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Fernando Baños Vallejo

Universidad de Oviedo

EL ERMITAÑO EN LA LITERATURA
MEDIEVAL ESPAÑOLA:
ARQUETIPO Y VARIEDADES

EL MONACATO ESPONTÁNEO.
EREMITAS Y EREMITORIOS EN EL MUNDO MEDIEVAL
Aguilar de Cam poo, 20 11
INTRODUCCIÓN El estudio de las variantes literarias del er-

E
L ERMITAÑO se define, en principio, por mitaño lo estructuraremos en siete modelos,
su huida del mundo, por su decisión si bien la clasificación de los primeros cinco
de aislarse de la comunidad. Llevada al es elástica y flexible: el solitario que ha estado
extremo esa condición, su figura debería estar vinculado antes (o lo estará después) a una co-
ausente de la memoria colectiva, pero, muy al munidad de monjes, el anacoreta del desierto
contrario, está bien presente en la literatura es- oriental, el eremita de Castilla, la emparedada,
pañola o en otras lenguas. Es paradójico que la travestida, el ermitaño que ayuda al caba-
una vida solitaria pueda acabar comunicándo- llero, mediante alguna profecía o instrucción,
se a la sociedad y logrando admiración; quizá y el ermitaño que termina cometiendo algún
sea precisamente esa tensión entre soledad y crimen; es decir, el antitipo de ermitaño.
comunidad, entre silencio y comunicación, Planteados los perfiles más oblicuos de los
entre estado salvaje y cultura, lo que explica- que nos iremos ocupando, empecemos no obs-
ría el interés que en la Edad Media fue adqui- tante por el rasgo más plano y más básico, co-
riendo la figura del ermitaño como personaje mún a todos los tipos de ermitaño, que consiste
literario; interés que llegó a trascender la lite- en aislarse del mundo. Las diferentes denomi-
ratura religiosa, para filtrarse a géneros como naciones utilizadas en la literatura castellana
la caballeresca. Nuestro estudio se centrará, para referirse a quienes optaron por tal estilo
no obstante, en la literatura hagiográfica cas- de vida acabaron sirviendo para expresar ma-
tellana; hagiográfica porque las vidas de santos tices, pero todos esos nombres significan apar-
constituyen la literatura que mejor desarrolla tamiento. Así lo muestra el recorrido termino-
la tipología del ermitaño; castellana por ser la lógico que ofrece Gregoria Cavero Domínguez
más propia y la de mayor difusión en nuestro en el capítulo inicial de su libro, donde analiza
ámbito. Lo cual no excluye algunas menciones el origen y evolución de voces como anacoreta,
a obras de otros géneros o en otros idiomas. eremita, incluso, recluso o emparedado2.
En cuanto a la técnica literaria, esas para- Los dos primeros nombres son de origen
dojas se traducen en la necesidad de un tes- griego y designan el eremitismo del exterior,
timonio que acaba fijándose por escrito, pero el que se identifica con los Padres del Desier-
dado que los santos medievales no suelen re- to. Anacoreta viene de anachoresis, que signi-
dactar sus autobiografías, son otros quienes lo fica “soledad”, “yermo”, “retiro”; y eremita de
hacen a partir de los relatos del ermitaño o de eremos, de nuevo “yermo” o “desierto”. Si bien
testigos1. En definitiva, tropezamos de nuevo anacoreta y eremita o el derivado ermitaño por
con la paradoja: si existe una narración es que su etimología serían sinónimos, el término
el aislamiento del ermitaño no fue total. Así anacoreta conserva la evocación de quienes vi-
que tocaremos también, fugazmente, la figura vieron en desiertos exóticos, mientras que ere-
del narrador, que pasa a formar parte de una mita o el más castellano ermitaño encaja mejor
cadena. para designar a los ascetas locales.

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Los otros tres nombres designan el eremi- noches (Mateo, 4, 2), en una acción que servía
tismo del interior, el que consiste en el ence- evidentemente para renovar en la Nueva Ley el
rramiento en una celda. De acuerdo con Ca- retiro de Moisés. Iremos notando además otros
vero3, tanto inclusus como reclusus significan ecos bíblicos, como las tentaciones que sufren
“encerrado”, aunque inclusus tiene un sentido algunos ermitaños, a imagen y semejanza de
más radical, que alude a un encierro defini- las que Satanás en vano hizo padecer a Cristo.
tivo. Además recluso, sobre todo en su forma Y para entrar a ver ejemplos de los tipos de
romance, acaba identificándose con el monas- ermitaño en la literatura medieval española,
terio y la clausura, mientras que el penitente sólo resta identificar los textos que nos sirven
que se encerraba por voluntad propia en un de suministro y advertir que lo que aquí nos
pequeño habitáculo (inclusus, reclusus), en cas- ocupará no serán tanto las realidades históricas
tellano acabó denominándose emparedado. O de los personajes como sus imágenes literarias
mejor, emparedada, porque terminó por ser difundidas en castellano. Salvo en los modelos
una opción predominantemente femenina, que veremos al final, que no proceden de la
sobre todo a partir del siglo XIII. Ello guarda literatura hagiográfica, sino de relatos caba-
relación con el hecho de que las celdas en su llerescos o del Libro de Buen Amor, el grueso
mayor parte estaban dentro del ámbito ecle- de los ejemplos está tomado de las vidas de
sial, lo que comportaba dos beneficios: por un santos, ya sean individuales, ya se trate de una
lado, las emparedadas eran controladas por la colección de vidas de santos, o santoral. Entre
jerarquía eclesiástica; por otro, estaban a salvo las individuales las más difundidas han sido sin
de los peligros de la soledad en el yermo. Al duda los poemas del siglo XIII, la anónima Vida
hablar de estas formas de vida hemos de tener de Santa María Egipciaca y las versificaciones
presente que los anacoretas o eremitas solita- de Gonzalo de Berceo, y aquí nos interesarán
rios no siempre se mantenían bajo la discipli- su Vida de San Millán de la Cogolla, Vida de
na eclesiástica, como refleja San Benito en su Santo Domingo de Silos y Vida de Santa Oria.
regla, cuando arremete contra los giróvagos. Estos textos representan los orígenes de la lite-
Las reglas monásticas, después de todo, no son ratura castellana culta y un hito en la divulga-
otra cosa que el esfuerzo por poner orden en ción, porque traducen los relatos latinos a la
las vidas de quienes habían huido del mundo lengua del pueblo; pero también conviene irse
y se habían congregado en torno a una ermita. a muy finales de la Edad Media para incluir ya
En definitiva, sea huida del mundo hacia el textos impresos, que muestran así el paso de la
desierto o hacia el monte, o sea encerramiento tradición literaria manuscrita a la nueva era de
en una celda monástica o urbana, lo que en difusión que supone la imprenta. Por un lado
todo caso se busca es apartarse del siglo. En está la Historia del glorioso mártir Sant Victo-
tal decisión subyacen los modelos bíblicos, del res, redactada por Andrés Gutiérrez de Cerezo
Antiguo Testamento, en el ayuno de Moisés e impresa en Burgos por Fadrique de Basilea
en el monte Sinaí (Éxodo, 24, 18 y 34, 28), hacia 1487. El otro producto de la imprenta,
durante cuarenta días y cuarenta noches; el aún más primitivo, pues debió de elaborarse
Nuevo Testamento ofrece el ejemplo de la vi- entre 1472 y 1475, es el Flos sanctorum con sus
da en el desierto de San Juan Bautista y, sobre ethimologías4. Por lo que sabemos es el primer
todo, el del mismísimo Jesucristo, que se reti- libro impreso en castellano con una colección
ró al desierto durante cuarenta días y cuarenta de vidas de santos del tipo flos sanctorum, que

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El ermitaño en la literatura medieval española: arquetipo y variedades

