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El Pasajero, estío 2003
Entre las propuestas renovadoras del teatro en los primeros años del siglo XX en España, destaca con fuerza el
proyecto dramático que encabezan las Comedias bárbaras de Ramón María del ValleInclán por su profunda
«radicalidad». Entendida ésta por su indiscutible independencia, originalidad y violencia dramática, en contra, en la
mayoría de los casos, de los gustos y exigencias del público. Para Francisco Ruiz Ramón la radicalidad del teatro de
ValleInclán es consecuencia de las relaciones conflictivas entre el autor gallego y el teatro de su tiempo, pues ante la
imposibilidad de acceder a los espacios escénicos comerciales su teatro se libera de las convenciones tradicionales y,
sobre todo, de la necesidad de su representación. Esta idea resulta sugerente pero conviene matizarla pues la primera
de las Comedias bárbaras, Águila de blasón sí contó muy rápidamente con un estreno teatral 2 . Es indudable, que
con estas obras ValleInclán crea un «teatro en libertad» que se desentiende completamente de las limitaciones del
teatro de su tiempo, pero no por ello renuncia o se niega a la posibilidad de su representación y prueba de ello es su
obstinación por llevar a las tablas su obra El Embrujado 3 . También conviene tener en cuenta que una de las
peculiaridades de la renovación teatral simbolista consiste en una profunda literarización de sus dramas con una
fuerte carga poética y una gran riqueza de significados, lo cual más que limitarlos los enriquece, con una doble
naturaleza teatral: la representación y la lectura, posibilidades que no tienen que ser antitéticas sino más bien
complementarias.
El ciclo de teatro de lo siniestro, que inicia ValleInclán con sus Comedias bárbaras, tiene tres modelos
dramáticos fundamentales: Maeterlinck, Shakespeare y el teatro del GrandGuiñol. Tres líneas dramáticas con las
que el autor gallego desarrolla un teatro violento, macabro e inquietante, donde lo misterioso y lo fantástico definen
una propuesta teatral en clara oposición a la comedia burguesa dominante. Lo siniestro tiene una larga tradición en
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cuentos y novelas a través de los relatos fantásticos del siglo XIX, sin embargo en el teatro su presencia es menos
convencional. Su potencial fue aprovechado, sobre todo, por el teatro simbolista, que en España tuvo su auge en los
últimos años del siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX, iluminado por la estela de Mauricio Maeterlinck
(18621949). El creador belga causó sensación en las filas simbolistas: Benavente, Gual, Martínez Sierra, Rusiñol,
ValleInclán, entre otros, resultaron seducidos por un teatro misterioso, de un misticismo difuso y siniestro. Su
influencia se vio jalonada con diversas traducciones y representaciones de sus obras 8. El propio ValleInclán en
1899 tradujo su obra Interior con la intención de representarla para el Teatro Artístico , proyecto que finalmente
quedó inconcluso. La importancia e influencia del autor belga en ValleInclán ya ha sido señalada y estudiada por
Rubio Jiménez (1982), JeanMarie Lavaud (1992) y Canoa Galiana (1992) entre otros, pero creo que conviene
precisar dos etapas en la relación MaeterlinckValleInclán: una primera de profunda admiración, que se ve reflejada
en su traducción de Interior pero, sobre todo, en una marcada influencia en sus dramas Tragedia de ensueño (1901)
y Comedia de ensueño (1906) 9 y una segunda etapa de asimilación, en la que es capaz de combinar el misterio
inquietante del autor belga con la fuerza de las tragedias de Shakespeare. El resultado de esta segunda etapa es sin
duda la creación de su «teatro de lo siniestro» que inician las Comedias bárbaras . Por eso creo que la importancia
del creador belga en ValleInclán se centra, sobre todo, en la creación de un teatro de misterio, donde destaca la
importancia que adquieren fuerzas misteriosas y sobrenaturales, y en su reivindicación de Shakespeare como modelo
teatral. Dentro de este teatro de misterio también resulta fundamental el tratamiento de la luz para dramatizar una
atmósfera siniestra e inquietante. Sin duda Maeterlinck es un referente fundamental en los contrastes de luces y
sombras, en las luces indirectas o en los reflejos de luz, tan importantes en las Comedias bárbaras, El Embrujado ,
Divinas palabras, Ligazón y Sacrilegio. ValleInclán sigue este teatro misterioso y sugerente, de un misticismo
inquietante, pero le añade una fuerza y una violencia muy singular, hasta conseguir la propuesta más radical y
revolucionaria, dentro del panorama de renovación teatral de las primeras décadas del siglo XX en España.
Shakespeare es una figura clave en la renovación teatral de principios de siglo y su magisterio resulta fundamental
para el teatro de ValleInclán 10. El teatro de Shakespeare es el modelo teatral que mejor se adapta a las inquietudes
de ValleInclán para superar las limitaciones del teatro de su tiempo, tanto en cuestiones de técnica dramática como
en las puramente estéticas. El dramaturgo inglés es una fuente de recursos siniestros en muchas de sus tragedias con
dramas cargados de violencia y espanto. Es precisamente Maerterlinck, como el resto de la escuela simbolista, quien
reivindica a Shakespeare como modelo para su teatro de misterio y sugestión. Los simbolistas destacaban la
flexibilidad y libertad dramatúrgica del maestro inglés. Pero sobre todo, quedan seducidos por el misterio y la
presencia de lo fantástico en los dramas de Shakespeare, al que consideran como un maestro de L’Inconnu , de las
fuerzas misteriosas que acechan a los hombres. Shakespeare crea un teatro de gran dinamismo, ajeno a las
estrecheces de la preceptiva aristotélica, basado en una representación simbólica del espacio con decorados
minimalistas y con una libertad absoluta en las «mutaciones», lo cual permitía no sólo mayor variedad sino, sobre
todo, un mayor ritmo dramático. ValleInclán sigue esta técnica de total libertad en las mutaciones 11 , lo que le
posibilita alternar espacios y tiempos sin respetar en ningún momento las unidades de tiempo y lugar. Buen ejemplo
de ello son las Comedias bárbaras, que suponen la realización mejor lograda de un teatro shakesperiano, pero
también las demás obras de este ciclo dramático, que recrean el tono trágico, misterioso y violento de sus mejores
tragedias.
