inicial: si ese carácter es negativo, es decir, desprovisto del deseo de
manifestar externamente amabilidad, alegría, fortaleza, belleza o cualquier otra clase
de bien, esta cualidad negativa se hará sentir a lo largo de todo el proceso. Pero si el
carácter afirmativo opuesto se encuentra en el motivo original, se reproducirá en la

85
forma del amor, de la alegría, de la fortaleza y de la belleza con una precisión
infalible.

Por lo tanto, antes de empezar a producir nuevas condiciones con el ejercicio del
poder de nuestro pensamiento deberíamos sopesar cuidadosamente cuáles serán los
resultados probables. Y aquí, de nuevo, encontraremos un amplio campo para el
entrenamiento de nuestra voluntad, al aprender a adquirir ese auto-control que nos
permitirá posponer una satisfacción actual de calidad inferior a un bien potencial
mayor.

Estas consideraciones nos llevan a la cuestión de la concentración. Acabo de


indicar que toda acción mental correcta consiste en mantener la mente en una de las
tres actitudes, no obstante hay una cuarta condición mental: la de dejar que nuestras
funciones mentales se desaten sin que nuestra voluntad las dirija hacia un propósito
definido.

Es en esta palabra: propósito, en la que debemos enfocar toda nuestra atención, y


en lugar de disipar nuestras energías debemos seguir un método inteligente de
concentración. Concentración significa estar reunidos en un centro y el centro de
cualquier cosa es ese punto en el que todas sus fuerzas se encuentran equilibradas.
Por lo tanto, concentrarse significa traer primero nuestra mente a una condición de
equilibrio que nos permita dirigir conscientemente el flujo del espíritu hacia un
propósito claramente reconocido, y luego cuidar de que nuestros pensamientos no
induzcan un flujo en la dirección opuesta.

Siempre debemos recordar que estamos tratando con una energía potencial
maravillosa que todavía no se ha diferenciado en nada en particular y que por la
acción de nuestra mente puede distinguirse en cualquier modo de actividad
específico que deseemos.

Y al mantener nuestro pensamiento fijo en el hecho de que el flujo de entrada de


esta energía está teniendo lugar y que por medio de nuestra actitud mental estamos
determinando su dirección, gradualmente reconoceremos una manifestación externa
correspondiente.

Por lo tanto, la forma adecuada de concentrarse no es realizando un esfuerzo


extenuante que agota al sistema nervioso y desmantela su propio objeto al crear la
conciencia de una fuerza con la que luchar, dando lugar así las circunstancias
desfavorables que tememos, sino apagando cualquier pensamiento de esa clase que
pueda dispersar el núcleo espiritual que estamos formando y deleitarnos alegremente
en la certeza de que, como esta ley es infalible en su acción, nuestro deseo también
lo es en su logro.

86
El otro gran principio a recordar es que la concentración tiene el propósito de
determinar la cualidad que vamos a darle a la energía que previamente era
indiferenciada, y no el de preparar las circunstancias específicas para su
manifestación. Esa es la función de la energía creativa, que construirá sus propias
formas de expresión de un modo natural, si se lo permitimos, ahorrándonos así una
enorme cantidad de ansiedad innecesaria.

Lo que realmente queremos es expansión en una cierta dirección: bien en la salud


o en la riqueza, y mientras entendamos esto, qué importa que nos llegue mediante un
canal que podamos considerar con nuestro pensamiento o mediante algún otro de
cuya existencia ni siquiera habíamos sospechado.

Deberíamos enfocar nuestra mente en el hecho de que estamos concentrando


energía de una clase en particular y para un propósito específico, y no considerar
como esencial ningún detalle para el logro de nuestro objetivo.

Éstas son las dos reglas de oro respecto a la concentración. Pero no debemos
suponer que por tener que mantenernos alerta ante los pensamientos ociosos que se
mueven a la deriva no podamos disfrutar de reposo; por el contrario, es en los
periodos de reposo cuando acumulamos fortaleza para la acción.

El reposo no es un estado carente de propósito. Como es puro espíritu, la mente


subjetiva nunca descansa. Es la mente objetiva en su conexión con el cuerpo físico la
que necesita descanso, y aunque sin duda hay momentos en los que el mejor descanso
posible se logra deteniendo la acción de todos nuestros pensamientos conscientes, el
método más aconsejable es cambiar la dirección del pensamiento y en lugar de
centrarlo en aquello que pretendemos hacer, dejarlo descansar tranquilamente en eso
que somos.

Esta dirección de pensamiento puede, por supuesto, desarrollarse hacia la


especulación filosófica más profunda, pero tampoco es necesario que siempre
estemos proyectando conscientemente nuestras fuerzas para producir algún efecto
externo, o resolviendo los detalles de algún problema metafísico. Simplemente
podemos darnos cuenta de que formamos parte de la vida universal y así lograr una
tranquila centralización que, aunque mantenida por un acto consciente de la voluntad,
es la esencia misma del descanso.

Desde este punto de vista vemos que todo es Vida y que todo es Bueno y que la
Naturaleza, desde su superficie más visible hasta sus profundidades más recónditas
es un vasto almacén de vida y de bondad completamente entregada a nuestro uso
individual.

Disponemos de la llave para lograr todos sus tesoros y ahora podemos aplicar

87
nuestro conocimiento de la ley de la existencia sin entrar en todos esos detalles que
sólo son necesarios para el propósito del estudio, y al hacerlo encontramos que
hemos adquirido la conciencia de nuestra unidad con el todo.

Éste es el gran secreto. Y cuando lo hemos comprendido podemos disfrutar de


poseerlo todo, o cualquier parte de ese todo, porque al reconocerlo lo hemos hecho
nuestro y gradualmente será más nuestro.

Lo que más nos atrae en un cierto momento o lugar es esa modalidad del espíritu
vivo universal con la que estamos más en contacto en ese momento. Al darnos cuenta
de esto, extraemos de ella corrientes de energía vital que harán que la sensación
misma de la vida sea toda una alegría, y que la irradiaremos como una esfera
vibratoria a nuestro alrededor que puede desviar cualquier sugerencia dañina en
cualquier ámbito.

Quizá no dispongamos de habilidades literarias, artísticas o científicas para


presentar a los demás el resultado de nuestra comunicación con la naturaleza, pero la
alegría de la interiorización de esta comprensión producirá, no obstante, la expresión
externa correspondiente que se manifiesta en el aspecto feliz y en el semblante
amable de aquél que comprende así su unidad con cada aspecto del todo.

Él se da cuenta (y éste punto es el más importante respecto a esa actitud de la


mente que no está dirigida hacia ningún objeto externo específico) de que, en sí
mismo, él es y siempre debe ser el centro de toda esta galaxia de Vida, y así se
contempla a sí mismo sentado en el centro de lo infinito; no de una infinitud de
espacio vacío sino de una pulsación de existencia viva, y sabe que en toda ella la
esencia es buena.

Esto es lo diametralmente opuesto a centrarse en uno mismo egoístamente. Más


bien se trata del centro en el que constatamos que recibimos de todos y desde el cual
fluye hacia todos. No hay otra vida más que este principio de circulación y si
contemplamos nuestra posición en ese centro como algo que nos va a otorgar una
mayor ventaja para recibir hemos malentendido nuestro estudio ya que no hemos
comprendido la verdadera naturaleza del principio de la Vida, que es acción y
reacción.

Si la vida entra en nosotros, nosotros hemos de entrar en la vida: entrar en su


espíritu, al igual que hemos de entrar en el espíritu de un libro o en el de un juego
para disfrutarlos. No puede haber acción sólo en el centro. Para mantener una
actividad vital debe haber un flujo perpetuo hacia los extremos de la circunferencia y
de vuelta otra vez hacia el centro, ya que de otro modo el colapso es seguro, bien
debido a una insuficiencia o a una congestión. Pero si reconocemos la naturaleza
recíproca del pulso vital y que el flujo hacia afuera consiste en el hábito de una

88
mente entregada a lo bueno que ve en los demás, en lugar de a las acciones
concretas, encontraremos que cultivar esta disposición abrirá innumerables caminos
para que la vida universal fluya a través nuestro, dando o recibiendo de formas que
nunca antes hubiéramos sospechado. Y esta acción y reacción fortalecerá nuestra
vitalidad y cada día nos encontraremos más vivos que ninguno de los días
precedentes.

