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En la actualidad existen un sin fin de problemas de tipo cultural, religioso,

ecológico, comunitario, político, jurídico, psicológico y de educación que atañen a


la sociedad por ende se demandan proyectos de intervención socioeducativos
para contribuir en la solución de estos. Pero en que consiste lo socioeducativo,
para entender su significado se debe vislumbrar dos raíces como lo social-
educativo, en donde se puede deducir como la educación para la sociedad.

Como lo menciona Ortega (2004). En general toda educación es o debe ser social.
La educación supone una progresiva y continua configuración de la persona para
ser y convivir con los demás, y se desarrolla a lo largo de la vida, no se da sólo en
la escuela, es donde se inserta la educación social y esta podría entenderse por
un lado, como la activación de las condiciones educativas de la cultura de la vida
social y sus individuos y, por otro, la prevención, compensación y reconducción
socioeducativa de la dificultad, de la exclusión o del conflicto social.

Existen dos formas de contextualizar a la educación la primera se encuentra


inmersa en la escuela es conocida como educación formal, la segunda está
ubicada en el ámbito social a través de la interacción con las personas también se
le puede denominar educación informal paro también conocida como educación
social.

“El objetivo de la Pedagogía Social es intervenir para coadyuvar en la educación


del hombre en los valores sociales. El Pedagogo Social o también conocido como
educador tiene vocación intervencionista tanto en lo escolar y social”. (Colom
Cañeda, s.f. p. 22). La intervención socioeducativa se preocupa por estos dos
ámbitos pero aclarado que dentro de lo escolar no debe abordar los contenidos
curriculares en este caso se haría una intervención psicopedagógica sino
identificar variables sociales.

Cabrera y González (s.f.) definen a la intervención social como: “una ciencia


social, cuyo ámbito de competencia se refiere a variables sociales y nunca a
variables biológicas. Las variables objeto de la intervención, por tanto, serían
las comportamentales, que deben tomarse como criterio último para observar
el cambio producido.

En conclusión un proyecto de intervención socioeducativo su objeto de estudio es


un grupo de individuos que engloba a la sociedad en donde el interventor o
pedagogo social realiza su trabajo de investigación a través de la interacción con
los integrantes del grupo aplicando la primera fase del proyecto que es el
diagnostico donde se analiza la necesidad o problemática para intervenir la
segunda fase es la planificación su nombre lo indica se planifican actividades a
pero estas deben estar relacionadas para cumplir con la meta o resolver la
problemática, tercera fase es la ejecución la planificación es donde se desarrolla
las actividades y la ultima fase es la evaluación consiste en analizar el grado en el
que se cumplieron los objetivos.
Como ya se ha visto, la educación social se constituye con la finalidad de

proporcionar servicios y recursos socioeducativos para las personas que se

encuentran en situación de riesgo y vulnerabilidad, principalmente. Así es

como los profesionales de la educación social han debido pasar por un

proceso de profesionalización que ha llevado a la construcción de un código

deontológico que ha establecido unos principios y normas éticas comunes

a la profesión y

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Como definición podemos decir que dentro de intervención socioeducativa


esta ya se ha visto, la educación social se constituye con la finalidad de
proporcionar servicios y recursos socioeducativos para las personas que se
encuentran en situación de riesgo y vulnerabilidad, principalmente. Así
es como los profesionales de la educación social han debido pasar por
un proceso de profesionalización que ha llevado a la construcción de un
código deontológico que ha establecido unos principios y normas éticas
comunes a la profesión y que orientan la práctica socioeducativa.

Como en anteriores apartados se ha expresado, el trabajo


socioeducativo ha atendido principalmente a los niños y jóvenes, sin
embargo esta labor también se encuentra dirigida hacia las personas
mayores, personas que tengan alguna discapacidad y/o personas que
se encuentren en situación de riesgo social, contribuyendo a la
inserción en la comunidad de estas personas o grupos de ellas. Por ello
es que los profesionales que realizan este trabajo, deben estar al tanto y
capacitados para situaciones tanto de necesidades sociales, culturales y
educativas.

