Los sentidos de las
nociones de practicas
y experiencias
esde hace ya algun tiempo,
a quienes trabajamos en el
cem nos orienta una preo-
cupacién por encontrar
otros modos de "hacer", de
intervenir en la compleji-
dad y diversidad de situaciones por las
que transitan muchos chicos y chicas
que crecen enfrentando dia tras dia
condiciones de pobreza, de desampa-
10, de violencia, de negacién de sus
derechos. Unos modos de “hacer” que
se diferehcien de los “haceres” que
superponen carencia simbélica a la
pobreza material, desproteccién al de-
GABRIELA DIKER*
samparo, violencia a la violencia. Unos
modos de hacer que no recurran a eti-
quetas, que se sostengan en la impre-
visibilidad de “lo otro", que se desarro-
llen junto con los chicos y chicas que
transitan las instituciones en las que
trabajamos y no sobre ellos.’
Esta busqueda tuvo y tiene dos itinera-
ios: uno que recorre los caminos de
las teorfas, buscando conceptos capa-
ces de saltar los limites disciplinarios
para ir al encuentro de problemas que,
por su complejidad, rebasan fos hori-
zontes delimitados por cada orden dicursivo. Y otro que se interna en el in-
trincado camino de las practicas y las
experiencias. Ambos itinerarios, claro,
se cruzan en mas de un punto. Sin
embargo, no son reductibles uno en el
otro; por el contrario, cada una de es-
tas busquedas presenta obstéculos es-
pecificos.
En el caso de las teorlas 0, mas preci-
samente, en el caso de las teorias que
se validan dentro de las fronteras disci-
plinarias clasicas, el principal obstaculo
consiste en la necesidad de ubicarse a
la vez dentro y fuera del campo que
delimitan. Es necesario estar dentro pa-
ra reconocer su dominio de objetos,
sus métodos, las proposiciones que
sostienen como verdaderas, sus técni-
cas e instrumentos; en fin, todo aque-
lo que en el marco de esa disciplina
en general y de esa teoria en particular
permite visualizar un problerna como
tal y discriminar lo verdadero de lo que
no lo es. Es de hecho dentro de los Ii-
mites de la psiquiatria, la pediatria, la
psicologia, la pedagogia, la sociologia,
etc, que pensamos en su positividad,
es decir, como objetos externos que
estan alli disponibles para ser captura-
dos por las redes de visibilidad de las
teorias, a los nifios, nifias y adolescen-
tes. Y es dentro de estos limites que al-
gunos nifios y nifias, adolescentes y j6-
venes, se vuelven infancia 0 adoles-
cencia, mientras que otros se vuelven
menores, delincuentes, marginales, ex-
cluidos, vuinerables, pobres. Es alli, en
el territorio de las disciplinas y sus teo-
tlas, donde la ficcién cientifica decreta
que algunos merecen habitar el tran-
quilizador y simplificado mundo de los
PP OeHACbCOEBe
conceptos, y otros, el finamente reticu-
lado mundo de las etiquetas.
A la vez, hace falta situarse fuera de las
disciplinas y sus teorias para reconocer
y someter a critica estas operaciones de
produccién y distribucién de objetos,
sujetos y normatividades, para recono-
cer su historicidad y su status politico.
Claro que esto no puede hacerse desde
la pura exterioridad del discurso discipli-
nar, dado que es en las coordenadas de
estos discursos donde los objetos son
producidos y se nos hacen visibles y
pensables como tales. De hecho, la sola
identificacién de categorias como infan-
cia, adolescencia, juventud nos reenvia
a un conjunto de horizontes disciplina-
res y a unos diagramas de poder en cu-
yo marco éstas han sido histéricamente
construidas. Sin embargo, como sefiala
Deleuze, el afuera de las relaciones de
saber y de poder "no es un limite petri-
ficado, sino una materia cambiante ani-
mada de movimientos peristalticos, de
pliegues y plegamientos que constitu-
yen un adentro: no otra cosa que el
afuera sino exactamente el adentro del
afuera” (Deleuze, 1987:128). Es enton-
ces alli, en el “adentro del afuera”, para
nosotros, en los bordes, donde esta
operacién de critica se localiza. Es en
las fronteras de las disciplinas donde
pueden comenzar a correrse las lineas
de lo visible, lo pensable, lo decible. Es
alli donde nuevos objetos y nuevos ho-
rizontes conceptuales pueden ser cons-
truidos. Es en ese punto donde puede
aprehenderse tedricamente lo que la
experiencia, todavia muda, ya reconoce:
el des-borde, El desborde del dolor, del
sufrimiento, de la impotencia de los pi-
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