Ésta, entonces, es la actitud de reposo en la que podemos disfrutar de toda la


belleza de la ciencia, de la literatura o de las artes, o con la que podemos sentir la
tranquila comunión con el espíritu de la naturaleza sin ayuda de una tercera mente
que actúe como su intérprete. Ésta sigue siendo una actitud llena de propósito aunque
no está dirigida hacia ningún objeto específico: no hemos permitido que la voluntad
relaje su control sino que simplemente hemos alterado su dirección. Y tanto para la
acción como para el reposo encontramos que nuestra fortaleza mora en nuestro
reconocimiento de la unidad entre el espíritu y nosotros, como concentraciones
individuales del mismo.

89
Ejercicio

Encuentra un lugar tranquilo y silencioso. Siéntate en una postura cómoda de


meditación o acuéstate. Cierra los ojos. Empieza respirando lenta y profundamente
tres o cuatro veces. Al finalizar, vuelve a respirar a un ritmo normal. Poco a poco
relaja todo tu cuerpo, desde los pies hasta llegar a la cabeza.
Visualiza el espacio exterior. Soles, estrellas y planetas a tu alrededor en un
espacio infinito.
Hazte consciente de ti mismo sentado en el centro del Universo, con el beneplácito
de la vida y de todo lo que en ella existe. Siente el pulso de la vida, un latido
invisible que emanas y te interconecta con todo lo que existe.
Reconoce la esencia de bondad que subyace a todas las cosas.
Desde esta visión, ve cómo todo lo que deseas tener o vivir fluye hacia ti desde el
espacio infinito. También ve cómo desde ti fluyen hacia todos todo tipo de bienes.
Obsérvate como el eje central de este movimiento, de este pulso constante de
recepción y de entrega… Recepción y entrega infinitos. Date cuenta de la
inconmensurable abundancia presente en la vida.
Tiempo recomendado: 25 minutos.

90
91
16 EN CONTACTO CON LA MENTE
SUBCONSCIENTE
E n cierto modo, las páginas anteriores han hecho consciente al estudiante de la
enorme importancia de nuestra relación con la mente subconsciente. Nuestro trato
con ella, en la escala de lo individual o de lo universal, es la clave de todo lo que
somos o de lo que podemos ser.

En su trabajo desconocido es la fuente de todo lo que podemos denominar acción


automática de la mente y el cuerpo, y en la escala universal es el silencioso poder de
la evolución que actúa gradualmente impulsando ese “evento divino hacia el que se
mueve toda la creación”.

Al reconocerla conscientemente hacemos de ella, relativamente para nosotros,


todo lo que creemos que es. Cuanto mayor sea nuestra compenetración con ella, más
se encontrarán bajo nuestro control lo que hasta ahora hemos considerado acciones
automáticas, bien en nuestro cuerpo o en nuestras circunstancias, hasta que por fin
asumamos el dominio de todo nuestro mundo individual.

Puesto que éste es el estupendo tema que estamos tratando, la pregunta sobre cómo
vamos a ponernos en contacto de una manera práctica con la mente subconsciente es
muy importante.

Ahora, la clave que nos indica la dirección adecuada se encuentra en la cualidad


impersonal de la mente subconsciente de la que he hablado. No es impersonal
porque carezca de los elementos de la personalidad; y ni siquiera, en el caso de la
mente subjetiva individual, carece de la sensación de individualidad, sino que es
impersonal en el sentido de que no reconoce las conexiones externas particulares que
a la mente objetiva le parece que constituyen su personalidad y le hacen cuenta de
que es bastante independiente de ellas.

Por lo tanto, para ponernos en contacto con ella hemos de encontrarnos con ella en
su terreno. Sólo puede ver las cosas desde el punto de vista de la deducción y por lo
tanto no puede asimilar el punto de vista inductivo desde el que construimos la idea
de nuestra personalidad externa.

Del mismo modo, si nos ponemos en contacto con ella no podemos hacerlo
llevándola al nivel de lo externo y no esencial, sino únicamente elevándola a su
propio nivel en el plano de lo interior y de lo esencial.

¿Cómo podemos hacer esto? Dejemos que dos famosos escritores nos den la
respuesta. Rudyard Kipling nos dice en su historia sobre “Kim” cómo el niño a

92
veces solía perder su sensación de personalidad repitiéndose la pregunta: “¿Quién es
Kim?” Gradualmente su personalidad parecía desvanecerse y experimentaba la
sensación de pasar a una vida más grande y vasta en la que el niño llamado Kim era
desconocido, mientras su consciencia individual permanecía, pero exaltada y
expandida hasta un punto inconcebible. Y en la vida de Tennyson, su hijo nos relata
que a veces el poeta tenía una experiencia similar.

Entramos en contacto con el absoluto en la proporción exacta en la que nos


apartamos de lo relativo: ambos son inversamente proporcionales.

Entonces, para conectar con nuestra mente subconsciente debemos esforzarnos por
pensar en nosotros como puro ser, como esa entidad que apoya interiormente la
manifestación externa; al hacerlo nos daremos cuenta de que la cualidad esencial del
ser puro debe ser buena. En sí misma es Vida pura y como tal no puede desear nada
que perjudique a la Vida pura, manifiesta bajo cualquier forma.

Consecuentemente, cuanto más puras sean nuestras intenciones, más rápidamente


nos compenetraremos con nuestra entidad subjetiva. Ciertamente, lo mismo se aplica
a esa Gran Mente Subconsciente de la que nuestra mente subjetiva individual es una
manifestación particular.

En la práctica, el proceso consiste en formar primero en la mente objetiva una


concepción clara de la idea que deseamos transmitir a la mente subjetiva. Una vez
que la vemos claramente hacemos un esfuerzo para perder de vista cualquier otro
hecho conectado con la personalidad externa excepto éste en cuestión, y a
continuación nos dirigimos a la mente subjetiva como si fuera una entidad
independiente y grabamos en ella lo que queremos que haga o que cree.

Cada uno debe desarrollar su propio método, no obstante hay uno sencillo y
efectivo que consiste en decirle a la mente subjetiva: “Esto es lo que quiero que
hagas; ahora adoptarás mi lugar y lo harás aportando todos tus poderes y tu
inteligencia, y considerarás que eres yo”.

Habiendo hecho esto, vuelve a reconocer tu personalidad objetiva y deja que la


mente subjetiva haga su trabajo confiando plenamente en que, por la ley de su
naturaleza lo hará, si no se ve frenada por la repetición de mensajes contrarios por
parte de la mente objetiva.

Esto no es mera fantasía sino una verdad de la que cada día se dan cuenta más
personas. No hemos inventado los hechos para que encajen en la teoría, sino que la
teoría se ha construido al observar cuidadosamente los hechos.

Puesto que la teoría y la práctica han demostrado que la ley de la relación entre la

93
mente subjetiva y la objetiva es así, nos encontramos cara a cara con una pregunta
crucial: ¿Hay algún motivo por el que las leyes que funcionan bien para la mente
individual no funcionen bien para la Mente Universal? La respuesta es que no lo hay.

Como ya hemos expuesto la Mente Universal debe, por su propia universalidad,


ser puramente subjetiva, y lo que es la ley de una parte también debe ser la ley del
todo: las cualidades del fuego son siempre las mismas, independientemente de lo
grandes o pequeños que sean los centros de combustión. Por lo tanto podemos
concluir estas conferencias considerando cuál será el resultado si aplicamos en la
Mente Universal lo que hemos aprendido sobre la mente individual subjetiva.

Hemos asimilado que los tres grandes hechos respecto a la mente subjetiva son:
a) Su poder creativo
b) Su disposición a la sugestión
c) Su incapacidad de trabajar de ninguna otra forma que no sea el
método deductivo

Este último es un punto de extrema importancia porque implica que la acción de la


mente subjetiva no está limitada por ningún precedente.

El método inductivo funciona con principios que se deducen de un patrón ya


existente. Por lo tanto, como mucho sólo produce el elemento antiguo en una forma
nueva. Pero el método deductivo funciona de acuerdo a la esencia, al espíritu del
principio, y no depende de ninguna manifestación previa concreta para poder ser
captado y asimilado.