Otra fuente inagotable de recursos siniestros es, sin duda, el teatro del «Grand Guignol» 12 , conocido también
como «teatro del terror». Un espectáculo teatral que reúne diferentes géneros populares y los dramatiza en pequeñas
obras en torno a sucesos sensacionalistas, terroríficos o morbosos. Estos dramas apelaban a los instintos más bajos, a
la morbosidad inherente al fenómeno del horror y de lo abyecto. En España, aunque ya era conocido este teatro, se
crea la primera compañía en 1912 13. A ValleInclán le interesaba y conocía los recursos de esta corriente teatral que
pretende conmocionar al espectador 14. Claro que su teatro no tiene como único fin aterrorizar al publico, sino que
desarrolla artísticamente asuntos morbosos o aterradores con la intención de elevar el tono dramático, causar una
profunda impresión en el lector/ espectador, y convulsionar la buena conciencia del teatro realista burgués. En este
sentido, resultan bastantes elocuentes los comentarios que aparecen en el prólogo de la primera edición de Los
cuernos de Don Friolera (1921). Se trata de una exaltación del Shakespeare más violento y cruel: «Shakespeare es
violento pero no dogmático. Tiene la bárbara alegría de un cosaco quemando aldeas, violando mujeres, degollando
viejos inútiles» 15 (122).
Lo siniestro, tal como lo analiza Freud, es un fenómeno bastante amplio, se identifica con lo fantástico aunque
sobrepasa los límites que marca lo sobrenatural, y tiene una interesante relación con lo sublime y lo grotesco. Por
tanto, nos ofrece claves decisivas para entender la estética de ValleInclán. Freud en su artículo sobre lo siniestro16
afirma que el discurso estético ha privilegiado, sobre todo, la reflexión sobre la belleza y sobre los elementos
positivos de lo sublime, al tiempo que se ha olvidado de los negativos. No trata de enmendar estas carencias de la
estética, pero su aportación resulta fundamental para comprender el origen y las posibilidades de lo siniestro 17. De
cualquier manera, resulta razonable pensar que Freud conocía las teorías sobre lo sublime y sobre lo grotesco, que
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constituyen la base de la estética de la modernidad y están íntimamente ligadas a lo siniestro. Prueba de ello es que
el pensador austriaco basa su análisis sobre lo siniestro en dos de las grandes figuras del periodo romántico: Friedrich
W. Schelling, que representa el romanticismo idealista, y E.T.A. Hoffmann, que representa el romanticismo más
inquietante y perturbador. Freud organiza su análisis siguiendo estas dos direcciones: la primera es un estudio
filológico del significado de lo siniestro 18, basándose en la definición de Schelling; y la segunda es una exposición
de las propiedades de lo siniestro a través del extraordinario cuento de Hoffmann, El hombre de arena 19. Ambas
direcciones confirman su definición de lo siniestro como «aquella suerte de sensación de espanto que se adhiere a las
cosas conocidas y familiares desde tiempo atrás» 20. Por tanto, lo siniestro, según Freud, no se identifica con lo
novedoso y ajeno, sino con algo familiar que permanece reprimido en nuestra mente de forma inconsciente y que
aflora inesperadamente provocando una reacción de espanto y desconcierto. Por tanto, siguiendo las palabras de
Schelling: «Lo siniestro es aquello que debiendo permanecer secreto y oculto, no obstante se ha revelado» 21. Freud
también señala una serie de situaciones, personas e impresiones que pueden provocar el sentimiento de lo siniestro:
el animismo, la magia, la brujería, los individuos siniestros portadores de maleficios, la figura del doble, la duda de
que un ser aparentemente inanimado no lo sea realmente, el miedo del hombre hacia la muerte... Pero, sobre todo, lo
siniestro se revela como una fuerza sumamente perturbadora cuando lo fantástico se manifiesta en la realidad, o
cuando lo real asume el papel de lo fantástico, disolviéndose los límites entre lo real y lo fantástico.
En ValleInclán encontramos la mayoría de estos factores que estimulan lo siniestro: lo demoníaco y la brujería
forman parte de su universo gallego que se nutre de supersticiones ancestrales y constituye un elemento fundamental
de la trama en la mayor parte de las obras de este ciclo dramático, como es el caso de la presencia de la Santa
Compaña en Romance de lobos, las artes brujeriles de La Galana en El Embrujado , la aparición del Trasgo Cabrio
en Divinas palabras, o el ritual satánico de Ligazón. Pero
sobre todo, lo siniestro en ValleInclán cobra un especial
protagonismo con una presencia constante de la muerte.