se difundió por Europa en latín y en lenguas como vida alejada de poblado, sin que necesa-
vernáculas, con peculiaridades divulgativas riamente signifique que el ermitaño viva abso-
que varían de unos ejemplares a otros, aunque lutamente solo y aislado de todo contacto hu-
todos derivan de la Legenda aurea latina escrita mano. Muchas veces sí, pero otras aparece en
por Jacobo de Vorágine a finales del siglo XIII. relación con monjes, por ejemplo. Podríamos
Antes de este libro, o en la misma época, el flos eludir sin más la ambigüedad terminológica
sanctorum castellano se transmitía en manus- que muestran los textos y establecer que el ob-
critos, de los que conservamos doce5. Sin duda jeto del presente estudio es el monje solitario
la muy variada familia del flos sanctorum, va- y no el que vive en comunidad, pero incluso
riada en lenguas, contenidos y formas de difu- así las fronteras entre uno y otro se difuminan.
sión, fue la que contribuyó de manera más im- Como iremos viendo en los ejemplos, en mu-
portante a la divulgación de las vidas de santos chos casos son fases de una misma vida: un
y, entre ellas, los relatos sobre ermitaños. cenobita emprende una penitencia en solitario
Aunque no haya tenido una difusión ni re- (como el Gozimás de Egipciaca), o un ermita-
motamente similar a estas vidas de santos, y ño acaba por ser fundador de un monasterio
aunque no sea un relato literario, no puede de- (como San Millán o Santo Domingo de Silos).
jar de mencionarse un tratado del que se con- Solitarios puros hay muy pocos (San Mamés,
serva versión castellana, en una copia de 1380, Santa María Egipciaca, quizá San Vitores),
el Libro que es llamado carissimi, que habla de la y aun esos acaban teniendo contacto con al-
vida ermitaña. Según los datos de Philobiblon, guien, lo cual hace verosímil la transmisión del
traduce un texto anónimo del año 1003, pro- relato de la vida solitaria.
bablemente latino6. En él se define al ermitaño, En todo caso, el tipo de santo que someto
y con esto cerramos las aclaraciones prelimina- a consideración bajo este epígrafe de “solitario
res, como quien “ha el coraçón e la voluntad de frente a la comunidad de monjes”, es aquel en
fuera de todas las cosas del mundo, e el cuerpo cuyo relato aparece una interferencia entre el
e la su abitación en el desierto”7. eremitismo y el cenobitismo. Puede que el caso
más claro sea el del mismo San Benito, cuya
SOLITARIO regla fue tan determinante para el desarrollo de
(FRENTE A LA COMUNIDAD DE MONJES) la vida monástica (lám. 1). Pues bien, cuando
en el capítulo primero de su Regla escribe sobre
Es obligado plantear como punto de par- los tipos de monjes, se refiere a los anacoretas
tida que la literatura española medieval refleja como uno de ellos, y establece que el ermitaño,
las conexiones entre ambos tipos de monacato, antes de vivir solo en el desierto, debe pasar
el solitario y el cenobítico. Sabemos que du- largo tiempo en el monasterio para instruirse
rante la Edad Media no está clara la diferencia y fortalecerse contra el diablo, a quien tendrá
entre eremitismo y cenobitismo, y que antes que enfrentarse sin el apoyo de otros religiosos.
del siglo XI las palabras latinas para eremita, Es una de las más claras manifestaciones del
monje, monasterio, anacoreta, desierto, ceno- esfuerzo de la Iglesia por controlar a los monjes
bita o recluso pueden variar de significado se- que no están sujetos al claustro. En línea con
gún el contexto8. ella, ocho siglos después, el citado Libro que es
A menudo cuando en la literatura medie- llamado carissimi, que habla de la vida ermitaña
val se habla de la vida en soledad, se entiende también dispone la necesidad de instrucción

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Lám. 1: San Benito. Leyenda de los santos, Burgos, Juan de Burgos, 1499, British Library, IB 53312

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previa “con el padre o con el hermitanno que nástica (y ésta es la segunda interferencia, de
lo sepa guiar e regir, e guardar”, porque sin sentido inverso), algunos monjes intentan li-
ella “non podrá jamás defenderse de ninguna brarse de él envenenándolo, y él regresa al yer-
tentaçión vesible nin invesible”9. Las tentacio- mo, aunque más tarde, rodeado de seguidores,
nes constituyen un lugar común en los relatos erige doce monasterios.
de solitarios, aunque suelen ser de naturaleza
sexual, y no del tipo de las sufridas por Jesu- ANACORETA
cristo; desde el punto de vista narrativo sirven,
como otros ataques del diablo, para amenizar De los personajes bíblicos arriba citados,
relatos que sin tales tensiones serían muy pla- Moisés, Jesucristo (ambos se retiran y ayu-
nos, poco emocionantes, digamos. Cuando nan durante cuarenta días y cuarenta noches)
San Benito propugnaba la conveniencia de ar- y Juan Bautista, es este último el que aparece
marse para la vida solitaria, lo hacía desde su caracterizado como un verdadero anacoreta
conocimiento de los peligros a los que se en- del desierto, que recorrió predicando la región
frenta el ermitaño, pues, tal como se cuenta en del Jordán (Lucas 3, 1-3), vestido con pelo de
su hagiografía, él era un solitario que peleaba camello y cinturón de cuero, y que comía lan-
con las tentaciones hasta que los monjes de un gostas y miel silvestre (Mateo, 3, 4); también
monasterio fueron a buscarlo para que fuera el se dice de él que parecía como si no comiera ni
nuevo abad. Aquí tenemos la primera interfe- bebiera (Mateo, 11, 18).
rencia del cenobitismo en el eremitismo: De los relatos de vidas ascéticas que en el
ayuno o en los alimentos silvestres o sobrena-
[…] el diablo pintó luego una muger delante
turales recuerdan los modelos bíblicos, el re-
él, la qual él viera en algund tiempo. E encen-
lato más difundido en la literatura medieval
diole en tal manera en su amor, que ya tenía
castellana fue el de María Egipciaca, pues se
en coraçón dexar el yermo e tornar al mundo;
conserva un poema y hasta ocho copias en
mas por la gracia de Dios, tornose a sí mismo
prosa, tanto de la tradición occidental de la le-
e despojose luego, e echose en las espinas e en
yenda como de la oriental11. Ya la versión más
los cardos que estavan aý, y enbolviose en ellos
antigua, del siglo XIII (la que está en verso y
en tal manera que las llagas del cuerpo saca-
sigue un modelo francés), revela los elementos
ron las llagas del pecado de su voluntad. E de
que explican el éxito de difusión de la leyen-
aquella ora en adelante, nunca sintió en su
da en toda la cristiandad: la vida de perdición,
cuerpo tal temtaciónsic.
frente a la ascesis posterior; el contraste entre la
E creciendo la su fama mucho, e muriendo belleza de la joven prostituta y el deterioro fí-
un abad de un monesterio, todos los monjes de sico de la penitente; en relación con el pecado
aquel lugar vinieron a él, e rogáronle mucho y la belleza, lo que podríamos llamar “erótica
quél quisiese ser su abad. E él ívagelo alongado sagrada”. Me refiero a que tanto los escritores
de día en día, diziéndoles que las sus costunbres como los artistas plásticos le sacaron partido a
non podrían convenir con las suyas; empero, un erotismo con licencia, porque quedaba in-
venciéndose por ruego, otorgógelo. E fazíales tegrado en un relato piadoso con final feliz, de
guardar la orden más fuertemente que solían10. salvación.
Pero cuando San Benito a través de su Regla Veamos lo del erotismo y lo de la nutrición.
traslada el rigor de la vida ascética a la mo- Respecto a lo primero, Carlos A. Vega ha des-

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tacado la sensualidad del cabello, que tanto En sus pechos non abiá tetas,
potenciaron los pintores de todos los tiempos como yo cuido eran secas.
(lám. 2)12. El poema saca partido del contraste Braços luengos e secos dedos,
entre la belleza de la joven pecadora (que se cuando los tiende semejan espetos.
describe en los vv. 213 y ss.) y el deterioro de Las unyas eran convinientes,
su físico que es la marca de la vida anacorética que las tajaba con los dientes.
(véase abajo). La descripción del pecado está El vientre abié seco mucho,
bastante subida de tono, para tratarse de una que non comié nengun conducho.
obra piadosa y moralizante: Los piedes eran quebraçados:
Primerament los va tentando; en muchos logares eran plagados;
después, los va abraçando. por nada non se desviaba
E luego s’ va con ellos echando, de las espinas on las fallaba.
a grant sabor los va besando. (vv. 714-749)13
Non abia hi tan ensenyado
Respecto al sustento, el narrador cuenta
siquier mançebo siquier cano,
que de los 47 años que María Egipciaca vivió
non hi fue tan casto
en el desierto, se mantuvo durante años con
que con ella non fiziesse pecado.
los tres panes que le había dado un peregrino,
(vv. 369-376)
y luego durante 18 con hierbas del campo, y
Sus çapatas e todos sus panyos los últimos 20 años no comía nada, salvo lo
bien le duraron siete anyos. que le trajera el ángel.
Después andido quarenta annyos
desnuda va e sin panyos. Cuand’ este pan fue acabado,
Por grant viento e grant friura tornó María a las yerbas del campo.
desnuda va sin vestidura. Como otra bestia las mascaba,
Toda se mudó d’otra figura, mas por esso non desmayaba.
qua non ha panyos nin vestidura. Por las montanyas corrié,
Perdió las carnes e la color, las yerbas assí las comié.
que eran blancas como la flor; De yerbas e de granos,
los sus cabellos, que eran rubios, viscó dizeocho anyos.
tornáronse blancos e suzios. Después viscó veynte que non comió,
Las sus orejas, que eran albas, si el ángel non gelo dio.
mucho eran negras e pegadas. (vv. 768-777)
Entenebridos abié los ojos;
abié perdidos los sus mencojos. Y si arriba decíamos que por mucho que
La boca era empeleçida, se aísle el ermitaño, para que exista un relato
e derredor muy denegrida. se necesita un testigo que transmita a la so-
La faz muy negra e arrugada ciedad la experiencia del solitario, en la leyen-
de frío viento e de la elada. da de Egipciaca ese papel lo cumple el mon-
La barbiella e el su grinyón je Gozimás, quien desempeña también otras
semejaba cabo de tizón. funciones esenciales, como son administrar los
Tan negra era la su petrina, sacramentos y representar a la Iglesia oficial,
como la pez e la resina. que la anacoreta venera como es debido. Los

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Lám. 2: Santa María Egipciaca. Leyenda de los santos, fol. LXXIVv, Burgos, Juan de Burgos, 1499, British Library, IB 53312