Este último método de trabajo tiene que ser necesariamente el de la Mente que lo
origina todo, porque no pudo haber un patrón preexistente del que pudiera aprender
los principios de la construcción. La necesidad de un patrón le hubiera impedido
crear nada de lo que ya existe, de haber sido su método el inductivo en lugar de el
deductivo.

Vemos así que la Mente Universal debe actuar deductivamente, es decir: de


acuerdo a la ley que hemos considerado cierta respecto a la mente individual
subjetiva. De este modo no se encuentra limitada por ningún precedente, lo que
quiere decir que su poder creativo es absolutamente ilimitado. Y como
sustancialmente es mente subjetiva y no mente objetiva, es totalmente susceptible a la
sugestión.

Puesto que la ley que gobierna a la mente subjetiva es la misma en lo individual


que en lo universal, sacamos como conclusión que al igual que por medio de la
sugestión podemos grabar un cierto carácter o personalidad en la mente subjetiva

94
individual, también podemos, y lo hacemos, en la Mente Universal.

Por este motivo he prestado atención a la cualidad personal e inherente del


espíritu puro cuando se le contempla en su plano más interno. Por lo tanto, la más
importante de todas las consideraciones es: ¿Con qué carácter nos entregamos a la
Mente Universal? Como nuestra relación con ella es puramente subjetiva,
infaliblemente nos entregará el carácter exacto que grabemos en ella. En otras
palabras: será para nosotros lo que creemos que es.

Lo anterior es una mera conclusión lógica del hecho de que, como mente subjetiva,
nuestra principal relación con ella sólo puede existir en el plano subjetivo, e
indirectamente nuestras relaciones objetivas también deben surgir desde el mismo
origen. Éste es el significado de ese pasaje tan importante que se repite dos veces en
la Biblia: “Puro te muestras con el que es puro y con el tramposo te muestras
tortuoso” (Salmos 18:26 y 2 Samuel 22:27), porque el contexto deja claro que estas
palabras se refieren al Ser Divino.

El reino espiritual se encuentra en nuestro interior y a medida que ahí lo


reconocemos se convierte en una realidad para nosotros. Es una ley inmutable de la
vida subjetiva que “un hombre es así como piensa en su corazón” y eso quiere decir
que sus estados interiores subjetivos son la única realidad verdadera y lo que
llamamos realidades externas sólo son sus correspondencias objetivas.

Si realmente nos damos cuenta de la verdad de que la Mente Universal tiene que
ser para nosotros exactamente aquello que concebimos que es y vemos que esta
relación no es meramente imaginaria, sino que por la ley de la mente subjetiva debe
constituir un hecho preciso y la base de todos los demás hechos, entonces es
imposible sobrestimar la importancia de qué idea adoptamos sobre la Mente
Universal.

Los iletrados tienen pocas opciones, o más bien ninguna: forman una concepción
de acuerdo con la tradición que han recibido de los demás, y hasta que hayan
aprendido a pensar por sí mismos tienen que soportar los resultados de esa tradición
porque las leyes naturales no admiten excepciones, y por muy defectuosa que sea la
idea tradicional su aceptación implicará una reacción correspondiente en la Mente
Universal, que se verá reflejada en la mente consciente y en la vida externa del
individuo.

Pero aquellos que comprenden la ley no podrán culpar a nadie más que a ellos
mismos si no extraen todos los beneficios posibles de ella.

El mayor Maestro de la Ciencia Mental que el mundo ha conocido ha establecido


abundantes reglas para guiarnos. Con un conocimiento tan profundo sobre este asunto

95
que sólo puede ser apreciado por aquellos que disponen de un conocimiento práctico
del mismo, Él alienta a sus aprendices, a esas personas que le escucharon
regocijadamente, a imaginar a la Mente Universal como a un Padre benévolo,
cariñoso y compasivo con todos y entregando toda la generosidad de la Naturaleza
por igual a los malos y a los buenos.

Pero también Lo representó cuidando de una forma muy especial a quienes


reconocieran Su disposición a hacerlo: “Todos los cabellos de tu cabeza están
contados” y “eres más valioso que muchos gorriones”.

Ha de orarse al Ser invisible, no con duda o fe, sino con la seguridad absoluta de
una respuesta cierta y no hemos de establecer ningún límite a su poder o a su
voluntad de trabajar para nosotros.

Pero para aquellos que no se han dado cuenta de ello, la Gran Mente es,
necesariamente, el adversario que les aprisiona hasta que han pagado el último
céntimo. Y así, en todos los casos el Maestro grabó en quienes le escuchaban la
correspondencia exacta de la actitud de su Poder invisible hacia ellos con la actitud
de ellos hacia ello.

Tal enseñanza no constituyó una constricción del antropomorfismo, sino una


adaptación de las verdades más profundas de lo que ahora llamamos Ciencia Mental
a la capacidad intelectual de la multitud indocta.

Y la base de todo ello es la enigmática personalidad del espíritu, oculto a lo largo


de la infinita naturaleza dentro de cada forma de manifestación. Al ser pura Vida e
Inteligencia sólo puede ser bueno, no puede albergar ninguna intención de maldad y
así toda maldad intencionada debe ponernos en oposición a ella, privándonos así de
la conciencia de su guía y fortaleza y dejándonos tanteando nuestro camino y
peleando nuestra batalla contra el universo con una sola mano, obstáculos que
finalmente nos parecerán demasiado grandes.

Pero recuerda que la oposición no puede venir de parte de la Mente Universal,


porque en sí misma es mente subconsciente, y suponer una oposición activa por su
propia iniciativa sería contrario a todo lo que hemos aprendido sobre la naturaleza
de la mente subconsciente en lo individual o en lo universal.

La disposición de la Mente Universal para con nosotros siempre es un reflejo de


nuestra propia actitud. Por lo tanto, aunque la Biblia está repleta de amenazas contra
quienes persisten en oponerse conscientemente a la Ley Divina del Bien, también
está llena de promesas de perdón inmediato y completo a todos los que cambien su
actitud y deseen cooperar con la Ley del Bien hasta donde la conozcan.

96
Las leyes de la naturaleza no actúan vengativamente y todos los vademécum
teológicos y las interpretaciones tradicionales nos permiten darnos cuenta de que
estamos tratando con la ley suprema de nuestro propio ser. En base a esta ley natural
encontramos declaraciones como la de Ezequiel 18:22, que nos dice que si
abandonamos nuestras malas acciones, nuestras transgresiones pasadas nunca se nos
volverán a mencionar.

Estamos tratando con los grandes principios de nuestro ser subjetivo, por lo tanto
nuestro mal uso de los mismos en el pasado nunca puede hacer que cambien su ley
inherente de acción. Si nuestro método al usarlos en el pasado nos ha traído tristeza,
miedo y problemas, sólo tenemos que volver a la ley sabiendo que si revertimos la
causa los efectos también serán revertidos.

Así, lo que tenemos que hacer es simplemente revertir nuestra actitud mental y a
continuación esforzarnos por actuar de acuerdo a la nueva. El esfuerzo sincero por
actuar según nuestra nueva actitud mental es esencial, porque no podemos pensar de
una forma y actuar de otra.

No obstante, si fallamos repetidamente en nuestro intento de actuar totalmente


como deseamos, no debemos desanimarnos. Lo esencial es la intención sincera y con
el tiempo esta voluntad nos liberará de la limitación de hábitos que ahora mismo
parecen casi insuperables.

Entonces, el primer paso consiste en determinarnos a visualizar a la Mente


Universal como el ideal de todo lo que desearíamos que fuera, tanto para nosotros
como para los demás, junto con el empeño de reproducir este ideal, aunque de
manera imperfecta, en nuestra propia vida. Y habiendo dado este paso, entonces
podemos contemplarla alegremente como si se tratara de una Amiga que siempre está
presente proveyéndonos de todo lo bueno, protegiéndonos de todo peligro y
guiándonos con sus consejos.