Tal como afirma Leda Schiavo el creador gallego refleja
un mundo en el que la muerte es un espectáculo truculento
y macabro 22 . Resulta sorprendente e inquietante la
frecuencia con la que los personajes de sus obras conviven
con muertos a los que amortajan y velan, aunque aún es
más siniestra la presencia de cadáveres descompuestos o
los problemas que acarrea desprenderse de un cadáver de
forma furtiva. Parece evidente que al recrear estos tópicos
siniestros pretende provocar una emoción y una fuerte reacción en el lector espectador de sus obras. Reacción que
muchas veces resulta contradictoria, entre el miedo, el espanto, lo desagradable, pero también lo sugerente y lo
atrayente.
Resulta fundamental en el desarrollo de lo siniestro en este teatro la presencia amenazadora de unas fuerzas
misteriosas que acechan a los personajes de este teatro. Al igual que ocurre en las obras de Maeterlicnk, en el teatro
bárbaro de ValleInclán el hombre se ve sometido y amenazado por unas fuerzas que escapan a su control. No es
más que una victima de un destino implacable y ciego del que no puede escapar. Otro modelo fundamental para la
utilización dramática de estas fuerzas misteriosas está presente en las tragedias de Shakespeare, o de forma más
especifica en la visión que muchos autores simbolistas tenían a comienzos de siglo de dichas tragedias. Un buen
ejemplo de ello, son las afirmaciones de Antonio Ferrer y Robert, traductor de Shakespeare, que en su prólogo a
Macbeth (1906) señala la trascendencia del misterio y de lo desconocido:
Y el Misterio, L’Inconnu, es el eje diamantino sobre el que gira el desarrollo y la acción misma de Macbeth. (...) El Misterio
de Macbeth son las potencias superiores, el poder divino que enseña el porvenir y predestina la marcha y la norma de la vida
de los humanos. 23
Consecuencia de estas fuerzas siniestras que acechan a los personajes de este teatro es un fatalismo antirracional e
incontrolado, tal como lo manifiesta el propio Valle en 1924 sobre las Comedias bárbaras:
Creo cada día con mayor fuerza que el hombre no se gobierna por sus ideas ni por su cultura. Imagino un fatalismo del
medio, de la herencia y de las taras fisiológicas siendo la conducta totalmente desprendida de los pensamientos. Y, en
cambio, siendo los oscuros pensamientos motrices consecuencia de las fatalidades del medio, herencia y salud. Sólo el
orgullo del hombre le hace suponer que es un animal pensante. En esta Comedia bárbara (dividida en tres tomos: Cara de
plata, Águila de blasón y Romance de lobos), estos conceptos que vengo expresando motivan desde la forma hasta el más
ligero episodio 24 ..
También lo siniestro representa en este teatro la liberación de los instintos más básicos, primarios y violentos del
hombre. El desvelamiento violento de lo que debería permanecer oculto o reprimido desencadena una ecuación
trágica entre los tres elementos básicos de este ciclo dramático: la lujuria, la avaricia y la muerte. Ecuación que se
cumple de manera implacable en las obras que componen el teatro de lo siniestro. De manera que todas las obras de
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este ciclo dramático representan diversas experiencias con la muerte de forma diversa e inquietante. Cada una ofrece
distintas perspectivas de la muerte: ritual, mágica, patética, grotesca, truculenta... El Retablo de la avaricia, lujuria y
muerte ofrece un completo muestrario de muertes siniestras. También las Comedias bárbaras y Divinas palabras
proporcionan diversos ejemplos de cómo la muerte y en especial los cadáveres tienen un protagonismo bastante
inquietante y perturbador. Un buen ejemplo de ello lo tenemos en la escena segunda de la jornada séptima de Águila
de blasón , donde ValleInclán nos deleita con una de las escenas más perturbadoras de su teatro. Cara de Plata y su
hermano roban un cadáver del cementerio con la intención de vender su esqueleto, para ello deben despojarlo de la
carne que aún le queda. Lo trasladan a la casa de la amante de Cara de Plata para realizar la operación, pero mientras
uno de los dos hermanos introduce en un caldero con agua hirviendo el cadáver, Cara de Plata hace el amor con su
«horrorizada» amante, en una combinación perversa de erotismo y muerte, de terror y repugnancia, de atracción y
repulsión. La escena es sumamente transgresora, inconcebible dentro del teatro burgués de la época y resulta más
propia del teatro de espanto del GranGuignol. En esta escena los instintos más básicos de los protagonistas están por
encima de cualquier otro sentimiento humano: el respeto a los muertos, el horror o la nausea. Resulta también muy
elocuente la valoración de la obra por parte de José Rogelio Sánchez en 1914, su apreciación coincide con el efecto
que buscan lo siniestro y lo sublime, resaltando la inquietante combinación de placer y dolor:
Los lances extraños, el misterio que emanado de ellos, circunda supersticioso a todos los personajes de Águila de blasón,
producen extraordinaria emoción estética algo como mezcla de terror y deleite 25.
Los elementos siniestros y perturbadores que configuran este teatro no fueron indiferentes al los
lectores/espectadores de estas obras, prueba de ello son los comentarios que despertaron las representaciones del El
Embrujado y La cabeza del Bautista. El Embrujado comparte el mismo tono violento y trágico de las Comedias, con
las que comparte el calificativo de «bárbara», así como su mundo de violentas pasiones. La obra dramatiza la muerte
de los herederos de Pedro Bolaño en una trama de misterio, de maleficio y de superstición. En las reseñas que
desencadenó su estreno en 1931 se destaca su perturbadora belleza:
Tragedia fuerte y cruda (...) Es un drama intenso, brutal, donde se mezclan estrechamente el amor y la muerte, los impulsos
instintivos con los temores ancestrales. Tiene la obra el valor de una serie de estampas trágicas, violentas, entre realistas y
fantasmagóricas a un tiempo 26.