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versos que citamos a continuación muestran –“Senyor, dixo ella, de Dios amigo,
que es la Providencia quien atrae al sacerdote muy de grado fablariá contigo,
para que así quede consagrada, en todos los que se que buen consejo me darás,
sentidos dichos, la vida de la Egipciaca. Tam- que tú as nombre Gozimás.
bién puede apreciarse que se alude a la desnu- Mas yo só desnuda creatura
dez de la penitente (no se menciona de mane- que non he vestidura ninguna.
ra expresa la desnudez de María en su fase de Si uno de tus panyos me diesses,
pecadora). Así, paradójicamente, la desnudez yo fablaría lo que quisiesses”.
es santa, porque se debe a que sus ropas se han (vv. 989-996)
deteriorado hasta desaparecer. Pese a ello, la
La última parte de la leyenda medieval de
anacoreta, como mujer decente que ahora es,
María Magdalena, la presenta como anaco-
siente pudor, y le pide al monje que le dé algo
reta durante treinta años, cerca de Marsella,
con que taparse (lám. 3):
después de haber predicado el Evangelio por
Descobrir querié Dios su tresoro, Provenza. La condición de penitente obedece
que más preciado era que oro. a que la tradición de la iglesia occidental iden-
(vv. 938-939) tificó a la Magdalena, la discípula de la que

Lám. 3: Santa María Egipciaca. Flos sanctorum, fol. CLXVIIIv, Zaragoza, Jorge Cocci, 1516,
Biblioteca Nacional de España, R-23859

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Cristo había expulsado a siete demonios (Lu- maravillosa, acomendose a Dios, e rogándole,
cas, 8, 2), con María de Betania, la hermana fuese a este lugar con gran atrevimiento15.
de Lázaro y de Marta, y con la “mujer peca-
Tales testigos, por su condición de cléri-
dora” que como la de Betania también había
gos, como en el caso del primer hagiógrafo de
ungido los pies de Cristo (Lucas, 7, 36-50).
Oria que veremos más abajo, son fedatarios
En el imaginario colectivo se asentó la idea de
cualificados de la santidad de las anacoretas y
la Magdalena como pecadora penitente, por lo
de la austeridad de sus vidas. Sus testimonios
que su representación y la de la Egipciaca se
terminan fijándose por escrito (o lo escribe el
confudieron en la iconografía (lám. 4).
mismo testigo, en el caso de Oria), con lo que
E después desto sant[a] María Madalena, adquieren la autoridad de la letra y se convier-
cobdiciando estar en contemplación, fuese pa- ten a partir de entonces en patrimonio común
ra un yermo muy áspero, e vivió ý en un lugar que transitan los sucesivos hagiógrafos.
que fizieran los ángeles treita años, que nunca Si desde la leyenda de Egipciaca, cuya pri-
lo sopo ninguno. En este lugar non avié solaz mera versión pudo redactar Sofronio, arzo-
de agua, nin de árboles, nin de yervas, por bispo de Jerusalén, en el siglo VII, retrocede-
que fuese manifiesto que Jhesu Christo nues- mos a sus fuentes, nos encontramos con los
tro Salvador, que ordenó todas las cosas, or- primeros ermitaños varones, pues parece que
denara de fartarla non de comeres terrenales, uno de los modelos de la Egipciaca fue la Vida
mas de manjares celestiales. E cada día, en las de san Pablo Eremita compuesta por San Je-
siete oras del día, la alçavan los ángeles en el rónimo. Anterior a Jerónimo es San Atanasio
aire, e estonce oía ella en las orejas del cuerpo (siglo IV), que escribió el que se considera el
cantares gloriosos de los ángeles del cielo. E por primer relato hagiográfico no martirial, la Vi-
ende cada día era farta destos comeres muy da de San Antonio Abad16. Las vidas de estos
dulces, e esos mesmos ángeles aduzié[n]dola primeros ermitaños, anacoretas del desierto en
a su lugar non avía menester destos comeres Egipto, fueron difundidas en castellano en las
deste mundo14. versiones del flos sanctorum. Su fuente latina, la
Legenda aurea de Vorágine, consagra el título
También en esta leyenda de María Magda- de Pablo como “primer ermitaño”, y constanta
lena, como en el caso de la Egipciaca, se ma- que San Antonio creía que él era el primero,
terializa la presencia de un sacerdote que sirve hasta que una revelación divina durante el sue-
de testigo y al mismo tiempo representa a la ño le sacó de su error, y le informó de la exis-
Iglesia oficial: tencia de San Pablo. Es un pasaje de la vida de
San Pablo Ermitaño que podemos leer en el
Un sacerdote, deseando fazer vida apartada,
primer incunable castellano y ver ilustrado en
fizo una celda, acerca de aquel lugar doze es-
un impreso posterior (lám. 5):
tados. E un día abrió nuestro Señor los ojos
deste sacerdote, e vio, magnifiestamente con El qual tienpo, demientra que Antonio pri-
ellos, cómmo los ángeles decendían aquel lugar meramente cuidase entre los monges el lugar
do mora santa María Madalena. E la alça- en que podiese fazer una hermita, él vio en
van en el aire, e a cabo de una ora, traíanla sueños otro lugar, que era mucho mejor lugar.
a su lugar con cantares de Dios. E queriendo […] E después él falló un lobo que le traxo do
este sacerdote saber la verdad desta visión tan estava sant Polo.

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Lám. 4: Santa María Magdalena. Leyenda de los santos, fol. CXXXIIIv, Burgos, Juan de Burgos, 1499, British Library, IB 53312

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Lám. 5: San Pablo Ermitaño. Flos sanctorum, fol. CXXVv, Zaragoza, Jorge Cocci, 1516, Biblioteca Nacional de España, R-23859

Onde quando sant Polo sentió venir contra sí tón adesora, e fizo señas que non podía fablar
a sant Antonio, él trancó la puerta, mas sant e que lo levase su serviente otra vez al monu-
Antonio rogole que abriese la puerta, e díxo- mento. Ca comoquier que él estoviese quebran-
le que en ningund tienpo de allí se partiría, tado de dolor, enpero, combidava a los diablos
mas que en aquel lugar sabio moraría. Porque a la lid con la virtud del coraçón. Entonce ellos
Polo le abrió la puerta, e luego abraçáronse, e aparecieron otra vez muy cruelmente e espan-
abraçados, cayeron en tierra. tables, con los dientes como serpientes, e con los
E como fuese ora de comer, un cuerbo traxo cuernos como toros, e con las uñas, e dávanle
dos tanto de pan a Polo17. con ello e atormentáronle muy mal, de guisa
que le dexaron como muerto. Entonçe le apa-
La vida solitaria de San Antonio Abad está reció una claridad maravillosa e fuyeron todos
marcada por la lucha con los diablos: los diablos, e Antón luego fue sano.
Otra vez, demientra que yazía escondido en Era un príncipe de Egito que dizían Baber-
un monimento, vino a él grand conpaña de chia, que perseguía mucho la Iglesia, así que
diablos e despedaçáronle tanto que un frairezi- açotava públicamente a los christianos e los
llo, su serviente, le ovo de levar a sus cuestas monges desnudos. E por ende, enbiole sant
como por muerto a la villa. Llorándole todos Antón su letra diziéndole: “Veo que la ira de
como muerto, quantos ý eran, e levantose An- Dios es sobre ti, e non te partes de perseguir

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Lám. 6: San Antonio Abad. Leyenda de los santos, fol. XXXIIIv, Burgos, Juan de Burgos, 1499, British Library, IB 53312

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los christianos. Sepas que morirás aína”. El nio Abad a cavar la fosa para Pablo el Ermita-
desaventurado abrió la carta e leyola, e echola ño, reaparece luego en la Vida de Santa María
en tierra, e açotó a los que la traían, e embió Egipciaca, donde también un león ayuda al
dezir a sant Antón: “¿Por qué tamaño cuida- monje a enterrar a la santa. Pero tratándose de
do has de los christianos? Lo que fago a ellos, fieras, resulta muy curiosa la leyenda de San
faré a ti”18. Mamés, que transmite en castellano la Leyen-
De nuevo, ante la carencia de ilustracio- da de los santos. Le acusaban de encantador de
nes en este flos sanctorum, podemos ver gra- fieras, aunque el medio que utilizaba para do-
bados que muestran la figura de San Antonio mesticarlas era la lectura del Evangelio:
en otros impresos antiguos, por ejemplo con E el bienandante sant Mamés subió al monte,
exvotos y la jabalina que suele acompañarlo e cortó árboles para aver madera, e fizo casa
en las representaciones (lám. 6). Otra edición de Dios, e puso ý altar, e seyendo allí, leyé el
se ilustra con el ataque de los diablos y el de evangelio en el libro que fallara en [e]l canpo.
los perseguidores de los cristianos que leíamos E en leyendo él aquel evangelio, ayu[n]táronse
arriba (lám. 7). a él muchas bestias salvages sin cuenta de to-
En los relatos de anacoretas aparecen con das las maneras departidas, así como leones, e
frecuencia las fieras salvajes, sometidas al po- ossos, e lobos, e puercos, e monteses, e otras bes-
der de Dios, que representan los santos. Así, el tias bravas; e tendiénse en tierra, adorávanle,
episodio en que los leones ayudan a San Anto- e después, los inojos fincados, catavan suso al