Al fortalecer gradualmente el hábito de considerar así a la Mente Universal,


encontraremos que de acuerdo con las leyes que hemos estado considerando, cada
vez será más personal para nosotros y en respuesta a nuestro deseo su inteligencia
inherente se hará cada vez más perceptible en nuestro interior como un poder para
percibir la verdad que va mucho más allá de cualquier afirmación al respecto que
pudiéramos formular mediante una mera investigación intelectual.

Del mismo modo, si pensamos en ella como en un gran poder entregado a


satisfacer todas nuestras necesidades, también grabaremos esta característica en ella
y por la ley de la mente subjetiva procederá a desempeñar el papel de esa especial
predestinación con la que la hemos acreditado.

97
Y si deseamos obtener algún beneficio personal en particular más allá de nuestras
inquietudes habituales, la misma regla se aplica para grabar nuestro deseo en la
Mente Subjetiva Universal. Y si nos damos cuenta de que todavía queremos algo aún
más grande y más duradero, la construcción de un carácter y el despliegue de
nuestros poderes para poder expandirnos hasta dimensiones cada vez más llenas de
una Vida plena de alegría, la misma regla es de aplicación: transmite a la Mente
Universal la sugestión del deseo, y por la ley de la relación entre la mente subjetiva
y la objetiva esto también se cumplirá.

Así los problemas más profundos de la filosofía nos llevan de nuevo a la antigua
declaración de la Ley: Pide y se te dará, busca y encontrarás, llama y la puerta se
abrirá. Éste es el resumen de la ley natural de la relación entre la Mente Divina y
nosotros; y no alardeamos en vano si decimos que la Ciencia Mental nos permite
hacer lo que deseemos con nuestras vidas.

Debemos empezar desde donde nos encontramos ahora, y estimando correctamente


nuestra relación con la Mente Universal divina podemos desarrollar cualquier
condición que deseemos, siempre que primero nos convirtamos con nuestra actitud
mental en la persona que se corresponde con esas condiciones. Porque no podemos
olvidar la ley de la correspondencia: la manifestación externa siempre será acorde al
principio interior que le da origen.

No existen límites para esta ley. Lo que puede hacer para nosotros hoy puede
hacerlo mañana y a lo largo de toda esa procesión de mañanas que se pierde en el
horizonte de la eternidad. Creer en la limitación es lo único que crea limitación,
porque grabamos la limitación sobre el principio creativo. En la misma proporción
en la que dejemos de lado esa creencia, nuestras barreras se expandirán y una mayor
vida y mayores bendiciones serán nuestras.

Pero no hemos de ignorar nuestras responsabilidades. El pensamiento entrenado


es mucho más poderoso que el indisciplinado y por lo tanto cuando más
profundamente nos adentremos en la Ciencia Mental, más cuidado debemos tener con
todos los pensamientos y palabras que expresen la más mínima declaración de mala
intención. El cotilleo, el chismorreo y la risa burlona no están de acuerdo con los
principios de la Ciencia Mental, y del mismo modo, incluso nuestros pensamientos
más pequeños del bien llevan con ellos una semilla del bien que de seguro dará fruto
a su debido tiempo.

Esto no es mera candidez sino una importante lección en la Ciencia Mental,


porque nuestra mente subjetiva adopta el color de nuestros hábitos mentales ya
establecidos, y una afirmación o negación ocasional no será suficiente para
cambiarla. Por lo tanto debemos cultivar aquella que deseamos ver reproducirse en
las condiciones de nuestro cuerpo, de nuestra mente o de nuestras circunstancias.

98
En estas conferencias mi propósito ha sido, no tanto dar reglas específicas que
practicar, sino establecer los principios generales de la Ciencia Mental que
permitirán al estudiante formular sus propias reglas. En cada etapa de la vida el
conocimiento que nos ofrecen los libros sólo es un medio para lograr un fin. Los
libros sólo pueden indicarnos dónde mirar y qué esperar, pero somos nosotros
quienes tenemos que encontrarlo. Por lo tanto, si has entendido realmente los
principios de la ciencia formularás reglas propias que te darán mejores resultados
que cualquier intento de seguir el método de alguien más, que a él le dio resultado
precisamente porque era su método.

Nunca tengas miedo de ser tú mismo. Si la Ciencia Mental no te enseña a ser tú


mismo entonces no te enseña nada. Lo que quieres es ser tú mismo, ser más tú mismo
y todavía más tú mismo sólo con el conocimiento de que el verdadero ser incluye al
ser interior y más elevado que siempre está en contacto directo con la Gran Mente
Divina.

Como dice Walt Whitman: “Tú no eres sólo lo que hay entre tu sombrero y tus
botas”.

99
Notas

A fin de crear una nueva circunstancia en tu vida o con el propósito de desarrollar


una nueva actitud en ti, en primer lugar decide qué es eso que deseas crear.
Con ello estás formando “en la mente objetiva una concepción clara de la idea que
deseas transmitir a la mente subjetiva”.
Una vez que la ves claramente, haz el esfuerzo por perder de vista cualquier otro
matiz de tu situación o de personalidad actual excepto éste en cuestión.
Dirígete a tu mente subjetiva a fin de grabar en ella lo que quieres que haga o que
cree.
Un método sencillo y efectivo consiste en decirle a la mente subjetiva:

“Esto es lo que quiero que hagas (ejemplos):


Crea un estado de salud perfecto.
Crea fortaleza emocional.
Encuentra una solución para esta situación…
Ahora adoptarás mi lugar y aportarás todos tus poderes y tu inteligencia, y
considerarás que eres yo”.

100
>>O<<

La creciente popularidad de las Conferencias de Edimburgo sobre la Ciencia


Mental me ha llevado a incluir en la presente edición tres secciones más sobre el
Cuerpo, el Alma y el Espíritu que espero te resulten útiles, ya que presentan con una
mayor claridad los principios de la interacción entre estos tres elementos.

>>O<<

101
102
17 EL CUERPO
A algunos estudiantes les resulta difícil comprender que la acción mental pueda
provocar un efecto real en la sustancia material, pero si esto no fuera posible no
existiría la Ciencia Mental, cuyo propósito es producir condiciones mejoradas en el
cuerpo y en el entorno, de modo que la última manifestación siempre va en pos de
ser demostrada en el plano de lo visible y lo concreto.

Por lo tanto, uno de los puntos más importantes en el transcurso de nuestros


estudios es la convicción de la conexión real entre lo visible y lo invisible, entre lo
interior y lo exterior.

Que tal conexión debe existir lo demuestra el razonamiento metafísico que


responde a la pregunta: “¿Cómo empezó a existir cualquier cosa?” Y toda la
creación, nosotros incluidos, es la evidencia de esta gran verdad. Pero a muchas
mentes el argumento meramente abstracto no les resulta convincente, o de todos
modos les convence más si se ve apoyado por algo de una naturaleza más concreta.
Para tales lectores, daré unas cuantas indicaciones respecto a la correspondencia
entre lo físico y lo mental. El tema cubre un área muy extensa y el limitado espacio
del que dispongo sólo me permitirá tocar algunos puntos sugestivos, que aun así
pueden ser suficientes para demostrar que el argumento abstracto dispone de algunos
hechos correspondientes que lo sustentan.

Una de las pruebas más convincentes que he presenciado ha sido la presentada por
el “biómetro”, un pequeño instrumento inventado por el eminente científico Francés,
el Dr. Hipólito Baraduc, que expone la acción de lo que él llama la “corriente vital”.
Su teoría es que esta fuerza, sea cual sea su naturaleza real, está presente
universalmente y actúa constantemente como una corriente de vitalidad física,
fluyendo con una mayor o menor energía a través de cada organismo vivo y que
siempre puede, hasta cierto punto, ser controlada por el poder de la voluntad
humana.

La teoría es excesivamente elaborada y ha sido descrita en detalle en la obra


publicada por el Dr. Baraduc. En una conversación que tuve con él hace un año
aproximadamente, me dijo que estaba escribiendo otro libro que arrojaría todavía
más luz sobre este tema, pero falleció unos meses después, antes de poder
presentarlo al mundo. No obstante, el hecho que deseo presentar al lector es la
demostración ocular de la conexión entre la mente y la materia, que nos permite un
experimento con el biómetro.

