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Aquí la lógica del capital se traducía en que los alimentos, los servicios de salud, la
educación, por ejemplo, eran vistos como servicios cuya prestación suponen un costo que
debe ser cubierto por quienes pretendan acceder a ellos; esto es la mercantilización de los
servicios sociales. El propio derecho al trabajo se llega a mercantilizar al punto de que para
acceder a él se debe pagar no sólo en el sentido de entregar dinero para obtener un trabajo,
sino además que la sociedad en su conjunto debe pagar un alto costo social para que la
mercancía fuerza de trabajo se mantenga a un precio de conveniencia para el capitalista,
sobre todo si este precio está por debajo de su valor. Por esa vía la propia vida humana y la
naturaleza misma iban adquiriendo el carácter de mercancía, por la cual quien aspirarara
acceder a ellas debía contar con el dinero para pagar su valor mercantil fijado por el sistema
capitalista, por supuesto, a niveles de exclusión para parte de la población.
Es en respuesta a esa coyuntura histórica de los años 2002-2003 que surgen las misiones
sociales, como forma estratégica para garantizar los derechos humanos consagrados
constitucionalmente a partir de 1999. Dicha estrategia implicó el establecimiento de una
forma paralela de administración púbica que sorteara los escollos que significaban las trabas
y mecanismos burocráticos, incluida la resistencia del propio personal de las instituciones,
con los que la vieja forma institucional del Estado heredado le hacía el juego a la desigualdad
estructural del atrofiado capitalismo que se implementó en el país.
Es de destacar que no se trató de la sustitución de una forma de administración por otra, sino
de la coexistencia de ambas formas de administración en una suerte de dialéctica
cooperación-oposición, complementación-competencia, apoyo-traba, que dejó abiertas las
posibilidades para que, una vez superadas las situaciones de exclusión de los segmentos de
población atendidas por cada Misión Social, éstas desaparecieran quedando la
administración tradicional a cargo del sostenimiento de la nueva situación de equilibrio, o
bien la vieja forma de administración fuera la llamada a ser absorbida por las Misiones. Así
debía ser, toda vez que uno de los indicadores de la desigualdad lo constituía el índice de
desocupación anteriormente señalado, lo cual negaba la posibilidad de liquidación de
instituciones con el consiguiente pase a desempleo del personal de las mismas.
También en este plano debe destacarse que las misiones han revertido la lógica
mercantilizadora de los servicios sociales que el capitalismo trata de imponer al mundo,
según la cual para acceder a ellos se debe pagar conforme a la ley del valor, cual vulgar
mercancía en un esquema de mercado. Gracias a las Misiones y al resto de la política
económico-social de la revolución, se facilitó el ejercicio de los derechos a través de servicios
prestados por el Estado en forma no mercantil sino como obligación de la sociedad para con
sus miembros, lo cual rompe con la lógica del capital y asume una lógica social humanista
que debe ser profundizada y expandida para lograr el objetivo de aquellos cinco (5)
equilibrios que aún están pendientes, puesto que el sistema capitalista ha demostrado una
capacidad de resiliencia tal que le ha permitido hasta ahora reproducir sus males
estructurales a un ritmo superior que la velocidad con la que actúan los remedios que le
hemos aplicado.
Del Alto Mando resalta que se trata del Presidente de la república y una porción del consejo
de Ministros y Ministras del Poder Popular, instancia esta que tiene su dinámica ordinaria, por
lo que su funcionamiento como Alto Mando del Sistema pasa por la agregación de
actividades extraordinarias sobre dicha instancia, ya de por sí sometida a una vertiginosa
dinámica extraordinaria tanto en su dimensión de cuerpo colegiado como en su dimensión de
órganos particulares del Ejecutivo Nacional, lo cual dificulta realmente un ejercicio cotidiano,
sostenido y concentrado del papel de Alto Mando del Sistema. Por otra parte, hasta la fecha
tampoco están conformadas: la instancia llamada a fungir como órgano asesor, el Consejo
Nacional de Política Social, cuya existencia y régimen orgánico de funcionamiento podría
suplir, en parte, las debilidades de funcionamiento del propio Alto Mando, ni la instancia
contemplada para la gestión, asignación y administración de los recursos financieros del
Sistema, el Fondo Nacional de Misiones.
Respecto a la Coordinación General del Sistema, en buena medida sufre las mismas
condiciones de dinámica colectiva y particular del Alto Mando, toda vez que está constituida,
en parte, por los mismos actores y actoras. Ello coloca sobre los hombros de la Secretaría
Ejecutiva, cuyas funciones aún no han sido debidamente establecidas por vía reglamentaria,
la mayor parte de las funciones que corresponden a todas las instancias antes mencionadas.
Dicha situación, podría estar siendo fuente de no pocas distorsiones, frenos y fricciones
sobre los necesarios mecanismos que debe implementar el Sistema para su buen
funcionamiento. Al respecto, piénsese en la jerarquía de los actores involucrados como
máximas autoridades de Misiones y Grandes Misiones y en las secuelas de la cultura
organizacional capitalista aun presente en el ideario colectivo de nuestra dirigencia, frente a
las posibilidades reales de la Secretaría Ejecutiva para encarrilar al Sistema.