Lám. 7: San Antonio Abad. Flos sanctorum, fol. CXXVIIIv, Zaragoza, Jorge Cocci, 1516, Biblioteca Nacional de España, R-23859

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cielo al nuestro Señor Jhesu Christo. E a po- ángeles”. E en diziendo aquel león esto, vinie-
co de tienpo, de aquellas bestias que estavan ron los ángeles e cerraron las puertas del corral
antél, ívanse [61b] los machos, e fincavan las do estavan, que non pudiesen sallir ninguno,
fenbras, abuelta con las suyas mansas, las te- e aquel león, andando bravo por aquel lugar,
tas llenas de leche. E él entendiendo que serié despedaçó e mató muchos [63d] de aquellos
bien de ordeñar aquellas bestias con el su ga- gentiles e de judíos que estavan ý20.
nado, ordeñávalas todas, e fazié de la leche
dellas queso. […]19 ERMITAÑO
Hemos visto que la literatura medieval es-
Tampoco servirá de nada que sus perse-
pañola recoge los relatos venidos del extran-
guidores lo arrojen a las fieras, porque ellas lo
jero con el modelo oriental del anacoreta en
adoran:
el desierto, pero lógicamente la hagiografía lo-
Estonce el adelantado mandó a los sus omnes cal, primero en latín y luego en castellano, nos
que tenién en guarda aquellas bestias bravas, ofrece una idea más cercana de la vida retirada,
que las [63c] ayuntasen e que las echasen a de la huida del mundo, que ya no será en el
sant Mamés por que lo matasen. E los ser- desierto, sino en el monte a todos familiar, a
vientes metieron a sant Mamés en el corral do veces en una cueva, ocupándose del culto en
estavan aquellas bestias bravas, que eran de una pobre ermita. Son los ermitaños de los
muchas maneras, e soltaron una ossa, que se yermos de España.
venié a él, e la ossa, corriendo, vino echar de Los relatos castellanos nos ofrecen ejemplos
inojos antél. Desque vieron que le non fazía de religiosos que en alguna fase fueron ermi-
mal aquella ossa, echáronle un león pardo muy taños, como San Millán, Santo Domingo de
grande e muy bravo, e fuese para él, e echól los Silos o San Vitores. Éstos acaban por aban-
braços al cuello, e abraçándolo, lamiél con su donar la vida solitaria, porque la comunidad
lengua e alinpiávale los sus sudores. los reclama para beneficiarse de su pastorazgo,
E el adelantado, veyendo cómo non le fazían pero son como vidas sucesivas distintas; no se
mal estas bestias, mandó a los leoneros que to- aprecia tan claramente como en el relato sobre
masen los más fuertes leones, e que los toviesen San Benito la dualidad e interferencia entre
presos veite días, e después, fanbrientos, que eremitismo y cenobitismo.
los soltasen e los echasen a sant Mamés. E el El caso de San Millán es buena muestra de
león que de començosic dixemos que viniera a las conexiones entre eremitismo y cenobitis-
sant Mamés por mandado del Spíritu Santo, mo, ahora en el ámbito hispánico, porque en
él, bramando, desce[n]dió de la montaña, en- torno a un solitario que defiende a ultranza su
tró en la cibdat, e non fizo mal ninguno, mas aislamiento, se reúnen algunos discípulos que
fuese muy aína al corral do tenían a sant Ma- acaban por fundar el monasterio de San Mi-
més, quel querían echar a las bestias bravas, llán de Suso.
abriéronsele las puertas, e entró, e cató a sant Antes destacábamos los ecos bíblicos en
Mamés, e fabló el león por la gracia de Dios, elementos como el ayuno en el desierto o las
e dixo: “O natura mala de omnes, cubierto[s] tentaciones, pero también puede percibirse
de spíritu malino, veet muy fuerte cosa, que una evocación bíblica en el oficio de pastor
es contra natura: por vós me fazen fablar los que se atribuye, por ejemplo, a San Millán y a

136
El ermitaño en la literatura medieval española: arquetipo y variedades

Santo Domingo de Silos, entre los biografia- Jesucristo, además de Juan Bautista, Pablo el
dos por Gonzalo de Berceo. El hecho de que Ermitaño, San Antonio Abad o María Egip-
en la niñez sean pastores de ovejas simboliza ciaca:
que acabarán siendo pastores de almas, y tan- En los primeros tiempos nuestros antecessores,
to la imagen literal como la alegórica evoca que de Sancta Eglesia fueron cimentadores,
el modelo de Cristo representado como Buen de tal vida quisieron facerse sofridores,
Pastor. Pero no nos extenderemos en este as- sufrieron sed e fambre, eladas e ardores.
pecto porque aquí no nos interesa la labor
pastoral de los santos, sino su condición de Sant Joham el Baptista, luego en su niñez,
solitarios. San Millán, entonces, defiende su abrenunció el vino, sizra, carne e pez,
soledad, pero se impone la voluntad de Dios, fuxo a los desiertos, onde ganó tal prez
que es descubrir su “tesoro”, como se decía de qual non dizrié nul omne, nin alto nin refez.
la Egipciaca: Antonio el buen padre e Paulo su calaño,
el que fue, como dicen, primero ermitaño,
Qerié de mejor grado vevir con las serpientes,
visquieron en el yermo, un desierto estraño,
maguer son enojosas, aven amargos dientes,
non comiendo pan bueno, nin vistiendo buen paño.
qe derredor las cuevas veer tan grandes yentes,
ca avié oblidados por esso sos parientes. Marí la Egipciaca, pecatriz sin mesura,
(c. 45) moró mucho en yermo, logar de grand pavura,
Óvose de las cuevas por eso a mover, redimió sus pecados, sufriendo vida dura;
de guis’ que nol’ podió nul omne entender; qui vive en tal vida es de buena ventura.
metióse por los montes por más se esconder, El confessor precioso que es nuestro vecino,
con las bestias monteses su vida mantener. San Millán el caboso, de los pobres padrino,
(c. 47) andando por los yermos, ý abrió el camino,
Nin nieves nin eladas nin ventiscas mortales, por ond subió al cielo, do non entra merino.
nin cansedat nin famne nin malos temporales, El su maestro bueno, San Felices clamado,
nin frío nin calura nin estas cosas tales, qui iazié en Billivio en la cueva cerrado,
sacar no lo podieron d’entre los matarrales. fo ermitaño vero, en bondad acabado;
(c. 50) el maestro fue bueno e nudrió buen criado.
El Reï de los Cielos qe nada non oblida, Essos fueron sin dubda omnes bien acordados,
que ant’ sabe la cosa que omne la comida, qui por salvar las almas dexaron los poblados,
la fama del so siervo de la preciosa vida, visquieron por los yermos, mesquinos e lazrados,
non quiso que soviesse en el mont’ abscondida. por ent facen virtudes, onde son adorados.
De los quarenta años no li menguava nada Muchos fueron los padres que ficieron tal vida,
que tenié esta vida tan fuert’e tan lazdrada; iacen en Vitas Patrum dellos una partida,
echóli Dios en cabo una buena celada, toda gloria del mundo avién aborrecida,
non serié menester qe non fuese echada. por ganar en los cielos alegría complida.
(cc. 69-70)21
El Salvador del mundo, que por nos carne priso,
La vida eremítica de Santo Domingo de Si- deque fo bateado, quando ayunar quiso,
los (lám. 8) se inspira en modelos previos, y pora nos dar enxiemplo al deserto se miso;
entre ellos el propio San Millán, o el mismo ende salió el demon, mas fo ent mal repiso.

137
Fernando Baños Vallejo

Lám. 8: Santo Domingo de Silos. Flos sanctorum, fol. CXVIIIv, Zaragoza, Jorge Cocci, 1516,
Biblioteca Nacional de España, R-23859

Los monges de Egipto, compañas benedictas, del que aquí se dice que es más exigente, por-
por quebrantar sus carnes fácense heremitas, que obliga a vivir en obediencia:
tienen las voluntades en coraçón más fitas;
fueron de tales omnes muchas cartas escriptas. Por amor que viviesse aún en mayor premia,
que non ficiesse nada, a menos de licencia,
Yo, pecador mesquino, en poblado ¿qué fago?
asmó de ferse monge, e fer obedïencia,
bien como e bien bevo, bien visto e bien yago,
que fuesse bien travado fora de su potencia.
de bevir en tal guisa, sabe Dios, no me pago,
(c. 81)
ca trae esta vida un astroso fallago”.
El sacerdot precioso, en qui todos fiavan, Igual que San Millán, San Vitores (lám. 9)
desamparó a Cañas, do mucho lo amavan, también abandona el sacerdocio activo para
parientes e amigos, que mucho li costavan; dedicarse a la vida contemplativa:
alçóse a los yermos, do omnes non moravan.
Y ansí dél dezir se puede que aunque dos
(cc. 54-65)
caminos tubiese para alcançar la bienauen-
Si San Millán fue ermitaño durante cua- turança, dexado el uno, que era de la vida
renta años, en la vida de Santo Domingo de actiua, escogió para sí el más seguro, que era
Silos es una fase muchísimo más breve, de año de la vida contemplatiua. Esto por esta razón
y medio (c. 80c), y pasa al ámbito cenobítico, digo: porque más quiso solo en el desierto mo-

138
El ermitaño en la literatura medieval española: arquetipo y variedades

rar con ayuno, oraçión continua y abstinençia


del comer y del ueber seruir a Dios que puesto
entre la conuersaçión mundana a Él mismo
en algo offenderle22.