El instrumento consiste en una campana de cristal, de cuyo interior cuelga una


aguja de cobre enhebrada en un fino hilo de seda. El cristal se apoya en una base de
madera debajo de la cual hay una bovina de alambre de cobre que no está conectado

103
a una batería ni a ningún otro aparato, y sirve simplemente para condensar la
corriente. Debajo de la aguja y dentro de la campana de cristal hay una tarjeta
circular dividida en grados, para determinar la acción de la aguja.

Se sitúan dos de estos instrumentos uno al lado del otro pero sin estar conectados
de ninguna manera y quien realiza el experimento coloca los dedos de las dos manos
dentro, a unos dos centímetros del cristal. De acuerdo a la teoría, la corriente entra
por la mano izquierda, circula por el cuerpo y pasa hasta la mano derecha, es decir:
se produce una absorción por la mano izquierda y una entrega por la mano derecha,
lo cual confirma los experimentos de Reichenbach sobre la polaridad del cuerpo
humano.

Debo confesar que a pesar de haber leído el libro del Dr. Baraduc “Las
Vibraciones Humanas”, observé el instrumento con escepticismo, pero en seguida me
di cuenta de mi error. Al principio mantuve una actitud mental totalmente relajada y
me di cuenta de que la aguja correspondiente a la mano izquierda se vio atraída
veinte grados, mientras que la aguja del aparato correspondiente a la mano derecha,
la que se veía afectada por la corriente saliente, era repelida diez grados.

Tras permitir al instrumento volver a su equilibrio normal, lo abordé otra vez con
el propósito de ver si un cambio en la actitud mental modificaría en lo más mínimo
el flujo de la corriente. Esta vez asumí la actitud mental más fuerte que pude con la
intención de enviar un flujo a través de la mano derecha, y el resultado fue
sorprendente en comparación con el anterior. La aguja correspondiente a la mano
izquierda sólo se vio atraída diez grados, mientras que la de la mano derecha se
desvió unos treinta, indicando así la influencia de las facultades mentales para
modificar la acción de la corriente. Puedo mencionar que el experimento se llevó a
cabo en presencia de dos médicos que también percibieron el movimiento de las
agujas.

No me detendré aquí para explorar la verdadera constitución de esta corriente de


energía vital, para nuestro propósito actual es suficiente saber que está ahí. El
experimento que he descrito nos enfrenta cara a cara con el hecho de que existe una
correspondencia entre nuestra actitud mental y las fuerzas invisibles de la naturaleza.

Aunque afirmáramos que esta corriente es alguna forma de electricidad y que la


variación de su actividad está determinada por cambios en la polarización de los
átomos del cuerpo, entonces este cambio de polaridad es el resultado de la acción
mental; así que la aceleración o la remisión en la corriente cósmica es igualmente el
resultado de la actitud mental, ya sea que supongamos que nuestra fuerza mental
actúa directamente sobre la corriente misma o que lo hace indirectamente induciendo
cambios en la estructura molecular del cuerpo.

104
Sea cual sea la hipótesis que adoptemos, la conclusión es la misma: la mente tiene
el poder de abrir o cerrar la puerta a fuerzas invisibles, de tal manera que el
resultado de la acción mental resulta obvio en el plano material.

Ahora, las investigaciones demuestran que el cuerpo físico es un mecanismo


especialmente adaptado para la transmutación del poder interior, o mental, en modos
de actividad externa. Sabemos por la ciencia médica que todo el cuerpo está
recorrido por una red de nervios que sirven como canales de comunicación entre el
ego espiritual interior, lo que llamamos mente, y las funciones del organismo. Este
sistema nervioso es dual.

Un sistema, el simpático, constituye el canal para todas esas actividades que no


están dirigidas conscientemente por nuestra voluntad, como el funcionamiento de los
órganos digestivos, la reparación del uso y el desgaste de los tejidos y demás.

El otro sistema, el voluntario o cerebroespinal, es el canal por el que recibimos la


percepción consciente de los sentidos físicos y ejercitamos el control de los
movimientos del cuerpo. Este sistema tiene su centro en el cerebro, mientras que el
otro lo tiene en una masa ganglionar detrás del estómago, conocida como plexo
solar, a la que a veces se denomina cerebro abdominal.

El sistema cerebroespinal es el canal para nuestra acción mental voluntaria o


consciente y el simpático lo es para esa acción mental que mantiene
inconscientemente las funciones vitales del cuerpo. Así, el sistema cerebroespinal es
el órgano de la mente consciente y el simpático es el de la mente subconsciente.

Pero la interacción de la mente consciente y subconsciente requiere de una


interacción similar entre los correspondientes sistemas nerviosos, y una conexión
evidente que permite que esto tenga lugar es el nervio “vago”. Este nervio sale de la
zona cerebral como parte del sistema voluntario y a través de él controlamos los
órganos vocales. A continuación se dirige hacia delante, hacia el tórax, enviando
ramificaciones al corazón y a los pulmones y finalmente pasa por el diafragma,
pierde el recubrimiento exterior que distingue los nervios del sistema voluntario y se
identifica con los del sistema simpático, formando así un vínculo que conecta ambos
y haciendo del hombre una única entidad física.

Del mismo modo, las distintas áreas del cerebro indican su conexión con las
actividades objetiva y subjetiva de la mente, respectivamente, y en términos
generales podemos asignar la porción frontal del cerebro a la primera y la posterior
a la segunda, mientras que la zona intermedia participa del carácter de ambas.

La facultad intuitiva se corresponde con la zona más alta del cerebro, situada entre
las secciones frontal y posterior, y fisiológicamente es aquí donde las ideas

105
intuitivas encuentran su entrada.

En un principio están menos formadas y son generales en su aspecto, pero no


obstante son percibidas por la mente consciente, ya que de otro modo no seríamos
conscientes de ellas en absoluto. A continuación, la naturaleza realiza el esfuerzo de
dar a estas ideas una forma más definida y manejable, de modo que la mente
consciente las mantiene e induce una corriente vibratoria correspondiente en el
sistema nervioso voluntario, y esto a su vez induce una corriente similar en el
sistema involuntario, transmitiendo así la idea a la mente subjetiva.

La corriente vibratoria que primero descendió desde la cima del cerebro hasta la
zona frontal del mismo, y así a través del sistema voluntario hasta el plexo solar,
ahora se revierte y asciende desde el plexo solar a través del sistema simpático hasta
la parte posterior del cerebro, y esta corriente que retorna indica la acción de la
mente subjetiva.

Si apartáramos la superficie de la parte superior del cerebro, justo debajo


encontraríamos el brillante cinturón de sustancia cerebral denominado “cuerpo
calloso”. Éste es el punto de unión entre lo subjetivo y lo objetivo, y al regresar la
corriente desde el plexo solar hasta este punto, se recupera en la zona objetiva del
cerebro en la forma renovada que ha adquirido gracias a la silenciosa alquimia de la
mente subjetiva.

Así, la concepción que en un principio sólo se reconocía vagamente se restituye


para la mente objetiva en una forma definida y con la que poder trabajar, y a
continuación la mente objetiva, actuando a través del cerebro frontal (la zona de la
comparación y el análisis) procede a actuar sobre una idea claramente percibida y a
poner de manifiesto sus potencialidades latentes.

Por supuesto, debe tenerse en cuenta que aquí estoy hablando del ego-mente en esa
forma de existencia que nos resulta más familiar, que está encarnado, aunque
podemos decir mucho más respecto a otras muchas formas que tiene de actuar. Pero
para nuestra vida cotidiana tenemos que considerarnos a nosotros mismos tal y como
somos en ese aspecto de la vida, y desde este punto de vista es importante la
correspondencia fisiológica del cuerpo con la acción de la mente. Por lo tanto,
aunque siempre debemos recordar que el origen de las ideas es puramente mental, no
debemos olvidar que en el plano físico cada acción mental implica una acción
molecular correspondiente en el cerebro y en las dos ramas del sistema nervioso.

Si como dice el viejo poeta isabelino: “El alma es forma y hace al cuerpo”, está
claro que el organismo físico debe ser un arreglo mecánico especialmente adaptado
para el uso de los poderes del alma, del mismo modo que la máquina a vapor lo es
para el poder del vapor. El reconocimiento de esta reciprocidad entre ambos es la

106
base de toda la sanación espiritual o mental, y por lo tanto el estudio de esta
adaptación mecánica constituye una importante rama de la Ciencia Mental. Y no
tenemos que olvidar que es el efecto y no la causa.