En este nivel de operación del Sistema también se expresa una especie de supremacía de
algunas Misiones y/o Grandes Misiones por encima del Sistema, que las lleva a auto-
valorarse como más importantes o de mayor rango que el mismo Sistema al que deberían
estar integradas y subordinadas, y consecuentemente a mantenerse al margen o, cuando
menos, reñida con la disciplina, organicidad, coordinación y articulación que requiere todo
sistema para su pleno funcionamiento. Súmese a esto un insuficiente desarrollo de
habilidades y destrezas de Dirección, tanto a nivel de algunas coordinaciones estadales del
Sistema como a nivel de muchos responsables estadales de Misiones y Grandes Misiones, y
se tendrá un cuadro bastante aproximado de las condiciones en las que el Sistema Nacional
de Misiones, Grandes Misiones y Micro-misiones debe pujar para convertirse una potente
realidad.
Mención especial en este punto merece la juventud, puesto que, como ya se dijo, el ritmo de
reproducción de los males estructurales del capital por encima de la velocidad con la que
actúan los remedios que le hemos aplicado, tiene su impacto actual principalmente en dicho
sector de la población. No hace falta ahondar en estadísticas para confirmar que actualmente
la inmensa mayoría de los participantes/beneficiarios de las Misiones y Grandes Misiones
son personas y familias jóvenes (es decir familias cuyos jefes son jóvenes o que están
constituidas principalmente por integrantes jóvenes), con excepción, claro está, de la Gran
Misión En Amor Mayor, pero cuando se piensa en Róbinson, Ribas, Sucre, Cultura Corazón
Adentro, Misión Música, Barrio Adentro Deportivo, Barrio Adentro Salud, Sonrisa, Negra
Hipólita, Niño Jesús, José Gregorio Hernández, Jóvenes del Barrio, Misión Alimentación,
Guaicaipuro, Misión Árbol, Nevado, Identidad, Transporte, Justicia Socialista, Vivienda
Venezuela, Barrio Nuevo Barrio Tricolor, Saber y Trabajo, Toda Vida Venezuela, Hogares de
la Patria y Abastecimiento Soberano, desde una perspectiva etaria, se reconoce de
inmediato, por una parte, que verdaderamente el capitalismo aun imperante en Venezuela
sigue causando estragos en la población, especialmente en la juventud, y por otro, que las
Misiones, Grandes Misiones tienen en ese sector tan importante de la población a su
principal sujeto-objeto, lo cual debe determinar el tipo de acciones a desarrollar para
estimular su conversión en Misioneros plenos de su propia liberación social.
Respecto a los mecanismos del Sistema, todas las misiones tienen los suyos, algunos muy
efectivos y otros no tanto, destacando el hecho de la escasa homologación entre todos esos
mecanismos, lo cual suma entropía al Sistema. Por otro lado, se han venido imponiendo
mecanismos burocráticos de atención que tienden a normalizar el funcionamiento de las
misiones, es decir, a hacerlas pasar de hechos extraordinarios de un proceso de
transformación a cotidianidad administrativa. Se adolece de mecanismos de trabajo político
que estimulen la imbricación entre los niveles de operación del Sistema y cada nivel de
operación del tejido de participación política de una sociedad en revolución.
Una segunda posibilidad es que, bien por la capacidad de resiliencia del sistema capitalista o
bien por la insuficiente posibilidad de los agentes extraños (Misiones, Grandes Misiones y
Micro-misiones) para comprometerlo estructuralmente, aquel logre asimilar y metabolizar al
Sistema de Misiones, con lo cual sólo se habrá fortalecido al capitalismo venezolano
dotándolo de mecanismos para suavizar sus consecuencias negativas.
Vistas así las cosas, el Sistema de Misiones, Grandes Misiones y Micro-misiones está
llamado a jugar en la transición un doble papel, en el sentido de contribuir para que esa
porción de la población, por un lado, pueda recibir de la sociedad parte de lo que requiere
material, moral e intelectualmente para su desarrollo progresivo como persona, tal como lo
contempla el Artículo 3 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, y por
otro, también pueda aportar a la sociedad progresivamente según desarrolla su potencial
físico, moral e intelectual; es decir que el Sistema Nacional de Misiones, Grandes Misiones y
Micro-misiones es un generador de condiciones para el cumplimiento del deber social en
ambos sentidos de esa relación social socialista: que los excluidos y desigualados por el
capitalismo puedan recibir de la sociedad, a través del Estado, facilidades para su desarrollo
como persona y que estas puedan devolver conscientemente a la sociedad su aporte en
trabajo, virtudes en desarrollo e ideas. Por cierto que dicha conciencia del deber social
tendría que estar orientada por al menos tres formas de conciencia, entendida ésta en
términos chavistas, como suma de ciencia o de conocimiento; a saber, una conciencia
instrumental que permita el desarrollo de capacidades técnicas para ejercer el protagonismo
en la procura de medios destinados a satisfacer las propias necesidades; una conciencia
práctica que facilite el entendimiento del significado de la experiencia humana, sustentada en
el conocimiento de la historia y de las habilidades del razonamiento; y una conciencia
emancipatoria que, basada en el conocimiento acerca de la realidad de la dominación social,
sirva de potente móvil de la práctica social de todos los misioneros y misioneras del Sistema
Nacional.
Para esto es necesario contar con métodos apropiados a fin de identificar, sistematizar,
ubicar territorialmente y planificar el abordaje sistemático y sostenido de esos “núcleos duros”
de la desigualdad, en cada estado, municipio, comuna y/o comunidad donde se localicen,
partiendo, por supuesto, de los métodos actuales de medición de la pobreza y la desigualdad
para que, desde los propios niveles territoriales en los que opera el Sistema Nacional de
Misiones, Grandes Misiones y Micro-misiones se elaboren los planes de acción sistemática,
concentrada y sostenida, orientados por esquemas y mecanismos diseñados y dirigidos
desde el Alto Mando y la Coordinación General del mismo.