EMPAREDADA
Cavero describe inmejorablemente el fenó-
meno de la reclusión en una celda, o empare-
damiento:
“En Oriente […] la reclusión religiosa co-
menzó en el siglo IV con san Antonio. La fór-
mula de la reclusión fue seguida por hombres
y por mujeres. Se dio en Egipto, Palestina, Ca-
padocia y Constantinopla, pero sobre todo en
Siria. La reclusión, sin embargo, no se llevó a
cabo siguiendo una única fórmula, sino que fue
practicada de distintas maneras: normalmente
se materializaba dentro de un espacio murado
del que no se podía salir y que contaba con
una ventana pequeña para comunicarse con el
exterior. Pero dicho espacio podía ser una ca-
verna, un sepulcro y habitáculos de otro tipo,
y la reclusión podía ser individual o compar-
tida. A su vez, en Occidente […] la reclusión
se practicó desde el siglo IV tanto por hombres
Lám. 9: Historia del glorioso mártir Sant Victores de Andrés
como por mujeres. Podía ser temporal o de- Gutiérrez de Cerezo, Burgos, Fadrique de Basilea, 1487 (?),
finitiva. Se incardinaba en la vida monástica, Biblioteca Nacional de España, R-100.181
pero las celdas no siempre estaban dentro de la
clausura monástica; esto comportaba que aba-
días masculinas contasen con mujeres reclusas, so o emparedado, y así lo hizo Pedro el Vene-
y abadías femeninas con reclusos”23. rable en el siglo XII, con veredicto a favor del
Y si San Antonio fue el primer recluso, ad- emparedado. Leámosla en la versión castellana
virtamos, como muestra de la confluencia de del padre Yepes, otro benedictino que escribió
modelos en un mismo santo, que también es entre los siglos XVI y XVII:
ejemplo de anacoreta y de cenobita. “Pedro el Venerable, abad cluniacense, […]
Añade Cavero que en la Baja Edad Media da a entender cómo se encerraban los reclusos
el emparedamiento llegó a verse como un en- de tal manera que tapaban las puertas con cal
tierro en vida, por lo cual el rito con el que y canto y dejaban una ventana por donde les
se iniciaba era nada menos que el Oficio de daban la comida […]. Este modo de peniten-
difuntos24. Era inevitable que se comparase la cia era muy gran mortificación y un punto y
dureza de la vida del ermitaño con la del reclu- grado más subido que el del ermitaño; porque

139
Fernando Baños Vallejo

el tal, aunque esté apartado en soledad, libre- bien conosció a Oria, sopo su poridat,
mente puede tratar con quien le pareciere y ser en todo quanto dixo, dixo toda verdat.
visitado de personas de la comarca y salirse a Muño era su nombre, omne fue bien letrado,
espaciar, a recrear e irse al monte, al valle, al sopo bien su fazienda, él fizo el dictado,
río, a la fuente y a otros entretenimientos y so- aviégelo la madre todo bien razonado,
laces de los cuales está apartado el recluso por que non querrié mentir por un rico condado.
vivir condenado a cárcel perpetua, privado de
Dello sopo de Oria, de la madre lo ál,
la conversación de los hombres y en oscuro ca-
de ambas era elli maestro muy leal.
labozo que apenas goza y ve la luz del cielo”25.
Dios nos dé la su gracia el Reï Spirital
Santa Oria, con el relato escrito en verso que allá nin aquí nunca veamos mal.
por Gonzalo de Berceo, sería el caso más repre- (cc. 7-9)
sentativo de la opción de vivir encerrada entre
Desemparó el mundo Oria, toca negrada,
paredes. En el Diccionario de Historia Ecle-
en un rencón angosto entró emparedada,
siástica de España se llega a afirmar: “Mucho
sufrié grant astinencia, vivié vida lazrada,
contribuyó a extender esta clase de penitencia por ond ganó en cabo de Dios rica soldada.
la deliciosa biografía poética que escribió Ber- (c. 20)
ceo de una de estas mujeres heroicas, que vivió
en el siglo XI, santa Oria de Villavelayos, en En la Vida de Santa Oria hay otros dos lu-
la sierra de Burgos”26. Pero no se ofrece apoyo gares de interés para el tema que nos ocupa, en
alguno para tal afirmación, y, como ha obser- su primera visión, en la que visita el Cielo y ve
vado Isabel Uría Maqua, hasta el siglo XVIII no la silla que le tienen reservada. Los santos que
hay constancia de que los poemas de Berceo se se encuentra Oria en el Paraíso están reunidos
difundieran mucho ni más allá del entorno de por grupos; pues bien, uno de ellos es el de
los cenobios emilianense y silense27. los ermitaños. Entre ellos reconoce a cuatro,
La vita latina que sigue Berceo la escribió citados por su nombre, uno de los cuales es
García, el propio padre de Oria (cc. 83-85).
Munio, monje de San Millán, maestro confe-
Poco más adelante, la rica vestidura que lleva
sor de Oria y de su madre Amunia, quien pro-
Voxmea, la guardiana de la silla, está adornada
bablemente fue el mismo “scriba politor” que
con nombres de santos, principalmente de “re-
aparece en uno de los marfiles del arca romá-
clusos” (c. 94c), lo que muestra una conciencia
nica de San Millán, y que habría diseñado ese
de clase o tipo.
programa iconográfico28. Munio desempeña
los papeles que veíamos antes en otros clérigos Pese a disfrutar de tales visiones que le anti-
que asistían a las santas: testigo, administrador cipan el premio que disfrutará en la otra vida,
de sacramentos y representante de la jerarquía Oria no se relaja, y mantiene la dureza de su
eclesiástica. Además en este caso es el primer ascesis:
hagiógrafo de Oria, el fedatario que fija por es- Por estas visïones la reclusa don Oria
crito el relato, dotándolo así de una autoridad non dio en sí entrada a nulla vanagloria;
incontestable, que se transmite a los sucesivos por amor de la alma non perder tal victoria,
hagiógrafos, como Berceo: non fazié a sus carnes nulla misericordia.
El qui lo escrivió non dirié falsedat, Martiriava las carnes dándolis grant lazerio,
que omne bueno era, de muy grant sanctidat; cumplié días e noches todo su ministerio,

140
El ermitaño en la literatura medieval española: arquetipo y variedades

jejunios e vigilias e rezar el salterio; entendiólo él luego lo que podié seer,


querié a todas guisas seguir el Evangelio. metióse en carrera, vínola a veer.
(cc. 114-115) Quando plegó a ella, fíçola confessar,
Pero la Oria emilianense no es la única Oria del agua beneíta echó por el casar,
emparedada. En la Vida de Santo Domingo de cantó él mismo missa, mandóla comulgar;
Silos hay otra, que es importunada por el dia- fuxo el vezín malo a todo su pesar.
blo en forma de serpiente y con atributos de (cc. 331-332)
indudable simbolismo fálico29. De tal peligro
la libra Santo Domingo: Es sabido que la representación de la mujer
en la hagiografía muestra una extrapolación
Una manceba era que avié nomne Oria, de naturaleza sexual: las vírgenes frente a las
niña era de días como diz la istoria, pecadoras, prostitutas en muchos casos, luego
facer a Dios servicio, essa era su gloria, penitentes, claro está, y finalmente todas san-
en nulla otra cosa non tenié su memoria. tas. Pues bien, el modelo de emparedada tam-
(c. 316) bién se aplica a la penitencia de la ramera arre-
Querié oír las oras más que otros cantares, pentida. Es el caso de Tais (lám. 10). El relato
lo que dicién los clérigos más que otros joglares; contiene detalles escatológicos, que sirven para
yazrié, si la dixassen, cerca de los altares, reflejar la suciedad del pecado:
o andarié descalça por los sanctos logares.
(c. 318) E él púsola en un monesterio que avía muchas
vírgines en una celda pequeñuela. E cerrole
Dixo el padre sancto: “Amiga, Dios lo quiera
la [f. 134d] puerta con plomo. E dexó aí una
que puedas mantenerla essa vida tan fiera;
finiestra pequeñuela, porque le diesen a comer
si bien no lo cumplieres, mucho más te valiera
poco. E mandó a las otras que le diesen cada
vevir en atal ley com tu madre toviera”.
día un poco de pan e de agua. E partiose den-
(c. 323)
de el anciano, e díxole Tais:
Entendió el conféssor que era aspirada,
fízola con su mano soror toca negrada, – Padre, ¿dó me demandáis fazer aquello que
fo end a pocos días fecha emparedada, manda e ha menester la natura?
ovo grand alegría quando fo encerrada. Dixo él:
(c. 325) – Aquí en tu celda, así como lo tú mereciste30.
El mortal enemigo, pleno de travesura, Por apurar matices que nos aproximan a
que suso en los cielos buscó mala ventura, emparedadas laicas, en su estudio sobre la re-
por espantar la dueña que oviesse pavura, clusión voluntaria como forma de ascetismo,
faciéli malos gestos, mucha mala figura. Cavero dedica un epígrafe a la “vida apostó-
Prendié forma de sierpe el traïdor provado, lica, desarrollo urbano y mendicantes”31. Se
poniésseli delante el pescueço alçado, trata de contemplar nuevas manifestaciones
oras se facié chico, oras grand desguisado, de religiosidad que abarcan como ámbitos po-
a las veces bien gruesso, a las veces delgado. sibles de la militancia cristiana el trabajo de
(cc. 327-328) los laicos o la propia casa. Esta devoción mo-
La reclusa con cueta non sopo ál que fer, derna en que lo importante era la imitación
embïó al buen padre férgelo entender; de Cristo, y en consecuencia el espíritu evan-