Al mismo tiempo, es importante recordar que es posible revertir la relación entre


la causa y el efecto, al igual que se puede crear el mismo aparato para generar fuerza
mecánica aplicando electricidad, o para generar electricidad aplicando fuerza
mecánica; la importancia de este principio consiste en esto. Siempre hay una
tendencia a que las acciones que primero fueron voluntarias se conviertan en
automáticas, es decir, a pasar de la zona de la mente consciente a la de la mente
subconsciente y adquirir ahí un domicilio permanente.

El profesor Elmer Gates, de Washington, ha demostrado esto


fisiológicamente en sus estudios sobre la formación del cerebro. Nos dice que cada
pensamiento produce un leve cambio molecular en la sustancia del cerebro, y la
repetición de la misma clase de pensamiento crea una repetición de la misma acción
molecular, hasta que finalmente se forma un verdadero canal en la sustancia del
cerebro que sólo puede erradicarse por un proceso inverso de pensamiento.

De este modo los “surcos de pensamiento” son algo literal, y una vez que se
han constituido, las vibraciones de las corrientes cósmicas fluyen automáticamente a
través de ellos y, en consecuencia, reaccionan sobre la mente por medio de un
proceso que es opuesto a aquél mediante el cual nuestra sustracción voluntaria e
intencional de lo invisible provoca un efecto.

De este modo se forman lo que llamamos “hábitos” y he aquí la importancia de


controlar nuestro pensamiento y de protegerlo de ideas indeseables.

Por otro, lado este proceso reactivo puede utilizarse para confirmar modos de
pensar benignos y dadores de vida, de modo que al conocer sus leyes podamos dar
indicaciones al mismo cuerpo físico de modo que construya esa personalidad
perfectamente completa, cuyo logro es la meta y el objeto de nuestro estudio.

107
Notas

¿Cómo se crean los ‘surcos de pensamiento’ en el cerebro?

Por medio de la repetición de una idea. No importa si es cierta o falsa: al repetirla


habitualmente graba un surco en tu cerebro.
Al igual que el agua circula automáticamente por los canales construidos para
ella, las corrientes cósmicas circulan por estos surcos y crean circunstancias físicas
en tu vida que se corresponden con las ideas, nociones y creencias sobre las que se
ha construido cada surco.

¿Cómo es posible que mis ideas hayan creado las circunstancias negativas que
estoy viviendo?

La mayoría de las veces el proceso ha sido automático e inconsciente porque


hemos aceptado como verdades afirmaciones que escuchamos cuando éramos niños.
Nuestra mente entonces aceptaba como cierto todo lo que llegaba de nuestros padres
y educadores. Más adelante, sobre esas primeras afirmaciones hemos ido
construyendo muchas otras de la misma naturaleza.

Cualquier cosa que repites el número suficiente de veces adquiere el carácter de


“verdad” para ti. Cualquier cosa que aceptas como cierta con la mente abierta,
también adquiere el carácter de “verdad” para ti.

Me doy cuenta de una circunstancia que se repite constantemente en mi vida


y no me gusta. Ahora entiendo que tiene una correspondencia con alguna idea
que ha dado lugar a un surco de pensamiento en mi cerebro. ¿Cómo puedo
deshacerme de los ‘surcos de pensamiento’ que ya no deseo tener?

Los ‘surcos de pensamiento’ no pueden ser ‘destruidos’ ni puedes ‘deshacerlos’


aunque sepas que están ahí, y sólo por desear que ya no estén. La única manera de
transformarlos es ‘creando un proceso inverso de pensamiento’. Es decir: por
sustitución.

Elige qué idea desearías tener y vivir en lugar de la que ya existe en ti. Repítela
con tanto sentimiento como puedas y tanto como te sea posible. De esta manera
crearás un nuevo surco de pensamiento en tu cerebro y muy pronto las corrientes

108
cósmicas pronto empezarán a circular por él, dando lugar al tipo de experiencia y
circunstancia que sí deseas vivir.

109
110
18 EL ALMA
Ahora que entendemos la adaptación del organismo físico a la acción de la mente
debemos darnos cuenta de que, del mismo modo, la mente en sí misma es un
organismo que se encuentra adaptado a la acción de un poder todavía más elevado,
sólo que aquí la adaptación es una aptitud mental.

Al igual que con otras fuerzas invisibles, todo lo que podemos conocer sobre la
mente lo aprendemos observando lo que hace. Ahora, como nosotros mismos somos
esta mente, la nuestra es una observación interior de nuestros estados de conciencia.

De este modo reconocemos ciertas facultades de nuestra mente como su orden de


actuación, del que he hablado anteriormente. Pero el punto que ahora destacaría es
que estas facultades, o aptitudes, siempre actúan bajo la influencia de algo que las
estimula y este estímulo puede venir desde fuera, a través de los sentidos, o desde
dentro por medio de la conciencia de algo que no es perceptible en el plano físico.

Ahora, el reconocimiento de estas fuentes interiores que estimulan nuestras


facultades mentales es una rama importante de la Ciencia Mental, porque la acción
mental así establecida funciona con la misma precisión cuando se proyecta a través
de las correspondencias físicas que las que empiezan por el reconocimiento de
hechos externos. Por lo tanto, el control y la dirección adecuada de estas
percepciones interiores dependerá del primer momento.

L as facultades que tienen lugar primero son la intuición y la imaginación, pero en


un principio es difícil ver cómo podemos someter la intuición, que es totalmente
espontánea, al control de la voluntad.

Por supuesto, no se puede interferir de ningún modo con la espontaneidad de la


intuición porque si dejara de actuar espontáneamente dejaría de ser intuición. Su
función es captar ideas de lo infinito y presentárselas a la mente para que se ocupe
de ellas a su propia discreción.

En nuestra constitución mental la intuición es el punto de origen y por lo tanto, si


dejara de actuar espontáneamente dejaría de actuar por completo. Pero la
experiencia de un elevado número de observadores demuestra que la intuición puede
ser entrenada para adquirir una mayor sensibilidad en alguna dirección en particular.
Y la dirección general la elige y determina la voluntad del individuo.

Encontraremos que la intuición funciona más fácilmente respecto a aquellos


asuntos que suelen ocupar nuestro pensamiento. De acuerdo a las correspondencias
fisiológicas que hemos estado considerando, esto puede ser debido a la formación de
canales cerebrales especialmente adaptados para la inducción en el sistema

111
molecular de vibraciones que se corresponden a la clase determinada de ideas en
cuestión.

Por supuesto, debemos recordar que las ideas en sí mismas no las causan los
cambios moleculares, sino que estos son el resultado de las ideas, y es en esta
traducción de acción de pensamiento a acción física donde nos encontramos cara a
cara con el eterno misterio del descenso del espíritu sobre la materia.

Aunque podemos seguir el rastro de la materia a través de los sucesivos grados de


refinamiento hasta que se convierte en lo que, comparado con esas modalidades más
densas que nos resultan familiares, podríamos llamar sustancia espiritual, esto en
su esencia no es el principio inteligente de pensamiento.

La pauta está en la palabra “vibraciones”. Por muy sutil y delicada que sea la
sustancia, su movimiento comienza con la vibración de sus partículas y una vibración
es una onda que tiene una cierta longitud, amplitud y periodicidad, es decir: algo que
sólo puede existir en términos de espacio y tiempo. Y en cuanto estamos tratando con
algo capaz de concebir una medida, podemos estar seguros de que no estamos
tratando sólo con Espíritu sino con uno de sus vehículos.

Por lo tanto, aunque podemos ahondar aún más en nuestro análisis de la materia (y
en esta línea todavía queda mucho conocimiento que adquirir) encontraremos que el
punto en el que el poder espiritual, o la fuerza del pensamiento, se traduce en una
vibración sutil o atómica, siempre nos eludirá. Consecuentemente, no debemos
atribuir el origen de las ideas al desplazamiento molecular en el cerebro, aunque por
la reacción de lo físico sobre lo mental de la que he hablado antes, la formación de
los canales de pensamiento en la materia gris del cerebro puede tender a facilitar la
recepción de ciertas ideas.