Comentarios muy similares recibió La cabeza del Bautista en sus representaciones de Madrid y Barcelona, al aludir a
su crudeza y a su siniestra perversidad:
El ambiente sórdido de la taberna rural, con gente equívoca y siniestra, brinda ancho campo a las truculencias de gran
guignol. Mas no podemos creer que fuese esta la idea que guiase la pluma de ValleInclán al escribir La cabeza del Bautista.
Y si, por el contrario, quiso dar una dramática visión de lujuria, de amor y muerte, forzada la acción y precipitada para llegar
rápidamente al desenlace, a los ojos de los espectadores únicamente queda en el aire lo crudo, lo externo, lo repugnante de
la situación 27.
Lo fantástico constituye un elemento fundamental dentro del espectro de lo siniestro. Se identifica con este en
cuanto ambos suponen una trasgresión y una amenaza para nuestro mundo real. Los dos fenómenos coinciden en
provocar una inseguridad intelectual o vacilación en el receptor. Pero si el efecto fantástico se basa en el
enfrentamiento de lo natural con lo sobrenatural, lo siniestro se extiende al choque que provoca la aparición
inesperada de lo insólito y lo extraño. Lo siniestro, por tanto, no se limita a la aparición amenazadora de lo
sobrenatural sino que desarrolla todas las posibilidades de lo inquietante, de lo aterrador y de lo extraño. Ambos
conceptos comparten los mismos problemas a la hora de delimitarlos y clasificarlos. El mismo Freud, advierte que
no produce el mismo efecto lo fantástico en Shakespeare que en un autor como Hoffmann, pues el efecto de lo
siniestro es más intenso cuanto mayor es el grado de inseguridad intelectual que genera en el receptor. Para Freud el
receptor de las obras de Shakespeare debe aceptar como «real» el mundo de espectros, demonios y espíritus que se
integran en sus dramas, ya que está aplicando un modelo cultural donde lo maravilloso es admitido; mientras que el
receptor de los relatos de Hoffmann sufre con más fuerza el efecto de lo siniestro al tener que mantener durante más
tiempo la incertidumbre ante lo que se cuenta, en la duda de si pertenece a un mundo diabólico ajeno a la realidad o
si por el contrario lo fantástico constituye la realidad. En definitiva, Freud privilegia la raíz sicológica de lo siniestro/
fantástico y discrimina el efecto misterioso e inquietante de las tragedias de Shakespeare, tan apreciado por los
simbolistas. ValleInclán como la gran mayoría de escritores simbolistas se sitúa en una posición intermedia entre la
creación de un mundo misterioso lleno de espectros y personajes diabólicos, tal como hace Shakespeare, y la
aparición súbita e inquietante de lo siniestro, tal como ocurre en Hoffmann y en Edgar Allan Poe.
Lo fantástico en este ciclo dramático es un elemento muy importante que se completa con lo siniestro para
provocar una fuerte conmoción en escenas muy espectaculares, sublimes y capaces de sobrecoger al espectador.
Antonio Risco, en uno de los muy escasos estudios de lo fantástico en la obra de ValleInclán 28, se queja de la
timidez del autor gallego al utilizar los elementos fantásticos en su obra. Claro que Risco parece no entender que a
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Valle no le interesaba demasiado lo fantástico puro (la colisión de lo sobrenatural en el mundo real), sino que recrea
lo fantástico en su limite con lo siniestro para crear ambientes inquietantes cargados de misterio y sugestión, tal
como hacían con otro estilo muy diferente Hoffmann, Maupassant y Poe. En todas las obras se mantiene, con
algunas diferencias de estilo o intensidad, una ambientación inquietante de apertura al misterio, enriquecida con
supersticiones y rituales mágicos o diabólicos. Las situaciones más puramente fantásticas son escasas pero de una
intensidad y espectacularidad muy destacada: al comienzo de Romance de lobos ValleInclán nos sobrecoge con una
impresionante escena que recuerda el comienzo siniestro de Macbeth. El Caballero Don Juan Manuel al regresar de
noche a su palacio cree ver la «Santa Compaña», las almas de los muertos que vagan por los caminos avisando de su
próxima muerte a quién la contempla:
Retiembla un gran trueno en el aire, y el potro se encabrita, con amenaza de desarzonar al jinete. Entre los maizales brillan
las luces de la Santa Compaña. El CABALLERO siente erizarse los cabellos en su frente, y disipados los vapores del mosto.
Se oyen gemidos de agonía y herrumbroso son de cadenas que arrastran en la noche oscura las ánimas en pena que vienen al
mundo para cumplir penitencia. La blanca procesión pasa como una niebla sobre los maizales. (42)
A la presencia de las ánimas en pena se añade un corro de brujas que preparan un conjuro que anuncia la muerte del
Caballero. Esta escena funciona como un oráculo que advierte de la muerte del protagonista y recrea con fuerza el
sentido siniestro de la obra. A partir de esta experiencia inquietante y diabólica El Caballero se siente portador de un
maleficio y la muerte parece acompañarle a lo largo de toda la obra. En esta espectacular escena se conjugan el
espanto, lo fantástico y lo siniestro, que se manifiesta con fuerza a través de la recreación de la muerte y lo
demoníaco, pero sobre todo, con la inquietante confusión entre la realidad y la irrealidad que se produce al final de la
escena. Pasada la siniestra visión el protagonista, y con él el lector/espectador, queda suspenso, en la duda de sí todo
ha sido una alucinación provocada por el alcohol o en verdad Don Juan Manuel ha presenciado la Santa Compaña.