Para comprender mejor qué se entiende por trabajo socioeducativo, se ha


recurrido a la AIEJI (2008:5) que lo define de la siguiente manera:“Un
proceso de acciones sociales en relación con los individuos y con varios
grupos de ellos. Los métodos son multidimensionales e incluyen: atención,
educación, intervención, tratamiento, desarrollo de espacios sociales no
excluyentes, etc. Su finalidad es la socialización y la ciudadanía plena para
todo el mundo”

En tanto que la ASEDES (2007) explica que la acción socioeducativa es un


conjunto de acciones de acompañamiento, de sostenimiento de procesos a
nivel social y de formación hacia las personas, con la finalidad de que
mejoren su calidad de vida adquiriendo unas competencias sociales
entendidas como herramientas conceptuales, habilidades técnicas y formas
de trato dentro de una determinada sociedad. En tal caso, la acción
socioeducativa implementa actividades o tareas que producen efectos
educativos de cambio, crecimiento, desarrollo e integración de todas las
personas que son sujetos de atención en este campo.

En este caso, las investigaciones del alemán Aichhorn (1956, en Moyano,


2012) y de Balbuena, Sánchez-Barranco, de Dios y Sánchez-
Barranco(2003) ponen en primer plano las cuestiones educativas en
relación a la delincuencia propugnando que el proceso de socialización
guía el trabajo educativo donde la finalidad es guiar y acompañar al
adolescente de un estado antisocial al prosocial, y el responsable de
este proceso es el educador.

Se ha de destacar que Aichhorn ofrece una mirada nueva al


tratamiento hacia los jóvenes que incurrían en infracciones a la ley,
partiendo desde una propuesta reeducativa sin violencia en un
establecimiento no militarizado.

Según este autor, el abandono y la carencia de los jóvenes que


cometen delito, se integra en una categoría psicopatológica específica:
el Verwahrlostung (en castellano, abandono) que le sirve de sostén
conceptual para pensar la delincuencia juvenil “latente” y “manifiesta”,
según su propia terminología, alejándose de las teorías etiológicas
influyentes en este campo de estudio (Mollo, 2014).

Debido a las vivencias personales del mencionado autor, su praxis no


constituía un método sistemático, sino una práctica suficientemente flexible
para orientarse desde la situación de cada joven. Su intervención destacaba
por la improvisación del momento: la premisa era situarse en un
sentido inverso a lo esperado por el joven condicionado por la
respuesta de su medio familiar y social. Para lograr este objetivo, era
necesario operar sin restricciones, aceptando los valores del joven y
viviendo su universo. Así, Aichhorn demostró en que una maniobra
transferencial era posible para la pacificación de conductas trasgresoras.

Según estos presupuestos, se hace perentorio decir que la acción


socioeducativa debe responder a un compromiso ético con las
personas atendidas que poseen necesidades de aprendizaje para
enfrentar situaciones tensas y en conflicto mediante un proceso de
socialización, esdecir, de adaptación a la vida social y a sus normas
(López, 2005) de manera que pueda alcanzar niveles satisfactorios de
convivencia y participación ciudadana.

En este sentido, la acción educativa no solo es realizada por los educadores


sociales o educadores de trato directo, sino que también por los
trabajadores sociales que poseen tanto un carácter técnico en sus
actuaciones, como en las funciones educativas (Fasciolo y Zeballos, 2013)
incidiendo sobre los valores de las personas. Ya en 1981 la investigadora
Tizio de Barba, expresa que el asistente social que trabaja con
adolescentes que han cometido delito, en primer lugar, es un educador, y
por lo tanto, debe actuar como tal, donde el objeto del tratamiento
reeducativo vendría a ser actuar sobre la personalidad del joven, su medio
familiar y su integración en la sociedad.
En este caso, la reeducación no tiene por qué ser espacio de los maestros o
profesores debido a que no se está hablando de nivel académico o escuela,
por lo que no es extraño ver que los trabajadores sociales sean los
profesionales que realizan la labor socioeducativa en países donde no
se encuentra la figura del educador social.

Este tratamiento de reeducación en contextos de encierro, es decir, dentro


de recintos donde cumplen condena adolescentes y jóvenes, es uno de los
escenarios más complejos, ya que se trata de dotar a sujetos de
nuevas habilidades y competencias de comunicación e interacción
social, ofreciéndoles nuevas experiencias de integración tanto familiar
como educativa y laboral, así como también promover en estos jóvenes
la inhibición de conductas infractoras.

Aunque el concepto de tratamiento se encuentra seriamente


cuestionado, aún las instituciones lo acogen argumentando que los jóvenes
necesitan ser “tratados” proporcionando recursos integradores que faciliten
una vida social adaptada (del Campo, 1998).

Según Israel y Hong (2006) los tratamientos con jóvenes infractores se


enfocan a proporcionarles nuevas habilidades y competencias de
comunicación e interacción con los otros dentro de la comunidad, ofrecerles
herramientas de integración social sean ellas familiares, educativas y
laborales que inhiban las conductas infractoras.