141
Fernando Baños Vallejo

Lám. 10: Santa Tais. Leyenda de los santos, Burgos, Juan de Burgos, 1499, British Library, IB 53312

142
El ermitaño en la literatura medieval española: arquetipo y variedades

gélico de pobreza y práctica de las obras de Santa Margarita, que fue dicho Pelayo, vir-
misericordia, debe mucho a la influencia de gen muy fermosa, e rica, e muy fijadalgo, así
las órdenes mendicantes. Tal como lo explica la criaron su padre e su madre. E tan buenas
Cavero, pese a que estas nuevas formas de vida costunbres ovo en sí, e así guardava castidad,
cristiana se distancian tanto del desierto (que que non quería que la viese omne del mundo.
es ya sólo un recuerdo) como del monasterio, Enpero, demandola por muger un mancebo
y se empeñan en la labor de beneficiencia, no muy fidalgo. E plaziendo a los padres e a las
obstante siguen dejando espacios y momentos madres dellos, aparejaron lo que avía menes-
para la reclusión y el aislamiento, como vía ter para las bodas. Los niños e las moças, e
más radical y pura para evitar lo mundano y quantos nobles avía en la cibdad, fazían fies-
despreciar lo material. Esa síntesis paradójica ta con grant gozo en el tálamo. E la virgen,
la realizan sobre todo mujeres, en muchos ca- metiéndogelo en el coraçón, pensó con muchas
sos vinculadas con la Orden de San Francisco lágrimas que non era de conparar la iglesia de
o con la de Predicadores, pero en otros casos la virginidat a los vanos gozos de las bodas. E
no. Mujeres que podrían representar cada una despreció todos los gozos desta vida, así com-
de esas dos posibilidades serían, según Cave- mo estiércol. Onde, guardándose de su marido
ro, la dominica Santa Catalina de Siena y la aquella noche, acomendose a Dios, e trasqui-
laica Santa Isabel, hija del rey de Hungría. lose los cavellos. E en vestidura de omne fuyó
Ambas aparecen en la Legenda aurea y en al- a la media noche.
gunas copias del flos sanctorum castellano. Esta
E yendo a un monesterio muy lexos, llamávase
princesa esforzada en cumplir con los ideales
frey Pelayo32.
evangélicos de desprendimiento y caridad,
que funda un hospital y al enviudar vive en El santoral incluye otras mujeres que, como
el más estricto recogimiento, sería el ejemplo las dichas Pelagias, se hacen pasar por monjes,
más paradigmático de la síntesis entre mundo aunque no comparten con las Pelagias la vida
y espíritu evangélico. de reclusión absoluta o emparedamiento: son
las santas Marina Virgen, Teodora y Eugenia.
TRAVESTIDA Escasean las ilustraciones que muestren con
claridad el travestismo. En el ámbito de los in-
Hay en el flos sanctorum toda una familia de
cunables o impresos antiguos españoles no co-
relatos de santas que se transforman o se tra-
visten como hombres, renegando de su condi- nozco más que la xilografía que pinta a Marina
ción femenina, que se vinculaba al pecado y a con el pelo a lo hombre, aunque el atuendo sea
la debilidad. Santa Pelagia se disfraza de monje femenino (lám. 11).
varón antes de emparedarse. Esta de Pelagia es El travestismo viene a ser otro modo de
una leyenda que se desdobla en dos santas: una huir del mundo, o al menos del mundo fe-
cortesana frívola que explota a los hombres y menino; cortarse el pelo, por ejemplo, frente
luego se arrepiente al oír la predicación del a la potencia erótica de la melena de las san-
obispo Nono (de ésta hay una vida individual tas prostitutas, es renegar de los atributos de
en el ms. 9247); y Santa Margarita, que nunca la belleza femenina para convertirse (bajo la
fue pecadora, y que rehúye la consumación de imagen de varón) en un ser más espiritual,
su matrimonio y se disfraza de monje, cam- según la visión imperante entonces. Por otro
biándose el nombre al de Pelayo: lado la situación permite enredos novelescos:

143
Fernando Baños Vallejo

Lám. 11: Santa Marina. Leyenda de los santos, fol. CXXVv, Burgos, Juan de Burgos, 1499, British Library, IB 53312

144
El ermitaño en la literatura medieval española: arquetipo y variedades

que sean acusadas, puesto que todos creen que


son monjes, de haber violado o haber dejado
embarazada a una chica. Teodora y Eugenia
son calumnidas por haber rechazado a mujeres
que se sentían atraídas por ellas (y aquí se jue-
ga tácitamente con la atracción homosexual
inconsciente). Marina y Pelagia, en cambio,
reciben la acusación no por despecho, sino
por estar allí.
Una posibilidad es que sufran la calumnia
de haber dejado embarazada a una chica (es
el caso de Marina –acusada además de vio-
lación–, de la Pelagia o Pelagio cuyo primer
nombre había sido Margarita, y de Teodora).
Esta última había caído en el adulterio al de-
jarse engañar por una hechicera que le dice
Lám. 12: Santa Eugenia. Pintura anónima, 1275-1300,
que Dios no ve los pecados que se cometen Museo de Artes Decorativas, París
de noche. Por su pecado Teodora abandona a
su marido y se mete a monje. Las tres, Mari-
na, Pelagia y Teodora, renuncian a defenderse
de la calumnia, y Marina y Teodora se hacen ayuda de ermitaños, desde el Poema de Fernán
cargo del niño. El niño es criado por una mu- González hasta el Amadís de Gaula.
jer, lo cual es muy apropiado desde el punto En el siglo XIII la versión clerical, quizá es-
de vista maternal, que se hace pasar por un crita por un monje de San Pedro de Arlanza,
monje, lo cual es apropiado desde el punto de de las gestas de Fernán González, incluye el
vista espiritual. Sólo después de morir queda episodio en el que el monje Pelayo le profe-
rehabilitada la honestidad de Marina, Pelagia tiza al caudillo castellano la victoria sobre Al-
y Teodora, cuando al preparar los cadáveres, manzor. Fernán González le promete que si se
descubren el verdadero sexo. cumplen tales designios, convertirá la pobre
En el caso de Eugenia, acusada de violación, ermita donde viven Pelayo y otros dos monjes
ella reacciona no tanto por defenderse a sí mis- en un gran monasterio, y cumple su promesa
ma como para evitar que la calumnia recaiga de donación.
sobre los cristianos, así que decide descubrir Era es<s>a ermita d(e) una <y>edra <çerc>ada,
su pechos al gobernador su padre, que actuaba por que de toda ella non paresçía nada;
de juez (también aquí juega el morbo), y con tres monjes y vevían vida fuerte lazrada,
ello revela su verdadero sexo, de modo que la San Pedro avi<é> nombre es<s>a casa sagrada.
calumniadora queda en evidencia (lám. 12). (c. 228)
Faré otra iglesia de más fuerte çimiento,
PROFETA O INSTRUCTOR DEL CABALLERO faré dentro en ella el mi soterramiento,
Fuera de las vidas de santos, los caballeros daré (a)y donde vivan <de> monjes mas de çiento,
reciben en la literatura medieval española la (c. 249)33

145
Fernando Baños Vallejo

Si el Poema de Fernán González deriva de un “Leuantadvos”, dixo el hermitaño, “e andat