Algunas personas son realmente conscientes de cierta actividad en el área


superior del cerebro durante el influjo de una intuición: la sensación es la de una
especie de expansión en esa zona del cerebro, que puede ser comparada con la
apertura de una válvula o la de una puerta; pero cualquier intento de inducir la
entrada de ideas intuitivas mediante alguna técnica fisiológica para abrir esta válvula
a voluntad no es recomendable, ya que puede producir daños en el cerebro.

Creo que algunos sistemas orientales abogan por este método, no obstante
podemos confiar plenamente en que la mente regulará la acción de sus canales
físicos de una manera adecuada a sus necesidades, en lugar de tratar de manipular la
mente forzando su instrumento mecánico. En todos nuestros estudios en esta línea
debemos recordar que el desarrollo siempre tiene lugar gracias a un crecimiento
perfectamente natural, y no se consigue tensando excesivamente ningún aspecto del
sistema.

112
Sin embargo, el hecho sigue siendo que la intuición actúa con mayor libertad en la
dirección en la que normalmente concentramos nuestro pensamiento. Y en la práctica
encontraremos que la mejor forma de cultivar la intuición en cualquier dirección en
particular es meditando en los principios abstractos de esa clase de temas, en lugar
de considerar únicamente los casos particulares.

Quizá el motivo radica en que los casos particulares tienen que ver con fenómenos
específicos, es decir, con la ley que actúa bajo ciertas condiciones limitantes,
mientras que los principios de la ley no están limitados por las condiciones locales;
por lo tanto meditar habitualmente en ellos libera nuestra intuición para recorrer una
infinitud no condicionada a la idea de condiciones precedentes.

De todos modos, cualquiera que sea la explicación teórica, encontrarás que


comprender claramente los principios abstractos en cualquier dirección acelera de
una manera maravillosa la intuición en esa dirección en particular. No se puede
insistir demasiado en lo importante que es reconocer nuestro poder de dirigir así la
intuición, puesto que si la mente está sintonizada para ser afín a las fases más
elevadas del espíritu, este poder abre la puerta a posibilidades ilimitadas de
conocimiento.

En su actuación más elevada, la intuición se convierte en inspiración, y algunos


grandes registros de verdades fundamentales y misterios supremos que han llegado a
nosotros desde miles de generaciones atrás como legado de los grandes pensadores,
sólo pueden tenerse en cuenta suponiendo que su fervoroso pensamiento sobre el
Espíritu Creador, junto con una reverente adoración del mismo, abriera la puerta por
medio de su facultad intuitiva a la inspiración más sublime respecto a las verdades
supremas del universo, tanto en relación a la evolución del cosmos como a la
evolución del individuo.

Entre tales registros que explican los misterios supremos hay tres prominentes, y
todos son testigos de la misma Verdad ÚNICA, y cada uno aporta luz a los demás. Se
trata de: La Biblia, la Gran Pirámide y la Baraja, una curiosa combinación, pensarán
algunos. Espero poder justificar mi declaración en otro volumen de esta serie. Aludo
a estos tres registros aquí porque la unidad de principio que exhiben, a pesar de la
clara divergencia en su método, demuestra claramente que la dirección que toma la
intuición está determinada en gran medida por la voluntad del individuo de abrir la
mente en esa dirección en particular.

Aliada con la intuición se encuentra la facultad de la imaginación. No me refiero a


las meras fantasías que descartamos sin más consideraciones, sino a nuestro poder
de formar imágenes mentales en las que adentrarnos. Éstas, tal y como he explicado
en este libro, dan forma a un núcleo que, en su propio plano, llama a la acción a la
Ley de la Atracción universal, dando así lugar al principio de Crecimiento.

113
La relación de la intuición con la imaginación es que la intuición capta una idea de
la Gran Mente Universal, en la que todas las cosas existen como potenciales, y se la
presenta a la imaginación en su esencia, en lugar de hacerlo con una forma definida,
y a continuación nuestra facultad para construir imágenes le da una forma clara y
definida que presenta frente a la visión mental y que luego nosotros vivificamos
dejando que nuestro pensamiento vuelva repetidamente a ella, infundiéndola así con
nuestra propia personalidad. De ese modo aportamos ese elemento personal
mediante el cual siempre tiene lugar la acción específica de la ley universal en
relación con el individuo.

Permitir a nuestro pensamiento volver repetidamente a una imagen mental


determinada depende de nuestra voluntad. Y ejercitar nuestra voluntad depende de
que creamos que tenemos el poder de usarla, y el poder de dispersar o consolidar
una imagen mental determinada. Finalmente, que creamos en nuestro poder para
hacer esto depende de nuestro reconocimiento de nuestra relación con Dios, que es
la fuente de todo poder. Es una verdad inalterable que nuestra vida adoptará por
completo la forma, el tono y el color de nuestro concepto de Dios, ya sea positivo o
negativo, y la secuencia en la que lo hace es la que se acaba de explicar.

De este modo, entonces, nuestra intuición está relacionada con nuestra


imaginación y esta relación tiene una correspondencia fisiológica con el círculo de
vibraciones moleculares que he descrito anteriormente, que dando comienzo en la
zona más elevada o “ideal” del cerebro, fluye a través del sistema nervioso
voluntario, el canal físico de la mente objetiva, regresando a través del sistema
simpático, el canal físico de la mente subjetiva, completando así el circuito y
volviendo al cerebro frontal donde se moldea conscientemente en formas claramente
definidas que encajan con un propósito específico.

En todo esto no hemos de perder de vista que el poder de la voluntad regula la


acción de la intuición y de la imaginación, y sin este poder central y controlador
perderíamos toda noción de individualidad.

Por lo tanto, la meta última del proceso evolutivo es desarrollar las voluntades
individuales, activadas por esa iluminación y benevolencia, y hacer de ellas
vehículos para la afluencia del Espíritu Supremo, que hasta ahora ha creado
cósmicamente y ahora puede llevar el poder creativo hasta sus estadios más
avanzados sólo mediante la unión consciente con el individuo, ya que ésta es la única
solución posible a la gran cuestión: ¿Cómo puede la Mente Universal actuar en su
plenitud sobre el plano de lo individual y de lo particular?

Ésta es la evolución última, y el éxito de la evolución del individuo depende de su


reconocimiento de ello y de que actúe en esa dirección. Y por lo tanto, esto debería
ser el gran final de nuestro estudio. Hay una correspondencia entre la constitución

114
del cuerpo y las facultades del alma, y hay una correspondencia similar entre las
facultades del alma y el poder del Espíritu que es el Origen de todo. Y al igual que
con cualquier otra adaptación a un cierto vehículo, aquí también: nunca podemos
entender correctamente la naturaleza del vehículo y utilizarlo bien hasta que
comprendemos la naturaleza del poder para el que está especialmente adaptado.
Entonces, como conclusión, consideremos brevemente la naturaleza de ese poder.

115
Notas

Es posible desarrollar la intuición respetando la Ley del Crecimiento abriéndonos


a la posibilidad de que la intuición existe; y recordando y valorando aquellos
momentos en los que la has reconocido.
La intuición surge en la forma de una ‘silenciosa voz interior’, de una ‘noción de
algo que es nuevo e inesperado’. Es un regalo del infinito océano de potencialidades
de la Mente Universal, que puedes convertir con tu imaginación en una ‘imagen
visual de algo nuevo’. A medida que regresas regularmente a contemplar esta
imagen, desembocará en la manifestación de algo nuevo en tu vida.

¡Crea algo nuevo!

116
117
19 EL ESPÍRITU
¿ Q ué debe ser, en sí mismo, el Espíritu Supremo Origen de todo? Ésta es la
pregunta que tenemos delante. Empecemos con un hecho al respecto del que no
podemos dudar: es creativo. Si no fuera creativo, nada podría existir; por lo tanto,
sabemos que su propósito, o Ley de Tendencia, debe ser hacer existir vidas
individuales y rodearlas de un entorno adecuado.