Según los factores de riesgo aducidos más arriba, el tratamiento para


los factores de tipo personal va a necesitar de intervenciones
educativas directas con el individuo. En cambio los factores de riesgo social,
requerirán desarrollar programas y mejoras a nivel social de amplio
espectro, no obstante, explican Martínez-Catana y Redondo (2013:176)
“los efectos preventivos de este tipo de intervenciones sobre la
reducción de la delincuencia juvenil se obtendrán a mediano y largo
plazo, y afectarán a generaciones futuras de jóvenes”, pese a ello estos
programas son de gran utilidad para reducir la delincuencia juvenil a largo
plazo. Según los citados autores las medidas de tratamiento ambiental o
contextual podrían ser : mejorar la iluminación de las calles o potenciar la
visibilidad de los espacios, sin embargo, estos no se harán efectivos de
inmediato ya que estos forman parte de la mirada y recursos de cada
sociedad.

Como se ha visto en el capítulo anterior, el tratamiento implica modificar los


factores de riesgo dinámicos como el objetivo más concreto de la
intervención. De esta forma el diseño y la planificación para el tratamiento se
deben iniciar con una evaluación de las necesidades y carencias que
están directamente relacionadas con las conductas delictivas. Para esto, es
necesario basarse en un modelo teórico del comportamiento delictivo y su
tratamiento (Martínez y Redondo, 2013) para sel eccionar la intervención
que se encuentra más acorde a las necesidades que se han detectado
o adaptarla desde lo ya existente, de manera de conseguir la máxima
eficacia, para finalizar con la evaluación del tratamiento aplicado.

Es por ello que se ha considerado dar a conocer las diversas teorías que
debieran sustentar el tratamiento con adolescentes que han cometido delito,
seleccionando las más significativas para esta investigación:

En este apartado se trata de analizar la intervención socioeducativa llevada


a cabo con los adolescentes con problemas de comportamiento y
conductas antisociales, poniendo especial atención a las medidas de
contención.

A la hora de establecer una definición de lo que vendría a ser la


intervención socioeducativa, diversos autores vienen a coincidir en que la
intervención socioeducativa es un proceso de acción que influye en unos
sujetos determinados y que persigue un fin. Así pues, Lucio-Villegas (2005)
la define como un proceso de acción sobre otros sujetos, donde se produce
una intromisión y una alteración de su realidad ambiental y personal .
Siguiendo esta definición la intervención socioeducativa es un proceso en
el que personas externas al ambiente y al contexto de los sujetos actúan
para modificar determinadas actuaciones o circunstancias, variando la
realidad personal para poder obtener unos determinados resultados.

Otra de las definiciones que podríamos utilizar para comprender qué


es la intervención socioeducativa es la que desarrollan Melendro y
Rodríguez (2013) centrándola en una acción social de naturaleza y
alcance educativo, añadiendo a su definición la concepción de la
expresión “socioeducativa” que realiza Caride (2005) y que enfatiza la
necesidad de una educación que dé respuesta a un complejo
entramado de necesidades sociales de los individuos, restableciendo y
ampliando oportunidades educativas de las personas y de los colectivos
sociales en la vida cotidiana. Según esto la intervención no se dirige solo a
actuar sobre el sujeto de forma individual, sino que hay que conocer
las necesidades individuales enmarcadas dentro de un conjunto social para
que de esta forma puedan desarrollarse en un entorno que le ofrezca las
oportunidades educativas adecuadas a sus circunstancias. En la
intervención socioeducativa es importante la proximidad del educador y
su presencia en el entorno más inmediato de la vida cotidiana del
adolescente para ayudarle a elaborar cuestiones fundamentales en su vida
en determinados momentos o situaciones aparentemente triviales pero
que contienen una carga emocional o competencial enorme (Lahire, 2007).