Con esta confusión se rompe la distancia entre la realidad y la ficción, creando una sensación de inquietud y
desconcierto:
EL CABALLERO como si despertase de un sueño, se halla tendido en medio de la vereda. La luna ha transmontado los
cipreses del cementerio y los nimba de oro. El caballero vuelve a montar y emprende el camino de su casa. (44)
En El Embrujado el papel de lo fantástico también es fundamental. Las fuerzas misteriosas y sobrenaturales junto
al poder maléfico de Rosa la Galana configuran la experiencia perturbadora y siniestra a la que se enfrentan los
lectores/espectadores de El Embrujado . Una escena representativa de la tensión de misterio y superstición que reina
en la tragedia es el relato de Anxelo sobre su embrujamiento, todo un compendio de brujería y a la vez un pequeño
cuento fantástico insertado en el drama:
Volviendo de la siega, ya puesto el sol, salióme al camino un can ladrando,
los ojos en lumbre. Le di con el zueco y escapó dando un alarido que llenó
la oscuridad de la noche como la voz de una mujer cautiva. A poco de andar,
descubro un ventorrillo y a ella sentada en la puerta. Entré para recobrarme...
¡Nunca entrara! Por su mano me llena un vaso. Lo bebo, y al beberlo siento
sus ojos fijos. Lo poso, y al posarlo reparo que a raíz del cabello le corre una
gota de sangre. Recelándome, le digo: Tienes sangre en la frente. Ella toma
un paño, se lo pasa por la cara y me lo muestra blanco. Luego salta a
decirme: «¿Tú vienes por el camino del río?» (147)
Lo siniestro se relaciona directamente con el sublime romántico conocido también como gótico sublime y que se
apoya, sobre todo, en las teorías de Edmund Burke, expuestas en su Indagación filosófica sobre el origen de nuestras
ideas acerca de lo sublime y de lo Bello 29 . Para Burke lo sublime se centra en la dimensión vital de las pasiones,
especialmente la más poderosa: el miedo, que arrebata a la mente la capacidad de reaccionar y actuar de acuerdo a la
razón. Por lo tanto, lo sublime al igual que lo siniestro se relaciona con una experiencia terrible o un miedo
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incontrolado que paraliza la razón y amenaza nuestro instinto de supervivencia, generando lo que Burke llama un
placer negativo. Lo sublime es el resultado del enfrentamiento entre la imaginación y la razón y supone tal como
afirma Immanuel Kant la posibilidad de trascender los limites de la sensibilidad. El sentimiento de lo sublime
sobrepasa el ámbito de la razón con una fuerte emoción que combina placer y dolor. La estética de lo sublime es una
estética de la desproporción y de la desmesura, que remite a un orden y a una armonía oculta a la razón. De este
modo, lo sublime llega a considerarse superior a lo bello por su capacidad de golpear y estimular la imaginación.
Con su efecto turbador y la invocación a un caos difícilmente armonizable, lo sublime introduce la consideración de
lo deforme y siniestro. Del enfrentamiento entre lo sublime y lo bello se genera una nueva concepción de la belleza,
más heterogénea y subversiva.
La primera traducción conocida al español del tratado Sobre lo sublime de Longino tiene fecha de 1770 y corrió a
cargo de Manuel Pérez Valderrábano con el título de Tratado sobre lo sublime. Antes de esta traducción lo sublime
ya formaba parte de las reflexiones de los ilustrados españoles como Jovellanos, Luzán y Munarriz, que traducen y
comentan las obras de Addison y Burke 30. En la España de los primeros años del siglo XX lo sublime sigue
protagonizando las reflexiones estéticas de la época, como la de José Rogelio Sánchez que en su Estética general 31
sitúa a lo sublime dentro de la gradación de lo bello y explica la fuerza emotiva de lo sublime a través de la
expresión de lo infinito y lo inabarcable, siguiendo las reflexiones románticas acerca del sentimiento de lo sublime.
Para ValleInclán lo sublime es un ideal estético en el que se combinan: la búsqueda de la trascendencia, tal como
aparece en La lámpara maravillosa, y una gradación de las emociones con las que consigue crear una profunda
conmoción en el lector/espectador 32 . En las obras que componen su teatro de lo siniestro hay una exaltación de las
pasiones más vitales: el amor, el odio, el miedo, la avaricia, el deseo, la violencia... con ellas consigue elevar el tono
dramático de sus obras, configurando un teatro que combina la «energía» sublime de la tragedia con la distorsión de
lo grotesco. ValleInclán sigue el modelo de las tragedias de Shakespeare, revalorizadas por los románticos y los
simbolistas, especialmente por Víctor Hugo, que en su conocido prólogo a su obra Cromwell (1831) defiende la
unión de lo sublime y lo grotesco 33. Unión que configura la fuerza estética de las tragicomedias de ValleInclán,
sobre las que el propio creador gallego afirma lo siguiente:
Lo más sorprendente del arte moderno es que ha dejado de reconocer las categorías de lo trágico y lo cómico y las
clasificaciones dramáticas «Tragedia» y «Comedia». Ve la vida como una tragicomedia, con el resultado que lo grotesco es
su estilo más apropiado – hasta el punto que hoy es el único modo de conseguir lo sublime... El estilo grotesco es el estilo
antiburgués. 34
La combinación señalada por Víctor Hugo de lo sublime y lo grotesco en el teatro de Shakespeare representa un
modelo fundamental para el teatro de ValleInclán. Se ha señalado ya el origen romántico del grotesco en el autor
gallego 35, pero no se ha insistido lo suficiente en que es también Shakespeare quien ofrece modelos estéticos tanto a
los románticos como a ValleInclán.