perdido cantar de gesta sobre el héroe, hemos en buen ora, ca el más auenturado cauallero
de referirnos a otro gran género literario tam- auedes a ser de quantos fueron de muy grant
bién protagonizado por caballeros, las novelas tienpo aca”. “¿E commo es eso?”, dixo el caua-
de caballerías, cuyo esplendor no verá Castilla llero. “Yo vos lo dire”, dixo el hermitaño. “Es-
hasta el siglo XVI. María Carmen Pastor Cuevas ta noche en dormiendo, vy en vision que es-
es autora de un estudio sobre la tipología del tauades en vna torre muy alta, e que teniedes
ermitaño en los libros de caballerías hispáni- vna corona de oro en la cabeça e vna pertiga
cos: el Zifar, el Amadís y el Tirant (lám. 13)34. en la mano, e en esto desperte muy espantado
De acuerdo con ella, hay bastantes similitudes e fue fazer mi oraçion. E rogue a Dios que
entre el papel del ermitaño en el Zifar y en el me quesiese demostrar que queria dezir esto
Amadís, aunque también existen divergencias. que viera en vision, e torneme a mi lecho a
En ambos libros hay un antes y un después, un dormir. E en dormiendo me vino vna bos e
cambio de fortuna. A Zifar el ermitaño le pro- dixome asy: ‘Dy al tu huesped que ora es de
fetiza que será Rey de Mentón, y le pide, como andar; e bien çierto sea que ha de desçercar
el monje Pelayo a Fernán González, que cuan- aquel rey e ha de casar con su fija, e a de auer
do esté en la cumbre se acuerde de mejorar ese el regno despues de sus días.’” […] E ruegovos
pobre lugar, y así será. El augurio le llega al que quando Dios vos troxiere e vos posiere en
otro mayor estado, que vos venga emientes de
ermitaño a través de sus propios sueños:
este lugar”. “Muy de buena mente”, dixo el
cauallero, “e prometovos que quando Dios a
esta onrra me llegare, que la primera cosa que
ponga en la cabeça por nobleza e por onrrar,
que lo enbie a ofresçer a este lugar35.
También en el Amadís el ermitaño profe-
tiza el cambio de fortuna al desconsolado ca-
ballero, y también predice el futuro a través
de los sueños, pero en este caso interpretando
los sueños del otro, actividad mal vista para un
religioso, como el mismo personaje reconoce.
El ermitaño del Zifar actuaba como oráculo,
como mensajero divino; el del Amadís como
intérprete, lo cual lo relaciona con la tradición
artúrica36. Así lo subraya Pastor, quien observa
también que el personaje del ermitaño adquie-
re en el Amadís mayor relieve: tiene un nombre
propio (Andalod), y se ofrecen algunos detalles
sobre su aspecto y sobre su vida, como que se
había ordenado sacerdote cuarenta años antes,
y que Dios lo iluminó para que se retirase a la
Lám. 13: Libro del cavallero Zifar, Biblioteca Nacional de Peña Pobre. A él se debe el cambio de nombre
Francia, Espagnol 36 de Amadís a Beltenebros.

146
El ermitaño en la literatura medieval española: arquetipo y variedades

–Mi fijo señor, yo moro en un lugar muy es- En ambas novelas los ermitaños ofrecen
quivo y trabajoso de bevir, que es una hermita consuelo al caballero desgraciado38, y destacan
metida en la mar bien siete leguas, en una por su papel como profetas, pero no puede de-
peña muy alta, y es tan estrecha la peña que cirse que sean verdaderos instructores del caba-
ningún navío a ella se puede llegar si no es en llero, como sí lo será el emitaño de una novela
el tiempo de verano, y allí moro yo ha treinta valenciana, Tirant lo Blanch. Aquí el anacoreta
años, y quien allí morare conviénele que dexe es un antiguo caballero, Guillén de Varoique,
los vicios y plazeres del mundo; y mi mante- lo cual explica su papel como instructor de Ti-
nimiento es de limosnas que los de la tierra rante. Como advierte Pastor39, en todo ello hay
me dan. un eco evidente del Llibre de l’Ordre de Cava-
llería, de Ramon Llull. Observa asimismo que
–Todo esso –dixo Amadís– es a mi grado, y a
tal personaje caballero-ermitaño, que vuelve
mí plaze passar con vos tal vida esta poca que
transitoriamente a las armas para “defender la
me queda, y ruégovos, por amor de Dios, que
cristiandad”, encajaría con la idea que expresa
me lo otorguéis (II, 48). el Libro que es llamado carissimi, que habla de
–Beltenebros, buen hijo, mucho me avéis ale- la vida ermitaña cuando identifica al ermitaño
grado y dístesme gran plazer con esto que me como “caballero armado por Cristo”. La ma-
dezís, y assí lo sed vos, que con gran razón yor importancia del ermitaño en el Tirant, por
lo devéis ser, y quiero que sepáis cómo lo yo su labor de maestro y porque su intervención
entiendo: sabed que la cámara oscura en que se extiende durante los primeros veintisiete ca-
vos veíades y no podíades della salir, significa pítulos del libro, evidencia una nueva concep-
esta cuita en que agora stáis, y todas las don- ción de la caballería, al servicio de la cristian-
zellas que la puerta abrían, éstas son algunas dad frente a los infieles.
vuestras amigas, que hablan con aquella que
más amáis en vuestra hazienda, y en tal guisa ANTITIPO DEL ERMITAÑO: CRIMINAL
harán, que vos sacarán de aquí y desta cuita El Libro de Buen Amor nos ofrece un buen
en que agora sois; y el rayo de sol que iva ejemplo de lo que también se halla en la tradi-
ante ellas es mandado que vos embiarán de ción folclórica: un ermitaño que sucumbe a la
nuevas de alegría con que vos iréis de aquí; tentación y acaba convirtiéndose en criminal.
y el fuego en que víades a vuestra amiga es Es el antitipo, porque hay una anticonversión o
significança de gran cuita de amor en que caída. El catálogo de temas de cuentos tradicio-
será por vos, assí como vos por ella sois, y de nales compilado por Stith Thompson recoge
aquel fuego, que significa amor, la sacaréis bastantes motivos en relación con anacoretas
vos, que será de la su cuita cuando vos viere; (diecinueve), y con ermitaños (treinta y dos)40.
y la fermosa huerta donde la levávades, esto Entre los primeros destacaría el anacoreta acu-
muestra gran plazer en que con vuestra vista sado en falso de asesinato, o el anacoreta con
será puesta; bien conozco que, según mi ábi- apariencia de bestia salvaje. Entre los cuentos
to, no devría hablar en semejantes cosas, pero de ermitaños, podrían nombrarse el del que
entiendo que es más servicio de Dios dezirvos pide y obtiene la mano de una princesa; el del
la verdad, con que seáis consolado, que ca- que mata a su propio padre, creyendo que es el
llando, la vuestra vida en condición esté con diablo; el del ermitaño que se convierte en la-
muerte desesperada (II, 51)37. drón; el del tentado en vano por una ramera; el

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Fernando Baños Vallejo

del enamorado decepcionado que se hace ermi- diz: “Aquel cuerpo de Dios que tú deseas gustar,
taño; el del eremita sorprendido en una intriga yo te mostraré manera por que lo puedas tomar.
amorosa; el del viudo que se hace ermitaño; o Non deves tener dubda que del vino se faze
los de mujeres disfrazadas de ermitaños. la sangre verdadera de Dios: en ello yaze
El tema folclórico que se corresponde con sacramento muy santo; pruévalo si te plaze.”
la versión del Arcipreste de Hita, es el que se El dïablo al monge arma ado lo enlaze.
conoce como “los tres pecados del ermitaño”41: Dixo el hermitaño: “Non sé [yo] qué es vino.”
embriaguez, fornicación y asesinato. El prime- Respondiól el dïablo presto, por lo que vino:
ro lleva a los otros dos. Hugo Óscar Bizzarri “Aquellos taverneros, que van por el camino,
repasa las versiones hispánicas de este enxiem- te darán asáz d’ello: ve por ello festino.”
plo, que aparece en textos de los siglos XIII, XIV (cc. 533-535)
y XV42. Si descartamos otros cuentos de ermita-
Bevió el hermitaño mucho vino sin tiento:
ños relacionados con éste y nos ceñimos úni-
como era fuerte, puro, sacól’ de entendimiento;
camente a las versiones del de los tres pecados,
desque vido el dïablo que ya echara çemiento,
tenemos que en el XIII se alude brevemente al
armó sobr’él su casa e su aparejamiento.
cuento en la estrofa 55 del Libro de Apolonio.
La versión del Libro de Buen Amor (del XIV) es “Amigo”, diz, “non sabes de noche nin de día
más interesante y más compleja, porque parece quál es la ora çierta, nin cómo el mundo se guía:
fundir dos tradiciones distintas, la de cuentos toma gallo que t muestre las oras cada día;
que avisan de los efectos perniciosos de la em- con él alguna fenbra: con ellas mejor cría”.
briaguez, con otros que advierten contra los Creyó el su mal consejo: ya el vino usava;
ataques del diablo43. En el siglo XV lo hallamos él estando con vino, vido cómo se juntava
en el Libro de los enxiemplos (nº 127), el Es- el gallo con las fenbras, en ello se deleitava:
péculo de los legos (nº 199) y dos versiones del cobdiçió fazer forniçio, desque con vino estava.
Vergel de consolaçión o Viridario de Jacobo de Fue con él la cobdiçia, raíz de todos males,
Benavente (mss. 9447 y 10252 de la BNE). loxuria e sobervia, tres pecados mortales;
En total son seis testimonios de un cuento que luego el omeçidio: estos pecados tales
parece remontarse al Libro de las vidas de los trae el mucho vino a los descomunales.
Padres Santos, que pudo llegar a España a tra-
vés de alguna versión francesa. Desçendió de la hermita, forçó a una muger:
ella dando sus bozes, non se pudo defender;
Era un hermitaño, quarenta años avia desque pecó con ella, temió mesturado ser:
que en todas sus obras en yermo a Dios servia; matóla el mesquino e óvose a perder.
en tienpo de su vida nunca el vino bevia, (cc. 537-541)44.
en santidat e ayuno et en oraçión bevia.
Y terminamos ya. Espero que este recorri-
Tomava grand pesar el dïablo con esto, do, aunque rápido, haya permitido conocer
pensó cómo podiese partirle de aquesto; las variantes de ermitaños en la literatura me-
vino a él un día con sotileza presto: dieval española, desde los casos más paradig-
“¡Dios te salve, buen omne!”, dixol con sinple gesto. máticos de anacoretas en el desierto hasta el
(cc. 530-531) antitipo o antimodelo de ermitaño criminal,
Non pudo el dïablo a su persona llegar; pasando por los eremitas locales o los modelos
seyendo arredrado, començól a retentar, más típicamente femeninos. En todos ellos lo

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El ermitaño en la literatura medieval española: arquetipo y variedades

que se pinta es un modo de vida antinatural najes mantienen con la comunidad da pie para
para el ser humano, sea por la soledad o por su descubrimiento a través de la literatura, con
el encierro. Literaria o artísticamente es eficaz, lo que sus vidas dejan de ser asociales y pasan a
porque todo lo extremo o radical impacta, y convertirse en patrimonio común. Ellos rehú-
si va revestido de virtud, logra admiración y yen el mundo, pero el mundo los recobra por
devoción. El mínimo contacto que tales perso- medio de la literatura.