En el diseño y puesta en marcha de una intervención socioeducativaes


necesario tener en cuenta el contexto en el que los sujetos se
encuentran inmersos, ya que es ese contexto el que, en mayor o menor
medida, nos facilitará o nos impedirá el desarrollo de nuestro trabajo. El
contexto en el que se encuentran los adolescentes con problemas de
comportamiento y conductas antisociales presenta un alto grado de

complejidad y una diversidad de entornos de procedencia. Estos dos


elementes son determinantes a la hora de entender la intervención
socioeducativa con estos menores y a su vez son indicadores de la
flexibilidad que ésta requiere (Melendro y Rodríguez, 2013). Cada persona es
la suma de sus experiencias y de las experiencias que ocurren a su
alrededor. Atendiendo a esto, la diversidad de situaciones a las que
podemos enfrentarnos a la hora de intervenir hacen muy complicado
establecer un único tipo de intervención. Por este motivo y debida a
la necesidad de flexibilidad en la programación de las intervenciones,
Melendro y Rodríguez (2013) establecen el concepto de estrategia como
el proceso de intervención y toma de decisiones a corto y medio
plazo, que suponen actuaciones bien definidas y capaces de movilizar
sistemas. Así mismo, la eficacia de la intervención socioeducativa gira en
torno a la puesta en funcionamiento de estrategias flexibles que parten
del protagonismo real del adolescente en la toma de decisiones que le
son vitales y que supone, como elemento central de la labor de los
profesionales, el establecimiento del vínculo con estos adolescentes
(Melendro y Rodríguez, 2013). Estas ideas son también compartidas por

Carrión (2010), quien expresa que la intervención social en el abordaje


de los conflictos y situaciones problemáticas tiene que tener varias
direcciones, centrándose en el protagonismo de los jóvenes y actuando
de forma directa y conjunta con los educadores, añadiendo la
intervención de la familia en el proceso.

En la intervención socioeducativa con adolescentes con problemas de


conducta y comportamiento se establecen 3 conceptos centrales: el
protagonismo adolescente, la resiliencia y la planificación flexible
(Melendro y Monserrat, 2013). Estas autoras inciden en la importancia de
implicar y aportar protagonismo al adolescente en la intervención para, de
esta forma, potenciar la eficacia del proceso. Ese protagonismo viene
caracterizado por la participación, con el fin de que el adolescente sea
consciente de las dificultades existentes.
En esa intervención socioeducativa con el adolescente como protagonista
es importante, tal y como expresan Melendro y Monserrat (2013), el
acompañamiento en el proceso de empoderamiento de los jóvenes, para
que de esta forma puedan asumir las responsabilidades hacia su
emancipación personal, siendo protagonistas en todo su proceso de
desarrollo y en la toma de decisiones.

Para poder superar las situaciones en las que se ven inmersos


muchos de los adolescentes en la acción socioeducativa y solventar la
situación de rechazo que suelen presentar al comienzo de la
intervención es fundamental el concepto de resiliencia. Las actuaciones
han de ir encaminadas a potenciar valores de “adolescentes resilientes”
y a promover el esfuerzo y la resistencia a la frustración, ayudando así
a construir imágenes positivas (Melendro y Monserrat 2013). Es muy
importante que la planificación del proceso tenga como característica
intrínseca la flexibilidad, adaptando a las necesidades y posibilidades de
cada adolescente la actuación que se lleve a cabo.

La intervención socioeducativa en adolescentes con problemas de


comportamiento y conductas antisociales se ve influida por la actitud y
la percepción que se tiene de estos menores, Carrión (2010) considera
que dependiendo de la mirada que ponemos sobre los niños/as y
jóvenes, de cómo interpretamos sus actuaciones, va a depender mucho
cómo podremos ayudarles en sus interpretaciones del mundo y
acompañarles a encontrar nuevas significaciones menos sufrientes. Si
etiquetamos a quienes queremos ayudar, ya desde el principio estamos
edificando una gran barrera que nos va a ser difícil de retirar. No se puede
caer en el error de establecer categorías individuales para cada menor,
ya que las características que presenta en el momento en el que nos
planteamos llevar a cabo una intervención pueden ser modificadas
mediante nuestra acción y mediante la colaboración del menor a
intervenir. Si establecemos una “etiqueta” a un niño/a o joven esta va
a acompañarle durante todo el proceso e incluso una vez terminada la
intervención y solventados los problemas, esa etiqueta seguirá estando ahí.

Durante un proceso o acción de intervención socioeducativa hemos de


tener en cuenta que algunos de los comportamientos se repetirán ya
que, según establece Carrión (2010) la intervención socioeducativa es
un proceso en espiral y no podemos esperar linealidad. Esta repetición
de comportamiento no se realiza porque la intervención no esté surtiendo
efecto, al contrario, es sinónimo de que se va progresando, siempre y
cuando la repetición de esos comportamientos o conductas vaya cada
vez a menos y no a más. La desaparición de determinadas conductas
(agresivas, violentas, antisociales…) no se produce de golpe, de una sola
vez o en un momento determinado, sino que es un proceso gradual y
progresivo.

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