Lo sublime en el teatro de lo siniestro de ValleInclán está ligado, sobre todo, al poder de la tragedia inherente en
estos dramas oscuros y violentos. Un primer ejemplo de la «energía» sublime lo encontramos en las Comedías
bárbaras, con el violento enfrentamiento entre el Caballero y las fuerzas de la naturaleza en Romance de lobos. Don
Juan Manuel lucha con una terrible tormenta que le impide llegar a tiempo para despedirse de su moribunda mujer.
La violencia del combate representa también la lucha entre el orgullo bárbaro y destructivo del Caballero y su
sentimiento de culpa ante la muerte de su mujer. Esta escena de tormenta de evidentes reminiscencias
shakesperianas desarrolla de forma espectacular la energía sublime de la tragedia, invocando la fatalidad de la
muerte con el poder incontrolado de la naturaleza. Tanto Don Juan Manuel como Lear, convencidos de sus fatales
errores, desprecian la violencia de la naturaleza en dos escenas de sublime dramatismo. En las obras que componen
el Retablo, en principio tan distantes de las Comedias bárbaras, también resulta fundamental la energía sublime de la
tragedia en los finales abruptos y sorprendentes de las distintas piezas. Recordemos el final de Sacrilegio con la
desgarrada sentencia del Capitán después de matar al Sordo de Triana: «Si no le sello la boca, nos gana la entraña ese
tunante!» (220).
Además de elevar el tono trágico de estos dramas lo sublime también se manifiesta en la presencia amenazadora
de unas fuerzas misteriosas que invaden de forma funesta la vida de los protagonistas de estos dramas. Precisamente
fue Maeterlinck quien impulsó sus posibilidades dramáticas llegando a teorizar sobre su importancia en el teatro
simbolista. Estas fuerzas invisibles capaces de mover la escena hasta la tragedia final llegan a constituir para
Maeterlinck un «tercer personaje» o «personaje sublime»:
Hoy en día, falta casi siempre (en la obra dramática) ese personaje, enigmático, invisible, pero presente en todas partes y que
podríamos llamar el personaje sublime, que, quizás, no es más que la idea inconsciente pero fuerte y convencida que el
poeta se hace del universo y que da a la obra un alcance mayor, un no sé qué que sigue viviendo después de la muerte de
todo lo demás y permite volver sin agotar nunca su belleza. 36
En las Comedias bárbaras la presencia de misteriosas y siniestras fuerzas no sólo es una constante en las tres
obras sino que se integra en la trama de forma decisiva. Lo mismo sucede con El Embrujado y en las demás obras
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que componen el Retablo, donde los hombres, al igual que en el «teatro de terror» de Maeterlinck tienen algo de
marionetas pues viven sometidos a la fatalidad de dicho «personaje sublime».
Lo grotesco completa el espectro estético de lo siniestro, aportando elementos macabros, deformes, incongruentes
y monstruosos. Lo grotesco al igual que lo siniestro, busca un efecto de extrañeza que se genera, sobre todo, con la
mezcla de elementos discordantes. Por lo tanto, a través de la colisión de elementos incompatibles o inconexos
distorsiona lo habitual o familiar, y la resultante de esta combinación es la fealdad, la extravagancia, la exageración y
la deformación. Según declara Freud en su artículo, Hoffmann es el maestro sin igual de lo siniestro 37. Esta
afirmación resulta incompleta si no se tiene en cuenta que Hoffmann, al igual que Edgar Allan Poe, es también uno
de los grandes maestros de lo grotesco. Son conocidas sus Fantasías a la manera de Callot (1814), donde el escritor
alemán expone su teoría de lo grotesco basada en el dibujante francés Jacques Callot. Para Hoffmann, lo grotesco
supone la combinación de una fantasía desenfrenada con lo burlesco, lo que genera misteriosas alusiones, a la vez
extrañas y familiares. Wolfgang Kaiser en su monumental estudio sobre lo grotesco distingue dos clases de grotesco:
uno fantástico relacionado con lo aterrador, lo macabro y lo monstruoso, y otro satírico y burlesco 38. En la obra de
ValleInclán se puede apreciar una combinación de los dos tipos de grotesco propuestos por Kaiser. El grotesco
burlesco se suele relacionar con el esperpento, aunque el grotesco fantástico no sólo no desaparece sino que se
combina con el anterior. Aunque ambas variantes de lo grotesco están relacionadas, es evidente que lo siniestro
participa más del fantástico, donde la recreación de lo demoníaco estimula al mismo tiempo el espanto con las
deformidades grotescas. Un claro ejemplo es el personaje Fuso Negro de las Comedias bárbaras en el que se
combina de forma muy efectista lo grotesco y lo siniestro, la deformidad y lo demoníaco. Este personaje que evoca a
los bufones de Shakespeare simboliza la irracionalidad y las fuerzas misteriosas que envuelven al drama de las
Comedias.