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Fernando Baños Vallejo

NOTAS 15. Santa María Magdalena, f. 142b del Flos sanctorum con sus
ethimologías, ed. cit.
1. Es excepcional el caso de Valerio del Bierzo, que narra su 16. Véase BAÑOS, Las Vidas de santos… cit., p. 21.
propia experiencia. 17. San Pablo Ermitaño, f. 28d del Flos sanctorum con sus ethi-
2. Gregoria CAVERO DOMÍNGUEZ, Inclusa intra parietes. La re- mologías, ed. cit.
clusión voluntaria en la España medieval, Université Toulouse 18. San Antonio Abad, f. 38d del Flos sanctorum con sus ethi-
II-Le Mirail, 2010. mologías, ed. cit.
3. Ibidem, pp. 22-34. 19. San Mamés. La leyenda de los santos, ed. cit., pp. 251-252.
4. Pudo imprimirlo en Burgos el mismo Fadrique, o quizá en 20. Ibidem, p. 258.
Sevilla Martínez, Segura y del Puerto, o bien cualquier otro 21. Cito los poemas de Gonzalo de BERCEO por el volumen ti-
taller español, pero también se ha apuntado Toulouse. Pedro tulado Obra completa, coord. por Isabel URÍA MAQUA, Madrid,
Cátedra sugiere que los muchos errores del texto podrían de- Espasa-Calpe-Gobierno de la Rioja, 1992.
berse a que el cajista era extranjero y no entendía el original.
22. Ed. de Ángel GÓMEZ MORENO, “Leyenda y hagiografía: el
Así lo conjeturó en la presentación de la tesis doctoral de Mar- caso de San Vitores”, en Actas del Coloquio celebrado en la Casa
cos CORTÉS GUADARRAMA, El Flos sanctorum con sus ethimolo- de Velázquez, 10/11-XI-1986, ed. de Jean-Pierre Étienvre, Ma-
gías, Edición y estudio, Oviedo, 2010. El incunable se conserva drid, Casa de Velázquez, 1989, pp. 173-191; cit. pp. 176-177.
en un ejemplar único, en Washington, Library of Congress,
Incun. X.F59. 23. CAVERO, ob. cit., p. 25.
5. Para información sobre el corpus de la hagiografía medieval 24. Ibidem, p. 33.
castellana, véase mi libro: Fernando BAÑOS VALLEJO, Las Vidas 25. Apud ibidem, p. 89.
de santos en la literatura medieval española, Madrid, Laberinto, 26. Quintín ALDEA VAQUERO, Tomás MARÍN MARTÍNEZ y José
2003. VIVES GATELL, Diccionario de Historia Eclesiástica de España, t.
6. Libro que es llamado carissimi, que habla de la vida ermitaña, II, Madrid, CSIC, 1972, p. 803.
que forma parte del ms. 9247 de la Biblioteca Nacional de 27. Isabel URÍA MAQUA “Gonzalo de Berceo y el mester de
España. Véase http://sunsite.berkeley.edu/Philobiblon/BE- clerecía en la nueva perspectiva de la crítica”, Berceo, CX-CXI
TA/2684.html, MANID 2684, TEXID 2666. (1986), pp. 7-20, cit. p. 7, advierte que “el Marqués de San-
7. Apud María Carmen PASTOR CUEVAS, “Tipología del er- tillana, en su Carta Proemio al Condestable de Portugal, en la
mitaño: ficcionalización y función en los libros de caballerías que hace un tan gran despliegue de conocimientos literarios,
hispánicos (Zifar, Amadís y Tirante el Blanco)”, en Literatura nacionales y extranjeros, de su época y de los siglos anteriores,
Medieval: Actas do IV Congresso da Associação Hispânica de Li- no menciona a Gonzalo de Berceo ni a ninguno de sus poe-
teratura Medieval, ed. Aires A. Nascimento y Cristina Almeida mas. Por otra parte, los manuscritos medievales de las obras de
Ribeiro, vol. IV, Lisboa, Edições Cosmos, 1993, pp. 35-39; Berceo, que se han conservado, proceden del Monasterio de
cit. p. 35. San Millán o del Monasterio de Silos y sus casas filiales, como
San Martín de Madrid”. En cambio, el Marqués de Santillana
8. Véase CAVERO, ob. cit., pp. 22-23.
sí se refiere a otros poemas del mester de clerecía: el Libro de
9. Para ambas referencias, véase PASTOR, art. cit., pp. 35-36. Alexandre, el Libro del Arcipreste de Hita o el que conocemos
10. San Benito, f. 66ab del Flos sanctorum con sus ethimologías, como Rimado de palacio de López de Ayala.
ed. cit. 28. Véase Isidro G. BANGO TORVISO, Emiliano, un santo de la
11. Véase BAÑOS, Las Vidas de santos… cit., pp. 78-80 y 102- España visigoda, y el arca románica de sus reliquias, Salaman-
106. ca, Fundación San Millán de la Cogolla, 2007, pp. 55-56 y
12. Véanse Carlos A.VEGA, “Erotismo y ascetismo: Imagen y 79-80.
texto en un incunable hagiográfico”, en Erotismo en las letras 29. Véase Alan DEYERMOND, “Berceo, el diablo y los anima-
hispánicas: aspectos, modos y fronteras, ed. de Luce López-Baralt les”, en Homenaje al Instituto de Filología y Literaturas His-
y Francisco Márquez Villanueva, México, El Colegio de Méxi- pánicas “Dr. Amado Alonso” en su cincuentenario 1923-1973,
co, 1995, pp. 479-499. Y del mismo autor, El transformismo Buenos Aires, 1975, pp. 82-90. Observa en la p. 89: “La des-
religioso. La abnegación sexual de la mujer en la España medie- cripción de la serpiente no podría ser más explícitamente fáli-
val, Madrid, Pliegos, 2008. ca: la erección (‘poniéseli delante, el pescueço alçado’, 328b),
y la repetida tumescencia y detumescencia”: 328cd.
13. Vida de Santa María Egipciaca, ed. de Manuel ALVAR, 2
vols., Madrid, C.S.I.C., 1970-1972. 30. Santa Tais, f. 134v del Flos sanctorum con sus ethimologías,
ed. cit.
14. Santa María Magdalena. La leyenda de los santos (Flos sanc-
torum del ms. 8 de la Biblioteca de Menéndez Pelayo), ed. de 31. CAVERO, ob. cit., pp. 123-127.
Fernando BAÑOS VALLEJO e Isabel URÍA MAQUA, Santander, 32. Santa Margarita (Pelayo), f. 133d del Flos sanctorum con
Sociedad Menéndez Pelayo, 2000, p. 212. sus ethimologías, ed. cit.

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El ermitaño en la literatura medieval española: arquetipo y variedades

33. Poema de Fernán González, ed. de Miguel Ángel MURO, 39. PASTOR, art. cit., pp. 37-38.
Logroño, Instituto de Estudios Riojanos, 1994. 40. Stith THOMPSON, Motif-Index of Folk-Literature, vol. VI,
34. PASTOR, art. cit. Bloomington & London, Indiana University Press, 1996, pp.
35. Libro del Caballero Zifar, ed. de Cristina GONZÁLEZ, Ma- 18 y 380-381.
drid, Cátedra, 1983, p. 162. 41. Ibidem, J485.
36. PASTOR, art. cit., p. 37, cita una frase de la Demanda del 42. Hugo Óscar BIZZARRI, “Dos versiones manuscritas inédi-
santo Graal: “vayamos a buscar algún ermitaño, o algún sabio tas del enxiemplo del ermitaño bebedor”, Incipit, V (1985),
religioso que nos explique el sentido de nuestros sueños”. Hay pp. 115-123.
que recordar también el encuentro de Perceval con el ermitaño 43. Ibidem, p. 116.
y la importancia de las explicaciones que le da.
44. Juan RUIZ, Arcipreste de Hita, Libro de buen amor, ed. de
37. Garci RODRÍGUEZ DE MONTALVO, Amadís de Gaula, ed. de Alberto BLECUA, Madrid, Cátedra, 1992.
Juan Manuel CACHO BLECUA, Madrid, Cátedra, 1987.
38. Véase Axayácatl CAMPOS GARCÍA ROJAS, “La educación del
héroe en El libro del cavallero Zifar”, Tirant: Butlletí informa-
tiu i bibliogràfic, 3 (2000).

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