Ahora, un poder cuya naturaleza inherente actúa así debe ser un poder benévolo.
El Espíritu de la Vida que busca expresarse en las vidas individuales no puede tener
otra intención hacia ellas que ésta: “Que tengan vida y que la tengan con mayor
abundancia”. Suponer lo contrario sería una contradicción en los términos, sería
asumir que el Principio Eterno de la Vida actúa contra sí mismo, expresándose como
lo contrario de lo que es, en cuyo caso no se expresaría a sí mismo sino que
expresaría su opuesto. Por lo tanto es imposible concebir al Espíritu de la Vida
actuando de un modo contrario al de incrementar la vida.

Hasta aquí esto sólo parece imperfecto debido a nuestra comprensión imperfecta
de la situación y a nuestro consecuente deseo de una unidad consciente con la
ÚNICA Vida Eterna. Al volverse más perfecta nuestra conciencia de la unidad, la
cualidad otorgadora de vida del Espíritu se vuelve más aparente. Pero en base a los
principios la naturaleza puramente Afirmativa y dadora de Vida del Espíritu Origen
de todo es una conclusión ineludible.

Ahora, ¿qué nombre podemos dar a ese deseo inherente de aportar plenitud a
cualquier vida individual, es decir, de hacerla más fuerte, más brillante y más feliz?
Si no es Amor, no sé qué otra cosa es, y por lo tanto nos vemos dirigidos hacia la
conclusión filosófica de que el Amor es el principal poder de movimiento del
Espíritu Creativo.

Pero la expresión es imposible sin la Forma. ¿Qué Forma, entonces, debería dar el
Amor a los vehículos de su expresión? Según la hipótesis de este caso, no podría
encontrar su propia expresión en formas que le resultaran odiosas o repugnantes, por
lo tanto el único correlativo del Amor es la Belleza. La belleza todavía no se ha
manifestado universalmente por el mismo motivo que la Vida, es decir: por la falta
de reconocimiento de su Principio. Pero que el principio de la Belleza es inherente a
la Mente Eterna lo demuestra todo lo hermoso que hay en el mundo en el que
vivimos.

Estas consideraciones nos descubren que la naturaleza inherente del Espíritu debe
consistir en la interacción eterna entre el Amor y la Belleza, como las polaridades
Activa y Pasiva de la Existencia. Entonces, éste es el Poder para cuyo
funcionamiento están especialmente adaptadas las facultades de nuestra alma. Y

118
cuando este propósito de adaptación es reconocido, empezamos a vislumbrar cómo
deberían ser ejercitadas nuestra intuición, nuestra imaginación y nuestra voluntad.

Al entrenar nuestro pensamiento para morar asiduamente en esta unión dual de las
fuerzas causales del amor y de la belleza, la intuición se vuelve más y más sensible a
las ideas que emanan de esta fuente suprema, y la facultad de la imaginación se ve
entrenada para la formación de imágenes que se corresponden con tales ideas.

Mientras, en el plano físico, la estructura molecular del cerebro y del cuerpo se


ajusta cada vez con mayor perfección a la creación de corrientes vibratorias que
tienden a la manifestación externa del Principio Original. Así, el hombre logra estar
en unísono consigo mismo y con la Fuente Suprema de la Vida de modo que, en
palabras de San Pablo: “Dada día se renueva de acuerdo a la imagen de Aquél que
le ha creado”.

Nuestro reconocimiento personal más inmediato del Amor y de la Belleza que son
el Origen de todo fluirá como paz mental, salud física, discreción a la hora de
manejar nuestros asuntos y poder para llevar a cabo nuestros proyectos. Y al avanzar
hacia una concepción más amplia del funcionamiento del Espíritu del Amor y de la
Belleza en sus infinitas posibilidades, nuestra intuición tendrá un mayor alcance y
nuestro ámbito de actividad crecerá con ella, en un mundo en el que descubriremos
que nuestra individualidad se desarrolla y en el que, más que nunca antes, nos
volvemos más auténticos siendo nosotros mismos.

Por lo tanto, es de suprema importancia la cuestión ya planteada sobre cómo el


individuo puede entrenarse con mayor perfección para reconocer su verdadera
relación con el Espíritu de la Vida Omnipresente. Pero también es de tal magnitud
que incluso tratar de esbozar brevemente su amplia descripción precisaría de todo un
volumen, y por lo tanto no voy a intentar entrar ahí ahora, porque mi propósito actual
es únicamente ofrecer algunas indicaciones sobre los principios subyacentes a esa
hermosa unión del Cuerpo, el Alma y el Espíritu que todos sabemos que somos.

Sólo nos encontramos al principio del camino que nos lleva a darnos cuenta de
esta unidad en el pleno desarrollo de todos sus poderes; no obstante otros han
caminado el sendero antes que nosotros y podemos aprender de su experiencia. Uno
de ellos fue el ilustre fundador de la Fraternidad Cristiana de los Rosacruces.

Esa mente maestra que partió en su juventud con la intención de dirigirse hacia
Jerusalén cambió el orden de su viaje, se desvió y permaneció tres años en la
simbólica ciudad de Damcar, en el místico país de Arabia, a continuación se dirigió
al místico país de Egipto, donde permaneció alrededor de un año, y durante otros
dos vivió en el místico país de Fez.

119
A continuación, habiendo aprendido durante seis años todo lo que se podía
aprender en esos países volvió a Alemania, su tierra natal, donde, en base al
conocimiento que había adquirido, fundó la Fraternidad Rosacruz, para cuya
instrucción escribió una serie de libros místicos. Después de ello, al darse cuenta de
que su trabajo en su estadio actual se había completado, dejó su cuerpo por voluntad
propia, sin que se haya registrado que fuera debido a una enfermedad o a una muerte
normal, sino por la dirección expresa del Espíritu de la Vida, resumiendo todo su
conocimiento en estas palabras:

“Jesús lo es todo para mí”

Y ahora sus seguidores esperan la llegada de “Elías el Artista”, que finalizará la


Obra Maestra.

“Que aquél que lea, comprenda”.

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CURSOS
Tu PODER Interior y La Ciencia Mental
Este libro ofrece al lector una información exhaustiva sobre el funcionamiento de
la mente y su papel fundamental en el discurrir de nuestra vida.
Mi visión de futuro es que los hijos de nuestros hijos habrán aprendido a
desarrollar y utilizar su poder mental desde niños; para ellos este conocimiento será
algo natural e innato.
No obstante, ahora nos encontramos ante la primera generación que recibe esta
información libre y abiertamente; por este motivo nos enfrentamos a mayores
dificultades a la hora de superar determinadas tendencias mentales automáticas y de
asimilar nuevas actitudes en cuanto a la actuación de nuestra mente.
Una persona interesada en desarrollar el gran poder creador de su pensamiento
necesita estudiar frecuentemente los principios que rigen esta fuerza
inconmensurable, y debe entrenar su capacidad de creación hasta llegar a dominarla
por completo.
Con el propósito de ofrecer un mayor conocimiento y herramientas para facilitar
esta educación de nuestra mente, he diseñado los cursos La Ciencia Mental y Tu
PODER Interior, que se imparten presencialmente a distancia, a adultos y niños.
Marta Martín

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SOBRE MARTA MARTÍN

Marta Martín ha estudiado Desarrollo Personal, Yoga y Meditación 27 años. Es


fundadora del sistema Abhaya Reiki y autora de los libros Un Jardín más Allá del Paraíso, Tú PUEDES
Sanar con Reiki y You Can Heal Yourself With Reiki.
Ha trabajado en Nueva York como Directora Editorial de un curso sobre Meditación y Desarrollo
Personal. Allí se formó en diversas terapias complementarias.
Ha sido jefa de traducción y edición de cursos de meditación y filosofías orientales editados en países
de habla hispana.
Actualmente es directora de la edición en español del curso Vivir en la Verdad del Momento Presente,
del autor norteamericano D. R. Butler. Imparte formación en Abhaya Reiki: Una Práctica Integral de Reiki
que incluye energía, cuerpo, mente y espíritu, y cursos Tu PODER Interior y La Ciencia Mental
presenciales y a distancia, que exploran El Poder Creativo del Pensamiento.

Para más información, por favor escribe a:


cursos@abhaya.es
O visita:
www.facebook.com/podercreativodelpensamiento
www.facebook.com/abhayavida

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