La relación sublimegrotesco se define por complementariedad y reversibilidad. Para Víctor Hugo lo sublime y lo
grotesco son reversibles, como la luz y la sombra, que son opuestos pero al mismo tiempo se necesitan para
afirmarse y complementarse 39. Ambos llegan a coincidir en el efecto de terror que provoca lo monstruoso, así lo
sostiene Burke que afirma que la fealdad puede ser sublime si está ligada a un fuerte terror 40 . Por tanto, lo sublime
coincide con lo grotesco en la distorsión que provoca, en lo deforme, en lo terrorífico, en lo desconcertante y
finalmente en lo siniestro.
Las conclusiones que podemos establecer después de este análisis sobre el teatro de lo siniestro de ValleInclán
son las siguientes: La recreación sistemática de todo el espectro de lo siniestro en este ciclo escénico supone toda una
revolución estética y dramática sin precedentes en el panorama teatral español de comienzos de siglo. La radicalidad
de su proyecto, con un teatro bárbaro y siniestro, distingue a ValleInclán como uno de los grandes renovadores de la
escena teatral, antes incluso de la creación del esperpento. Con la recreación de todo el espectro de lo siniestro en
estas obras recupera todo el poder de sugestión y asombro de las tragedias de Shakespeare y todo el misterio
inquietante de los dramas de Maeterlinck. También supone este teatro la más destacada aportación de nuestra
literatura a la modernidad estética que representan los conceptos de lo sublime y lo grotesco. Desde la revolución
romántica, lo sublime, lo siniestro y lo grotesco tienen tres funciones principales: pervertir la idea tradicional de
belleza, basada en los conceptos de simetría, medida y armonía; rehabilitar lo feo, lo deforme y lo monstruoso para la
estética moderna 41 y activar la imaginación del lector / espectador. En este sentido conviene destacar que, si bien lo
siniestro es una manifestación de lo sublime, la más negativa y terrible, se extiende también a diversas realidades
relacionadas con la muerte y lo espantoso, que conducen a lo grotesco a través de una intensificación de lo macabro,
lo deforme y lo abyecto. Por lo tanto, lo siniestro es el puente que conecta lo sublime con lo grotesco, y es en gran
medida el desencadenante de la estética de ValleInclán hacia el esperpento – grotesco.
En definitiva, los elementos siniestros en estos dramas contradicen el realismo de las comedias burguesas y
amenazan el mundo racional, provocando una fuerte conmoción en el lector / espectador, a la vez que se configuran
como un arma contra la moral tradicional burguesa y las convenciones estéticas vigentes en su época. Asimismo es
importante señalar que este «Teatro de lo siniestro» anticipa el «teatro de la crueldad» de Artaud, que también
reivindicaba una vuelta a las tragedias griegas y al teatro de Shakespeare, con una propuesta que pretende
convulsionar e hipnotizar la sensibilidad del espectador a través de la violencia física. La crueldad y el terror son, por
tanto, una amenaza contra la moral burguesa y una propuesta radical en la renovación de la escena teatral europea de
comienzos del siglo. ValleInclán es el único dramaturgo español que retomando la violencia, el horror y el misterio
de los dramas de Shakespeare y Maeterlinck, reivindica un «Teatro de espanto y crueldad» en clara oposición a la
comedia burguesa dominante.
junio 2003
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NOTAS
1. Este artículo completa un trabajo anterior, la comunicación titulada «Freud y ValleInclán: lo sublime y lo siniestro» presentada en el II
Congreso Internacional: ValleInclán en el siglo XXI (Universidad Autónoma de Barcelona, noviembre de 2002) y que será publicada
próximamente en las actas del congreso.
2. Según muestran las reseñas de su estreno la obra no gustó ni al público ni a la mayoría de la crítica que la acusaba de no cumplir los
requisitos de una obra teatral. «El estreno de Águila de blasón (1907)», en María Fernanda SánchezColomer, ValleInclán, el teatro y la
oratoria: cuatro estrenos barceloneses y una conferencia (1997).
3. Tras sus frustrados intentos confesó que sólo le guiaba su interés por poner su obra en contacto con el público, empresa que finalmente
consiguió en 1931.
4. Dru Dougherty, «El texto bárbaro de ValleInclán» (1995).
5. También Ruiz Ramón considera que la trilogía junto a El Embrujado y a Divinas palabras configuran el «ciclo bárbaro» (1995).
6. Francisco Ruiz Ramón, «El drama del teatro español contemporáneo» (1992: 14)
7. Lo siniestro puede considerarse una constante en la mayor parte de obras de ValleInclán. Con el esperpento perviven muchos de estos
motivos siniestros y decadentes, cambia el tono y la expresión pero los elementos macabros y perturbadores permanecen como una
constante. Leda Schiavo, «Supervivencia de tópicos decadentistas en ValleInclán» (1989:5561).
8. Fueron los modernistas catalanes los mejores conocedores de Maeterlinck, en 1893 se representó por primera vez La Intrusa durante las
fiestas modernistas de Sitges. Nada menos que once años tardará la misma obra en representarse en Madrid (marzo de 1904, Teatro de la
Comedia de Madrid) La primera traducción al catalán es de 1893 a cargo de Pompeu Fabra.
9. La influencia de Maeterlinck en estas obras de Valle ha sido estudiada por JeanMarie Lavaud (1992).
10. Actualmente estoy preparando una tesis de doctorado sobre la relación entre las tragedias de Shakespeare y el teatro de ValleInclán.
11. Serge Salaün señala que tanto El Rey Lear como Águila de blasón tienen más de 60 mutaciones que imposibilitan una representación
realista de todas las escenas. Teatro artístico , Serge Salaün (ed.) (1999:59).
12. El «Théatre du Grand Guignol» fue fundado en París en 1899 y enseguida alcanzó un gran éxito con una fórmula sencilla y
contundente: una mezcla de terror, sangre, sadismo y sexo.
13. La Companyia Gran Guignyol Catalá fue fundada en 1912, pero Rubio Jiménez documenta el fenómeno sociológico del Grand
Guignol en noticias y comentarios aparecidos en la prensa en 1904, «Una de apaches: La hija del capitán», en M. Aznar Soler (ed.) Ramón
del ValleInclán, un proyecto estético: modernismo y esperpento, Barcelona: Anthropos (1994: 104109).
14. Rubio Jiménez mantiene en su introducción al Retablo de la avaricia, lujuria y muerte (1992:26) que Valle, como otros escritores de su
época, no sólo era seguidor de este teatro sino que estaba fascinado por la crueldad y la barbarie.
15. Aunque la última parte de la cita no aparece en la edición definitiva de la obra resulta significativa la identificación de Shakespeare
con la violencia y el terror en la confusa expresión «alegría bárbara», La pluma (AbrilAgosto 1921).
16. El título original es «Unheimlich» y apareció publicado en 1919. Sigo la versión inglesa editada por James Strachey (1997).
17. Según Mario Perniola el pensamiento de Freud: «aunque sigue una orientación antiestética, es el responsable de un verdadero cambio
de época, cuya carga estética no ha sido, aún, comprendida del todo». M. Perinola (2001:198).
18. Analizando el adjetivo alemán heimlich, Freud llega a la conclusión que presenta dos significados bastantes diferentes, pues abarca
tanto lo familiar como lo oculto y peligroso. Su antónimo Unheimlich, lo no familiar se opone al primer significado pero no al segundo.
Sobre está desconcertante coincidencia articula su tesis sobre lo siniestro. S. Freud, «The uncanny» (1997:195201)
19. «El hombre de arena» forma parte de su colección Cuentos nocturnos (1817). Sigo la edición inglesa de Victor Lange (1982).
Hoffmann empezó a traducirse al español a partir de 1837, su cuento «El hombre de arena» fue traducido en una antología en 1847. Edgar
Allan Poe fue traducido a partir de 1857. La influencia de ambos escritores en la literatura fantástica europea es fundamental y es fácil
establecer una línea directa entre ambos y ValleInclán, a través de las traducciones españolas y francesas, y siguiendo la estela de autores
como Baudelaire, Gautier y el propio Rubén Darío.
20. Freud (1997: 195)
21. Tomo la cita de Eugenio Trías (2001: 27). La cita original se encuentra en F. W. Schelling, Philosophie der Mythologie, 1837.
22. Schiavo ha estudiado con profundidad el tema de la muerte en las obras de Valle, subrayando la presencia inquietante y constante de
cadáveres que amenazan la paz de los vivos, «Fastidiosos cadáveres. Un tema de ValleInclán» (1989: 91100) También L. Schiavo, «Este
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23. Antonio Ferrer Robert, Macbeth, traducción y prólogo (1906).
24. España (16, 02, 1924).
25. «El teatro poético: ValleInclán. Marquina. Estudio crítico», Conferencia pronunciada en el Ateneo de Madrid el día 1 de Abril de
1914, Madrid, Sucesores de Hernando, 1914. Tomo la cita de J. Rubio Jiménez (1998: 131).
26. La Tierra, (12 Noviembre 1931), tomo la cita de J. Rubio Jiménez en su introducción al Retablo de la avaricia, la lujuria y la muerte
(1996)
27. «En el Goya. La cabeza del Bautista», El Liberal, (21 de marzo 1925), en Rubio Jiménez (1996: 52) .
28. Antonio Risco, «El Elemento fantástico en la obra de ValleInclán» (1988).
29. E. Burke, (1997)
30. Tanto Luzán en su Poética (1735) como Jovellanos en Lecciones de retórica y poesía (1794) citan la obra de Addison, que fue
finalmente traducida al español por Munárriz en 1804. La obra de Burke que también era bien conocida en la época fue parcialmente
traducida en 1763 por Francisco Mariano Nipho y Cagigal.
31. J. Rogelio Sánchez, Estética general (1907)
32. Son conocidas sus palabras sobre el arte modernista: «El modernista es el que busca dar a su arte la emoción interior y el gesto
misterioso que hacen todas las cosas al que sabe mirar y comprender...El modernista sólo tiene una regla y precepto: ¡La emoción!.»
Fragmentos de su conferencia titulada «El modernismo» en Buenos Aires en 1910. Recogida por Aurelia C. Garat, «ValleInclán en la
Argentina», Ramón M. del ValleInclán, 18661966 (Estudios reunidos en conmemoración del centenario), La plata, Univ. Nacional de La
Plata, (1967:108).
33. «Shakespeare es el drama, y el drama que funde bajo un mismo soplo lo grotesco y lo sublime, lo terrible y lo jocoso, la tragedia y la
comedia». «Prólogo a Cromwell» en V. Hugo, (1983: 33).
34. Tomo la cita de R. Cardona y A. Zahareas, (1982:47)
35. Leda Schiavo, «El camino del grotesco en ValleInclán» (1999: 7592).
36. M. Maeterlinck, «Préface au theater de 1901». Tomo la cita de la edición de Ana González Salvador de M Maeterlinck, La intrusa
(2000: 54).
37. Freud (1997: 209).
38. W. Kayser (1964: 229).
39. V.Hugo (1983: 33) .
40. Burke (1997: 89).
41. R. Bodei, La forma de lo bello (1998: 116)
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El Pasajero, estío 2003
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